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Colada en el sepulcro
Por un buen tiempo ya, cada vez que cierro los ojos y siento la presencia de Dios en mí, visualizo mi ser en una especie de caverna oscura, iluminada desde arriba por una suave luz de color turquesa, que arma un haz sobre mí, rodeándome y cubriéndome con un manto protector muy especial. Muchas veces he sentido como desde alguna parte –que no logro ver y que tampoco me atrevo a mirar- descienden por ahí las gracias, las inspiraciones, las caricias divinas que tanto anhelo. A veces son como estelas de luz que entran a raudales; otras, pequeños puntitos que van descendiendo como los cristales de nieve; otras veces estoy a oscuras y grita mi alma para que abran la compuerta, pero me dicen que yo misma la he cerrado por dentro.
Quizás podrían pensar que es un lugar tétrico por el hecho de ser oscuro, pero la verdad es de indescriptible belleza. Todo lo veo un poco borroso, porque creo soy una principiante muy inmadura en estas lides. Pero a veces he visto brillar parte de sus muros y parecen como cristales traslúcidos, llenos de hologramas de lugares preciosos o formas maravillosas, como acuarelas que no logro definir. Su aroma es –cómo decirlo- fresco, inspirador, vitalizador, hipnótico… Es como respirar paz y plenitud, que te hace estar en el presente como un niño, asombrado y expectante a la vez. La temperatura es perfecta; de hecho jamás he visto ropa en mí; estoy vestida por esta misma textura azul/turquesa con puntos brillantes, que me regala un estado de tranquilidad muy grande. Siempre que estoy aquí, estoy de cuclillas y mirando hacia lo alto, como en espera contemplativa. Y si pudiese describir el sabor que siento en este lugar, podría decir que es sabor a ternura amorosa. Se me endulza el alma como si estuviera de vuelta en un vientre divino, nutrida por todo lo que necesito para vivir sin necesitar nada más. Las pocas veces que he mirado alrededor, sólo he visto ese color turquesa maravilloso, que se mueve con pequeñas motas de azul más intenso, bailando como en una sustancia oleosa, semejante quizás a mirar el océano desde dentro. Ahí floto y fluyo en tiempo presente y sólo admiro esta belleza hasta cuando se desvanece o algo del mundo externo me distrae o reclama.
A veces veo destellos en los paredes de esta caverna y creo que son otras almas que visitan también este lugar. Siempre he sentido que hay mucha más gente aquí, pero no me atrevo a moverme por miedo a perder el haz de luz que tanto me alimenta y permanezco paciente para cuando ese encuentro se pueda producir. No podría decir que he escuchado sus voces, pero sí tengo la certeza que hay muchos más como yo que visitan este especie de santuario del Amor y que de alguna manera me abrazan. Siento su aliento amoroso sosteniéndome. Son infinitos en cantidad, pero con una sola frecuencia… Es como si bailáramos, lenta y cadenciosamente al vaivén de estas olas de amor.
Como decía, así me ha pasado muchas veces y se ha hecho una adicción en mí visitarlo ya que aquí recibo paz, respiro libertad y a veces obtengo respuestas o ideas que me sorprenden y alegran. Es aquí de donde surgen las imágenes que luego trato de plasmar con acrílicos, los cuentos para los niños, las conversaciones con adultos y las incipientes certezas de ser amada. Sin embargo, en estos últimos días algo distinto pasó y pude darme cuenta que este santuario va “moviéndose” por distintos escenarios de la historia y que los puedo presenciar. En esta caverna hay como puertas o ventanas que en instantes me llevan a otros espacios y lugares del tiempo y me hacen revivirlos en primera persona y poder conocerlos con mis propios sentidos. Fue así que me vi colada en el santo sepulcro una vez que depositaron ahí el cuerpo de mi Señor.
Desde ya el pudor me embarga al escribir, porque no me siento digna de haber aparecido en un lugar y un momento tan grande, tan sagrado, tan divino… No recuerdo haber entrado. De un segundo a otro, mi caverna de siempre ya no lo era y se hizo más oscura y el ambiente acogedor se enrareció. Comencé a observar para saber dónde estaba y lo primero que toqué fueron las paredes. No eran traslúcidas ni tenían imágenes lindas, eran rocas silentes y frías. Parecían doblarse de dolor y aunque no las oía, corrían lágrimas desde su interior que me alertaron de inmediato. Palpando las superficies vi algunos rastros de musgos o plantas tímidas, acostumbradas a la soledad y a la noche. Esas rocas eran antiguas; su aroma las delataba y parecía que los metales dentro de ellas, ya se habían esfumado. Sólo granito apretado por milenios para poder darle forma a esta cueva natural en la que ahora me encontraba. No se filtraba luz por ninguna rendija; por lo que rápidamente me acostumbre a la penumbra. Traté de escuchar por si había animales o las temidas arañas, pero no fui capaz de sentir ni un solo ser vivo en esa sarcófago de piedras. No sé porque de repente tuve la lucidez de captar dónde estaba y el alma se me salió del cuerpo (si es que eso es posible). Miré con ojos diferentes y de pronto ahí ya no hubo más noche y una luz muy brillante me iluminó el lugar donde estaba el cuerpo de Jesús. Parecía que la roca se había conmovido con el dolor de Dios y había hecho una abertura sin cortes para recoger a su hijo. La saliente no estaba más alta que unos 45 cm del suelo, pero era larga y delgada y acogía muy estrechamente el bulto de género que yo alcanzaba a ver desde mi posición. Permanecí por una eternidad así y pude ver el final de una historia macabra. Al principio se oían muy de lejos ladridos y aullidos de origen desconocido, armando una sinfonía terrorífica, pero de pronto el sonido también desapareció y todo se orquestó para poder contemplar como en cámara lenta al hijo de Dios recostado como si estuviera durmiendo. Tantas veces vi la misma silueta descansando en el campo, en la arena del desierto, en las camas sencillas de las casas de amigos, en la barca, en las flores silvestres, en esterillas tejidas con tanto amor para recibirlo, que esta visión de muerte no pude integrarla y fue así como viví lo que ahora describo.
Le rogué a Jesús que despertara sin emitir sonido con mis labios; era una súplica que salía desde adentro, pero que quedó suspendida en este aire que no se movía. Estaba todo detenido. Las telas con que habían cubierto el cuerpo fueron puestas con tanto cuidado y ternura que habían permitido hacer digno lo más indigno de la historia. Vi cómo se dibujaba su cabeza bajo un manto blanquecino que se había adherido como una segunda piel a sus contornos. Lo mismo sucedía con su tronco, sus brazos y sus piernas que se dibujaban con la belleza de siempre, pero inmóviles. No se levantaron de pronto, como cuando nos sorprendía a todos en la barca, pensando que realmente dormía. Veíamos esas manos con dedos largos y firmes que nos tapaban la boca para no hacer más preguntas y simplemente disfrutar del día y reírnos. Los pies tampoco se movieron aunque se los supliqué, como cuando me enseñaba a moler las uvas para hacer el vino o el lavado de ellos después del trabajo en el campo. Ahora todo estaba quieto, rígido y no se movían ni una milésima de su sitio. Por eso, no me quedó más que acercarme. Una vez más, quién soy yo para estar en presencia de algo tan sagrado y tan cargado de dolor. Al acercarme el aire parecía más denso, como si hubiese que cortar una jalea invisible gigante para avanzar. El cuerpo de Jesús me quedaba justo a la altura de mi cadera e intuí arrodillarme a su lado. Se veía tan grande y magnífico que parecía estar suspendido unos centímetros arriba de la roca. Los lienzos se traslucían de una luz muy brillante que emanaba a la altura de su pecho. Era como si un lazo invisible que viniese del cielo estuviera sosteniéndolo y cuidándolo mientras estaba en el mundo de la muerte. Cuánto extrañaba sentirlo vivo. Su risa era la que más me dolía en los oídos; sus abrazos me hacían falta y me adormecían los huesos de añoranza. Hasta su aroma se había esfumado entre tantas hierbas con que habían cubierto sus heridas y lavado su cabeza, por eso llevada por el amor, no me resistí –aunque pueda haber sido sacrilegio- a correr la tela que cubría su rostro. Ingenuamente creía que quizás ahí sus ojos volverían a mirarme y su cara a envolverme… El género que lo envolvía era suave, pero se sentían sus hilos tejidos por manos cariñosas. De alguna manera cada fibra se unía a mi mano y me condujo a los rostros de mujeres buenas y humildes que aprendieron su oficio desde muy pequeñas. Una vez más todo sucedía en cámara lenta y al correr este velo amoroso, vi su cara llena de paz, irradiando algo que podría no ser de este mundo. Cómo explicarlo. Había como dos capas superpuestas en su rostro. La más interna dejaba ver su cara con todos los horrores recibidos. Vi sus ojos hinchados, su boca destrozada, sus cejas cortadas, sus pómulos llenos de hematomas y su frente perforada. Estaba todo limpio y delicadamente ordenado, pero más parecía una máscara que la cara de mi Señor. Por eso me alegraba tanto el alma, ver que sobre esa piel había otra más. A milímetros de su piel visible, había un rostro más bello aún que el que conocí. Eran todas sus facciones, pero iluminadas por un aura brillante maravillosa. Estaban sus cejas gruesas, su nariz prominente, su mandíbula angulosa, sus labios semi gruesos, su mentón fuerte, sus párpados almendrados y sus pómulos altos, pero el conjunto era aún más atractivo que el de la montaña o el de Galilea. Había tanto amor en ese rostro que me saltó el corazón de contento como augurando lo que sabía iba a venir.
Me quedé contemplando y dando gracias por saber que el daño realizado no pudo con su porte divino y aunque nada se movía, ambos rostros superpuestos me recordaron que aun había esperanza. Me pregunté dónde estaba su alma porque aquí claramente sólo había quedado una pedazo del Cristo que conocí. Pasaron horas y todo seguía igual. Descubrí sus manos y una vez más se me quebró algo dentro. Ya no sangraban como en la cruz, pero la purificación hecha dejó al descubierto cuánto soportaron. No estaban frías ni rígidas; sólo que no estaban cargadas de esa fuerza tan grande que me impresionaba. Las puse en mis mejillas pidiéndoles un último milagro, pero sólo fueron receptáculo de mis lágrimas que no dejaban de rodar por ellas. Si bien también estaban rodeadas por un aura luminosa que titilaba por entre sus dedos, estaban muertas. Estaba muerto Jesús. Estaba ahí su cuerpo y no había en él ni un soplo de espíritu animándolo. Lo que sí estaba claro por el aire que respiraba es que tampoco este santuario se estaba malogrando. Al pasar las horas, el aroma se fue haciendo tierno y dulce, como el que recuerdo de mi caverna turquesa. Ahí no estaban operando las leyes terrenas; ahí algo grande y único se estaba gestando. Lo pude sentir incluso en las piedras que me sostenían bajo mis rodillas. Se sentía un palpitar suave que se venía acercando y que estaba haciendo florecer el entorno con una energía nueva y maravillosa. Aún con su mano en mis manos, cerré los ojos y recosté mi cabeza al borde de esta piedra sagrada, esperando que sucediera lo imposible…
Ahí en el sepulcro no había horas ni metros que medir, pero lo que parecía eterno y limitado, se comenzó a estirar y a desdibujarse sutilmente frente a mis ojos ya acostumbrados a esta aura divina que iluminaba todo. El suelo de loza parecida a la piedra pizarra, dejó de ser una superficie oscura e indefinida y se comenzó a iluminar con formas vivas. Parecían verdaderas venas y arterias tornando del azul al verde, que irrigaban capilares de la roca llenándola de energía. Noté que algo especial iba a pasar y me alejé unos metros del cuerpo que hasta ese momento estaba a mi lado. Las paredes de este santuario frío también se prendieron de pronto y se fueron iluminando como si tuviesen infinitas vetas de oro recorriéndolas desde adentro hacia fuera. Esta corriente se fue acelerando cada vez más y fue llenando de calor y de colores lo que hasta ese momento sólo era un útero más bien oscuro e inerte. Toda esa energía llegó también al sacado de la roca donde estaba recostado el cuerpo y comenzó a revestirlo de una especie de fuego que no quemaba, pero que encandilaba y me asustó. Era muy blanco; más incandescente que el que emana del sol. Por lo mismo no logré ver con claridad, pero tampoco pude dejar de mirar y tratar de entender lo que estaba sucediendo.
Cómo describirlo. Las capas de piel y huesos que podía percibir y tocar hasta hace unos segundos atrás, se multiplicaban y se fueron haciendo cada vez más grandes, más luminosas y cada vez más bellas. Eran como telas de luz casi imperceptibles al ojo, que se fueron superponiendo y amplificando el tamaño de su cuerpo y elevándolo lentamente de donde estaba. Seguía en posición horizontal, pero fue perdiendo sus límites. De repente, como si todo fuese una fusión nuclear lo que era una unidad se expandió en millones de pedacitos de luz que hicieron que el cuerpo desapareciera unos instantes de mis ojos. Sentí el impacto de la explosión y vi que mi alma fue arrojada con una suave violencia a los muros del sepulcro. La especie de jalea invisible que sostenía todo, se había vuelto un torbellino de partículas semejantes a las eléctricas y se movían con una velocidad que era imposible de detectar. Todo se había acelerado al máximo; era como un espiral de luces girando en miles de direcciones que envolvían las telas y las fueron deshaciendo sin destruirlas. Estos espirales de colores incandescentes estaban transformando la materia; lo podía sentir como corriente en mis huesos y en mis dientes. Todo vibraba y había un zumbido sordo que iba acompañando toda esta maniobra. Parecía un canto nuevo, sutil, pero no lo pude seguir. Así vislumbré cómo las capas que antes vi superpuestas, se estaban fundiendo e inyectando de espíritu a lo que antes estuvo muerto. Salía la fuerza desde el mismo interior del Señor como si se estuviese dando vueltas desde adentro hacia fuera. Podría explicarlo como cuando uno se saca una camisa y la da vuelta para ponérsela nuevamente. Jesús estaba haciendo algo parecido en esos momentos; estaba dando vueltas su vestimenta de humanidad y volviendo a ponerse su rostro divino. Vi muy dentro de él que estaba quedando habitado en sus entrañas por todas las cicatrices, heridas, torturas y sufrimientos provocados, pero también con todas las alegrías y vivencias sensoriales de haber vivido con nosotros. Se llevaba prendido en su corazón mis risas y los bailes; las fiestas y los sueños; llevaba sellado en la piel de sus manos todo el cariño y el trabajo juntos; llevaba grabado en sus ojos humanos los paisajes bellos y las miserias humanas. Me y nos llevaba a todos como si estuviésemos adheridos a los poros de su piel. Sin embargo, todo eso quedaba en su interior. Por fuera se estaba revistiendo de una túnica amorosa que tenía colores que no conozco. Tenía facciones, piel, huesos y facciones, pero de una materia traslucida y menos densa que la que dejó oculta dentro de sí. Este nuevo aspecto de Jesús lo pude ver, pero no tenía límites. Estaba, pero también se expandía por todo el sepulcro como si fuese una unidad con todo y con todos. Su nueva presencia también me habitaba de alguna forma para mi misteriosa. Era él, pero estaba dentro de mí al mismo tiempo, llenándome de un gozo que también me explotaba por dentro, pero con paz. Por eso que al dirigirme la mirada, supe que ya nunca más estaría sola; que él desde ese instante estaba sumándose a mi ADN espiritual. Estaba prendido en esas capas de mi piel que me son invisibles, pero que sé existen. Su mirada era el haz de luz que tanto me atraía desde mi caverna turquesa y que me ha traído hasta aquí para que conozca y comprenda cómo actúa el Espíritu Santo. Me hablaba al corazón y me dijo que volviera, que ya había visto suficiente, pero que no olvidara que él resucita así en cada instante que respiro. Que sus “partículas” de luz siguen irradiando y manteniéndome viva ahora que escribo esta visita. Que la fuerza de la resurrección es la chispa que debo buscar en toda mi vida; que la debo auscultar en todo ser y que la debo hacer crecer para que muchos más la contemplen y así den gloria a Dios. Sin embargo, antes de irme, no pude frenar el impulso de correr a sus brazos y apretarlo hacia mí como antes. La ternura era la misma de siempre, su palpitar era fuerte y lo retuve en mis oídos como un tesoro, sin embargo la fuerza era nueva. Sentí que había dejado de ser sólo un hombre; se había convertido en una persona divina sin límites, sin tiempo, sin contornos que me permitieran capturarlo solamente para mí. Se había dado a toda la humanidad y se sentía en él toda esa vida vibrando junto a mí. Ahí fue cuando fui yo la que me convertí en una ínfima partícula que se sumó a él y me fundí con su esencia amorosa. Soy parte de Cristo; un punto dentro de su infinitud que brilla y vive en él, con él, por él.
Trini Ried G
Enero 2015.
Dónde quedaron tus sandalias Señor
Recién han bajado los maderos a tierra y el lugar ya se ha vuelto santo. Tu sangre ha sido derramada en él y hasta el polvo y las rocas se han quedado enmudecidos por tanta injusticia, tanta entrega, tanto dolor. En ningún otro punto de este mundo ni en ninguna otra época de la historia unos cuantos metros de superficie, se han llenado de tanto amor.
Hasta ahora ese aroma dulzón, de fierro y tierra golpeada, aprieta el alma de la humanidad, rigidiza el cuerpo de todo ser consciente y no permite a nadie que lo sienta, seguir de largo sin detenerse ante tu sacrificio y el horror.
Los hombres han soltado los clavos con estruendos macabros y nos han entregado el cuerpo donde tu habitaste. En ese pedazo de carne y huesos destrozados evidentemente ya no estás tú, pero al limpiarlo y prepararlo para su descanso, es inevitable recorrer tu vida, tu pasión, tu muerte y esperar tu resurrección.
La roca de purificación es grande, una loza de mármol rosa, gris y blanca donde tu porte cabe sin objeción. Yace inerte, como un trapo sucio, lleno de sangre y sudor, por lo que traemos el agua de hierbas que preparamos para la temida ocasión.
Ni el romero ni la salvia abundante, ni el aceite, ni la verbena ni el alcanfor, son suficientes ahora para revertir en algo la maldad que refleja tu cuerpo: hedor de sufrimiento, un destilado granate de dolor.
Cada uno de los testigos de este macabro rito de salvación, hemos traído pequeñas esponjas de lino y algodón. Pero nadie se atreve a tocarte porque un halo de espíritu y misterio nos sobrepasa… El bulto que dejaron tras de ti, se ha vuelto sagrado, cuerpo místico, templo de Dios.
Es tu madre la que nos alienta y con señas nos indica qué hacer. Ella y algunas mujeres se encargarán de tu rostro convertido en una máscara macabra. Otros ya comienzan a tomar tu tronco y los brazos convertidos en hilachas de piel despedazadas por perros rabiosos. Agradezco la orden de hacerme cargo de purificar tus piernas, ya que creo no soportaría contemplar tanta belleza hecha trizas, tanta bondad cubierta de crueldad.
Intento fijar mi vista en cada pedazo que debo lavar. Tomo mi esponja como ofrenda y me dispongo a partir con tu pierna derecha. La unto en hierbas y hago el primer recorrido por el tejido de lo que fue un músculo. Pero algo raro me sucede; no más tocar tu cuerpo santo, mi espíritu se escapa contigo y comienzo a revivir toda la maravilla que vivimos juntos. Tanta alegría, tanta locura linda, tanta bendición…
Mientras el líquido purpúreo va corriendo por la loza y por mis manos, volvemos a Nazaret. Tus piernas fuertes apoyan los tablones del taller de tu padre, recorren los campos de trigo, pasean los rebaños y caminan descalzos por las viñas de por ahí.
Un nuevo vaciado macabro de mi esponja, me lleva a Galilea. Tus piernas se hunden en la arena, se bañan en la barca, ascienden con esfuerzo las montañas, bailan alrededor de una fogata de amigos, se calzan para entrar en la sinagoga, se cansan para ir a sanar a muchos, se sientan a mirar el atardecer, el cielo, se aprestan para salir a pescar.
El llanto de las mujeres me vuelve a aquí. Miro horrorizada lo que los clavos de fierro hicieron en tus tobillos y me uno silenciosamente a su pesar. Ellos también se resistieron a provocarte tanto sufrimiento, pero la saña del asesino pudo más.
Respiro sin oxigenarme, porque tu muerte me ahoga hasta las entrañas, sin embargo me animo al ver el rostro tranquilo de tu madre, María. Dios mío cómo tanta fortaleza y paz al contemplar a su niño, al hombre convertido en una víctima y sacrificio animal. Sin duda, está llena de gracia y su belleza inunda el lugar.
Así recobro la fuerza y vuelvo a tocarte con tierna devoción; tengo en mis manos las ofrendas del hijo del hombre que me han dejado para purificar. Y así el tejido se vuelve a llenar de tu sangre, pero ya no la huelo ni lo veo más… Nuevamente estoy viajando contigo y tus piernas longilíneas, de músculos firmes y fuertes, de cabellos abundantes y enrulados de color chocolate, me llevan al desierto, me sumergen en el río Jordán y me muestran diferentes pueblos en los que cada vez te sigue más gente; se acercan más enfermos y tienes mucho más que andar.
Tus piernas duermen a la intemperie, se descansan en el mar, se alimentan de peces, de aves y de los regalos que te vienen a entregar. Pero sólo los dos juntos subimos a la montaña cuando quieres orar; ahí nadie nos sigue y puedes estar en paz. Yo te contemplo admirada, cómo tanta belleza, tan sabiduría, tanta bondad.
Tu alma se te escapa del cuerpo y te vas a otro lugar. No puedo seguirte, no puedo escuchar, pero sé que hablas con tu padre/madre que te viene a acunar. Lo sé por la energía que irradia de tu cuerpo, el que apenas me atrevo a mirar. Prefiero arrodillarme a tu lado y dejarme envolver por todo lo que llevas dentro y que encanta mi alma sin más. Quiero que el sol se detenga y nada ni nadie nos haga bajar.
Pero nuevos gritos de horror me traen de vuelta; han visto tu pecho perforado y algunos no se logran aguantar. Yo sigo con mi tarea, sin mirar, ya que tu pierna derecha, perforada y desollada a latigazos, ya logro visualizar. Es tu pie donde me detengo ahora y es él quien me permite viajar.
Con tu tobillo en mis manos siento cada uno de tus pasos palpitar; viene a mi cuando elegiste a tus discípulos y cuando calmaste la tempestad; recuerdo la resurrección de Lázaro y el lavado de perfume de la mujer arrepentida; siento el baile en Caná y los peldaños del templo cuando aún eras bien recibido al entrar; siento cómo vibran con tu risa y cuánto se te acercaban los niños para conversar. Ellos jugaban con tus sandalias y tu las volvías a amarrar. Por mientras dibujabas en el suelo y les tratabas de enseñar.
Tus dedos no los reconozco y por eso cierro los ojos para limpiar; parecen pequeños trocitos de madera machacados; tan lejanos a los dedos largos y llenos de carácter que recuerdo sin cesar. Tu pie era majestuoso, su estampa jamás la podré olvidar. Ni tan grande ni pequeño, pero lleno de autoridad al andar. Los recuerdo subiendo a la montura sencilla de un burro o jugando con los jóvenes del lugar. También me encantaba cómo los girabas cuando ya exhaustos no querían caminar más.
Estremecida por el viaje al que me has llevado, dejo tu pierna y tu pie derecho sobre la loza de roca que parece abrirse con ternura para ti. Ya no cae más sangre de ella; la he limpiado cuidadosamente y la tarea aparentemente acaba aquí. La pongo como si fuera mi hijo, desgarrándome por dentro en el peor parto que puedo imaginar. la imagen de laceraciones, llagas, roces y quebrantos sin igual, ha permitido que nazca la vida y que se salve la humanidad.
Parto recogiendo la otra pierna y lo pongo sobre mi regazo. La recuerdo ahora soportando todo el peso de tu cuerpo en la cruz y veo que el esfuerzo sobrehumano quedó marcado en cada fibra de tu carne. Ni siquiera las costras recién secas de las múltiples heridas logran esconder las horas de suplicio, la agonía para poder inspirar aunque fuera un segundo más de vida. Ay mi Señor, cómo pudiste aguantar..
Trato de acunarla en el vano intento de sanarla, de revivirla, de volver a tenerla tibia junto a mí. Cuántas horas lloré pegada a ella, cuando aún estabas con vida y me mirabas con tanta ternura, con tanto amor. Recuerdo tus ojos hinchados en sangre, apenas abiertos, cabizbajos de dolor. Pero aún así divisaba en ellos el verde turquesa del mar de Galilea; me regalabas vida en medio de tu muerte; confianza en la incertidumbre total.
Mi rostro en el Gólgota se fundió con tu pie, a tus dedos, a tus uñas grandes, al sabor de la corriente granate que los teñía sin descanso dejando fuera el blanco dorado de tu piel.
Tu piel era efectivamente del color del ocaso. Como la arena del desierto, llena de brillo, de un tostado maravilloso que revelaba tus jornadas de trabajo, tu peregrinaje por Palestina, tus oraciones al ponerse el sol. Me gustaba tanto cuando se enrojecían tus mejillas, parecías un niño de oro con dos estrellas turquesas increíbles emergiendo de tu rostro. Qué paz insondable veía en tu cara; eras capaz de amar y luchar con tanta intensidad.
Tus tobillos eran fuertes y enérgicos; los recuerdo moverse furiosos en el templo sacando todo lo impuro, lo corrupto, la estupidez humana…todo volaba en ese lugar. Yo me escondí detrás de los pilares de piedra que fueron testigos conmigo de la furia de Dios. Los gritos tuyos y los de los comerciantes se unieron en un momento desgarrador que asustó a los mismos cielos e hizo temblar a Jerusalén.
Tus tobillos son los mismos que ahora están sin vida en mis manos y de los que no me puedo desprender. Recuerdo todas esas horas en que hasta el cielo se nubló y la lluvia cayó, que aunque sabía que era inútil, no paré de acariciarte y traspasarte todo mi amor. Anhelaba regalarte aunque fuese un poco de delicadeza y cuidado ante tanta bestialidad y rudeza. A mi boca y mi rostro resbalaba tu sangre y yo sólo quería quererte, que terminara tu agonía y que pudieras descansar al fin.
Lo mismo hago ahora cuando ya no me queda ni una pizca de esperanza en mi ser; tu santa sangre aún degusto en mi boca y aborrezco al hombre que tanto daño te pudo hacer. Pero tu dijiste fuerte y claro y yo lo escuché: “perdónalos Padre, que no saben lo que hacen”.
Tu pierna izquierda se ha vuelto piedra en mí. Ni siquiera mis lágrimas logran limpiarla y el aliento de muerte queda grabado en mí. Recojo nuevamente mi esponja ya teñida completamente y renuevo la tarea de rehacer un cuerpo digno para ti.
Parto por la pantorrilla que tantas veces descansé con ungüentos y aromas. Cómo olvidar cuando ya anocheciendo regresabas cansado del campo o cuando las muchedumbres te obligaban a estar de pie. Intento masajear ese músculo que tantas veces toqué, pero ahora el viaje se ha vuelto tenebroso; me lleva donde nunca quise; a tu agonía; a ese juicio siniestro que nunca debiste merecer.
Al primer enjuague veo tu ascenso al monte; los olivos están silenciosos y asustados igual que tú. Tu pie sube a tropiezos y trata de boicotear el paso; no quiere ver lo que el futuro trae antes del amanecer.
Amarras tu sandalia para que no moleste y te hincas casi sin aliento, casi sin fe. Tu pie se une con la tierra y ella trata de aferrarse a él. Pero vienen los siervos rabiosos, los enviados de la venganza, que te arrastran sin piedad y sin ley. Todo lo contempla el maligno que celebra su triunfo orgulloso. El cree que concreta su venganza y que te ha vencido al fin. Yo me escondo detrás del madero viejo; soy una más de las que arranca, temo por mi vida, le temo a él.
Tu pie es llevado a tirones por los peldaños que atraviesan los muros de la ciudad que te verá perecer. Son altos y empinados, están fríos y solitarios, pero resuenan llenos de ecos de miedo cuando pasas por él. Todos van muy agitados, pero yo veo tu silencio, tu cara ya entregada observando por encima de todo esta cacería del hijo del Rey.
Al intentar limpiar tus tobillos, una vez más el dolor me atraviesa y una lanza se me clava en el corazón. Veo las marcas de los gruesos grilletes que te atraparon como a una bestia y las pesadas cadenas que te entramparon el andar. Y ahí es cuando recién me doy cuenta: alguien te ha sacado las sandalias mi Señor.
Las busco desesperadas en los calabozos del palacio de Caifás, pero sólo veo el trazo espeluznante de tu sangre marcada en ese piso blanco de piedra mientras te llevan a ese cubículo frío y oscuro que se cargó para siempre con tu ser. Ahí estuvimos toda la noche, escuchando gritos, orando y soportando la indignidad descalzo y oyendo todos los improperios para una rey.
Tus piernas se doblaron en esta tu última noche; se agarrotaron de cansancio, se adormecieron de dolor. Un balde de agua fría y sucia te mojó al amanecer. Ahí recién comenzaba el calvario que quedaría grabado en tu piel.
Ahora cuando intento limpiar tu preciosa sangre y recuperar terreno para tu piel, sigo pensando en tu calzado que nunca más logró aparecer y en cuánta historia se perdió con él.
De la casa de Caifás te seguí donde Pilatos y su terrible juicio escuché. Una vez más me fijé en tus pies descalzos atados y por tus sandalias pregunté y es que ingenuamente quería aliviarte el sufrimiento de caminar así por las calles de Jerusalén. Pero ya nadie escuchaba nada y el circo más macabro del mundo comenzaba.
La misma pierna a la que ahora intento sacarle el granate, fue la que te sostuvo en tierra durante el flagelo del látigo, la corona, la burla y la estupidez. Estoica recibió cada ataque mientras saltaba carne de tu ser. Cada golpe era un cavado en tu alma, una ráfaga de sufrimiento en tu piel; cada sonido un crujido que iba transformando al hombre en una evidencia de la crueldad sin ley.
Seguí tu camino paso a paso, tembloroso y cansado subiendo al Gólgota; apenas levantabas ya la cabeza; una maraña de espinas, cabellos y moretones. Cada piedra del camino con el peso del madero se clavó aún más fuerte en tus adoloridos pies. De mucho te hubiesen servido las sandalias que jamás encontré.
Ya todos están que terminan la triste tarea de volver a ponerte bien y yo ya llegó en este momento a limpiar la planta de tus hermosos pies. Sólo puedo llorar amargamente al ver el panorama azul y escarlata que tengo frente a mi.
Cuánto suplicio te habita, cuánta sangre maltratada recorrió tu ser, cuanta célula convertida en masa informe, cuánta venganza transita por doquier. No logro ver tus pies caminando en la arena, tampoco veo tu baile ni tus juegos, ni tu arte ni tu atardecer… Sólo veo el empeine ensangrentado, aferrado a mi vida, aferrada a tus pies…
¿Dónde quedaron tus sandalias Jesús? ¿quién se las llevó? ¿o quedaron tiradas en la calle como un resto viejo e irreconocible del hijo de Dios?. Quisiera ahora calzártelas junto a tu vestido de lino blanco jaspeado de tonos azulosos y beige. Está todo listo para enterrarte, pero tu mi Señor, vas descalzo, como un niño recién nacido de vuelta al vientre de tu madre que te vio nacer.
En sollozos entregó tus piernas para el entierro; parece que ha llegado el fin. Va tu madre delante de todos y veo sus lagrimas caer sobre ti. Era imposible que se resistiera tanto al ver tu cuerpo así. El trabajo silencioso de todos ha revelado sin desliz la maldad más grande del hombre, toda concentrada en ti.
El lino con que te han envuelto cubre las marcas y la humillación vivida, ocultando la barbarie y la locura de la cruz. Los hombres alzan tu cuerpo santo sin fuerzas y sin porvenir. Sus rostros sólo miran al suelo; yacen derrotados junto a ti. Y es ahora que te elevan como en una procesión, entre medio de esos géneros santos, que vuelvo a ver tu silueta, tu estampa, tu figura de rey. Sólo pareces dormido, como en la barca, como en el campo, como en el Monte Sinaí. Te imagino que te levantas como la niña de Jairo, como Lázaro y cómo tantos que vi. Pero no… te llevan y ya no estás aquí.
La caravana se aleja y se va sin mí; sólo lamento no haberte calzado con tus sandalias ya que tus pies me miran desde lejos y su estela de sangre llega por el aire hasta mí.
Perdóname Jesús mío porque yo también estuve ahí. Fui cómplice de la locura y a tu muerte y sangre contribuí. Sólo quise redimir mi falta, volver a tomar tus pies heridos y ofrecerte arrepentida mi amor. Probablemente fui yo misma quien te quitó tus zapatos y quien los escondió.
Desabollando cuencos con amor
Imaginemos que nuestro ser se asemeja a un gran cuenco metálico, de forma única y singular por donde sopla el Espíritu Santo y nos hace aportar –con nuestra disposición- de un tono y melodía a la humanidad. Así cada ser humano es un cuenco maravilloso donde la voz del Señor viene a manifestarse haciendo –en su conjunto- un gran coro y orquesta del amor.
Todos los cuencos, sin excepción, a temprana edad comienzan a recibir pequeños golpecitos que abollan suavemente su superficie , pero pasan a ser meros temples para que su melodía y tono suene mejor. Siguen siendo fieles al sueño del creador.
Sin embargo, hay algunos cuya vida les da golpes tan fuertes a su dimensión corporal –y por ende impacta a todas las demás- que el espíritu queda realmente casi con pérdida total. Vistos desde adentro -por los ojos del Señor- lo que antes era una ánfora perfecta y reluciente –por responsabilidades humanas- adquiere abolladuras tan profundas y hendiduras tan grandes, que todo el amor que Dios le prodiga, se pierde entre las grietas. Este tipo de almas –que han sido víctimas inocentes de la maldad- no pueden resonar la versión bella y original con que se les creó.
Una inmensa mayoría de estas almas heridas, transitan como carrocerías post colisión múltiple y sobreviven y mueren finalmente sin conocer el verdadero amor y la plenitud de su misión. En la autopercepción de estas almas jamás ellas serán dignas de recibir amor –ni natural ni sobrenatural- y vivirán siempre en la búsqueda angustiosa y la eterna decepción, ya que aunque sean genuinamente amados, son incapaces de creer que eso puede ser verdad para ellas.
Dudan de todos los samaritanos y sobre todo dudan de sí mismos y se van desangrando de a poco, ya sea por la infección de sus propias heridas o por un entendible herir a otros como protección y/o auto boicot.
Desabollar un cántaro –sin quebrarlo- requiere de un trabajo complejo que implica fuerza para poder revertir el golpe recibido y poner la estructura en su lugar original, y a la vez necesita mucha suavidad y ternura para que resista al impacto y se entregue con docilidad a quien lo quiere sanar.
Por eso pocas almas se pueden sanar; la mayoría desiste y se resigna a llenarse de capas y capas que no hacen más que afear su belleza original; pero están también aquellas que buscan y buscan sin cesar, intuyendo una presencia más grande que la propia y se entregan temerariamente a la aventura de reencontrar al Dios padre que los creó.
Estas almas sí tienen una oportunidad si se dejan conducir y llevar nuevamente por el espíritu santo, su bondad y humildad. Su caminar no será nada fácil y creerán desfallecer abolladas y desangradas en la misma soledad, hasta que un día un ángel les anuncie la buena noticia y les acompañe al taller de desabolladora espiritual.
Ya en el lugar y como todo metal fino, Dios desde muy adentro comienza el trabajo del orfebre. Para ello lo primero que hace es templar el corazón (corazones anestesiados y fríos son los más propensos a quebrarse y/o a congelarse definitivamente). El amor es el fuego que Dios comienza a encender para poder trabajar.
Tiene que ser a una temperatura que todo lo ablande y pueda fluir, pero sin quemar todo, porque o sino el cuenco y la persona acabarán ardiendo en la eternidad. Debe ir midiendo permanentemente el fuego para poder golpear desde adentro, pero sin quebrar sino todo se sale de su cauce y el remedio será peor que la enfermedad.
Como este arte es de alta complejidad, siempre el Señor pide ayuda de un externo que haga las veces de aprendiz en el arte de tallar. Como buen artesano, Dios sabe que a igual profundidad del abollón, debe revertir el golpe recibido, propinando también un golpe intensísimo de amor, que el ayudante pueda a su vez aplacar desde afuera, para no reventar con su poder a la pobre alma que rendida está.
No se puede sanar con amores acuarelados o golpes suavecitos, porque eso no dobla el metal; Dios utiliza sólo amor fuerte e intenso para revertir la maldad con bondad.
El alma que está siendo reparada desde adentro y contenida por fuera, se desconoce a si misma y no sabe cómo actuar. Siente el calor que le quema, siente el impacto interno y la contención externa y no atina bien aún cómo cantar sin desentonar.
Sabe ciertamente que no puede quemar al ayudante, porque sería injusto y triste además. No puede abrazar al Dios que lo quema por dentro y sólo ve su reflejo en los ojos del alma que lo acuna con tanta amabilidad.
Así sólo la iniciación en la certeza de ser amado, puede al cuenco permitirle recobrar su identidad. Comienza a recorrer los rincones más escondidos de su alma y sólo comienza a contemplar cosas bellas y mucha creatividad.
Aunque le sea misterioso el porqué y el cómo, Dios está intercediendo fuertemente en su recuperación e integración total. Recién el espíritu saborea que su corporalidad es hermosa y motivo de deseo y cuidado de la misma divinidad.
Este mismo descubrimiento lo llena de luz, de gozo y de una preciosa filialidad. Por primera vez sabe y siente lo que es no estar solo y percibe la presencia amorosa del Señor que lo bendice y celebra con esta su nueva y antigua humanidad.
El cántaro tan dañado que jamás se sintió digno de amor, ahora brilla de contento y explota de ansias en el amar. Tanto ha recibido por dentro y tanto le han donado desde afuera, que no sabe cómo tanta dicha retornar.
Todo lo que le rodea le parece nuevo y motivo para celebrar; Jesús le ha hecho renacer en el espíritu y no sabe cómo empezar de nuevo a respirar.
Los abollones del alma serán de ahora en adelante sólo trofeos de una guerra que Dios ganó. El proyecto original fue recuperado y hoy suena más bello que nunca y se atreve a cantar.
Que nadie nunca más lo haga callar porque ya se supo digno de todo el amor y divina majestad. El cuenco roto y golpeado se ha reparado a punta de amor intenso que lo ha hecho brillar. Pase lo que pase en adelante, esa certeza ya selló su corazón y Dios lo ha planificado para el desarrollo de su misión.
Los cuencos reparados del daño y la maldad, son los que mejor pueden ser ayudantes para otros que experimenten la misma necesidad.
Por favor, no cabe sentirse culpable si de misteriosa forma Dios la vino a reparar. También fue inesperado el asalto del abuso y de la maldad. La cruz fue saciada con la fuerza de la resurrección y esta no es otra cosa que el impacto del amor encarnado en Cristo para cada alma que había que desabollar.
Hoy el mundo celebra la vida y el triunfo del Señor, yo lo siento vivo y reinando en mi corazón.
Resucitó porque creo finalmente que me ama y soy capaz de sentir sus caricias y presencia en todo y en todos como el mismo sol.
Resucitó porque siento que mi voz vale la pena que cante y que cumpla la misión que el Señor soñó.
Resucitó porque toda creatura me enternece y me llama a la acción; que no haya día en que no me entregue con toda mi fuerza y devoción.
Resucitó porque soy capaz de amar con intensidad y libertad; no en completa paz porque aún no regulo bien el fuego, pero que Dios en eso también me cuidará.
Resucitó porque veo belleza en mi y a mi alrededor; veo que Dios no hizo porquerías y que en mi alma va un reflejo de su esencia y amor.
Resucitó porque siento una energía inagotable para fundirme en la construcción del reino de la misericordia y el perdón.
Resucitó porque siento que mi ignorancia y miseria no importan; que el Espíritu Santo es mucho más grande que yo.
Resucitó porque me siento viva degustando los labios del Señor en toda la creación.
Resucitó porque tengo hoy la certeza de ser su amada y protegida, sacada del basural y del montón.
Resucitó porque el aire que respiro me huele a su presencia y todas las vibraciones de vida sintonizan en la misma frecuencia de armonía y redención.
Resucitó porque siento la fuerza para luchar y dar la vida por alimentar la luz y la liberación.
Me rindo a los pies del amado porque siento que mi espíritu ya está en proceso de rehabilitación. Gracias por todo lo donado y por el don de amar a otras almas abolladas como yo. Bendícenos y cuídanos a cada uno y protege cada paso para que todo y cada cosa sea solo para tu mayor gloria y honor.
Amén.
Bora Bora, marzo 2016.
La Cruz del Cordero
Es curioso cómo muchas veces repetimos y repetimos frases que entran y salen de nuestra garganta como si fueran obvias, pero no logran adentrarse en el corazón ni logramos adueñarnos de su significado en carne propia.
Dentro de varias, una que siempre llamó mi atención desde que era pequeña, era que a Jesús se le llamara “el cordero de Dios y que quitara el pecado del mundo”. En mi inocencia máxima desconociendo el concepto de pecado, llegué a pensar que era alguien malo porque nos arrebataba algo.
Probablemente con mis pies aún no alcanzaban a divisar el altar, pero entusiasta cantaba a voz en cuello, esperando el momento que este extraño personaje –a pesar de todo- nos regalaba la paz. No pasó mucho tiempo y luego, una persistente enseñanza religiosa muy conservadora, me grabó el pecado como tatuaje en mi frente y me sentenció como el choapino del mundo. Por los que no saben, es esa alfombra rústica donde uno se limpia los zapatos.
El acento español del sacerdote no logró convencer mis oídos y menos mi corazón; cómo Dios me había hecho para que me pisaran y otros dejaran su mugre…
Así la frase quedó a medias y el tierno cordero –retratado pulcramente en tanta imagen- sobrevivió por años en mi mente, como un elemento higiénico de este canto, libre de todo lo que traía urdido en cada hebra de su suave lanilla.
En mi infancia, tuve la oportunidad de conocer más de cerca el destino de estos pobres animales indefensos ya que mi papá criaba ovejas en el norte del país. La bipolaridad del paisaje hacía que las pobres madres pasaran de la agonía al éxtasis a merced de las lluvias. Si lograban embarazarse, había que confiar en la mano de la naturaleza para que las tratara con cariño y las pillara en el mejor lugar para dar a luz. Sus cunas a veces eran quebradas en medio de espinos y matorrales indiferentes a la delicadeza que se venía asomando a la vida. Los pequeños eran verdaderos amasijos de carne rosada, tibia y suave, asustados y anhelantes de la protección de la madre. También era el banquete de los zorros y los jotes, que a mí me parecían los seres más despiadados y horripilantes del planeta. Cómo podían aprovecharse de algo tan frágil, indefenso y amoroso. Algunas madres eran valientes y hasta daban la vida por guardar a sus corderos; otras más resignadas o agotadas, aún con sus entrañas tibias, eran capaces de dejarlos balar y morir de cansancio. Muchas veces me llevé conmigo a un corderito abandonado para amamantarlo y acariciarlo. Su torso lleno de crespitos recién asomándose de su piel, se me antojaba como tener el privilegio de tocar las nubes. El olor a la leche y su torpeza inicial para engullirla, eran el mejor aliciente para darme por entera y cuidarlos hasta incluso abotagarlos. No sabía aún que hasta el amor en exceso, puede hacernos daño.
Si lograban sobrevivir a los depredadores, si lograban encontrar pasto verde, si encontraban el agua suficiente; los cuatro o cinco kilos de ternura se iban amplificando con mucha rapidez y así también sus ojitos se hinchaban de brillo y sus patitas de fuerza. Como niños, se convertían en traviesos y persistentes compañeros de mis tardes solitarias viendo el sol caerse rendido en túnicas anaranjadas y lienzos rosados. El corderito dejaba de ser pequeño y se convertía en un joven inquieto y gracioso. Sus manos eran más hábiles de lo que yo creía y su hocico adquiría mucha determinación y hasta se les dibujaba una sonrisa.
Uno que otro cuidado incómodo había que realizarles para sacar los parásitos de su cuerpo o prepararlos para la esquila. Pero eran dóciles y uno tras otros, se iban metiendo en los carriles destartalados de madera que los llevaban a las macabras máquinas que los aterrorizaban o a las piscinas donde hundidos a la fuerza con horquetas eran bañados con algún producto de olor espantoso y pestilente.
A pesar de todo, la vida de los queridos corderos era plácida. Pastaban en planicies eternas; se entretenían recorriendo los cerros, dialogaban con las flores del desierto y una que otra vez, -como todos los jóvenes- se enfrascaban en tontas peleas de cuernos para lucirse como machos.
Sin embargo, si hay algo que no podía soportar era su sacrificio. El arriero escogía a la víctima y partía marcándola con un tinte verde sobre el vellón albo de su espalda. Yo ya sabía que esa marca, era el anuncio de su fin. Atrás quedarían sus luchas por el alimento verde y tierno; su canto monótono a la luna; su coqueteo torpe con una borreguita; su pasión por ascender a las cimas más altas; su lamer áspero en mis manos una vez que se acababa la hierba que le buscaba; su lana suave y gorda que me prestaba para recostar mi cabeza; su aroma a campo que me hipnotizaba de sueños; sus ojos achinados y saltones que me decían tanto… Todo eso desaparecería de mi vida, degollado por un golpe certero y rápido.
Si bien era parte de un proceso esperado, nunca para mí fue algo natural. Encerrado en el galpón, a oscuras, el pobre cordero predecía su muerte y gritaba desconsolado para que alguien se apiadara de él. Su rebaño, impotente, le contestaba y consolaba llevando códigos escondidos en la brisa y los grillos nocturnos, pero sabían que su suerte estaba echada. Todo y todos olían la muerte cerca y solidarizaban con tristeza y resignación. Los eucaliptos trataban de aportar con su aroma y los búhos se coludían con los cantos para preparar el alma de la víctima. La naturaleza se hinchaba y exudaba aromas de estero dulzones con un poco de tintes de sal. Era como si prepararan el cortejo de antemano para recibir la sangre que caería en sus entrañas.
El rito comenzaba muy temprano como para tratar de pasar desapercibido. Yo ocultaba mi cabeza debajo de la almohada para no escuchar los gritos que me desgarraban la piel –como si fuera el propio cordero el que fueran tirando de ese cordel plástico tan indigno. Las muñecas y tobillos del pobre animal estaban sangrantes con toda la lucha nocturna por liberarse; su carita antes linda y sonriente, estaba moreteada, hinchada de tanto darse contra el suelo frío y sucio del establo. Su lana , antes gordita y atractiva, era un amasijo de pastos incrustados junto a su excremento desesperado. Ufff… ¡no era suficiente con aquello!. Ya había pasado aterrado una noche entera y ahora a empujones lo llevaban al altar del sacrificio. Sus patitas tullidas y acalambradas, apenas lograban pisar firme. Se torcían y caían con tanta facilidad que me recordaba inevitablemente su nacimiento tan reciente y bello.
Nadie podía defenderlo. Los perros ladraban hambrientos de sangre; las ovejas balaban histéricas, los caballos se retorcían inquietos en sus pesebreras y los jotes asquerosos sobrevolaban el paisaje, chorreando su maldad abundantemente. Mi inocencia y mis ruegos eran desoídos, y tenía que presenciar este espectáculo sujetando mis propias vísceras para que no se dieran vuelta junto con las del cordero.
El experto tomaba el cuerpo como un saco y lo golpeaba sin piedad sobre la tabla sucia que lo esperaba. Entre varios debían inmovilizarlo y le amarraban la boca para que nos los molestara en su faena. La pequeña criatura luchaba y luchaba y más lloraban mis entrañas. Rogaba en silencio que se entregara y dejará que la tortura y la matanza terminara.
Hasta que en medio de todo aquello, brillaba el metal con la luz de la aurora y el cuchillo enfilaba directo en el cuello de mi amado cordero. El salto escarlata de la vida se rebelaba con toda la fuerza y manchaba el rostro y la ropa de quien estuviera cerca. Eran segundos en que estaba medio vivo y medio muerto –si es que eso es posible- hasta que la presión hacía su trabajo y los ojos se iban apagando, el cuerpo relajando y las piernas cayendo de la mesa como signo de ofrenda.
Una vez muerto, el pobre animal comenzaba a ser desollado y junto con él mi corazón. Cada corte que iba despegando su piel suave y tierna de su carne, me iba sacando una parte de mi inocencia y mi alegría. Todo era rápido y eficiente. El oficio del verdugo quedaba evidente. Su cuerpo débil ataviado con fibras y músculos de color rosáceo quedaba desnudo sin que nadie lo cubriese al menos por respeto a todo lo que había sido. Su vellón de dignidad era arrebatado y rifado entre los presentes. Alguien ya lo lavaría y lo usaría mientras se fuera secando la muerte que tenía impregnada con tanta fuerza.
El cuerpo inerte se convertía en un títere arrastrado y llevado de aquí para allá. Se iban retirando los intestinos, los cuales siempre hervían de olores y colores muy feos. Creo que era una pequeña venganza ante el asesinato. Todo eso era arrojado a los perros, que como hienas se mostraban los dientes para atrapar lo que pudieran. A veces se armaban revoltijos de perros sumados a los jotes, que desvergonzados bajaban a tierra a buscar su porción. Me parecía que ni el sol quería ser testigo de esa crueldad y se ocultaba en medio de las nubes abochornando el ambiente con mucha intensidad. Quizás era mi rabia e impotencia la que sentía me quemaba la cara…
Finalmente el animal era lavado en una piscina de cemento, que había sido rellenada con agua del pozo, que se teñía con todo el dolor que le quedaba pegado en los pliegues de su carne suave y adolorida. A pesar de lo horrendo me parecía que el lavado le devolvía algo de su dignidad arrebatada y me quedaba contemplándolo con la tristeza reflejada en mis ojos como si se me hubiese inyectado el agua roja de su purificación en mis venas.
Lo más desdeñable de todo era el tono y el ambiente en que todo esto sucedía. Para mí estaba frente a un acto macabro y sagrado que –aunque no compartía- sentía debía ser en reverencia y respeto al que había sido ofrecido. Sin embargo, todo eran risas ordinarias, conversaciones banales, cigarros en las bocas, manos rudas manchadas como por gusto con la sangre inocente. Nunca faltaba el que hacía bromas horrendas con las partes íntimas del pobre animal y las lucía convirtiéndose para mis ojos en un verdadero cerdo.
El polvo parecía poner la tregua a este espectáculo carente de humanidad y vestido de brutalidad y maldad. Me parecía que las bestias más genuinas eran aquellos hombres que lucían sus cuchillos sangrientos como si fuesen trofeos de su batalla.
A quién le habían ganado. Malditos. Sólo se habían aprovechado del inocente y lo habían azotado, torturado y asesinado sin juicio ni misericordia. Se vanagloriaban de cobardes y de machos. Cobardes. Fieras. Hijos del mal. Débiles y primitivos. Si al menos lo hubiesen dormido antes. Era necesario el maltrato, la agonía, la denigración, la humillación y la pasión.
Para coronar su ridículo espectáculo, le cortaban la cabeza y atravesaban un gancho metálico al cordero por medio del corazón, atravesando las costillas o parte del esternón, para que así lo pudieran exponer y ridiculizarlo aún más. Mi pobre borrego ya no era más que un montón de carne desgarrada, colgada por horas para que las moscas lo terminaran de humillar.
El calor me quemaba el cuerpo. Mi dolor se me había adherido a cada parte de mi piel y no podía aliviarlo ni con la brisa ni con el agua. Mi agonía solo cesaba cuando una mujer sencilla y silenciosa, cruzaba este show donde hombres y jotes se mimetizaban, y con sus manos curtidas y generosas tomaba a la pobre criatura como si fuera su propio hijo. Le sacaba la lanza que lo sostenía y lo envolvía en un paño blanco muy limpio para llevarlo fuera de ahí. A mi me gustaba pensar que lo acunaba y le cantaba mientras se alejaba caminando. Me gustaba soñar que le daba descanso y sepultura.
La mujer en realidad lo llevaba para comenzar a limpiarlo y adobarlo para la comida. Curiosa me metía en la cocina que era un lugar sencillo, pero digno al fin. Me alegraba –dentro de lo posible- que ella lo trataba con cuidado. Su trabajo sí era un momento sagrado donde el romero, la sal, la salvia, el vinagre y otros condimentos de color ocre, iban transformando el dolor en alimento. No podía con ello olvidar yo su vida ni el maltrato recibido, pero al menos comenzaba a intuir que su muerte se iba impregnando de sentido…
Con todo esto, el dulce y pulcro cordero de las pinturas de iglesia, desapareció para siempre de mi y recobró su total magnitud en mi corazón. La mente con sus antojos y caprichos a veces se suelta de lengua y te sopla cosas que tenía guardadas hace tiempo por tu propio bien. Quizás la vejez la desinhibe y te comienza a arrojar sin piedad la imágenes de tu propia pasión, agonía y muerte. Las lágrimas son el único condimento que adoba tu inocencia despojada, tu cuerpo tironeado y humillado con brutal crueldad.
Fue así como mi historia se convirtió en un cuento y el destino del cordero en mi bitácora de cruz y resurrección…
Al igual que ese tierno animalito, naciste para buscar paños verdes que te nutrieran el alma y el cuerpo, quisiste dialogar con las flores y encontrar los duendes que ocultan. Te encantaba el sol de la tarde porque hacía que tu pelo brillara como si Dios te hubiese bordado con hilos de oro. Te gustaba el agua chocolate de las acequias, porque ahí jugabas a hacerle barquitos de hojas a los sapos y tus manitos podían preparar las más exquisitas tortas de barro y paja. Tu especialidad era la escalopa hecha con polvo amarillo que salía de los cerros. Te dejabas llevar siguiendo el camino de las cuncunas y convertías las ramas del sauce en tu reino. Coronas, polleras y trajes de reyes y reinas, te hacían creer que la ilusión si era real y que el amor brotaría igual que las alas de las mariposas que tanto esperabas ver aparecer. Las plumas de los pájaros y los pollos se te antojaban las vestimentas de las hadas y tejías historias de la nada. Tus primos y parientes eran protagonistas de un cuento lindo, donde podíamos deliberar sobre la escenografía o el final elegido. Las casas eran cajas de regalos donde siempre podías descubrir objetos desconocidos que sonaban sin aviso y que te revelaban la existencia de hombres y mujeres sabios e interesantes. Los jardines eran cuadros en potencia que querías pintar con lo que pillaras, incluso con el jugo de las ciruelas o los tintes de las flores si es que no había lápices o plumones. Los ríos eran los portadores de los misterios de la humanidad y te sumergías en ello con temeridad y locura deliciosa. El mar se te antojaba un disco de plata de donde emergían criaturas extrañas pero deliciosas. A veces una que otra te picaban las piernas, pero hasta el olor a cochayuyo te parecía un perfume posible. Los viajes eran puertas mágicas que te enseñaban otras dimensiones llenas de sensaciones nuevas y gente linda por conocer. Hasta lo más sencillo tu inocencia y gusto por la vida lo transformaba en una fiesta y en gozo. Había tanto por hacer bello, tantas historias que contar, tantos pasos que inventar, tantos colores y sabores por conocer, había tantas caras lindas que apretujar con tus besos de niña, había tantas manos calientitas que te llevaban por caminos largos de hojas de otoño, había tantas dudas que querías entender con tu cerebro atento y despierto, había tantos paisajes lindos que querían atrapar tus ojos de cielo, había tanta música y poesía rondando alrededor, había tanto por aprender de tu cuerpo como una máquina que te haría volar; había tanta magia en tu interior que querías realizar; había tantos ángeles que te hacían ojitos detrás de cada situación, había tantos libros que te querías devorar, había tanta luz que captar, hay tanto amor para degustar… Tus ojos grande y risueños revelaban un alma inmensa, de esas que quedan chica en un cuerpo de niño. Aun cuando no lo sabías traías colgada una estela de estrellas en un manto turquesa que hacía juego con tus trenzas. Venías bendecida por la delicada mano de Dios que tanto esmero había puesto para que iluminaras a tu alrededor con tu dulce y suave locura. Eras fuerte de cuerpo y de espíritu; nada de merenguitos débiles, temerosos ni llorones. Resistías los cortes naturales de la niñez como si fueran pétalos de rosas pasando por tu piel; hasta los huesos rotos fueron trofeo de historias que aún se recuerdan doctores y parientes. Regalona e independiente, eras capaz de amar y de despegar al mismo tiempo. Una pequeña princesita decía tu abuelo, llena de luz para iluminar…
Hasta que vinieron los verdugos, molestos o envidiosos por quién sabe qué y sin previo aviso te marcaron la espalda con la maldita marca verde. Fuiste elegida como víctima.
Un día que parecía igual que otro, te tomaron, te llevaron atada, te cerraron la boca y te amenazaron en el fondo de lo que se convirtió -en adelante- tu calabozo. Aún recuerdas el parqué roto y enmohecido que veías para no verles las caras. No se apiadaban de tu llanto ni de tus ruegos. Más parecía alimentarlos en su hambre de maldad. Tus muñecas aún sienten el escozor de esas manos fuertes que te doblaban los huesos y te dejaban rendida de dolor. Tu pelo de oro les parecía incomodar; lo enredaron y cortaron con saña como queriéndolo evitar. Tus duendes y tus cuentos los rompieron y como tus barquitos de hojas se hundieron en las acequias oscuras. Te robaron los tintes de las flores; te callaron con insultos; te inyectaron su odio y su brutalidad.
Pero nunca te cansaste de luchar, hasta que te pusieron en la mesa y te quitaron tu capa de dignidad. Tu desnudez fue más macabra que la del cordero y en esos ojos no viste algo mejor que en los perros furiosos que te solían asustar. Tu mente se irguió furiosa y levantó un muro para que todo fuese ocultado bajo siete llaves. Sin embargo, tus emociones fueron teñidas por el sufrimiento escarlata y tu cuerpo se deformó con tanta amarra y golpe. Y te repetiste sin cesar: “Soy fuerte” y esperaste que alguien te viniera a rescatar. Nadie oyó y la amenaza fue el sonsonete que comenzaste a escuchar. Nadie vio y de repente el suelo se te hizo un abismo bajo los pies. Tus vestidos te parecieron feos; tu cuerpo una hábitat de la suciedad y tu rostro el testigo más fiel de la crueldad.
A pesar de tu empeño por salir adelante, todo parecía terminado, tu boca enmudeció como si te hubiesen cortado la cabeza; tu cuerpo se inundó de miedos y todo se cubrió con una tela gris de dolor. Desaparecieron las hadas; los jardines se marchitaron; el mar se hizo un precipicio inmenso; las casas se convirtieron en guaridas de ratones, los viajes en falsedad; los parientes en sospechosos de los que te tenías que cuidar; los sauces se transformaron en monstruos y las cuncunas en fieras venenosas; los duendes se disfrazaron de ogros y las barquitas de hojas en tonteras de niños. Se callaron los cantos, se truncaron los bailes; se mudaron las mariposas, se apagaron las estrellas, se escaparon los ángeles. La capa turquesa se convirtió en piedra y el amor en un imposible. La princesita amada de Dios fue exiliada del reino y sus ojitos de cielo se nublaron de tristeza.
Fue ahí que te apoyaste en Cristo, en su cuerpo adosado a la cruz y te fundiste con él. Choapino, cordero y cruz se hicieron vida y muerte al mismo tiempo. La tortura siguió al pie de la letra el rito del cordero y juntos saborearon la sangre fluyendo por el interior de su garganta. El pelo de oro, se les oscureció de golpe y se enmarañó en las espinas de dolor que les propinaba tan injusto castigo. La piel se les abrió llorando, desolada; cómo tanta belleza destruida sin razón. Como títeres indefensos los dieron vuelta y vuelta hasta que el cuchillo rasgó la vida de par en par. Ambos fueron expuestos como trofeo, colgados de un gancho y lavados para engañar… Así la cruz se llenó de vida aunque estuviese habitada de maldad y los corderos pudieron morir en paz.
Lo que no sabían los verdugos ni tampoco tú- la princesita de los duendes y las hadas-, fue que el Señor ya había saldado esta deuda y había puesto a su hijo como paga al pecado.
Ya te había salvado…
Lo que no puedo olvidar es que la canción tenía más frases y son esas las que hoy me sostienen. Dios sí tuvo piedad de mí y hoy me comienza a regalar paz con bombilla, para que no me embriague como niño desnutrido. De a poquito todo comienza a tener sentido, igual que la cocina de la señora y el sacrificio comienza a convertirse en alimento para mi y para otros. El amor incondicional me ha envuelto en un gran manto blanco y me están acunando con ternura y delicadeza. Faltan miles de horas de vida por madurar y adobos que preparar, pero los aromas ya van augurando algo mejor que lo que había. Se achica la angustia y comienzo a perdonar; a entenderme, a integrarme; a aceptar…
La capa turquesa se ha vuelto a prender de estrellas pequeñitas que no se quieren soltar; las hadas y duendes están organizando una gran bienvenida para mí y mis amigos; las mariposas y cuncunas se han pintado con colores nuevos y me vienen a visitar; el mar frío se ha vuelto mi cómplice de aprendizajes y las jaibas me han dado una tregua mientras recupero mi verdad más esencial; los sauces se han puesto de acuerdo con mis hijos para abrir nuevamente el reino y los viajes se han transformado en alfombras voladoras hacia la libertad. Las casas se están haciendo más bellas y los jardines hacen ostentación apoteósica de su fecundidad; los parientes me regalan sonrisas genuinas y los amigos me abrazan con generosidad. La vida no se dejó aplastar; sólo estuvo un rato en el infierno para volver a resucitar. Los ojos han borrado los nubarrones y en medio de un parcial nublado, varias veces han logrado ver el sol. La princesita se ha convertido en reina y quiere bailar. Las cicatrices marcan su cara, pero no se deja amilanar.
Hoy hay tantas personas para amar; hay tantas ideas que quiero comunicar; hay tantos colores que quiero pintar; hay tantos sabores que quiero gustar; hay tanta vida para gastar; hay tanta luz que irradiar, hay tanta herida que sanar; hay tanta alma que acompañar; hay tanto verdugo que hay que perdonar; tanto y yo tan poco.
Ahí recuerdo que no solo estuve con Jesús en la cruz; también estuve en su resurrección. Así que a puro dejarse sorprender por lo que vendrá; a bendecir lo que ha florecido y lo que germinará. El resto dejarlo al misterio de la vida, que algún día se revelará.
La cruz del cordero de Dios se ha encarnado en mí… y comienza la paz.
Nuestras tardes en Galilea
El cielo de Galilea era muy caprichoso; siempre se quería comer ansioso las nubes que pasaban por ahí, produciendo cada tarde espectáculos únicos de belleza. Las formas que se armaban y los colores apastelados y cálidos, nos hipnotizaban sin piedad. Ya rendidos a su hechizo no había manera de escaparse a la mano evidente de Dios Padre, que nos había visitado.
Tú te deleitabas a tal extremo con su presencia, que parecía que tu alma se desvanecía junto al vapor visible de las nubes. Yo intentaba seguirte en el vuelo, pero mi alma se quedaba en tierra, contemplando absorta la paz y el amor que reflejaba tu rostro. Los rayos dorados y rosas del sol te embellecían aún más y dejaban traslucir las fuentes inefables de espíritu que manaban de tus ojos.
Verdaderas vertientes de agua turquesa y cristalina que miraban el horizonte impactándolas de una ternura y admiración infantil. Sí tus ojos, eran de niño, de un ser puro, ingenuo, lleno de asombro por la vida, curiosos y cargados de un brillo intenso que asemejaban brillantes incrustados en tus pupilas.
Nunca me cansé de estar contigo admirando este paisaje, antesala del paraíso. El aire tibio se movía en olas, respetuoso para no ahogarnos, pero precavido para que nunca se colara el frío. Era especialmente tierno y envolvente en el atardecer, como queriendo dejar grabado en mi ser lo que era estar en casa, lo que era tenerte a mi lado. Estoy segura que el viento intuía el desgarro que más tarde vendría y quiso ayudarme a atesorar el momento y regalarnos su aliento amoroso.
Venía cargado con aromas únicos que aún recuerdo. Inciensos dulzones viajaban incognitos junto al olor de los árboles de la orilla y de las hierbas que bajaban a beber del mar. Aromas salobres se colaban desde las montañas lejanas y el humo de las pequeñas ranchas que se construían en las costas, nos llegaba para recordarnos de la existencia de la humanidad.
Cuántas tardes caminamos recorriendo la orilla de este pozo verde y turquesa que variaba en colores y formas, tanto como su cielo. Subía, bajaba, se aquietaba y se enfurecía, sin avisarnos. Este mar/lago era un niño caprichoso y a ratos rabioso, pero luego se enternecía con el hombre y regalaba generoso sus frutos, abriendo sus brazos para acoger las pequeñas embarcaciones que temerosas y cautelosas, se adentraban en sus entrañas.
Tú te reías de nuestros temores y a ratos eso me daba rabia. No podía comprender que sólo un hombre, tuviera poder y reino sobre las aguas. Aún me arrepiento de tanta ceguera, de tanta tontera, tanto tiempo perdido, sin haberte alabado y amado como quería.
Pacientemente me explicabas las cosas del cielo y me enseñabas las lecciones para estar en tierra. Yo ingenua, las dejé pasar por mi cabeza y recién ahora las empiezo a encontrar repartidas en desorden en mi corazón. Me hiciste esquemas y dibujos con un palito en la arena mojada y negruzca que rodeaba el lago; me apena tanto haberlos borrado ya que hoy son sólo retazos desperdigados en mi mente. Ayúdame a recordar Jesús mío… No sabes cuánto te extraño…
No sé cómo elegiste una discípula tan distraída, tan ignorante, tan enamorada… Sólo quería estar ahí contigo y poco o nada entendía de lo que me hablabas. Sin embargo sí recuerdo tu risa paciente frente a mis preguntas y tu mirada triste cuando me ponía a hacer planes para adelante. Soñaba con llevar tu mensaje de amor a todos. Quería construir un jardín de flores que alegrara el corazón de muchos. Anhelaba tener un huerto fecundo que saciara a los hambrientos y un conjunto de hombres sabios que sanaran el alma y el cuerpo de los necesitados. Soñaba estar cada tarde a tu lado, hasta que la vejez nos quitará el vestido humano y nos llevara junto a tu padre/madre, del que tanto me hablabas.
Sin embargo, tú sabías lo que yo ignoraba. Lo veías en las miradas burlonas de los pobladores que se reían de nuestras ofrendas; que pisaban nuestras huellas, que se deleitaban con unas pocas monedas y creían que el dinero y el poder eran el destino del hombre. Siempre temí de aquellos que te sacaban la mirada. Lobos disfrazados de ovejas que luego vinieron y me arrebataron a mi Señor de las manos.
Rasguñé, grité y peleé hasta que no me quedaron fuerzas, y quedé botada entre las hierbas que había dejado la marea. El lago tampoco quiso ver la estupidez y la masacre de lo más bello y bueno que jamás haya tocado esta tierra.
Desolada y extenuada, me puse a contemplar las aguas que se apiadaron de mi tristeza, regalándome una planicie turquesa que se puso de acuerdo con el cielo para ser una sola unidad, calma y silenciosa. Los peces comenzaron a saltar de este espejo majestuoso para aliviarme el peso que apenas soportaba mi alma.
Divisé también las redes de los pescadores con las que tantas veces trabajamos. Cuántas mañanas y tardes, parchamos los hilos, tejimos y jugamos. Cuántas veces las lanzamos y las recogimos, atiborradas de los “hijos del mar de Galilea”, que salían presurosos porque querían conocerte. Querían ser ofrenda viva y alimento para el hijo del Dios. Cuántas veces nos explicaste que querías ser pescador de hombres; enganchar sus corazones, sacarnos de las profundidades en la que estamos hundidos y llevarnos a respirar el aire puro de la vida.
Todos te seguíamos el juego y celebrábamos la pesca contigo. No sabíamos bien a qué te referías, no sabíamos que nos dejarías, que te irías y que la “empresa” quedaría en nuestras rústicas manos. Tan débiles, tan torpes, tan duras de entender de qué realmente nos hablabas.
Los botes de madera también me hablaron esa tarde en que te fuiste. No parecían nada sin tu presencia. Todo se decoloró; el aire se fue de mi ser y hasta la tablas me parecieron muertas, resecas, sin entusiasmo alguno por seguir. Tú eras el que las vestía de vida. Al subirte a ella, todo era fiesta, todo era alegría. Tantas historias hasta que el cielo celoso se nublaba y nos mojaba. Cuánto aprendimos en esas madrugadas, abrigados por tu sabiduría, cobijados bajo tu ternura. Hasta del miedo algo aprendimos y supimos por ti mismo que nunca estaríamos solos. Que siempre vendrías…
Por eso recorrí la playa buscando los restos de tu presencia. Te busqué en los palos viejos y quemados que dejamos en una ribera del camino. Ya estaban fríos, deshaciéndose como mi corazón en la tierra húmeda y desvalida. Si bien todos hablaban y la vida seguía, tu partida silenció mi alma e inició una búsqueda que aún no termina.
Y es que quiero oír tu voz cantar iluminada por las ondas luminosas de la fogata. No sé si cantabas especialmente bien o era sólo tu boca la que me embriagaba. Jugabas con las palabras, se enredaban y nos hacías trenzas con melodías encantadas, que dejaban mi alma suspendida en un espacio sin tiempo.
Luego a través del fuego, tu alma nuevamente se esfumaba, pero ya no veía paz en tu rostro, sino tortura y sufrimiento que me hacían llorar en silencio hasta que la noche me ocultaba. Sólo las estrellas te traían de vuelta a casa, a los amigos, a los que te amábamos… Sin embargo, tú ya sabías que también nosotros, también yo, tu discípula enamorada, te abandonaría en esa noche malvada.
Perdóname Jesús mío. Perdona mi amor tan débil; mi cobardía alimentada por el miedo, la inseguridad y por una muerte tan injusta, tan macabra…
Ni los cielos arrebolados de nubes amarillas y sandías, lograron levantar mi alma en esos días tristes, donde sólo de nostalgias y recuerdos alimenté mi espíritu. Me senté en el muelle de seis palos arrugados por las aguas a esperar la nada. Dijiste que volverías, pero sólo me acompañaron los pájaros inquietos que me atemorizaron. Me traían los recuerdos más horrendos de los gritos de la jauría humana que te arrebató de mi lado; que nos quitó lo mejor que nunca habremos tenido.
Cuántas veces sentados en este mismo lugar, me dijiste que juntos construiríamos un reino de paz y amor. Un espacio donde cupieran todos, donde nadie se sintiera más o menos que los demás; donde cada uno se supiese especial, visto y amado. Yo te creí y te creo, pero sé que con mis fuerzas no hago nada. Ni siquiera podría levantar estos maderos viejos. Ni siquiera pude cargar el madero con el que cargaron tu espalda, ni siquiera pude cargar la cruz que me diste para seguirte.
Pero si fuiste tú quien me dijo que se pesca mar adentro. Que no me quedara jamás en la playa. Que el reino de tu padre es de los que dejan todo y te siguen. Así que dejé la orilla y casi sin esperanzas me aventuré nuevamente a las entrañas de nuestro mar de Galilea.
Las nubes se pusieron a llorar conmigo y la tormenta se desató dentro y fuera de mi alma adolorida. Pasaron horas, en que ni los rayos ni los vientos lograron despertar y sacudir la pesada capa de sufrimiento que me desnudaba.
Fue ahí en medio de la nada, del imposible, de la oscuridad sin esperanza, que te vi aparecer en medio de las olas. Parecían alfombras dóciles que se abrían al paso de tu caminar. Querían acariciar tus pies heridos, borrar en parte la locura cometida. Tus brazos abrieron los vientos, que se convirtieron en estelas semi visibles de colores indescriptibles. Parecía que estaban todos los tonos de la creación reunidos para recibir al hijo de Dios resucitado que venía a mi encuentro.
Sacudí mi cuerpo como queriéndome despertar de un sueño, al ver tu silueta de plata, pero fuiste tú quien me miró a los ojos y me dijo que la pesadilla ya había terminado. Era tu voz, era tu rostro, era tu cuerpo, pero eras más que todo eso… Fue un huracán poderoso que me remeció el espíritu. Sentí que nacía de nuevo. Una ola de amor tremendo me recorrió entera y supe que no estabas muerto. Que todo el dolor no había acabado contigo ni con el reino. Que se habían abierto las puertas y que había llegado el tiempo.
El momento de dicha me pareció eterno. Volvía a estar contigo y todo lo contenido salió desbordado, desordenado, atolondrado y torpe de mi parte. Tu risa tan espontánea calló la tormenta. Siempre te reíste de mi corazón de niña, sin filtros, sin ataduras ni convenciones humanas. El llanto se me enredó con la risa, el abrazo con la mirada, el pelo con la caricia, tanto que casi me caigo del barco.
Fuimos a la orilla y prendiste el fuego como siempre. Los leños se rindieron como ofrenda y las llamas bailaron la danza más hermosa que yo recordara. Todos te extrañábamos parece. Cocinaste los peces de antaño y nos diste de comer a los presentes. Quisimos hacer nuevamente fiesta, pero algo no calzaba.
Tu silueta brillaba y traslucía…. Estabas con nosotros, pero al mismo tiempo la realidad te traspasaba. Podíamos apreciar tu cuerpo malherido y recuperado, pero lo más perturbador, era que podíamos sentir muy fuerte tu alma. Nos palpitabas en el oído, nos susurrabas sin habla.
Y ahí nos dijiste que te marchabas. Que ya no te veríamos como antes. Que ya no habría más canto, ni más pesca, ni más caminatas alrededor de las aguas. Podrías creer que tus palabras me dolieron más que tu muerte. No de nuevo, no podía perderte…
Pusiste tu mano herida en mi mejilla, aún bañada en lágrimas de lluvia y me dijiste que desde en ese momento en adelante, nunca me abandonarías. Que sólo debía recordar todo lo que me habías explicado, juntar las piezas de los dibujos rotos y ordenar las palabras dichas. Que detrás de cada una, estaría tu presencia y tu cariño; tu abrazo y tu mirada.
Ay Jesús mío, cuántos siglos me he demorado en reunir todo. Cuántos errores cometidos; cuántas mezclas mal interpretadas. Con ellas casi pierdo el recuerdo de tu rostro, se silenció tu voz, se acalló el canto, se tapó tu belleza, se diluyó tu risa, se esfumó la libertad que predicabas, se cansó el amor que enseñabas… se rompieron las redes, se fueron casi todos los pescadores…
Hoy las nubes arremolinadas de los nuevos atardeceres de Galilea, me recuerdan tu llamado. Quieres que devele el amor olvidado, la misericordia entregada, la donación eterna, la fiesta que nos aguarda.
Porqué me elegiste a mi, a la tonta enamorada. No sabré lidiar con el mundo. Se reirán en mi cara. Iré como cordero en medio de lobos. Tengo miedo mi Señor. No me siento ni digna ni preparada. Soy una más de la manada de ignorantes que se cautivó con tu palabra.
Voy a mostrar los dibujos que recuerdo, voy a transcribir las explicaciones que me diste; voy a cantar tus canciones, voy a regalar tus abrazos, voy a llevar tu sonrisa, voy a extender tus manos, voy a denunciar tus luchas, pero por favor no me abandones en el camino a la cruz, para que pueda resucitar contigo.
Visión desde la cruz.
Mi amado Jesús, en todos estos años, jamás había subido a la cruz contigo. La había cargado a mi manera; la había esquivado, la había llorado, la había sostenido desde abajo acariciando tus pies; había percibido su aroma junto al fierro de tu sangre penetrando en mis entrañas; la había contemplado con mis ojos llenos de lágrimas y espanto, pero nunca, nunca hasta ahora había ocupado junto a ti la posición que hoy contemplo y soporto.
Pido el permiso de ubicarme humildemente dentro de ti y describir lo que podemos apreciar desde mis ojos, pero creo que es justamente al revés; tú te has apoderado de todos mis sentidos y quieres que experimente lo que tu viviste por amor a mi.
Siento cada uno de tus huesos enquistado en lo más profundo de mi ser, dándole un pulso extraño que se me escapa con violencia por mis oídos. Ya no oigo mi mundo; tampoco la multitud ni los llantos; sólo escucho nuestra respiración tan extenuante y entrecortada como si fuego entrara a bocanadas por nuestra boca. No respiramos por la nariz; es más, dejamos de hacerlo hace un buen rato; nos pareció que así el aire entraría con un poco más de facilidad a nuestro cuerpo agotado. Lo malo es que se nos secan los labios y nuestra lengua parece un trapo que no nos deja articular palabra. Cuánto añoramos un sorbo de agua fresca, como esa que salía tan helada del pozo cercano a la casa de Lázaro antenoche. Nadie se apiada de nosotros y alejan con brutal violencia a las mujeres que buscan aliviarnos. Entre medio de nuestra visión parcial y escarlata, coartada por los golpes y la hemorragia que provocó la corona, logramos ver cómo sus cuerpos frágiles son arrojados al suelo como si alguien los hubiese vaciado de sustancia y huesos; son espíritus de lamento encarnados que nos sostienen amorosamente con sus rostros deformados de horror y tristeza.
Haciendo un esfuerzo sobrehumano que recorre nuestra sensibilidad con un dolor agudo y lento que va de nuestros pies a la cabeza, logramos erguir un poco la mirada y lo primero que nos impacta es que no logramos ver nuestro cuerpo; no vemos más que atisbos de nuestra humanidad desplegada bajo la crueldad e ignorancia del hombre. Sólo con un esfuerzo muy grande de nuestro cuello, podemos vislumbrar nuestros pies, que no son otra cosa que un cúmulo de heridas que hacen el macabro espectáculo de canalizar el dolor derramado en dirección a lo que -desde hoy- es tierra santa. Vemos nuestros empeines y dedos –destruidos por la crueldad y teñidos con el tinte de la maldad- que continúan hacia una poza oscura, que hace de copa sagrada a nuestro martirio.
Tratamos de mirar nuestros brazos, nuestro pecho y sólo se ven los dedos y parte del esternón. Creo que es una bendición ya que al dolor que no cesa, se le sumaría el espectáculo macabro de ver nuestra piel hecha una carnicería. Las estacas de los brazos y los pies son como el eje que nos sostienen aunque sea en forma tan cruenta. Sostenidos en estos cuatro pilares de acero, podemos contemplar el cielo y la tierra sin terminar de asfixiarnos. El calor sofoca todo y ni las moscas tienen piedad de este cuerpo irreconocible. Seducidas por el dulzor que emana de nosotros, se posan en las heridas, en los labios y hasta en los ojos como burlándose, al igual que muchos que vemos entre el gas que hace tiritar nuestras últimas visiones.
Está abochornado; el celeste se nos fue tornando en gris y parece que todo se va apagando junto con nuestras fuerzas. Al frente miramos el valle de la ciudad bajando hacia la quebrada; formaciones de color amarillento, más parecen roedores del desierto que espacios donde habitan humanos. La brisa se escapó del lugar este día; todo es sofoco, aunque probablemente es por nuestra cruz que nos ha ido matando de a poco.
El estar crucificados ha sido el término de un derrotero de torturas y bestialidad. Cuando nos depositaron sobre el madero esta mañana, ya veníamos despojados de toda dignidad y belleza; nos habían arrebatado todo lo que parecía humano; íbamos descalzos, desnudos, rotos por dentro y por fuera. Por eso, -al inicio- apoyar la espalda en el suelo, nos pareció un descanso. Su forma irregular se nos antojó un lecho reparador por unos instantes, pero luego aparecieron los verdugos con sus herramientas de horror para seguir ensañándose con nosotros.
Apenas nos tironeó el brazo supimos que el dolor recién partía; que todo había sido un preámbulo del mayor espanto que recordará la historia. Desde esta posición apenas vimos brillar el acero sobre nuestros costados, pero no así el dolor que nos traspasó como si un láser nos abrasara la carne con calor y frío a la vez. A ras de suelo todo se vio confuso, es más cerramos los ojos porque la luz nos cegaba y el sufrimiento nos pisoteaba la cara, igual que las sandalias de los soldados.
Los brazos ahora pesan una enormidad; parecen troncos de hormigón adosados a nuestra osamenta, aumentando la agonía. La mayor parte de las horas que hemos estado aquí, agarrando el hilo de vida que se nos escurre a ráfagas de sufrimiento, miramos hacia lo alto. Son tantos los rostros deformes, tantas las sonrisas del diablo dibujadas en la superficie, que optamos casi todo el tiempo por tratar de ver alguna señal en el cielo. Si bien no podemos mover los brazos, atrapados al madero con nuestra sangre, imaginariamente los alzamos todo el tiempo al Padre, en súplica para que esta pasión al fin llegue al fin y todo lo prometido se vea cumplido.
Se nos ha hecho un tiempo eterno; tan extenso como las caminatas por los desierto de Samaria. Semi conscientes a ratos por el dolor de cada inspiración -al estar incrustados como corderos a la cruz- comemos polvo y angustia por largas horas en la que nuestra piel se ha ido secando con una costra marrón, apreciable en los dedos y palmas que miramos como si estuvieran separados de nuestro cuerpo y a kilómetros de distancia.
Perdemos conciencia de que somos un ser, un todo unido y cada parte del cuerpo se va anestesiando con la maldad, hasta que parece que el dolor ya no nos pertenece. Lo sentimos, pero como en una dimensión lejana al espíritu. Creo que nos estamos despidiendo de él, dejándolo tranquilo y buscando refugio en lo más íntimo nuestro, donde no hay sufrimiento sino luz y tranquilidad. Entramos justamente contemplando la herida profunda que nos abrió aquel chiquillo/soldado inconsciente que quiso lucirse delante de sus superiores. La fuerza de su juventud y el tamaño de su tontera fue proporcional al tamaño y a la profundidad del corte que nos permitió ingresar al templo interior divino. Un vórtice granate nos llevó por la corriente de la vida y la muerte hasta muy adentro y ya no sentimos más dolor. Supimos que queda ya muy poco.
Yérguete
Estaba recogida rezando en posición sentada y con la cabeza gacha. (Como siempre rezo; como postrada por mi fragilidad y debilidad; en actitud de sempiterna culpa quizás). De pronto oí fuerte la voz YÉRGUETE y mi columna se fue enderezando. El mensaje fue claro; asume tu dignidad, tu valor. Eres hermosa y amada por mí y por Dios. Fue como si me tomaran del alma y me estiraran para hacerme consciente de lo que soy. A la vez me invitaba a hacer siempre ese ejercicio con todas las personas. Hacerlas sentirse dignas, valoradas, amadas, hermosas ante Dios y ante sí mismas. YERGUETE… palabra extraña pero que significa mucho para mí y para cualquiera que como yo se sienta poca cosa; se sienta siempre en deuda; se sienta con poco valor. Fue muy lindo este movimiento que está lejos de la soberbia o el ego, es saberse simplemente hijo digno hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿Cómo vivir así consciente? Sabiendo que no es mi hacer, sino que está hecho. Mi valor y dignidad no son por mis méritos o por mis acciones, sino porque Dios me amó primero y por ello me creó valiosa y digna.
Respira
Cuando la Virgen me dijo esto fue que constantemente ejerciera la conciencia de disfrutar la vida. Ese inspirar, mantener y expirar consciente. Que todo lo que vivo es un regalo, un aire de vida que insufla alegría. Respirar implica también recoger todo lo que soy, mi historia, mis características, las personas que me encuentro como huellas evidentes de Dios. Inspirar es tomar la fuerza vital conscientemente. Es sentirse vivo radicalmente. Es llevar el aire frio o tibio al corazón desnudo con todo lo que ello implique. Inspirar es sentirse pulsando el hálito de Dios en mi cuerpo. Mantener para degustar la vida. Una vez que ésta entra a mi interior debo procesarla, pasarla por mi filtro, por lo que he sido y por lo que soy para luego expirar. Este ejercicio de mantener me invita a gozar, a disfrutar a concho cada mirada, cada reflejo de Dios, cada color, cada comida, cada sonido o paisaje. Es degustar conscientemente cada regalo de Vida. Expirar luego es sacar fuera con mi carisma particular. No es casualidad que yo exista y la forma en que yo entregue vida es mi aporte original a la orquesta de sonidos. Dios quiere mi nota, la necesita para lograr la armonía. Es bonito y significativo saberse necesario, que la vida de uno tiene sentido. Que por pequeño que sea el aporte debe ser entregado. Este movimiento de respirar es el que nos invita a vivir nuestra misión original; a no quedarse en la masa. A hacer el trabajo de respirar por la unicidad de nuestros cuerpos. De ahí que me calce la diversidad de estructuras óseas y raciales. El aire recorre y renueva diferente en cada uno como si fuéramos diferentes cañas que con el paso del viento emiten música para el universo. Qué lindo sentirse así. Una caña que sirve de instrumento para que el viento de Dios resuena. Que importante entonces mantenernos vacíos de leseras y tonteras donde el aire queda atrapado. Se pone rancio, se estanca y la caña hasta se puede quebrar. Ay Dios, podría escribir tanto… mi caña se conmueve por la revelación. La siento llena de heridas, pero de ahí que resuena como lo hace. No desdeñar ningún recoveco de nuestra historia, pero tampoco quedarse detenido ahí. El aire debe pasar a través nuestro para armar la sinfonía que Tú quieres. ¡¡¡¡Hazte cargo de mí entonces!!!!
Ilumina
Este último mensaje no lo escuché tan claro como los dos primeros, También escuché acompaña… Probablemente van unidos. Para que una llama prenda a otra debe acercarse, debe hacer contacto. Iluminar es dar calor, es ofrecer un abrazo al alma con que te encuentras. Es no dejar que pase de largo sin que tu cariño se quede impregnado en ella. Cuando mi llama alumbra, también se gasta, se consume, se da y eso es una entrega que puede llegar a ser felizmente dolorosa. Es fundirse con el otro, con su dolor, con su esencia, con su vida y por instantes ser comunión. Entonces iluminar, más que una misión solidaria y disfrute de los demás, pasa a ser un contacto, un encuentro íntimo con la otra persona. Quizás por eso iluminar y acompañar van juntas. No es un iluminado; es una fusión. Es que el fuego interno se amplifica con el viento que el otro posee. Todo fuego necesita oxígeno para vivir. Primero el personal – erguirse, respirar son parte de este proceso si no, no puedo iluminar a nadie. Se me va sola la mano escribiendo como si no fuera yo… claro que no lo soy es el viento que insufla a través de mi… que gracia y maravilla; que temor y responsabilidad.
Cuando me encuentro con otro, me adhiero a su soplo de vida y mi fuego se enciende más y enciende el del otro. Veo la imagen nítida: un cometa de fuegos que se intercomunican entre sí como canales evidentes de vida. Sin embargo, veo muchos canales bloqueados, cerrados al flujo de aire. No encienden a nadie y su propio aire no logra prender su fuego interno., Veo colores blancos brillantes, rojos, amarillos, púrpuras morados y anaranjados muy lindos. Los demás no se ven, es como si no existieran… como esas fotografías de color. No hay vida… Yérguete, respira, ilumina es la misión, el carisma que me trasmite una Virgen sonriente y dulce. Como erguirse, primero subiendo a la montaña de nuestra vida, tomando distancia de lo cotidiano. El camino de ascenso es estrecho y difícil, lleno de curvas impredecibles que a ratos dan miedo. Una vez que llegas arriba no hay que confundirse con chucherías espirituales. Hay que ir al foco. Aquietar la mente, alimentarse con el agua de la cisterna, la oración, la capacidad de asombro. Caminar despacio y, en consecuencia. Detenerse frente al encuentro, prepararse dejando fuera lo innecesario. Si a la primera vez no logra el efecto, volver a intentarlo sin querer uno controlar la situación, si no dejar que la corriente de vida pase por ti. Oír la música lejana que te llama al encuentro con Dios y ponerse a cantarsuavemente. Con una mano apunta al cielo para poder sentir todas las gracias y con la otra apunta a la tierra para para ser el cable de iluminación. En el camino no te pierdas, no te vayas a la quebrada donde no encontrarás más que muerte y excremento espiritual. Vuelve a retomar el camino y toma el agua que brota abundante para nutrirte. Lleva esa agua contigo a todo lugar y luego escucha y plasma físicamente lo que debes comunicar.
De vuelta al origen
(Barcelona y la India)
Día 1:
Partimos de Chile en una tarde que no se decidía aún si darle el paso a la primavera o seguir obstinada en el invierno. El estómago iba lleno de burbujas que al igual que los volantines de septiembre no sabían bien qué viento tomar; a ratos al cielo, a ratos de pique al suelo por todo lo que dejamos atrás. Sin embargo, mucho nos alentó el cariño genuino de los que dejamos en nuestra ciudad. Una carne mechada y una lechuga de nuestra huerta fueron el mejor banquete para recordarnos qué bien que vivimos y el privilegio que Dios nos regala de aprender de otras culturas y toda su diversidad.
El vuelo en Avianca nada especial, sólo el sutil encanto del colombiano que hasta en las pantallas del avión se puede palpar. Recetas simples y llenas de vida te invitan a quedarte y conocer más. Así también los colores y los paisajes que te muestran, completan una seducción irresistible, la que Dios mediante, me encantaría disfrutar. Sólo minutos tuvimos para cambiarnos de avión para dejar América con su informal hospitalidad. De ahí horas y horas cruzando el ancho mar, para llegar a la cuna de la cultura y toda la antigüedad. El vuelo fue largo y agotador y mi cansancio se hizo notar.; tampoco ayudó mucho el espacio, pero quién se puede quejar; puro dar gracias no más.
La aventura siempre tiene un abanico de sorpresas que hay que aprender a sortear. Desde el aire nuestra primera parada en Barcelona se veía bella de verdad. Rodeada de un mar brillante, lleno de chispitas que coqueteaban conmigo mientras nos disponíamos a aterrizar. El Mediterráneo toma colores bien diversos en una corta superficie y pasa del azul profundo a un turquesa sucio como de barro y luego de frentón a un verde que lo acerca más a agua de laguna que al legendario escenario de la historia de la humanidad. Barcelona es marrón de aspecto y ningún otro color se puede destacar. Busqué verdes o blancos, pero de eso nada se puede apreciar. Son miles de cuadritos de color ladrillo que más me parecen legos de barro que otra construcción más moderna o especial.
Ya en tierra y para revertir la primera impresión, el aeropuerto se esmera en compensar con vidrios y sólo líneas futuristas en su materialidad. Inmenso, amplio y diverso, pero aún no logro captar el carácter de esta ciudad donde en mis primeros meses de vida me tuve que asentar. Antes de traer al papel esa vivencia, no puedo dejar de resaltar lo mucho que me desagradan los aeropuertos con toda su higiene e indiferencia existencial. Me carga el abuso de la autoridad, me carga la falta de humanidad entre un turista y otro; como si fuésemos robots en tránsito hacia una máquina de transportación y nada más. Qué energía más densa es posible palpar; creo que se asemeja al egoísmo y al narcisismo en su más cruel realidad. A eso se suman los que ahí tienen que trabajar; miles de rostros congelados los hacen invisibles y ni siquiera los quieren saludar. Puede ser pesimista mi visión, pero entre la seguridad, las colas, los policías, las comidas plásticas, los horarios trastornados, la gente anestesiada y el sonido de Babel desde el subterráneo vital, me producen una suerte de nauseas y dolor de cabezas difícil de tolerar. Supongo que es el precio mínimo que implica el utilizar el sistema y adaptarse a las reglas de la actual sociedad. Qué ganas de saludar al policía para saber cómo le va; qué ganas de no sentirse delincuente aunque no tengas nada que ocultar; qué ganas de ver sonrisas, en vez de escaleras mecánicas en el rostro de las gentes como si fueses un fantasma que no pueden divisar; qué ganas que la comida fuese casera y que los que ahí trabajan, se vieran radiantes y llenos de felicidad. Supongo que es mucho pedirle a la vida y que es suficiente en mi divagar.
Cuando logramos salir de la manga y pisar suelo español, no puedo sino sentir como una ráfaga de angustia se apodera de mi humanidad. Sabía que había sido duro venirnos a vivir acá; pero ahora lo sentí en la piel y casi me dieron ganas de llorar. Arrancando del caos de Chile, muy jóvenes mis papás se vinieron buscando una oportunidad. De una mano llevaban un niñito enojado y en los brazos una niñita que hacía pucheros pero sin llorar. El ninguneo y ser don nadie es brutal de verdad; las autoridades gozan haciéndote sentir un sudaca y que jamás pertenecerás a la alta alcurnia de su sociedad. Los sentí tratando de darse ánimo, pero sin poderse sintonizar. Capítulo triste y desolador pude atisbar en mi alma y sé porqué después de casi tres años decidieron regresar. No tengo registros conscientes pero sí me traspasa una sensación de abismo que me hace tiritar. Quizás por todo esto no estoy tan feliz al llegar. Tengo el estómago apretado y como broche de oro, dicen mi nombre en los parlantes porque mi maleta no alcanzó a llegar. Se quedó en Colombia y habrá que esperar. Quizás es el tiempo justo y necesario para que mi alma se anime a encarnarse nuevamente y desde el gozo en este lugar. Cada día me sorprende más la cantidad de información inconsciente que nos afecta en nuestro actuar y como actitud vital. Espero poder integrar rodas mis dimensiones y cerrar con salud estas hojas escritas de mi historia, que tanto me han podido interpelar. Espero cambiar de ánimo y de opinión en un ratito más, pero espero que nuestros ancestros hispanos sean más sabios y más “alegres” que los que hemos tenido el gusto de encontrar al aterrizar.
A la salida es un caos infernal; los taxistas están en huelga y son cientos, quizás miles los que tocan sus bocinas sin parar. La verdad la contaminación acústica logra el objetivo de asustar y molestar. No es una linda bienvenida y me parece que ya el carácter del barcelonés le gusta mucho gritar, alegar y sobre todo hablar. El gallego que nos ha llevado, lleno de palabras, pero sin una información certera la verdad. Todo com si com sa. Ni chicha ni limonada. Un buen político podría ser si se quisiera candidatear. Los tacos son contundentes, pero desde ahí se puede apreciar una ciudad moderna que viene a pintar con edificios lindos y arquitectura antigua lo que del aire no se podía apreciar. Hay colinas a lo lejos y uno que otro palacete se puede degustar; pero quizás lo más lindo son los árboles grandes y pacientes que deben albergar a millones bajo los túneles que sus ramas han sabido armar. Hemos llegado a un hotelito justo al medio de la rambla y vecino de la boquería que es un mercado fenomenal. Sólo ruego que el ruido y el comercio nos deje descansar.
Saliendo medios aturullados con el horario nos pusimos a caminar. Se oye una verborrea de palabras y en cualquier idioma te puedes fijar. El catalán es inentendible y se les da muy fácil gritar. Son millones las personas que caminan y compran en este paseo de mundanidad. Justo al principio del paseo una iglesia pudimos encontrar y no será grande Diosito, que justo estaba el cura esperándonos para comulgar. La Virgen coronaba el altar sólo alumbrada por un foco y escondida en las sombras de esta loca urbe que poco la debe admirar. Sólo un puñado de viejitos y nosotros nos acercamos para recibir a Dios y si bien le di las gracias, me dejo con la inquietud de cómo sobrevive él en la gran ciudad.
A sólo metros de la capilla, hervía un recorrido de voces, pieles expuestas sin pudor y cuánta pinta extraña podamos imaginar. El comercio ambulante convive con el oficial, hasta que llega la guardia civil y disparan los comerciantes como con paracaídas muy hábiles en escapar. Muchachos negros o árabes apenas el español saben hablar. Venden carteras, zapatos, pañuelos, joyas y de todo lo que se pueda vender y arrancar. A varios le pregunté de donde venían y las respuestas fueron sorprendentes la verdad: Senegal, El Congo, Pakistán u otro reino de más allá. Qué fuerte es el tema de la migración obligada; me conmueve de verdad. También sorprendía la oferta de cosas raras que sólo al oído a Andrés le sabían cantar: marihuana y cocaína sólo por dar un ejemplo de lo que pudimos escuchar. La sensación es muy fuerte la verdad; siempre en las grandes ciudades yo al menos me achico e inevitablemente me pongo a pensar con profundidad. El propósito de la vida se me hace más evidente en medio de la inmensidad. Debemos ser como un pequeño sol en medio de la noche y el infinito total. Consumir la vida dando luz y nada más. Poseer o acaparar grandes títulos es el peor engaño la verdad. Ni siquiera la belleza ni la juventud se pueden atrapar. Ver tantos cuerpos y formas, me dice que tampoco por ahí va la vida la verdad.
Comimos un pan crujiente y delicioso con un jamón serrano espectacular. Luego lo completamos con aceitunas y un ceviche de pulpos que despertó el paladar. El recorrido por la rambla me trajo recuerdos de palomas que solíamos alimentar, pero sobre todo me fue preparando para la diversidad a la que vamos a llegar. Puede ser obvio y tonto mi comentario, pero la mente es muy pueblerina la verdad. A veces nos quedamos encerrados en nuestro pequeño barrio, sin percatarnos del mundo con un gran angular.
Es conveniente ajustar los husos horarios porque aquí son como 7 horas más. Así que haciendo caso a los españoles, me tendré que acostar. Bueno, no sé si españoles españoles es la santa verdad; he visto mucho más extranjeros que personajes nativos de verdad. Mañana será otro día en el que espero mirar con sol la vida y contemplar todas las maravillas de esta ciudad. Sé que las hay y que en este viaje las vengo a recuperar; sólo debo darle tiempo al tiempo y dejar de extrañar.
Día 2:
Hoy Barcelona amaneció con menos sol y calor, pero para compensar el frío, se puso más linda y mostró su mejor cara; ¡me encantó! Comimos un desayuno españolísimo que le dio todo el mérito a la panadería local y un café delicioso que me hizo retomar el ánimo, aunque fuesen vitalmente las tres de la mañana para mi cuerpecito que apenas se percató. La verdad se me había olvidado el buen pan que se cocina acá: es crujiente, sabroso y a la baguette nadie le tiene que envidiar. Salimos caminando por la rambla y una brisa suave no alcanzaba a congelar; es rica la sensación de aroma a mar, aunque esté muy impregnado de ciudad y las olas no se oigan jamás. Llegamos a la plaza de Cataluña y ahí sí vimos un mar pero de palomas, que no se corrían ni alteraban con nada. Un deja vu fuertísimo me invadió sin piedad. Me vi de niña corriendo tras ellas y tratándolas de alimentar. Qué emoción el recuerdo; hasta unas lágrimas se me asomaron en contra de mi voluntad. Eran miles y miles y todos los niños jugaban sin parar. Es loca la mente en verdad. No sé si recuerdo la vivencia, pero el alma de nuevo se mandó sola y una emoción especial no se pudo quitar, como si yo también me hubiese quedado pegada en algún lugar de la plaza esperando regresar. Deben ser los fragmentos del alma que se quebró por primera vez en este lugar y hoy en un acto sagrado, los vengo a pedir de vuelta para poderlos restaurar. Qué misterio es la infancia y los abismos del alma en los que no podemos entrar conscientemente; sólo con un pequeño fósforo que alumbra, pero no te permite esclarecerlo todo porque seguramente esa información quedó muy guardada. Con la lágrima en la garganta, me fui como Zalo Reyes caminando por medio de una ciudad de un celeste que empezaba a repuntar. Las nubes blancas, blancas, parecían algodones recién hechos y con ganas de reventar. Si hay algo hermoso en esta ciudad es que el aire es muy limpio y todas las siluetas de los edificios y parques parecen recortarse a la perfección para destacar. Los balcones de fierro son una obra de arte que vale la pena contemplar; también las veredas anchas donde todos caminan sin toparse y con una amplitud total. Las terracitas flacas de cada departamento son deliciosas de verdad. Parecen escenas de un desayuno romántico donde sólo unas flores y un café humeante podrían bastar. El tráfico es súper civilizado y me hace desdecirme de algunos juicios que me hice al llegar; hay muchas bicicletas y transitan bastante armónicamente con los peatones y los autos que apenas se notan y son respetuosos de las luces y nadie te parece atropellar. También hay muchas scooter y niñitos pequeños que en coches salen a pasear. Me tinca muy lindo para vivir y de mucha riqueza cultural. Así que vamos al epicentro de belleza que también me dejó a punta de lágrimas, pero esta vez extasiada por la creación de un hombre que tuvo la libertad de plasmar todo lo que pasó por su cabeza y sin coartar lo más mínimo su voluntad. Fuimos a la casa Batlo de Gaudí. Qué casa más increíble desde todo punto de vista la verdad. No me referiré a la arquitectura en sí misma porque entiendo poco la verdad; pero si a la creatividad en la formas donde no tuvo nada que escatimar. Las paredes son escamas de pez y las puertas son verdaderas branquias que si te fijas bien se ponen a respirar. La piel de azulejos del patio se pinta de azules en degradé y se mueve graciosa como si estuviese nadando bajo el agua, pero con oxigeno libre para respirar. Los techos son caracolas y sensuales pechos de mujeres suelen del techo asomar. La madera es una silueta que se rinde fácil como si cera fuese en manos del fuego que lo funde al tallar. Sin embargo lo que más me cautivó fue el juego de luces y las claraboyas de vidrio que pintaban de colores como brillitos en el océano y altamar. Círculos de color púrpuras, amarillos y turquesas sin parar, hacían que todo bailara como en una fiesta de sirenas listas para celebrar. Todo fue fantasía con dragones, antifaces y ventanas que se movían sin cesar; que belleza más loca y exuberante, sin miedo a espantar. No había nada simétrico y todo parecía una exageración preciosa que mucho me hubo de agradar. Seguro un gen de Gaudí llevo en la sangre porque su casa la sentí en mi alma palpitar. Será por lo loca y/o por la posibilidad de plasmar su única forma de sentir la realidad. La suerte que tuvo él es que muchos lo siguieron en su inspiración y sólo un tranvía –al atropellarlo- lo pudo parar. Toda esta ciudad esta grabada y marcada con su sello particular: Qué increíble lo que un solo hombre con convicción y conexión con su debir pueda crear. Podría hablar mil horas de su creación, pero seguro las guías turísticas superarían mis descripciones, pero no la emoción que el lugar en mi supo provocar. Respiré colores, formas preciosas, asimetría total; percibí perfeccionismo, un poco de obsesión y una locura por salirse del camino en el que va todo el resto de la humanidad; olí madera de roble y artesanos convencidos de estar pasando a la posteridad; vibre con los movimientos y se sentía una frecuencia límpida casi con olor a sal. Todo era armonía y magia sin límites… pura sintonía divina, sin filtros, bajada desde el cielo sin ningún recorte humano: pura fecundidad…
Dejamos la casa mágica con su dragón atrás y caminamos otras cuadras más para cerrar otro hito de mi infancia para poderlo integrar. Provensa (se escribe así en catalán) 242 en el segundo ático es donde viví casi por tres años antes de aprender a caminar. Una vez más una partecita de mi supo que había llegado al lugar. Lamentablemente nadie nos abrió para poder subir a esa terraza alta donde solía jugar, pero recordé a mi tata cuando nos vino a visitar. Con él hicimos rondas y lo sentí junto a mi la vereda pisar. Los pavimentos guardaron su energía cariñosa y mis patitas llenas de rollos que junto a él no paraban de jugar. Creo que lo que bailábamos eran sardanas o un baile típico catalán. Movía mis patitas, dando saltitos sin parar. Yo creo que como Einstein dijo el tiempo es sólo una invención de la humanidad. Todo se siente en presente y los huesos no tienen idea de lo que es el amor en verdad. Me sentí amada por él una vez más; no importaba que no lo viera, pero su mano peluda y tibia no podía soltar.
Con esa alegría en el cuerpo nos fuimos a la Sagrada Familia, una obra majestuosa que lleva 130 años en construcción y aún le falta un año más para terminar. La inició Gaudí cuando apenas tenía 31 años de edad. Nadie lo conocía y ahora es un genio de la humanidad. Qué increíble la locura de juntar lo que jamás podría combinar. Aquí todo se ver bello y es una catarata de belleza que no acaba de manar. Las torres parecían torrecitas de arena a punto de caer, como esas que uno hace en la playa y que nunca cansan de mirar. Los agujeritos parecían hormigueros en construcción en los pilares, coronados finalmente con decorados como de azúcar y mazapán. Pelotitas de colores, racimos de uvas, esculturas modernas y columnas en forma de hueso solo para algo nombrar. Todo es una locura de ángulos, santos, frases, arcos y un Cristo que no tiene rostro y no te puede mirar. Ah, y está desnudo y eso es muy raro la verdad. Ver a Jesús despojado hasta de su ropa fue una novedad que no me dejó de asombrar, sobre todo después de ver a tanto enfermo la plaza atravesar. Nunca había visto tanta dolencia extraña en la piel o en el caminar. Creo que vimos a Cristo caminando por las calles y lo deje pasar… Sé que es tarde, pero al menos podré rezar por esos hombres tan solos y a los que nadie quería ayudar.
Ya con el sol en alto, seguimos recorriendo las callecitas coquetas que no me paraban de hacer guiños para encantar. Cada cafecito una delicia y los panes parece que cantan sin cesar; van hipnotizando a los paseantes que caen redonditos al pasar.
Así llegamos al Arco de triunfo que es una nueva maravilla a contemplar. Ladrillos esculpidos como si fuesen joyas, no dejan nada al azar. Los plátanos orientales siguen de cerca todo esta maravilla humana como queriendo compensar el equilibrio con lo divino, moviéndose como odaliscas con el viento al pasar.
Las callecitas nos llevaron al mercado de Santa Caterina y fue una pena en principio ya que por la hora no nos dejaron entrar, pero para pasar la pena unas ricas tapas nos fuimos a almorzar. Qué éxtasis de sabores, un manjar para despertar al más apático paladar. Las aceitunas gordas y verdes, parecían chocolates derritiéndose en la boca y no podía resistirme a unas berenjenas con miel que parecían galletitas de niños para gustar. Los sabores de los pimientos padrón también fueron como caramelos para almorzar; pucha que hay cosas ricas y bien preparadas que son una delicia que agradecer y degustar. Me sentí como el ratón de Ratatouille quedando en el cielo con cada aroma y sabor sin igual; me encanta esa sensación de presencia absoluta cuando uno come lento y disfrutando cada que llega a la boca como si al cielo mismo se le hubiese desprendido un pedacito para confirmar su existencia y generosidad.
Con el cuerpo feliz de tanta disfrutar, llegamos a la catedral de Barcelona pero no pudimos entrar, había una cola que parecía una culebra petrificada así que nos fuimos a sentar a uno de sus muros para oír a un músico cantar. Qué bendición es poder cantar lindo aunque sea por unas monedas y por necesidad. Fue un momento muy lindo en que el pavimento de la ciudad una vez más me regaló felicidad. Estuvimos un buen rato rodeados de gente, que más parecían palomas curiosas queriendo el suelo picotear. Se me congeló una vez más el horizonte y me dejé llevar seducida por el gozo que Dios me regala en esta oportunidad. Vi niños pequeños bailando al compás de las moneditas que caían con mucha abundancia para placer del artista que a pesar de su tendinitis y cansancio evidente no paraba de cantar. Engolosinados por los muros antiguos hicimos otro recorrido más hacia la famosa Catedral del Mar. Es imponente la verdad, pero no nos quedamos ahí a misa porque era en catalán. Volvimos nuevamente a la catedral y ahí mejor suerte tuvimos para comprender la predica que el cura quiso enseñar. Muy imponente todo, pero lo que más me llegó fue el Cristo de Lepanto donde mi mamá me contó me solían llevar. Me vi colgando con mis patitas en el banco y mirando esa escultura negra y torcida que me parecía más dolorosa de lo habitual. Ha sido linda esta ciudad finalmente con tanta imagen que no es recuerdo, pero que me hace vibrar.
Ya anocheciendo a la boquería fuimos a parar. Los puestos lindos y coloridos fueron una delicia a la vista por toda su diversidad sensible que embriagó a todos los sentidos que uno tiene y más. Los jamones serranos compiten con los aromas de frutas de todos los colores y variedad; más de atrás atacan los mariscos y los peces que parecen saltar. Los quesos apenas se hacen notar y unas tiendas mononas de chocolates y dulces son un arcoíris precioso para mirar. También hay carnicerías y hueverías o como han de llamarse donde se exhiben huevos de todos los colores y tamaños para hacer tortillas y demás.
Resumen, este día ha sido una orgía preciosa de belleza y fecundidad por el que doy gracias y no me paro de admirar. Hasta los quiscos pequeñitos me gustaron y las campanas de las iglesias no terminaron nunca de repicar. No todos los días hay tanto para ver y gustar. Una bendición demasiado grande y que de rodillas, ofrezco con gratitud y humildad.
Día 3:
Último día de acostumbrarnos al jet lag y ya listos par zarpar a Oriente con toda su diversidad. Gracias a Dios llegó mi maleta cerca de las 1 de la madrugada y por lo menos en ropa no tendré que improvisar. Ah y lo más importante, los remedios chilenos por si la guata de estos viajeros se llega a soltar frente a tanta multitud y amenazas que nos han sabido contar.
Barcelona amaneció radiante como si se quisiera ¡cachetonear”. El azul del cielo fue de una luminosidad muy linda; insisto en que crea un efecto como de destacador muy particular. Todo parece dibujado y marcado como por un lápiz finito que hace todo más bonito y especial. Después del desayuno fuimos a la Sagrada Familia para poder entrar y ya una vez encima de este monumento me quedé sin palabras para hablar. Las puertas de fierro tallado por si solas ya eran para enmarcar. Caracoles, chinitas y pájaros estaban fundidos junto a flores y hojas de un color muy intenso y particular. Qué notables son los artistas que crean tanta belleza para donar. Probablemente nadie tiene idea sus nombres o cuántos dolores de cabeza debieron pasar, pero merecen un tributo de rodillas por plasmar con tanta armonía y humildad. Así también los escultores, orfebres, albañiles y carpinteros anónimos que en estas murallas pasaron toda su vida sin descansar. Toda una ofrenda a Dios y una alabanza metida entre columnas de concreto y cuantas molduras y estructuras se nos puedan imaginar. Además de la sagrada familia que tiene imágenes de una dulzura fenomenal, se suman unos guerreros de cantos toscos y muy angulosos que no me gustan de verdad. Dan como miedo y contrastan con la sonrisa del niñito Jesús al entrar. Así también hay lagartijas, culebras y cuanto animal extraño se pueda divisar; todos congelados en la roca como esperando que una bruja los venga a despertar. Sin embargo todos los techos y ángulos de por sí imponentes y de una armonía sin igual, se quedan convertidos en migajas si tienes la oportunidad de entrar. Entrar al útero de Dios sería poca cosa para comparar, pero más parece un bosque lleno de hadas y luces que te envuelven entre sus troncos gruesos que buscan incansablemente el cielo sin poderlo lograr. Podría asemejarse la estructura interna a un esqueleto de ballena que te acaba de tragar; cada columna una costilla o fémures con rodillas a punto de doblegarse para adorar al Cristo que cuelga en el centro del altar. Las luces de los vitrales compiten de una ventana a otra y no paran de brillar. Todo fue pensado para seducir y encantar con cascadas de colores que bailan sin parar. Si te sientas y contemplas serás abducido por un caleidoscopio inmenso que no para de moverse ni tragar a los diminutos seres humanos que lo vienen a despertar. El murmullo de las voces se pierde entre el hormigón de distintos colores y piedras majestuosas que combinan bien a pesar de su diversidad. Una vez sorprende Cristo con una forma muy particular. Está nuevamente desnudo y casi de cuclillas colgado en el madero central. No puedo dejar de preguntarme si realmente le gusta este lugar y si será verdad que a ratos viene aquí a alojar. Confío que la fe de tantos hombre y familias lo supieron encantar, pero todo tan grande y tan frío me hace a ratos dudar. El cielo es dorado y blanco y parece como ardiendo cuando el sol le da. No hay espacio sin detalles y todo refleja una libertad creativa para envidiar. Gaudí aquí desplegó todo su talento y originalidad, pero sin duda sus sucesores han estado a la altura en el imitar. Tiene con todo algo de nave espacial y pareciera que en cualquier momento los vitrales son controles electrónicos y todo comienza a girar. No pude hacer oración en este lugar, me faltó recogimiento e intimidad, pero sí le di gracias a Dios por el poder del hombre en su manifestar. Ojalá que cuando lo terminen sea un centro de peregrinaje y no sólo de turistear. Tanta belleza y magnificencia sino tiene espíritu, puede convertirse en un templo de dinero y vanidad. Pobre Gaudí y los constructores si eso pasara; espero no haber aportado con mi visita a esta falta de fe y rebeldía natural frente a la opulencia y la falta de pureza en el propósito que puede ser una parte probable de la verdad de esta catedral.
Alucinada y embriagada por las luces, nos fuimos en metro al otro lado de la ciudad. La culebra metálica quedó exenta ciertamente de la huella de Gaudí y su creatividad. Los de Barcelona podrían haber pintado cada carro como un dragón o serpiente, tragándose a los paseantes en las entrañas de la ciudad. Pero no, cada carro era gris y no tenía nada de particular. Salimos escupidos cerca de los cerros donde se encuentra el Palacio Nacional. Apernado a una colina, está lo que hoy es un Museo y tiene una vista majestuosa de la ciudad. Volví a ver el marrón que envuelve las casas y no apareció verde de ninguna parte como si a los pintores se les hubiese terminado ese pastel al crear. Bueno, dicen que la lluvia ha estado muy escasa la verdad. Con sangría en el cuerpo y una que otra tapa española ya no nos queda más que despedirnos de esta hermosa ciudad. Se acaban la comida rica y con su olor a ajo tan fuerte como especial. Se acaba el idioma asequible y ya haremos esfuerzos por entender la verdad. Se acaban los rostros conocidos en la etnia y pasaremos a ser bichos raros al caminar. En fin, una estupenda parada para iniciar la segunda parte de este viaje que nos tiene emocionados a no más dar.
De Bogotá a Barcelona y de Barcelona a Dubai; de Dubai a Nueva Delhi y ahí habrá mucho que escribir y contar. Por mientras miro nuevamente a los pasajeros del aeropuerto y no sé si me animaría a hablarles o preguntarles a dónde van. Por lo menos no a los policías que son insoportables la verdad. Bueno aquí termino este primer reporte antes de comenzar un nuevo retorno al origen, si es que alguna vez ya anduve por la India y aprendí de toda su riqueza espiritual.
Día 4: En viaje hacia el misterio…
Puede ser interesante de compartir porque aún a mi edad, yo nunca me había subido a un avión de dos pisos que pueda volar. Qué monstruo más grande, se acaba de tragar a 800 pasajeros y ni un sal de frutas le dieron a tomar. Todo el primer piso para los que nos gusta economizar, pero la verdad más lujos hasta ahora no había podido degustar. Todo el segundo piso con petrodólares lo tienes que pagar; ya sea en primera clase o en business es la elegancia y ostentación total. Spa, duchas, bar y demás, de todo había cuando al bajarnos lo pudimos visitar. Andrés como cabro chico hasta una frazada y bolsito de cosas lindas se quería llevar, pero lo contuvo la vergüenza y la señora que no lo podía aguantar. Jaja.
Más de mil películas y botellitas de licores te daban sin cobrar. Bien valdría no haber tenido tanto sueño y ser ebrio de verdad. Bueno estuve tentada de tomarme alguna para ver si los calambres de mi patitas se me podían pasar. Qué desesperación el ir tan incómoda en medio de la noche y que la única salida fuese las arenas del desierto y los ronquidos de los 800 pasajeros que parecían palomas en su arrullar. Ya tendré que “hacerme ver” y analizar si algo en mi alimentación me puede faltar. Por lo menos mañana buscaré plátanos si es que el potasio es lo que me está cobrando la cuenta o es pura vejez y nada más.
De Dubai es bien poco lo que vimos, pero me quedo con el prejuicio de mi ignorancia que pensaba todo lleno de arena encontrar. La verdad sólo vi cemento por todos lados y las letras árabes que parecían gusanitos invertidos queriéndome saludar. Ya el idioma español se vuelve silencio en este lugar; sólo el inglés nos salva de una gerigoncia a mis oídos que ninguna palabra conocida pueden captar. Muchas j e ll y sonidos que se atragantan en la lengua y que son difíciles de pronunciar; así me suena el indio y el árabe que es lo que más frecuenta en la sala de espera para abordar. Emirates árabes es bien admirable en su transformación real; hasta hace muy poco era un arenal sin destino y uno de sus jefes lo ha vestido de lujos, excentricidades y locuras que lo han hecho destacar. Dice él que si se acaba el petróleo, igual por turismo lo vendrán a visitar. Interesante su apuesta; ojalá que le vaya bien porque a mi me da la sensación que es un elefante blanco (o camello si prefieren) sin espíritu ni alma y eso me hace dudar.
Sólo unas poquitas horas y vuelta a embarcar para el destino final. Ya los ojos me duelen de sueño, más que mis patitas de calambre que de tanto dolor, se pusieron a descansar. Tres horas más sosteniendo la cabeza después del mundo entero atravesar. Qué emoción siente mi alma y que hasta en la duermevela sueño con Delhi de una forma muy especial. Como la mente no pone fronteras, mezclo la arena del desierto con la India ancestral. Vi en mis sueños personas de piel azul y túnicas del mismo color que me veían con distancia al saludar. También había gente enterrada de cuerpo entero en la arena, según yo para refrescar; bien diversa la gente con muchas mujeres y niños que escondidos detrás de sus túnicas me veían con ojos profundos, como si no fueran humanas, sino de una dimensión más lejana que no alcance a notar. Bueno eso fue el sueño, muy distinto a la realidad. El aeropuerto de la capital política de la India es igual a cualquier otro occidental. Muchas escaleras mecánicas y grandes alfombras –bien feas de diseños- escoltaban nuestro peregrinaje hacia fuera sin molestar. Lo único de choque inicial fue el baño el que tenías dos escusados y dos hoyos y a mi me tocó de los últimos y fue un desastre total. Tendrían que poner un esquema o imagen para entender cómo hacen esta gimnasia las locales sin dejar la embarrada. Por suerte son misericordiosos y tienen un ducha al lado para todo limpiar. Donde fueres haz lo que vieres y así que obligada a regar muerta de la risa, sin poderle a nadie comentar mi bienvenida en el baño que dejo mucho que desear.
Luego en policía no nos preguntaron nada; ni siquiera la vacunas nos pidieron y pensaron que Chile era europeo, así que bien poco valemos los 18 millones de chilenitos en esta inmensidad. Sólo para hacerse una idea la ciudad de Delhi nos gana por dos millones de personas y se nota apenas sales del aeropuerto y puedes el calor respirar. Un chiquillo lindo con ojos de almendras nos esperaba con un cartel; muy educadito y peinado, fue a buscar al chofer de un auto que tenía el nombre de Andrés. El chofer pura sonrisa, pero hediondo a no más dar; por suerte a todo se acostumbra uno, ya que Dios no se equivocó en el programar.
La primera impresión es que es mucho menos caótica de lo que yo esperaba al aterrizar. Es un caos es cierto y en cualquier segundo un tuc tuc o una moto te puede atropellar, pero entre esto y Bali esto parece un Londres total. Bueno los manubrios están en el otro lado del asiento y todo es al revés de lo acostumbrado así que los nervios hay que volver a acostumbrar. Nada respeta ninguna señal pero a punta de bocinazos todos se hacen el espacio para pasar. Las veredas existen pero son para estacionar; la gente camina por la calle y eso parece les da más seguridad. Todo tiene mucho escombro y ladrillo botado como su la constructora nunca vino a limpiar. Hay basura, pero nada que me logre espantar. Sí es curioso que la tierra gredosa y amarilla ocre al observar es bien abonada a vista y presencia del tránsito por muchos hombre que sin ninguna vergüenza ahí de pie, se ponen a hacer pipí sin inmutarse del gentío que los puede mirar.
Sólo fotos sueltas son las que puedo hasta ahora contar; supongo que mañana las podré articular mejor y comentar. El ruido es alto pero no alcanza a cansar; hay gente pidiendo en las esquinas, pero aún no se han convertido en ese dolor espantoso que nos habían descrito antes de llegar. Recuerdo las sonrisas y bellezas preciosas de una niñita y un niño que vendían globos en un semáforo donde Sabir –el chofer- llegó a parar. Esos ojos esconden miles de años y profundidades en un solo mirar. Uff fuerte y bello en verdad. La piel oscura y parejita los hacía muñecos de porcelana pintada de una elegancia y tallado magistral. Sí era pobrísimos y preciosos al mismo tiempo, sobre todo la niñita que iba vestida con telas combinadas con todo el estilo y el clásico punto entre sus dos ojos casi en cinco segundos me lograron hipnotizar. No así un cortadito que se puso la ventana a tocar. Su mirada llena de dolor y rabia, difícilmente la podré borrar. Dicen que si uno ayuda a uno, una multitud aparece detrás; sé que hay que estar por encima de todos nuestros códigos y adentrarse con respeto y reverencia a lo que no entiende mi mente occidental.
Los árboles al principio eran tímidos y sucios, pero después fueron recuperando terreno y algunos hasta de verde intenso se prendieron para dejarnos pasar. Reconocí los arbolitos de flores blancas de Bali y fue pura emoción de verdad. No sé ven más flores que buganvilias y aquí de jardines, nadie supo nada. Sí vi cuadrillas –como familias- escarbando la tierra como para plantar. Eran paños de colores intensos, amarrados a la superficie ocre que bien los sabía acunar. Parecían como esas gitanas que en el norte de Chile suelen bailar; sólo que éstas estaban de rodillas y sus herramientas de trabajo eran sólo las manos y nada más.
Las letras de los letreros aquí se volvieron a girar; van al revés de las árabes y según los mismos indios nadie las sabe utilizar bien de verdad. No pude aprender ninguna palabra porque son difíciles de pronunciar; salvaré con el namaste hasta que pueda alguna recordar.
Entre el chofer y el chiquillo lindo, no sabían cómo encontrar el hotel en el que nos íbamos a quedar. A pesar de no entender lo que hablaban, supimos que estaban igual de perdidos que nosotros y llamaban a un tercero sin parar. Finalmente por casualidad vi el letrero y seguro que la Virgen nos debe haber venido a salvar. Ya no sé a qué hora rezar el ángelus porque aquí para peor las horas se han corrido otra media mitad. ¿Quién entiende eso? Lo voy a tener que averiguar.
En una calle bien atochada, el hotel y la agencia virtual existían y eso hay que agradecerlo la verdad. Así, un lugar que defino como café y antiguo, pero limpio y de buen servicio nos vino a alojar. Inevitablemente hubo que dormir un rato porque o sino me iba a desmayar, me desperté para comer (o almorzar; ya no entiendo bien qué decirle a mi estómago para que se pueda ubicar), así que de comida india nos fuimos para aterrizar. Platos ricos y sencillos, acompañados de un pan , que no es otra cosa que el pan del pobre que los scouts suelen cocinar. Harina, sal y agua y de ahí a un horno sin levadura ni amasado y ninguna cosa más. A pesar de pedir sin picante mi lengüita y cuello saltaban por dentro de las especies que picaban igual. Todo rico y liviano, en base a verduras y nada más. Ni se nos ocurra buscar carne porque sólo pollo y pescado se vende, nada más.
Creo que eso es todo por hoy porque mañana sí tenemos un guía que nos podrá todo explicar. Resumen; sólo a primera vista, Delhi y Nueva Delhi (porque son dos sectores en verdad), no me ha parecido nada mal. Venía preparada para mucho más impacto, aunque la victoria está lejos de contar. Siendo alguna hora de la noche que ya no entiendo, es bueno irse a acostar.
Día 5: Delhi: difícil de procesar sin juzgar
El reporte de hoy no será fácil de verdad. Hay tantas imágenes en mi retina; tanta información, tanto rostro en la retina que necesitaré decantar para ser lo más fiel posible a la realidad. Quizás antes de describir cada cosa, lo más fuerte sea la sensación que tengo en el alma y que no puedo evitar. Tengo el espíritu cubierto de un polvo sucio, pegote, manchado de miseria, de suciedad, de un calor pegote y de una emoción muy parecida a la tristeza y a la desolación existencial. De los 20 millones que viven en esta ciudad, sólo vi una carita de ángel que irradiaba felicidad; el resto –casi todo Chile- más me pareció resignado y tristón. Puede ser el efecto esperado de una ciudad tan grande donde todo se puede encontrar, pero la verdad aquí se sumaron demasiados elementos como para no impactar el ánimo y dejar una sensación amarga que será necesario meditar. Puede que sea mi juicio occidental o de mujer burguesa y eso no lo puedo negar; pero la mezcla de todo lo visto fue un batido que mucho me afectó. No quede triste, quedé como en estado de shock y con un profundo ruido interno que trato aún de acallar para aceptar la diferencia y no darle una connotación. Podría haber sido pobreza la que más me afectó o bien el hacinamiento humano o el dolor, sin embargo apuesto por la mirada que percibí en la totalidad y en la suma de individualidades lo que me mató. Ojos sin brillo es un buen resumen de todo lo que mi alma hoy percibió. Ojos sin fondo ni esperanza; como anulados por la condición en que viven aunque muchos no tengan punto de comparación. Es como la acedía que una vez aprendí. No sólo los cuerpos yacen echados dormitando a la primera sombra que encuentran, sino también el entusiasmo y la pasión. No vi risas ni canción; no vi romance ni amor; no vi ilusiones ni sueños en los niños ni en los adolescentes que mi ser encontró; no vi sabiduría en los mayores ni dulzura en las viejitas de precioso color; no vi alegría ni paz en medio del caos que aquí se construyó. No vi a Dios ni a ninguno de sus dioses chicos dando vueltas por derredor… Sé que apenas es la primera impresión y que hay un 99% que no conozco y que peco de la típica turista con su ignorancia y prejuicio interior, pero bueno este reporte es eso; una bitácora y no una enciclopedia con toda la información.
Vamos por parte para que los que lean puedan sumarse a mi percepción.. Lo primero el tráfico que es uno de los mejores signos de esta desesperanza generalizada que se siente aquí. La selva es poco decir. Las calles son todas de doble vía y por ella transitan autos, motos, tuc tuc (motos acondicionadas como pequeños vehículos para llevar pasajeros), triciclos humanos que son taxis, bicicletas, buses grandes, furgones de pasajeros que van saltando al aire libre y peatones, que poseen iguales ínfulas de dominar las calles olvidando la capacidad de sus motores o el tamaño de sus vehículos. Todos arremeten con igual agresividad y gana el más atrevido u osado para intervenir. Dicen los lugareños que para sobrevivir en las calles, debes tener una buena bocina, un buen freno y una buena suerte y la verdad es que no están muy lejos de la verdad. No hay líneas divisorias y todos se dan vueltas donde se les ocurre y se estacionan donde quieren sin hacer caso a un más mínimo orden o sistematización de nada. Mirado desde arriba se me ocurren carreras de conejos astutos y bulliciosos que van aprovechando cada mínimo espacio para sacar ventaja de los demás vehículos y sin importar si en ese avanzar pasas a llevar espejos, puertas o botas al vecino que va tratando de sobrevivir en su moto. Pasas a milímetros del vecino y todos los segundos estás en peligro de chocar, atropellar o ser atropellado por cualquier cosa. Las bocinas son un infierno acústico y no tienen vergüenza en ocuparla en todos lados como si hubiese una suerte de placer en quedarse pegado produciendo el molesto ruido ensordecedor. Nuestro chofer realmente es digno de Fitipaldi y goza con cada riesgo que tomamos y se mete por donde no se debe muerto de la risa, como si fuese un niño arrancando del colegio detrás de un inspector. Es un gordo gozador, que transpira como camello, pero parece de buen corazón.
El tráfico es cosa seria en toda la ciudad, pero donde se volvió sobrevivencia fue en la Old Delhi que literalmente me mató de miedo, sobre todo cuando nos convertimos en peatones por unos cinco minutos de terror. Pidiendo por favor con la mano, logre que no me atropellara ninguna cosa pero vi mis zapatos pisados por una moto y por otro señor. De verdad una experiencia única que mucho me estresó. Sólo imaginen como si cruzaran la Alameda en plena congestión, caminando por entre medio de todo, porque aquí los pasos de cebra nunca nadie los concibió. Se cruza por todas partes y ten cuidado con los hoyos y las piedras que también son parte del desafío de hoy.
En esta parte de la ciudad la pobreza me impresionó. Las “casas” estaban arriba de almacenes muy viejos y eran mezcla de barro y mugre para ser exactos en la construcción. Las ventanas sólo barrotes de fierro o palos, pero casi cayéndose para el lado que se les dio. Las calles son sólo pavimentos rotos y las veredas cerros de escombros con basuras y una que otra tiendita callejera cobijada en su interior. Los puestos no son más que un palo con una tela de plástico cubriéndolos del sol. Abajo muy pocos productos, en su mayoría frutas o quién sabe Dios, pero sus tienderos viven ahí, se nota por los colchones y la ropa sucia amontonada alrededor. El piso es de barro y ahí es donde ves a muchos durmiendo como esperando que se acabe esta vida que tan poco les dio.
Muchos indios duermen y reposan sus delgados cuerpos y menudos esqueletos donde se les ocurre sin ningún pudor. Los ves como niños acurrucados en el pavimento sin ninguna protección, arriba de un puesto metálico de bebidas o si tienen más suerte en un asiento viejo de un tuc tuc o en la moto llenando toda su superficie horizontal con pequeño cuerpecito como si fuesen momias que el tiempo congeló.
Las siluetas masculinas son muy angostas y de músculos o espaldas nunca conoció. Son bajos, muy morenos y sin ningún encanto en su rostro, más que unas ojeras muy pronunciadas que hace aún más oscura su expresión. No vi a ninguno reírse, como si su alma se hubiese ido a otra dimensión. Hay muchos que parecen homosexuales y van de la mano con su amigo como buscando un poco de cariño en medio de todo este dolor. Muchos jóvenes visten de blue jeans, pero no así el hombre mayor que va con su túnica o un pantalón de tela con brillo de gastado y un zapato viejo que ya perdió su color. No vi ricos ni elegantes en ninguna de las paradas a las que el tour de hoy nos llevó. Sólo hombres trabajadores y otros –muchos- mendigos apenas sosteniendo sus huesos que colgaban dentro de su gastada piel. Las mujeres en sí mismas sí son más atractivas que los hombres pero más por su vestimenta que por otra cuestión. Llevan trenzas largas y sari si son casadas y una túnica con pantalón si son solteras que les tapa casi todo con extrema precaución. Los saris miden 8 metros de largo y en el campo son los que más se suelen usar. Las mujeres viudas están malditas y deben vestir de blanco como señal de su mala suerte. Las féminas son más dulces y guardan cierto misterio en su caminar y mirar. Tienen las caderas más anchas y son más abultadas en general que los hombres. Pero también las hay esqueléticas y que se acuclillan como si fuesen un clip humano doblándose sin ningún impedimento, como si los músculos jamás hubiesen crecido en su interior. Los colores de las ropas son preciosos y las combinaciones llaman mucho la atención. Si son casadas además llevan una mancha de tinta en la partidura del pelo y sólo como bendición un puntito en el entrecejo de cualquier color.
Pasando a temas culturales un poquito de todo para aprender de lo que aquí se estila, siempre será interesante como cuestión: aquí para casarse todo lo arregla la familia y es por el arreglo económico que supone la unión. La mujer paga una dote de 6.000 dólares promedio a la familia del novio y se va a vivir con ellos después de los 5 días que dura la celebración. Sólo una vez se casa el indio común y ya no supera los 2 o 3 niños porque es muy caro la crianza, según se nos informó. La novia tiene que gustarte porque o sino se pierde la dote y perjudicas a la familia, que permanece viviendo siempre junta y la independencia de los recién casados no es tema es discusión. Se vive con los suegros, con los abuelos, con los cuñados, con los sobrinos y todos deben comer juntos y hacer juntos la oración… Suena lindo o lo más próximo al infierno si es que estuvo mala la elección.
En religión es muy difícil entender bien cómo funciona el tema porque supone una comprensión mucho mayor. La mayoría aquí en hindú, el resto musulmán y otras más pequeñas como budistas, cristianos o sijs. Estos últimos se reconocen por sus abultados turbantes que esconden sus cabelleras que jamás deben cortar. Así también su barba que parece un chivo listo para embestir. Sólo esos hombres son grandes, corpulentos, narigones, de un aspecto un poco temible para mi. Capaz que sean re buena gente, pero tampoco vi a ninguno sonreír. Los musulmanes no son muy populares por aquí. Visten sus gorritas blancas y sus túnicas blancas los hacen ver como delgadas velas siempre listas para encender; no así los niñitos chicos que se ven lindos y siempre se ven corriendo a pies pelados por ahí. Sólo niños muy pobre vi. Iban detrás de sus mamás que se dedicaban a desmalezar el pasto, dobladas bajo el calor. Ellos eran verdaderas guaguas que apenas sabían caminar, pero se quedaban quieta echadas en la acequia seca o en la sombra de un árbol que se apiadó. Había también niñitos más grandes, pero estaban aparentemente solos en las calles tocando los vidrios de los autos para recibir una moneda. Eso si que me partieron el alma y sufrí con su carita, sobre todo con una jovencita que evidentemente había recibido un fuerte golpe en su ojo y cuyo sufrimiento conmovió mi corazón. Tanto nos han advertido que no cedamos a la “tentación” de ayudar porque aparecen miles alrededor, pero en este caso hasta el chofer abrió la ventana y le dio. Uff fuerte la verdad la impresión.
Aun en las informaciones generales, quiero agregar la cantidad de jotes que sobrevuelan la ciudad causando una fea impresión. No ayudan mucho el canto de los cuervos que parecen película de terror ni tampoco las feas palomas que están en todas partes como dueñas de la situación. Vi muy pocas vacas caminando como Pedro por su casa y un caballo hecho huesos que apenitas se sostenía en medio del calor. Perros sólo uno pocos, bien destartalados, gatos no vi y sí muchas ardillas flacas y simpáticas que no combinaban demasiado bien con el exterior. Dicen que hay miles de ratones y que nadie los mata porque también tienen algo de sagrado para su religión. Yo no tuve el gusto, pero sí Andrés que los vio paseando por una tienda de textiles y ni se inmutaron con su interrupción.
De la vista de las viviendas y edificios no corre mejor suerte la impresión. Las construcciones son de mediana estatura llenas de moho negro en su exterior. Muchas no están terminadas y/o tienen escombros a su alrededor. Los cables parecen verdaderas serpientes truculentas tragándose todo a su paso sin inhibición. Aquí no existió la estética ni nada parecido dándole a las calles y casas una apariencia futurista de muy horrible condición. Como si fuesen lianas gruesas y negras de algún animal malévolo que las escupió toda la ciudad vieja sucumbió. Nada de balcones, maceteros o plantitas para poner más lindo todo lo que vi. Había también hoteles muy altos y aparentemente elegantes, pero a no muchos metros de ahí, también había verdaderos campamentos hechos solo de tablas, latones y piso de barro para vivir. Veías la ropa tendida y la pobreza que tiñe todo como de un gris grafito imposible de no sentir.
No voy a latear más con los baños en forma de hoyo, pero hoy nuevamente por ahí sucumbí. Las gringas y alemanas estaban peor que yo así que ya la experiencia me hace un master en hacer pipí.
Pasando a temas más doctos, les puedo contar a todos los lugares que fui: partimos en la mezquita Jama Masjid que la hizo el mismo arquitecto del Taj Mahal. Había que entrar sin zapatos a una gran explanada de cemento que quemaba de mirarla así que casi me morí. Mis patitas de princesa ardieron hasta que una sombrita o un género de pésima reputación encontré para poder andar. El lugar pobre, muy masivo y muy difícil de percibir ahí a Dios. De ahí seguimos al Fuerte rojo que lo hizo un sultán mogol. Era una gran pared de ladrillo escarlata que escondía un parque detrás de sí. Tenía foso y antiguamente agua, pero hoy es de los militares así que solo la foto de la fachada y a seguir.
Algunos datos duros de la India nos aportó el guía que era bien desanimado y pesado, pero tenía la gracia de hablar español. La India tiene 29 estados y aproximadamente 1.200 millones de habitantes. La educación y la salud es gratis y según él, muy buena. Su independencia fue en 1947. Tienen buena relación con los ingleses; no así con Pakistán con el que siempre pelean porque es ayudado por China.
Como era de esperar el guía nos llevó a una fábrica de amigos para “obligarnos” a comprar. Nos vino bien el té verde y la botellita de agua, pero gracias a Dios esta vez me pude salvar del regateo incansable con el que Andrés disfruta porque no estaba el precio ni para pelear. Eran lindas las alfombras de Cachemira, pero no se nos da bien el comprar tan caro con la tribu que no lo sabemos apreciar. Fuimos después a un minarete que estaba a punto de caer por su antigüedad. Medía 347 escalones y era digno de contemplar, pero la verdad que el caos y el cansancio nos empezaron a afectar. Así que ahí fuimos a un templo de la religión Bahai que se llama Flor de Loto, que es una fe que partió en Irán y tiene una arquitectura en forma de Opera House, llena de mármoles blancos por donde la puedas mirar. Llena de restricciones en su interior sólo puedes meditar o rezar, pero poco invita la multitud y ese vacío total. Ni una flor había para contemplar; más me pareció una sala de espera de un hospital.
Algo lindo del recorrido dentro de todo fue el monumento a Gandhi que fue cremado y sus cenizas se guardan en ese lugar. Flores y parques, reflejaban su espíritu pacífico y su libertad. Sin embargo, una vez sin zapatos, el cemento me volvió a quemar.
Algunos últimos comentarios por si alguien se anima a leer más. Acá no hay supermercados y todo se vende en pequeños almacenes o en una especie de vega central que tiene mil frutas y verduras que se ven lindas, pero nos da susto comprar. Finalmente compramos algo occidental y nos vinimos al hotel a descansar después de un día tan complejo de procesar. ¿Feo Delhi? La verdad no lo podría juzgar. No me gustó su energía ni tampoco fue muy especial lo que fuimos a visitar. Me quedó con la niñita hermosa que nos sonrió y para colmo nos regaló una rosa como ofrenda de respeto y admiración. Siempre en medio de la suciedad, la pobreza, la basura y el caos evidente que aquí mana, también puede surgir la belleza, la pureza y la paz del corazón (eso que se me olvidó contar de un muerto que llevaban en andas pegadito a nosotros, apenas tapado con un género blanco y sin ninguna protección). Bendita sea esa niñita y su vida y que Dios la cuide para que conserve su belleza interna que hacia fuera hoy se le traslució.
Mañana el espectáculo no sé si será peor. Vamos al epicentro del espíritu indio según se nos explicó, Varanasi que es como un altar gigante donde este pueblo entierra, crema y ofrenda la muerte como opción. Sin duda, miles de aprendizajes e imágenes nuevas nos sorprenderán, así que será mejor descansar.
Día 6: Vanarasi: otro mundo para digerir
De todo lo leído, lo vivido y lo aprendido en todos los medios habidos y por haber, jamás hubo información en mi cerebro que me permitiera decodificar e integrar dos días llenos de estímulos e imágenes como las que aquí sentí y vi. Ni el más pobre de nuestros campamentos tiene algo así, tampoco sé bien cómo procesar y poner lo que voy a escribir. Se me ocurre que lo inefable e inimaginable se da mejor con postales y alguna forma de poesía porque me supera de principio a fin.
Trataré de discernir en el espíritu la moción que aquí se dio; es una mezcla de desolación profunda por tanta miseria y horror; también se suma sorpresa por ver cómo el ser humano aún vive en tan precaria condición y con todo parece acostumbrado y hasta agradeciendo lo poco que se le dio; el caos se da en todos los sentidos y debes estar siempre atento para no caer en un surmenaje por sobreexposición; los sonidos de las bocina realmente asustan y debes sobrevivir a una contaminación acústica que no descansa en ningún momento. Todo es ruido alrededor como si fuese una burbuja de tortura perfectamente creada para esta ocasión. Los ojos deben estar siempre alertas para no ser atropellado o chocar con una vaca o un camión. Debes mirar a todos lados siempre rápidamente para dar un paso del que no te vayas a arrepentir. El tacto tampoco se salva de la locura que aquí se sembró. Ves pieles curtidas en exceso, tocas el suelo lleno de mugres con los pies descalzos y rezar para que las bacterias milenarias se apiaden de tu piel suave y expuesta al roce y al desgaste que aquí nadie parece conocer. Es mas muchos no usan zapatos y ves como la planta se la ha endurecido al punto de creer que verdaderos plásticos van adosados a sus pies. Muchas veces debes hacer vista gorda y aceptar que el agua que te moja los pies o la cara, es del más mal origen pero lo debes de aceptar. Pensar que el olfato en Varanasi se podía salvar, es el peor error que se puede pensar. Hay olor a podrido, a caca de perro, a caca de vaca, a orina humana, a muerto, a basura, a alcantarilla, a incienso, a sándalo, a flores marchitas, a pobreza humana, a aguas servidas que corren sin destino recogiendo en sus entrañas el hedor. Y si de gusto se trata, tampoco es buena la cuestión. Todo sabe picante y debes abstenerte de probar cualquier comida que te ofrezcan por grave riesgo de intoxicación. Fríen cosas, venden tés en vasijas de barro, venden yogurt en vasitos de aluminio, unas pelotas infladas que parecen soufflé, comen tabaco mascado y lo escupen a la calle también. Objetivamente aquí no hay nada lindo, ni armónico, ni estético, ni puro, ni claro, ni fresco, ni limpio como podría buscar nuestra sensibilidad normal para apreciar. Es un caos de toda índole que invade todo tu espacio vital. Solo la pieza del hotel parece un seguro refugio a la avalancha de sensaciones hechas una melcocha que te acosa sin cesar. ¿Es por eso poco interesante o digno de descartar? Jamás. Esta ciudad te descoloca absolutamente y esconde un misterio muy difícil de expresar.
Ubiquémonos primero en lo más parecido que se me ocurre para graficar. Estamos en las calles detrás de la Vega de Santiago, pero aquí no hay servicio de basurero ni aseo local. Las calles son apenas visibles porque desde las 5:30 de la mañana ya están llenas a rabiar. Hay basura vieja y nueva como un puñado de colores que no puedes descifrar. Todo está manchado con un hollín negro que yo al menos relaciono con la suciedad y la pobreza que no es posible superar. Es esa pobreza que ves en los viejitos de la hospedería del hogar de Cristo y que solo con mucho remojo podrías sacar. Así camina casi un 20 por ciento de la población local, pero camina además pintada con pastas de colores, con los pelos tomados o pelados y con los huesos al aire como si fuera normal. Los hombres en general serían todos viejitos de la calle que te miran fijo y pocos saben sonreír un poco más. Seguro no tienen dientes, porque la salud aquí no es tema en realidad. Esta ciudad es de tres millones de habitantes y vienen de toda la India para morir e irse al cielo ya que Shiva, es el dueño de esta ciudad y así lo prometió. Sigo con la ubicación espacial para que alguien más lo pueda imaginar. Las calles fuera de las más comerciales que no tienen espacio sin un pequeño almacén, son callejuelas como medievales donde la luz hace mucho rato se olvidó de entrar. El suelo varía de baldosas rotas a pastelones mojados donde cualquier cosa puedes encontrar. Todo está lleno de recovecos que parecen un calabozo del infierno si te pones a admirar. Caminas atentos a la vacas que también por ahí suelen transitar y no es extraño que además una moto, te deje apresado debajo de la cola o de las patas de tan sagrado animal. De pronto de unos balcones sucios y llenos de moho, qué pensarían están abandonados, surge un rostro de un viejito o una señora que emerge desde la oscuridad y te revelan que viven aquí, en verdaderas cuevas de yesos milenarios que hace mucho dejaron de ser dignos de un hogar. La ciudad se cree tiene al menos 6000 años de antigüedad y la verdad cuesta imaginar tanto tiempo en mi mente, pero se sienten de alguna forma como un peso que la historia sí te sabe cobrar. Todo lo que pisas, respiras y hueles no conoce hace milenios la virginidad; todo está ajado, gastado, que hasta sientes que te falta oxígeno al inspirar. La mayoría de los que te topas te penetran con su mirar. Es una mirada profunda, antigua, como si fueses un ignorante que se asoma a almas muy antiguas que aquí se vinieron a encarnar. Algunas te sonríen con dulzura y logras apreciar una belleza nueva que es un bálsamo en medio de tanta adversidad. Sin embargo, la mayoría está como ido, ensimismado en su pobreza o enfermedad y su dolor te cala de tal forma que no sabes bien como atinar. La ayuda material algo aliviaría pero no es tan fácil todo de arreglar. Ves cortados, ciegos, tullidos, desnutridos, ciegos y todo lo que te puedas imaginar. Las mujeres en general son lindas de mirar. Van marcadas por el trabajo durísimo que seguro desde que caminan les tuvo que tocar. Arrastran sus pies llenos de callos y sus manos toman sus abultados estómagos, como si la comida hubiese compensado en parte tanto esfuerzo y sacrificio para sobrevivir acá. La mayoría viste el Sari tradicional de muchos colores que alegran la postal, pero es raro verlas sonreír o mirar. Hay viejitas tan flaquitas y pobres que crees se van a quebrar. Las cuencas hundidas revelan pronto sus cráneos que van a cremar. Trató de volver a alguna lógica para desplegar un tsunami de sensaciones para no marear.
Las vacas son sagradas porque una de las diosas se representa así como casi todos los 33 millones de dioses que aquí han podido crear. Las vacas siempre tienen un dueño y vuelven solas a su hogar. Las hay flacas hasta los huesos que más parecen perros con tiña que cualquier otro animal, pero también hay unas gordas inmensas que dan miedo y tienen jorobas muy altas que ostentar. También hay búfalos pero no son sagrados y los musulmanes se los comen. Si llegas a matar una vaca 7 años de castigo te saben dar y si se pueden ordeñar para sacar de ella la leche y manteca que ocupan regularmente para hacer velas de manteca con alcanfor para iluminarlas ceremonias y las ofrendas en el rezar. La inmensa mayoría de esta ciudad es hindú pero también hay un porcentaje musulmán, por eso no es raro ver a muchos hombres con los típicos atuendos árabes y las mujeres con gurkas negros o velos que solo sus ojos dejan revelar. La mayoría de los hindú son vegetarianos, pero algunos pollo y pescado se dan permiso de comer sin ofender su fe.
La comida no es muy rica la verdad; mucha legumbre y cremas de verduras que no tientan mucho, pero son suaves al tacto y no cansan tanto el paladar. Es pobre en sus ingredientes y pobre también en su procesar; mucha arroz y papas y casi nada más. No hay chocolates, galletas o helados sino son extranjeros porque aquí eso no se da.
Sigo con el ambiente para después empezar a contar más detalles de esta ciudad. Aquí se percibe la vida cruda, desgarrada, sin ningún tipo de anestesia vital. Se duerme en la calle mucha gente, se trabaja en el suelo y no hay mucho donde sentarse (tampoco está limpio). La muerte es cotidiana y se te cruza como quien va a comprar. Los llevan en unas camillas hechas de palos de bambú y ahí los cubren con una mortaja blanca y se los llevan en andas o arriba de la moto por medio del caos que no respeta nada. Ves las siluetas del muerto como un modelo de momia sin avergonzar; les cuelga la cabeza y a las primeras 24 horas los llevan a quemar a la orilla del río Ganges junto a los familiares hombres, porque a las mujeres se les impide por sensibles o por temor a que la pira se puedan tirar. La madera de los crematorios se apila en las calles aledañas al río y parecen verdaderos edificios zombis, con un color oscuro y un olor a humedad muy fuerte. Suelen poner primero unos leños (normalmente de árbol de mango) luego el cuerpo y luego más leños, que demoran cerca de cinco horas en arder casi completos. El pecho de los hombres y las caderas de las mujeres son más resistentes y muchas veces las tiran así no más al agua. Las cenizas se les dan a las familias que siguen el rito por al menos 12 días más en que hacen ritos y ofrendas, terminando en una comida por el alma que se fue. Aquí todo me parece en primer plano revelando la humanidad en su más brutal condición: la gente hace su vida en la calle, lava su cuerpo en el río, hace pipi donde pille y hasta las guaguas chiquitas juegan en el pavimento como si fuese su jardín. Choca fuerte la verdad y parece que todo se limpia y se arregla con un buen balde de agua que a todos les encanta tirar. A los ojos míos, la suciedad solo se traslada unos metros más allá. Como que nuestro valor se convirtiera en algo pequeño y desechable perfecto para recordarnos que todos, todos, somos iguales en verdad. Nacemos desnudos y vulnerables, luego la nutrición física y emocional será una ruleta del azar, lo que nos llevará a una juventud en que todos podemos soñar. Más tarde solo unos pocos conservan la ilusión y la convicción y la mañana solo se dedicará a sobrevivir y a trabajar, de acuerdo a las necesidades que se ha autos puesto para ser feliz. Entre medio tendremos que comer, dormir, hacer nuestras necesidades, tener hijos los que quieran y puedan, criarlos y finalmente yacer en un lienzo para convertirnos en cenizas e ir al mejor lugar que Dios nos quiera donar. Así se ve la vida en las calles de Vanarasi: simple, lineal, cruda, sin seguros ni garantías que nos puedan engañar. Nada de lo feo ni lo enfermo está oculto; todo lo humano se ve y se siente en la piel.
A propósito de reflexiones más profundas, el hinduismo como religión me ha parecido que es una receta fácil y simple de la felicidad y explica como para niños el propósito que cada uno tiene que desear. Todo se reduce a ofrendas, estados de semi alienación a través de mantra y canciones. Me parece que Cristo le dio una vuelta buena a esta religión, lástima que tan pocos viven la profundidad del mensaje y han captado su comprensión. Al igual que aquí, parece más fácil cumplir ritos y repetir, pero sin una verdadera capacidad de discernir . El budismo es fuerte también por aquí. Buda dio su primer sermón aquí a los primeros cinco discípulos que tuvo y por eso también es lugar de peregrinación. Quizás diga una herejía de tamaño mayor, pero todos los iluminados y el mismo Señor nunca son comprendidos en su visión y eso me da pena y frustración. Supongo que yo estoy también años luz de una verdadera fe como el enseñó, pero al ver cómo se dividen por el día en que celebran o por su alimentación, me baja una gran rebeldía interior. De cuando la forma supera al fondo de la cuestión de la existencia; aquí se siente fuerte la discriminación contra los musulmanes y qué decir de los de Bangladesh. Los indios los relegan por ser pobres ( sí más que ellos, cómo será eso por Dios) y viven debajo de los puentes como gitanos, con niños piluchos y mujeres con la cara rasgada por el dolor. Están también grupos desprendidos de cada una de las religiones madres, como el Jainismo que a su vez también se dividió. Así ves santones hindúes, sacerdotes, monjes de Naranjo y hombres raros que leen el horóscopo o se dedican a la adivinación.
La energía con todo es mucho más linda que la de Delhi y supongo que radica en esta misma espiritualidad milenaria que, además de básica, es muy fuerte en su aplicación. Ya en las grandes ciudades, los jóvenes están perdiendo la tradición, pero aquí el que se sale es mal visto y genera mucho dolor para su familia. Una de estas tiene que ver con la ofrenda hacia el Ganges, donde asiste una multitud después del atardecer. Nos llevaron ahí, después de llegar y atravesar el caos que es total. El agua del río es verde café y está contaminada con todo lo que antes vimos deambulando por la ciudad. El río sube y baja su nivel de agua, según la estación, y deja el borde vomitado de un barro abundante de color gris que todos pisan como si fuese una alfombra preciosa. En ese ritual, los siete jóvenes sacerdotes – que en realidad son estudiantes- se suben a unas plataformas de cemento para orar, mientras los acompaña música de flautas y canto que hipnotiza de solo escuchar. Es un tono cadencioso, como si una ola suave te empezará a envolver en sedas y aromas lindos, pero eso es solo lo ficticio, porque en la realidad, estás rodeado de mil personas, basuras, flores viejas y muchas cosas imposibles de reconocer en verdad. Todos los asistentes estamos desplegados en escalones semi formales que bajan a la orilla y te cobran por sillas extras para mirar. Fuego e incienso es el epicentro para agradecer a la madre Ganges, toda su bondad y la salvación que regala a quien ahí se quiera quedar. Impresionante porque si bien captan el interés de muchos turistas, no es un show, es real devoción tanta los que celebran como los que los acompañan con el rezar. Lenta y repetitiva, como esas ceremonias de los chinos del norte, pero tienen miles de seguidores que aplauden suavemente animando el ritmo o entonando un mantra parecido al «om».
Decenas de niñitos astutos y sobrevivientes de esta pobreza, hablan mil idiomas con tratar de vender. Solo pensar en la Trinita o a Aki en esa situación, me apretó el corazón. Dónde vivirán todos esos chiquititos de mirada deliciosa y picarona. ¿comerán? ¿Serán víctima de una banda? ¿Les habrán arrebatado su dignidad e inocencia? Algo les ayuda el que la ciudad sea espiritual y que el castigo a la violación sea muy brutal, pero comparado con los cuidados americanos, aquí los niños no valen nada. Solo al recordar la cantidad de luces, sirenas y cortes de tránsito que hacían allá para cruzar la calle, sorprende que aquí deban hacerse espacio como ratones pequeños para avanzar. Es como en los tiempos de Jesús; los más pequeños de los pequeños y que solo regalan su sonrisa llena de dientes brillantes y chuecos que contrasta con su piel tostada como de madera fina, recién pulida. Cuando se ven los niños con uniformes, realmente son preciosos y se esmeran en su presentación. Hay miles de uniformes diferentes que regala el gobierno, pero no varían los peinados engominados de los niñitos y unas trenzas gordas y encintadas con lienzos blancos en pelos muy oscuros y brillantes de las niñitas. Parecen muñecas tímidas, pero dulces y llenas de esperanza en su mirada que se achina de alegría al saludarlas. Pucha que me gustan los niños en verdad, lástima que no me entiendan para poder hacerle cuentos o hacer reír con miles de locuras que se me ocurren al verlos pasar. Les haría historias de un país lejano que queda más allá de su río o de las montañas más altas que puedan recordar. Seguro agregaría una que otra hada o enano, porque aquí no son tan populares como allá. Pero seguro le haría pinturas con sus caritas si me dejaran retratar; son un testimonio encarnado del amor de Dios que me conmueve a todo dar.
La ceremonia nocturna fue como una visa al pasado, donde cada elemento tenía hilos enrollados y hasta los «palacios» que bordeaban el río, parecían coludidos a mantenerse vivos mientras la tradición siguiera en pie. Las construcciones tienen cerca de 400 años y da gusto escuchar al guía cómo presenta a cada una con orgullo magistral, como si fuese el mismo Taj Mahal. Yo solo veo unos edificios como de arena, deslavados en su pintura, llenos de moho y suciedad, a punto de sucumbir peligrosamente por su vejez. Lo asombroso es que en esas ruinas vive gente hasta hay un hotel, donde se pasean los monos como gatos como si fueran los dueños del burdel. Sí, eso parecen burdeles de mala muerte, con caras ajadas y suplicantes a la vez. La orilla del río es sagrada y así se siente y se ve, pero no quita la extrema miseria combinada con vejez.
Arrancamos segundos antes que terminara para no ser comidos por una multitud de peregrinos a los que no les extraña nuestra presencia; la acogen gustosos porque valoran que otros quieran conocer su tradición. Pero esta es una caja de Pandora y siempre tiene algo nuevo que ofrecer.
A las 5:15 de la mañana, atravesamos Varanasi por callejuelas semi en penumbras y recién abriendo los ojos a un nublado amanecer. En serio que fue un laberinto y sin el guía hubiese terminado perdida entre las fauces de esta milenaria ciudad. Llegamos a un bote muy sencillo, que apenas se sostenía bien. Despintado y gastada la madera por el tiempo, parecía una balsa de cañas luchando diga por sobrevivir y no sumarse al cerro de escombros que había por doquier. Un hombrecito- así tal cual- flaquito, moreno, que con suerte alcanzaba mi hombro, remaba animado, haciéndonos recorrer toda la costa sagrada, que ofrecía generosa miles de espectáculos dignos de ver. Había mujeres lavando sus saris o metiéndose con ropa al agua para recibir su bendición; había lavanderos de paños sagrados que solo ocupaban el agua para «purificar»; había hombres haciendo ritos metidos hasta la cintura en el agua o de frontón flotando en medio de este lecho, que cálculo de unos 2 km de ancho y unos 100 metros de profundidad. Así llegamos al crematorio más antiguo ( hay muchos y queman cerca de 200 cuerpos al día), que tiene un fuego sagrado que nunca se debe apagar. Tampoco se recuerda quién lo encendió por primera vez y cuenta la tradición que el mismo Shiva lo inició. Desde arriba de nuestro enclenque bote tío, compramos velas para hacer ofrendas y oración. Pequeños platos de cartón con pétalos de flores y una vela de manteca que duró menos que la oración. Fue lindo y emotivo el momento y más vale la pena creer y seguir la tradición que desconfiar de la fuerza de miles de años sumados por esta religión. Fue increíble visualizar a través de la magia de esta pequeña luz en el manto café, cómo ha habido millones de peregrinos que como nosotros vienen a revitalizar su fe.
Es común ver también ver en la orilla, sentados en los peldaños de la ladera, como los hombres se hacen masajes con aceite, preparando el Rito de la purificación. En silencio interior (porque el de afuera es imposible) observo tantos cuerpos y rostros que quedó absorta en la diversidad en plena ebullición. Cráneos diferentes, peinados diversos, complexiones óseas de la A a la Z, ojos brillantes o nublados, chicos y grandes, esqueléticos y gordos… n buen exponente humano se ve con todos evolución y deformación. Los tendones y huesos son un espectáculo conmovedor; casi es posible conocer la vida de la persona por su curvatura o formación. Muchos tienen cicatrices en la cabeza o huesos torcidos puestos donde Dios no los creo y solo se tapan con un paño viejo o un calzoncillos lleno de hilachas que lucen un ninguna inhibición. Me acorde que también vimos unos travestis vestidos con saris y pintados con toda dedicación; uf fuerte la impresión, pero como aquí todo es sagrado, ellos también tenían un don especial por su condición. Su bendición trae suerte a las familias que los invitan, así que rudos y enormes -los únicos hombres grandes que he visto- lucen orgullosos su situación.
No se definir como miedo lo que se siente en las calles, pero sí un estado de shock y alerta permanente que se parece mucho a ese sentimiento de inseguridad y terror. Perdí por segundos de vista a Andrés y el piso en serio se me movió de angustia y de desprotección. Si los niños aquí valen poco, una viuda es lo peor… ¡Qué injusto no!.
Vuelvo al bote porque me dispersé ( perdón son tantas las imágenes que mi cerebro aún no recupera el control de su función). Los hombres que nadan en el río se me antojaron parientes cercanos de los lobos marinos ya que su color de piel y sus estómagos fuera del agua, así los hacían parecer. Más aún cuando de contentos, se ponían a gritar e invocaban a la divinidad. Sus voces hacían eco en los muros de la antigüedad. Uno de verdad se siente fuera de lugar, observando desde muy lejos y trato infructuosamente de recordar si alguna vez estuve en este lugar. Siento que aquí el ser humano como individuo no existe como tal; es solo un engranaje de este mar café que hoy nada y mañana ya no está. No me gusta eso; me hace sentirme lejos de un Dios persona que me ama a mí y cada cual en forma especial. Aquí, la vida más parece una fábrica defectuosa y vieja de humanos que transita produciendo aun más restos a la suciedad. No parece haber lucha ni evolución espiritual solo resignación a lo que te hubo de tocar. No hay demasiado espacio para salirse del camino conocido e innovar; tampoco para cuestionar. Todo se hace como siempre se ha hecho y a nadie le parece molestar. El tema de las castas así se logra explicar. Dios es muy humano y caprichoso en este paradigma y si bien lo respeto, no me calza en mi pensar.
Tratando de sacar conclusiones de la vivencia espiritual el hinduismo me parece deja poco espacio a la libertad personal. Si se ve gente muy buena y que cree de verdad, pero no se ve grandes cuestionamientos ni discernimiento individual. Es importante para mí al menos, desmitificar la imagen pre hecha de tanta espiritualidad. Aquí se vive mucho, es cierto, pero desde lo que podríamos denominar prácticas de piedad más que una profunda transformación personal. Es una religión muy popular y de ritos ancestrales, pero mucho de tocar, de pintar, sin saber mucho que pasa por adentro y cuánto eso es real para la liberación del ego y la santidad. De hecho los santones más dan miedo que reflejar una mayor altura espiritual. Parecen viejos mañosos y enojo es que te cobran por las fotos o por si mucho los has de mirar.
Abandonando la embarcación de palos destartalados, que atracó junto a un centenar igual, vimos el cuerpo quemar. Luego caminamos por las callecitas que se habían prendido de más vida para algo de energía vital tomar. Recorrimos «escuelas» donde los chiquillos chicos van a estudiar sánscrito y otras cosas sagradas como vocación. Se veían lindos, como jugando a repetir y a cantar. Todos estaban en el suelo e imitaban a un maestro que les enseñaba sin parar. Me pareció legítima esta posibilidad como un escape posible a la miseria y a la orfandad. Vimos también cobras en un canasto y solo de lejos me atreví a apreciar su cabeza ancha, como si se la hubiesen aplastado para matar. Estaban vivas y coleando y eran capaces de matar. Uf en cada esquina, había una nueva sorpresa para admirar. Pequeños templos sucios y con unas figuras irreconocibles adentro, todos querían tocar. Muchos tenían pintura naranja fresca que luego se pintaban la frente y las mujeres además el cuello para alabar.
Es importante aclarar que este es el epicentro de la ciudad, pero alejándose un poco de ella, es posible ver un poquitito más de orden y silencio, pero sin hacerse mayor ilusión porque vienen las vacas locas o un tuc tuc que loco atraviesa la vereda, como si no hubiese nadie más. Nos llevó el guía a un templo de oro, que está al medio de este caos humano y por primera vez sentí que me faltó la fuerza para continuar. El cuerpo se me partió en dos primeramente por el olor; luego con el hacinamiento y finalmente la revisión de al policía que deja mucho que desear. Lo hacen para evitar atentados porque hay mucha tensión con Pakistán y acaban de encontrar envidias de su terrorismo y que siempre están dispuestos a atacar. Todo estaba apretujado, mojado, hediondo y un techo bajo de plástico y géneros roñosos me aplastaron mi humanidad que quería escapar. Me dio como claustrofobia y asco ver como todos escupen sus fluidos como si fueran azahar. Finalmente solo queda entregarse a la costumbre y caminar como una vaca más. De todo se aprende y esta no es una excepción. Hay que aprender a respetar otras costumbres y saber que lo obvio no lo es tanto en realidad. Tal como dije antes aquí se ve la humanidad con toda su fealdad en primera plana y eso es lo normal. ¿Qué aprendo? Aún no saco bien punta a la lección más profunda de esta situación. Intuyo tiene que ver con el interior y el exterior y la necesidad de equilibrar los dos. Aquí se privilegia lo que viaja dentro del alma y el ser es el factor principal de la ecuación. De ahí que veas a muchos como en un eterno estado de contemplación cuando podrían estar limpiando y poniendo un poco de belleza o trabajo al lugar en que se encuentran, pero no les interesa. Todo está bien en el mismo estado que ven. Por el contrario en Occidente, se ha privilegiado tanto el exterior y el hacer, que se ha descuidado lo esencial, pasando a una carrera vertiginosa por transformar, poseer y asegurar un mejor estado que el actual. Somos interior y exterior, ser y hacer, espíritu y cuerpo y a ninguno podemos descuidar. Sería interesante hacer una buena mezcla y ambas sabidurías poder combinar. Espacios de ocio y contemplación, pero otros de trabajo y superación. Sería lindo soñar un mundo bello, ordenado y digno como el que la riqueza de Europa o de la naturaleza en estado puro suele regalar, con personas persigue rana capaces de orar, ayudarse y cooperar en la creación sin destruir ni ensuciar. Cuando se idealiza este lugar como la única respuesta a los problemas que la cultura del rendimiento suele provocar, creo que es un error, porque se va al otro extremo y eso tampoco es bueno en la profundidad. Ni tanto ni tampoco diría San Ignacio o al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, aportaría nuestro Señor. En India el entorno poco importa y como no entiendo claramente el interior, me causa ruido y dolor. No puede uno acostumbrarse tan fácil a hacer normal la miseria y la suciedad. Me aprietan el corazón los niñitos botados apenas tapados, a pies pelados y con sus guatitas infladas de hambre y orfandad. Sé que esa es mi lectura y no la de esta sociedad, sé que hay que aceptar y navegar más arriba para entender la lección de fondo que esta vivencia me viene a regalar. No me amarga, sí me conmueve y me hace cuestionarme por el sentido de la vida – tanto en lo personal, como en lo universal. La pobreza debe ir con dignidad y belleza para dar testimonio de Dios. No creo que a él/ella le agrade ese hollín y el sufrimiento como sello de su creación. Tampoco creo que le guste el malo y el olor artificioso de lo plástico e higiénico que Occidente desarrolló. Natural, bueno, bonito, sencillo, verdadero, compartido, cuidado, sano, respetuoso, creo que por ahí va la combinación que debiese lograr el hombre para su máxima evolución, sobre vivencia y salvación. ¿Será posible construir el desarrollo humano sin el paradigma único del consumo, la competencia y la pérdida del centro esencial del ser? Aquí la cosa es mejor que en Delhi , pero también hay mucho dolor; lo sientes como fisuras profundas que marcan los rostros con surcos por los que sientes han corrido lágrimas sin control. Los templos que visitamos eran súplicas que confirmaron la teoría anterior; solo que la responsabilidad se la endosan al karma y a Dios. Este se manifiesta con mil rostros, nombres y parientes y con un enredo pataguinos que ni los hindúes entienden verdaderamente y lo aplican por partes según su conveniencia y ocasión. Los templos son ruidosos, sucios y no ayudan al recogimiento ni a la oración. Todo se toca, se pinta, se bendice y no puedes hacer una ofrenda sin dejar una moneda al que te ayudó. No sé cómo encuentran el silencio , la serenidad y su paz interior. Quizás son mucho más privilegiados por la simpleza de su corazón; se pintan el punto Naranjo en la frente y ahí se cerró el tema en cuestión.
Finalmente como si fuera poco, el guía nos llevó a la típica tienda del amigo para ganar una comisión. Él nos mostró sus fábricas de telares y realmente inhumanas las condiciones e inexistentes los derechos del trabajador. Los pobres hombres estaban enterrados en sucuchos oscuros y mal olientes, se sacaban los ojos haciendo telares a mano o perdiendo la audición con máquinas infernales que parecían monstruos ennegrecidos de aceite engulléndose a sus víctimas humanas que no tenían otra opción. Nada de luz, ni un asiento les proveyó el empleador. Me acordé de las protestas del salitre o las del carbón; cuánta sangre y muerte exige la lucha por la justicia y dignidad del trabajador… Por supuesto que desligarse del negociante era cosa difícil de sortear, así que después de todo su macabro show, salí con un pañuelo y un Sari que al menos me parecieron un reconocimiento al esfuerzo de esos hombres y sus familias a los que tan dura la vida les tocó.
Pensando que ya había sido suficiente para un día de aprendizajes, nuevamente este pueblo me sorprendió y confieso que también me superó. Fuimos a la estación de trenes y el espectáculo fue aún mayor. Los rieles y los andenes son el fiel reflejo de la idiosincrasia que antes se expresó. Todo es basura, agua servida, escombros y miles de escupitajos se mezclan con personas sentadas o acostadas en el suelo. Había vacas comiendo en los basureros de la estación y una mujer gangosa no paraba de hacer anuncios por un micrófono que nadie era capaz de descifrar por la contaminación que aquí se da. Para imaginarse la cantidad de gente, podría servir el metro de Santiago, pero sumándole maletas, maletitas, bolsos, animales y todo lo inimaginable por Dios. El panorama comenzó a ser amenazantemente y por primera vez quiero bilocarme de la India y aparecer en un espacio vital sin tanta invasión. Muchos se sentaban en cuclillas, como doblados en sus propios huesos asemejando gárgolas humanas petrificadas por la espera y la desnutrición. Pero tantos otros prepotentes que como vacas de dos patas, arrasaban con ellos y lo que encontraran a su alrededor. A la pobre viejita enana que estaba como durmiendo al lado mío un tipo como tres veces la pisó y nada le importó. Irresponsablemente salí en su defensa, pero aquí todo se discute a gritos y hasta ahí no más llegué yo. Me sentí impotente ante la falta de respeto y el abuso del señor. Es curioso, porque en medio de este caos donde el riel es atravesado como paseo y corredor, los niñitos y guaguas están sentados en el cemento, recibiendo cuanto bicho e infección. Sin embargo y con todo eso, hay una suerte de protección implícita que igual sientes alrededor, ¿será Dios o solo la irresponsabilidad de Andrés y yo?. Finalmente apareció el famoso tren y toda esta masa humana despertó de su letargo y una vez más me asustó. Nuestro guía estaba encargado de embarcarnos así que en algo nos alivió, pero cuando vi la famosa cabina de primera clase, el alma en la estación se me quedó. No sé en qué parte de mis expectativas me imaginé un tren bonito y limpio en el que pasaríamos la noche como una gran aventura; solo quedó la aventura y el temor y el asco continuó. Qué difícil ser tan mal acostumbrado a lo limpio y a lo bueno digo yo; nosotros íbamos en la mejor cabina de casi 400 metros de tren y así y todo era bastante insalubre y de dudosa vida anterior. Nos encerramos con llave y luego otro hombrecito nos entregó unas sábanas limpias – así olían al menos- para tapar la litera que nos tocó. Todo el resto, preferimos dejarlo tal cual se nos presentó. Mientras yo respingaba la nariz como niñita bien sacada de su burbuja, no sin vergüenza, pero incapaz de disfrutarlo todo pensando en bacterias y el pasajero anterior, también pensaba en los miles de pasajeros que viajaban conmigo y en condiciones mucho peores, lo que más me dolió. La culpa se me sumo al asco y esa no es una buena combinación, por lo que la dormida fue a saltos, como de estación a estación. Añoré una camita limpia, un jardín lleno de flores, un silencio y paz alrededor. Soñé con gente sonriendo y con una rica ensalada verde con aceite de oliva y limón. Solo galletas, agua y un pedazo de chocolate nos quedaba de comida, porque no nos animamos a ir al «comedor», ya que eso implicaba luego ir al baño y ese si era del terror. Perdonen si me reveló en mi mal acostumbrada burguesía, pero supongo que necesitaré más tiempo para acostumbrarme a tantos olores humanos y toda su expresión.
En resumen, un día de humanidad vivido al extremo en todo su esplendor. Agotador de todas las energías del alma y los cinco sentidos entraron en total colapso por la sobreexposición. La vida y la muerte tan de cerca me mareó. Interesante, profundo, intenso, misterioso y lleno de códigos que seguro apenas capto mi ser interior. Sin embargo el exterior se cansó. Necesitaré días para volver al centro y reencontrarme conmigo y con el propósito de todo lo que vi hoy. Me llevo en el alma la miseria y esta forma de religión; creo que aprendí por contraste y me ubicaré como ciudadana de occriente; una unión y mezcla de la riqueza que en ambos lados por extremarse se perdió. Soy un ser bisagra o al menos eso anhelo de corazón, integrar el fondo con la forma y el exterior con el interior; integrar al ser con su hacer y generar belleza, crecimiento y fecundidad espiritual al mi alrededor. No me gusta la miseria espiritual ni material y adoro la belleza y armonía natural y sencilla de la creación. Me gusta ayudarle a Dios en ser creadora y continuar humildemente sembrando amor. Voy a inventar un nuevo hemisferio que esté al medio de los dos; solo me falta el territorio y alguno que otro discípulo digo yo, jaja. ¿Con qué sensación me quedo? Con una falta de hogar real en esta tierra que se desangra por los extremos del hacer y el tener versus el ser y el dejarse llevar. Somos responsables de nosotros mismos y de lo que nos rodea por ser hijos de Dios, cómo seguir adelante sin perder la esperanza del corazón. Supongo que eso empujó a Gandhi y a tantos que quieren anónimamente un mundo mejor; no se puede renunciar al anhelo que viene bordado con hilos de fuego en nuestro corazón. Cansarse sí es permitido, pero rendirse y renunciar no. Ahora a dormir en el bamboleo del tren para mezclar todo en una batidora de sentimientos, visiones y mociones que darán para largo en su digestión. Gracias Señor por cuidarme y por dejarme ir en esta cabina tan sencilla y no en la última esquina sucia del vagón de este tren de la vida con tantas lecciones misteriosas de dolor y paradas preciosas donde he sentido tu amor.
Día 7: Jhansi y Orcha
El tren nos dejo en una estación muy pobre donde unos hombrecitos literalmente se pelean por llevarte las maletas, que las echan sobre la cabeza sin importa el peso o la cantidad. Es fuerte oír a los indios discutir; claro que no entiendo nada pero no escatiman en expresar sus sentimientos – hombres y mujeres – con total libertad. Sin embargo, no parecen usar la violencia física para atacar; solo palabras y siguen caminando como si nada.
Ahí nos esperaba un auto para llevarnos a Orcha, pero sin antes desayunar. Bueno, la verdad fue una comida muy poco higiénica y muy mal presentada en un hotel que era de una Maraha. Todo venido a menos , me recordó enseguida la película del exótico Marigold Hotel. Todo en estado potencial, pero sin acabar de ser. No había frutos, no había mucha comida y la que llegó estaba llena de dudas sobre su origen y proceder. Hasta del café dude y ciertamente al ratito un poco me enfermé. Nada grave, por suerte porque no me interesa conocer la salud d este pueblo esta vez.
Ya de camino al pequeño poblado de Orcha, por primera vez en muchos días disfrutamos de un preciado momento de silencio y soledad. Está bordeado por un río muy hermoso, de aguas verdes cristalinas que dejan mostrar el fondo y las fenomenales piedras rosadas que hacen la corriente bailar. Se ven muchos niños bañándose con calzoncillos y riéndose desde adentro; una maravilla en verdad. También hay muchas mujeres que aquí vienen a lavar. Es como el Ganges pero sin contaminar; bueno dicen que ya no hay cocodrilos y las cobras escasean porque se van a la selva lateral. Efectivamente detrás del río se ve un manto verde muy abundante, del que salen preciosas mariposas volando para recordarme que en India hay mucha belleza y naturaleza aún por observar. De lejos se observan templos maravillosos que iremos a visitar. Hay mogoles ( de sultanes musulmanes) y otro hindúes y se distinguen por las cúpulas de sus techos. Las primeras redondas y las segundas como tortas de novia, en varios pisos que se van adelgazando hacia arriba, terminando en un palito o algo similar.
El templo mogol seguro que antes fue mi hogar. A pesar de estar muy mal conservado y que la mantención se reduzca a barrer las hojas y el polvo de aquí para allá, se logran ver los decoros en turquesa, azul y verde, como si los hubiese elegido yo sin dudar. Hay flores, mándalas y mosaicos hermosos que se pueden reconocer en el edificio de tres pisos y de planta rectangular. Miles de piezas, de salas, corredores y hasta una piscina al centro se construyó el sultán. Todos los lujos inimaginables y prácticamente ya no queda nada. Muy cerquita caminando está su competencia hindú, que me gusta un poco menos, pero no deja de sorprender también por toda la vida que se siente aquí se pudo dar. Plataformas de baile, baños, piezas, aposento real. Lo más impresionante fueron las pinturas detalladas de los techos que aún se conservan sin borrar. En ellas se veían distintas razas y costumbres de la época como cazar o bailar, sin embargo hoy las únicas que cantaban y bailaban, eran miles de golondrinas muy ruidosas que se creían dueñas del lugar.
Otro poquito en auto donde comentábamos la pena que da el abandono de monumentos tan increíbles que ya quisiéramos nosotros en Chile cuidar. No tenemos ni siquiera algo cercano a esta arquitectura y lujo sin par. Solo 400 años y ya casi se viene abajo y no sé si alguien tendrá la suficiente plata para restaurarlo y llevarlo de nuevo a su gloria y majestad. Por eso nos sorprendió gratamente el ultimo conjunto de templos de este lugar. Había en la puerta un hombre como sacado de un cuento antiguo que pedía monedas del país de origen para poderlas coleccionar. Es conmovedor sentir cómo todo aquí es un tesoro para los locales y así me vi regalando todos los lápices que tenía en la cartera a unos niñitos preciosos que se venían de bañar. También me pedían dulces y hasta mi cartera querían intrusear. Cabros chicos llenos de vida, mojados con alegría y paz. Bueno al entrar al último templo, fue una sorpresa linda ver los jardines verdes, llenos de flores y casi un mariposario natural. Había miles, amarillas, negras, pequeñas, gigantes, blancas, salmones… Un espectáculo de belleza y libertad que me alimento mucho de verdad. Solo nosotros pudimos apreciar y contemplar este remanso, que fue un refugio urgente y necesario después de Varanasi y todo su mirar. Extasiada mire al río cercano y vi las mariposas en parejas coquetear junto a un verde intenso que enmarcaba el lugar como una corona de vitalidad. Dos hombres cuidaban el jardín en medio de un calor infernal. Su piel estaba tan oscura y su cuerpo tan doblado que al rato, al lado mío se fueron a sentar. Fue bonito verlos sonreír igual y celebrar como niños cuando encontraron un pedazo de un panal.
De Orcha me fui muy contenta y con más paz. Reuní la energía necesaria para hacer el camino en auto a Khajuraho, que dura casi cuatro horas y es toda una odisea para transitar. Imaginen un camino de no más de cinco metros de ancho, sin berma ni nada; solo barro y arbustos a su lado donde se salpican pequeños pueblos con almacenes y puestos de verdura y un centro donde sus habitantes van el agua a bombear. Manualmente ves como extraen del fondo del pozo comunitario el elemento vital. Obvio que no hay cañerías ni alcantarillado por este lugar. El camino está lleno de hoyos del pavimento y así debes sortear además vacas, búfalos, cabras, motos, peatones y unos gigantescos camiones que se creen en autopistas de alta velocidad. Los camiones son un espectáculo por sí mismos ya que cada dueño «enchula» literalmente su máquina y la llena de colores, luces, fluorescentes, campanas y todo lo que pueda pillar. Además hay micros humanas en los «panes de molde» que antes solíamos en Chile usar. Les sacan las ventanas y meten 10 o 12 personas fácilmente súper apretadas. El arte del bocinazo es un código bien especial. Un toque para decir cuidado y dos que te voy a pasar. Una bocina larga es que la estás embarrando y hay otras que parecen morisquetas por los raros ruidos que hacen sin parar.
Los pueblos que vamos viendo son pobres, muy pobres, pero con todo mejor que en Varanasi y Delhi que no logro olvidar. Aquí hay mucha basura y las construcciones son de ladrillos a medio terminar. Sin embargo lo que más sorprende en la delgadez de todos, que más parecen zombis envueltos en telas que seres humanos en realidad. Los hombres se ven todo el rato sentados conversando sin hacer nada; no así las mujeres que están en el campo, en la tierra o llevando cosas en sus cabezas con un equilibrio espectacular. Se ven lindas a pesar de su miseria y cansino caminar. Aquí casi todos viven de la agricultura o del turismo que es muy fuerte, pero no hay más. En uno de esos pueblos quisimos comprar algo para comer y no pudimos reconocer nada; solo una Pepsi y pare de contar. Todo el resto sería un acto temerario e insisto no nos queremos enfermar.
El campo tiene tierra roja y gredosa y solo se ve cultivo artesanal. Nada de grandes potreros o riegos industriales; solo acequias, seres humanos enjutos y secos de tanto trabajar. Solo espero que sobrevivamos a esta locura que es manejar. Nuestro chofer es muy hábil, pero ha parado varias veces a milímetros de atropellar personas o oliendo el parachoques de otro auto o de un camión.
Solo para terminar este día, creo importante resaltar la dignidad y belleza natural de las mujeres indias que no tiene edad. No importa si son jovencitas o viejitas desdentadas. Bajo sus pieles de saris de colores, parecen verdaderas reinas a pesar de su miseria y osamenta que apenas las deja enderezar. Se ven tristes quizás, pero una tristeza vulnerable que resalta aún más su profunda esencia y postura real. No así los hombres que son feos a matar. Está lleno de propaganda política con carteles de todos los candidatos y podrían participar en un ranking de fealdad. Me va a retar el Pipe seguro por este comentario, pero son sus expresiones las que más los afean y sus bocas al hablar. La mayoría tiene los dientes teñidos por mascar tabaco y muchos padecerán cáncer por este vicio mortal. Andan vestidos muy sencillamente y son tan menuditos, que parece se fueran a quebrar. Muchos usan bigote o una barba sin cuidar, que no hacen muy buena combinación con ojeras muy oscuras que le quitan brillo en su mirar. Son muy negros de piel, de pelo y algunos para no mostrar las canas, se tiñen con Henna rojo y se ven fatal. Suficiente pelar. Me voy a acostar en una camita limpia que se agradece más que nunca en forma especial.
Día 8: Khajuraho: Espectacular
Una vez más el cambio de horario nos jugó una mala pasada. Despertamos a las cinco y después nos quedamos dormidos para desayunar. Con todo alcanzamos a probar unos dulces hechos con lentejas que saben rico, como puré de castañas que con el helado de vainilla quedaba genial. Eso en realidad fue en la comida, pero ya llegué a la etapa del paseo donde las marraquetas empiezas a extrañar. La lluvia se desató en el cielo y es un verdadero diluvio el que vamos a atravesar. A nadie parece inquietarle así que las buenas chalitas y a arremangarse no más. Por unas pocas rupias te arriendan paraguas para pasear. Se aprecia la creatividad local, porque o si no hubiésemos quedados empapados en menos de 5 minutos sin poder disfrutar todo lo que esta ciudad esconde que es precioso y magistral.
Primero fuimos a unos 17 templos hindúes hechos de arenisca que es una piedra muy especial. Por una parte es muy fácil de tallar, pero con el tiempo toma la dureza y consistencia del metal. Su color sin embargo varía del marfil a un rosado suave, pasando también por el ocre y por el gris. Todo con la lluvia se ve muy luminoso y el verde que los rodea creo que fue un privilegio al fin. Los templos demoraron 20 años en construir y 16 mil hombres trabajaron ahí en el siglo 11.
Las cúpulas van ascendiendo como con tallados de marfil, llenos de recovecos y hoyitos que hacen ver todo como si fuera esos juegos de madera para construir. Tienen entre 20 y 35 metros de altura, pero lo más famoso e impresionante son sus pequeñas esculturas que representan todas las formas en que se puede hacer el amor. Se cree que eran lecciones de Kamasutra para los jóvenes y la verdad fueron bien explícitas las lecciones que aquí se plasmaron para su educación. Hay 84 formas diferentes, alcanzando así una semana al mes por año para, dejando descansar los domingos. Lo que sí hay que ser de goma para seguir las instrucciones ya que doblan piernas, brazos, espaldas y todo como culebras en búsqueda del más inédito placer. Sorprende ver que necesitaban ayudantes en algunas posiciones y estos aprovechaban de mirar la entretención y sacar algún provecho de esta extraña situación. Las mujeres bellas debían tener pechos como limones, cara de naranja, boca de tomate, pelo largo, vientre plano y un ombligo muy hundido para sobresalir. Usaban ropas cortitas, estrechas y mucha desnudez. Se las traían en el siglo 11 todos por aquí, ya que varios hacían fiestas entre varios y hasta animales sumaban a falta de la mujer. Todo esto está descrito en un libro que un hindú escribió hace mucho tiempo y que aquí los escultores graficaron con gran dedicación. Para compensar un poco supongo que hicieron otro lote de animales, de dioses y de caras de demonio para espantar el mal de ojo. Es interesante esto último ya que es una creencia muy aferrada entre la población actual. Muchos almacenes cuelgan ají con limón para espantarlo y a los niños chiquititos les pintan los ojos con líneas negras para protegerlos de este mal. Hay ceremonias especiales además para este mal espantar. Yo me pregunto quién podría desearle mal a un niño recién nacido; es difícil entenderlo en verdad.
Todo el parque se seguía inundando con la lluvia, pero los turistas seguían entrando y los buenos paraguas seguían cumpliendo su función sin fallar. A la salida decenas de vendedores listos para atacar. A mí por lo menos se me quitaron las ganas de comprar; no se, no puedo no ponerme en su lugar sobre todo cuando de su mala racha te empiezan a contar. Son hábiles lingüistas y te sacan conversación de nada, pero luego si no les puedes comprar parecen niños sentidos y tristes dispuestos a llorar. Según uno que vendía te, le partí el corazón, supiera el hombre que en realidad fueron dos. Debo ser una ingenua por pensar así, pero casi prefería quedarme en el auto que pasar por el estrés de regatear y después no comprar.
Al otro lado de la ciudad había otros tres templos para visitar, que si bien eran bien parecidos a los primeros, tenían una particularidad: eran templos jainistas, una religión que se desprendió del hinduismo el siglo VI AC. Esta me gustó un poco más; no cree en los millones de dioses sino que sigue a monjes que han alcanzado un desprendimiento total de lo material. Son vegetarianos y no permiten la división de castas ni tampoco la violencia como forma de actuar. La mayoría de sus monjes andan completamente desnudos hasta el día de hoy y sus únicas posesiones son un plumero para espantar mosquitos y una tetera con té. Con sus presas al aire, lo único que se cortan es el pelo y la barba, pero no entendí bien porqué. No se ven muy bien, pero se ven buenas personas y los siguen sus discípulos de blanco, para bajar un poco tanta piel al aire. También duermen siempre en el suelo y son célibes. Buena vocación de entrega completa a su religión que sigue un 6 por ciento de la población.
Ya recorrido lo más precioso que escondía este recóndito pueblo que ni el invasor mogol encontró, nos subimos de nuevo a nuestro auto para partir de vuelta a la carrera de locos por el campo y llegar a la estación. A todo lo dicho creo que solo me falta agregar el zig zig permanente que al rato te llegas a acostumbrar. No hay línea intermedia que separe los autos en una u otra dirección. Todos son dueños del terreno mientras tengan una bocina y buenos frenos para atacar. Caerse a la berma ( que en realidad no es tal sino el borde del camino que tiene barro, piedras o pastos que la gente pone a secar) es de lo más normal. Tan loco el manejo que me puse el cinturón, pero no da tanto miedo como risa nerviosa esta situación. Al final hay una suerte de equilibrio en el que todos dejan espacio para no causar accidentes o chocar a un camión. Es raro pero funciona casi a la perfección. Finalmente hay un implícita coordinación y comunicación que esta ajena al individualismo o la agresión. Aquí todos se cuidan unos a otros y jamás usarían la bocina para molestar o tener la mejor opción. El tráfico caótico da cuentas de una tremenda organización humana en la que todos van pendientes de cuidarse y no de sacar provecho o una mejor posición. Todos dan la pasada y hacen espacio si hay riesgo de chocar; es una suerte de solidaridad al no existir terceros que pongan orden externo y por eso lo interno debe primar. No hay semáforos ni policías para regular, así que el sistema debe solo funcionar y lo hace a la perfección. Curiosa la reflexión para nuestra cultura donde en dos segundos habría seguro un taco o una tremenda discusión. Acá no. Aquí prima el sentido común que en Occidente se extinguió…
Algo curioso que jamás en nuestros países vamos a encontrar, es que cuando un turista entra a un pequeño restaurante los dueños prenden las luces y parece todo el hechizo despertar. Te dan una servilleta para ir al baño y te ofrecen todo lo que tienen con verdadera ansiedad. En uno de estos locales, se me ocurrió volver rápidamente y al dueño no le di tiempo de reaccionar. Al entrar al baño vi al encargado durmiendo la siesta en el suelo del baño de mujeres y me estremeció no sólo despertarlo sino el lugar que había encontrado para descansar. Uf, fuerte en verdad.
Creo que si hay algo que no puedo sinceramente recomendar a nadie son las estaciones de trenes y toda la dinámica que aquí se da. Miles de seres humanos hacinados me dan fobia real. Si para peor hay que compartir el baño, la experiencia es radical. Por suerte encontré uno exclusivo de mujeres, pero que solo tenía los famosos hoyos y un tarrito para limpiar. Debo confesarme que la angustia me empezó a visitar y los estímulos fueron dando las razones para llegar a un extremo que casi no pude tolerar. La mugre ya me fue casi normal, los hombres recogiéndola quizás podía imaginar, pero los ratones me mataron y el flechazo mortal fue el contemplar un tren «normal» transportando gente como animal. Las ventanas eran solo de barrotes de fierro, sin vidrio ni puertas para proteger toda su tripulación. No había espacio libre para ningún ser humano más. Todos apretujados, colgando en cada milímetro de este macabro cilindro de metal. Me pareció horrible ver los ojos de la gente como si los fueran a matar. Viejitas, niños y sobre todo muchos hombres iban prendidos como murciélagos a la carcaza que los iba a trasladar. Se me estranguló de dolor el alma y no tuve códigos para entender ni aceptar. En extremo frágil espere nuestro tren; al verlo aparecer supe que teníamos mejor suerte, pero no imaginé que sería tal el caos para entrar. Sé que es parte de un tour que uno lee en un papel y que jamás podrá a la distancia imaginar, pero por primera vez en este viaje me puse a llorar. Unos indios muy prepotentes se pusieron a pelear y para peor una familia italiana no tenía asiento porque estaba vendido con anterioridad. Varios chiquillos van parados al lado nuestro y eso que es First Class. Todo aquí es tan diferente y pobre que hasta lo más elegante, para nuestro parámetros más sencillos, está años luz de verdad. Los asientos del tren son de felpa y ya todo me dio escozor, hasta un bicho parecido a una cucaracha tengo dando vuelta cerca de mis patitas y me da terror. Supongo que la adrenalina y la aventura no son mi fuerte y le pido perdón a Dios. Me siento una vieja cuica ridícula aún teniendo lo que aquí es lo mejor. Debería hacerme jainista a lo mejor. Andar pilucha por la vida sin depender de tanta cosa y confort. Supongo que necesitaré otra encarnación porque en esta – al menos hoy- la situación me superó. Puse música en mis orejitas para sentirme en casa, aunque al menos un sentido solamente pueda conectar con lo que es nuestra tradición. Todo aquí es extraño para mí corazón. El color de la piel de las personas, el olor que se juntó en el vagón, la comida que parece que están cocinando… Todo resulta ajeno y si bien aprendo también no alcanza a acostumbrarse todo mi ser a esta condición. Vamos a Agra y ya termino medió acongojada el relato de hoy.
Perdón si lateo un poco más, pero mi acompañante Vip me pide agregar su percepción sobre esta realidad y puede que en el medio esté la verdad. La gente apelotonada y sucia no se veía intrínsecamente infeliz; cómo saberlo interpretar. Cada uno con lo suyo y acostumbrarse es parte de la vida y eso no lo puedo negar. Cuando en mi más tierna infancia colgaba a duras penas de la micro Ovalle Negrete que me llevaba al colegio, no tenía pena en verdad. Lo que sí es feo y que vale la pena comentar es que existe mucho abuso de la autoridad. La pelea inicial al subirnos al vagón tuvo que ver con un militar que se aprovechó de su posición y replegó al original pasajero a cualquier otro lado que pilló. Eso es una ventaja enorme que trae el desarrollo, que es la igualdad y la justicia para poder defender los derechos de todos sin excepción. Una vez más me declaro ciudadana del medio tomando de cada cultura lo que mejor cultivó; la danza preciosa del tránsito me costó entenderla pero finalmente me fascinó. No así la mugre y el abuso del prepotente que me cargó. Es complejo administrar el mundo para que funcione con sabiduría frente a tan diversa evolución. Supongo que es imposible y que moriré Quijote con el anhelo en el corazón. Me acordé a propósito de un templo que también nos mostraron hoy; fue un rey que quiso en el siglo 19 integrar las tres religiones en un solo edificio para a los hinduistas, budistas y musulmanes sumar. Hizo una cúpula de torta, otra de mediana altura y la redonda para el musulmán. Lástima que fuese un desastre y que nadie lo siguiera en realidad. Quizás fue el primer Quijote del ecumenismo que hoy debiese reinar. A todo esto mi acompañante vip está más feliz que todos los chanchos negros que en el camino vi. Se pasea feliz mirando todo como si fuese un mochilero en su primera expedición. Lástima que la señora le salió pituca y aún no goza con toda la situación. A todo esto la primera clase se desplegó en toda su expresión; nos trajeron una bandejita con comida como de avión. Pero la verdad no me atrevo a degustar la cocina sin pasar a ser una raza en extinción. Me abstengo del arroz frío y de unos pocillos de aluza foil en el que bailan unas sopitas de dudosa gestación. Ya me voy riendo un poco más por si alguien con mi relato se angustió.
Día 9: Agra: Vamos equilibrando el andar
Después de todo lo visto y vivido, la verdad -sin querer- uno se empieza a acostumbrar a todo y a parecerle normal el tráfico, las vacas y la pobreza reinante del lugar. Sin embargo, con todo en Agra hay un mejor pasar que en Varanasi o el campo que recorrimos para llegar hasta acá.
Tomamos desayuno y partimos al famoso Taj Majal que merece gran parte de su fama mundial. Lo primero que hay que tener en cuenta es que al menos en esta época del año, el calor es fatal. Al menos unos treinta cinco grados no aflojaron durante todo el día, aún con unas nubes gordas y lindas que armaban esas típicas imágenes de las películas religiosas donde Dios se pone a hablar. Junto a 50 mil personas más entramos al famoso mausoleo que construyó un mogol para cumplir la promesa en el lecho de muerte que le hizo a su mujer favorita al casar. La verdad que se merecía un buen honor la señora porque a los 30 años ya le había dado 12 hijos, aunque solo seis pudieron sobrevivir. Ella después del último enfermó y de una infección se murió. 20 años, veinte mil hombres se dedicaron a construir el más bello templo para su memoria recordar. Al principio me dio una rabia sulfúrica porque los policías de la entrada no dejan entrar nada por seguridad y me confiscaron mi cuaderno de notas y -de no ser un delito- lo habría querido matar. Intransigente el hombre, al menos en una tienda de afuera me lo dejó guardar, pero pasó un buen rato el que el ánimo me volviera a la cara y pudiese disfrutar. Al principio hay un arco edificio gigante de color rojo, con un jardín muy lindo en la entrada para después entrar de lleno a mirar la alba loa al amor de verdad. Es realmente impresionante la vista y como que cuesta caer donde estás. Una fuente larga hace de espejo de agua para que el cuadrado de mármol blanco y decorado se pueda reflejar, como una novia vanidosa que se sabe bella y le gusta su imagen mirar. A la mole del centro se le suman cuatro torres de minaretes de gran altura, que se me antojaron parecidos al alfil, las torres y el peón del tablero de ajedrez. La cúpula es tan grande que hasta varios elefantes se podrían ahí guardar, pero quizás lo más bello de todo es el trabajo de incrustaciones de piedras que hacen de cada pedacito del mármol una obra de arte para contemplar. Flores nítidamente dibujadas están hechas de piedrecitas pegadas que no superan en superficie un grano de arroz. Más tarde veríamos a los artesanos imitando este trabajo y es para matar a cualquiera con la paciencia y la vista que tempranamente se gasta de tanto forzar.
El mármol aquí utilizado es muy especial. Es más duro que lo normal, no se raya, es traslúcido y no absorbe ningún líquido en forma especial, por eso se conserva hasta hoy como si lo acabarán de instalar. Algo divertido que nos volvió a pasar es que son muchos los hindúes que nos piden estar en sus fotos como si fuésemos populares o la suerte les pudiésemos regalar. Al principio uno, luego dos y después una decena o más. Es lindo como te lo piden, con una humildad e ilusión que logra conmover el alma y cansar los pies. Sí, porque hay que andar con unos zapatitos ridículos que te dan porque es santo el lugar. Yo, fiel a la vieja cuica que llevo dentro, me preguntaba cuántas patitas más con sus respectivos olores y bichos, me venían a visitar. Muchos andaban a pie pelado, pero no era digno de imitar. El calor era insoportable y seguro que con mis pies de guaguas hasta ampollas me podían brotar.
A cada lado del Taj Majal hay unas mezquitas muy grandes que construyeron para cuidar la simetría del lugar. Eran de arenisca y tallados lindos, pero desmerecían al compararse con la bella del lugar. La novia no sólo Lucía bordados de colores, sino filigranas en las ventanas y tallados en el mármol duro que no sé cuántas vidas habrán debido costar. Muchas familias hicieron su vida aquí por años y aprendieron el oficio de plasmar belleza con increíble habilidad. Al ver a los artesanos hoy en día, cuesta pensar que cada pieza, muchas veces les costaba cortarse o herirse las manos por el filo del polvo de diamante que usaban al trabajar. El río principal de Agra rodeaba el mausoleo y dice la leyenda que el gran jardín a su alrededor fue hecho solamente por el capricho de ver el espejo de agua esta imagen reflejar.
Una sola reflexión me salta en el alma al ver tanto trabajo que solo la muerte quiso celebrar y es cómo el amor mueve montañas en forma literal. Las piedras del Taj Majal las trajeron de una cantera que dista al menos 80 kilómetros de este lugar y fue tanta la plata que gastó el viudo, que luego su hijo al ver el derroche lo hizo apresar. Bien poco comprensivo el niño con el amor de su papá, que al menos tuvo la bendición de ser enterrado al lado de su amada 9 años después de terminar su obra magistral. Es increíble en verdad lo que la fuerza del amor puede lograr; ojalá nos sirviera para unir a todas las personas con sus formas y distintas maneras de vivir, porque apena ver – sobre todo con la religión- cómo todo se destruye en nombre de Dios la humanidad.
Después de visitar el mausoleo, algunos detalles que no vi antes y que a pesar de ser fuertes, reflejan la idiosincrasia de la India. En la entrada, estaban cambiando el pavimento y poniendo unos pástelo es de piedra chicos que con fragüe había que sellar. Solo las mujeres, con sus cuerpos flaquísimos y sus saris hermosos, eran las encargadas de realizar esta detallista faena con un tarrito como quien echa salsa de chocolate en un wafle que se acaba de cocinar. El tema era que todo el trabajo era de cuclillas y a 40 grados de calor; no sé cómo no se derritieron junto al pavimento de tanto esfuerzo y dedicación. No había ni agua, ni sombrero ni ningún tipo de protección. De verdad aquí es muy fuerte la desprotección legal del trabajador.
En la tarde el guía nos llevó a dos templos más y seguimos rompiendo el ranking de fotos a todo el que nos vio. De lo nuevo que vimos, lo que más me sorprendió fue el trabajo artesanal de las bóvedas de los salones que tenían un color precioso, como un patchwork de tintes muy fuertes, «cocidos» con una franja dorada gruesa que aún más lo resaltó. Todo estaba invadido por monos -tipo mandriles- que competían custodiando su territorio entre los humanos, las palomas y las ardillas que vivían en el lugar. Le colgaban los monitos guaguas en la panza y las mamás se movían con total libertad por tejados y murallas sin ninguna dificultad.
Como hoy era domingo, pedimos si nos podían llevar a una iglesia católica al menos para rezar un ratito y tuvimos una suerte preciosa que encontráramos un templo de la madre Teresa de Calcuta que justo iniciaba una procesión y una misa para celebrar a su Santa con gloria y majestad. La iglesia parecía piñata mexicana porque no le cabía una cinta más. Tenía serpentinas, flores, luces de neón y hasta un velo con flores de papel colgando en el lugar. Maximalista y alegre a rabiar. Había muchas monjas de la orden y de varias órdenes más. Abundaban muchas mujeres y niñas que esperaban pacientemente a que entraran los veinte curas que iban a celebrar. Los patos se caían asados, pero igual la energía linda del lugar me dio escalofríos al rezar. Hubo una corriente linda amorosa que necesitaba para volver a centrarme y a pesar de la diversidad de la gente, me sentí un poco en casa al ver signos y formas que me eran familiares. La virgen, Jesús y la madre Teresa hecha una estatua fueron un bálsamo que me hizo llorar, sobre todo cuando un gran letrero de la Santa me dijo «No sigas buscando a Dios en tierras lejanas, él está contigo y siempre lo estará». Fue una experiencia linda que agradezco a Dios porque entre tanto dios y monje, echaba de menos su presencia evidenciar. Los sacerdotes eran bien del terror, pero supongo que aquí es normal. Todos con caras de enojados, muy morenos y un par amanerados a no dar más. No hubo ni uno solo -ni siquiera el obispo- con sus dorados y mitra roja que me convenciera con su presencia de amor para la comunidad. Supongo que es el autoritarismo y las clases que aún son tan fuertes en esta sociedad lo que aún los aleja tanto de una misericordia que se pueda más fácilmente palpar. Cada cosa a su tiempo y en su lugar; no tengo códigos para juzgar. Sí fue bonito que antes de entrar, al menos la procesión de hombres de albas doradas y rojas se dejaran bendecir por flores y por un puntito de pintura en la frente como es la usanza de esta sociedad. Antes también una jovencitas bailaron una danza hermosa para alegrar a Dios y celebrar a la madre Teresa que tanta ayuda vino a este pueblo pobre regalar. Muchos de los feligreses andaban sin zapatos y se notaba gente muy sencilla de verdad; de hecho Andrés y yo, los pasábamos a todos por al menos una cabeza en altura y no estábamos dignamente vestidos para la ocasión, así que después de como de media hora de oración, el auto con el guía nos llevó apenas recibimos el perdón.
Ya en el hotel, en tuc tuc salimos a pasear y fue entretenido ser parte activa del caos y del tráfico que casi bocinas nos salieron en las orejas para sobrevivir a la ciudad. Terminamos el día contentos y agradecidos de todo lo que se nos va abriendo la mente con todo este peregrinar. Ha sido fuerte y elástico el cerebro para tratar de ir integrando toda esta información nueva que dista tanto de todo lo que antes pensaba de la India y su realidad. Las imágenes y las expectativas no son lo mismo que la vivencia y probablemente son el 0,1 por ciento de todo lo que podemos captar. India ataca todos los sentidos e impacta tu ser esencial. Te cuestiona, te mueve, te remece, te hace reír y también llorar. India te choca con su miseria y te asombra con su grandeza y belleza sin par. Te duele con sus injusticias y te conmueve con sus miradas profundas que te calan el alma sin cesar. Te agota por su contaminación de sonidos y te hace ver con nuevos ojos una humanidad más niña y que recién comienza a despertar. Tradición milenaria y caos total. Cero higiene y orden, pero elegancia y dignidad en la pobreza de sus mujeres que parecen reinas sin trono ni hogar. Abundancia y riqueza cultural, combinada con hambre y sed de equidad y libertad. Tráfico del demonio, pero que tiene cuotas preciosas de solidaridad y equilibrio orgánico que tanta falta hace en nuestro países cultivar. Cuervos, vacas y monos deambulan con humanos como si fuera de lo más normal, pero solo ponen en evidencia la misma diversidad humana pero un poco más disimulada. India, un rebaño abundante de niños hombres a los que les gusta más dormir, comer tabaco y reír, que trabajar; al menos no toman ni parecen agresivos físicamente aunque sí les sale fácil con la lengua insultar. En fin , como los mismos indios dice, aquí todo pasa y todo puede pasar. Son demasiados años vividos en el mismo territorio y el mosaico humano es demasiado amplio de verdad. Que Dios – como quieran llamarlo- los bendiga hoy y los proteja del mal desarrollo que puede su ingenua riqueza humana malograr. Ya se ven algunos signos de como la cultura americana está empezando a entrar; no me gusta; me da pena, porque la mezcla será fatal
Día 10: Camino a Jaipur: algunas lecciones de humanidad
Después de visitar Agra y su famoso Taj Majal, el tour tenía dispuesto seguir en auto a Jaipur donde nos queda lo último por conocer y disfrutar. Cinco horas en auto debíamos transitar cruzando hacia el estado de Rajastan que es al norte de la India y que se ve un poco más próspero en verdad.
Sin embargo, en este camino más o menos tranquilo – si es que así se pude llamar así a la locura de tráfico y a la forma de manejar- hubo varias lecciones muy potentes de humanidad que me gustaría graficar como postales que aún no logro del todo procesar.
Lo primero que me sorprende es la precariedad del desarrollo fuera de las grandes ciudades. Por ejemplo, están intentando colocar agua de cañerías a algunos pequeños poblados que atravesamos y los cerros de tierra de las excavaciones al camino de los autos vienen a tirar. Apenas hay espacio para pasar. No hay ninguna cinta de plástico aunque sea de seguridad; están los hoyos gigantes, las vacas, los niños, los obreros, todo en un conjunto caótico que no parece dialogar muy bien. De hecho nuestro chofer se mete contra el tráfico en lo que podría ser nuestra carretera principal ( ojo sin berma, sin pavimento y sin ninguna señalética en que aparezca nada) y al verse al frente de una barrera de palos y tarros sobre no pasar, simplemente se baja, corre todo a patadas y sigue dejando abierto una vía que antes estaba clausurada. ¡Plop! Pero aquí parece muy normal.
Siguiendo con las postales a Agra antigua nos llevaron para conocer un nuevo fuerte mogol y su respectiva mezquita para rezar. Hacia un calor de los mil demonios y la ropa a los cinco minutos se comenzaba a pegar. Bueno lo anecdótico es que el guía nos trató de estafar. Nos llevó por caminos rarísimos por donde ningún otro turista andaba y nos metió casi por la puerta de atrás. Lo delicado es que eligió como vía un monstruoso basural, murallas de basura centenaria apretada con el tiempo fue un impacto muy difícil de integrar. Miles de plásticos de colore, géneros y cuanta cochinada uno se pueda imaginar, pero convertida en un túnel humano que nos abría sus puertas para pasar. Como Andrés es astuto rápidamente entendió el truco que planificaba el timador de nuestra buena voluntad. Nos cobraba los tickets a nosotros pero nos metía sin pagar. Fue fome y compleja la decisión de si dejábamos pasar la falta o lo desenmascarábamos para que a otros no les fuera a pasar. Supongo que hubo varios riesgos en su maniobra, así que por suerte no nos pasó nada. Bueno un poquito, ya que una vaca loca me siguió para atacar. El resto fue todo bueno y pudimos aprender mas cosas de la historia de este pueblo tan particular. Al entrar al fuerte, me sentí transportada al templo de Jerusalén cuando Jesús se enojó con todos los mercaderes por convertirlo todo en un homenaje al vil dinero y al acosar. La verdad no podíamos caminar en paz. Cada turista era perseguido por al menos 10 vendedores de pulseras, monitos, postales o cualquier cosa que iba a bajando evidentemente frente a la negatividad. Llama la atención no sin tristeza, la astucia que los niños pequeños logran desarrollar. Hablan muchos idiomas y hasta saben adular para que algo les compres antes d abandonar el lugar. Son atentos y te persiguen por toda la hora en que vas a caminar. Hay algunos más pesados, pero si cedes en uno, yo creo que nos convertíamos en carne dibujares sin piedad. Lo fuerte vino al final cuando a uno de los niños más lindos y amorosos quisimos ayudar. No teníamos más que tu billetes chicos, porque estaban todos malos los cajeros de la ciudad y al querer regalárselos, él dijo con todo orgullo que no, pues era vendedor y no vivía de la caridad. Me dejó afectada de verdad. Era menor que Iñaki y su dignidad me pareció de un príncipe o Maraha. Una vez más solo podía rezar por su vida y su prosperidad. Ente los decentes e indecentes que aquí son muchos, él niño fue un ejemplo para imitar y admirar. Qué ganas de haber arreglado el maldito cajero y haberle hecho al menos el día a él y su mamá. Aquí todos tienen muchos hermanos y tú sabes que detrás de esos pies pelados vienen al menos cinco más. Muchos de los comerciantes tenían guagüitas botadas en el suelo, durmiendo piluchitas y aprieta el alma pensar cuál será su porvenir y si sobrevivirán.
En el fuerte rezamos a Ala y tiramos pétalos de rosas para desear según la tradición del lugar. A pesar de ser muy básico como rito, me logre encontrar con Dios y rezar unos ratitos como una genuina musulmán. De hecho tuve que ponerme sombrerito blanco por respeto y quitarme mis zapatos para empezarme a quemar. El suelo parecía una parrilla para pasar, pero no fue obstáculo para ver familias muy lindas de la India con las que nos pudimos fotografiar.
A todo esto el estafador al verse atrapado y sin más excusas que dar, se rindió a los alegatos y retos de nuestro chofer que apareció como guardaespaldas con vehemencia e indignación real. Con eso también dañaban su reputación y dignidad. Saber -que así se llama- ya es nuestro amigo en verdad. Es hediondo a no poder más y habla bien poco inglés, pero es decente y muy de fiar. Un hombre noble e inteligente que supimos además es musulmán.
De las pocas postales que me falta contar, hay una muy loca que me dejó congelada. En plena carretera en la que todos van al menos a 80 o 90 ; lo que es mucho para acá al sumarle todo lo que ya he descrito con anterioridad, vimos a un hombre joven en una moto grande hablando con las dos manos por celular. El problema era que el conductor de su transporte era un niñito que no tenía más de tres años y él llevaba el control del manubrio a toda velocidad. ¿Irresponsabilidad extrema, locura total o simplemente normal? Aquí en la India se pierden los parámetros sobre lo que es ficción o realidad. El niñito iba muy concentrado y el papá como un pacha. Qué paradoja más increíble, casi no pude creerlo hasta que lo fotografiamos para que nadie pensara que fue solo un espejismo por el calor infernal. Un poco más adelante, otra imagen medio escalofriante nos hubo de conmover. Hay muchas «micros» informales que son unos especies de jeeps antiguos, como el Yagan que era un típico auto militar. Bueno ahí por cinco o diez rupias ( 50 o 100 pesos), se traslada gente ya no sólo apretujada como sardina, sino que literalmente colgando del fierro al que se puedan agarrar. Conté 15 personas adheridas -no sé cómo- a una de estas micros que para peor andaban a gran velocidad. Un viejito muy pobre, iba apenas afirmado de un parachoques que saltaba como si fuese en cualquier momento a volar. Sé que no puedo juzgar con mis ojos o solo debo integrar, pero mi alma se rebela y me da una impotencia feroz mirara. Lo mismo pasa cuando el auto para en el camino para cualquier trámite de peaje o de pagar, ya que se te acercan a la ventana los pobres y te comienzan a mirar y golpear mostrándote la boca para que les des alimentos o plata y te hierve por dentro el corazón de la frustración de no poder ayudar. No teníamos plata ni comida porque con cajero malo no podíamos hacer nada; resistir esa tensión durante tu o cuatro minutos fue una buena tortura para la humanidad…
La última y quizás más bella de las postales es la de las mujeres que son la esperanza de la India y su prosperidad. Caminan suavemente a la orilla del camino, vestidas todas con sus saris de hermosos colores como flores humanas listas para sembrar su dignidad. Llevan en sus cabezas cántaros perfectamente equilibrados que alargan aún más sus esqueletos y huesos de manso transitar. Su piel es muy oscura y sus ojos negros brillan tímidos al interior del velo con el que se suelen tapar. No importa la edad deben por respeto a su familia, la cara tapar. Creo que si no fuera por ellas, sería muy distinto todo y poco habría para contar. Un homenaje a ellas seguro a mi vuelta tendré que pintar.
Finalmente llegamos a Jaipur cuando la tarde caía cansada de acalorar. Las nubes y rayos del sol se apiadaron un rato de la humanidad. Así que mañana será un buen día con elefantes y demás. Veamos qué nos depara esta ciudad y sus diez millones de habitantes, que nos acogerán.
Día 11: Jaipur: éxtasis total.
Sin duda los organizadores del tour tienen todo planeado correctamente para epatar. Partimos aterrizando en Delhi para el primer aterrizaje energético conquistar y que no se vaya uno de boca en asombro por la pobreza, el hacinamiento y la suciedad. De ahí a lo más fuerte que humanamente haya podido asimilar: Vanarasi con todo su dolor y miseria acunando el misterio más radical de la vida y la muerte descarnada. Luego templos en Kajuraho y otras de similar belleza y espectacularidad y para ultimo, Jaipur que se me antoja como un acordeón poblado de mariposas que lentamente empiezan a volar y te regalan mucha paz.
El hotel en el que nos alojaron también es el más lindo y más acorde con la experiencia de la India porque es maximalista total. Las puertas de las piezas son de vidrios de colores y todos está pintado, o con espejos o con fuentes de flores y agua que aromatizan suavemente el lugar. No hay nada que haya quedado libre, pero no llega a cansar. Aquí los colores y las formas excesivas, se suman con gracia y originalidad. Hasta los tambores de la música combinan perfecto con una atmósfera mágica que te traslada a tiempos de marahajas y polleras de colores con espejos que logran hipnotizar.
Partimos a las 8:30 de la mañana y ya el calor se hacía notar como celoso de tanto gozar. A esta ciudad se le ha denominado la ciudad rosa porque de ese color fue pintada en su mayoría, cuando un príncipe inglés la vino a visitar. Efectivamente ves todos los balcones y fachadas de esa tonalidad, solo que el sol una vez más ha ido desgastando el tono y hoy se ve más salmón que nada. En la India también existe la ciudad azul y la ciudad dorada que se conservan con esos colores hasta la actualidad. Yo podría soñar Santiago, o al menos Chicureo, turquesa y blanco, sería lindo en verdad… Ya está haciendo efectos el calor en mi cerebro… Jaja.
Primero fuimos a ver un palacio en forma de pavo real, son 954 ventanas y balcones que van formando algo muy parecido a la cola de este sagrado animal. Aquí es muy venerado el caballero emplumado y te venden plumas y abanicos con sus preciosos colores como si fuesen un suvenir real. Lo que no es muy sagrado – y coherente al lugar- es el tráfico nuevamente ya que es un acto heroico cruzar una calle ya que hay que tener mucha personalidad. Metida en ese aprieto, Andrés me tuvo que ir a salvar; estaba metida entre dos jaurías de ruedas y vacas y no me atrevía a cruzar. Suena fácil y bonito, pero fue una buena prueba a lograr.
Esta ciudad está mucho más limpia, ordenada y desarrollada que ninguna de las anteriores que pudimos visitar. Si bien hay basura, esta barrida y ordenada y parece que alguien la pasará a buscar. Lo mismo las vacas, están más domesticadas en su transitar. Por lo menos no son tan flacas y feas y se ubican mejor para estar. Lo mismo el suelo, ya casi todo es de cemento y ya no hay más barro o escombros para saltar. Jaipur, casi casi, es una ciudad ordenada; antigua y mal mantenida, pero años luz de las demás. Cada espacio disponible está invadido por un almacén más amplio y con mucha variedad de textiles, zapatos, colores que se despliegan como una lava recién salida del volcán. Cada tienda es como un Irán; son tan lindos los trabajos que te poseen llenos de una belleza medio naif y excesiva que causa un efecto genial. También hay paraguas de géneros, cojines, manteles y todo lo que uno se pueda imaginar. Dan ganas de convertirse en elefante volador para llevárselo todo como regalo, para alegrar el gris que a veces en Santiago cunde de más.
De ahí fuimos al fuerte de Ámbar que es uno de los tesoros más escondidos de la India para la humanidad. Diez y seis kilómetros de murallas de veinte metros de altura y cada 250 metros una únase para vigilar. Una verdadera muralla china absolutamente intacta y de un rojo viejo que se encumbraba por las montañas que rodeaban el lugar. Pensar en el esfuerzo que implicó edificar tamaña seguridad, se sobrecoge el alma y te prepara aún más para el corazón que palpita dentro de este palacio real. Para completar el paisaje desde lejos un río venía todo a hidratar. Agua mansa y verde esmeralda donde los búfalos se bañaban como niños relajados y sin que nadie los moviera de su tranquilidad. No sé si ellos son oriundos o no de acá, pero su color negro intenso no es una buena idea para este hábitat ya que se derriten de calor y se convierten en carnes vivas disponibles para asar. Pobres animales, yo tampoco cedería en un milímetro la oportunidad de refrescarme ya que ellos no tienen ningún privilegio como las vacas. Son la casta más despreciada de todo el conjunto animal.
Subimos por las rampas de piedra antigua y ahí un verdadero acoso tuvimos que soportar. Pulseras, manteles, paraguas, láminas, fotos, sombreros, todo lo que se te ocurriera te querían endosar. Ni diez «no» eran suficientes para amainar su insistencia y/o necesidad. No sé si fui muy cristiana, pero ni siquiera hice contacto visual. Solo el hecho de mirarlos, implicaba la rendición total. Mientras intentas caminar entre estos decenas de vendedores que dominan todas las artes del negociar, vas escuchando sus historias y el corazón se me iba con ellos pero no podía aflojar. Uno es lo mismo que ninguno y al ceder, se abren las puertas para todos los demás. Así que escondida debajo de mis anteojos me convertí en ciega, sorda y muda para no rendirme a las cosas que ofrecían y a su perseverancia para acosar. Entre medio de toda esta chimuchina, llegamos a la cola para montar las elefantas y subir a lo más alto del lugar. Solo las hembras sirven para trabajar; los machos son muy agresivos y solo tienen uno que otro para procrear. Una vez más, en este país -al menos- la regla es clara en todas las especies y no es justo la verdad. Las elefantas viven hasta 90 años y las visten con unas monturas cuadradas donde caben dos personas al menos para cabalgar. Deben medir desde tres a cuatro metros y medio y son mansas y pacientes en su ascenso sin alegar. Lo único que a veces asustan es que se ponen a tirar líquidos muy asquerosos por sus trompas y salpican sin avisar. El hombrecito que la conducía se veía muy chiquitito y sentado en una especie de cojín sobre sus orejas para guiarla o apurar. La montura se les afirmaba de la guata y debajo de la cola le amarraban la cincha lo que supongo era una gran incomodidad. El conjunto de elefantas era un espectáculo dantesco que valía la pena observar. Tan grandes y hermosos, majestuosos como si fuesen más evolucionamos que el ser humano en realidad. Sus ojos me parecían resignados pero no tristes en general. Un ejército de estas creaturas es imponente y con una dignidad muy particular. No sé porqué me gustan tanto, me acuerdan de la poesía que me cantaba mi tata sobre «Margarita está linda la mar…». Deben haber sido unos trescientos metros de ascenso, pero no los pude admirar como quisiera porque los vendedores te tomaban los pies y te tiraban las cosas arriba de la montura para que se las pagaras no más. María y Pepe nos gritaban cuando nos oyeron en español comentar; ahí me vino un ataque de risa y me hice un bollito humano en la silla de montar, aplastando al pobre Andrés que apenas me sostenía en medio del bamboleo fuerte que hacen los elefantes al caminar. Mirando hacia abajo era un buen espectáculo digno de asombrar: estaban las bostas de estos animales que tienen el tamaño de un coco verde, entre medio peatones, motos y los vendedores ambulantes que ascendían al paso del animal.
Ya una vez arriba llegamos a una plataforma de piedra muy amplia y preciosa, llena de columnas y mármoles junto a la piedra rosa del lugar. Justo nos tocó el día del turismo internacional, así que había muchos bailes, músicos y decenas de escuelas públicas de niños y niñas que visitaban para aprender y disfrutar. Qué imán me provocan los niños aunque no les entienda su hablar, sus ojitos brillantes, sus trenzas negras o su sonrisa amplia y blanca que en su tez oscura mucho se ha de destacar, son de una belleza única que dedicaría horas para contemplar. Son muy dulces y todos te saludan, te sonríen y te piden fotos como si fuese un trofeo para guardar. India tiene una tasa de analfabetismo cercano al 40 por ciento porque los padres prefieren que sus niños aprendan un oficio o que se dediquen a trabajar. Aún cuando está cambiando, es una pena muy profunda, ver cómo muchos de estos chiquititos ya desde la cuna no tienen la oportunidad de desarrollarse y crecer con libertad. Todos los que vimos van de uniforme muy disciplinado y pobre del que se vaya a desordenar; los profesores se ven firmes pero preocupados por enseñarles y su vocación es muy real.
El guía de hoy era muy religioso y puso especial énfasis en que participáramos de una ceremonia a la diosa Kali que es la madre por excelencia a la que hay que adorar. Sin zapatos, sin cinturones ni cámara se permitía ingresar a un pequeño patio de mármol blanco que se cerraba con un altar donde estaban cinco sacerdotes listos para celebrar. Nos pintaron la frente como bendición de la madre, después de que tocamos la campaña que servía para despertarla e iniciar un rito muy fuerte y envolvente en realidad. Partieron los tambores metálicos y luego como un bombo escondido en el altar. Todo el lugar eran solo vibraciones intensas que me comenzaron a girar por fuera y por dentro, llevándome a un estado de trance casi total. Pensé en la virgen y en su maternidad y reverencié el momento con mi oración a la Kali occidental, que me pareció la misma energía y femenina divinidad dispuesta a jugársela entera por nuestra paz y libertad. Kali se representaba azul, con muchos brazos y con un collar de cabezas de demonios a los que había logrado vencer. Nada muy distinto a la Virgen con la serpiente y el arcángel san Miguel venciendo a Lucifer. Luego en su estado de paz, Kali se vestía de rosa y sobre una flor de loto regalaba mucha dulzura y amor a la humanidad. Nada más parecido a nuestra Virgen de los rayos o cualquiera de las apariciones donde se le ve en plenitud y una realeza angelical. Las flores se me antojaron las de la Guadalupe o las que solemos en su mes usar. En todas las culturas anhelamos tener una madre protectora, dulce y amorosa, pero a la vez valiente y fuerte para luchar contra el mal. Fue un regalo místico en que sentí su presencia y la unión preciosa que se esconde en toda nuestra diversidad.
Recuperado el ritmo normal de la respiración, fuimos a las diferentes piezas del palacio del Marahaja. Tenían spa, baños turcos, piscinas y 400 concubinas por si alguna de las 12 reinas le llegaba a fallar. Fresquito el hombre, pero es que tenía mucho que trabajar, jaja. Los lujos increíbles, desde aguas que enfriaban las paredes o murallas de hierba para aromatizar el palacio, son algunos de los detalles que logro recordar. Los jardines también son preciosos y usan mucha geometría para todo calzar. Los decorados era de pintura, de incrustaciones en el mármol, de espejos de Bélgica o incluso detalles de marfil para todo en belleza realzar. Hasta un observatorio tenía para mirar. La arquitectura es una maravillosa mezcla entre hindú y arábica que da un estilo propio, de suaves arcos y cúpulas, más todo el detalle en el minucioso decorar.
Extasiados por toda esta belleza, nos llevaron a un «pequeño palacio» del lago donde el maharajá iba a pescar. Curiosa en todo caso la historia de esta nobleza que aún está vigente como figura de autoridad. No tienen poder político, pero si son queridos y cuidados como los de Inglaterra. El actual tiene solo 18 años porque es el nieto adoptado por el abuelo que murió hace unos años, porque la única hija de este rey se enamoró y casó con su chofer de una casta inferior. La única salida digna a esta situación fue que el tata asumiera la paternidad como opción y el chiquillo hoy estudia para poder ejercer pronto como rey. Su mamá sigue con el chofer, que ya tiene algún título noble que se le dio por su relación. A su palacio nos llevaron luego para visitar. Deben tener más riqueza que pelos en su cabeza ya que todo se rendía en cuidados y belleza sin igual. La galería de los textiles, la de armas, la de los artistas, fueron solo unos ejemplos para mirar. Las túnicas tejidas en hilos de oro de verdad son solo una muestra de la creatividad real.
Ya extasiados y profundamente derretidos bajo unos 35 grados de calor, cerramos el día por hoy. Insisto en la buena energía de este lugar que gratamente me sorprendió. Es un privilegio haberla conocido y por eso le doy gracias a Dios. Bueno y también a la Virgen que tan curioso y misterioso rostro hoy adoptó para su aparición.
Ya se va acabando esta aventura al corazón milenario de la humanidad. Sostiene. Algunos libros que venden acá que hasta Jesús los visito y que mucho aprendió de todo lo que aquí vivió. Quien podría saber la verdad de todo nuestro recorrido por la existencia y qué pertenece exclusivamente a cada cual. Todos son los mismos anhelos de padre, de madre, de protección y de seguridad para sentir que no estamos solos en la encarnación. Hay similitudes misteriosas que me hacen pensar, sobre todo cuando a los niños quería explicarles lo que era la Trinidad. Buen parecido a Brama, Visnú y Shiva al final. Qué entretenido sería tener los ojos sabios para ver más allá. Lo que sí puedo decir que al ampliar la mirada, más certeza del peregrinaje humano se me da. Es siempre la misma búsqueda de plenitud, paz y libertad la que une al hombre sin importar su cultura o lugar. Es muy tarde y poco podría elaborar en forma inteligente sin pecar, lo único que puedo afirmar es que la presencia de Dios se siente fuerte aquí y eso es una gracia que no puedo dejar de anunciar. Es un Dios vivo y encarnado en millones que viven en el extremo de la sobrevivencia y cuyos ojos delatan hambre y sed de amor y dignidad. Claro que aquí se hace un grito desgarrador el «tengo sed» que la misma madre Teresa escucho.
Día 12: Conclusiones para cerrar
El avión acaba de despegar del suelo y parece que junto con él un peso acabó de liberar. La misma sensación tuve al dejar Israel; son países y culturas demasiado potentes que te cargan de una u otra manera en la que solo te das cuenta al salir y zafar. Puede que sea sufrimiento acumulado por milenios o tal vez una gran carga espiritual, llena de conflictos e intensidad. Habría que medirla científicamente, pero mi cuerpo y mi alma van más livianos y aliviados de una especie de karma adherido a las calles, a los cerros, a los cuerpos y hasta las aguas de los ríos en las que se suelen bañar. India es como un tatuaje, es difícil de borrar. Yo creo que lo vivido y lo aprendido acá, jamás podré olvidar.
Quiero degustarlo lento para no equivocarme en mi reflexionar. Este pueblo es como sus tejidos, un pachtwork donde en cada esquina, te deslumbras con un color, te ciegas con el reflejo de un espejo o hay un agujero por donde la mente se puede escapar. Todo es vertiginoso es su máximo expresar. Como dije al principio, no parece haber nada virgen ni natural. Todo me parece como esas viejitas sabias y morenas que cargaban sus cántaros con su lento caminar. India tiene la piel curtida y en el alma se le trasluce una cierta resignación vital que no puede confundirse con infelicidad; es solo que le falta el brillo y el entusiasmo del niño que tiene espacio y libertad para jugar. Los mil doscientos millones de habitantes de alguna forma los sientes aunque obviamente no los puedas ver ni escuchar. La tierra está ajada de tanta batalla, invasor, abuso, conflicto y un hambre que hace hasta sus entrañas sonar. Sí, diría que la tierra tiene sed de unidad, de orden, de cierta armonía y una belleza al natural. Todo lo lindo que conservan, está a medio caerse, a medio convertirse en hogar de palomas o golondrinas y luchando por seguir sosteniéndose con cierta dignidad. Es cierto que todo mejora en el último tiempo, pero me preocupa el vector con que esta mejora se da. Se está metiendo Occidente con sus costumbres de consumo, de libertinaje y no sé si le hará bien en su esencia más profunda en verdad. Temo que sea un engendro donde la juventud se aleje de sus dioses, de su familia y de su tradición, seducidos por nuevos dioses como la imagen o el individualismo en el vincular. Es difícil que eso no pase porque el espejismo del «rendimiento» tiene demasiadas vueltas que dar en una sociedad tan grande y diversa, antes que se den cuenta del mal que están criando dentro de sus casas sin siquiera notarlo en su ferocidad. Probablemente igual que nuestra cultura y nuestra población, que en menos de 25 años es irreconocible en su rostro, aunque esté mejor maquillada. No sé bien cuál sería el camino del medio para crecer sin desertar a lo que realmente somos y no apartarnos del verdadero camino de la felicidad.
India contradictoriamente me pareció niña desde otro punto de vista muy particular; me pareció ingenua, confiada, feliz con lo mucho o lo poco que le puedan dar. Me pareció que aún juega con el barro y hace casitas de palos para armar. Su tráfico era lo más parecido a niños traviesos y astutos que no paraban de jugar a correr tratando de no chocar. Todo era como un juego que se resolvía con un griterío y nada más. Los únicos que ejercían la fuerza física y muy brutal, eran los toros y vacas que en medio de la calle solían pelear. Su fe también me pareció un poco de niños en preparación para recibir, sin cuestionarse, toda una milenaria devoción. Besaban pisos, templos, árboles, estatuas, flores, cualquier elemento definido como sagrado que los llevará a Dios. Hasta pintarse de tantos colores la frente se me antojó un ritual de primaria, hermoso y poderoso, pero más por costumbre que en verdadero recogimiento interior.
También me pareció adolescente probando límites y buscando nuevos caminos para su expansión. La vi tentada con la tecnología y sin ningún límite en su uso ni siquiera como precaución. Los celulares y pantallas los abdujeron a casi todos y sin ninguna precaución, tanto que hasta el hombre de la moto a su hijito chico, le entregó el control a cambio de una conversación.
India sería lindo meterla en una tina con agua de rosas para sacarle la muy acumulada y darle todo su brillo y esplendor. Me la imagino más verde, con sus artistas sonriendo y no sucumbiendo debajo de sucuchos enterrados por el agobiante calor. Sería lindo pintarla de nuevo para que recuperara su original color y poner mucho anti hongo en los edificios para que sus ventanas y muros puedan seguir siendo cuna de tan misteriosa y maravillosa población. Sería mágico meter a todo este pueblo en los preparativos que recibían las princesas antes de ser entregadas al Maharaha para hacerles evidente su belleza interna y también la exterior. Sobre todo a las mujeres que reciben una vez más toda mi admiración. No es por ser feminista, pero a muchos de los hombres indios los pondría en clases exhaustivas de buena educación, que hagan pipi donde corresponda, que no escupan sus calles y que hagan algo por sacar adelante a sus familias por favor. Probablemente es un juicio lleno de ignorancia y de injusticia, pero vi a demasiados durmiendo la siesta, comiendo tabaco, conversando con los amigos; cosa que con las féminas, nunca se dio.
El paisaje de la India no fue motivo de asombro ni de contemplación en el triángulo de oro que visitamos en esta ocasión. No así en otras zonas, donde al parecer la naturaleza se vengó desplegando todo lo que en el centro no dejó. Aquí todo está empolvado y descuidado y solo el turismo atrae la inversión. Lo que sí debo destacar son las mariposas que aquí Dios creó. No sé cómo se las arreglaban para ir sembrando belleza en medio del hollín urbano, de la suciedad y del desorden que el hombre creó. Impertérritas lucían sus colores y diseños como las mujeres de esta nación. De los más lindos tonos y formas, lucían orgullosas como si estuviesen dibujando con pinceles invisibles una poesía de amor.
De la comida India, tampoco me llevo una gran impresión, pero si la delicadeza y amabilidad con que era ofrecida, como si fuese un gran banquete en nuestro honor. La actitud de la gente quizás es el gran plato que degusta uno en esta zona, ya que no hay quien no te sonría y trate de entenderte aunque apenas sepa de ir «hello». Lo más fuerte eran los vegetales y un queso semi blando metido en una especie de salsa de tomates que era rico, pero que luego de varios días empezaba a cansar. Se extrañaba mucho las verduras frescas porque solo pepinos, cebollas, tomates y zanahorias puedes encontrar. Que decir obviamente de la carne y del buen pan. Era raro ver algún indio obeso, aunque las mujeres oscilaban entre los huesos y otras que intimidaban al andar. Inmensas con sus saris se me movían bamboleando las carnes que se muestran a la altura de la cintura y dejaban mucho que desear. Todos comen con la mano y les gusta sopear el Nan, que es el pan sin levadura que es como un panqueque puesto directo al fuego y se les suele quemar. Masala es el condimento que casi todo posee y que a un occidental le sabe a curry y picante sin parar. Los dulces solo son de crema y uno que otro bizcochuelo, pero si son los reyes con unas frituras en el almíbar que son una bomba y delicia para el paladar.
Alguien podría pensar si me gusto este viaje al final, y digo con todas las letras que si. India estiró al máximo el elástico de aprendizajes en todas las dimensiones de mis ser. Obviamente la corporal fue la primera en caer, pero puedo decir con orgullo que invicta de enfermedades regrese (creo jaja). En lo corporal jamás pensé resistir las tensiones de tanta diversidad de olores, de visiones, sensaciones y hasta el tacto me vino a impactar. La piel de los indios es dura, como de plástico, como los que están acostumbrados a mucho trabajar. Extremos de miseria y belleza se sumaban sin anticipar; polos de colorido y bajeza se matizaban no más mirar. Bueno en lo afectivo emocional, también fue una buena prueba y no me voy tranquila con mi actuar. Dicen que no hay que involucrarse con los ojos de uno a la pobreza del lugar, pero si bien fui obediente en la conducta, no lo fui en el amar. En cada niño, viejita o enfermo que pedía se me iba quedando un pedacito de mi alma con una deuda a saldar. Quedé endeudada y movida de por vida, porque pequé de omisión pudiendo haber hecho algo más. Claro que les regalé en mi forma toda la atención en la mirada que los pudiera dignificar, pero seguro que ellos vieron lastima en mis ojos y eso mucha pena me da. Salvaron mis afectos los niños que son almas puras, que no saben condenar. Si no fuera por las responsabilidades ya comprometidas, me hubiese quedado contándoles cuentos o bailando con ellos sin parar. También me habría gustado enseñarles de un Dios bueno que en su alma siempre está; quizás me hubiese ido mejor en la India que en Chile, donde siento que nadie quiere escuchar. De la dimensión cognitiva, el cerebro estuvo a punto de reventar; se me tupían mogoles con hindúes y lo del siglo XVII ya me parecía muy nuevo para mirar. Comparado con lo poco y nada de historia conocida que tenemos nosotros, miles de años antes de Cristo, eran un buen reto para asimilar. Templos, dioses, batallas, dinastías, reinas, invasores, divisiones y miles de hitos demasiado grandes y potentes eran pequeños fragmentos en mi mente que trataba de armarse un holograma más o menos sencillo para poder ubicar a cada ciudad y personajes en su lugar. Este país, o al menos el que conocí, se parece a Estambul, en el sentido de que toda la historia parece haberse concentrado aquí. Los libros sugerían que hasta el mismo Jesús paseó por aquí, como si no le bastará tener a todos los otros fundadores en su cuna para parir. De la dimensión espiritual, es la que aún no logro decantar. Me costó mucho entender los códigos profundos de cada fe que aquí se vive y sobre todo me costó aceptar la división que producen en el pueblo y en el ser. Musulmanes con sus ritos y verdades apenas se hablan con hindúes siendo que son hermanos y vecinos de la misma comunidad. Lo mismo entre Jainistas y Sij y todas las miles de variantes que existen y que no fue posible percibir. Cada uno celebra un día diferente, le reza a un Dios diferente, mira para un lado diferente para adorar, se viste diferente, come diferente, nace, se casa y se muere en su tribu y castiga severamente al que se atreve a vitrinear. No sé, pero me rebela profundamente toda la división por la forma sin poner importancia a lo esencial. Todos son hermanos e hijos del mismo creador y son los códigos los que tenemos que aunar. Si a uno le quedo mejor el sábado para estar, bienvenido sea, lo voy a respetar, pero aquí se muere todos los días por el distinto credo y devoción en general. Muchos de los cristianos pecan de la misma soberbia y vanidad; al final es el pecado original del hombre que por miedo y control lo hace vivir desde el temor y no desde el amor de verdad. Leyendo a cada uno de los profetas, no es mucha la distancia esencial; son los seguidores y discípulos los que entienden y viven apenas un porcentaje de la visión original. Aún creo que no he contestado a la pregunta original, ¿me gustó venir a la India?. Sí, pero me costó. Sí, pero me desafió constantemente a reconocer nuevos paradigmas y flexibilizar. Sí, pero me tensionó al extremo de tener que cerrar los ojos para dejarme llevar. Sí, pero extrañé los códigos conocidos que no me hicieran vivir en permanente inseguridad. Sí me gustó porque me di cuenta que en medio de todo está la verdad y que aquí hay aún mucho por crecer y aportar. Sí me gustó porque vuelvo un poquito más sabia y un poco más humilde para aceptar que soy una pulga en medio de un infinito pajar. Sí me gustó porque me sirvió para valorar lo mucho de bueno que tenemos en Chile y no puro quejar. Sí me gustó porque en nuestro país aún hay mucha desigualdad y miseria igual a la de la India y creo que desde la educación puedo aportar. Sí me gustó porque fue un stop obligado a toda mi cotidianidad. Una vez más le doy gracias a Dios y a las millones de formas que en la India supo adoptar. Sé que sin él/ella no habría llegado hasta acá y que sin su ayuda tampoco estaría de vuelta a mi anhelado hogar. Namaste para todos los que tuvieron la paciencia de leer estos escritos con lo que pude vivir y comentar.
Desde los arrozales de Bali
Día 1: Las afueras de Denpasar.
El verde intenso y la sonrisa pintada en los ojos y la boca de los balineses son la bienvenida a esta isla de magia y recogimiento. Sus calles atochadas de motonetas que aparecen como hormigas desde todas partes, son el preámbulo a una cultura atiborrada de detalles, de olores y colores que seducen el alma de puro verlas. Desde el aeropuerto en adelante no terminaras de ver las pequeñas flores blancas con amarillo que son un verdadero símbolo de estas tierras rebosantes de pureza y energía. Sin duda habrá dificultades y gente con malas intenciones, pero la inmensa mayoría refleja bondad y una paz que yo al menos creía extinta.
Denpasar es una ciudad muy poblada en donde las calles más parecen serpientes pavimentadas que avenidas. Ninguna tiene nombre y hay que ir atento a los hoyos y a los desniveles del cemento ya que entre medio no es raro cruzarse con árboles que no le hicieron caso a la civilización o arroyuelos que quisieron seguir su curso a pesar de las casas.
Las tiendas se entremezclan con pareos y vestidos de los colores más hermosos junto a fritangas y puestos de chucherías como del siglo pasado. La bencina de las motos se vende en botellas de vodka y los zapatos de los dueños se exponen en la entrada de todos los lugares como trofeos de la sencillez. Sí porque se ven los pies y dedos de todos. Nadie oculta sus piernas ni sus cuerpos que son menudos y graciosos. Su piel es desde el café con leche al café cargado. Sus ojos achinados, pero no tanto como los orientales. Sus pómulos son salientes y su sonrisa blanca y amplia.
Algo que llama mucho la atención son sus altares y ofrendas. Como pequeños barquitos de diferentes formas, confeccionados con hojas de palma, van cobijando alimentos, inciensos y aromas para sus dioses y antepasados. No hay esquina ni hogar que no tenga un altar vestido con telas de colores y con especial cuidado son atendidos todos estos homenajes a lo largo del día.
Las personas del pueblo tienen nombres de acuerdo al número de hermano que son. Así todos los primeros tienen el nombre Wayan, los segundos Made, los terceros Nyoman y los cuartos Ketut, en donde se comienza a contar de nuevo. Un nombre de mujer que se repite es Aiyu. Todas las que he conocido sonríen desde el alma hacia fuera.
Las motos son las que mandan las calles. Los autos –como en ninguna parte del mundo- deben replegarse ante su paso y esperar pacientemente su turno. Los autos y las motos andan lento; nadie parece apurado o yendo para alguna parte. Parece más un paseo. No se ven autos lujosos ni grandes diferencias sociales. Es una isla linda, donde se ve sencillez, pero no pobreza ni miseria.
Como buena colonia, todo es manejado desde la derecha, lo que supone un gran esfuerzo de acomodación cerebral. Es complejo y peligroso los primeros días; qué increíble cómo somos un animal de costumbres.
La comida que hemos probado hasta ahora es profundamente sabrosa; como que tiene espíritu, a pesar de ser sencilla y poco abundante. Llama la atención el sabor del arroz que sabe mejor que en nuestras tierras y las salsas que condimentan todo con un dulzor picoso muy agradable.
No se ve pan ni leche ni muchas carnes. De todo poco y muy bien presentado. Tampoco se ven pasteles, helados o muchos chocolates. Supongo que el calor espanta tanta caloría de las dietas balineses y los hace a todos mantener cuerpos muy estilizados, fibrosos y musculosos. Es una raza muy digna; no son muy altos y sus ojos son siempre cafés o negros. Sus labios son gruesos y su pelo liso y oscuro.
Hay muchos hombres que usan pareo cotidianamente y un especie de turbante blanco que no les tapa toda su cabeza. Son muy respetuosos y parecen más bien niños curiosos que hombres.
Sus familias valoran mucho a los niños hombres ya que son ellos los que cuidarán de sus padres cuando sean mayores. No así las mujeres que se van a las casas de sus suegros. Bendita sería yo aquí en Bali que conservaría a todos mis regalones cerca…
El mar es tibio y movido. Sus olas no se quedan quietas y son el deleite de surfistas y nadadores. Se aleja mucho de las imágenes de playas caribeñas, pero seguro las hay y aun no las conozco a lo largo de la isla.
Se ve mucha artesanía en piedra que da forma a preciosas mujeres con sus pechos al aire como bailarinas o especies de buda. Ya aprenderé qué significa cada una de ella, pero sorprende su belleza y la tranquilidad que emana de ellas. También esculpen animales como elefantes y tigres y luego vienen los hombres extraños, mezcla de dioses con máscaras y poderes extraños que a ratos atemorizan y envuelven.
Aún no he escuchado la música, pero vislumbro instrumentos de percusión preciosos que hacen del metal un arte creando bailes y danzas como sacadas de una novela.
El aire es siempre tibio y húmedo. Sólo a ratos la lluvia lo enfría un poco, pero en general es como un sauna suave que exhala aromas dulces, ahumados y con toques de jengibre y limón. No hay malos olores en las calles, sólo en las aguas estancadas o los canales que cruzan a ratos la ciudad en donde se nota que las alcantarillas dejan mucho que desear.
El agua es de temer. Ni siquiera hay que tentarse a lavarse los dientes con ella. Todo debe ser con agua purificada, ya que nadie asegura de dónde viene ni para dónde va…
Las casas se mezclan hasta ahora entre las más sencillas y las más pitucas como parte de un conjunto bastante armónico. No se ven grandes rejas ni separaciones entre unas y otras y están muy pegadas. Muchas de ellas están coronadas en sus techos con estatuas de piedra y los altares a sus antepasados. Domina el color naranjo, la piedra, el bambú y las tejas también de piedra.
El paisaje es plano hasta donde llevamos recorrido. No se ven montañas ni valles a diferente altura. Sí muchos árboles de hojas muy coloridas, florcitas de color rosado, blanco, amarillo y muchas palmeras de plátanos y árboles de mango. La vegetación es abundante y libre; nadie parece querer dominarla mucho y se manda sola entre calles y veredas (cuando las hay).
El idioma es difícil de retener aunque se escribe igual al nuestro y se lee como se escribe (tremenda ayuda!!!), pero aún así es complicado. Muchos balbucean el inglés, pero nadie hasta ahora sabe español. Somos minoría absoluta en estos lugares del mundo.
Hasta ahora los bichos y animales no han sido tema. Espero no verlos mucho y que sólo los apreciemos como parte de un espectáculo. Atemoriza pensar en todas las enfermedades que han dicho y los posibles ataques de monos, arañas, culebras y tiburones…
Estas son las primeras impresiones a dos días de haber llegado a este mundo tan diferente al mío. Una cultura misteriosa, medio encriptada bajo las miradas dulces de los balineses. Según algunos llenos de mafia, corrupción y desorden. A mi me han parecido más sabios, más pacientes y más dulces que cualquiera otra civilización que haya conocido hasta ahora.
Día 2: Ubud.
El caos aparente es otra de las imágenes que se vienen al recorrer esta isla. Las ofrendas a poco andar, terminan como un gran cerro de basura que se empieza a acumular en las veredas. Miles de florcitas de colores, entremezcladas con totoras y palitos de inciensos de todos los grosores son parte del suelo que uno empieza a pisar.
Las veredas son también un peligro inminente; a cada paso hay que ir atento ya que debajo de ellas corre una acequia de aguas sospechosas a las que fácilmente uno puede caer.
Entre vereda y vereda, salen callecitas preciosas decoradas con musgos verdes y piedras esculpidas pero ya deshechas en donde se vislumbran rostros y cuerpos de diosas. A su alrededor arrozales lindísimos que ponen el acento en el verde contra la piedra gris y negra de las construcciones.
Este pueblo es un pueblo de artistas y de paciencia. En cada esquina se ven esculturas de madera de ébano, caoba y otros árboles aromáticos y nobles que son presas de artesanos muy meticulosos y dedicados. Más de una semana trabajan en una pequeña figurita llena de recovecos y adornos. Así también la piedra es un tallado minucioso donde cualquier error se paga caro.
Los templos hechos por estos artistas milenarios son un espectáculo por si solos. Los hay de todos tamaños y te sorprenden en cualquier lugar. Sus faldones de género escoces más las trenzas de palma como farolas, son el anticipo de un espacio sagrado muy especial.
En algunos de ellos es posible encontrarse con verdaderos duendes humanos; viejitos con dientes irreconocibles, miradas dulces y perdidas, cuerpos casi desapareciendo entre los huesos que te miran y te bendicen con inciensos y agua sagrada.
En uno de los templos pudimos conocer el origen del agua sagrada. Una maravilla de la naturaleza que encerrada en una piscina de piedra, enmarcaba estas vertientes constantes y abundantes de agua que salía de la tierra acompañada por arenas turquesas oscuras. Luego esa misma agua iba a las fuentes donde las personas hacían su baño de purificación. Belleza pura para el cuerpo y el espíritu. Más abajo en este circuito el agua llegaba a una piscina de peces de todos los colores y tamaños. Deben haber sido miles, un millar quizás, desde el tamaño de un zapato hasta el de un niño de dos años. Blancos albinos, rojos, amarillos estridentes, naranjos fluorescentes y las combinaciones de todos los anteriores. Un paraíso de abundancia y vida.
La lluvia aquí es parte del paisaje de esta época. Cuando viene parece un diluvio; las calles se hacen ríos en cuestión de segundos y las pozas se hacen profundas hasta la pantorrilla. Pero nadie parece inmutarse y hasta se agradece el masaje natural ya que pasado el chaparrón la tierra absorbe todo como una esponja y vuelve a verse la tierra firme y el agua se fue como por un callejón hacia el más allá. Sólo es posible reconocer su destino cuando llegamos a las terrazas de arroz. Ahí está toda al servicio de la creación.
Las terrazas son pequeñas y a veces a diferente altura. Los juncos varían de colores y parece que todas las estaciones del cultivo están juntas en la misma locación. Arroz recién germinando, arroz seco, arroz cortado, todo en el mismo espacio y tiempo.
Los arrozales conmueven por la precariedad de su sistema. Apenas un motorcito que mueve el barro; todo el resto a pura fuerza de hombres, cobijados en amplios sombreros que los protegen del sol y el agua. Los pies van directo a la plantación que debe tener unos 25 cm de hondo. Ahí desde la mañana a la noche están plantando, limpiando y cosechando. El trabajo es duro; se nota en los cuerpos. Todos enjutos, llenos de fibra y cubiertos de una piel oscura, curtida y cansada. No obstante sus sonrisas siguen siendo el saludo habitual y sus cigarros, su compañía.
Los arrozales son de un verde intenso que tira hacia el amarillo cuando sale el sol. Son de escasa estatura y no se mueven con el viento. La verdad no hay viento; solo una brisa húmeda que los hace bailar. Dicen que no esconden peligros de serpientes ni bichos; a mi me asustan un poco todavía.
Los pareos son parte del paisaje y de la vestimenta para entrar a los lugares sagrados. Un manto multicolor que refresca y adorna. Los hombres se ven imponentes, dignos como reyes a pesar de su humildad. Para los extranjeros deja de ser un disfraz y se convierte en el atuendo que nos une a este entorno maravilloso de riqueza espiritual y artística.
A ratos da un poco de temor tanta precariedad; qué pasaría en caso de un accidente, de una enfermedad. Supongo que hay que encomendarse y confiar en que de alguna manera siempre el hombre se las arregla para sobrevivir y salir adelante.
Los lotos y las flores son imponentes no sólo por su tamaño si no por la intensidad de sus colores y su dignidad. También hay albahaca muy aromática, orégano gigante y todo tipo de flores que mantienen su forma sin que el tiempo pase sobre ellos.
Día 3: Ubud y sus alrededores.
Me preguntan por cómo son las personas aquí en Bali. Cómo saberlo en realidad. El idioma es una tremenda barrera que nos separa casi infranqueablemente. A pesar de eso se intuye que hay muchas cosas buenas en sus vidas. Lo primero la capacidad de servir con alegría y sin interés aparente. Te abren sus casas, te muestran sus tiendas y te ofrecen sus productos con cariño, como si no esperaran nada a cambio. Es extraño. Uno ya está acostumbrado a que te sonrían por marketing, interés o que esta dure lo que dura tu respuesta. En nuestros países si no compras, si no accedes, las sonrisas suelen borrarse con mucha facilidad.
Es extraño que el que está sembrando o cosechando arroz a menos de dos metros tuyos, te sonría genuinamente mientras tú estás al lado más amable de la vida. No se ve envidia, rencor ni resentimiento alguno. De verdad es muy extraño y mágico. Tanto así que te regalan libertad; no te sientes culpable… es bonito y conmovedor su paz interior.
Se ve una gente acostumbrada a servir como si les fuera natural, pero al mismo tiempo no parece rebajarles en nada su dignidad. Es como si estuvieran en una dimensión diferente en donde sin importar el trabajo que estés haciendo o tu posición social, posees un porte como real. Dicen que efectivamente así se sienten; descendientes de la realeza de la isla que emigró a Bali después de las invasiones de distintos pueblos.
Son orgullosos de sus tradiciones, de su arte, de su comida y su cultura; parece que no necesitaran nada más. No se ven ambiciones en el aire, se valora lo cotidiano, lo sencillo… qué distinto sería si hoy estuviera en New York no es cierto…
No parecen tener temor al ridículo; cada uno se viste como puede y quiere y hace gala de su vestuario mezclando mil colores que juntos hacen un todo muy armónico. Muy raramente se ven mujeres viejitas con su pecho al desnudo, como antiguamente se usaba según las fotos. A lo más se tapan con un paño, llevando dignamente su especie de turbante en la cabeza que les permite soportar grandes pesos como bidones de agua, cañas o leña sin usar las manos. Sin duda aquí reina el equilibrio en todo sentido.
Los niños hombres pequeños se ven en todas partes; manejan motos y vespas aún sin alcanzar los pedales y juegan libremente a hacernos bromas o asustarnos en las calles o veredas. Sus caritas son chispeantes, sus cuerpos menudos y de color tostado. Ninguno parece acordarse de los zapatos y tienen la libertad de bañarse piluchos en las acequias o riachuelos que corren al lado de los pequeños caminos pavimentados.
No parecen tener la misma suerte las niñas pequeñas. No se ven en las calles ni en las veredas. Sí manejando diestramente sus motos y llevando parados adelante a sus hermanos o hermanas más chicas. Pareciera que las mujeres jóvenes se pasarán de un viaje a ser viejas ya que no se ven fácilmente mujeres de mediana edad. O son menuditas jóvenes de ojos y cuerpos coquetos o viejitas de pelo blanco, cuerpos chupados y sonrisas lindas. Son una delicia las ancianas; sus cuerpos no parecen quejarse de ningún cansancio y caminan por las calles conversando y cargando sus pesados bultos en la cabeza.
En las calles es muy frecuente encontrarse con caravanas de niños ataviados con lindos trajes e instrumentos de percusión, que hacen sonidos similares a los de las ollas, pero más dulces y afinados. Los preceden dos niños más ocultos bajo un disfraz de dragón que va saludando y bendiciendo a los transeúntes y tiendas. Así también finísimas mujeres vestidas con ropas ceñidas de colores, bailan en su propia procesión, cantando Hare Crischna o como se escriba. Es muy sorprendente tanta devoción alegre; se ve como un panorama de fiesta, más que a una de las oraciones que acostumbramos en occidente.
Fuimos a ver un parque de monos, macacos para ser exactos. Miles de pequeñas creaturas semi humanoides que no sobrepasaban el tamaño de un perro, pero en su ferocidad parecían tigres. Si bien se mostraban juguetones y tiernos a lo lejos, apenas te acercabas, se asustaban y atacaban mostrando todos sus dientes. Sus manos pequeñitas eran muy diestras, partían, pelaban, tomaban, trepaban, mostraban, como si fueran manitas de niños descuidadas pero traviesas. Al final no se ve tanta diferencia con nosotros. Sus miradas eran muy expresivas, casi todas tristes o cansadas. No se veía sonrisa ni intención de comunicarse. Es más parecían estar soportándonos y haciéndonos el favor de recibirnos para obtener su preciada comida. Los monos estaban libres en 27 hectáreas de bosques preciosos, rodeados de lianas gruesas de color verde musgo y lianas muy finas de color rosadas. Yo creo que ahí se escondían las hadas y los duendes, atemorizados de tanto mono chico y grande (nosotros).
Las piedras de todos los lugares están talladas hasta el cansancio. Cuántas horas de trabajo Dios mío. Cuantas manos rotas, cuántas vidas invertidas en dragones, perros chanchos, diosas deformes, lagartos y miles de formas que hoy son la cuna de musgos verde y vegetación hambrienta.
Las frutas son verdaderos misterios que sorprenden. Ayer probamos una llamada Dragon Fruit; una especie de alcachofa más turgente de color rosado fuerte. Muy protegida del exterior y aparentemente impenetrable.
Pero al cortarla, salió una pulpa de un color frutilla intenso, preciosa, similar a la textura de un kiwi, más desabrido, pero suave y refrescante. Su jugo igual al de la betarraga. Corría como sangre en nuestras manos y lo manchó todo. Una delicia en forma y color; más que en dulzura y sabor. Hoy probamos una que no sabemos el nombre, pero se parece a una alcayota gigante llena de pinchos verdes como un pequeño puercoespín. Su carne es parecida a la de una chirimoya, pero la probamos frita en un puesto de la calle. Parecía papa frita pero dulce, un poco fibrosa y pegote pero sabrosa. También comimos plátanos verdes y amarillos chiquititos. Los primeros eran más fibrosos, flacos y un poco ácidos; los segundos fieles copias de los que conocemos. También los comimos fritos envueltos en un betún amarillo suave y pegoteado; muy rico la verdad.
Y si de fritangas se trata, la verdad las hay por todos lados. Con unos pequeños balones de gas de no más de dos litros, se instalan unos carros equivalentes a nuestros carros maniseros y ofrecen fritangas de origen incierto. Aún no nos atrevemos a comerlos, pero se ven apetitosos. Lo mismo con los puestos de comida callejera que venden porciones de arroz frito o tallarines en pequeños saquitos hechos de palma verde reemplazando platos o servilletas. Es como una humita callejera…
Pasando a los animales, les puedo contar que las lagartijas son transparentes, con una cola corta, como si no acabaran de crecer todavía. Aguardan en todos los techos y paredes de las casas, como esperando el momento para entrar. Sólo se aprecian sus ojos negros y su columna vertebral debajo de su piel, lo que les da un aspecto alienígeno muy raro –al menos para nuestros parámetros. También hay lagartos gordos y de cola muy larga, que lucen su pecho amarillo como si fuera de oro. Corren rapidísimo y se esconden en los pastos altos. Las arañas hoy hicieron su aparición produciéndome escalofríos. Se veían siniestras urdiendo sus telas a la espera de sus víctimas. Eran grandes, de patas flacas y de varios colores; escalofriantes para mi fobia. Las hormigas existen de la A a la Z; las hay unas súper chiquititas que apenas logras ver en tus manos, hasta unas gigantes que tienen el tamaño de un poroto y paran la cola para atacarte. Hay negras, rojas, cafés y de cola colorada. Me recuerdan a las arañas así que tampoco me gustan mucho.
De los animales más grandes, hoy tuvimos la oportunidad de conocer a los elefantes asiáticos. Estaban en un parque aparentemente natural en donde se paseaban, pero al afinar la vista, se veían sus piernas atadas con gruesas cadenas a un poste de cemento. Triste la verdad… Sus caras se veían como resignadas a este destino y a hacer el show de comerse los pedazos de palma que les dimos. Su piel realmente es muy dura; parece un plástico áspero, peludo y tibio. Su trompa era muy hábil y como su único “cable” de conexión con el resto. Sus pelos eran duros como alambre y crecían desparramados en su pequeña frente. Su color era café grisáceo, pero en las orejas y en la trompa se veía algo de naranjo fuerte. Sus orejas bailaban todo el rato para espantar a las moscas y parecía que su única entretención era comer y mover las hojas de un lado a otro. Para defenderse de sus ataques los que los cuidaban traían unas especies de picotas de acero que se notaba que las usaban con más frecuencia de lo que uno quisiera. Es finalmente la lamentable sensación que producen todos los zoológicos y parques, que hacen preguntarse cómo sería si fuera al revés… Empeora las cosas el ser cómplices de esta brutalidad y a la vez saber que están en peligro. Interesante finalmente pero con un dejo de amargura la visita.
Si hay algo que encanta de Ubud es el olor a jazmín que te persigue por todas partes. Lo encuentras en los jabones, en las cremas y por sobre todo en las flores que aunque mucho más pequeñas que todas las demás flores con las que compiten, se imponen por su dulzura que recuerda a azahares y a tiempos pasados.
Día 4: Camino a Lovina
Para llegar a este lugar hay que atravesar toda la isla y adentrarse por caminos preciosos donde el verde te absorbe el alma. Es un camino de subida, lleno de curvas y de cuestas donde todos se pasan como si fueran en plano. Las hojas que adornan el paisaje son de plátanos, bambús, árboles gigantescos, helechos, musgos, flores blancas, de campanas gigantes, y los tradicionales arrozales que ahora se empinan en terrazas más pequeñas y puntiagudas. Es una verdadera selva muy tupida que a ratos se llena de ruidos de chicharras tan ruidosas, que llegamos a dudar si son artificiales.
En el camino está lleno de puestos de frutas callejeros y ferias ambulantes. Dentro de las maravillas que hoy probamos, hay una especialmente rica que se llama mango steel (o algo así). Por afuera es muy fea. Parece una betarraga de color, pero con cáscara dura y áspera. Para abrirla hay que partirla como quien parte un huevo y salen unos gajos maravillosos de color blanco, más dulces que los nísperos, jugosos y pegotes. Deliciosos. Otra fruta es el rambután que por fuera parece una pelota de ping pong entre fucsia y roja, pero llena de pelos duros. Podría ser un perfecto adorno de pino navideño. Al pelarlo (que es fácil) sale sólo un gran grano semi trasparente, parecido a una uva. Es un poco insípido pero se deja comer bien. También está el mango, la maracuyá y una prima de ella, llamada la fruta de la pasión, que es más dulce pero con las mismas pepas. El problema es el precio; probablemente se aprovechan de nuestra cara de turistas evidente, pero salieron caras las seis frutas.
Llegando a la punta del cerro, paramos en un mirador muy lindo de todo el valle y guau, sorpresa había un señor con unos animales muy locos. Primero que nada un murciélago gigante colgando de una pata frente a nuestras narices. Debe haber medido como una caja de zapatos y era negro, sus alas parecían de plástico y de verdad dormía plácido en medio de los autos y bocinazos. A su lado dos lémures que se pasearon por nuestros cuellos y brazos como si fuera su cama. Eran suaves y pequeños, como lo que uno imagina de una nutria. Lo nervioso vino con una serpiente de más de dos metros de largo y del grosor de un brazo de niño que nos colgaron en el cuello a todos los que quisimos. Su piel era realmente suave y medio sedosa. Uff, fuerte tanto bicho en la cabeza o los brazos de uno, pero vale la pena atreverse.
Es muy loca esta isla ya que en la cumbre del cerro nos encontramos con un lago. Sí, un lago en la punta de todo. Era un entorno mágico donde la niebla se movía a gran velocidad y competía con las nubes para ganarse el horizonte. Gracias a Dios, el sol también apareció por segundos y nos permitió ver el contorno de este lugar de cuento. Cerritos muy bajos y tupidos de vegetación rodeaban el agua como para que no se le arrancara detalle. El agua estaba calma y sólo la interrumpían lanchas que llevaban turistas de un lugar a otro. Paramos ahí a visitar un templo que está en la ribera del lago y se llama Ulun Danu Beratán. Más allá de las construcciones y el parque que eran muy amplios y bien cuidados, lo que más nos impresionó fue la gente. Había miles de turistas de todas partes del mundo, pero el 99% eran orientales; quizás por lo mismo éramos verdaderos focos de atención. Nos persiguieron como atracción de feria pidiéndonos decenas de fotos con cada uno de nosotros. Nunca supimos bien porqué era, pero la sensación fue muy divertida y amorosa. Nos pedían fotos como para querer sacar de nosotros algo sagrado; algo único. Al principio pensamos que era la Trini, luego los “buen mozos”, pero en realidad creo que era algo que veían en nosotros que les llamaba la atención. Nos reímos mucho con ellos y disfrutamos la visita como niños chicos. Los niños nos pedían que les hiciéramos cariño y los grandes nos tocaban la cara como si fuera chocolate. Loco y lindo la verdad…
Llenos de buenos recuerdos e historias para contar hasta viejos, salimos de este templo también cargados de una energía linda para seguir camino a Lovina. El camino empezó a bajar por cuestas igual de inclinadas y peligrosas que las de ascenso y el auto se nos calentaba muy seguido. Llama la atención cómo los niños de ahora no están familiarizados como los grandes a las típicas fallas de los autos de antes….
Casi a una hora de llegar, vimos un letrero de cascadas. Nos estacionamos y nos adentramos por un caminito minúsculo de cemento que nos llevó a la boletería. Tres balineses con mala cara (los primeros que vemos), nos regatearon el precio hasta que finalmente entramos. Es fome el tema de saberse “asaltado” a cada rato sólo por el hecho de ser turistas, pero no alcanzan a ser abusadores si uno lleva su contraparte dentro del equipo. Yo al menos no tengo guata para regatear.
Para llegar a las cascadas –que eran tres- caminamos como 30 minutos por medio de la selva, bañados por una garúa constante que venía de las mismas caídas de agua. Finalmente vimos la primera que si bien era normal de tamaño (no más de 6 metros) tenía una gran poza, profunda y medio verde cobriza donde había que bañarse. Nos cambiamos ahí en medio de las rocas y los helechos y contra todo miedo o pudor, nos fuimos al agua pato. Todos estaban fascinados; yo que odio el peligro, me demoré más pero me sobrepuse a las posibles arañas acuáticas, lianas y demases y me tiré una bomba en esa poza que no se le veía el fondo. El agua estaba semi helada pero fue una osadía temeraria e inolvidable. Así mojados y felices seguimos el camino a las otras dos caídas de agua y tuvimos que caminar por el suelo de la selva en estado natural. Aquí no hay gringos ni senderos identificados. No hay baños, ni camarines, es la naturaleza protagonista que te da permiso para entrar en sus entrañas y disfrutar todo lo que en ella habita. Fue interesante encontrarnos con muchos arbustos de cacao y una alfombra de hojas secas que nos recibía en vez del barro que había debajo de la vegetación. Caminamos rápido para no encontrarnos con ningún “visitante” de más de dos patas, pero nos costó algunos resbalones y caídas en la selva.
Muy cansados y mojados, tomamos el auto para ir a Singeraja, la ciudad más grande al lado de Lovina. La ciudad no parecía especialmente interesante, casi como para no entorpecer la belleza de Lovina.
En este pequeño pueblo rodeado de aguas de mar que parecen espejos, está lleno de música suave que te seduce como esas de meditación. Hay menos turistas y menos comercio. Todo es más chico, más lindo, más intimo. Tanto así que hasta los delfines eligieron este lugar para vivir.
Caminar por este borde es una delicia para el espíritu; la temperatura es perfecta, la gente amorosa y el olor del mar te llama como si fuera sirena. En la arena está lleno de botecitos tipo catamarán de madera que te ofrecen el paseo por los delfines que sólo se hace a las seis o a las ocho de la mañana. Así que a madrugar se ha dicho.
Día 5: Lovina
De día este pueblo confirma lo que mostraba de noche. Una zona menos comercial pero igual de pintoresca que Ubud y sus alrededores. No tiene artesanías como las que se ven en las ciudades más grandes, pero sí un encanto propio de un lugar de descanso y relajo. El mar rodeándolo todo es una postal eterna que la bordean árboles con flores y palmeras de cocos. Una maravilla.
Partimos al paseo a hacer snorckle en nuestro auto que cada vez está más loco. No sé si nos durará los cuatro meses, pero de verdad ha sido un volver a mi infancia el mantenerlo andando más o menos correctamente. Ahora se volvió loco con los intermitentes por lo que tuvimos que buscar el fusible y el cable que se habían soltado. Los niños para variar aprendiendo cómo funcionan de verdad las cosas y ayudándonos a señalizar con los brazos como pájaros. Si a esto le sumamos el manejo al revés y la locura con la que la gente maneja, de verdad es una osadía andar por las carreteras. A todo esto la máxima velocidad que uno puede andar es a 70 Km/hora, no porque no den más los motores o uno no quiera, si no que porque no dan las calles ni el tráfico. Los autos manejan siempre al medio (que no tiene líneas marcadas) sin importar para qué lado vayas y casi todo es doble vía. O sea hay ir con 50 sentidos atentos para poder sobrevivir, pero parece que a todo se acostumbra uno, así que ya estamos pasando a otros y tocándole la bocina a los más perdidos, jaja.
Bueno después de 1.30 minutos viajando por la selva de autos y motonetas, llegamos a unos de los extremos de la isla desde donde es posible ver Java. Se comunican por ferris pero por ahora no iremos allá. Sí nos subimos a un bote bastante destartalado que nos llevó a la isla Menagan, que significa ciervo en bahasa. Nos demoramos como 40 minutos navegando por un mar color turquesa maravilloso, las costas estaban rodeadas de mangrows que son esos árboles bajos que meten sus raíces en el agua. A lo lejos divisamos ciervos y la verdad como que no combinan aquí, pero son habitantes naturales de las islas.
Finalmente llegamos a una zona más baja donde armados de gualetas y snorkels nos tiramos al agua para empezar la contemplación de un mundo maravilloso. Primero que nada el color del agua se hizo más claro e intenso en el mismo turquesa, lo que convirtió al lugar en un especie de paraíso. Luego la primera impresión es la imponente vegetación y los corales del fondo; qué deleite tanta forma y color bailando bajo las aguas. Todo parecía tallado con mucho cuidado y horas de creatividad. Había unas plantas (si es que así se llaman) que parecían hongos y callampas gigantes; otras eran como dedos de color azul o violeta intenso; las había otras que parecían pelotas, otras palos gruesos de colores… un verdadero paisaje lunar lleno de cimas y quebradas de diferente profundidad y textura. Algunos se quebraban de sólo tocarlas y otras que te cortaban a ti por su dureza. La poca arena que dejaban libre era blanca y parecía como resto de una explosión de un volcán.
Pasando a los peces que divisé; qué maravilla Dios mío cuánto has creado. Tantos colores en un mismo animal, tan bellamente combinados; tantas formas y especies en un mismo lugar. Qué perfectos e inconscientes a la vez de su majestuosidad. De verdad es ver una sinopsis de la creación divina sin filtro… Un privilegio que muy pocos pueden darse probablemente, pero una lección para la fe sin duda. Bajo el mar todo es silencio y eso ayuda a sentirse cobijado en una especie de vientre divino sin igual. La temperatura, el silencio y la luz son como volver al origen de nuestra vida y conducen a una experiencia muy profunda y conmovedora.
Si bien buceamos por encima, también era posible vislumbrar la oscuridad de las quebradas más hondas de muchos metros de profundidad. Nunca deja de funcionar la fantasía de que aparezcan extrañas creaturas desde el fondo de este misterio. Por eso sorprendió mucho el que desde ahí salieran miles de pelotitas como de plata subiendo hacia la superficie. Nos rodearon creando un momento mágico en donde parecíamos rodeados de perlas que nos acariciaron el cuerpo con mucha suavidad. Después supimos que eran las burbujas de oxígeno de un buzo con tanque que nadaba a varios metros más profundo que nosotros, sin embargo eso no achicó lo lindo del espectáculo ni la sorpresa que sentimos.
Bucear resulta finalmente un viaje hacia adentro de uno mismo que nos permite conectarnos con Dios y con todo lo que quiere regalar y decirnos.
En el viaje de vuelta paramos a comprar comida para la noche buena y compramos puras cosas locas. ¿Cómo describirlas? Lo más conocido fue plátano frito, lo demás miles de pastelitos y frituras de arroz de texturas semi plásticas, con colores chillones y sabores dulces y salados al mismo tiempo. Rico casi todo, algunas cosas insípidas y unas pocas viscosas e incomibles. Todo por 5.000 pesos chilenos.
No he contado de lo que valen las cosas acá, pero es como estar en Disney de contento ya que todo vale un tercio que en Chile. Un jugo natural delicioso vale 250 pesos; lo mismo una bebida. Un plato de comida rico y abundante vale entre 1.200 y 2.000 pesos. Los hoteles en que hemos alojado pueden costar entre 18 y 25 dólares la noche la pieza, con desayuno incluido y son muy buenos!!! Es rico que todo valga tan poco a ojos nuestros!!!
En lo que a comida se refiere es parecida a la comida china que nosotros conocemos. No hay pan ni muchas verduras frescas. Todo es como un champsui y el arroz es blanco y en forma de cono o cerrito. No es posible encontrar carne de vaca, suponemos que porque es un animal sagrado del hinduismo y aquí son mayoría. Sí venden mucho pollo, pescado, chancho y pato. Todos los animales aquí son como sus habitantes: más flacos, fibrosos y chicos que los nuestros. Los pollos son de patas más largas y hay que pillarles la carne con una lupa. Lo mismo los gatos, son todos pelados, con cabezas más chicas y cómo escuálidos; los perros son escasos y hay mucho que parecen tigres en el color de su piel. He visto sólo un chancho caminando que también tenía patas mucho más largas que los gorditos nuestros. Hemos visto ardillas muy flacas y saltarinas y qué decir de los ratones que también recorren los árboles si uno se fija bien. Estamos en los días en donde uno ya empieza a echar de menos un buen beef steak o un pollo que tenga más carne que huesos. Y qué decir de un pan crujiente y una ensalada mixta de verduras verdes. Hoy me comí una ensalada de tomate y lechuga y hasta ahora cruzo los dedos de que no tenga consecuencias ya que las lavaron con agua de la llave… Los jugos son deliciosos; los hacen de mango, de piña, de sandía, de plátano, de limón y naranja, entre otras cosas. Son ricos y abundantes, deliciosos!!! Y si se trata de extrañar vicios occidentales, falta un queso rico, un helado de chocolate o chocolates trencito. Aquí parece que todo lleva algún arroz o tallarín escondido, jaja!!! El café tampoco es el café que conocemos; es rico, pero siempre deja borra y es un poco harinoso. Los niños no toman leche de ningún tipo, ni hay yogurt ni cereales. Sólo frutas ricas, galletas de arroz o algo hecho en base a huevos. Por suerte no son más flacos ni desabridos; saben igual!!! Jaja. Aquí el azúcar es más gruesa y una mezcla entre rubia y refinada en su color. Nadie tiene idea de sucralosas o endulzantes artificiales ni parecen necesitarlos. El té aún no lo pruebo caliente; sólo bebidas heladas de té que hay muchas y son muy ricas. No hay miel de abejas; sólo de palma y es compartida con recelo, como si hubiese poca. Bueno todo se da de a poco; nadie sirve en exceso y pareciera que nada se pierde. Puras buenas costumbres a las que el estómago hambriento de los Goycoolea le ha costado asimilar. Es una dieta muy distinta la verdad, con harto curry, jengibre y ajo desde el desayuno a la comida. Ya veremos como son los supermercados más grandes, pero lo tradicional indonésico es eso.
Noche buena y Navidad aquí no existen. El mundo sigue trabajando y celebrando kalunga y no tiene idea de lo que sucede en occidente. No hay adornos más que unos pocos arbolitos o pascueros falsos para atraer turistas. Los locales se aprenden uno que otro villancico y dicen Merry Christmas pero ni saben de Jesús ni de la locura que se da en nuestros países con el consumo y las corridas de fin de año. Por eso la celebración familiar fue sólo nuestra e inolvidable. Trajimos a un niñito Jesús desde Colina, lo rodeamos con flores del lugar y compramos un pinito hecho con fierro en donde se metía una vela. Nos conseguimos incienso y nos apoderamos de un lugar donde se medita, rodeados de cojines y cortinas de tules. Nos tomamos de las manos y rezamos en familia por un largo rato dando gracias a Dios. Le pedimos regalos del alma al Señor y nos regalamos bendiciones unos a otros, sentados en la penumbra. Como paradoja nos acompañaba de lejos el canto de una mezquita con sus oraciones. Al lado nuestro (pegado a nosotros) teníamos un templo budista con flores e inciensos. No puede ser casualidad que Jesús también nació en tierra extraña, alejado de su familia y fue acompañado por extranjeros y gente sencilla. Nuestro pesebre obviamente es un lujo, pero el sentirse con un tesoro en las manos en donde nadie lo reconoce es una sensación extraña que nos llena de responsabilidad y desafíos. A veces no es tan distinto en occidente que a pesar de conocerlo, no lo acogen verdaderamente como es. En nuestro encuentro familiar hubo tanto amor, tanto cariño, tanta confianza, tantos corazones abiertos y entregados, que sin duda Jesús si estuvo con nosotros y nos regaló su paz. Una bendición sin palabras….
De las reflexiones que hicieron los miembros de la Tribu, llamaron profundamente la atención la intención real de llevarse el espíritu balinense a Chile en el sentido de que menos es más, que uno vale por lo que es y no por lo que hace o tiene y esa capacidad de ser feliz con lo que se esté viviendo sin la esquizofrenia de la aspiración y el consumo permanente. A ratos parece que aquí no sólo es posible tocar a Dios en la naturaleza exuberante y en la sonrisas de las personas, sino también en el corazón de esta isla que está conectado a lo importante y a la vida real. Si eso de verdad se sembró ya en nuestra familia y esta experiencia sirve para que brote y crezca en ellos, ya me puedo morir tranquila; Dios ya ha llegado a su corazón y se está haciendo espacio en ellos.
Día 6: ¡Cómo tanto!
Hoy temprano en la mañana salimos caminando hacia la orilla de la playa en donde nos esperaban dos especies de botes para ir a ver los delfines típicos de Lovina. Más que botes eran dos piraguas de madera, pintadas de color celeste que se transformaban en un especie de catamarán con dos palos de bambús pegados a los lados. Parecían como unas arañas acuáticas muy rústicas y pintorescas, pero que cumplían perfecto con la misión que tenían. Por supuesto que no habían salvavidas ni ninguna medida de seguridad. Zarpamos empujados por un ruidoso motor fuera de borda hacia mar adentro cortando el espejo de agua que plácidamente se dejaba atravesar. Después de unos 40 minutos nos encontramos con una decena de “arañas bote” que al igual que nosotros querían ver los delfines. Llamaba la atención el fondo del mar de un color turquesa oscuro que con el reflejo del sol y nuestra cabeza en el centro se convertía en un verdadero batik en movimiento. Miles de rayos de diferentes matices dentro del mismo turquesa salían en la imagen desde mi sombra; una maravilla que permite comprender de dónde han creado tantas pinturas y combinaciones.
Luego hicieron su aparición los delfines y el asunto se convirtió en una semi cacería. Apenas se veía una aleta cortando el mar, todos los motores se prendían y salían a pillar el primer lugar. Daba un poco de pena, pero a la vez la curiosidad por verlos parece que justificaba el acoso. Probablemente unos cincuenta delfines no más grandes que un niño de cinco años, cumplían con su rol de dejarse ver con sus pieles sedosas y su vientre blanco para el gozo de las cámaras y de nuestros ojos. Son unas creaturas preciosas, con una dignidad como real, que andan en comunidad todo el tiempo (probablemente como una defensa ante tanto humano loco) y de vez en cuando saltan con cuerpo completo a tomar el sol y el aire de la superficie. Son mucho más pequeños que los que uno ha visto en la televisión; quizás como el propio pueblo balines: más menudos, más dulces, más sencillos.
Y por si fuera poco la delicia de verlos, se nos ocurrió tirarnos fuera de la piragua arácnida para bañarnos en mar profundo. Qué delicia, cómo tanto!!!. El sol ya calentaba fuerte, pero aún no picaba la piel. La sal se pegaba a la piel como si fuera miel y la amplitud nos rodeaba como en la película de Pi. Los ojos dolían con tanta sal, pero era tanta la maravilla de estar ahí, que todo mínimo dolor se suprimió por arte de magia.
Sí fue un esfuerzo grande para algunos volver a subirnos al bote; cómo pesamos Dios mío fuera del agua. No eran más que 50 o 70 cm que había que flexionar con los brazos, pero lo míos estuvieron pasando vergüenza y una que otra ayuda tuve que tener por la retaguardia para poder subir.
Y la vuelta hacia la costa, la guinda de la torta!!! El viento en la cara, el silencio imponente (el ruido del motor ya no lo escuchaba); la Trinita acurrucada en mis pies, el Benja parado en la proa de la piragua, hicieron de esa media hora un tiempo de no tiempo. Todo y todos vinieron a mi presencia como en una comunión. Cuánto le hubiese gustado a mi tata Marcos tanta libertad y amplitud. En un momento me convertí yo en él y la Trinita en mí cuando chica y estuvimos juntos por un buen rato. Cuanta gente querida, visibles o invisibles, cuánto amor que se siente… Lo primero que viene es el no sentirse digno ni merecedor de tanto, sobre todo cuando se es consciente de cuánto sufrimiento y pobreza hay alrededor. Por qué tantas bendiciones y regalos para mí; cómo tomarlas sin culpa y poder disfrutarlas intensamente. Pura gratuidad, sin mérito; puro amor de Dios que hay que recibir sin cuestionar, pero si con una infinita gratitud… Sólo tranquiliza un poco el hecho de cuánto uno lo quiere a él también. Obviamente nuestro amor es pobre, herido, enredado e inconstante, pero sí es genuino y fiel.
Después de llegar a la orilla y comenzar a caminar hacia el hotel por una calle que no medía más de cinco metros de ancho, otro regalo que nos abrió la mente y el espíritu (como si ya no fuera mucho). De pronto se nos vino en frente una caravana de muchas personas (por lo menos mil) que venían vestidas muy elegantes, traían más ofrendas de las que ya estamos acostumbrados y venían cantando y haciendo una procesión. Primero pensamos en alguna devoción u ofrenda por el fin de Kalunga, pero luego en andas traían al muerto. Sí era un funeral que iba de camino hacia la playa para su ceremonia de cremación. El cajón iba en un especie de carro alegórico y dos niños iban tirando pétalos. Más atrás venían centenares de motonetas y por último los autos. Cuando ya llegaron al borde, los equivalentes a unos sacerdotes vestidos de blanco, procedieron a ubicar el cajón metálico (con el cuerpo) al medio de la plaza. Con todo el mundo alrededor, prendieron un soplete súper potente que le daba por los pies y luego cuando el fuego arrancó prendieron otro por el lado de la cabeza. Entre medio se ofrecía comida y los deudos acompañaban en silencio. Era un hombre de 53 años que había muerto de la nada y dejó tres hijos. Su viuda estaba muy triste, pero el ambiente lo sentimos bastante diferente al de nuestras ceremonias.
Lo que más me llama la atención es que la muerte se vive de frente; no se le esconde. Porque probablemente el cajón metálico, el horno de cremación, es muy similar a lo que hoy se está usando en nuestros países, pero nadie lo ve. Nadie presencia la despedida y la desaparición del cuerpo a cenizas. Cuánto más nos falta aprender de toda esta cultura …
Salimos de Lovina con destino a Amed tratando de encontrar la única iglesia católica que nos habían dicho. Imposible!!! Ni siquiera se vislumbran campanarios, torres o algo que nos ayude a ubicarnos. Sólo templos y el sonido clásico de las mezquitas que ya se oye con más frecuencia. El camino fue con lluvia intensa; esa que no permite determinar por dónde uno va y que hace que yo me coma las uñas de nervio. Por suerte el chofer que traje está cada vez más diestro y domina la situación muy bien.
El paisaje poco a poco fue cambiando y se fue haciendo más selvático aún. Menos terrazas de arroz y la aparición de los primeros espacios con tierra cultivada con choclos, pepinos y otras verduras desconocidas. Vamos bordeando todo el rato la costa y los arbustos verdes como de cuentos, llegan hasta el borde. En uno de esos bordes bajamos a un restaurant que era de un inglés casado con una balinesa. Se usa mucho por lo que vemos; seguramente los extranjeros desencantados de muchas cosas, se enamoran aquí de la belleza y del corazón de las personas.
Finalmente en el atardecer llegamos a Amed, un poblado mucho más chico aún que el anterior y bastante más rústico. Se ve pobreza en las caras de algunos y por primera vez algunos rostros angustiados o desesperanzados; hay patios llenos de basura y semi construcciones que apenas logran ocultarse en un entorno paradisiaco. Su principal atracción es el buceo, pero yo apuesto más por la tranquilidad y el reposo del alma. El aire tibio y el sol mezclado con nubes, invitan a irse hacia adentro y estar; simplemente estar.
Día 7: Amed, un paraíso rodeado de contrastes
Probablemente aquí debe haber lugares llenos de lujos y excentricidades, pero la cara más visible es la de un balneario que trata de sobrevivir del turismo con gran esfuerzo. La parte de la única calle que lo atraviesa que tiene más comercio y restaurantes, logra verse bien, simpática y con estilo, pero ya alejándose de ahí, se empiezan a ver ranchas con niños piluchos jugando a la par con unos pollos y vacas más flacas que gordas. Sus casas apenas tienen muros que revelan colchones tirados y una higiene muy ausente. Los cuerpos se ven más flacos que nunca y revelan hambre. Duele verlos y aún más cuando te sonríen a pesar de todo. Cómo ayudarles…
La respuesta vino rápido. Los masajes. Cuando pasamos esa barrera y ya nos encontrábamos en una playa de arena negra y llena de restos de coral, mujeres de mediana edad o de frentón mayores, se acercaron a ofrecer sus servicios. Más que por querer hacernos masajes era la forma digna en que podían alimentar a sus familias, así que los ocho nos fuimos haciendo masajes recostados en un pareo en una especie de esterilla que se armó para la ocasión. Sus manos – a pesar de su delgadez- eran muy fuertes y su ánimo inquebrantable. Cada paso de sus manos por mi espalda fue un viaje al dolor que las habitaba y a la vez la certeza de que –aunque minúsculo- algo les aliviaba su sufrimiento.
La mayoría de las mujeres dicen tener en promedio tres o cuatro hijos y no es raro que alguno ya esté muerto. Debe ser muy duro sobrevivir así y no deja de soltarse un remordimiento muy profundo por todo lo que uno alega por puras leseras. Aquí nada es obvio; ni siquiera tener un plato y un cubierto al frente. Es increíble cómo tenemos incorporados en nuestro ADN tantos lujos como parte del paquete, cuando para tantos son privilegios inalcanzables.
Aún así, es un esfuerzo grande sobreponerse a las incomodidades naturales de este entorno y preguntarse cuán mal acostumbrados estamos y cuán esclavos somos de cada cosa. El privilegio que sí disfrutan los habitantes de Amed es una costa única, con un mar tranquilo de corales y peces de colores. El sol y la lluvia se turnan para acompañarlos y no falta un plátano o coco que se pueda sacar de alguna palmera. Lo mismo sucede con los peces que se ponen a disposición de pequeños pescadores como alimento. Es como si la naturaleza se compadeciera de ellos y quisiera aliviarles un poco su lucha diaria.
Nos sumamos a esta gratuidad todo el día y nos ubicamos en medio de unos botes “arañas” para nadar sin apuro, recoger restos de coral y mirar el horizonte que se confundía con el cielo. Fue un día de relajo y de unión a lo que los habitantes de Amed suelen hacer a diario.
Algo que llama la atención de este pueblo y de todos los que hemos visitado, es que los balineses no se meten al mar. Sólo se ven sus niños nadando en calzoncillos y poleras, pero no se ven sus papás o mamás. Por una parte puede explicarlo el trabajo, ya que es un pueblo que no descansa o bien la tradición de que hay que alejarse del mar porque se quiere comer al hombre. Muy similar a la tradición mapuche…Buena coincidencia no es cierto…Qué poco sabemos de nuestra verdadera historia. Creo verdaderamente que estamos bien perdidos con nuestras teorías y datos del recorrido que ha hecho la humanidad hasta ahora.
Algo que no me gusta y que coincide una vez más con el pueblo mapuche (sin caer obviamente en la generalidad) es que se ve harto hombre joven ocioso. Se sientan en unas especies de tiendas de totora con varios amigos y ahí están echados por mucho rato. Lo bueno es que no se ve alcohol y quizás no tienen en qué trabajar, pero no sucede lo mismo con las mujeres…
Esta será la última noche en este pueblo, pero me quedan en el alma los ojos de sus habitantes…
Para terminar el día con detalles más superfluos, hoy probamos el jugo de plátano. Es rico y espeso. No sabemos si tiene leche; probablemente no porque sería carísimo. También probamos el panqueque tradicional de Bali hecho con plátano. Una delicia. Lo que no convence ni a un ciego son las mermeladas; son un desastre en todas partes. Sólo hay de algo de color frutilla, pero más parece una crema pastosa y plástica comible sólo como sacrificio.
Día 8: Saliendo hacia el desarrollo
Unos últimos detalles que me llamaron la atención de la gente de Amed, es cómo se sientan muchas mujeres. Como si estuvieran acostumbradas a no contar con sillas, se sientan en la nada, doblando al máximo sus piernas que quedan pegadas a su pecho, hueso con hueso. Si pudiera uno sacar una radiografía a sus cuerpos, la verdad no vería más que eso; una delgadez que abisma y una vida de sacrificio grabada hasta en las posiciones que usan.
Después de dormir anestesiados por una exótica mezcla musical de canto de mezquitas árabes y de gringos carreteados, con gargantas afinadas pero gastadas por cigarro y quién sabe más, nos levantamos para irnos de Amed rumbo a Nusa Dua, la cabeza de la isla de Bali que tiene una de las mejores playas de arena blanca y aguas turquesas
En el camino nos encontramos con nuevos arrozales que mirados desde las cuestas se veían increíbles. También llegamos un lugar maravilloso, un templo de agua llamado Tirtta Gangga que lo hizo un señor en 1948 para su familia y los habitantes de los alrededores. Él diseño los jardines y fue súper complejo conectar todas las fuentes y piscinas. Los patios eran muy lindos y amplios y la verdad, se respiraba un aire muy especial ahí. Ni siquiera se imagina uno que todo fue casi completamente destruido en los años 70 y fue su nieto quien consiguió los fondos para reconstruir todo.
Ya acercándonos a Denpasar (porque por ahí hay que atravesar para llegar a Nusa Dua), es como si nos fuéramos cambiando de país. Primero aumentó mucho la densidad de gente en las calles y por primera vez vemos calles de doble pista. Un detalle que llama la atención para nuestra cultura es la de la seguridad. Aquí nada de eso existe porque la necesidad no lo tolera. Las guaguas van apretujadas entre tres o cuatro personas a veces, en las motonetas y muchas veces sin casco varios de los tripulantes. Las mujeres si van de copiloto van de lado y llevan encima desde puertas hasta atados de bambú. Todo se traslada en motos. Un negocio genial es el de los puestos motos ambulantes. A las motonetas le adosan un mueble en la parte trasera con varios compartimentos y una cubierta en donde luego cocinan. Llevan los aliños y todo lo necesario para instalarse en cualquier parte a vender. En algunos autos y camionetas van más amontonados que carretón de feria, con muchas personas y niños apretujados. Los policías se ven poco y no parecen controlar el tráfico con mucho esmero; menos la seguridad.
Como nunca se empieza a ver el desarrollo con sus beneficios y perjuicios. Caminos más buenos pero tacos; más variedad de comercio (mucho más internacional), pero también un poco más de inseguridad.
Finalmente todo nos llevó a una autopista de primer nivel (con una pista especial para motonetas) que nos llevó a un puente larguísimo que unía a la isla de Nusa Dua con Bali. El peaje (también primero de esta travesía) era imitando un templo y las luminarias tenían forma del escudo de Indonesia. Full modernidad que nos hicieron sentir por unos segundos como en Miami. Pero al otro lado del puente, reapareció Bali, con su caos y chimuchina entretenida. Lo que fue nuevo fueron los hoteles resorts. Verdaderos paraísos de lujos y all inclusive que no conocíamos por estos lados. Nosotros nos fuimos a un hotel muy rico, familiar, en donde los piezas son muy luminosas y con vistas preciosas a la selva, pero son divertidas a la vez. Un poco destartalados en el servicio, como “circo pobre”, pero súper cariñosos y serviciales. Los baños son cuadrados en donde se mete todo sin divisiones. Me explico: está el escusado, el lavatorio y la ducha, todo en el mismo espacio mirando para distintos lados, pero sin que nada en el piso los separe, entonces cuando uno se ducha, se llena todo el baño de agua y después por alguna pendiente se vacía. Será no más, aunque no se entiende mucho la lógica. Lo otro es que los pasillos del hotel entre las piezas no miden más de 45 cm. A prueba de gordos; por suerte todos pasamos aún bien por todos lados. A punta de arroz y tallarines de arroz, no sé donde vamos a llegar. Compensa que no hay pan, pero las verduritas se echan cada vez más de menos!!!
Atrás quedan los poblados llenos de artesanías, historias, cuerpos muy flacos y costas reservadas de la locura, aquí llegamos al epicentro mismo del turismo playero y se nota. Entrando a algunas calles que dan a condominios más elegantes o a hoteles, nos revisan a cada rato el auto para ver si hay explosivos. El 2004 hubo un atentado aquí que fue muy terrible!!!
Como buenos Goycooleas (Spicys) nos metimos a ver el mejor hotel de la isla que se llama Mulia Villa Resorts. Pusimos cara de “huéspedes” y atravesamos todas las barreras de seguridad y nos estacionamos en el hotel. Ahí empezamos a recorrer unas piscinas increíbles, llenas de estatuas, pasillos de 10 metros de ancho, restaurantes súper elegantes y escalones de mármol, miles de personas trabajando, salvavidas que parecían “chapulines colorados” vestidos todos de rojo, guardias de seguridad por todos lados, tiendas de joyas y puras cosas sofisticadas y carísimas. Los frescos nos fuimos a la playa y como no desentonábamos tanto, nos ofrecieron toallas y tumbonas, así que casi todos (menos Andrés Jr. y yo que nos morimos de vergüenza) se metieron al agua y se creyeron “ricos y famosos” por un buen rato. Un poco asustados que nos pillaran y nos echaran con la cola entre las piernas, nos fuimos después de una media hora. Para hacerse una idea, la pieza costaba 1.100 dólares la noche y tenían de show de año nuevo a Earth Wind and Fire. Para terminar de hacer el show de millonarios, fuimos a preguntar cuánto salían las entradas y la verdad encontramos “que están muy viejos estos músicos ochenteros” (la entrada más barata salía 250.000 pesos jaja!!!)
Asumiendo nuestro verdadero presupuesto, nos fuimos a la playa pública llamada Genger, que era la continuación de la playa del hotel , así que al menos la arena y el agua eran las mismas. La onda era súper entretenida; las tumbonas las tuvimos que pagar a una señora mañosa y las toallas las llevamos desde el hotel. La playa era como en bajada y daba un poco de resaca, pero el resto era delicioso. La temperatura del agua era perfecta, el horizonte muy amplio y las nubes gordas de todos colores le daban un toque muy lindo al día. Había gente de todos los países, aunque las que más llamaron mi atención fueron las de origen árabe (al menos por los velos de las mujeres) que se bañaban con ropa, tapadas enteras. Ahh, a propósito de tapadas, aquí en la tele a todas las mujeres les ponen censura hasta por el escote más chico. Si fuera la televisión chilena, habría más espacios tapados que imágenes a la vista… Ni tanto ni tampoco sería un buen equilibrio.
Como verdaderos ricos y famosos, pedimos comida a las tumbonas y fue riquísimo!!! Aparecieron panes y hamburguesas casi de verdad y papas fritas con kétchup. Los niños estaban chochos!!! ( y yo también!!!!)
Estuvimos toda la tarde entrando y saliendo de un mar delicioso hasta que se nos hizo tarde; nos cerraron los quitasoles y nos cobraron la cuenta. Un día de verano inolvidable, relajante y reponedor.
Día 9: Precaución: El otro extremo a la vista
Hoy fuimos a ver dónde vamos a vivir estos tres meses y para eso nos fuimos de vuelta por el puente miaminesco hacia el sector de Kuta. Si ya habíamos visto locuras en el manejo, aquí nos sacamos un master. Qué esquizofrenia de autos y motonetas juntas, sin Dios ni ley!!! Es la ley del más fresco, más entrador, más grande o el más ruidoso. Ni siquiera es un tema de tamaños la verdad; hasta la motoneta más chica tiene ínfulas de tolva gigante y te tira el motor encima. Tanto es así, que hay sectores en donde los letreros te advierten de posibles accidentes. Gracias a Dios nos salvamos por esta vez, pero estuvimos varias veces a punto de caernos a la acequia que iba pegada a la calle (aquí no se conocen las bermas y las veredas tampoco) o bien cruzar los dedos y cerrar los ojos al pasar entre medio de autos donde nos rozábamos los espejos.
Superado este impacto, llegamos a un sector donde la ciudad ha ido tomándose los campos de arroz como de a pedacitos. Es raro porque se ven casas buenas y bonitas, que colindan directamente con el arrozal y el agricultor que está criando sus vacas. No hay muros, distancias ni “bermas” de ningún tipo entre una realidad y otra. Aquí el espacio es acotado y se nota. Para nuestra mentalidad santiaguina cuesta pensar cómo se resguardan de los robos; los campesinos tienen disponible todo a la calle; ¿nadie les robará su cosecha? Probablemente debe funcionar bien, pero no deja de inquietar por ellos. Nuestras invasiones al suelo agrícola, son un poco más respetuosas dentro de todo…pero también más higiénicas y llenas de cercos y barreras para separarnos. No sé que es mejor al final…
Llegamos finalmente a nuestra casa, un regalo más. Es un lugar súper bien pensado dentro del espacio donde está emplazada (entre arrozales) y logra crear un ambiente íntimo y amplio a la vez, dentro de las murallas que la forman. Son como dos casas que se unen al medio por un pasillo en el segundo piso y una piscina que las enmarca en el primero. Es moderna y bien armada desde todo punto de vista. Fácil de limpiar (lo que no es un tema menor con tanta bestia caminante) y segura. Es la casa Nº7 dentro de cómo 20 iguales y queda a 10 minutos en auto de la playa. Es parte de un condominio que pertenece a un Club que está cruzando la calle.
Debe ser por nuestro estilo medio hippie, ermitaño y rebelde, pero nos chocó mucho el famoso Club. Fue como una cachetada feroz a todo lo que hemos visto aquí en la isla y su espíritu. Fue como encontrarse en medio de la naturaleza y el verde como un pedazo de Epcot. Todo es plástico, perfecto, armado para “la diversión” de grandes y chicos. Tenía piscinas, cancha de fútbol (a Tomás se le iluminó la carita de felicidad), toboganes para el agua, bowling, camas saltarinas, restaurantes, pero parecía un gueto de “ricos y famosos”. Es fuerte ver cómo estas “sirenas” seducen rápidamente a los niños y cómo es un ejercicio fuerte de voluntad sostenerse con sabiduría y sin fanatismo. Una tensión que habrá que canalizar para no perder el foco de lo que vinimos a vivir y para no juzgar con tanta dureza porque la vida hay que tomarla como es, sacando lo que se pueda de cada contexto y lugar…
Las calles de los alrededores de la casa se veían normales de Bali; chimuchineras, entretenidas, locas, aunque sin duda se ve notoriamente el aumento de extranjeros y su vida occidental. Se ven tiendas de comida francesa, japonesa, creperías, carne de vaca, lo que supone un alivio para los estómagos Goycoolea pero también un dejo de nostalgia, por lo potente de la contaminación cultural que producimos. Los más grandes ya vieron anuncios de trabajo, así que en una de esas, es posible…
Para digerir la visita al otro extremo de la isla, fuimos a la playa que nos queda más cerca y por primera vez vimos a los surfistas de los que tanto hablan. Son hombres jóvenes, muchos extranjeros, cuyas pieles muy tostadas y cuerpos musculosos, revelan cuántas horas tratan de conquistar las olas. Es todo un mundo desconocido del cual no tengo información; parece medio místico y a la vez evasivo de la realidad; cada uno solo acompañado de su tabla, el sol y las olas. La amarra de la tabla a su pie, me resuena como un ancla que los devuelve al mundo, pero se me imagina que son almas que no están cómodas ni a gusto en tierra y añoran casi literalmente volver al océano que es Dios. Seguro también hay snobs y vagos que quieren vestirse de “surfistas”, pero el original se me antoja un ser muy espiritual.
La playa era muy parecida en aspecto a las playas chilenas del norte. El mar movido, con grandes olas y otras más suaves para nadar en la orilla. El horizonte muy amplio y sin mayor intervención humana. Muchos troncos y cocos que iban y venían, junto con un local muy astuto que nos ofreció quitasol y unas peras para instalarnos en la playa. También tenía cervecitas heladas y agua. Un panorama perfecto y genuino, dentro de todo.
Para terminar con las invasiones europeas contemporáneas (de hecho Bali fue colonia holandesa) fuimos a ver un gran supermercado francés, el Carrefour. Siempre es entretenido ver las comidas de otros países y aquí es un despliegue infinito. El arroz no lo venden sino en paquetes de 10 kilos y hay una mezcla de productos locales con importados muy loca. Venden frituras de origen desconocido, patos, pollos enanos, muchos queques como inflados de colores macabros (verdes, fucsia, entre otros), carnes que no podías reconocer de qué animal venían ni tampoco a qué parte correspondían. En nuestro anhelo de recuperar algo de “patria estomacal”, compramos unas baguettes (el único pan que no era inflado, fuera del pan de molde), jamón y queso (por primera vez los encontramos) y nos fuimos rumbo al taco para llegar al hotel.
Antes de partir esta nueva etapa del viaje, que coincide justo con el año nuevo, es un tremendo desafío lo que está por venir. Si bien no hay expectativas ni planes claros, sí hay en todos un anhelo de crecer con todo lo que vamos a vivir. Da un poco de vértigo y misterio el estar aquí y que ya sea real. Dejó de ser un proyecto o sueño; mañana parte!!!. Es diferente a andar turisteando por los distintos paisajes de la isla; esto ya es instalarse y por ello, estamos todos un poco nerviosos. No puede ser casualidad el estar tan lejos y en algo tan diferente. De alguna forma intuimos que Dios nos quiere mostrar y enseñar algo más, y nos queremos dejar sorprender. La incertidumbre de todos genera un poco de ansiedad, y nos obliga a estar súper atentos a todo lo que se presente, para no perder ninguna señal. Intuimos aprendizajes personales, matrimoniales y familiares, pero no sabemos por dónde se irán desplegando. Por eso no nos queda más que encomendarle al Espíritu Santo lo que mañana comienza, para que lo bendiga y lo haga fecundo para nuestra misión. De verdad esperamos encontrarnos con todo lo que vinimos a buscar a este país, pero parece que eso está más adentro que afuera. Dios nos cuide!!!
Día 10: El último día del 2014
En el último día del año 2014 fuimos a pasear después de almuerzo a la playa preciosa de Nusa Dua. La verdad era lindísima y paradisíaca como las postales. Primero llegamos caminando a un especie de parque con unas estatuas de unos guerreros en fierro, de unos 25 metros de alto, muy imponentes que vigilaban esta puntilla de verde y de mar. Este se metía en la tierra muy suavemente, como en ondas de arena casi blanca y aguas turquesas muy tranquilas, por donde paseaban cientos de familias balinesas haciendo pic nics y tomándose fotos. Vendían frituras en la calle de arrollado primavera y fritos de coliflor. Nos tentamos con los dos, pero fríos dejaban harto que desear.
Por una peatonal de piedra que rodeaba un lado de estas curvas, nos fuimos adentrando en el paraíso del relajo. Los habitantes locales no se metían por ese camino, pero nosotros, frescos como siempre, seguimos de largo y empezamos a visitar uno por uno los hoteles más lindos que uno pueda imaginar. Nadie nos respingó la nariz y al contrario fueron muy amables, así que caminamos como dos kilómetros por este lugar lindo, con farolas colgando de los árboles. Todos llegaban al borde del mar y competían por la belleza de sus jardines y servicios de masajes, tumbonas, música y restaurantes entre otros. Muchos estaban preparando su fiesta para la noche y nos invitaban (por una módica suma!!!).
Finalmente cuando se nos cansaron las piernas y el estómago parecía macaco, almorzamos (como a las 5 de la tarde) en una mesa bote, fuera de la línea de los hoteles, donde la gente fue muy amable y la comida un poco escuálida para tanto apetito. Ahí nos quedamos bañándonos y conversando esas tertulias maravillosas que estos lugares producen hasta que se nos hizo de noche. Mágicamente aparecieron los mosquitos, así que nos bañamos en repelente y miles de cangrejos transparentes que nos rodeaban por todos lados, Un espectáculo único, realzado por un infinito de fuegos artificiales que comenzaron a explotar como desde las 6 de la tarde por el cielo de toda la isla.
El tema de los fuegos artificiales es realmente alucinante. Desde hace ya unos días veníamos oyendo petardos y viendo luces por las distintas ciudades en que anduvimos, pero esta tarde la ciudad se volvió loca. Desde todos los puntos inimaginables salían fuegos todo el rato. Unos más chicos, otros llenos de colores y formas. Es evidente que aquí nadie ha visto el tema de la seguridad ni de los quemados, ya que todos –desde los niños más chicos- manipulan fuegos artificiales y petardos como si fueran juguetes. Así fue que al llegar a nuestro hotel, la isla más parecía en guerra que de fiesta por la cantidad de explosiones ininterrumpidas hasta las 12 de la noche. Y justamente ahí, empezó el gran espectáculo. A pesar de que llovía fuerte, era posible ver el cielo de todo Bali iluminado por millones de luces. No era un punto centralizado desde donde provenía todo; era como si de la tierra se hubiesen abierto miles de poros que dejaban salir un volcán de fuego y ruidos increíbles. A propósito del tema de la seguridad, uno de ellos se ladeó en nuestro piso y comenzó a disparar para todos lados. Nuestros ángeles tuvieron mucho trabajo, porque de verdad fue por 15 segundos un arma muy letal. Sin embargo, la fiesta fue alucinante; más primitiva que las nuestras, pero exuberante y alegre como es esta isla. Un nuevo privilegio para agradecer.
Día 11: Instalados y listos para partir
A duras penas nos pudimos dormir con tanta explosión sonando por todo
Bali, pero ya de tanto, nos acostumbramos y pasamos de largo hasta las 11:00. Tuvimos que salir corriendo para ir a recibir nuestra casa definitiva!!!
Probablemente por el año nuevo, había mucho menos gente en las calles y logramos atravesar el caos del tráfico con menos esfuerzo que la vez anterior. Un bus, casi nos acribilló en la rotonda nuevamente, pero fuera de eso, ya no nos caímos a las acequias de los lados ni a los arrozales que volvieron a aparecer. Nunca dejan de conmover con su belleza…
Nuestra casa nos recibió literalmente con las puertas abiertas, ya que no había nadie y simplemente nos instalamos. Somos vecinos directos de unos arrozales que deslindan a este bloque de casas y hay gente campesina trabajando todo el día en ella.
Con los espacios asignados y los closets medianamente dominados, nos fuimos a recorrer el barrio y el colegio donde van a ir los niños.
La verdad no se puede comparar con nada conocido de Chile. Las calles son siempre como de una vía y un poco más, pero son todas de doble sentido por lo que hay que turnarse para pasar. Está lleno de locales chicos, mezclados con centros de yoga, frituras, ropa, estatuas de piedra, mini templos de piedra negra, restaurantes familiares, restaurantes más sofisticados, mini markets,…. Es como vivir un poco en el centro de Ovalle, pero sin semáforos, sin bermas, con los verdes y los árboles metiéndose en la calle. También hay puentecitos con unos canales que podrían ser venecianos, pero más destartalados y sin góndolas. A ratos se nos cruzan las vacas balinesas que tampoco tienen carne; son esas café que parecen cabras gigantes. Me encanta todo esto!!!! El Club ridículo que miro desde mi ventana es sólo eso; un club. El resto es real; tiene gente de verdad y vida a borbotones.
Yendo hacia el colegio para conocerlo, paramos en una feria de verduras y frutas. Fascinante!!!! Estaba todo lo que habíamos visto y diez veces más. Venden desde pescaditos enanos secos hasta verduras que parecen pasto de vacas. Muy parecido a la vega nuestra, ordenadita y caótica al mismo tiempo. Muchos colores lindos, sin olores malos y una variedad que ya iremos probando una por una. De lo novedoso que probamos fueron unos pepinos cortos, unas cebollitas moradas enanas y berenjenas larguruchas. La verdura es realmente barata; la fruta es mucho más cara que la nuestra.
Fuimos de copuchentos a ver el colegio HighScope y nos encantó. Nos recibieron Manuel y Tito Balineses; muy sonrientes y amorosos aunque no hablaban nada de inglés. Igual eran muy rápidos y algo entendieron de quiénes éramos y nos dejaron recorrer todo el colegio. Como es en Bali, todo es acotado en espacio, pero tiene de todo. A primera vista es full HighScope. Qué maravilla!!! Tanto que vamos a poder aprender. Las fotos de los profes estaban en todas las salas y se veían sonrientes y felices. Buen augurio!!!
Ya de vuelta a cocinar en nuestra cocina, la “comida real”, hecha por nosotros.. Salvo que encontremos un budista desertor, la carne vacuna no estará en nuestra dieta y terminaremos odiando los pollos, pero por el momento estamos felices cocinando más tallarines con verduras y lavando la verdura con agua pura para no enfermarnos. Sí compramos leche y pan para los niños, porque ya seguir tomando de desayuno arroz con huevo frito, nos tenía medios locos a todos. “Otla vez aloz!!!!” ya estaba a punto de ser nuestro grito de Ipiranga.
En la primera noche en nuestra casa, podemos oír el canto de las ranas pegadas a nosotros; nos rodea un manto muy oscuro sin estrellas, pero a ratos vuelven a verse fuegos artificiales rezagados que iluminan parte del paisaje. La temperatura es tibia, pero sin ser pegote y la verdad todos tenemos nervios en la guata.
Hicimos una oración muy bonita bendiciendo el lugar y lo que aquí vamos a vivir, así que a invitamos a todos los ángeles, a los santos, a la Virgen María, al Padre, al hijo y al Espíritu Santo, para que se instalaran con nosotros.
Día 12: La vida puertas adentro
Ya con menos parafernalia o fotos para tomar, nos hemos instalado definitivamente en nuestra casa que se llama “Anakin`s House” y es la Nº 7 de esta larga copia de casas que parece como un edificio construido en plano. ¿Se entiende?. Deben ser unas veinte casas en serie, que forman este edificio largo y flaco, que eliminó una franja de arrozales del planeta. Cada vez que camino por el segundo piso veo el arrozal que sobrevive a mi lado y me pregunto cuántos años más tendrá de vida.
Frente a mi ventana y en medio de los arrozales están cinco hombres “intentando” construir una casa. Recién están haciendo las fundaciones, pero es una locura. Sólo sacan y sacan agua, que vuelve a meterse como en un gesto de venganza hacia la civilización. Los pedazos de pavimento o algo así que han tenido que romper, los destruyen a punta de golpes con un especie de mazo gigante. Muy precario e ineficiente. La “casa de obras” si es que se puede llamar así, son cuatro paredes de una especie de plancha de OSB, donde lo único que ofrece es un techo. Nada de baños químicos ni siquiera letrinas a la vista. Nada de luces, mesas o alguna comodidad para los maestros. Duermen en el suelo y comen desde un fueguito que hacen en la puerta. Son todos jóvenes, curtidos, fibrosos y risueños. Ya empezaron a decirme good morning cada vez que me ven. Lo demás no lo entiendo (lo que es mejor a estas alturas de la vida, porque pueden ser piropos o insultos a la “viejita loca que los mira”). En otro lugar, la situación me habría dolido más de lo que me duele acá, pero una vez más, se ven contentos y entusiasmados con lo que hacen.
En la noche, con nuestros especiales vecinos (ya que a los demás no los hemos visto), compartimos el canto de las ranas y las chicharras. Las primeras hacen un ruido como de pato muy divertido que acompaña con un ritmo definido; las segundas ponen la melodía de base que envuelve todo con una canción antigua, como de campo. No se oyen sirenas, ni bocinazos, ni ruidos de aviones u otros elementos de la civilización, lo que es un deleite para la meditación y la oración.
Nuestra casa tiene un árbol de los que dan las flores blancas con amarillo. Cada mañana aparece el pasto bendecido por unas 10 florcitas que arrastró el viento y las ponemos en nuestro altar. La trinita también las pone en las escaleras dándole un aire femenino y “tropical” a nuestra casa muy lindo.
Cocinar es muy entretenido cuando se trata de experimentar con alimentos nuevos. Ya hice mi primer intento del Nie Goren, un arroz lleno de especies y verduras, a las que yo rebauticé como nuestro arroz “Chaufán”. Según yo iba a sobrar para tres días, pero el apetito de todos, no dejó ni un grano con vida. Los sabores fuertes y los aromas aún más. Me he pasado un limón varias veces por las manos para sacarme el olor de las famosas cebollitas balinesas. Parecen tener una maldición: “somos buenas pero no te olvidaras de nosotras, jaja!!”.
Todo lo que se abre desaparece en esta casa, por eso hay que buscar momentos sagrados para poder disfrutar tranquilamente de un té helado o mi viciosa diet coca (aquí no existe la coca light). Cuando ya todos están acostados o seducidos por una pantalla, hay que ir sigilosamente a sacar el “tesoro” sin ser visto ni escuchado para no ser asaltado por los cuatreros de la tribu. Qué decir de los chocolates, hay que esconderlos bajo siete llaves. Aún así, hasta ahora siempre nos han pillado por lo que un cuadradito es un bien equivalente al oro. Una buena noticia, al menos para nosotros, es que probablemente el tipo de cambio con el dólar no está favoreciendo mucho. Felipe está vuelto loco porque los chocolates snickers y los M&M valen 250 pesos chilenos. No sé porqué me trae malos recuerdos de nuestra época del dólar a 99. Cuánto daño se produjo después de esta “burbuja económica”…
A nuestra casa viene Made cinco veces a la semana. Es un chiquilla preciosa, de mirada dulce y una sonrisa con dientes muy lindos. Silenciosa, entra al entorno de cuasi guerra que dejan todos los hombres de la casa (aún a pesar de las reglas que he impuesto de orden) y empieza a conquistar cada espacio como una hormiguita. Apenas habla inglés, pero no debe tener más de 25 años y dice que limpia tres casas al día. No cocina porque no sabe ni tampoco lava la ropa; limpia y lo hace muy bien. La casa no tiene lavadora de ropa (qué raro no es cierto!!!) por lo que Made se lleva nuestra ropa en una maleta para el servicio de Laundry a alguna parte y vuelve en dos días. El kilo de ropa vale 500 pesos y vuelve a los dos días olorosita y planchada. Lo mismo sucede con el bidón de agua potable. El repuesto vale 750 pesos y Made lo va a buscar en su motoneta a algún otro lugar desconocido. La verdad es un lujo que se agradece en el alma, porque de lo contrario pasaría muchas horas del día intentando dominar toda la situación de limpieza y lavado de este campamento tan abundante y lejano al orden. Cocinar me fascina, lavar platos me relaja, pero ya entrar a los baños me quita bastante la emoción. Además me permite hacer lo que más me gusta: escribir, contar, plasmar todo lo que siento, pienso y veo. Made se ve feliz y la viene a buscar un novio muy gordo y grande en otra motoneta. (lo del novio lo inventé pero lo parece… Ya lo sabremos en el futuro…)
En Indonesia, según el que administra el condominio, la gente no cocina mucho en las casas más allá de lo cotidiano. Por eso no tenemos batidora, ni juguera, ni horno, ni embudo, ni rallador ni muchas otras cosas para hacer cosas ricas. El tostador de pan no existe (obvio, si el arroz no se tuesta pensarán ustedes!!!) ni tampoco los moldes de nada. Ya me las tendré que ingeniar con el microondas que conseguimos que nos trajeran!!! Compramos una juguera en un supermercado chico a 15 dólares, así que ya nos aventuramos con el primer jugo de mangos que nos quedó muy bueno.
Otra experiencia loca y necesaria es la famosa motoneta o scooter. Arrendamos una para todo el mes y nos sale 30.000 pesos. De verdad para una inexperta como yo, es de primeras un caballo un poco chúcaro. Coordinar las dos manos y los pies para no caerse ya fue un desafío en la callecita con autos ni peatones que tengo afuera de los “Anakin`s House”. Sólo imaginarme en las calles interactuando con la locura de afuera, me da bastante pánico. Dios nos guarde!!! O el auto o la motoneta son mi destino y las dos cosas me dan terror. Será toda una osadía vencer ambos miedos en esta jungla de Bali…
A pesar de que el Club no es nuestro estilo más cercano, ya varios han ido de visita al lugar y han llegado fascinados de los resbalines de agua y de la piscina de “Epcot”. Es divertido el sistema porque sólo tenemos dos pases diarios y para entrar te sacan una foto, pero el mismo señor nos dijo “estamos en Indonesia” y que nos pusiéramos gorro para poder intercambiarnos. Tan deliciosa la Trinita me dijo: mamá las dos usamos el mismo gorro y nadie nos va a pillar porque las dos somos mujeres. Qué ilusión la inocencia de los niños. Me tendría que hacer quinientos tratamientos y cirugías para acercarme a verme como mi princesita.
Sin transgredir mucho las reglas, ya han podido ir casi todas las parejas que hemos armado en la familia. Sólo falto yo, pero no hay mucho que me seduzca de ese tipo de lugares. Los toboganes me dan vértigo y la adrenalina no es mi gusto preferido. Tampoco las máquinas del gimnasio que me miran con cara de odio ni los turquesas artificiales de las piscinas gringas, que me repelen un poco en el alma. Más estoy en la búsqueda de encontrar un rincón donde haya meditación, inciensos y personajes locales con cara de sabios… Ojalá los encuentre!!! Hoy bucearemos por las calles la iglesia católica que añoramos. De verdad queremos encontrar un pedacito de hogar en estas tierras alucinantes, pero igualmente extrañas.
Salimos en nuestro querido auto a cumplir nuestra misión, pero él no quiso. La verdad nos avisó varias veces pero no supimos leer su lenguaje automotriz balinés. Así que a medio andar, nos quedamos en pana de batería y hasta ahí no más llegó nuestro paseo. Pero como Dios es muy grande, justo nos habíamos estacionado en la casa de Juanjo (el chileno que nos ayudó en la llegada) para ir a buscar una tabla de surf que nos prestó. No nos atrevimos a la clásica empujada chilena, porque aquí las calles son muy locas, así que llamamos a Nyomar. Él es un personaje digno de presentar. Es como el mayordomo y mano derecha de Juanjo (que a todo esto está en Chile veraneando con su señora y sus tres niñitas) y el marido de la persona que ayuda a la Manuela con su casa (mientras ella trabaja en un centro de yoga). Nyomar es el balinés por esencia; cuesta borrarle la sonrisa de la cara, aún en las cosas más tristes, como cuando su hijo de siete años se murió ahogado al caer un río mientras elevaba un volantín, sin que nadie lo cuidara. Tiene tan buena voluntad que se nos instala a conversar como si fuéramos sus mejores amigos. Como todos aquí es muy moreno y similar en facciones a lo que serían nuestros pascuenses. Bueno, él llamó al dueño del auto y lo empujaron para hacerlo andar hasta nuestra casa. Ya veremos cómo continúa nuestro romance con el pan de molde balinés que tan dignamente se ha portado con nosotros.
Ya que quedamos sin auto, obligados a un nuevo acto temerario: salir en motoneta a buscar la iglesia. Cuánto te queremos Diosito. La verdad da aún más susto que ir a pie ya que sólo imaginar el porrazo o las consecuencias de un choque hacen poner los pelos de punta. Aún así, y ya casi anocheciendo partimos con Andrés, armados con nuestro casco a recorrer las calles. No sólo hay que mantener el equilibrio, sino también ir con el radar abierto en 360 grados. La sensación además de nerviosa, es deliciosa. Me acordé de las pocas veces en donde navegué en una lancha a gran velocidad. El aire tibio en la cara me hizo irme a cualquier dimensión, casi como el buceo, sólo que esta vez el despertar era un poco más violento: o un bocinazo o un mosquito o mugre en los ojos. No obstante eso, me gustó el vértigo. Me encomendé a Dios y disfruté el paseo amarrada a Andrés como colegiala para no caerme. Y como broche de oro de la aventura, la lluvia. Linda, ella llegó al final, pero fue rico terminar bendecidos por ese rocío antes que se enojara con nosotros.
A todo esto encontramos la Iglesia pero cerrada. Se veía muy linda y bastante amplia para estar en Bali. Lo único malo es que son muy madrugadores en este país, así que mañana a las 7 veremos cómo es la comunidad y la vivencia de la fe por aquí (si es que logramos llegar en la moto).
Día 13: La fe católica en Bali
Hoy realizamos una nueva hazaña que casi nos costó la vida; fuimos en motoneta a misa. En las serpientes de pavimento irregular ya conocidas la situación es bastante soportable, pero en las esquinas en donde se cruzan calles grandes (bueno, las más grandes que hay acá), de verdad hay que encomendarse a todos los ángeles para salir invicto de un choque, una caída y algo nuevo que descubrí hoy: los perros y el agua. Esos perros flacos y desteñidos que hay en Bali, también salen a la calle y con tanta amenaza de rabia que nos dijeron, no fui precisamente discípula de Francisco de Asís esta mañana. Lo otro son las pozas que se forman con las lluvias nocturnas. Las “serpientes” nunca conocieron de niveles así que son buenas para juntar agua con un poco de barro muy reponedor. Había que levantar las piernas no más, lo que supuso una nueva maniobra en mi posición de copiloto asustado. Es tan divertido auto mirarse asustado porque pasan niñitos y viejitas a toda velocidad que te miran con cara de lástima por toda tu ignorancia en algo que para ellos es innato.
Volviendo al tema de la misa. No sé porqué son tan madrugadores para la celebración. Llegamos a las 7:05 y ya estaba llena. Por supuesto nunca supimos que no había que estacionarse en la entrada ni entrar con el casco en la mano, pero fueron muy amorosos y sólo lo supimos al terminar la eucaristía. Nunca me había sentido tan evidentemente extranjera y en casa a la vez. Extranjera porque éramos los únicos dos blancos que superábamos a todos por lo menos por una cabeza. Mi vestido sin mangas tampoco tenía un similar en la audiencia y me dio miedo que el sacerdote no me diera la comunión. En casa porque a pesar de no entender más que “amin (amén), Jisas (Jesús) y aleluya”, sentí a Jesús muy presente. De verdad lo echaba de menos!!!
Vamos por parte. La iglesia estaba repleta de familias de todas las edades. Debe haber habido unos cincuenta niños que asumo estaban en la catequesis y que cantaron precioso. Un poco demasiado ordenados para mi gusto; asumo que el padre además de inteligente y enérgico, debe haber sido un poco enojón. Ah, sí porque en la prédica repitió varias veces con mucha vehemencia “tidak” que significa no. En todo caso son puras elucubraciones porque no entendí nada. Las personas muchas estaban sin zapatos en la misa y estaba lleno de monaguillos de todas las edades ayudando con velas, inciensos, ofrendas y colectas. Eran chiquillos jóvenes que también muy sumisos se hincaban y hacían gestos después de cada movimiento. Como se podrán dar cuenta, el rito es muy conservador acá y me pareció que el clericalismo es muy fuerte. El sacerdote era muy distante, reverenciado y un poco temido. Habló muy largo y no dio espacio a ninguna mujer a dar la comunión. Sólo el canto del salmo y las lecturas. Las imágenes eran de piedra y al estilo balinés, pero estaban un poco deshechas y no era posible ver el rostro de lo que parecía una Trinidad. Sí habían ramas de pino con luces y guirnaldas y un pesebre, pero no ayudaban a crear un espacio muy acogedor.
Lo que sí ayudó a crear un espacio para Dios fue la música. Partía todo con un órgano un poco tímido, pero después aparecían las voces de los niños que entusiasmaban a todos a sumarse y ahí comenzaba la maravilla.
Aún sin entender la letra, las voces y la melodía te envolvían como en un espiral amoroso que erizaba la piel. La dulzura de la isla se colaba en esas voces y te llevaba al regazo del Señor. Con los ojos cerrados, lo vi sonriendo, tan lleno de gozo al sentir a los niños cantarle. Qué bendición son los niños; de verdad permiten ver, sentir y escuchar a Dios con sus ojitos achinados, sus risas ahogadas (para que no los viera el cura) su pelo negro brillante y muchas veces parado, sus piernecitas delgadas y descalzas. Hasta podía sentir su olorcito a jabón y a jazmín. Que el Señor los cuide de los bandidos que quieran aprovecharse de tanta belleza e inocencia.
Al igual que los americanos, aquí todos teníamos que hacer lo mismo. Nos hincamos más veces que lo acostumbrado en Chile y había que comulgar por orden, sin derecho a rebeldía alguna o a no cooperar con algo en la colecta. A pesar de eso, nadie parecía obligado a nada; muy por el contrario, la devoción se veía muy auténtica y el recogimiento genuino.
El hecho de recibir al Señor fue una bendición única. Apenas lo vi en mi mano (nadie comulga directo a la boca), mi conmoví por su pequeñez. No sólo por el tamaño de la ostia (que era más chica), sino cómo con el pasar de los años, algo tan sencillo puede haber llegado a tantos lugares y transformar tantas vidas. El tiempo de no tiempo junto a él fue maravilloso; a pesar de haberlo visto de tantas formas en este viaje, extrañaba en el cuerpo y en el alma su presencia.
El vínculo que nos une es fuerte y nos invita a seguir anunciándolo como lo hicieron tantos en el pasado. De verdad es un acto muy heroico el de los misioneros. Cómo a punta de convicción, amor y la fuerza del espíritu, lograron llegar y convertir a tantos pueblos, es un milagro. Además deben haber resistido el calor, las enfermedades, el idioma, la comida extraña, el sentirse bichos raros… Bueno supongo que al final, no es tanta la diferencia hoy al tratar de llevar a Jesús a nuestras vidas. Somos unos locos y hay mucha resistencia en el ambiente. De hecho me dio pena no ver a ningún blanco en la misa; habiendo tantos por aquí…
La fe católica balinesa aún tiene mucho que crecer en libertad y cercanía, pero tiene el encanto de reunir a toda la comunidad como era en antaño. Afinando la vista, fue posible discernir quiénes eran los que tenían más medios económicos y los más humildes y como deben ser pocos los católicos de la isla, estaban todos reunidos en el mismo lugar. Me dio cierto temor tanto monaguillo sumiso y vestido tan de blanco y engominado, pero supongo que en todos lados pasan cosas… Con libertad o sin ella.
Finalmente después de una hora y media, sin incluir los extensos avisos parroquiales, salimos renovados y felices con el madrugón. No sé qué vamos a hacer con el resto de los feligreses de la tribu que difícilmente podrán entusiasmarse con un rito inentendible y eterno; sólo confiar que encontremos otro horario más seductor y con una celebración más corta, para que nuestra misión familiar no fracase tan abruptamente. Si no, con permiso de todos los amigos curas, tendremos que inventar ceremonias en la casa… ya veremos…
Y hablando de fe, hoy tengo que encomendar a varios de mis retoños que están resintiendo los primeros ataques estomacales de la isla. Fuertes dolores, vómitos y otros innombrables, ya están haciendo de las suyas. Espero resistir dignamente a todos los bichos y parásitos que hay por todos lados.
Día 14: The “real Bali”
Si bien esta bitácora está dividida en días, corresponden a etapas o procesos que abarcan más horas que un día y ahora me toca asumir de alguna forma todo el otro lado de esta isla maravillosa. Se nos acabó el turismo propiamente tal y comenzamos a tratar de insertarnos en la vida cotidiana de un pueblo que obliga a cambiar muchos paradigmas.
Vamos por parte. Caminar por las calles de verdad es suicida. Salvo en avenidas grandes donde hay veredas, al menos donde vivimos no hay ni siquiera suficiente espacio para los autos y las motos que se desplazan, por lo tanto los peatones no están considerados. Intenté ir a pasear junto con la Trinita y me sentí la madre más irresponsable de la tierra. Primero aprendí que debo ir a contra corriente –una vez más jajá- del tráfico y que debo ir atenta a los 360 grados del entorno y también mirando el suelo para no caerme a un hoyo ni ser atropellada. Lo otro es que no se puede ser temeroso ni tímido. Como un loco que había en la carretera de Colina en mi infancia (el Pepe camión), me tuve que sentir auto y casi tirar la carrocería encima para que me dejaran volver sana y salva a la casa. Me faltaba eso sí la bocina y la luces. También hay que creerse carabinero y parar el tráfico para que te den el pase y “torear” con los autos y motos al mismo nivel. Aquí el poder, de verdad el que tiene un silbato en la boca y una bandera en la mano. Eso además si no hay pozas, invasiones del arrozal a la calle (que te quita el no espacio para poner el pie) o la lluvia que te empieza a mojar sin vergüenza ni misericordia. En fin toda una osadía que no volveré a repetir salvo en caso de riesgo vital.
Comprar comida para todo este regimiento, es una tarea entretenida pero no exenta de dificultades y cambios en nuestra forma de operar. Lo que más hay son supermercados locales no más grandes que los mini markets chilenos como los que hay en las bombas de bencina que tienen de todo un poco, pero no son muy tentadores. Sirven para los no perecibles, pero no tienen carnes ni verduras. Para eso hay dos opciones, el Pepito Market (algún mexicano también llegó a estas tierras) o la feria. En el primero sí es posible comprar carne, pero es escasa y cara. Hay pollos, embutidos y pescados. La carne de vaca prohibitiva. En la feria es para salir arrancando; hay más kilos de moscas volando que carne en los mesones. Del terror!! Cuesta mucho en general encontrar harina, los huevos son todos de campo (me acuerdo todo el rato del peligro de la Salmonella) y el pan es verdaderamente plástico. No sé si lo harán con algo de arroz, pero es como comer sustancias sin sabor. Raro y desagradable. Así que el clásico pan de molde es la alternativa posible. Vienen sólo como diez panes por paquete y la tribu se los devora sin piedad. Entonces comer y alimentarnos ya es diferente; hay que comprar de a poco, y comer menos cantidad, lo que puede resultar muy bueno para algunos..
Dentro del “real Bali” tuvimos la experiencia fuerte de ir a la playa donde la gente de Bali va normalmente y también la mayoría de los turistas más jóvenes. Fuimos a la playa de Kuta y sus alrededores. Y no es que esté loca, fue una experiencia que me conmovió todos los sentidos y me dejó reflexionando muy profundamente. Imaginen la playa más sucia que hayan visto en Chile y multiplíquenla por diez. Sí por diez. Cerros literales de basura en los bordes de la playa que a su vez estaba invadida de desperdicios humanos desperdigados como después de una marejada violenta. Para que se hagan una idea no había espacios de más de 15 cm sin algún plástico. Tanto así que entraron dos máquinas a moverla; pensamos que a llevársela, pero no, era sólo juntarla. Dios quiera que algún día lleguen unos camiones… Dentro de lo que traté de retener encontré: todo tipo de envases de jugos, botellas, comida, cajas, zapatos, platos, troncos, balones de gas chicos, baldes, maceteros, sandalias, escobillas de dientes, cocos partidos, peinetas, tarros… Uff triste la verdad. Supusimos que el mar mismo se salvaría de tanto daño y craso error, tenía hasta tallarines flotando. En vez de peces o conchas que te tocaban el cuerpo o los pies, te asaltaban pedazos de plásticos, palos o cualquier resto de nuestra “civilización”. Me pareció una imagen apocalíptica que me llenó el alma de desesperanza. Más aún cuando supimos que no era la gente que venía a la playa la que dejaba tanto suciedad, sino el mismo mar que venía cargado a dejarnos nuestras porquerías a la tierra. Como en una ofrenda macabra venía de devolver todo lo que el hombre ha echado en su vientre y como un vómito lo traía de vuelta en cada ola. Dicen que son las lluvias y las corrientes de esta época las que traen este “problema” a las playas. Probablemente esa es una razón, pero la de fondo está en el origen de tanta barbarie donde todos somos cómplices. Había leído sobre la basura que alberga el mar, pero nunca la había visto en primer plano. Las reacciones del alma son muchas; desde el ánimo de empezar a recoger todo y al menos salvar un pedazo a la impotencia frente a la magnitud de la tragedia. Son miles y miles de hectáreas contaminadas hasta las entrañas más profundas del océano. Me pregunto si ese estado en que hemos dejado parte de nuestro ecosistema será el reflejo del alma de la humanidad. Un mundo lleno de porquería espiritual y material de la que nadie se quiere hacer cargo y que más temprano que tarde se nos vendrá encima…
Pero como la esperanza nunca debe morir, en vez de irnos decidimos quedarnos y explorar un poco más. Nos pusimos a caminar un buen rato y empezamos a ver cómo la tragedia iba disminuyendo poco a poco. Aún hay lugares lindos y puros donde el mar (y nosotros) podemos recuperar la belleza original y contemplar la maravilla de la creación. En ese lugar había mucha vida. El sol estaba a punto de ponerse y había chiquillos de todas las razas jugando un partido de fútbol a orillas del mar que me regaló bendiciones para el corazón. Jóvenes de todos los colores y contexturas: orientales, europeos, hindúes, latinos (Tomás y Felipe) que se distinguían en sus equipos por ir con o sin polera. El idioma universal de la pelota y el gol fue suficiente para que lo pasaran increíble y nos cambiara la perspectiva del lugar y el ánimo de la tarde. Por mientras mirábamos, una vez más fuimos centro de atención de todas las familias locales que nos pedían sacarnos fotos con ellos. Como verdaderos ídolos posábamos para grandes y chicos regalando nuestra mejor sonrisa. Qué dulzura la expresión de todos ellos. No hablan ni una gota de inglés, pero sus caras lo reflejan todo: esfuerzo, amor, capacidad de asombro y trabajo.
Nos fuimos de Kuta cuando ya era de noche, atravesando nuevamente la jungla de basura, pero con más esperanza en nuestro futuro y en encontrar aún lugares -físicos y espirituales- en donde podamos crecer.
Todo esto me hizo pensar en la propia basura que llevamos dentro. Primero que nada, si no nos hacemos cargo, tarde o temprano el “mar interno” lo traerá a la orilla y tendremos una tragedia inminente. Segundo, que no hay que desesperarse a la primera; hay que seguir buscando e ir más allá para ver cómo podemos empezar a purificarnos sin perder la esperanza ni la alegría. Hay mucho más de bueno que de malo dentro y fuera de nosotros, eso nunca hay que olvidarlo. Hay más belleza en el mundo externo e interno, que fealdad y contaminación; sólo tenemos que ir más lejos y más profundo.
Otro cambio de paradigma es el de la seguridad. Más allá de las calles y los peatones; hoy volví a experimentar la vulnerabilidad que uno tenía cuando era chico frente a los autos. Sé que hay miles en Chile que no tienen auto o si tienen, son viejos e inseguros, pero en mi vivencia hacía tiempo que no me daba incertidumbre mi destino al andar en un auto que no es seguro. Ya nos habíamos quedado en pana de batería a la hora de almuerzo para lo cual el dueño nos trajo una nueva (antes ya nos había traído una vieja) y se suponía que nuestro cacharrito ya no nos daría problemas. Pues no, en Bali no funciona tan así. Ya de vuelta, por las calles locas, y a una hora del destino final, nuestro auto comenzó nuevamente a perder fuerza y a ir soltando todos los controles. Primero nos quedamos sin bocina, luego son ventanas, después los señalizadores e intermitentes, nos quedamos sólo con las luces bajas y definitivamente luego a oscuras. Sí manejamos a oscuras, en las serpientes de Bali, con el vidrio empañado y mirando por las ventanas. Y no es que fuésemos suicidas; estábamos buscando dónde poder dejarlo medianamente estacionados y que nos pudiéramos bajar sin que nos mataran. Fue fuerte la sensación de peligro sobre todo con tanto niño y en un país extraño. Aquí ni siquiera puedes ver el nombre de la calle donde estás así que lo cerramos a la fuerza (ya que las ventanas eléctricas no funcionaban), sacamos todos nuestros cachureos y nos fuimos para la casa. La inseguridad se acentuó probablemente por la noche, por el desconocimiento de dónde y con quién estás, por el idioma y por sentirse responsable de toda una tribu que no quieres que nada le pase. Nuevos aprendizajes para todos que seguro no están de más. En Chile más de alguna vez se pasa por algo parecido, pero como que todo se va volviendo más higiénico y lejano del mundo real. Hay más recursos, más servicios, más garantías, más resguardos…Esto es un acercamiento que aunque asusta, finalmente se agradece porque permite recordarme de cómo viven muchos y lo bendecidos que somos.
Otro cambio de paradigma fuerte es el de cómo funciona todo acá. Probablemente mi pensamiento mágico me hizo pensar en contextos más idílicos y en donde las expectativas o planes para cada uno se iban a dar más fácil. Justamente ahora estamos en la fase donde todo es incertidumbre y por ello más que nunca hay que confiar todo en las manos de Dios. Los que te iban a llamar para las clases de inglés de Andrés Jr. no llaman, el que te iba a conseguir trabajo para el Benja no vino, el que te iba a arreglar el auto no lo hizo y así algunos bemoles de una realidad más integrada que estoy empezando a asumir. No le ha quitado ni un ápice a la belleza antes vista ni a la dulzura de la gente; sólo supone un esfuerzo diferente de adaptación y aprendizaje. Paciencia y confianza que todo va a fluir pero obviamente por derroteros muy diferentes a los conocidos. No puedo dejar de traslucir cierta tristeza en todo esto, que es además el terreno perfecto para que nazca una sensación de soledad… puros malos espíritus que hay que cortar de raíz con un machete afilado. ¡Qué increíble como la basura mental abunda y crece casi tan fácil como el arroz!
Dentro de lo nuevo que viví estos días fue el yoga (o se dice la yoga). Fuimos con Andrés Jr. a un centro que se llama Desa Sani que es un paraíso espiritual armado para los turistas. Si uno hace cuenta aparte del “show” de la relajación y el SPA permanente que te tratan de vender, puedes apreciar un lugar donde de verdad reina la armonía y la paz. Hay plantas preciosas y un verde que te persigue junto con el incienso y el silencio para todas partes. Hubiese sacado a tanto turista hambriento de “paz y amor” pero supongo que son prejuicios muy malvados de mi parte.
Y si sigo con el prejuicio, encuentro que todos estos medios son buenísimos (el yoga, la respiración, los tratamientos de todo tipo, los chacras, los alimentos sanos, el “Om” y todo eso) pero por sí solo se pierden de lo fundamental, Dios. Como que rodean la fuente de todo pero no se adentran en ella. Se busca ese “estado de plenitud” desde afuera haca adentro cuando el camino es justamente en sentido inverso. Me produce una vaga sensación de tristeza todo este mundo que –aunque fascinante y muy seductor- no llega a la médula de lo que somos. Como que tuvieran todos los ingredientes, pero no logran hornear el queque. Si peco de soberbia, de verdad perdoooón; pero me dan ganas de mostrar a Dios con fuerza y como que también es tema prohibido. Por supuesto que soy la primera “cura Gatica”, pero es la intuición que recibo de este tipo de ambientes. Es como una energía buena, pero perdida en la periferia de la presencia de Dios… Qué ganas de sumar todas estas fuerzas a él y aprovechar tanto conocimiento para expandir SU amor.
Volviendo al yoga, creo que fui un desastre. Resistí heroicamente todos los estiramientos y posiciones que me fue indicando la profesora, pero mis caderas se resistieron como un candado y mis rodillas crujieron como cáscaras de nueces. El pobre Andrés que parecía camello transpirando al lado mío, hizo un gran esfuerzo por seguir todo y tengo esperanzas de que pueda ayudarlo a integrar todo lo que él es. Yo mi parte tengo harto que trabajar y soltar por lo visto, así que a seguir estirando mi elástico que no sólo está viejito si no que debe tener algunos nudos arcaicos de los cuales debo empezar a hacerme cargo. Dios quiera que también me ayuden a integrar mejor lo que soy y aquietar mi espíritu tan inquieto y hambriento. Al final soy una gringa más… Jajá!!
DÍA 15: Dejar que la cosa suceda
Después de ir integrando las expectativas con la realidad e ir haciendo un mix más saludable de ambos, hemos pasado a una nueva fase que he denominado “dejar que la cosa suceda”. Esta frase salió hace miles de años de una pariente media o entera hippie de mis papás y la verdad que en estas circunstancias calza perfectamente.
Fuera de ciertas obligaciones y/o responsabilidades mínimas de la casa (orden y cocina) el resto del día va surgiendo como una acuarela en donde de un color nos vamos a otro y se van formando diseños que nunca planificamos. Es una sensación rarísima para mí y deliciosa a la vez, el no saber si es jueves o viernes (no me he perdido por más de uno o dos días hasta el momento), estar peleando con adivinar qué día del mes es y así, a veces hasta con la hora nos perdemos.
Vivir así da mucha libertad ya que las expectativas quedaron afuera de la puerta y sólo debemos ir abriéndola a cada sorpresa que se va dando. Creo que a nivel personal ese es el gran regalo que debo conquistar en este viaje. Por cierto me cuesta mucho, tanto como flexibilizar mi cadera, pero anhelo lograrlo. Menos susto y planificación de lo que viene por delante e ir confiada surfeando las olas que la vida traiga. Sé que muchas veces lo he escrito y ahí nuevamente mi cura Gatica tan amado (el que por tanto que predica, es que anhela en el fondo del alma practicarlo… no su hermano, que se queda sólo en las palabras…jajá). Se me viene la imagen de la Trinita, tan libre, tan sin miedo por la vida, qué maestra me has regalado Dios mío. No es que sea loca o imprudente; todo lo contrario ella piensa muy bien antes de actuar y no hace tonteras donde se ponga en peligro, pero toma todo lo que la vida le da sin ningún temor. Todo lo disfruta intensamente y vive el presente como si abriera cajas de regalos en todo momento. En algún momento a mí me empezaron a dar susto las cajas que tenía al frente y las guardé. Supongo que este viaje es para empezar a sacarlas del clóset (no yo, jajá, por suerte!!) y a ver qué traen para mí y para compartirlas luego con los demás. Dejar que la cosa suceda en el fondo es una filosofía bien profunda que implica confianza en Dios y una sana aceptación de lo que uno es. En el fondo la sabiduría…
Y a propósito de surfear por la vida, el Benja y Tomás ya descubrieron la magia del surf literalmente y eso los alucinó. Partieron a las 7:30 de la mañana en la motoneta y pudieron dominar en parte una cuota del mar. Este fue benévolo con los novatos y los hizo disfrutar de esa adrenalina mezclada con paz tan particular que sólo él puede dar. De verdad la inmensidad de la playa y el mar ha permitido que en ellos surja una expresión muy linda que me alegra el alma. Es una mezcla entre el hombre que va a ser cada uno y la libertad del niño que siempre llevarán dentro. En el fondo es su identidad y eso para una mamá es motivo de gozo y orgullo que llena de esperanza.
Con Andrés Jr. nos aventuramos a la revancha con el yoga. Esta vez aparentemente fuimos un poco más dignos, pero surgió en mi la inquietud profunda de cuánto me falta por conocerme e integrar todo lo que soy. Tantas partes del cuerpo que no me obedecen, tantos músculos que desconozco, el equilibrio tan complejo de mantener, la belleza y el estilo tan lejanos a mi destreza actual. Para peor, uno siempre mira para el lado y hay unas verdaderas culebras de goma haciendo malabares en su Mat (la goma que ponen abajo). Si ese estado físico lo homologo al espiritual, inevitablemente se ve la inmensa brecha que aún falta. Lo importante es que mi vista esté llena de entusiasmo por todo lo que puedo crecer y no caer en el pensamiento opuesto de torturarme por cuánto no tengo. Fue potente sentir en varias posiciones cómo se iban abriendo como vasijas en mi ser (no en mi cuerpo que se salvó por suerte de los paparazzi) en donde un torrente de energía empezaba a fluir con abundancia. Así también una especie de culebra de colores danzó por el centro de mi cuerpo (pero tampoco el físico, es muy raro no…) y me aquietó y vitalizó a la vez. Siento que me falta todo el lenguaje y el conocimiento, pero la vivencia se está produciendo y eso se agradece.
Se me olvidó contar que ya tenemos auto nuevo. Devolvimos a nuestro querido cacharrito que tan dignamente se portó hasta su muerte súbita y pudimos arrendar uno que parece su evolución 3.0. Del mismo tamaño y modelo similar, tiene todo más apretado, todo suena menos, es más blandito, más limpio y espero que más seguro. Yo creo que andando por las calles nos debemos parecer al auto de Pedro Pica Piedra, ya que no sólo vamos los ocho en este especie de pan de molde moderno, sino que además el bolso de paseo y la tabla de surf. Yo hubiese preferido el pedazo de carne gigante, pero ese es un bien extinto en estas zonas. De hecho ayer tuvimos nuestro primer festín de carne de vaca. Es tan divertido como nos reímos de tanta tontera; a cada uno le tocó un pedacito de bistec como del tamaño de un kiwi, flaquito como del alto de una moneda y medio duro. Definitivamente no es el tema acá, así que vamos a desistir definitivamente creo yo. Nos vino a la cabeza el querido Barros Luco; aquí el distinguido caballero y su sándwich no habrían tenido futuro: no hay pan rico, el queso no existe y la carne es de palo. A lo más habría salvado el kétchup y la sal. Hubiese sido un éxito si al señor le hubiese fascinado el arroz frito, con verduritas salteadas y un huevo frito arriba.
Dentro de las acuarelas preciosas de este día, partimos a la playa que queda cerca de la casa. Para entrar en cada boca calle que le da acceso hay unos hombrecitos sentados con una mesa de madera que te cobran 150 pesos por estacionarte. La playa aquí está menos contaminada, pero aún se ven vestigios de nuestro impacto ecológico. Sin embargo, poco a poco la vista se acostumbra y se puede empezar a contemplar nuevamente las olas y la amplitud de todo. El color del mar – con tanta lluvia y viento- es de un verdoso poco atractivo. Como medio pastoso y las olas se forman sin descanso debido al fuerte viento que corre todo el tiempo para delicia de los surfistas. No obstante nunca da frío ni calor; es la temperatura ideal. Tampoco sentimos ya la humedad; ya como que somos parte del clima al menos. Se nos olvidaron en el pasado los bloqueadores y repelentes de insectos (mala cosa por cierto) pero es como si todo fuera nuestro estado natural.
Las playas son de tiro corto, es decir no hay mucha distancia entre la última ola y desde donde termina la arena, por lo que se forma como un corredor muy largo y angosto donde uno se instala. El público es local y extranjero. Los locales son en su mayoría hombres, que se dedican a la conversación más que a nada. Una vez más las mujeres no aparecen ni siquiera en su versión pequeña. Hasta los niños chicos son todos hombres. Me encanta esa libertad de bañarse con calzoncillos y hasta piluchos y llevar siempre la sonrisa en la cara. Es como si estuvieran en una fiesta todo el tiempo. Con un poco más de edad se los ve dominando las cumbres de las olas con una destreza increíble. Son muy flacos y morenos y parecen como artistas pintando en el mar hasta que desaparecen debajo de una goma de borrar blanca y revoltosa, que los devuelve a la realidad con más ímpetu que con el que se hundieron. El surf pareciera que no cansa…
Los extranjeros se notan por su piel obviamente; por sus perros de raza reconocible y/o por sus guaguas en mochilas o pareos. Vamos explicando un poco: los perros de Bali son como que tuvieran sarna todos ellos o bien como que no les hubiera alcanzado la pintura para todo el cuerpo. Tienen un poquito de café, con rayas atigradas negras, pero en la cabeza otro poco de blanco y así como una pintura de sobras que los hace ver muy feos y aporreados. Los perros de extranjeros son más gordos y de colores definidos: blancos, blancos; color caramelo; negro brillante; amarillo dorado, café moro y así… Hasta ahí se nota el desarrollo perruno. No es que compare las mascotas con las guaguas, pero también se ve mucho gringo relativamente joven con un niño chico envuelto y amarrado al pecho (ya sea el papá o la mamá) en un género o bolso desde donde sólo salen las patitas del niño. Es como si fuera lo permitido; tener guagua y una aún es “chic”. Somos los únicos locos con un lote de niños alrededor y ya ninguno me cabría colgado en mi pecho sin quebrarme la mitad de la columna. Y es que no se ven familias extranjeras por aquí.
De las locales, se ven unas pocas familias, pero se ven muy pobres. Algunas pasean por la arena y otras buscan entre los palos que botó el mar algún bien que desconozco. Volví a ver esos cuerpos flacos que sólo he visto algunas veces en Tirúa o en el campo de Chile. Muy morenos y curtidos por el sol y niñitos bailando en sus caderas al son del caminar y el trabajo. Aquí no se ven vendedores ambulantes; sólo de vez en cuando puestos de bebidas y cervezas playeros o arriendos de tablas de surf.
En el borde de la arena que va cambiando de color hasta un negro intenso y pegote que te deja tiznados los pies, de repente aparecen unas especies de santuarios naturales para hacer contemplación del océano. Piedras negras, esculpidas por el tiempo, que se han transformado en verdaderos altares para ofrecer la vida y ver la inmensidad. Algunos también pescan en esos lugares y deben compartir su espacio con los cangrejos que los custodian. Y por si lo natural fuera poco, a continuación en el borde emerge un templo de piedra negra hecha por el hombre a quién sabe qué dioses. Sus puertas son como naves espaciales custodiadas por extrañas esculturas que dejan entrar a un patio abierto, rodeado de pequeñas casetas de oración. En ellas es posible observar ofrendas recientes y flores. Otro misterio que me gustaría conocer y entender porque se invierte mucho tiempo –de las mujeres en este caso- para cuidar todas las ofrendas. ¿Costumbres, devoción, espiritualidad? Cómo saberlo…
Divagando en las caminatas por el piso negro y suave de la playa, cuesta dimensionar primero la distancia de la que nos encontramos de la casa. Cuán lejos de todo lo conocido, a cuántas miles de horas de distancia de los que queremos y nos quieren, cuán alejados de todos nuestros roles y responsabilidades. Sólo pensar que allá duermen cuando nosotros estamos de día produce una especie de barrera o distancia que no deja de apenar. Siempre he sentido que uno está unido a los que ama desde el corazón, como por hilos tejidos desde la eternidad que permiten como el juego de la red saber cómo está y en qué está el otro, pero al estar durmiendo, la unión parece debilitarse un poco y se siente nostalgia del vínculo. Ojalá por lo menos lleguen mis buenos deseos a los sueños de todos los que lean esto porque sí están en zurcidos a mi alma profundamente.
Al caminar y tener que cuidarme de los desechos, no puedo dejar de pensar en la Fran Cooper y el tsunami de Tailandia y la magnitud del sufrimiento que ahí se vivió…Qué caos e infierno se debe haber dado Dios mío…
Dentro de las conversaciones que el mar regala, además de hacer consciente la tremenda bendición que estamos viviendo, es significativo también ver cuán envueltos estamos en una sociedad de rendimiento. Inspirados por la lectura del filósofo coreano alemán Byung Chul Han, nos damos cuenta que esa es la lógica que ambos llevamos insertadas como un chip en las entrañas. Por eso esta experiencia es tan potente, porque nos está obligando a saber que lo tenemos incorporado, por una parte, e intentar desconectarlo por lo menos por unos meses disfrutando de lo cotidiano, de lo sagrado de cada rito y de lo que no produce nada evidente a los ojos de la sociedad occidental. Ya vendrá también el desafío de apagarlo a ratos cuando volvamos a la “realidad” y aportar desde esta nueva mirada a los entornos donde nos vamos a desenvolver.
Ahora volvemos al rito precioso de cocinar un Soto Ayam para la tribu. Es una sopa con curry y jengibre más tallarines de arroz que voy a hacer para todos. Para compatibilizar tanta influencia indonésica, haré unos esperados panqueques con manjar (leche condensada hervida por muchas horas) que ayudarán a la nostalgia estomacal de todos.
Día 16: Una acuarela bicolor
Anoche tuvimos el primer apagón completo en la ciudad. No supimos el motivo, pero sí fue imponente la noche a solas, sin el subsidio de la electricidad artificial. Pareció que los animales tuvieron más tribuna para hacerse oír y por primera vez en mi vida, oí a las lagartijas cantar. No es que me haya vuelto loca o que mi oído se esté mandando solo producto de los esfuerzos del yoga, sí esas creaturas alienígenas que recorren nuestras paredes emiten sonidos iguales a los de los zorzales. Es como si aquí tuvieran más fuerza y perdieran la timidez para decir lo que piensan. En el día se silencian como queriendo guardar energías para la serenata nocturna, probablemente su fiesta parte de noche en donde los terrícolas despejan sus dominios. Finalmente para la tristeza de las lagartijas y la alegría nuestra (sobre todo porque volvió el aire acondicionado de las piezas y se fue el pegote de las sábanas) volvió la luz a la ciudad y todo recuperó el rostro conocido. De no volver la luz, se nos complicaba además el panorama porque se cortaría el agua y las calles serían el epicentro del caos.
Al dar la vuelta la noche al día y siguiéndonos al futuro nuestro querido Chile, despertamos con un espectáculo de National Geographic. Nuestros vecinos del arrozal armados con los clásicos sombreros que recordamos de las películas de Vietnam, figuraban haciendo atados de almácigos de arroz. Sólo una de las terrazas se destinó a esta misión, mientras todos las otras figuran pacientes con un lodo negro, recién arado, esperando ser plantados por estas varillas de color verde intenso. Primero sacan de la tierra un puñado de varillas de no más de 20 cm de alto y hacen un especie de ramo atado con algo que no veo bien y van dejando estos pequeños montoncitos de vida al borde del arrozal. Cientos de atados que se quisiera una novia para entrar al altar; es tan intenso el color y tan bella su forma que sólo eso sería un centro de mesa para lucirse. Pacientemente y con su espalda en diagonal a la tierra, van avanzando en su tarea que parece interminable. Otros por mientras cortan las terrazas con pequeñas heridas que permitirán que se filtre el agua entre ellas. Todo un arte que iremos apreciando día a día y que nos permitirá valorar todo lo que encierra un grano de arroz. Me acuerdo parte de un refrán que comentó la Dra. Amanda Céspedes a propósito de esto: decía si quieres trabajar un año dedícate a plantar arroz y si quieres trabajar toda la vida, dedícate a la educación. No deja de asombrarme efectivamente el dimensionar trabajo de “chino o balinés” que implica cultivar este alimento y cuánto más aún cultivar “los granos de la vida”, con el agravante que muchas veces ni siquiera se ve la cosecha. Es un acto heroico y precioso del que hay que sentirse orgulloso, aunque se nos quede el corazón y los pies enterrados en el barro las más de las veces.
Siguiendo el día que hoy Dios nos regaló, nos salvamos de una tragedia al detectar que el balón de gas de la cocina estaba con una fuga de gas muy grande. No era nuestro destino pasar a mejor vida en esta isla, así que todos los ángeles se apiadaron de nosotros y nos permitieron oler la fuga y poder solucionarla sin dormirnos eternamente ni tampoco explotar. Del cielo deben estar agotados con nosotros o seguramente han mandado refuerzos extras para esta aventura.
Para que la casa se aireará bien y para conocer más los secretos de este lugar hemos hecho una lista de todo lo que queremos ver y el destino de hoy fue el zoológico de Bali. Atravesamos media ciudad, con orientación a Ubud y comenzamos a ver nuevamente los canteros y artistas de piedras. Así que fuimos escoltados un buen rato por Budas, lindas diosas, elefantes y cuánto engendro de humanos y animales extraños. Finalmente llegamos al parque que era un típico zoo con una amplia variedad de animales casi todos originarios de estas islas, la India y África. Más que cada animal vuelve a aparecer la pesada sensación de tristeza que se ve en sus rostros. Salvo las aves, todos los demás nos miran con ojos apagados, resignados y hastiados de una vida que parece carecer de sentido para todos ellos. Los más evidentes son todos los tipos de monos y el orangután. A pesar de sus cuerpos ágiles y pelajes llamativos, sus caritas y sus manos se ven sin vida. Sólo imaginar esa vida de encierro duele. Ni siquiera juegan o se mueven en los hábitats que les han creado. Los columpios, los troncos y/o pozas que poseen están como intactos. Se sientan en las rejas y nos miran sin esperanza alguna. Es más. La verdad no miran; sólo ven… Se parecen a algunas miradas hastiadas de humanos que también se han encerrado en mundos tan pequeños y perfectos, pero que no vibran ni se iluminan con nada. para
Legítimamente podrán preguntarse para qué voy a un zoológico si puro sufro y critico. La verdad, esta situación de cómplice me incomoda mucho, pero ya dentro intento empatizar con cada uno y darles aunque sea con una reja de distancia, algo de energía y preocupación. Probablemente además, es la única forma que tenemos de admirar tanta belleza y diversidad. Me aumenta la fe al ver todo lo que Dios ha creado y cómo el abanico de colores, formas, texturas, etc. se abre sin fin.
Algunos de los animales que más llamaron mi atención fueron las aves. Qué combinación de colores más increíble. La intensidad de sus plumas es para dejar mudo al mejor comercial de fotos. Verdes, turquesas, rojos, amarillos intensos… Es ver la paleta de Dios recién salida del taller… Lo mismo sucede con sus picos y plumajes: las formas son increíbles como si hubiesen estado horas en la peluquería enroscando crestas, haciendo cachirulos en la cola o tallando nuevos diseños en sus “sombreros”. Me dejó helada la mirada del halcón. Qué fuerza Dios mío; se imponían sus ojos amarillos intensos como láser en medio de la noche. Qué decir de sus fuertes garras que pude sentirla aún bajo la protección de los guantes de cuero. Sin duda un animal digno y real como pocos.
Había unos pocos tan feos, que parecían los actos fallidos de la creación. Medios pelados, con cara de buitres pero enanos; de verdad una rareza… Porqué será siempre tan misteriosa la repartición de belleza en la creación…
En cuanto a tamaño, el primer lugar se lo llevó un cocodrilo de agua salada que debe haber medido al menos unos cinco metros de largo. Ladino, parecía un tronco grueso y tosco semi escondido en el agua, con ínfulas de inocente, pero sus ojos nunca dejaron de estar atentos y darse vuelta en muchas direcciones para vernos. Francamente creo que en dos mordidas de él pasamos a mejor vida.
En cuanto a la locura que demuestran, los más tristes una vez más los elefantes. Sus trompas no dejan de moverse sin sentido y es que están como desquiciados dando vueltas a un circuito de no más de 100 metros, a punta de pequeñas torturas que le hace un hombre en la frente con la misma hacha metálica que vimos antes. Sus ojos ya no te miran; caminan siempre con la vista al suelo mientras su cuerpo revela las marcas de una montura y cinchas que no le asientan a un animal tan grandioso. Otro loco, pero triste, es el orangután. Su cabeza está encuadrada por una forma ósea parecida a un plato que lo hace más cabezón e imponente que cualquier otro simio, pero su cuerpo está tirado en su jaula como un gigante derrotado. Como un King Kong cualquiera, sometió su cuerpo, pero sus ojos miran como si te estuvieran esperando para una venganza. Da miedo y culpa a la vez.
Al final cada animal parece tener un par en la especie humana; los hay locos, cuerdos, tristes, entregados, indiferentes, bellos, feos, peligrosos, insignificantes, venenosos, curtidos, frágiles, tiernos, ágiles… Quizás en parte Dios experimentó con cada uno de ellos previamente y su mano quedó grabada también en nuestra especie. Así se ven personas con ojos de lagarto, expresiones feroces de serpientes, la simpatía de las ardillas, las manos de los canguros, la nariz de los ciervos, la melena del león… Se nota su estilo en cada uno de nosotros la verdad… Habrá que ver con qué animal nos identifica el resto…
Lo que habría que tomar conciencia ahora es dónde vivimos y cómo. Somos libres y nuestros ojos reflejan brillo o estamos encerrados en el propio zoológico que hemos construido en nuestra mente. Distintos en forma, pero iguales todos en cuanto a lo que nos habita… Ya hace días vengo reflexionando en torno a eso. Al ver tanta diversidad de cuerpos y huesos y ahora más con los animales que me exponen el extremo de la materialidad, me convenzo más que no podemos perder tanto tiempo en lo externo; que lo importante es lo que viaja por dentro. Me he sorprendido mirando piernas, costillas, omoplatos, caderas, pómulos, pelos, pieles, brazos, manos, troncos, etc. no con afán de voyerista, sino como auscultando la verdad de su y mi existencia. Constato también mi estructura y su singularidad: sus achaques (producto del yoga ahora) y particularidades que me gustan y disgustan en la misma proporción, y me sorprendo a mi misma habiéndole dado demasiada importancia a lo material. Es como si recién lograra ver más allá de las piernas y esqueletos de todos (incluida yo) y se me trasluciera su esencia, que es como una película de luz semi transparente. Es la misma sustancia en todos, pero diferente en la fuerza que irradian, incluso de diferente intensidad entre animales y humanos y entre ellos también. Se ve clara y amplia en unos y en otros apenas perceptible, casi como muriendo. De ahí que el cuerpo se me está antojando un verdadero espejo de lo que pasa en el mundo interno desde nosotros hasta en los orangutanes. Es como si estuviera a punto de poder entender algo más grande pero que aún veo borroso. Me asusta un poco, pero es una sensación cierta y muy fuerte que a la vez me permite unirme o alejarme casi instintivamente de cada presencia. Mejor lo dejo aquí porque me da pudor seguir…
Y a propósito, el último “animal” que quiero contar, lo encontramos fuera del zoológico. Veníamos en el auto y sin querer nos paramos unos metros más delante de la línea de cebra del semáforo porque no vimos a tiempo la luz roja. Para nuestra suerte salieron cinco “hienas” vestidas de azul y con un peto amarillo de policía en el pecho. Con mucha arrogancia nos hicieron corrernos a un lado para darnos el zarpazo sin testigos. Habíamos cometido una pequeña falta como buenos turistas, pero descaradamente nos obligaron a pagarles una coima para no quitarnos los documentos. El peor de todos, el jefe, quien con su cara sonriente y hasta amable, estrujó el bolsillo de sus víctimas sin asco. Indefensos frente a tanto abuso y frente al tamaño de la jauría hambrienta de plata fácil, tuvimos que sacar todos los billetes que llevábamos y entregarlos como precio a la libertad. Qué impotencia y violencia produce el abuso de la autoridad. Se me asemejaron fieras carroñeras asquerosas, de cuyos dientes largos podíamos ver caer una saliva repulsiva. Lo peor de todo, explicarle esto a los más chicos del auto. Cómo mostrarles el lado feo del mundo sin quitarles la fe en las instituciones y en las personas. Un nuevo aprendizaje del lado oscuro de nuestras sociedades que tanto mal nos hacen a todos.
Y para el colmo de la vergüenza de estas hienas, al salir del asalto, nos paran todo el tráfico para que lleguemos a nuestro destino original: el Kentuchi Fried Chicken (que nos decepcionó con unos pollos con crispy muy picantes y escuálidos). Hasta saludos parecieron hacernos al despedirse ya saciados de su almuerzo.
Sin embargo, a pesar de todo, quizás fue lo mejor que nos pudo pasar dentro de la filosofía de dejar que la cosa suceda. Si no ahora, podríamos estar sin carnet, con una multa ante un juzgado local (no me lo quiero ni imaginar!!!) y conmigo como única piloto autorizada para atravesar la jungla balinesa. Prefiero ser atacada por las hienas que eso…
Ahora a dar de comer a todos los animales propios y a disfrutar de una noche tibia con sonidos de grillos al fondo. Qué más se puede pedir!!! (A la familia y a los amigos más cerca, pero creo que sería un poco loca esa importación…)
Mientras ustedes duermen yo me comprometo a cuidar sus sueños en mi día… Buenas noches o Buenos días, qué más da; el corazón no conoce el tiempo ni el lugar!!!
Día 17: Siguen los contrastes: Una pena grande, un aprendizaje fuerte
Hoy madrugamos nuevamente para llegar a la misa de 7 de la mañana, pero nos dimos el permiso de llegar a las 7:30. Llegamos justo al evangelio que era de Juan el Bautista (lo único que entendimos), así que no fue tan terrible. Fuimos solo los dos en la moto y ya el susto va bajando un poco al manejar. De hoy recojo una comunidad muy acogedora que nos sentó con el coro e intentó hacernos cantar. No leemos ni música ni bahasa, pero nos sonrieron muy amables como si hubiésemos sido un aporte cantando. El coro no fue de niños, sino de adultos que tenían voces preciosas por lo no bajó en nada la emoción ni la hermosura de las melodías. Al cerrar los ojos, mágicamente comenzaba un balanceo cadencioso, medio pascuense, muy envolvente que me llevó a ver a Jesús dichoso. El pesebre aún armado y el templo ya vacío fueron un regalo en donde pude orar sin la presión de los feligreses que a punto de amabilidad coartan un poco.
Se veía venir un día lindo y bendecido, pero no fue tan así. Ya llegando a la casa quisimos organizar el primer paseo familiar al famoso club vecino. Para eso había que averiguar cuánto salía y se nos ofreció un lindo mensajero (mi Tomás). Salió confiado y seguro en la moto y no pasaron más de 3 minutos cuando volvió corriendo, con la cara desarmada y muerto de miedo. Acababa de chocar con otra moto. Como todo es al revés y la visibilidad de nuestra salida está bloqueada por un poste, al salir no vio que venía otra moto y chocó a un señor con un niñito.
Qué fuerte son esas caras; justamente en esos instantes es cuando sientes que un rayo puede haber caído en tu vida cambiándola para siempre. Azar, destino, casualidad… Nunca lo sabremos. Sólo podemos elegir cómo continuar…
Gracias a Dios y a los ángeles, que ya estoy cierta están con doble turno con nosotros, sólo hubo daños materiales. Nuestra moto no prendió más porque se le descuadró la rueda delantera y la del señor, después de pagarle por los futuros arreglos, se fue tranquila. Esta vez no nos tocó una hiena, sino un alma honesta que sólo pedía su legítima reparación por el daño causado.
El tema fue la pena que se abrió en el corazón de Tomás. No pudo resistir la tensión y se puso a llorar desconsoladamente, conmigo detrás. Qué dolor ver a un hijo sufrir… Cómo habrá sido para María; de verdad inimaginable… En lo personal siempre me pasa con sus heridas o cortes que literalmente me da una fatiga y se me aprieta el estómago doliéndome el cuerpo; aún peor cuando lo que sufre son sus corazones. Multiplicado por seis, las estadísticas no están a mi favor…
Andrés y yo lo tranquilizamos, pero estaba aterrorizado. Probablemente la experiencia del día anterior se sumó y pensó lo peor. Se vio preso, detenido por policías corruptos y su mente se fue al infierno por unos segundos. Por una parte fue súper humana su reacción y sano sacarla fuera; sólo que ver a un hombre casi grande llorando, conmueve. Su aprendizaje sin duda ya es colectivo: no confiarse ni creer que uno ya domina todas las situaciones. Siempre van a ver imponderables y accidentes que nos sacan del camino planificado. Cuando se deja que las cosas sucedan, pasan muchas cosas y de ellas habrá que siempre sacar una lección. Mi niño, bajó sus revoluciones, se conectó con su vulnerabilidad y pidió ayuda.
Con todo optamos por quedarnos tranquilos en la casa y no movernos más, porque quedamos todos asustados. Nos dedicamos a escribir, a leer y a cocinar rico. Experimentando con postres locos hechos en base a leche de coco y arroz con leche; parece trabalenguas pero ambos nos resultaron bastante bien y se dejaron comer sin problema. Como ven el arroz se nos cuela por todos lados.
Mañana ya van a colegio los tres más chicos y se abre una nueva puerta que no sabemos que traerá detrás. Dios nos cuide!!!
Día 18: Una escuela de vida
Seguramente con los días me iré informando de cómo es la educación aquí en Bali con más detalle, pero no por eso deja de ser interesante compartir las primeras impresiones…
Los colegios públicos se meten a la fuerza entre medio de las atochadas calles y construcciones de la isla. Nada de avisos especiales, ni pasos de cebra de precaución. Las escuelas se aparecen frente a tus ojos igual que los supermercados o los warung (restaurantes familiares muy pequeños y llenos de platos típicos y frituras) por lo que ir atento para encontrarlos y no atropellarlos. La cultura americana en ese sentido, está a milenios de distancia, donde los menores son intocables y todo el mundo se detiene por ellos tanto literal como mentalmente. Los más pequeños son como dioses y muchas veces víctimas y tiranos de un sistema que se ha desequilibrado a su favor. Y no es que esté a favor de no verlos (todo lo contrario), pero aquí parece que el cuidado ha estado mucho más en el fondo que en la forma. Los niños viajan paraditos delante de las motonetas sin casco, caminan solos –cuando pueden- por las calles, comen de todo y en cualquier parte, juegan en los patios abiertos de sus casas (muy chiquititos), pero sus ojos se ven llenos de vida y se ríen desde adentro con mucha transparencia. No son los dioses, pero sí son sagrados. Qué ganas de llevar un poco de esto a nuestra cultura tan americanizada y con una fuerte tendencia hacia “lo plástico” donde los niños adquieren fácilmente opacidad en su mirada.
No he visto a ningún niño balinés hasta ahora conectado a una pantalla. Bendito subdesarrollo el que les permite inventar juegos con nada y con otros, en vez del ensimismamiento e individualismo brutal en el que muchos niños nuestros se encuentran. Quizás dentro de sus casas sí se conectan (lo desconozco), pero no se ven en los espacios públicos. Bueno, lo que uno logra ver de público, porque por lo menos en nuestro barrio no existe el concepto de plaza o parque. Las área verdes son arrozales y ahí sólo entran quienes las cultivan.
Los niños usan diferentes tipos de uniforme, pero con todos se ven muy lindos y ordenados. Hay unos café o color zapallo que los hace parecer niños scout. Otros de cuadrille rojo u otros blancos con azul, pero nada de corbatas ni menos chaquetas. Sólo poleras y polleras o bermudas para los hombres. No sé por qué pero no se ven jóvenes en uniforme ni tampoco chiquillos más desordenados como los “lolos” que vemos en nuestro país. Aquí la deferencia y la autoridad también se revelan en esos detalles. No se ven chiquillos fumando, ni menos tomando. Sí se ve mucha gente joven trabajando de todo un poco, en el área de servicios. El sueldo de ellos promedio al mes es de 1 millón de rupias; es decir 50 mil pesos. Obviamente acá todo es más barato, pero cuesta creer cómo se la arreglan con eso.
Volviendo a la educación, los colegios se ven ordenados y bonitos. Cada uno no pierde ningún metro para hacer algo ya que el espacio es limitado. Los niños reciben mucha instrucción en inglés y deben hacer un examen nacional una vez al año. Sorprende ver su entusiasmo por pasarlo y a la vez los nervios que traen. Un día que estábamos en la playa (la de la basura), vinieron literalmente un millar de niños que estaban haciendo un proyecto para su examen. Para eso debían entrevistar extranjeros en inglés y grabar su trabajo. En lo personal, me deben haber entrevistado uno 10 niños (en su mayoría mujeres), que tímida pero eficazmente ejecutaron su trabajo. Por supuesto, después venía la sesión de fotos con los “modelitos latinos” que traje de Chile. Es lindo ver en esas jovencitas el pudor y la coquetería que muchas de nuestras niñitas han perdido…
Ya en una mirada más específica del colegio donde van a ir los niños (el HighScope), la primera foto que saco es la acogida y la sonrisa de todos los que ahí están. La dulzura y la autenticidad se derrite por las paredes de un edificio nuevo, que tiene de todo, pero muy apretado como un tarro de sardinas metidas a presión. Tiene cancha de basquetbol, pero de la mitad del tamaño reglamentario y sin “bermas”; tiene piscina, pero de tope a tope para que quepan máximo unos 20 niños, sin jardín o espacio alrededor; el patios de los chiquititos es el camino que lleva a la piscina y es de pavimento; en ninguna parte se ve verde ni áreas verdes. Todo es techado, puertas adentro, parece como un colegio rodante en el sentido que todo espacio es utilizado al máximo y tiene variedad de usos. Falta apretar el botón para desplegar todo lo que está empaquetado.
El colegio tiene un total de 400 niños desde jardín infantil a primero medio y son todos “multi age”, mezclando dos niveles por sala (k y 1ª, 2 y 3º y así). Los cursos son pequeños y los niños utilizan diferentes uniformes dependiendo de la edad, ya que cuando son más grandes tienen la opción de elegir. Hasta 6ª los niños almuerzan adentro de sus salas y los grandes en un comedor que no es más grande que dos salas nuestras. Como explicarlo mejor… Todo es un cuarto o un sexto de nuestros espacios –que privilegio menos valorado- y sin mucha iluminación, ya que las ventanas sólo dan al corredor interior. La normativa chilena estaría absolutamente fuera de lugar aquí. Y es que parecemos gigantes en un mundo reducido. No podían creer la edad de Felipe ni la de ninguno de los niños. Es más ni siquiera soñamos en encontrarle zapatos ya que el número más grande del mercado es 42.
Los niños de todas las salas me parecieron muy ordenados y silenciosos; se trasluce de alguna manera el carácter nacional aunque hoy era el primer día de clases del último trimestre del año (para salvar el honor de los nuestros..) y podían estar más controlados que lo normal.
Para mis niños el desafío es precioso y grande. Notoriamente son los únicos extranjeros en el colegio; son más grandes, hablan otro idioma, son rubios y blancos, son más ruidosos y extrovertidos, más desordenados, más inquietos… más libres o “sueltos” quizás. Qué misteriosa bendición la que están recibiendo al abrir tanto sus mentes desde tan chicos… Si bien están todos nerviosos, están contentos porque la curiosidad por conocer es parte de ellos. Me hace sentirme muy orgullosa de ellos esta amplitud de criterio que ya es parte de su ADN, su capacidad de adaptarse a cualquier entorno, de entrar con respeto y simpatía, de tomar lo que venga y darse con libertad, de reconocer a otros diferentes pero iguales, de aceptar todo lo que pase con alegría (desde la comida hasta el uniforme…)
Ya mañana partimos oficialmente esta aventura de insertarse en el corazón del país en una jornada de 7:30 a 3:00, en donde también me inscribí para aprender y acompañar a mis retoños a la escuela de la vida.
Otros regalitos de este día fueron dos pajaritos que cayeron de su nido por la lluvia y hoy los estamos criando en una cajita de mimbre. Apenas unos pollos, destartalados y no muy agraciados pero nuestras mascotas oficiales. Por suerte los niños eligieron eso y no los murciélagos que también aparecen como pequeños fantasmas todos los atardeceres en nuestra terraza. Como verdaderas nubecitas negras cargadas de malas energías, estos roedores alados no pueden ser queribles.
Además hoy aparecieron todos nuestros campos vecinos absolutamente enhebrados con un hilo fino de color verde. Como esas puntadas torpes del costurero principiante, aparecen y se hunden en el barro, pequeñas hebras de arroz que hacen del paisaje un manto precioso de estilo rústico y étnico que evoca algo pasado y remoto. De verdad conmovedor.
Dentro de lo regalos más sutiles pero que hacen la diferencia de un día vivido con más conciencia, estuvo la lluvia intensa que nos ahogó casi como a los pajaritos pero que refrescó mucho el ambiente. Llevamos dos noches con un calor que sofoca y el agua baja la temperatura y la humedad a las acequias por un rato. Lo malo es que el calor se venga rápido y después de la lluvia, viene nuevamente un calor intenso que aplasta con una humedad que parece sombrero de plomo.
El último regalito para compartir, la comida juntos. Un festejo rodeado de chacotas y risas en donde hay que cuidarse para que no te roben la comida. Aquí nada se pierde y el reciclaje culinario pasa de plato en plato con o sin permiso de sus dueños. Los más perjudicados sin duda los chicos a los que hay que defenderle el plato de los depredadores hambrientos. Nuestro menú ha ido cada vez orientándose más a nuestra comida acostumbrada, así que las rarezas ya están quedando reducidas a jugos con jengibre o postres.
Día 19: La escuela puertas adentro
Ya llevamos dos días yendo al colegio de Bali y la experiencia parece un caleidoscopio de imágenes y emociones muy fuertes. El aventurarse a mirar siquiera, genera una suerte de mareo porque todo es diferente y no es menor el esfuerzo de todos por captar los códigos y pasarlo bien siendo extraños. Yendo desde más afuera hacia adentro, el colegio es moderno y ordenado en cuanto a su seguridad y disciplina escolar. Los guardias te reciben y te piden el nombre para vestirte de la consabida identificación de visita. Ya adentro los niños silenciosos de ayer, parece que fueron reemplazados por los verdaderos niños y gritan muchísimo. La verdad la contaminación acústica es muy grande ya que al estar rodeado de muros y cielos de concreto, sin patios ni jardines, el sonido se entusiasma con los niños y se transforma en una caja de resonancia ensordecedora.
Al principio la sensación es claustrofóbica y al rato se atenúa con el don divino de la costumbre y adaptación de nuestros sentidos. Por suerte el olor es normal… El colegio es un reflejo del hacinamiento habitual de Bali; no hay lugares separados para grandes o chicos y todos comparten los espacios, subiendo y bajando los tres pisos por escaleras, mientras no entren a clases. Es como si quisieran aprovechar la libertad de la que disponen en sólo breves momentos del día ya que el recreo propiamente tal es sólo uno y es a la hora de almuerzo. Ya entrando a clases el colegio recupera su compostura y todo queda puertas adentro.
La sensación de una autoridad fuerte se siente en la obediencia automática de los niños por los ritos cívicos, las filas que arman para entrar a sus salas y una serie de momentos de oración y orden que en nuestro país ya se extinguieron. Ya entrando en la dinámica de aprendizaje propiamente tal, hasta ahora HighScope está muy presente en la forma pero en el fondo no lo he visto. Sé que aprender y enseñar como enseñamos implica un cambio de paradigma y de compartir el control que no sé si los indonésicos están listos para integrarlo. Es interesante ver cuánta democracia y administración de la libertad está en juego con nuestra propuesta pedagógica… Y es que mirando de lejos la experiencia del colegio, la conclusión preliminar es que quizás más que venir a aprender, debí venir para confirmar que lo que estamos haciendo está bien y que tenemos un tesoro inédito escondido en cuatro hectáreas de un lejano país que nadie conoce… Sí son pocos los que saben dónde estamos en el mundo; sólo al nombrar Brasil o Argentina, se le iluminan los ojos.
Las salas son sencillas dentro de todo: los muebles, los materiales y los recursos son muy elementales pero tienen algunos lujos como aire acondicionado y computador. Todo es como de hace 40 años atrás en nuestro país: los lápices, los pizarrones, los juegos de la sala… Es como ir por una feria de provincia alucinando con los cachureos plásticos y made in China.
La rutina tiene incorporado un momento de snack donde a cada sala entra una señorita con una bandeja de sorpresas comestibles para todos los niños. Nadie lleva lo suyo, todo es comunitario y equivalente. Y digo sorpresa porque es difícil saber qué se está comiendo pero los dos días ha sido rico. Poco, pero sabroso. También está el almuerzo que varía desde bandejas servidas en las salas, fuentes con platos en las salas y para los más grandes un pequeño casino. A los ojos nuestros, Sodexo no aplica aquí y es que los restos se sacan en un balde y se dejan fuera de la sala hasta que viene una nueva señora que retira eso y los platos. Probablemente estamos muy mal acostumbrados en Chile, pero da un poco de nervio la higiene y el servicio, pero los niños no se quejan, se comen todo y siguen todas las instrucciones con mucha facilidad. Los representantes de la tribu están contentos –dentro de- porque les ha tocado comer camarones apanados muy ricos.
Yendo a lo más profundo de la experiencia el primer día fue duro y lo sufrimos todos. Qué increíble cómo nos cuesta ingresar a un entorno desconocido; cuánta presión por ser bien recibido, por entender, por darse a entender, por no parecer tonto, por tener amigos, por demostrar que eres alguien… Seguramente a todos nos ha pasado en la vida, pero el estrés no es menor sin contar la dificultad del idioma y las costumbres. La pena más grande la recibió Iñaki cuyo corazón sensible no soportó la tensión y se dejó vencer por la negatividad y pensamientos muy tristes. Felipe sólo tenía flojera y nervios y la Trini un poco de pena cuando yo me iba y el susto de no entender las instrucciones. Es interesante constatar cuán diferentes somos frente a estímulos aparentemente similares. Qué misterio esconde cada alma Dios mío; más parece una caracola llena de vericuetos que un plato raso fácil de asir y entender. Es curioso como cada uno se fija en detalles distintos que lo impactan y disponen de manera diferente frente a la vida. Los positivos por naturaleza, los seguros, los que gozan con la adrenalina; los tímidos, los pesimistas, los que les gusta sufrir… Nada puedo decir ahora, más que asumir mi responsabilidad por la carga genética que le pueda haber heredado a cada uno tanto en lo bueno como en lo que los limita o hace sufrir.
Así también sigue la diversidad en cómo reaccionamos nosotros los adultos frente a este nuevo desafío. Andrés desde la lógica de un proceso y yo desde los afectos y la afectación. No pude dejar de irme por el río de la angustia y la pena junto a mi Aki por un buen rato. Por supuesto que disimulé frente a él e intenté graduarme como psicóloga infantil, pero para mis adentros tenía el alma hecha pedacitos. Fue como si hubiesen torturado con unas tijeras gigantes sacando un mordisco con cada lágrima.
Ha sido fuerte en general el acompañar el mundo interno de cada uno en este viaje; con más tiempo y dedicación han ido saliendo “las borras” que cada uno esconde en el fondo de sí mismo y ha implicado un complejo ejercicio de orientar, confiar y lo más difícil, soltar. Creo que eso no venía en mi manual de instrucciones y ha sido un aprendizaje desafiante. Sí porque me doy cuenta que no puedo convertirme en parche de cada pena, inquietud o rabia de mis hijos o de Andrés; es imposible para mí y perverso para ellos porque no les permitiría crecer y hacer brotar sus propios recursos. No obstante el soltar me ha cansado internamente. No me es natural; me tensiona… no me es normal dejar a la Trini triste en su sala sin entender inglés ni indonésico; no me es normal aceptar que Felipe está aburrido por tener que ir al colegio y dejarlo medio amurrado en la puerta del edificio; no me es natural pedirle a Aki que confíe y goce cuando yo misma llevo la procesión por dentro. Así con cada uno supone ejercitar un músculo inexistente en mi cuerpo emocional, por eso creo que en mi curso “dejar que la cosa suceda”, estoy reprobando…
Soy capaz de soltar a mis pollos, pero con un desgarro interno más intenso que el que me produce el yoga. Hasta que no vuelven y veo sus caritas animadas hay un pedazo de mi que no está en paz. Probablemente tengo que crecer mucho más en mi fe y en la confianza de sus capacidades, de lo contrario no sé cómo estos “pajaritos” podrán volar del nido sin que su madres los coarte. Dentro de los parámetros actuales de mamá, debo ser de las menos aprensivas en muchas cosas, pero aquí la exigencia es más alta que lo común y me he sentido cual “mamita histérica” de cualquier criatura de nuestro país.
Quizás no había dimensionado que la tensión no sólo la han vivido ellos. Para mi también es una tensión todo esto. Hay miles de cosas buenas, pero también dinámicas que implican un desaprender y aprender nuevos hábitos conductuales y mentales. No puedo pretender que todos estén felices y a gusto siempre, pero es la inercia que debo parar. Así como estoy manejando en las calles y aprendiendo todo lo que encierra este caos del tráfico, debo aprender que la vida –sobre todo con una tribu tan numerosa- es un lindo caos que funciona a pesar de todo, conmigo o sin mi.
Después de esta noche oscura, el cansancio y la tensión no se han ido, pero ya se ve un poco más de alivio y aire fresco dando vueltas. Conversando con las mamás extranjeras me doy cuenta que debo estar orgullosa de lo que estoy haciendo (nadie lo haría según las estadísticas que pude sacar. De partida nadie tenía más de un hijo)) y el acto temerario ya dará los frutos que el Señor disponga para cada uno y para todos. Sólo hay que soltar, SOLTAR, confiar y perseverar!!!!!!
Quizás no es casualidad la frase que nos recibe en una pizarra del colegio que dice “nunca te rindas en el cumplimiento de tus sueños, aún cuando parezca que te van a tomar mucho tiempo, finalmente el tiempo pasará de todos modos”.
Trataré de no ir de frente contra esta dificultad adosada a mi como una lapa y buscaré endulzarla con un poco de humor y amor a lo que he sido. Ninguna pieza ha sobrado y sé que todo ha sido necesario para llegar a hoy. Ya mañana será otro día.
Para terminar con banalidades locas, estoy experta en comprar ropa de la calle para mis niños. Como los uniformes no llegan, he comprado poleras, shorts, calcetines y zapatillas a unos precios ínfimos. La calidad con suerte va a alcanzar para nuestra estadía, pero es lo que necesitamos ahora. Así que están todos los colegiales “trajeados”, listos para ir mañana lindos -y espero contentos- a su tercer día de colegio.
Día 20: Cambio de paradigma
Hay paradigmas externos como los que he comentado anteriormente y que tienen que ver con el subdesarrollo. Así hay que ir adaptándose desde el punto de vista más negativo a situaciones como el caos del tráfico, la falta de seguridad, el relajo, el hacinamiento, la basura, la falta de confianza en las instituciones y/o en los servicios. Así también da gusto ver cómo aquí persisten conductas extintas en nuestro país como el respeto a la autoridad, la sencillez, la amabilidad gratuita, la dulzura, la honradez, la ausencia de límites o rejas por todos lados y un ambiente pueblerino que acoge a pesar del desorden. Todo esto es como la vestimenta de entrada que uno debe ir cambiando para aprender y ampliar el criterio que posee, lo que por cierto no es nada de fácil. Hay muchas que damos por obvias y que en realidad no lo son. Nunca lo han sido. Siempre han sido una bendición y un regalo, desde el agua potable en las llaves hasta el pan recién horneado y crujiente en las mañanas. Una vez más qué lastima tener que ir tan lejos para valorar todos los beneficios con los que vivimos a diario.
A propósito de lo anterior hoy tuvimos un nuevo choque. Esta vez de Andrés papá. Manejando despacio por las culebras de pavimento y sin decir “agua va”, una moto se le incrustó por detrás aboyando nuestro flamante “cacharrito” nuevo. Gracias a Dios nuevamente sólo daño material, pero logra generar una inseguridad difícil de describir. Qué pasaría si fuera algo más grave, cómo será acá la justicia, qué hacer, será conveniente que llegue la policía o en mejor arreglarse tipo Far West. Después de lo vivido, Andrés se convirtió en un perfecto John Wayne y viendo que el chofer estaba bien, que era culpa del otro y que el nuevo hoyo de nuestro auto será parte del inventario, siguió andando sin hacer más lío. No obstante la sensación es ingrata. A pesar de ir con todos los “sensores mentales” prendidos, es imposible evitar que alguien te ataque por detrás. Eso sí que es imposible!!!! Gracias a Dios no iba manejando yo, porque de lo contrario no sé si me atrevería a manejar de nuevo.
Sin embargo, junto a toda esta información que hay que comenzar a procesar, hay un cambio de paradigma mucho más profundo y exigente. Se trata de la lógica con la que vivimos cada día. En el mundo occidental, estamos contaminados hasta los huesos de una lógica del rendimiento y productividad. El tiempo es un bien preciado y escaso al que hay que estrujar con productos y frutos medibles y presentables. Podría pensarse que se limita al mundo laboral, pero la verdad está en todos los ámbitos en que nos movemos. Debemos ser eficientes y productivos en nuestras vacaciones y en nuestro tiempo libre porque de lo contrario nos sentimos inútiles, incompetentes, fracasados y vagos. El ocio de verdad desapareció de nuestro horizonte y se escapó a un pedazo reducido del oriente. Se cuentan hasta los libros que leemos, las fotos que tomamos y/o los panoramas que podemos hacer. Hay que HACER siempre algo y eso debe ser medible y presentable. Todo lo que sucede dentro de nosotros durante la vida pareciera que ya no existe o no vale. Los pensamientos, las divagaciones, la creación, la imaginación, el silencio, el diálogo con Dios, el diálogo con nosotros si no es cuantificable pareciera que en la lógica del rendir no vale nada.
Por eso el cambio de paradigma más profundo que estamos viviendo en este viaje está costando un poco más. Es una ropa que llevamos pegada a la psique y al cuerpo y que no deja lugar para el mundo interior se pueda expandir a sus anchas. La angustia es el primer efecto que notamos; es sentirse desnudo frente a la vida tal cual es. Me imagino que es una sensación parecida a cuando estamos enfermos e invalidados o bien cuando ya la vejez nos quita mucha de nuestras habilidades y competencias. ¿Dejamos de valer porque hacemos menos productos medibles para nuestra sociedad de consumo y éxito? Ciertamente en el papel y en el discurso decimos que no, pero en la carne y en los huesos la canción suena distinto. Es un desapego fuerte al espejismo de vida en que nos hemos metido y un enfrentar cara a cara lo que somos verdaderamente. Somos seres espirituales por lo que todo lo que hagamos será polvo e historia en mucho menos tiempo de lo que pensamos. No así lo que seamos, que nos seguirá después de la muerte física y será el capital acumulado para la plenitud y felicidad eterna.
Una buena forma de entrar al vestidor y comenzar a modelar esta nueva ropa, más liviana, linda y luminosa es la contemplación. Desde una puesta de sol hasta los ojos de quien amamos, son escenarios donde fundir la mirada y quedarse ahí sin tiempo ni lugar en un presente infinito. Son esos momentos que te quitan el aire y a la vez te insuflan recuerdos para la vida entera. Son esas fotos que no se suben a ninguna parte, pero que quedan grabadas en el alma como el nacimientos de un hijo o un abrazo bien dado. Es energía que se plasma en el ser grabándolo con amor. Sin embargo, contemplar se nos ha hecho cada vez más escaso. Si estamos con alguien es para algo, si estamos en un lugar es para recorrerlo… así se nos va escurriendo la vivencia de estar y limitamos nuestra existencia a la mitad de todo. Es como si viviéramos en una sola mitad de la luna o con sólo un hemisferio de nuestro cerebro. Hoy el paradigma del rendimiento y la razón han infartado al de la contemplación y el espíritu.
No se trata por lo tanto de ir al otro extremo, pero sí de ir reconquistando un espacio en nosotros que nos hace mucha falta. La ropa debe ir combinándose y dejando que el traje oscuro y elegante, de paso al pareo y al color. Así funciona todo en la creación y parece que a nosotros se nos olvidó. Todo es un equilibrio; un eterno movimiento de in y out, de ser y hacer, de dar y retener, de inspirar y de expirar, de nacer y de morir…
Ojalá pueda y podamos todos los miembros de mi preciosa tribu aprobar esta nueva lección, tan profunda y desafiante. Si llegamos a lograrlo, con la gracia de Dios, estoy segura que seremos seres más completos, más felices y más fecundos para el mundo visible y el invisible.
Día 21: En el pre kínder de la vida
Tratando de ser consecuentes que el golpe recibido en los días anteriores, hoy intentamos practicar la contemplación y el relajo en cuanto al rendimiento y las exigencias autoimpuestas. Fue un ejercicio drástico de salirnos de la rueda y vivir en presencia con lo que esta isla maravillosa tiene para ofrecernos.
Todo el universo fue cómplice de nuestro esfuerzo por sintonizar con la frecuencia más profunda donde viaja Dios y nos regaló un día luminoso y tibio. El calor perfecto y la brisa necesaria a ratos, como si los ángeles nos echaran viento cada cierto rato para refrescarnos. Coordinaron también a unas pequeñas nubes, golosas, redonditas llenas de agua y azúcar que le dieron un descanso al sol y llenaron el ambiente de olor a incienso y jazmín.
Para no forzar más el destino, decidimos hacer una cimarra colegial y no madrugar tanto. Las “vacaciones” nos vinieron estupendo a todos y pudimos reponer el cuerpo y el alma que estaba descompuesta.
Así que decidimos hacer lo que nunca habíamos hecho y nos dimos permiso para partir al Club de al lado con los dos chicos y Andrés. Del subdesarrollo nos fuimos al mundo plástico y perfecto de Epcot, pero nos hizo muy bien por un rato. El tumbarse en unas sillas ricas, el nadar en una piscina de color falso, los juegos perfectos y unas papas fritas gringas, fueron el panorama perfecto para sentirnos seguros y con un universo controlado por unos momentos, aunque sea un espejismo, aquí en
Indonesia o en cualquier lugar del planeta.
Con este viaje hemos logrado tomar conciencia en carne propia de la transición que hemos experimentado como generación y como país. Antes, cuando yo era chica, Chile era como Bali ahora con lo bueno y lo malo que hemos vivido acá. En todos estos años, a través nuestro se han ido construyendo autopistas, mini markets, malls, tiendas de lujo, servicios y bienes que jamás hubiésemos ni siquiera imaginado, pero con ello también se nos fue llenando el pozo de la vida y hoy estamos bastante rebalsados. Con menos parece que es más fácil compartir, empatizar, sonreír y gozar con el agua que mana desde dentro nuestro.
Qué dilema Dios mío; cómo transitar al desarrollo sin perder lo humano. Quizás es inevitable y la única forma de volver al equilibrio….
Después de este “batido de proteínas de occidente”, nos fuimos a nuestra casa a continuar nuestra terapia de recuperación. Los más grandes se fueron a surfear y los demás a descansar y finalmente a la playa que nos queda cerca.
Es en ese lugar donde el equilibrio parece esconderse. La inmensidad del mar, los colores preciosos del cielo, el movimiento de las olas, el reventar de la espuma en la arena, el entorno natural y no intervenido, la temperatura ideal, la música que suena a lo lejos, el sol suave llegando a los ojos, los surfistas bailando como peces saltarines, los perros persiguiendo palos en el borde del agua, la carita bronceada de nuestros niños, el pelo revolviéndose con el viento, los juegos espontáneos de los más jóvenes, la foto romántica de los enamorados, la risa coqueta de las mujeres, el caminar pausado de los más viejos, los murciélagos comenzando a despertar como golondrinas redimidas, los aviones que cruzan el cielo en silencio, las luces que comienzan a prenderse a lo lejos, los pies apoyados en la arena húmeda y temperada, la piel que te tironea con la sal, los pensamientos lindos que empiezan a florecer, los sentimientos gratos que comienzan a surgir, las emociones cálidas que te envuelven… Todo esto y más se convierten en un pesebre, en una cuna que te mece en los brazos amorosos de Dios. El color rosa, turquesa y amarillo del cielo, confirman la presencia de su pincel y el amor hacia lo que eres, lo que vives, los que amas y los que extrañas. Todo se hace una sola canción en el corazón que te permite agradecer la maravilla de estar vivo.
Junto con este pesebre de arena, mar y cielo, el caos persiste en las calles y el peligro en cada esquina; de hecho por tercera vez estamos sin luz (el sistema no es suficiente para la necesidad de la isla), pero permite integrar mejor de qué se trata todo esto de existir.
Termino este día agradecida de la pausa, esperanzada del mañana y dispuesta a enfrentar lo que venga con fe y alegría. Hoy Dios me bendijo con su paz y me permitió degustar la libertad que sólo él puede dar; qué más pedirle a la vida!!! Creo que ya estoy cursando el pre kínder de la verdadera razón por la que hemos venido.
Día 22: El templo de la naturaleza
Saliendo de la rutina y aventurándonos nuevamente al azar, esta vez escogimos como destino uno de los lugares más famosos de Bali para visitar: El templo Tanath Lot. Ya armados de coraje, volvimos a atravesar la jungla de autos y motos y comenzamos a alejarnos de la ciudad. Los arrozales conquistaron más espacio con su verde intenso y el campo recuperó su lugar. En los caminos –siempre muy delgados y peligrosos- nos deleitamos la vista con puestos de frutas lindísimos que consistían en camiones pequeños o camionetas que en su parte posterior exhibían orgullosos dragon fruits, rambutanes o imponentes mandiocas. Así también por primera vez divisé invernaderos de plantas. Había muchos. Parecían entradas a un mundo mágico de duendes y hadas. Todos llenos de pasadizos pequeños, coloridos, con túneles de plantas que protegían el encanto que ahí dentro parecía darse. No los visitamos pero realmente me acordé de una selva viviente, llena de lianas, ramas y hojas luchando cuerpo a cuerpo por ganar espacio. Algunas flores locas se divisaban desde el pavimento, pero era el conjunto de verde y color lo que cautivaba la atención. Por primera vez vi barracas de bambú; como tallarines gigantes de color verde, amarillo y café (según su estado), se erguían majestuosos, perfectos a la orilla del camino. Ya tendré la oportunidad de inspeccionarlos más de cerca, pero es una planta maravillosa. Basta verla como andamio en todas las construcciones para dimensionar su fuerza y su estilada figura. Otro elemento que nunca cansa de mirarse es el trabajo en madera: como si no costarán días o meses de trabajo, puertas, esculturas y retablos se apoyan en las estrechas veredas, como esperando alguien que valores este arte. No hay espacio sin un tallado, sin una figura minúscula que se haya formado bajo las manos diestras de algún artesano que no se divisa. Sólo sus obras son testigos de nuestras miradas.
Ya acercándonos a nuestro destino, comenzaron a impactar la vista centenares de locales para turistas. Dicen que este lugar es el más concurrido de todo Bali y nos asusta con cuánta gente nos vamos a encontrar. El despliegue de colores, olores y formas seduce cada paso y la verdad la tentación no da salida. Hay cosas preciosas a precios que jamás pensaríamos. Ya armados casi todos con algún trofeo de turista, cruzando un portal de piedras, nos encontramos con el templo. Se dice que lo mandó a construir un iluminado que reconoció este lugar como un espacio sagrado. Por ello mandó construir siete templos del mar, que en cadena pudieran verse uno a uno.
Vamos parte por parte desmenuzando esta maravilla. Primero que nada el iluminado tuvo razón. Este es un templo de la naturaleza, realzado por un templo humano. La costa escarpada de piedras negras con vetas doradas y grises se ha dejado atacar por milenios por las olas del mar. Estas son agresivas y su paso no se deja de notar. Formas, cuevas, agujeros, socavados y erosiones en la tierra dan muestra de su furia sin cesar. Pero más que furioso el mar ha sido un artista que ha esculpido una obra de arte para mirar. La arena y las piedras son negras, pero salpicadas de un incipiente musgo verde, que le alegran el rostro a esta tierra sagrada. Las olas revientan y llenan el ambiente de espuma, de brisa salada, de viento delicioso de mar. La llovizna también se le une y completan un entorno majestuoso, dramático y lleno de nostalgia.
No resulta difícil imaginar a cientos de hombres construyendo este templo de roca azotada por la inmensidad. Lograron apaciguarla y edificaron escaleras y superficies que comunican el cielo y las profundidades del mar. Caprichoso el templo, sólo se deja visitar a ratos, cuando la marea le da tregua al caminar. Se cruza por un mar tibio y se llega a esta especie de nave encumbrada y escarpada. Nos esperan los hombres sagrados de hoy en día para bendecirnos y recibirnos. El rito es con agua sagrada, arroz en nuestra frente y una flor para decorar. Seguro es mucho el negocio, pero no deja de ser sagrado el momento y el lugar. La nave negra esta coronada por arbustos verdes y buganvilias rosadas que se dejan mirar desde lejos. Nadie puede entrar a este templo, sólo sentir sus pies de piedra y pasar. En la cumbre se ven altares coronados por sombreros de paja negra, se huele incienso, se escucha el viento sonar.
Antes que el mar se acordara de volver a aislar su templo, nos pusimos a recorrer la costa. Cada socavón de piedra era una delicia, que escondía sonidos, conchitas y cangrejos. Fue inevitable cerrar los ojos y durante un rato dejar que el viento lleno de lluvia nos purificara y nos conectara con el más allá.
La costa negra estaba rodeada de verde intenso. La última capa antes de hacer cumbre, cambiaba al pasto turgente, al arbusto generoso y a las raíces de los árboles que aquí prefieren vivir fuera de la tierra.
De lejos comenzamos a ver cómo los pequeños turistas de colores se acercaban a la planicie de roca que antecedía al templo. Las olas parecían furiosas con ellos y les reventaban en la cara dando un espectáculo precioso y aterrador a la vez. Parecía como que en cualquier momento se llevaría uno como sacrificio.
Saciados de tanta maravilla natural, nos fuimos a almorzar para hacer hora para el atardecer (que es lo más lindo del lugar). De lo nuevo que compartir, destaco los choclos a la parrilla con o sin picante que son deliciosos. Los venden en unos carritos y valen 500 pesos. Son una maravilla digna de llevar a Chile. También nos aventuramos con el famoso jugo de palta con chocolate que fue una sorpresa bastante agradable. Suave, como leche y con un dulzor especial del cacao que si bien no quitaba para nada la sed, se dejaba tomar con mucha facilidad. Además el color verde y café juntos eran muy lindos juntos.
Sigue siendo un misterio el tema de las fotos que nos piden. Cada cien metros viene una carita tímida pero ansiosa a pedirnos por favor si podemos salir en sus cámaras o teléfonos. No hay un parámetro que nos permita adivinar el motivo. Si bien las sospechosas jovencitas locales son muy evidentes con nuestros exponentes latinos, también es muy cotizada la Trinita, Iñaki y yo misma. No me atrevo aún a preguntar el motivo, pero observando no es frecuente con otros turistas. En todo caso es una dulzura cuando te lo piden y puras risas que te regalan agradecidas, así que a ser siendo famosos no más.
Dentro de las novedades que hoy degustamos fue el famoso café Luwak; el más raro y caro –dicen- de todo el mundo. Está hecho con la semilla de un fruto que se come un Luwak (un especie de lémur o zorrillo muy puntiagudo de cara y cola frondosa) y que luego la hace por el otro lado. Limpiecita, la muelen y la hacen café. La tacita nos costo 1.300 pesos y la verdad era bien rico. Era aromático, sabroso y medianamente denso, sin embargo puede ser que mi paladar no sea digno de tal elegancia, pero no me pareció proporcional tanto esfuerzo para un café bien parecido a cualquier otro.
Dentro de las esperas para el atardecer, fuimos a ver un parquecito de pájaros, serpientes y otros animalejos extraños. Los niños tocaron una pitón de 5 metros, había dos búhos custodiando la entrada y un papagayo blanco muy enojón. Los que no me dejan de convencer –aunque sean elegantes y perfectos como la seda- son los murciélagos gigantes. Se cuelgan de una mano y se esconden con sus alas como una capa de raso negro que les da su maquiavélico aspecto. Sólo queda fuera su cabeza de forma triangular y unos ojos muy poco amistosos que te miran solapadamente.
Finalmente entre medio de más fotos y murciélagos, llegó el soñado atardecer. Cuando parecía que las nubes no le darían tregua al sol; este se abrió camino a manotazos y salió imponente a menos de unos 20 cm casi antes de hundirse en el horizonte. Como un plato dorado se fue dejando caer derritiéndose entre medio de las nubes llenas de formas. Fue un espectáculo de naranjas, dorados y rosas que se contagió al resto del cielo por unos minutos. Las nubes antes grises, comenzaron a llover como algodones de azúcar rosados que caían al mar como cortinas. El paisaje se hizo de un tono dorado y se dibujó todo con muchísima nitidez. La nave del templo cortaba el mar con su penacho verde y rosa de buganvilias; el agua se volvió de un verde y grafito muy brillantes; los árboles de la costa respondieron con mayor intensidad en sus colores y por un segundo todo pareció una fiesta. Ya viajando hacia la cordillera chilena, el sol se alejó de nosotros pero dejó una estela rosada y amarilla que duró por mucho rato.
Tanto que cuando salimos ya era de noche y hasta los murciélagos se habían ido. Desafiando la suerte volvimos serpenteando entre los arrozales, agradecidos de haber contemplado el templo que Dios creó en estas islas.
Esto fue lo que ahí escribí:
Los templos están vivos, con el hombre o sin él. Las piedras esconden sus misterios, la sangre y el sudor de la humanidad. El mar intenta ocultar la historia pero la naturaleza verde se rebela y crece así, sin más. Las escaleras esculpidas a pulso suben al cielo, bajan a las profundidades del mar. Oh templos sagrados; oh, altares de Dios, bendigan nuestra presencia humilde, agradecida, mientras alabamos al Señor. Todos los autores sucumben al tiempo; se borran como ecos contra el mar. Se olvidan sus nombres, se diluyen sus voces; su mirada se esconde, sus huellas se vuelven a borrar. Errantes por el tiempo y el espacio, nuestro ser se pierde en un aparente azar. Venimos aquí a respirar hondo, a mirar lejos, a escuchar los sonidos del más allá. Venimos a tocar la humedad en nuestros rostros, a degustar la sal, a gozar con el andar. Nuestras obras nos confunden y nuestros nombres queremos grabar. Sin embargo todo pasa; sólo nuestra vivencia podemos atesorar. Gracias Señor por estar vivos. Gracias por respirar. Que en el ocaso aprenda a qué he venido y aprenda a vivir en paz.
Día 23: Tormentas y días de sol
Después del oasis de paz que la naturaleza nos regaló el fin de semana, tuvimos que ir volviendo a la ciudad y su dinámica de contrastes permanentes. Y es por eso que Bali puede explicarse anímicamente con su clima: en las noches las tormentas pierden toda inhibición con la ciudad y cumplen el contrato pre establecido de llenar toda la tierra de agua tan abundante que se cuela por todas las rendijas y se acumula en los campos de arroz. Llueve con tanta intensidad que no parece haber espacio ni siquiera para la vista. Es una cortina semi sólida que te corta el paso y te expone la pequeñez que te pertenece. Pero luego, como un cambio de escena, el sol se hace día y todo reverdece y la tormenta pareciera no haber existido. Las nubes se pintan de algodón nítido y apetitoso y la pequeñez se convierte en potencia, en aventura, en poder… Los únicos dañados que logro percibir son los maestros de la construcción del lado nuestro. Sus fundaciones se llenan de agua cada noche y deben sacar el agua en balde para comenzar nuevamente su tarea. Realmente parecen como esclavos modernos; su cuerpo es muy delgado, su espalda está siempre a la intemperie y sus brazos no paran de trabajar. Si nos levantamos a las 6:30 de la mañana, ya están ellos baldeando su obra, a las 12 de la noche, se afanan a punta de una pequeña luz que cuelga de una ampolleta. Todo parecen hacerlo a mano, no se ven máquinas, no existen horarios, ni baños, ni siquiera una mesa o cubiertos para comer. Se duchan con un tarro, se cocinan y comen en el suelo y duermen a nuestra vista en el suelo, en un colchón. A pesar de tanta miseria y aparente explotación, nunca dejan de sonreír ni de trabajar…
Bueno, así es Bali. A ratos te asusta y te ahoga con su tormenta y luego te asombra y acuna con su sol.
Dentro de los soles que hemos vivido esta semana pudimos ya estar más tranquilos con el colegio de los niños. Si bien no van fascinados, por lo menos ya no van llorando ni torturados como antes. El corazón respira un poco más aliviado y ellos vuelven contentos y llenos de historias cada vez que los vamos a buscar. No sé qué tanto estarán aprendiendo ya que más parecen estar ocupando su tiempo en leer o en el computador, pero la experiencia se le cuela por los poros y las semillas que vinimos a sembrar en ellos se comienzan a ver brotar. Primero el ayudarse y cuidarse es un privilegio lindo que atesorar: a la Trinita se la pelean sus dos machos rubios, como un tesoro que cuidar. Ella, regalona, se deja querer, pasando de sala en sala y de mano en mano entre Felipe y Aki.
La tormenta viene con el camino que nos conduce a él. No pudimos encontrar un sendero más flaco y concurrido, lo que supone una tensión cada ida y venida a él. No parecemos acostumbrarnos al peligro, porque las acequias nos acechan, los camiones impacientes nos tocan la bocina, las motos salen como de alcantarillas escondidas y los hoyos se contagian unos a otros en profundidad y dimensiones. Ahí fue donde chocaron a Andrés, ahí es donde hemos visto choques.. Sólo encomendarse y cerrar los ojos hasta que salga el sol…
A los grandes el surf los sigue conquistando aunque ya de cerca supone gran esfuerzo y dedicación. Los estereotipos bronceados y diestros de las olas han desaparecido y han surgido pequeños puntos, miles, que están horas de horas intentando agarrar una ola y cabalgar en ella con gracia. Pero la verdad son muy pocos los que lo logran y muchas las horas que pasan ahí.
A continuación, un pensamiento inevitable que escribí al relacionar su oficio con la vida misma:
Has tenido alguna vez la oportunidad de mirar por un buen rato a los surfistas tratando de conquistar las olas. Probablemente desde la ignorancia o desde las imágenes pre concebidas que poseemos, uno supone que el arte de tomar una montaña de agua en movimiento y deslizarse por ella como un pincel, es fácil y que no implica mayores esfuerzos o errores. De ahí que resulta interesante constatar que del 100% de surfistas de una playa, no son más que un 2 o un 3% los que logran dominarlas por más tiempo del que uno demora en fotografiarlos. Todos los demás pasan mucho más tiempo persiguiendo las cumbres apropiadas, hundiéndose para no ser embestidos, cayéndose y volando por los aires o de frentón descansando de tan agotadora tarea. A veces aunque todas las condiciones se den, deben renunciar a la posibilidad de cabalgarlas porque ya alguien la ha tomado antes y se respeta ese código sagradamente. La imagen nos ayuda a entender un poco cómo funciona la vida. Del 100% de seres humanos, son pocos los que parecen dominar el arte de existir y perseverar en ese aprendizaje. Son muchos más los que sólo nadan infructuosamente, se hunden, se cansan y tienen que ceder su lugar a otros que venían de antes. Así también podemos asemejar la vivencia a las ideas o proyectos que queremos llevar a cabo. Sólo unas poquitas podrán fructificar; las demás puede que se nos caigan, que no podamos tomarlas o que de frentón otro las realice primero. Así funciona. ¿Y quién logra agarrar la ola? El que permanece en el mar, el que persevera, el que no pierde la fe, el que sigue mirando la próxima ola por venir y el que sabe que tarde o temprano podrá conquistar –aunque sea por un rato- el díscolo océano de la existencia.
Este arte –como todos- supone entonces mucha perseverancia y voluntad. Por lo menos los exponentes de nuestra tribu ya tienen el pecho medio deshecho con las heridas que se hacen con el roce de la arena y la tabla. Si bien este colegio es más informal también supone aprendizajes y coraje. Así ellos experimentan las tormentas y los días de sol a diario y nosotros detrás con ellos.
Cada tarde vamos a ver la puesta de sol a la playa Barawa. Nos ponemos en el tronco de siempre y contemplamos la maravilla de poder disfrutarla. Ahí es inevitable pensar en los que amamos, en los que están al otro lado del sol, cada uno con sus tareas, bendiciones y dolores que nos aprietan el alma sin poder consolarlos. Desde aquí no se logra alcanzarlos, pero el corazón se va pegado al sol esperanzado de que sientan el abrazo, el cariño y el amor.
Esto fue lo que ahí escribí:
Se va el sol en el horizonte y con él se van guardando las vidas. La noche se acerca hambrienta y es tiempo de buscar refugio, proteger lo sagrado, volver al hogar. A lo lejos el astro se encamina a levantar a otros, a arrimar sus vidas e invitarlos a salir. Unos se guardan en la penumbra; otros madrugan con el amanecer. El mismo sol marcando ambas vidas, dibujando una línea que divide su existencia en dos aparentes dimensiones sin fin. Así también la vida a veces nos oscurece el alma; otras veces la llena de luz. Sin embargo, como el sol la vida es la misma, sólo una línea sutil cruza el horizonte dibujando las dos caras de una misma faz. Hay que esperar que el tiempo diluya el trazo que parece dividirlo; todo es el mismo devenir. Éxito fracaso, compañía y soledad, elocuencia y silencio, fecundidad y esterilidad. El que se haya en el ocaso, que crea en el futuro amanecer. El que disfruta de la aurora, que no olvide el anochecer. Así es el sino de la existencia hasta que ya no haya más noche y la luz de Dios nos rodee sin fin.
Así Bali nos va sorprendiendo con alegrías y con limitaciones, con momentos de gozo y otros de franco temor u horror. Dentro de los primeros, ver cómo se nos va armando una rutina más estable y proyectable para los meses que vamos a estar acá. Una rutina de lujo donde podemos ir a buscar y a dejar a los niños al colegio, donde los más grandes se ejercitan, donde podemos ir a ver la puesta de sol cada vez que queramos y donde el cocinar y el estar juntos es una bendición. También dentro de lo bueno, la posibilidad de hacer yoga, de escribir, de plasmar y tener el tiempo para estar conmigo y con cada uno sin prisas ni responsabilidad que me desgaste la energía. De hecho en un momento de angustia y desesperación evaluamos la posibilidad de abandonar la aventura, regresando antes a Chile, pero la tentación no duró más que el canto de una lagartija. Cómo renunciar al privilegio de haber “comprado tiempo sagrado”. JAMAS, aunque me caiga a las acequias y me muerdan los murciélagos.
No es orgullo, pero sí regocijo tomar conciencia de lo valientes que estamos siendo cada uno de nosotros y la tribu en general. Nos cuesta imaginar a otros haciendo tantas locuras y arriesgando tanto en cada paso que damos. Sin duda un aprendizaje de vida que nos marcará por siempre. Dios nos plantó en el corazón semillas de aventureros, de soñadores, de temerarios, de Quijotes, de emprendedores, de puntas de lanza, de cometas, de naves que cruzan el océano para conocer nuevos mundos, aprender de ellos y llevarlo a nuestra comunidad. Siento que en cada uno, se ha abierto un cofre inmenso donde vamos guardando cada día tesoros que serán inolvidables. Como Aki que ayer fue a clases de religión católica en indonésico y logro reconocer el Credo y el Ave María e intentó seguirlo con sus 6 compañeros que profesan este fe. O como Felipe quien organiza juegos de básquetbol con amigos que no le pasan el hombro y cuyo color de piel y ojos hacen el calce perfecto para una publicidad de Benetton. O la Trini que aprende a comunicarse sin idiomas con sus amigas, sus profesoras y a comer comida que no sabe reconocer. El Benja y Tomás atesoran la necesidad de interactuar con surfistas de todo el mundo, aprender con humildad de ellos los trucos y socializar con personas tan diferentes a ellos. Andrés Jr. es quién más lleva a su cofre experiencias de apertura y cómo la realidad y la verdad se despliegan en un abanico infinito. Nada es tan blanco ni tan negro y en todos se puede admirar un matiz de gracia y belleza. Andrés papá, atesora una vida de niño, más libre, más entregado a la voluntad de Dios, acercándose al corazón y al ser de todos nosotros. Yo por mi parte atesoro la vivencia de unidad, de valentía y temeridad, que supone estar aquí como una fuente fecunda de libertad, de florecimiento y de paz.
Día 24: Kuta, un tatuaje del ocaso de la humanidad
Ya habíamos ido antes a la playa de Kuta y la impresión no había sido buena por la suciedad y el hacinamiento. Esta vez quisimos ir a recorrer las calles y caminar por el barrio tan famoso aquí en Bali.
Ya al llegar la energía que emanaba de las calles nos impactó. ¿Cómo describirlo?. Quizás lo más fácil el olor. Aunque sutil, las calles olían a alcohol, a acidez, a transpiración, a decadencia, a abuso, a podredumbre humana, como la antesala de un basurero. Y no es que viésemos basura en los suelos, pero destilaba algo triste, ahogado, consumido y turbio. La calle larga no dejaba espacios sin tiendas llenas de suvenires, vestidos, bares, restaurantes y pequeños hoteles. Aunque estamos en temporada baja, se ven muchos jóvenes extranjeros, blanquecinos, tipo pícnicos que más que playa, revelan trago y “eterna diversión”. No puedo dejar de pensar como mamá y verlos con tristeza y preocupación.
Cada diez o veinte metros, se repetía el ícono de la perdición –por lo menos a mis ojos prejuiciosos- los centros de tatuajes. Qué misterio revela esta costumbre. La piel es como el libro sagrado donde vamos imprimiendo nuestra historia y me cuesta comprender el gusto por sellarlo para siempre con ilustraciones que de arte dejan mucho que desear. Arañas subiendo por el cuello, monstruos bajando por los brazos, seres diabólicos que trepan por las piernas, todo lo que vi tatuados en los cuerpos de los caminantes me parecieron escudos para espantar a la gente. Verdaderas máscaras para no mostrarse y asustar. Si a eso se le agrega el agravante del dolor, del peligro y lo irreversible del proceso, se me ocurre pensar en auto flagelo para sentirse vivos, cuando ya la muerte interna los acecha muy cerca. Conozco tatuajes románticos, artísticos y sexis, pero estos de Kuta obedecen a una lógica más autodestructiva que no deja de doler.
A diferencia del verde de los arrozales, de las sonrisas dulces y de los jazmines e inciensos por doquier, esta ciudad ya huele a ocaso, a desolación y a perdición. Dios la cuide!!!
Ya de vuelta, tuvimos el mayor peligro de todos. Aún me da terror acordarme… Veníamos de vuelta camino a buscar a los niños y nos paramos en una luz roja. De pronto, un policía me toca la ventana y nuevamente vimos los dientes y manos manchados de sangre… Nos dijo que estábamos pisando un pedazo del paso de cebra (como si hubiera alguno visible en esta ciudad) y que nos estacionáramos a un lado para poder multarnos y acometer su asalto. En esos segundos de tensión e incertidumbre en que uno hace las locuras que salen sin reflexión, dieron la luz verde, Andrés me miró y le dije, arranquémonos Nos hicimos que no entendimos, le dije gracias al policía y partimos despacio pero con el corazón en la mano. Una catarata de miedo se apoderó de mi cuerpo; fueron segundos de terror en que visualicé cárceles, radio patrullas persiguiéndonos o motos saliendo de las acequias para detenernos. Durante diez cuadras no respiramos. Por primera vez en nuestra vida nos arrancamos de la policía. Andrés Jr. casi iba en shock y los demás haciendo bromas como para hacer que lo que acabábamos de hacer no existía. Vimos más policías que los que nunca habíamos visto y todos ellos me parecieron demonios hambrientos y tenebrosos.
Fuimos a buscar a los niños al colegio y hasta que no estacionamos el auto en la casa no descansamos. No sé si fue el impacto de la tensión, pero caí muerta de cansancio y aún tirito al ver la cara del policía de sorpresa al despedirme de él..
Como ven Bali es lluvia y sol. Ofrendas, dioses y demonios, combinados en una aparente perfección. Sólo hay que aprender a adaptarse, encomendarse y cuidarse, dentro de lo que la ciudad permita.
Día 25: Candidasa y sus alrededores
Antes de partir yo a Yakarta y Andrés a Singapur quisimos aprovechar el fin de semana para seguir conociendo los miles de puntos que Bali ofrece como un calendario de adviento. Cada ventanita que uno abre, es una sorpresa llena de maravillas pero con la cuota incluida de adrenalina que tensiona hasta el estómago más firme.
Salimos por una de las pocas carreteras de Denpasar –que no es más ancha que Américo Vespucio y sin parques entremedio- cuidándonos de la visita de policías o accidentes. No es para aburrir a nadie con el tema, pero en cada vuelta se encierra un peligro o una maravilla. Un espectáculo único son las motos y su versatilidad para convertirse en tiendas rodantes de cualquier cosa. Las mejores que he visto hasta ahora son una que parecía equeco con cuántas cachivaches de plástico se les pueda ocurrir. Había instalado como dos cortinas de alambre a los lados de la moto y de ahí colgaban en cascadas tantos artículos como colores. Su superficie se triplicaba en el ancho y al chofer sólo se le veían las manos; hasta peluches llevaba colgando. El segundo mejor fue un vendedor de huevos; fácilmente llevaba 80 bandejas de 30 huevos equilibrados a lado y lado de su montura. No sé cuántos llegarán enteros pero más de una tortilla armaba seguro. El tercer lugar siempre se lo pelean las familias numerosas: va el papá , la mamá, el niñito chico paradito adelante, otro entre medio en el asiento y una guagua en los brazos de la mamá. Increíble e impensable para nosotros…
Ya saliendo de la ciudad, el nervio se relaja un poco y se puede comenzar a mirar el paisaje que siempre es una maravilla. Los cerritos aparecen y se ven tupidos de verde; es como un tejido de canutón con lana gruesa donde se aprecian como porotos que se encaraman unos arriba de otros. Me imagino pintándolos y me encantan. De hecho los he pintado antes de conocerlos; sólo me faltará agregar los arrozales bajo ellos que son como los cántaros que recogen toda el agua que estas quebradas regalan. De vez en cuando se ven construcciones de latón muy pobres, que aprietan el corazón…
Camino a nuestro destino pasamos a Padang Bai, para averiguar cómo cruzar después a Lombok, una isla que pronto visitaremos. Es un pequeño puerto que gira en torno a los ferris y transportes que ofrecen, pero da pena por su pobreza y por la tristeza de las caras que pudimos ver. Si bien el color turquesa del agua invitaba a quedarse, barcos semi hundidos y los escombros y basuras a la orilla del mar, te hacían salir arrancando. Pequeños locales ofrecían sus productos, pero de verdad daban más susto que apetito. Un señor asaba un trozo de pescado en medio de una especie de tostador directo a unas brasas, otra señora freía una molienda desconocida y así todo muy precario y sucio. Como “decoración” de sus puestos había varios que tenían gallos encerrados en jaulas de mimbres individuales. Como esas que uno pone para proteger las fuentes de las moscas, las aves hastiadas hasta cantaban todas al mismo tiempo, como señal de protesta. No podían moverse ni volar; ni siquiera pelear con el gallo del lado, más no fuera con su voz. Ahí se me acercó una señora muy dulce que me calzó con un collar de madera de “regalo”, el que no tuve fuerza para devolver. Finalmente tuve que comprarle un elefante metálico porque según ella yo había sido muy amigable y su karma era ese. Nada que hacer!.
Salimos del puerto sin almorzar por el bien de nuestra salud y después de unos 20 minutos llegamos a Candidasa. La verdad el lugar sigue siendo tan lindo como el paisaje anterior, sólo que aquí se viene de golpe a la orilla del mar. Hay rocas gigantes que asemejan barcos en frente de nuestra ventana y un horizonte infinito de color gris que nos rodea y sobrecoge. Ahí estábamos contemplando cuando comenzó a llover. Primero despacito, después un poco más fuerte y finalmente un verdadero diluvio de agua, rayos y truenos nos comenzó a caer en la cabeza. El suelo en segundos se convirtió en un espejo de agua de por lo menos 5 centímetros y la piscina que teníamos al frente se transformó como en una olla en ebullición. Asemejaba vapor saltando y no te dejaba ver a más de 10 metros. Una maravilla bañarse con lluvia, una sensación de vida muy intensa masajeando como el mejor hidromasaje del mundo. Pero como si fuera mucho el momento, el cielo se encabritó y comenzó a acercarse con sus arañazos eléctricos. Rayos feroces iluminaban todo y después nos dinamitaban en los oídos sin ninguna misericordia. Caían tan cerca y con tanto estruendo que nos asustamos. Qué sensación de indefensión más fuerte. Si bien las probabilidades de que te caiga un rayo son muy bajas, no deja de dar miedo que del mismo cielo puede venir tu destrucción.
De verdad es distinto hablar de tormentas que vivirlas a la intemperie… Aquí lo que escribí a raíz de esto:
Muchas veces hablamos de tormentas y cómo hay que esperar que pasen aludiendo a los momentos malos que a veces experimentamos en la vida como un lugar común. Sin embargo, no sé si es tan frecuente vivir una con el cuerpo y el alma prácticamente en cueros, sobre todo cuando esta se convierte en un verdadero desahogo furioso del cielo. Es diferente cuando se está protegido, cuando se ve desde lejos o cuando se está bajo techo. Una tormenta furiosa, con vientos, con rayos y truenos a tu alrededor, se convierte en un ataque personal y en una lucha por la sobrevivencia sin saber de dónde ni cuándo vendrá el próximo ataque. No puedes ver, apenas oyes y el cuerpo se entumece de pavor. Pareciera como que hasta el mismo Dios te dejó abandonado en los confines de un diluvio del que no se puede arrancar y en donde la muerte la sientes tan cerca como si el fuego del rayo te cortara por la mitad. ¿Qué hacer? Guarecernos con lo que podamos y sólo esperar y confiar. Ni uno de nuestros cabellos escapa a la vista de Dios; ni uno de nuestros respiros está desprotegido de su presencia. Sólo podemos entregarnos a su voluntad y contar con que pase lo que pase, estamos entre medio de sus manos y adentro de su corazón. Si esto pasa con las tormentas reales, mucho más aún con las tormentas del alma. A esperar, que ya viene el horizonte limpio, ya viene el sol.
Después de una hora de desahogo de la naturaleza, esta se calmó un poco y pudimos volver a contemplar un océano planchado. A la vista apareció un barco de conteiner más asustado que nosotros y el cielo volvió a distinguirse del fondo, con un poco más de nubes y menos gris que antes. Lo escalofriante es que si bien los rayos se alejaron de nosotros, no perdonaron al techo de cielo que nos cubría; como una verdadera guerra celeste, cada dos o cinco minutos se iluminaban las alturas como en una película futurista. No cedió en toda la noche, pero por lo menos se apiadó de los humanos que estábamos en tierra. No me hubiese gustado estar volando por las nubes en esa noche.
Mirando este espectáculo nos atrevimos a salir a comer por un barrio más bien desierto, que se explica justamente por la baja temporada que ocasionan las lluvias, pero pudimos por primera vez en estas tierras comer un pastel de manzanas con helado de vainilla. Por supuesto que era sólo una bolita y la masa estaba un poco gruesa, pero fue agradable degustar algo más occidental. Al despedirnos descubrimos a la inglesa dueña del restaurant, que estaba feliz que le celebráramos su receta.
Al día siguiente, como si nada hubiese pasado… Los ríos y lagos de los alrededores desaparecieron como si hubiese sido imaginación o paranoia de turista, así que pudimos disfrutar de una vista maravillosa del mar y de la costa. Todo el contorno parece el resto de una erupción volcánica donde las rocas negras y escarpadas aún no han querido deshacerse bajo el mar. Con el sol aplastándonos de calor –aunque eran las 10:30 de la mañana- nos fuimos buscando los sitios de interés de Candidasa que son pocos pero buenos. El primero una playa increíble formada por arenas negras y miles, millones de rocas redonditas que se revolvían en la orilla de las olas. No había nadie, absolutamente nadie en por lo menos unos 4 km de este manto color petróleo, que brillaba mucho con el sol. Y para embellecerlo aún más, estaba flanqueado por dos morros de piedra de verde intenso, que parecían como los guardianes de este paraíso. En el medio del océano más formaciones rocosas que parecían monstruos o caparazones de tortugas gigantes, coronados por un paño verde y uno que otro arbolito muy bien dibujado contra la nada. Sólo faltaba mi casita azul en la cumbre para que fuera perfecto. Semi freídos en el negro de este paraje nos aventuramos a meternos a un mar que si bien era precioso y de color turquesa, no se veía muy amable ni contento con nuestra llegada. Y dicho y hecho, su venganza la encerraba unos pocos metros más adentro de donde reventaban las olas; había un foso hondo de piedras que asustaban por su tamaño y te pegaban suavemente al querer alterar esta paz con nuestra intromisión. Resultó un placer finalmente, pero no fue fácil salir.
La siguiente parada no fue una maravilla de la naturaleza, sino una del hombre: un templo de agua llamado Ujung, que realmente superó al primero que habíamos visto. Se construyó para los últimos reyes que hubo en esta zona y aquí hacían oración y meditación. Era que no!!! Imposible no sentir a Dios y su paz en este entorno. Había decenas de fuentes que entonan canciones suaves y melodiosas, centenares de lotos de todos los colores bailando con ellas, pajaritos cruzando el cielo, frutos gigantes y extraños colgando de los árboles, flores que parecían plásticas, mariposas que volaban lento, gallinas y gallitos pequeños paseando por los parques, matapiojos de color rojo intenso y uno que otro pez saltando de espejos de agua y el broche de oro: ningún turista!!! Todo un templo para nosotros. Una bendición!!!
El cielo ya se nos empezó a nublar nuevamente y las gotas de lluvia a verse cayendo como cortinas grises en los cerros cercanos, así que partimos el retorno haciendo dos paradas en templos de piedra. Es loco como uno empieza a acostumbrarse a todo, incluso a la belleza, pero ya uno deja de sorprenderse con las ofrendas que están por todos lados y los portales de piedra negra que nos reciben. Lo que sí nos sorprendió fue el último lugar sagrado que eligieron los locales para hacer su oración por considerarlo sagrado: una cueva de murciélagos. A unos diez metros sólo oíamos el chillido agudo que ya nos dio escalofríos; a unos pasos comenzamos a sentir un olor nauseabundo que nos hizo dudar de seguir. Una mezcla tóxica entre pipí, humo, humedad y podredumbre. Sin embargo, ya frente a la cueva altar, el espanto superó todo lo anterior: había al menos un millar de esas asquerosas aves colgadas de la piedra haciendo que toda esta pareciera una roca viviente de color café oscuro. Atacándose unas a otras costaba ver dónde partía una y dónde seguía la otra ave chillona. Era una masa de patas, alas, cabecitas y manos revueltas en un plato macabro. Más adentro de la cueva no sé cuántos más habría –no quise averiguarlo tampoco- pero ya la masa dejaba de moverse y se convertía en un foso negro sin fondo. Bueno ahí, delante de todo esto, están las estatuas y las ofrendas donde se sientan a orar. Yo me reconozco más afín a los reyes que habíamos visitado antes que a estos peregrinos; prefiero los jardines y el agua a las cuevas o estas pobres creaturas donde Dios puso tan poco empeño.
Ya con el diluvio desatado, fuimos a una aldea llamada Tenanga, que muestra el estilo de vida balinés antiguo. En sólo una calle hecha de bolones de piedras, que trataban de mantener el barro en vereda y servían de hogar para las vacas que andaban paseando, muchos gallos y gallinas de plumas teñidas de colores fluorescente y uno que otro gato y perro famélico. No se veían muy distintos los habitantes humanos… Cada uno con su casa expuesta como local, exhibía las artesanías más tradicionales como el tejido de canastos, telares de hilo, calendarios de madera escritos con tinta, huevos de madera pintados y esculturas metálicas, pero lo hacían tan desesperanzados y agónicos que parecía un lugar más muerto que vivo. Dice la información turística que es un museo viviente; a mi me pareció la antesala de un cementerio reciente… Lo que más me impresionó una vez más fue el rostro y cuerpo de los viejitos. Más allá de lo obvio, sobrecoge una mirada que parece a destiempo, como si ya no pertenecieran a este mundo de coca cola y suvenires. Sus auras huelen a melancolía, a incomprensión, a soledad y a dolor. Su piel muchas veces al descubierto- está pegada a sus huesos que a la vez están vueltos hacia adentro como esperando que llegue el tiempo de partir definitivamente. Su sonrisa no sale bien de adentro, más parece una mueca aprendida que combinan con sus ojos blanquecinos, casi muertos. Me siento tan intrusa, tan cómplice de la cruel modernidad mirando sus puestos y sus cuerpos, que me dan ganas de desaparecer entre las piedras de sus muros y trasladarme a esa época donde estos viejitos eran jóvenes fuertes, artesanos orgullosos, hombres y mujeres vestidos con magnífica sencillez, seres con su dignidad reflejada en su osamenta erguida y abierta a la vida, agricultores heroicos, padres de familias numerosas y sabios agradecidos de la naturaleza y conocedores de sus misterios y sus tiempos. Mi corazón se aleja junto a la corriente de nostalgia donde hubo menos de todo, pero había más de mucho…
Los mosquitos y sus poderosas enfermedades me traen de vuelta a la realidad. Parece que hubiesen salido del bosque, de los tambores que se oyen de lejos, para sacarme del ensueño de esas caras que no podré olvidar.
A sólo una hora de ahí, el mundo giraba en otra frecuencia y velocidad. Llegamos a Denpasar, capital de Bali. Un torbellino de negocios, autos y motos por todos lados. Las cadenas americanas se ven de vez en cuando, pero predominan aún los warungs (locales caseros) y muchas tiendas de tamaño menor. Es como un Patronato o Meiggs en tiempo de Navidad. Lo que contrasta a favor de la ciudad son avenidas más grandes con árboles añosos y dignos que hacen arcos verdes para pasar. Seguro que son esas especies que uno compra carísimo en invernaderos de Chile, pero aquí cuelgan como si se tratara de eucaliptos. Llama la atención el ruido, la falta de espacio y lo sobrepoblado de todo. Sobrepoblado de letreros, de gente, de policías (yaaa!!!…tranquilos, no nos miraron feo esta vez), de basura, de cachureos… Para manejar realmente hay que tomar una sobredosis de concentración para sólo focalizar la mirada en el inminente peligro y el resto hay que abstraerlo de la mirada. Sonidos, luces y estímulos quedan suspendidos para poder sobrevivir.
Como conclusión, un paseo de lujo, que confirma una vez más el privilegio de haber cruzado el mundo entero para abrirnos la mente como se parte un coco. A punta de machetazos fuertes y bien dados, del que sale agua abundante y fresca para seguir viviendo intensamente.
Día 26: Jakarta: Alejándome de los arrozales
Uno de los motivos de este viaje –y la mejor excusa- era conocer lo que está haciendo HighScope Indonesia, para poder aprender y llevarlo a Chile. Ellos tienen la experiencia de haber crecido a través de licencias desde Jardín Infantil a IV medio y por ello han tenido que sistematizar la práctica y consolidar todos los procesos y procedimientos que eso implica. Eso es todo lo que nosotros no tenemos y que es necesario para crecer y consolidarnos más allá de las personas.
Bueno con eso en mente, partí al corazón de HighScope Indonesia, que está ubicado en Jakarta –la capital- y plasmado en un colegio en particular que es muy similar al Santa Cruz. Tiene más de 1.000 alumnos y aplica HS en todos sus cursos desde hace 18 años. Su dueña es la presidenta de HS, que se llama Antarina junto a su marido Farid, a quien conocí en Estados Unidos hace 5 años. Aún recuerdo nuestra conversa en un café, comentándole la idea de venir a su país en el futuro. Es bonito ver cómo los sueños –por más locos que sean- sí se pueden hacer realidad,
Ella por sí sola es un personaje digno de admirar y describir, para aprender de ella todo lo bueno y evitar también algunos daños colaterales de su forma de vivir. También todo lo que ha desarrollado es impactante y digno de ser conocido por muchos, pero antes iré de a poco llegando a Jerusalén.
No es que me haya vuelto loca, llegué efectivamente a la capital de Indonesia y no a Israel, pero la sensación espiritual –no literal en cuanto a imágenes- me pareció similar. Obviamente viví en una porción pequeñísima de esta ciudad y probablemente voy a ser muy injusta con ella, pero es la información que pude recoger y asimilar. En Bali la sensación energética es de Galilea, un pueblo lleno de mística, belleza natural y humana, integrada con sus limitaciones y pobrezas. No es fácil vivir ahí, pero se atesora genuinidad, espíritu y paz. Jakarta es la ciudad de la riqueza que encandila, del comercio que apabulla, del conocimiento, de las oportunidades, del oro que brilla pero no es tal, de la desigualdad, de los ricachones opulentos y los miserables. Del hacinamiento y de la competencia feroz, del crecimiento y el contraste con la decadencia humana… Ufff definitivamente la ciudad seduce y atrae por todo lo que se puede aprender ahí, pero yo me quedo con la paz del pueblo pequeño… Y no es que esta capital sea hermana de New York ni nada cercano, pero aspira a eso y se nota. Una ciudad hambrienta de ser reconocida como moderna, segura, lujosa, excéntrica, productiva y rica…Algunos barrios logran acercarse, pero el resto evidentemente necesita décadas de desarrollo y trabajo. Quizás como nuestro Santiago, tan aspiracional y lleno de contrastes…
Voy a tratar de explicarme mejor describiendo lo vivido. Salimos del aeropuerto de Bali en Air Asia, la línea aérea que tuvo recientemente un accidente camino a Singapur y donde murieron todos los pasajeros . Panorama ciertamente muy tranquilizador!!!! La isla que dejamos, mirada desde arriba, se veía linda. El mar se acercaba a ella haciendo pequeños decoros de olas, que de lejos parecían merengues y se encontraban con la costa mezclando grises y turquesas. Nubes gordas y blancas la cubrían como para resguardar el secreto de un paraíso misterioso y no exento de peligros (ya conocemos varios), pero no dejé de sentir mucha nostalgia al alejarme de donde estaba lo conocido y lo más importante, los que quiero. Era la primera vez que la tribu se dividía y el corazón se me apretó mucho. Aunque el Benja me acompañó en esta nueva aventura, el temor de un accidente o la pérdida también viajaron conmigo en la maleta.
Divagamos con él sobre el auto engaño en que vivimos; efectivamente la muerte es lo único seguro y el cambio es lo único en nuestra vida que no cambia, pero nos apegamos al estado actual como murciélagos a la roca. Quién sabe cuánto va a vivir… Por suerte, Dios dispuso que siguiéramos por estos lados un rato más.
Después de casi dos horas contemplando un mar salpicado de pequeñas islas –no hay que olvidar que Indonesia es un archipiélago- comenzamos a ver la gran ciudad que se nos acercaba. Son casi 18 millones los habitantes de este lugar, que de lejos se ve poco atractivo. Es plano, de color café y verde musgo, como un manto viejo y raído de tejido desigual y opaco. Nada comparable al verde intenso de los arrozales de Bali… El cielo tampoco ayuda mucho en esta temporada, ya que es un techo insípido de blancos sucios, en donde poco y nada quiere asomarse el sol. Se divisan grandes potreros de agua, cercados con palos secos y casitas de paja flotando en medio de ellas. Más tarde supimos que eran cultivos de algún pez, pero afeaban el entorno ya que nada verde ni vivo parecía salir de ellos.
El aeropuerto grande y moderno nos recibió con espacios amplios y señaléticas ordenadas, con una arquitectura universal y olores internacionales. Esa canela, manzana y syrup típicos de Estados Unidos sobresalían por sobre el ajo y el picante dulce típico de la comida indonésica. Por eso, apenas pusimos la nariz fuera, el “olor a ciudad”, propio de todas las grandes metropolis nos impactó. No en el sentido literal nuevamente, sino en la energía que sale por los poros del cemento y sus habitantes. Velocidad, productividad, individualismo y un poco de soledad y sin sentido…Una carrera de locos, en vez de un viaje apasionante…
Un chofer de HS y una asistente nos pasaron a buscar –la verdad nos atendieron siempre como reyes- y ahí con muy pocas palabras ya que su inglés era escaso, fuimos atravesando una urbe por ciempiés de cemento que se entrecruzaban unos con otros para ir des atochando el temible tráfico. Las autopistas son modernas y anchas, con muchos peajes. En ellas se ven autos de lujo y edificios en el borde, al mejor estilo europeo clásico. Todos perfectos y recién pintados, más me parecen escenografía de una serie de televisión o un ambiente de Miami. Tonos pasteles con merengues en las cornisas, tan ajenos e invasivos para este lugar. Yo al menos venía preparada para un paisaje lleno de tradiciones, con un fuerte acento musulmán, con cantos de oración pegados en el aire, con años de vivencias impregnadas en los edificios, pero no se aprecia nada de eso. Si bien se ven algunas cúpulas turquesas y verdes de mezquitas con sus minaretes, también están recién pintadas. La misma impresión dan algunos edificios muy altos, tipo Manhattan, llenos de vidrios y formas espaciales como queriendo elevarse y realzar el poderío económico de sus dueños y de la ciudad. Pareciera desde esta perspectiva –la distante- que toda la ciudad se ha puesto de acuerdo para subir de estatus y responder a las expectativas de la modernidad.
Sin embargo, al salirnos de la autopista la realidad nos aterriza a la Jakarta verdadera. Se acabó la amplitud, la fluidez, la perfección y el lujo. Bienvenidos al taco, a la jungla y a la lucha del más fuerte, a la pobreza en las veredas , al contraste de mansiones y casitas miserables alternadas en la misma calle. La transición del subdesarrollo al desarrollo se nota en cada persona y en cada lugar. Se percibe que hay mucha plata rondando, pero mal repartida y haciendo ostentación. La pobreza ya no va adornada de ofrendas, sonrisas ni colores; se ha fundido con el cemento, con el ruido de bocinazos y con un tono opaco que afea todo. Poco queda de árboles añosos y verdes salpicados con flores de colores. Aquí las calles con sus miles de motos y autos se han apoderado de todo. A ratos ir transitando por debajo de las autopistas, devela la oscuridad y decadencia de esos barrios de Chicago o cualquier ciudad grande, donde la vida se ha ido consumiendo en pos del “desarrollo”.
Al esperar que el racimo de autos y motos se vaya acomodando para pasar, no puedo dejar de pensar en ese cuento de un profesor que intentaba demostrarle a sus alumnos cómo se llena un frasco con piedras de distintos tamaños y arena. Siempre hay que poner lo más grande primero para poder acomodar lo menos importante. Aquí me parece que han metido mucha “arena” y ahora no logran ubicar las “rocas” fundamentales para que el tránsito –en todo sentido- sea más expedito.
Por suerte teníamos chofer porque hay que tener más personalidad y seguridad que en Bali para poder avanzar. Yanto –el nuestro- con una elegancia casi británica, sin ni arrugarse, lograba imponerse a cualquier “enemigo” que se intentara cruzar por nuestro camino y casi ni tocaba la bocina. Un artista en la autoridad automotriz. Hasta las motos perdían un poco su supremacía y estilo. De hecho no vimos motos con carga o con más de dos tripulantes, como en Bali.
En las calles nuevamente casi no se ven veredas, sino bordes rotos donde quedan piedras, algunos escombros y una pasta de contaminación que hace que todo se vea un poco oscuro y sin vida. Los locales de comidas se mezclan con los de motores, los de ruedas con los de ropa, haciendo poco atractivo el lugar. Me llaman la atención niños pequeños trabajando y los obreros amontonados desayunando en sucuchos semi construidos.
Aquí la protección y la seguridad de ciertas condiciones “mínimas” para la gente que trabaja y vive, una vez más están bastante más atrasadas que lo que conocemos. Las leyes aún no contemplan nada de eso y el crecimiento evidente que se observa está sustentado en esa fragilidad humana. Muchas personas de clase media tienen sus trabajos como empleados en servicios, pero en las tardes y noches desarrollan mini emprendimientos familiares a costa de su salud y de los que trabajan para ellos. Da tristeza pensar y tomar conciencia de cómo crecer siempre implica un costo de vidas muy alto, que a su vez se verían petrificadas en la pobreza de no ser por estas oportunidades. No soy ni por cerca economista pero da pena ver cómo en casi todos los países la dinámica es siempre la misma. ¿Se podrá pasar al desarrollo sin decaer en el aspecto valórico y humano? ¿se podrá crecer sin tanta desigualdad y crueldad del sistema? ¿cómo se revierte o transforma el camino del liberalismo económico versus el desarrollo del ser humano y su integridad?
Veo a Jakarta en el mismo camino que nuestro Santiago comenzó hace 20 años y si bien disfruto y consumo la modernidad que ahora tenemos, también extraño mucho de lo que perdimos…
Vuelvo de la filosofía a la calle…Me llaman la atención unos “hombrecitos” que aparecen en medio de los caminos, ataviados con un peto flúor o simplemente con un silbato, quienes se ganan la vida parando el tráfico para que algún auto de la vuelta en “U” o doble en donde quiera. Apenas cumplen su cometido, los choferes abren el vidrio y les dan unas monedas por su servicio. Un equivalente a nuestros acomodadores de estacionamiento, pero más efectivos y con ínfulas de policías. Toda una profesión claramente establecida.
Lo otro que choca son los malls. En los pocos kilómetros en los que nos movimos, pudimos ir al menos a tres verdaderos trasatlánticos de cemento y luces. De partida para entrar siempre hay controles de seguridad de los autos y en los accesos, te revisan las carteras o cosas que uno lleve. Viendo las calles tan apretadas y hacinadas, cuesta imaginar que aquí el mundo de Disney renace en Indonesia. Los malls son unos oasis perfectos, luminosos, amplios, llenos de aromas caros, tiendas muy lujosas y grandes áreas de restaurantes. Dentro de lo anecdótico y casi contradictorio para un templo del consumo, es que en la zona de baños hay dos espacios únicos: uno para purificarse antes de las oraciones y otro para rezar. No me calzan ambas cosas juntas, pero supongo que son las adaptaciones al mercado musulmán.
A propósito de la gente que se ve en las calles, el aspecto tampoco parece el de un país musulmán. Los hombres se ven todos parecidos a los occidentales y son muy pocos los que usan ropa especial tipo “guayaberas de lino blanca” o túnicas. Las mujeres que usan velo, no se ven como las de los países árabes, son más elegantes y brillantes, como si también estuvieran siguiendo la moda, aunque no falta la que anda completamente vestida de negro y sólo mostrando sus ojos. La inmensa mayoría se ve de piel oscura, ojos negros o café oscuro y de mediana estatura. La mayoría son delgados y de rasgos que fluctúan entre orientales y polinésicos. Hay unos muy frentones, que me recuerdan a los orangutanes con sus facciones medias idas y tristes. De 100 personas, se ve un solo blanco y ningún negro; ni siquiera de turista. No sé porqué será.
Sin embargo sí hay algo que los une: el batik. Miles de diseños graficados en las camisas, pantalones, vestidos o pañuelos que si bien difieren mucho en los colores y diseños, tiene una raíz común. Son dibujitos muy bonitos, que recuerdan tiempos antiguos y que hasta una línea aérea lo usa en su imagen corporativa. Es interesante saber que en este país se hablan alrededor de 700 idiomas, ininteligibles unos con otros, que cada localidad preserva con mucho orgullo, al igual que sus vestimentas y bailes.
Volviendo a los centros comerciales, lo que impresiona es que sea el gran hobbie de todos los habitantes de Yakarta. No es que sea malo en sí comprar, pero cuando el consumo se vuelve la única fuente de recreación y “descanso”, el tema se vuelve preocupante.
Este es un pensamiento que escribí al ver el fenómeno en primera fila: Un signo preocupante de nuestros tiempos son la proliferación de malls y de personas que destinan gran parte de su tiempo libre a comprar en ellos. Es más declaran que es su único hobbie. Si entendemos por tal una actividad en la que nos recreamos de acuerdo a nuestros intereses, habilidades y donde somos capaces de conectarnos con nuestro mundo interno, este signo pasa a ser aún más alarmante. Cuando pintamos, escribimos, cocinamos, jardineamos, tejemos, esculpimos, tocamos instrumentos, bailamos o cualquier otra actividad de ese estilo, lo que estamos haciendo es sintonizar nuestra frecuencia interna. Nos estamos “afinando” y “recargando” para producir un “sonido más bello” para nosotros mismos y el exterior. Es un ejercicio que llena de gozo y alimenta la paz y la libertad interior. Pero al hacer shopping como hobbie, lo que hacemos es negar la frecuencia, la desoímos y la invadimos con bolsas y paquetes que -literal y espiritualmente- nos tapan, empobreciéndonos, cargándonos, sin dejarnos escuchar. Así, el espiral de MÁS y MÁS CARO O LUJOSO, es muy difícil de parar ya que finalmente el hambre de placer es insaciable al intentar llenar un vacío existencial angustioso y doloroso. Así como el hobbie produce alegría, el shopping produce culpa y vergüenza. Estemos atentos a esta epidemia y seamos hábiles en encontrar hobbies que nos alimenten y no que nos intoxiquen.
Al preguntar qué más podíamos visitar en la ciudad (pensando en alguna bahía bonita, feria de artesanías, plaza, museo o centro de gobierno), sólo nos recomendaron los malls. Así que no sabiendo qué más ver, nuestra visita se limitó al colegio –que por cierto fue muy intenso e interesante- y estos monstruos que poco nos atrajeron a mí y al Benja. Nos fuimos directamente al supermercado que había en cada uno y nos entretuvimos reconociendo más verduras y frutas desconocidas y comidas raras.
De las impresiones que tomé como fotos – aunque no comprobadas- de esta sociedad, se observa una clase alta con muchos medios. Tienen autos con choferes, nanas (varias), jardineros y mucho personal de apoyo. Sus hijos estudian muchos en el extranjero y cuentan con todo los juguetes tecnológicos que el mercado actual ofrece. Dicen que vuelven a sus países avergonzándose y criticando mucho su cultura y que poco y nada están dispuestos a hacer para cambiarla. No sé porqué me suena tan conocido ese triste discurso…. Debe ser otro de los elementos propios del ADN humano que tan mal nos hace a todos.
También llama la atención que mucha gente anda con mascarilla, ya no sólo cuando andan en motos (lo que podría tener sentido para no aspirar mugres mientras van andando), sino que en las calles o en los lugares de trabajo. La apariencia que otorgan es muy siniestra; la relaciono sin darme cuenta con catástrofes biológicas o nucleares. Dios nos libre…
También tuvimos la oportunidad de probar nuevas comidas y conocer mejor sus costumbres. Aquí es normal comer con la mano y no usan cuchillo para nada. El centro es el arroz, blanco, un poco pegoteado y sin sabor, que se pone amoldado al centro. Sólo un plato grande para el arroz y luego cuatro platos chicos con porciones diminutas de acompañamiento. Por ejemplo, dos camarones apanados, cinco pedacitos de carne al curry, cuatro aritos de calamar, o un cuadradito de omellete. Siempre una sopa, que más parece una aguada con vegetales casi crudos flotando en ellas y si hay suerte, te puede tocar la sopa de albóndigas (sólo dos y pequeñas), acompañadas de un atadito de tallarines flotando junto a una hoja verde de origen desconocido. Los postres no existen, salvo la fruta como sandía, melón o papaya (que es el mamao que nosotros conocemos). Hay unos pudines de arroz, pero parecen hechos de plástico brillante. También nos dieron a probar muchos dulces y comidas típicas en el colegio: Hay unas especies de humitas (de un tercio del tamaño que conocemos) rellenas con un compacto de arroz con un relleno amarillo de curry y picante. Hay empanaditas de pimentón y cebolla, unas especies de berlines o profiteroles rellenos con una salsa amarilla dulce desabrida, hay unos pasteles chiclosos y coloridos que llaman lápiz, que son ricos pero pegotes, hechos con “flores de arroz”; hay unos fritos que adentro tienen mayonesa caliente y jamón picado; hay queques de jengibre de color café, muy inflados y esponjosos y así hartas cosas que en general se veían apetitosas. Sin embargo, después de probarlas no sabías qué hacer con el embutido no porque fueran malos, pero no eran especialmente ricos. Después de tres días de arroz y sopitas, de verdad se echa de menos un buen churrasco italiano o una torta rica de milhojas y manjar.
En Yakarta no vimos animales de ningún tipo, ni siquiera mosquitos, ni perros, ni gatos, ni pájaros. Yo creo que no había espacio para ellos entre tanto humano apretujado en esta ciudad. No es que me haya convertido en Green Peace, pero aquí se extraña la naturaleza, lo verde, el canto, el color, los cerros, la cordillera y el mar…
He dejado para el final el colegio y todo lo vivido ahí porque me ha costado digerir la experiencia. Sin duda positiva y con mucho que aportarme, pero no exenta de ruidos más profundos que aún no logro del todo procesar. De lo externo, puedo decir que el lugar es increíble. Puedo emularlo a un mall de la educación: todo es perfecto, limpio, lleno de recursos, de seguridad, de computadores, de salas, de sistemas para todo, de publicidad y marketing exagerado. El edificio es grande pero igual es apretado y sin áreas verdes muy extensas. Aquí cada metro vale oro y se nota. La arquitectura es moderna para Indonesia pero antigua para nuestros parámetros. No es bonita; es funcional, pero le falta luminosidad y belleza estética. En lo aparente los niños y jóvenes se ven contentos, respetuosos y comprometidos con sus colegio; lo mismo los profesores y líderes de este equipo. Se ven con muchos recursos económicos: cada niño tiene un computador Mac y no escatiman en lujos. Muchos llegan con choferes y viajan fuera del país a proyectos. A nosotros nos reciben en un pent-house y nos muestran todas las dependencias que se ven recientes y bien pensadas.
Ya auscultando un poco más el ambiente y lo que siento ahí al ir sumando todas las impresiones, podría decir que en este proyecto todo lo que el ser humano podría dominar aquí se pensó, se analizó, se estudió y se incorporó a un proyecto muy profesional y mateo. Se pueden traslucir en cada pared las horas de estudio y trasnoche que han vivido sus fundadores. Pero hay algunos aspectos que no dejan de preocupar y otros que francamente se extrañan…
Y es que el proyecto de HS Indonesia es un reflejo fiel de Antarina. Ella tiene 53 años, cuatro hijos hombres (uno murió hace dos años por una insuficiencia renal), es musulmana practicante, menuda, morena, con una mirada un poco cansada e ida. Su mente es rápida y su estilo es práctico y perseverante. Es una comunicadora por esencia y que quiere dejar huellas. Rina, como le llaman los más cercanos, es una líder hambrienta de conocimientos que ha recorrido todo el mundo buscando lo mejor; se ha leído todos los libros con las últimas investigaciones y ha hablado con los expertos de todo, para construir su propia propuesta pedagógica. Se le cuela su esencia de especialista en negocios, marketing y procesos y su anhelo válido de perfección y ambición. Y creo que lo está logrando y muy bien. Se ha ganado el reconocimiento en su país y a nivel internacional creo que en HS realmente le lleva varios años de delantera a los mismos americanos. Tiene un marido encantador y dulce que se nota que la admira y muchos discípulos que la siguen con genuina contemplación. Es una mujer brillante, muy trabajadora y autoexigente. Es dulce, afectuosa en el trato y hasta divertida a ratos. Se ve muy elegante siempre, perfectamente combinada con zapatos muy altos y vestidos y joyas muy caras. Su oficina es amplia y atiborrada de libros y su agenda llena de compromisos y reuniones. Su proyecto se ve andando bien y lleno de buenos augurios: están construyendo un nuevo edificio, cada vez tienen más alumnos, más licencias que abrir y acompañar, más viajes y seminarios a los que asistir y todo humanamente “exitoso, controlado y perfecto”.
El primer día, mi ego colegial y personal obviamente me visitó y bailó conmigo. Cuánto nos y me falta para llegar a ser como Antarina y su proyecto. Me faltaría hacer toda mi vida de nuevo para alcanzar tanto conocimiento, tantos contactos e investigaciones y le peor es que sólo imaginarlo, me dio nauseas. Aunque pudiera no lo haría… Y para que nuestro colegio fuera como el de ellos, probablemente tendríamos que asaltar a nuestro vecino el banco un par de veces por lo menos… Por dar una muestra de la sensación, sólo las cientos de cajas y cajas de materiales didácticos y libros fueron una tortura en mi cabeza insegura al pensar en nuestro Centro de Recursos, que me pareció escuálido y ridículo en tan odiosa comparación.
Conscientemente luché conmigo misma y le pedí a Dios que me volviera a centrar y así partí el segundo día de aprendizaje dispuesta a aprender todo lo que pudiera, a admirar agradecida la oportunidad y a renunciar al ego personal y colegial. Así la cabeza y el corazón fueron absorbiendo como esponjas todo lo que aquí han desarrollado y creo que hasta el espíritu santo me regaló el don de lenguas. El spanglish se notó poco y pude discutir temas complejos sin problemas. Pasé a la frontera cuando ya uno comienza a soñar en otro idioma. Pero Dios fue más generoso aún y me regaló algo mucho más importante: la claridad para ver la riqueza de lo que tenía al frente y tomar conciencia del tesoro que tenemos en el Santa Cruz.
Trataré de explicarme con una imagen porque no es fácil hacerlo. En este colegio han desarrollado al máximo el cerebro humano, integrando todo su potencial desde el hemisferio derecho e izquierdo. A diferencia de los colegios tradicionales que se han quedado con una propuesta que sólo integra el izquierdo con su lógica y memoria; aquí han descubierto y desarrollado una propuesta pedagógica que permite sumar a eso las herramientas del derecho – las llamadas habilidades blandas-. El resultado final, niños y chiquillos creativos, líderes, con grandes habilidades comunicacionales, capacidad de resolver problemas y con la habilidad para pensar y tomar decisiones ( y muchas más herramientas). Así también es la Antarina y es por ello, digna de profunda admiración y respeto. Ha cruzado todo un océano y ha fundado una nueva forma de formar a los niños.
¿Cuál es el problema entonces?. Probablemente una vez más en la misma Antarina tenemos algunas luces. Hace dos años ella está enferma de algo incierto que la tiene sin energía, apenas comiendo uno que otro alimento (ya que todo la enferma), fatigada, llena de dolores en las articulaciones y hasta sin la rapidez ni capacidad que la caracteriza. Al principio los doctores le echaron la culpa a la picada de un insecto desconocido en Estados Unidos (raro…!!!), después a un problema estomacal; ahora lo claro es que tiene fibromialga y algo más… ¿Qué me dice a mí todo esto? Que nada de lo que ofrece el mundo es suficiente para ser feliz. Ella se ha enfermado del espíritu y su hambre de productividad, eficiencia, éxitos y reconocimientos la está matando porque le ha faltado lo más importante. Eso no lo enseña ningún libro, ni ninguna visita, ni ningún experto te puede entrenar; es el viaje hacia el interior de nosotros mismos; la travesía por el desierto en el cual somos conscientes de nuestro ego y podemos comenzar a dialogar con él y empezar el camino de vuelta a Dios, desapegándonos de tanto que ya no nos sirve.
Al no querer oír los múltiples llamados de la vida –entre ellos la muerte de su hijo- el cuerpo ha tenido que manifestarse para que oiga su alma, pero tristemente parece empecinada en seguir en vez de parar; en tomar más en vez de soltar. Algo traté de mostrarle, pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. Se me apretó el alma por una parte, al ver tanto dolor físico y espiritual y me dio impotencia su porfía y tozudez.
Por eso volví a mirar lo que tenemos en Chile y aunque no sea perfecto, me hizo sentir un gozo y una lucidez muy profunda. Nosotros no sólo estamos trabajando con los dos hemisferios de los niños, jóvenes y todas las personas de la comunidad; estamos trabajando con sus espíritus para que reconozcan su verdadera identidad y se vean ojalá libres de la epidemia del rendimiento y la productividad. Eso sólo lo da Dios con su gracia y lo que estamos intentando con nuestra propuesta es abrir los canales que la sociedad y el exitismo han cerrado. Son las puertas para el verdadero desarrollo humano y su plenitud.
¿Qué saqué en limpio? Que hay un maravilloso y desafiante trabajo por hacer. Descubrí el mensaje profético que esconde nuestra historia. Estamos llamados a fundar, escribir y enseñar una nueva educación que forme a las personas integral y verdaderamente. Ya no sólo como dos hemisferios sino con la fuerza del espíritu que es la que los mantiene vivos y les dará su plenitud y trascendencia. Sin duda habrá mucho que pensar, habrá que pedir mucha ayuda, pero sentí que recibía el regalo que vine a buscar a este viaje.
Es más fue la misma Antarina la que fue instrumento de Dios para anunciarme la misión: “lo que están haciendo es un nuevo modelo de educación (más amplio que HS) y debemos fundarlo y armarlo para que muchos puedan seguirlo”. No me deja de dar vértigo, pero a la vez se me llena el corazón de fuego, de entusiasmo y de Dios. Imagino a todos los niños creciendo firmes, instaurando el Reino del Amor. Habrá que hacerlo seria y profesionalmente y aprender de los mejores, pero sin duda lo más importante será ser dócil a la voluntad del Señor. Es él quien ha construido el modelo, es él quien lo conducirá y lo hará fructificar.
No sé si se entiende bien la trascendencia personal de lo vivido. Es una confirmación evidente de la misión que me llena de sueños y esperanza.
Con esa conciencia grabada en el cuerpo y en el alma, partimos el camino de regreso al campo, a mi querido Bali a ver a todos, mi clan.
Sin embargo no todo fue color de rosa, además del cansancio, del vértigo, de la tremenda responsabilidad y decisión por lo aprendido, esta vez fue una tormenta la que nos azotó el cuerpo. El cielo se dio vuelta furioso justo a horas de despegar el avión y con él mi fe nuevamente se puso a prueba. Sólo pude recurrir al humor para salvar la dignidad y me imaginé cruzada por los rayos, naufragando en una pequeña isla en el mar. Por lo menos me ahorraré tanto trabajo, pensé yo… Pero no, una vez más Air Asia se comportó dignamente y cruzó las nubes tenebrosas con gran destreza y decisión. Las luces y ruidos de los rayos y truenos nos sirvieron de despedida de esta visita inolvidable, que creo nunca olvidaré.
Ya nuevamente en casa, la alegría y el calor son un bálsamo precioso que me emociona profundamente. Cada cara, cada gesto, cada risa y conversación, son un refugio precioso, un tiempo de descanso y sosiego para la futura misión.
Por mientras no estuve todos parecieron crecer. Como los arrozales, ya están despejados de las malezas y ahora sólo crecen fuertes y hermosos buscando el sol. Qué maravilla y bendición como Dios actúa. ¡Gracias Señor!
Día 27: Una oda a la arroz.
Después de toda la experiencia en Yakarta, el refugio verde que me rodea se aprecia aún con más intensidad. Una alfombra de vida que cae en peldaños muy suaves, amplios, marcados apenas por estrechos corredores de pasto que desentonan un poco en el largo y en el color. Ya no se observa a simple vista el agua que los sostiene; sólo el verde que va cambiando de matices a lo largo del día como un camaleón.
Son ellos los que hoy me hacen cantar una oda, expresar lo que me quieren decir hoy…
A veces en las noches me detengo a contemplarlos y a escuchar las ranas con su canción. El espectáculo es perfecto ya que la luna se hace cómplice conmigo y se abre espacio entre las nubes para también mirarlos como yo. Los bocinazos se diluyen en el viento y sólo la luz azulada del cielo alumbra esta plantación. Recuerdo la cantidad de manos que he visto aquí enterradas; a pleno sol las espaldas encorvadas, los pies metidos en el barro, la cabeza coronada con su cono de paja, protegiendo la pequeña nada que somos frente a tanta fecunda inmensidad. Sí porque es Dios quien exhala en estos campos; es quien los riega abundantemente, quién los seca con brisa suave, quien los nutre con tierra mojada…
Las garzas blancas también a veces me acompañan, pero son más flojas y sólo se aparecen cuando el sol se cansa. Casi al anochecer, aparecen ellas, las flacas y soberbias patas, que no queriendo ensuciarse apenas caminan, sólo saltan y danzan. Su pico largo boicotea el trabajo del hombre en busca de las lombrices que tanto apetecen y la suerte siempre las acompaña. Como trofeos de guerra las pequeñas “culebras” escarlatas y azuladas se van amarradas de las bocas de las invitadas blancas del arrozal. La cacería da un espectáculo de color único. La luz dorada del sol enciende las varas de verde como haciéndolas de oro y entre medio caminan las reinas albas, brillando como ángeles alados y orgullosos.
La mañana quizás es el momento que más aprecio. Aún el calor y la humedad no se han despertado del todo y el verde del arrozal se “congela” en una imagen preciosa. No se mueve porque el viento aquí sólo aparece con las tormentas. Sólo se esfuerza en alcanzar el cielo, empinando cada vara muy derechamente. Es como un regimiento de soldados en plena marcha. Una al lado de la otra, se ven bellas, elegantes, grandiosas. Y de repente en medio de el manchón del regimiento, aparece ella, la cuidadora del arrozal. Es tan pequeña que conmueve. Su rostro oscuro sólo se deja a ver a veces, porque se oculta tímida debajo de su amplia corona de paja que apunta siempre al sol. Su camisa de púrpura intenso, contrasta con su pollera de color salmón. Una mezcla que sólo realza la pobreza de su origen, la dignidad de su acción. Las manos y pies nunca salen del agua, siempre están ocupados agitando las varillas, sacando lo que molesta a la obra de Dios. Pasan horas y horas y ella se va moviendo sin que realmente se note. Es como si se deslizara en esta escalera de huerto y arroz. Nunca su espalda se yergue; nunca para a mirar el sol. Siempre encorvada, siempre trabajando… cuánto esfuerzo hay Dios mío en un grano de arroz.
Mientras la miro de lejos, pienso en su vida, en su familia, en sus hijos, en cómo llegó. Las respuestas son como todas; cuerpos delgados y fibrosos, bocas sonrientes y carentes de dientes, músculos apretados, huesos firmes y encorvados; una cadena de historias que se repiten en cada estación. Cómo quedarán sus manos, cómo quedarán su pies. Se convertirán en plásticos duros e indiferentes al tiempo; en cartones viejos sin textura ni color. Sólo me gustaría mirar sus ojos y ver qué misterio esconden, debajo de tanto esfuerzo y dolor. Bendigo a cada campesino del mundo, que con tanta fatiga y trabajo sin descanso acuerdan con la tierra un tributo al Señor.
Mis arrozales ya van creciendo, pero aún no tienen espiga ni flor. Faltan meses para la cosecha; horas de más trabajo de sol a sol. La mujer de color púrpura y salmón, tendrá que volver muchas mañanas y aquí la esperaré yo. Y mientras lo hago, me pregunto porqué no fui ella yo.
Ya que no fui campesina, me asalta de inmediato la relación con la propia vida, con el esfuerzo y mi corazón. Dios me ha mandado a plantar semillas pero en la tierra de la educación. Iré vestida de turquesa y blanco para protegerme del mal y del calor; me armaré con mi corona de flores amarillas y me dispondré a trabajar sin descanso, sin temor. Esto no es sólo una cosecha, un período o una estación; plantar amor en el alma –la mía y la de los demás- me demandará toda la vida, toda la energía, todo lo que soy. Así cuando ya sea aún más vieja que hoy, podré ver el campo de hierbas de colores que sueño, uno lleno de espigas de vida buscando el cielo, mirando a Dios.
Día 28: Disfrutando de la verdadera rutina
Es increíble cómo el ser humano se acostumbra a todo. Se adapta a las circunstancias como la mantequilla derretida en el pan, haciendo que todo lo que parecía extraño, se vuelva propio. Un poco eso nos ha pasado en este tiempo. Como se diría en chileno “nos hayamos”. Así cada día comienza a correr parecido al otro, sin tanta “lluvia y sol” como antes, sino más bien un sol más suave, que entibia el alma y adormece un poco los sentidos. Y es fácil con esa modorra veraniega comenzar a dar por obvio lo que no lo es.
No es obvio estar a tres días de la casa, no es obvio estar rodeada por un pueblo lleno de ritos y supersticiones; no es obvio vivir pegada a un arrozal desde donde me cantan las ranas; no es obvio el cielo calipso como una bóveda ni la noche luminosa, con estrellas muy nítidas y curiosas que se quieren meter en mi ventana; no es obvio el disponer del tiempo para simplemente estar; no es obvio el que esté con mi tribu ruidosa y deliciosa que me provoca un cansancio lindo con cada conversa, al ordenar o cocinar; no es obvio que mi cabeza esté invadida de ideas e inspiraciones y que mis manos estén ansiosas por pintar; no es obvio nada de lo que vivo, de lo que escribo, de lo que respiro, de lo que siento, de lo que percibo adentro y fuera de mí.
No quiero que la rutina tonta me envuelva y no me permita agradecer el regalo, la bendición de estar acá. Prefiero disfrutar la rutina que es linda, la verdadera, la que valora lo simple, lo de todos los días y no aspira a más. Es loco pero no puedo dejar de escribir en verso; se me arranca la mano y aunque me resisto, siempre sale sin menor esfuerzo , jaja.
El cielo como decía, entró en paz consigo mismo y no ha traído más lluvias ni truenos a este paraíso de contrastes. Supongo que la temporada húmeda se ha acabado y ahora sólo hay cielos despejados desde el amanecer hasta la noche. Para hacerlo aún más bello, las nubes se hinchan y se llenan como si estuvieran manteniendo el aire. En las tardes se ponen vestidos rosas y anaranjados con lazos dorados para bailar delante del sol; las muy frescas creen que pueden competir con él, pero nada supera su corona de rayos que cruzan todo el cielo y me revelan que existe Dios.
Los niños han ido encontrando cada uno su espacio y el clan está tranquilo sin tantos sube y baja como en el primer mes de exploración. Las mañanas se levantan flojas, pegoteadas al sueño; no hay nada más rico digo yo. Pero aún a pesar de mi prontuario de dormilona, ya no puedo dejar de madrugar; quiero aprovechar el silencio, respirar el verde, sin testigos que me pidan cosas, sin demandas de mis pequeños y grandes abogados que siempre tiene algo por qué discutir o alegar. Así he conquistado un tiempo sagrado, casi un rito en donde trato de estar, de disponer el día y de rezar. (He vuelto al verso, no sé cómo zafar!!!)
Andrés padre sigue de Quijote loco; este “pequeño saltamontes” (por su nuevo look) ahora ha emprendido el vuelo hacia Singapur. Según cuenta y por sus fotos, la ciudad es un trofeo de modernidad. Lleno de luces, de edificios, de lujos, de arquitecturas grandiosas, de riqueza oriental desbordada como queriendo callar a occidente y decirle que él puede más. Tiene un China town de primer nivel que -sólo como Andrés lo describe- se me hizo agua la boca. Un derroche de colores, de aromas, de texturas de seda, de artesanías, de sabores… sólo comparable al Gran Bazar de Estambul. Jamás pensé que algo podría superarlo, así que ojalá algún día lo pueda visitar. Y es que sin duda atrae todo el neón y el mundo material, pero a nosotros al menos nos gusta más el campo y la playa, lo natural. He empezado a encontrar las similitudes entre Bali, Curaumilla y Huayanay; al final la que viaja es el alma de uno creo yo, que se proyecta en cada lugar.
Es bonito pensar que lo que hemos conquistado –más que un lugar- es una oportunidad. Un regalo para mejorar nuestra forma de ver el mundo y comenzar a detenernos y a contemplar. Lo comentaba con Andrés hijo, que lo único que ha cambiado acá es su voluntad para incorporar ciertos cambios y eso lo puede llevar a cualquier parte… Cuando se aleja, pienso que soy una perfecta Cura Gatica… Cuánto quisiera yo también llevar lo que he vivido en Bali al colegio, al cotidiano, que a ratos se me hace cuesta arriba y me provoca un poco de angustia y soledad.
Y es que al mirar el horizonte en la playa de Berawa, es imposible no imaginar mi vida al otro lado del océano; cómo volveré, cómo poder guardar el tesoro que acá he encontrado. Cómo están todos los que extraño, en qué estarán; se acordarán de nosotros… puro afecto y amor destilado, mezclado con inseguridad. Eso es algo que también sigo aprendiendo, pero ya confío un poco más. He palpado la red amorosa que nos une a todos y que el sol sella cuando pasa de acá para allá. Es muy lindo verlo, se van haciendo conexiones que llegan más rápido que un whastApp. (Qué hago con los versos, Dios mío, me salen como lagartijas y todo el rato quieren cantar!!!!)
Un escrito puede reflejar esa sensación preciosa de melancolía y unidad:
Qué difícil es querer sin ver; el corazón sigue prendido al que se ama, pero los ojos y los brazos necesitan que la retina se impacte y que los músculos se tensen con el ser. El amor se nos escapa a otra dimensión extraña en donde aunque se sabe que el otro existe, desaparece en el horizonte y nosotros con él. Es como una pequeña muerte donde hay que acostumbrarse al vacío sensorial que se nos produce y aprender a viajar con los sentidos del alma y querer sin ver. Hay que aprender a oír sus susurros y palabras sin escuchar su voz. Hay que admirar su estampa y su belleza cerrando los ojos, visualizando lo que es. Hay que reírse con sus chistes e historias aún cuando no las puedas reconocer; hay que dejarse seducir por su aroma aunque tu olfato no esté ni cerca de él; hay que percibir su piel tibia, aunque el frío contigo esté.
Es como cuando se mira el ocaso y sabes que él está en el amanecer; cuando tú estás pisando tierra firme y él volando hacia el cielo hacia dónde sabe quien.
Sólo queda entregarnos a la confianza de una red amorosa que nos conecta más allá del músculo y de la presencia. No valen los kilómetros, el tiempo ni la muerte, ni ningún puente humano que podamos ver; las almas por el simple hecho de amarse y cerrar los ojos, se encuentran, se abrazan, se hablan, se escuchan, se sienten ahora y desde siempre. Así nos enseñó el Señor, así nos ama Dios…
Así también veo con tranquilidad que la mitad de la vida que llevo recorrida me da paz. Sin duda he cometido mil errores, he causado daño a algunos, he sufrido más de lo que debía, pero he amado mucho más. El balance es fecundo y me permite mirar con alegría cómo Dios me ha conducido vertiginosamente hasta acá. Veo las espaldas grandes y altas de mis hijos, caminando hacia donde yo estuve hace tan poco según yo y me da gozo mirar la vida que ahora disfruto más. Dan ganas de traspasarle todo lo aprendido, pero sé que tengo que soltar y confiar.
No he podido sin embargo, resistirme a cierta ansiedad. Sé que esto es sólo un intermedio de la vida real y me da vértigo saber cómo volveré a vivir la segunda mitad. Trato de soltar el tiempo futuro, total jamás lo he tenido en mis manos. Jamás hubiese pensado hace un año por ejemplo, que estaría acá. Así que trato de plantar mis pies en la arena y aferrarme a lo único que sí tengo: el presente. Aquí la arena se queda pegada como con neoprén; tienes que restregarla fuerte para que se salga. Así quiero vivir cada día, pegada fuerte al hoy, a las caras de los que tengo al frente y en el corazón. Ni acordarme de lo que viene, total quién sabe si pasa la noche o se cae el avión. Hartos avisos me han mandado las líneas aéreas de estos lados en todo caso, pero hasta los 86 me dieron cuerda, así que yo creo que todavía no, Jaja.
Me interrumpe de mis ensoñaciones una multitud de balineses vestidos con trajes muy elegantes, con ofrendas de hierbas, con patos que caminan sueltos, con ollas con comida, con instrumentos y un gong gigante, con frutas y flores que traen al mar. Nadie habla inglés como para poder explicarme qué hacen, pero espiritualmente me uno a ellos. Me conmueve esta vivencia de fe tan libre, alegre y hasta un poco primitiva diría yo. No sé si repartían las cenizas de alguien o agradecían la vida de unos novios o simplemente hacían fiesta porque sí. Yo los contemplé y me trasladé en el tiempo cuando esta playa estaba solo para sus abuelos y nadie los molestaba en sus ritos con fotos o curiosidad. Lo que sí son absolutamente ajenos a todas las exigencias ecológicas; los celebrantes tiran todo a las aguas del mar y dejan la basura sin vergüenza ni maldad. Sólo unas horas más tarde, apareció un hombrecito sin ningún entusiasmo que recogió un pedazo de sandía y un canasto que bailaba en la espuma.
Todos los turistas –incluida yo- sólo nos dedicamos a mirar. Así es Bali, un despelote lindo que se aprende a querer sin dificultad.
Antes de seguir lateando con tanto verso y no dando por obvio lo que tengo al frente algunos divagaciones de lagartija a murciélago (son los animales que hay acá!!!).
El cigarro es una costumbre muy arraigada entre los hombres. Es como si se hubiese adherido a las bocas de los balineses. Ni se mueve, ni echa humo, ni parece consumirse mientras manejan sus motos, cargan piedras, cocinan, maestrean o pasan el rato. No sé porque me da pena la imagen que ya es un clásico de esta ciudad. El pecho flaco y oscuro está al descubierto, la cara con el seño apretado y un poco ido, la mirada no te enfrenta y parece que con el cigarro se excusara del contacto. En el fondo, el cuerpo del hombre pobre, el que trabaja y el que pareciera no tener en qué trabajar, se refugia en este pequeño vórtice que los conduce –creo- a otro lugar. Me lo imagino como un pequeño opio moderno que los evade de la realidad; les atonta del esfuerzo y la soledad en que viven; los aleja de una tremenda y conmovedora precariedad. Y es que cuando se prende esa pequeña chispita que apenas ilumina su rostro en medio de la oscuridad, me parece que sus rostros se hacen más dignos, se yerguen y adquieren como un porte real.
No sé si les importa realmente que se estén matando con cada fumada; quizás es mejor que darse cuenta 100% de la vida tan dura que les tocó. La Trinita me pregunta porqué no trabajan en otra cosa, cómo explicarle que a veces no hay otra opción. Así como la campesina que cultiva en el arrozal, me duele la vida del obrero, del jornal, que construye casas para otros, pero no puede construir su familia ni su hogar. Por lo menos los del frente de mi casa, no paran ni para almorzar. El cigarro es su alimento, su descanso, el afecto solitario que los acompaña y les es siempre fiel.
No es de extrañar entonces que sus caras se alejen del encuentro con mi mirada, aunque si les insisto mucho, con el cigarro en la boca me hacen una mueca que parece una sonrisa franca y destartalada. Supongo que tampoco es obvio que ellos estén allá y yo acá. Una bendición para todas esas manos endurecidas, llenas de callos y soledad, que han construido el mundo a costa de su vida y su propia felicidad.
Así es la rutina ahora en Bali, tranquila, una vida descansada y templada para el cuerpo y para el alma. Una bendición que no tiene nada de obvia y por la que hoy le doy profundas gracias al Señor.
Hasta el final no pude escaparme de los versos; de verdad lo siento!!!.
Día 29: Volando lejos… Singapur
Teníamos todos los papeles solicitados para que nos dieran la extensión de la Visa por treinta días más y por eso fuimos medianamente tranquilos a la oficina de inmigración a hacer los trámites pertinentes. Y digo, medianamente ya que en Bali nunca se sabe. Efectivamente para nuestro asombro, las leyes habían cambiado y todo lo que llevamos no servía porque provenía de Yakarta y debía ser emitido por un auspiciador balinés. Cuento corto, obligados a viajar fuera del país o pasar por un sin fin de trámites y papeleos de dudoso destino. Así que a pesar del costo y debido la “fuerte resistencia” de la tribu, nos vimos “obligados” a planificar un viaje flash a Singapur para poder estar 30 días más en este contradictorio paraíso de relajo y subdesarrollo.
¿Por qué este destino? Singapur es la ciudad –país más cercano a Bali, con vuelo directo y el más barato. Desde lejos, la información con que contamos nos habla de una ciudad ultra moderna, muy desarrollada, rica, ordenada, limpia, muy reglada y segura para viajar con la familia, por lo que el entusiasmo es casi unánime en la casa.
Partimos muy temprano en la mañana, no sin pánico de que algún imprevisto nos hiciera perder el vuelo. De verdad aquí no es obvio que uno no va a chocar con nadie ni que los policías no se atraviesen por tu destino. Esa inseguridad constante es como un dolor en el estómago que no te atraviesa por completo, pero que a mí al menos me persigue constantemente. Probablemente en Chile existen otras inseguridades y riesgos permanentes, pero están más inconscientes..
Air Asia ha ido reivindicando su imagen, al menos con nosotros, ya que no hemos sufrido ningún accidente. La comida se paga y no te dan ni siquiera un vaso de agua sin cobrar. Los niños- siempre hambrientos- atacan esos vasos de tallarines deshidratados a los que le echan agua y polvos y aparece la comida del futuro. Si bien no son malos, en lo personal el concepto me da como escalofríos. Es comida sin vida, todo seco, empaquetado, con polvos de quién sabe qué que le dan aroma y color a un caldo instantáneo, que se engulle sin mirar, con tenedores plásticos y envases desechables. Obviamente para el presupuesto son una excelente opción, pero son el augurio de un futuro que me inquieta profundamente.
El vuelo de 2 horas 45 minutos nos lleva a una isla sin geografía evidente: no veo montañas, ni cerritos, ni playas, ni lagos, ni campos, ni nada, sólo un paño amplio de construcciones de diferente altura que se yergue en el centro en centenares de cohetes de espejos que luchan por alcanzar el primer lugar. Un verdadero Manhattan, más moderno y generoso, lleno de torres con sus respectivas marcas llenas de luces que tratan de conquistar la atención. Me imagino a los hombres detrás de esas marcas con sus pechos inflados de orgullo; cuánto les habrá costado alcanzar estas “alturas”…
Bajándonos del avión ya es evidente que no respiramos el aire de Bali, del subdesarrollo genuino, sonriente, con olor a incienso y a ofrenda permanente. Aquí se respira higiene, elegancia, sofisticación, es como si pudiera sentirle el olor al desarrollo: es un aroma con cierto dejo de flores, dulzón y artificioso. Me imagino la máquina que lo expele, en vez de flores, plantas o humanos. Las flores son de catálogo; las hay cada 100 metros, perfectamente combinadas en color y tamaño. Las tocamos para verificar que no son plásticas y aún cuando son reales, me parece que detrás de cada hoja hubiese un código de barras oculto. Aquí todo está pensado, procesado y controlado previamente por un sistema. Por eso no es de extrañar que miles de cámaras nos registren todos los movimientos que hacemos y nos hagan sentirnos ciertamente un poco ahogados o presos en este ambiente perfecto. Después nos acostumbramos a la presencia de este testigo permanente, pero no deja de inquietarme una vez más esta tendencia tan ajena a nuestra principal condición: la libertad. No puedo dejar de imaginarme tampoco a los hombres y mujeres detrás de cada pantalla observándonos y auscultando cualquier conducta sospechosa. ¡Qué trabajo más horrible!.
Otra de las conductas nuevas que observamos desde el aeropuerto y que nos acompañaría los cuatro días de viaje, fueron las pantallas de evaluación de los servicios. Si uno va al baño, al salir hay una pantalla de plasma con la imagen de la señora o señor que lo limpia y te da cuatro opciones para evaluar su trabajo, desde excelente a malo. SI bien suena muy eficiente y rápido como sistema, una vez más me inquieta cómo la persona queda supeditada a la máquina. Me conmueve la foto de la viejita del aseo y ver cómo su destino laboral al menos, depende del clic que miles de extraños quieran hacer. Desaparece la persona, se convierte mi viejita en un rollo de toalla nova desechable… Me recuerdo de las señoras que a uno le cobran en Chile por darte un pedazo de confort y que con eso han educado a sus hijos y sacado adelante a sus familias. Entre eso y la eficiencia misma debiese existir un equilibrio, pero cuesta pillar el hilo de esa tensión…
Con las primeras impresiones tomadas, nos tomamos un trencito espacial que nos llevó al metro, que era otra oruga perfecta y funcional. Los andenes no están a la vista y todo está protegido con paneles de vidrio grueso, televisores que no dejan de decirte las reglas y flechas de colores en el suelo que te dicen dónde debes pararte. De aquí en adelante está prohibido comer o tomar líquidos en público porque si no arriesgamos desde 500 a 1000 dólares de multa. La tribu tendrá que resistirse a comer sólo en privado!!!
El metro es una película en sí misma. Todo está escrito en cuatro idiomas : chino, inglés, malayo e indio, lo que obedece también a los rostros que vamos viendo. La mayoría son chinos –o asiáticos- como me corrige permanentemente Andrés Jr. Los indios son minoría y los occidentales bichos absolutamente extraños y evidentemente reconocibles en medio de la masa. Nunca está tan repleto como el de Santiago, pero a ratos las estaciones parecen hormigueros humanos que se apiñan ordenadamente esperando su turno. El metro está muy limpio y parece recién terminado y cómplice del consumo, ya que muchas de las estaciones terminan directamente en el corazón de los centros comerciales. Todo techado, climatizado y dirigido para que uno vaya a comprar o a comer. Sorprende
–al igual que en Yakarta- como el tema de los malls se ha vuelto el único hobbie o el preferido de la ciudades modernas y ricas. Es tan fuerte la competencia desleal que ejercen con todos sus estímulos, que difícilmente pueden hacerle collera los parques, las bibliotecas o el aire libre…
Después de recorrer 15 estaciones por arriba y debajo de la tierra, llegamos a nuestro destino: Chinatown. A dos cuadras de ahí se encuentra nuestro fragante hotel. Así se llama el edificio que nos albergará en esta aventura y que en internet se veía lindo y limpio. Una entrada de no más de diez metros cuadrados ya nos augura el futuro de nuestras piezas que son enanas. Literalmente cabe la cama y el baño, no hay closet, ni repisas, ni ducha. Todo está concentrado en una especie de caja de zapatos de la cual fuimos muy afortunados, ya que tenemos ventana a la calle. Los pequeños “integrantes” de la tribu arrugan los pies para meterse a las camas y hacen turnos para moverse en la pieza, lo que nos lleva a valorar una vez más lo privilegiados que somos. Obviamente aquí hay hoteles más grandes, pero el tema del espacio es importante. Casi no hay casas de familias, ya que es una locura en precio. La mayoría vive en departamentos muy pequeños o bien en departamentos que subsidia el estado para la mayoría de los habitantes de la ciudad. Ahí es donde la inquietud vuelve a brotar; claro viven rodeados de rascacielos y grandes autopistas y malls, pero su espacio personal es mínimo y no deja que ni siquiera vuelen las ideas.
Siguiendo con el primer día de visita, fuimos a visitar a nuestros vecinos del Chinatown. Dicen los que saben que es el barrio chino más elegante y fino de los que existen en las grandes ciudades y la verdad impresiona. Lo primero que llama la atención es el rojo y el dorado estridente que te reciben y encandilan la mirada. Son los signos de la prosperidad y la riqueza que todos piden para el año nuevo próximo a celebrarse en la ciudad. Nos coronan las cabezas, miles de rodajas de mandarinas gigantes de papel iluminadas por dentro que le dan un aspecto festivo maravilloso a todas las calles del barrio. Así a medida que nos vamos acercando al epicentro, la cantidad de gente aumenta radicalmente y se convierte en un rebaño humano en movimiento. Nosotros en fila india para no perdernos, vamos contemplando este safari de seres humanos que no deja de causar fuertes impresiones. Como premunidos de zancos, los miembros de la tribu sobresalen literalmente de la masa por unos 15 a 20 cm por lo menos. Sus cabezas rubias y sus cuellos blancos llaman la atención y son apretujados por todos sin misericordia. La Trinita, Iñaki y yo, seguimos a los cinco jinetes que nos anteceden apretándoles fuertes las manitos porque de lo contrario temo que jamás volvería a encontrarlos.
Las voces que nos rodean son todas nasales, chillonas, como si quisieran liberar sus tensiones hablando. Los olores golpean por todos lados, unos son agradables, otros fuertes y penetrantes. Mezclan hongos secos, con gelatinas de colores, patos ahumados con mandarinas, queques con maní picante… es como una acordeón desafinado de olores y colores que atontan los registros que conozco. Y por si fuera poco el apretuje, la vorágine de estímulos sensoriales y el hecho de ser evidente extranjeros, la gota de culminación la colocan los drones que nos graban y nos observan con sus luces fluorescentes que suben y bajan espiándonos el alma.
Un poco extenuados de este safari denso y hostigoso, nos vamos a la “Street food” para calmar a las bestias y sus estómagos. Debe haber habido unos ciento cincuenta restaurants oficiales en los bordes de esta calle más unos cien puestos ubicados al centro de la avenida. Dentro de las cosas que más llamaron mi atención en comida fueron las ranas, los patos colgando, las ostras con huevo revuelto, los cangrejos vivos esperando su turno para ser comidos, unos “helados” de hielo picado con salsas chillonas y los miles de picados de origen incierto acompañados por arroz o tallarines y mucho picante. La calle era un espectáculo, pero costaba decidirse ya que por un lado era muy caro y por otro, nada parecía a los ojos nuestros demasiado tentador. Casi todos optamos por los consabidos tallarines o el arroz y algún bicharraco picado encima, lo que normalmente venía con una aguadija al lado. Un pocillo con un caldo deshabitado de verduras o sabores, que a lo más venía coronado por una pelota semi transparente con textura de masa para modelar y sabor insípido o el famoso tofu flotante que se asemeja a una sustancia frita.
Ya se habrán dado cuenta que yo al menos no soy fanática de este tipo de comidas y es que lo que se logra apreciar, al menos en Singapur de la cultura china, es muy pobre y superficial. No se ve su riqueza espiritual, ni su artesanía, ni sus rituales, ni sus ancestros, ni sus dioses, ni siquiera la belleza de sus campos ni templos. Al menos aquí, sólo en los muy ancianos se ven telas blancas con escrituras más nobles que se van esfumando con la modernidad y el consumo en el que han sucumbido los más jóvenes. Y es que la población china de Singapur se ha ido convirtiendo para mi en estas aguadijas desabridas con tofu flotando. En sus miradas falta brillo, en sus pieles falta contraste, en su pelo falta color, en sus expresiones faltan huellas; en sus cuerpos no hay músculos tensos… Están como el metro, perfectas muñecas y muñecos de porcelana vestidos a la última moda, ataviados con teléfonos de última generación, descoloridos e insípidos…
Se extraña la fuerza, la sonrisa de adentro, la mirada de frente… Un poco de grasa y sabor espiritualmente hablando…
Algo que duele dentro de tanta opulencia y riqueza es ver algunos trabajos propios de esta ciudad en permanente desarrollo y crecimiento.
Los cocineros son unos de los que más me conmueven. Encerrados en verdaderas jaulas de fuego, no levantan ni un minuto su mirada, para no desatender el plato que preparan o la carne que ponen a las brasas. Veo sus caras a través del vidrio, sudorosas al extremo pero no sólo del ambiente agobiador que los envuelve, sino de un destino carente de esperanza y escapatoria. Sus manos –como las del arrozal o las del maestro del cigarro- se ven curtidas por la maniobra interminable que ejercen de pie durante horas y horas. No sonríen, no expresan cansancio, nada; sólo un semblante robotizado por el encierro… Me imagino sus vidas también encerradas en pequeños cubículos sin luz ni comodidad alguna, esperando cada día igual al otro… Y uno que se queja a veces….
Apurados por este ambiente, nos tragamos la sopa y los tallarines y seguimos empujados a dónde la masa nos llevaba. Llegamos así al templo budista donde se guarda una reliquia de Buda. Dos dientes para ser específicos. El templo provoca un encuentro fuerte de sentimientos ya que por un lado es una ostentación de lujo, oro, brillos y marketing espiritual evidente y por otro, extrañamente pareciera que algo de religiosidad lo habita al menos en la fe de los que ingresan a hacer sus oraciones. Los encargados del templo son monjes vestidos de amarillo anaranjado, pelados, primos cercanos al Dalai Lama en aspecto, que cantan su oraciones en medio de una horda de turistas y fotografías. Trato de ponerme en su lugar y la verdad sería como tratar de hacer oración contemplativa en medio de Fantasilandia. Desencanta que detrás de cada cosa haya un vasito para donaciones o plata, pero si se sigue el código logra ser un espacio impresionante. Debe haber al menos dos millones de estatuas de diferentes versiones de Buda y de dioses que protegen a cada signo del horóscopo chino. Llama la atención la presencia del verde y el turquesa en la corona que sostiene la espalda del Buda y el dorado que escapa de su cabeza o de sus miles de brazos.
Me apena mi vago conocimiento del budismo para poder comprender mejor lo que veo y siento, pero sí recuerdo el libro de la historia del Buda y me sorprende profundamente cómo la historia de un solo hombre puede haber calado tan profundamente a millones de personas. Al ver su reliquia no puedo dejar de dar gracias por su existencia y pedirle que interceda por mi para alcanzar su plenitud y unión con todo, sobrellevando las circunstancias del mundo con tanta sabiduría. También pienso en si tuviésemos la posibilidad de estar con alguna reliquia de Jesús, cómo reaccionaríamos los cristianos…
Una cosa curiosa que nos sorprende a la vuelta del templo, son las tiendas de unos cuadrados de jamón con tocino frito que son el furor de los chinos. Hacen colas de una cuadra para comprar esta delicia, terror de los infartos cardiacos y la obesidad mórbida. Sin embargo compensado con el caldo de agua y el tofu, aquí casi nadie se ve con sobrepeso o problemas de salud. Lo que sí se ve y me agrada el gesto, son los viejitos chinos. Sus familiares los sacan a las calles en sus sillas de ruedas o carritos para que contemplen las celebraciones. Son muy flacos, de una edad indefinida que podría superar el siglo, con rostros idos, sin facciones prominentes. No tienen nariz grande, ni cejas, ni peras… Todo apenas sobresale del cráneo así como su pelo lacio y blanco que les rodea la cara.
Salir de las calles del Chinatown cuesta ya que son miles los puestos, los anunciadores de sus productos, las degustaciones públicas, las ventas, los suvenires y decoraciones para la fiesta del año nuevo de la cabra. El conjunto de tiendas es como una dragón de esos que bailan, pero que en vez de pasos te sorprende con parlantes y manos rápidas que cuentan y cuentan plata. El chino “capitalista” caricaturescamente hablando ha perdido gran parte de su “riqueza”.
Saliendo de las calles del Chinatown, Singapur recupera su compostura moderna y sofisticada. Grandes pantallas LED en las calles anuncian nuevos recitales o productos y sólo uno que otros artista callejero se atreve a hacer sus piruetas en alguna esquina. Volvimos agotados cerebralmente hablando y nos metimos a nuestra caja de zapatos sin chistar. Dormimos como Blanca nieves en la casa de los enanos, pero con sueño y cansancio, cualquier lugar es bienvenido.
Día 30: De visita en el mundo de Disney
Para airearnos un poco de tanta multitud y apretujamiento, el segundo día en Singapur decidimos pasarlo en la isla de Sentosa. Un lugar creado por el hombre para “la diversión” (no hay palabra que me cause más nauseas que esa a estas alturas de la vida). Nos fuimos en el metro y llegamos a un lugar que parecía Disney. Primera parada, el mall al final de la estación. Luego una vista a una bahía increíble con cruceros y jardines impecables donde todo está perfectamente iluminado, perfumado, con los colores combinados, con los caminos para cada cosa anchos y bien señalizados. Pasillos que rodeaban un mar turquesa, como recién pintado, iban musicalizados con música y anuncios que nos llevaban al paraíso de la diversión: Universal Studios, un Sea Aquarium, el Museo de cera, el paseo a los dinosaurios, los parques espaciales, un simulador de vuelo… todas las entretenciones perfectas para grandes y chicos, por “módicas” sumas de ingreso en cada una. Las entradas iban desde 40 a 150 dólares por persona para estar con Shrek, con el pez de Nemo o con Bruce Willis. Lo increíble es que todo estaba lleno y la gente compraba y compraba suvenires como si fueran bolitas de dulce.
Nosotros nos dimos vuelta por estas instalaciones increíbles y majestuosas, que no dejaban de impresionar por su arquitectura y coordinación. No había espacio que no se hubiese pensado y diseñado para la diversión. Por eso no debió habernos sorprendido tanto las tres playas a las que fuimos de paseo. Eran absolutamente falsas; inventadas desde cero por el hombre para hacernos pensar en el paraíso: arena blanca, mar tranquilo, palmeras, juegos de niños, restaurantes, baños perfectos con camarines, salvavidas, puentes colgantes, juegos de agua, buses que llevaban y traían con música, jardines recortados y del tamaño perfecto, ausencia de bichos, de basura, de vendedores ambulantes… Todo perfecto!!!! Uno podría pensar que de verdad llegó a todo lo soñado, pero el espejismo se desvanece antes de tocarlo. Falta la mano de Dios!!! La perfección uniformiza todo; lo hace plano, sin vida, sin movimiento, blanco albo, medido y contenido… Me gusta más lo silvestre, lo que florece sin permiso, lo que ilumina sin estar pagado, lo que alimenta el alma sin meter unas monedas a alguna máquina. Ni siquiera habían peces, ni pájaros, ni lagartijas… Yo creo que hasta los árboles estaban como actuando para parecer verdes.
No obstante la crítica al lugar, lo pasamos muy bien ahí contemplando a la gente y conversando de lo que estábamos viviendo. Sorprende a nuestros ojos aún la diferencia que hace el árabe en el trato a la mujer. Si estaban en parejas, ella se bañaba con toda la ropa puesta; hasta con los anteojos. Si eran grupos de mujeres, parecían un concierto de monjas descarriadas, aprovechando el minuto de libertad con risas y alaridos, mientras veían a sus hijos pequeños bañarse. Ninguna tocó el mar y al intentar hacer contacto visual con ellas, sacaban lejos la mirada. Sus hijitas vestían verdaderos trajes de rana que les nadaban en sus cuerpos flacos y oscuros. Qué contraste al ver a la Trinita que disfrutaba en total libertad el agua y la arena por horas y horas…
Lo otro que observamos con atención fue la raza hindú o india. Todos con su punto pintado en medio de los dos ojos, morenos como la noche, de facciones prominentes y llenas de fuerza. A diferencia de los chinos, sus miradas develan colores y sabores fuertes, pero también desconfianza y distancia. Sus dientes grandes y blancos destacan en medio de la negrura casi tanto como sus ojos almendrados y curiosos, pero no logran ser bellos los que aquí vemos. Muy por el contrario, les falta un retoque que afine su cara, una luz que ilumine sus ojos, una alegría que brille en sus dientes. Sí llama la atención la ropa femenina, tan preciosa, tan distinguida, tan bien amarrada a la silueta sin importar los años que tengan. Tienen curvas y caderas anchas, cuerpos de mujer bien armados y fuertes. Hasta la más anciana, se ve como una reina, con su trenza gruesa y cana que cae entre medio del satín y la seda. Los hombres por el contrario, en su mayoría, dejan mucho que desear. No se visten a la usanza tradicional y la ropa que eligen trasluce unos cuerpos afeminados y de piernas flacas. Hay mucho emparejado, o al menos de la mano, que no sé si interpretar necesariamente como homosexualidad ya que desconozco la cultura. Sus rostros son como bosquejos de carbón a medio terminar; no se vislumbran sus facciones, sólo una mirada ladina al andar. Se ven mucho más pobres como pueblo que los chinos. Son silenciosos y observadores; como si fueran huéspedes en este lugar.
A las demás rasas o pueblos no nos fue posible detectarlas, pero suponemos que aquí también hay gente de Malasia, de la misma Indonesia y de todo el sudeste asiático, ya que Singapur es como el Jerusalén de esta zona en los tiempos de Jesús. El epicentro de todo y el ícono del progreso y la riqueza. Basta sólo ver los miles de barcos llenos de conteiner y fábricas que miramos desde el borde de nuestra “playa”.
A la vuelta de este paseo a Disney, fuimos disfrutando de los espectáculos de luces y fuegos artificiales que no podían estar ausentes en la “diversión” y llegamos a nuestra caja de zapatos contentos y cansados nuevamente.
Día 31: De visita en el futuro
El día amaneció muy caluroso y parecía que los edificios de espejos se llenaran de vida y nos quisieran aplastar como enanos insignificantes en medio del cemento. No es que sea negativa la visión de este país – de hecho es absolutamente subjetiva y sólo una foto de ella- pero son muchos los estímulos que inquietan el alma. Uno de los que más llama la atención es el lujo de los autos. Yo me declaro ignorante total, pero la mayoría que se ve andando como si fueran simples Toyota son Mercedes, Audi y BMV. Ellos pasan a ser del montón al lado de modelos de Porche, Lamborgini, Ferrari y miles de pequeños cohetes terrícolas que se adueñan de las calles con sus colores estridentes y sus motores furiosos. Me llama la atención al verlos de cerca, lo chicos que son. Su altura no sobrepasa mi cadera y sólo son para dos personas. Se ven asientos de cuero y una sofisticación que sobrepasa el millón de dólares – según los niños-. A mi me resultan demasiado rastreros, egocéntricos y esclavizantes. Si sólo un espejo es el sueldo de varios meses de una persona… Aquí a diferencia que en Bali, pueden andar a sus anchas y “lucirse” a la vista de todos, pero me parece que la competencia pasó los límites y perdió su sentido desde el minuto que todos comienzan a tenerlo. Lo encuentro penoso la verdad…
Así de auto en auto, nos fuimos caminando largas distancias que nuestros pies resintieron bastante- a lo que se llama Marina Bayside que está coronado por tres edificios increíbles que se unen arriba como por una especie de arca metálica o surf. Para acceder a ellos eso sí hay que cruzar por el epicentro máximo del consumo; el mayor y más lujoso centro comercial que yo al menos haya visto. De las tiendas que reconozco estaban al menos Louis Vitton, Dior, Versace, Gucci, Pier Cardin, Rolex, y muchas marcas más que tenían sus templos edificados con el máximo esplendor que puedan imaginar. No medían menos de 100 metros cuadrados cada tienda y por supuesto nada tenía precio. Tampoco nadie entraba, no al menos para comprar. Realmente impresionante a lo que puede llegar el exceso del hombre… Zapatos con tacones de brillantes, carteras con incrustaciones de piedras preciosas… para qué me pregunto yo?.
Los edificios símbolo de la ciudad son las 2.500 piezas del hotel más lujoso de la ciudad que arriba tiene un parque y una piscina para sus huéspedes. Pinganillas como somos, nos fuimos a meter hasta el último piso y la verdad la vista era impresionante. A ratos daba vértigo, pero más dejaba en silencio contemplar el poderío que puede alcanzar el hombre. Desde allá arriba vimos cómo todo estaba articulado, unido por puentes increíbles de metal y vidrio, árboles gigantes de fierro decorados con enredaderas como callampas vivas, estadios con graderías decoradas para el año nuevo chino, las explanadas, los malls… Una alabanza al cemento y el fierro dominando absolutamente el paisaje con absoluta perfección y armonía. Todo en su lugar, todo iluminado y tensado para producir el escenario del futuro. La verdad así se siente después de haber subido los 55 pisos en menos de 30 segundos (con tapada de oídos incluida): estar contemplando el futuro al que aspiran todos y sentirse absolutamente fuera de lugar…
Una reflexión que escribí puede ayudar a expresar mejor la sensación:
Hoy todos los países, ciudades y ciertamente muchas familias añoran y se desviven por lograr superar el subdesarrollo. Ese estado donde sólo unos pocos viven cómodamente y los demás deben adaptarse a una supervivencia más o menos digna. El anhelo es legítimo y necesario para poder conquistar el orden, la seguridad, la confianza en las instituciones y la posibilidad de surgir por medio del trabajo y el esfuerzo. Sin embargo, conquistado ese estado en donde todo funciona a la perfección y todos tienen condiciones adecuadas de vivienda, salud y trabajo, se produce un giro muy peligroso en el cual el subdesarrollo se traslada al espíritu de los pueblos. Tienen comodidades pero los invade el consumismo y la competencia por el lujo. Tienen confianza en la funcionalidad de todo, pero pierden libertad esencial y de pensamiento. Ganan en servicios y productos, pero pierden el contacto con lo natural, con lo humano y con lo divino. Conquistan el mundo material, pero se encierran en él y se les oscurece la mirada. Se llenan de autopistas y grandes rascacielos, pero pierden la posibilidad de contemplar las estrellas y disfrutar del silencio. Se llenan los bolsillos de dinero y de ambiciones, pero se le escapan los sueños y las ilusiones. Se rodean de arquitectura impresionante y diversiones espectaculares, pero se les esfuma lo auténtico, el gozo y la alegría. Los espacios públicos son amplios y perfectos, pero el mundo interno se jibariza y se empobrece. Entre subdesarrollo y desarrollo es desesperanzador el panorama futuro… Habrá que al menos tener conciencia y ver qué caminos tomamos en esta difícil ecuación.
Aprovechamos de ver la piscina famosa y su borde terminaba en el acantilado del edificio. Otra proeza del hombre, digna de alabanza. Estaba repleta de asiáticos uno al lado del otro, con sus toallas blancas amarradas a la cintura y me recordó las termas de Colina (sólo una módica diferencia de precio obviamente!!). Me doy cuenta cuánto valoro la soledad y el espacio; sin duda un privilegio que aquí valdría demasiado. Todo está lleno; no hay lugares vírgenes; sin ser víctimas del sistema y del hombre…
Nuevamente bajamos por el ascensor supersónico y nos dirigimos a los jardines más preciosos y perfectos que uno haya visitado. Nada que comparar eso sí con los jardines franceses o los templos de agua de Bali, que llevan en la savia algo real y ancestral. No, aquí todo es higiénico como en un laboratorio. Los colores fueron pensados antes de que crecieran y las hojas dirigidas dónde algún paisajista previó para armar el conjunto planificado. El resultado está absolutamente logrado; no hay nada fuera de lugar ni una planta que desentone. Los parques son atravesados por recorridos de pavimento a donde el pasto llega respetuosamente como si le cobraran multa al excederse y donde no entran ni las mariposas sin pagar peaje. Una melodía de colores articulados en un tejido lindísimo que se alternan para darle gusto a los visitantes. Nada ha quedado al azar: las señaléticas, las fuentes de agua, los puestos de venta, los domos con museos o exhibiciones especiales, los asientos, los basureros, los carritos de golf para llevar a los cansados están planificados a la perfección. Me imagino los miles de hombres y mujeres que han trabajado en cada metro cuadrado de este parque, calculando las luces, los riegos, las siembras, las plagas, los vientos, la cantidad de sol, etc.…
Coronan esta parte del paseo seis u ocho árboles metálicos en forma de callampas que le dan un carácter aún más futurista al paisaje. Cada fierro de color morado o verde, está rodeado por enredaderas y plantas que lo revisten y le dan un aire semi vivo. Entre ellos están comunicados por puentes elevados y uno de ellos –el más alto- tiene un mirador y restaurant en la copa.
Hasta ahí ya eran imponentes, pero al llegar la noche nos regalaron el espectáculo más lindo que haya visto en años. Primero todo se hizo noche y el cuasi silencio llenó el lugar. De pronto una música clásica medio étnica y oriental despertó a estos esqueletos de metal y para mi gusto – a través de las luces- les dio vida y las convirtió en bailarinas chinas. Primero lenta y suavemente se fueron vistiendo de diferentes colores y parecía como si cada uno escondiera una lámpara de papel de arroz con colores pastel. Luego la danza se volvió más enérgica y las “bailarinas de metal” comenzaron a mover sus “abanicos” y a “disparar” miles de luces de colores como si quisieran seducir con ellas al cielo. Sincronizadas a la perfección pasaban del verde al turquesa, del rojo al púrpura y del amarillo al naranjo como si sus cuerpos de plantas se hubiesen convertido en vestidos de seda glamorosos y brillantes. De espaldas en el suelo contemplábamos esta maravilla humana y pensé que de esto también se podía hacer una alabanza a Dios. Permitir que toda esa maravilla ingenieril diera a luz a este hijo maravilloso de música y color, me regaló un poco de esperanza en este futuro tan frío a ratos y tan carente de libertad. En un momento las luces dejaron de ser luces y las estructuras metálicas desaparecieron de mi vista y todo se convirtió en un espectáculo de estrellas, cometas y presencias amorosas que me recordaron mi infancia y me detuvieron en el aquí y el ahora. Fue cómo un vórtice que detuvo el tiempo y nos permitió contemplar la belleza en plenitud. Un privilegio –otro más- que sólo se puede agradecer.
Y por si fuera poco, después de eso fuegos artificiales que a mi gusto estuvieron de más. Lo otro fue fino, precioso, lleno de gracia y feminidad… Seguramente el equipo de ingenieros que creó el espectáculo de luces no debe haber quedado muy feliz con que después agregaran algo “tan mundano y ruidoso”.
Así con una vista al futuro, nos devolvimos al presente acompañados de una masa inmensa que atiborró los metros, las calles y todo lo que teníamos al frente, así que al llegar al barrio chino, casi como que nos sentimos en “casa”.
Día 32: Las últimas lecciones en Singapur
El lunes fue nuestro último día en esta ciudad que nos ha impactado y cuestionado a todos. Lamentablemente –creo, ya que uno nunca sabe por qué pasan las cosas- nuestros planes de visitar el barrio indio y el musulmán se fueron al tacho de la basura, al igual -parece- que mi pasaporte que desapareció misteriosamente dentro de los ocho de la tribu.
Yo creo que era un plan maléfico de Andrés para deshacerse de mí, pero no le resultó (jaja!!) ya que después de verificar que no estaba en el hotel, tuvimos que dejar a los niños “guardados” en la caja de zapatos e ir a la embajada de Chile para que me dieran un nuevo pasaporte. Las oficinas eran de lujo y estaban ubicadas en el mejor barrio. Ahí me atendió un “compatriota hombrecito” muy pajarón (por decirlo en elegante), pero al que le agradecí al menos que hablara “chileno” e intentara ayudarme. Lo malo es que no sabía ni la clave del internet, ni cómo se hacía el trámite ni nada. Gracias a Dios la secretaria –una local de Singapur- sabía todo el tejemaneje y logramos después de tres horas de bastante angustia obtener el famoso pasaporte consular. Resultó finalmente que el hombrecito era el cónsul, lo que me dejó bastante inquieta, ya que en las tres horas en que lo vi, sólo le fue a preguntar mil veces a la secretaria qué y cómo hacer todo. Tranquilizador panorama no es cierto… ¡!!!
Dentro de las anécdotas curiosas frente a este episodio transcribo dos últimas reflexiones:
Un síntoma para reflexionar me sucedió tomándome una foto para un documento. El técnico que la revelaba, sin preguntarme, comenzó a “arreglar mi imagen” a través del photoshop. En menos de dos minutos, había borrado las imperfecciones de mi piel, había eliminado las arrugas de mi frente y dado luminosidad general a mi cara. Inconsciente aún dejé que “retocara” mi foto hasta que la imprimió. Al verme ciertamente seguía siendo yo, pero parte de mí también se había borrado. Al principio la idea de verme más joven y con una piel de porcelana me encantó, pero luego al ver mejor la foto constaté que se le había ido la historia, la huella de la vida que me hacen ser lo que soy con “mis gracias y desgracias”. Hoy todo parece tender hacia lo “perfecto”, lo “transparente”, lo “higiénico”, porque parece más atractivo y bello en la forma. Sin embargo, el gran riesgo es que se pierde del fondo, de la sustancia, del hálito único de vida, de los avatares de la historia que nos han construido a punta de costalazos y machucones. Hay que estar muy atentos porque así como dejé pasar la foto y me vi arrastrada por “la juventud” que ya se me escapa, así también en todo se puede colar este virus ciertamente seductor y agresivo. La verdadera vida es con manchas, con sombras y luces, con arrugas y gestos, con sabores y olores propios, que nos muestran que hemos recorrido un camino maravilloso de vivencias y que no hemos estado en el mall de la existencia, con pasillos relucientes y ambientes aromatizados artificialmente.
Como seres humanos de carne y hueso necesitamos para vivir tranquilos un piso firme, que nos permita pararnos y enfrentar los movimientos de la vida, al menos con un punto fijo; un ancla. Parte de esta seguridad nos la da el tener patria; un suelo al cual pertenecemos por derecho y que nadie nos lo puede quitar. Sin embargo, cuando ese piso se torna movedizo, incierto y condicionado a la arbitrariedad de otros, fácilmente se genera una angustia existencial importante.
Los derechos se esfuman y nos sentimos en una vaivén de vientos que nos llevan donde quieren. ¿Qué hacer frente a esta incertidumbre basal tan desconcertante? Probablemente aferrarnos a la única ciudadanía que nadie nos puede arrebatar: la de ser habitantes del cielo e hijos de Dios. Es Él quien regala cada segundo de vida y cada ancla de nuestro ser. El ve y envuelve todo movimiento que hacemos y protege cada circunstancia que vivimos para que sea un aprendizaje fecundo y que podamos soportar. Nada escapa de sus dominios ni de su ley, por lo que nada debiésemos temer. Nuestro pasaporte divino siempre tendrá la puerta del cielo abierta para nosotros; una visa vitalicia para la paz y la felicidad. Depende sólo de nuestra voluntad a dónde queremos tirar el ancla definitiva de nuestra vida y a qué nos queremos aferrar.
En definitiva, ¿me gustó o no Singapur? Yo creo que la respuesta queda a la vista.. Me costó esta ciudad. Me costó pensar que también Chile y muchos países quieren ir hacia allá. Me llenó de inquietudes y de desesperanza. Por eso volví a Bali feliz; feliz de oír nuevamente las ranas de verdad, escuchar las lagartijas que nos habían extrañado; ver los arrozales moverse por el viento y las tormentas y no porque un ingeniero lo pensó así. Difícil es desafío del futuro pensado así… No me cabe duda, que al igual que en el barrio chino, iremos contra la masa, nos veremos muchas veces arrastrados por la corriente, tensionados por el tener y el aparecer, y frente a eso, nuestras fuerzas no son nada… Todo está –como siempre- en las manos de Dios.
Día 33: Caleteando por Bali y su idiosincrasia
Después de la travesía por el futuro que nos ofreció Singapur, la verdad fue un agrado volver a los arrozales con todo lo que ello implica. Supongo que siempre el “salir” de lo conocido, nos permite valorar aún más lo que no es obvio, sino un tremendo privilegio y regalo. La sonrisa y la dulzura, las ofrendas y las motos, los despelotes y las playas verdaderas… pasaron nuevamente a ser parte de nuestra rutina y paisaje por varios días tranquilos.
El tiempo volvió a hacerse inestable cambiando de opinión a cada rato. Es como que tomara cada mañana la decisión de regalarnos un cielo calipso y un sol radiante, pero después amurrado se arrepiente y nos manda vientos fuertes acompañados de nubes negras y lluvia abundante. No faltan los truenos y los temidos relámpagos que retumban en toda la casa. Sin embargo nunca nos había tocado una ráfaga de viento como la que sufrimos un día. Mientras almorzábamos vimos que comenzó a chispear; luego en segundos empezó a correr viento y de repente todos los vidrios y puertas de la casa empezaron a sonar. La sensación de miedo fue similar a la de los terremotos, pero extendido en un tiempo que nos pareció infinito. Estábamos metidos adentro de la casa de ramas y el lobo soplaba fuertísimo, sin piedad, queriendo comernos igual que a los cerditos.
Subimos al segundo piso atemorizados y curiosos y el espectáculo era dantesco. Todos el paño verde del arrozal parecía un remolino furioso, violentado e iracundo frente al enemigo invisible. El viento atacaba en todas las direcciones y las cosas comenzaron a volar. Primero la ropa, luego el quitasol de nuestro jardín se fue fuera de nuestra casa, pero ahí vino lo más terrible: la casa en donde viven nuestros vecinos, los maestros, se empezó a dispersar por los aires convirtiendo cada tablón y zinc en una arma filosa y veloz que se propagó por el arrozal. Los pobres hombres no fueron alcanzados porque Dios es muy grande y sus antepasados deben haber estado agradecidos con tanta ofrenda y sacrificio, pero realmente fue una masacre del huracán. Quedaron sin techo y sin varias murallas y todo se convirtió en un caos que nos apretó a todos el alma. Deben haber sido unos 15 minutos que estuvimos en el ojo del huracán, pero agradecimos de verdad el que no hubiese ningún herido y no haber estado manejando o caminando en esos momentos, ya que el peligro fue grande y real.
¿Dónde viene la idiosincrasia increíble de este pueblo?. Mientras recogíamos los desórdenes provocados en nuestra casa, pensé que podríamos ir en la tarde a ayudar a los maestros a re armarse u ofrecer nuestra ayuda. No había pasado ni una hora, cuando los mismos hombres habían reconstruido todo de tal forma como si hubiese sido sólo una ilusión óptica. Nada de ayudas del estado, ni tiempo para lamentarse. Rasguñarse con las propias uñas, sin llorar y a seguir trabajando como si nada. Me quedé contemplándolos un largo rato admirada de un espíritu tan fuerte y resiliente, hasta que me empezaron a saludar y hacer chistes.
Me quedé rumiando la experiencia desde muchos puntos de vista; ¿será que están tan acostumbrados a perderlo todo o a no tener nada, que se arman y se desarman con tanta naturalidad?; ¿será que su carácter optimista y donde todo fluye les ayuda a soportar mejor las adversidades?; ¿será que saben que no cuentan con nadie más que sí mismos y que sólo ellos pueden volver a levantarse?; ¿será que el clima es parte de su ADN y que los dramas para ellos se convierten también en fiesta?; ¡cuánto de esto nos vendría bien a los chilenos….! Dicen que los balineses cuando más problemas tienen, más sonríen ya que con eso creen espantar los malos espíritus y cambiar su suerte. Francamente un ejemplo loable y conmovedor…
Comiendo con nuestros conocidos y casi amigos chilenos (vamos subiendo de categoría) que volvieron del viaje, hemos constatado muchas de las intuiciones y costumbres balinesas que hemos experimentado en carne propia. Se acuerdan que hablaba hace unos días de la inseguridad; bueno es real; aquí puede pasar cualquier cosa con la policía, con el manejo, con las instituciones, con todo, ya que las leyes no son tales, las líneas rectas siempre se encorvan, los precios no son los reales, los mapas no te llevan donde deben y lo que debiese ser derecho se torna siempre para el revés. Quizás uno podría volverse loco con eso, pero no!!! Aquí todo, TODO, se puede arreglar con el “vil dinero” y eso es lo único seguro y que funciona a la perfección. Terrible por una parte, porque la corrupción llega a todo nivel y no hay espacio que no pueda arreglarse con algún favor. Es más, los famosos cobros ilegales de los policías, supimos son parte del sobre sueldo conocido que ellos reciben a una dura trayectoria familiar. Aquí para ser policía debes pagar mucha plata y las familias pobres se endeudan para poder acceder a este status. Luego con el sueldo no les alcanza y por ello los “cobros extras”. Me llegó a dar pena haberme arrancado del pobre hombre… Es más si uno pide el parte e intenta seguir lo legal, desajusta todo y genera un problema a la burocracia que desconoce este tipo de prácticas correctas y te preguntan molestos que por qué no le pagaste directo al policía. Así pasando billetes se puede ir sobreviviendo en esta isla sin tantos juicios, demandas y conflictos eternos. Aquí todo se arregla en el día y la cantidad de plata a pagar, sólo dependerá del tamaño de la falta y del humor de quien tiene la autoridad.
Eso sí hay un tema fuerte en estos días que no parece tener solución por la vía anterior y es el caso de la pena de muerte a los que trafican droga. Ya han matado a varios este año ya que el nuevo presidente indonésico está haciendo cumplir estas penas y hay más de 350 extranjeros condenados y que tienen fechas próximas para ser fusilados. Lo que más ha consternado a este país y al mundo son nueve chiquillos australianos que hace 10 años fueron sorprendidos y el próximo mes matarán a dos de ellos que tienen ahora 30 años. Lo más penoso es que estos hombres, durante este tiempo, se han rehabilitado, convertido al cristianismo, son artistas, tienen una empresa de ropa que manejan desde la cárcel (eso sí lo han podido comprar) y son tremendamente queridos por toda la comunidad carcelaria y por toda la isla de Bali. Qué dilema más profundo y terrible… Igualmente dicen que la droga existe fuerte acá a pesar de tan radical escarmiento… Conocer este lado oscuro de aquí y del ser humano es muy desesperanzador, sobre todo porque las salidas ni siquiera se alcanzan a vislumbrar…La droga finalmente siempre es una pena de muerte desde todo punto de vista…
Pero al adentrarnos en lo más íntimo de la isla, no fue todo negativo. Junto a Juanjo (el chileno), Andrés se cruzó todos los arrozales y encontró la panadería con hornos de leña de un francés. Hace tiempo no comíamos una baguette que crujiera y un pan con semillas que nos recordara nuestro terruño. Fue una bendición que duró la nada en nuestra pensión, pero que se agradeció enormemente. También nos dio datos de las mejores hamburguesas de la isla y de lugares que aún no hemos visitado y que sólo conocen los locales, así que esto no se ha acabado señores…
Caleteando, lo primero que hicimos fue ir a recorrer un sector residencial que está justo al otro lado de donde vivimos y que se llama Sanur. El camino era precioso ya que estaba lleno de verde y de jardines de plantas que parecían de cuentos. Se veían casas bonitas y un entorno playero con árboles y arenas amarillas parecidas al cous cous. Si bien el calor era intenso, nos pudimos proteger debajo de un árbol generoso y lleno de nudos que formaban caras de duendes. Había árboles a lo largo de toda la costa y ahí se guarecían también muchos turistas de la tercera edad y familias balinesas con niños y abuelos. La imagen era de sueño; la marea estaba muy baja y dejaba a la vista una gran superficie de algas que a través de grandes o pequeñas islas o manchas, teñían de verde la superficie transparente del mar.
El borde estaba como preparado para un cuadro: cientos de botes “arañas” de colores chillones y cuerpos de bambú, esperaban pacientes a que las aguas del mar crecieran y le dieran vida y sentido a sus cuerpos acalorados. Los cuerpos flacos y morenos de los viejitos balineses combinaban bien con los blancos y gorditos de los turistas y entre medio se metían los niños chicos locales, juguetones y coloridos, mojándose en este mar muy bajito y manchado. Para completar el cuadro a unos 400 metros hacia adentro del mar, aparecían las siluetas de unos pescadores que con el agua a nivel de las rodillas y sus lanzas de delgados palos, intentaban robarle algún tesoro al arrecife de coral. Y es que esta zona es plana, sin olas, un rompecabezas de algas y rocas bajas que anteceden la entrada al paraíso escondido. Para bañarse el lugar era un desastre, pero para admirarse con la belleza de la creación era única.
Armados con hawaianas caminamos hasta donde estaban los pescadores del cuadro, atravesando todo tipo de superficies extrañas. Algas, corales molidos, arenas movedizas, pozones tibios con pequeños peces atrapados, hasta que llegamos a una diversidad de formas y colores maravillosa. No sé porqué me imaginé que debajo del agua, las hadas habían construido aquí su reino arrancando de la superficie. Vimos amarillos intensos, turquesas, verdes chillones, rojos furiosos, blancos relucientes, lilas, azules, negros profundos, fucsias, celestes y todo tipo de cafés y grises, vistiendo a lo que parecían pequeños seres semi transparentes y escurridizos que huían a nuestro paso. El agua que comenzaba a moverse con más fuerza, les servía de perfecta escapatoria a nuestros intentos de pillarlos, así que nos instalamos un buen rato sentados en los pedazos libres de las construcciones de coral para contemplarlos. A simple vista no eran tan espectaculares, pero no más mirarlos comenzamos a ver pequeñas estrellas que parecían pulpos, pelotas que parecían cerebros tallados, árboles como bonsáis, flores de colores, peces diminutos, gusanitos de mar, formaciones sin contornos definidos, que se recogían al tocarlas y así todo este reino de magia, silencioso y maravilloso. El único problema era que todo parecía lleno de trampas y era muy fácil caerse; lo que fue experimentado por mi trasero y espalda en tres veces seguidas, lo que dejó el “encanto” de las hadas muy evidente.
Ya de vuelta fue bonito ver cómo las familias enteras salían a recorrer las superficies de algas y a recoger algo de ellas. La imagen era muy nítida: un espejo de agua bajito y extendido, salpicado de manchas pardas y por sobre ella “flotaban” los pies y las ropas fuertes de todos estos visitantes. Tenía un dejo de apocalíptico o de tragedia post tsunami, pero era muy lindo y conmovedor.
Otro día, tomamos el auto y nos dirigimos hacia el sur de Bali, a Nusa Dua, que es como un pedacito de la isla que cuelga como un apéndice. Antes habíamos estado en un lado de ella, pero ahora cruzamos hacia el otro; un sector de acantilados muy altos y mares turquesas que se enamoran de las costas con un baile fuerte y seductor que rompe la orilla con formas muy curiosas. Como celosa de esta pareja, la vegetación hace su aparición en la escena metiéndose en la roca y creciendo donde parece imposible, luciendo un verde precioso e intenso.
Conscientes de tanta belleza, probablemente un grupo de visionarios y millonarios está haciendo un parque gigantesco que se llama Cultural Park en donde están “inventando” un producto all inclusive al mejor estilo de Singapur. Caminos anchos y perfectos, con esculturas de animales gigantes hechas en bronce, pilares de piedra caliza tallados de tamaño monumental, jardines artificiales y estatuas de dioses del tamaño de un edificio, entre otras cosas, que servirán para atraer a miles de turistas al paraíso de la cultura balinés con sus bailes, restaurantes y artesanías más típicas. El único inconveniente es que carece de raíces, es todo construido con buldócer y retroexcavadoras. Hasta los murales de dragones y pájaros tallados en cerros de 30 metros, estaban recién hechos y envejecidos artificialmente. Aún no está terminado, pero será una gran atracción de esta isla en el futuro… No fue raro entonces que muy cerca de ahí también nos encontráramos con condominios muy lujosos, con carritos de golf y parques muy cuidados. Las villas residenciales eran mansiones increíbles al mejor estilo americano, iguales a las que hay en Chicureo o en la Dehesa.
Sin embargo, no todo fue “nuevo y perfecto” en este recorrido ya que muy cerca de ahí, los balineses antiguos decidieron a hacer uno de los templos más importantes a nivel religioso: el Uluwata. Según su fe, este es el punto de defensa más fuerte para defenderse del mal que habita en el mar y por ello eligieron el punto más alto del acantilado.
Para entrar nos vestimos con sarong de color lila y cinturones amarillos que junto al verde y al turquesa hicieron una combinación increíble. A Iñaki le amarraron también el pañuelo clásico en la cabeza y se veía como un príncipe sacado de un cuento. Todos mis espigados monjes junto a la princesita, partimos atentos al bosque que antecedía al templo, ya que estaba lleno de monos poco amigables, que además eran expertos ladrones de anteojos y sombreros. Subimos por peldaños de piedra abrasados por un calor que ahogaba, admirando un precipicio que nos acompañaba sin ninguna seguridad. La piedra de las pequeñas murallitas quemaba al tocarlas, pero dejaban ver un horizonte de mar infinito que escondía formas oscuras en su fondo. La tierra y piedra del acantilado variaba de negro en la superficie hasta blanco como caliza ya llegando al piso. Supongo que eran el testimonio visible de millones de años de erosión y de fósiles marinos convertidos en roca. Además de la majestuosidad de la vista, nos llamó la atención el camino que rodeaba el templo de lado a lado de la cumbre. Era una pequeña muralla- como la china- rodeada de rústicas casas de monos hechas debajo de los arbustos. Sin embargo, no salieron al camino como siempre lo hacen, ya que el calor era tan fuerte que se metieron en las sombras del bosque. Las que sí salieron y fueron un regalo de colores y bailes fueron las mariposas. Había negras con diseños blancos como pintados con acuarelas, había amarillas, blancas con el negativo en negro, rojas, naranjas, pero sin lugar mis favoritas fueron unas mariposas café muy oscuras, cuyo centro era de un turquesa metálico que hipnotizaba. Además eran las más grandes y lentas como sabiéndose hermosas para mostrarse. Achicharrados y casi deshidratados por este calor tan inusual, nos fuimos sorprendidos de las maravillas de la naturaleza y del trabajo tan minucioso y sacrificado del hombre.
Seguimos recorriendo en auto culebras de pavimento negro, escoltados por muros verdes densos hasta que llegamos a una callecita que nos llevó al corazón del surf de todo Bali. Lejos el lugar más cotizado y visitado por los fanáticos de este deporte en todo el mundo, tenía buenas razones para su fama. Los mismos acantilados del templo aquí estaban cortados en zig zag para llevarnos a un encuentro de piedras donde entraba el mar. Por supuesto que el camino se había poblado de restaurantes y tiendas que reflejaban un estilo de vida o aire muy particular. Cómo explicarlo: relajo, mucho trasnoche, alcohol y “carrete”, pero en buena. Una vida sin responsabilidad ni compromiso alguno, pero atractiva y acogedora en cierta forma. En el fondo se respiraba una libertad intensa, a veces excedida y mal usada, pero sobre todo vinculada a la naturaleza y a lo más radical de los seres humanos: la vida efímera y la ansiedad por aprovecharla. Un lugar de juventud con todo lo que esto implica: puro presente, cuerpos lindos y bronceados, ojos brillantes y narices peladas por el sol, brazos fuertes y espaldas anchas, coqueteos y juegos sin descaro, extroversión y temeridad. Una fragilidad y fuerza mezcladas con la sal y el calipso del cielo.
Bajamos por escalones de piedra hasta las cavernas que hacían de portales para llegar, probablemente, a uno de los lugares más lindos que he visto en mi vida. La marea fue benévola con nuestra visita y pudimos acceder a una playa angosta y corta que estaba limitada en su espalda por los murallones de roca que subían al cielo y que terminaba en unas formaciones rocosas negras con plantas verdes. Los 10 metros de arena amarilla y suave llegaban al mar para unirse con los restos de un coral antiguo que hacían pozas de agua cristalina. El verde y el celeste se turnaban para dar la bienvenida y hacían tratos con la luminosidad del sol, que enceguecía con destellos de luz plateada sobre el mar. Un sueño de película, protegido de la basura y coronado a la distancia por los hombres y mujeres que más adentro se encumbraban en las olas, queriendo tragarse la adrenalina que los mantendrá vivos.
Hubiese sido lindo quedarnos ahí contemplando todo lo lindo que ha hecho Dios para siempre, pero el néctar sólo se toma de a poco para que se conserve en el alma…
Nos fuimos de ahí llenos de gozo e impregnados del aire tan vitalizante y mágico de la “juventud”. Al subir de vuelta cuando casi anochecía, me llamaron la atención las mujeres. En primer lugar las balinesas que atendían los puestos y que vendían pulseras tejidas por ellas. Había muchas de diferentes edades, con dientes o sin ellos, con guaguas o niños pequeños que se les escapaban de las manos, con colores en sus ropas combinadas con tanta gracia que parecían vestidas para una fiesta. Probablemente eran feas de cara, pero tan alegres y risueñas sus miradas, que se convirtieron ante mis ojos en princesas preciosas de un reino misterioso, llenas de secretos y pócimas mágicas. Eran como envases humanos de encanto, con manos duras y ágiles dispuestas a tejer y a trabajar en lo que fuera, pero sobre todo su risa quedó sonando en mis oídos para siempre. Qué delicia!!! Manaba de adentro, divertida, ingenua, como agua fresca que destilaba entre los acantilados hacia la tierra. Contrastó con ellas la invasión de caucásicas perfectas que empezaron a invadir la playa, seguramente en búsqueda del panorama nocturno. Muy llamativas, con sus pelos de trigo y oro ostentosos, enmarcando sus rostros dorados y escarlatas, sus cuerpos jóvenes más o menos voluptuosos, sus tenidas ligeras y bien pensadas, sus labios y ojos muy pintados, todo previamente pensado y preparado para la belleza y la conquista, pero no traían ninguna sonrisa dibujada. Más parecían guerreras de hielo apuntadas como flechas hacia su próxima víctima. Sus voces eran duras, daban instrucciones o hacían muecas simulando alegría, pero en ningún momento vi en ellas agua fresca. Probablemente envidian o anhelan inconscientemente encontrar la fuente de felicidad que alimenta a las princesas desdentadas y ajadas por el trabajo… ¡Qué paradoja no…!!!
Siguiendo con nuestro afán de descubrir los últimos rincones de esta isla, fuimos en nuestra moto a recorrer los arrozales que están a punto de ser cosechados. Los campesinos los protegen con espantapájaros, con hilos plásticos y tarros que se mueven con el viento, para que las espigas cargadas de granos no sean asaltadas después de tanto trabajo y sacrificio. No parecen haber ladrones humanos ya que no hay cercos ni protección alguna a estos mantos exuberantes de alimento que parecen ofrendas. Tan lindos, tan llenos de vida, parecen melenas bailando al son de los cielos para alabarlos y darles gloria. Los caminos de motos son del terror; apenas pequeñas huellas que alguna vez tuvieron cemento, pero que hoy te hacen ir corcoveando y haciendo equilibrio permanente para no caerte en los bordes inundados del arrozal. Entre medio de estos parajes y perseguidos por una lluvia loca, conocimos la panadería del francés y un lugar exquisito para tomar desayuno. Café de verdad, croissant con chocolate, fueron un excelente aliciente para salir temprano de la casa.
Lo único que nos ha pasado en este último tiempo es que ha aparecido ya la reflexión sobre el retorno a casa. Cómo conservar lo que aquí se vive; cómo atesorar lo vivido; cómo volver y compartir la apertura experimentada… Son muchas las inquietudes que ya vienen germinando en mi alma y espero poder encontrar respuestas ya que hoy sólo me visita la incertidumbre… Sé que el tema está en mi mente y no en el espacio que me rodea, pero aún me parezco muy tonta e incompetente. Sin embargo, el ángel de la ligereza me vino a visitar esta mañana, para que tome todo con más humor y no construya dramas inexistentes… Habrá que ser como Bali, fluir y reconstruirse después de cada ventarrón con una sonrisa de princesa encantada en la cara y en el alma. Difícil no es cierto!!!
Día 34: En el corazón vivo de la isla
Geográficamente Bali tiene playas de diferente tipo a todo su alrededor dependiendo hacia dónde miren. Unas son de arenas blancas y aguas mansas, llenas de peces de colores y coral; otras de aguas convertidas en un eterno bailes de olas (delicia de los surfistas) y arenas más oscuras y pegotes. Otra área tiene acantilados bañados de aguas violentas y turquesas y unas pocas playas, tienen rocas negras que arden con el sol. Pero si la miráramos desde arriba, a toda esta superficie costera multicolor la siguen las plantaciones de arroz que van suavemente ascendiendo hacia pequeñas lomas teñidas de verde intenso. Las escaleras van acortando sus escalones de agua y acompañándose de palmas de platanitos enanos y arbustos propios de una selva tupida y desordenada. Luego aparecen unas montañas más altas hasta donde el calor no llega y que están sembradas de bosques de bambúes y algo parecido al coigüe y el alerce sureños. Sigue siendo selva pero con menos tupición y vestida de helechos y musgos preciosos. Liderando todo este paisaje, coronan la isla los volcanes –que despiertan con más frecuencia de lo que uno pensaría- y lagos que parecen pedazos del cielo que se hubiesen caído a la tierra. Bueno, todo ese paisaje fue el que fuimos a recorrer en la última aventura vivida en esta caja de sorpresas balinesa.
Partimos en nuestro cuarto auto en arriendo (el segundo lo están arreglando del choque de la moto y el tercero era demasiado grande para manejarlo en estos laberintos) hacia un sector llamado Besakih. Fuimos acompañados por largo rato por artesanos de piedras que exponían sus trabajos increíbles a la orilla del camino. Budas, elefantes, dragones y monstruos espeluznantes nos miraron como queriendo subirse al auto e irnos con nosotros a Chile. La tentación es grande, pero también su tamaño y peso, así que se ve difícil nuestra futura convivencia.
Detrás de ellos estaba el mar revuelto y pegote que ya conocemos, hasta que en un punto doblamos hacia la izquierda y comenzamos a subir. Si bien no parecía que fuera tan empinado el camino, tuvimos que cortar el aire acondicionado en todo el ascenso para que nuestro querido cacharrito nos pudiera llevar al destino. Pasamos por pequeños pueblos llenos de magia, como detenidos en el tiempo. Casi todas las mujeres vestían con su traje tradicional balinés que consiste en una pollera hasta los tobillos con diseños de batik, arriba una blusa de encajes de un color y un cinturón de color chillón marcando sus siluetas. No son flacas ni lindas una vez más. Muchas son ancianas con pelos blancos y sonrisas sin dientes, pero el conjunto es de una belleza que hace ver princesas antiguas en todas las esquinas. Muchas veces se coronan las cabezas con cajas cuadradas de mimbre pintado, donde llevan ofrendas o comida, otras veces se cargan con pesados paquetes o las más llamativas con arreglos de frutas y flores que suben como tortas de novios sobre sus cabezas. Es increíble el peso que llevan y el equilibrio que logran, lo que me hace pensar una vez más en el arte de llevar con gracia y belleza todo lo que “cargamos” en nuestras mentes sin perder la capacidad de sonreír y mantener el equilibrio aun cuando estemos viejos y sin dientes. Creo que en occidente no llevamos cajas visibles, pero sí pesadas cargas que no siempre sabemos equilibrar.
Los hombres son en su mayoría campesinos y por ello no es raro verlos escondidos debajo de miles de ramas verdes, como totoras, caminando por las calles a pies pelados. Sus pantalones son los sarongs tradicionales y no falta el cigarrito que se vislumbra entre medio de sus manos oscuras y endurecidas.
Después de serpentear por los cerros de Bali, llegamos a un paisaje idílico tejido con madejas verdes de diferentes tonos que combinaban con un cielo albo y celeste. Compramos los tickets de rigor y ahí comenzó el recorrido a pie hacia uno de los templos más lindos y más grandes que completan la serie que hemos visto. Los templos aquí pueden ser familiares – los que hay en cada casa-, los comunitarios – equivalentes a nuestras parroquias- y los nacionales que son donde se realizan las grandes celebraciones y ritos. De estos grandes están los de la costa, los de los lagos interiores y este Besakih que está a los pies del volcán. Quizás es interesante saber que aquí las ceremonias varían de fecha de acuerdo a cada casta. Las castas se reconocen por sus apellidos y dividen al pueblo balinés entre los que descienden de los reyes, de los artesanos, de los sacerdotes, de los comerciantes y así van bajando de rango y posición hasta ahora. Así durante el año hay feriados y fiestas todo el rato, ya que cada clan celebra lo suyo de acuerdo a su historia.
Para llegar al templo caminamos en ascenso dos kilómetros con mucho calor, cuidándonos de tres peligros inminentes. Primero los hoyos del camino. Algunos piadosos ponen ramas o palos para avisarte, pero muchos están ahí como trampas de ratones para que nos caigamos. El segundo peligro son las arañas. Sí, mis regalonas!!!! Arañas más chicas que una pollito chilena, pero con un poto inmenso y una patas muy finas que alcanzan el diámetro de la mano de un niño. Sus tejidos son impresionantes. Como si nadie hubiese roto sus obras en siglos, han urdido verdaderos parrones que le dan un aspecto muy escalofriante al paseo. El tercer “peligro” son todos los vendedores de cualquier cosa que no te sueltan hasta no salir con algo en las manos. Los peores son las niñitas pequeñas. Una cabeza más chica que la Trinita, recitan su poesía de venta en todos los idiomas que saben, como cuando uno saludaba a los profesores cuando éramos chicos. Con un ritmo monótono y rotativo, te persiguen escalones arriba ofreciendo postales, collares o cualquier cosa. Si bien uno sabe que así funciona el mundo, a mí no me puede dejar de doler el alma, sobre todo cuando miro sus ojitos brillantes y un poco idos. Lo mismo sucede con los que te quieren ahorrar el paseo llevándote en su moto o los que ofrecen sus artesanías. El Pipe me pregunta si creo que algún día desaparecerá la pobreza… Lamentablemente, yo creo que no; es parte de la naturaleza humana el acaparar y no compartir. Es parte de las sombras colectivas y personales que todos cargamos…Iñaki delicioso interviene en la conversación y me pregunta si él podría ser millonario. Para qué le pregunto; “para hacer el Hogar de Jesús”, me dice; el de Cristo ya lo inventaron… Sin palabras… mi duende gruñón tiene un corazón de oro. ¡Dios lo cuide!.
Llegando al templo ilesos, nos recibe una imagen majestuosa. Se me ocurre parecida a la de las pirámides mayas que han encontrado en la selva. Si bien la arquitectura no tiene nada que ver, los edificios altos con sombreros de paja negra y subiendo en terrazas verdes con jardines de colores, me transporta a un espacio sagrado. Tiene más de 1000 años y es –según el guía (del que no nos pudimos zafar ya que nos persiguió los 2 km) un templo trinitario ya que lo habitan las tres manifestaciones de la divinidad. Fuego, aire y agua, cada uno con un nombre que no recuerdo, pero no deja de ser increíble las coincidencias en las concepciones de Dios. Los caminos dentro del templo, se despliegan como verdaderos laberintos. Es importante aclarar que los templos en todo Bali son portales de piedra muy decorados y tallados, que dan paso a explanadas abiertas con pequeñas o grandes pagodas en sus interior. No son entonces construcciones techadas como pensaríamos en nuestros códigos. Aquí los únicos techos los han construido las arañas que siguen acompañando la travesía para mi deleite.
Es increíble también constatar que todos los templos están vivos y vigentes. Aquí no hay ruinas de espacios sagrados; aquí Dios o los “dioses” siguen siendo alabados y venerados varias veces durante el día. En el recorrido nos metemos en una ceremonia donde unas 60 personas están haciendo oración. Están todos sentados en el suelo, mientras el equivalente a un sacerdote dice cosas e invita a orar. Lo escolta un señor con una campanilla que no deja de sonar y otros que tiran agua a los presentes. Es bonito ver cómo rezan con tanta devoción y van poniendo todas sus preciosas ofrendas en el altar de piedra. En los hombres domina el color blanco de sus ropas que contrasta mucho con su piel oscura y las mujeres con sus vestidos compiten con los colores de las flores y frutas. Una belleza…
Pero si se trata de linduras, me pican los dedos por poder plasmar en un cuadro a unas mujeres que además de todo lo anterior, se pasean cadenciosas con unas bandejas gigantes de choclos amarillos cocidos en sus cabezas. Los choclos están ordenados en forma de flor y de verdad son un espectáculo. Cada una debe llevar al menos 50, perfectamente ordenados formando una corona imponente sobre sus rostros de labios gruesos y piel de color café con leche.
Las otras que me seducen para grabarlas para siempre en mi retina y ojalá algún día pintarlas, son las viejitas. A veces su pelo blanco y ralo lo trenzan, otras veces lo guardan en turbantes, pero ahí están como pequeñas hadas arrugadas, acuclilladas en medio de los laberintos ofreciendo paquetitos de incienso. Muchas ya están sordas o ciegas y no saben nada de inglés, por lo que hay que estar muy cerca de ellas para lograr que vean el billete o que te entiendan algo por señas. Una dulzura difícil de describir, pero está concentrada en un cuerpo apenas visible que no debe superar los 30 kilos ni superar el metro 40.
Superados por los vendedores, salimos cargados –pero no en las cabezas- de varios recuerdos lindos y el corazón sorprendido por este templo único que dejó traslucir la boca del volcán que tenía cerca. Sabíamos que existía un recorrido para llegar a la cumbre, así que salimos a buscarlo…
De Besakih los letreros nos empezaron a llevar a un sector llamado Kitamani que no teníamos idea qué era. Estábamos en el corazón de Bali, sin turistas, rodeados de puro campo, de bosques de bambúes y de alerce o coigue local. El olor era delicioso. Pudimos respirar junto a la tierra el aliento de la naturaleza, húmedo, fresco y cargado de aromas desconocidos que cualquier desodorante ambiental sueña vender como elixir de dioses. El paisaje nos transportó a la carretera austral o a Tirúa a ratos. Troncos largos de colores jaspeados, con follajes altos y dispersos que dejaban pasar la luz del sol. Los caminos a ratos se convertían en un juego de agujeros en los que fuimos saltando sin parar y luego lomos de toro, que nunca nadie vio, que hicieron que toda la tribu saltara por los aires. Aparecieron muchos camiones llenos de arena y diferentes materiales que sin ninguna seguridad nos escoltaban el camino. A punta de rezos nos fuimos hasta que llegamos a la cumbre de este camino. Y guauuu, un lago tremendo nos esperaba como para asombrarnos aún más la vista.
Kitamani era el nombre del lago que se había formado producto de las consecutivas erupciones del volcán Batur. Aún se veía la estela de lava negra en uno de sus costados y cómo la vida se fue recuperando rápidamente por otras. El color intenso del agua, contrastaba perfecto con el negro y el verde de todo este conjunto único donde Dios se esmeró en plasmar belleza.
Quisimos ir a almorzar al lago (ya que a las 5 de la tarde, las fieras rugían en el auto) y para eso bajamos al pueblo cercano, donde un guardia, policía o cualquier cosa, vestida de autoridad, nos “asaltó” como es debido para poder visitar la ciudad. Todo el resto de los autos seguía de largo, pero no nosotros que por ser turistas debíamos pagar. ¡Son muy frescos!
Apiadados por la historias de los sobresueldos y demases accedimos después de negociar un rato y seguimos a este lago extraño. Estaba medio muerto y terminamos almorzando en un Warung donde la familia que atendía era deliciosa. Lástima que su comida no. Primera vez que el arroz pegoteado y duro se hace incomible y la limonada da miedo, aún para los estómagos voraces de los Goycoolea. Sólo salvaron un poco los pescados Ikan Bakar, que fueron devorados como manjar y las bebidas enlatadas con las que nos aseguramos, después de renunciar a la limonada con el mayor tino posible. El dueño era un hombre de unos 55 años, al que no se le borraba la sonrisa ni el entusiasmo por hablarnos aún cuando no sabía inglés. Mejor suerte tuvo su amigo “artista” a quien tuvimos que comprarle sus obras ya que el corazón se nos apretujó con su historia.
De ahí nos fuimos con el alma llena de ternura y con los estómagos vacíos de vuelta a Denpasar. Estábamos a casi tres horas de distancia y ya empezaba a anochecer. Aquí un homenaje a nuestro chofer, que ya sortea todas las motos, hoyos, micros, camiones y policías del camino. Sólo ir de copiloto me estresa. Eso sin contar la conversación permanente y rotativa de nuestra tripulación que tiene cuerda para toda la noche. Hablan y hablan, se ríen y se hacen bromas durante horas. Yo los oigo admirada y feliz. Como las arañas hemos tejido una linda tribu que se conforma por seres muy distintos, pero todos igualmente amorosos, simpáticos y luminosos.
Así adormecida por su verborrea constante, me dejo seducir conscientemente por todos los aromas y olores del camino de vuelta que entran por mi ventana, mientras cierro los ojos. Son más sutiles que los colores y las voces, pero no por eso menos hermosos o impactantes. Como un baile van entrando y entremezclándose los aromas de choclos tostados en parrillas, los inciensos, la humedad de los árboles, los caldos con aroma a pollo, las ofrendas a medio descomponer, la acidez de la basura, el humo, el olor del fuego, los gases de los motores, el picante del curry, el jazmín, el perfume que sale de las mujeres, el tabaco, la tierra, los envoltorios de arroz en hojas de palma, el olor suave del arrozal, el olor límpido del cielo…. Una rapsodia que me mareó al extremo de hacerme doler la cabeza. Llegamos de vuelta casi a las 9 de la noche, cansados, hambrientos, pero muy contentos…
El corazón de Bali, salió de sus entrañas y se logró contactar con nosotros diciéndonos que somos bienvenidos en tierras extrañas. Nos invitó a llevarnos para siempre la alegría del alma que habita en sus habitantes, a aprender a fluir en el caos con destreza y magia y a hacer siempre pausas para tener a Dios presente en nuestra existencia. Las ofrendas son sólo el signo visible, de miles de almas que no han olvidado lo importante y que por ahí está el camino de retorno a “Casa”.
Día 35: Peluseando por las calles
Los niños ya definitivamente no van más al colegio por estos lados, así que toda la tribu tiene horario 100% disponible para inventar paseos y seguir visitando las callecitas que nos faltan de esta ciudad, antes de que se nos desmiembre el nido y se vayan nuestros universitarios a Chile. Es increíble cómo detrás de cada esquina se esconde un templo, cómo detrás de cada vuelta hay un sendero precioso a través de arrozales, que te lleva a restaurantes y/o secretos que jamás pensaste. El experto de la familia para encontrar todo esto es Andrés papá, quien tiene la dicha o la desdicha de no compartir el horario de despertar con el resto del clan. Así cada mañana parte temprano en la moto a planchar las calles, a ver artesanos y a encontrar lugares increíbles que más tarde podremos visitar. Yo con la vejez, y aunque no lo crean, he empezado a dormir menos y me sorprendo escribiendo voluntariamente cerca de las 9:00 de la mañana alguno de los libros que espero terminar.
En una de esas aventuras, según él, conoció a un manager de una villa que lo invitó a un matrimonio de unos australianos con todo lo típico de Bali. Medianamente convencida de tan extraño convite, muerta de vergüenza, lo acompañé una tarde a ver de qué se trataba. Los jardines de la villa estaban decorados con pétalos de flores rojas, con guirnaldas de flores blancas y un puente colgante real, con collares de flores naranjas que de verdad hacían el lugar un espacio idílico. La ceremonia ya había comenzado cuando llegamos y desde unos 20 metros de distancia vimos a los famosos novios y sus madrinas y padrinos. Me iré al infierno con mis comentarios, pero parecían un montón de merenguitos de colores, que variaban de lo pícnico a lo vampiresco. El novio se veía a bien mal traer y con un porvenir incierto y la novia, ya teñida por la vida, con un rubio anaranjado bastante poco atractivo. El juez, se me ocurrió igual al de las películas de las Vegas, repitiendo frases compradas que hicieron de toda la ceremonia un pastel plástico perfecto. Al terminar todos aplaudieron, pusieron música envasada y tiraron más pétalos sobre los enamorados, mientras salían a los jardines. De verdad ojalá duren muchos años estos dos pastelitos, que patudamente visitamos, pero igual, no sé porqué me inquietan tanto los matrimonios de hoy en día…
Cómo ayudarlos con herramientas que les permitan aceptarse y entenderse en las buenas y en las malas. Cómo enseñarles a perdonarse y a cultivar ese amor lindo e ingenuo con que parten, para que puedan convertirlo en uno maduro que los acompañe toda la vida. Cómo traspasarles que amarse también es soportarse y pelear hasta entenderse, sin tirar la toalla. Como las flores de las guirnaldas gente buena, se casa y se descasa, marchitando proyectos que pudieron ser de colores, pensando que afuera encontraran algo mejor que los hará feliz. Cómo poder sembrar en sus corazones la semilla que les despeje la mirada y comprendan que la felicidad se construye día a día, con cada decisión que tomamos. Cómo renunciar a las expectativas falsas del matrimonio sin dificultades, de color de rosas y entender que es un proyecto dinámico, entretenido, desafiante, fundante…
Volviendo a nuestros “parientes” australianos, resultó que el convite no era tal y a poco andar, nos encontramos con el verdadero manager del hotel quien nos preguntó quien nos había invitado. Probablemente en otro tiempo y en otro contexto, hubiese asesinado a mi maridito, renegando de todo lo lindo que acabo de escribir recién, pero la verdad sólo me dio risa y salimos rapidito para que no fuera más evidente. Nos llevamos de sorpresa unos lindos abanicos de madera que nos regalaron en la entrada y le deseamos lo mejor a los recién casados. Sin embargo, la venganza no tardaría mucho en llegar, jaja.
Ya que me había puesto linda para el “wedding” que resultó un fiasco, partimos a recorrer las calles para tomarnos algo rico por ahí y terminamos en una mesita de cuento, al borde de la playa. Bien rústica y llena de onda, nos pareció perfecta para estar un rato los dos libres de la tribu y hacer nuestro balance. La conversa fue tan linda como el paisaje, que con el viento y las olas girando, nos mostraron que ha valido mucho la pena esta experiencia. Probablemente no obtuvimos tantos logros visibles, pero lo avanzado a nivel familiar y personal ha sido muy relevante. En eso estábamos de lo más inspirados cuando por un lado y por otro empezamos a detectar que algo raro se “tejía” en el lugar escogido.
Al echarle un vistazo a las tumbonas que teníamos al frente vimos que sólo había parejas de hombres, luego a los lados de las mesas, lo mismo. Todos eran representantes masculinos de la especie humana, de diferentes razas y edades, que estaban “flirteando” y mostrando sus mejores caras para obtener éxito. Yo creo que si la hubiese pensado, no habría resultado mejor mi revancha. Nos tragamos el jugo de piña rapidito y ahora fue Andrés quien salió “corriendo” del lugar ya que al parecer, resultó de lo más apetecido con su look de pelado madurito. A mí nadie me miró ni de chiste, así que me pude reír a mis anchas de las vueltas locas de la vida en tan poco rato.
Sin embargo no todo fue venganza en el lugar. También hubo cosas que me dieron mucha pena y que me apretaron el alma. En primer lugar los chiquillos jóvenes indonésicos que ahí estaban ofreciéndose –supongo- a los “viejos caucásicos”. No habíamos visto esto hasta ahora en la isla y supongo que es una sinopsis triste de lo que sí veremos con frecuencia en Tailandia. Una sexualidad tan exacerbada, desvirtuada y carente de su origen amoroso y unificador, que fácilmente corrompe proyectos de vida que podrían haber sido hermosos. Es el abuso y la miseria lo que me violenta; el escándalo de tomar a un chiquillo o a una chiquilla que probablemente no supo o no quiso tomar el camino largo para surgir en la vida. Un círculo de toxicidad que sólo afea a todos y los llena de más soledad y angustia. Los cuerpos delgaditos y de color café con leche, se me antojaron pequeños corderos que se alejaban con sus lobos, directo al matadero… Sin palabras, la verdad.
Ya de vuelta a nuestro barrio y con el empate de fiascos asegurado, les puedo contar que hemos empezado a divisar la construcción de monstruos de gran tamaño en diferentes casas. Casi todas las tardes se juntan las familias a armar unas maquetas de yeso, fierro, paja, y colores que representan el mal. Las más chicas las venden en las calles y no superan los 50 cm de alto, pero en los portones de las casas y en algunos templos, he visto algunos que deben superar los tres o cuatro metros. Son monos potones, con más de dos patas o brazos, con máscaras endiabladas, llenos de fuego y amenazas, que el día 20 de marzo en la noche serán quemados en un desfile por las calles de Bali. Al día siguiente, toda – y entiéndase bien, TODA- la ciudad se queda en silencio sin salir de sus casas. No se pueden prender luces, ni televisión, ni salir a comprar ni nada. Ni siquiera aterrizan aviones, ya que el aeropuerto se cierra y todo Bali queda a oscuras. Así el mal espíritu cree que no hay nadie y pasa de largo sin sembrar sus fechorías. Dicen nuestros amigos chilenos (ya estamos en esa categoría) que esa noche el cielo de la ciudad es una maravilla. Un culto a la naturaleza, donde realmente se siente algo muy especial. Ya veremos… ¡¡¡Sin duda, nuestro 23 aniversario de matrimonio, será inolvidable!!!
Dentro de los buenos secretos que esconden los arrozales, pudimos conocer el mejor restaurant de hamburguesas de la isla. Y la verdad es que su fama no desmereció a los hechos. Perdido en medio de la nada, rodeado de palmeras viejas y perros callejeros que hacían sus gracias en las motos estacionadas, nos adentramos en un local medio francés americano, atendido por lindas balinesas jóvenes y entusiastas. Un pizarrón negro ofrecía las delicias del día y todos sucumbimos a las famosas proteínas que tanto extrañábamos.
Los sándwiches llegaron sentados en tablas de madera, atravesadas por un cuchillo para que no se desarmaran. Las papas fritas caseras, con cáscara y cilantro picado encima, venían en un colador de fierro individual para cada uno, lo que le dio aún más encanto y gusto a la presentación. Por un buen rato la tribu pareció en calma, pero en realidad estaban engullendo y protegiendo sus presas como leones. Sin duda, una muy buena sorpresa…
Con los estómagos extrañados de tanta carne y tocino –qué peladora no!!!- nos fuimos a buscar el mercado de telas que nos habían dicho. Las calles delgadas de los arrozales, se ensancharon un poco y se comenzaron a llenar de basuras, de motos, de ríos medio insalubres, que nos llevaron al centro de la capital Denpasar. Nos habían dicho que el olor del mercado cercano sería la mejor señal de que habíamos llegado, pero nunca pensé que la indicación iba a ser tan literal. Esa mezcla nauseabunda entre verduras descompuestas, humedad, pescados secos, carne fresca y definitivamente una que dejó se serlo hace ya rato, fueron la señal de que habíamos llegado.
El auto lo estacionamos pegado a un muro de un puente y cruzamos al epicentro mismo de los olores, sabores y colores más extraños que puedan imaginar. Miles de puestos consistentes en una pila de cajones de madera, un mesón de madera y un toldo de plástico encima, se me antojaron como un caos repulsivo y bello a la vez. Cómo explicarlo… una vega chica pero cinco veces más apiñada y mezclada sin arte ni parte.
Repulsivo porque nada de lo que vendían parecía comible y la verdad tenía olores rarísimos. Apretujados y sucios, cada comerciante vendía sus “manjares” sin mucho entusiasmo: platos preparados en bolsitas plásticas con mezclas de color betarraga, verde sapo y unos polvos blancos; caldos fríos con especies desconocidas flotantes; panecillos de colores espeluznantes como rosado chillón y el mismo verde sapo de los platos; pescado en rodajas; patas de pollo y una serie de picadillos y menjunjes cargados a los colores amarillos fuertes, que no tentaban para nada mi gusto claramente occidental. Nos escoltaban los pollos descuartizados que exponían todas sus presas y se contaban literalmente de pies a cabezas. Los pescados tampoco se quedaban atrás y sus ojos vacíos y viejos me persiguieron por un buen rato. En fin un recorrido apretujado y loco por el corazón de una civilización aún muy pobre, que desconoce toda norma de higiene, pero que sin embargo, sobrevive aparentemente feliz en este caos culinario y organizacional.
Así el mercado –al menos para mí- también era lindo, a pesar de todo lo anterior. No me dejaron de cautivar las frutas y las verduras, que por su color se imponen al caos y a la fealdad. Me gusta esa chimuchina tan poco controlada y planificada. Sin embargo, y una vez más, lo más llamativo son las caras. Las princesas desdentadas, llenas de una picardía que no entiendo en palabras, pero que sí se ve en sus miradas, nos persiguieron con sus esfuerzos de vendernos cualquier cosa por todo el recorrido. Una maravilla que sin duda voy a extrañar. A esas alturas el olor ya se nos había olvidado, así que seguimos por medio de esta selva humana al mercado de las telas.
No recuerdo el nombre de las calles que en Chile venden telas, pero pueden estar tranquilos que están como 30 años adelantados. Los locales parecían como cavernas largas y flacas, habitadas por miles de rollos multicolores. La mayoría un poco lúgubres y apiñadas con sus tesoros añosos y pasados de moda; unas pocas luminosas exhibiendo orgullosas sus preciadas “joyas hiladas”. No pudimos resistir la tentación de comprar unos paños gigantes tipo batik de miles de colores alegres y fuertes. Ya me los imagino en nuestra pensión. Cómo le falta un poco de color, jaja!!
Como ven, aún quedan sorpresas que descubrir en estos arrozales… Y a propósito de ellos. Siguen cautivando mi corazón cada tarde. Es imposible despojarse de su hechizo ya que todos los días algo nuevo tienen para ofrecer. Las espigas que están bajo mi ventana han crecido mucho y ya alcanzan unos 40 cm. Con el viento suave de la tarde se producen entre ellas, verdaderos remolinos que los hacen bailar de forma muy especial. El trabajo con ellos sigue siendo muy minucioso. Después de la señora que desmalezó; ahora apareció otro señor que cortó a mano también todo el pasto que separa un escalón de arroz del otro. Aquí no existen máquinas ni productos artificiales; sólo la mano perseverante del hombre que acuna a cada mata como si fuera un niño. La lluvia intensa se encarga de lo suyo, pero luego viene la noche preciosa que iluminada por la luna y las estrellas, corona los arrozales con un manto de plata que hace brillar el agua. Escribía hace unos días que en estos arrozales me parece visualizar unos grandes ojos verdes, como esmeraldas, que con una paz ancestral me quieren decir y enseñar algo para la vida. Aún las palabras las oigo entrecortadas porque me interrumpe el rayo o me asusta el viento, pero creo que tienen que ver con la sabiduría. Que la vida no es sólo esa carrera loca en la que a veces nos ahogamos, sino una alfombra mansa, donde cada cosa tiene su razón y su lugar. Que el jardinero ha previsto todas las estaciones y días del año; ha medido la cuota de sol y de agua precisa que necesitamos para crecer, florecer y un día dar frutos. Y que llegará el momento en que volveremos a ser barro, para que otros puedan germinar en nuestra tierra, abonados por lo que pudimos poner en ella. Todo y todos pasan, menos el jardinero, menos su cielo y su sol, que están ahí para recordarnos de qué se trata todo esto de vivir.
Día 36: El inicio del fin
Uno de los hitos que marcó el inicio del final de este viaje maravilloso fue la despedida de los dos integrantes más grandes de nuestra tribu que volvieron a Chile. La verdad parecía una Magdalena en el aeropuerto, pero no sé bien porqué. Supongo que el cóctel de sentimientos era y es muy grande, ya que hay gratitud, alegría, crecimiento y aprendizajes en todos los sentidos por esta tremenda oportunidad, pero a la vez el temor de que a la vuelta, lo conquistado se diluya en las responsabilidades, en la rutina y en los mundos que cada uno posee por separado. Es como deshacer un nido calientito, despelotado y acogedor, para que cada uno de los integrantes vuele en total libertad. Eso a la vez entusiasma y apasiona el alma, pero da un frío inicial que conmueve e incomoda. Sé que debo ser una mamá muy gallina, pero la verdad al ver a mis “dos pollos” cruzar policía internacional, se me partió el cuerpo en dos.
Supongo que son sinopsis que me irán preparando para procesos naturales que habrá que ir viviendo en el futuro. Lo importante es que creo que hasta ahora no lo hemos hecho tan mal y los pollos van emplumándose con valores claros y colores propios. Cada uno a su ritmo y esencia, pero firmes y cariñosos.
Al volvernos a la casa, la sensación para todos fue extraña. Había espacio en el auto; no había peleas por las ventanas; los decibeles bajaron ostensiblemente y la dinámica se fue poco a poco adaptando a los nuevos roles que cada uno debía asumir en la tribu. Los medianos se transformaron en grandes y los chicos en medianos. La comida dejó de ser un asunto de supervivencia y la lucha por ser escuchado bajó notoriamente su intensidad. Hasta el desorden se redujo un poco y la intensidad del diálogo también. Se echa de menos todo, pero a la vez se disfruta el nuevo orden internacional de la tribu Goycoolea.
Sin embargo, no había pasado más de un día, y nuevamente nos embarcamos en una nueva aventura que nos iba a maravillar y exigir poner en práctica la nueva estructura. Y es que por el tema de la visa, nuevamente nos vimos “obligados” a viajar y esta vez el destino fue Tailandia, específicamente Bangkok.
Los despertadores nos levantaron a las 4:30 de la mañana para ir a tomar nuevamente un vuelo de Air Asia, que hasta ahora la verdad no tiene nada que criticar. Es de las líneas de bajo costo que vuelan por esta zona, donde te cobran hasta lo que respiras, pero vuela derechito y aterriza parejo. Lo que sí nos sorprendió esta vez fue que cuando ya llevábamos como tres de las cinco horas del viaje, el azafato agarró una guitarra y dijo por el teléfono parlante del avión que nos iba a entretener. Llamó a su amiga azafata que le sostenía “el súper micrófono profesional” y él se puso a cantar a todo dar. Pensamos que era chiste al principio, pero después agarró cada vez más entusiasmo e hizo aplaudir a todo el avión. Todos los pasajeros tomaban videos del espectáculo insólito y nos matábamos de la risa. Luego le tocó el turno a la azafata cantar y finalmente él, que se auto llamó Obama (la verdad era muy parecido) pasó cantando por los pasillos. Yo pensé que nos iba a pedir plata, pero ¡no!; se contentó con los aplausos y el viaje siguió sin contratiempos.
Más allá de los anecdótico, me sorprendió la valentía y la fuerza de Obama. Un chiquillo joven, pero a mi juicio bendecido por una estrella admirable y única. Para mí fue un ejemplo que me conmovió y me recordó esas historias increíbles de personas que siguieron su voz interior, contra todo y con todo. Finalmente su apodo no era sólo por el parecido físico. A raíz de lo que vi en su mirada, escribí lo siguiente:
Es admirable tener la oportunidad de conocer personas que llevan prendida en el pecho una estrella de originalidad y libertad, sin importar el costo que les implique o si van a conquistar el éxito o no. Es raro de explicar, pero se les ve en su mirada, se les oye en la voz y se evidencia en todo su ser, una fuerza interna que los destaca de la masa desde pequeños. En el fondo se podría decir que su sueño, su sentido de vida – aun cuando sea inconsciente- es más alto, más grande y más profundo que el del resto. Desde esa fuente es que se atreven a hacer en ridículo; se atreven a emprender aventuras, se atreven a pensar y a decir diferente; entusiasman a los demás con sus ideales; se soportan a sí mismos en la soledad de la ruta; lloran y se levantan después de los fracasos; y se animan con nuevos desafíos cuando ya no queda nada. Son esos hombres y mujeres bendecidos cuyo espíritu vino a enseñarnos que el ser humano es más grande que lo que se ve a diario y que debemos darle la oportunidad de “cantar” a todas sus anchas. ¡Los necesitamos!
Dejando a “Obama” en el avión y encomendando su destino, les cuento que Bangkok desde arriba se ve muy extendida y cruzada por algunos canales de diferente ancho. Se ve bien verde aunque de un tono más bien oscuro tipo musgo. Los edificios altos se ven más lejos y no tan abundantes, ya que en general dominan más las construcciones medias y los techos de casas bajas. El aire es poco nítido lo que le da un aire aún más misterioso a esta Venecia del Asia.
En el aeropuerto la bienvenida es cálida por parte de los locales, que se ven más amarillos que los balineses y un poco más achinados, pero no 100% chinos. Son sonrientes, pero los hay también ocupados e indiferentes como en todas las grandes ciudades. Al salir a la calle para tomarnos un taxi al hotel, son varias las impresiones que “golpean”. En primer lugar, el calor. Debe haber un promedio de 35 grados que se te pegotea inmediatamente a la piel, dando una sensación de cansancio y sofoco instantáneo. Es ese calor intenso del que te quieres arrancar buscando sombra y alivio hasta debajo de un letrero. Te quema el pavimento y sale como ese gas que diluye la imagen como en las visiones del desierto.
Lo otro que sorprende de inmediato es el tipo de letras que se usan en Tailandia. Son -a ojos nuestros- puras curvitas y señas aparentemente iguales que forman como ciempiés en vez de palabras. No hay cómo entender ni asimilar ningún código con algo conocido, por lo que hay que encomendarse y esperar la traducción al inglés que aparece con cierta frecuencia, a beneficio de los turistas.
En lo personal me llamó también la atención la suciedad de la ciudad. Es como si nunca se hubiese lavado y el “piñén” se le hubiese quedado pegado a los edificios, a las veredas y casas para siempre. Sin embargo, con eso, igual es lindo. Es como esas imágenes de niños muy pobres, con ropas feas y caras desaliñadas, pero que su mirada te cautiva por su brillo y misterio.
Asustados por el despelote anunciado, la verdad me pareció casi civilizado el tráfico en relación a Bali. Hay mucho auto, moto, taxis de todos los colores, micros y los famosos TukTuk, que son motos acondicionadas como taxi con un carrito atrás para llevar a dos o tres pasajeros, pero la teoría del caos aquí también funciona a la perfección. Las calles están atestadas de comercio y de olores “urbanos” poco agradables, pero al menos hay veredas y espacio para los peatones.
Las impresiones que tomamos son las del barrio donde nos movimos que probablemente equivalen a nuestra Alameda, por lo que hay que perdonar si nos faltó mayor ángulo para ver la modernidad y/o riquezas de una ciudad famosa por sus contrastes.
Día 37: Navegando por la diversidad
Del aeropuerto al centro nos demoramos unos 45 minutos en que fuimos recorriendo calles aviejadas por el tiempo y rodeadas de locales nómades, en especial de ropa y de comida. Por una parte me sorprende la cantidad de cosas que se venden: son literalmente cerros y fardos de poleras, calzones, vestidos, pantalones, bien feos y de mala calidad, con mucha flor y dorado y no puedo dejar de pensar en las manos que hicieron todo eso y en la cantidad de productos que el ser humano comercializa. ¿Dónde irá a parar tanta cosa? ¿se necesitan realmente? ¿dónde estarán todos esos talleres insalubres? ¿quiénes serán los que cosen hasta romperse los ojos? ¿cuánta plata recibirán a cambio? Uff la verdad se me va un poco el alma en cada fardo de colores apretujado con cordeles y cargado sobre los hombros de un hombre pequeño, que debe ser ayudado por otros para no tumbarse.
Más alegría me evocan los puestos de comidas ya que son verdaderos restaurantes ambulantes. Tienen sus quemadores, ollas gigantes, ingredientes, mostrador y degustación; todo en menos de un metro cuadrado de superficie en donde sus diestras manos logran cocinar manjares. A diferencia de Indonesia la comida acá se ve rica, dan ganas de comérsela; está bien presentada y es de una variedad muy grande.
Algunas de las delicias que nos atrevimos a comer fueron: unos taquitos de harina o maíz, como panquequitos, rellenos de coco rallado de color café y algo amarillo anaranjado que parecía calabaza. Pollo asado incrustado con un palo, pescado a la parrilla, anticuchos de camarones apanados, pelotitas de pollo, de chancho y de pescado fritas, pulpos ensartados en un anticucho, arrollados primavera, calamares completos a la parrilla y otros pedacitos de carne dulce muy sabrosos. La comida típica son unos tallarines gruesos, como especies de pantrucas transparentes, mezcladas con la carne que uno quiera y verduras. Lo más caro no pasaba de 1000 o 2000 pesos chilenos.
Sin embargo, a la vista y al gusto yo me quedo con la fruta. La piña es como epidemia nacional, ya que en todas las esquinas venden pedacitos trozados y metidos en una bolsa, o bien hechos como koyak gigantes con un palito. Son de tamaño más pequeño que las que vemos en Chile, más dulces y menos fibrosas. Las desnucan rápidamente como con sables y las venden por quintales. También venden mucho sandía que combina perfecto con el amarillo de las piñas y de los mangos. Se lucen con elegancia también las granadas, a medio abrir exhibiendo sus granos escarlatas con orgullo real. A ratos se ven cerezas y también frutillas. La fruta a veces la venden como en vitrinas de vidrio itinerantes, posada en hojas de palmas, donde el verde hace que se vean aún más nítidos y lindos sus intensos colores.
Las moscas no parecen acercarse a la comida (les debe dar mucho calor o bien hay mucho botado en las calles, no sé) así que no da susto comer y además todo va perfectamente decorado con una florcita o un pedazo de verdura que hace todo más atractivo y aparentemente higiénico. La gente es muy amable y te da a probar o bien te regalan algún producto o fruta. Así fue como pudimos probar los tamarindos. Son como vainas de espino pero color café claro, con las formas más variadas y deformes. Se quiebran con facilidad y dejan para comer un poco de carne dulce como un dátil que más adentro tiene un cuesco duro que hay que botar.
En fin, toda la comida Thai se ve bonita y sabe rico, así que con razón se ha ganado prestigio internacional, aunque sea la de la calle.
Después de este recorrido llegamos al Hotel Prince Palace, que resultó ser un conjunto de tres torres de más de 30 pisos cada una, donde había por lo menos 750 piezas. Todo lleno de dorados, de estatuas, de floreros con flores plásticas, alfombras horrorosas y adornos de jade, pero que fue catalogado por nuestra tripulación como lejos el más “elegante” que hemos ido. Cada día nos sorprendía nueva escenografía en los salones, atiborrados de conferencias y congresos, donde miles –literalmente miles- de chinos asistían obedientemente. En el otro salón nos tocaron matrimonios orientales las tres noches. Por supuesto que Mr. Goycoolea se sacó fotos con los novios y fue invitado a la fiesta, pero esta vez no caí tan fácil, jaja. Si en los australianos, ya éramos bichos raros, entre puros chinos, de verdad hubiésemos parecido alienígenas.
Una de las cosas que se aprende rápido es que aquí a los turistas los van a tratar de “asaltar” de todas las formas posibles. Te dicen que los lugares están cerrados para llevarte a otra parte y cobrarte por el paseo; te dicen que no hay transporte público para llevarte en su tuk tuk o taxi; te cobran hasta 10 veces más el precio de cualquier cosa y así siempre hay que estar atento a qué trampita te están poniendo. Acorde a este noviciado, caímos el primer día en el pago del paseo por los canales de la ciudad. Imaginen el gran canal como del ancho de todo Kennedy con agua color verde musgo, atiborrado de basura, de corriente fuerte, de todo tipo de botes y un borde hecho de palos. Para acceder a cada embarcación hay que encontrar verdaderos laberintos entre el comercio y saltar a unos muelles flotantes de fierro oxidado donde los locales esperan “su micro acuática” cual TranSantiago.
Bueno, como buen primer día, nadie nos dio las indicaciones para tomarnos la micro adecuada y terminamos contratando como una chalupa góndola, con un motor de camión fuera de borda, que nos iba a mostrar la ciudad.
Si bien pagamos caro, fue una maravilla conmovedora la visita. Primero el bote: imaginen una vaina gigante de madera, larga y flaca, con un toldo de plástico de colores arriba de nuestras cabezas. No caben más de 8 personas y vas navegando casi a nivel del agua. Tanto así, que apenas comienza el recorrido, sube otras cortinas plásticas como a media altura para que no te mojes tanto. En esta avenida principal, todos los “vehículos” andan a toda velocidad y hacen maniobras violentas para no chocarse. Nuestro “chofer” no hablaba ni una gota de inglés, así que nos entregamos a su merced y a su sonrisa entusiasta que nos intentaba explicar lo que estábamos viendo. En la punta de la chalupa, había coronas de flores decorándola y banderas que indicaban el tipo de paseo que hacíamos.
Saltamos del muelle al bote, por supuesto que sin ninguna seguridad ni salvavidas ni nada. Así, a capela, inmersos en el fondo de las aguas de tan temible aspecto. Sin embargo, me sorprendió ver que entre medio de toda la basura también saltaban algunos peces. Así se acomoda todo en esta ciudad….
Partimos en el gran canal, afirmados y encomendados hasta que la chalupa, dio un giro hacia los canales más pequeños, que se transformaron en verdaderas calles de agua, con muros de moho y musgo negruzco y con olor a barro descompuesto. El borde de estas calles lo forman miles de casitas paradas en palafitos moribundos, que apenas subsisten el movimiento de las aguas y el tiempo. Muchas de las casas son menos que mediaguas. Sus pisos están bailando como un teclado de piano desafinado, subiendo y bajando a merced de los palos que sobreviven. La pobreza nos enmudeció. Las paredes de palos, los techos de latón, los cachureos de tope a tope, la indignidad hecha realidad en un paisaje fuerte y triste… la verdad cada casita era como una madriguera infrahumana, oscura, sucia, desordenada…Un poco más allá, sin embargo también se alternaba el caos, con una pobreza más digna y linda. Casitas de madera tan sencillas como las anteriores, pero embellecidas por la delicadeza humana. Miles de maceteros o tiestos simulando serlo, llenaban de colores los muros y de esperanza la mirada. Las buganvilias comenzaron a entrar en escena y los cardenales le competían con bastante éxito. Los cachureos persistían, pero ahora estaban colgados en alambres y parecían decoros pintorescos bailando al son del agua y del viento. En más de un centenar de estas viviendas de madera y flores, se colaba la antena de televisión en sus techos como paradoja de contraste.
También vimos casas relativamente buenas que colindaban con esqueletos de palafitos ya muertos o bien con casitas de madera, pero nada de alcantarillas, ni agua potable a la vista.
Al serpentear estos canales como anacondas hambrientas, la verdad uno se empequeñece ante tanta diversidad de formas de vida y no queda más que agradecer la bendición recibida. Los habitantes de este cordón de palos enmohecidos y floridos, son neutros frente a nuestra mirada curiosa. Siguen cortándose el pelo, lavando sus ropas o alimentando algunos peces a los pies de sus casas. A pesar de que no es algo lindo en sí, todo este paisaje se viste de belleza gracias a la ropa colgada. Miles de perchas muy ordenadas se cuelgan a la vista del canal, haciendo que una vez más mis dedos añoren los pinceles y los acrílicos.
Un espectáculo para retener en la retina, son las llamadas granjas de peces en donde las familias alimentan con suflés de colores a miles de carpas del canal bajo sus pisos. Así no más, con chip pop verdes, amarillos y naranjos, los habitantes del fondo, saltan presurosos a agarrar lo que el ser humano les arroja para sobrevivir en esto ríos de color acelga cocida. Es lindo ver a los niños sonriendo, sentados en sus “terrazas” alimentando a sus particulares mascotas.
Algo que no es ni se ve lindo, son los lagartos que cuidan los canales. Los más grandes superan los dos metros y los más chicos, son como iguanas, pero todos coinciden en una mirada hostil y unas garras feroces que espantan a cualquiera de caer en las aguas. Nadan cerca del bote y se sienten los reyes del lugar; me pregunto si serán realmente agresivos o es el único espacio de la ciudad donde el hombre les permite vivir en paz. Sus pieles verdes y amarillas, se han mimetizado con el paisaje y cuesta reconocerlos, pero ahí están al aguaite de los invasores. Los que son más amables son los pájaros blancos que de vez en cuando nos anuncian con su vuelo, la presencia del enemigo. Deben ser garzas, pero se ven más pequeñas y un poco exhaustas.
La vegetación también era frondosa alrededor del canal cuando el ser humano le dejaba espacio. Los árboles eran gigantes y hacían crecer sus raíces sin respetar nada. Ni siquiera el cemento se resistía.
Después de recorrer los palafitos, el hombre de nuestro bote literalmente nos despachó en un muelle de los tantos que había en el canal y prometió su regreso en 40 minutos. Saltando una vez más entre fierros y aguas verdes, nos encontramos con un templo maravilloso: El Wat Ardum. Qué difícil poder replicar la impresión, pero creo que cada torre de este lugar contenía unas mil vidas de trabajo. Cada centímetro cuadrado de esta construcción está decorado con cerámica pintada y luego pegada formando relieves de flores, animales y figuras muy detalladas. No hay ningún espacio vacío. Todo está trabajado con una minuciosidad y detalle sólo digna de chinos. Ahora se comprende mejor el dicho, pero asombra y conmueve. Este templo es budista y tiene diferentes torres de unos 100 metros de altura cada una que se van adelgazando en la medida que ascienden, tomando formas parecidas a las que uno hace en la playa con la arena mojada. Sobre la estructura, la catarata infinita de colores, piedras, y pedacitos de vida adheridas a ellas. Realmente impresionante. El sol ya se ponía a esa hora en la ciudad y de verdad creo que es de las vistas más lindas que recuerdo haber tenido. El brillo del canal en primer plano(no se notaba ya el verde musgo), luego los jardines del templo y por último, como una pequeña cordillera de belleza, toda la arquitectura y decoración humana que brillaba como haciendo señales.
A pesar de nuestra desconfianza inicial, el botero volvió a buscarnos – aunque tarde- y nos cruzó al otro lado del canal para abandonarnos ahí en forma definitiva. Una vez más de un muelle destartalado y oxidado, pasamos a la sorpresa con un espectáculo aún más grandioso de trabajo y decoración. Uno tras otro, una decena de templos se sucedían compitiendo en el nivel de detalles asombrosos. Los techos de cada uno eran como de escamas de dragón, pequeñas tejuelas de colores, pintadas de diferentes colores y realzadas con dorados y brillos. Cada techo tenía al menos tres o cuatro capas escalonadas que terminaban en puntas de oro con formas de cabezas de pavos reales, haciendo de la arquitectura misma un conjunto con vida. Se me imaginaban esas danzas de dragones donde pequeños bailarines van dando movimiento a pesadas estructuras. Los muros externos también estaban decorados con cerámicas y brillos. No quedaba ningún espacio libre. Cada pedacito tenía la huella de un ser humano con su trabajo; espejitos, pintura, tallado, etc.
Y si ya nos sorprendía el exterior de todo, imaginen el interior de cada uno de estos templos. Un infinito de estímulos visuales imposibles de retener: murales con la historia de Buda, tallados de madera, trabajo de macramé, tinta china, mosaicos, flores… todo repleto y sobrecargado a tal punto que dejas de ver. Y como si fuera poco, el gran Buda acostado del tamaño de la Virgen del San Cristóbal instalado de muro a muro como si fuese un cerro de oro tallado. La verdad el culto a Buda es exuberante. Todo está lleno de sus estatuas, historias y versiones, pero con el máximo lujo posible.
Me permito la libertad de pensar que nada más ajeno a su espíritu que toda esta ostentación manifestado en el dorado del oro. Me lo imagino justamente un hombre que quiso escapar de eso para encontrarse a sí mismo y a Dios. De hecho no deja de causar ruido –desde la completa ignorancia- la sencillez de la apariencia de los monjes con todo este mundo donde literalmente suenan las monedas todo el rato y pareciera que el espíritu se ha vendido al marketing y a la necesidad de captar los fondos de los turistas. Los monjes están por todos lados en Bangkok. Hay desde niños de unos quince años en adelante y todos se visten con su sarong camote y sus sandalias negras. Todos andan semi pelados y pareciera que rapan también sus cejas. Todo un estilo muy respetado que se impone mientras van pasando por la ciudad. Sonríen poco y parecieran cultivarse una imagen superior y ajena al mundanal ruido.
Sin embargo, los monjes, como cualquier ser humano, pierden el aura mística -que uno les ha endosado- al verlos sacar sus celulares y jugar candy crush, o sacar sus tablets debajo de sus vestimentas color camote o posar descaradamente para las fotos. Supongo que como siempre, habrá de todo, pero yo los prefiero conservar en mi retina meditando, cantando u orando, como también vi a algunos.
Frente a toda esta divagación filosófica, nos sorprende la realidad con el anuncio permanente de ladrones de billeteras. Hay que estar atentos porque son muy hábiles y se aprovechan del genuino asombro frente al arte y la religiosidad para hacer de las suyas. Como buen chileno entrenado en este arte tan antiguo, nos libramos de ser víctimas por esta vez.
Cuesta describir lo que vimos porque sería agotador para el que lee. Quizás lo más valioso es la sensación. El trabajo aquí tiene una dimensión diferente a lo conocido en occidente. Todo el espacio externo e interno ha sido procesado por manos pequeñas y minuciosas que como un bonsái han donado su vida como culto a una belleza eterna; exagerada, maximalista y grandiosa. Aquí el hombre se empequeñece frente a la inmensidad del todo; se diluye su individualidad frente a la majestuosidad del ídolo. Su color particular desaparece frente al brillo del oro. No es posible juzgar esto como bueno o malo; simplemente es. Me imagino al ser humano como una cadena de seres enlazados, donde el significado de su vida pierde importancia en la eternidad de la reencarnación. Aquí se concibe la existencia como una oportunidad más entre miles, por lo que pierde relevancia el tiempo y el destino de cada una… Sin duda un paradigma muy diferente y no fácil de asumir….¡Y yo que me consideraba maximalista!
Terminamos ese día con los pies negros. Literalmente la ciudad se nos quedó impregnada en la piel y nos quedó grabada en el alma. Tantos estímulos visuales y tantas experiencias juntas son difíciles de procesar en un solo día. Yo diría que nos marearon como si el paseo en bote hubiese llevado incluido eso como trago de bienvenida. Dicen que esta ciudad se ama o se odia. Definitivamente a pesar de su suciedad y exceso, nos matriculamos en el primer grupo.
Día 38: Aclimatándonos con el caos
Ya conscientes de muchas de las artimañas locales para aprovecharse de los turistas, al día siguiente fuimos mejor preparados para ir a conquistar nuevamente esta ciudad del caos. Caos porque no entiendes nada de lo que lees, ni de los códigos sociales, ni de nada. A ratos podría dar susto, pero el encanto lo supera.
Así por una centésima parte de lo que pagamos en el bote del día anterior, ahora nos subimos a la micro bote. De verdad imposible sobrevivir con mal estado físico a este sistema, ya que hay que saltar del muelle en movimiento al bote, afirmado de un cordel de plástico. El bote tiene capacidad para unas sesenta personas que se van apretujando en los asientos a medida que se va llenando. El cobrador de tickets corre por el borde externo, mientras el bote va andando a toda velocidad, y va anunciando cada parada con un chiflido fuerte. Así es en los canales chicos, pero en el gran canal, la micro aumenta al doble su tamaño y alberga a unos 200 pasajeros, que van parados y sentados, afirmándose de lo que pillan. Me encantaría ver toda la seguridad americana sobrevivir a esto. Ni tanto ni tampoco sería una buena ecuación. A mayor incomodidad del bote, menor es el precio y más pintoresco el recorrido. Se divisan también algunos botes de madera armados como restaurantes románticos y otros para dos o tres personas. Sin embargo, lo más notable son los barcos basureros. Verdaderas arcas de Noé, negras, gigantes, trasladando sus indeseables contenidos a quién sabe dónde. Un arca pegada a la otra, llenas de mugres, desplazándose por medio de la ciudad. Cada una tenía una pequeña casita encima donde vivía el botero y su familia. Una vez más , agradezco la bendición de ser quien soy y estar donde estoy.
Los paraderos de los botes grandes están muy decorados y repletos de gente. Algunos imitan los estilos de los templos pero la mayoría parece un esqueleto de fierro oxidado, sobreviviendo al tiempo igual que los palafitos de madera.
Bueno así fue como llegamos al Golden Mount, que es un templo budista que tiene una vista preciosa de la ciudad. Al principio nos decepcionó un poco lo “Disney” que se veía todo ya que después de cobrarte una buena cuota, los monjes te recibían en una escalera que subía el cerro, rodeada de vapor de agua y luces de colores muy falsos. La verdad, quizás era de puro buenos los monjes ya que el calor era insoportable. Treinta cinco grados a la sombra nos hicieron chorrear literalmente todos los kilos extras que cada uno ha cuidado con tanto esmero. Cada escalón fue como una maratón en la que nos peleamos el agua como camellos. Casi en la cumbre nos esperaban una colección de campanas de todos los tamaños que le dieron un poco más de mística al lugar y un gong del porte de una puerta que sonaba increíble. Ya arriba del techo, una campana dorada gigante – del tamaño de la Virgen del san Cristóbal- nos esperaba para conectarnos con el cielo. Poco y nada se logró con el calor y el gong incesante que tocaban sin piedad los turistas, pero pudimos ver la vista imponente de la ciudad.
Al ver todos los pequeños techos de zinc, rodeados por la pobreza de los canales y el comercio, no pude dejar de pedirle a Dios que mantuviera mi espíritu por sobre los pequeños avatares de cada día. Mantener la vista alta a pesar de transitar en el mundo y todas sus peripecias…
Al bajar y recuperar un poco el aliento y la dignidad perdida ante tanto calor, fuimos de paseo por unas tiendecitas de suvenires budistas. Todo tipo de monjes de cera tallados, gongs, campanas, cuencos tibetanos, monedas, bastones y miles de artesanías con olor a incienso que me encantaron. Lo malo es que nuestro carnet de turistas era insacable y los precios que nos decían eran imposibles.
Ya aplastados por el calor decidimos tomarnos un tuk tuk, el moto taxi para acortar distancia e irnos a la calle Kaosan. Sus estructuras metálicas de colores chillones son muy simpáticas y buenas para las fotos, pero no para los traseros y menos para seis personas juntas. Sin embargo, apretujados como sardinas recorrimos las calles de Bangkok como si fuéramos en un tanque. Por lo menos eso debe haber pensado el chofer, que se tiraba arriba de los autos y micros como si fuese el más importante. De verdad un poco loco, ya que íbamos volando a gran velocidad y para variar de seguridad, nada, pero fue una aventura para recordar. Y por si fuera poco el chofer nos trataba de ofrecer más paseos y productos mientras manejaba. El gran negocio de ellos es llevarte a una tienda en donde ellos reciben unos boletos por canjear. Así fácilmente te pueden llevar a cualquier parte a excusas de que tu destino está cerrado o es muy fome. Son más timadores que los turcos o los gitanos y no es poco decir.
Sobreviviendo a la aventura en Tuk Tuk, llegamos a la famosa calle donde todos los mochileros y turistas llegan a pasear. La verdad era súper entretenida ya que estaba llena de cachureos y artesanías preciosas. También mucho tatuaje y masaje tailandés en la calle. Las mujeres ponían tumbonas en plena vereda y ofrecían sus servicios como quien vende cuchuflis. También había mucha cocina callejera con tallarines y arroz hecho en el minuto y puestos de ropa con todos los estilos posibles. Mi adoración son los vestidos hippies que me siguieron durante los 400 metros que tenía la calle, pero la verdad no eran necesarios ni baratos… pero sí lindísimos buuu, jaja.
Terminado el trayecto turístico la calle se acababa en una gran avenida, parecida a San Diego, así que vuelta a subirnos al bote para irnos al otro lado de la ciudad. Nos habían hablado de un gran mercado de artesanías más real y acequible, pero Asiatic resultó ser más sofisticado y elegante que Puerto Madero en Buenos Aires. Bodegas y bodegas antiguas remodeladas para tiendas y restaurantes preciosos. Miramos un poco y nos dimos vuelta, pero una vez más la ciudad nos había agotado con tanto estímulo e información. Los pies una vez más estaban tiznados con la calle y el sol ya se había ido del canal, así que decidimos volver a descansar. Rescatamos del viaje a este lugar el paseo en el “Titánic” que por lo menos a mi, me permitió hacer consciente la inmensidad que me rodea. Mirando desde la baranda de mi asiento, visualicé tantas épocas, tantas personas, tantas culturas, tanta diversidad de historias, que la mía se me hizo insignificante e importante a la vez… Me recordé de la Antarina y sus afanes de pasar a la historia y hasta del mismo Obama (el real) con todo su poder… Todos los hombres y todos los pueblos, terminan en el mismo río, desaparece su legado, se olvida su obra, se diluye su estela a lo largo del tiempo. Ahí la nada se acerca mucho a la concepción de mí misma, pero al mismo tiempo tengo conciencia de ser un todo, de estar recorriendo el río, de contemplar la vida y sus maravillas… Un privilegio y una oportunidad que agradezco y me desafía.
Antes de terminar el día no puedo dejar de reflexionar sobre los templos y la oración. Desde el barco divisé a los lejos dos cúpulas coronadas por una cruz y añoré una iglesia – al menos cristiana- para rezar. Aquí no se ve ningún rastro evidente de Cristo y la verdad se extraña muchísimo. Por eso opté por hacer oración en los templos de Buda. Seguro su estado es lo más cercano a lo que el mismo Jesús trató de enseñarnos, así que ahí en medio de los dorados me pongo a conversar con Dios. Qué lastima que haya tantas barreras que nos dividen. Pienso que podría ser una maravilla el poder ser peregrinos en la fe, ofreciendo la casa a quien quiera encontrarse con el Señor.
Con respecto a esto, un escrito que hice:
Uno de los regalos más importantes de la humanidad es la presencia de la fe en sus pueblos. Independiente de la religión de cada cultura, el hombre busca un espacio sagrado, ritos, ofrendas y celebraciones, que le permitan desconectarse del mundo y conectarse a un mundo interno y sobrenatural que le llene el espíritu y le de sentido a su existencia. En esta frecuencia, todos los seres humanos creyentes se unen en un mismo canal amoroso que les permite sentirse hermanos aún cuando los templos y las estatuas sean diferentes. Ojalá todos lo comprendieran de esta manera ya que en cada espacio sagrado se podría acoger a cualquier peregrino en la fe; en cada lugar de oración, todos podrían rezar y dialogar con Dios; en cada rito o celebración, cada uno de nosotros podríamos ser parte de un concierto de gloria y alabanza al Padre. Dios no quiso ni quiere murallas, nos quiere a todos compartiendo el mismo hogar con respeto y amor genuino, porque aunque somos diferentes también somos todos parte de su familia.
Día 39: De la luz a la oscuridad: Tercer día en Bangkok
Dicen que esta ciudad es de contrastes; bueno al menos para nosotros el tercer día resultó un claro ejemplo de esto. Partimos muy temprano viendo el amanecer en la ciudad para poder ir al mercado flotante. Desde las alturas del hotel, los techos de latón fueron un verdadero holograma extendido que reflejó toda su miseria y pobreza oculta desde la calle. De rato en rato, sin embargo, como penachos de oro, sobresalían las campanas doradas y los techos en escalas de los templos, que se veían rodeados por verdaderas serpientes de plata que cortaban el paisaje como sables afilados y certeros. El sol, como un disco metálico recién fundido en el fuego salió de entre la bruma gris, sellando el hechizo mágico que permitió que todo Bangkok quedase grabada como una medalla con dos caras. Alegría y sufrimiento; belleza y brutalidad; riqueza y pobreza, abundancia y miseria; sabiduría y decadencia; vida y muerte; fe y oscuridad…
Con esta sensación en el cuerpo, salimos en una van con destino al mercado que tanta fama le ha dado a Bangkok. No fue poco curioso que los segundos pasajeros que recogimos resultaran ser tres chiquillas chilenas, una de ellas la hija mayor de una muy amiga del colegio y la otra hija de una profesora mía de tercero básico. Yo sé que el dicho existe, pero de verdad el mundo puede resultar a veces demasiado chico… Las tres locas venían viajando hace un mes y medio por el sudeste asiático y nos llenaron la ida y la vuelta con todas sus historias. Deliciosas las chiquillas, además de lindas e inteligentes. Puro chochear con juventud sana y chora. Le habría hecho los puntos para alguna nuera pero creo que mis exponentes le quedan un poco chicos de edad… jaja.
Nos comentaban ellas de cómo les costaba imaginar a sus papás en un viaje como el nuestro, loco, aventurero, sin comodidades o seguridades; “aperrado” según sus palabras. Yo me pregunto cuándo al ser humano se le acaba la juventud (de espíritu al menos) para poder fluir con libertad en casi todos los contextos. Yo he reconocido mis limitaciones en este viaje, pero la verdad es mucha más la fascinación y el aprendizaje que la incomodidad o el riesgo que traen. Dios me libre… por lo menos de poder seguir saltando a los botes unos buenos años más.
Después de casi dos horas hablando en chileno y atravesando el campo típico de las afueras de la ciudad, llegamos a un estacionamiento donde nos esperaba otro bote. Como ovejas nos acarrearon por rieles y nos subieron a diferentes embarcaciones semejantes a las chalupas de la ciudad que sin paciencia ni saludo, nos llevaron al epicentro del mercado. El trayecto a todo dar por acequias rodeadas de vegetación y flores desordenadas que se metían al agua, me recordó los juegos de chica cuando uno hacía botecitos con ramas. Así íbamos, un barquito tras otro en una carrera por agua de color chocolate. Una que otra casa pobre salía al camino y traía olor de flores y pasto distante. El típico olor a campo y a acequia como cuando se regaba con riego tendido.
Es importante contar aquí que el principal y original mercado flotante funciona de viernes a domingo –días en que nosotros no íbamos a estar- por lo que supongo que asistimos a su versión más turística y pequeña del tema. ¿Qué es? Un sinfín de chalupas vestidas con los colores más lindos e intensos que se pueda imaginar. Tripuladas por mujeres más o menos viejas que parecen reinas en sus tronos de mercancías de todo tipo. Todo perfectamente limpio, bien presentado, armónicamente combinado y en equilibrio para lucir su contenido. ¿Qué vendían? Casi de todo, sin embargo lo más lindo era la fruta y la verdura. También ofrecían carnes y mariscos, artesanías y suvenires de todo tipo. Sin embargo, me quedo con el arte de su conjunto. Una pintura digna de ser plasmada una y otra vez. Ensuciaban un poco los puestos extras en los bordes y los regateos excesivos; también los animales curiosos como serpientes y monos enanos; tampoco se veían bien los miles de botes de turistas paseando por los canales escudriñando con sus cámaras de fotos a cada persona . Yo hubiese borrado todo eso y me hubiese quedado contemplando a las mujeres y sus barquitas maravillosas de color y vida. Para mal mío parece que tanto barco y motos fuera de borda, hicieron de las suyas, ya que terminé el paseo más mareada que el pobre monito de la jaula.
Después de toda esta luz y colorido, volvimos a la ciudad como a las dos de la tarde, descansamos un rato y después decidimos ir al Chinatown donde, por lo menos a mi juicio, nos esperaba la oscuridad. Por diferentes circunstancias toda la alegría de la mañana se esfumó y partimos medio atravesados en búsqueda de nuestro destino. Y tal cual ordena la ley de la atracción, la tarde resultó extraña, sombría y desesperanzadora. Después de planchar varias calles, encontramos un pasadizo que nos llevó al famoso barrio. Imaginen un conjunto de corredores oscuros, con agua sobre el pavimento, con chinos cabizbajos que apenas atendían nuestras preguntas, con basuras altamente sospechosas, con canaletas llenas de grasa, con puestos de comidas irreconocibles, con paquetes de alimentos secos y hediondos, con bodegas y tiendas sin luz, pero sobre todo con gente sin vida. Probablemente soy una prejuiciosa, pero no pude ver ningún residente sonreír con el alma. Todos sólo trabajaban con la cabeza gacha y el rostro inexpresivo. La cultura parece haber convertido la vida en trabajo, sin gozo, sin la chispa de la broma ni la alegría. La educación también deja mucho que desear en estos barrios: la gente bota todo al suelo, se tiran flatos en tu cara, se apiñan en las calles sin darte la pasada… No sé… una vez más me siento atrapada en un caldillo desabrido de verduras insípidas y fritangas que me duelen el estómago.
Caminamos bajo los carteles de neón por varias horas, esperando descubrir la callecita linda, el restaurant o puesto bonito para comer, pero ni siquiera con eso pudimos. Todo fue un apretuje, un sonsonete nasal constante y cansador, un olor a aceite y verduras cocidas que nos empezó a desaliñar el alma y a darnos escalofríos. Cada uno a su paso, resistió estoico el paseo de vuelta al hotel, en silencio observante. Fue así como por primera vez la ciudad me resultó amenazante. Vi gente revisando los basureros y guardando comida, vi personas vestidas de oscuridad y recelosas de nuestra mirada. Molestábamos por el hecho de ser diferentes y creo que hasta nuestro olor, nos hacía extranjeros. Finalmente ya oscuro, un último callejón se me hizo terrorífico. Esos segundos donde piensas que puede pasar lo peor. Gracias a Dios los ángeles de la guarda, andaban cerca y nos llevaron a buen término. La pobreza de la ciudad es tan intensa que se te clava en el cuerpo y en el alma.
Fue a raíz de esta vivencia que escribí la siguiente reflexión:
Es frecuente que cuando caminamos por las grandes ciudades, sus calles nos golpeen con su suciedad y la pobreza de muchos. El olor de alcantarillas, basura, contaminación y humanidad, se mezclan en el aire y decantan en el suelo, impregnándonos de una capa oscura que se nos pega en la piel, en la retina y en la nariz literal y espiritualmente. Es como un velo oscuro de desesperanza que nos revela los grandes contrastes sociales; un hedor que nos recuerda las condiciones infrahumanas en que muchos hermanos viven y que no nos puede dejar indiferentes. Este dolor materializado en un hollín visible, se convierte en un peso o desgarro que nos hace preguntarnos por nuestra responsabilidad y aporte real a su superación. Sin embargo, esta experiencia también nos puede llevar a cuestionarnos en cuánta basura espiritual llevamos impregnada en el alma, afeándonos y quitándonos esperanza en nuestro propio porvenir. Cuán oscurecidos vamos por no “lavarnos” con el agua del espíritu que nos purifica y sana a pesar de nuestras pobrezas y basuras. Invoquemos su fuerza para que nos levante y anime, ya que de lo contrario poco podremos aportar también a la sanación de la humanidad.
Día 40: De visita en palacio.
Decididos a cambiar del día anterior, nos despertamos con mucho ánimo para ir a visitar el famoso Palacio Real. Jurábamos que lo habíamos visitado el primer día, pero habría sido el error más garrafal de todo el paseo ya que nos esperaba algo jamás imaginado.
Para irnos optamos esta vez por un taxi hecho y derecho, ya que era más seguro y tenía aire acondicionado (cosa que se valora mucho con los 35 grados de calor). Tuvimos que vestirnos con pantalones largos y brazos tapados por respeto y pagar el ticket más caro de todos.
Las sospechas de que no habíamos ido antes se confirmaron rápidamente al ver una tremenda cola de turistas entrando a una ciudad amurallada. Una vez más los “buitres” acechaban a sus víctimas para estafarlos de mil maneras, pero el taxista –que era un muy buen hombre- nos advirtió de todas las tretas y pasamos directo al palacio. De verdad el calor nos hacía dudar si todo no se derretiría en cualquier momento, haciendo que toda la maravilla se fundiera en una masa de cera multicolor.
Y es que cada palacio y torre parecía un monumento aun mas detallado y minucioso que todo lo que habíamos visto antes, pero multiplicado en amplitud y lujo (si es que eso es posible). Cúpulas doradas gigantescas, murallas de mosaicos de todos los colores formadas por miles de cuadraditos de un centímetro cuadrado; espejitos, bordes dorados, cerámicas pintadas y talladas, pinturas de tinta, maderas talladas, metales incrustados… Todo condensado y puesto con un arte pocas veces visto. A ratos me recordaba los templos musulmanes, pero más sobrecargados y exquisitos. Los pisos de mármol, los escalones tallados, los jardines esculpidos, los pastos y flores combinados a la perfección, los tronos de oro majestuosos en formas de barcas o coronas, las salas de armas, las salas de cañones… No puedo dejar de ver en ellas las guerras y las vidas que deben haber cobrado. Hay sables, hachas, machetes, cuchillos, lanzas, puños con pinchos, espadas, revólveres, rifles, carabinas, pistolas…
Es curiosos aportar con la información de la monarquía tailandesa, ya que el rey (87 años) y la reina (84), son profundamente venerados en todos lados. Si bien hay un primer ministro y parlamento, en las calles, en el hotel, en el aeropuerto, en los restaurantes y en todos lados, hay fotos o estatuas de ellos y les dejan comida y ofrendas a lo largo del día.
En general el color que más domina todas las construcciones de palacio es el dorado; luego le siguen el turquesa y el azul y luego los rojos y amarillos. Destaca dentro de todo el llamado salón del Buda esmeralda. Una figura de no más de 50 centímetros de jade, encumbrada en un altar de dorados y pinturas, en la que todos se inclinan a rezar. Estuvimos un buen rato ahí, contemplando el detalle de cada pedacito del templo. Un metro cuadrado de eso en Chile, sería monumento nacional….
A esas alturas del paseo, la población de chinos con sus guías y voces se convirtieron en un panal de avispas. Te pegaban sin darse cuenta con sus paraguas (para el sol) y se cruzaban en todas las fotos. Habrá que desarrollar mucho la paciencia si es que ellos van a dominar el mundo, porque la sensación es que te quitan el espacio personal con tal inocencia y espíritu olímpico, que cuesta ponerles límites. Además no hablan ni una gota de inglés y no parece importarles mucho. Ya no sigo, si no me van a criticar por discriminadora. Seguro hay chinos encantadores, educados, sabios y amorosos, pero esos no son frecuentes en los buses turísticos.
Maravillados con lo visto y extasiados ante tanta abundancia, decidimos ir a la parte nueva de la ciudad. Para sorpresa nuestra, la modernidad se apareció en plenitud a la vuelta del metro. Un metro aún más sofisticado que el de Singapur, ordenadísimo, con aire acondicionado y televisores. Transportados por este dragón veloz de color naranja y amarillo que volaba por encima (y no por debajo) de la ciudad, nos alejamos de los palafitos y canales para llegar a los rascacielos y malls del futuro.
Una vez más el desarrollo parece que sólo conduce a este destino: arquitectura fría y espacios de consumo sofisticados y muy grandes. ¿Dónde quedan los decorados de cerámica, los artesanos de palacio, los mosaicos de espejos?¿es necesario perderlo todo para parecerse a New York?. La verdad el barrio nuevo de Bangkok podría estar en cualquier lugar del mundo y no podríamos distinguirlo…
Al volver, un nuevo bote nos llevó al muelle cercano al hotel cuando ya estaba de noche, pero esta vez a la Trinita se le enganchó una chalita en el borde y con ello, casi me quedo arriba del bote. Ya en marcha y a grito pelado, tuve que saltar al escalón metálico como una gacela, cosa que no me resultó fácil por cierto. Por instantes me vi hundiéndome en el agua verde, comida por los lagartos o arrastrada por el bote… La verdad no fue tan dramático, pero Aki se asustó y recién ahí me di cuenta del peligro vivido.
Bangkok fue un regalo que nos amplió aún más la mente a la inmensidad del ser humano. No vimos el lado más feo que nos habían comentado ya que no fuimos a los barrios rojos, porque no los buscamos ni tampoco nos los topamos, pero si me preguntan qué sensación me dejó finalmente, me cuesta definirla.
Tratando de ordenar los sentimientos, creo que me dejó un sabor más amargo que dulce. Si bien me extasió los sentidos hasta el cansancio y me sorprendió la mente con sus contrastes, el espíritu no se alimentó con esta ciudad. Así como cada noche debía ducharme un buen rato por sacarme de encima la sombra de las calles, creo que cada noche también tuve que hacer un esfuerzo por encontrar a Dios y su bondad en los rostros de la gente y en mi corazón. La sensación fue muy distinta a la de Singapur en cuanto que ahí el alma era de plástico; aquí me pareció que el alma era real, pero teñida de desesperanza y pobreza humana. Sentí una nostalgia grande de algo más puro, más natural, menos corrompido y sucio en el amplio sentido de la palabra. Me sentí extranjera y se me destempló el corazón.
Ya de vuelta en Bali, el alma se siente un poco más en casa, aunque la verdad ya se añora la propia. Y no es que esté triste ni pretenda ser mal agradecida; simplemente se extraña el nido… con todas sus riquezas y pobrezas.
Día 41: Decantando lo vivido
No dejó de sorprenderme a la vuelta a casa (a Bali), cómo ha pasado el tiempo y cómo los ciclos vitales comienzan a cerrarse. Es como si la naturaleza también nos mostrara que nuestra etapa de siembra, crecimiento y cosecha ya está llegando a término. Me explayo un poco más…
Nuestra casa y en especial mi ventana, da a un campo de arrozales maravilloso y durante estos cuatro meses hemos visto el proceso casi completo. Cuando llegamos en diciembre, la tierra –o el barro mejor dicho- estaba aún con los rastrojos de la siembra anterior. Varas secas formando un adobe extendido en verdaderas escalas de color chocolate oscuro. Luego vinieron los hombres armados con arados rústicos que revolvieron la mezcla como cuando hacíamos tortitas en las acequias. Pacientemente, bajo el sol y la lluvia intensa, protegidos sólo por sus conos de paja, molieron todo y dejaron un chocolate liso y brillante listo para ser tejido con pequeñas hebras de un verde tan intenso como finito. Fueron las manos de las mujeres quienes trenzaron todos estos débiles hilos de vida y transformaron la superficie en una pequeña alfombra punteada como por un hilván de niños. Sus trajes coloridos y sus manos curtidas fueron inagotables en el cuidado, arrancando las malezas y revolviendo una y otra vez la siembra para que se irguiera sin problemas. El hilván poco a poco fue engordando su puntada y casi sin darnos cuenta, la alfombra café se vistió de cabellos pistachos, demasiado lindos para no ser contemplados. Como el pelo de una sirena gigante ondeando en el océano, las hebras hinchadas bailaron semanas, noches y días, al vaivén de los vientos caprichosos y se protegieron de los rayos celosos de tanta belleza. El campo de arroz se convirtió así en un vergel donde se anidaron las ranas, los grillos, las golondrinas y las garzas y bueno, ciertamente también mi alma… Cada tarde y cada noche, no podía dejar de escuchar su canto, admirar su pacífica danza, absorber el suave aroma, pero sobre todo estar en presencia de un momento sagrado. Los colores del sol con toda su variedad y los plateados de la luna con su temperamento fueron la iluminación perfecta para un altar de ofrenda y vida. Hoy las varas ya están vestidas de granos y los pájaros se acercan sin misericordia. Los hombres y mujeres que habían desaparecido por un tiempo, reaparecen para asentar sus dominios armados con hilos de plástico, paños de colores o irreconocibles espantapájaros humanos que poco sirven en la práctica. La alfombra verde se ha convertido en un festín y no hay nada ni nadie que detenga tan opíparo banquete. Bueno, salvo el hombre, que sólo espera paciente unos días más para que el grano termine de madurar y pueda atesorarlo como fruto de su esfuerzo y trabajo. Así como los pájaros vendrán muchos hombres, mujeres y niños a agitar las ramas para que suelten su preciado contenido y una vez más quedarán exhaustas y pisoteadas uniéndose al piso de barro que las cobija. A algunas les prenderán fuego, controlado y bajito, pero igualmente feroz, arrancando de ellas todo resto de vida para que se integre a la tierra. Su sacrificio será luego abono para el próximo ciclo de vida, para la próxima generación que aún no germina.
El grano arrancado aguardará su destino en un silencio conmovedor, ya que sabe que será triturado y molido para dar vida.
Ya casi en abril, mi vecino el arrozal está en las vísperas de todo esto y no puedo dejar de sentirme identificada. Han sido cuatro meses de revolvernos interiormente, sembrar nuevas miradas en el alma, haber trabajado arduamente en ellas, haber disfrutado muchos días, haber sufrido también otros, ver cómo han crecido y se han encumbrado para la cosecha que viene. No han faltado las malezas, los rayos ni los truenos; tampoco las danzas ni los cantos. Todo ha sido parte de un ciclo en donde Dios nos ha regalado una forma de mirar la vida más amplia, más completa, que espero se vaya pegada muy fuerte en el corazón.
A propósito de esta idea, un escrito…
Está llegando el tiempo de cosechar. Las varas erguidas comienzan a hacer esfuerzos por sostener sus frutos y los pájaros intrusos quieren sabotear el trabajo de la naturaleza. El verde del campo se empieza a tornar amarillo y el cielo, impaciente, luce un azul más intenso, sólo matizado por gruesas espumas blancas. El grano ha surgido desde el barro, recibiendo lluvias, vientos y truenos. Se ha entusiasmado con el canto de las ranas, con el tibio sol de las mañanas y con el vuelo danzarín de las golondrinas atrasadas. Ha querido salir a jugar con los murciélagos de la tarde y se ha visto reflejado en el brillo de la luna y sus puntadas de plata. El grano ha vivido con intensidad su morada y ha aprendido de cada día una lección de vida: que lo importante sucede en el corazón del que ama; quela existencia no es sólo trabajo de agotadoras jornadas; que la vida también se juega en el baile libre y alborotado de la tarde y que su sabor se siente más fuerte, justo después de la tormenta huracanada. El grano ha aprendido que su porvenir nunca le ha pertenecido; que la tierra es su fuente; su inicio y término ya que su existencia es poco más que la nada. Siempre todo estuvo y estará en manos de aquel que vislumbra al alba o del que atisba en la inmensidad de la noche estrellada. Aquel que todo lo ordena, lo crea y lo viste de belleza y de esperanza. Llega el tiempo de la cosecha y el grano sabe que será arrancado, triturado, desplazado. Quisiera aferrarse al presente y detenerlo todo; poner pausa, pero la vida es incapaz de esperarlo y sigue su incansable marcha. El grano ha sido creado para dar vida; ha sido amado y cuidado para dar fruto. Ya llega el tiempo donde sin golondrinas ni garzas; sin brisas ni melodías mansas, su vida será ofrenda y su entrega, la verdadera danza. Aquel Señor del día y de la noche; de la tierra y del alba, en hora buena; él conoce los tiempos; él dispone la marcha.
Como para confirmar el aprendizaje y asentarlo, han ido pasando cosas en esta isla que no dejan de sorprender.
Ya desde hace un mes atrás comenzamos a ver que la gente se estaba preparando para una fecha especial. La mayoría de la población hindú de la isla celebra el año nuevo el 21 de marzo y para eso hay un numerosos ritos y cuidados de los cuales nos fuimos percatando y haciéndonos parte.
Lo primero que vimos fueron los monstruos que empezaban a construirse en los patios de las casas. Estructuras de fierro y bambú, cubiertas con papel maché, yeso y plumavit comprimido, empezaron a darle forma a seres horrorosos de los cuales veíamos sólo partes. Cabezas de animales, brazos múltiples, pechos femeninos muy prominentes, piernas gruesas y peludas, garras y dientes feroces, entre otras cosas, salían a la vista de los paseantes como una exhibición forense. Así también una noche apareció un canto lastimoso y repetitivo que no cesó hasta el carnaval de vísperas del año nuevo. Voces de hombres y mujeres alternadas que desde sus templos cantaban y oraban sin cesar. La sensación era muy similar al de las oraciones musulmanas, pero parecía una letanía angustiosa y triste. ¿No será posible cantarle a Dios y/o a los espíritus con alegría? Supongo que para eso, tendré que viajar a África y para eso falta mucho.
Dentro de los efectos visibles de estos preparativos es que la ciudad se comenzó a cerrar; las tiendas pusieron letreros de “close” y las personas locales comenzaron a viajar a sus barrios de origen, ya que cada uno tiene su propio ritual y desfile de monstruos. Así poco a poco, las calles comenzaron a ralearse y el tiempo a lentificarse. Hasta que finalmente el viernes 20 de marzo comenzó todo.
Día 42: Año nuevo hindú en Bali
Un poco de referencia histórica puede ayudar a darle contexto a algo difícil de describir ya que probablemente sólo aquí sucede. En primer lugar la fiesta de año nuevo se llama Nyepi y tiene varios siglos de existencia. Consiste en 24 horas en los que se respetan y viven 4 principios fundamentales:
Amati Geni: que prohíbe prender luces o fuego como símbolo de los apetitos o placeres humanos.
Amati Karya: que prohíbe todo tipo de trabajo salvo el de purificación espiritual y renovación.
Amati Lelungan: Prohibe realizar viajes y por eso toda la gente se tiene que quedar en sus casas.
Amati lelanguan: Prohíbe todo tipo de entretenimientos.
Impresiona ver cómo se respeta todo esto ya que todos los locales, hoteles y por ende también los turistas, deben sumarse y respetar todas estas reglas. Pero partamos por el principio….
Desde muy temprano del día anterior al Nyepi, todos los balineses se ataviaron con sus trajes más lindos. Los hombres con sus faldones escoceses de blanco y negro que manifiestan lo sagrado, coronados con sus pañuelos amarrados como sombreros o coronas. Las mujeres preciosas, llenas de colores, como verdaderas figuritas de porcelana, ataviadas con canastos de ofrendas tan lindos y aromáticos como ellas. Reunidos cada uno en su templo comunal, acompañados de cantos y música, subieron a sus respectivos monstruos a plataformas hechas de bambú para llevarlos luego en procesión. Cada una era un tablero que dejaba espacios para que 20 ó 25 personas pudieran meterse adentro y levantarlas sin dificultad mayor que la coordinación. El peso no será el tema, sino cómo aúnan los pasos para “bailar” y darles vida.
Ya listos, cada grupo de un centenar de personas, literalmente se tomó la calle y comenzó a caminar con destino a su templo. Los autos y las motos como que desaparecieron y todo se convirtió en un gran paseo peatonal. Nosotros, invitados por los chilenos, nos fuimos caminando al centro de Yoga Desa Sani, donde trabaja la Manuela, ya que ahí también se había construido un monstruo para la procesión. Lo primero que me llamó la atención fue el poder caminar tranquilos por donde antes fue imposible. La calles fueron nuestras veredas y nos acogieron con espíritu alegre y festivo.
Llegamos al lugar y nos encontramos con un centenar de hombres y mujeres disfrazados con máscaras de diablos muy coloridas. Muy bien pintadas y diseñadas lograban hacerte olvidar al humano que las sostenía y así te veías de frente con dientes ensangrentados, ojos desorbitados, lenguas viperinas, orejas con cuernos o monos coléricos, que lograban asustarte. Cada uno llevaba trajes de raso de color amarillo sobre sus faldones escoceses y miles de cintas salían como capas. En este caso particular los tres monstruos construidos distaron mucho de la tradición balinés, ya que el ejercicio creativo lo hizo el dueño del centro que es un canadiense con cara ajada y bronceada por la vida. Su versión fue más semejante a unas marionetas gigantes que las que más tarde vimos en procesión por las calles. Sin embargo, más allá de su libertad creativa es admirable el espíritu y cariño con que lideraba a los casi 80 empleados de su centro.
Junto con ellos también salimos en procesión a la calle, liderados por mujeres que portaban un tridente de fuego hecho con bambús y una veintena de músicos que mantenían un ritmo monótono y mántrico. Sólo instrumentos de percusión como xilófonos gigantes, palos de bambú ahuecados, platillos metálicos y un gong nos acompañaron junto con los gritos y alaridos. Al grupo original se fueron sumando más turistas curiosos como nosotros y los locales con lo que se formó una gran culebra de colores y sonidos.
A poco andar llegamos al templo comunal que nos correspondía y ahí nos encontramos con los otras figuras. Tradicionalmente se les llama Ogoh Ogoh y representan a las figuras hindús del inframundo. Están basadas en mitos y leyendas, pero también se dan libres interpretaciones de males modernos y/o figuras políticas. Se salvaron los chilenos en este país, porque yo creo que no cabrían tantos monstruos actualmente.
Ya reunidas y pintadas todas las partes sueltas que habíamos visto en las casas, el espectáculo era impresionante. La noche ya era parte de la procesión y con ella las figuras humanoides de 6 metros con cara de chancho, garras de dragón y pechugas saltonas se adueñaron de las calles. Había más menos 500 personas y el desorden fluía como de costumbre en Bali. Nada de medidas de seguridad ni precaución alguna para el fuego de las antorchas o para el movimiento brusco de los monos. Nada de iluminar los hoyos abundantes del camino ni proteger a los niños. Nada de policías cortando el camino ni cuidando de ladrones o peligros. El caos funcionó a la perfección y todos gozaron de un carnaval único y sin contratiempos. Para graficar la situación un ejemplo: como los ogoh ogoh eran muy altos, las ramas de los árboles entorpecían la procesión. Sin preguntarle a nadie, un hombre “mono” trepó a ellos armado con un serrucho y con un chiflido nos echó unos metros para atrás. En cinco minutos o menos una gruesa rama se vino abajo salpicando astillas y mugres para todos lados en medio de la gente. Sin embargo, la reacción fue equivalente a ver visto pasar una golondrina. Chiflidos vienen y chiflidos van y nadie se hizo más problemas y la procesión siguió su paso. Según Juanjo es parte del show: cierto o no, está muy bien logrado el efecto.
Debemos haber recorrido el equivalente a unas seis cuadras en redondo llevando a los 6 u 8 monstruos correspondientes al barrio. Cada cierto rato se detenían para descansar y tomar agua, ya que el calor y los bailes no eran buena combinación para los transportadores. Ternura provocaban versiones chiquititas de monstruos llevadas por una decena de niñitos de máximo 6 años de edad, que al igual que los adultos en cada esquina hacían sus peligrosas piruetas y gritos.
En el recorrido hubo muchas cosas que me alegraron el alma y que me la cuestionaron… Primero que nada la festividad encarnada en un pueblo. A pesar de estar rodeada de monstruos y diablos, sólo vi caras felices, celebrando juntas y sanamente. Era una comunidad que salía a la calle a derrotar a los malos espíritus para partir bien el año. Una verdadera familia, con rostros amables, humildes, sencillos, llenos de brillo en sus ojos. No pude dejar de pensar que en Chile esto sería prácticamente imposible… Cómo recuperar las confianzas, cómo matar a todos los monstruos que hoy nos atemorizan y nos distancian a unos de otros…. También me sorprendió la fe y respeto con que vivían este tiempo. En cada mono hay miles de horas de trabajo y mucha plata invertida; en cada baile y melodía interpretada había centenares de jornadas de ensayo y oración, que vienen a reflejar la cantidad de energía que invierten los balineses en su espíritu para verlo fluir con libertad. A ratos me entristece y a la vez desafía nuestra situación en Chile; cómo reconectarnos con lo importante, cómo poner la energía en lo que nos hace libres y dejar de vivir esclavos de tanta tontera… También me impresionó la dulzura de cada saludo que recibimos en la procesión. Algunos al darte la mano e intercambiar los nombres, luego la llevaban al corazón como un tesoro. Otros juntaban sus manos como rezando en el pecho y bajaban la cabeza mientras te saludan como honrándonos mutuamente por el hecho de cruzarnos en la vida. No me dejaron de conmover y cuestionar estos saludo tan llenos de sentido y humanidad; tan carentes de intereses mezquinos u oscuros. Si bien íbamos todos de diablos, creo que en este pueblo han logrado mantener a raya sus demonios internos y han logrado que el bien y la luz estén por sobre ellos. La verdad, recordando las viejas inseguridades que esta cultura me produjo, no puedo si no pensar que en la nuestra los demonios son mucho más feroces y que me da inseguridad volver. Muchos correos que llegan de Chile y las mismas noticias, revelan a un pueblo mayoritariamente amargado, dividido, enfermo, irritable, impaciente, resentido y aislado en sus trincheras de desconfianza y aparentes inseguridades, cuya podredumbre está saliendo por todos lados. Sé que hay mucho más de bueno que de malo, y mucha más luz que oscuridad, pero pucha que falta ponerla “encima de la mesa”. Creo que nuestra sociedad está viviendo una crisis muy profunda, pero a la vez es una gran oportunidad para crecer…
También me impresionó la sanidad de esta fiesta. Había gente tomando cerveza, pero ningún curado ni desubicado. Había gente con sus casas o tiendas abiertas mientras pasaba la procesión, pero nadie hizo ningún destrozo. Todos los guardias y policías no estaban en la procesión, y a nadie le robaron su cámara de fotos ni su billetera… Así puntualmente a las 10:30 de la noche cada “clan” se fue a su lugar de origen y cerró el carnaval sin “daños o efectos colaterales”. Desconozco si en Denpasar es igual; seguramente no, pero no deja de dar nostalgia tiempos en lo que en Chile podíamos salir a celebrar cualquier cosa, sin que al otro día haya que leer todos los destrozos causados.
Podría parecer una amargada más (hay tantos últimamente..). En parte sí, pero más que amargura es impotencia la que siento. Me dan ganas de armar algo y mover corazones en forma masiva. Remecernos y construir a través de pequeños gestos una sociedad más esperanzada y unida. También me da miedo ya que los demonios están muy llenos de odio y con hambre de violencia, pero creo que a mayor maldad, la única salida es más amor. La otro opción es quedarse “guardado” en nuestros pequeños nichos, protegidos, haciendo vista gorda a lo que nos está pasando, pero la verdad no puedo… Ya veremos a la vuelta, qué es lo que Dios nos tiene preparado y cómo podemos ayudar más eficazmente.
Sin embargo, lo que más me quedó dando vuelta, es la cantidad de demonios que hacen procesión adentro de uno mismo. Cuánto cuesta mantenerlos a raya para que no nos quiten la libertad, la movilidad y la alegría. Deben ser aún mucho más feos que los que se arman aquí en
Bali… A raíz de eso, escribí la siguiente reflexión:
Partir de nuevo es un anhelo permanente del ser humano que se ve reflejado en todas las culturas en diferentes fechas del año. De alguna manera queremos dejar atrás todo lo que nos quita la energía, lo que nos enferma y lo que nos afea el alma. Hay en el fondo una búsqueda muy profunda de la paz que sólo Dios da y para eso hay que enfrentar previamente todos los demonios que nos habitan. En muchos países estos seres y/o voces macabras son representados en figuras y máscaras que bailan y desfilan frente a nuestros ojos, para luego ser derrotados y/o quemados para que el bien prevalezca. Simbólicamente nuestro espíritu debe realizar el mismo ejercicio para dejar que Dios reine en él. Primero debemos identificar los demonios que nos acechan y tratar de ponerles nombre y rostro. Temor al abandono, rabia por la pérdida de control, inseguridad frente a nuestras capacidades; ansiedad , tristeza, etc.. Luego hay que dejarlos desfilar frente a nuestros ojos e iluminarlos con antorchas para ver de dónde vienen y su real dimensión o peligro como un testigo u observador desafectado. Ahí veremos cómo sus gritos y amenazas no son más que tretas o juegos de cobardes y que se alejan despavoridos frente al “fuego” del amor de Dios. Cuando nos queremos como el Señor nos quiere, aunque sea por segundos, los demonios se consumen, se achican y desaparecen, dejando en nuestra alma una quietud y silencio llena de esperanza. Este rito de exorcismo personal lo podemos hacer a diario si es necesario, invocando al Padre, aferrándose al Hijo y recibiendo todo el amor y fuerza del Espíritu Santo.
Por el momento, con algunos “diablitos” pegados, seguimos aprendiendo las lecciones de este pueblo tan lejano y admirable.
A las 6 de la mañana del 21 de marzo comenzó el año nuevo y todo estaba como encantado o dormido bajo un manto de tranquilidad y paz celestial.
A las seis de la mañana salí a ver los arrozales y las nubes incrustadas en el cielo aún deslavado y medio dormido, me anticiparon de un silencio desconocido que me golpeó la cara. Es como el del campo, pero aquí estás en medio de la ciudad lo que hace más imponente. Es como si el mundo se hubiese detenido y nada ni nadie lo puede hacer reaccionar. Sólo se oye el ruido de agua cayendo, de pájaros y de la brisa que va supervisando la obediencia de todo el pueblo. Realmente abismante el seguimiento total a esta fiesta. En relativo silencio y ayuno, la tribu Goycoolea también se adhirió a esta jornada de recogimiento y contemplamos cómo Dios y su espíritu se fueron “adueñando” de la isla.
Desde nuestro balcón miramos hacia la calle y no se veía un alma. Nada de motos, ni silbatos; sólo un silencio que transita por el aire con completa autoridad. No le obedece eso sí el mar, cuya rebelión de olas llega a nuestros oídos como anuncio de libertad. Hemos convivido cuatro meses con esa música repetitiva y maravillosa, pero recién la oímos. Cuántos sonidos y palabras de la naturaleza quedan perdidos producto de los ruidos que hacemos los humanos…
El silencio y la tranquilidad del día sin duda fueron contagiosas, ya que sin darnos cuenta nos vimos hablando bajito, cuidando el ambiente y sumándonos a la fiesta a nuestra manera. Jugamos a las escondidas, al chancho inflado y la verdad el espíritu alegre e infantil estuvo presente en la casa realzando lo especial de este día. Así poco a poco empezó a llegar la tarde y con ella la oscuridad más absoluta que puedan imaginar. De verdad conmovió el alma ver toda una isla con miles de habitantes simplemente apagarse y silenciarse como si no existiera realmente. Créanme cuando digo que no había ninguna luz prendida en todo el valle; sólo a ratos se veía una que otra luz de linterna revisando o apenas un resplandor pequeño y amarillento que entraba o salía de alguna posible ventana. Las siluetas de la ciudad se fundieron con las del cielo y las millones de estrellas parecían bajar hasta la tierra sin temor ni vergüenza. Se me imaginaron como pequeños y profundos túneles que llevaban el alma a otras dimensiones muy lejanas. Sin duda, no era la primera vez que veíamos un cielo así, atiborrado de diamantes de distinto calibre, pero sí fue nuevo el escenario desde donde lo contemplamos. Admirar desde la ciudad dormida la inmensidad del universo y meterse en cada rincón del cielo con una curiosidad ansiosa, pareciera que aumentó el gozo y la conciencia de la existencia. Fue así como la tribu se vio seducida por el cielo y nos regalamos un momento de contemplación y conversación que será recuerdo para la vida entera.
Sentados en el piso de madera del segundo piso, tomamos palco en dirección hacia los arrozales y ahí mágicamente comenzó a brotar toda la vida que cada uno contenía. Acompañados por la sombra de la noche y algunos murciélagos curiosos, el corazón de cada miembro del clan se fue desplegando y sacando fuera todos los frutos de este viaje. Cómo describir la belleza y profundidad del momento; quizás sólo comparable a la bóveda brillante que nos coronaba. Es increíble cómo la belleza se manifiesta en lo grande y en lo pequeño; en el universo con todas sus galaxias y nebulosas maravillosas, y en un pequeño clan sellado a fuego por el amor. Qué bendición escuchar desde el más grande a la más chica, cómo su espíritu se vuelve a Chile renovado, lleno de entusiasmo y pasión por la vida, con un espíritu crítico pero constructivo, con los ojos limpios de tanta superficialidad que los rodea, de tanta fe en un Dios providente y bueno, de tanto amor entre nosotros respetando la diversidad y promoviendo su riqueza. Fueron consenso palabras como la capacidad de aceptar lo que la vida traiga y vivir agradecidos por ello. También concordamos todos que en el aparente caos, también las cosas fluyen; sólo hay que darles tiempo y nos sorprenderán con bendiciones insospechadas. La necesidad de mirar las cosas con altura y reconocer la variedad de criterios y culturas que existen también voló en la conversación como los grillos que dialogaban con nosotros. La importancia de mantener a Dios en nuestras vidas también apareció como un regalo de la isla y la necesidad de unirnos en momentos como estos con frecuencia. Sí fue preocupación cómo vamos a cuidar todo esto a nuestro regreso, cómo lo vamos a poder compartir sabiamente a los demás, cómo nos vamos a adaptar a la transición y cómo podemos llevar parte de toda esta riqueza espiritual a un Chile tan empobrecido. Pero más allá de lo que traiga el futuro, esa noche nuestra alma se vistió de fiesta y creo que efectivamente un nuevo año comenzó para todos. Dios nos regaló un tiempo en el paraíso y no nos queda más que agradecerlo infinitamente.
Así estuvimos literalmente “pegados” al cielo hasta que nos comenzaron a doler los “asientos” y a crujir los estómagos que, con tanta conversa, pareció que se vaciaron más rápido. Cocinamos sanguchitos en las penumbras de una vela y nos fuimos a acostar cobijados por una noche preciosa e inolvidable.
Ahora sólo nos queda prepararnos para el retorno, pero sin hacer las maletas mentales antes de tiempo. Cosa que no es fácil ciertamente. La tensión ya está en nuestras mentes y es una lucha mantener la velocidad de crucero mientras en Chile las cosas suceden tan rápido. Todos están en otra frecuencia y pareciera que nuestra vida fuera a destiempo. Sólo nos queda aplicar mucha sabiduría y poder disfrutar y atesorar los últimos diez días que nos quedan.
Día 43: De Visita en el paraíso
De todos los lugares de Bali, nos quedaba pendiente uno que todos los que han venido aquí señalan como imperdible. Se trata de las islas Gili, tres pedacitos de tierra ubicados al lado de otra gran isla llamada Lombok y que realmente resultaron un sueño en todo sentido.
De aquí en adelante, se prohíbe todo mal pensamiento de envidia, celos o cualquier otra emoción negativa ya que siempre los llevamos en el corazón a cada uno de los que lee estos reportes. Jaja!!
Para poder llegar a este paraíso, la cosa no podía ser tan fácil así que manejamos dos horas por las locas calles de Bali, que según nuestro “chofer” ya se le han hecho como de la casa. Toca bocina cual balinés, ya no le estresa la policía, fluye sin temor por las luces naranjadas de los semáforos, se apretuja entre los autos y las motos y “torea” a quien quiera pasarle por arriba. Todo un local la verdad!!!! Bueno con esa tranquilidad llegamos a Padang Bay, que es el puerto más cercano para tomar los botes que llevan a las islas. El panorama por cierto es conocido pero no deja de llamar la atención el regateo permanente en los precios, la informalidad de todo y los vendedores de frutas, anteojos y artesanías tan seductores como efectivos. Yo por lo menos no puedo dejar de comprarles las cajitas con piña a las señoras tan dulces y encantadoras. Ya me dicen la “tabla del 1” con los vendedores, así que trato de evitar el contacto visual, sino ya estoy entregada al consumo- no por lo que venden, sino porque me da pena el vendedor y me meto sin darme cuenta en su realidad y en su vida-. Si los hubiese mirado a todos, a estas alturas ya tendría un conteiner de pareos, artesanías, collares, pulseras y budas de todos los tamaños.
Después de una hora extra de espera, el bote se apareció en puerto y junto con nosotros un medio centenar de turistas se aventuró por los mares hacia las islas Gili Tawanan (la más grande), la Gili Meno (la del medio y más tranquila) y la Gili Air (la más chica). El pequeño barco era como en esos catamaranes que cruzan en la carretera austral chilena, con asientos como de bus en el primer piso y una terraza a descubierta donde iban los más osados y aventureros. Zamarreados por un oleaje potente, cruzamos por una costa linda, donde de vez en cuando aparecían islotes de color verde intenso coronados con uno que otro árbol y sostenidos en acantilados de piedra y tierra negra. Parecían como gigantes detenidos en el tiempo cuyo nacimiento y erupción a la superficie, no debe haber sido sino después de una ardua guerra de la naturaleza. No por nada, esta zona es catalogada como la que tiene mayores desastres naturales haciendo un “combo perfecto” que incluye terremotos, volcanes, tsunamis y huracanes. En nuestro viaje sin embargo, está calma y plácida. El cielo es de un azul intenso y las aguas van vestidas de un azul marino muy limpio y profundo.
Durante las dos horas de cabalgar a galope fuerte por este mar, no estuvieron ausentes tampoco las tradicionales ofrendas que consistieron en tirar como panfletos de papel al fondo del agua. Es raro ver cómo esto se mezclaba con la música americana y con la venta de cervezas para los turistas. A ratos podría haber pensado que estaba en una torre de babel o en el arca de Noé por la diversidad de gentes que se ve en cuanto idiomas y caras. En todo caso el perfil es parecido. Todos blancos, la mayoría jóvenes, muchos mochileros, todos muy quemados y con la bandera de relajo pintada en la cara. Nuestra tribu –aunque reducida- aún resulta numerosa por estos lares y un tanto atípica para el entorno, aunque la cara de relajo también la llevamos puesta. Ojala nos dure!!!!!!!!
Sin embargo el arca definitivamente nos llevó al paraíso. No más asomarnos a la cubierta en la costa de la primera isla, un color turquesa nos impactó en la cara como quien ve a un ángel en vivo y en directo. Qué maravilla de color. La mirada se hunde en las profundidades y te hechiza sin darte cuenta. La cara se deslumbra y el corazón se emociona ante tanta pureza y belleza destilada en un pedacito de la tierra. El color se distribuye más menos de la siguiente manera. Está la isla rodeada de arena blanca muy fina que se mete al mar, logrando unos cinco a diez metros de un verde clarito muy bonito, pero un poquito deslavado. Luego viene la franja de Dios que no deben ser más de dos o tres metros de un color turquesa único, que es “comido” por un azul más intenso que se prolonga por el resto del océano. El pedacito de color “divino” es sólo una franja delgada (como si fuera demasiado lindo para ser más) que une la claridad del verde con la oscuridad del azul y que justamente marca la división entre la superficie y la profundidad. No puedo dejar de pensar que caminar en el turquesa en la vida es justamente eso; caminar en el acantilado con un pie en el mundo y otro fuera de él, aportando la unión que ambos mundos necesitan. Difícil ya que la fuerza de los dos extremos es muy grande y para este color sólo parece quedar un pequeño espacio intermedio. Sin embargo, no importa su tamaño, el puro hecho de existir ya es una bendición y un regalo.
A propósito del color, un escrito loco que hice:
Dentro de las miles de formas que Dios tiene para mostrarnos su presencia, hay una que se ha transformado en mi predilecta: el color turquesa. Dicen los musulmanes que es el color divino y francamente tiene mucho que ver. Sólo si miramos nuestro planeta gran parte de su superficie está pintada de diferentes tonos de verde y su cielo rota en miles de tonos de azul y celeste. En la conjunción de ambos, se forma este color maravilloso que nos evoca a una dimensión pura, intensa, llena de energía, de vitalidad, de creación, de bondad hecha acción… Frente al turquesa no podemos quedar indiferentes ya que el alma se ve seducida por un torbellino de vida como la que se refleja en los mares cristalinos, en los ríos puros del sur, en los amaneceres o atardeceres de verano, en las llamas tímidas del fuego o en los ojos de Cristo. Es un color que nos hace viajar en el tiempo y en el espacio a algo mejor que nosotros mismos, a una cantera de vida que brota sin cesar regalándonos ideas, misterios, seres preciosos, belleza, perfección, armonía, paz… en una palabra plenitud. Hay muchas más puertas para conectarnos con el Señor, pero sin duda la vivencia profunda y real de este color es una de las más lindas y de las más generosas.
Todavía borracha con el color –y sin haber tomado ninguna cerveza- el bote dejó la isla más grande y nos llevó a la Air. Ahí, literalmente saltamos a la arena con las dos maletas de la tribu y comenzamos a recorrer el lugar, antes de irnos a la Meno, que es la isla donde definitivamente nos quedaríamos. Gili, significa isla pequeña, y realmente hacen honor a su nombre.
Algunas impresiones iniciales que llaman la atención es que al ser cercanas a Lombok, estas islas pierden la influencia hinduista y animista de Bali y se convierten a la tradición musulmana dominante en todo el archipiélago indonésico. Aparecen las mujeres con velo –pobrecitas, se mueren de calor- y los cantos a lo largo del día. Los hombres se ven relajados, flacos, muy quemados y con la sonrisa del relajo pegada en la cara. Sus trabajos son mayoritariamente orientados al turismo y varían desde choferes de carretas tiradas a caballo que llevan a los paseantes de un lugar a otro de la isla, vendedores de cosas, mozos de restaurantes, asadores de choclos a la parrilla, boteros y pescadores diarios o nocturnos. En estas islas no hay autos ni motos, sólo vehículos tirados por caballos de contextura muy pequeña que no son poni sino versiones miniaturas de los que conocemos. A pesar de eso son muy rápidos, fuertes y capaces de soportar carreras en la arena y llevar grandes pesos en sus espaldas. Los adornan con pompones de colores amarrados a resortes y les tapan los ojos para que no vean su vida de esfuerzo al lado de tanto ocio. Son los únicos que aparentemente conocen la fatiga, ya que el resto se ve fresquito y descansado. Como clara evidencia de este espíritu, en estas islas no existen perros; sólo gatos. Los que han traído se han muerto (por razones desconocidas, mmmm…) y sólo se ven los representantes felinos echados por todas partes lamiéndose y buscando sombra debajo de cualquier árbol. Son muy feos y sin excepción del centenar que vi, todos tienen la cola quebrada y/o deforme. ¿Será la genética o algún ritual isleño? ¿Cómo saberlo?.
Lo otro que circula por la isla son muchas bicicletas, pero muchas de ellas con ruedas muy anchas para andar en la arena. Nosotros optamos por nuestras lindas patitas, pero la verdad después de tanta caminata al calor y arena, al menos mis pies sufrieron las consecuencias. Ampollas y heridas en los dedos que agarran la hawaiana. De verdad va a ser una tortura volver a ponerme zapatos… Sólo pensar en los “pequeños piececitos” de Felipe metidos en un zapato negro y cerrado, me parece una tortura mayor a estas alturas. Mi niño ya va en 46. No quiero ni pensarlo….
Volviendo a las impresiones generales de las dos islas donde no alojamos, les puedo contar que se ve mucha gente y “onda” por todos lados. Fuera de los locales, todos los demás son cuerpos casi desnudos que se pasean mostrando sus humanidades que han tomado más sol del que necesitan y que más flacos o más gordos están disfrutando este paraíso mientras dure. Dicen que aquí los chiquillos se vuelven locos y que pasa de todo; nosotros los vimos tranquilitos guatita al sol siempre. Quizás fue un problema de hora, jeje!!!
Con las fotos del alma tomadas, nos embarcamos en un barquito mucho más chico, tipo micro local, que nos llevó a la isla Meno que no tiene puerto por ser muy tranquila y con sólo 400 habitantes. Dicen las historias que esta no se desarrolló como las otras, ya que hubo un artículo de un diario americano que decía que aquí los mosquitos eran mucho más abundantes y agresivos que en las otras y que el dengue era seguro. Finalmente esta información era falsa, pero provocó –para bendición de los isleños- que su crecimiento fuese mucho más orgánico y ecológico. Hay sólo cinco hoteles medianos y un par de cabañas locas y el resto sólo locales y playa virgen. Un tesoro…
La vegetación es de pinos, palmeras y árboles tipo mangrove que crecen con agua salada. Los temidos zancudos sí existen pero sólo en las tardes y nos bañamos en repelente. Ahora a cruzar los dedos no haber sido infectados, pero eso sólo lo sabremos en Chile ya que se demora un mes en manifestarse la enfermedad.
La costa está rodeada de coral molido en miles de pedacitos con las formas más variadas y es un paraíso para los buzos. El agua cristalina muestra sin pudor todos las maravillas que esconde en los arrecifes y han nombrado a las tortugas guardianas de todo esto. Eso sí las pobres son molestadas todo el día por los curiosos que llegan en botes y las hacen nadar de un lado a otro, para ver sus caparazones verdosos y sus estómagos blancos y amarillos. Los únicos que hacen la pelea a los buzos impertinentes son los erizos negros que disponen sus lanzas a quien ose acercarse.
Sin embargo, no es sólo la diversidad de peces multicolores lo que conmueve, o el cielo calipso chorreando calor, o las arenas blancas que encandilan y queman, o las caminatas plácidas sin huellas previas en la arena, o los vuelos de golondrinas y murciélagos al atardecer, o la cara amable y servicial de todos los habitantes de Meno…, es todo un conjunto de elementos que forman un espacio de paz muy dulce que emborracha el espíritu y permite ver -por lo menos a mi- cuánto nos ama Dios. Aquí el tiempo se detuvo y pareciera que se construyó un escudo protector de la civilización y sus secuelas.
El hotel en el que alojamos es completamente blanco; sólo está adornado con algunos cojines azules, las toallas alternan los mismos colores y todo reluce como una antesala de cielo. Sólo despiertan la mirada unas buganvilias fucsia que le dan el toque perfecto a esta vista de turquesas, blancos y sol. No hay ruidos, sólo música étnica o tribal sonando suave. El administrador es un hombre de rasgos chino, muy alto, flaco y con un pelo que le llega a la cintura. Está como pintado para este refugio coordinando armónicamente a todo el equipo de hombres y mujeres que aquí trabajan. Literalmente corren para atenderte y la experiencia se hace casi sublime, no sólo por las comodidades y la belleza que nos rodea, sino porque se respira una frecuencia linda, genuina y muy escasa en estos tiempos.
Salimos a recorrer caminando todo el contorno de Meno y a poco andar quedamos absolutamente solos. Nos acompañaron sólo miles de cangrejos transparentes, los espejos de agua del mar y las luces de botes “enfiestados” que sonaban a lo lejos. Se nos hizo de noche y además de una conversa linda y profunda, nos apareció cierto temor real a los mosquitos, pero también otras sorpresas de la isla fueron surgiendo. A medida que caminábamos en el borden de las olas, la arena se iluminaba en cientos de puntitos de luz que centelleaban y luego desaparecían. Pequeños seres marinos capaces de irradiar luz en medio de la noche. Parecía un juego mágico donde miles de hadas o duendes marinos quisieran decirnos algo. Imposible dejar de pensar en lo poderoso que puede ser un pequeño punto de luz en la oscuridad; ¿sólo coincidencia o Dios nos quiso decir algo?…
Llegamos ya oscuro cargados de corales en los bolsillos, especialmente unos rojos como frutillas preciosos y únicos, pero sobre todo volvimos llenos de una sensación de diálogo con la naturaleza y Dios muy especial.
Qué decir además de gracias, bueno que una experiencia así no puede ser eterna ya que supone quedarse sólo en un lado de la vida. En la parte clarita del agua; en la vereda. Hay que saber que existe y venir a ella cuántas veces nuestra alma necesite, pero hay que meterse mar adentro e ir a las profundidades porque ahí están los “peces más grandes” de la vida. Finalmente la sabiduría de las tortugas de Meno es lo que mejor grafica lo que quiero decir. Hay que desarrollar la capacidad de nadar y navegar en todas las corrientes; hay andar en grupos para protegernos unos a otros; hay que salir a “la playa” a ratos a descansar y retomar fuerzas; hay que esconderse en la “caparazón” cuando los enemigos nos superan en tamaño o fuerzas hasta que la ocasión sea más propicia; hay que defender a los más pequeños y enseñarles de “las corrientes”; hay que convivir con todo tipo de “vecinos” por más curiosos que sean; hay que buscar la calma y seguridad adentro de nosotros mismos; hay que aprender que el alimento más preciado está siempre más profundo; hay que “sumergirse en aguas más profundas” cuando vengan la tormentas; y hay que saber que todo pasa y que la paz dependerá de la fuerza interior de nuestra alma.
Casi dos días en el paraíso nos permitieron preparar el retorno a casa, no sin vértigo ni menos ansiedad, pero sí sabiéndonos bendecidos y muy queridos no sólo por Dios, si no por los que nos quieren y ya esperan nuestro regreso.
Y es que a días de irnos, los gestos de cariño y amor genuino y clarito- como el agua de estas islas- han sido un bálsamo que suaviza el desgarro de irnos y volver a la realidad con todo lo bueno y desafiante que eso implica. No sé si es raro escribir esto aquí y ahora, pero llena el alma saberse amado, necesitado, que hay un espacio que falta que llenemos y que después de cuatro meses ya empieza a tornarse más “urgente”. El ser consciente de eso también es un regalo muy lindo que alienta y confirma que también nuestra siembra está cosechándose como el arrozal. Así también nuestros espacios afectivos de todos los que amamos y que ahora no vemos, también necesitan ser llenados. Hay hambre de abrazos fuertes y largos, de conversas sin tiempo, de encuentros lindos, de sonrisas sueltas, de compartir todo lo que aquí atesoramos no sólo para nosotros sino para compartirlo. Finalmente nunca estuvimos del todo separados; sólo nos distanciaba un pedazo de cielo y otro poco de mar, pero los corazones siempre estuvieron en el mismo punto y vibraron con la misma canción.
Día 44: La hora de las despedidas
Qué difícil es cuando todo se empieza a convertir en “la última vez”, en especial cuando la vida te ha bendecido con generosidad y su infinita diversidad. Probablemente es parecido a una pequeña muerte en donde sabemos que lo vivido quedará encapsulado sólo en nuestro espíritu, de donde manarán los recuerdos, las anécdotas, las sensaciones, las emociones, los pensamientos y las reflexiones para la eternidad. Y es que los lugares por más bellos que sean, no fueron lo más relevante de todo, sino lo que pasó –o lo que permitimos que pasara- en nuestro corazón gracias a ellos. De alguna forma, se transforman en catalizadores de una energía que yacía dormida en nosotros y cuya supervivencia y/o amplificación dependerá de nuestra voluntad y no del entorno físico.
¿Y qué nos pasó en Bali? ¿Qué me pasó en esta isla de ofrendas e incienso? ¿Qué cambió en este pedazo de tierra cubierta de arroz y custodiada por las olas?.
Una pequeña reflexión que escribí puede servir como partida:
Es muy rara la sensación de despedirse de un lugar al que sabemos que remotamente podremos regresar. Más aún si en ese lugar cultivamos semillas buenas que brotaron en nuestro corazón y en de los que amamos. Quisiéramos registrar en la retina cada pedacito porque lo vinculamos con esa frecuencia mágica de la paz, de la armonía, de la tranquilidad y la fecundidad a la que nos hemos sintonizado. Sin embargo, si bien los lugares y sus energías ayudan, no podemos olvidar que el tinte final se lo da nuestra lectura y disposición personal. La realidad podrá ser más o menos bello y buena fuera de nuestros ojos, pero cómo la leemos será siempre una decisión personal a la que podemos encontrarle un sentido profundo y lindo, aunque sea duro y difícil. Entonces la clave no está en “llevarse” los pedacitos en el alma, sino descubrir qué pedacitos de nuestro corazón brotaron en este hábitat y cuidarlos como en un invernadero espiritual porque son lo más importante. Las semillas siempre han vivido en nosotros; sólo que encontramos las condiciones para que florecieran. ¿Y cuáles fueron? . Disponer de tiempo real para el contacto con nosotros mismos, con Dios, con los demás y con la creación. Cambiar los paradigmas que nos esclavizan con la opinión del resto, la imagen, las apariencias, el rendimiento y el éxito y orientarnos por la sencillez, la trascendencia, la resiliencia y la fe real y cotidiana que nos recuerda lo pequeño y grandes que somos. Así el lugar mágico nunca se acaba; con la ayuda de Dios podrá viajar siempre con nosotros.
En la espera por partir no nos hemos quedado quietos. Probablemente sería imposible para la genética de la tribu, sobre todo del jefe del clan que ya hemos detectado que no dura más de media hora sentado en ninguna parte. Fue así como decidimos partir de nuevo rumbo a Ubud, que fue la primera localidad que visitamos al llegar y probablemente por nuestra inexperiencia dejamos de ver todos los secretos que escondía.
La primera cosa que llama la atención es cómo se acostumbra el ser humano a todo. Recuerdo el primer viaje a esta selva tupida e invasora y la verdad el terror de las motos y los caminos, ya desapareció en nosotros. Toda la inseguridad del caos inicial ya no existe y hasta las distancias que nos parecían enormes, se acortaron. Con más calma y dominio de la situación, fuimos caleteando por muchos talleres de artesanía que son la riqueza más original de Bali. No sé si ya lo escribí, pero es bueno recordar que después de la invasión musulmana a Indonesia, todos los reyes y artesanos del archipiélago se arrancaron a Bali como refugio y hasta el día de hoy conservan todas las técnicas de oficios preciosos y milenarios.
Desde la calle, se ve apenas un viejito o una señora cepillando algún objeto de piedra o madera, en un local chiquitito y despelotado, pero al detenerse, ves que detrás tienen un taller inmenso con la familia entera trabajando y/o empleados, que sentados en el suelo están tallando, puliendo, barnizando o pintando sus obras. Una vez más, sorprende que no hay comodidades para nadie, pero la sonrisa no falta en sus caras. Sus herramientas son muy rudimentarias y las medidas de seguridad no existen. Muchos trabajan acuclillados o sentados de esa forma que sólo he visto en esta isla y que sólo es apta para cuerpos muy flacos y curtidos. A la falta de asientos hay que sumarle el calor que entra sin piedad a estos talleres, que la verdad muchos son los patios delanteros de las casas donde viven todos. Los precios son un tercio que los de la ciudad y uno se pregunta si tanto esfuerzo y dedicación está bien recompensado. Al ver las manos teñidas de barniz o duras por los cinceles, a mí por lo menos, se me hace imposible regatear.
El trabajo con madera es un arte precioso que varía desde retablos, biombos tallados y esculturas gigantescas hasta artículos decorativos o funcionales minúsculos como cucharitas o pocillos. Llaman mucho la atención las máscaras, las lagartijas pintadas y los boomerangs, que son pintados con sólo puntitos de colores. Hasta mí me agotan, jaja.
También contemplamos el trabajo paciente de los talladores de piedra que van dando forma a Budas y diosas como si fuera greda. Si no fuera por el peso y el tamaño, Chile se vería invadido de diosas muy dulces y dignas ya que su belleza y paz conmueven. Qué ganas de mantener esa misma expresión tan plácida y confiada cuando volvamos. De verdad será un gran dilema.
Vimos también artesanos de sombreros de paja tejidos y pintados a mano, de volantines pintados con forma de dragones y mariposas del tamaño de una pared que me hubiese fascinado embalar junto a las estatuas de piedra. También tejían canastos de algún material parecido a la totora pero más fino y bicolor, soplaban esferas de vidrio, teñían textiles de batik…bueno casi de todo lo que se pueda imaginar lleno de dedicación, delicadeza y armonía.
Habiendo sucumbido a todas las tentaciones habidas y por haber que cupieran en las maletas, buscamos un paseo que no habíamos hecho por los arrozales de esa zona.
Como es selva y tiene cerritos en su geografía, el espectáculo estuvo perfecto como despedida. ¡¡¡Qué lindura!!!!! Imaginen un horizonte de pastizales verdes intensos a diferentes niveles donde no hay separación alguna entre ellos. No hay cercos ni espacios con tierra. Todo esta cubierto por esta alfombra de vida y apenas a ratos se ve una serpiente más oscura, que resultan ser pequeñas acequias de agua que viajan entre los peldaños de arroz. Se ven los campesinos con sus tradicionales sombreros en punta esparciendo quizás qué al voleo y son –a mis ojos- un panorama único. Sé que he rallado mucho con este cultivo en esta bitácora, pero tal como los artesanos, me parece que aquí se esconde mucho arte y sabiduría.
Como para despertarnos del trance del verde, la lluvia se hizo presente y salimos corriendo bajo rayos y truenos por un sendero largo y delgado que tuvimos que compartir con motoristas y chiquillos locales que trasladaban vigas de construcción de por lo menos 5 metros. Una vez más, no deja de sorprender el esfuerzo con que construyen acá. Nada de camiones, ni carretillas, ni los famosos fletes. Aquí es a pulso, a hombro, a pie…sin cascos, sin guantes, casi sin nada…Es curioso como el significado de la lluvia también varía de acuerdo al contexto. En Chile siempre es sinónimo de tensión, ya sea por su ausencia o por su presencia tan abundante que deja todo inundado o destruido (no se puede evitar que el alma se fugue solidarizando con el sufrimiento de la gente del norte). En cambio aquí, la lluvia es parte habitual de la vida. Se recibe con gozo, como si fuera de la casa y no una extraña destemplada. Aquí la lluvia se recibe en la cara, se palpa en la ropa mojada, con los pies en el barro, como una evidencia de la maravilla de estar vivo. Me podría detener horas a sentirla y disfrutarla y tratar de cambiar mi percepción y disposición hacia este regalo del cielo.
Así, mojados y felices, nos volvimos sólo cuando los zancudos pudieron ser ya un inminente peligro, sin no antes de despedirnos con el alma apretada de este campo que siento propio.
Ya en la casa se respira el viaje ad portas. El refrigerador ya está escuálido, las maletas haciéndose, los cachureos embalándose, el caos disminuyendo y la sensación extraña en el cuerpo aumentando.
Un escrito puede ayudar a expresarme mejor:
Ha llegado el tiempo y los templos negros con sus piedras milenarias quedarán atrás. Me despido con el alma hinchada de gratitud y envuelta con un manto de nostalgia por todo lo que no veré sensiblemente. Sin embargo, mi corazón seguirá contemplando hasta la muerte la sabiduría de los arrozales, la sonrisa alba de los rostros morenos, el cielo turquesa sólo comparable con las aguas del mar. También verá las tormentas que con todo arrasaban y sentirá los vientos tibios que su paso venían a reparar. Me llevo adherido a mi espíritu la paz, la sabiduría, la distancia prudente del drama de la existencia, la belleza, la pureza aún viva en la humanidad. Las lágrimas que ahora salen de mis ojos no son tristeza la verdad; son emociones que el Señor sembró en mí para que las cultive y comparta: que la vida es bella y que vale la pena vivirla con esperanza y fe; que hay muchos más días soleados en la historia y que los rayos y truenos que tanto nos asustan, sólo vienen a purificar y sacar lo que ya está viejo en nuestra alma; que a Dios hay que hacerle espacio muchas veces al día, agradeciéndole todas las infinitas bendiciones que nos da; que el amor no tiene distancia y que llega inmediatamente al corazón de los que amamos; que la vida será como las olas, irá y vendrá y lo importante es ver cómo tomarlas, contemplando el horizonte, respirando profundo y mirando hacia adentro de nosotros mismos rescatando la gran bondad que nos habita.
Me despido para siempre de estos niños inocentes, colgados de sus motos como pequeños monitos en las espaldas de sus madres. Me despido del calor permanente que envuelve el alma en un cobijo maternal. Me despido de las calles serpenteadas que me mostraron que no siempre el camino directo es el más bello o el más enriquecedor. Me despido de esta tierra llena de ritos, de creencias adosadas a su naturaleza como la lava ardiente que navega escondida bajo la superficie. Me despido del sonido del mar arrullador y seductor de sueños apacibles. Me despido de la disposición y la simpleza natural de la gente. Me despido de sus aromas y colores tan particulares. No sabes cómo te llevo en el alma Bali, con tus praderas verdes, con tus palmeras descolgadas de los cerros pequeños, con tus sombreros anchos ocultando vidas de sacrificio y trabajo extenuante; con tus ofrendas llenas de incienso y colores perfectos decorando las cosas, las calles, mi corazón…
Me vuelvo a tierras más frías, a gentes más cautas, a corazones mas desconfiados, a montañas más altas, a océanos más profundos y agitados, a una sociedad más revuelta, más dañada. Me vuelvo a mi pueblo donde me esperan almas tibias, brazos extendidos, sonrisas genuinas, espíritus lindos, corazones entusiasmados por recuperar “el verde”, sembrar los “campos”, limpiar los “aires”, purificar las “aguas”. Somos muchos los que llevamos la semilla de Bali dentro, porque es el mismo Señor el que ha sembrado en nosotros. Tomará diferentes nombre, asumirá otros matices, se vestirá con otro traje o se entonará con otra canción, pero somos todos herederos de la misma misión: llevar alegría y amor en el alma y compartirla sin condición.
El otro lugar del que cuesta despedirse es de la playa. Cada tarde antes de partir nos hemos propuesto ir a contemplarla con el anhelo de grabar esa sensación de paz y libertad para el resto del año. Los paseantes, los surfistas, los perros, las guaguas colgando de los brazos de sus mamás, los pocos balineses bañándose en calzoncillos, los rubios “reventados” con sus cervezas, las motonetas con las tablas, las tumbonas de colores, los cachureos botados en la arena, las nubes gordas con formas mágicas, los botecitos lejanos, los aviones aterrizando casi en las olas, el agua tibia y revuelta, la arena oscura y pegote, los atardeceres rojos y anaranjados… Sin embargo, de todo, lo que más extrañaré será el mirar silencioso del horizonte. En esa inmensidad siempre se me fugó el alma no sólo hacia el otro lado del planeta, sino también hacia una dimensión sin tiempo, sin ruidos, sin ansias ni preocupaciones del aquí y del ahora. Creo que fueron un vórtice o entrada al paraíso que Dios abrió para conocerlo y quererlo aún más y sentirme profundamente amada.
Llegando a Chile habrá que vestirse, abrigarse, calzarse y hasta peinarse con los desafíos y responsabilidades correspondientes; pero espero que la reserva del oxígeno aguante y que mi espíritu se aclimate con facilidad a los nuevos “aires”.
Finalmente también nos despedimos de los amigos chilenos. Y ya digo amigos porque la verdad el cariño que les tomamos fue muy grande y fuerte. Si bien en la forma y en los intereses son diferentes, coincidimos creo yo- en lo esencial. El vínculo quedó sellado con una pareja y una familia linda, valiente, entretenida y auténtica. Un regalo que se fue develando de a poco y que también atesoro profundamente.
Día 45:
Ha llegado el último día y ya desde tempranito hay signos que alertan la partida. No sé porqué me acordé de una serie muy antigua donde a un soldado del oeste, le comenzaban a quitar sus charreteras y pertenencias y lo dejaban fuera del regimiento. Sé que puede sonar trágico, pero la sensación es un poco esa. Se llevaron el auto, en un rato más la moto, la casa tenemos que entregarla… Así una a una debemos ir desprendiéndonos de lo que formó parte de nuestras vidas por estos cuatro meses. Ya se acaba el agua potable de nuestros bidones, el alimento en la despensa, hasta la electricidad la van a cortar horas antes de irnos. Sin embargo, nada ni nadie nos podrá arrebatar todas las imágenes, sensaciones, experiencias, recuerdos, bendiciones, sustos, peligros, rostros, y paisajes tan únicos como maravillosos.
Para terminar este escrito, que casi se convirtió en novela, no me queda más que darle las gracias a Dios y a todos quienes siguieron tan de cerca y con tanto cariño nuestro periplo por estas tierras. Sé que para algunos fueron una forma de sentirnos cerca y de algún modo, de viajar con nosotros. Quiero que sepan que para mi fueron la forma de llevarlos siempre en el corazón y sentirme acompañada de día y de noche, sin importar los horarios ni las distancias.
Se me ocurre que la mejor forma de terminar esto, es con el inicio de la próxima aventura, expresada en una oración.
Señor Jesús, qué bendición encontrarte donde aparentemente nunca habías estado. Craso error, tú estás en todas partes; sólo depende de cómo mirar.
Tus túnicas se tornaron de colores y tu lenguaje aparentemente incomprensible. Sin embargo, te diste a entender en las miradas, en las sonrisas, en el verdor de la tierra, en el calipso del mar y sobre todo en el querido arrozal.
Llévame a cultivar mi tierra, con la alegría, la libertad y la paz que me mostraste acá. Que viajen conmigo y me ayude a sembrar pequeñas hebras de vida en los corazones que me voy a encontrar.
Hoy comienza la verdadera siembra y la cosecha que me viniste a enseñar. Espero haber aprendido lo necesario y con tu ayuda trataré de no olvidar.
Gracias Jesús mío por toda la maravilla, gracias por la ternura y tu bondad.
Hazme tu fiel campesina y maestra para sembrar y construir tu reino, con todas mis luces y sombras al servicio tuyo y de la comunidad.
Desembarco de una nueva tribu en Sudáfrica
Seguramente en estos tiempos, es muy extraño ver cómo una nueva tribu se asienta en el continente africano, específicamente en su borde más austral en donde un pequeño cabo se adentra irrespetuoso en el océano sin frenar. Bueno, este relato pretende ser la bitácora de esa travesía tan única como especial, que decidimos hacer como tribu chilensis en Sudáfrica, a las afueras de Capetown. Qué nos movió a cruzar todo el Atlántico y asentarnos por unos meses en medio de la tierra original de la creación, la verdad que sólo al final se podrá aclarar. La mayoría de las razones, hoy al comenzar, sólo tienen que ver con intuición, con voces del alma, con un anhelo profundo de conocer, de aprender, de nutrirnos de lo esencial. Si alguien le interesa leer todo lo mucho o lo poco que nos toque experimentar, lo invito a continuar estas líneas y ver para dónde se van. Hoy, solamente acabamos de aterrizar y son meras impresiones las que puedo contar. Vamos a ver cómo nos va. Antes de partir, algunas aclaraciones de quiénes conforman esta tribu tan particular. A la cabeza, asumiendo el rol de organizador y logística general, está Andrés Papá. Un niño en cuerpo de adulto que muere de curiosidad por ver cada detalle del camino y que tiene el don de calcularlo todo para proteger a los demás. Le sigue Andrés hijo que anhela aprender el idioma del lugar y tener una experiencia que le permita madurar. Luego viene Benjamín, el segundo del clan, que es el chef oficial de la tribu y el que ayuda sin preguntar. Le sigue Tomás, el encargado de la ternura y de llenar de música la choza principal. El es un gozador y un artista y un cosmopolita natural. A sus pasos, le sigue Felipe que es el más alto del clan. El se encarga de la simpatía y hacer reír a los demás con su forma única de pensar. Ha heredado la curiosidad del padre y será el que más cueste controlar en su vagabundear por la ciudad. Estirándose para adolescente, viene Iñaki que es pura intelectualidad mezclada con el corazón como gracia fundamental. Sus risas contagian a toda la tribu y sus lágrimas estremecen si se pone a llorar; es que nadie quiere que un ser tan lindo y regalón sufra de más. Cierra el clan de los niños la Trini que es pura libertad. Su mente rápida y su sentido artístico se conjugan perfecto con su ternura y gracia tribal. Bueno y no puedo dejarme de nombrar, como la progenitora de todo este clan y espero ser honesta en mis escritos, aunque no se me puede exigir mucho porque el babero me llega hasta el mar. Sólo verlos caminar medios desgarbados por los aeropuertos, con tanto cariño y alegría fraternal, justifica esta travesía hacia el continente negro como le suelen llamar. De negro tenemos poco en verdad, pero sí de alegres y coloridos así que no deberíamos desentonar tanto con los oriundos del lugar. En música, colores, ritos y ceremonias nadie nos puede menospreciar. Bueno, esos somos los ocho locos que dejamos todo atrás para ver qué es lo que vida nos quiere regalar.
Día 1: Viaje y aterrizaje en CapeTown
Después de varios amagos de enfermedades, accidentes y operaciones del clan original, finalmente madrugamos la mañana del 19 de diciembre para podernos embarcar. Juan Pablo, nuestro fiel amigo, amablemente nos pasó a buscar y nos dividimos en dos autos para poder subir a toda la tribu y a las maletas que llevamos para viajar. Muchos se sorprendieron de que sólo tres pequeños bolsos fuera todo el arsenal. ¿Qué más necesitamos en verdad? Sólo un poco de ropa, remedios para las emergencias, algunos libros para trabajar y un par de zapatos para caminar. Me recordó mucho el peregrinar de Santiago de Compostela y cómo mientras más livianos viajemos, más lejos podemos llegar. Lástima que siempre se nos olvida y nos suele el ganar el por si acaso o el no vaya a necesitar… Aquí la decisión fue la inversa; menos, es más. Si nos falta algo, lo encontraremos en Capetown y si no lo encontramos, por algo será. La despedida de los amores que se dejan en Chile no pudo faltar y algunas lágrimas salieron de los ojos con el último abrazo antes de entrar a policía internacional. Mas que mal los “niños” de la tribu ya me pasan por más de una cabeza y sus vínculos se han extendido bellamente y más orgullo me dan ya que ahora tengo hijas, además de la Trinita que me empieza a pillar. El taco, para variar, nos jugó una mala pasada, pero esta vez los astros se alinearon 100% a nuestro favor y todo funcionó con la perfección de un relog inglés y no hubo ningún percance que lamentar. La tribu como troglodita, se aperó en el salón VIP del Banco local y no dejó sushi sin arrasar. “Provisión de boca” pareció ser la máxima antes de embarcar. No sabían los de este beneficio bancario con quien se topaban al dejarnos entrar. Aperado el buche, nos fuimos a embarcar y la verdad es que la chochera de mamá no me la podía borrar. Sólo cuatro años antes, al realizar una hazaña familiar, la tribu medía una cabeza menos y dependían casi al 100% de nuestro cuidado paternal. Ahora sus zancadas de gigantes y su extroversión y simpatía natural me dejaban atrás y yo sólo cuidaba que la Trinita no se quedara sin mirar. Cómo crecen los niños y qué privilegio que los pueda aún tener conmigo y viajar. Cada uno con su personalidad, tan unidos y diferentes, además. Tan buenos mozos y tan simpáticos; tan educados y brutos sin dejar de hacerme sentir profundamente feliz por ser su mamá.
El vuelo, a diferencia de otras travesías fue espectacular. La comida rica, los asientos cómodos y espacio para dormir con tranquilidad. Nunca falta cierto temorcillo al océano y a las turbulencias, pero hasta eso fue moderado y como un augurio de la bendición celestial. Llegamos, con cinco horas de adelanto en el cuerpo, a la capital de Sudáfrica apenas el día se dignó despertar. Con el cuerpo destemplado (ya que en sus células eran las tres de la mañana) nos tocó ver una ciudad muy amplia en su distribución, verde a los lejos y próspera en el primer mirar. Los techos rojos, lomitas suaves y mucha agricultura rememoran los paisajes chilenos de la zona central. El aeropuerto es inmenso, moderno, limpio, muy ordenado y parece europeo por donde se le pueda apreciar. La gente muy amable, de varios colores e idiomas, pero muy desarrollado para mi expectativa inicial. Le pega mil patadas al aeropuerto de Chile actual. En ese tránsito sólo estuvimos poco más de una hora y vuelta a subir a un pájaro de metal para llegar a Capetown. El cielo es despejado y no hay contaminación ambiental. El calor es muy agradable y no hay humedad; muy parecido a haber aterrizado en La Serena o Viña del Mar. Los cerros son maravillosos y se imponen como estatuas para la bienvenida oficial. Sí, en Santiago hay cordillera que le puede comparar, pero estas montañas son más bien esculturas de roca que puso Dios para adornar, sobre todo la famosa TableMountain, que es donde a él le gusta almorzar. La gente amable, sonriente y sin forzar. El porcentaje de personas de piel oscura y más blanca se ve en proporción igual. Todo se ve ordenado, verde, pero sin atosigar. El cielo se vistió de algunas nubes para saludar. Las calles son amplias y despejadas; no hay motos ni peatones que se quieran cruzar; el gran dilema sólo se reduce entonces en manejar y cambiar el cerebro para el otro lado, pues aquí los ingleses impusieron sus normas y ya está.
Es increíble en el trayecto en auto ver flores silvestres como si fuese un jardín ornamental. Flores rojas, rosas, blancas y amarillas, se pintan en los cerros como los dedales de oro que solemos coleccionar. Entre medio las rocas blancas se turnan con las rojas y con una amplísima variedad de árboles de gran majestad. El entorno es maravilloso, imponente, elegante diría yo hasta donde se puede mirar. Se ven poblaciones como campamentos en medio de calles más pitucas y hay alarmas de seguridad. Bien parecido a nuestro Santiago, sólo que esta bellísima ciudad está al lado del mar.
La casa donde llegamos en nuestro auto arrendado es capítulo aparte que contar. Qué ad hoc para la tribu; demasiados detalles lindos para relatar. El jardín está adosado a un cerro y tiene una pileta de piedras que suena precioso, mientras unas ranas gigantes saltan sin parar. La piscina está tapada con un lienzo para que el agua no se vaya a evaporar. Si bien la emergencia extrema se superó, el buen hábito de cuidar este recurso quedó consolidado en los habitantes de la ciudad. Sólo un ejemplo, los baños públicos apenas tienen un chorrito de presión para lavarse las manos y las duchas no pueden superar los cinco minutos para no malgastar. Uno de nuestros anhelos es poder aprender a adquirir mayor conciencia ecológica medio ambiental. Sigo con la casa. Compartimos el jardín con la dueña que tiene una casa más chica pegada a la nuestra y que ya nos vino a visitar. Es una doctora y tiene dos hijas en edad de debutar en sociedad. También la acompañan dos perros labradores que debemos cuidar y un par de gatos que se alimentan en nuestro garaje. Según la dueña no hay serpientes ni arañas que observar; todo está conforme a la ley y no me debo espantar. La casa es un tesoro de cosas lindas, de libros, de aromas, de pequeños espacios donde estar. Hasta el baño es bonito de mirar. Cálida, amplia, limpia… sin duda, la mejor de todas las aventuras que hemos podido realizar. El nombre de la calle es Topaz y ya me suena a misterio y a una experiencia sin igual.
Está atardeciendo por estos lares y la verdad que fuera de extrañar, estas últimas 24 horas han sido plenas de gozo y libertad. Ya me pondré a trabajar, pero sé también que la intensidad de la que veníamos la tengo que reponer para poder aprovechar.
Para resumir mi sensación hasta ahora es la de estar en el mejor pedazo de Chile o de Santiago, sin haber visto más. Nada de poblaciones ni pobreza a la vista y los cerros irradian energía como un imán. Es más, se parecen mucho a los cerros de Jericó donde Jesús fue tentado por el mal. Aún no conozco el mar, aunque lo veo desde mi ventana, pero la energía sólo nos dio para ir a comprar provisiones y ordenar. Ahora se me van cayendo los ojos, con el canto suave de unos pájaros que cantan en el cerro y un horizonte naranja tenue que no alcanza a hostigar. Todos estamos cansados e hicimos un gran brindis al llegar. Creo que estamos invictos hasta ahora de imprevistos y eso es una bendición sin igual. Cierto que cuesta manejar al revés y estuvimos a punto de chocar, pero los ángeles ya están alertas de esta invasión de chilenos que aún no asimila los códigos del lugar.
Ya habrá muchas más cosas lindas que contar. Hasta otro día para poder descansar.
Día 2: Construir sobre roca
Sin duda, los colonos fueron muy obedientes al mandato celestial ya que casi todo está construido sobre los cerros de rocas que emergen del mar con aires de independencia sin acabar. Probablemente fue al revés y fue el mar el que se quiso arrancar de las serpientes mortales, pero finalmente da igual, ya que se combinan ambos con una belleza imponente y espectacular. Se ríen en la tribu de mi asociación religiosa a los cerros donde Jesús recibió la tentación del demonio, pero son iguales en verdad. Murallones blancos y grises como capas de una torta de milhojas, a medio desarmar. Pareciera como si hubiese existido un gigante glotón que hubiese salido salpicando piedras blancas, como migajas de pan. Montañas “crunchies”, dijo uno de los geógrafos especializados que llevo en mi auto y que no disminuyen el asombro en cada vuelta que dan. Es que el terreno es por sí mismo un lenguaje especial, que habla de milenios, de eras geológicas preñadas de seres fosilizados que se ocultan en montañas mágicas en verdad. Cada formación parece una figura esculpida por un artista bipolar; a ratos plana y fina y después un acantilado rugoso capaz de cortar.
No todas las piedras son albas, haciendo mención a la diversidad de este continente ya que quizás las más bellas son las ocres que parecen un postre de tiramisú colosal. Capas y capas de rocas distribuidas con una paleta de cobres espectacular. En su disposición natural parece un ponceado magistral, pero a su vez esta roca es ocupada para muros y casas con una gracia genial. Son como pequeños ladrillos irregulares y que hacen todo acogedor, elegante y sencillo a la vez, sin desentonar.
Los árboles se prenden a las rocas como si estuvieran zurcidas con cáñamo; lo mismo arbustos robustos y flores maravillosas que nadie parece cuidar. Lo único que se cuida es que la montaña de roca no se desprenda en los caminos por lo que tejen cubículos de acero y los rellenan con la piedra como si fuesen granos de sal. Estos acantilados se adentran en el mar con una vertiginosa caída que llega a marear. El Atlántico mezclado con el Índico son los brazos que contienen esta tierra desde la eternidad. Su color es semi gris y su temperatura no envidia en nada al Pacífico ya que también es helada. No hemos tenidos el privilegio de probar sus seres, pero ya llegarán a nuestra mesa para comparar como son los peces y crustáceos de acá. Lo que me parece lindo es como las nubes no se quieren del todo alejar del cielo, creando una especie de microclima en las alturas de las montañas. Una vez más, me imagino a Moisés subiendo por entre medio de esta capa de santidad y misterio para traer las tablas de la ley que debían regular a la sociedad.
Las casas que he podido mirar, están incrustadas con perfecta armonía a las rocas y parecen un dominó repartido al azar. El barrio de NoordHoak, donde vivimos, es espacioso, lleno de vegetación muy limpio y no se ve gente caminar. Es más, no hay veredas ni tampoco publicidad. Es todo más parecido a un campo a medio conquistar. Es más, cada cierto tramo hay granjas que venden sus productos y viñas que se empinan por las laderas como haciéndole un gallito a la montaña que quiere bajar. Seguramente estas impresiones son muy básicas y pueden aburrir un poco, pero dan una idea del lugar.
Playas hay detrás de cada vuelta y sus arenas son blancas a rabiar. Su distancia con las aguas del mar es grande y hay un buen trecho que caminar hasta de poderse bañar. No se ven muchos bañistas y el calor no es aún tan intenso como para lanzarse sin pensar. No hay quitasoles, ni toallas, ni sillas; nada de nada. Sólo esa amalgama de blanco y azul que regala mucha paz. Las olas son suaves y se reiteran hasta bien metidas en el mar. Sólo en las orillas de los acantilados surfean los expertos, porque lo otro se ve más tranquilo, aunque nos advierten de las corrientes que suelen atrapar.
La gente con que nos hemos topado es de dos formas nada más. Los blancos son muy blancos y un poco desabridos en sus facciones, aunque espigados y flacos en general. Sus narices son finas y sus ojos claros, pero no tienen ninguna gracia especial. Su tono es más bien gangoso y muy amable de tratar. Hablan un inglés muy bien pronunciado y parecen muy respetuosos y ayudadores, además. Se ven un poco desconfiados y respetuosos en el trato, sin dejar demasiado espacio a la espontaneidad. Todo luce perfecto ordenado, como si llevaran genes alemanes o el frío nórdico en la mirada. La gente de color que nos hemos topado es de facciones finas y no hay gordos para contar. Los niños son risueños y libres, pero los más grandes sólo se ven trabajando o más lentos para reaccionar. No sé si será casualidad, (me falta saber más), pero hay genes hindúes de todas maneras en la gente local. Piel aceituna, ojos negros amplios y unas ojeras imposibles de borrar. Ellos no son especialmente amorosos y están el área de servicios en general.
Para terminar el día con las sensaciones, de la comida esperaba más novedad. Las frutas y verduras son las mismas nuestras y carecen de un sabor más intenso al probar. Los tomates son como esos apurados a madurar y la fruta le faltó sol para endulzar. La carne tampoco se ve tentadora de probar, así que mi esperanza viene por lo marino y la panadería local. Sólo llevamos un día acá, pero se extraña el cilantro, la albahaca y el olor del tomate de verdad. Ese rico que te hace volar a la mata como si fuera ayahuasca o una droga letal.
Ah, algo que quizás no conté y que me tiene fascinada de esta tribu es que la música se vino en la maleta y se va a quedar. El piano de la casa ya está estresado de tanto tocarlo y de cantar. Mi sueño de ser cantante se cumple gracias al talento de Felipe que no para de ensayar. Me hace tan feliz cantar y aquí nadie me hace callar por desafinada o por pronunciar mal.
Sé que ya lo comenté antes, pero el cielo es muy especial. Todos los días coquetea con las nubes y las deja pasar, pero sin duda opera como nuestra camanchaca que cada día entra y sale de la costa sin preguntar. Para colmo, la luna llena corona las montañas como una ostia en adoración y es de una brillantez muy especial.
El resto del día, ordenar la pensión, cocinar para la tribu y volver a ordenar porque no tendremos ayuda hasta una semana más.
Día 3: Un potpurrí de vivencias para no olvidar
Ya en el tercer día por estos lares, debo confesar que el jet lag me la ganó y me quedé durmiendo como la Bella Durmiente, en simbiosis con la Cenicienta ya que justo a las doce, hice el acto heroico de abrir los ojos y poder disponerme a lo que el día me iba a regalar. Es loco tener la agenda vacía, sin pendientes ni tareas que realizar; me produce un gozo y una paz muy grande y no quiero que nada me lo pueda quitar. Después de un buen café que logró reanimar mis neuronas que aún están un poco mareadas, me fui a la piscina de la casa y me puse a nadar. Debe tener unos diez metros de largo e intentaré ir aumentando las vueltas diarias para poderme ejercitar. Una de las conciencias que he tomado es de lo mucho que me cuesta hacer ejercicio, no por el mismo, sino por el hecho de partir a algún lugar. Así que con piscina un poco más tibia y con tiempo para disfrutar, hoy me convertí en rana y me puse a nadar. Bueno, rana, rana sería una exageración si me comparo con la Trinita que sale arrugada cada vez que se mete a nadar, pero esa es la idea y la motivación para este primer día de dominar mi situación corporal.
Algo que se me olvidó contar es que en la noche es muy lindo y curioso oír a los pájaros cantar. Establecen un verdadero diálogo tribal y más parecen humanos que aves en realidad. Hacen cantos repetitivos, largos, como si un código morse quisieran recitar, pero aún no les entiendo nada. En el día sí se ven aves muy lindas y variadas en las calles, sobre todo unas especies de perdices y codornices gigantes, que parecen pavos, que andan de una casa a la otra como si fuesen las dueñas del lugar. Atropellar una de esas se me imagina igual que toparse con una vaca sagrada en la India y no me quiero acribillar. El resto de la fauna aún no tengo el privilegio de conocerla de cerca y espero que sea en un lugar protegido para no asustarme ni que me vayan a picar, pero sorprende ver letreros camineros que advierten de suricatas, gacelas y demás para que uno no las vaya a atropellar.
Durante toda la mañana, la princesa bella y durmiente (o sea yo, por si se confundieron con alguien más) se quedó en la casa ordenando y tratando de poner algunas líneas en concreto para avanzar, pero lo hice con la guata semi apretada ya que parte del contingente se fue a un cerro a escalar. Una vez más, sólo cerrar los ojos y confiar que Dios los iba a cuidar. Partieron cerca de las 10 y siendo las tres aún no volvían y los nervios me empezaron a mermar. Ya no sólo por su salud temía, sino por algún asalto, accidente o bicharraco que los hubiese atacado por su ingenuidad. El tema es que volvieron agotados, deshidratados, quemados y profundamente felices porque superaron las cumbres más altas y tuvieron las vistas más lindas que se puedan imaginar. Lo que les contaré son recuentos de sus relatos, porque por lo menos a mi no me dio para esa aventura porque tendría que entrenar más. Los senderos son de piedra y se debe transitar también por el lado inverso si te topas con alguien más. A las nubes no les alcanza el esfuerzo diario cuando desde el océano se adentran al continente y se quedan a media mitad de las montañas tratando de mirar. Vengativas a media tarde, se vuelven mareas blancas de lava que comienzan a bajar por las laderas, produciendo un efecto fantasmal. Desde las alturas es posible entender la distribución de los barrios y cómo los diferentes cerritos crean valles pequeños donde los humanos se han prendido como lapas en el mar. Detrás de cada mole de roca que conforman los cerros, aparecen caminos serpenteados que llevan a conjuntos de casas que llegan hasta las entradas de mar. Casi todas tienen arena blanca en distinta cantidad y unas pocas lucen rocas que asemejaban huevos de dinosaurios fosilizados por la edad.
En general los valles se ven verdes y los árboles comienzan a crecer a la altura de las faldas de los cerros, dándole un aspecto tierno y silvestre a la ciudad. Todo se ve pavimentado, ordenado, estructurado, al menos desde la vista general.
A la vuelta de esta travesía en que exigieron al máximo su capacidad, el chef Benjamín y sus ayudantas les teníamos un banquete para reponerse y después de eso los cuatro exploradores cayeron en las fauces de Morfeo, como si veneno les hubiesen proferido por tanto andar.
En la tarde, tomamos nuevamente el auto con otro contingente de niños y nos fuimos a Capetown. Un camino precioso, empedrado y de acantilados nos llevó a la gran ciudad. Aumentaron los peatones, los autos y el ruido, pero no perdió la gracia inicial. Por lo menos la ruta costera (sin ánimo de comparar) podría ser parecida al borde de Viña o Reñaca en cuanto a arquitectura y las bellas mansiones que se podían apreciar. Sólo a la vuelta -y por primera vez- vi gente pidiendo en los semáforos y a lo lejos una especie de campamento encumbrándose por un cerro de la ciudad. El resto, insisto que es sólo la primera vuelta que logro dar, se ve nuevo, muy bien mantenido, bonito y de un estándar alto para lo que yo pensaba encontrar.
No paramos en ninguna parte a estacionar; sólo una vuelta para lograrnos ubicar. En el auto nos reímos mucho de puras leseras y fui muy feliz en verdad; sólo Andrés junior requiere un poco más de tiempo para poderse adaptar a los cambios y procesar esta aventura de modo que la pueda disfrutar sin planificar de más.
Ah, lo último, porque son sólo anécdotas de familia que quiero atesorar y algún día poder contar a los nietos o a alguien más, es que por primera vez en nuestro registro comenzamos a reciclar. Basurero para la basura general, basura reciclable y basura para el compost natural. Ciertamente requiere más trabajo, pero es un hábito que queremos internalizar y poder llevar de vuelta a nuestra ciudad natal. Felipe, nuestro ingeniero jefe, nos hizo una capacitación inicial, así que a cuidar el planeta no más.
Espero que el cambio de hora se apiade de mi y me deje descansar. Siendo las 23:00 hrs se me caen los ojos de sueño y oigo hasta las ranas de mi pileta cómo se van a acostar. La luna llena está preciosa y se viste con faldones de nubes como una novia pudorosa que no se quiere del todo mostrar. Se coluden con su belleza, los sonidos de chicharras, pájaros, insectos y quién sabe qué más; sólo espero que no entren por mi ventana porque la tenemos abierta para refrescar. El otro día, me desperté con un lengüeteo en una pierna y tuve suerte de que sólo era el gato de la vecina que me quería acompañar. Mañana es domingo así que intentaremos encontrar una iglesia donde rezar.
Día 4: Una nube en el cielo
Hoy es domingo en esta ciudad y como casi todos los días que llevamos acá, las nubes nos reciben en el despertar. Es como cualquier ciudad costera a la que le cuesta correr las frazadas del sueño y recién a mediodía se digna entibiar con el sol que no calienta tanto en verdad. La temperatura es perfecta; no hace nada de frío y hay una brisa salina deliciosa que invita a cerrar los ojos y contemplar la inmensidad. En esta oportunidad quisimos darle una chance a la iglesia católica local y partimos con Andrés junior y Andrés papá a la misa más tardía que pudimos pillar. San Juan Bautista a las 9:30 fue la invitación y la verdad fue una decepción casi general. La iglesia estaba dispuesta como templo antiguo que hasta púlpito tenía para predicar. Entraron casi puros viejitos y como 12 niñitos que era la chochera del sacerdote ya que lo precedían al entrar. Tres monaguillos con cara de aburridos llevaban una cruz de metal y después el canto proyectado en una pared del lugar. El sueño era difícil de combatir y más encima el tono monótono del cura no ayudó mucho a conectar. Igual que las liturgias de Estados Unidos, todo estaba reglado hasta para comulgar y muchos se pusieron de rodillas para recibir al Señor y sólo le faltaban mantitas de velo para no pecar. Varias colectas y viejitas dulces que nos dieron la paz. No creo que pueda atraer a muchos feligreses a esa vivencia tan retrograda y veré cómo podemos vivir con profundo sentido la Navidad teniendo a Dios presente acá.
Sin embargo, sí necesité a Dios para sobrellevar la adaptación de Andrés Junior a este viaje y a la rutina que llevamos después de cuatro días acá. Cual millenial piensa que las cosas son automáticas y que todo aparece por ósmosis sin trabajar ni esforzarse por nada. Ingenuamente quizás cree que es mágico aprender inglés por sólo ponerse en un curso a estudiar; que los lugares se conocen completamente en tres días y que lo más importante es subir mil fotos a Instagram. Entre medio traté de enseñarle a bajar la ansiedad y que la vida real se da en procesos lentos y que todo, todo en la vida, exige horas de esfuerzo y responsabilidad. Sólo paciencia y esperar que el tiempo haga su trabajo y él se logre aclimatar, pero su rabieta/tristeza y reclamo, me trajo un dolor de cabeza del tamaño del Table Mountain que aún no logro escalar. Esa nube en el cielo me opacó bastante la felicidad del día, porque me da impotencia su forma de enfrentar la vida, pero supongo que como todo, también calzará.
Después de la misa y de superar la nube, fuimos al supermercado a comprar ya que la tribu está hambrienta y todo se acaba apenas mirar. Puedo decir con más propiedad que la comida es un poco más reducida y desabrida que en Chile y en general, más pequeña en todo lo que se puede comprar. Voy a explayarme un poco más, teniendo en cuenta que me refiero a los supermercados más elegantes de ambos lados y no a los comunes de la ciudad. En el caso de las frutas y verduras, todo es como un tercio más chico que lo que podemos encontrar en el Jumbo o en Líder allá. Qué odiosa es la comparación, pero es sólo para explicar. Los duraznos, las ciruelas, las frutillas son como esas que uno no elegiría comprar. Bonitas, pero les falta un poco de fuerza y sol para estar a tono en tamaño y calidad. Es rara la comida en general; los niños bromean que todo tiene sabor a avestruz y creo que no distan mucho de la verdad. Hay quesos y muchos, pero pareciera que en Santiago hay en triple cantidad. Los helados y las tortas tampoco hay gran variedad y las carnes según los expertos caseros dejan mucho que desear. Qué loco es esta tentación tan humana de encontrar mejor lo local. Una reflexión natural que me surge es constatar lo mal acostumbrados que estamos y cuánto hay que agradecer hasta por los endulzantes que allá llenan góndolas y aquí no hay. Tampoco hay cilantro ni hierbas para cocinar. Es entretenido en todo caso ir al supermercado a vitrinear y ver cómo dominan carnes como el cordero o el chancho y hasta las salchichas son medio plásticas en general. Los chocolates tampoco los pude encontrar y las galletas no había ninguna que valiera la pena para engordar. Sí la panadería es rica y hay muffins grandes para chanchear, pero he preferido cuidarme para no volver como cachalote desde acá.
Si a mi el dolor de cabeza me atacó como mal, a mi maridito fue la espalda la que lo hubo de afectar y fue la mejor ocasión para poder manejar yo y aventurarme por las calles del lugar con el manubrio al otro lado sin chocar. Es un agrado y no da miedo, aunque el cambio automático ayuda una enormidad. Sólo le pegué una vez a una cuneta y los peatones no corrieron peligro conmigo, así que ya un estrés menos de estar acá. No hay motos como en Bali y las bermas sí existen para estacionar en caso de pérdida de la orientación vital. El tema es ir con el cerebro activo para saber dónde mirar y no atropellar gallinas silvestres o caballos con jinetes que también hay.
En la tarde logramos encaramar a toda la tribu en nuestro auto ya que van como molde los seis, pero sin alegar. Nos embarcamos directo a la playa y de eso les puedo contar lo que pude apreciar. De partida está lleno de playas en todo el borde costero y esta que fuimos es la más cercana a nuestra casa, pero ya iremos a más. Esta era inmensa de larga y de ancha y parecía como una duna extendida hacia el mar. La montaña de roca, impresionantemente linda, parecía que también se quería bañar ya que llegaba al borde de la costa fundiéndose el verde de sus arbustos con el blanco de la arena que parece sal. Deben haber sido unos 200 metros de playa blanca desde el borde hasta tocar el mar y la bruma de las olas era tan abundante y potente que parecía nublado o fumigación nacional. El océano estaba enojado y se revolvía como perro rabioso, tratando de pillarse la cola en cada recoveco que daba al arrimarse a la orilla del lugar. Estaba muy frío y no me pude bañar. Sí lo hizo la tribu que es más valiente que la mamá. En la arena no hay ninguna gota de basura ni plástico para botar; sólo unos palos viejos de algas que le dan como aliño a la “sal”. No hay conchitas; sólo una extensión preciosa que encandila y genera resolana al mirar. Todo se extiende sin límites y termina en las rocas cuando el cerro se impone al mar. Hay poca gente en la playa y la mayoría anda de paseo con perros, pero no se baña ´porque seguramente el mar es muy violento para aventurarse así no más. Los perros dan para desfile internacional. Cada uno es más lindo que el que sigue y aunque no conozco de razas, sí se ven que son caros y muy bien cuidados por sus dueños que los sacan a pasear. También hay paseadores de perros que se ven trabajando para que se puedan entretener estos “niños” de cuatro patas que abundan más que los de dos en verdad. A mi me dolía mucho el cerebro para jugar, pero disfruté viendo a la tribu riéndose con una pelota y un frisbee pues le hacían competencias a los perros de tanto chacotear. Es loco ver el tiempo transcurrir y no pude evitar comparar la vista con 14 años atrás cuando fuimos a Marco Island y el paisaje era similar. Yo era la más alta de todos los niños y sólo había cuatro para cuidar. Ahora son seis los gigantes, con barba, voces roncas y apapachándome para cuidar. Con suerte les llego al ombligo o a los hombros y son dulces y tiernos como leche condensada. A propósito, no he podido encontrar Nutella ni manjar; estoy con déficit de azúcar así que mañana para Noche Buena con la Trinita nos vamos a vengar. Tenemos planificado hacer galletas, muffins y cosas ricas para dejarle al Viejo Pascuero por si pasa por acá. La señora de la casa nos prestó un árbol de Navidad y la Trinita hizo un pequeño pesebre para recibir a Jesús, además. Es envidiable la dueña en cuanto a orden y creo que ni en cien vidas la podría homologar; tiene todo ordenado por cajas clasificadas y en cada cajón hay cosas perfectamente guardadas para poderlas encontrar. Sé que ese no es mi fuerte, pero sí soy capaz de admirar a quienes tienen ese don y logran todo cuidar y dejarlo para la posteridad. En la cocina, por ejemplo, hay máquinas para hacer pasta, galletas, moldes de un cuanto hay, platos, platitos, copas, herramientas para cortar, esencias, … Todo lo que jamás podría comprar.
Bueno, eso es mi día de hoy. Tranquilo dentro de todo y terminó mejor de lo que comenzó gracias a Dios. Los milagros existen y los voy a pedir con fe para mañana para que se cumplan algunos que aún están pendientes de plasmar.
Día 5: Consejo Tribal en Navidad
A diferencia de nuestro Chile tan invadido desde la primavera con el negocio navideño americano que nos llena de nieve, duendes y renos que no pertenecen a la fauna nacional, en Sudáfrica la Navidad parece casi no existir o más bien sólo en la intimidad. Hay un respeto muy grande a la creencia de cada cual y el comercio al menos, no da evidencias de la distorsión del espíritu que lo menos que hace es revelar la fragilidad, la pobreza y el mensaje más genuino de la Navidad. Acá, al igual que nuestro verano, el viejo pascuero no tiene cabida con sus botas de nieve y su gran traje de piel roja para resistir la adversidad. La verdad, aquí desentona aún más con el borde lleno de playas y las montañas de rocas que se adentran en el África más profunda que aun no podemos visitar. En el fondo, nada que ver un trineo donde debe haber fieras y culebras por dominar. Muy por el contrario, estos paisajes, sí serían el escenario perfecto para pastores, (de hecho los zulúes lo son), para un refugio en medio de las montañas donde armar un pesebre, para una estrella maravillosa y solitaria brillando en el cielo despejado y profundo y para un ejército de ángeles saliendo detrás de cada cerrito verde como si ahí vivieran en realidad. Quizás por lo mismo, la sencillez, lo verdadero de estos días se nos metió en la carne y nos permitió vivir un día y una noche inolvidable en verdad. Creo que es bueno partir por el principio para no marear ni confundir un día épico como dice la tribu en su lengua local.
Desde temprano, el sol se adueñó del horizonte sabiendo que sería un día de luz y claridad. Parte de la tribu fue a dar una vuelta, mientras el otro contingente levantaba el campamento y se ponía a ordenar. Aunque todos ayudan, el trabajo es lento y detallista porque la “choza” es grande y los habitantes bastante caóticos, aunque se esfuercen concienzudamente en dejar cada cosa en su lugar. Es notable ser consciente cómo hay personas a las que se les da con facilidad el orden y a otras a quienes la curiosidad por hacer algo más, les produce una reacción alérgica volver a poner las cosas donde estaban o tener el hábito de botar. Parece que en el gen Goycoolea y Ried se produjo una mutación creativa muy potente, donde siempre hay algo más que hacer, más que guardar, recordar recoger y limpiar. Con todo, el caos funciona y cerca de las 13:00 hrs. la pensión lucía bastante decente para recibir a un invitado tan especial como Jesús al que yo al menos, ansiaba recibir traducido en mil detalles de amor y bendición para los demás.
Los “cazadores” volvieron del campo con cosas ricas para cocinar. Traían camarones, aperitivos y uno que otro manjar local, así que ya teníamos los ingredientes necesarios para el festín que queríamos preparar. La mesa de la comida fue decorada con velas, con flores del jardín, con todos los decoros que pude pillar y quedó digna de fotografiar. Sencilla, linda y llena de luz y paz.
Mientras todo esto pasaba, debo contar el primer milagro de la Navidad. Andrés hijo, pudo hacer un cambio de swicht muy lindo y me pidió cocinar el almuerzo para los demás. Santo remedio ya que nadie lo ayudó en nada y comprendió por sí mismo cuánto se demora uno en aprender las cosas y poderlas realizar. El milagro se dio con una zanahoria en la cual tuvo que invertir más de 45 minutos para poderla pelar y cortar. El sólo se dio cuenta de la verdad de las palabras que hace 24 horas le habíamos tratado de comunicar. Todo es lento, requiere trabajo y esfuerzo real. Nada se da como un touch y la vida tiene ese sabor tan intenso y maravilloso cuando puedes sentir y gustar lo que es real y diferenciarlo de lo virtual, de lo engañoso, que es tan fuerte para todos en la sociedad actual. Orgulloso nos llevó una ensalada que desapareció en menos de dos minutos en las fauces de la tribu y luego unos tallarines que él mismo hizo y que coronaron su aprendizaje vital. Con eso le cambió la cara, la disposición, entendió, asimiló por sí mismo y me volvió un porcentaje altísimo de la paz que me había quitado su desesperación y ansiedad vital.
Después del almuerzo comenzó un reality culinario digno de grabar. Qué experiencia más bella cocinar en familia y disfrutar en lo profundo cortando un tomate u horneando galletitas que sabes que harán felices a los que amas. Ahí ya comenzó la Navidad en la casa y fue un festín difícil de describir, pero que produjo un almíbar ambiental. Benja por una parte faenaba una carne rellenándola con todo lo que pudo pillar. Piña, ciruelas, chalotas y especies que empezaron a dar un aroma a felicidad. La Trini y Aki se fueron por el lado dulce cocinando muffins de zanahoria y vainilla y galletas de mantequilla para el postre final. Yo me esmeré con tomatitos rellenos, con zuchinis al dente, con cous cous semi dulce y con frutas lindas para refrescar. Todo parecía una orquesta muy bien coordinada que me empezó a sintonizar por dentro con el amor más inefable que pueda expresar. Los otros comensales no se metieron a cocinar porque ya no cabían más chefs en el espacio dispuesto, pero amenizaban con el piano y con la conversación liviana y celebrando cada plato que se lograba rescatar para el banquete final. Luego vino la difícil tarea de ordenar tamaña creación, pero hasta eso fue un agrado al hacerlo con toda la tribu dispuesta a ayudar. Cada vez soy más consciente que la felicidad se juega en esos pequeños detalles y no en lo material.
Unas buenas duchas para los cocineros permitieron sacar la harina, la mantequilla y todos los aromas extras para disponernos para lo esencial: el consejo tribal de Navidad. Ciertamente las últimas 48 horas no habían sido del todo fluidas y la tensión se había empezado a acumular. Es un experimento muy notable reunir a ocho personas en convivencia total. Si ya ser matrimonio exige comunicación, ceder y renunciar para la armonía, viajar y vivir 24/7 con cuatro adultos más es una buena práctica de vínculos donde se puede vivir un paraíso o un infierno real. Gracias a Dios la práctica nos ha permitido siempre estar más en el cielo que en el infierno, pero los gustos, necesidades, estructuras y hasta los horarios de cada uno, son un desafío de conciliar. Hay algunos que son nocturnos y en las mañanas no se pueden despegar de las sábanas ni con un león real. Hay otros que son más hiperactivos y no pueden estar tranquilos sin escalar un cerro o tener fotos que sacar. Hay otros que son más contemplativos y gozan con lo que pasa dentro de ellos y no necesitan más. Hay comilones, hay desordenados, hay músicos y otros a los que el piano ya los tiene locos de tanto sonar. Hay algunos ranas para el agua y otros que parecen gatos alérgicos a cualquier humedad. Hay unos más extrovertidos y otros que se guardan como tesoro de diamantes, difíciles de explorar. Así, con todo, creo que esta experiencia es una escuela de humanidad, que se asienta en el amor y en el más profundo respeto por cada uno, lo que ha permitido una danza de la tribu muy bella y especial. No ha habido peleas ni conflictos; sólo la nube que ya empezó a disipar. Cada uno pone lo mejor de sí mismo, pero sin renunciar a su originalidad. No hay egoísmos y todos tratan de ayudar y eso ya es Navidad en mi alma y justifica el haber venido tan lejos a ser consciente de este tesoro tan especial.
Sigo, con la liturgia que hicimos porque fue única, un regalo divino que no podremos olvidar. No quisimos ir a misa del gallo ni tampoco a otra con permiso del alma porque no íbamos a entender mucho y tampoco queríamos echarla a perder por la fomedad. Ya hablé de eso y me da una impotencia brutal. Porqué nuestro mensaje tiende a ser tan fome en nuestras iglesias y ritos, tan carente de alegría, de entusiasmo, tan falto de sencillez y espontaneidad, cuando Jesús justamente lo que quiso mostrar fue la humanidad. Quizás por lo mismo, optamos por hacer un círculo en la penumbra sólo alumbrados por una vela y una figura de una guagüita que hizo la Trinita con un cariño muy especial. Con ella introdujimos la idea de que lo que más necesitamos para la felicidad que Dios nos quiere regalar, es reconocer nuestra pequeñez, nuestra fragilidad… Mientras más compartamos nuestras pobrezas, más ricos podremos ser y experimentar el nacimiento de Jesús en nuestra alma al sentirnos hijos y hermanos en la vulnerabilidad. Bueno así lo hicimos y con la música de Fernando Leiva de Ilumina mi vida, cada uno escribió sobre sus heridas del alma, sobre sus miedos, sobre lo más oculto que tenían como debilidad y luego uno a uno lo comenzamos a compartir en un momento precioso, sagrado en verdad. Partió el Benja y le siguió Tomás. Nos fuimos capaces de seguir sin pañuelos por la emoción y las ofrendas de dolor que se empezaban a revelar. Siguió Iñaki y Andrés junior y el ambiente se fue completando con ángeles que venían a copuchar. Qué misterio más grande y más insondable es la percepción de cada cual frente a la vida y cómo la historia nos va tocando de un modo único que no podemos imaginar. Le tocó el turno a la Trini y todos quedamos “plop” con su madurez y forma de hablar. Mi niña está creciendo y su alma pudo mostrarnos con ternura y lágrimas que hicieron necesario reforzar el contingente de pañuelos para la comunidad. Luego vino mi turno y el de Felipe que aportaron la sensibilidad de cada cual. Qué sorpresa y admiración se produce cuando nos adentramos en la profundidad de cada uno y se multiplica el afecto y la intensidad del amor y la diversidad. Nunca deja de admirarme lo distintos que podemos ser y cómo somos interdependientes unos de otros no sólo en las competencias y dones, sino también en las fragilidades y heridas que la vida nos da. Cerró el momento Andrés papá y su testimonio fue de una belleza indescriptible por su humildad y conciencia nueva que me llenaron de gozo a pesar de sus lágrimas y emoción brutal. Entre medio de cada compartir la talla no podía faltar, pero al finalizar la ronda, el consejo de la tribu estaba completamente unido en una ronda tejida como un atrapasueños invisible de gracia y divinidad. En cada hilo que nos unía vi la malla celestial. Dios estaba naciendo al medio de nuestro círculo y lo acunaban nuestras pobrezas compartidas, igual que los pastores al alabar. Estoy segura que habían ángeles rodeándonos, además de los gatos de la casa que se pusieron a ronronear. Son tres para ser exactos, así que la reencarnación de los reyes se dio en forma muy particular. Hay uno grande y gordo que se me ocurre que es Baltazar. SU mirada sabia y profunda me genera respeto de sólo mirar. Está Gaspar que es un gato blanco, patiperro y que apenas pasa a comer y se va. Y está Melchor que es un gato atigrado con cara de malas pulgas, pero que es el más regalón de todos y que te soba las patas para sentirse conectado a mi humanidad. El momento mágico del ritual, a sugerencia del psicólogo Tomás, lo finalizamos quemando todos los papeles escritos en un ánfora especial. El problema es que la sala donde estábamos se empezó a ahumar y tuvimos que salir corriendo para salvar los pulmones y a los gatos que no podían escapar. Fuera de broma, fue una de las Navidades más lindas y sorprendentes que logre recordar. Sin regalos materiales, pero sí compartiendo lo menos “bakan” de cada uno, nos sentimos ricos en amor y felicidad. Es tan fácil entender lo que Jesús nos vino a enseñar, pero estamos muy engañados por el paradigma actual: somos niños recién nacidos, desnudos frente a la vida y necesitados de todo para ser felices y Dios siempre está; sólo nos falta reconocerlo y seguir su camino de desprendimiento y entrega total. Ayer sentí que los ocho, en nuestro consejo tribal pudimos volver a estar acunados en un pesebre ante el Señor y dejarnos amar sin límites por lo que somos y no porque lo que hagamos o podamos aparentar. Creo verdaderamente que una comunión de corazones igual a la de ayer es difícil de encontrar. No hubo ninguna desconfianza, todo fue amor, unión y libertad. Experimentamos el nido, el cobijo, la incondicionalidad de la tribu. Gracias Señor por este milagro de Navidad.
Una vez bajados del cielo, nos fuimos a devorar las exquisiteces que habíamos preparado y creo que no quedó nada para raspar. Todo desapareció como por arte de magia una vez más y fue todo risas, tallas de la fragilidad compartida y motitas de amor para erguirnos una vez más.
Ya cerca de las 12 de acá, y después de ordenar la fiesta, hicimos nuevamente una ronda y nos deseamos Feliz Navidad. La luz brilló en la noche de Capetown, por lo menos así lo sentí yo a todo dar.
Día 6: Un vistazo a la realidad
Después de reponernos de tanta emoción navideña y almorzar los conchitos que lograron sobrevivir a las fauces de las fieras, salimos en nuestro auto a pasear por un sector que se llama Boulders, que es una playa llena de rocas y que hace mención del nombre en inglés (yo no conocía esta palabra). Volvimos a empinarnos con nuestro turbo de auto por los cerros de “Jericó” (en verdad, al pobre Honda BRV le cuesta mucho acarrearnos porque tiene poco motor), pero así podemos ver más y contemplar nuevos detalles de este paisaje espectacular. Entre el cielo y el suelo es difícil decidirse porque ambas cosas son muy lindas y especiales en verdad. El cielo se llena de nubes de todas formas y colores y el viento las hace bailar, como una chiquilla adolescente que recién es consciente de su belleza y atractivo natural. El suelo en cambio es como una ruina a medio desarmar, con pedazos irregulares de piedras que darían para formar un Coliseo romano ejemplar. Todo se mezcla con arbustos de un verde grisáceo que da el aspecto a los cerros de un cementerio infinito y sagrado, donde ánimas del pasado te pueden saludar.
Pasado ese discernimiento fundamental, nos adentramos por un camino que señalaba la playa de pingüinos y por ahí nos fuimos a estacionar. La sorpresa fue brutal. Sólo sería parecido una Cartagena nuestra, invadida de locales, especialmente de origen musulmán. Había una islita de piedra acordonada donde una veintena de pingüinos miraban el espectáculo humano con estupor y lástima a pesar de su diplomacia natural. La playa de aguas tibias y de color turquesa debían acoger a la diversidad más grande de cuerpos y costumbres que pudiese en años recordar. No había centímetro de la arena ni del pasto que no estuviera invadido por toldos con familias completas haciendo pic nic, con la guata afuera, con una gordura casi epidémica, que daba pena en verdad. Muchas mujeres solo mostraban sus ojos bajo sus velos y las que osaban bañarse lo hacían con faldones y burkas como traje de baño normal. Los hombres, en cambio, totalmente occidentales y dejándose cuidar. Todos muy gritones, invasivos, llenos de guaguas de diferentes portes y ancianos como parte del arsenal. Había mucho público de origen árabe, de piel más morena y ojos penetrantes de mirar. También había familias y clanes de piel negra y hablaban otro idioma que los primeros, pero me parecieron más dulces como impresión general. Comentamos al explicarle a la Trinita estas costumbres, que tenemos mucha suerte como mujeres de occidente en cuanto a libertad. Sería un suplicio muy difícil de llevar tener que taparme de pies a cabeza y tener que someterme a la voluntad de los hombres como mandato de Alá. Perdone si alguien de ese origen me lee, pero me parece que es anti natural; creo que obedece al temor de algún hombre que dejó este legado por su ansias de control y probablemente por una mamá insoportable que lo dejó traumado con lo femenino, con el sexo y nos culpó de toda fatalidad. Veía a la Trinita apanicada con este mar humano, de piernas, tutos, pechugas tapados y al descubierto, en hacinamiento total. A mi tampoco me gusta la masa, aunque me parece interesante contemplar la diversidad de personas que habitan este planeta y que tan fácilmente lo olvidamos apenas volver a la rutina de cada cual. El mundo es inmenso, la variedad de costumbres y gestos parecidos a la Torre de Babel y no podemos pecar de ingenuos que la nuestra es la única forma de entender la realidad. Sin embargo, estábamos muy parecidos a los pingüinos, acordonados por nuestra imagen y por estar fuera de lugar. Así que salimos de ahí curtidos de una pizca de la verdadera África con su pobreza y costumbres y no en el apartheid que significa vivir en las alturas de la ciudad. A la salida de la playa vimos comercio popular; vendían huevos de avestruz impresos, géneros, artesanías en madera, figuras de mostacillas y monitos de malaquita de un verde intenso y precioso al natural. Sin embargo, una vez más el prejuicio nos jugó una mala pasada, ya que nos vieron la cara de gringos y nos cobraron mil veces más, así que por esta vez los dejamos pasar.
Malamente pensamos que los pingüinos que habíamos visto eran todo lo que había para mirar, pero no; craso error; había un parque natural a unos doscientos metros donde estaba la reserva y ahí sí que aprendimos de esta colonia blanco y negro que es digna de contar. Los pingüinos africanos parecen una postal cortada fuera de su lugar; no pegan acá porque son como caballeritos ingleses, flemáticos, tiesos, con aires de superioridad. A pesar de no medir más de 50 cm, son indiferentes a los miles de turistas que los van a mirar. Una playa de unos cien metros los acoge y nadie los puede tocar. Es interesante conocer sus costumbres dignas de imitar: son fieles a una sola pareja por toda su vida y se mantienen junto a sus hijos con lealtad. Sus movimientos son como los de payasos divertidos, a los que los zapatos les incomodan al andar y son muy mal genios entre unos y otros y se picotean de sólo mirar. El ruido que hacen más parece de burro que de otro animal, pero son tiernos de mirar si no te le acercas porque picotean muy fuerte en verdad. Los ojos de esta especie están rodeados por una sombra rosada muy especial y dependiendo de la edad en que se encuentren, tienen plumas brillantes y lustrosas o parecen imitaciones de peluches a medio terminar. Los recién nacidos son unos ositos dormilones, los medianos parecen gallinas después de un round y los más elegantes, se yerguen en sus esmóquines perfectos, sólo salpicados con una que otra pluma negra que parece un chorreado de grasa en medio del albo magistral. Estas pequeñas aves, parecen inconscientes del impacto que producen y cómo sus costumbres atraen a miles para visitar. Se esconden debajo de las ramas, nadan con simpatía en el agua y cavan hoyos para cuidar a sus huevos y llenan de plumas todo el lugar. Además de estos dueños de casa tan particulares, la playa por sí misma es un sueño de linda ya que las aguas, a pesar de tener flotando algunas plumas, son lindas, traslúcidas y las rocas parecen esculturas como esas que uno hace con arena mojada. No logro dimensionar cuántos años llevarán ahí desde que Dios las amalgamó en esta costa donde el continente viene a terminar. Todas están redondas de tanto ser pulidas por las olas y hay algunas que sobresalen de la superficie y forman figuras como el arca de Noé que seguro por aquí vio al pájaro volar. Al salir de ese paraíso nos topamos con otros habitantes, pero esta vez imposibles de denominar. Eran unas especies de perritos de la pradera, guatones, sin cola, con caras de conejos, pero con costumbres de roedores, viviendo en comunidad. Convivían con los pingüinos, juntos, pero sin mezclar; no nos tuvieron susto y nos miraron como si fuésemos unos ratones más.
Al irnos del lugar, nos sorprendió el murallón de piedra una vez más, con una capa de neblina y llovizna que bajaba al suelo como apocalipsis final. El clima cambia en segundos, pero nunca da frío mortal; sólo chispitas que dan carne de gallina, pero no dan para más.
Para rematar el día, fuimos a Komettjie, un barrio a la ladera de un cerro donde llevaremos a los niños para formar. Ya el domingo había visitado la otra opción de colegio y me había dejado la guata apretada, ya que había que separar a la Trinita de Aki y se veían muy grandes y un poco inhóspitos para mi corazón de mamá. Esta vez, me quedé más tranquila ya que irán juntos al mismo colegio, donde no hay de 200 niños en total. Precioso, precioso no era, pero creo que es lo mejor y me da más seguridad. No es fácil para esta madre soltar a sus pollos en terreno desconocido y en inglés para variar. Sin embargo, los dos lo encontraron lindo y su entusiasmo me quitó la aprehensión que ya está por llegar.
Cuando ya estaba a punto de ponerse el sol en medio de las nubes que se largaron a llorar, fuimos a conocer un faro que estaba al borde del mar. Espigado y bien mantenido, nos dio la bienvenida para un recorrido por una playa de piedras y huiros que parecían surfistas a medio volar. El viento le daba un aire nostálgico y romántico, como esos pueblitos donde sólo habita un viejo con su perro y sus amores sin concretar. Uno que otro surfista anunció que las olas sí se pueden dominar y será el mayor desafío en el que se comprometerán algunos miembros de la tribu para conquistar este lugar. Para terminar el día, puedo contar que hay árboles muy lindos en las veredas de las calles con flores rosadas y buganvilias furiosas por explotar. Lo que sí me sorprendió es que detrás de esa vegetación tan bella, apareció el primer campamento de pobreza real. Como hormiguitas se veían los niños jugar en calles estrechas y hacinadas de vecindad. Los techos de lata, más parecían un holograma triste y descolorido que una población normal. Tenían mil cachureos encima para que no se volaran y de verde no tenía nada. Pobreza y miseria no más adornaban los pasillos que logre atisbar en Masipumele, un reducto escondido en medio de los condominios y casas recién edificadas. Sólo como un dato fuerte para reflexionar, en Sudáfrica la población está compuesta por un 80% de gente negra, un 9% de blancos y el resto es mezcla de razas y un porcentaje no menor de indios y musulmanes que viven como si estuvieran en sus países y no acá. No tengo los códigos aún para comprender esta realidad ni cuán vigente sigue la desigualdad. Obviamente, en la medida que pasen más días, iremos ampliando la posibilidad de sacar una foto más real de este país y no sólo quedarnos en el pedacito donde nuestra casa está. Por el momento lo agradezco de corazón, porque se percibe y siente un gran problema de seguridad. No hay transporte público seguro porque dicen todos que asaltan apenas te subes y que lo único seguro es el UBER para viajar. Las casas que se ven están llenas de púas, de cercos eléctricos y muchos vigilantes de seguridad. De hecho, en nuestra propia casa debemos poner alarmas y tiene como ocho botones de pánico para alertar a seguridad. Sé que no es distinto en Chile, pero es una tensión subterránea que se percibe al respirar. No podría decir que he percibido odiosidad, porque no sería fidedigna a lo que he conocido hasta ahora, pero no se ven muchos matices que contar. Los blancos son blancos, blancos, medios fomes y espigados hasta para respirar. Los de color, son negros, negros, flacos los hombres y las mujeres -en su mayoría- gordas y agresivas en la mirada. No se ven mestizos, parejas mezcladas o barrios que articulen los guetos de ambos con una transición más acabada. O son casas buenas, buenas, o son campamentos que brillan con el sol aludiendo a la única riqueza que tienen en su techumbre y en su marginalidad. Debo confesar que mi experiencia es muy poca y aún no me permite socializar sin temer por la integridad de la tribu, porque ni siquiera se entiende muy bien el idioma por la forma de pronunciar. Dios proveerá supongo y podré integrar las dos caras de este continente que tiene tanta historia que contar. Sólo un dato más para terminar; es muy poco el tiempo en que pueden respirar libertad como país, ya que la independencia es sólo de décadas atrás. Es como un espejismo de Europa, pero al acercarte ves que hay más en sus entrañas y que no puedes quedarte en la superficie sin errar. Sudáfrica es engañosa porque es bellísima en su naturaleza y en la perfección gringa que te ofrece desde el aeropuerto hasta sus blancas playas que encandilan al mirar; sé que esconde mucho dolor, abuso, enfermedad, ignorancia y falta de oportunidad. Quizás por eso, al final de sus tierras está el cabo que busca la Esperanza como foco principal.
Algo doméstico, pero que es importante para mi de contar es que este viaje está significando para la tribu un cambio cultural potente. No sólo por lo pequeños que nos sentimos a ratos frente a tanta diversidad, sino también puertas adentro en nuestra intimidad. Estamos intentando adquirir hábitos más saludables en cuanto al orden y al reciclar y eso, aunque parezca nimio, es una conquista difícil de lograr. Desde hacerse cargo de lo que se deja atrás, hasta poner cada cosa donde va; es como subir la Table Mountain a “pata pelada”. La tribu tiene muchos dones, pero esta tensión de responsabilizarse frente a lo material nos va a ayudar a entregarlos al mundo con un espíritu más sustentable y maduro para la humanidad. Es lento como todo proceso de aprendizaje y más de alguna pelea nos ha costado y nos va a costar, pero dejaré el trabajo listo para las nueras que tenga a futuro, así que no pueden alegar.
Día 7: Una catarata de estímulos africanos
Después de un día de reposo estival, en que Sudáfrica nos sorprendió con lluvia y viento invernal, hoy volvió el cielo a sorprendernos con su belleza sin igual. Parece obvio de relatar, pero el cielo calipso, con nubes hinchadas de vida y la cero contaminación de este lugar, hacen que se vuelva adictivo e hipnótico de mirar. No sé cómo y porqué mirar el cielo y su vida autónoma me hace trasladarme a una dimensión muy profunda y espiritual, sobre todo cuando entra en relación con las murallas de piedra que enmarcan este paraíso terrenal.
Rodeados por este escenario, nos fuimos al centro de la ciudad de Capetown con destino al acuario para admirarnos de las especies que aquí no paran de asombrar. En el recorrido fui más consciente de la geografía del lugar; son lomas suaves las que forman las calles y la vegetación muy respetuosa se adapta con perfección al lugar. Los agapantos son maleza y se yerguen hermosos con sus paraguas lilas por cualquier lugar. Abundan también los laureles en flor blancos y rosas y las buganvilias fuccias les hacen competencia para decorar. Los árboles se ven hinchados de savia, casi a punto de explotar. Cada hoja está turgente y de un verde espectacular. Solo para que se hagan una idea, los gomeros de las plazas sobrepasan los 35 metros y generan una sombra de por lo menos 200 metros para disfrutar. Pensar que uno los tiene dentro de las casas y remolones siempre se tienden a chingar. Lo que sí se ve es que el viento se quiere arrancar del continente y con eso logra tumbar los troncos y hacerlos verse como alabando o doblegados a una autoridad. Los hibiscos se abren de par en par, con colores pálidos y sutiles como seda y todo se complementa para tener un lugar sin quitarse luz ni alimento para crecer en paz.
Ya acercándonos al centro, aparecieron vendedores ambulantes y artistas callejeros como los que solemos mirar en nuestra ciudad. No veo hasta ahora mucha gente pidiendo, pero supongo que es la parte más Fancy por donde nos movemos y que ya se verá. Los edificios modernos son de vidrio, pero no superan una veintena jamás. Sí hay edificios remodelados antiguos, con arcos y molduras recién pintadas de blanco que le dan un aspecto muy lindo combinados con colores pasteles que dan paz. Se nota que fueron bodegas o parte del puerto antiguo y que los acaban de remodelar. La llegada al centro es semejante a una postal. Una explanada sin fin de barrios que se confunden con una nebulosa, pero en primer plano grúas de muelle, barcos, entradas de agua y un montón de containers, muy ordenados y limpios que parecen americanos en la primera mirada.
Las vías ya se llenan de gente que camina para turistear, así que obligados a estacionarnos para mirar lo que probablemente es el sector más “ondero” y lindo de la ciudad. Partimos el tour por el acuario en el que me voy a explayar, porque vale la pena en verdad.
No sé si me gustan más los peces o las aves, pero sin duda en ambas especies Dios se esmeró a todo dar. Qué manera de ser creativo en su taller este caballero (y/o señora), que hasta humor le puso a cada bicho para lograrnos asombrar. Entramos a este espacio mágico, que estaba lleno de gente, pero fluía con mucho orden y facilidad. Los primeros en recibirnos, los Nemos locales que sobrepasaban una centena y eran preciosos; como de no contar. Sé que los vimos en la película, pero son perfectos al mirarlos en detalle y con una gracia muy especial. Blancos, naranjas, pero delineados con negro como con tinta y pluma artesanal. Había una Doris loca, deambulando entre todos estos peces payasos y me pareció muy simpático el detalle para asombrar. Podría detallar cada cosa, que vi, pero creo que podría resultar aburrido sin el apoyo visual, pero no puedo dejar de nombrar a mis top five: las primeras, sin duda, son las medusas fluorescentes que más parecen hadas o ángeles que un animal. Qué manera de ser bellas, elegantes, graciosas en sus movimientos, curiosas en sus formas y en su forma de nadar. Se me ocurren que son naves espaciales a propulsión divina que podríamos imitar. Su color sólo se contempla en la penumbra y parecen no necesitar a nadie para disfrutar el agua donde divagan con profunda paz. Mi segundo favorito son las anemonas, donde Nemo solía habitar. Parecen tentáculos pequeñitos, danzando sin parar. Sus colores son muy únicos y varían de una varita a la otra como si tuvieran magia para regalar. Son flores marinas que crecen en silencio y austeridad; sólo anidan a pequeños pececitos y parece que les comparten sus colores con generosidad. Mi tercer animal favorito, fue uno que no sé nombrar. Era horrible; quizás lo más feo que puedan imaginar. No sobrepasaba el tamaño de una mano, parecía de goma naranja y estaba lleno de pinchos, que parecía con acné a todo dar. Ni se movía siquiera y debe haber sido pariente de esos que se logran camuflar. El cuarto lugar creo que se lo llevan las mantarrayas y las anguilas por su apariencia tan temible y variada, además. Es la versión acuática de las cebras, tigres y leones que ostentan el “print” como moda actual. Las alfombras marinas, es decir las mantarrayas siempre me acuerdan a mi Tata Marcos, cuando una vez él por error sacó una del muelle Prat en Valparaíso. El hilo de pescar resistió unos minutos, pero a mi nunca se me pudo olvidar, cómo ese tremendo bicho se pudo agarrar. Son impresionantes en su ferocidad, en su astucia y son ladinas hasta para nadar. Sólo con un toque de su cola te cortan por la mitad. Las anguilas también me llamaron la atención, pero son mucho más chicas y semejantes a serpientes por donde se les pueda mirar. Por último, en mi ranking le doy el empate a los tiburones y a unos peces muy re feos que se llaman Coalcott o algo así, pero que sólo hay acá. Los primeros los conocen todos y son temibles de mirar. Este acuario tiene túneles de agua por donde cruzamos los humanos y los podemos contemplar en su habitat natural. Se ven temibles, aunque las estadísticas dicen que es más la mala fama que nada. Sus corridas de dientes dicen lo contrario y su cara afilada y triangular, da para dudar. No obstante, según las películas que mostraban muere más gente por accidentes con sillas o con volantines que por ser víctimas de su mordida mortal. Sólo los surfistas tienen más riesgo, cosa que no me deja nada de tranquila en verdad, ya que parte de mi tribu ya se aperó con tablas de liquidación para poder dominar las olas del mar. Espero que no los confundan con focas chilensis y los quieran atacar. A puro rezar no más. El otro pez, que seguro escribí su nombre mal, es como un animal a medio terminar. Pesa como 60 kilos y es feo para matar. Gris azulado y como con rocas o escaras en su espalda que le hacen ver muy mal. Sus ojos y labios son gruesos como si no lo hubiesen pulido antes de sacar, pero se impone lento y indiferente a la mala impresión que da. Pobrecito, parece un fósil prehistórico nadando, pero no le hace el quite ni a los tiburones, porque parece no temerle a nada. Para finalizar con la visita al acuario, una reflexión nada más. Lo primero que me impresiona es el ritmo silencioso y candente del mar. Sus movimientos son misteriosos y aunque temería ser un pez, es un mundo aparte difícil de dimensionar. Hay tanta variedad de colores, formas, trompas, aletas, crustáceos y hasta pepinos de mar, que realmente me cuesta pensar que alguien no pueda creer en Dios y en su afán por la belleza y la vida en toda su majestad. Si me adelanto y miro a la gente que veo pasear, la verdad que mi hipótesis cada vez se confirma más. Hay muchos con cara de peces gatos y otros lindos como delfines estilizados y de gracioso andar, sin embargo, la mayoría de los especímenes humanos se parecen más a los jureles o a esos peces que nadie se detiene a mirar por la vitrina de este lugar.
A la salida del acuario y mientras hacía una pequeña fila para que la Trinita se pusiera un tatuaje temporal, vi a una mujer negra lo más preciosa que hay. Nada de jurel; casi sirena con una cara perfecta, muy especial. Su altura era un poco más que la mía y su figura era rellena, pero sin nada de más; llena de curvas por donde la quisiera mirar. Lo más impresionante era su sencillez y naturalidad, ya que andaba con hawaianas, polera y una pollera larga que le marcaba la silueta como una esfinge acabada de tallar. Su rostro era perfecto; ojos grandes y almendrados con un tono raro que no logro identificar. Su boca gruesa y su nariz respingada. Su pelo lo llevaba en un moño a medio armar, pero era para pintarla en realidad. Sus dos hijos chicos no heredaron la gracia de su mamá, a quién aproveché de decirle lo linda que era y sonrió agradecida con hoyuelos en sus mejillas que me parecieron virginales, aunque cansados de tanto cuidar a sus retoños y trabajar. Algún buen mozo equivalente, la verdad no he visto pasar. Los locales blancos son todos muy parecidos y me parecen un poco desabridos en general. Las mujeres y hombres son de narices finitas, la piel un poco rosada, los ojos claros, achinados y chiquititos y con cara de pájaros o canarios muy firulais. Los hombres y mujeres de color son poco agraciados según mi forma de mirar. La mayoría son gordos y de facciones muy toscas para resaltar. Sí sorprende para bien su pelo tan decorado que da para un álbum especial, pero no así sus piernas y traseros que son de tamaño descomunal. Es falso testimonio ponerlos a todos en el mismo saco, ya que también hay muchos flacos, muy flacos y espigados como plumero de avestruz al final. Sólo se hinchan en la cabeza con sus afros abundantes que me hicieron dudar de la calidad del pelo de ambas razas, en la que nunca me había fijado con tanta detención hasta ahora que los puedo mirar de más cerca que lo habitual. Los peinados son pegados al cráneo cómo quien hace motitas, en vez de peinar. No creo que se puedan separar uno de otros los pelos; más parece lana que la individualidad. Las trenzas van de un lado para otro y se arman nidos maravillosos, imposibles de imitar. Yo le hice 14 trenzas esta mañana a la Trinita, pero nada se le puede comparar.
Después de esa descripción tan poco científica de la población local, puedo continuar contando la catarata de cosas lindas que vimos en el paseo peatonal. No sé bien cómo explicarlo, pero quizás una buena forma de hacerlo, sería decir que si hubiese tenido un container a mano, lo hubiese comprado todo porque su belleza y diversidad es lo más lindo que he podido admirar. Tiendas preciosas exhibiendo artículos de madera, género, mostacillas, cerámicas, vidrio, cuero, pieles, cera, fierro, material reciclado, fierro, pinturas, piedras, y toda la materialidad que se puedan imaginar, plasmada en las cosas más lindas y coloridas que se pueda pensar. Todo era precioso; nada siútico. Todo de un gusto y una combinación tan alegre de colores que me produjo una especie de éxtasis sensorial. Collares únicos, cuadros, fotografías, vestidos, muñecas, esculturas, botas, zapatos, jabones, posa vasos, carteras, floreros, cojines, cubrecamas, camisas, pesebres, ángeles, pulseras, monos de peluche, sillas, muebles, anillos, tazas, hadas, animales; todo el abecedario de la creación de artículos innecesarios, pero tentadores a morir para llevar. Los precios eran razonables para tanta belleza, pero opté por renunciar. No habría sabido por dónde partir ni menos por dónde terminar. Jamás había visto tanto despliegue de arte y belleza en un mismo lugar.
Logramos salir casi invictos del paraíso de la creación humana, casi como símil del acuario que antes había podido admirar, ya que sólo le compré una pulsera de madera al Benja y otra a la Trinita para bajar la ansiedad. Si pensaron que había sido salvada de pecar, se equivocan medio a medio, porque a cada vuelta de cuadra aparecía otra sorpresa para celebrar. Lo primero la bahía llena de veleros, barcos boutique y un mar calmo y limpio que los alojaba sin chistar. Músicos como Ed Sheeran en las calles, tocando casi por la misma calidad y sólo por unas monedas en el parlante en el que podían tocar. En un letrero que decía Food Market pensé que ya no podría resistirme más. Miles de restaurantes y locales chiquititos y hacinados competían por mostrar sus exquisiteces de todo el mundo con una gracia única que nos hizo sufrir en demasía en verdad. Cada aroma y presentación parecía de un chef profesional. Sushis, pasteles, jugos, cocina árabe, especies, milkshakes, chocolates, carnes, tés, cafés, brownies, galletas, abrieron el apetito de par en par, sobre todo las de la tribu que sólo tenía un plato de tallarines en la guata para palear la adversidad. Finalmente cedimos a unas empanadas de hoja, chinas creo, que aplacaron un rato el hambre, pero sólo dos nos tocó a cada uno, convirtiéndonos en fieras de atar. Por todos lados había mucha gente caminando y el ambiente era entretenido de respirar. Buena onda, familias, seguridad, arte, creación y mar. El conjunto único y mágico para degustar. A la otra vuelta del camino, un conjunto de músicos a puros instrumentos de percusión tipo xilófonos de madera que no sé cómo nombrar. Qué manera de tener gracia y entusiasmo los chiquillos al tocar, pero sobre todo un negrito de no más de dos años que se movía como Michael Jackson encarnado en este lugar. Hay gente que tiene ritmo en las venas en vez de glóbulos rojos y se nota desde que parten a caminar. Un gordito delicioso que daba besos a la flaca de su hermana que también se empeñaba en seguir el ritmo, pero no le salía igual.
Justo a espaldas de este show tan lindo, estaba lleno de estatuas de tamaño natural hechas con metal y desecho, imitando elefantes, rinocerontes y hasta matapiojos dignos de importarlos para la mansión de allá. Sin embargo, era sólo el preámbulo de un viaje a la artesanía africana más bella y variada que se pueda imaginar. Cuatro pisos de una casona de 1904, hecha en madera y sólo enchulada en su fachada, escondía toda la creatividad y riqueza de este pueblo que se da con generosidad. Cientos de máscaras, bastones, estatuas, tallados, armas, muebles, pinturas, cestos, cuadros, géneros, joyas, animales embalsamados, pieles verdaderas, tapices, utensilios de casa, alfombras, ajedrez, juegos, instrumentos musicales, vestidos, cucharas y no sé que más se apelotonaban en cada rincón de la casa esperando ser adquiridas para llevar. Todo el pantón de colores paseaba de un piso a otro, conjugando con formas y materialidades sin acabar. Cueros, fierros, greda, arcilla, metal, papel, piedra, paja, coirón, cuernos, colmillos eran un acordeón que se abría y cerraba dejándonos sumidos en una belleza que obnubilaba y cegaba al mismo tiempo, sin poderse negar.
Saliendo de esa casa que era además un museo nacional, fuimos al otro extremo de la modernidad. Un mall costero con restaurantes de comida rápida y tiendas gringas para comprar, estaban atestadas de gente que hacían ver el lugar como hormiguero o panal. Una vez más, y como me dolía el cerebro y la guata, me senté en un banco a mirar a la gente y me recordé de nuevo del acuario y su diversidad de especies para contemplar. Había algunos feos, feos como los cangrejos gigantes o los peces roca que se camuflaban sin notar; había unos flacos, flacos como esos peces traslúcidos que sólo su columna podías mirar; había unas mujeres llenas de peinados locos como el pez diablo lleno de tentáculos para atacar; también había niñitas con pestañas falsas como el pez gato o familias enteras que parecían caballitos de mar. Es muy interesante mirar las facciones y cuerpos y ver cómo Dios se esmeró con cada cual. La prole a esas alturas ya arrastraba los dientes por las calles del puerto, por lo que hubo que ceder con una bolsa de pollo frito y unas bebidas para calmarlos antes de que pudiéramos llegar de vuelta a la casa.
Para terminar el paseo de hoy recorrimos un poco más las calles, preñadas de sabores, música, olores, historias, bohemia, arte, colores, sal, ritmo y amor plasmado en miles de obras imposibles de contar. Sólo algunos ejemplos para tentar: había un conjunto de chiquillos en buzo negro y con máscaras que no paraban de bailar; otro conjunto de rinocerontes de fibra de vidrio que habían sido víctimas de artistas locales y lucían diseños y colores dignos de enmarcar; el olor a comida tentaba como si uno hubiese mutado a ratón frente al flautista de Hamelín; la rueda de la fortuna giraba apacible cortando la puesta de sol; un barco de piratas tocaba su sirena para anunciarse al llegar; los algodones de azúcar competían con un gigante en zancos haciendo figuras con globos; un violín sonaba a lo lejos con melancolía del corazón; unos candados cerrados sellaban pactos de amor en las cadenas del puerto; los restaurantes rebalsados con cócteles y conversaciones llenas de chispa y sabor; las palomas y gaviotas cruzando el cielo siguiendo una coreografía sin par; el astillero vaciando sus entrañas para dar a la luz al barco recién pintado; los helados y galletas chorreando de las manos de niños sacados de comercial de Benetton… Podría seguir, pero creo que al igual que a mi este día me dejó ahogada en un mar de estímulos de belleza y creación. Probablemente por eso mi cabeza explotó y mi guata se rebeló. No le cupo más y tengo que hacer reposo de infoxicación.
Día 8: Un día lleno de sorpresas para contar
Nos propusimos madrugar para llegar temprano a Cape Point donde se los dos océanos (el Índico y el Atlántico) se reúnen y hacen las paces después de tantos comerciantes y guerras que han debido presenciar. Sin embargo, la tribu no es muy dada a ser alondra y sólo después de las 12 logramos zarpar al destino, pero sin no antes hacer una parada muy recomendada. El lugar se llamaba Kalk Bay y era un puñado de casas pegadas a una playa preciosa y atestada de turistas que se querían bañar. La arquitectura es característica de la época colonial; edificios de máximo dos pisos, pintados de colores claros con molduras blancas y mucha tradición para contar. Cada tienda se veía como un laberinto para embriagarse en cosas entretenidas y muy buen gusto para decorar, pero sólo la vimos desde el auto para no tentarnos y poder continuar. Había mucha gente caminando por las veredas, sobre todo gente musulmán, y la inmensa mayoría iba relajada como en onda veraniega sin prisa y sin ocupación que atender en realidad. Debajo de los arcos que cruzamos divisé una línea de tren, pero lo más notorio era la masa de gente bañándose en una mar turquesa, que prometía, aunque no lo tocamos en verdad. Luego nos dimos la vuelta para tomar el camino para el fin del continente, pero a poco andar, nos metidos en un taco denso que nos hizo estar más de tres horas avanzando como tortuga en funeral. El camino era precioso y me volé una vez más con las nubes y murallones de piedra que se debatían entre rojos y blancos para ostentar. La tupición de arbustos también es digna de nombrar. Una capa espesa de verde era la antesala impenetrable si a alguien se le ocurría escalar.
Es interesante contar la dinámica que se da en la tribu cuando nos toca viajar. En nuestro auto cabemos justo los ocho y los niños siempre se turnan en los espacios donde se puede estirar un poco más sus “pequeñas” piernecitas que no acaban de crecer jamás. Creo firmemente que cualquier extraño moriría si tuviese que escuchar la conversación que se da ya que es de una velocidad, dispersión, simpatía, ironía, que sólo un miembro de la tribu podría comprender y tolerar. El lenguaje ya es propio y las bromas vuelan como flechas que no dan tregua a nadie, ni siquiera por la edad. Todo es motivo de risa, de leseo, de un nuevo tema que conversar y así más parece una torre de babel que un auto normal. Yo, personalmente, escucho y contemplo la dinámica con admiración y sólo intervengo cuando a alguien se le pasa la mano o se hace bullying que puede dañar. Es increíble cómo se van aprendiendo palabras y modismos de la juventud actual. Hay tantas cosas de tecnología que sé que ya me dejaron atrás; tantos personajes que no sabría reconocer; tantas costumbres que escucho y tanto que no sabría explicar, porque pertenece al mundo de las redes sociales o modos de proceder que no quiero ni entender en realidad. Viajar así es un ejercicio de tolerancia importante y el buen humor y el amor es el primero que se debe sentar para poder pasarlo bien y aceptar los imprevistos que nos puedan pasar.
Uno de estos imprevistos fue que casi llegando a la entrada del Cape Point, nos dicen que está repleto y que ni siquiera hay estacionamientos y que en una micro debemos llegar, dejando el auto estacionado en el camino, donde podamos pillar. La multitud se debe a la fecha y a que están de vacaciones acá, así que, a sólo diez metros de la portería, decidimos echar vuelta atrás y volver otro día en que los sudafricanos tengan que trabajar y podamos tener nuestro espacio para mirar. Se me ocurrió que íbamos a llegar al lugar donde se mira e íbamos a parecer huiro, de un lado a otro, tratando de navegar con libertad. Ni siquiera íbamos a tener comida para comprar, porque todo estaba sobrevendido y no lo íbamos a disfrutar. Por supuesto, a mi primogénito le pareció insólito nuestro actuar y un rato tuvimos que escuchar sus demandas de fiscal, pero ya saliendo del parque nacional, nos salvaron unos vendedores de artesanías que eran una simpatía natural. Unos diez puestos en plena calle nos ofrecían huevos de avestruz, rinocerontes de madera, jirafas, pulseras y muchas cosas dignas de comprar. Es muy interesante mirar sus rostros y ver cómo la belleza en las mujeres se vuelve a dar. Los hombres son más feos y la pobreza se cuela en todos sin diferir, pero en ellas se ve más dignidad, aunque vayan vestidas con ojotas y calcetines al calzar. Para mi parar en estos puestos es una tortura ya que no puedo discernir entre el interés real por algún producto y la sensibilidad que me dan las personas que las venden y su situación de extrema vulnerabilidad. Desconozco si quiero llevar o no un hipopótamo de madera de ébano o si me tienta un pesebre de piedra que me quieren dar, ya que son los ojos de los vendedores los que no puedo olvidar. Se me meten en el alma y me cuesta diferenciarme de ellos y mi privilegio de viajar. Sé que no es mi culpa su pobreza, pero aún debo madurar eso y disfrutar sin culpa como lo hacen muchos turistas que hasta regatean sin pudor por lo que parece ser su único sustento vital.
Para sorpresa de nosotros, el viaje que no resultó sí fue dándose de un modo muy sorpresivo y genial. No habían pasado ni cinco minutos cuando vimos el letrero de una “Farm”. Entramos a la granja y resultó ser un criadero de avestruces muy interesante de visitar. Campos verdes recién cortados, estaban sembrados de casitas como de Metropoli todas iguales, que hacían que este fuese el campo más ordenado y limpio que logre recordar. Unos potreros de palo separaban a cada trío de aves como para que no fueran a pelear. Un macho y dos hembras. Mish. Fresquito el pajarraco, pero nada que decir ya que era muy lindo de mirar. Había una tienda de souvenirs hechos de piel de avestruz maravillosos y mucha más artesanía propia del lugar, sólo que valía el doble que la de la calle y era atendida por una amorosa señora muy british, que explicaba todo con amabilidad. Compramos pellets para alimentar a las aves y ahí las pudimos ver de cerca y admirarnos de estos dinosaurios alados que son muy extraños en su cuerpo y en su actuar. Su cuello más se asemeja a una culebra diestra y rápida de movimientos que es capaz de pegar zarpazos sin avisar. SU pico más parece el de un pato, pero duele si te toma mal. Lo más impresionante son sus plumas y sus patas. Las primeras son suaves, como de seda y varían de negro a grafito como si fuesen plumas de sombrero real. Las segundas son rarísimas y tienen solo tres dedos que hacen recordar al Rex de los dinosaurios. Son muy largas y musculosas y terminan en los tutos del animal, pero a piel pelada. No tienen plumas en esa zona ni tampoco debajo de las alas y se logra visualizar un cuero muy grueso y nervioso; como plástico de color gris que no me imaginaba en verdad.
Saliendo de los avestruces, sin comprar un huevo porque no pudimos encontrar (dicen que sólo uno equivale a 12 huevos de los normales así que podría servir para calmar a la tribu en su voracidad) seguimos camino de regreso a la casa, pero por un camino distinto al que habíamos usado para llegar. En el bosque aparentemente normal, de repente vimos un letrero de cuidado con atropellar los babuinos y nos pusimos a mirar. Sentados con toda calma, efectivamente estaban estos monos como en el living de su casa y nosotros atravesamos por la mitad. Son los monos de poto colorado, que son buenos para morder y para robar, así que no osamos bajarnos del auto para no ser presos de su labor principal. Seguimos por un sendero muy lindo y tranquilo que podría asemejarse en algo a la zona central, con la única diferencia que, en vez de vacas, vimos pastando gacelas y son preciosas por su elegancia y delicadeza natural. Por suerte no nos topamos con leones o cebras porque ya sería mucho para un día, pero ya los iremos a mirar a un safari profesional.
Los dientes los arrastrábamos como tigres de sables porque ya eran las cinco de la tarde y no pillábamos donde comprar. Al fin llegamos a un pueblito y a un restaurant genial. Se llamaba “El último camello” y efectivamente tenía un horno de barro con esa forma de donde salían unas pizzas a la piedra para caer rendidos de sólo mirar. Por primera vez comimos fuera y fue muy rico para saciar nuestra hambre con comida nacional. La verdad de sudafricana no tuvo nada porque comimos hamburguesas, pizzas y calamares, pero nuestra hambre sí era tribal. El restaurant parecía un epicentro de hippies de mayor edad. Mucho gringo con cara de hípster, ojos claros y barbas de viejo pascuero sin cortar desde una eternidad. Se veía carrete trasnochado, pero buena onda y lo gozamos antes de partir de regreso a la cas a descansar. Otro día iremos a Cape Point, pero resultó lindo el día al final. Más que por lo que vimos afuera, por lo que vivimos dentro con tanta simpatía y amor incondicional. Es loco cómo hasta sobre nombres nos hemos ido poniendo que suenan africano, pero que son puras tallas internas a nuestras manías y defectos, que no son dignas de replicar acá.
Ya estamos planificando lo que haremos el año nuevo para poderlo disfrutar al modo de acá. Lo más probable es que vayamos al down town a ver los fuegos artificiales, pero después del día de hoy, me quedó claro que uno propone, pero Dios dispone.
Día 9: Algunas cosas curiosas, pero pocas, para no marear
Por descoordinaciones de agenda y de criterios sobre qué hacer con una comunidad tan grande, terminé partiendo a la playa con cuatro de la tribu a surfear. Fue todo un desafío partir con tablas, trajes, body boards, toallas y demás para un conductor inexperto como yo en el lado opuesto de manejar. Mi debut en sociedad no tuvo ninguna falta, pero es que la verdad no es nada de difícil si hay berma y no hay motos como moscas dando vueltas sin parar. A diferencia de Bali, aquí el orden sí funciona y me acostumbré muy rápido a manejar apretando el señalizador y no el parabrisas como suele pasar. Bueno llegamos a la playa y hasta logré estacionar en un espacio chico a la inversa y me sentí sudafricana total. Mientras nos preparábamos todo me pareció sacado de una película espacial: un centenar de hombres y algunas mujeres se ponían trajes para surfear. Se me antojó raro verlos enfundarse en esas segundas pieles negras que marcan cada aspecto de la silueta sin disimular. Me pareció una película futurista o una visión apocalíptica, ver cómo desaparecían los cuerpos, los trajes de baños y se hacían uniformes como soldados del mar. Hasta los más gorditos se estilizan un poco y se enfundan hasta la cara porque el agua es muy fría y duele al estar. Yo por lo menos, me tiré un puro chapuzón y hasta las ideas se me congelaron ya que carecía de la famosa piel negra de foca como todos ostentan sin dudar.
Es curioso el mundo del surf y no lo entiendo del todo porque creo que el vínculo con el mar es de una sensibilidad que no tengo, ya que lo respeto demasiado y me da susto que me pueda ahogar. Las olas son amigas y/o enemigas, imposibles de descifrar hasta cuando ya te tienen en sus entrañas y estás entregado a su voluntad. Los más diestros parecen peces voladores y son un agrado de mirar. Cuánta flexibilidad y sabiduría, que parece una pincelada de vida ondeando en la inmensidad. No sucede igual con los amateurs ya que los ves caer en forma estrepitosa en el fondo del mar. Vuelan como esquirlas humanas, pero gracias a Dios, vuelven a asomar sus cabezas al poco rato y empecinados lo vuelven a intentar. Los que primero lo intentan no son posibles de apreciar, ya que ni siquiera logran llegar a tomar las olas y/o nadar al fondo sin morirse de un cansancio brutal. Bueno, esta última fue la experiencia de mis dos intrépidos jinetes acuáticos quienes después de 40 minutos de batallar, volvieron a la arena como los rotos chilenos, después de atravesar el desierto de Atacama al querer descubrir oro más allá. Mi Tomás y el Benja, estaban fuera de forma de tanto estudiar (es una forma maternal de decir para que no me vayan a matar), pero quedaron felices y adictos a volver apenas se puedan recuperar. Sus brazos asemejaban anguilas sin electricidad, por lo que apenas se pudieron sacar el traje de goma y acostarse a descansar.
La playa donde fuimos era muy exclusiva para este deporte y para los blancos del lugar. No vi ningún surfista negro ni musulmán; cosa que ya no me sorprende tanto porque la burbuja es real. Sin embargo, ya estamos adelantando algunas visitas y contactos para integrar esta bella visión con las otras que existen acá. Nos advierten que algunas son peligrosas, pero lo haremos con cuidado para no arriesgar, pero me resisto a ver solo una cara, sabiendo que existen miles más.
Es interesante ver cómo nos vamos ajustando todos al cambio de vida al convivir más. Surge el aprendizaje, la paciencia y la democracia como modo de reinar y no es fácil conciliar, pero cuando se logra es una maravilla para celebrar. El jefe y la jefa de la tribu salimos a pasear para coordinar mejor a los demás y fue lindo ver cómo los seres humanos podemos entendernos y complementarnos bien si nos dedicamos profesionalmente a conversar y a entender la forma de mirar del otro sin prejuzgar ni menos descalificar. Así con Andrés fuimos a visitar una viña que está cerca de la casa y era muy linda, aunque un poco plástica en verdad. Todo perfecto y con gente “muy chic” haciendo un pic nic que más parecía un comercial. Todos sentados en tumbonas en un pasto recién cortado, compartiendo cajitas de comida que había que comprar obligatoriamente al restaurant del lugar. Paseamos, nos dimos una vuelta y nos fuimos, para ir a ver la puesta de sol a un lugar muy típico de acá. Es un sendero que salió en una película de Misión Imposible y es imponente de mirar. Rocas amarillas y rojas amenazan todo el rato caerse por el estrecho sendero que da permiso para entrar en las tripas de la montaña sin indigestarla de más. Bueno, eso resulta si no está lloviendo, porque en día de tormenta creo que no es transitable sin arriesgar la vida o el auto por los peñascos que suelta como hipos y/o vómitos que intentan controlar con mallas de acero, fierros y un muro de metal. Llegamos al sitio donde la vista es más espectacular y nos estacionamos al lado de un auto muy llamativo llamado Shelby Cobra que suena como un rinoceronte enojado al andar. Deportivo, lindo, un juguete carísimo para los fanáticos que hasta lo arriendan para sentir el poder y la imagen de vencedor total. Con Andrés nos sacamos unas fotos y nos fuimos al mirador a sacar las imágenes de rigor. Estaba lleno de turistas, sobre todo musulmanes con sus túnicas y barba larga sin cortar. El viento parecía coludido con la protesta del peñón que no quería más extranjeros en sus faldas y si te distraías un momento te podía votar acantilado abajo sin piedad.
Fue un lindo día al final, sobre todo al volver a la casa y ver a la tribu jugando afuera y todo en paz. Comentábamos en la noche que no podemos dar por obvio el estar aquí y el poder estar sin preocupaciones ni pendientes que arreglar. Cada noche intencionadamente me meto en mi cama mullida y divago en cual de los tres almohadones me voy a apoyar, porque eso, como todo, es una bendición demasiado grande y que agradezco cada noche y encomiendo a los que no nos pudieron acompañar.
Día 10: Un año nuevo especial
Debo partir diciendo que me encanta esta ciudad porque no es exagerada en ninguna forma de expresar. Hay onda de celebración, pero tampoco euforia y manipulación comercial. Los supermercados hacen sus ofertas y se ofrecen fiestas en algunos restaurantes, pero como algo normal, sencillo, dentro de lo lindo y alegre que se puede exigir para despedir un 2018 tan intenso y especial.
Hay de todo en todas partes, pero lo justo y lo necesario, sin ostentar marcas y lo esnob que se ha puesto nuestro mercado local. Sólo un ejemplo, para aclarar: acá hay mostazas, pero cuatro o cinco, no más. Hay flores lindas, pero debe haber una veintena diferentes para vender y en ramos sencillos como quien los recogió al pasear. Hay panes y aperitivos, pero en una cantidad y variedad que no raya en la sofisticación que hemos llegado allá en algunos segmentos de la sociedad. Es como si fuesen 10 años atrás en el comercio y el desarrollo global, por lo que aún tienen mucha más riquezas valórica y social que nuestra urbe que se ha vuelto más un conjunto de individuos que viven juntos, pero que apenas se toleran en sus necesidades y formas de ser y actuar.
Bueno, divago en estos temas porque entre la indecisión de qué hacer para celebrar el año nuevo, finalmente partimos al epicentro de la ciudad con un canasto de pic nic y una champaña escondida para descorchar. Partimos aperados con sanguchitos de huevo, frutas, un queque cocinado por la Trinita y unos chocolates para allá ver con qué complementar. Llegamos alrededor de las cinco y nos dedicamos a pasear por las calles alrededor del centro que son todas peatonales y que rodean el mar. La chimuchina era demasiado entretenida, colorida y variada. Una vez más nos topamos con toda la música, los colores, el arte y un cielo observando con un azul clarito, que me dio paz. A poco andar, nos sorprendió un pequeño carnaval. Eran una cincuentena de chiquillos vestidos con oros y brillos sin parar, que llevaban mariposas en alto y un ritmo espectacular. Con auténtica alegría recorrían las calles derrochando energía y libertad. Sus cuerpos de ébano brillaban con su esfuerzo, pero los hacía ver como un oasis de juventud y vitalidad. Cantaban lindo además e iban contagiando a todos los que los querían admirar. También vimos esculturas gigantes y sillas en forma de trompo que te hacían girar peligrosamente, pero no te botaban porque el diseño era perfecto y su inteligencia genial. Todo eso estaba en la entrada del museo contemporáneo de Sudáfrica que ya vamos a visitar. Entramos y contemplamos una especie de catedral gótica, mezclada con fierros a la vista, tubos, vidrios y ascensores traslúcidos que me hicieron transportarme a la casa original de Superman. Qué bellezas puede crear el hombre si hay presupuesto y ganas de crear. Con todo, me pareció un poco apocalíptico el diseño, ya que prefiero la arquitectura tradicional. Esto tan futurista me huele a destrucción y orfandad. Quizás han sido muchas películas de MadMax.
Recorrimos tiendas muy lindas como la de Lindt que nos hizo pegar la nariz en la vitrina con tantos chocolates que exhibían sin poderlos tocar, ya que estaba cerrada. Qué mociones más lindas y agradables me produce el chocolate; me lleva a esos momentos con mi tata Marcos donde se me derretían en los dedos las galletas Morocha o esperábamos que el sol hiciera estragos en los KitKat para poder comer a cucharadas. Ya sé que quedé en evidencia con mi edad, pero el chocolate es para mi una fuente de gozo insondable que tiene mucho más que calorías y grasa para acumular. Me evoca cariño, felicidad, amor incondicional. Quizás por eso soy tan fanática y jamás lo pienso dejar.
Después de pasear por el borde costero y turistear con la tribu, fuimos a buscar nuestro spot oficial para mirar. Ya a las 6 de la tarde la gente parecía un panal, atareado y copuchento, disputando el mejor lugar. Como el Titanic había pisos y lugares para todos los presupuestos que se puedan imaginar. Los más caros me imagino fueron los que optaron por helicópteros para mirar; le seguían todos los que estaban de huéspedes en distintos yates y catamaranes con fiestas artificiales que bailaban sin parar. En presupuesto seguían los comensales de los diferentes restaurantes que cerraban sus puertas y sólo aceptaban reservas previas para comer y tener la vista preferencial. En escala de posiciones seguían los que tenían una mesa y/o sillas del mall o el parque para sentarse o hacer una comida informal con toda la comida rápida que se vendía sin parar. Las cadenas de restaurantes como KFC o McDonald deben haber hecho un dineral, ya que corrían las hamburguesas, pollos y anillos de cebolla por donde mirabas pasar. Luego veníamos los que teníamos una banca o un borde donde sentarnos y teníamos nuestro pic nic personal. Finalmente estaban los que tuvieron que sentarse en los basureros, palos o mantenerse de pie no más. Así que nos salvamos de estar en el último lugar de la escala social y nos sentamos al lado de un escoces gordo y colorín que no debe haber estado tan contento al principio, de ver cómo invadíamos su espacio personal. Finalmente, Woody resulto ser un alemán de pocas palabras y con una sonrisa linda y más solo que Tarzán. En las seis horas que compartimos la banca, jamás se paró ni para pasear ni comer, aunque ambas cosas se las ofrecimos con gratuidad. Qué tristeza estar solo en un país extraño para pasar de un año a otro con abrazos anónimos o que jamás volverás a dar. Por lo menos creo que con las bromas y la simpatía de la tribu, le dimos un poco de alegría a Woody que pasó a convertirse para mi en un miembro de la familia más. Los otros vecinos mutaron durante la noche y los hubo de todas las razas en realidad. Primero una familia de blancos con dos niñitas amorosas, una abuelita y un matrimonio local. Comieron su Mac Donald, dejaron todo limpio, nos desearon feliz año y se fueron temprano para no sufrir el caos final. Luego apareció una familia de negros con un solo hijo muy lindo, pero dependiente de las pantallas para variar. Su mamá, flaca y de facciones muy notorias de su raza, me pareció una muñeca para enmarcar. No así su papá, que era feíto y chico; nada especial. Comieron pizza y algo más y dejaron todo botado en el lugar. Qué mala educación tan evidente y descarada, además. Le siguió una familia de Tanzania que igual que nosotros estaba por primera vez en el lugar. Una vez más, la mujer, aunque gruesa y mayor, tenía facciones lindas y finas, que le daban dignidad. SU hijo también era lindo, pero el papá feúcho y chico. Parece que la genética las favorece a ellas sin dudar. Por el otro costado, tuvimos una familia de hindúes mayores que no nos conversaron nada. También nos rodearon musulmanes de caras muy agresivas y con su túnica beige o celeste como uniforme local. De repente se nos cruzaban unas familias como de Hollywood con esmoquin y vestidos de seda, tacos de aguja y peinados enrollados como para desfilar. Jamás en mi vida había visto tanta gente y tan diferente en todo lo que se puedan imaginar. Mujeres de dos metros con piernas como pilares de altar; mujeres mórbidas que no se podían parar; mujeres culebras vestidas de brillos y extensiones de pelo dignas de alabar; mujeres albas como la nieve, lechosas y con ojos claros, sin vitalidad. Mujeres musulmanas tapadas en gran parte de su cuerpo y mujeres indias con facciones interesantes, pero oscuras en verdad. Las ropas recorrían todo el abanico de posibilidades que se pueda pensar. Shorts, poleras, polleras de seda, vestidos de gasa, trajes, hawaianas, tacos, botas, jardineras y hasta un loco medio pilucho que gritaba sin cesar.
La verdad, debo hacer pública mi aversión a la masa, porque me comienza a alienar. Si a las 6 ya estaba abultado el público, a las 11:30 de la noche, no había espacio para respirar. Me daban envidia las gaviotas, que alborotadas y tensas volaban por el cielo sin parar. Sus pechos brillaban como estrellas y su baile coordinado era un lujo de contemplar. La gente en masa me ahoga porque se pierde obviamente la persona y su libertad. Se desdibujan los contornos de tu historia, de tu personalidad, y pasas a ser un poco más que un punto en la inmensidad. Si la inmensidad además es tan distinta, tan variada, se produce una suerte de infoxicación de estímulos humanos imposibles de registrar ni procesar. Me alejé espiritualmente de cada uno y me dediqué a volar por los aires contemplando la hiperactividad de Dios al crear. Cuerpos iguales en estructura, pero tan disímiles en su envase y todo lo demás. La ropa que llevaban se hizo traslúcida y comencé a ver sus pieles, sus costumbres, sus comidas, sus creencias, su religión y hasta sus dioses y me fui achicando cada vez más. Es difícil conciliar lo que somos cuando tenemos al frente de los ojos la torre de Babel y el Arca de Noé en el mismo lugar. Los idiomas, los olores, los ruidos ni que hablar. La contaminación auditiva era total. Sólo lograba discernir un ritmo sordo como sub-buffer constante que me empezó a aturdir el cerebro sin notar. Cada restaurante tenía una música estridente que trataba de callar a la del lado, formando un caos imposible de descifrar. Si a eso se sumaban las mil conversaciones cruzadas, más las llamadas y luces de los celulares, me pareció un anticipo del purgatorio o de frentón un infierno terrenal. No es que lo estuviera pasando mal, nunca tan aturdida de no aprovechar de aprender y reflexionar sobre la vida y nuestra experiencia que es un privilegio para atesorar, pero que no pertenezco a eso, también es una verdad. En medio de la basura que se comenzaba a acumular en el piso, y la gente que se apretaba más y más, añoraba un lugar silvestre, lleno de flores, de pájaros sin estrés, de olas sin botes llenos de fiestas ni olor a fritura y con un espacio para sentir a Dios sin tanta interferencia de humanidad. Con todo, sentí que Jesús en el templo de Jerusalén se debe haber sentido parecido frente a las tendencias más típicas de todo tiempo y edad. Hablar mucho, comer más, tomar en exceso, comprar lo que haya, estar por sobre el resto y buscar el mejor lugar. A veces siento que es tan imposible sembrar en este mundo algo diferente, pero al mismo tiempo, creo que, a mayor hacinamiento, más abono humano hay para que pueda germinar una nueva sociedad. No se equivoquen al interpretarme, todo lo que vi anoche era lindo desde muchas perspectivas, en cuanto a que era iluminado, ordenado, no vi alcohol ni carrete desenfrenado; al contrario, admiré agradecida mucha familia, mucho coche, mucha guagua, mucha sonrisa genuina, mucha abuela, mucha libertad de ser, mucha amistad, pero me faltó algo más trascendente y ritual para cerrar un año que tuvo tanta intensidad como el espectáculo que Dios me permitió contemplar. Probablemente hay personas que sienten sus años de color pastel, con trazos poco claros, como una nebulosa existencial. Para mi el 2018 fue como Capetown; miles de sensaciones de una intensidad difícil de tolerar. Alegrías maravillosas y agonías que me estuvieron a punto de desarmar; gozos de cielo e infiernos donde no vi esperanza y sí soledad; qué cantidad de vivencias acumuladas en sólo 365 días; siento que me gradué un año antes de la mitad de la vida en humanidad. Nunca había presenciado dentro y fuera de mi tanta miseria y tanta riqueza; nunca antes había sido tanto consciente como en el 2018 que lo bueno y lo malo coexisten y están en lucha espiritual; nunca había hecho tan claras mis esclavitudes ni gozado tanto de la libertad. Agradezco a Dios que haya terminado el 2018 y que haya aprobado medianamente bien las lecciones que traía. Espero de corazón que el 2019 sea más tranquilo, porque ya estoy más viejita y no sé si podría resistir ese ritmo de cañadas y cimas, sin quebrarme o enfermarme por discapacidad. Con todo, las piezas más feas y dolorosas de lo vivido fueron calzando y formando un puzle misterioso y perfecto que jamás podría haber llegado a planear. Cada vez me queda más claro que sólo hay que entregarse con humildad y docilidad a la voluntad del Creador que sabe de dónde vengo, quién soy y para dónde voy. Eso significa estar atenta a las señales y seguirlas con alegría y paz.
Sigo con el relato de los hechos para no alargarme de más. A las 12:00 en punto los fuegos artificiales empezaron a iluminar el cielo, sin mucho orden y en un lugar diferente al que creíamos iban a salir. Las primeras en salir corriendo fueron los miles de gaviotas que hicieron su retirada con elegancia y belleza muy coordinada. Qué misterio tienen los animales que hasta en las salidas, se comportan mucho mejor que los humanos en un atochamiento real. Los fuegos duraron 7 minutos y estuvieron lejos de la vara que tenemos los chilenos con Valparaíso o la Torre Entel nacional, sin embargo, habían llegado y su magia inundó el lugar de unidad. Probablemente un millón de personas de pie, se sintonizaron por segundos en una misma frecuencia sin distinción de nada. Todos celebramos y nos abrazamos con amor e ingenuidad. Hasta Woody nos estiró su brazo que más parecía un roble y en segundos desapareció en la multitud sin verlo más. Compartimos el mismo lugar seis horas y después “puaff” desapareció nada más en el anonimato de la masa que se comenzaba a mover en caos total. Siempre me ha parecido una fiesta extraña la del año nuevo; a mi parecer le falta contenido, rito, conciencia de lo que está pasando en verdad. Los fuegos ayudan a regalar una visión única, pero distraen de lo interno y del abrazo fraternal. Me faltó conversa, trascendencia, en definitiva, Dios en medio de lo humano para complementar. Me van a creer loca, y probablemente lo esté, pero me pareció interesante preguntarme cómo vive el Señor una fecha como esta y cómo las vivió cuando estuvo acá. Sé que le gustaba la fiesta, a mí también, pero con un sentido más comunitario y sentido de gratitud más evidente que lo pude ayer apreciar.
Terminado el humo de los fuegos, que era lindo de ver por sí sólo por las formas que tomaba y el olor a pólvora que impregnaba el aire, comenzó el éxodo de la masa y fue peor que estampida de búfalos apenas terminar. Hicimos un trencito tribal para no perdernos en la inmensidad de razas, colores, alturas y formas que se achoclonaban sin educación ni consideración especial. Llegamos a la calle principal y en el suelo ya se veían los efectos de tanto pasear. Cada cual según su estatus iba saliendo del lugar, algunos en taxi, otros con choferes que esperaban con ansiedad y la inmensa mayoría caminando no más. Llegamos al estacionamiento y la primera impresión fue chocante, aunque esperable en realidad. La cola para pagar era más larga que la de la mantarraya y todos se querían colar. Andrés, astuto y observador, vio que había otra caja más adentro y nos salvamos de estar una hora esperando para abonar. Sin embargo, la ilusión de irnos temprano quedó frustrada apenas doblar ya que se armó un taco adentro del estacionamiento que no se movió por 40 minutos y no estoy exagerando para nada. A los 15 minutos de estar esperando y ya con el auto apagado, un creativo empezó a hacer sonar la bocina y se armó el efecto de masa más horrible que se puedan imaginar. Cientos de autos tocando la bocina sin parar, por lo menos por 10 minutos y con la caja de resonancia de los muros, hicieron del estacionamiento una sala de torturas real. Tuvimos que prender el auto para cerrar las ventanas y salvarnos de miles de decibeles que atacaban sin piedad. Un grupo de seis tipos con pinta de árabes que iban en el auto del frente, se bajaron aguerridos y hasta susto me dio de lo que iban a hacer. Las masas enojadas son peores que las masas por sí mismas y temí por segundos de nuestra integridad. Al cabo de un buen rato de reírnos y hacer bromas, la culebra de fierro empezó a circular y en menos de 45 minutos estuvimos en la casa sin problemas ni contratiempos.
Algunas últimas reflexiones para terminar. Estoy feliz de que haya comenzado este 2019 y estar con la tribu para celebrar. Insisto en que nada es obvio y la vida misma es un regalo tal cual está. Sólo me queda bendecir todo lo que vendrá para poderlo tomar con sabiduría y reconocer que nada estará de más.
Día 11: Un día de paseo espectacular
Tenemos la suerte que dos veces a la semana viene una señora muy amorosa llamada Yolanda a limpiar más profundamente la casa y a ordenar y por lo mismo, preferimos por su sobrevivencia salir a pasear para que pudiera trabajar en paz. Milagrosamente y con una presión fuerte, logramos sacar a la tribu de la cama más temprano de lo habitual y a las 10:30 estábamos listos para salir a pasear a pueblos alejados de la ciudad, famosos por sus viñas y la tradición alemana y holandesa de sus habitantes desde hace casi un siglo o más.
Más que detallar cada lugar, creo que es mejor relatar las sensaciones, poniendo la lupa en algunos detalles fuera de serie para que se puedan re gustar. El viento azotó la casa toda la noche y lo hizo con furia invernal; varios no pudieron dormir por lo mismo, por lo que el sueño se subió al auto también al partir manejando más de 80 kilómetros hacia el este y alejándonos de la ciudad. Las carreteras son muy amplias, los autos son muy buenos y casi todos blancos en verdad. Mucho auto de marca, deportivos y vans para transportar a la gente local. A no mucho andar, empezamos a ver poblaciones muy, muy pobres a lado y lado y se apretaba la guata de mirar. Nuestros campamentos en Chile claramente muestran una pobreza dolorosa, pero aquí se ve miseria y orfandad. Las casas, si es que se les puede llamar así no lo son en verdad. Son sólo cuatro paredes irregulares de lo que pillan (madera, palos, latón o neumáticos) y tratan de formar cuadrados que se afirmen en sus encuentros por azar. Los techos son de latón, plástico y están llenos de piedras, cachureos y cosas que les hagan peso para que no se puedan volar. Difícilmente las separan uno o dos metros entre una y otra y no hay calles, pasillos ni nada parecido para circular. Sólo un conjunto de cartones, maderas amontonadas formando un amasijo humano de desesperanza y deshumanización total. En los bordes se ven cajas rectangulares de plástico desteñidas por el sol y medias tumbadas; son un conjunto de baños químicos que ni me quiero imaginar cómo reciben a los que los deben ocupar. Al centro de cada puño de casitas sale un empalme eléctrico como un pulpo negro abduciendo la vida que ahí se da, pero no deja de sorprender además que muchas de estas construcciones tan precarias y primitivas tengan antenas parabólicas como platos mirando a la eternidad. Esas poblaciones estaban a medio camino entre arenas y humedales que daban paso a totoras y a basurales con la misma frecuencia e intensidad. Las carreteras higiénicas te permitían mirar todo esto, pero no veías ninguna persona cruzarse o mirar.
Estos campamentos surgen de vez en cuando como ciudades post destrucción de la humanidad; verdaderas callampas sin color y que sólo destellan brillos con sus latones cuando el sol se posa en ellos creando un infierno que se mueve con gas al mirar. Dios dirá si podemos ir a ayudar; ya hemos hecho contactos con una fundación de acá y después del 12 de este mes, veremos en qué podríamos aportar. Sin duda, nosotros recibiremos mucho de sólo conocer su realidad y agradecer de rodillas no correr su suerte ni experimentar tanta desigualdad.
Pasado ese trayecto más pobre en todo sentido, llegamos a un vergel o paraíso muy lindo y que detallo con la lupa inicial. Imaginen un valle amplio, delimitado por unas montañas enormes, talladas por un escultor exigente y bipolar. Podría decir que eran parientes lejanas de las torres del Paine, por sus escarpadas siluetas y su belleza sin igual. Sin embargo, a diferencia de las obras geológicas chilenas, éstas a media altura empezaban a vestirse con unos faldones maravillosos de verde oscuro y verde claro, que resultaron ser viñas y bosques de una fecundidad fenomenal. Más abajo, partían como frazadas de pachtwork miles de potreros perfectos en sus límites, llenos de sembrados y animales que cuidar. Nos acercamos a conocer de cerca la primera viña de muchas que íbamos a visitar y lo que más captó mi atención, fueron los muros albos coronados por techos de coirón prensados con un corte espectacular. Dicen que es la típica arquitectura holandesa y es muy linda de contemplar. Se enamoran de sus muros miles de flores maravillosas que se trepan por ellos con mucha facilidad. Las más frecuentes son las buganvilias, la flor de la pluma y las astromelias que combinan perfecto con los agapantos morados y blancos que parecen satélites de la naturaleza para captar nuestra atención. Todo esto rodeado de pastizales verdes perfectos que hacen pensar que fue una mentira la famosa sequía en este lugar. Sin embargo, al llegar al baño, de las llaves no sale agua y te recomiendan alcohol gel para limpiar. Supongo que quedaron espantados y el buen hábito de cuidar el recurso acuático, llegó para quedarse, lo que me parece genial. Una tras otra iban apareciendo las casonas blancas por nuestro camino y cada una era más elegante y señorial que la otra, ofreciendo sus vinos y muchos productos aledaños de la granja como mermeladas, huevos tallados de avestruz y miles de cosas lindísimas y sofisticadas además. Por puro azar paramos en una que más parecía parque cultural que nada. Nos recibió una exposición de esculturas de piedras que sonaban solas cuando acercabas tus manos sin tocar. La rodeaba una laguna lindísima con lotos morados y patos que se dedicaban a pasear. Luego recorrimos la tienda llena de cositas lindas y después nos recibió una feria artesanal. Ni mil containers alcanzarían para saciar la tentación que da todo; tan variado y lleno de colores y de vida que te energiza de sólo mirar. En el mismo lugar había un restaurant increíble escudado en puras obras de arte de diferentes estilos. Como distintas caballerizas, este lugar nos iba ofreciendo cada vez más estímulos para gozar. Salimos a un nuevo parque con esculturas de vidrio y árboles añosos que daban perfecta sombra para descansar. Si a eso se le agregaba la Kitchen Farm con pies, panes llenos de semillas, galletas, muffins, quesos, aceitunas, salsas, jamones y un cuanto hay, estaba el panorama perfecto para quedarse y no despertar en un par de horas más. Compramos un pan rústico maravilloso al que no le cabían más semillas por centímetro cuadrado y seguimos viendo con qué más nos íbamos a encontrar. Esta vez los parques nos sorprendieron con potreros de agapantos eternos y una flora muy ordenada y cuidada. Destacan los aloevera gigantes, las proteas, los olivos, los eucaliptus y las suculentas de todo tamaño y color, aptas para la sequedad. Estaban regando con aspersores y la tribu no se pudo resistir a hacer una maldad. Corrimos todos por los jardines, muertos de la risa y quedamos empapados y hasta sin hawaianas de tanto chacotear. Estuvo perfecto el baño, ya que se había acabado el viento y el sol quemaba sin parar. Un sueño de elegancia, buen gusto y sabor el lugar; qué ganas de replicar en Chile algo así para que muchos puedan gozar de contextos lindos que alimenten el cuerpo y el alma de quien los pueda visitar.
Luego pasamos a la Viña Van Rys que es el holandés que descubrió Ciudad del Cabo e hizo su imperio acá. Tenía gusto por el brandy y así nos regalaron a cada uno una copa para degustar. Nunca supimos si había que pagar, pero la degustación del jugo Watts con este licor fue muy especial. Saliendo de ahí fuimos a otra Viña que se llamaba Asara y tenía un hotel y un spa dentro digno de princesas y reinas, oliendo a lavandas y azahar. Qué cosas más lindas se pueden hacer alrededor del mundo del vino; tienen una magia especial… Lo divertido fue que al salir unas sudafricanas muy expertas en Taste Wine, se nos pusieron a conversar. Estaban chochas y pincharon con toda la tribu, aunque según todos tenían un alcotest dudoso; yo las encontré geniales a las dos locas que no me pararon de conversar. Sí noté que ellas -las dos blancas- tienen una autopercepción de su país que no es muy alta en general. Todos están asustados con el tema de los asaltos y que son pan de cada día con un porcentaje del 25% de desempleo, lo que es una barbaridad. Dios nos libre, en verdad lo digo, porque me dan terror en cualquier lugar, pero peor acá que casi no se les entiende al hablar. Felipe armó un plan de contingencia familiar, pero yo le pedí a todos que mejor rezaran y que el de arriba seguro nos va a cuidar.
Una cosa que comenté antes, pero que vale la pena destacar, es que el viaje mismo es de una simpatía e intensidad difícil de traspasar. Se suponía que el 7 de enero entregábamos el auto actual, para cambiarlo por dos chiquititos que nos dieran más independencia con la juventud que se quiera mover sin nosotros, pero en el consejo de la tribu, fue rechazada la moción y desechamos esa opción, volviendo a arrendar uno igual. La conversa es demasiado entretenida; las tallas una brutalidad, los temas infinitos y el cariño descomunal. Nadie se quiere perder esa vivencia, aunque no veamos nada especial en el camino o haya que transar en comodidad. Las pequeñas creaturas ya son gigantes, pero se van turnando sin alegar.
Llegamos al pueblo de StellenBosh que era el primero para visitar. Todo perfecto, todo ordenado, todo “nice”, con las casitas recién pintadas. Un verdadero pedazo de Alemania pegado acá y con su rigor especial. Luego visitamos una escultura gigante de hormigón que estaba clavada a una cima desde donde se apreciaba todo el valle y era digno de alabar. El valle parecía la misma colcha Pachtwork que antes mencioné, pero mucha más amplia y colorida, además. Todo era lindo, ordenado, como un puzle de esos que uno suele comprar con 5000 piezas o más. El cielo calipso y algunas nubes gordas parecían coludirse perfecto con toda esta vida que brotaba de la tierra con tanta docilidad. Es un milagro la agricultura y cómo emergen de ellas tantas verduras y frutas lindas como calabacines, uvas y berries de toda variedad. La escultura representaba el lenguaje Africans con sus raíces lingüísticas y su complejidad. Más que la obra del hombre llamó mi atención la obra de Dios, ya que estos dedos y resbalines de cemento estaban empotrados en piedras, peñascos en realidad, gigantormes, imponentes y llenos de historia que no pude descifrar. El más grande era igual al de la presentación de Zimba, en la película del Rey León y debe haber medido unos doscientos metros por lo menos, sin errar. Otras rocas más “chicas” habían rodado cerro abajo y me pareció volver por segundos a la época primitiva donde grandes animales recorrían la tierra con libertad.
Pasamos por un par de pueblitos más, esta vez de origen francés y otro holandés y la misma sorpresa frente a su belleza y singularidad. Todo lleno de restaurantes, tiendas lindas, obras de arte, artesanías… un paraíso para los turistas y para los gourmets en general.
Ya de camino de vuelta, las energías comenzaron a mermar. Llegamos todos muertos a la casa, de tanto pasear, conocer y conversar. ¿Qué me habrá faltado contar? Probablemente, se me quedaron fuera los antílopes e impalas que pastaban como si nada; también olvidé las hierbas que recolecté y las comidas ricas que pudimos probar, pero estoy muerta de sueño y parece que a todos nos pegó fuerte la madrugada.
Día 12: Un close up a la vegetación local
El título de este día le hace mérito a un parque maravilloso y famosísimo que existe acá, que se llama Kirnstenbosh Garden y que encierra la mayor variedad de especies que se pueda imaginar. Sin embargo, antes de contarles eso un par de preámbulos que vale la pena contar.
Lo primero: nuestro primer encuentro cercano con una culebra. Resulta que ayer Iñaki, el Benja y la Trinita jugaban en nuestro jardín con una pelotita que se lanzaban de un lugar a otro sin parar. Sin querer cayó en una pileta de piedras con lotos muy chiquitita por la que corre agua y Iñaki se metió en ella para poderla sacar. Como no la encontraban, también se metió el benja en esta mezcla de agua turbia con muchas ramas y algas que ya estaban estresadas. Para empeorar el caos del momento, el perro de la casa también se metió al agua y el desastre fue general. En eso Aki para esforzarse más, empezó a levantar partes de las ramas con una especie de colador hecho con sus manos y de repente, zas, en vez de rama recogió una culebra de más de un metro que estaba aún más asustada que él y ambos se soltaron mutuamente con este encuentro fantasmal. El pobre Aki quedó congelado de miedo y la culebra igual, ya que desapareció entre el agua y las piedras y no la vimos más. Después supimos que en los días de calor bajan de los cerros para tomar agua y ayer fue su día de visita a la ciudad, sin embargo, por la descripción que relatamos no era peligrosa sino una bastante casera y habitual. Dios nos cuide porque aun cuando todo se ve igual que nuestros jardines, en la noche es posible distinguir que África tiene animales, sonidos y bichos que no logramos ni siquiera imaginar. Hay todo tipo de ruidos y algunos asustan un poco en verdad, pero siempre son lejanos, aunque también supimos que a veces bajan puercoespines, linces y uno que otro reptil mortal.
Lo otro que vale la pena contar porque me alegró mucho el corazón, es que ayer de pura casualidad supimos que la señora que nos arrendó la casa y que es nuestra vecina, ya que ella se hizo una casa más chica para ella al lado y compartimos el jardín, estaba de cumpleaños. Un señor nos tocó el timbre con un gran ramo de flores en la mano; al principio pensé, guau qué atento mi maridito jaja, pero la sorpresa fue reemplazada por la frustración ya que venía con una tarjeta para Estelle y así no me llamó yo, así que cuello de jirafa no más. No hemos visto ninguna todavía por estos lares, pero ya las iremos a visitar. Bueno, sigo. A raíz de eso le hice un acróstico dibujado y pintado por mi para que lo pudiera colgar. Después cuando llegó se lo dimos y casi se puso a llorar. Fue muy lindo y nos dimos cuenta que no tenía nadie con quien celebrar, así que la convidamos a comer acá; o sea a su propia casa, pero con nosotros como huéspedes y cocineros además. Pusimos un pescado a la parrilla que queríamos probar y dejó mucho que desear. Tenía más espinas que esqueleto de dinosaurio, pero con una salsa salvó igual. También le hicimos ensaladas ricas, pan casero hecho por el Benja (que está un master chef profesional) y un pie de limón que fue la primicia de la Trinita para poderla regalonear. La conversa fue tan simpática y relajada que lo pasamos muy bien, aprendimos mucho más del país, pero sobre todo nos dimos cuenta de dos cosas: lo primero es que tenemos un tesoro en nuestro caos tribal. Puede que la comida haya que repartirla en más bocas, que el silencio sea un producto en extinción y que el orden sea una palabra escandinava, pero al menos -tal como nos dijo ella- somos una familia que respira amor y unidad. (Dios nos cuide una vez más). Lo segundo es que hay mucha gente sola y que los vínculos son lo esencial. Si bien ella tiene dos hijas, no las hemos visto desde que llegamos acá; está divorciada hace tiempo y murieron sus dos papás. Sólo tiene una hermana a una hora de acá y a un hermano que vive fuera de la ciudad. Qué soledad más abismante resisten muchos y sólo sobrevivir y trabajar…
Me voy al grano ahora para no dispersarme del título inicial. Hoy como a las 12:00 salimos al paseo al Jardín Botánico de la ciudad. Nos desviamos un poco del camino y transitamos por unas calles donde las mansiones se disputaban una a otras el primer lugar en tamaño y calidad. Una vez más, duele la comparación y el contraste con las casitas de palo que apenas se pueden parar. Puedo sonar muy hipócrita si vivo donde vivo, pero no por eso la culpa arrecia y es difícil de integrar la disparidad y desigualdad social. Siempre pienso que no estaría preparada para vivir en condiciones de miseria real; creo que me costaría mucho, pero me las trataría de ingeniar para crear belleza aun en un basural. Me recuerdo que cuando era muy chica, con mis primas construíamos casas en Huechuraba que no distaban mucho de las de acá, pero siempre las barríamos mucho, le echábamos agua de la acequia al suelo y las llenábamos con todas las flores que lográbamos pillar. Incluso le hacíamos cortinas con las ramas de sauce y los pétalos viejos de las rosas los usábamos para pintar las paredes y crear arte con lo natural. Me imagino que es muy diferente vivir a jugar, pero trataría por todos los medios de crear armonía, aunque, fuese en la pobreza extrema y la impotencia total. Qué me he dado vueltas hoy día, pero es fuerte el tema acá. De hecho, la vecina nos contaba que el jardinero y la señora que nos ayuda de vez en cuando acá, viven en poblaciones muy pobres, muy peligrosas y que ella siempre los ha tratado de ayudar. Que hay dos tribus dominantes acá, los zulú y los xsoxha ( a la que pertenecía Mandela) y que entre ellos aún existe mucha rivalidad. Ellos dos pertenecen a tribus diferentes y se nota por la negrura de su piel y su religión principal.
Ya ahora, sí que llego al Parque que es digno de contar. Imagínense a ustedes mismos entrando a una especie de isla flotante donde sabes que todo es diferente a lo normal; casi podría decir que es como adentrarse en un libro del realismo mágico de la Isabel Allende y sentir el aroma de la naturaleza y el rugido de un jaguar. La entrada era para quedar hipnotizado como estatua de sal; un trenzado de árboles que superaban los cien años y los cien metros formaban un arco verde difícil de penetrar. Una rama cogía a la otra y se coludían dando vueltas y torcidas para encajar. Nadie se quedaba sin su espacio y parecía un puzle para armar. El suelo adoquinado en 1925 o antes quizás, era testigo silencioso de cómo toda esa vida se fue desarrollando con infinita paciencia, cuidado, trabajo y un dineral. Deben ser unas 50 hectáreas de verde con todo el pantón imaginable de colores y formas que uno pueda imaginar, enmarcados por unos cerros de piedra de 1000 metros que se encargaban de que nada de esa flora se pudiese escapar. Estos montes de verdad eran bellos; como pintados con motitas de vegetación dignos de Van Gogh o Matisse para pintar. Si bien el cielo hoy estaba calipso, las nubes nunca se alejan demasiado y con esas olas blancas que se echan sobre las cumbres, crean un espectáculo semi misterioso, enigmático y hasta un poco dramático si se está más sensible de lo normal.
El parque mismo es un laberinto de senderos de piedras, ladrillos y adoquines que dan cuenta de las diferentes etapas en que este jardín se empezó a crear. Hay arroyuelos mágicos, escondidos bajo unos troncos torcidos donde cuchichean las hadas sin parar. También hay puentes de madera que atraviesan senderos y que se callan cuando te dignas a pasar, porque de lo contrario dan el paso a las lagartijas, ratones y culebras que abundan en el lugar. Los tipos de suelos variaban según su ubicación y la inversión real que hubiese hecho el hombre al cuidar. Los más esmerados estaban rodeados de pasto verde, enclavados en tierra de hoja de gran calidad y cada planta, arbusto o árbol tenía su letrero clavado para orientar. Ahí es cuando uno se da cuenta que la ignorancia abunda en la cabeza de todos cuando se trata de distinguir la variedad. Fuera de los robles, los encinos, los agapantos, los ficus y una veintena más, uno no conoce los miles de nombres que existen de todo y que Dios se esmeró tanto en crear. Siempre siento que me achicó al tamaño de una mariposa al ver tantas cosas lindas y la calidad de los diseños de cada cual. Si el Creador se esmeró con los peces que logramos admirar en el acuario local, creo que aquí se esforzó aún más. Probablemente será más de sensaciones mi relato que lo científico, porque apenas me muevo en el tema y eso que de la tribu era la que sabía más. Quizás la forma más simpática de narrar todas las maravillas que vi, pueda ser por un orden de recordación y gusto nada más.
Lo que más llamó mi atención fue el sector de plantas medicinales y las aromáticas propiamente tal. Si bien eran las más chicas, me conecta con algo ancestral; debe ser mi amiga Hildegarda o San Francisco de Asís, que con su observación tan meticulosa lograron descubrir en cada especie una ayuda divina para podernos sanar. Había plantas para el dolor de cabeza (con Aki nos robamos un par de hojas por si acaso nos dolía de nuevo) que tenían olor a incienso; había también para las picaduras de bichos, para la guata y para toda dolencia normal. Es obvio que todos los remedios que tomamos, en su mayoría, vienen de la naturaleza, pero es sorprendente y no obvio que alguien tuvo la paciencia de observar y registrar los buenos usos y beneficios que nos podían dar. Entre las hierbas aromáticas, te indicaban que frotaras tus dedos en sus hojas y que las disfrutaras en profundidad. De las 50 que toqué 45 eran deliciosas, aunque algunas eran pegotes y ásperas al tocar. Unas cinco eran repugnantes y me tuve que lavar. De las conocidas reconocí el romero, la malva rosa, la salvia, el cedrón, el oreganillo, la menta y una que otra más. Cuando huelo cada aroma, siento que me transporto a un laboratorio celestial, todo lleno de pócimas, górgoros y ungüentos llenos de misticismo y algo secreto que me atrae una enormidad. Quizás en otra vida fui bruja o doctora medieval, porque todo lo vivo de las hierbas me atrae como un imán. Los árboles eran majestuosos y casi imposibles de abrazar. Su ancho era de varios pasos y sus copas como la película de Avatar albergando reinos que era imposible divisar.
Entramos a un sendero que se llamaba de los sentidos, porque ahí sí podías tocar las ramas, las hojas y hasta el tronco sin alertar. Me sentí en un bosque sureño aunque en estación seca ya que no se respiraba esa típica humedad rica después de una lluvia torrencial. No obstante, lo anterior, sólo sentir esa cama de hojas palpitando en cada paso que daba, fue una sensación muy especial. Cuanta muerte y cuánta vida mezclada sin ton ni son, pero armando el hábitat necesario par continuar. Los helechos turgentes y de color verde intenso se abrazaban con troncos viejos que deben haber muerto hace un siglo o más. Entre medio lagartijas, insectos, arañas y todo un mundo que seguía su paso independiente de las interrupciones que les hacíamos al pasar.
Uno de los aspectos lindos de destacar es cuando exponen las especies propias de los cerros de Capetown. Se llaman Fybos que significa arbusto fino y lo componen una centena de suculentas o parientes de ellas, que compiten en quien hace la flor más linda o la hoja más espectacular. Cada hoja está vestida de un color especial y no hay posibilidad de elegir a cuál es más bella en verdad. Podría dar mi voto a unas que llaman Proteas, como familia, y que en Chile son caras de comprar. Aquí todo se da en los cerros y si no fuera por las culebras, ya me habría bajado a cortar. Hay flores rojas, amarillas, moradas, blancas, lilas y son como siempre vivas que albergan en su interior agua que las recorre desde una eternidad. Combinan perfecto con las rocas ya que parecen hacer buenas migas, sin necesitar tanta tierra para crecer en paz.
En medio de los senderos, hay momentos en que te sientes casi aplastado por una vegetación imponente que no se quiere dejar atravesar, sobre todo en las plantas plataneras y en algunos árboles que no sabría nombrar. Hay muchos que ostentan flores muy aromáticas y azahares para refrescar, pero lo más lindo son sus cortezas y su dignidad. Había ásperas, lisas, jaspeadas, rudas y otras casi de seda natural. Son muy silencioso los árboles, pero me parecen seres generosos y pacientes a todo dar. Había algunos que superaban en altura un edificio, pero eran flexibles y fuertes y no dudaban en saludar con sus ramas cuando el viento las quería abrazar. El calor del día nos empezó a afectar y aunque llevábamos provisión de boca, el hambre y la sed empezó a atacar. Había fuentes de agua cada cierto tramo, pero lo más rico era hacer descansos bajo las sombras de algunos árboles y conversar contemplando la maravilla que se nos desplegaba sin cesar. Cada banco tenía una chapa puesta con el donante oficial y se notaba que todo estaba muy bien mantenido a pesar de la sequía que tuvieron que sufrir hace sólo un año atrás. Contaban que fue motivo de discusión parlamentaria si seguían regando el parque o lo dejaban secar, ya que la inversión es millonaria y su historia digna de alabar. Finalmente, y como no llegaron a acuerdo, por suerte el cielo se apiadó de todos los seres de esta ciudad, incluido este Edén sudafricano que no merecía morir de sequedad. Puede que suene un poco asqueroso, porque no hemos vivido restricción igual, pero en los baños del parque decía en cada puerta algo similar a los siguiente: “Si el agua está amarilla, déjala no más; si el agua está café la debes tirar” haciendo mención a cuándo tirar la cadena o no. Cada gota cuenta y la gente ya se acostumbró a utilizar todo y a ahorrar.
Pasando a otras cosas lindas, recuerdo con especial devoción las mariposas y los pájaros que no paraban de volar alrededor nuestro como haditas coquetas que nos querían contactar. También había flores con formas de pájaros, pero en los sonidos no podían competir; al menos que yo las pudiera escuchar. También el zumbido de los abejorros era muy especial; se podía disfrutar como un murmullo del bosque siempre que no se acercaran demasiado a donde íbamos a pasar. También las chicharras salían a cantar y parecía que tenían “buenos pulmones” porque su canción siempre sobrevivía en extensión a la de los demás. Los grillos desubicados en el horario se oían de vez en cuando nada más, pero lo más lindo era oír las risas de los niños pequeños y sus familias al pasear. Podrá parecer beato para algunos, pero no pasaban ni cinco minutos y la presencia de Dios se me hacía evidente y me ponía a agradecer el privilegio de estar y contemplar tanta maravilla junta y poderla disfrutar. Cada flor, cada hoja, cada rama seca, cada estímulo lindo en cuando a textura, color, aroma y visión, fue una pequeña ofrenda que fui recogiendo en el canasto de mi corazón y al final todo fue una preciosa oración. Entre medio la tribu bromeaba y exponía su mejor humor; pero aún reclamaban de hambre y calor, así que cerca de las 4 el paseo se acabó. Algo que olvidé mencionar fueron las esculturas de piedra que aparecían como duendes ocultos en troncos viejos o en medio de un macizo para realzar su valor. Había un puente colgante que también me sorprendió por su potente estructura y por la vista que nos regalaba del jardín desde el interior. En medio de él, un tremendo pájaro me asustó y parece que el susto fue mutuo porque salió chillando como cuervo desaforado en medio de unos dinosaurios de metal que también formaban parte de la exposición.
En síntesis, hoy de rodillas debemos dar gracias a Dios y a la Virgen por mostrarnos un tráiler del paraíso y permitir que interactuáramos con él con libertad de acción. La Trinita persiguió los sapos en una lagunita y Aki espantó los patos con un palito para ver su reacción. Los demás se tiraban agua con las botellas que llevábamos y fue un agrado desde todo punto de vista aprender de la creatividad de la naturaleza y cómo a Sudáfrica se le premió en belleza y diversidad como compensación a su dolor.
Ya de vuelta a la pensión la tribu se achanchó y no salimos hasta que se escondió el sol. A varios les dolía la cabeza, sobre todo a Aki, que ni la hierba lo sanó. Supongo que tanto sol, el ayuno del almuerzo y la caminata, le hacen mal a mi niño y al cerebro de algunos que heredaron, tristemente, mi condición.
Día 13: Un arito tribal
Quizás no es algo espectacular lo que voy a relatar, pero para la experiencia que estamos viviendo creo que el mayor regalo y lo más esencial: con consolidar vínculos familiares y limpiar cualquier aspereza que pueda quedar. Insisto que vivir en comunidad es lo más maravilloso que nos puede pasar, pero exige conocerse, aceptar, hablar, ponerse de acuerdo, ceder, invertir tiempo en cuidar las relaciones, aclarar malos entendidos, ponerse en los zapatos del otro, respetar, hacer turnos, ayudar, asimilar que hay otros modos de pensar, que las sensibilidades son diversas y las interpretaciones misteriosas y que cada mente integra todo desde su originalidad. Lo precioso de cultivar los vínculos así, es que logras desenredar los nudos, se te llena de gozo el alma, nos complementamos, hacemos todo más afectivo y efectivo, nos enriquecemos verdaderamente con la visión y sensibilidad del otro, aprendemos a ser flexibles, a dialogar, a encontrar mejores soluciones con la suma de todos y el que cada uno pueda ser y complementarse con los demás sin anularse ni anular. Creo que la Mística del Bambú no sólo la estoy escribiendo, sino que también la estoy viviendo con profundo amor y buen humor y eso no es para nada obvio, es una bendición que atesoro en el corazón y que lo medito cada noche con devoción. Para variar, todo este regalo vino envuelto en un conflicto sin importancia que parecía maldición. Un desencuentro, un estrés, una dificultad, una crisis, son siempre -y no lo digo de cliché sino con la certeza de los años y después de haberlo pasado muy mal- un aprendizaje, un avance, un logro, un pulir el ego y fortalecer nuestros músculos del alma, sacándole más brillo a quiénes somos y cómo nos ayudamos unos a otros a crecer de verdad. Después del conflicto familiar, un consejo de tribu y aprovechamos de hacer un tres a uno (compartir tres cosas positivas y una que le haya costado), pues ya llevamos 15 días de desembarco y es bueno decantar. El compartir fue para ponerse a llorar de alegría, no sólo por cómo cada uno es consciente de lo privilegiados que somos y cómo agradecen con profundidad, sino por el hecho -no evidente- de poder abrir el corazón con sencillez, confianza y honestidad total. La comunión de espíritus y la expresión calmada de los sentimientos, desde la propia sensibilidad y no desde el prejuicio o descalificación, es un diamante fino que puede construir obras de arte en los seres humanos o hacer daño por su bisturí natural. En el Consejo de la Tribu todo ha sido con tal respeto, con tanta amorosidad, que lejos de levantar las defensas o atacar, se reconoce con humildad las faltas de delicadeza, se coordinan nuevas formas de relacionar y se experimenta el reino de Dios encarnado en un pequeño grupo con fecundidad. Yo no sé bien porqué o más bien cómo llegamos a esta dinámica y forma de interactuar, lo que sí sé es que nos ha costado años de trabajo, de aprendizaje y que la cosecha que hoy recojo me deja el alma llenita de flores y azahares que no puedo esconder, sino que tengo que meditar, comprender y replicar por si alguien quiere degustar este néctar de felicidad terrenal. Los niños se enseñan unos a otros a cocinar, el Pipe le enseña piano a Aki y Tomás y yo a la Trinita le enseñamos a guitarrear. Todos estamos cantando, aunque desafinemos y lo hagamos mal, pero me ha encantado cantar canciones de misa junto al Pipe y creo que nos salen del alma y eso me reconforta a no poder más. Aki está aprendiendo a hacer panes como el Benja y los chicos siguen de cerca a los grandes aprendiendo cómo ayudar. Cada niño tiene asignado un día para limpiar y de verdad se esmeran en hacerlo cada vez mejor y lucirse con las cubiertas y los platos para almorzar. Lo lindo es que, si bien a nadie le gusta lavar, se siente el amor y la reciprocidad, valorando el trabajo como nunca antes quizás. Las cosas que había que mejorar de nuestra convivencia eran detalles tan menores y lindos, que me dio gracia escuchar y sobre todo reconocer cómo cada cual estaba lleno de gozo por estar juntos y compartir la cotidianeidad. El balance post quince días no puede ser más benigno y maduro, porque a diferencia de los otros viajes, no ha habido ningún contratiempo que solucionar. Todo ha fluido y la energía que sentimos tanto dentro como fuera de la familia, es de una felicidad tranquila sin euforia ni Instagram. Las fotos que estamos sacando en el alma nadie las podrá borrar y creo que son muy auténticas y para la posteridad. Con el jefe de la tribu también nos estamos ajustando cada vez más y las piedritas chicas, pero tan molestas, ya son tan evidentes para ambos que las estamos pudiendo sacar del automático y estamos a tiempo de no hacernos daño sin necesidad. Creo firmemente que los matrimonios no fracasan por grandes dificultades, sino por acumulación de piedras que no se filtran a tiempo y después se hacen una muralla imposible de quebrar. Parar con frecuencia a decirse todo lo que se siente, se piensa y se sueña es primordial para construir cielos y no infiernos en lo esponsal.
Día 14: Viaje más largo a Hermanus y más
Estelle es el nombre de nuestra vecina y dueña de la casa y ha resultado de una amorosidad y generosidad a todo dar. Tanto es así, que nos ofreció gratuitamente el que pudiéramos pasar unos días en su casa de la playa que está en un lugar llamado Hermanus y que ella recomendaba a todo dar.
Partimos temprano, cosa rara para la tribu, al colegio de los dos chicos porque ya pronto van a entrar y era necesario formalizar su ingreso, comprarle los uniformes y quedarnos tranquilos sobre quién los iba a cuidar y qué podrían necesitar. El colegio es como el nuestro hace 20 años atrás; todo es casero, relajado, un poco despelotado, con una infraestructura pobre y las salas bien apretadas y el jardín a medio andar, pero todo lo anterior se compensa con gente linda, sonriente desde adentro, con vocación profunda por educar, tratando de hacer que los niños se sientan en casa, que hagan amigos y que lo pasen muy bien en el lugar. En verano pueden andar sin zapatos por el colegio y pueden irse a hacer educación física a la playa que está cerca o bañarse en la piscina que es espectacular. La comida la hace una mamá y los uniformes se pueden comprar en una salita del lado o usados. Los útiles son muy pocos y nada es para complicarse en verdad. Terminan a las 2:15 y los lunes a las 13:00 se pueden ir sin problemas a descansar. Los deportes pueden ser fútbol o criquet y inscribimos a la Trinita en clases de guitarra y a Aki en piano, así que además van a aprender a tocar. La Trini iba chocha y está entendiendo mucho de lo que me hablan así que me da mucha más tranquilidad; Aki iba enojado por tener que ir al colegio, pero cuando le dijeron que tenía una semana de campamento en la montaña apenas iniciar, se le alegró la cara, aunque lo trató de disimular. Los profes que les tocaron son jóvenes y astutos y son 30 compañeritos para cada uno y están a seis metros una sala de otra así que me quedó en paz total como mamá. Sólo como reflexión, a veces el crecimiento trae más problemas que bendición. En esos años de nuestro colegio me acomplejaba por nuestra desorganización y ambiente familiar; hoy que todo está protocolizado y higiénico para evitar problemas de orden mayor, añoro los tiempos en que uno podía educar como mamá cariñosa, con creatividad, con valores y con disciplina entendida por todos como un bien. Hoy a veces siento que somos más abogados que educadores y hay que prever todo el mal del ser humano, en vez de invertir nuestras energías en potenciar el bien que también tenemos. Seguramente sin crecer, la opción habría sido morir, pero estoy segura que una mejor etapa habrá de venir, donde podremos recuperar el equilibrio entre el idealismo y el realismo y volver a formar Cruceños a todo dar.
Después de eso, fuimos con toda la prole a cambiar el auto por uno nuevo, pero que es igual al anterior. En el trayecto nos reímos mucho una vez más; esta tribu está sacando una faceta cómica, irónica, cariñosa brutal. Me encantan y sólo me dedico a escuchar, aunque a veces también me suben al columpio y me hacen bromas por mi forma de actuar.
Con auto nuevo y armados con un pequeño bolsito para viajar, partimos a Hermanus que queda como a 80 kilómetro de Cape Town. Salimos por la misma carretera de antes donde se ve el contraste macabro entre la riqueza y la pobreza más miserable que se pueda pensar. Quizás aún me falta ver más, pero los campamentos de latón son hervidores de gentes y estremecen de mirar.
Al cruzar el cordón de cerros (al que nos cuesta subir con nuestro nuevo turbo tan cargado de humanidad) la tribu hace bullyng permanente al manejo porque nos pasan los camiones, las motos y faltó una bicicleta no más. Los caminos son de una vía por lado así que a veces armamos un poco de taco, pero al motor no lo podíamos exigir más. Además nadie nos apuraba y la idea era mirar el paisaje que variaba muchísimo de un kilómetro a otro, como si la naturaleza no se decidiera del todo por dónde optar. Al principio las pequeñas montañas verdes, me recordaron a Chiloé con todo su encanto y magia ancestral; a la vuelta del camino, se tornó en un paisaje de bosques de pino que más me trasladaron a Tirúa o a todo el sector de la Araucanía con las forestales y demás. Pensando que ese era el paisaje que iba a perdurar, los cerros se montaron en huelga y se vistieron completamente de amarillo, pues eran sólo los restos de miles de hectáreas de trigo recién segadas y que le daban un aspecto muy seco y pelado a la planicie que empezó a dominar. En una que otra vuelta, volvía a aparecer el verde con parras maravillosas y una viña ostentando su productividad, pero ya doblando para el mar, la montaña y la roca llegó para quedarse y no se fue más.
En el camino nos habían recomendado un lugar llamado Peregrinos donde sí o sí teníamos que parar. Deben haber sido una veintena de containers forrados con madera y muy buen gusto, que albergaban tiendecitas de cosas lindas, un restaurant muy bueno y sobre todo un mercado con productos hechos in sitú que era maravilloso y lindo por donde se le pudiera mirar. El aroma de los panes recién horneados y los pies de carne y pollo nos sedujeron más de lo que pudimos controlar, así que terminamos almorzando ahí y así aplacamos el apetito de la tribu local. Finalmente fue un acierto porque al llegar a la casa prestada, no encontramos nada donde comprar y parece que la madrugada general cobró la cuenta y el tuto reinó en el lugar.
Algunos valientes salieron a visitar la playa y volvieron espantados de la inspección inicial. Según el comentario varonil, era como esas niñas muy bonitas de lejos, que te crean unas expectativas únicas y sueñas con maravillas y fuegos artificiales; sin embargo, al poco andar, ves que tiene bigotes, que es hedionda y que su aliento mata hasta los pelicanos del mar. Bueno, así fue un poco la primera impresión de la playa. Desde un centenar de metros, parecía un sueño de linda y su sonido parecía embriagar, pero al acercarse, sólo había rocas, muchos huiros, unas olas gigantes de color verde oscuro y millones de “cucarachas” o sus primas hermanas, invadiendo donde uno quería pisar. Debe ser una plaga egipcia, pero eran asquerosas de mirar. Miles de patas rápidas que se movían y que no te dejaban espacio para sentarte ni para mirar. Sin embargo, al parecer tienen el biorritmo contrario a los vampiros, porque cuando me tocó a mi ir a pasear, el sol ya se ponía y parece que las cucarachas se fueron a acostar. Sólo quedaban un centenar de ellas presentándose en sociedad, pero lo asqueroso de antes, ya no se podía apreciar. Todo el borde costero estaba serpenteado por un camino de asfalto lleno de placas de recuerdo a antepasados de este lugar. No sé porqué será, pero este paraje silencioso, exhala una paz muy grande, aunque, triste además. Nada parece alterar el ruido de las olas, el viento suave y una temperatura perfecta para pasear, pero le falta vida, color, intensidad. Es como si estuviera mitad vivo y mitad muerto, como la casa misma donde nos alojamos, que respira vida y soledad sin parar. Quizás es sólo mi estado hormonal, pero es la sensación que me da.
Ya un poco más recuperados fuimos a darnos una vuelta más para darle una oportunidad a este balneario que no satisfizo para nada nuestras expectativas ni curiosidad. Quizás con un poco más de misericordia y buen humor, a la niña bonita le podíamos sacar una mejor foto, aunque fuese con un filtro especial. Al parecer muchas personas mayores viven acá por tranquilidad, pero más parecía un pueblo fantasma aun cuando es temporada. Al buscar un supermercado o restaurant, vimos en el horizonte nuevamente campamentos de pobreza y eran peores a los anteriores, ya que no sólo se apiñaban los latones uno al lado de otro, sino que se encaramaban en dos o tres pisos, sostenidos no sé en qué en verdad. Parecían micros tumbadas par albergar familias, amarradas de alambres de electricidad. Lo que más contrasta y duele, aunque no sé si es completamente malo, es la cercanía tan grosera entre el lujo y la amplitud y el apiñamiento y miseria. No hay transiciones que permitan un paso de uno a otro con cierta dignidad. A veces sólo 100 o 150 metros separan unas mansiones preciosas de estos apilamientos de madera y lata que se caen de mirar. Sé que es injusto juzgar sin conocer más y que probablemente en muchas partes de Chile es igual, pero aquí el tema racial le pone un toque más dramático aún a la pobreza y no sabría por dónde comenzar. Qué misterio y problema más difícil, porque a la pobreza hay que agregarle el SIDA que posee un 25% de la población y tuberculosis, además. Cuentan con irónica tristeza que hace unos 20 años ambas cosas se hubiesen podido frenar, pero hubo un presidente (después de Mandela) que era tan ignorante que le dijo a toda la población que con una ducha estaban a salvo y que no se preocuparan más. Hasta hoy le hacen mofas a su lamentable irresponsabilidad.
Hermanus esperamos que nos sorprenda más mañana, pero hoy fuera de un pedacito de la casa que es sencillo, hippie y lleno de historia (al igual que la otra casa, ya que pertenecían ambas al papá de la Estelle, que era un arquitecto y artista muy capaz), no nos ha parecido nada especial. En todo caso, la vivencia de la tribu es más que suficiente para pasarlo muy bien y disfrutar. Cocinamos rico, jugamos juntos y nos fuimos a acostar, sin antes matar una tremenda araña que se metió al baño y que me dio nervios de mirar. Andrés, fue el exterminador oficial; por suerte, porque yo le temo más a esos animales que a las famosas culebras de nuestra pileta, que resultaron ser tres a falta de una, pero son muy chiquititas y negras y al parecer inofensivas total.
De mañana el silencio y la luminosidad es conmovedora y la hacen parecer mejor que la noche anterior, aunque las cucarachas no se divisan desde la ventana donde me poso a mirar. El mar, a diferencia de la bienvenida, es una taza de leche muy hermosa, aunque llena de natas de huiros que le dan un aspecto un poco descuidado. No obstante, lo anterior, hay unas pequeñas embarcaciones que se mecen como gaviotas en un SPA y me gustan de verdad. Los pájaros son asiduos a la ventana de Rapunzel donde estoy y deleitan con sus juegos, sus cantos trasnochados y sus colas largas como plumas de pincel para pintar.
Cuando volvió Andrés de caminar, ya que ha recibido el título oficial de explorador, nos contó que había encontrado un lugar fenomenal. Ordenamos y limpiamos para dejar la casa mejor de lo que la habíamos encontrado y con camas y petacas, nos fuimos a pasear a la playa paraíso que prometía en verdad, ya que el día estaba soleado y sin viento que lo echara a perder para bañarse. A pesar de perdernos un rato, al final llegamos al lugar y en realidad era perfecto y en parte lo puedo explicar diciendo que estaba casi todo lo que uno pudiera desear. Unos cincuenta o cien metros de arena blanca, con turistas en cantidad adecuada y en onda muy familiar. El mar reventaba con finura y sus aguas eran verde claro con espuma blanca que subía por la arena ya que estaba un poco enterrada la playa. Lo más lindo era que pegado a ella, había una laguna inmensa rodeada de totoras y el agua era dulce y tibia para bañarse sin quedar salado. Al principio daba un poco de nervio el color cobrizo de las aguas, pero en la medida que se profundizaba tomaba un color verde muy fresco y natural. El primero era sólo el reflejo de la arena del fondo, así que la gocé en verdad. Sin embargo, lo que más me gustó fue contemplar a los locales y su variedad. Me quedé pegada en un par de niños negros de una preciosura sin par. Sus cuerpos, sus cabezas, sus traseros, sus ojos estaban esculpidos a la perfección, sin un gramo de más. Nada que hacer la genética les favorece a todo dar y son bellísimos hasta cierta edad en que se alargan demasiado o engordan deformando su silueta morena, sus traseros torcidos en 45 grados y sus cinturas de avispas envidiables para cualquiera que las quiera mirar. Lo más curioso ver cómo este trío se bañaba en el mismo lugar con un par de niñitas rubias, casi albinas que contrastaban muchísimo y que auguraban cuerpos bastante fofitos y desabridos para la posteridad. La combinación era linda; sólo me faltaban otros niños mestizos, que me hicieran la transición, como en las casas, todos es de extremos; nada de matices ni ambigüedad. A propósito de los campamentos, es interesante compartir la información que nos dio una española que Andrés se encontró en la playa. Los blancos en Sudáfrica tienen mucho temor a hablar del tema de las razas porque hay una serie de leyes a favor de la inclusión donde todo puede ser tergiversado y juzgado para mal. También supimos que en los campamentos, llamados township, vive casi el 80% de la población del país y sólo un 15 % de la población tiene buena situación por lo que el resentimiento aún es muy grande y la delincuencia y la inseguridad un tema de calibre mayor. Al conversar en la tribu, la mitad se sentía insegura acá; yo por lo menos, me siento igual que en Chile donde uno si está seguro, pero hay que tener cuidado y encomendarse no más. Lo complejo de acá es el idioma y lo racial que es muy evidente y el prejuicio existe aun cuando nos seas de acá.
Nos bañamos un buen rato y aproveché de hacer fotosíntesis y cargar energías para la nueva etapa que vamos a comenzar (Me encanta tomar sol y sobre todo hacerlo siendo muy consciente de cómo sus rayos nos tocan con tanto cariño, aunque sé que no hay que abusar). Mañana parte el colegio de los dos más chicos y seguro la rutina va a ser distinta y una nueva adaptación vendrá. Despertarse más temprano, cocinar almuerzos, hacer peinados y consolar a uno que otro que vendrá con sus historias que contar. A la vuelta quisimos volvernos por el camino costero, pero nos fue imposible porque había un incendio brutal asolando los cerros y su reflejo se veía en el mar como una bomba nuclear. Debe ser macabra la destrucción, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad de víboras y animales que deben arrancar; no son sólo conejitos y ratones los que se quedan sin hogar, sino mil serpientes venenosas, suricatos y mil bichos que no quiero ni imaginar. Volvimos a la casa sin novedad y nos estamos preparando para un nuevo desembarco, pero ahora uno escolar.
Día 15: Una rutina más normal
Ciertamente nada puede durar cien años porque la rutina es como un boomerang que tarde o temprano vuelve para decirte que te debes ordenar. Si bien era súper entretenido darnos vueltas como trompo sudafricano donde el viento nos quisiera llevar, parte de los objetivos de esta aventura eran también que los chicos aprendieran inglés, que los grandes aprendieran surf, que Andrés junior aprendiera inglés, que Felipe conociera más, que yo escribiera los proyectos que tengo en el alma y que Andrés se metiera a fondo en esta sociedad. A diferencia de los otros viajes, donde la vida nos sorprendió cambiando todas las expectativas o metas que teníamos. Cabe recordar que en Bali nada de lo que pensamos al inicio sucedió y algunos días incluso pensamos regresar porque no entendíamos para qué estábamos allá. O bien en Michigan se suponía que sería un tiempo sabático y resulta que casi nos dio a todos un burnout porque apenas dormíamos de tanto estudiar, trabajar, aprender, cuidar a la tribu y limpiar sus destrozos, mientras la nieve no paraba de blanquear nuestra paciencia y entumir nuestro entusiasmo de estar allá. Al final todo tuvo final feliz o un aprendizaje, pero el inicio siempre fue doloroso y frustrante. Se equivocan los que creen que estas aventuras son como pan con manjar; claro que son maravillosas, pero creo que en parte por nuestra capacidad de adaptarnos casi a cualquier circunstancia de vida y reconocer en ellas aprendizajes y recuerdos para guardar; ha habido peligros, desencuentros, dolores y soledad, pero no puedo negar que la resultante final es un tesoro real. Recién llevamos 17 días acá y esta vez no tengo nada que reclamar. Ha habido nubes en el cielo, como cualquier otra “ciudad”, pero Ciudad del Cabo siempre se encarga de despejarse a lo largo del día y si tuviste lluvia en la mañana, en la tarde te puedes bañar. Si eso es en lo literal, mucho más aún en la vivencia familiar o la aventura propiamente tal.
Bueno, la rutina la trajo el colegio de Aki y la Trinita que reaccionaron en forma dispar. La Trinita eufórica el primer día y como buena niñita, ordenó hasta los lápices para pintar. Aki se resistía y se resiste a la idea de ir al colegio en el verano y con suerte vio el pantalón con que se tiene que uniformar. Por suerte, el colegio es una maravilla y se me fue todo el estrés de mamá apenas lo fui a buscar. Durante toda la mañana no pude estar tranquila porque tenía la guata apretada; no es menor dejar a tus retoños en un colegio extraño, en un país extraño, donde al menos la Trinita apenas se puede comunicar. El uniforme es lindo y relajado a no poder más; tanto que hasta andan a pata pelada. Son 280 niñitos de todas las razas y diversidad, pero abundan más los rubiecitos con pecas, bien chascones como hijos de sus papás que en su mayoría son surfistas del lugar.
Los niños los forman antes de entrar a las salas y van primero las niñitas y ordenados por altura para luego dar paso a los niñitos que comparten el mismo lugar. Todo se ordena con un pito como el que usamos nosotros para la operación Deyse y para arrancar. Pero a todo se acostumbra uno y Aki y la Trinita lo pasaron genial. Igual debo hacer un matiz ya que la trinita corrió hacia mis brazos y me dijo me encantó; en cambio Iñaki salió caminando lento y dijo salvó. El almuerzo que les había mandado no sirvió porque todos solo se comían una colación porque almorzaban en las casas, así que al segundo día los esperamos con un pollo a la miel y papas fritas para alegrarlos de estar en esta aventura tan especial. Yo realmente los admiro muchísimo cómo se las arreglan y ya ambos tienen algunos amigos que contar. Aki ya no se resistió tanto el segundo día, pero sí la Trinita que amaneció con un “dolor de guata” terrible que no se podía aguantar. Pobre chanchita mía, puro nervio nada más, pero volvió feliz y después fuimos a comprar y a pedir hora a la peluquería para sacarme el liquid paper de la cabeza (que acá abunda más, jaja) y ella se hará trencitas africanas para no tener que peinarse más. Se va a ver preciosa; ya lo está porque ella, al igual que todos hemos ido adquiriendo un tono bronceado que no se nos quiere quitar. Así se disimulan mejor los kilitos de más que algunos tenemos y parecen más encantadores que en el blanco total.
Cuando los chicos Andrés los lleva al colegio, porque yo podría chocar por el sueño que me da, algunos valientes se turnan para acompañar e ir a surfear. La verdad que más parece tortura todavía que deporte, ya que no se logran parar en ninguna ola y salen entumidos y con la guata pelada, pero lo pasan increíbles y perseveran como adictos a nadar. Ayer después del colegio nos fuimos con todos a la playa y como es el Atlántico de verdad el agua es congelada. No voy a repetir los improperios que emiten mis críos al meterse sin el famoso traje de agua, pero el loco de Aki se bañó como 40 minutos así no más y después le vino una hipotermia brutal. No podía dejar de tiritar y Andrés había salido a caminar. Tuve que taparlo con toda la ropa que pillé y abrazarlo, además, durante por lo menos 30 minutos para que parara de temblar. Cosa parecida le pasó a la Trinita con traje y todo en los tobillos, las manos y la carita que parecía más pingüino que princesita de mar.
La vida de playa es ajena a mi paladar; me encanta ver a los niños, pero reconozco que prefiero el lago o la tibieza como habitar natural. Las aguas del Indico son mucho más tibias, pero hay tiburones en mayor cantidad, por lo que prefiero mirar las olas y los hombrecitos de negro que parecen focas danzando en las olas sin cesar.
Lo que me parece lindo de contar, aunque algunos me puedan retar por imprudente, es que cuando salí hoy a ver lo de la peluquería con la Trini y el Pipe que iba a comprar ropa para hacer deporte, tres señoras del ancho del auto nos hicieron dedo a unas cuatro cuadras de la casa e iban cargadas con bolsas casi del tamaño de ellas y con una sonrisa de par en par. A pesar de que siempre me ha dado miedo llevar, negarme me partía el alma y verlas tan cargadas y tan lejos de su casa no lo podía dejar pasar. La Trinita se fue para la tercera corrida del auto para hacerles espacio y sólo entraron dos. De verdad me apenó mucho que la tercera no cupiera, pero fue imposible apretarlas más. Verónica y Burindi se llamaban las dos que lograron subirse y vivían en Masipumelele, el campamento por donde solemos pasar, pero esta vez nos debíamos desviar. Las dos eran un encanto de divertidas y tenían su piel más negra que un carbón de asar. Sus ojos brillaban y nos ofrecieron trabajar. Deben haber tenido 30 años, no más, pero cada pierna de ella medía unos 80 cm de diámetro sin exagerar. Yo que iba acomplejada, me sentí feliz de ver mis tutitos escuálidos al lado de los de ella y con más edad. Fuera de broma, la conversa fue una tremenda oportunidad de aprender un poco más de ellas, cómo se mueven y su rutina de trabajar. Las fui a dejar a una cuadra de su casa porque no me dio el corazón dejarlas en la mitad. Nos metimos al medio de la población y, a pesar de ver tanto latón incrustado en los muros y tanto niñito vagabundeando sin zapatos, no me pareció tan terrible como me había imaginado. Lo que tiene de difícil es que no hay como disimular quién uno es por el color de la piel. Eres blanco y no sudamericano, chileno o cualquier otro distingo especial. Eres evidentemente extranjero y eso lo hueles, lo sientes, te pesa al andar.
En la tarde fueron algunos a pasear por el cerro que está detrás de nuestra casa y lo pasaron increíble por su belleza y por todas las flores Fynbos (proteas naturales que crecen en las rocas) que pudieron contemplar. Yo aproveché de avanzar en la Mística del Bambú y ordenar la casa porque ya no sólo somos los ocho los que vivimos acá, sino que compartimos con Balú y Emma, dos perros labradores de color negro y beige y tres gatos a falta de uno que se mueven como Pedro por su casa y hasta se enojan si los osas despertar. Así esta rutina de ser mamá, dueña de casa, escritora (a ratos), cocinera, exploradora y observadora de la realidad me gusta cada día más. Mañana estamos invitados a comer a la casa de la vecina que se arriesgó a alimentar a toda la tribu así que nos vamos a esmerar en cocinar algo rico chileno para el postre para no desentonar.
Día 16: Un milagro tras otro
Desde el último día que me reporté, la rutina efectivamente ha funcionado y ya cada cosa ha empezado a marchar de acuerdo al plan. Andrés junior está ya en clases de inglés y la profesora es un ángel caído del cielo, un milagro que vale la pena contar. Bueno, resulta que vimos muchos avisos de profesores para él, pero comentando con mi vecina, ella me dijo que tenía una amiga que nos podía ayudar. Apareció a los dos días Tina, una post hippie, de pelo largo, dientes separados, ilustradora, de origen griego, mamá de dos hijos, separada, que busca trabajo donde pilla y le encanta la pedagogía y enseñar. Llegó con sus collares y una mirada dulce como la de una india americana, un tanto destartalada y se nota que debe fumar. La mujer de 56 años es una simpatía y buenísima para hablar e interesada en aprender además de nuestra cultura y ayudar a Andrés a todo dar. Lo primero que me dijo es que ella no funcionaba del modo tradicional, que nada de una hora de clases, porque eso no servía de nada. Que ella estilaba salir a pasear con sus alumnos y llevarlos a la realidad para que así, comprando, vitrineando, conociendo, aprendieran inglés de verdad. Que le iba a reforzar el vocabulario, la pronunciación, pero sobre todo la confianza que era lo más importante, aunque cometiera errores al hablar. Qué me han dicho, qué ganas de tomar también yo clases con ella, ya que, si bien me comunico con efectividad, el afrikan me juega malas pasadas. El inglés que uno oye acá parece alemán, entonces hay que afinar mucho el oído y eso, dada las circunstancias no es mi especialidad. Sólo pongo cara de inteligente cuando no entiendo, pero me estoy atreviendo más. Por ejemplo, en la casa se tapó un baño y sepa Dios cómo se dice sopapo y menos destapar. El tema no es mi fuerte ni muy elegante tampoco de conversar. Bueno resulta que lo busqué en internet y se lo fui a pedir a Happy a ver si me podía ayudar. Él amoroso me miraba consternado y no sabía si le estaba pidiendo una sandía o un aparato para limpiar. Tuve que recurrir a la conocida mímica y a explicar en espanglish lo que acababa de pasar. Ah, “splanch” (me dijo él) después que yo había probado todas las formas de pronunciar. Así que ya sé destapar baños en este país y me las podría arreglar. Así que, con ese segundo milagro, me embalo con los otros que nos han pasado en estos días por acá. Los pequeños milagros que veo y que me llenan el alma en verdad. El Benja y Tomás se han puesto en campaña firme de tonificarse, hacer ejercicio y surfear y resulta que hoy mismo se pararon por primera vez en las olas y ya parecen dignos de retratar. Claro que no alcanzo a sacarles la foto porque se caen antes de que pueda enfocar, pero ya va mejorando el tema y están felices, aunque con la guata pelada. Los trajes raspan con la arena y quedan colorados y con dolor de no aguantar, pero todo sea por la causa y siguen no más. El Hipoglos, de ahora en adelante será su auspiciador oficial. El Benja además cocina como los dioses y la profe griega le consiguió una panadería para ir a visitar. Ya les contaré cómo le va. También está aprendiendo a tocar guitarra, igual que la Trinita, así que estamos mejor que la familia Von Trapp. Pipe estudia en las noches estática y otras cosas horrorosas de pronunciar y en el día anda en bicicleta, camina, hace ejercicio y toca piano sin parar. Yo lo acompaño junto con otros cantantes que se suman como si estuviéramos en el Municipal. El agua no es su fuerte y menos la arena o el mar, así que a la playa lo llevamos casi en andas para que no le de alergia al niño y lo pueda gozar. Tomás está empecinado en adelgazar y lo está logrando con mucha celeridad; salta todo el día con la cuerda y su comida ha bajado en cantidad. Aki y la Trinita ya asumieron su realidad y se levantan cada día para ir al colegio y vuelven cada día más contentos, así que por ese lado, otro milagro más. La Trini es impresionante cómo avanza con su inglés y Aki ya se ha leído tres libros de 1000 páginas en lo que llevamos acá. Andrés papá ya no encuentra más cerros para escalar; es un loco aventurero y sin adrenalina no está en paz, aunque debo confesar que sus lecturas matinales en la playa y los desayunos personalizados con cada hijo son para envidiar. Ha salido con cada uno y ha sido un tesoro demasiado lindo que contar.
Un milagro muy loco fue que la vecina me convidó ayer a su casa a una junta de mujeres de acá, La idea era celebrarle su cumpleaños de la mitad de la vida y que yo no podía faltar. Me lavé el pelo y me vestí para no desentonar y por suerte fue así, por la veintena de mujeres eran de los más pitucas y no paraban de hablar. Si a eso le sumo la champaña, la rapidez y el afrikan con que mezclan el inglés, creo que fue un mérito mío saber dónde estaba parada. La vecina siempre amorosa y preocupada de mi, me presentaba a sus amigos con tanto orgullo que me inhibí. De verdad, estoy queriendo cada vez más a Estelle que es una dulzura y una mujer excepcional. Amorosa, servicial, una tanto insegura, profesional y muy buena mamá, aunque se nota que no le es fácil estando sola y teniendo que tanto trabajar. La sensación en la junta no fue muy dispar a lo que me pasa en Santiago con las pitucas de allá. Me siento un poco fuera y observo nada más. Me gusta aprender de la gente y sólo engancho cuando empiezan a compartir el corazón, porque las otras conversas me aburren un poco o pienso, uf me acuerdo cuando estuve ahí y no quiero sonar vieja o soberbia si me pongo a hablar. Es que nadie tenía tantos hijos ni de tanta edad y ahí fue cuando me di cuenta que, me da mucho pudor hablar de mi y de mi realidad. Lo mismo me pasa allá y sólo puedo estar en un ambiente amoroso para explayarme con seguridad. La conversa del “correr, del ejercicio, de la casa, de los hijos y su estudiar, la verdad sólo la oigo para aprender su forma de mirar. Debe ser la vejez que me vino con el aire estival. Pero peco de mentirosa si digo que todo fue superficialidad, también tuve tres o cuatro conversas lindas, del alma y hasta Dios salió a colación y me pude explicar. Quedaron super interesadas en conocer lo que estoy escribiendo y los fans del bambú aumentan lenta, pero constantemente en esta ciudad. Es que no les conté una conversa muy linda que tuve con Yolanda, la señora que nos viene a ayudar dos veces a la semana y que me ha contado algunas cosas de ella, como que es cristiana y que se murió su tío la semana pasada. Hablamos largo y lindo y le mostré lo que escribía para niños y lo va a usar en su escuela dominical. Poco a poco se van sembrando semillas y en una de esas algo germina y da flores acá.
La junta bien sui generis en otras cosas, como que las mujeres se dan un pequeño beso en la boca al saludarse unas a otras y yo quedé, al principio un poco espantada. Sé que donde fueres haz lo que vieres, pero estiré la mano no más. Ser chilena, pero no tonta, me dije para mi misma porque me daba mucha guácatela, además. El horario bien particular; todo partió a las 18:30 y a las 10:00 todas se fueron a acostar. Había un grupo bien diverso en profesiones, colores (dentro del blanco, porque no había ninguna de color entre las invitadas), historias y escucharlas fue un panorama muy potente de analizar. Cuando uno no tiene tan a mano el recurso del lenguaje, la percepción empieza a hablar. Percibía a las que eran más amorosas de verdad, a las pinta monos, a las sufridas, a las neuróticas, a las mal genio y a las que eran inteligentes, pero densas y las que no tenían gusto a nada. Claramente la energía es algo curioso de captar; los seres humanos nos atraemos unos a otros casi como los perros al olfatear. Sabes casi de inmediato con quien vas a tener más afinidad. Y así fue, aunque mi cerebro estaba a punto de explotar tratando de conectar tanta neurona y no arrugar con la traducción mental. Además de mi vecina, que pasó a ser una potencial amiga para la eternidad, conocí a una mujer super interesante que se dedicaba a viajar comprando ropa, fotografiando casas y le gustaba diseñar. Otra hippie linda, sencilla, pero llena de energía vital. La otra, era como una loquilla inquieta, con unos ojos muy lindos de mirar. Hablaba hasta por los codos, pero era bien intencionada. Ambas dijeron que me querían volver a ver para conversar más. Veremos que dice la vida y si era real su interés y sólo buena educación de la alta sociedad. Yo al final, verdaderamente me quería ir; añoraba a mi tribu y ser yo tal cual. No es que no lo fuera ahí, pero soy consciente de que un pudor o inadecuación muy fuerte se apodera de mi en las cosas de ”este mundo” y sólo logro enganchar y entretenerme cuando veo mayor profundidad y contenido humano para compartir. No se rían de mi por lo densa, pero es la pura verdad. Me fascina conocer los corazones de la gente, pero no lo que hacen o lo que prefieren para vestirse o nadar. Ahí me desconecto y me siento ajena y empiezo a volar, añorando la espiritualidad.
El otro milagro lindo fue hoy cuando nos íbamos de la playa donde llevamos a los niños a surfear. Esta vez probamos con el Indico para no congelarnos una vez más. A mi me pareció igual de congelado y de solo meter una pata, me fui a dibujar, pero lo niños y los demás veraneantes se bañaban sin traje lo que debe ser un buen signo a considerar. Bueno, resulta que a Andrés se le quedó la billetera en la casa y me tocó a mi manejar. En eso estábamos cargando las tablas y los cachureos cuando se me acercó un negro muy flaco a saludar por la puerta del chofer. Yo le pregunté qué había estado haciendo en la playa ya que lo había oído gritarle a las olas y que pensaba que era un salvavidas alertando de tiburones o algún otro mal. Él me dijo que no, que estaba rezándole a Jesús y que ahí le encantaba hacerlo porque sabía que lo podía escuchar. Qué me han dicho, yo le mostré mi cruz y le dije que yo también amaba a Jesús y vi cómo su sonrisa sin dientes se iluminaba con una luz muy especial. Me empezó a bendecir y a decir puras cosas lindas de Dios. Que daba lo mismo el color de nuestra piel, que él nos había venido a salvar; que su presencia estaba en todas partes y que él nos amaba a todo dar. Que rezáramos juntos y que fuéramos testigos en nuestro país de su mensaje y profetas en la humanidad. Yo tomaba sus dos manos flacas, llenas de huesos y vi su alma como un cristal. Que visión más bella, más única y se largó a hablar sin parar. Según los niños ahí ralló la papa y se fue en bandas; a mi me pareció un milagro de amor y todo lo que dijo me quedó resonando en mi interior: Que nos encomendáramos a Dios, que le hablaramos a la juventud de su amor, que leyéramos la Biblia, que escucháramos al Espíritu Santo sin importar la hora en que nos llamara, que escribiéramos todo lo que nos dijera, que amaramos a todos y forjáramos una unidad y un mundo más lindo, sin importar si éramos ricos o pobres, porque el mensaje era para todos por igual. Después me pidió que rezara por él. Anrij me dijo que era su nombre y en inglés no más me largué a encomendarlo con todo mi amor, aunque sabía que más de alguno en el auto me iba a hacer bullying por contagiarme con la locura celestial. Luego él rezó por nosotros y nos bendijo creo que hasta por tres generaciones más. Qué belleza su cara huesuda, sus ojos brillantes y sus manos que estaban empaladas de frío y sus huesos apenas lo sostenían al hablar. Ya mucho antes de todo esto le había dado una plata por ayudarnos a estacionar, pero esta vez cuando ya nos íbamos nos pidió comida porque tenía hambre y se me apretó el corazón casi al punto de llorar. Ya a la ida habíamos regalado las galletas que llevábamos a otro señor que nos pidió en un semáforo y no tenía nada más que darle porque mi cartera brillaba por su ausencia monetaria y Andrés andaba sin nada. Qué dolor me dio no poderle ayudar más. Sólo atiné a darle las monedas que encontré, pero sobre todo tomar sus dos manos para que recibiera mi amor y mi bendición final. Cómo explicarles lo que fue; un pedacito de cielo nada más… Sólo que apenas retrocedí empecé a oír algunas voces del auto que era sólo un interesado y que era para sacar plata no más. Eso sí que me dolió en el alma, porque si así fue, no quita todo lo demás. Si el hombre necesitaba plata y comida, es legítimo pedir con dignidad. Pero lo que ellos no vieron y yo sí pude presenciar; fue su mirada llena de amor y de paz. Nadie más pudo tocar las manos del Señor como lo hice yo y eso sí que es un milagro digno de compartir con los demás.
Los últimos milagritos, más livianos, para no latear. Estoy saltando a la cuerda, pero no al ritmo e Tomás. También estoy nadando y hasta he hecho flexiones en unos aros que hay acá. Me impresiona cómo con un poco de práctica el cuerpo se comienza a acostumbrar y a dar más. Creo que lo mismo pasa con el amar; cuando uno más practica el amor gratuito y genuino a los demás, más amor sale y te parte el esternón sin poderlo frenar. A Anrik yo le hubiese dado todo lo que tenía y lo habría invitado a almorzar. Si hubiese ido con menos tripulantes quizás habría sido una alternativa a evaluar, pero salían las patas, tablas y trajes a reventar. A la vecina le querría dibujar un cuadro lindo, porque en su casa nueva (nosotros ocupamos la antigua de ella) no hay ningún color que le alegre el estar. Todo es blanco, nuevo y creo que ella se merece más. Apenas alcanzo a escribir lo que estoy escribiendo acá, porque pinto apenitas cuando la casa y la tribu se pone a descansar. El tiempo se me hace nada, aunque debo reconocer que tengo cinco enanos (léase bien E Nanos) maravillosos que se turnan para trabajar y lo están haciendo espectacular. Los cinco hombres tienen asignado un día para limpiar y ordenar y para admiración de los jefes de la tribu, lo están haciendo espectacular. Lavan, trapean, barren, así les den las dos de la mañana, pero nadie se queja y hasta parece que les gusta para ver quién lo deja más brillante para el despertar. La Trinita por su parte es la encargada de sacar los platos de todas las comidas y es muy ayudadora en general. Así que nada que alegar, a puros milagros maravillosos, pequeños y grandes, me he ido alimentando el alma por acá.
Yo estoy a full escribiendo la Mística del Bambú, la que espero terminar antes de partir, pero es complejo sintetizar. Hay tantas cosas que quisiera escribir que la máquina de cabritas, como dice alguien jaja, es difícil de parar. Y lo último, lo prometo, por si alguien me quiere imitar es que ya llevo cuatro días haciendo lo que se llaman “las sentadas”. Literalmente me siento en una silla de la terraza y pongo la alarma por 15 minutos para dejarme sorprender de todo lo que me pueda llegar al alma, en silencio y sin hacer nada. Han sido los momentos más reveladores y preciosos que se puedan imaginar. Todo lo recibido han sido luces únicas, que me da pudor contar, pero que me llenan de energía y me disponen para vivir el día de una manera especial. Ya. Se acabó el reporte por hoy porque mañana debemos madrugar. Iremos a Capetown a una reunión con un señor de HighScope que conocí en Estados Unidos y después un ratito a pasear por un mercado de la ciudad. En la tarde tenemos un brahaii en el colegio, es decir un asado tipo kermés y el sábado iremos a CapePoint (Cabo Nueva Esperanza) con la férrea esperanza de que ahora sí logremos entrar. Buenas noches y cuando tenga más milagros, se los vuelvo a mandar.
Día 17: Algunos otros milagros y la esperanza
Después de una semana de rutina entretenida en que no tenía demasiado nuevo que contar, este país nuevamente nos sorprende con cosas extraordinarias y dignas de compartir con minuciosidad. Parto con nuestra visita a CapeTown; estaba citada por un sudafricano que conocí en HighScope Michigan y que está abriendo un jardín infantil acá. Un chiquillo de pinta holandés, de 36 años, casado con una nigeriana, que quiere armar algo diferente para educar a su hija (mestiza) en esta ciudad. Qué increíble es constatar que uno ya no está allá; cuando tenía todo por hacer, todo por soñar, todo por construir sobre la nada y con ignorancia total, anhelante de aprender y que alguien te echara una mano para ayudar. Ahora, llegando casi a la mitad de la vida, tengo mil sueños más, pero la experiencia es un tesoro que bien valió la pena y si bien siempre quiero aprender más, hay cosas que siento que ya superé y que me toca ahora enseñar. Es bonita la sensación, pero hay que cuidarse mucho de no ahogar, tratando de evitarle a otros los errores que tu cometiste al andar. Cada uno tendrá que ir aprendiendo a su ritmo y no los puedes apurar. Me doy cuenta que me llena de entusiasmo apoyar a otros que quieren hacer cosas buenas por la sociedad; se me multiplica el tiempo y por momentos se me olvidó que la distancia no es un tema menor que solucionar; tampoco el tiempo, ya que me quedan dos meses acá y armar un centro educacional demora toda una vida o al menos la mitad. Mientras Andrés y yo aconsejábamos a los chiquillos recorriendo todo el abanico de preguntas con las que nos interceptaban como aspiradora intelectual, Andrés junior, el Benja y Felipe aprovechaban de pasear cada uno de acuerdo a sus gustos por la ciudad. El tema es que en un momento se separaron y Andrés terminó visitando un museo del horror del Apartheid y los otros dos siguieron un poco más allá. En eso estaban caminando, cuando entraron a una cuadra donde no deberían haber entrado y un tipo se les acercó para hablar. A los pocos segundos les pidió plata y después de frentón los quiso asaltar. Empezaron a caminar rápido para poder arrancar y el tipo los amenazaba con violencia de que los iba a dañar. En eso estaban corriendo como maratón olímpica en un barrio donde ya no había de quién fiar, cuando un auto frenó en secó y salieron tres tipos negros a detener la situación o a terminarla quizás. El Benja pensó que no la iban a contar, pero Dios es tan grande y la bendición recibida el día anterior tan grande, que resultaron ser tres policías que de casualidad pasaron y los pudieron salvar. Agarraron al asaltante y ellos no quisieron saber más, sólo que volaron nerviosos y asustados de que algo peor le pudiera pasar a Andrés y lo fueron a buscar. Milagrosamente Dios no sólo mandó a tres policías (uno enano y no es chiste, porque al parecer no le quedaban más) sino que también los hizo encontrarse a los tres de pura casualidad en medio de todo el downtown. Volvieron donde estábamos nosotros con la promesa de nunca traer a los chicos a la ciudad; quedaron asustados y vieron que de verdad el tema de la delincuencia es un gran problema acá. Yo debo estar medio operada de los nervios, pero creo que la experiencia les sirvió como aprendizaje de calle y el cuidado que hay que guardar.
A la vuelta fuimos a buscar a los chicos bajo una lluvia torrencial, pero aquí llueve y sale el sol casi como un estornudo celestial. Se mueven las nubes de blancas a grises y un día precioso se puede estropear o viceversa sin poder preverlo en realidad. Les cuento eso, porque en la tarde teníamos el Brahai o asado escolar. Con la lluvia y el frío que teníamos estuvimos a punto de abortar, pero todo indicaba que igual lo harían así que partimos con un canastito de platos para ver con qué nos íbamos a encontrar. El colegio es chiquitito y parecía desierto al llegar, pero al dar vuelta a la esquina, vimos las parrillas humeando y un grupo lindo de gente que conversaba muy relajada. Lo que nos hemos dado cuenta ya con un mes acá, que al menos bajo nuestra percepción, las personas a las que les va bien, aún guardan la sobriedad y la sencillez que teníamos en Chile hace 15 o 20 años atrás. Unas ensaladas caseras, unas salchichas fomes y un pedazo de pollo era todo lo que se podía optar. Unos manteles blancos, unas buganvilias cortadas del mismo patio y bancas y caballetes para sentar. Nada de empresas externas, ni carritos, ni grandes shows para ostentar. Todo súper austero y centrado en lo importante que era compartir y conversar. Al principio entramos muy tímidos porque no conocíamos a nadie, pero Andrés se había inscrito de parrillero y ahí le dio baza para entrar. De toda la gente que conocimos, dos matrimonios fueron un nuevo milagro para contar. Uno que había viajado seis meses por Argentina y Chile y que hasta en Chicureo habían ido a pasear. El otro, el de un suizo con una sudafricana, que eran de una dulzura muy especial. Ambos nos pidieron el número y nos quedamos de volver a juntar. Al ver la página web de los segundos vimos que eran cristianos y tienen una fundación para ayudar a los pobres de una población acá. Gente buena, luminosa, que ojalá podamos conocer más y ver qué nos quiere Dios mostrar con esos vínculos que aparecen de regalo como si nada.
Las impresiones que me da la gente acá es que son de gran autenticidad, acogedores y capaces de aprender del resto sin prejuicios ni superioridad. Uno pensaría que su autoestima es como la de la mayoría de los gringos que se sienten los reyes de la humanidad; los sudafricanos no; se saben un país nuevo y con una historia muy compleja que no se acaba de solucionar. Ellos reconocen que la pobreza y la desigualdad es un temazo y genuinamente tratan de resolverlo, pero es muy complejo porque los negros tienen siglos de falta de oportunidad y en algunos hay una rabia muy difícil de erradicar. Como el mismo Andrés junior decía, aun quedan personas cuyos familiares fueron esclavos y sometidos a una discriminación brutal. Según el mismo comentario de los residentes, su historia tiene algo de parecido a la nuestra en que tuvimos por años un sistema que nos parecía normal (se referían a Pinochet), pero que sembró semillas de mucha violencia y división social. Es curioso como se siente cierta hermandad, aunque a ojos míos tienen un corazón más bueno y más limpio que el que en Chile ahora se percibe como frecuencia espiritual. Aquí la gente está unida en sus comunidades y organizada para ayudar. Por ejemplo, si hay un incendio, salen todos los vecinos viejitos a hacer de voluntarios para apagarlo, aunque no haya llegado la bomba o nadie más. La gente se organiza también en el tema de la seguridad y la amistad. Me parece que se parece a nuestros ochenta, donde aún existía más confianza y fraternidad, aunque también estaba todo el problema político nacional.
Me cambio de tema para pasar a contar la maravilla que pudimos visitar. El Cabo de Buena Esperanza y todo el parque alrededor de este lugar. Partimos temprano en la mañana y esta vez no nos tocó ningún taco para entrar. El cielo estaba despejado completamente y las nubes sólo se asomaron para decorar la silueta de las montañas como si fuesen bordados de niñas para salir a bailar. En el camino cruzamos por pueblitos llenos de magia que colgaban de los acantilados frente al mar; parecían esos pueblos ingleses un poco nostálgicos donde lo ideal es tener una botella de vino, un buen libro y algo para escribir o pintar. El mar pudoroso se tapaba con huiros para no dejar ver su inmensidad, pero un montón de rocas lo intruseaban y hacían una pareja espectacular. Ya acercándonos al parque aparecen tiendas abiertas de esculturas como si fueran viveros, pero de piedras negras y madera, además. Algunas figuras superan los tres metros o representan a un elefante real. Qué ganas de ser Noé y llevarse a todos estos animales en un arca para ponerlas en nuestro patio o en el colegio para adornar. Hay unas jirafas elegantísimas que sacan pica con su cuello estilizado; hay hipopótamos obesos sonriendo con simpatía como si de verdad te ofrecieran su amistad; hay tortugas gigantes, leones, rinocerontes y tucanes para elegir, pero valen millones y sólo las veo para no olvidarlas jamás.
Ya en el parque lo primero que me conmueve es la flora con su diversidad. Imagínense un paisaje patagónico, con llareta verde y mocha, pero prendida de flores como para compensar. Aparecen flores rosas, unas rojas espigadas como si fuesen fuegos artificiales a punto de explotar; hay amarillas y burdeos, pero sin dudar las más lindas son unas blancas que hacen las veces de ovejas si te nublas al mirar. Miles de rebaños de ovejitas, redondas y perfectas que no se mueven para pastar; son sólo flores del fin del continente que hacen una ofrenda maravillosa para darle dignidad al lugar. Los caminos serpentean y de vez en cuando se nos cruza una avestruz como si nada; también gacelas perfectas de una elegancia francesa digna de imitar. Las rocas también son un espectáculo muy especial; son igual al Mantecol argentino, lleno de capas de color blanco y ocre que dan ganas de probar. Las formas que toman dan para la imaginación y comienzas a sumarle a las “ovejas”, tortugas, ranas gigantes y hasta uno que otro elefante momificado por la edad. Las piedras arman también columnas altas, como moais a medio tallar; se me ocurre que en pilares similares vivían los primeros ermitaños de la cristiandad. Nos estacionamos cerca del faro y ahí empezamos a caminar. Junto a los turistas, se nos sumó un grupo de babuinos como si fuera de lo más natural. Estos animales son de una cara un tanto agresiva y no los puedes alimentar ni tocar. Son muy buenos para robar y saben abrir puertas, carteras y perillas sin ninguna dificultad. Sus orejas perfectas, sus manos tan ágiles, sus patas tan fuertes para saltar, los hacen parecer verdaderos gimnastas de la jungla hasta que no se dan la vuelta y muestran su fea cola de piel rojísima y dura como si fuese un callo de betarraga a punto de explotar. Se sacan piojos unos a otros y los usan para almorzar; sin embargo, también tienen su lado tierno y maternal: por lo menos así me lo demostró una mamá babuina que tenía un monito de días no más y no lo soltaba ni por un segundo y lo abrazaba con amor real.
Subiendo al faro, la cola y la subida empezaron a mermar las fuerzas, por lo que me puse a observar. El cabo efectivamente parece un trasatlántico perfecto, de una dimensión perfecta metiéndose con su proa en el mar. Su altura es de temer y las rocas y acantilados los rodean sin ninguna seguridad. A cada paso te podrías caer, pero parece no ser tema acá. Todos nos vamos dando la pasada educadamente y aprovechamos de tomar el aire suficiente para continuar. En el camino, de piedra ocre, es posible observar en 360 grados y ver cómo la silueta de los cerros azulados del fondo crea un efecto muy singular. Un tanto fantasmagórico en realidad, por lo que no puedo dejar de pensar en las miles de embarcaciones y expediciones que me precedieron en este lugar. Estar al final de un continente es una sensación única; me imaginaba todo el continente encima de mí con su pobreza y riqueza queriendo viajar. También se vislumbran bajo los murallones de piedras playas blancas y aguas de color turquesa de una belleza sin igual. Se divisan peces a lo lejos por lo que imagino su tamaño y las focas igual. Llegando al faro debemos compartir el espacio con chinos, italianos, gringos, pero casi nadie habla español en realidad. Cada uno ha dejado firmada la roca, demostrando su falta de civilidad, pero pasado ese detalle, la vista es fenomenal. El silencio no lo interrumpen los pájaros ni nada; sólo la brisa y el mar te acompañan y un silbido de chicharra que no para jamás de cantar. Tomamos un sendero para llegar aún más allá, probando la suerte y los músculos de esta madre multípara y añosa que no pararon de molestar. Nos encontramos con lagartijas negras y acorazadas como una versión de Darth Vader local. No se asustaban ni para dejarse fotografiar y eran muy temibles en su mirar. También nos encontramos con perritos de la pradera que viven en las cimas para disfrutar del lugar. Son como culles gorditos y tiernos, pero no para tocar. Meditando en silencio, siento que es tan difícil subir como bajar y no lo digo sólo en sentido literal. Subir supone el esfuerzo del cansancio y los músculos que se empiezan a agarrotar. Ves que otros te pasan o se aceleran más de la cuenta, pero debes ser fiel a tu ritmo y capacidad para llegar a la cima sin fracasar. Bajar en cambio no cansa, pero sí duele, sobre todo en la punta de los dedos y en las rodillas porque haces toda la fuerza al frenar. Siento que eso también nos pasa en la vida. Bajar duele, porque sabes que implica un no retorno a la cima, pero para volver “al hogar”; supone un alivio, pero también ves cómo otros te dejan atrás. Una vez más, cada cual hace su camino y lo que tu vas viendo y admirando nadie más lo conoce o lo puede comparar. Lo que nos queda es caminar juntos y acompañarnos haciéndonos notar unos a otros lo que tú no viste y que otro pudo encontrar. Con todo es un alivio llegar al valle, donde te sientes a tus anchas y no te tienes que forzar. Así no más es la vida, subir y bajar para volver a la casa de donde salimos hace años ya, pero se nos olvida con tanta facilidad.
Al bajar ya estábamos hambrientos y sobre todo sedientos así que hicimos un refill de las botellas de agua para continuar. Ahí seguimos andando hacia Cabo Esperanza propiamente tal donde se puede apreciar el mar reventando en las rocas blancas como gritando todas las historias que nos quiere contar. El sol hizo estragos en nuestra piel y el bloqueador se nos quedó para variar, así que a lo largo del día nos fuimos pareciendo cada vez más al trasero de lo babuinos sin poderlo remediar.
El olor del paisaje era muy particular. Dulzón, como el de la flora nativa de Huayanay. En parte me sentía en casa en cada vuelta que pudimos dar; una especie de Curaumilla, mezclado con la Patagonia Austral, sólo que al fin de un continente tan antiguo donde todo hubo de comenzar. Qué ganas de escuchar los chismes de las rocas, de las esculturas de piedra y meterse en las profundidades de este mar. Seguro encontraría sirenas, historias de amor, guerras y todo lo que ha sido la humanidad. Por eso me gustó el nombre que eligieron para este lugar: esperanza es lo que quiero tener a pesar de que haya signos preocupantes en la realidad actual. Por eso, al igual que en el evangelio de hoy quiero pedirle a Dios que transforme las seis tinajas en vino y que haga de cada situación compleja un vino para celebrar.
Comimos un pic nic de pan con huevo en una de las playas lindas que vimos antes y ahí vimos un poco más de lo mismo que hemos visto antes por acá; musulmanes con sus mujeres bañándose 100% tapadas; qué injusticia más grande desde mi forma de mirar. Para no tener problemas, no me quise bañar, pero sí los niños y la Trinuka que disfrutaron del Atlántico o el Indico, no lo sé en verdad.
Ya de vuelta, quemados como pancoras, nos vamos a descansar, porque mañana nos toca de nuevo colegio y funcionar.
Día 18: Un poco más de locuras
Las locuras lindas que quiero contarles esta vez vienen por el ámbito familiar, porque grandes paseos no tenemos programados hasta mañana en que iremos a volar. Sí, volar y espero dar el ancho o el “angosto” jaja para no arrugar. De hecho, lo íbamos a hacer hoy y no hubo el viento adecuado y para mi fue una bendición porque me decidí a saltar. Pero no me voy a adelantar….
Lo que sí ya pasó y que me llenó de felicidad es que la tribu ya se asentó en este lugar como si fuéramos locales, aunque nos pillan enseguida por el acento, pero no importa porque la acogida es muy linda y natural. Lo primero es que la vecina, no la que nos arrienda sino la de frente, ofreció llevar a algunos a Cape Town a pasear. Por pura buena voluntad llevó a Andrés padre e hijo y a Felipe a ver más calles y un museo que no les gustó nada. Parece que nos faltan siglos de cultura artística para valorar el arte moderno y manchas sin sentido y esculturas que más parecen esquirlas de metal. El tema es que gracias a ese traslado surgió un nuevo vínculo de amistad y esta vez fue la Trinita la beneficiada. La vecina tiene una sola hija de 9 años y con ella quería jugar. Llegó la señora a nuestra puerta con una niñita rubia, flaca y con nariz respingada. Se veía habilosa, pero de una timidez garrafal. La Trini, al presentársela, no fue mucho más. Se escondía detrás de mí como si la fuesen a matar. Así que nada que hacer, tuve que socializar yo y cruzar al frente con amiguita y todo para que se soltaran las amigas y vieran cómo se iba a comunicar. Una cama saltarina fue la mejor piedra roseta ya que en 5 minutos ya estaban felices y amigas que no se querían separar. Un conejito también ayudó y luego el panorama de bañarse sin parar. Mi niña una vikinga al lado del pollito albino y flaco que me daba miedo que se fuera a quebrar, pero la verdad de débil y frágil Lía ( así se llamaba) no tenía nada. Una simpatía concentrada en 30 kilos y no más. Después como toda buena madre me tocó entretenerlas un rato más, así que de cocineras y pie de limón me fui y “espekinee” en inglés sin parar. Todas estas amistades nos están sirviendo mucho para practicar; a veces sale el spanglish, pero ha sido una linda experiencia para atesorar. Bueno Lía la va a volver a invitar y tiene dos amigas más en la cuadra de la misma edad. Puede que sea loco de comentar, pero es primera vez que me toca vivir una experiencia así porque nunca en los últimos 26 años tuve vecinas, ni menos gringas con que hablar. Me tuve que tomar un cafecito con ella y conversar de educación porque ella no paraba de hablar, pero resultó ser una diseñadora topísima, de origen alemán, que adoraba el sistema Waldorf y la inclusión como modo de convivencia social. Ha sido un tremendo regalo conocer a personas que piensan igual; se siente que no somos tan pocos los locos que queremos un mundo más equitativo y con oportunidades.
Lo otro lindo que ha pasado a nivel familiar es que Aki hoy partió a un campamento escolar. A las 7:30 Am lo fuimos a dejar con su mochila y estará todo el weekend fuera con su curso y mil actividades de liderazgo y amistad. Se fue feliz y entusiasmado porque se sentía como en scout; además ya tiene amigos y aunque no lo quiera reconocer, algunas fans. Es divertido verlo crecer porque está justo al medio y está descoordinado total. El otro día rabiaba porque todo el desayuno se le cayó y se fue a desahogar; yo, loca, le dije, “pero qué buena noticia Aki; significa que estás creciendo así que a puro celebrar”. Por lo menos le saqué una sonrisa y se fue más tranquilo porque ya se empezó a estirar. Creo que de verdad nos va a costar partir al final de esta estadía, porque a diferencia de otros viajes, aquí la gente sí se da genuinamente y se comparte el corazón de verdad. Mañana por ejemplo, nos invitaron a un Brahai (un asado) la pareja amorosa que antes conocimos y el miércoles iremos a comer con la vecina y una de sus amigas que conocí la semana pasada. Yo que tengo más de ermitaña que de nada, me voy a tener que hacer cachirulos para no desentonar.
Sólo agrego de estos días, que la tribu está deliciosa y digna de comentar. Las bromas y conversaciones en el auto son dignas de llevarlas del Festival de Viña por su humor simple y lindo, además. También las comidas se van sofisticando en cariño y hasta pasta ya cocinó el Benja en una máquina que encontró al intrusear. Todos colaboran en el aseo y si bien me toca un poco más a mí, está siendo muy agradable la convivencia familiar. Lo que sí debo hacer una queja formal por la vejestud ,que ya tiene algunas consecuencias notorias y que debo aceptar: casi todo lo que hablan los niños en el auto no sé ni remotamente qué será. Ni tecnología, ni redes sociales y menos actores o cantantes de la actualidad están en mi dominio intelectual. Están llenos de términos nuevos que oigo y trato de captar, pero me siento absolutamente desfasada.
Ah. Hoy encontramos un santuario de Schoenstatt al pasear. Precioso, súper bien cuidado y lleno de casas para congregar. El santuario estaba abierto y entramos a rezar. Las enredaderas de un verde intenso parecían estar vistiendo a la Virgen en su soledad. Sí, porque no había nadie ni siquiera para preguntar a qué hora hacían misas para poderle darle una nueva oportunidad a esa chance. Divisé a una hermana como en un tercer piso, pero no me vio llamar. Finalmente, una mujer que colgaba la ropa en el patio trasero me dijo que sólo a las 7 de la mañana suelen celebrar. Ay Dios mío, cómo lo hago para evangelizar tan temprano si hasta mi misma me cuesta una enormidad. A los adolescentes no es tarea fácil llevarlos a misa en otro idioma y de madrugada; quizás tendré que ver cómo conquistarlos otro domingo más. Un milagro no más.
Lo último, hoy como no nos resultó el paseo en Tandem volvimos por un sector nuevo que se llama Constantia y es la pituquería más pituca de la ciudad. Las mansiones se aparecen entre medio de los cerros y viñas perfectas como si fuesen cruceros en el mar. Cada portón es digno de una embajada y los cercos eléctricos superan los tres metros o más. Los jardines son perfectos y los autos que andan no bajan de los Mercedes o Audi para no desentonar. De hecho, nos bajamos en una viña para conocerla y éramos el único auto familiar. Los cerritos en ese sector eran para pintarlos como Botero, con arbustos gorditos y uvas moradas a punto de reventar. Una loma se encontraba con la otra en un calce preciso como si Dios mismo se hubiese bajado del cielo a medir hasta dónde podían llegar. Cada surco parecía una escritura itálica con perfecta caligrafía, sin borrones o tachados que mostrar. No había maleza, ni tractores, ni personal; todo como una postal romántica para organizar una fiesta casual. La casa de la Viña era un restaurant y me sentí entrando al Club de Golf de los Leones por la elegancia que se apreciaba hasta en el confort para limpiar. Todo lleno de buen gusto, comida perfecta, tablas de queso afrodisiacas y copas de vino que tintineaban en cada paladar. Lo único que no me gustó es que aquí sí que se respira la tradición y el apartheid que duele a pesar de los años que han podido pasar. En este sector se concentran los más rico de este país y que no se quieren integrar al mundo real. Tienen sus propios colegios, sus clubs, se casan entre ellos y siguen viviendo como si la vida fuera sólo la de ellos y no vieran los rostros de pena que están sólo un poco más allá. De hecho, todos los que sirven y trabajan, obviamente son negros y su sumisión duele de mirar. Es como Chile 20 años atrás en todo sentido esta ciudad. Tiene muchas cosas buenas en sus corazones, pero también los vicios propios del miedo y de la humanidad que cree que no hay suficiente para compartir con los demás. Según hemos ido aprendiendo la separación fue una locura de una época muy particular, movida por los llamados Africans que eran en su mayoría holandeses y no ingleses como se pudiera pensar. Dios nos cuide porque hay mucho trabajo aún para acercar las horrorosas diferencias que tenemos todos y que no me deja de inquietar. Me siento impotente e inconsecuente porque no podría irme a vivir a un campamento acá, pero en cada esquina hay un señor con un letrero donde dice que tiene hambre y eso es fuerte de integrar. Les ves los huesos sobresalir entremedio de pantalones que se afirman por azar. ¿Les conté acaso que hay un 25% de cesantía nacional? En los países vecinos es mucho peor aún… Happy por ejemplo, el señor que hace el jardín acá, tiene cinco niños a su cargo en Malawi y allá la cesantía es de un 50% nacional. Uf qué se podría hacer equiparar un poco más la cancha mundial.
Para no terminar en tono triste, les cuento que entró un león muy lindo en la casa y que no para de aullar. Es la Trinita que se desarmó las trencitas y está afro total. Parece la Tina Turner, pero a ella no la conoce nadie que no sea de mi edad. Mañana veré si sobrevivo a la osadía en que me voy a embarcar, pero no puedo resistirme a la idea de volar por los aires y sobre el mar. Siento que ahí Dios va a estar más cerca y que es muy simbólico el gesto para representar lo que vine a buscar acá.
Día 19: Volar y un poco más
Hoy la tribu se vio obligada a madrugar. El paracaídas ahora sí tenía el viento suficiente para encumbrarse y había que manejar un buen poco para llegar a la cima del cerro desde donde nos íbamos a tirar. Puntuales todos, fuimos al lugar que era una especie de rotonda de cemento donde estacionar y luego una superficie de la pendiente del cerro completamente entelonada en una malla tensa que debe haber tenido unos 200 metros cuadrados de superficie para despegar. Quizás el verbo más genuino sea el de correr cerro abajo más que despegar y en vez de aletear hay que correr a todo dar. Bueno, llegamos y había un montón de bolsos gigantes bajo las escasas sombras del lugar y un grupo similar de turistas nerviosos porque ya pronto se iban a lanzar. El viento como una novia se hizo mucho esperar y por momentos pareció que todo iba a quedar en nada. Dos rampas de lanzamiento tenían repartidas las empresas que se dedican al Tándem, pero se notaba cierta rivalidad por tomar los mejores vientos y lanzar más turistas sobre el mar. Sí pues, el ancho mar era el colchón que nos esperaba al bajar; sólo precedido por un puñado de edificios que interrumpían este raro surfear. Los idiomas nuevamente fueron una torre de babel para deleitar, pero ya no importaba porque nos unía a todos el nervio y la ansiedad. El encargado dijo primero la mamá, seguramente temeroso de perder una cliente por la inseguridad. Me vistieron como para la guerra con casco, arnés y me presentaron quién me iba a pilotear. Era un hombre blanco de unos 60 años, alto y no muy dado a hablar, pero me dio mucha seguridad. Llevaba años haciendo esto y hasta había subidos a sus dos nietas a volar. El resto de los pilotos, me parecieron semejantes a los surfistas del mar; hombres libres en su apariencia, un tanto chascones y prescindiendo de los demás. Por lo poco que escuché más les gusta el vuelo que el nido ya que todos tenían una ex wife. Una vez más se ve la diferenciación racial: el piloto es blanco y de ojos claros, el que negocia todo es un negro inmenso y que tenía más músculos que Tarzán, pero también dos negritos chicos en cada lanzada que te ayudaban a correr hacia la inmensidad. Ya vestida y decidida debo confesar que no tenía nada de miedo de volar; me parecía fascinante la sensación del silencio y la libertad; sólo me preocupaba poder correr con dignidad. Bueno, casi lo logre, porque al final de la corrida, Josh, mi piloto, me pisó un poco mi zapato y casi estuvo a punto de volar separado del mí al infinito y más allá. En ese trance estaba de mirar el paisaje, afirmar una cámara de Go Pro que te dan, rezar, disfrutar, y entre medio volver a calzarme para aterrizar. ¿Qué decir de la experiencia misma? Lo primero es que se vive la presencia o el mindfulness con total intensidad. El tiempo no transcurre; sólo te das cuenta de que llevas varios minutos volando cuando tienes que bajar. Todo es presente y me dio infinita paz. En ningún momento sentí miedo, salvo al final cuando Josh quiso agregar un “poco más de fun” (diversión) y se dedicó a girar con sus brazos por encima de las olas y casi se me dio vuelta la guata por la velocidad. La altura, lejos de asustarte, te da una perspectiva nueva de gran angular y todo parece un sueño tranquilo donde nada malo te puede pasar. A ratos sonaba un pito que era para alertar del viento y decir para dónde va, por lo que cual águilas humanas (o mejor dicho, una sola águila con un bulto en su vientre que era yo) íbamos cortando el aire como un pincel en una tela sin pintar. Lenta y suavemente giraban los hilos y el paraguas plástico que nos hacía volar. Bordeamos el cerro muy de cerca como queriéndolo tocar y luego de frente para adentrarnos entre medio de los edificios y el borde del mar. Dicen que cambian los tándem una vez al año para no arriesgar, pero a primera vista se ve todo un tanto artesanal. Cuando bajas, rápidamente te desvisten de la dignidad aviar y vuelves a ser un mortal común y corriente que debe esforzarse por moverse del lugar. Amarras vienen, amarras van, pero no parece haber mucha más ciencia en esta experiencia que la encontré muy linda de verdad. Los lienzos de múltiples colores pintaban el cielo al igual que las canoas que divisé en el mar. Se mueven lento, majestuosos, como si llevaran en sus entrañas un privilegio del más allá. De hecho, los pilotos eran adictos a volar y los pasajeros en tránsito -o sea nosotros- parecíamos más una excusa para obtener nuevamente su pase a la libertad. Detrás de mi saltó Tomás y después Felipe y me encantó sentir su felicidad. Puede que sea sólo unos minutos, pero ser pájaros es un anhelo de toda la humanidad. Ya listos los tres y aterrizados en tierra firme, nos subimos a un auto para volver a encumbrar el cerro y darle a los demás la oportunidad. Las rodillas me tiritaban al bajarme del auto y la guata estaba revuelta por el “fun”, pero me sentí orgullosa de haber vencido mi miedo y volar con plena libertad. Todo me pareció lleno de simbolismo y hasta el zapato suelto me dio para pensar. Dios fue tremendamente generoso conmigo y sólo con mi gozo se lo agradecí a todo dar.
A la vuelta la cosa se puso más pesada. Por una parte, el viento se negaba a regresar. Se había enojado probablemente por tanto turista queriéndolo tocar. Lo otro es que Andrés Junior se empezó a ofuscar y la verdad que a ratos me pareció que a mi me faltaba también el aire para poder contener toda su rabia e impotencia por no querer/poder saltar. A él nadie le impedía hacerlo, de hecho, vi saltar a una mujer que no podía caminar, pero su miedo legítimo lo hizo hiperventilarse en frustración y fue agotador de manejar. La energía maravillosa que había entrado a mis pulmones con tanta belleza y paz se me truncó en desesperación de no poder encontrar palabras para que su misterio se pudiera solucionar. Me fui por la buena, por la mala y hasta a Dios le pedí que me pudiera ayudar. Yo creo que escuchó mis ruegos de mamá y el milagro se empezó a orquestar, sin que me diera cuenta en realidad. Partió el Benja como un palomo mensajero al cielo calipso, como un ángel celestial; a Andrés papá le falló el viento y su despegue fue muy difícil al principio, pero después logró encumbrarse con su pájaro de plástico sin ninguna dificultad. Mientras grababa sus vuelos, Andrés hijo llegó al clímax de su volcán y justo aparece Michael, el encargado de la empresa con los músculos de Tarzán, y le dice que no tenga miedo y que no se pierda esta oportunidad. El milagro se empezaba a concretar. Justo apareció un piloto que hablaba español y que hasta había estado un año en Chile y le dio la seguridad que necesitaba para vencer esta prueba y liberar toda la angustia por su discapacidad. Rápidamente antes que se arrepintiera lo calzaron con el casco y el arnés y sólo faltaba que el viento se apiadara una vez más. De repente, guau se abre el paraguas de colores y Andrés junior empezó a correr cerro abajo y gritando de terror y de felicidad. Al final, como un pollito se probó a sí mismo que no hay más límites que los que su cabeza se puede fijar. Qué increíble es la mente y cuánto nos puede echar a perder la vida a nosotros mismos y a los demás. La libertad no consiste en volar, sino en aceptar quién es uno y amarse de verdad. No lo digo porque lo haya logrado, pero sé que con este vuelo todos dimos un paso más de vencernos a nosotros mismos y dejarnos llevar por alguien más. Creo que Dios opera igual, sino que se nos olvida que el paraguas que El/Ella nos ha prestado es de una belleza inefable de contar y que por otro lado el lleva los hilos, conoce los vientos y para dónde va cada cual. Sólo correr y después flotar, mirando el horizonte y disfrutando el viento que te mece con suavidad. No comenté antes la brisa, pero era una caricia maravillosa que te envolvía sin enfriar; sólo una capa de roce para reforzar la sensación de cobijo en medio de la nada sostenida por alguien más. Creo que los milagros tenemos que pedirlos para que no nos dejen en tierra nuestras ideas torcidas, nuestros miedos o la falta de amor personal. Andrés volvió todo chascón, feliz, aunque un poco asustado también por no tener dónde pisar, pero cayó en la cuenta de la gran lección que acababa de vivenciar. La Trinita y Aki los llevaremos más adelante a volar; es importante que tengan firmes sus plumas antes de arriesgar su integridad.
¿Con qué me quedo? Primero con una gran felicidad por todos mis pollos que querían hacer esto desde el inicio y ver sus caras radiantes me llenó de amor de mamá. Con Andrés papá chochos de tener esta oportunidad y darnos cuenta también que para volar no hay límites de edad. Con Andrés junior, una subida al Everest en realidad, pero con un final feliz que me atrevo a contar, porque sé que esta experiencia lo marcará. Ahora estamos invitados a un brahai y no sé si tendré más tiempo para escribir más. La vida social en este país va aumentando y tendré que ponerme horarios para redactar si quiero terminar a tiempo todos los “vuelos intelectuales” que quiero lograr.
Continúo después de casi 24 horas sin parar. La verdad me voy a declarar anacoreta, porque hasta ya estoy soñando en inglés y mi cerebro parece a punto de explotar. El brahai fue una linda experiencia porque fue un encuentro de universalidad digna de contar. Los dueños de casa son suizos y viven en CapeTown hace siete años, después de que su iglesia cristiana los mandara a misionar acá. Son una pareja muy linda y sus tres hijos como niños antiguos por su educación y libertad. Su casa muy monona, pero sencilla dentro del buenísimo gusto y lo acogedora para estar. Nada de sofisticaciones ni cosas para epatar. Nada de bebidas cola ni aperitivos para ostentar. Sólo unos nachos y un vino para compartir mientras se hacía el pollo y un pedazo de carne en una parrilla que más parecía un tambor pequeño para pintar. Doris, la mujer, es la que trabaja en la Fundación en una población de acá, no sólo evangelizando sino haciendo una labor educativa y social. Él, Sthephan, trabaja también en la fundación, pero además tiene un trabajo part time en un call center de Amazon, porque los sudafricanos no le dan visa para trabajar. Amazon lo contrata por fuera y así tienen un poco más de plata para financiar a sus tres niños y los pocos gustos que se dan. De hecho, me encantó ver que sus autos eran sencillos y que la comida igual. La otra pareja era una de sudafricanos autóctonos, pero que habían vivido en Inglaterra muchos años y tenían tres hijos como los míos y que ya estaban a punto de terminar sus carreras y volar. El trabajaba en finanzas y ella era artista y ayudaba en la Fundación un día, además. El último matrimonio era de Taiwan; él tenía una fábrica de ventanas y de ella no supe mucho en verdad. Sólo que cocinaba con mucho ajo todo lo que llevó y que compartíamos mucho los valores en la forma de educar. Más allá de lo contingente puedo compartir algunas reflexiones que me quedaron dando vueltas y que quizás a alguien le puedan interesar. Jamás había estado en un país con un recorrido tan similar al de Chile en su historia, sus riquezas, sus carencias y hecho evidente dónde nos llevan años y dónde nosotros los dejamos atrás. Lo primero es que aquí no ha llegado la influencia americana con todo lo que eso trae acarreado en su dominio cultural; los niños que he conocido al menos no tienen celular, la gente se ayuda, se tiene confianza y es muy acogedora e informal (en el buen sentido de la palabra). Sus comidas, sus costumbres, sus casas son “normales” como pueden haber sido las de Chile hace 15 años atrás. Lindas, dignas, pero sin ese ánimo inconsciente de tener la última tecnología del mundo o la perfección al andar. A esta gente no se le ha ido el humo a la cabeza y piensan y sienten con austeridad y conciencia de que al lado de ellos habita la pobreza más extrema y no se pueden aislar. El blanco y el negro son evidentes en sus desigualdades, pero hay muchos blancos que -a diferencia de los anteriores que conté- añoran la diversidad, la inclusión y la fraternidad. Me pareció increíble el testimonio de esta pareja ya que su entrega es total. Sólo lo justo y lo necesario para vivir dignamente y el resto, sólo darse y ayudar sin distinción de credo ni de raza al todo que necesite una mano de amistad. Por otra parte, esta ciudad nos lleva la delantera en civilidad. Todo se cuida, se mantiene, se ahorra, desde el agua hasta la playa para recibir con elegancia y sobriedad. Ambos compartimos el complejo tema de la delincuencia, de las drogas y de la disparidad social, pero aquí los porcentajes son más crudos y difíciles de arreglar. Los valores que se perciben en todas partes son los que uno añora ahora allá: niños a pata pelada para ir a estudiar (por gusto y no por carencia); autos que llevan veinte niños arrumados en la maleta de una camioneta con cojines y nada más, sin ninguna seguridad (puede que sea malo, pero el extremo chileno de tanta silla y cinturón en su sentido más amplio, me quita libertad y, me da para pensar). Lo otro bonito acá es la diversidad cultural y religiosa ya que hay de todas las creencias que uno se pueda imaginar. Cristianos, musulmanes, católicos, luteranos y hasta la Iglesia Rey de Reyes que la quiero ir a visitar. Nadie se cree dueño de la verdad y a mi parecer todos tienen mucho que aportar. Sin embargo, lo católicos no tienen muy buena reputación en lo que llevo acá. Se perciben como rígidos y anticuados y eso es lo que yo percibí al menos en las dos iglesias que fuimos a visitar. Me da mucha pena y sé que algo bueno habrá para más adelante, pero duele escuchar que los “parientes” de la familia a la que pertenezco han dejado el nombre tan mal. Los musulmanes según Stephan son tema aparte de tratar, ya que su visión es que a Dios le deben cumplir un montón de reglas para poderse salvar, pero que apenas pueden hacen cosas escondidos mientras nadie los mire pecar. Mm, no me pareció tan lejana la descripción y me parece que más que pertenecer a una religión específica, eso pertenece al género humano y se debe en parte a nuestra fragilidad, pero sobre todo a una muy mala comprensión de Dios y cómo nos ama en realidad.
Para finalizar toda la vida social, hoy fuimos a buscar a Aki a su campamento y lo pasó fenomenal. El mismo dijo, que son todos educados y buenos en general. Nadie se molesta y el profesor, aunque estricto en la disciplina, es un gran líder y bueno para enseñar. Casi no tienen teléfonos y las redes sociales no son tema en general. Los niños gozan jugando afuera, yendo a la playa e invitándose entre vecinos a jugar. No es que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero me vino una nostalgia feroz de esos tiempos que no sé si volverán. La Trini anda igual; apenas le veo el pelo porque no para de estar invitada por las amiguitas de la cuadra que hasta la llevaron a patinar al centro de la ciudad. Se pasan de una casa a otra y la Trini se defiende de lo más bien con su inglés aún artesanal. Es bonita esta vida de barrio que tuve sólo muy de chica y que cuesta ahora encontrar. Parece que estoy muy vieja en mis comentarios así que mejor lo dejo hasta acá.
Día 20: Reportera nada más
Debo confesar que casi todo lo que voy a contar ahora lo han vivido otros miembros de la tribu, porque yo me he dedicado full a estar puertas adentro, no sólo por necesidad -en parte- sino porque tiene que ver con mi personalidad y mi necesidad espiritual más profunda. Me siento como el jardín de esta casa que recién se empieza a recuperar después de una sequía extensa y dolorosa y se debe cuidar con esmero y delicadeza porque estuvo a punto de secarse después de tanta adversidad. No es para entrar en detalles, pero creo que mi alma venía como arrasada y añoraba tiempos de paz. Tiempos de sólo escuchar el agua de la fuente donde habitan las ranas y las culebras y los pájaros no paran de cantar. Añoraba un paisaje abierto, un cielo calipso y nubes gordas y preciosas donde poderme colgar con mis sueños y creaciones nada más. Añoraba ser mamá 100% por ciento y disfrutar mi anonimato como apoderada. Me picaban los dedos por pintar, por cocinar cosas ricas para la tribu y prometo que hasta limpiar y colgar la ropa es un gozo que no puedo explicar. La brisa tibia y suave es lo que más me hace disfrutar; a veces el viento arrecia fuerte, pero nunca en las mañanas donde suelo sentarme por quince minutos a rezar nada más. Ojalá lo pueda seguir haciendo en Chile, porque es beber de una fuente dulce de agua fresca que me permite disponer el día y ordenar las ideas con claridad. Ha sido todo un gran viaje hacia adentro esta aventura y de paso un maravilloso recorrido con la tribu y el jefe del clan. Cada día se van afinando más las piezas y parece que todos estamos brotando nuevamente, cada uno con su diversidad. La rutina de lunes a viernes es sencilla y familiar. Andrés papás se levanta con los dos chicos y los va a dejar. Algunas veces algún otro macho de la tribu lo acompaña y se van a surfear o a desayunar a algún lugar lindo que no hayan recorrido ya. Creo que Andrés papá podría convertirse en crítico gastronómico de la zona por todos los cafés que ha sabido probar en estas mañanas maravillosas de libertad total. El suele esperar a los niños leyendo o paseando por los distintos caminos que siempre quiere aventurar y vuelve lleno de anécdotas y sorpresas para contar. Yo mientras tanto ordeno el boliche y escribo todo lo que alcance, dándome recreos para colgar o descolgar ropa si es que no me ayuda alguien más. Debo felicitar a mis Happys internos ya que cada día hacen mejor el aseo de la casa y no alegan nada. Es más, se esmeran en hacer cosas ricas y ya casi todos saben hacer pan y comidas ricas así que van a quedar bien entrenados para cuando vuelvan a la capital. Espero que nos les venga amnesia no más y vuelvan a la rutina del caos total. Bueno dije que iba a ser reportera nada más, porque todo lo que voy a escribir no lo he vivido, sólo me agarro de las imágenes y de los cuentos de los testigos principales, aunque en algo sí he podido participar.
Lo primero los dos chicos. Cada mañana parten al colegio a pies pelados porque no necesitan más. Aki casi ya no alega al despertar y siempre, siempre vuelve feliz por la oportunidad. De hecho, ya me dice que va a extrañar a sus amigos de acá. La Trini siempre va entusiasta y aprende inglés como si se hubiese tragado una aspiradora intelectual. Hace tareas en inglés, juega, aprende y hasta Africans ayer me supo hablar. Si bien supone un esfuerzo ir al colegio en pleno verano, sé que este regalo jamás lo van a olvidar. Demasiada variedad de todo es una riqueza que atesorarán. Amigos de diferentes razas, tamaños y condición social, ya que el colegio es público y van de todas partes del barrio sin exceptuar. De hecho, la mejor amiga de la Trini es una negrita Saho (se pronuncia) y no se pueden despegar, aunque sé que es mucho más sencilla en su vida que las demás. Aki está leyendo sin parar; parece un ratón africano hambriento de cada página y lo que le puedan dar. Me imagino cuánto vale eso en su porvenir y desarrollo intelectual. Ah, yo ayer también soñé en inglés y creo que es parte de la inversión social que sucede estando acá. Nunca falta el espanglish asqueroso donde uno inventa palabras para salvar, pero en eso me he salvado más que Andrés a quien hacen bullying los niños sin parar. Aki y la Trinita están chochos con su vida de sudafricanos autóctonos y creo que en su naturaleza están muy afiatados a un ritmo un poco wild (salvaje) que se da en la comunidad donde vivimos, porque sé que es diferente en la ciudad. En Noordhouk la gente que vive ha optado por una mirada más inclusiva de la vida, más normal; de hecho, todos los que me he topado son un poco hippies como esta tribu que acaba de desembarcar. Bueno acaba ni tanto, ya llevamos un mes y casi diez días acá. En otros barrios la gente es muy clasista y competitiva, además; no se juntan con nadie que no conozcan y son herederos del apartheid que tanto daño hizo a este pueblo y no hace tanto tiempo en realidad. Me recuerdo cuando era chica, que era normal escuchar noticias de Sudáfrica y la separación racial. Erróneamente yo había pensado que era un resabio histórico, pero no; fue un primer ministro african (es decir descendiente de holandeses) el que en 1948 empezó a separar (eso significa la palabra apratheid en africans) a los negros de los blancos y a trasladarlos a la fuerza fuera de la ciudad a esos campamentos tan pobres que ahora vemos proliferar. ¿Qué mente tan torcida y/o atemorizada puede concebir plan igual? Claro que eran minoría en la población y los negros eran mucho más, pero en vez de integrar y sumar fuerzas, los quisieron someter para controlar. Ya no es obligación en los colegios enseñar este idioma, pero es notable ver cómo muchas tribus autóctonas, como los xhosas y los zulúes ya no lo quieren hablar, ni aprender quizás. El idioma que une al país es el inglés nada más. Me estremece de dolor pensar en ese tiempo, pensar en la resistencia y cómo el hombre puede cometer barbaridades con tal de mantener el poder sin considerar al otro como un igual. Ya he comentado demasiadas veces en este escrito la desigualdad que se respira al caminar, pero en este reporteo tengo nuevos datos para aportar.
Andrés papá ayer fue a trabajar como voluntario a Mashipumelele, el campamento más cercano a nuestra casa y donde viven cerca de 400 mil personas en condiciones que uno no concebiría ni en la pobreza más marginal de Chile. Ni parece tienen algunas casas; sólo latones y cables para captar la televisión local. Bueno, ahí funciona una gran ONG que se llama MaziCorp y Andrés los contactó para ayudar. Así que ayer, el fresquito figuraba de profesor ayudante en matemáticas y en inglés para 45 niñitos de 8 o 9 años de edad. La sala era bonita y bien equipada, pero daba tristeza ver cómo apenas sabían sumar. Se tupían con los números y sólo un tercio parecía captar lo que la profesora intentaba enseñar. Va a ir dos veces a la semana a hacer de voluntario allá. Yo me voy a restar por mientras, aunque no lo descarto para la posteridad. Me quiero focalizar en los libros que escribo y mi Ser antes que hacer más. Ya llevo demasiados años en eso y siento una voz muy fuerte que me dice que me cuide y que no me vaya a tentar con la dispersión espiritual. Los niños lindos, negros de piel brillante, con apenas pelito para peinar; con sus uniformes relucientes en blanco que los hacían ver como monaguillos del sacristán. Sus dientes y sus sonrisas son dignas de pintar; la mayoría estilizados y con cuerpos lindos, como si ahí la vida no los hubiese tratado tan mal. Su entusiasmo por jugar sólo se equipara a su dificultad para procesar. Qué concentración más bella y misteriosa de energía en apenas 45 metros cuadrados que logré divisar. El profe chileno sólo los quiere regalonear; sale su alma de cabro chico y le hace morisquetas para robarles su sonrisa más que enseñarles a multiplicar. Me fascina verlo en esta faceta tan nueva como linda que sé le hará mucho bien a él y a sus alumnos, además. Ninguno sabía que Chile existía y sólo uno que estaba en la biblioteca casi se infartó al conocer un sudamericano como si de un marciano se tratase en realidad. Cierto que está pelado el caballero, pero aún de extraterrestre no tiene nada.
El resto de la tribu está conociendo esta ciudad en bicicleta y hacen paseos por horas en donde sólo me encomiendo como mamá. Ojalá que vuelvan sanos y que nadie los vaya a asaltar. Sólo un casco, una botellita de agua y a encaramarse por los cerros y las calles como si fuesen mantequilla sobre el pan. La verdad debe estar bien congelada la primera, porque llegan hechos trapos de tanto pedalear, en especial las subidas que son dignas de grabar. Me imagino sus traseros que deben estar a estas alturas como los babuinos que solemos mirar. Cuando será el día que inventen un asiento de bicicleta que no te torture tanto digo yo, aunque lo digo sólo de picada, ya que no me llama la atención para nada acompañarlos en verdad. Debo confesar una vez más que mis saltadas y nataciones se han raleado un poco y las debo retomar, pero según mi amiga y vecina, soy muy afortunada y que mi cuerpo parece el de una atleta real. Esa es la mentira más grande que puedo escuchar, pero la verdad, nada que me haga saltar, correr, ponerme roja de fatiga me puede atraer en lo más mínimo en verdad. Así Felipe, Andrés papá y el Benja han llegado a los cerros más lejanos y conocido playas preciosas y barrios que ya iremos a visitar. Son el equipo de avanzada para que después la tribu se suba al tronco móvil y lo vaya a visitar. Tomás por su parte es el deportista local. Está mucho más esbelto y preocupado de adelgazar y se ve muy bien en verdad. Salta como una pirinola, nada y queda como sopa después de una sauna en Dubai. Pero así va quemando calorías y parece un modelo local. Andrés junior está feliz con sus clases de inglés donde Tina, su profesora, es lo más cercano a un ángel que se puedan imaginar. Qué mujer más buena y entregada a la causa ya que no tiene ningún límite ni de tiempo ni de platas para que pueda aprender más. Se queda tres horas a veces y sé que ya lo quiere una enormidad. Una mujer sufrida y tan esforzada como generosa; un regalo de Dios en verdad. Va a planificar salidas con él para que aprenda inglés en la cotidianeidad. Una santa y sólo puedo agradecer de rodillas todas las bendiciones que Dios nos da.
Dentro de las últimas bendiciones que quiero contar, está Estelle, la vecina, en quien quiero insistir un poco más. En esta aventura Dios ha dispuesto pura gente buena de alma y de una sencillez sin igual. Ayer fuimos a comer con ella y su hija mayor, Clara, a un mercado local. Era un Farm village y se trataba de un puñado de puestos artesanales con diferentes comidas para comprar. Unas mesas familiares al centro donde todos se sentaban, aunque no se conocieran de antes a conversar. Todo esto bajo un toldo plástico y mucha familiaridad. Los puestos tenían comida vegana, griega, argentina, árabe y de un cuanto hay. Todo muy sencillo, pero lleno de espíritu y cervezas y vinos para degustar. La trinita fue con la vecina, que ya es parte de nuestro clan, aunque parecen Piti y Poti por la diferencia de tamaño y de personalidad. Lía le llega al ombilgo a la Trini y tiene una mitad del ancho y unas patitas de canario atlético lista para volar. Su pelo es albino y su nariz como la de la Hechizada. La Trini, en cambio, tiene un tamaño donde sólo ropa de mujer le puedo comprar (de hecho, ya estamos compartiendo casi todo) y está como una princesa árabe en belleza sin igual. Su tono bronceado contrasta con sus tremendos ojos de cielo y su boca de uva a punto de madurar. Pucha la chiquilla linda, con razón Dios le puso cinco guardianes a cuidar. La comida fue un encuentro precioso en humanidad. Estelle nos contó más de su vida y cómo su naturaleza es muy libre y añora el silencio y el campo para no tener que trabajar más. No quería ser doctora, pero la obligó su papá. Lleva divorciada 10 años, aunque más bien fue abandonada por su marido- también doctor- y le costó años reconstruirse y volver a confiar. Es una mujer muy dulce, brillante y con un sentido del humor rápido y genial. Agarra al vuelo todas las oportunidades y la siento una amiga de verdad. Quedamos en tomarnos un café para que le pueda enseñar más del Bambú porque le interesa mucho trabajarse más. Dios proveerá cómo lograré explicar en inglés lo que ya en español es difícil en verdad. Los niños grandes después de comer se fueron con Clara a cantar y si bien me dio nervio, que anduvieran solos por la noche de esta ciudad, cantaron en un karaoke y lo pasaron espectacular. Si nos quedamos un tiempo más, echaremos tantas raíces que será un desgarro partir al final. Los vínculos son lindos, sinceros y de gratuidad, así que una vez más, dar gracias a Dios por esta tremenda oportunidad donde no sólo estamos conociendo lugares lindísimos, no sólo nos estamos conociendo más como familia, no sólo estamos pudiendo hacer cada uno lo que vino a hacer acá, sino que también nos llevaremos amigos del alma para cultivar.
Día 21: De Safari
Hoy nuevamente Dios nos regaloneó con una tremenda oportunidad ya que nos fuimos de paseo a un safari llamado Aquila Park que queda como a dos horas y media desde nuestro lugar de residencia habitual. Partimos temprano en la mañana y nos fuimos por un camino nuevo que vale la pena destacar. Primero las consabidas autopistas y uno que otro campamento aquí y allá, pero en general a medida que nos alejábamos del centro todo se empezó a hinchar de vida, de abundancia y de un orden que no había visto hasta ahora. Aparecían caballerizas, gallineros, tranques de agua rebalsados del preciado líquido, ignorantes de la terrible sequía que contaban hace poco y que los estuvo a punto de matar.
A ratos la autopista parecía carretera americana ancha decorada con un collar de laureles rosa y blanco que no se querían secar. Nos vigilaban los cerros por todos los frentes, mezclándose con la bruma matinal, pero de ellos emergían nubes gordas como camanchaca mortal. El cielo, sin embargo, se resistió con dignidad y estuvo todo el día ostentando un color calipso precioso y las nubes sólo salpicaron con pequeñas pompas perfectas como si al mismo Van Gogh le hubiesen encargado el trabajo de decorar. A medida que desaparecían las casas, se iban asomando potreros de frutales maravillosos, invernaderos recién dibujados con arcos perfectos que parecían base espacial, albergando en sus entrañas plantas estrictamente ordenadas como en parada militar. Nuestro vecino, Brendon, al contarle que íbamos a pasear nos recomendó conocer una cuesta y no tomar el túnel que atravesaba la mole de roca de por la mitad. Apenas andar, vimos el acierto de su consejo y nos comenzamos a admirar de una serpiente de asfalto que se encumbraba por los cerros, rodeada de árboles de diferentes colores de verde que parecía un Pantone para pintar. La mayoría eran pinos de larga data, mezclados con eucaliptus y otros más pistachos que parecían aromos, pero sin florear. De pronto, unos murallones de piedras nos empezaron a encerrar. ¡Qué belleza de montañas! Yo creo que hasta el mismo Moisés las debe de envidiar, ya que su roca rojiza y blanca se encumbraba como torta de mil hojas, dando formas monstruosas y temibles al pasar. Las siluetas de los cerros daban para crear cuentos sin parar, cabezas, mujeres, narigones y hasta unicornios se podían formar con sus puntas y picos que parecían querer pinchar al mismo cielo y hacerlo llorar. Yo creo que hasta a George Washington y los otros próceres americanos se podían tallar. Absortos en esos farellones que con misericordia nos dejaron pasar, nos fuimos con el vuelo a un valle amplio y bordado de potreros con pura abundancia y diversidad. Las parras ciertamente dominaban, pero también se veían cultivos de árboles frutales, un poco de trigo y mucho árbol haciendo de límite para separar. Al principio el paisaje tenía un 30% de verde jaspeado con un beige de pastizal, sin embargo, poco a poco fue ganando el verde y todos los potreros se tiñeron de la misma intensidad. Un verde que habla de vida, de vino, de fiesta y de un esfuerzo descomunal. Se ve tecnología en los riegos y también placas de energía solar, pero lo que más me sorprende son las bombas de bencina que son de un lujo que no nos había tocado apreciar. Muy semejante a nuestros Prontos Copec de allá, pero acá todo es más austero como ya les he podido contar.
Como si la tierra se hubiese agotado de tanta vida, los cerros a poco andar se empezaron a enojar. Se ladearon completamente como si un albañil los hubiese lijado para no trabajar más, dejando al desnudo verdaderas hebras de rocas se veían en cada montaña como si estuviesen pintadas. La llareta y la naturaleza silvestre se volvió a apoderar del paisaje y ya no se veía cultivos ni riqueza para apreciar; es más reaparecieron uno que otro campamento y personas que se asomaban a la calle para vender cajas de uvas a los que pasábamos por allá. Un tren azul silencioso nos saludó al pasar y unos babuinos ladrones nos miraron con desconfianza una vez más.
Vale la pena todo este preámbulo geográfico porque hasta ahí ya merecían dos horas de andar. Este país es lindo, parecido a nuestro paisaje nortino y central, sólo que a ratos se hace bipolar pasando del verde intenso a la pampa sin avisar. Ya íbamos en el sector seco cuando nos tocó doblar. Imagínense el paisaje de Ovalle y podrán estar acá sin viajar. Cerros más llanos, llenos de piedras y una tierra que con agua puede ser generosa si la naturaleza se apiadara de ella con más intensidad; el tema es que hace como tres años no llueve fuerte y la tierra lo hace evidente al pasear. En su mayoría se observa polvo, arena y esos arbustos que existen entre Tongoy y Los Vilos que no sirven más que para rellenar. No hay pasto, sólo troncos y ramas yermas que esperan un milagro para rebrotar. Todos nos sentimos nuevamente en nuestro hábitat, esperando sólo un par de burros, cabras y uno que otro caballar. Cuesta pensar que los animales autóctonos de esta zona sean los que uno siempre ha visto en zoológicos nada más y que en vez de rejas para ellos, tú te tengas que guardar. Me parece mucho más justo en realidad, sólo que atípico ya que es mi primera aventura en un safari y no tenía parámetros para comparar. Antes de partir eso sí, debíamos esperar nuestro turno y almorzar. Nos comimos un rico picnic y nos pusimos a jugar ajedrez gigante y un minigolf, pero el sol pegaba fuerte y no teníamos mucha sombra para refrescar. Para compensar la espera, los organizadores nos trajeron cosas ricas para picar. Pobres pollos fritos, desaparecieron bajo las fauces de mis siete leones y casi los tuve que encerrar para que le dejaran algo a los demás. Con la guata llena y como perfectas carnadas, nos dispusimos a emprender la aventura principal.
Unos camiones de carga chicos, como los Izuzu, que solemos ver en nuestra ciudad, habían sido refaccionados para pasear soldándole asientos que permitían a una veintena sentar. Nada de cinturones ni protección especial; es más el tablero del camión parecía un auto a medio asaltar. Sólo el manubrio funcionaba a la perfección y todo lo demás sonaba a ronquidos de león y cables enrollados como si le quedasen pocas horas de vida para transitar. John, un negro grande y con dientes brillantes se presentó como chofer y guía y su fuerza y su simpatía fue el primer buen augurio de lo que nos iba a pasar. Su acento eso sí, era de extrema dificultad, así que, si escribo algo que no es cierto, se debe a su inglés y no a la pobreza del mío que, ciertamente confieso en primer lugar.
Algo me hizo recordar los macabros traslados de las guerras donde sólo te puedes dejar llevar por el conductor y confiar. Quizás de lo que estoy hablando es de la vulnerabilidad y fragilidad humana que se nos olvida con tanta facilidad cuando volvemos a la ciudad. Somos nada en nuestros pies frente a un león, un elefante o un rinoceronte hembra que se sienta amenazada. De una trompada, de un zarpazo, de un cuernazo te hacen jirones sin que te des cuenta para arrancar. Esa es la verdad de nuestra existencia humana, pero que se nos desdibuja con los seguros, con las garantías, con los medios económicos y con armas que nos suelen envalentonar. Frente a la creación somos menos que una gacela porque corremos más lento y no podemos sobrevivir muchos días sin agua como suministro vital. Se me hace evidente en esta ocasión que somos apenas un punto dentro de la inmensidad e ir colgada de este camión a medio destartalar, me confirma esta realidad. Con todo, vamos felices, relajados, dispuestos a vivir esta aventura con intensidad. Nos han dicho que este parque en particular en un poco falso, en el sentido de que “solo” son diez mil hectáreas y que han traído a los animales a vivir acá. Diferente es el Parque Kruger que tiene kilómetros de superficie para pasear, pero para allá deberíamos manejar tres días al menos y no nos animamos a viajar. No somos expertos en safaris y con esto nos sentimos llenos de lo que necesitamos para disfrutar.
Cruzamos la puerta de nuestro Jurasik Park y ahí sólo encomendarnos para volver iguales al punto inicial. El motor rugía peor que las fieras por lo que John cada vez que divisaba algún bicho lo apagaba para que le pudiéramos escuchar. Lo primero que vimos fueron los antílopes de diferentes tamaños y colores que tienen su elegancia y postura tradicional. Todo en ellos es delgado, estilizado y hasta para caminar parecieran pedir permiso al suelo porque de puntillas se trasladan para no molestar. Sus pieles son bellísimas, pasando de beige, blanco y negro como ardillas en tamaño magistral. Lo único malo es que, entre gacelas y otros similares, siempre acaban mal en esta cadena alimenticia y de un mordisco se las comen sin chistar. Un dato curioso que seguro no conocen por allá; algunos de ellos toman agua de las suculentas y pueden sobrevivir sin tomar agua de verdad. Es una gracia de su sistema digestivo que sería digno de investigar y replicar.
No habíamos ni prendido el motor cuando dos colosales elefantes se cruzaron por el camino y nos dedicamos a observarlos a unos cinco metros de distancia, no más. Sus orejas, con la forma del continente, son como abanicos gigantes que les sirven para refrescarse y expresarse con naturalidad. Su piel llama la atención por sus grietas tan profundas que asemejan el mismo desierto al dejarse exprimir de toda humedad. Su trompa es un amasijo de músculos que en segundos te pueden matar, pero aquí la mueven con una destreza y una elegancia que asemeja odaliscas al bailar. Sus colmillos están cortados a la mitad y sus ojos pequeños tiene pestañas como de crin que dan ganas de encrespar. Tiesas como clavos se ven a simple vista como puercoespines adosados por su grosor y negrura sin igual. Estaban quietecitos junto a nosotros, pero cuando John prendió el motor se pusieron a caminar hacia el camión y me dio susto que nos pudieran volcar. Sin embargo, sólo querían jugar por lo que comenzaron a trenzar sus trompas, abrazándose con ella como quien hacen lulos de plasticina para moldear. Sus pies eran gigantes y me imaginé mi cráneo bajo ellos como una nuez al quebrar; su cola era mínima para su tamaño colosal y sus pompas estaban flacas, como si no tuviesen cojines para sentar.
Nos trasladamos unos pocos kilómetros y vimos a una familia de rinocerontes paseando como si nada. Es loco pensar cómo uno se acostumbra tan rápido a la sorpresa y que en vez de burros estás viendo una fiera que en segundos te puede traspasar. La primera sensación que me dieron fue estar en la prehistoria con los herederos naturales de los dinosaurios que lograron sobrevivir a la adversidad. Su cráneo es muy grande y su frente chata y larga como si las hubiesen alargado con un tallado persistente dejándola deformada. Sus crías asemejan chanchos con trompa corta ya que aún no tienen su cuerno para atacar. Se mueven lento, pero sé que es un engaño en verdad. De hecho, una hembra que se sintió atacada se puso en posición de embestida y John prendió el motor para arrancar. Nuestro chofer y guía resultó un intrépido y temerario conductor ya que no guardaba las distancias prudentes y se acercaba demasiado a cada animal. Para darnos un momento de SPA nos mostró un puñado de cebras y su diseño me emocionó una enormidad. Cada línea blanca está tan perfectamente marcada en su fondo negro que me cuesta no creer en la intervención de la divinidad. Sus traseros gorditos me hicieron recordar la película de Madagascar, donde Marti (la cebra) corría por los campos y el león su amigo, no podía dejar de ver en cada uno un filete para tragar.
Después de esta apacible visita a los únicos animales pacíficos del lugar, John nos llevó a las montañas más altas y me fue imposible no pensar en lo inofensiva que se ve la tierra cuando la miras desde un poco de altura, pero que esto cambia radicalmente cuando te tienes que bajar. Sí, así fue, porque en la cima nos esperaba un convoy muy especial. Cuatro personas del safari tenían puesta una mesa con mantel blanco y copas que brillaban con su metal como oro en el mar. Nos ofrecían vino, jugos, agua y frutos secos para picar. Todos desembarcamos de nuestra micro camión y se fueron a probar. Yo en cambio, tenía una emergencia que salvar ya que ya llevábamos como hora y media paseando y la naturaleza se quería manifestar. Obvio que no vi ningún letrero de baño para niñitas en medio de la nada donde estábamos estacionados para descansar y buscar un lugar seguro fue un acto temerario de realizar. Sé que es un poco íntimo mi relato, pero es digno de contar. La tierra tan inofensiva hace unos minutos, me parecía un enemigo furioso de nuestra invasión y en cada paso pensaba que me podía atacar. Serpientes venenosas, arañas, ramas con venenos, insectos gigantes, todo podía aparecer en este trance tan natural. Además, estaba el peligro inminente de ser vista por los demás. Pero así me acordé de una tía vieja y dije, mejor perder unos compañeros de tour que mi vejiga explotar, ya que recién íbamos en la mitad. Dios se apiadó de mi y todo salió a la perfección, pero no me pude salvar del bullying familiar. Me pareció un costo menor al compararlo con todas las alimañas que me habrían podido atacar, incluso leopardos que suelen agazaparse en las sombras de las quebradas donde me fui a ocultar.
Ya 100% repuestos con el preciado picnic que nos suministraron -aunque me pareció un poco fuera de lugar- el camión nuestro cruzó un portón de fierro de mayor altura y gran seguridad. Habíamos llegado a la zona de los leones y había que protegerse más. Apenas un par de vueltas y vimos muerto un caballar. Estaba un tanto hinchado en su panza y con la cabeza y las patas cortadas. Seguro lo habían puesto ahí para regalarnos el espectáculo principal, pero se perdona lo falso por todo lo que íbamos a experimentar. Lo primero que vimos fue a una leona que tomaba el sol con majestuosa dignidad. Luego lo que parecía un arbusto al viento resultó la cabeza de un león gigante con cansino andar. Apenas acercarnos, cuatro bestias, dos machos y dos hembras se empezaron a acercar al pobre animal cuyas tripas parecían una escena de horror que no querías mirar. Sin embargo, una vez más el ojo se acostumbra y da por normal lo que no lo es en realidad. Al menos para seres como nosotros que solemos vivir en la ciudad. En los zoológicos puedes ver cómo se alimentan los leones con trozos de carne que les dan, sin embargo, aquí el desgarro lo hacían con sus fauces y era muy impactante de apreciar. Una vez más, me impresiona lo engañados que estamos con la realidad; es obvio que los animales feroces deben matar a sus presas y saciarse a punta de mordiscos y desgarros como los que nos tocó apreciar. No puedo dejar de pensar en los leones de dos patas que rompen a sus víctimas sin piedad, asesinos, abusadores, violadores, que andan merodeando en nuestras calles y que se asemejan a arbustos imposibles de detectar. John aquí si que fue imprudente porque nos puso a escasos metros del almuerzo principal. Los ojos amarillos y fríos del león líder me entumecieron de sólo pensar que en segundos podía cambiar de opinión y agarrar a cualquiera de nosotros para degustar. Sus movimientos eran lentos y parecían estar contratados para que los pudiéramos mirar, pero jamás se me olvidó que esto era verdad. Estábamos a 50 centímetros de fieras y con eso no se puede jugar. El peor momento fue cuando el chofer se dio vuelta para continuar; se le enredó la dirección y pasamos a centímetros de dos leonas que nos podrían haber tomado con muchísima facilidad. Fue fuerte y me asusté protegiendo a los dos más chicos al menos de que los pudiera agarrar. Alguien me retaba en las sombras por exagerada; qué exagerada ni nada, una foto o un video no te devuelve la vida de quien tanto amas y que no quieres ofrecer como carnada. En segundos me vi con mis tripas semejantes al caballar y me pareció que a este safari le faltó profesionalismo, pero nos regaló toneles de adrenalina y un recuerdo que jamás podremos olvidar.
Ya superado el susto que me dejó helada, cruzamos nuevamente la reja de seguridad y nos fuimos a otra quebrada de desierto donde figuraban tres jirafas en elocuente pasividad. Su color me pareció menos intenso que lo que lograba recordar. Debe haber sido el color de fondo de los cerros que no les regalaba el contraste necesario para destacar. En todo caso, una vez más Dios se esmeró al crear. Sus cuerpos no me parecen muy proporcionados y su columna vertebral parece un tobogán a medio terminar. Miradas de frente parecen unas viejas pitucas muy flacas y que no quieren mirar. Esquivas, en su altura y en su elegancia, no quieren mirar. Sin embargo, una jirafa macho, jovencito y sin modales de la alta sociedad, empezó a hacer sus gracias sobre una jirafa que no tenía interés alguno en procrear. Fue divertido ver cómo dos animales tan grandes en altura se deben coordinar para ser papás. Tan pequeña la “pistola” del macho para atacar a la caprichosa hembra que necesitaban escaleras para calzar en el lugar. Ya no sigo más, porque este relato es para toda edad, jaja, pero seguro que esta es una de las razones porque les cuesta tanto tener más jirafitas en este lugar.
Luego nos tocó ver más cebras, pero ahora acompañadas de un animal muy feo y deforme que le llaman Blue acá. Hay otro que se llama Black y que son como hermanos en fealdad. Tienen cabeza de búfalo, cola de elefante, patas de antílope, guata de jirafa y así una mezcla que no quedó bien armada. Debe haber sido parte de los experimentos divinos y que no resultaron como los tenía pensados, pero igual los dejó pasar. Pobres bichos, no tenían ningún brillo y estaban muy flacos, además; según John aún les faltaba crecer; a mi me pareció que la sequía y la saliva de las cebras en la vegetación los había empezado a debilitar. Dicen que su saliva tiene tantos parásitos que mata al pasar todas las plantas y que por eso se deben trasladar. Me recordé de las cabras de Huayanay que eran una peste también en el sentido de que hasta las raíces se comían y después ya nada más podía crecer en el lugar. Todo el recorrido me pareció de una sequedad enorme y el polvo suelto me confirmaba mi afirmación sin parar. Tanto así, que para conservar a los hipopótamos con agua habían tenido que traer agua e inyectarla a la fuerza en un lago artificial. A estos animales no los pudimos apreciar. Pudorosos sólo se asomaban con sus periscopios a mirar y a echar agua como reclamando de nuestra presencia y curiosidad. No pudimos ver sus cuerpos gordos ni sus mordidas que causan muchas fuertes humanas al atacar. Sólo sus cabezas y sus lomos flotando nos enseñaron apiadándose del tremendo viaje que habíamos hecho para poderlos mirar.
Vuelta a cruzar la puerta de Jurasik Park y volvimos a este hotel spa donde algunos se quedan a alojar. Una piscina perfecta nos acogió con benevolencia y muchas caras sonrientes nos dieron la bienvenida después de pasear. Es cierto que todo era falso, pero me gustó la experiencia porque es lo más cercano que yo al menos quiero estar de esa naturaleza indómita que nos rodea aunque estemos con amnesia generalizada.
El paisaje a la vuelta le hizo colleras al de la ida porque las nubes se empezaron a emancipar. Tapaban al sol y se escondían en las montañas de formas extrañas y se filtraban rayos de luz de diferente intensidad. Una belleza única, que aunque me maten me atrae más que el reino animal. En el cielo y en lo eterno hay mucha historia que apreciar, sólo que la adrenalina nos atrae de primeras con más intensidad. El único problema que tuvimos fue la penumbra final, ya que en dos ocasiones estuvimos a punto de atropellar a chiquillos que se cruzaban por las autopistas en forma peligrosísima como queriéndose matar. Fuerte y terrible darse cuenta una vez más que somos un cuerpo tan frágil como el del caballo que los leones devoraban sin acabar.
Este país y su crudeza es una lección vital que no me deja de estremecer y despertarme, aunque se disfrace con su otra cara de playas y perfección europea que también se da. Sombra y luz, vida y muerte, blancos y negros, opulencia y miseria extrema, todo en el mismo lugar, haciéndome pensar que como es afuera es adentro y esa es nuestra propia realidad.
Día 22: Pequeñas grandes aventuras en Cape Town
Una de las cosas lindas de la cotidianeidad, es que te vas insertando en el corazón de un pueblo y en las entrañas de su ciudad. Ya no sólo atracciones turísticas o paseos para fotografiar, sino pequeñas grandes aventuras que se quedan adheridas al corazón quizás con mayor intensidad que la pura adrenalina o el viajar. Es por eso que quiero compartir diferentes cosas que cada miembro de la tribu ha podido experimentar a ver si se entretienen un rato más.
Andrés papá ha renovado su vocación y ahora no sólo ve dientes en los niños, sino que les enseña a contar y a sumar. Es divertido y lindo ver con el entusiasmo que va cada martes y jueves a Masiphumelele a la escuela local donde hay cientos de niñitos y niñitas de la tribu Xsosa que hay que educar. Un día lo fui a dejar e impresiona la pobreza del entorno y la precariedad de sus tiendas y casas para habitar; todo muy sencillo y lleno de vida que expresar. La gente siempre está afuera, en las calles y no son pocas las chiquilladas que conversan, los niños chiquitios que se atraviesan sin mirar y las mujeres que llevan cosas en su cabeza para cargar. Los colores de su ropa me hacen verlos lindos a pesar de su diversidad. Hay mujeres grandes de todas partes y que apenas se sostienen al caminar entre la delantera y el trasero que sobresalen como trasatlántico en el mar. También hay unas muy flacas y sin nada que ostentar; sus caras son alegres y apenas les das una sonrisa te devuelven 100 y te dejan pasar. Los hombres son más hoscos y dan más temor en su mirar, sobre todo los jóvenes ya que abunda la droga y la violencia casi como los tomates, que es lo que más se vende en los pequeños almacenes que logro divisar. El colegio es lindo, ordenado y los niños tienen un uniforme amarillo con negro que los debe asar de calor al andar. La primera dificultad que tuvo el profesor novato fue reconocer el género de sus alumnos ya que como aún son chicos y los nombres no le dicen nada, todos se veían igual. Ojos grandes y brillantes, piel de chocolate amargo, dientes notorios y blancos y un pelito tipo lanilla que llevan cortado a milímetros de la nuca para no peinar. Algunas niñitas invierten grandes dinerales en pegarse trenzas como extensiones que duran tres meses o más, pero en general, por la misma pobreza eso se ve más en los adultos porque no es barato de pagar. Así el profe está feliz y cuenta que ya tiene reconocidos a los más despiertos y a los que les cuesta más. Toda una aventura enseñar, pero llega feliz y eso me llena de paz.
A los otros miembros de la tribu los debo destacar, ya que faltando menos de veinte días para su retorno, sus metas ya tienen logradas con éxito y eso me alegra mi corazón de mamá. En primer lugar, Andrés junior ya está mucho mejor que Tarzán con su inglés y tiene conquistada a la profe que le regala miles de horas para poderle enseñar más. Tina, es una mujer sudafricana de padres griegos, dispersa, artista, brillante, amorosa y con un corazón que creo que antes nombre ya. Bueno resulta que para ayudarla porque no tiene mucho cómo andar, iremos a construir con ella una casa donde quiere habitar. Su propia casa, que es lindísima, la tiene arrendada, por lo que debajo de una losa de ella se va a construir una pieza, una cocinita y un baño para poder estar con su hija ahí y ahorrar. Así que de maestros de clases a maestros albañiles nos vamos a pasar la tribu en pleno para poderla levantar. De paso, Andrés junior refuerza su inglés en lo más concreto que se puede encontrar. Benja y Tomás ya son dignos de fotografiar arriba de sus tablas de surf, que dejaron de ser potros indómitos a su cabalgar. Cierto que depende muchos de las olas y el viento, pero están felices dibujando pequeñas siluetas en el frío mar. También ambos recuperaron su tonicidad muscular, bajaron kilos y ya ni se notan todas las hamburguesas y chanchadas que pudieron haber comido antes de venir acá. Los dos modelos de pasarela están para matar; aunque ellos mismos me maten cuando lean lo que acabo de redactar. Es que además del surf, al igual que a Felipe, les ha dado por subir cerros altísimos donde demoran horas en llegar. Senderos que serpentean por la costa y que ofrecen vistas únicas de este paraíso terrenal. Lion Head, Elephant Hill, Champman Peak son algunos de los nombres que ya están en su memoria y que sé jamás olvidarán. Yo sólo los conozco por fotos; me debo confesar ya que me fue suficiente subir el cerro de detrás de la casa y me di con un check para la eternidad. Es interesante cómo cada uno es y lo que le gusta en profundidad. Me sorprende cómo muchos necesitan moverse y ejercitarse para estar en paz; así como otros necesitamos la calma y la quietud total para llegar al mismo lugar. A mi me fascina lo que me cuentan de los senderos, del viento que les sopla la cara y de la bellísima vegetación que ven al pasear, pero mi estado físico no piensa igual, ya que éste prefiere viajar hacia dentro, pintar las flores y escribir todo lo que pueda captar. No se puede hacer todo ni ser todo; hay que optar y de ahí el valor de la complementación y el respeto por cómo es cada cual. Felipe además de andar mucho en bicicleta y explorar cerros en la soledad, se ha dedicado a estudiar un ramo difícil que le va a tocar. Digno de imitar, creo yo, porque no me imagino a mi misma en febrero sacando ecuaciones y cosas que ni puedo descifrar. Aki y la Trinita ya están compinches totales con sus compañeros de colegio, quienes han empezado a decirles que no quieren que se vayan de acá. Yo creo que va a ser un desgarro la partida, para todos en verdad; en especial la primera racha de universitarios que está a punto de volar.
Pero no crean que todo ha sido escribir y lavar, uno también tiene sus aventuras y yo no me quedo atrás. Hoy en la mañana y a pesar de haberme acostado a la 1 porque vino una amiga chilena con su familia a comer acá, me desperté a las 5:30 am para ir con la vecina a un evento loco que llaman el “Secret Sunrise”. Partí más dormida que despierta y con la tribu totalmente secuestrada por el sueño por lo que no me oyó hasta regresar. Fuimos con la Estelle y sus dos hijas a un borde de mar cerca de KalBay un pueblito costero lleno de encanto y vida por donde se pudiera mirar. Definitivamente aquí todo es temprano y la gente no paraba de correr, caminar, pasear a los perros, bañarse en el mar o conversar en pequeños cafés que salían a saludar. Parece que será bueno madrugar más, aunque vaya contra mi natura y la natura tribal. Lo primero que nos recibió fue un hippie joven con cara feliz, que parecía un juglar medieval con pantalones de terciopelo rojo y una chaqueta que no combinaban para nada. Los acompañaban dos chiquillas más con rastas y polleras de colores; un Woodstock total. Nos entregaron a la centena que habíamos venido unos audífonos para escuchar una música muy linda y energética, antes de empezar la actividad. El entorno era perfecto para conectarse con Dios y sus manifestaciones concretas que emergieron como espejos que contemplar. Las rocas de color mostaza estaban rotas como laberintos de sal, las olas reventaban sin asustar, pero sí con la fuerza para bañarte con una suave brisa con olor a mar; el cielo nos miraba mientras se vestía para deslumbrar con un nuevo día antes de que el sol nos pudiera encandilar, el pasto que nos recibía me pareció una alfombra natural y la gente que me empezó a rodear sonreía con sinceridad. Había niños, mujeres y hombres de toda edad. Todos unidos por la música, pero sintonizados también en su espacio individual. Empezamos con juegos y bailes aludiendo al amor universal; luego algunos ejercicios de movimiento y dinámicas de grupos e individual. Yo simplemente me dejé llevar; qué importa hacer el ridículo si estás a 10 mil km de tu país natal. Con todo, siempre dudaba entre estar o no estar en las instrucciones que nos daban, y busqué mi propio ritmo y estilo personal. De pronto, nos dijeron por las orejas que fuéramos todos al borde del mar, justo cuando la música se hizo especialmente suave y dulce para escuchar. Como si los hubiese contratado para asombrar, del fondo del mar, comenzaron a bailar aletas de delfines y luego a saltar. No podía creer lo que veía y di gracias junto con los demás; en esa zona jamás de habían visto y fue un privilegio ver cómo estos maravillosos mamíferos se unían a una convocatoria de puro amor y paz. Al finalizar una pequeña meditación y luego el desgarro de tener que volver a la realidad, sin la música que nos hacía uno y dividirnos en miles de pedazos una vez más. Así es la vida, cercanía y distancia, unicidad e individualidad; sólo que hay algunos momentos que se añora más esta dimensión amorosa que tanto anhelo aportar. En definitiva, chiquillos lindos haciendo cosas lindas para regalar belleza y bondad a quien la quisiera sin pedir nada. Pura gratuidad y misticismo para el mundo actual. Lástima que sean sólo eventos y no se pueda profundizar más. Creo que la Mística del Bambú tiene mucho que aportar en responder a esta sed de amor y espiritualidad que no tiene fronteras ni límites y que es el anhelo de Dios sin saber por dónde empezar. La misma Estelle se llenó de lágrimas y eso nos permitió conversar mucho después y poderla acompañar. La tristeza que todos llevamos, es la mejor llave para la hermandad y para la amistad. Ya a esa hora el público comenzó a llegar y a llenar los spots disponibles para poderse bañar. Se metían en unas turísticas casitas de madera, pintadas de colores, para cambiarse sin espantar y como si fuesen casas encantadas, vi cómo salían de ellas, pequeños “duendes” de trencitas negras y más coloridos que las mismas casas, listos para ir al mar. Nada que decir, los niñitos y niñitas de color son de una belleza sin igual. Sus caritas lindas, sus cuerpos perfectos son modelos para esculpir y pintar; sobre todo por esa inocencia y vulnerabilidad que expresan como si la hubiesen heredado de un ángel terrenal.
Después de eso, las cuatro mujeres nos fuimos a tomar desayuno a un café local. Todo tan bonito, tan rústico, tan sencillo y natural. Nada de decoraciones modernas, sólo tinas y máquinas viejas, bancas de madera y mucha madera y cosas de mar. Un sueño para mí; pura vida y honesta a no poder más. Jugos frescos, café recién preparado y un scone fenomenal fueron lo que me terminaron de despertar de una mañana de ensueño que no podré olvidar. Bendito sea el haber podido madrugar. Conocí gente amorosa, lugares preciosos, cafecitos escondidos entre callejones y anticuarios y arte para regalar. Todo lo que me gusta reducido a cuatro calles o un poco más. Lo último que les cuento, es la piscina pública que es digna de contar. Justo antes del café matinal, pero después del amanecer, fuimos a una gran superficie de mar encerrado en paredes de cemento en forma artificial. Me produjo un deja vu de alguna parte del litoral jaja. Pero estaba lleno de personas de toda condición compartiendo un asiento que se formaba con el muro principal. Viejos, niños, blancos, negros, todos como un igual. Realmente en este pedacito de cielo es posible ver que aún existen comunidades que se respetan y se quieren a pesar de su diversidad. Me dio esperanza y nostalgia al mismo tiempo, pero no me quise meter pues estaba muy fría y unas lamas verdes tampoco me tentaron para cruzar. Vuelvo a insistir, aunque probablemente esté equivocada: este país, o esta zona al menos, tiene el valor que tenía un pedazo de Chile hace 30 años atrás. Está el café del barrio que lleva 50 años sin cambiar; está el teatro chiquitito para obras de la comunidad, está el emporio para comprar helados y cafés para conversar sin tiempo y sin edad. Nada de comida rápida, ni pantallas, ni modernidad… sólo vida con historia, comida con sabor y gente de verdad; no de plástico como solemos encontrar. Uf, cuánto me va a costar partir de acá…
Día 23: Un día feliz y sin planificar
Ayer, por segunda vez en este viaje, nos dispusimos con toda la tribu a embarcarnos a Roben Island para conocer este histórico lugar donde Mandela supo estar 24 años sin libertad; sin embargo, el caballero se hace de rogar, ya que una vez más, llegando al embarcadero, nos avisaron que por razones de clima no podíamos viajar. El viento claramente hacía remolinos y piruetas con el mar, así que desde mi modo de ver, la isla aún puede esperar. Sin planes y con todos levantados de madrugar, vino la “difícil” tarea de qué hacer en vez de navegar. Pensamos subir a la Table Mountain, pero una marea de nubes que la cubría nos hizo desistir de ese plan. Es precioso en todo caso, el efecto que hace esa capa gorda de algodón blanco que se apodera de la montaña como edredón invernal. Seguro no íbamos a ver nada estando allá y las gotas de agua nos confirmaron que ese no era el panorama ideal, por lo que, sin rumbo fijo, nos decidimos ir al norte cual brújula normal. Salimos del Waterfront y lo primero que nos llamó la atención unas cuadras un poco alejados del centro de la ciudad, fue ver un montón de autos que se querían estacionar. Sí, había una feria de las pulgas local y cuál imán poderosísimo, no nos pudimos negar. El recuerdo de la feria de Tongoy no se hizo esperar, pero -a decir verdad-, jamás pensamos con las maravillas y sorpresas que nos íbamos a encontrar. En vez de cosas chinas o made in Taiwán, esta chimuchina era un recorrido único por toda la tradición local. Los billetes que llevábamos jamás nos iban a alcanzar para saciar el hambre que nos dio ver tanta cosa linda, antigua y baratísima, además. Sólo para que se imaginen el lugar, les cuento que deben haber sido uno kilómetro de puestos callejeros, sin techo y con mesas improvisadas. Era mucho más espaciosa la circulación de lo que solemos ver en Chile, pero se justificaba para poder apreciar los infinitos cachureos que se podían encontrar. Discos de vinilo, porcelana y cuchillería antigua, máscaras africanas, juguetes antiguos, collares, ropa militar, libros, comidas, ropa, herramientas, sombreros, plantas, armas, escudos, esculturas, utensilios de cocina, tejidos, artesanías autóctonas, cueros, zapatos, especies, músicos, peluches, botellas, máquinas de escribir, teléfonos, escudos, etc… pero nada nuevo, sólo tradición y estilo sesentero o más. Nada chino, nada estridente, nada de música ni gritos, sólo historia introyectada en miles de objetos útiles o inútiles que hablaban al verlos y que me llenaban de curiosidad. Me imaginaba elegantes señoras holandesas tomando el té con sus amigas en un sillón colonial; me imaginé a los nativos pintando cada obra de arte con paciencia eternal; me imaginé exploradores del África Central, me imaginé unas gordas negras alhajadas para su boda real llenas de mostacillas y colores sin final; me imaginé también jovencitos del mismo color bailando con sus máscaras, lanzas y escudos de cuero y madera tallada; la feria era una orgía de vidas cruzadas, pero con aromas a tristeza de un tiempo que no volverá. Quizás sea una impresión nada más, pero me parece que Sudáfrica está transitando de un momento de gloria y lujo de unos pocos a un nuevo estado que es complejo, aunque más equitativo para la población local. Tristemente el progreso económico está muy ligado a los blancos y las nuevas leyes los están haciendo irse de acá y con ellos, viene más pobreza y cesantía y no sé cómo se podría resolver dejando a todos contentos con sus demandas porque todas son legítimas en verdad. Por ejemplo, está por aprobarse una ley donde van a quitar tierras a los blancos para devolvérselas a los que les fueron antiguamente usurpadas. Una reforma agraria, pero que tiene el agravante que los dueños actuales las tienen hace 200 años o más y las tribus originarias ya no son lo que eran antes y probablemente no las podrán cultivar igual. Qué triste es todo esto de la posesión y el usufructo de lo materia, tan propio de nuestra especie que no es capaz de compartir sin abusar; qué ganas de volver a un estado original donde todos, sin distinción compartan y se ayuden sin acaparar. Conociendo a varios sudafricanos de raza blanca ellos se sienten absolutamente enraizados acá, pero poniéndome en su lugar, debe ser durísimo que te quiten todo sin compensar, sólo porque tu tatara abuelo llegó hace 250 años y tomó tierras para colonizar. Sin embargo, también me pongo en los zapatos de las tribus, cuyos tatara abuelos fueron despojados de sus tierras y de sus costumbres y a la fuerza tuvieron que emigrar. Qué triste es la lógica humana de apoderarse de otros, en vez de conciliar. Ni blanco ni negro en el sentido más literal, sino la comunión utópica de todos habiendo tanto para compartir en verdad. Rezo verdaderamente por este pueblo que ya comienzo a sentir mío con todas sus tensiones y diversidad. Sé que la solución es la comunicación y la mediación, pero hay tantas heridas y desconfianzas que sólo un nuevo líder como Mandela los podría salvar sin que nadie tenga que irse y este paraíso se pueda salvar. Es como parte de nuestro conflicto mapuche; cómo conciliar tantas posturas, sobre todo las más extremas que no quieren construir sino sólo destruir y borrar al otro, sin darse cuenta que eso es pan para hoy, pero una hambruna segura para la posteridad.
Después de gastar hasta las monedas en la feria y prometiéndonos volver para aperarnos más, continuamos el viaje sin rumbo fijo, sólo apuntando al norte donde nunca antes habíamos ido en verdad. El paisaje se desdibujó y las montañas se hundieron como si nada. Sólo mesetas bajas y con totorales y humedales para mirar. Muy semejante al paisaje de Miami donde sólo arenales ves que se meten en la ciudad y se ponen de acuerdo con entradas de mar en forma de canales para equilibrar. Las casas se volvieron moldes americanos, como un metrópoli para jugar. Casas lindas y de buena calidad, pero sin historia ni gusto a nada. Podrían haber estado en cualquier lugar del mundo y sólo las hacían especiales algunos flamencos autóctonos con su elegancia y majestad. Esta parte de la ciudad es donde se ha extendido la ciudad para las nuevas familias con mejor pasar, pero da pena que no conservaron ni el estilo ni la gracia de la arquitectura antigua y simplemente clonaron lo que hay.
De pronto en el cielo, vimos miles de cometas volar. Qué cosa más mágica y digna de contemplar. Al acercarnos, nos dimos cuenta que eran miles, no miento aunque quizás exagero y eran cientos de kitesurf, volando contra el viento y rasgando las olas sin piedad. Nuevamente cientos de hombres vestidos de negro, se amarraban a unas alas de plástico de colores y a sus tablas para pintar mil dibujos en el océano a toda velocidad. El viento era tan fuerte que hasta nosotros mismos en la playa nos volábamos, pero ellos literalmente se encumbraban por los cielos unos 20 metros o más. Me sorprende la habilidad humana para inventar artilugios y técnicas para dominar las fuerzas de la naturaleza y disfrutar como pájaros o peces sin temer ni fallar. Me imagino las horas que deben practicar y la musculatura que deben desarrollar; de hecho, todos los “machos” recios que vi tenían una facha de modelos de fotografiar. Hasta los más maduritos se veían fibrosos y rudos, como si fuesen marineros de altamar. Las velas, paracaídas o como se llamen las cosas que los hacen volar se movían como arcoíris regalando un espectáculo digno de pintar o grabar. Lo más parecido que se me viene a la mente era abanicos de geishas en una danza nupcial. Con toda gracia y delicadeza, pero a la vez con rapidez abismal, se entretejían unas con otras y parecía como si el cielo se hubiese contagiado de rubeola y sonrisas de niños al jugar. Me hubiese quedado mil horas viendo esos caleidoscopios girar, pero la arena en los ojos y la hora, nos llevaron a continuar la aventura sin final.
El paisaje se despobló rápidamente y los condominios gringos fueron reemplazados por arbustos ralos en medio de un arenal sin límites que sólo era cruzado por la serpiente de asfalto y uno que otro auto que lo quería atravesar. Sé que es imposible transcribir nuestras conversaciones, pero son dignas de grabar. Las asociaciones brutas, los cuentos inconexos, los relatos serios mezclados con pura chacota van tejiendo un diálogo demasiado simpático que voy a extrañar cuando se vayan los más grandes de vuelta para allá. Es increíble cómo cada uno le pone su toque a la familia y cómo incluso al irse cambiando de puesto, las dinámicas entre hermanos también van cambiando y enriqueciéndose aún más. Los dos chicos siempre van atrás ya que los grandes les toca la cabeza al saltar, pero es lindo ver cómo todos se respetan, se lesean, se hinchan, se quieren y son horas que valen oro en verdad. Que el auto sea apretado, lento y sin música, lo hace un espacio único para vincularnos en una dinámica tribal maravillosa que me hace feliz, aunque no veamos nada lindo ni paremos a descansar. No sé si el desierto que atravesamos me volvió un poco más loca de lo normal, pero la pura tribu y sus cuentos dan para disfrutar a todo dar. Además, se producen cosas divertidas porque es difícil concentrarse o quedarse en algún tema más de un minuto sin que empiece el bullying familiar. Ayer, buscando información de los lugares que íbamos pasando en el celular de Andrés, vi uno espectacular. Decía que había unas cavernas para nadar con aguas cristalinas y derechito las fuimos a buscar. Cuando llegamos al borde del camino, sólo unos acantilados nos miraron con extrañeza porque no había más que unos pájaros volando por el lugar. Craso error de la guía turística que había “contratado” la tribu ya que esas cavernas tenían el mismo nombre del lugar, pero estaban en Jamaica y no acá. Tuve que resignarme a recibir las tallas y apechugar no más, pero alguna vez las iremos a visitar: Cavernas de Grotte Bay. Jamás las podré olvidar.
Después de mi impasse de continentes, seguimos atravesando el desierto que se empezó a parecer al norte chico nacional cuando se pasa La Serena y es una planicie sin cultivar. A mano derecha vimos un cartel de comida y doblamos sin dudar. Subimos a una loma y cuando el portero nos paró, fue el turno de Andrés de errar. En vez de decirle Hello al guardia, le dijo Welcome y el hombre y nosotros no podíamos parar de reírnos por el súper gringo que habíamos “contratado” como guía local. El lugar resultó ser un refugio de una tribu antiquísima que se llama SAN y que proviene de los recolectores más antiguos que la historia pueda recordar. En ese lugar, vimos cosas muy lindas como una langosta del tamaño colosal. Roja anaranjada intensa y alas negras con puntos de colores, digna de imitar como un juego escolar. Qué belleza y rareza al mismo tiempo en una creatura tan particular; nunca deja de sorprenderme Dios con su creatividad. El lugar era un epicentro de paz; habían tours para conocer sus tradiciones, sus arcos, su modo de sustentabilidad ecológica y su comida, pero era demasiado caro y la tribu Goycoolea tenía un hambre descomunal, por lo que rápidamente tuvimos que desertar del restaurant que tenían y continuar. Debo confesar que la cara de la señora que nos atendió me conmovió en extremo ya que leí en su rostro una decepción brutal de que no nos quedáramos a conocerlos más. Sus ojos redondos, su cara sonriente y su pasión por trasmitir su historia se me quedaron pegados en el corazón sin poderlo evitar. Quiero conocer más de su tribu aunque sea en forma virtual. Sólo algunos datos que les pueden interesar: hablan más de 12 idiomas y están a punto de desaparecer de la faz de la tierra y toda su sabiduría ecológica y cultural se está perdiendo en medio de la modernidad. No sé por qué este tipo de pueblos me atraen y me duelen como si fuese un imán natural. Hay algo que no logro descifrar del todo, pero sé que tiene que ver con lo trascendente; con lo invisible de nuestra raza humana y que logro atisbar, pero no profundizar. Todo lo tribal, lo nativo es como si me perteneciera en alguna conexión u órgano vital. Quizás por lo mismo me gusta ir a Tirúa porque logro tomar algunos hilos que algún día añoraría enrollar, para ver dónde me llevan y para dónde van. Estoy más que segura que llevan a Dios y a la tierra, pero supongo que para esas locuras me falta “carrete” y conocimientos que ya llegarán. Cada cosa a su tiempo, pero es como si llevara dentro un Avatar que quiere adentrarse en las entrañas del mundo, en sus orígenes y entender cómo es todo más allá de lo superficial. Sé que las tribus de todo el mundo conocen por intuición algo que yo aún no capto, pero me siento como si hubiese miel en sus ojos, en sus ritos, en sus artesanías, en sus fiestas, en sus interpretaciones artísticas, en sus casas, en sus lenguas, en sus huesos, en su forma tan única de relacionar. Sé que ellos nos llevan la delantera en el mundo espiritual, pero que con la soberbia del hombre moderno nos perdemos de su riqueza y me encantaría poderlo sumar. Perdón por divagar en algo tan personal, pero esa mujer bajita, regordeta y aparentemente nada especial, se me quedó cosida al alma como si hubiese sido una hermana perdida que debía conocer y la dejé pasar.
Tuvimos que calmar el hambre de nuestra propia tribu con unos sanguchitos de tomate nada más, pero nos peleamos un paquete de galletas que habíamos salvado de regalar. En las esquinas donde hay semáforos siempre hay alguien que te pide con un letrero hecho con cartón y plumón apenas legible y que estremecen de mirar, por lo que nos quedaba poco del pic nic que habíamos llevado a la Roben Island para almorzar. Por suerte, apareció un pueblo fantasma unos kilómetros más allá, donde había un KFC (restaurant de pollo frito) abierto y pudimos terminar de dominar a la fiera que todos llevaban dentro sin parar. El pueblo se llamaba Langebaan y nos dio una pena terrible de mirar. Miles, y aquí sí que es cierto, miles de casas increíbles y todas aparentemente abandonadas. Era como la película de Poltergeist (¿se acuerdan de esa película de terror?) donde habían construido un pueblo encima de un cementerio y los muertos comenzaban a emerger desde la tierra sin avisar. Tantos millones invertidos en pueblos en que después no hay nadie y vuelan los buitres para acechar. Hasta la playa parecía teñida de un color óxido, como si la muerte de un sueño inmobiliario sin sentido se hubiese arrimado a las olas y ostentara su fatalidad.
Nos arrancamos de ahí rápidamente para no ver más el ocaso apocalíptico de la humanidad y nos metimos en una carretera bien despoblada que nos llevaría a CapeTown. Cruzamos unos cincuenta kilómetros de lomas amarillas, con pastos secos cortados al rape y enrollados en fajos como los de los cuadros de Vang Gogh, listos para alimentar a las ovejas y vacas que de vez en cuando se divisaban en la inmensidad. La soledad se hizo dueña de ese lugar y sólo muy a lo lejos se veían molinos de aspas antiguas moviéndose con toda su intensidad, diciendo aún estamos vivos, no nos vayan a enterrar. Los molinos daban cuenta de la existencia de una pequeña hacienda de muros blancos y techos verdes, pero como pintadas sin intensidad. Todo seco, un poco antiguo y me llenó el alma de nostalgia y añoranza viendo una vez más los vestigios de un pasado que ya no existe ya. Divisé en mis sueños tractores aparatosos trillando el trigo sin parar, colosos con esclavos dentro y mucha abundancia para atesorar. Divisé haciendas llenas de negocios y prosperidad donde venían europeos a hacerse ricos y cambiar los destinos de sus familias para la posteridad. Sin embargo, de eso sólo quedan vestigios y un olor ahumado que lo sentí aún cuando no existiera en verdad. Pasados complejos para muchos, pero que ya no existirán.
En medio de la nada y con ganas de hacer una parada al menos para estirar las patitas, nos encontramos con una casa de locos digna de contar. Decía que había café y decidimos parar. Cómo describir el cachureo más grande, bruto y genial que se puedan imaginar. Primero decirles que vendían plantas de suculentas, cactus, geranios y todo lo que se puedan pensar en cuanto a rusticidad vegetal. Si yo puedo ser maximalista, esta gente me ganó por mil veces más. Cada centímetro de la casa, del jardín, de la huerta, de los caminos interiores, de los baños, de la terraza, del techo tenía un cachureo puesto como decoro principal. Habían botellas, tarros, géneros, tazas, banderas, ollas, cacharros, cucharones, tinas, escusados, pantalones rellenos con arena, sombreros, hawaianas, zapatos, relojes, tenedores, tapas, muñecas, aros, juguetes, rejas, discos, letreros, corchos, ruedas de neumáticos, huesos, cuernos, flores pintadas, cuadros, esculturas, uff sería una lista de nunca acabar. Todo lo que se había usado alguna vez en ese lugar, estaba reutilizado para ponerle una planta, hacerle la casa a una tortuga o para albergar a las gallinas y conejos que se daban vueltas sin preguntar. A eso se le sumaban patos, monos, chanchos, peces, culles y cuánto bicho habían podido criar. Todo mezclado en el mismo lugar, junto con mermeladas, café y harina para hornear. También había un bar al lado y una pista cincuentera para bailar. Columpios hechos con cordel y tinas hechas asientos con cojines pintados a mano por alguna mano local. Parecían los locos Adams en versión local. Sólo me faltó ver aparecer la mano cortada y el Tío Lucas antes de arrancar. A mi me gusta utilizar lo antiguo para decorar, pero realmente esta familia daba cátedra de universidad.
Después de arrancar de esta película surrealista donde los dueños hablaban sólo africans, nos subimos de nuevo a nuestra máquina del tiempo y en segundos, el paisaje se hizo de nuevo abundante y moderno a todo dar. Las viñas se adueñaron de la tierra roja que dejó atrás el trigal. Aspersores gigantes regaban todo como un preámbulo de la ciudad que pronto se volvía a hacer dueña de nosotros y volvimos a la casa casi sin novedad. El casi es porque estaba cortada la luz y era un poco temerario manejar sin semáforos por el tráfico local. La casa también estaba a oscuras, pero el crepúsculo le dio un romanticismo especial. Fui a saludar a Estelle para entregarle un regalo de la Feria de las Pulgas y fue un agrado una vez más. Justo volvió la luz y todo se volvió a vestir de actualidad. Volvió el wifi, volvió el refrigerador a funcionar, volvió la música y volvió la vida que conocemos todos sin no sentir el desgarro de dejar todas esas sensaciones del pasado atrás. A diferencia de Estados Unidos, Sudáfrica tiene contenido y muy contundente, tiene luces y sombras con intensidad. Todo me parece lleno de raíces, de un contacto con la vida radical. Es una sensación difícil de describir, pero que se siente con brutal fuerza espiritual. La tierra habla, los objetos gritan, los potreros se lamentan, los cerros lloran, las playas se ríen, las montañas contemplan, los ríos cantan, los pueblos palpitan, las tradiciones se palpan. Siento que fue un día único, lleno de vida que salió de un pozo precioso y misterioso a la vez y que quiero seguir gustando sin parar. Aquí hay algo que en Chile no está; al menos no en la ciudad. Aquí hay una especie de corriente subterránea que tamborilea en el alma como queriéndote comunicar su sabiduría y belleza antes que se apague o nadie más la quiera escuchar. Su melodía es linda, pero llena de tristeza y lamentos que no logro descifrar. Es como si pudiese tocar el manto de Dios, pero no lo puedo agarrar. Sólo le pido que sane con su fuerza, poder y amor a este pueblo y a todos los que ama en forma tan incondicional.
Día 24: La tercera es la vencida
Al fin el viento se apiado de la tribu y esta vez al madrugar, sí nos permitió embarcarnos en el centro de la ciudad para ir a Robben Island a conocer lo que es la falta de libertad. El trayecto eso sí nos estuvo a punto de boicotear ya que hubo un accidente en el camino y por los parques nos dimos vuelta para poder seguir al Waze que nos daba una alternativa para poder llegar. Aunque suene extraño, me gusta que aún acá se pueden hacer cosas como esa que equivalen a darse la vuelta en el bandejón de Américo Vespucio sin que sea un horror mayor. Aún no hay miles de barreras ni multas, pero probablemente por lo mismo quizás el taco que el accidente provocó. Debo dar como contexto algunas situaciones que no esperábamos y que me vuelven a conectar con nuestra ciudad unos años atrás. El primero y el más importante es el racionamiento eléctrico que se empezó a implementar. Dos veces al día y por dos horas y media cada vez cortan toda la energía de CapeTown y parece que el mundo de los zombis empezara a ser una realidad. Las calles sin semáforo sin embargo funcionan bastante bien porque la gente se deja pasar por turnos y parece todo muy normal. Los supermercados y tiendas cierran porque no pueden funcionar y las casas se adaptan como pueden y guardan agua si la electricidad también les provee esa necesidad. Nosotros aun huasos de este ahorro a veces nos sorprende sin avisar, pero fuera de quedarnos sin wifi, no mucho más se extraña salvo en la oscuridad donde los celulares no dan abasto para alumbrar ni lavar la ropa o los platos que tienen que esperar. La otra circunstancia especial son los tacos al centro de la ciudad. Las culebras de autos se suceden sin parar y ahí San Waze pasa a ser una bendición muy especial que nos ha permitido conocer calles y barrios para hacer atajos y de paso conocer más.
Dios se apiadó de nuestra tercera cimarra escolar, y llegamos justo a tiempo al embarcadero donde había dos botes para cruzar. Nos tocó el más chico y se sentía el movimiento del mar, pero aún suave, como una mecedora que rápidamente hizo estragos en algunos para dormitar. Fue en esa duermevela cuando sentí por primera vez esa sensación de ahogo que debe haber experimentado Mandela y tantos otros al cruzar esas mismas aguas, pero no precisamente para turistear. 11 kilómetros separan la prisión del continente y el viento hace cabriolas fuertes en la medida que se adentra en altamar. Nunca se deja de ver Capetown y su famosa TableMountain lo que supongo que puede ser un alivio y una tortura, además, ya que estás lo suficientemente cerca para oler la libertad, pero lo suficientemente lejos para saber a ciencia cierta que nunca tuya será por tu propio esfuerzo o voluntad. Solo un reo se escapó de la isla cuando era cárcel penal, pero lo hizo en 1600 estando libre de caminar. No tuvieron igual suerte los presos políticos que aquí estuvieron por casi 40 años ni menos los leprosos que los precedieron como habitantes fijos de esta tierra despojada de toda belleza y vida, como si hubiese presentido su vocación inicial.
Robben Island es una isla de 11 kilómetros cuadrados, sin nada de color ni playa siquiera para compensar. Sólo arena, vegetación rala y descolorida, como solidarizando con todo el sufrimiento que albergó por años al ser elegida como “basurero de la sociedad”. Hay islas paradisíacas donde sólo gozo y paz se respira al llegar; en esta inhalas lamentos, silencio, resignación y desolación sin final. Hasta los huiros de las mareas se mueven flojos como si emularan las caminatas de los reos del lugar; todo está muerto y los esfuerzos por hacer del lugar un museo dejan mucho que desear. Nos bajamos del bote y caminamos el mismo sendero que hacían los presos al llegar. Me pesaban los pies y el alma de sólo pensar que podía ser despojada de mi libertad por sólo alegar contra la injusticia de un sistema que es una locura de pensar. Cada negro sudafricano tenía que portar un carnet para andar por la ciudad; no tenían acceso a muchas partes y cuando se ponía el sol se tenían que marchar a los campamentos donde los trasladaron una vez que el Apartheid empezó a funcionar. Hubo un hombre, que terminó también preso en esta island que llamó a la población a marchar por todo el país sin portar el carnet y diciéndoles a todos que se dejaran arrestar. Ese día murieron más de los que se pueden contar. Sólo imaginar esa violencia por tener una condición de piel desigual, me estremece por dentro y me hace pensar en cómo tantas veces nos dejamos arrastrar por ideas de unos pocos y el cerebro y la conciencia dejan de funcionar. Seguramente viviendo acá como blanca, habría supuesto que era normal, como mi misma vecina me contó de su realidad. Ella nació con el Apartheid y pensaba que era como debía ser porque así había sido desde una generación atrás. Lo mismo me pasó a mi con el gobierno militar; era lo que conocía y desconocía que era la democracia y la libertad. Sólo lamento demasiado que siempre todo se tenga que resolver con tantas muertes, suplicios, torturas y crueldad. No habrá un modo de relacionarnos que nos haga más humanos y no tan abusadores y bestias de matar. Creo que hasta los leones nos podrían dar lecciones de fraternidad aquí y en cualquier lugar donde ideas desquiciadas comienzan a implementarse sin que el resto de la sociedad reaccione o sea capaz de parar la maldad. Así hoy tenemos un Trump, un coreano loco, Maduro o cuántos más que ahora no logro recordar. Siguen adelante con sus muros de división, sus pequeños o grandes imperios, sin notar el daño y la muerte que dejan para la posteridad.
Bueno Mandela y muchos negros de toda condición socio económica vinieron a caer a esta isla como cárcel natural, pero además dentro de ella, tenía una prisión más. Un edificio de cemento frío y de un piso nos recibió junto a un exconvicto que nos haría el tour del lugar. Un hombre de unos 70 años, muy caballero y con una sombra de tristeza dibujada en su rostro que era imposible de borrar. Había estado 5 años preso por participar del partido político opositor que se trataba de organizar. Alrededor de 600 presos cabían en el penal, dividido en 9 secciones, 7 de ellas permanentes y dos temporales para castigos especiales o para los líderes que eran aislados para que no influyeran sobre los demás. En cada pieza metían a cuarenta más menos y dormían en el suelo al principio y después en camarotes de un colchón imposible de divisar. A punta de huelgas de hambre fueron consiguiendo algunos derechos como poder recibir más cartas o visitas en el lugar. Partieron con sola una cada seis meses y con censura total. Daba pena ver los papeles tachados cuando sólo amor y preocupación querían regalar. Qué pérdida de tiempo privar a un preso de lo único que lo podía alimentar. Tenían dentro una corte que los enjuiciaba y condenaba a más penas si se portaban mal. Sin abogados, sin defensa, a pura arbitrariedad del gobernador del lugar. El doctor sólo atendía una mañana a la semana a los enfermos y muchos murieron allá; porque había muchos enfermos de locura por las torturas y otros vejámenes que les hacían padecer para confesar. La comida al principio eran solo dos raciones y de muy mala calidad. Una vez más, sólo la resistencia interna logró conquistar una tercera comida y tener el sábado en la mañana para hacer deportes en una cancha improvisada al lado de las celdas para jugar. Los presos trabajaban en labores forzadas desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde y ahí se tenían que ir a acostar. Parte de los trabajos iniciales era trabajar en una mina de conchuela donde muchos contrajeron cáncer al pulmón por el polvo inhalar u otros quedaron con problemas a la vista por la luminosidad extrema del mineral que quemó sus retinas al no tener cómo descansar. En una cueva de ese yacimiento, a no más de 2 km de distancia de la prisión principal, hacían sus necesidades, descansaban cuando podían y comían, además. Hoy esa cueva aparece en el billete de 200 ram como un signo del mayor maltrato que sufrieron tantos por obtener la libertad. De hecho nuestro guía no podía recibir flashes de fotos por padecer esta enfermedad.
En los diferentes pasillos de la cárcel nos mostraron fotos y datos esperables de la crueldad recibida en ese lugar. Sólo dos veces he estado en una cárcel y ambas son para dolerse profundamente por todo lo que se vive acá. Hace 26 años reporteando me tocó un motín en la cárcel de San Miguel y los presos me gritaban cosas que jamás podré olvidar; temí por mi vida, pero especialmente por la de ellos al ver su hacinamiento y resentimiento social. Si algunos caen presos por delinquir comprendo su responsabilidad, pero estos presos estaban aquí por su pensar. Sé que hay demasiadas historias iguales a estas a lo largo de la humanidad, pero ninguna me deja de estremecer por la tontera del hombre y su crueldad. No basta encerrar, además hay que pegarles, abusar y acumular más odio para cuando se puedan liberar. Es un círculo vicioso de horror que me genera una impotencia enorme, pero tampoco sé cómo solucionarlo con mi pequeño pensamiento crítico y mi realidad. Me recuerdo de Aquinas Ried, mi antepasado escocés que era doctor en la cárcel australiana y que creó un sistema de rehabilitación muy bueno que hasta hoy se estudia por la dignidad que otorgaba a los reos y su certera posibilidad de reinsertarse en el mundo sin pecar más. Les daba puntajes en la medida que se portaban bien y eso les daba derecho a criar una oveja y a aprender música y teatro, además. Nada de eso se dio aquí y los presos pasaban de un patio de tierra a otro después de trabajar haciendo su propia cárcel, lavando o cocinando lo que podían pillar. 17 años estuvo Mandela acá, pero en su celda no se pudo apreciar mucho más. La verdad como vestigio de una historia tan reciente y que tiene tanto que contar, este paseo carecía de todo atractivo más que la sensación y el check de haber estado en la desolación total. Sólo si sirve de estadística local, de los ocho de la tribu, cuatro volvimos con dolor de cabeza fatal. Ni el famoso Migranol nos ha logrado mejorar, así que, si este reporte está menos inspirado, no me pueden condenar. Es lo que he podido estrujar de mi cerebro que está a punto de explotar. Mi reflexión del lugar no es muy original, pero tiene que ver con no dar por obvia la libertad. Ir donde uno quiera, trabajar en lo que uno es bueno y puede aportar, levantarse a la hora que la vida nos permita, comer lo que nos guste, escribir o plasmar nuestras ideas y hasta ir al baño cuando uno quiera, no es algo que se pueda suponer como parte del paquete vital. Es un privilegio y hoy aún persisten demasiados que no tienen esa posibilidad. Niños, mujeres y hombres de todo el mundo están forzados por necesidad a vivir en condiciones de esclavitud que no se pueden disimular. Aun con todo eso, el lugar me dejó una sensación rarísima de culpa, agobio, impotencia y frustración global, no sólo porque le sacaron tan poco partido al lugar, sino porque sentí que aún estaba “calientita” la cárcel llorando sus lágrimas e hirviendo de rabia, aunque no se pudiera observar en los pasillos pelados, en las rejas recién pintadas o en uno que otro letrero describiendo los hechos o mostrando las caras que ahí estuvieron y que ya no están. Sensación similar tuve en la Villa Grimaldi cuando la fui a visitar; me enferma la maldad y la tontera humana y no deja de sorprenderme hasta dónde puede llegar. En la isla jamás vivió ninguna mujer; quizás habría empeorado aún más, pero faltaba algo que no fuese militar. Uf, detesto toda esta energía y me apena muchísimo que toda esta lucha legítima aun sigue pesando en este país y no sé cómo se resolverá.
Nos subieron a un bus después de visitar el penal y ahí recorrimos cinco puntos más. Un cementerio de leprosos (más de 1000 tumbas se han encontrado) porque aquí los tiraban para que no contagiaran a los demás. Esta terrible bacteria era muy infecciosa y daba aspectos horribles a los que la padecían y sólo pensar en Jesús o en San Francisco con su valentía de tocarlos, me hace pensar si yo habría sido capaz de actuar igual. Luego vimos un par de iglesias, un colegio cerrado para los niños que actualmente viven en el poblado local, pero en general era un puñado de casas fantasmas y nada más que redactar. Una isla consumida de dolor, de enfermedad, de pobreza, de violencia, de maldad… Sólo vale la pena visitarla para no olvidar y para ver cómo podemos actuar mejor en la actualidad.
Saliendo del muelle tomamos rumbo a la Universidad de Capetown. Un campus precioso, lleno de vida, de jóvenes de todas las razas, de profes entusiasmados por enseñar. Los edificios eran antiguos y estaban cubiertos de una bellísima enredadera que apenas los dejaba respirar; pero fue el perfecto equilibrio para compensar el ánimo y poner vibras positivas a la visita y no desesperar. El viento nos entumió el alma, pero la chiquillada animosa me alegró el corazón y comencé a resucitar. Facultades tras facultades, llenas de libros, de letreros de actividades y shows para participar. Una vista majestuosa de la ciudad me hizo ver la isla Robber de lejos y me pongo a pensar ahora cuánto se valora la libertad cuando la logras recuperar. Es como haber estado enfermo y tener nuevamente fuerzas para caminar. Salir de una pieza, de un encierro o de un secuestro mental es lo mejor que nos puede pasar y esa oportunidad la tenemos siempre, sólo que se nos olvida por su cotidianeidad. A veces nos encerramos en pensamientos feos, en supuestos errados o en dolores o problemas que no tienen relevancia en realidad; debemos encontrar la llave para liberarnos y liberar a otros, además. Quizás llevamos más años que Mandela encerrados en una forma de pensar que nos hace mal y respirar el aire libre es un éxtasis existencial.
Aprovecho este relato para contar algunas últimas locuras lindas que hicimos los días anteriores y que valen la pena de compartir más allá. Lo primero es que fuimos de visita a una panadería local ya que el Benja quiere perfeccionar su técnica y ahí nos ofrecieron enseñarle y darle los trucos para no fallar. Dos señoras muy gordas y sonrientes nos recibieron con los codos ya que sus manos estaban llenas de harina y pegote para amasar. Cientos de platitos de papel embarazados de hogazas de pan. Unas con semillas, otras con harina integral, qué olor más seductor y qué calor más infernal hacía en los pocos metros cuadrados que tenían para hacer todo y hacerlo con tanta celeridad. De ahí nos juntamos con el resto de la tribu que había ido a pasear y terminamos comiendo fish and chips en el muelle de Kal Bay para no cocinar. El mar se adentró en el acantilado sin avisar y hasta los lobos de mar se quedaron atrapados o seducidos por los botes de pesca y los puestos de venta que ofrecían sus primicias para encantar. Hay muy poco marisco y el pescado local está lleno de espinas, pero se deja tragar. Las salsas locales espantaban un poco, pero nos reímos mucho y me encantó improvisar. Al final los mejores paseos salen así, sin avisar y este -el de la isla Robber- que tanto se hizo rogar dejó mucho que desear.
Lo otro y lo último antes de acostar, es que ahora ya no sólo Andrés está probando su suerte como maestro local, sino que subcontrató a dos profesores más chicos, pero de confianza total. Felipe y Tomás también están yendo a Maziphumelele a enseñar matemáticas e inglés a 40 niños y niñitas de la tribu Xsoxa que vive en este campamento vecino y están fascinados de ayudar. Al final la vocación se hereda ya que no hay nada más lindo en la vida que dar ya que se recibe una enormidad.
Día 25: Adentrándonos hacia el este
Antes que parte de la tribu tenga que abandonar este continente para ir a estudiar, decidimos hacer un paseo más allá de Cape Town y ver un poco más cómo es esta tierra que me trae tanta paz, tantas preguntas como sorpresas para contar. Fue así que hoy partimos casi al salir el sol, que también se quiso subir a nuestro auto que estaba a punto de reventar con sus pasajeros y una pequeña maleta para sobrevivir fuera las tres noches que nos vamos a ausentar. Lo primero que me impresiona de todo es lo fácil que es acostumbrarse a todo y dejarse de admirar de la belleza o la pobreza que nos ha acompañado hace casi dos meses ya. La belleza viene dada por una decena de cerros de piedras altos que dividen los barrios de la ciudad; sus plantas también son para pararse a cortar ramos y decorar; pero no deja de ser mi top one el cielo calipso y sus nubes gordas a punto de reventar. Al parecer las motitas de algodón que enseño se vinieron a instalar acá y todos los días me sonríen al despertar. Lo triste viene dado por los campamentos una vez más; esta vez pasamos por uno que habíamos visto de lejos al llegar, pero al hacer camino por medio de sus entrañas, da escalofríos de pensar cómo habitan 2 millones de personas en ese hacinamiento de latón y cables de electricidad. Miles de casitas amontonadas, de minúsculo tamaño y llenos de cachureos en sus techos para que no se vayan a volar, aprietan el alma y creo que jamás me podré acostumbrar. Sobre todo al ver salir a tantos de madrugada salir a trabajar. También pasamos por barrios un poquito mejores, al parecer de los musulmanes que abundan acá, pero lo que más llama siempre mi atención son los niños que van tan bien presentados a estudiar.
Ya saliendo de la ciudad propiamente tal, la verdad es que el camino se convirtió en un brochure o catálogo para anunciar todos los paisajes y climas que se puedan pensar. Pasamos por arenales donde no crecía más que llareta o algo similar; su color era amarillo blanco y sólo pájaros veíamos pasar. Luego, como detrás de una transición musical aparecían potreros de trigo y pastos amarillos que no parecían terminar, y como venganza del verde, luego las parras hinchadas con uvas negras se parecían lamentar por el peso y la soledad. También se nos asomaron cañones de tierra roja y sólo suricatos que se atrevían a cruzar, pero también bosques de aloe vera que parecían palmeras de Dubai. Los baboes se nos cruzaban como algo natural, sin embargo, cuando el auto se acercaba nos mostraban los dientes y su ferocidad. Las montañas a ratos se hacen góticas y se encumbraban en el cielo como queriéndolo pinchar, sobre todo unas muy filudas que parecían las Torres del Paine de acá. Tanto nos gustaba mirar los caprichos de la geología que sin darnos cuenta dejamos un tremendo taco con el banderillero local. Estaban arreglando el camino y fuimos los últimos en pasar; lo que no sabíamos era el tamaño inmenso de la cola que esperaba al otro lado y que nos pitearon al pasar.
Después de un par de horas o más llegamos a un pueblito precioso llamado Montagu que le da el nombre a unos frutos secos muy famosos acá. Compramos unos ejemplares de rigor, pero lo que más me gustó fue la belleza de esta localidad. Las casas eran en su mayoría blancas en estilo Ducht (holandés), pero se habían esmerado muchísimo en los jardines y cada una competía con los mejores colores y combinaciones que puedan soñar. Hibiscus rojos, crespones rosados, agapantos morados y buganvilias fucsias, parecían teñidas por su intensidad. Sólo las apaciguaban los olivos, los membrillos y los manzanos, pero le hacían colleras las granadas a punto de explotar con su granos de color escarlata que me encantan para pintar. En ese pueblo habíamos pensado almorzar, gracias a un dato de la Estelle, nuestra vecina, y resultó ser genial. Un lugar lleno de cachureos de hace medio siglo o más, lleno de carteles antiguos y música en vivo para escuchar. Vendían unos milkshake para chuparse los bigotes de todos los sabores que uno se pueda imaginar. Lo divertido eran los comensales del lugar. Me explico un poco más. La carretera por donde anduvimos es la famosa R62, que equivale a la ruta 66 de Estados Unidos. Nos topamos con cientos de motoqueros barbudos, panzones y cincuentones dominando sus caballos de metal como si fueran mantequilla para untar. Sus chaquetas de cuero Harley Davidson y sus pañuelos en la melena suelta parecían el uniforme natural, pero lo que más me llamó la atención fue el culto por la amistad y por ser el más machote al manejar. Tanto que nos pasaban rugiendo como león enjaulado y eso si que es decir mucho estando acá. Pero a la hora de comer, perdían su poder natural y verlos tomando milkshake me pareció una buena humorada.
En el camino también paramos en una tienda de Sex, pero no vayan a pensar mal. Nada de jueguetitos de triple sentido, sino que el recuento más masivo que haya visto hasta ahora de turistas internacionales. Entramos en una casucha bien sencilla, que pertenece a Ronnie, el de la idea genial y la verdad es que el tipo tiene colección de todo lo que se puedan imaginar atiborrado en las paredes de su local. Billetes de todo el mundo, tarjetas de visita de cualquier ciudad, sostenes firmados, calzoncillos colgando como tiras de pescado para secar; monedas, sombreros, cervezas y todos los recuerdos que la gente haya podido dejar adherido a sus paredes después de tanta edad. En el fondo un gran recuerdo de visitas y la tribu no se quiso ausentar. Pegamos un billete de 1000 en la colección y firmamos en donde pudimos pillar un espacio en blanco para recordar. La ropa interior preferimos no dejarla porque íbamos con lo puesto nada más y porque caían los patos asados como si los mismos huevos de avestruces se pudieran coser sin cocinar. Una tienda loca en la mitad del desierto, pero valió la pena parar.
Como si hubiese sido poca la diversidad, al rato empezamos a bajar una cuesta y el sur se nos apareció sin avisar. Helechos, cerros verdes y hasta musgos donde antes sólo había piedras para amontonar. Un camino largo de cemento que subía y bajaba como serpiente local. Finalmente, llegamos a Knysna, un pueblo costero casi al atardecer de acá. Estuvimos casi 10 horas chacoteando en el auto y fuera de algunos estragos en los traseros de los de atrás, sobrevivimos felices en este primer día de conocer otra cara de Sudáfrica y disfrutar.
El segundo día en este jardín del Edén como algunos lo suelen llamar, partimos con una humedad y un calor que no conocíamos acá. Debe ser la influencia del Indico ya que todo es mucho más verde y tupido, el mar más cálido y hasta la arquitectura se aplasta un poco para no acalorarse de más. Knysna es un sueño de lindo y tiene mucha gente viviendo acá, lo que también es una novedad, ya que la mayoría de los pueblos lindos son fantasmas, además. Aquí abundan las tiendecitas, los restaurantes, los colegios con niños dentro y la gente paseando con total tranquilidad. Tiene un aire muy fuerte de Miami, pero con la gracia de que todo es 100% real. Las casas son antiguas y lindamente remodeladas, los locales tienen mil cachureos antiguos y todo se luce como si se acabara de comprar, los colores que dominan son los claros y las molduras blancas para terminar. Es como un verdadero paraíso para vivir y descansar. Además, hay muchas ferias, artesanos, festivales de música y tradiciones europeas trasladadas acá. Con decir, que vimos un centenar de chiquillos jóvenes vestidos a la usanza escocesa y tocando gaitas en este calor infernal. Todo sea por no olvidar de dónde vienen y seguir haciendo patria acá.
Después de contemplar admiradas las callecitas y su encanto tan especial, nos metimos por caminos más chicos y llegamos a una formación rocosa espectacular. Millones de años deben haberla formado como un escultor celestial, dejando la roca amarilla y roja desnuda, contrastando con el turquesa juguetón del mar. La mezcla perfecta para desembarcar, así que sin toallas ni preparación previa toda la tribu, menos yo, se metió en altamar. El agua tibia fue una tentación extra y una misteriosa cueva que se adentraba en la vegetación fue más fuerte que la prudencia o el reclamo maternal. De capitán a paje se metieron a revolcarse en las olas que se asomaban por este arco de piedra y de ahí no se veía más, así que encomendarlos no más que volvieran más o menos ilesos a donde los esperaba regresar. Como buenos hombres temerarios se habían tirado piqueros desde la altura así que fue mejor no mirar; sólo tuve que recibir a algunos ensangrentados menores que se rasparon con las rocas al salir y al bailar con las olas sin parar.
De ahí seguimos paseando a una isla maravillosa que sólo tenía un pequeño puente para entrar. Dentro puras casas lindas, como de cuentos, con jardines muy cuidados y pintura colorida para alegrar el alma del lugar. Nada de cercos; sólo pasto de verde intenso y motitas de flores serpenteando por todos los rincones con total libertad. Los veleros se afirmaban a las olas turquesas para no encallar, pero sus velas coloridas e hinchadas parecían mensajes de libertad sacados de botellas de la antigüedad. Las olas los llamaron una vez más porque hacía mucho calor, pero nos resistimos para continuar y conocer la famosa Garden Route que era el motivo principal. Llegamos a esa carretera y de verdad pareció trasplantarse el paisaje por uno de una belleza difícil de replicar. Una tupición total de arbustos, árboles y lianas no se querían dejar ver ni abrir por la ciudad; parecía una trinchera de guerra dispuesta a dar la vida antes que rendirse a dejarse pisotear por el cemento y la urbanidad. Los babuinos se paseaban desafiando a todos los autos dejando claro quienes habían llegado primero a poblar la zona y no se asustaban con nada. Los parques naturales se asomaban con sus sorpresas para que los fuéramos a visitar y la verdad deberíamos haber multiplicado las horas para conocer cada árbol y cada sendero de esta selva maravillosa que aún respira con fuerza y que atrae como un imán. Sin embargo, con el ánimo de cumplir nuestro objetivo seguimos viajando hasta un puente increíble desde donde la gente se tira en Benji y que une dos quebradas de piedra que parecen las puertas del Dorado o una ciudad mítica ancestral. El puente una hazaña del hombre, se estiraba como columna de ballena azul en la inmensidad, pero aún más lindas eran las montañas de verde oscuro que apenas dejaban ver piedras en su intimidad. Abajo viajaba un río pero ni el eco lo permitía develar; sólo los gritos de los intrépidos valientes que se lanzaban al vacío para volar amarrados sólo de un elástico por sentir la adrenalina una vez más. Esta vez, gracias a Dios todos pasamos y no sólo por el precio de saltar, sino que realmente daba susto los 400 metros de altura y caer en la nada si es que el cordelito se podía cortar. Lo que sí hicieron algunos de la tribu fue caminar por debajo del puente en un camino de rejilla y nada más. En el fondo sobrevolar el abismo prendido de hilos y “disfrutar” del vértigo de ser apenas un ratón debajo del asfalto y el metal. El resto esperamos que regresaran de la aventura recorriendo puestos de artesanías típicas de acá; una belleza todas, pero se aprovecharon con los precios y no compramos nada.
Ya de vuelta, pasamos por un lugar único llamado Valle Natural. Casi se ponía en sol y nos metimos por un caminito flaco sin gusto a nada, pero de pronto, a la vuelta del camino, nuevamente este país nos volvió a sorprender con una laguna que se había arrancado del mar y dormía plácida sin agitar. El mar furioso en la espalda la quería retar, pero ella se disfrazaba de espejo para que no la pudiera notar. El tema es que no fue la única en quererse sumar a la paz y soledad única del lugar, ya que a los segundos bajó una niebla muy densa que apenas dejaba ver más allá. Los miembros de la tribu se metieron una vez más en el agua, interrumpiendo a los camarones y a los peces traslúcidos que dormían en la laguna afirmados a palos viejos que habían sido arrastrados por algún temporal. Nuestro destino era idílico y un tanto tenebroso de admirar, pero el silencio y el ruido de las olas hicieron una rapsodia imposible de olvidar. Ya cuando nos volvíamos a la casa, empezaron a llegar pescadores nocturnos armados con chupones para sacar camarones del mar. Todo un arte, pero que no pudimos practicar. Esta zona es famosa por estos animalitos y hacen mucha mención a Forrest Gump con su empresa de camarones una vez que acabó de correr y se quiso asentar. Sé que es gringo, pero calzaría mucho más acá verlo con su amigo Bubba salir a pescar.
Mañana iremos a ver unas cavernas y otros pueblitos cerca de acá, así que ahí les contaré lo que pueda observar sin aburrir ni reiterar.
Día 26: Viaje al centro de la tierra
Para aprovechar al máximo el día, nos levantamos temprano por lo menos para el horario tribal y cerca de las 9:30 pudimos zarpar camino a las cavernas que tanta fama tienen y que merecían el plan. Por el camino volvimos a ver el cielo calipso bordado con nubes gordas y blancas, pero esta vez traían chispitas de colores que se movían sin cesar; eran parapentes que se adentraban en el bosque y traían nubes para bajar la humedad. Sin duda una maravilla para mirar, pero no tanto para realizar, ya que también vimos un parapente enredado en los árboles, imposible de rescatar.
En los valles muy fértiles vimos todo tipo de frutales, pero hubo que no conocíamos y nos bajamos en una tienda a preguntar. Eran kilómetros de espalderas como de uva, pero con unas plantas largas y verdes que se encaramaban en los alambres como si fueran cobras encantadas por alguna música que no lograba escuchar. Resultaron ser lúpulos para darle amargo a las cervezas y me sorprendí de mi ignorancia total. No sabía que el sabor de la cerveza no venía tanto por sus propios méritos sino por esta frutita tan empingorotada, que daba para hacer kuquenes o más. En la tienda pudimos probar una bebida sin alcohol hecha de eso nada más y si bien no era mala, tampoco tenía nada de espectacular.
Un poco más adelante, empezaron a aparecer letreros de granjas de avestruces y que se podían montar. No encontramos monturas para la tribu ya que resultó una broma nada más, pero lo que sí fue increíble fue ver los huevos de esta ave rellenos y poderlos comprar para cocinarlos apenas volvamos a la casa y los podamos perforar sin romper para pintar. Es entretenido poder contar que el ojo a todo se acostumbra y en vez de patos o gallinas, en ese lugar, había estacionada una jirafa que nos miró con toda naturalidad. También en ese lugar pillamos carpas en una laguna que apenas nadaban en cinco centímetros de profundidad y parecían querer ser anfibios y abandonar su hábitat natural. Toda esa abundancia inicial del paisaje se empezó a amurrar a medida que avanzábamos y fuimos llegando a un nuevo horizonte parecido a la cuarta región sin mucho riego y con piedras que se amontonaban en cañones empinados para ver pasar a los curiosos que se aventuraban por el lugar. Los letreros de safaris también aumentaron ofreciendo toda clase de bestias como tigres blancos, leones, elefantes, reptiles y todos los demás, pero a los que sí vimos fue a unos camellos que servían para pasear. Para acompañarlos vimos cientos, probablemente mil avestruces en un peladero de cabras como los que se ven en Vallenar. Pobres bichos, se picoteaban de lo lindo unas a otras para agarrar los pocos granos de un neumático que les habían dejado para alimentar. Lo divertido de ellas es que son muy alaracas y copuchentas además, ya que al menor ruido que hacíamos las mil levantaban sus cuellos de plasticina y miraban hacia el auto para poder comentar con su vecina lo raros que éramos los nuevos pájaros que habían traído a pastar. La maldad más grande de algunos que no voy a nombrar fue gritarles como si fueran vacas y los mil pajarracos con sus patas inmensas salieron corriendo como si llevaran tacones y el suelo les quemara al pisar. Yo pensaba que quizás algún huevo dejaban atrás, ya que son caros de comprar, pero ellas además de señoritas son muy pudorosas y sólo gritaron como condenadas frente a la falsa alarma de arrancar.
Después de la humorada con los avestruces fuimos subiendo y bajando por un callejón que nos arrinconó sin escapatoria al final, ya que al final del camino estaban las famosas cuevas y había que explorar. En la recepción nos dieron a elegir el grado de dificultad que queríamos y optamos por bajar a lo más extremo sin dudar. Me tuve que cambiar mi pollerita blanca por un short de Tomás y ponernos zapatos porque si no nos íbamos a resbalar. Armaron un grupo de 12 personas y nos hicieron entrar. Lo primero que me llamó la atención es lo sagrado del lugar; con razón muchos autóctonos no quieren pasar este cruce ya que lo consideran un portal con el mundo espiritual y creen que los seres invisibles viven en el interior de la cueva y les da susto dialogar. El aire se siente un poco más pesado, pero sobre todo hay una atmósfera muy especial. Se nota que estás respirando la eternidad en un segundo y que tienes el privilegio de conocer lo que la creación ha resguardado a salvo de la humanidad. Un salón inmenso nos recibió en penumbras para acostumbrarnos a la oscuridad, pero aún así me pareció estar entrando a la catedral más bella que el hombre jamás podrá edificar. Había un órgano de sal maravilloso que parecía sonar entre mármoles de color gris y amarillo claro que se traslucía al iluminar. El guía nos hizo probar la oscuridad total y me pareció que me transportaba a otra dimensión espacial: un negro lleno de historias, de exploradores previos, de lamentos, de meditación, de tribus ancestrales y de magia que no se logra palpar. Al encender las luces a todo dar, fuimos testigos de lo más lindo que se puedan imaginar: medusas, estalactitas, estalagmitas, formaciones de mármol, formas inéditas esculpidas por el tiempo y una paciencia que no se puede ni siquiera contar. Por lo mismo, me es imposible no darle otra perspectiva a lo que significa una vida para toda la naturaleza y su despliegue de belleza y plan celestial. Me imagine toda mi vida reducida a un chorrito de dos centímetros de sal cristalizada; atrás quedan los problemas, los sucesos que hoy vemos al ponerlos en esa eternidad. Trump, Maduro y los propios “malos” que nos toca enfrentar, son apenas un recoveco de una piedra y hasta le hacen gracia al mosaico general. Pequeñas hendiduras en la mole y no la veta más bella ni la principal. El aroma de la piedra es como de musgo y muy fría de tocar. La toqué para sentir la voz del lugar y lo único que sentí fue la estructura de la vida y dónde uno se debe afirmar. En Dios nada más que nos permite ser parte de una orquesta tan grande y majestuosa en espacio y temporalidad; un concierto de belleza que se va desplegando lenta y inexorablemente y que nada ni nadie puede detener ni atesorar; sólo agradecerla y contemplarla como quien ve a Leonardo Da Vinci tallar.
Una tras otra las cámaras de esculturas se sucedían y no paraban de asombrarnos sin cansar; verdaderas obras de arte talladas con tanta delicadeza que sólo alguien eterno las pudo pensar. Sin embargo, al empezar a bajar, estas piezas se empezaron a achicar y el grupo a exigir de acuerdo a su capacidad. Primero el guía nos advirtió de que nos tendríamos que doblar y sobre todo que los altos iban a sufrir más que los demás. A ratos andar curcunchos y resbalarse en los mármoles húmedos me ´pareció una linda humorada, pero parecíamos estar metiéndonos en un embudo y no sabíamos dónde iba a terminar. La travesía se puso compleja cuando en vez de trasladarnos en los pies, hubo que mutar con las carpas de la poza anterior y comenzar a gatear o ir de lado para no chocar. Los tubos subterráneos horizontales nos doblegaron finalmente a su voluntad y tuvimos que atravesar de guata dejando atrás nuestra dignidad. Ya íbamos como sopas y los esfuerzos del grupo se empezaban a notar, sobre todo una jovencita de tutos y frente abultado que apenas pudo pasar. Yo me sentía como una mariposa tratando de salir del capullo, pero aún con entera dignidad ya que mi anatomía no se quedó trancada con ninguna saliente ni piedra angular. Sin embargo, cuando llegamos a la cámara de la chimenea del diablo, alumbrados sólo por la linterna del guía no vi ninguna salida y sólo un montón de roca derrumbada. Volver me parecía una tortura sofocante, sobre todo después de tanto esfuerzo por reptar, por lo que cuando dijo que teníamos que subir por apenas un agujero de cincuenta centímetros pensé que bromeaba y que ya iba a iluminar la puerta por donde íbamos a emigrar. Craso error. Sin ningún resguardo de seguridad, ni agarraderas, ni linterna ni nada, había que subir por un cañón delgadísimo que daba claustrofobia de mirar. El Pipe, el más complicado de todos, por su altura e incapacidad de caber por el lugar, quiso ser el primero y desapareció raudamente por el agujero y sólo gritaba de vez en cuando que era del terror pero que lo iba a lograr. Después de él Tomás y la historia se repitió una vez más. La Trini y Aki subieron como hámster sin ninguna dificultad y pensé que era mi turno, porque o si no no iba a pasar. Me aventuré en mi nuevo canal de parto y de verdad pensé en lo que debe haber costado nacer en esa oportunidad; bueno en realidad no lo hice porque nací por cesárea y no parto natural, pero sentí cómo había que ir sometiendo los huesos y todo mi ser a lo que la piedra me cedía con escasa generosidad. En un momento sentí que no tenía cómo impulsarme más. Mis rodillas habían quedado atrapadas en la roca y la luz del otro lado me pareció un túnel sin terminar. Haciendo tripas mi rodilla la enterré en la roca casi rogándole que me afirmara para crucar y ahí sólo machucones y fuerza para que con fórceps Tomás y Felipe me recibieran al otro lado tirándome sin parar. Salir también representó una tremenda dificultad ya que caíamos en rocas filudas que esperaban la carne con ansiedad. No quise ser su plato del día y salvé ilesa de sus cortes y del machucón final, pero para salir tuve que salir invertida para no reventarme la cabeza al final. De verdad creo que ha sido lo más exigente y peligroso que he hecho en mis 49 años de edad. Cualquier resbalón o caída eran varios huesos rotos y un fracaso del viaje que aún nos queda por acá. Dedos, caderas, el pecho y las rodillas se tensaron y esforzaron con tanta intensidad que creo que quedé más agarrotada que si hubiese chocado con una locomotora local. Detrás de mí sin embargo venía Andrés Junior y realmente pensé que sería imposible de lograr; sin embargo su actual delgadez y bravura le permitieron cruzar y salir airoso de una prueba mucho más mortal que volar. Lo que sí el olor a camello que le salió fue para arrancar. Literalmente salió hecho sopa del agujero por todo el esfuerzo realizado, pero al ver su cara sonriendo sentí que era lo mejor que le había podido pasar. El resto de la tribu, con Andrés y el Benja no se quejaron de nada; no porque no les costara sino que por orgullo y para no desentonar, dejando atrás la claustrofobia y cualquier ahogo previo a esta experiencia radical. El tema fue la gordita que también quiso cruzar. Sólo escuchábamos shit shit sin parar, pero creo que el lifting de roca le hizo estupendo y salió como prieta pero orgullosa igual que los demás. El guía fresco se había dado una vuelta secreta y nos esperaba en un resbalín de piedra al otro lado del portal. Según él hace dos semanas que nadie del grupo se quedaba atrás así que nos sentimos chochos aunque no fuera verdad. Es increíble turistear en países como estos donde nadie conoce las demandas por los accidentes que le lleva el riesgo total. Jamás en Estados Unidos, Europa o el mismo Chile habrían arriesgado a tal extremo a los paseantes sin cobrar un seguro o hacernos firmar alguna renuncia por fallar. Todo el suelo resbaladizo no tenía ni siquiera gomas o lijas para afirmar las patitas que bailaban como jabón Popeye en la oscuridad. Nada de linternas, ni baño, ni botiquín por seguridad. Simplemente la aventura como 50 años atrás. De hecho, según el guía sólo se le había muerto una señora por andar por donde no debía y que se había quebrado la clavícula y más huesos al volar como Superman. Me sentí orgullosa de la tribu y su temeridad, pero me sentí mucho más feliz de salir a la superficie y poder respirar. Las sensaciones que da el fondo de la tierra son muy particulares y dignas de reflexionar. En primer lugar el silencio y el misterio que albergan no se puede comparar con nada. Te sientes apenas una lombriz divagando por dónde reptar y sabes que eres vulnerable al tiempo y a que alguien efectivamente te pueda encontrar. Es lo más parecido a la vida de un minero pero sin nada que explotar; sólo rasguñar las entrañas de la tierra como si fuese la ballena de Jonás fosilizada. La claustrofobia no me alcanzó a dar, pero sí la sensación de un aire de millones de años que no te logra refrescar. Las murallas frías y resbalosas tampoco ayudan a la acogida del lugar, pero con todo es un lugar sagrado; como un templo escondido perfecto para sentir a Dios y comprender su plan primordial. Al ver cómo las vetas de colores se van trenzando sin parar, como un helado tricolor derretido con suavidad, ves cómo todo calza y que se trata sólo de tener paciencia para esperar ver la obra al final. El agua que recorre los túneles es digna de escuchar; es un canto suave y melodioso, digno de embriagar, pero yo bruta, no lo supe dimensionar y seguí recorriendo el intestino de la tierra con un zapato empapado pues en una poza lo fui a enterrar.
Terminada la caverna cerraron con nosotros las puertas pues fuimos los últimos en entrar y en salir además, Un golpe sordo de roca y fierro me hizo ser consciente de cuánto misterio tenemos aún por descubrir en la humanidad, no sólo en la naturaleza sino dentro de nosotros mismos y que se despliegan con belleza en medio de la oscuridad de nuestra conciencia y que podríamos contemplar. Al ver tantos millones de años solidificados en un solo lugar, siempre aparece la duda sobre el propio recorrido y el aporte que podremos dejar. Espero de corazón dejar un cristal muy transparente para mirar, quizás como algunos de los que el guía mostró como ámbar natural; cuánto trabajo se ha llevado el creador para plasmar tanta belleza natural y si eso ha hecho con las piedras, cuánto más podría hacer con nuestro corazón si lo dejáramos entrar. Me imagino que el amar es como una caverna sin fin conocido y que si lo recorremos con pasión y valentía probablemente saldremos mucho más machucados que lo que hoy pude experimentar, pero finalmente con unos pocos peregrinos exploradores podremos encontrar la fuente de agua original de donde sale toda la belleza y la verdad que hoy pudimos sentir y gustar. Agradezco este día como uno muy especial; fue un regalo único que la tierra se abriera para conocer su vientre y verla palpitar con tanto señorío y dignidad. Como es adentro es afuera, sólo que nos falta mirar; poner más atención con lo que vivimos, porque quizás detrás de una roca que hoy nos molesta o nos entorpece el camino a nivel espiritual, se esconde la más bella veta que nos llevará a la felicidad. Sólo hay que confiar, seguir caminando y esperar que todo esté en su lugar.
Cansadísimos buscamos dónde bañarnos para expulsar a algunos camellos que se subieron al auto sin preguntar, pero se nos hizo de noche y llegamos a la casa peor que Indiana Jones después de pelear. Calentamos unos pies de pollo que habíamos comprado antes de viajar, ya que aquí todo a las 5 se duerme sin atenuante alguno, aunque sea un hambre mortal. Guardamos los huevos de avestruz para otro día y nos fuimos a dormir con todo adolorido, pero felices a no más dar.
Día 27: Los últimos machucones
Como si el día anterior no hubiese contenido la cantidad de adrenalina de un año para contar, al día siguiente nos levantamos temprano nuevamente para empezar a volver a Capetown. Sin embargo, antes teníamos que hacer un trecking muy recomendado y que “sólo” tenía 10 km para andar. Mis recuerdos de Santiago de Compostela no se hicieron esperar e inmediatamente mi rodilla se empezó a hacer notar. Caminamos con un calor grande por un bosque sureño de Chile con pájaros que cantaban precioso pero que no pude encontrar. EL suelo con hojas secas, tablones y piedras fue un lindo peregrinar que nos conducía no sin esfuerzo a una altura final. Al costado viajaba un río de aguas cobrizas y piedras enemigas del bañar. No se veían peces, pero sí muchas ramas y matapiojos volar. El río se ensanchaba y se dejaba navegar por algunos intrépidos turistas en kayaks o similar. Me dieron una envidia parida al ver que no sufrían de ampollas en sus piecesitos ni tampoco les dolía caminar. Sin embargo, tampoco podía arrugar, así que seguí caminando a mi ritmo todos los escalones con dignidad. El esfuerzo una vez más valió mucho la pena ya que el río en su origen se metía en las rocas en total complicidad y llegamos a una cascada de agua fresca donde uno se podía bañar. Ahí en el “balneario” natural debe haber habido una veintena de turistas que no se acobardaban de sacarse la ropa con lo que tuvieran no más. La vergüenza había quedado en la puerta del parque así que vi más que una que otra presa alemana y extranjera expuesta sin pudor ni nada. Nosotros íbamos aperados con nuestros trajes de baños así que no mostramos ninguna presa a la comunidad; muy por el contrario, fuimos lindos y elegantes, como si estuviéramos en Zapallar. La verdad la elegancia es sólo para rimar, porque los brutos se subieron altiro a la cascada y se comportaron como si estuvieran en un jacuzzi municipal. Chochos se metieron dentro de la roca para refrescar. Andrés junior y ya también nos bañamos, pero no contábamos con la dificultad que implicaba salir de la poza principal. Una vez más las rodillas sufrieron el impacto principal y más encima tuve que ayudar a varias otras turistas a salir porque la fuerza no les daba y la roca era resbalosa como una rana o un pescado al natural. Finalmente, el paseo salió espectacular. Nos bañamos en el río por largo rato y ahí nos dispusimos a cruzar todos los paisajes de la ida para llegar a Cape Town.
Estos cuatro días en el este fueron una hazaña que jamás se nos va a olvidar. Una montonera de paisajes únicos y salpicados en el camino como en menú de restaurant: desiertos, montañas, ríos, playas, lagunas, acantilados, cielos calipsos, bosques y hasta selva valdiviana pudimos ver en sólo 400 km de viajar. La casa donde alojamos era muy particular. Todo estaba mal puesto, pero era amplia, cómoda y de excelente calidad. El tema es que el arquitecto al hacerla debe haber estado en estado de ebriedad, porque dejó baños pasillos y un comedor donde apenas se podía entrar. Todos los paseos fueron naturaleza en primera plana y pudimos respirar libertad y adrenalina como nunca se da en la ciudad. Caminé en suelo africano a pata pelada. Jamás pensé hacerlo antes, pero sentí esos 10 km (o menos quizás, porque las zapatillas las exilié en la mitad) como una percusión del hábitat que algo nos quería contar. Esta tierra es buena, sufrida, pero generosa para darse y mostrar sus secretos un tanto inconsciente de su belleza e ingenuidad. Su variedad y su verdad las puedes respirar en cada segundo viviendo acá, lo único que también se ve su dolor y su crisis que no sé para dónde irá. Los incendios no se dejan de presentar, igual que en Chile con el calor estival, sin embargo hasta de eso se aprovecha Dios para regalarnos un atardecer maravilloso donde sólo nos faltó pintar de negro ese árbol de la vida tan característico de acá.
Creo finalmente que no es redundar, porque también es importante para la posteridad, el destacar la preciosa experiencia que se da al interior de la tribu con su diversidad y simpatía natural. Nunca falta alguna maña o enojo, pero la alegría, la simpatía, la humorada es lo que más se da. También las conversas serias y el balance de que en este verano han pasado cosas muy grandes en cada uno y en la suma total. Dos meses que nos dejaran un sello imborrable, aunque difícil de explicar. No es fácil explicar la radicalidad de la existencia como se siente y vive acá; sus contrastes, sus bellezas, sus fealdades y la desigualdad. Todo es tan evidente como la vida misma, sólo que no tiene disfraz. Aquí todo está a la vista y todo te hace pensar en tu propia vida y mirar tu propia historia como este continente para seguir peregrinando agradecida de todo lo que me da.
Día 28: Los últimos días de la tribu en pleno
Escribo estas líneas cuando ya cuatro de los miembros de la tribu van surcando los aires para regresar a nuestro Chile querido y recomenzar con sus estudios y responsabilidad. No puedo negar la ventosa que se abrió en mi alma al verlos salir por la puerta y bendecir su viaje para reencontrarnos en tres semanas más. No hay peor dolor que el gozo de dejar volar a los que amas en libertad. Sé que suena contradictorio, pero eso siento como mamá. Es necesario que cada pollo se transforme en águila y vuele en libertad, pero nunca dejarán de ser una parte de mi ser y los siento en cada respirar. Parto por el final. Los cuatro mosqueteros de la tribu, es decir Andrés, el Benja, Tomás y Felipe, salieron a medianoche del 27 de febrero cual terremoto emocional, dejando atrás dos meses y un poco más de puras bendiciones y encuentro familiar. Los entregué a su destino con profundo orgullo porque vi en sus ojos la alegría y la felicidad de estar ya armados con recuerdos en su alma y en su mente que jamás se borrarán. Este viaje ha sido uno de los tesoros más lindos que podremos recordar por la posteridad, no sólo por las maravillas de la naturaleza que contemplamos, sino por la sintonía afectiva que nos provocó esta tierra tan hermosa y natural. Como nunca nos sentimos profundamente acogidos, queridos por la gente local; no fuimos turistas; nos hicimos amigos para la vida y que se prendieron a nuestros corazones por la eternidad. Me vino el recuerdo de esa historia china del hilito rojo donde las personas que deben conocerse, tarde o temprano lo harán porque el hilo estaba amarrado desde antes de venir acá. Sólo como una muestra del cariño recibido, les puedo contar que, al salir a las cuatro de la mañana a embarcar, nuestro auto estaba decorado con corazones rojos de papel y un gran corazón que decía, “Vuelvan pronto”. Lo habían dejado los vecinos del frente que antes habían despedido a nuestros jóvenes aventureros con champagne y el ofrecimiento real de utilizar su casa cuando quisieran volver acá. También Estelle y sus niñitas se vinieron a despedir y lo hicieron trayendo regalos para cada uno y caritas tristes por el desapego que la partida iba a significar. Cuánto amor en sus miradas; cuánta emoción en el momento de abrazarse para no verse por largo tiempo quizás. La verdad creo que a nivel personal encontré una hermana al otro lado del océano y los niños hermanas y una tía muy especial. Habíamos preparado unas hamburguesas “chilenas” para despedirlos con una chanchada; finalmente, todos compartimos la “Last Supper” (la última cena) con sentimientos muy lindos para atesorar.
Como últimas actividades con tribu completa quiero ir de atrás para adelante y relatar la cotidianeidad, que es el regalo más lindo para guardar en este baúl de experiencias maravillosas que no aparecen en las fotos ni en los videos, pero que quedan grabadas para la eternidad. Antes de partir fuimos a ver la puesta de sol a Chapmans Peak, que es el risco que nos recibió a la llegada y que su belleza se impone por el colorido y por el acantilado que lleva a un océano imposible de delimitar. Estaba nublado y pensamos que había sido un fiasco el esfuerzo final, sin embargo, a poco andar, de entre medio de las nubes surgió como un cáliz de oro, la esfera dorada con toda su majestad. Parecía que Dios gritaba con sus rayos a la humanidad y las nubes lo trataban de silenciar. A lo lejos se coludió una ballena que salió a la superficie para saludar, logrando mi máxima felicidad. Uno a uno los detalles iban llegando para confirmar que Dios nos quiere mucho y nos quería regalonear. Las bromas y el cariño no se hicieron esperar; abrazos largos, lindos nos unieron con amor profundo y gratitud total. Creo que no hay gozo más grande que sentir esa energía bailando entre medio de los que nos amamos como un big bang real.
Los días anteriores tuvimos una catarata de cariño expresado en mil formas que voy a enumerar: lo primero, un brahai que nos convidó la Estelle con sus amigos del remar. Fuimos a un Club de Yates muy lindo y sencillo, muy cerca de acá. Insisto en comparar con nuestra infraestructura hace 20 años atrás; linda, digna, pero sin ostentación ni lujos de más. Llegamos armados con una ensalada de papas y una carne para compartir, sin haber alcanzado a comprar más, porque los supermercados los cierran a las 5 y después no hay donde comprar. Llegamos a unas parrillas compartidas y el grupo era de una diversidad genial, ya sea en historias como en edad. Mucha gracia me hizo un señor que no me paraba de hablar ya que había estado en 1968 en Chile con la marina sudafricana y había tenido experiencias en nuestro país que no podía olvidar. Por supuesto que se imaginarán que son para mayores de 18 años, pero el tipo no olvidaba Caleu y sus peripecias en el lugar. Lástima que haya conocido sólo esa realidad, pero se reía mucho con sus historias ya que era la primera vez que él salía de su burbuja familiar y lo hizo soltando trenzas, chapes y todo lo que pillo en el lugar. También conocimos una pareja muy amorosa donde él era periodista editor de un diario económico local; ella era psicóloga y literata y trabajaba desde hace un año en una viña muy antigua de acá. Encantadora ella, llena de vitalidad. Es increíble cómo Dios nos va juntando a los que pensamos más o menos igual, ya que no pudo ser más coincidente, que al ir a ver la puesta de sol el último día, con ellos dos nos fuimos a encontrar y ya estamos listos para ir a visitar la viña y pasear ya que ella es la encargada del lugar.
Me encanta la sencillez del compartir, sin grandes cosas y mucha amorosidad. Salchichas, pollo y una que otra carne medio dura, fueron más que suficientes para crear una gran mesa donde la tribu invadía un buen espacio, pero eran el chiche del asado familiar. La brisa fresca y el olor y sonido del mar hicieron de esa despedida un privilegio para contar. La gente que hemos conocido es buena y acogedora y eso no puede ser casualidad; es la presencia del Señor que nos quería regalonear.
También algunos valientes quisieron ir a escalar por última vez los cerros y dejar la bandera chilena flameando en este lugar. No lo hicieron literalmente, pero sí me consta que algunos miembros de la tribu quedaron adictos de la montaña y de toda su sabiduría y majestad. Yo en esa parte paso porque caminaron por casi seis horas sin parar. Los senderos se abrían sin límites y el entusiasmo no flaqueó aún cuando el sol empezó a hacer estragos en la piel de los peregrinos sin piedad. Debo sólo relatar lo que contaron al regresar, ya que ese día al menos, con el Benja y la Trini, nos dedicamos a guatonear. Las vistas son imponentes y sobre todo un recuerdo evidente de que la naturaleza manda a la ciudad. Un cerro como Table Mountain metido en la mitad del centro de Santiago sería un tesoro nacional. Sus fuentes de aguas, sus flores, su fauna, sus rocas milenarias, sus nubes que surgen de la nada, sus senderos, son un paraje de cielo que podríamos emular en nuestro San Cristóbal o en el Manquehue si es que existiese mayor voluntad. La flora local aquí se conserva como patrimonio y nadie la puede sacar. Maravillosas proteas se yerguen como antorchas de arcoíris con majestuosa belleza y diversidad. Parecen hechas de plástico, casi como esas chinas que jamás uno compraría por su siutiquería, pero que aquí son reales y parecen hadas congeladas.
También durante estos días nos despedimos -bueno los que se fueron- de la playa local. El agua no quiso solidarizar con nosotros y permaneció congelada aún cuando le rogamos que nos acogiera con benevolencia nuestra partida del continente Africans. No obstante, la arena fue un lujo para jugar y una vez más nos aprovechamos de abrasar y decir cosas lindas para expresarnos el amor que une a la tribu sin parar. También la chacota fue un rito familiar; más machucones de los que quisiéramos se llevaron algunos, pero fue una experiencia linda de grabar. La playa resintió nuestra partida y al atardecer se puso a llorar, pero solo unos lagrimones y la logramos contener y controlar.
Los profesores de matemáticas e inglés también tuvieron la oportunidad de despedirse de sus alumnos de acá. Fotos vienen y fotos van, grabando esas caritas llenas de luz que no podrán olvidar. No sé si aprendieron mucho, pero al menos ya saben que existe un país llamado Chile donde hay tres locos que los quieren de verdad. Mazi fue siempre de menos a más. Una experiencia de pobreza extrema, pero con la dignidad y alegría de los niños que te tocan el corazón sin preguntar. Sus caritas son dignas de pintar, más que en papel, en el alma, para buscarlas también en el territorio nacional. La capacidad que tienen los niños más desfavorecidos de agradecer lo mínimo que se les da es una bendición que desgarra el alma de quienes creen que en realidad van a dar, cuando lo que reciben de sus ojos llena el universo y aún más. La inocencia y la gratitud son regalos escasos, pero que algunos de la tribu pudieron descubrir como diamantes para su experiencia vital. Estoy segura deque Felipe, Tomás y Andrés papá se llevan a esos niños zurcidos en el corazón como anillo nupcial.
La despedida de Yolanda, la señora que nos ayuda en la casa, también fue de una ternura sin igual. Si bien apenas les llegaba a los hombros en la foto para la inmortalidad, su simpatía e inteligencia los equiparaba en altura y más. Qué mujer más alegre, más positiva, más fuerte, más valiosa y elegante desde su sencillez y sobriedad. Tiene más de cincuenta años y parece de treinta en verdad. Echábamos bromas de que se mantiene mejor por no ser madre ni señora de alguien, pero en realidad se debe a su estado físico ya que corre maratón y hace ejercicios sin parar. Sus piernas son muy fuertes y ágiles, pero tiene un trasero descomunal; casi como una abeja con sus canillitas, llena de dulzura y laboriosidad.
El resto de la rutina ha sido ir al colegio a aprovechar los últimos días y a regalonear. Cierto que algunos días da sueño la madrugada, pero se ha borrado la flojera al regresar. El supermercado, la cocina, el escribir y las sentadas han sido mi panorama primordial. Me quedan pocos días para que se termine esta aventura y los libros los debo terminar. Creo que vamos bien encaminados, pero nunca falta qué hacer, aunque la tribu haya bajado a la mitad.
La casa hoy se vistió de silencio y me quedó más grande de lo habitual. Sólo cuatro piojos volando y sin piano ni música loca para deleitar. Sé que es un tiempo diferente el que nos queda con sólo los regalones que se mantienen acá, así que a aprovecharlo al máximo y dar gracias por esta oportunidad. Los cuatro grandes van volando y nosotros seguimos estando en territorio africano por tres semanas más, así que no faltará algún nuevo reporte o aventura que contar.
Día 29: Tribu reducida
Lo primero que se nota en la casa de acá es un silencio que no para de sonar. Las piezas donde antes habitaban jóvenes llenos de vida y energía para gastar y desordenar ahora lucen impecables pero inertes a no poder más. El piano llora desconsolado frente a la falta de alguien que lo quiera acariciar, por lo que hoy lo intenté tocar, aunque más no fuera una polca para poderlo aliviar. El refrigerador también hace su protesta frente a una abundancia que desconocía ya que todo dura mucho más de un día y eso lo tiene descolocado. La lavadora de platos está en huelga porque dice que le bajaron el trabajo a la mitad y la lavadora de ropa hace escándalos porque ya sólo lava sábanas y toallas y extraña calzoncillos y calcetines llenos de mugre para limpiar. Toda la atmósfera respira a vacío y las risas aún se escuchan resonar; la mesa la achicamos a un tercio y las sillas extras las pusimos en su lugar. El auto se redujo con veneno de jíbaros y ya no hay “shot gun” por ir en la ventana, adelante o atrás. Todo respira a abundancia, a orden, a tiempos de silencio que son muy raros en esta tribu partida por la mitad. Con todo el trabajo que da el staff completo, no hay duda que se prefiere mil veces eso a la pulcritud de este lugar. Prefiero mil veces el caos que la perfección alba y magistral; prefiero mil veces el ruido distónico de músicas que pelean por dominar el lugar a el silencio penetrante y entumecido que a veces se puede dar. Prefiero tener mil hijos y mil nietos antes que tener una mansión en Paris o en cualquier lugar Fancy de la humanidad. No hay nada que haga más feliz a las personas que los vínculos de verdad. Ciertamente no es fácil coordinarse sobre todo cuando se promueve el derecho a voto y la libertad, pero con todo igual es un nido delicioso y acogedor que nada puede comprar.
A pesar de todo lo anterior, estoy muy tranquila y dispuesta a disfrutar al máximo el estar acá, ya que Dios siempre va ofreciendo otras oportunidades y regalos que no se asoman cuando el caos o el ruido es total. Lo primero es tener la paz y la tranquilidad para poder avanzar en los libros que me trajeron acá y valorar las ausencias como parte de un proceso vital, que tarde o temprano me va a llegar como mamá. Soltar a los pollos implica un gozo por la libertad que se gana y también un dolor porque efectivamente no te necesitan tanto como hace unos años atrás. La clave está en irse desplegando en otras áreas y no quedarse pegada. Es por eso que los cuatro fantásticos estamos llenos de energía para aventurarnos por tres semanas más y las sorpresas no paran de llegar. Así también tener más tiempo para los que sí están, es un privilegio que pocos pueden contar. Los dos chicos son una delicia, aunque discuten por leseras, que acompañan una enormidad. Aki con sus historias y cuentos y la Trini con sus creaciones y emprendimientos que ya les voy a contar. En todo caso, la vecinita chica ya se nos acopló como parte del clan. Si no fuera porque es enana y albina para poderla adoptar, su ternura e inteligencia me tienen cautivada.
El primer día que salimos al mar, recorrimos callecitas sin apuro y eso, aunque parezca obvio, jamás lo puedo hacer sin que aleguen los demás. La Trinita de mi mano y aki de la de su papá, nos metimos en mil tiendecitas llenas de cosas lindas y antigüedades para curiosear. El pueblo elegido fue Simon Town, un lugar antiguo, adherido con rocas al mar. Fascinante ver los milkshakes y los “fish and chips” que ofrecen como si hubiésemos vuelto atrás. Vasos de vidrio gigantes, olor a canela en las calles y a una fritura suave que embriagaba el paladar. A las tiendecitas se le sumaban los puestos ambulantes con hombres y mujeres que ofrecen sus mercancías para negociar. Todo parte cien veces más caro que te lo dejan al final, pero como a mi no se me da ese don, prefiero saltármelos porque me apena demasiado regatear.
Entramos a una tienda de cachureos antiguos y la verdad que pensé que hasta Tutankamon podía esconderse en algún lugar. Qué manera de haber objetos preñados de historias que quería exprimir para contar. Muñecas de loza, cascos de guerra, timones de barco, claraboyas, hormas de zapatos, autitos, petacas, monedas, trajes, brújulas, discos y un sinfín de colecciones de un cuanto hay. Veía las caras que me regalaba cada objeto, ya que seguro sus dueños ya no están en nuestra dimensión terrenal. Soldados, esclavas, cocineros, marineros, niños que ya pasaron a la cuarta edad; todo un amasijo de hombres y mujeres apretados en artilugios queriendo sobrevivir para la posteridad. Los niños se pusieron a jugar en un Flipper y fue entretenido recordar cuántas fichas podíamos gastar con tal de ganar. Ahora se reemplaza por el celular; no sé si me gusta en verdad; parece que lo antiguo está más vestido de realidad que esas luces y chips que hipnotizan a los niños y la juventud actual.
Al salir de esa tienda, vi una aleta en alta mar. Se la mostré a Iñaki y ya que él es el sabio reconocido de la casa, se puso a dar su veredicto de que era un temido escualo que salía a vitrinear. Un bicho desconocido de al menos tres metros saltó por los aires y me dio escalofríos Pensar que justo hace unos días, los niños surfistas de la tribu ahí mismo habían intentado capear olas con inocencia total. Seguimos a la playa de los pingüinos ya que el supuesto tiburón no se quiso mostrar más. Quedó en la incógnita su especie o si era otra creatura del mar, pero que vimos un bicho grande y con aleta, eso nadie me lo puede negar. Lo digo explícitamente ya que el chofer se niega a creer esa versión final. Como el cuento de la rana americana que tampoco vio entrar, espero que este tiburón no venga a morderle una pata para hacer evidente mi veracidad. En la playa de los pingüinos, que conocimos al inicio, ya no quedaban los turistas de antaño que atiborraban el lugar y sólo nosotros cuatro y un puñado más, pudimos disfrutar, según mi modo de ver, una de las playas más lindas de la ciudad sobre todo si consideramos que el océano Indico permite subir la temperatura para poderse bañar. Los pequeños caballeritos de blanco y negro se nos acercaban divertidos a conversar; su caminar de pato es una gracia digna de imitar, pero no hay que jugar con su genio porque son enojones y te pueden picar. Contemplando a estos buenos mozos pequeñitos, algo llamó nuestra atención unos metros más allá. También eran animales blancos y negros, pero de dimensiones enormes y de brutal apetito para cazar. Sí, a menos de doscientos metros, había dos orcas asesinas comiéndose una ballena que varó en altamar. Será el ciclo natural de la existencia, pero igual da pena de pensar, sobre todo cuando las ballenas son mis predilectas creaturas del mar.
Al volver a la casa pasamos por el supermercado y también el cambio es digno de destacar. Cosas ricas y chicas ya son posibles de comprar. Total, entre cuatro se pueden disfrutar. Lo mismo la cama para regalonear. Cabe toda la tribu en pleno y vemos películas para entretenernos antes de acostar. Sentir sus abrazos y apretujes es lo más rico que hay, sobre todo que en las noches el frío se está haciendo notar lenta y sutilmente, pero igual que en Chile se viene para quedarse y no lo podemos echar.
Andrés ha seguido su vocación de educador y cada vez se encariña más. Tanto que los niños le tocan las piernas y los brazos cada vez que va. No vayan a pensar mal, pero es que no conocen de cerca la piel blanca ni menos los pelos de las patas porque todos son lampiños acá. Toda una novedad mi machote, aunque su calvita deje mucho que desear y le permita solidarizar. Con su espíritu temerario y aventurero a veces sale caminando por las calles de Mazipumelele así no más. Como una mosca en la leche invertida, se pasea entre medio de chiquillos chicos, mujeres llenas de protuberancias y colores y una multitud que no repara en que es calle y no pasillo por donde transitan con toda libertad. Yo por mi parte lo dejo y sigo manejando en mi Polo blanco que también desentona un poco en el lugar, sobre todo cuando se me olvida pasar los cambios porque es mecánico y no automático como el anterior que arrendamos acá. Es un buen ejercicio mental manejar mecánico al revés sin hacer funcionar el limpiaparabrisas en vez de señalizar. Todo un brain gym que espero me mantenga “joven” unos años más.
Hoy después de que llegaron los niños del colegio, hicimos una omellete de huevos de avestruz y partimos a una viña donde nos invitaron a pasear. Se llamaba Groot Constantia y es la primera que se fundó en Sudáfrica y tiene vinos de calidad sin igual. Llegamos y nos esperaba nuestra vecina con la amiga que trabaja en ese lugar y aunque nos quisimos hacer los locos, finalmente terminamos en una cata de vinos espectacular. Cada uno con su copa fuimos probando vinos blancos, rosé, tintos y hasta un oporto al final. El tema es que se acompañaban con barritas de chocolate para cada cual. Las barritas volaron entre las garras de los secuaces que llevábamos y entre descorche y descorche me empecé a marear. La Estelle que nos acompañaba, se reía de mi discapacidad alcohólica y yo para mis adentros me reía de mi misma, ya que me gustaban mucho más los chocolates que las copas que luego debía vaciar en un tarro que se habrían querido algunos sibaritas por allá.
Medio mareados nos fuimos a caminar por las viñas que eran una preciosidad. Miles de bordados verdes colgados de decorados púrpuras y verdes que las doblaban sin piedad. Ciertamente falta para la vendimia y los racimos aprovechan de captar todo el azúcar que pueden del sol estival. Todo perfecto, ordenado y lleno de aromas que embriagaban con suavidad. Debo decir que las copas sí me gustaron por sus aromas; cada uno era como un viaje a una dimensión especial. Sé que muchas veces son cuentos de marketing nada más, pero estos vinos eran generosos en frutas, canela y mil especies que me trasladaron a siglos atrás. Estos vinos son los que tomaba Napoleón y que se los concedieron en su prisión final en Santa Helena o los que bebía Charles Dickinson para inspirar su creación intelectual. Casi 400 años de tradición encerrados en muros gruesos que exudaban más de lo que querían mostrar. Se oían lamentos de muchos que fueron esclavos en este lugar; se oían las órdenes de unos pocos sometiendo a la inmensidad; se percibían los pies descalzos pisando las frutas sin descanso ni paz; se oían los quejidos de tantos cosechando a pleno sol sin acabar; se oían los cantos en las bodegas para poderse entretener en la faena laboral; se olían los caldos y los pucheros en la cocina principal. Se veían los ropajes innecesarios y abultados de la nobleza local, pero sobre todo se percibía vida y muerte en un ciclo sin acabar. Resulta que ahora la tortilla se invirtió y son los blancos los que trabajando aquí no tienen ninguna opción de ascender en la escala social. Hay una discriminación invertida que no sé a dónde irá a parar. Esta es una viña estatal y por lo mismo se rige por la política actual que da beneficios a unos y castiga a otros para compensar. Qué compleja la salida… los blancos, en su mayoría se quieren ir de acá y si no lo hacen es porque no tienen oportunidad y/o aman demasiado su tierra y la historia que han tejido por 400 años o más. Anoche vimos la película que ganó el Oscar y que se llama Green Book por si la quieren buscar. Un pianista prodigio negro entabla una rara amistad con un blanco americano bruto como el que más. Un simplón y mal educado que se va sensibilizando con toda la discriminación que debe sufrir el primero a pesar de su genialidad. El Green Book era la guía que se utilizaba en los 60 o 70 en Estados Unidos para saber dónde sí podían entrar los negros ya que el resto les estaba vedado por orden social. Es muy lamentable ver cómo al menos en alguna medida, la revancha se está tomando la misma línea acá. Apenas entran en confianza los blancos de acá dan cuenta de las políticas que los tienen entrampados en un camino difícil de zanjar. Cómo encontrar un mecanismo que permita compensar y actuar con justicia, pero que no implique dejar a nadie fuera por su condición étnica, de genero o cualquier otra cosa que no sea su capacidad. Buen tema y de largo aliento, que no voy a repetir más, sino creerán que me vino la mona triste cuando en realidad lo pasamos genial Los dos chicos si bien son menos ruidosos, se adueñaron de todo nuestro espacio afectivo y ya nos organizamos para disfrutarlos a todo dar. Peinados locos, andada en los hombros, algunos lujitos de grandes, son parte de los privilegios que permite andar con la mitad.
Mañana iremos a una kermés de un colegio para acompañar a la vecinita que ya es la socia de la Trinita en un emprendimiento local. Pulseras, aros, dibujos, chocolate caliente, pizzas, letreros calendarios y hasta jalea están preparando para vender en la calle este domingo y ganar rand, que es la moneda local. La producción está a toda máquina y me tienen la casa invadida de lápices, listas de precios y más; sólo espero que el vecindario se apiade de ellas y muchos vengan a comprar, ya que si no tendremos que comer muffins y pizzas por una semana o más.
Es raro ver que allá todo empieza a funcionar. Es un desfase en todas las dimensiones que no se puede expresar con facilidad. Marzo ya está aquí y su energía no es fácil de integrar. Sólo pensar en lo que estaba hace un año atrás y en lo que estamos ahora, me pongo a llorar. Termino este reporte dando gracias a Dios y a la Virgen por el camino misterioso que me regalaron para estar acá. Sólo me da nervio pensar en donde estaré el 1 de marzo del 2020 si seguimos en esta montaña rusa existencial. Sólo confiar en Dios y que voy por el camino correcto y que no debo dudar.
Día 30: Emprendimientos y más
Uno podía suponer que sólo con dos miembros menores de la tribu, nos íbamos a tranquilizar, pero parece que al igual que la comida, la energía alcanza para más. Lo primero que vivimos fue una Kermés escolar; sí, aunque no lo crean; compramos cuatro tickets a 10 rands y partimos al colegio de la vecinita que nos vino a invitar. La Trinita partió de madrugada porque la quería ver bailar y nosotros después, ya que el ánimo no me daba para tanto al ser extraños en el lugar. Llegamos cerca de las 12:30 a un colegio Waldorf que es bien popular acá. Los papás ayudando en todos los puestos de entretenciones, de comida y cachureos para vender, además. Qué delicia ver colegios que aún pueden conservar lo silvestre y lo natural. Los juegos eran como los de allá, pero más hippies, más destartalados y sencillos en general. Lo más sofisticado era una tirolesa que bajaba por una pequeña pendiente, pero lo demás oscilaba entre taca taca humano, confección de velas y/o caritas pintadas.
Es entretenido ver desde el anonimato y la irresponsabilidad total. Se mira la infraestructura, el orden, las salas de clases, los recursos, las señaléticas, los baños, los pasillos, los jardines, los juegos como cualquier papá y sin sentir ese peso de que alguien puede reclamarte o alegar porque algo sobra o falta en el lugar. De todas maneras, una vez más, están a años de la protocolización excesiva que existe allá. Vi mil puntos ciegos y un despelote general, pero todos estaban felices y el espíritu de unión y camaradería se podía tocar con las manos, quizás con mucha más fuerza que la música roquera que cantaba un papá. El 99% del público era relajadísimo, con cara de paz y libertad plasmada en su vestimenta y su forma de relacionar. Si bien se veían muchos chascones, desaseados y con un poco “pinta de surfistas” o “artistas”, me sentí muy cómoda en el lugar. La comida se sintonizaba a la perfección con lo demás; mucho vegano, mucho falafel y uno que otro hot dog para compensar. Los niñitos alumnos estaban todos vestidos de amarillo y negro porque la idea era sensibilizar sobre el cuidado de las abejas y su misión terrenal. Todo amor y paz hermano; una delicia que desconoce Simces, pruebas, notas, Psu y qué decir de universidad. Todo era música, arte, plantas, animales y libertad. De hecho, los alumnos que terminan acá, si quieren “enrolarse” en la educación formal, deben hacer un año más.
En el fondo de mi alma, me parece mucho más humana y sensata esta forma de educar, pero para mi modo de ver, siempre se ha alejado de la formación religiosa como si ser hippie y espiritual no se pudiera conciliar con la fe que le dé aún más sentido a todo lo que acabo de explicar. Waldorf, María Montessori, Reggio Emilia y el mismo HighScope, son cruzadas maravillosas para rescatar a los niños y jóvenes de la “fábrica de entrenamiento social”, pero siempre son elegidos por lo que se salen del sistema y no por la masa en general. Qué daría yo por poder educar con amor y valores a todos los niños de Chile y del mundo para que comprendan que lo que importa en amar(se) y servir a los demás y que el resto, lo material, se daría por añadidura por la ayuda mutua de la comunidad. Sé que suena a distopía porque es cambiar el paradigma actual, pero si pudiésemos sumar a otros tantos, quizás podemos al menos hacer olitas para que el resto pueda reflexionar. Claramente en Chile la influencia del desarrollo es demasiado fuerte y mal entendida lo que es una pena en verdad. Desarrollo es mayor cantidad de bienes y servicios, pero no profundidad en los vínculos ni en el mundo espiritual; así los niños se van comprando el sistema a muy corta edad y dejan de ser los niños buenos y juguetones que se ven acá. Basta escuchar a Aki y a la Trini comentar, cómo acá todos sus compañeros se tratan muy bien, que son amables unos con otros y aceptan la diversidad de razas, religiones y condición social, como si fuer parte de un mosaico muy natural. Coincidió esta reflexión con un reportaje de la Katty Winter, una niñita chilena que se suicidó después de un bullying en las redes sociales de allá. Por qué los jóvenes son capaces de hacer tanto daño en el anonimato y no valorar la amistad y la fraternidad. Será que tanto desarrollo no está matando el alma y la ingenuidad. Uf, puedo seguir mil líneas y no los quiero latear, pero sin lugar a dudas, ver lo que éramos y lo que somos ahora, no puede ser casualidad. Me siento profundamente llamada a luchar por relaciones más amorosas en toda edad así que pega no me va a faltar. Aquí he recibido mucho y sé que se puede rescatar; quizás no al sistema completo, pero sí construir una base de resistencia para luchar y captar nuevos adherentes a una sociedad más feliz y desarrollada en verdad.
Al volver de la kermés, la Trinita se puso a cocinar ya que con la vecinita se propusieron abrir una tienda para la vecindad. Pie de limón, muffins, jaleas, chocolate caliente y limonada, además de cuadritos, pulseras y todo lo que alcanzaran a crear. Qué orgullo verla como una chef profesional; súper empoderada en su papel y dispuesta a trabajar. Los vecinos avisaron a todos por el WhatsApp de la calle y además pintaron dos pizarras dignas de enmarcar. Quitasol en mano, mesita, dos sillas y estaban listas para emprender su negocio acá. Para mi sorpresa de cada casa, a las cinco en punto, empezaron a salir “clientes” que venían a visitar. En menos de una hora había volado todo y eso que yo me esmeré en reponer lo que se podía recuperar. De paso, los vecinos se sentaban a conversar y así pudimos conocer a casi toda la cuadra y ver gente que se dio el tiempo para apoyar a dos niñitas de diez años que querían soñar. Yo hace 26 años que no tengo vecinos y sólo recuerdo los que tuve en el pasaje de Asturias cuando era muy chica y que con todos solíamos jugar. Debo estar poniéndome muy vieja, aunque ya me pinté el liquid paper de mi cabeza que parecía centro de gaviotas local, pero todo esto me trae una nostalgia de un mundo bueno que en Chile cuesta encontrar. Probablemente se da y yo no he tenido la oportunidad de vivirlo como acá, pero me pareció admirable, emocionante, que las personas de toda edad se dieran el tiempo para apoyar. Finalmente, las dos emprendedoras ganaron como 500 rands (unos 25.000 pesos de allá) y al sacarle los costos, se quedaron como con 10.000 pesos cada una y el orgullo de haber tenido éxito y vender hasta las jaleas que parecían huevos poché derritiéndose en el mar.
Durante la mañana nos fuimos a HoutBay para visitar dos mercados que decía internet que eran dignos de visitar: el del Club de Leones y otro de artesanías y comida local. El primero, era un puñado de puestos arrimados en una plaza local. De verdad los productos eran lindísimos y nuevos para nosotros, pero muy caros de comprar. Debe haber sido por lo de leones que sacaban las garras para cobrar. Más allá de los productos, me gustó la variedad de personas que ofrecían porque había de todos los colores y rango social. Me quedé pegada en cada mirada como mostacilla local; qué colores, qué esfuerzo, qué sacrificio el del artesano y la humildad que exige el esperar que alguien valore tu trabajo y lo quiera pagar. Claramente el contacto visual es el arma letal, ya que me meto en su vida, en su alma y percibo mucho más de lo que logro asimilar. Me sucede igual con los que piden en las calles con letreros de cartón pidiendo plata porque sus hijos tienen hambre y no tienen ropa para abrigarlos en la oscuridad. Me llevo cada vida prendida a la mía y me da impotencia no poder ayudar más. Sus cuerpos relatan que no es un negociado ni una mafia local; se ve en sus miradas que el hambre, la miseria y el frío en las noches es real. Debo confesar que este país me tiene el alma en carne viva porque su contraste es brutal. Gozo y sufrimiento, belleza y fealdad, riqueza y pobreza, alegría y sufrimiento no tienen transiciones para poderlas asimilar; te pasan de un lado a otros y te encandilas con la luz y/o te fundes en la oscuridad. Y todo esto siempre viene envuelto en colores, en música, en ingenio, en sonrisas amplias, en cuerpos sinuosos, en montañas imponentes, en cielos límpidos, en océanos danzantes, en brisas tibias, en lluvias intermitentes, en miles de creaturas maravillosas inconscientes de su belleza y fecundidad. Todo Sudáfrica me parece un jardín del Edén a mitad del exilio a la aridez total.
En el segundo mercado que estaba en un galpón metálico muy cerquita del mar nos embriagamos de los más lindos estímulos de la creación nacional. Un maximalismo que me fascina de sólo mirar; letreros, lámparas, banderines de colores, arte en todo su abanico posible nos hicieron de escoltas para entrar. Ahí sucumbí a la creatividad de los artistas que hacían maravillas con todo tipo de materiales para faenar. Escultores, pintores, diseñadores, textiles, aritos, collares, zapatos, Etc. con una sencillez y belleza que tentaba a no poder más. Linos de colores naturales, flores, maderas, me parecieron como un vistazo en acuarelas del alma de este lugar. Al fondo, para caer definitivamente en el pecado, miles de puestos para almorzar. Pizzas, sándwiches, galletitas, sopas, queques, ensaladas, nos miraban y tuvimos que acceder a su presión para no desentonar. Iñaki cayó con una hamburguesa de avestruz que parecía wayuu internacional, la Trinita con un waffle con Nutella y plátano para acompañar, Andrés con una pizza con piña y cerveza local y yo esperé un sándwich de salmón que nunca llegó, pero fue reemplazo por una rico huevo revuelto y verduritas que me encantaron en verdad. Para poder superar tanto sufrimiento, fuimos un par de horas a una de las playas de allá. Nunca el mar me había parecido tan refrescante, aunque helado, y si no hubiese sido salado, me lo habría tomado todo para poderlo retener para siempre como una vivencia celestial. Hacíamos bromas de qué casa nos íbamos a comprar y después al ver tanto taco de autos y surfistas con sus calugas a la intemperie, decidimos que era mejor desistir y continuar. No fuera a ser que nuestras calugas místicas nos hicieran desentonar. En resumen, si bien se echa de menos el resto de la tribu, estos días los hemos gozado sin parar. Tranquilos no, pero sí más silenciosos y aprovechando de estrujar cada día para podernos llevar el máximo de energía para regresar.
Claramente allá hay cosas muy buenas que se deben celebrar; pero acá hay unas que allá perdimos y que las debemos buscar debajo de los malls, de las pantallas y de Instagram. Allá se nos está desdibujando la vida verdadera, la que da paz y gozo real, así que ojalá estas líneas me ayuden, al releerlas más adelante, a ponerme en campaña de recuperar el alma chilena que es tan linda y luchadora, además. No puede ser que nos gane el rendimiento y el aparentar; sé que Dios y la Virgen están de nuestro lado y que nos van a ayudar.
Día 31: Un día de película
Literalmente debo decir, ya que hoy fuimos “contratados” por nuestro vecino Brandon a ser los “turistas pilotos” de una visita por dos partes diferentes de la ciudad. El es cineasta y le pidieron que hiciese un documental de una nueva zona de desarrollo artístico llamado Woodstock (sí igual que el recital famoso) y otro de promoción de una comunidad o campamento llamado Langa, que es el más antiguo del Apartheid en toda Sudáfrica y que ahora quieren promover para que el resto de la gente conozca cómo están. Los actores y actrices tuvimos que dejar nuestros otros “trabajos” en stand by y partimos muy de madrugada, acompañados por la Estelle y su hija Clara que también de extras iban a funcionar. Hacía frío e íbamos muy destapados, pero la neblina se demoró un poco en partir de la ciudad; se nota que se está aproximando el otoño y que con sus fríos y oscuridad ya nos viene a despedir de esta experiencia que jamás podré olvidar. En el día se me olvida que no soy de acá, pero cada mañana y cada noche, el frío me recuerda a nuestro Santiago y que no soy local.
Viajamos por la autopista y llegamos a un barrio de clase media, con casas de un piso a medio reparar donde se veían musulmanes fuera y muchos muros pintados por aparentes grafitis o similar. También uno que otro edificio muy moderno. de no más de diez pisos encumbrado en medio de lo que parecían galpones, bodegas y/o tiendas de otro tiempo a medio arreglar. Lamentablemente siempre los arreglos son con fierros, con vidrios, con alambres como si de esqueletos metálicos se tratara de construir y para peor, unos pobres hombres, colgados de cuerdas los deben limpiar. Eso es muy común de ver acá; jovencitos colgando desde las alturas moviendo sus aletas como si quisieran volar, pero sólo sacan jabón y espuma a costa de arriesgar sus vidas para poder ganar algo de plata para llevar.
Fuera del edificio principal que antes había sido una fábrica de textiles, nos esperaba un grupito de tres señores que nos iban a acompañar. Un guía, un chofer y otro que ayuda a filmar. Un chiquillo de 23 años llamado Zacarías sería el guía que nos mostraría las calles y lo que tenían para mostrar. Su profesionalismo y educación eran dignas de destacar, pero me dio mucha pena que con gran esfuerzo debe haber llegado a pesar 45 kilos y no pude contar ningún diente completo en su dentadura, si es que así se le puede llamar a una sonrisa llena de agujeros y manchas que asustaban de mirar. No obstante, a los pocos minutos, su corazón bueno y orgulloso de ser un local, me fueron llenando el alma y lo quería adoptar. Nos fue mostrando cada dibujo de las calles como si el mismo Leonardo lo hubiese venido a pintar. Ninguno me pareció muy especial, pero sí estaban preñados de dolor, de dramatismo y una rabia matizada por la perfección de la técnica nada más. Chinos, australianos, brasileros, canadienses y por supuesto locales, eran los artistas que habían vivido en esos departamentos abandonados tras quebrar la fábrica de ropa por la irrupción de la ropa china en el mercado local. Sin embargo, sólo unos años habían podido disfrutar de la tranquilidad para crear, ya que unos inversionistas habían comprado todo y ahora viven más lejos y se atomizaron en la inmensidad. Como cualquier muelle reparado, ahora la idea es poner cafecitos, restaurantes y oficinas tipo loft para arrendar. Nada qué decir, así es el desarrollo, pero hoy amanecí especialmente sensible al dolor de tantos que viven en todas partes del mundo con tan pocas oportunidades de tener éxito y vivir en paz. Poco a poco, entre medio de iglesias abandonadas y un canto lejano de un minarete para rezar, las casas de este barrio se van vendiendo para valorizarlas en un nuevo barrio de diseño y arte local, pero de alto estatus para atraer turistas y poder sobrevivir a la evolución social. Entre medio se cuelan vestigios del pasado como garajes de auto o locales para almacenar, pero me entristecen una vez más los ancianos con sus túnicas musulmanas, que se pasean con sus chalupas sabiendo que les quedan pocos días para contar en esa localidad. El progreso es una palabra de doble filo y da mucho para reflexionar, sobre todo cuando se priorizan las inversiones económicas por sobre las humanas y hasta el arte se empieza a desvanecer de los muros con todo su mensaje espiritual. Puedo decir con casi entera certeza que no vi ningún cuadro ni pintura que regalara felicidad. Casi todos los colores, blancos, negros y grises y las expresiones sombrías y cargadas de aflicción y soledad. Hasta las estatuas de una última galería que visitamos parecían llorar. Todo en colores fríos y sin flores o sonrisas para ostentar. De hecho, las únicas abejitas pintadas que vi en un muro de unos 8 metros de altura, estaban insertadas en un basurero local, haciendo una denuncia silenciosa a la polución humana y a su extinción total.
A pesar de que en esta visita recorrimos calles y veredas rotas por la antigüedad y a pesar de que la energía moribunda se podía respirar, nos pareció lindo que sus habitantes lo quisieran resucitar. Me pareció que Zacarías, que también pintaba y que había convivido en su infancia con los artistas que ya no están, era el mejor reflejo de este Woodstock, ya que tenía la educación necesaria, la disposición preciosa del alma, pero le faltaba más enjundia al contenido y arreglar un poco la sonrisa de todo y de todos para que no se notara que le faltaban dientes y un cuidado mucho mayor al actual. Con todo Brandon nos seguía con la camarita amiga y en segundos olvidamos que éramos parte de un video formal. Sólo cuando teníamos que repetir un ingreso o una salida a algún lugar, nos acordábamos que, de verdad, estábamos de turistas y que había que actuar con naturalidad.
AL terminar ese primer paseo, nos fuimos a tomar un café al mismo edificio moderno que nos recibió al llegar, ya que teníamos que hacer un poco de hora para partir al campamento de Langa, que era nuestra próxima parada. Por suerte fue así, porque nunca imaginé las mil experiencias que íbamos a vivir allá que aún me tienen al borde de las lágrimas, aunque no sé bien porqué ni por donde comenzar.
Parto por el principio para no perder nada. Lo primero que tuvimos que hacer fue dejar los dos autos en que íbamos en la ciudad. Nos subimos a una van todo el equipo y empezamos a viajar por calles cada vez más chicas hasta estacionar en un lugar que podría asemejarse a Renca por sus calles con árboles añosos y casas de un piso que nada sabían de modernidad. Nos recibió Alfred, un señor de unos 60 años que medía casi dos metros y tenía una barriga de cerveza del tamaño de un oso polar. Su piel oscura llena de lunares daba nervio de mirar y más aún por la fuerza de su voz, su carácter firme y su mirada que tenía un ojo a medio cerrar. Al igual que el primer enviado, resultó un gordo muy inteligente, hábil, un tanto manipulador de todos, pero perfecto para postularse como alcalde o gobernador de la ciudad. Nos debe haber tenido una hora literal escuchando la historia del campamento y decía orgulloso que era el más antiguo de todo Sudáfrica y que le ganaba a Soweto que están en Johannesburgo y que es el más famoso a nivel mundial. Ya en los años 1923 y 27, empezaron a trasladar negros de diferentes tribus y pueblos a vivir acá. Los separaban de sus mujeres e hijos ya que a los mayores de 18 años los destinaban a trabajos de construcción y mano de obra y sólo los podían visitar por horas el día de Navidad. Vivían en barracas o hostales que ya les voy a contar, pero lo más terrible fue el tema del pasaporte que tenían que tener todos para poder circular por la ciudad. Para dárselo debían pasar por la oficina donde estábamos sentados y consistía en un proceso de desinfección total donde debían recibir desnudos químicos para matar cualquier enfermedad. También eran revisados en sus genitales y hasta los dientes les contaban para saber su estado y sólo después de todo eso, los dejaban acercarse a un blanco para rellenar sus datos y obtener el preciado documento que les permitía trabajar. Les pagaban con créditos que sólo podían cobrar en determinados negocios y la mayoría se lo gastaba en alcohol para borrarse de una existencia prácticamente animal; sin esperanza de nada, como contaban los abuelos de Alfred o su mamá, que fue la primera mujer en salir campeona de box femenina negra de la historia de Sudáfrica que peleó por la libertad.
Un dato que hablan con total naturalidad y que estremece por la diferencia cultural es el tema de la iniciación de los jovencitos y de la mutilación femenina para ser adultos de verdad. Los niños deben pasar cerca de treinta días en una especie de choza, y los primeros ocho días no pueden ni siquiera tomar agua ni comer nada. Luego los circuncidan y solos se deben de recuperar de esta “cirugía” a manos de tres hombres y su papá. Al salir de ese rito, reciben regalos porque ya son hombres de verdad, que puede ser desde una novia o señora hasta un auto para manejar. Las niñas en cambio son mutiladas en su intimidad y Alfred no quiso contar más. Sólo agregó que las mujeres a las que se lo habían hecho sus mamás, querían continuar con la tradición, pero no las demás, sin embargo que así siempre había sido y que tenía que continuar. ME acordé inmediatamente del cuento del mono y los plátanos a los que les pegaban por quererlos sacar. Cuántas brutalidades aún existen en el mundo porque a alguno se le ocurrió la “genial” idea de arrasar con otros seres humanos, despojándolos de su valor y dignidad. El mismo apartheid, aún no lo puedo integrar. Cómo alguien en su sano juicio, se le ocurre empezar -de un día para otro- a tratar al resto como si fuesen de otra especie o que tuviese algún divino derecho a arrasar con la humanidad. Qué decir de Hitler y de tantos más; sé que es una lacra propia del ser humano, pero no me cabe en mi cabeza ni menos en mi alma porque claramente habla de seres que han optado por el mal y de esos prefiero estar muy lejos, aun en mi pensar.
Un par de historias positivas contó en medio de pura atrocidad. Una, la de una mujer que jamás aceptó usar el pasaporte para nada, ya que era su manera de protestar contra un sistema injusto desde el origen y así múltiples veces fue arrestada, torturada y condenada, pero tenía la paradoja de que no existía para la sociedad ya que al negarse a tener pasaporte, no la podían condenar más. Hay mujeres fuertes y valientes en cada pueblo que son dignas de destacar. El otro, es un hombre llamado Naki que jamás fue al colegio ni la universidad, pero siempre trabajó al lado del Dr. Christián Bernard, el sudafricano que hizo el primer trasplante de corazón. Bueno, el cuento es que Bernard sufrió de Parkinson al final y el que hizo varias de sus cirugías fue Naki que jamás estudió medicina pero que aprendió al mirar. Hay plazas que llevan su nombre, aunque según Alfred hay algunos que niegan la veracidad de esta historia y la Estelle, nuestra vecina y doctora, quedó de averiguar.
Antes de salir del museo done Alfred nos atiborró de datos, de anécdotas y de historias truculentas del pasado que pegan como puñetazos en el estómago, duele pensar que todo eso sucedió cuando yo estaba vida, en quinto o sexto básico y yo veía las noticias y lo encontraba tan “normal”. Por ejemplo, el hecho que mataran a un montón de chiquillos porque pedían que les enseñaran en el colegio en inglés y no en africans (recuerden que es la lengua que aquí hablan los blancos descendientes de Holanda) y que era la obligatoriedad nacional. Ellos querían surgir más allá de los límites de su ciudad, pero ni en los puestos de madera se podían sentar, ya que en cada uno había letreros que decía sólo para los blancos y los de color, no se pueden ni siquiera apoyar.
Salimos de las cuatro paredes del museo local y nos fuimos literalmente caminando por el campamento unas dos o tres horas, que son en extremo potentes desde todo punto de vista que se puedan imaginar. Hay muchos tipos diferentes de casas, desde unas especies de mediaguas pareadas, unas con otras, donde viven más de dos familias en menos de 30 metros cuadrados. También hay conteiner divididos en dos que reparten el espacio para habitar. Nada de baños ni agua potable; ya que sólo acceden a uno común que tienen al fondo de un tierral. La ropa lavada sin embargo, cuelga de cada esquina, regalándole al espacio de miseria algo de color y dignidad para poderse presentar.
La energía que se siente en las calles, todas de cemento, aunque llenas de basura de toda índole que más vale no mirar, no es amenazante de ningún modo y diría que hasta acogedora y familiar. Los niños, con sus uniformes de colegio se pasean y te miran y saludan como rock star (seguro influyó la cámara), pero también esta especie de “turismo social” que no me deja de cuestionar. La población es pobrísima y una de sus evidencias son los lugares donde venden comida para almorzar. Una rancha sureña sería mucho decir de lo que vimos acá; un pilado de maderas viejas, esperando ser quemadas para asar las cabezas de unas ovejas que era lo único que las mujeres podían comprar. Les aprovechaban todo: ojos, cerebros y mejor no continuar. Al final lo hacían pequeños trozos todo y lo vendían como carne local. El hollín de las instalaciones y los niños merodeando a la par con las moscas casi me hizo vomitar. Sentí que los ojos de esas ovejas me miraban y que me decían, al menos tenemos más suerte que estos chiquillos de no tener que continuar lidiando con el hambre y la injusticia social. Según Alfred, muchos políticos los han ido a visitar y les prometen sueños de casas a cambio de votos, pero nunca llegan a concretar. Según el mismo Alfred, Mandela fue el Moisés que los sacó de la esclavitud, pero que nadie ha podido entrar en la tierra prometida, porque los líderes se corrompieron y hoy se roban todo lo que le pertenece a otros sin ninguna consideración ni piedad.
En Langa, llamado así por un jefe tribal del siglo pasado que recibía su nombre por el sol, la gente igual se quiere quedar. Están orgullosos de pertenecer a esta comunidad y quieren ascender aquí mismo, mejorando su calidad de vida actual. Ya hay sectores donde les están instalando más luz, porque apenas tenían una ampolleta por hogar, sin embargo, se ven blocks de ladrillos como los de allá (de Chile) pero sin ni una pizca de verde ni plaza en kilómetros a observar. Hay mucho puesto en las calles, encerrado en un conteiner de metal: ahí entre medio de rejas ofrecen comida, peinados de trenzas, salchichas y cosas que no logro descifrar.
Al cabo de un rato, Alfred nos llevó a las barracas originales que aún están habitadas. En su tiempo vivían 16 hombres en una planta que no debe tener más de 50 metros cuadrados, con un baño y una cocinilla para compartir en un “hall” central. Después los hombres fueron autorizados a traer sus familias y llegaron a vivir 40 personas en el mismo lugar. Nunca había visto miseria humana y urbana que me calara más los huesos y el alma por el dolor y la impotencia que crecía en sus muros con más fuerza aún que los hongos, que el hollín y que la suciedad impregnada por años sin lavar. La mesa central era en obra y la cocinilla también la habían convertido en pieza para acomodar a más. En resumen, en cada pieza, de unos 2 por dos metros vivían hasta dos o tres familias y vimos cómo apiñaban sus pocas cosas en las paredes para poder dormir más, no más fuera debajo de la otra cama o en el pequeño pasillo central. Las personas que viven ahí ahora pagan un arriendo igual, como por ejemplo, Mazelina , una mujer de unos 65 años que nos recibió en su cama y el techo nos aplastaba casi tanto como los muros que tenían ganchos colgando con sus pertenencias y las de muchos más. Tenía un refrigerador chico arrinconado para guardar cosas, pero fuera de uso y arriba de él una cocinilla de dos platos donde debían faenar lo poco que tenía. Tomé su mano para hacerle nanai y me la entregó con sinceridad, sin embargo, su mirada estaba ida como quien ya no quiere ver más la realidad. Un televisor muy grande y sin perillas la tenía hipnotizada y sus pies descalzos y torcidos me dieron mucho que pensar sobre lo mucho que habían andado ya. Cuántas miserias e injusticias habrán debido pasar, para terminar relegada a una barraca con hacinamiento y humedad, de oscuridad y desesperanza por donde se pudiese mirar. Sólo un platito de loza viejo donde dejaban unos billetes para ayudar.
Al salir de su “casa” una vez más nos recibió la basura y la suciedad. Los suelos hervían de calor y el cemento se compadecía al vernos pasar. Esas aguas de color desconocido, blanquecino y aceitoso a la vez, nos comenzaron a escoltar junto con su olor característico y sólo un “grifo” para alimentar a una cincuentena de casas que no tenían dónde parar. El grifo no era tal, sino sólo un PVC de color azul que tenía dos llaves para sacar el preciado líquido de las entrañas de este lugar. Puede parecer extraño, pero la ropa colgada pasa a ser el único arte que colorea este lugar y al ver las ropitas de niños pequeños me enternece dándole alegría y esperanza a un lugar que no tiene ni siquiera una flor o árbol para contemplar.
Todo es cemento y basura amalgamada en una perfecta composición que da cuentas de una injusticia arrastrada por décadas y que parece no acabar, pero a la vuelta de la esquina una nueva sorpresa de Langa nos sorprende una vez más. Alfred nos dice que hemos llegado a Beverly Hills y la verdad es que no estamos a más de doscientos metros del lugar anterior, pero aquí las casas son grandes, tienen jardines, portones, dos pisos y antenas parabólicas para captar el nuevo mundo al que acceden gracias a algún emprendimiento que lograron echar a andar. Algunos comercios les han permitido surgir de la miseria, pero no se quieren mudar. Prefieren seguir en su misma tierra y cuidar de su tradición tribal; una de ellas, tiene que ver con tomar cerveza artesanal. No se vayan a creer que fuimos a un bar Fancy o a algún restaurant; una vez más dos cuadras más lejos, literalmente entramos a un montón de palos y paneles de madera negros, hastiados de tanto hollín y alcoholismo de los hombres de acá. Una pieza llena de humo, nos adentró en una cueva de unos tres metros de profundidad con dos sillones enfrente uno del otro para acomodar a los clientes, sin que chocara su cabeza con los palos del techo o que nos tiznáramos al arrodillar. Todo negro, lúgubre, un hoyo negro de la humanidad, donde una mujer muy orgullosa se ganaba la vida hirviendo baldes de pintura con el preciado líquido lleno de espuma y tibio de tragar. Nos recibieron cuatro hombres esqueléticos, que nos saludaron con su lengua local. Sus miradas una vez más estaban perdidas en alguna parte incierta de su juventud y sólo sus cinturones y huesos los sostenían sobre su humanidad. Ver sus miradas ausentes me hizo pensar una vez más en su pasado y su presente con escozor espiritual. Me duele todo lo que veo y me siento impotente como el que más; porqué hemos caído en esto y porqué Dios me lo quiso recordar con tanta fuerza, justo en el día en que comienza el tiempo cuaresmal. Pareciera que la ceniza no sería un símbolo esta vez, sino una realidad y me sentí en un útero de este material sintiendo como siente la inmensa mayoría de la humanidad: tratando de borrar sus sufrimientos con alcohol o lo que puedan pillar, con tal de no ser conscientes de su infortunio vital. Nos sentamos en ese cuchitril para escuchar un poco más. La mujer llamada Manguaña trajo otro balde para degustar y no me resistí a probar lo que toman los pobres para olvidar. Lo primero que debo contar es que la higiene ni nada parecido ha pasado jamás por acá, así que de los bigotones de Alfred pasó el tarro a Andrés, luego a Estelle y así fui la última en probar una mezcla que casi me hizo vomitar. Primero el sabor del metal en mi boca me dio escalofríos y asco brutal, pero luego al sentir el sorbo en mi boca, sólo la educación me contuvo para no ofender a los demás. Quizás, y perdón lo que voy a decir, lo más parecido que se me ocurre es el pipí de caballo con espuma y todo así que se lo podrán imaginar. Según la tradición entran un viernes y salen el domingo porque lo que el san Lunes es muy frecuente igual por acá. Triste tradición sobre todo para los jóvenes que dañan su cerebro para la posteridad. Según Alfred en los tiempos del Apartheid, los jóvenes solían agarrar a los borrachos de sus papás y para que no se gastaran la plata le metían un balde de agua por la garganta y luego jabón para que se pusieran sobrios de una patada. Santo y diabólico remedio para una lacra de la sociedad.
Seguimos recorriendo las calles y un grifo me salvó para poderme recuperar, sin embargo, un grupo de mujeres matando y pelando gallinas a pleno sol me volvió a impactar. Sentadas en el medio de la nada, cinco mujeres los desplumaban como si fuesen caviar; no botaban ni las tripas, ni la cabeza ni los dedos ya que todo se puede utilizar. Eso si que es reconocer de dónde viene la comida y lo que significa en realidad la supervivencia humana que los supermercados nos han hecho olvidar. El pollo sí viene del pollo, con plumas, cuero y cogote aunque creamos que nacen con crispis o salsa barbecue para untar.
Cuando ya el sol quemaba tanto que nos empezó a doler la piel, Alfred nos ofreció conocer a un sanador tribal. Muchos esperaban en asientos viejos fuera de su conteiner o consulta oficial. Nuevamente hombres con miradas lánguidas y cuerpos enjutos que apenas se podían parar. El especie de chamán salió fuera para podernos contar de su oficio y le pudimos preguntar. Su don, según él se lo trasmitían los espíritus a través de visiones y sueños que le enseñaban a curar a los demás. Lo había heredado de su abuelo y solía ocupar ramas, hierbas, animales y cuánto pillara que pudiera aliviar todos los dolores y enfermedades que se puedan imaginar. Lo curioso del hombre es que su voz apenas se podía escuchar y su vestimenta era muy estrafalaria de relatar. Tenía una banda de color rojo tejida con mostacillas como si fuera el presidente de la ciudad. En ella tenía bordado su nombre que era Ndaba que significa noticias en su lengua original. Su cabeza la tenía cubierta con pieles de dos colores como leopardo o similar. En su mano llevaba dos colas de cabras amarradas en un bastón de hueso y su carterita la llevaba cruzada y parecía de hiena o perro sin asear. El hombre con docilidad nos contó que se complementaba con la medicina tradicional, pero que sus hierbas y menjunjes eran de gran efectividad. Solía cobrar por cada consulta y en caso de que él mismo se enfermara iba al hospital. Plop. Nada qué decir y nos invitó a pasar. Entramos de nuevo a un portal imposible de imaginar si no se vive en realidad. Un conteiner muy chico estaba atiborrado de todas las “mugres” que se pueda pensar. Patas de animales secas, cuernos, pieles de quien sabe qué, alas de murciélago, manitos de mono, culebras, sin contar con toda la inmensa variedad de hierbas, cortezas, ramas, orines, flores, velas, y un amasijo de cachureos que apenas nos dejaban sentarnos sobre unos diarios y menos respirar. El aire estaba contaminado con miles de enfermedades, dolencias, padecimientos que espero no me lleguen a afectar, pero sobre todo por una ausencia de misticismo y orden mínimo que diera alguna pizca de seguridad. He conocido otras personas que sanan con hierbas y las respeto mucho en verdad; aquí era tal la suciedad que logre ver con el resto de una velita roja que amenazaba con apagarse, que creo que fue mejor ver sólo en penumbras la verdad. Salí agradecida del sol que antes me lamentaba porque pude volver a la luz y sentir el aire fresco volviéndome a reanimar. Fue como entrar a un closet de Narnia, pero de un brujo cachurero y sucio que no ha ordenado en mil años todo lo que ha acumulado para sanar. Yo creo que el hombre debe saber mucho de enfermedad, pero sólo encontrar lo que necesita en su cuchitril ya me parece un milagro que contar. Al salir de ahí no era bueno decir gracias, solo Tmagú con una especie de bendición ritual.
Deambulamos por las calles viendo mercados callejeros que vendían de todo un poco, como tornillos, pinches, pintura, verduras o frutas que se veían lindas en verdad. Ver algo fresco y vivo, más no fuera arriba de la cabeza de una mujer, era un espectáculo digno de grabar. De hecho nos sacamos una foto con una que llevaba un zapallo inmenso equilibrado con su andar.
Alfred quiere que el video quede completo, así que nos invita a almorzar. Me imagino lo peor y me encomiendo a los ángeles para probar lo que nos vayan a dar. Llegamos a una carnicería que tenía de todas las carnes y su variedad. Insisto en que las partes “feas” que jamás vemos en el supermercado local, aquí son furor, como son el corazón o los dedos de las gallinas que no sé cómo se han de cocinar. Nos ofrecen para almorzar y veo unas coca colas en un refrigerador que me parecen un espejismo celestial. No obstante, igual se insiste en comer, así que -olvidándome de la cuaresma sin querer- pienso que lo único que no nos podemos equivocar es el pollo porque sabemos de dónde viene y para dónde va. No así el cordero, la vaca o el chancho a quienes vi descuartizados en totalidad en la vitrina detracito de las bebidas y me quitaron el apetito apenas entrar. Perdón lo pituca, no es mi intención ofender a nadie, pero ya venía medio acongojada con la cerveza y mi guata de señorita no la podía tentar más. Casi después de una hora aparecieron unas veinte alitas de pollo y unos rollos de salchichas que no me animé a probar. Venía acompañado de un maíz blanco sin gusto a nada y un pan con miga que me pareció un panecito maravilloso junto a la coca cola helada. La conversación estuvo muy productiva mientras contemplaba a las mujeres que nos cocinaban en la parte de atrás. Todas inmensas, de 150 kilos o más. Todas redondas, negras en su rostro juvenil y alegre y blancas en sus delantales que cuidaban como santo de altar. Me parecieron tan parecidas unas con otras que sólo por la diferencia de sus contornos las pude distinguir un poco más.
Ya agotados y atiborrados de tanta experiencia caminamos contemplando varias iglesias de distintas religiones que se mezclan sin ninguna dificultad. Hay cristianos de todo tipo, musulmanes y otras más, pero no encontré ninguna abierta para poder entrar a rezar. También me impactaron los niños llenos de brillo en sus ojos y curiosidad por nosotros al andar. Niñitas deliciosas nos seguían tímidamente y nos saludaban como si fueran angelitos recién bajados a la humanidad. También vi algunos enfermos de SIDA que es un gran problema acá; lo único bueno es que el tratamiento lo pueden recibir con gratuidad. Todo un tema en Sudáfrica, sobre todo después de que un presidente dijo que sólo con una ducha se podía prevenir esta enfermedad.
Después de las despedidas de rigor me fui divagando en mi corazón demasiadas sensaciones que aún no puedo tragar. Sólo sé que llegando a la casa, después de un tremendo taco, volví a ver todo con nuevos ojos y conciencia además. También se que se caen los ojos de cansancio y que todo lo vivido lo debo rezar. Tal como decía mi abuela Tita, gracias Dios mío por haber nacido donde nací y la oportunidad, pero el misterio de la pobreza y de la desigualdad es un temazo que no logro integrar. Como dije antes se me cuelan pensamientos malos contra mi misma, como si tuviese alguna culpa de mi destino y oportunidad, pero también me surge el misterio de que la responsabilidad que tengo también es digna de meditar. A mayor oportunidad, más me llama a darme con todo lo que pueda a los demás; más no sea un granito de humanidad y compasión para regalar. Todo lo puede ocupar Dios para sanar nuestro mundo tan herido por locuras, por egoísmos y un engaño brutal de lo que es la vida de verdad.
Mañana vamos a Kalisha donde viven casi tres millones así que me debo acostar, ya que se me caen los ojos y no sé con qué voy a soñar. Perdonen lo poco, pero si les parece largo lo que aquí conté multiplíquenlo por mil y van a quedar cortos aunque no me crean. Langa fue un regalo muy raro y jamás lo podré olvidar.
Día 32: Cambio de planes
La verdad que Dios es muy grande y sabe mucho más que nosotros lo que dispone para cada cual. Resulta que al día siguiente mis ojos se resistían a despertar y estaban tan tupidos de sueños como la lluvia que no paraba de diluviar. Inmediatamente me acordé de todos los rostros del día anterior y cómo debían estar lidiando en ese momento con el frío y el agua que parecía enfurecida con Capetown. Obedientes nos vestimos y salimos con lo poco que trajimos de abrigo dispuestos a apechugar; nada de paraguas ni parkas, porque a Brandon lo debíamos acompañar. Sin embargo, apenas salir a la calle, la lluvia me mojó hasta las rodillas y me guarecí en la puerta del auto vislumbrando el resfrío, el barro y el dolor mojado que íbamos a contemplar en el campamento mas masivo que se pueda imaginar. Un par de miradas al vecino y vimos que algo andaba mal; no se podía filmar porque la idea era promover la “belleza” del lugar y con un día enojado no se iba a lograr. Así que vuelta a la casa y me pareció que -en mi pequeño y acomodado mundo- Dios había escuchado mi plegaria y que iríamos en otra oportunidad. Debo confesar que el día anterior aún me tenía con una carga de mil toneladas; física y emocionalmente me había superado mi capacidad de sensibilizar y cual Atlas sentía todo ese mundo sobre mis hombros, pero sin poderme movilizar. Así que dormí por primera vez en meses hasta que el ángelus de las 12 me vino a despertar. La lluvia se puso bipolar, pero nunca se quiso ir así que los cuatro, más la Leah (así se escribe su nombre en realidad) estuvimos todo el día en la casa jugando, leyendo, pintando, escribiendo y bailando hasta que en la tarde, Tony, la mamá de nuestra vecinita, los llevó a conocer una exposición de piedras semi preciosas de Simon Town. Volvieron con unos saquitos maravillosos de amatistas, ojos de tigre, turquesas, cuarzo y todos los colores fosilizados formando un mosaico natural. Qué belleza esconden las piedras y cuánto tiempo se han demorado para llegar a nuestras manos tintineando como ojos de gatos o perlas de mar. Así debe pasar con nuestro espíritu y nosotros que nos esmeramos en apurarlo de más; cada cosa a su tiempo y ya brillará.
Al día siguiente de la lluvia, una vez más madrugamos para partir a nuestro rol de película y los niños faltaron una vez más al colegio, aunque les apena y divide el alma porque se encariñaron demasiado con sus compañeros y ya falta poco para irnos de acá. El sol nos auguraba un buen destino y estábamos a punto de salir a la calle cuando nos tocaron el timbre con Brandon que ya no sabía dónde esconder la cara de frustración total. Ahora no teníamos guía para visitar y sin él era imposible filmar. Viernes a las 9:00 de la mañana, ¿Qué hacíamos para aprovechar? Una vez más Dios creativo se coludió con mis deseos del inconsciente y le sopló a Andrés irnos a pasear a unos pueblos costeros del norte que no habíamos podido conocer antes y que prometían belleza y comida de mar. Partimos por el camino conocido que es el clon de Miami Vice; luego las dunas secas y la inmensidad. Llegamos al hotel donde vamos a alojar que está en medio de la nada como entre Tongoy y Los Vilos hace cuarenta años atrás. Nos recibe la tribu San, la misma que yo había querido conocer antes porque son los habitantes más antiguos del planeta y tienen demasiadas tradiciones lindas para enseñar. Nos dieron una casita de muros blancos con ramas semejantes a los coligues como techumbre principal. Literalmente sólo nos acompañan los ruidos de la carretera a lo lejos, las estrellas y unas nubes coquetas que se han vestido de rosa viejo para ostentar. La casa es maravillosa por su autenticidad, las camas gordas y abrigaditas se me ocurren nidos de avestruces que nos van a acurrucar. El baño que está dentro (porque hay otro afuera que con las cebras se puede compartir a la intemperie total) es sencillo, pero lindo porque le cuelgan nidos de pájaros en forma de casitas de iglú que parecen corazones en forma natural. Decidimos dejar todos nuestros cachureos en ese lugar y partimos a recorrer los pueblos aledaños que no distan más de 40 minutos del lugar.
Lo primero que nos topamos fue con una FarmStall que son tiendas y restaurantes donde los locales ofrecen sus gracias para ganar más. En este caso nos sorprendieron con más de 200 aves tropicales dignas de pintar como las del Carnaval. Guacamayos, loritos y muchos más que no sé cómo llamar, se agolpaban a las rejas que los atrapaban como pidiendo un rescate para dejarlos volar. Uno en especial se nos puso a hablar y tenía la habilidad de repetir todo con un destreza sinigual. De ahí seguimos a un pueblo llamado Paternostro que era lo más lindo que hay. Un pedacito de Grecia con sus islas mágicos incrustado en la arena con total naturalidad. Los muros blancos pintados como con cal era el fondo perfecto para los marcos, ventanas y puertas de colores verdes, turquesas y azules con brutal intensidad. Para coronar esa belleza muchas se enjoyaban con buganvilias o hibiscos que competían en colorido y frondosidad, pero lo que más me gustó fueron los botes varados en la puerta de cada casa dando su numeración o el nombre del habitante principal. El pueblo era chico, pero tenía más vida de lo que se podía esperar. Un par de callecitas pinchadas de tiendas preciosas donde hasta los decorativos te los quieres llevar porque huelen a historia, a romanticismo, a cierto drama y sabiduría con olor a sal. El apetito de los copilotos, siendo las tres de la tarde, ya empezaba a rugir por lo que disfrutamos de calamares fritos, un dorado y una ensalada griega que le hizo honor a mi asociación cultural. Estos pequeños pueblitos y caletas son un misterio que prende la inspiración como un cohete existencial. Su neblina, sus playas tranquilas y eternas, sus maderas oxidadas de tanto viento y humedad, sus manos endurecidas, su esfuerzo por superar la adversidad y cierto desprecio del mundo actual, me hace soñar con mil novelas, un vino tinto y un fuego junto a un temporal. Precioso y mágico, aunque me curara con el mismo corcho y me asustara el vendaval.
Ya en camino de vuelta, pasamos a otro pueblito interior llamado Darling, pero no tenía mucho que contar. Sólo un puñado de casas antiguas que conocieron la gloria y la majestad, pero que hoy como bellas durmientes esperan que un príncipe las pueda despertar de un hechizo maldito que tiene que ver con el abandono y el deterioro natural. Sin embargo, en el camino nos pasó algo muy especial; como quien ve vacas pasar, unas preciosas jirafas se asomaban desde un cerco y nos saludaron con sus cachitos como invitándonos a pasar. A sus largas pestañas y su abultado trasero no nos pudimos negar y entramos a una reserva que las tenía junto a otros animales para pasear. Puede parecer una nimiedad, pero primera vez que el portero es un blanco que podría haber sido mi papá. Un gentleman inglés con ojos color de mar, nos recibió con tanta amabilidad que hizo del paseo algo especial. Adentro debe haber atendido su yerno quien parecía ser el explorador inicial ya que aparecía en todas las fotos con cachorros de leones que ahora pastaban en los cerros que nos quería mostrar. Lo único que no tenían era elefantes, pero sí búfalos y todo lo demás, pero lo que sí vimos fue tortugas de tierra que me parecieron esclavas de su propia casa y me dieron cierta pena de mirar. Sus ojos no se veían contentos, pero supongo que había que esperarlas más.
Lo más lindo vino al final, cuando llegamos de vuelta a nuestra casita San, en medio de la nada y nos pusimos a hacer fuego para un brahai. El sol copuchento, se engalanó de naranja y ocre para poder aplicar, pero malamente las nubes los llevaron de una oreja a acostar y sólo quedó pataleando enojado y veíamos sus rabietas traslucidas en arreboles y pinceladas rosas y naranjas como si estuviese escribiendo cartas a la humanidad. Cuando sus gemidos no se oyeron más, la noche más bella que he visto en Sudáfrica se nos vino a ofrendar por haber valorado su antigüedad. Millones de estrellas se prendieron a la bóveda como polillas celestiales en plaga mortal. No había pedazo de azul sin pintar con esos lunares brillantes que nos embriagaron a todos y nos silenciaron pidiendo deseos a la divinidad. No les cuenten todavía, porque seguramente es verdad, pero le dije a cada uno que los San cuando se sienten valorados les regalan a sus visitantes el cumplimiento de tres deseos del alma que necesites concretar. Cada uno pidió los suyos y después nos comimos un brahai de salchichas y carne muy buena que habíamos pasado a comprar. Un par de tomates y una palta fueron la compañía para una noche mágica con la tribu que era posible ver y la invisible, además. Mañana nos quedan más aventuras, pero, así como vamos Dios siempre nos sorprende con más cosas lindas y sólo las puedo agradecer con reverencia y humildad. No soy digna de recibir tantas gracias, pero juro que las valoro una inmensidad.
La noche bajo las estrellas y rodeada de fieras no fue tan calma como hubiese querido para descansar; me asustaban los ruidos del techo, pero eran sólo pájaros que venían a anidar. Los nidos son una maravilla y al fin nos regalaron uno que espero llevar. Las pesadillas no faltaron, pero siempre ayudan a dar información de la selva que llevamos dentro y que tenemos que dominar. Después de ordenar un poco, nos cruzamos la carretera principal ya que nos esperaba un desayuno en la tribu y muchos paseos para conocer esta cultura ancestral.
De verdad los San son una maravilla que habitaba todo el sur de África antes que llegaran los blancos a conquistar. Sus costumbres son preciosas y muy sustentables con la biodiversidad. Sus chozas de paja muy sencillas conviven con cebras y antílopes y avestruces que parecen domesticadas. En sus huevos guardan el agua por meses para poderse nutrir en casi 10 meses que no llueve y también en unas especies de alcayotas que ahuecan para guardar. Los San aprendieron a hacer fuego con palitos y paja y cazan con arco y nada más. Su concepción de Dios es casi igual a la Trinidad, ya que hay un Dios padre, otro que se representa en forma animaloide y un tercero que es el sagrado espíritu danzante que le da vida a todo lo que existe acá. Creen también que en el aire nos recorre Dios y que toda enfermedad se debe a excesos o carencias de viento y que con masajes se pueden remediar. Sus cuerpos son muy flacos y parecen un poco desnutridos al mirar, sin embargo, su mirada es muy inteligente, viva, sabia, orgullosa diría yo sobre todo en los líderes que aparecen en las fotos del museo local. Los blancos, para variar, los trataron muy mal, al punto de que les colgaban letreritos con números para poderlos contar y localizar, como si fueran animales para adueñar. También hubo un doctor alemán que les sacaba moldes de las caras a la fuerza para poderlos estudiar y ver qué similitudes y diferencias tenían con su raza aria. Los San vivían alrededor de sus chozas y tomaban el agua de pozos o fuentes superficiales que lograban pillar. Son muy buenos para las danzas tribales y para hacer artesanías con todo lo que pueden pillar: cueros, mostacillas, huevos de avestruz y hierbas de acá. Toda esa sencillez y humildad me pareció maravillosa y parece que a una suiza le gustó más, ya que ella fue la que gestó esta Fundación que los promueve y lo ha hecho con una calidad y profesionalismo sinigual. Testimonios grabados, películas, pinturas, maquetas, senderos, tribus montadas, son el perfecto método para enseñarle al mundo que la modernidad no siempre está en los nuevo, sino muchas veces en lo ancestral que tuvo mucho más tiempo para aprender de los ritmos de la tierra y de la divinidad. Ahora nadie oye a nadie, en cambio los San escuchaban a los búhos, los pájaros y veían los signos del cielo para interpretar. Debo llevar algún gen de africana, me convenzo cada vez más (bueno todos en realidad, ya que de esta tribu proviene toda la humanidad) porque me produce un imán aprender todo lo tribal, lo del fuego y la sabiduría que esconden los pueblos de la antigüedad. Recorrimos los senderos llenos de arena y llareta como por 45 minutos sin parar. Había muchos hoyos de culebras, pero por suerte no les gusta madrugar. También las cebras se nos unieron como si fueran ovejas pastando con total naturalidad. Me impresiona la perfección de su diseño; es como si Dios o sus ayudantes fuesen artistas chinos con plumas pintando sus siluetas sin errar jamás.
Salimos de la tribu orgullosos y contentos de haber tenido esta tremenda oportunidad y nos encumbramos por el medio del continente atravesando lomas que oscilaban del amarillo trigo al verde intenso de las parras y luego al gris del olivar. Todo sin límites, todo perfectamente cultivado y sólo unos molinos solitarios nos salieron a mirar. Todo el resto, silencio, eternidad pintada de diferentes colores y sólo interrumpida a ratos por fardos de paja apilados haciendo castillos que cualquier lobo podía soplar. El cielo con su calipso intenso fue un espectáculo aparte y las nubes gorditas parecían recién salidas de una fábrica para pintar. Todo un sueño que me hizo dar gracias conscientemente una vez más. Poco a poco la tierra se quedó verde y no se quiso deslavar, así que aparecieron las viñas, los pequeños pueblos y casitas llenas de buganvilias y crespones de color rosado, hasta que finalmente llegamos al pequeño castillo holandés donde nos vamos a alojar. Le digo castillo no porque lo sea en realidad, sino porque así me parece después de comparar las chozas de pajas y la señora del campamento de Langa que aún no la puedo olvidar. Acá hay pasto verde, montañas escarpadas, eucaliptus sedientos de agua y un entorno silencioso y lleno de paz. Sólo nos atemorizan algunos letreros de que los leopardos también habitan acá, pero no creo que los veamos, así que vamos a guatonear los cuatro fantásticos comiendo Nutella con pan. Ese será nuestro menú de la noche para no desentonar. Un último comentario que me llena el corazón de felicidad. Es raro y espero que el resto de la tribu que falta no se vaya a enojar ya que el espacio que dejaron vacío es como un vendaval, pero la rutina con los cuatro ha sido una delicia para comentar. Como perro y gato, la Trini y Aki pasan del odio al amor profundo sólo en segundos y sin avisar. Son muy entretenidos además para conversar y cada uno de ellos nos va enseñando todo lo que sabe de todo que nos supera con creces a los papás. Es como llevar dos ositos comestibles atrás; cada uno con su sabor y simpatía genial. Han sido un regalo para mi alma y me da orgullo ser su mamá. Se mueren cómo agradecen los pequeños lujitos que nos hemos podido dar al ser menos bocas que alimentar y son una compañía perfecta para viajar. Buscan animales por todos lados y siempre cada cual tiene su propia forma de entender la realidad; uno desde la lógica y el conocimiento enciclopédico que me tiene impresionada; la otra desde la chispeza, simpatía y gracia que nadie le puede quitar, así que Andrés y yo más parecemos abuelitos chochos que papás. ¿Será la edad o será que la tribu San me hizo algún hechizo al entrar? Ambas probablemente son la verdad.
Día 33: Franschhoek, un pedacito de cielo acá
A no más de una hora o un poco más, hay un pequeño pueblo donde los primeros Hugonotes se vinieron a instalar. Ellos eran los protestantes calvinistas franceses que llegaron a estas tierras hace como 400 años atrás e instalaron sus viñas y casitas preciosas como si Dios les regalara una nueva oportunidad para partir en el paraíso celestial. Todo el valle está rodeado de gigantescas moles de roca gris, coronada por nubes blancas y espesas que parecen centinelas obesos resguardando la paz. El verde de las praderas se ve como una alfombra persa que vuela calmadamente para no botar a todas las flores y frutas que se prenden de ella para viajar. Al centro de la llanura, sólo el viento es capaz de meterse en las miles de viñas y tiendecitas que bordean este oasis lleno de vitalidad. Un trencito añoso se adentra por los potreros como atracción turística, pero creo que si uno hiciera todos los testings de vinos que ofrecen, nadie lo podría parar. Más que los vinos, lo atractivo es la belleza que se concentra en tan pocos kilómetros como si fuera el jardín del gigante egoísta que no quiere que nadie vea todo lo lindo que alberga de los demás. Las esculturas de fierro de animales, hombres alados, caras de mujeres, figuras abstractas u otras de realismo total, son parte obligada del paisaje porque su calidad es excepcional. Incluso en una viña en que paramos había una estatua de una mujer de tamaño real que escondía su cabeza en un chaleco apoyándose en una pared como si hablara oculta por celular. Sólo al tocarle el trasero con mis manos supe que no era de verdad; increíble el artista que concibió esa obra y muchas otras más que se amarraban de los cerros como anillo nupcial. Las galerías de arte también competían con sus obras de diferentes tamaños y presupuesto para regatear. La mayoría muy coloridas y de rostros preciosos de los nativos de acá. Lo único que llama la atención es que es una belleza triste, como si en los ojos llevaran anclada la indignación de ser dominados por la civilización actual. Para endulzar un poco ese arte, el chocolate no podía faltar y eran muy finos al paladar. El cacao sudafricano es de muy buena calidad y el más popular es el de caramelo con sal de mar. Qué me han dicho, una delicia de chuparse los dedos a la que no nos pudimos negar, además nos sirvió para sacarnos un poco el frío y la lluvia que nos empezó a dejar como hienas mojadas a pedio atrapar. El templo calvinista si bien olía de diferentes maderas traídas de diferentes partes del mundo, no me pudo invitar a rezar. Su órgano milenario era todo el altar y miles de bancas apiñadas no podían hacer espacio ni siquiera a una cruz o a un espacio de recogimiento más especial. El viejito que nos la mostró, eso sí, era un caballero de la antigüedad y su esfuerzo por decir señorita y gracias en español me pareció una delicadeza de Dios que seguro ahí se quiso encarnar.
Las ardillas tenían tanto frío como nosotros que íbamos con carne de pollo deambulando por la única calle de comercio y nos acompañaban a los techos de las tiendas para podernos proteger del diluvio universal. Así fuimos casi como comprando huevos, de una tienda en otra hasta llegar al final. Cada local tenía cosas más lindas y un aroma particular: lavandas, jazmines, gardenias y así todo un universo floral, tanto que hasta una hojita de Canabis real le dieron a Iñaki, pero luego se nos perdió y no la pudimos probar. Los vinagres y los aceites de oliva son una patrimonio de la ciudad; también las aceitunas y los billtong, que es la carne seca típica de acá. Ya empapados y cansados, nos empezamos a salir del pueblecito celestial, pero nos miró una viña preciosa que estaba a un lado y de puro copuchentos nos metimos para conocer un poco más. Ahí nos recibió Efraín, un hombre con la sonrisa grabada en la cara y con la bondad sellado en el pecho, por lo que nos mostró todo el hotel y las instalaciones de la viña como si fuésemos el mismo rey Juan Carlos con la Lady Di reencarnados en la versión local. Los jardines franceses perfectamente cortados en ángulos rectos hacían ver la belleza ornamental, pero también las miles de horas de trabajo que deben implicar. Los colores, las alturas y los cortes de las plantas parecían un mandala recién pintado y en constante despliegue de más. Se le cruzaban estatuas, hortalizas y flores en espacios delimitados con la rigidez alemana, si es que eso se puede graficar. Ninguna planta se salía del espacio asignado y hasta las berenjenas brillosas y preciosas se ponían tímidas para no invadir a los apios o alcachofas que colindaban su vecindad. La vista de esos jardines, rodeados de viñedos, rosales y regados por la lluvia otoñal, realmente eran un cuadro para retratar. Sólo un ejemplo para graficar: habían unas flores naranjas y rojas de tal intensidad que las fuimos a tocar. Eran como pequeños cerebros apretados en un capullo y erguidas en sus tallos con rigidez total. Jamás había visto diseño igual; por eso siempre me sorprende que algunos no crean aun en Dios con tantas evidencias que nos quieren enseñar. Lo único malo es que las maravillosas florcitas nos pasaron las manos a fetidez total; todo se compensa jaja. Tuvimos que lavarnos como tres veces las manos para poder liberarnos de un olor a pipí de camello infernal.
Yéndonos de esa viña que era Fancy total, de pronto vi un “leopardo” saltar. Estaba detrás de una reja, pero era lo más raro que hay. Bueno, resultó que la viña de al lado para sus visitantes tenía cinco cheetas de la corte real. Lenta y elegantemente cada animal se paseaba por su “canil” alegando con su mirada la falta de libertad. Sus ojos eran tan filosos como sus garras, pero su piel y sus pasos parecía una seda para un festival. Estilizados, elegantes, indiferentes, preciosos, eran lentos sólo para engañar, ya que en tres segundos alcanzaban los 120 km por hora y un promedio de 80 km; buen record en verdad. Un sueño de “gatitos” para domesticar, pero por suerte la reja eléctrica nos dio más seguridad.
Después de vinos, chocolates, decoros y nubes desaguadas hasta el final, volvimos a Capetown sin ningún taco y llenitos de felicidad. Fue un fin de semana precioso e inolvidable; gracias Señor una vez más.
Día 34: La opción por la esperanza
Al fin llegó el día en que la famosa visita al “campamento” de Khayelitsha (léase Kalisha) resultó. La tercera es la vencida ya que esta vez sí coincidieron el sol, el chofer, el guía y los actores, o sea nosotros dos con Andrés, más la Trinita que otra vez faltó, ya que manifestó su total interés por conocer esta realidad en cuestión. No así Aki, quién prefirió ir a estar con sus amigos del colegio y aprovechar de estrujar la preciosa amistad que entre ellos se tejió. Hasta convite a la casa de uno sacó, así que cada uno con su opción.
Lo primero que debo decir es que las expectativas e ideas que uno tiene en la cabeza siempre son diferentes a lo que Dios nos preparó. Yo iba dispuesta a recorrer un campamento de casitas de latón como los que se ven desde el exterior, sin embargo, la idea de este video que a Brendan, nuestro vecino y cineasta, se le encargó, era promocionar el desarrollo y evolución de esta población, por lo que nada de eso vimos, sino la esperanza como opción.
Algunos datos para información. Khayelitsha significa Nuevo hogar y fue armado a la fuerza cuando a los “ingenieros” de la época de los 50 y 60 se les ocurrió el famoso Apartheid como un modo de control. Comenzaron a trasladar a toda la población de color (es decir mezclas) y a la negra (que es una distinción fuerte de la región) a diferentes zonas aisladas unas de otras, para que no tuvieran fuerza de organización. Cada una de las familias de diferente origen, fue obligada a salir de su locación y moverse a esta nueva población a casitas de hormigón muy pequeñas para la densidad de gente que se reunió. La pensaron inicialmente para 400 mil personas y hoy suman más de dos millones y medio de habitantes y en contante extensión, ya que la gente del campo sigue emigrando a este lugar como opción mejor. En el campo prácticamente no hay sobrevivencia ya que no hay agua potable ni alimentos ni salud ni educación. Aquí en cambio, hay 64 colegios, un gran hospital (que no da abasto para la cantidad de gente), una piscina, 3 estaciones de policía, cerca de mil iglesias musulmanas y cristianas y miles de laberintos llenos de container de comercio, pequeños restaurantes y una vida que hierbe más que un volcán a punto de explotar.
Wuara es nuestro guía en esta oportunidad. Un chiquillo de unos treinta años, que a Eddy Murphy podría imitar. Hasta el dato más serio y dramático lo vuelve una broma para contar; es simpático y extrovertido, pero resulta un poco agotador al final. Uno se da cuenta que tiene todo aprendido y que hasta las bromas las debe repetir una y otra vez con las mismas personas que se va topando al saludar, por lo que no me extrañó que le hicieran un poco el quite al pasear. Sin embargo, algunos datos freak que cuenta los quiero destacar. Lo primero es que los nombres de los niños los suelen designar los abuelos y no los papás. Lo otro es que en la lengua local se hacen muchos clicks para hablar. Son sonidos con la lengua como cuando uno quiere imitar el galope de un caballo o otra onomatopeya gutural. Clap, clip, clac se anteponen a sonidos de vocales o consonantes como algo muy natural, pero la verdad es muy difícil de imitar. La Tribu San o bosquimanos (otro nombre que se les da) por ejemplo, habla con más clicks que nada.
Wuara, con su entusiasmo aprendido o no, igual es un ejemplo digno de destacar, ya que él -al igual que muchos jóvenes- han optado en los últimos años por cambiar la fama y la cara a esta comunidad. Quieren que sea famosa por su gente, por su creación y originalidad. Sí van a recordar para siempre su pasado, parido en medio de violencia, abuso e impunidad, pero dice que prefieren quedarse con el presente y mirar al futuro para salvar generaciones y ser recordados como la mejor ciudad de todas y lo dice con orgullo real. Así que durante todo el tour, siempre va diciendo que es lo mejor de lo mejor lo que probamos, lo que vemos o lo que vamos a cruzar. Su fe y su pasión por lo propio son infinitos; tan grande como su panza que no para de nombrar y pide que le compren cosas ricas para comer donde nos lleva a pasear. Un rey del marketing diría yo en palabras simples, pero loable en su actitud vital. Bien podría estar en las pandillas o contrabandeando cualquier cosa porque igual abundan por acá, pero él cuida de su mamá y de su abuela y es el sostén de su hogar.
Lo primero a lo que nos lleva es a su propia Table Mountain que es un cerrito chico al medio de la ciudad; en realidad es un mirador hecho de palos y algunos hoyos que hay que evitar, pero efectivamente el alma se convierte en un dron virtual ya que se puede ver en 360 grados lo que es actualmente este “campamento” urbano y su extensión sin final. Podría decirse que lo que veo se divide en tres porciones casi iguales de distinción social: están las casas “buenas” es decir de hormigón con patio y cerco propio donde muchos tienen autos estacionados y que pertenecen a la clase media acomodada, que fue surgiendo con pequeños emprendimientos y subsidio estatal. Luego hay casas más sencillas y blocks de poca altura, ya que no les gusta compartir la propiedad y son los que llaman pobres, pero no en lo marginal. Ellos tienen calles asfaltadas y sus centros comerciales para pasear y finalmente, un último tercio se ve aún más lejos, que son las “casitas” de hojalata que cuelgan de cables de electricidad. Ellas brillan con el sol y están todas amontonadas sin orden ni plan. Esas son las coloridas, las que se ven de la carretera, las que crecen como callampas después de una tormenta estival. Son los más pobres de los pobres, aunque Wuara nos advierte que algunos de ellos son gente con recursos que no se ha querido mover porque la tierra es muy cara de comprar. Sus guiños de latón no me dejan de doler en la inmensidad; parecen ciudades alienígenas y exudan un gas similar al de la basura cuando de lejos la pueden contemplar. A pesar de todo, los últimos años ha bajado la criminalidad, han disminuido en el ranking de peligrosidad y ha mejorado la calidad escolar. Sin embargo, Wuara duda de la veracidad de estos datos y la verdad cuesta creer por lo hacinado que se ve todo y que no haya ningún verde para fotografiar. Todo es humano, apiñado, cableado… no hay ningún punto de flores o silvestre para oxigenar a tanta gente y cuesta creer que, en las canchas de polvo y las plazas de cerámicas rotas, los niños puedan conocer contextos de belleza y bondad. No obstante, mi apreciación pesimista, los chiquillos se han puesto como meta elevar la calidad de vida del lugar sin emigrar. La gente de Khayelitsha ama Khayelitsha y ahí se quiere quedar.
Bajando el “dron” de nuestro espíritu a tierra firme, iniciamos un periplo por las calles de la ciudad que demoraría cerca de tres horas o más. Lo primero que nos presenta es a una mujer joven que emprendió con una especie de farmacia local. Ella es química farmacéutica y alivia las enfermedades de la población que la circunda para que no tengan que ir al hospital. Su tiendecita no mide más de dos metros y está protegida por rejas por donde se pueda mirar, pero se nota que sus ojos son libres y orgullosos de su misión social. Mientras nos explica cómo se ha financiado con fundaciones y demás, llegan los clientes y piden mentholatum o jarabe para la tos y ella se los vende a un precio muy bajo y los atiende con especial dignidad. Su cuerpo grande y grueso me hace recordar a esas mamas antiguas que a todos querían apapachar con ternura y firmeza para cuidar. Dice que tiene un niño de tres años y que quiere un futuro diferente para cuando él alcance su edad. Admirable su fuerza y sus ganas de luchar sin depender del estado, sino de su capacidad.
Las calles son anchas y están llenas de tráfico que no obedece a nadie más que la fuerza del más fuerte para mandar. Wuara nos dice que lo sigamos a él para cruzar y así para micros, furgones y autos muy viejos y destartalados que se mezclan con otros de absoluta modernidad. Así es un poco todo esto, una mezcla muy difícil de integrar, ya que ves casas buenas, muros recién hechos y antenas parabólicas para sintonizar, pero también cerros de basura volando por las veredas, vidrios rotos de botellas y tapas de cerveza botadas. Tal parece que los hombres toman mucho los sábados y domingos y eligen las calles como tabernas locales, sin vergüenza ni maldad. Las calles también van muy habitadas de escolares y mujeres con sus niños amarrados en la espalda que no dejan de transpirar. Se me ocurre que esos pobres niños ya comienzan a quemar sus neuronas de tan poco estímulo y calor maternal. Los niñitos y niñitas nos saludan con sus ojitos llenos de ilusión e inocencia y son bellísimos en verdad, pero cuesta ver adultos tan lindos y dignos cuando llegan a la madurez existencial. Los hombres es su mayoría permanecen delgadísimos y las piernas les cuelgan de los pantalones como si con perritos de ropa las tuvieran amarradas. No así las mujeres que se engruesan por todas partes y parecen cuadros de Botero para pintar. Piernas gordas, traseros inmensos que salen de sus columnas como avestruz real; caras redondas y extensiones de pelos que no paran de adornar. De hecho, fue divertido el comentario del guía cuando la Trinita así se quería peinar, ya que dice que todas las mujeres sueñan con un pelo como el que ella tiene y ella sueña con las extensiones falsas y que es raro de escuchar. Nunca se está del todo feliz con lo que Dios nos da, sobre todo con el pelo y la apariencia corporal.
En eso iba divagando y tratando de aprehender la energía del lugar, cuando Wuara nos metió a un café para comprar. Zigalele era su dueño y su historia me llegó a hacer llorar. Veinte y nueve años el chiquillo y con una inteligencia y brillo en los ojos difícil de igualar. Había estado de empleado en muchas partes y sabía una enormidad sobre el café y la industria local, sin embargo, él no quería ser empleado de nadie y emprender para su comunidad, así que inventó su propia mezcla de café y hoy sueña en grande para salvar a muchos más jóvenes de su ciudad. Más que el café lo que él ofrece es un espacio seguro, sencillo y lindo para construir sueños y conectar a las personas con otras para que lo puedan lograr. Su socio es un flaco con cara de Regaee, pero que tiene más estudios y experiencia de lo que pueda memorizar. Ambos han creado este “garaje café” y lo han hecho lindo y digno a pesar de su precariedad. El baño apenas es un escusado sin luz, pero está limpio y me alegró encontrarlo en medio de la inmensidad. Los muros del café son pallets de madera y detrás se ve la ropa de la casa vecina colgada. El piso es pasto sintético y el mesón una madera pulida y pare de contar, sin embargo, el café es delicioso y la conversación aún más. Ellos optaron por la esperanza, por la vida y por soñar, a pesar de que tienen todo en contra desde la objetividad. Nos sacamos una foto linda con ambos y los bendije al salir de su pequeño oasis de humanidad. Es increíble conocer de tan cerca testimonios de fe y ver cómo se van tejiendo historias maravillosas que darán vida y fecundidad a la aridez habitual.
Con el ánimo muy en alto, Wuara, casi como para compensar nos muestra el “mercado” local. Son un montón de cobertizos de latón y neumáticos negros donde cuesta mirar por el humo y la oscuridad apilada por décadas de miseria y suciedad. Los puestos dan dolor de guata por su insalubridad; mesones desteñidos cobijan como altares los intestinos de no se qué animal. También hay algunos que los están asando para vender como almuerzo, pero los comensales preferidos parecen ser las moscas y nada más, ya que sus dueñas (todas mujeres) las espantan con un paño cada segundo de su respirar. Las frutas y verduras con su colorido equilibran un poco el espectáculo para no vomitar, pero se me estremece nuevamente el alma ante tanta pobreza y desesperanza natural. Me cuenta Wuara que las mujeres son las que suelen trabajar en los puestos y las que sacan adelante a los chiquillos (mansa novedad, me digo para mi misma) ya que como él dijo, son las que piensan más, ya que los hombres se dedican a pelear. No es que esté en el discurso feminista, pero pucha que tiene de cierto esta verdad. Uno siempre va a querer que los hijos de uno sean más y para eso no hay tiempo para tonteras ni menos para pelear. Contemplo este mercado con dolor de mamá y rezo por cada uno de los que veo, aunque crean en otro Dios, el amor es el mismo no más. Wuara insta a comprar el mejor helado de la ciudad, pero yo me abstengo al ver las cajas de plumavit y las moscas volar. Es helado de vainilla y frutilla, pero prefiero no arriesgar mi guata de señorita porque ya estoy pronta a viajar.
Cruzamos la línea del tren, que según el guía es lo peor que hay. De hecho, uno de los grandes desafíos de Khayelitsha es cómo moverse en medio de esta inmensidad. La gente lo hace en los furgones que es lo que mejor parece funcionar, pero les sale caro para su presupuesto y lo están intentando mejorar con una especie de Trans Santiago; espero que les resulte mejor que nuestro sistema de transporte, porque creo que ese es uno de los peores problemas de la marginalidad: tener que perder tanto tiempo en sólo trasladarte a donde tienes que ir a trabajar. En medio de la pasarela atestada de comercio, Wuara nuevamente nos detiene para que conozcamos a los que venden remedios de hierbas sagradas. Dos flacos que apenas se sostienen al caminar, en un inglés muy perdido nos tratan de explicar para qué es cada tubérculo, rama y palo que tienen sobre un pedazo de plástico, listo para arrancar. Supongo que el comercio ambulante aquí no es tema, ya que hay por todos lados y hasta los policías compran al pasar, pero las explicaciones de los “chamanes” me parecen un poco vagas y las raíces un poco deslavadas de su poder sanador, así que, aunque me ofrecen una para el dolor de cabeza, preferí pasar. No vaya a ser que después me llevaran presa por doping cerebral. Lo único reconocible fue la aloe vero, pero el resto no tenía traducción así que no se los puedo contar. Lo que sí les puedo contar, para subirles el ánimo sin aspirar ni tomar ningún ungüento medicinal, es la historia de Lufefe, el rey de la espinaca local. Este chiquillo que conocí solo por fotos también es de acá y tenía disponibles unas tierras de la familia afuera de la ciudad. El decidió plantar las plantas de Popeye porque eran mucho más sanas para alimentar y abrió un pequeño local, pintado de verde, para promocionar todo lo que con espinacas se puedan imaginar. Probamos un smothie verde que nos dejó ásperos los dientes de tanto espinacal, pero era rico y nutritivo y de un color a palta precioso que nos alegró de sólo mirar. El muffin de espinaca también estaba mortal y el pan verde, aunque no lo compramos también se veía tentador y muy fino además. El tema es que desde el 2011 este chiquillo le está dando trabajo a muchos a costa de la nutritiva plantita y ya tiene cinco locales en la comunidad. Le faltaba un poco de fuerza a la venta ya que la niña que nos atendía parecía más Brutus que Olivia con su frescura y femineidad, pero así y todo, me alegró ver una vez más, la fuerza de la juventud que quiere despegar y sacar adelante a los demás.
Con la lengua verde, la Trinita y yo parecíamos Shrek en versión local, pero pronto se nos puso roja de rabia al ver cómo los monumentos antiguos eran destruidos por los autos en la misma puerta de la corte de justicia local. Una paradoja en sí misma que donde se supone se debe cuidar la justicia, la gente rompa su historia y el legado de los demás. Me explico un poco más, porque puede no haber quedado claro. Al cruzar una avenida grande, Wuara nos mostró la única piscina de la ciudad. Grande, linda y bonita. Hay que pagar dos rands (100 pesos) para pasar, pero no me imaginé 2,5 millones de personas compartiendo la misma suerte en una sola piscina sin ahogarse en una marea humana sin respirar. Lo raro es que estaba vacía, plop, me dije y miré el monumento a los caídos en la resistencia que limitaba el lugar. Los nombres de muchos de los que murieron al oponerse al Apartheid estaban escritos en los muros, pero en el suelo había un mosaico con sus sueños y el anhelo de verlos hechos realidad. Fue justamente ahí donde me dio la rabia, porque en vez de cuidar ese mensaje de pedacitos de cerámica, los autos de ellos mismo lo usaban de estacionamiento y los sueños apenas se leían al pasar. Espero que los sueños de Wuara, Zigalele o Lufefe no tengan la misma suerte de los que murieron para testimoniar.
La última parada de este tour tan especial me dejó para adentro y quizás simboliza con demasiada elocuencia una parada existencial. Nuestro pequeño furgón nos llevó a un sitio rodeado de la nada misma, donde decía Museo Ganster 18 y sólo figuraban unos chiquillos chicos jugando a la pelota a pies pelados y un par de hombres echados en unos neumáticos, desganados y sin fuerza para pararse de su “cetro” real. Wuara ya iba apurado y poco nos quiso explicar, pero se trataba de un museo viviente para prevenir a los niños de que participaran de pandillas y que hicieran decisiones correctas para su destino final. Casi a la fuerza, el primer hombre de los neumáticos se dignó a parar y nos invitó como un zombi a conocer la mitad de un container para que él nos contara su verdad. La verdad apenas era entendible su hablar, pero su cuerpo enjuto y herido me traspasó con demasiado dolor todo lo que debía explicar. Él era un exprisionero, que había optado desde pequeño por el camino “fácil” de la delincuencia y las bandas para avanzar. Había matado a muchos, había estado en distintas prisiones y sus ojos casi se apagaban de la luz vital. El infierno que llevaba en su delgada osamenta casi lo podía tocar; tanta tristeza, tanto desamor, tanto castigo infringido y auto infringido me dejaron helada. El hombre trataba de contar que él le explicaba a los niños las importancia de su decisión inicial y que si no querían su misma suerte debían ser fuertes para resistir la tentación inicial. Nos contaba la historia de Thonda, un niño como cualquier otro, como él quizás cuando tenía 8 años o un poco más. Tuvo la opción de hacerle pequeños “encargos” a las pandillas y de ahí nunca más se pudo liberar; ni siquiera dentro de la cárcel donde las peleas y rivalidades seguían igual. Yo al menos nunca había escuchado en primera persona una confesión igual; estar frente a un asesino de muchos y sentir una lástima y compasión sin igual. El hombre estaba tan muerto como sus víctimas y lo poco que hacía era intentar remediar para otros su porvenir, pero qué ganas de abrazarlo y decirle que aún para él también había una oportunidad. La primera mitad del container museo me dejó con el alma estrujada de dolor y de un infierno real. Al segundo, se paró el otro hombre, flaco, flaquísimo, al que hasta el buzo con elástico se le afirmaba de la pelvis con gran dificultad, pero su rostro, sin dientes en el frente, me dio un poco más de paz. El miraba a los ojos, con vergüenza, pero con cierta paz. Su hijo de diez años estaba afuera y lo acompañaba a testimoniar. El también había matado a muchos, pero tuve la sensación de que aún le quedaba un resto de dulzura y amor para dar. El mostraba un símil de su prisión estatal acomodada en la otra mitad del container para enseñarle a los niños a dónde podrían llegar. El escusado era de latón doblado, el catre de fierro con apenas un colchoncito de tres centímetros para acostar y el cielo pegado a los ojos con apenas una ventanilla para respirar. El mensaje estaba clarito y el señor nos dijo que esto era peor que la cárcel grupal donde apiñaban a veinte o más, porque si bien aquí tenía un poco más de espacio (entiéndase que estaba dentro de un cooler sauna) no tenía con quien conversar y que no ser ser humano, relacional, era el peor castigo para la humanidad. Prácticamente una vida de animal, sin posibilidad de ver nada bueno, verdadero ni menos bello, sólo verse a sí mismo y rayar las paredes con su odio personal. La lección estaba aprendida para ambos y su testimonio fue desgarrador en realidad. Sólo rezo por ellos y sobre todo por su hijo, otro flaquito al que le colgaba un traje de baños roto para que pueda soñar y tener una vida diferente a la de su papá.
Terminado ese tour, Wuara, nos llevó a un restaurant horroroso desde mi forma de mirar. Una especie de bar nocturno, pero de día con toda la fealdad que la luz puede mostrar. Yo ya no tenía hambre alguna, pero él nos quería enseñar la comida local. Al poco rato él mismo llegó con dos canastos cuadrados tapados por un papel como de mantequilla y voila. Uno traía un montón de alitas de pollo, costillitas de cordero y salchichas de acá y el otro traía una especie de puré hecho de maíz con chacalaka que es una mezcla de verduras y porotos para untar. Nada de cubiertos y sólo a dedos atacar. El grupo de turistas que íbamos (ya que iba una familia de franceses y de Bélgica junto a nosotros) atacaron como Mac Donald con mucha naturalidad. Los dedos se abalanzaban sobre todo y mi estómago progresivamente se iba achicando frente a este carnaval. No es que sea asquienta, pero comer con los dedos aun no lo puedo integrar. Sólo agarré una costillita antes que la fueran a tocar y la mantuve harto rato en mis manos para que no me fueran a insistir en comer más. Paso a paso y sin prisa los canastos se empezaron a vaciar y finalmente, lavándonos las manos con los hielos de la cubetera nos despedimos de Wuara y de los otros comensales con mucha amabilidad.
Al final de este día me quedé con una gran lección espiritual. Aun en las peores circunstancias siempre hay solo dos formas de actuar: elegir la esperanza o la desesperación; elegir el agobio o en entusiasmo que es el mismo Dios; elegir la violencia, la venganza y la maldad, o elegir el perdón, el arrepentimiento y el testimonio de amor; elegir la puerta ancha y fácil que nos lleva a la perdición o elegir la puerta angosta que aunque con esfuerzo y dolor, nos lleva a la paz y a la salvación; elegir la oscuridad y el infierno o elegir la luz y el cielo. Khayelitsha y muchos de sus jóvenes, al igual que cada uno de nosotros cada día, siempre tiene a la mano los dos caminos, el tema es cómo persistir en la luz y no dejarse caer en la sombra de la humanidad. Si Zigalele, Wuara y Lufefe lo están logrando en esta masiva y pobre ciudad, cuánto más cada uno de nosotros en su pequeña o gran comunidad. A pesar de todos mis errores y caídas, hoy al menos, gracias a lo que viví y aprendí, opto por la esperanza, por la luz, por el gozo, por el amor… en definitiva por Dios.
Día 35: La despedida
Puede que parezca una locura, pero despedirse esta vez es un desgarro fuerte de expresar. Siempre las vacaciones se nos aferran en el alma como si fueran un chicle de mascar, pero éstas, tal vez por la edad, por la belleza de este lugar y sobre todo por el espíritu que se puede tocar, son como garras que me rompen la carne, aunque volver también sea una necesidad. El clima nos viene a avisar cada atardecer que el verano ya se está yendo y que el frío se avecina con celeridad. La piscina de nuestra casa ya está de duelo porque es un acto heroico meterse así no más; lo mismo el cielo que se cubre de nubes gordas y el sol no las puede atravesar. Los cerros majestuosos me parecen más grises que lo normal y hasta las ranas y culebras de nuestra pileta se silencian para que no oigamos su llorar. Las playas abundantes se han ido vaciando y sólo la arena y las olas conversan generando chismes que vuelan como brisa salada. Las flores se están marchitando en las faldas de las montañas y se riegan con mis lágrimas de tristeza y gratitud por toda la belleza que me pudieron regalar. Los perros y gatos de la vecina se apapachan en nuestra casa como si ya presintieran la soledad que se les avecina cuando la tribu se aleje por el mar. No vienen nuevos arrendatarios y la Estelle y su hija Nina apenas se quedan minutos para ir a trabajar y estudiar. La otra hija, Clara, ya se marchó a viajar por la humanidad. Su primera parada es Eslovenia donde irá a trabajar a una granja como voluntaria, así que lentamente se ha ido desgranando el choclo de esta tribu que se amplió en CapeTown. Los propios niños míos ya me empiezan a faltar, pero también da vértigo regresar. Ser anónima es un privilegio imposible de describir sin estremecer la interioridad. Ser libre de responsabilidades es un tesoro digno de guardar; ser simplemente y “vestirse” con lo que se es, es un banquete celestial. Por eso estos últimos dos días antes de partir han sido fuertes e intensos, lo digo de verdad.
La primera despedida fue de Yolanda, la señora linda que nos ayudaba a limpiar. Su sonrisa brillante y su fuerza vital son bendiciones para enmarcar. La foto de rigor y un regalo entregado con amor para que no nos fuera a olvidar fue el inicio de un corte de este cordón umbilical que jamás pensé se iría a tejer con tanta intensidad. El tema es que cuando se ama con tanta fuerza a todos y a todo, duele como si el corazón tuviese ventosas y se te estira con brutalidad. La clave está en no dolerse y sí agradecer la oportunidad que nos regaló el Señor con tanta abundancia de todo y que seguro florecerá en la posteridad.
La segunda despedida personal, fue con la Estelle con quien fuimos a tomar un café a Simon Town. La conversación fue un mosaico precioso y preciso de humanidad donde puedo decir que encontré una nueva hermana para la eternidad. La misma sensibilidad, historia y una resiliencia admirable frente a la adversidad. Una híbrida de dos mundos, igual que Aquaman, el hijo de la reina de Atlántida y un simple farolero del mar. Una hija de Africans que ama a todos con cuidado y los quiere aliviar de sus dolores, a pesar de que los propios son más grandes que los pacientes que suele atender sin parar. Optimista, inteligente, divertida e insegura a no poder más. Me sonó demasiado parecido para no relacionar. Sé que ese no fue el último adiós con ella, pero sí el que más me impactó porque vi su hambre de Dios y no sé si mi inglés dio el ancho para dar testimonio de su amor. Ella cree en Jesús, pero ninguna experiencia previa la alentó; era que no, me dije yo pensando en las iglesias que visité y su horror. Son esos momentos en que dan ganas de clonarse por mil y tener millones para traducir lo que he escrito para personas como ellas, que no han tenido la oportunidad de conocer su mensaje de amor.
La tercera despedida fue la de los niños que terminaron su etapa escolar. Al irlos a buscar, fue una sorpresa verlos cargados como equecos de regalos y sus poleras rayadas. Sus amigos le habían escrito mensajes para expresarles su amistad y la verdad en sus ojos se veía la misma ventosa que yo he tenido que llevar. Carteles, libros, cartitas, comida, de todo juntaron para poderles decir Good bye, pero el tema es que estos niños serán difíciles de reemplazar. Tal como expresó Aki en una conversa final, por primera vez se sintió en su corral. No es que en Chile no tenga amigos, pero la inocencia y bondad de sus compañeros de acá allá es una aguja en un pajar. Supongo que no debe ser casualidad y que ese aprendizaje a algo lo tendrá que mover en la posteridad. Con la Trinita pasó igual; los compañeros hasta el lunes la quieren invitar. Cada segundo es oro cuando se trata del vincular genuino y desde la gratuidad.
La cuarta despedida fue con los vecinos que vinieron a comer acá. Hicimos un brahai para no desentonar, pero ellos trajeron tantas cosas ricas que nos sobró para guardar hasta el viaje final. Al igual que a las vecinas, les hice un cuadro lindo, lleno de energía amorosa tratando de expresar toda la gratitud por la acogida y ayuda que nos dieron sin pedir nada. La conversación no midió límites con la barrera de inglés y todo fue como una familia ampliada con lazos de acá. La alegría de sus caritas al recibir el regalo me fue suficiente para poder partir, pero al recibir uno de ellos la fuerza se me hizo nada y una vez más las lágrimas se me escaparon de felicidad y tristeza, si es que eso puede darse con simultaneidad.
La quinta despedida también se dio con un brahai con una familia de Taiwan. Llegamos a su casa sencilla, antes del apagón de la electricidad. Sí han vuelto a cortar la luz dos veces al día y todos los vecinos hacen bromas que ya falta poco para que limiten el confort. Sólo una anécdota de cómo la vida nos puede cambiar: en nuestro país y probablemente en muchos es de mala educación no tirar la cadena, sin embargo, acá actúas mal si la tiras sin necesidad, por lo que a los niños hay que enseñarles a no tirarla en vez de hacerlo y así todo se va dando vueltas como en el tema de la electricidad, donde todos ya se programan con linternas y sin wifi por horas extensas sin alegar.
Al principio, pensamos que el famoso asado sería del terror al ver el entorno y que a estos “amigos” apenas los conocíamos en verdad. Sólo eran papás de compañeritas de los niños y lo hacían de pura buena voluntad. Todo bien inhóspito, se veía del terror y la casa olía a algo muy especial. El brahai se hacía en el estacionamiento en sillas de plástico y una pequeña parrilla que no parecía tener nada. Al rato llegó otra pareja del curso a la que no conocíamos y era una alemana con un suizo que se habían venido a vivir acá. Y la cosa se empezó a armar. Tres familias, tres continentes, tres razas que podríamos no haber tenido nada para comentar, pero en realidad todos teníamos la misma mirada de la vida, los anhelos de educar con más humanidad y a Dios en el centro, aunque fuésemos cristianos nada más. La comida se empezó a multiplicar, al igual que la conversación y las risas de los niños que sumamos que ya jugaban como si se conocieran desde la eternidad. La alemana sudafricana resultó un encantó de mujer y su marido suizo un hombre de gran corazón. El taiwanés un gran sabio en su pensar y su señora, Peggy, una dulzura sin igual. Entre ojos achinados, redondos y almendrados teníamos para el comercial de Benetton y solo nos faltó un negrito para completar. Al final nadie se quería ir y la promesa de volver a vernos en el futuro pareció real. Todos éramos inmigrantes en un mundo loco del que nos quisimos bajar, al menos nosotros por unos meses y ellos por la posteridad. Sus familias de Taiwán y Suiza los creían hippies y locos por elegir Sudáfrica para educar, sin entender cómo dejaban la perfección y la limpieza atrás por un país lleno de simplicidad y caos social. Supieran lo ricos que son, decía yo al mirar a sus niños jugar y tener una vida con paz. Desde lo objetivo puede que sus padres tuviesen razón ya que en sus países de origen todo funciona y la economía es espectacular, pero les falta lo más importante que es el espíritu y la posibilidad de vivir la vida de verdad. Puede que aquí no tengan carbón y la electricidad haya que comprarla en Madagascar, pero la inocencia de los niños y la ilusión en su mirar es algo casi extinguido en las calles de Taiwán o Swistzerland.
La última despedida que voy a contar fue la de hoy en la playa que fue inolvidable y preciosa para atesorar. Los primeros doscientos metros de playa estaban para arrancarse a la ciudad, ya que la tormenta de los otros días había arrastrado un montón de algas que estaban atestadas de moscas que no te dejaban en paz. Me recordé de las plagas de Egipto y casi nos volvimos, pero avanzamos un poco más. Llegamos a un sector limpiecito que los mismos ángeles habían barrido para que la decepción no nos acompañara en la despedida final y la verdad es que nunca había probado un mar tan delicioso y helado sin alegar. Éramos, junto con Andrés e Iñaki (porque la Trinita estaba invitada a jugar donde una amiga), los únicos habitantes de ese paraíso celestial. Mar turquesa, tranquilo a no poder más, arena suave y blanca y una brisa suave que lograba calentar el cuerpo después de la inmersión bautismal. Cinco veces me metí al agua tratando de grabar la sal en mi cuerpo y podérmela llevar a mi ciudad. Qué delicia más preciosa la paz que ahí recibimos y cómo todo el entorno se coludió para la fiesta final. Si pudiera pintarles la vista que teníamos quizás me entenderían un poco más en mi locura estival, pero es que realmente veíamos todas las bahías y las montañas de piedras como si fueran una postal. Las nubes hacían piruetas sin ningún pudor frente al mar y muchos pájaros y patos se tiraban en picada, como convenciéndonos con su heroísmo que nos quedáramos para siempre en este lugar. Sólo unas pocas moscas molestosas a ratos nos recordaban que estábamos encarnados y no flotando en una dimensión espiritual, pero finalmente sonó la alarma para ir a buscar a la trinita y todo llegó a su final.
Arrastrando las patitas por la arena, me despedí con reverencia de este pedacito del paraíso tan atormentado como lleno de fecundidad. Y es que este viaje podría haber sido un desastre y ha sido sólo bendición desde toda forma de mirar; quizás por eso mismo da susto volver y extrañar el paraíso en tensión que se da acá.
Ciertamente este país es una mujer hermosa, llena de encantos que ni ella misma conoce, pero que son evidentes cuando uno la visita y la comienza a explorar. Su silueta geográfica compite con destreza con el océano multicolor que la desea acariciar. Su vestimenta colorida, sus huesos fuertes y su cadencia al caminar, la hacen ver como una fémina muy segura de su capacidad, sin embargo, está llena de heridas, de dolores, de divisiones internas que no logra integrar. Su riqueza espiritual y natural es solo comparable a la de los diamantes que esconde en sus entrañas, pero a la vez sus lágrimas y sus niños adosados a la espalda, revelan su miseria y abandono de la humanidad. Es una mujer sencilla en extremo, trabajadora a no poder más; una mestiza bellísima, pero que no tiene pertenencia final. La mitad de su sangre es blanca/ europea y eso la hace fina, elegante, culta, distinguida, orgullosa, ordenada y un poco rígida, además. Su sangre negra y de color, la hace espiritual, trascendente, mística, amarrada a la tierra y a la tradición tribal. Ambas mezcladas hacen un fluido difícil de administrar ya que depende del lado en que te muevas, el rostro que te puede mostrar. Sus ropas son rústicas, pero sus colores únicos en combinación y energía vital. Es como si le hubiesen cosido llamas de fuego en cada puntada, ya que, sin importar sus curvas o su pelo, la mujer sudafricana es linda de sólo mirar. Sus hombres la han abusado y ultrajado hasta no poder más. Su carne aún llora el desgarro del ser sacada a la fuerza de su hogar. Sus brazos aún no se recuperan del abandono y de la maldad y sobre todo su sonrisa, aún no puede ser feliz del todo, porque sabe que vive en un edén que en cualquier momento puede acabar. Los hombres insisten en pelear; la mayoría de ellos al menos y sólo piensan en su bienestar. Blancos y negros sólo se quieren vengar y buscan los modos de arrasar con todos los recursos de esta mujer que resiste y lucha con dignidad. Ojalá algún día, esta mujer se pueda gobernar por sí misma y enseñarle a los niños y a los jóvenes un nuevo relacionar. Sudáfrica como ningún otro país quizás, conoce la división absurda y el daño que esto puede causar. Me voy triste porque con mi estadía no la pude ayudar más; al contrario, como una mama antigua y de pecho abundante, sólo me dio nutrición y cobijo maternal. En su regazo me dormí con tanta libertad, que ahora dejarla -si bien me produce un gozo inefable por haberla podido encontrar- también me produce un vacío que sólo Dios puede llenar.
Perdón si los lateo con tanta filosofía existencia, pero esta tierra, este aire, esta vegetación, esta gente no es un paseo nada más. Estar tres meses recorriendo su corazón de madre y mujer, me ha despertado el mío y eso es lo que no quiero perder, llegando allá. Que cada atardecer se vaya grabado en mi retina para cuando el horizonte se me nuble allá; que cada color de todo lo que aquí existe, me permita seguir pintando nuevas obras allá; que cada inspiración de aire me ayude a respirar cuando me sienta agobiada en mi ciudad y que sobre todo cada gesto de amor recibido, me permita multiplicarlo en todos los que voy a encontrar, sin miedo a ser una sudafricana en Chile a pesar de mi origen inicial.
Quedan sólo unas horas y seguro serán una locura de correr y ordenar. Unas últimas despedidas y ver todo por última vez antes de volar. Sin embargo, me quedo con la esperanza cierta de poder regresar, ya que no fui a la TableMountain y seguro eso me servirá de excusa para volver a visitar. Vamos cargados de cachureos que no sé donde vamos a colgar, pero también vamos llenos de vivencias preciosas y únicas que ojalá hayan podido disfrutar. Se va acabando este Desembarco con un gracias a Dios más grande que una catedral. Sé que es un privilegio y lo voy a aprovechar al máximo, para poder recuperar terreno de lo que en Chile está a punto de acabar; me refiero al amor y a la fe en las personas como fundamento principal; ese es el diamante precioso que tenemos y que no lo podemos tapar con desconfianzas, consumo y superficialidad. Sé que Dios proveerá con lo necesario para cultivar nuevamente semillas de esperanza en lo relacional, sólo espero estar a la altura y poder ayudar en esta misión que me enseñó acá con tanta prodigalidad.
Dios los bendiga a cada uno y a todos y nos vemos en la capital.
Fin.
Desembarco de una nueva tribu en Sudáfrica
Seguramente en estos tiempos, es muy extraño ver cómo una nueva tribu se asienta en el continente africano, específicamente en su borde más austral en donde un pequeño cabo se adentra irrespetuoso en el océano sin frenar. Bueno, este relato pretende ser la bitácora de esa travesía tan única como especial, que decidimos hacer como tribu chilensis en Sudáfrica, a las afueras de Capetown. Qué nos movió a cruzar todo el Atlántico y asentarnos por unos meses en medio de la tierra original de la creación, la verdad que sólo al final se podrá aclarar. La mayoría de las razones, hoy al comenzar, sólo tienen que ver con intuición, con voces del alma, con un anhelo profundo de conocer, de aprender, de nutrirnos de lo esencial. Si alguien le interesa leer todo lo mucho o lo poco que nos toque experimentar, lo invito a continuar estas líneas y ver para dónde se van. Hoy, solamente acabamos de aterrizar y son meras impresiones las que puedo contar. Vamos a ver cómo nos va. Antes de partir, algunas aclaraciones de quiénes conforman esta tribu tan particular. A la cabeza, asumiendo el rol de organizador y logística general, está Andrés Papá. Un niño en cuerpo de adulto que muere de curiosidad por ver cada detalle del camino y que tiene el don de calcularlo todo para proteger a los demás. Le sigue Andrés hijo que anhela aprender el idioma del lugar y tener una experiencia que le permita madurar. Luego viene Benjamín, el segundo del clan, que es el chef oficial de la tribu y el que ayuda sin preguntar. Le sigue Tomás, el encargado de la ternura y de llenar de música la choza principal. El es un gozador y un artista y un cosmopolita natural. A sus pasos, le sigue Felipe que es el más alto del clan. El se encarga de la simpatía y hacer reír a los demás con su forma única de pensar. Ha heredado la curiosidad del padre y será el que más cueste controlar en su vagabundear por la ciudad. Estirándose para adolescente, viene Iñaki que es pura intelectualidad mezclada con el corazón como gracia fundamental. Sus risas contagian a toda la tribu y sus lágrimas estremecen si se pone a llorar; es que nadie quiere que un ser tan lindo y regalón sufra de más. Cierra el clan de los niños la Trini que es pura libertad. Su mente rápida y su sentido artístico se conjugan perfecto con su ternura y gracia tribal. Bueno y no puedo dejarme de nombrar, como la progenitora de todo este clan y espero ser honesta en mis escritos, aunque no se me puede exigir mucho porque el babero me llega hasta el mar. Sólo verlos caminar medios desgarbados por los aeropuertos, con tanto cariño y alegría fraternal, justifica esta travesía hacia el continente negro como le suelen llamar. De negro tenemos poco en verdad, pero sí de alegres y coloridos así que no deberíamos desentonar tanto con los oriundos del lugar. En música, colores, ritos y ceremonias nadie nos puede menospreciar. Bueno, esos somos los ocho locos que dejamos todo atrás para ver qué es lo que vida nos quiere regalar.
Día 1: Viaje y aterrizaje en CapeTown
Después de varios amagos de enfermedades, accidentes y operaciones del clan original, finalmente madrugamos la mañana del 19 de diciembre para podernos embarcar. Juan Pablo, nuestro fiel amigo, amablemente nos pasó a buscar y nos dividimos en dos autos para poder subir a toda la tribu y a las maletas que llevamos para viajar. Muchos se sorprendieron de que sólo tres pequeños bolsos fuera todo el arsenal. ¿Qué más necesitamos en verdad? Sólo un poco de ropa, remedios para las emergencias, algunos libros para trabajar y un par de zapatos para caminar. Me recordó mucho el peregrinar de Santiago de Compostela y cómo mientras más livianos viajemos, más lejos podemos llegar. Lástima que siempre se nos olvida y nos suele el ganar el por si acaso o el no vaya a necesitar… Aquí la decisión fue la inversa; menos, es más. Si nos falta algo, lo encontraremos en Capetown y si no lo encontramos, por algo será. La despedida de los amores que se dejan en Chile no pudo faltar y algunas lágrimas salieron de los ojos con el último abrazo antes de entrar a policía internacional. Mas que mal los “niños” de la tribu ya me pasan por más de una cabeza y sus vínculos se han extendido bellamente y más orgullo me dan ya que ahora tengo hijas, además de la Trinita que me empieza a pillar. El taco, para variar, nos jugó una mala pasada, pero esta vez los astros se alinearon 100% a nuestro favor y todo funcionó con la perfección de un relog inglés y no hubo ningún percance que lamentar. La tribu como troglodita, se aperó en el salón VIP del Banco local y no dejó sushi sin arrasar. “Provisión de boca” pareció ser la máxima antes de embarcar. No sabían los de este beneficio bancario con quien se topaban al dejarnos entrar. Aperado el buche, nos fuimos a embarcar y la verdad es que la chochera de mamá no me la podía borrar. Sólo cuatro años antes, al realizar una hazaña familiar, la tribu medía una cabeza menos y dependían casi al 100% de nuestro cuidado paternal. Ahora sus zancadas de gigantes y su extroversión y simpatía natural me dejaban atrás y yo sólo cuidaba que la Trinita no se quedara sin mirar. Cómo crecen los niños y qué privilegio que los pueda aún tener conmigo y viajar. Cada uno con su personalidad, tan unidos y diferentes, además. Tan buenos mozos y tan simpáticos; tan educados y brutos sin dejar de hacerme sentir profundamente feliz por ser su mamá.
El vuelo, a diferencia de otras travesías fue espectacular. La comida rica, los asientos cómodos y espacio para dormir con tranquilidad. Nunca falta cierto temorcillo al océano y a las turbulencias, pero hasta eso fue moderado y como un augurio de la bendición celestial. Llegamos, con cinco horas de adelanto en el cuerpo, a la capital de Sudáfrica apenas el día se dignó despertar. Con el cuerpo destemplado (ya que en sus células eran las tres de la mañana) nos tocó ver una ciudad muy amplia en su distribución, verde a los lejos y próspera en el primer mirar. Los techos rojos, lomitas suaves y mucha agricultura rememoran los paisajes chilenos de la zona central. El aeropuerto es inmenso, moderno, limpio, muy ordenado y parece europeo por donde se le pueda apreciar. La gente muy amable, de varios colores e idiomas, pero muy desarrollado para mi expectativa inicial. Le pega mil patadas al aeropuerto de Chile actual. En ese tránsito sólo estuvimos poco más de una hora y vuelta a subir a un pájaro de metal para llegar a Capetown. El cielo es despejado y no hay contaminación ambiental. El calor es muy agradable y no hay humedad; muy parecido a haber aterrizado en La Serena o Viña del Mar. Los cerros son maravillosos y se imponen como estatuas para la bienvenida oficial. Sí, en Santiago hay cordillera que le puede comparar, pero estas montañas son más bien esculturas de roca que puso Dios para adornar, sobre todo la famosa TableMountain, que es donde a él le gusta almorzar. La gente amable, sonriente y sin forzar. El porcentaje de personas de piel oscura y más blanca se ve en proporción igual. Todo se ve ordenado, verde, pero sin atosigar. El cielo se vistió de algunas nubes para saludar. Las calles son amplias y despejadas; no hay motos ni peatones que se quieran cruzar; el gran dilema sólo se reduce entonces en manejar y cambiar el cerebro para el otro lado, pues aquí los ingleses impusieron sus normas y ya está.
Es increíble en el trayecto en auto ver flores silvestres como si fuese un jardín ornamental. Flores rojas, rosas, blancas y amarillas, se pintan en los cerros como los dedales de oro que solemos coleccionar. Entre medio las rocas blancas se turnan con las rojas y con una amplísima variedad de árboles de gran majestad. El entorno es maravilloso, imponente, elegante diría yo hasta donde se puede mirar. Se ven poblaciones como campamentos en medio de calles más pitucas y hay alarmas de seguridad. Bien parecido a nuestro Santiago, sólo que esta bellísima ciudad está al lado del mar.
La casa donde llegamos en nuestro auto arrendado es capítulo aparte que contar. Qué ad hoc para la tribu; demasiados detalles lindos para relatar. El jardín está adosado a un cerro y tiene una pileta de piedras que suena precioso, mientras unas ranas gigantes saltan sin parar. La piscina está tapada con un lienzo para que el agua no se vaya a evaporar. Si bien la emergencia extrema se superó, el buen hábito de cuidar este recurso quedó consolidado en los habitantes de la ciudad. Sólo un ejemplo, los baños públicos apenas tienen un chorrito de presión para lavarse las manos y las duchas no pueden superar los cinco minutos para no malgastar. Uno de nuestros anhelos es poder aprender a adquirir mayor conciencia ecológica medio ambiental. Sigo con la casa. Compartimos el jardín con la dueña que tiene una casa más chica pegada a la nuestra y que ya nos vino a visitar. Es una doctora y tiene dos hijas en edad de debutar en sociedad. También la acompañan dos perros labradores que debemos cuidar y un par de gatos que se alimentan en nuestro garaje. Según la dueña no hay serpientes ni arañas que observar; todo está conforme a la ley y no me debo espantar. La casa es un tesoro de cosas lindas, de libros, de aromas, de pequeños espacios donde estar. Hasta el baño es bonito de mirar. Cálida, amplia, limpia… sin duda, la mejor de todas las aventuras que hemos podido realizar. El nombre de la calle es Topaz y ya me suena a misterio y a una experiencia sin igual.
Está atardeciendo por estos lares y la verdad que fuera de extrañar, estas últimas 24 horas han sido plenas de gozo y libertad. Ya me pondré a trabajar, pero sé también que la intensidad de la que veníamos la tengo que reponer para poder aprovechar.
Para resumir mi sensación hasta ahora es la de estar en el mejor pedazo de Chile o de Santiago, sin haber visto más. Nada de poblaciones ni pobreza a la vista y los cerros irradian energía como un imán. Es más, se parecen mucho a los cerros de Jericó donde Jesús fue tentado por el mal. Aún no conozco el mar, aunque lo veo desde mi ventana, pero la energía sólo nos dio para ir a comprar provisiones y ordenar. Ahora se me van cayendo los ojos, con el canto suave de unos pájaros que cantan en el cerro y un horizonte naranja tenue que no alcanza a hostigar. Todos estamos cansados e hicimos un gran brindis al llegar. Creo que estamos invictos hasta ahora de imprevistos y eso es una bendición sin igual. Cierto que cuesta manejar al revés y estuvimos a punto de chocar, pero los ángeles ya están alertas de esta invasión de chilenos que aún no asimila los códigos del lugar.
Ya habrá muchas más cosas lindas que contar. Hasta otro día para poder descansar.
Día 2: Construir sobre roca
Sin duda, los colonos fueron muy obedientes al mandato celestial ya que casi todo está construido sobre los cerros de rocas que emergen del mar con aires de independencia sin acabar. Probablemente fue al revés y fue el mar el que se quiso arrancar de las serpientes mortales, pero finalmente da igual, ya que se combinan ambos con una belleza imponente y espectacular. Se ríen en la tribu de mi asociación religiosa a los cerros donde Jesús recibió la tentación del demonio, pero son iguales en verdad. Murallones blancos y grises como capas de una torta de milhojas, a medio desarmar. Pareciera como si hubiese existido un gigante glotón que hubiese salido salpicando piedras blancas, como migajas de pan. Montañas “crunchies”, dijo uno de los geógrafos especializados que llevo en mi auto y que no disminuyen el asombro en cada vuelta que dan. Es que el terreno es por sí mismo un lenguaje especial, que habla de milenios, de eras geológicas preñadas de seres fosilizados que se ocultan en montañas mágicas en verdad. Cada formación parece una figura esculpida por un artista bipolar; a ratos plana y fina y después un acantilado rugoso capaz de cortar.
No todas las piedras son albas, haciendo mención a la diversidad de este continente ya que quizás las más bellas son las ocres que parecen un postre de tiramisú colosal. Capas y capas de rocas distribuidas con una paleta de cobres espectacular. En su disposición natural parece un ponceado magistral, pero a su vez esta roca es ocupada para muros y casas con una gracia genial. Son como pequeños ladrillos irregulares y que hacen todo acogedor, elegante y sencillo a la vez, sin desentonar.
Los árboles se prenden a las rocas como si estuvieran zurcidas con cáñamo; lo mismo arbustos robustos y flores maravillosas que nadie parece cuidar. Lo único que se cuida es que la montaña de roca no se desprenda en los caminos por lo que tejen cubículos de acero y los rellenan con la piedra como si fuesen granos de sal. Estos acantilados se adentran en el mar con una vertiginosa caída que llega a marear. El Atlántico mezclado con el Índico son los brazos que contienen esta tierra desde la eternidad. Su color es semi gris y su temperatura no envidia en nada al Pacífico ya que también es helada. No hemos tenidos el privilegio de probar sus seres, pero ya llegarán a nuestra mesa para comparar como son los peces y crustáceos de acá. Lo que me parece lindo es como las nubes no se quieren del todo alejar del cielo, creando una especie de microclima en las alturas de las montañas. Una vez más, me imagino a Moisés subiendo por entre medio de esta capa de santidad y misterio para traer las tablas de la ley que debían regular a la sociedad.
Las casas que he podido mirar, están incrustadas con perfecta armonía a las rocas y parecen un dominó repartido al azar. El barrio de NoordHoak, donde vivimos, es espacioso, lleno de vegetación muy limpio y no se ve gente caminar. Es más, no hay veredas ni tampoco publicidad. Es todo más parecido a un campo a medio conquistar. Es más, cada cierto tramo hay granjas que venden sus productos y viñas que se empinan por las laderas como haciéndole un gallito a la montaña que quiere bajar. Seguramente estas impresiones son muy básicas y pueden aburrir un poco, pero dan una idea del lugar.
Playas hay detrás de cada vuelta y sus arenas son blancas a rabiar. Su distancia con las aguas del mar es grande y hay un buen trecho que caminar hasta de poderse bañar. No se ven muchos bañistas y el calor no es aún tan intenso como para lanzarse sin pensar. No hay quitasoles, ni toallas, ni sillas; nada de nada. Sólo esa amalgama de blanco y azul que regala mucha paz. Las olas son suaves y se reiteran hasta bien metidas en el mar. Sólo en las orillas de los acantilados surfean los expertos, porque lo otro se ve más tranquilo, aunque nos advierten de las corrientes que suelen atrapar.
La gente con que nos hemos topado es de dos formas nada más. Los blancos son muy blancos y un poco desabridos en sus facciones, aunque espigados y flacos en general. Sus narices son finas y sus ojos claros, pero no tienen ninguna gracia especial. Su tono es más bien gangoso y muy amable de tratar. Hablan un inglés muy bien pronunciado y parecen muy respetuosos y ayudadores, además. Se ven un poco desconfiados y respetuosos en el trato, sin dejar demasiado espacio a la espontaneidad. Todo luce perfecto ordenado, como si llevaran genes alemanes o el frío nórdico en la mirada. La gente de color que nos hemos topado es de facciones finas y no hay gordos para contar. Los niños son risueños y libres, pero los más grandes sólo se ven trabajando o más lentos para reaccionar. No sé si será casualidad, (me falta saber más), pero hay genes hindúes de todas maneras en la gente local. Piel aceituna, ojos negros amplios y unas ojeras imposibles de borrar. Ellos no son especialmente amorosos y están el área de servicios en general.
Para terminar el día con las sensaciones, de la comida esperaba más novedad. Las frutas y verduras son las mismas nuestras y carecen de un sabor más intenso al probar. Los tomates son como esos apurados a madurar y la fruta le faltó sol para endulzar. La carne tampoco se ve tentadora de probar, así que mi esperanza viene por lo marino y la panadería local. Sólo llevamos un día acá, pero se extraña el cilantro, la albahaca y el olor del tomate de verdad. Ese rico que te hace volar a la mata como si fuera ayahuasca o una droga letal.
Ah, algo que quizás no conté y que me tiene fascinada de esta tribu es que la música se vino en la maleta y se va a quedar. El piano de la casa ya está estresado de tanto tocarlo y de cantar. Mi sueño de ser cantante se cumple gracias al talento de Felipe que no para de ensayar. Me hace tan feliz cantar y aquí nadie me hace callar por desafinada o por pronunciar mal.
Sé que ya lo comenté antes, pero el cielo es muy especial. Todos los días coquetea con las nubes y las deja pasar, pero sin duda opera como nuestra camanchaca que cada día entra y sale de la costa sin preguntar. Para colmo, la luna llena corona las montañas como una ostia en adoración y es de una brillantez muy especial.
El resto del día, ordenar la pensión, cocinar para la tribu y volver a ordenar porque no tendremos ayuda hasta una semana más.
Día 3: Un potpurrí de vivencias para no olvidar
Ya en el tercer día por estos lares, debo confesar que el jet lag me la ganó y me quedé durmiendo como la Bella Durmiente, en simbiosis con la Cenicienta ya que justo a las doce, hice el acto heroico de abrir los ojos y poder disponerme a lo que el día me iba a regalar. Es loco tener la agenda vacía, sin pendientes ni tareas que realizar; me produce un gozo y una paz muy grande y no quiero que nada me lo pueda quitar. Después de un buen café que logró reanimar mis neuronas que aún están un poco mareadas, me fui a la piscina de la casa y me puse a nadar. Debe tener unos diez metros de largo e intentaré ir aumentando las vueltas diarias para poderme ejercitar. Una de las conciencias que he tomado es de lo mucho que me cuesta hacer ejercicio, no por el mismo, sino por el hecho de partir a algún lugar. Así que con piscina un poco más tibia y con tiempo para disfrutar, hoy me convertí en rana y me puse a nadar. Bueno, rana, rana sería una exageración si me comparo con la Trinita que sale arrugada cada vez que se mete a nadar, pero esa es la idea y la motivación para este primer día de dominar mi situación corporal.
Algo que se me olvidó contar es que en la noche es muy lindo y curioso oír a los pájaros cantar. Establecen un verdadero diálogo tribal y más parecen humanos que aves en realidad. Hacen cantos repetitivos, largos, como si un código morse quisieran recitar, pero aún no les entiendo nada. En el día sí se ven aves muy lindas y variadas en las calles, sobre todo unas especies de perdices y codornices gigantes, que parecen pavos, que andan de una casa a la otra como si fuesen las dueñas del lugar. Atropellar una de esas se me imagina igual que toparse con una vaca sagrada en la India y no me quiero acribillar. El resto de la fauna aún no tengo el privilegio de conocerla de cerca y espero que sea en un lugar protegido para no asustarme ni que me vayan a picar, pero sorprende ver letreros camineros que advierten de suricatas, gacelas y demás para que uno no las vaya a atropellar.
Durante toda la mañana, la princesa bella y durmiente (o sea yo, por si se confundieron con alguien más) se quedó en la casa ordenando y tratando de poner algunas líneas en concreto para avanzar, pero lo hice con la guata semi apretada ya que parte del contingente se fue a un cerro a escalar. Una vez más, sólo cerrar los ojos y confiar que Dios los iba a cuidar. Partieron cerca de las 10 y siendo las tres aún no volvían y los nervios me empezaron a mermar. Ya no sólo por su salud temía, sino por algún asalto, accidente o bicharraco que los hubiese atacado por su ingenuidad. El tema es que volvieron agotados, deshidratados, quemados y profundamente felices porque superaron las cumbres más altas y tuvieron las vistas más lindas que se puedan imaginar. Lo que les contaré son recuentos de sus relatos, porque por lo menos a mi no me dio para esa aventura porque tendría que entrenar más. Los senderos son de piedra y se debe transitar también por el lado inverso si te topas con alguien más. A las nubes no les alcanza el esfuerzo diario cuando desde el océano se adentran al continente y se quedan a media mitad de las montañas tratando de mirar. Vengativas a media tarde, se vuelven mareas blancas de lava que comienzan a bajar por las laderas, produciendo un efecto fantasmal. Desde las alturas es posible entender la distribución de los barrios y cómo los diferentes cerritos crean valles pequeños donde los humanos se han prendido como lapas en el mar. Detrás de cada mole de roca que conforman los cerros, aparecen caminos serpenteados que llevan a conjuntos de casas que llegan hasta las entradas de mar. Casi todas tienen arena blanca en distinta cantidad y unas pocas lucen rocas que asemejaban huevos de dinosaurios fosilizados por la edad.
En general los valles se ven verdes y los árboles comienzan a crecer a la altura de las faldas de los cerros, dándole un aspecto tierno y silvestre a la ciudad. Todo se ve pavimentado, ordenado, estructurado, al menos desde la vista general.
A la vuelta de esta travesía en que exigieron al máximo su capacidad, el chef Benjamín y sus ayudantas les teníamos un banquete para reponerse y después de eso los cuatro exploradores cayeron en las fauces de Morfeo, como si veneno les hubiesen proferido por tanto andar.
En la tarde, tomamos nuevamente el auto con otro contingente de niños y nos fuimos a Capetown. Un camino precioso, empedrado y de acantilados nos llevó a la gran ciudad. Aumentaron los peatones, los autos y el ruido, pero no perdió la gracia inicial. Por lo menos la ruta costera (sin ánimo de comparar) podría ser parecida al borde de Viña o Reñaca en cuanto a arquitectura y las bellas mansiones que se podían apreciar. Sólo a la vuelta -y por primera vez- vi gente pidiendo en los semáforos y a lo lejos una especie de campamento encumbrándose por un cerro de la ciudad. El resto, insisto que es sólo la primera vuelta que logro dar, se ve nuevo, muy bien mantenido, bonito y de un estándar alto para lo que yo pensaba encontrar.
No paramos en ninguna parte a estacionar; sólo una vuelta para lograrnos ubicar. En el auto nos reímos mucho de puras leseras y fui muy feliz en verdad; sólo Andrés junior requiere un poco más de tiempo para poderse adaptar a los cambios y procesar esta aventura de modo que la pueda disfrutar sin planificar de más.
Ah, lo último, porque son sólo anécdotas de familia que quiero atesorar y algún día poder contar a los nietos o a alguien más, es que por primera vez en nuestro registro comenzamos a reciclar. Basurero para la basura general, basura reciclable y basura para el compost natural. Ciertamente requiere más trabajo, pero es un hábito que queremos internalizar y poder llevar de vuelta a nuestra ciudad natal. Felipe, nuestro ingeniero jefe, nos hizo una capacitación inicial, así que a cuidar el planeta no más.
Espero que el cambio de hora se apiade de mi y me deje descansar. Siendo las 23:00 hrs se me caen los ojos de sueño y oigo hasta las ranas de mi pileta cómo se van a acostar. La luna llena está preciosa y se viste con faldones de nubes como una novia pudorosa que no se quiere del todo mostrar. Se coluden con su belleza, los sonidos de chicharras, pájaros, insectos y quién sabe qué más; sólo espero que no entren por mi ventana porque la tenemos abierta para refrescar. El otro día, me desperté con un lengüeteo en una pierna y tuve suerte de que sólo era el gato de la vecina que me quería acompañar. Mañana es domingo así que intentaremos encontrar una iglesia donde rezar.
Día 4: Una nube en el cielo
Hoy es domingo en esta ciudad y como casi todos los días que llevamos acá, las nubes nos reciben en el despertar. Es como cualquier ciudad costera a la que le cuesta correr las frazadas del sueño y recién a mediodía se digna entibiar con el sol que no calienta tanto en verdad. La temperatura es perfecta; no hace nada de frío y hay una brisa salina deliciosa que invita a cerrar los ojos y contemplar la inmensidad. En esta oportunidad quisimos darle una chance a la iglesia católica local y partimos con Andrés junior y Andrés papá a la misa más tardía que pudimos pillar. San Juan Bautista a las 9:30 fue la invitación y la verdad fue una decepción casi general. La iglesia estaba dispuesta como templo antiguo que hasta púlpito tenía para predicar. Entraron casi puros viejitos y como 12 niñitos que era la chochera del sacerdote ya que lo precedían al entrar. Tres monaguillos con cara de aburridos llevaban una cruz de metal y después el canto proyectado en una pared del lugar. El sueño era difícil de combatir y más encima el tono monótono del cura no ayudó mucho a conectar. Igual que las liturgias de Estados Unidos, todo estaba reglado hasta para comulgar y muchos se pusieron de rodillas para recibir al Señor y sólo le faltaban mantitas de velo para no pecar. Varias colectas y viejitas dulces que nos dieron la paz. No creo que pueda atraer a muchos feligreses a esa vivencia tan retrograda y veré cómo podemos vivir con profundo sentido la Navidad teniendo a Dios presente acá.
Sin embargo, sí necesité a Dios para sobrellevar la adaptación de Andrés Junior a este viaje y a la rutina que llevamos después de cuatro días acá. Cual millenial piensa que las cosas son automáticas y que todo aparece por ósmosis sin trabajar ni esforzarse por nada. Ingenuamente quizás cree que es mágico aprender inglés por sólo ponerse en un curso a estudiar; que los lugares se conocen completamente en tres días y que lo más importante es subir mil fotos a Instagram. Entre medio traté de enseñarle a bajar la ansiedad y que la vida real se da en procesos lentos y que todo, todo en la vida, exige horas de esfuerzo y responsabilidad. Sólo paciencia y esperar que el tiempo haga su trabajo y él se logre aclimatar, pero su rabieta/tristeza y reclamo, me trajo un dolor de cabeza del tamaño del Table Mountain que aún no logro escalar. Esa nube en el cielo me opacó bastante la felicidad del día, porque me da impotencia su forma de enfrentar la vida, pero supongo que como todo, también calzará.
Después de la misa y de superar la nube, fuimos al supermercado a comprar ya que la tribu está hambrienta y todo se acaba apenas mirar. Puedo decir con más propiedad que la comida es un poco más reducida y desabrida que en Chile y en general, más pequeña en todo lo que se puede comprar. Voy a explayarme un poco más, teniendo en cuenta que me refiero a los supermercados más elegantes de ambos lados y no a los comunes de la ciudad. En el caso de las frutas y verduras, todo es como un tercio más chico que lo que podemos encontrar en el Jumbo o en Líder allá. Qué odiosa es la comparación, pero es sólo para explicar. Los duraznos, las ciruelas, las frutillas son como esas que uno no elegiría comprar. Bonitas, pero les falta un poco de fuerza y sol para estar a tono en tamaño y calidad. Es rara la comida en general; los niños bromean que todo tiene sabor a avestruz y creo que no distan mucho de la verdad. Hay quesos y muchos, pero pareciera que en Santiago hay en triple cantidad. Los helados y las tortas tampoco hay gran variedad y las carnes según los expertos caseros dejan mucho que desear. Qué loco es esta tentación tan humana de encontrar mejor lo local. Una reflexión natural que me surge es constatar lo mal acostumbrados que estamos y cuánto hay que agradecer hasta por los endulzantes que allá llenan góndolas y aquí no hay. Tampoco hay cilantro ni hierbas para cocinar. Es entretenido en todo caso ir al supermercado a vitrinear y ver cómo dominan carnes como el cordero o el chancho y hasta las salchichas son medio plásticas en general. Los chocolates tampoco los pude encontrar y las galletas no había ninguna que valiera la pena para engordar. Sí la panadería es rica y hay muffins grandes para chanchear, pero he preferido cuidarme para no volver como cachalote desde acá.
Si a mi el dolor de cabeza me atacó como mal, a mi maridito fue la espalda la que lo hubo de afectar y fue la mejor ocasión para poder manejar yo y aventurarme por las calles del lugar con el manubrio al otro lado sin chocar. Es un agrado y no da miedo, aunque el cambio automático ayuda una enormidad. Sólo le pegué una vez a una cuneta y los peatones no corrieron peligro conmigo, así que ya un estrés menos de estar acá. No hay motos como en Bali y las bermas sí existen para estacionar en caso de pérdida de la orientación vital. El tema es ir con el cerebro activo para saber dónde mirar y no atropellar gallinas silvestres o caballos con jinetes que también hay.
En la tarde logramos encaramar a toda la tribu en nuestro auto ya que van como molde los seis, pero sin alegar. Nos embarcamos directo a la playa y de eso les puedo contar lo que pude apreciar. De partida está lleno de playas en todo el borde costero y esta que fuimos es la más cercana a nuestra casa, pero ya iremos a más. Esta era inmensa de larga y de ancha y parecía como una duna extendida hacia el mar. La montaña de roca, impresionantemente linda, parecía que también se quería bañar ya que llegaba al borde de la costa fundiéndose el verde de sus arbustos con el blanco de la arena que parece sal. Deben haber sido unos 200 metros de playa blanca desde el borde hasta tocar el mar y la bruma de las olas era tan abundante y potente que parecía nublado o fumigación nacional. El océano estaba enojado y se revolvía como perro rabioso, tratando de pillarse la cola en cada recoveco que daba al arrimarse a la orilla del lugar. Estaba muy frío y no me pude bañar. Sí lo hizo la tribu que es más valiente que la mamá. En la arena no hay ninguna gota de basura ni plástico para botar; sólo unos palos viejos de algas que le dan como aliño a la “sal”. No hay conchitas; sólo una extensión preciosa que encandila y genera resolana al mirar. Todo se extiende sin límites y termina en las rocas cuando el cerro se impone al mar. Hay poca gente en la playa y la mayoría anda de paseo con perros, pero no se baña ´porque seguramente el mar es muy violento para aventurarse así no más. Los perros dan para desfile internacional. Cada uno es más lindo que el que sigue y aunque no conozco de razas, sí se ven que son caros y muy bien cuidados por sus dueños que los sacan a pasear. También hay paseadores de perros que se ven trabajando para que se puedan entretener estos “niños” de cuatro patas que abundan más que los de dos en verdad. A mi me dolía mucho el cerebro para jugar, pero disfruté viendo a la tribu riéndose con una pelota y un frisbee pues le hacían competencias a los perros de tanto chacotear. Es loco ver el tiempo transcurrir y no pude evitar comparar la vista con 14 años atrás cuando fuimos a Marco Island y el paisaje era similar. Yo era la más alta de todos los niños y sólo había cuatro para cuidar. Ahora son seis los gigantes, con barba, voces roncas y apapachándome para cuidar. Con suerte les llego al ombligo o a los hombros y son dulces y tiernos como leche condensada. A propósito, no he podido encontrar Nutella ni manjar; estoy con déficit de azúcar así que mañana para Noche Buena con la Trinita nos vamos a vengar. Tenemos planificado hacer galletas, muffins y cosas ricas para dejarle al Viejo Pascuero por si pasa por acá. La señora de la casa nos prestó un árbol de Navidad y la Trinita hizo un pequeño pesebre para recibir a Jesús, además. Es envidiable la dueña en cuanto a orden y creo que ni en cien vidas la podría homologar; tiene todo ordenado por cajas clasificadas y en cada cajón hay cosas perfectamente guardadas para poderlas encontrar. Sé que ese no es mi fuerte, pero sí soy capaz de admirar a quienes tienen ese don y logran todo cuidar y dejarlo para la posteridad. En la cocina, por ejemplo, hay máquinas para hacer pasta, galletas, moldes de un cuanto hay, platos, platitos, copas, herramientas para cortar, esencias, … Todo lo que jamás podría comprar.
Bueno, eso es mi día de hoy. Tranquilo dentro de todo y terminó mejor de lo que comenzó gracias a Dios. Los milagros existen y los voy a pedir con fe para mañana para que se cumplan algunos que aún están pendientes de plasmar.
Día 5: Consejo Tribal en Navidad
A diferencia de nuestro Chile tan invadido desde la primavera con el negocio navideño americano que nos llena de nieve, duendes y renos que no pertenecen a la fauna nacional, en Sudáfrica la Navidad parece casi no existir o más bien sólo en la intimidad. Hay un respeto muy grande a la creencia de cada cual y el comercio al menos, no da evidencias de la distorsión del espíritu que lo menos que hace es revelar la fragilidad, la pobreza y el mensaje más genuino de la Navidad. Acá, al igual que nuestro verano, el viejo pascuero no tiene cabida con sus botas de nieve y su gran traje de piel roja para resistir la adversidad. La verdad, aquí desentona aún más con el borde lleno de playas y las montañas de rocas que se adentran en el África más profunda que aun no podemos visitar. En el fondo, nada que ver un trineo donde debe haber fieras y culebras por dominar. Muy por el contrario, estos paisajes, sí serían el escenario perfecto para pastores, (de hecho los zulúes lo son), para un refugio en medio de las montañas donde armar un pesebre, para una estrella maravillosa y solitaria brillando en el cielo despejado y profundo y para un ejército de ángeles saliendo detrás de cada cerrito verde como si ahí vivieran en realidad. Quizás por lo mismo, la sencillez, lo verdadero de estos días se nos metió en la carne y nos permitió vivir un día y una noche inolvidable en verdad. Creo que es bueno partir por el principio para no marear ni confundir un día épico como dice la tribu en su lengua local.
Desde temprano, el sol se adueñó del horizonte sabiendo que sería un día de luz y claridad. Parte de la tribu fue a dar una vuelta, mientras el otro contingente levantaba el campamento y se ponía a ordenar. Aunque todos ayudan, el trabajo es lento y detallista porque la “choza” es grande y los habitantes bastante caóticos, aunque se esfuercen concienzudamente en dejar cada cosa en su lugar. Es notable ser consciente cómo hay personas a las que se les da con facilidad el orden y a otras a quienes la curiosidad por hacer algo más, les produce una reacción alérgica volver a poner las cosas donde estaban o tener el hábito de botar. Parece que en el gen Goycoolea y Ried se produjo una mutación creativa muy potente, donde siempre hay algo más que hacer, más que guardar, recordar recoger y limpiar. Con todo, el caos funciona y cerca de las 13:00 hrs. la pensión lucía bastante decente para recibir a un invitado tan especial como Jesús al que yo al menos, ansiaba recibir traducido en mil detalles de amor y bendición para los demás.
Los “cazadores” volvieron del campo con cosas ricas para cocinar. Traían camarones, aperitivos y uno que otro manjar local, así que ya teníamos los ingredientes necesarios para el festín que queríamos preparar. La mesa de la comida fue decorada con velas, con flores del jardín, con todos los decoros que pude pillar y quedó digna de fotografiar. Sencilla, linda y llena de luz y paz.
Mientras todo esto pasaba, debo contar el primer milagro de la Navidad. Andrés hijo, pudo hacer un cambio de swicht muy lindo y me pidió cocinar el almuerzo para los demás. Santo remedio ya que nadie lo ayudó en nada y comprendió por sí mismo cuánto se demora uno en aprender las cosas y poderlas realizar. El milagro se dio con una zanahoria en la cual tuvo que invertir más de 45 minutos para poderla pelar y cortar. El sólo se dio cuenta de la verdad de las palabras que hace 24 horas le habíamos tratado de comunicar. Todo es lento, requiere trabajo y esfuerzo real. Nada se da como un touch y la vida tiene ese sabor tan intenso y maravilloso cuando puedes sentir y gustar lo que es real y diferenciarlo de lo virtual, de lo engañoso, que es tan fuerte para todos en la sociedad actual. Orgulloso nos llevó una ensalada que desapareció en menos de dos minutos en las fauces de la tribu y luego unos tallarines que él mismo hizo y que coronaron su aprendizaje vital. Con eso le cambió la cara, la disposición, entendió, asimiló por sí mismo y me volvió un porcentaje altísimo de la paz que me había quitado su desesperación y ansiedad vital.
Después del almuerzo comenzó un reality culinario digno de grabar. Qué experiencia más bella cocinar en familia y disfrutar en lo profundo cortando un tomate u horneando galletitas que sabes que harán felices a los que amas. Ahí ya comenzó la Navidad en la casa y fue un festín difícil de describir, pero que produjo un almíbar ambiental. Benja por una parte faenaba una carne rellenándola con todo lo que pudo pillar. Piña, ciruelas, chalotas y especies que empezaron a dar un aroma a felicidad. La Trini y Aki se fueron por el lado dulce cocinando muffins de zanahoria y vainilla y galletas de mantequilla para el postre final. Yo me esmeré con tomatitos rellenos, con zuchinis al dente, con cous cous semi dulce y con frutas lindas para refrescar. Todo parecía una orquesta muy bien coordinada que me empezó a sintonizar por dentro con el amor más inefable que pueda expresar. Los otros comensales no se metieron a cocinar porque ya no cabían más chefs en el espacio dispuesto, pero amenizaban con el piano y con la conversación liviana y celebrando cada plato que se lograba rescatar para el banquete final. Luego vino la difícil tarea de ordenar tamaña creación, pero hasta eso fue un agrado al hacerlo con toda la tribu dispuesta a ayudar. Cada vez soy más consciente que la felicidad se juega en esos pequeños detalles y no en lo material.
Unas buenas duchas para los cocineros permitieron sacar la harina, la mantequilla y todos los aromas extras para disponernos para lo esencial: el consejo tribal de Navidad. Ciertamente las últimas 48 horas no habían sido del todo fluidas y la tensión se había empezado a acumular. Es un experimento muy notable reunir a ocho personas en convivencia total. Si ya ser matrimonio exige comunicación, ceder y renunciar para la armonía, viajar y vivir 24/7 con cuatro adultos más es una buena práctica de vínculos donde se puede vivir un paraíso o un infierno real. Gracias a Dios la práctica nos ha permitido siempre estar más en el cielo que en el infierno, pero los gustos, necesidades, estructuras y hasta los horarios de cada uno, son un desafío de conciliar. Hay algunos que son nocturnos y en las mañanas no se pueden despegar de las sábanas ni con un león real. Hay otros que son más hiperactivos y no pueden estar tranquilos sin escalar un cerro o tener fotos que sacar. Hay otros que son más contemplativos y gozan con lo que pasa dentro de ellos y no necesitan más. Hay comilones, hay desordenados, hay músicos y otros a los que el piano ya los tiene locos de tanto sonar. Hay algunos ranas para el agua y otros que parecen gatos alérgicos a cualquier humedad. Hay unos más extrovertidos y otros que se guardan como tesoro de diamantes, difíciles de explorar. Así, con todo, creo que esta experiencia es una escuela de humanidad, que se asienta en el amor y en el más profundo respeto por cada uno, lo que ha permitido una danza de la tribu muy bella y especial. No ha habido peleas ni conflictos; sólo la nube que ya empezó a disipar. Cada uno pone lo mejor de sí mismo, pero sin renunciar a su originalidad. No hay egoísmos y todos tratan de ayudar y eso ya es Navidad en mi alma y justifica el haber venido tan lejos a ser consciente de este tesoro tan especial.
Sigo, con la liturgia que hicimos porque fue única, un regalo divino que no podremos olvidar. No quisimos ir a misa del gallo ni tampoco a otra con permiso del alma porque no íbamos a entender mucho y tampoco queríamos echarla a perder por la fomedad. Ya hablé de eso y me da una impotencia brutal. Porqué nuestro mensaje tiende a ser tan fome en nuestras iglesias y ritos, tan carente de alegría, de entusiasmo, tan falto de sencillez y espontaneidad, cuando Jesús justamente lo que quiso mostrar fue la humanidad. Quizás por lo mismo, optamos por hacer un círculo en la penumbra sólo alumbrados por una vela y una figura de una guagüita que hizo la Trinita con un cariño muy especial. Con ella introdujimos la idea de que lo que más necesitamos para la felicidad que Dios nos quiere regalar, es reconocer nuestra pequeñez, nuestra fragilidad… Mientras más compartamos nuestras pobrezas, más ricos podremos ser y experimentar el nacimiento de Jesús en nuestra alma al sentirnos hijos y hermanos en la vulnerabilidad. Bueno así lo hicimos y con la música de Fernando Leiva de Ilumina mi vida, cada uno escribió sobre sus heridas del alma, sobre sus miedos, sobre lo más oculto que tenían como debilidad y luego uno a uno lo comenzamos a compartir en un momento precioso, sagrado en verdad. Partió el Benja y le siguió Tomás. Nos fuimos capaces de seguir sin pañuelos por la emoción y las ofrendas de dolor que se empezaban a revelar. Siguió Iñaki y Andrés junior y el ambiente se fue completando con ángeles que venían a copuchar. Qué misterio más grande y más insondable es la percepción de cada cual frente a la vida y cómo la historia nos va tocando de un modo único que no podemos imaginar. Le tocó el turno a la Trini y todos quedamos “plop” con su madurez y forma de hablar. Mi niña está creciendo y su alma pudo mostrarnos con ternura y lágrimas que hicieron necesario reforzar el contingente de pañuelos para la comunidad. Luego vino mi turno y el de Felipe que aportaron la sensibilidad de cada cual. Qué sorpresa y admiración se produce cuando nos adentramos en la profundidad de cada uno y se multiplica el afecto y la intensidad del amor y la diversidad. Nunca deja de admirarme lo distintos que podemos ser y cómo somos interdependientes unos de otros no sólo en las competencias y dones, sino también en las fragilidades y heridas que la vida nos da. Cerró el momento Andrés papá y su testimonio fue de una belleza indescriptible por su humildad y conciencia nueva que me llenaron de gozo a pesar de sus lágrimas y emoción brutal. Entre medio de cada compartir la talla no podía faltar, pero al finalizar la ronda, el consejo de la tribu estaba completamente unido en una ronda tejida como un atrapasueños invisible de gracia y divinidad. En cada hilo que nos unía vi la malla celestial. Dios estaba naciendo al medio de nuestro círculo y lo acunaban nuestras pobrezas compartidas, igual que los pastores al alabar. Estoy segura que habían ángeles rodeándonos, además de los gatos de la casa que se pusieron a ronronear. Son tres para ser exactos, así que la reencarnación de los reyes se dio en forma muy particular. Hay uno grande y gordo que se me ocurre que es Baltazar. SU mirada sabia y profunda me genera respeto de sólo mirar. Está Gaspar que es un gato blanco, patiperro y que apenas pasa a comer y se va. Y está Melchor que es un gato atigrado con cara de malas pulgas, pero que es el más regalón de todos y que te soba las patas para sentirse conectado a mi humanidad. El momento mágico del ritual, a sugerencia del psicólogo Tomás, lo finalizamos quemando todos los papeles escritos en un ánfora especial. El problema es que la sala donde estábamos se empezó a ahumar y tuvimos que salir corriendo para salvar los pulmones y a los gatos que no podían escapar. Fuera de broma, fue una de las Navidades más lindas y sorprendentes que logre recordar. Sin regalos materiales, pero sí compartiendo lo menos “bakan” de cada uno, nos sentimos ricos en amor y felicidad. Es tan fácil entender lo que Jesús nos vino a enseñar, pero estamos muy engañados por el paradigma actual: somos niños recién nacidos, desnudos frente a la vida y necesitados de todo para ser felices y Dios siempre está; sólo nos falta reconocerlo y seguir su camino de desprendimiento y entrega total. Ayer sentí que los ocho, en nuestro consejo tribal pudimos volver a estar acunados en un pesebre ante el Señor y dejarnos amar sin límites por lo que somos y no porque lo que hagamos o podamos aparentar. Creo verdaderamente que una comunión de corazones igual a la de ayer es difícil de encontrar. No hubo ninguna desconfianza, todo fue amor, unión y libertad. Experimentamos el nido, el cobijo, la incondicionalidad de la tribu. Gracias Señor por este milagro de Navidad.
Una vez bajados del cielo, nos fuimos a devorar las exquisiteces que habíamos preparado y creo que no quedó nada para raspar. Todo desapareció como por arte de magia una vez más y fue todo risas, tallas de la fragilidad compartida y motitas de amor para erguirnos una vez más.
Ya cerca de las 12 de acá, y después de ordenar la fiesta, hicimos nuevamente una ronda y nos deseamos Feliz Navidad. La luz brilló en la noche de Capetown, por lo menos así lo sentí yo a todo dar.
Día 6: Un vistazo a la realidad
Después de reponernos de tanta emoción navideña y almorzar los conchitos que lograron sobrevivir a las fauces de las fieras, salimos en nuestro auto a pasear por un sector que se llama Boulders, que es una playa llena de rocas y que hace mención del nombre en inglés (yo no conocía esta palabra). Volvimos a empinarnos con nuestro turbo de auto por los cerros de “Jericó” (en verdad, al pobre Honda BRV le cuesta mucho acarrearnos porque tiene poco motor), pero así podemos ver más y contemplar nuevos detalles de este paisaje espectacular. Entre el cielo y el suelo es difícil decidirse porque ambas cosas son muy lindas y especiales en verdad. El cielo se llena de nubes de todas formas y colores y el viento las hace bailar, como una chiquilla adolescente que recién es consciente de su belleza y atractivo natural. El suelo en cambio es como una ruina a medio desarmar, con pedazos irregulares de piedras que darían para formar un Coliseo romano ejemplar. Todo se mezcla con arbustos de un verde grisáceo que da el aspecto a los cerros de un cementerio infinito y sagrado, donde ánimas del pasado te pueden saludar.
Pasado ese discernimiento fundamental, nos adentramos por un camino que señalaba la playa de pingüinos y por ahí nos fuimos a estacionar. La sorpresa fue brutal. Sólo sería parecido una Cartagena nuestra, invadida de locales, especialmente de origen musulmán. Había una islita de piedra acordonada donde una veintena de pingüinos miraban el espectáculo humano con estupor y lástima a pesar de su diplomacia natural. La playa de aguas tibias y de color turquesa debían acoger a la diversidad más grande de cuerpos y costumbres que pudiese en años recordar. No había centímetro de la arena ni del pasto que no estuviera invadido por toldos con familias completas haciendo pic nic, con la guata afuera, con una gordura casi epidémica, que daba pena en verdad. Muchas mujeres solo mostraban sus ojos bajo sus velos y las que osaban bañarse lo hacían con faldones y burkas como traje de baño normal. Los hombres, en cambio, totalmente occidentales y dejándose cuidar. Todos muy gritones, invasivos, llenos de guaguas de diferentes portes y ancianos como parte del arsenal. Había mucho público de origen árabe, de piel más morena y ojos penetrantes de mirar. También había familias y clanes de piel negra y hablaban otro idioma que los primeros, pero me parecieron más dulces como impresión general. Comentamos al explicarle a la Trinita estas costumbres, que tenemos mucha suerte como mujeres de occidente en cuanto a libertad. Sería un suplicio muy difícil de llevar tener que taparme de pies a cabeza y tener que someterme a la voluntad de los hombres como mandato de Alá. Perdone si alguien de ese origen me lee, pero me parece que es anti natural; creo que obedece al temor de algún hombre que dejó este legado por su ansias de control y probablemente por una mamá insoportable que lo dejó traumado con lo femenino, con el sexo y nos culpó de toda fatalidad. Veía a la Trinita apanicada con este mar humano, de piernas, tutos, pechugas tapados y al descubierto, en hacinamiento total. A mi tampoco me gusta la masa, aunque me parece interesante contemplar la diversidad de personas que habitan este planeta y que tan fácilmente lo olvidamos apenas volver a la rutina de cada cual. El mundo es inmenso, la variedad de costumbres y gestos parecidos a la Torre de Babel y no podemos pecar de ingenuos que la nuestra es la única forma de entender la realidad. Sin embargo, estábamos muy parecidos a los pingüinos, acordonados por nuestra imagen y por estar fuera de lugar. Así que salimos de ahí curtidos de una pizca de la verdadera África con su pobreza y costumbres y no en el apartheid que significa vivir en las alturas de la ciudad. A la salida de la playa vimos comercio popular; vendían huevos de avestruz impresos, géneros, artesanías en madera, figuras de mostacillas y monitos de malaquita de un verde intenso y precioso al natural. Sin embargo, una vez más el prejuicio nos jugó una mala pasada, ya que nos vieron la cara de gringos y nos cobraron mil veces más, así que por esta vez los dejamos pasar.
Malamente pensamos que los pingüinos que habíamos visto eran todo lo que había para mirar, pero no; craso error; había un parque natural a unos doscientos metros donde estaba la reserva y ahí sí que aprendimos de esta colonia blanco y negro que es digna de contar. Los pingüinos africanos parecen una postal cortada fuera de su lugar; no pegan acá porque son como caballeritos ingleses, flemáticos, tiesos, con aires de superioridad. A pesar de no medir más de 50 cm, son indiferentes a los miles de turistas que los van a mirar. Una playa de unos cien metros los acoge y nadie los puede tocar. Es interesante conocer sus costumbres dignas de imitar: son fieles a una sola pareja por toda su vida y se mantienen junto a sus hijos con lealtad. Sus movimientos son como los de payasos divertidos, a los que los zapatos les incomodan al andar y son muy mal genios entre unos y otros y se picotean de sólo mirar. El ruido que hacen más parece de burro que de otro animal, pero son tiernos de mirar si no te le acercas porque picotean muy fuerte en verdad. Los ojos de esta especie están rodeados por una sombra rosada muy especial y dependiendo de la edad en que se encuentren, tienen plumas brillantes y lustrosas o parecen imitaciones de peluches a medio terminar. Los recién nacidos son unos ositos dormilones, los medianos parecen gallinas después de un round y los más elegantes, se yerguen en sus esmóquines perfectos, sólo salpicados con una que otra pluma negra que parece un chorreado de grasa en medio del albo magistral. Estas pequeñas aves, parecen inconscientes del impacto que producen y cómo sus costumbres atraen a miles para visitar. Se esconden debajo de las ramas, nadan con simpatía en el agua y cavan hoyos para cuidar a sus huevos y llenan de plumas todo el lugar. Además de estos dueños de casa tan particulares, la playa por sí misma es un sueño de linda ya que las aguas, a pesar de tener flotando algunas plumas, son lindas, traslúcidas y las rocas parecen esculturas como esas que uno hace con arena mojada. No logro dimensionar cuántos años llevarán ahí desde que Dios las amalgamó en esta costa donde el continente viene a terminar. Todas están redondas de tanto ser pulidas por las olas y hay algunas que sobresalen de la superficie y forman figuras como el arca de Noé que seguro por aquí vio al pájaro volar. Al salir de ese paraíso nos topamos con otros habitantes, pero esta vez imposibles de denominar. Eran unas especies de perritos de la pradera, guatones, sin cola, con caras de conejos, pero con costumbres de roedores, viviendo en comunidad. Convivían con los pingüinos, juntos, pero sin mezclar; no nos tuvieron susto y nos miraron como si fuésemos unos ratones más.
Al irnos del lugar, nos sorprendió el murallón de piedra una vez más, con una capa de neblina y llovizna que bajaba al suelo como apocalipsis final. El clima cambia en segundos, pero nunca da frío mortal; sólo chispitas que dan carne de gallina, pero no dan para más.
Para rematar el día, fuimos a Komettjie, un barrio a la ladera de un cerro donde llevaremos a los niños para formar. Ya el domingo había visitado la otra opción de colegio y me había dejado la guata apretada, ya que había que separar a la Trinita de Aki y se veían muy grandes y un poco inhóspitos para mi corazón de mamá. Esta vez, me quedé más tranquila ya que irán juntos al mismo colegio, donde no hay de 200 niños en total. Precioso, precioso no era, pero creo que es lo mejor y me da más seguridad. No es fácil para esta madre soltar a sus pollos en terreno desconocido y en inglés para variar. Sin embargo, los dos lo encontraron lindo y su entusiasmo me quitó la aprehensión que ya está por llegar.
Cuando ya estaba a punto de ponerse el sol en medio de las nubes que se largaron a llorar, fuimos a conocer un faro que estaba al borde del mar. Espigado y bien mantenido, nos dio la bienvenida para un recorrido por una playa de piedras y huiros que parecían surfistas a medio volar. El viento le daba un aire nostálgico y romántico, como esos pueblitos donde sólo habita un viejo con su perro y sus amores sin concretar. Uno que otro surfista anunció que las olas sí se pueden dominar y será el mayor desafío en el que se comprometerán algunos miembros de la tribu para conquistar este lugar. Para terminar el día, puedo contar que hay árboles muy lindos en las veredas de las calles con flores rosadas y buganvilias furiosas por explotar. Lo que sí me sorprendió es que detrás de esa vegetación tan bella, apareció el primer campamento de pobreza real. Como hormiguitas se veían los niños jugar en calles estrechas y hacinadas de vecindad. Los techos de lata, más parecían un holograma triste y descolorido que una población normal. Tenían mil cachureos encima para que no se volaran y de verde no tenía nada. Pobreza y miseria no más adornaban los pasillos que logre atisbar en Masipumele, un reducto escondido en medio de los condominios y casas recién edificadas. Sólo como un dato fuerte para reflexionar, en Sudáfrica la población está compuesta por un 80% de gente negra, un 9% de blancos y el resto es mezcla de razas y un porcentaje no menor de indios y musulmanes que viven como si estuvieran en sus países y no acá. No tengo los códigos aún para comprender esta realidad ni cuán vigente sigue la desigualdad. Obviamente, en la medida que pasen más días, iremos ampliando la posibilidad de sacar una foto más real de este país y no sólo quedarnos en el pedacito donde nuestra casa está. Por el momento lo agradezco de corazón, porque se percibe y siente un gran problema de seguridad. No hay transporte público seguro porque dicen todos que asaltan apenas te subes y que lo único seguro es el UBER para viajar. Las casas que se ven están llenas de púas, de cercos eléctricos y muchos vigilantes de seguridad. De hecho, en nuestra propia casa debemos poner alarmas y tiene como ocho botones de pánico para alertar a seguridad. Sé que no es distinto en Chile, pero es una tensión subterránea que se percibe al respirar. No podría decir que he percibido odiosidad, porque no sería fidedigna a lo que he conocido hasta ahora, pero no se ven muchos matices que contar. Los blancos son blancos, blancos, medios fomes y espigados hasta para respirar. Los de color, son negros, negros, flacos los hombres y las mujeres -en su mayoría- gordas y agresivas en la mirada. No se ven mestizos, parejas mezcladas o barrios que articulen los guetos de ambos con una transición más acabada. O son casas buenas, buenas, o son campamentos que brillan con el sol aludiendo a la única riqueza que tienen en su techumbre y en su marginalidad. Debo confesar que mi experiencia es muy poca y aún no me permite socializar sin temer por la integridad de la tribu, porque ni siquiera se entiende muy bien el idioma por la forma de pronunciar. Dios proveerá supongo y podré integrar las dos caras de este continente que tiene tanta historia que contar. Sólo un dato más para terminar; es muy poco el tiempo en que pueden respirar libertad como país, ya que la independencia es sólo de décadas atrás. Es como un espejismo de Europa, pero al acercarte ves que hay más en sus entrañas y que no puedes quedarte en la superficie sin errar. Sudáfrica es engañosa porque es bellísima en su naturaleza y en la perfección gringa que te ofrece desde el aeropuerto hasta sus blancas playas que encandilan al mirar; sé que esconde mucho dolor, abuso, enfermedad, ignorancia y falta de oportunidad. Quizás por eso, al final de sus tierras está el cabo que busca la Esperanza como foco principal.
Algo doméstico, pero que es importante para mi de contar es que este viaje está significando para la tribu un cambio cultural potente. No sólo por lo pequeños que nos sentimos a ratos frente a tanta diversidad, sino también puertas adentro en nuestra intimidad. Estamos intentando adquirir hábitos más saludables en cuanto al orden y al reciclar y eso, aunque parezca nimio, es una conquista difícil de lograr. Desde hacerse cargo de lo que se deja atrás, hasta poner cada cosa donde va; es como subir la Table Mountain a “pata pelada”. La tribu tiene muchos dones, pero esta tensión de responsabilizarse frente a lo material nos va a ayudar a entregarlos al mundo con un espíritu más sustentable y maduro para la humanidad. Es lento como todo proceso de aprendizaje y más de alguna pelea nos ha costado y nos va a costar, pero dejaré el trabajo listo para las nueras que tenga a futuro, así que no pueden alegar.
Día 7: Una catarata de estímulos africanos
Después de un día de reposo estival, en que Sudáfrica nos sorprendió con lluvia y viento invernal, hoy volvió el cielo a sorprendernos con su belleza sin igual. Parece obvio de relatar, pero el cielo calipso, con nubes hinchadas de vida y la cero contaminación de este lugar, hacen que se vuelva adictivo e hipnótico de mirar. No sé cómo y porqué mirar el cielo y su vida autónoma me hace trasladarme a una dimensión muy profunda y espiritual, sobre todo cuando entra en relación con las murallas de piedra que enmarcan este paraíso terrenal.
Rodeados por este escenario, nos fuimos al centro de la ciudad de Capetown con destino al acuario para admirarnos de las especies que aquí no paran de asombrar. En el recorrido fui más consciente de la geografía del lugar; son lomas suaves las que forman las calles y la vegetación muy respetuosa se adapta con perfección al lugar. Los agapantos son maleza y se yerguen hermosos con sus paraguas lilas por cualquier lugar. Abundan también los laureles en flor blancos y rosas y las buganvilias fuccias les hacen competencia para decorar. Los árboles se ven hinchados de savia, casi a punto de explotar. Cada hoja está turgente y de un verde espectacular. Solo para que se hagan una idea, los gomeros de las plazas sobrepasan los 35 metros y generan una sombra de por lo menos 200 metros para disfrutar. Pensar que uno los tiene dentro de las casas y remolones siempre se tienden a chingar. Lo que sí se ve es que el viento se quiere arrancar del continente y con eso logra tumbar los troncos y hacerlos verse como alabando o doblegados a una autoridad. Los hibiscos se abren de par en par, con colores pálidos y sutiles como seda y todo se complementa para tener un lugar sin quitarse luz ni alimento para crecer en paz.
Ya acercándonos al centro, aparecieron vendedores ambulantes y artistas callejeros como los que solemos mirar en nuestra ciudad. No veo hasta ahora mucha gente pidiendo, pero supongo que es la parte más Fancy por donde nos movemos y que ya se verá. Los edificios modernos son de vidrio, pero no superan una veintena jamás. Sí hay edificios remodelados antiguos, con arcos y molduras recién pintadas de blanco que le dan un aspecto muy lindo combinados con colores pasteles que dan paz. Se nota que fueron bodegas o parte del puerto antiguo y que los acaban de remodelar. La llegada al centro es semejante a una postal. Una explanada sin fin de barrios que se confunden con una nebulosa, pero en primer plano grúas de muelle, barcos, entradas de agua y un montón de containers, muy ordenados y limpios que parecen americanos en la primera mirada.
Las vías ya se llenan de gente que camina para turistear, así que obligados a estacionarnos para mirar lo que probablemente es el sector más “ondero” y lindo de la ciudad. Partimos el tour por el acuario en el que me voy a explayar, porque vale la pena en verdad.
No sé si me gustan más los peces o las aves, pero sin duda en ambas especies Dios se esmeró a todo dar. Qué manera de ser creativo en su taller este caballero (y/o señora), que hasta humor le puso a cada bicho para lograrnos asombrar. Entramos a este espacio mágico, que estaba lleno de gente, pero fluía con mucho orden y facilidad. Los primeros en recibirnos, los Nemos locales que sobrepasaban una centena y eran preciosos; como de no contar. Sé que los vimos en la película, pero son perfectos al mirarlos en detalle y con una gracia muy especial. Blancos, naranjas, pero delineados con negro como con tinta y pluma artesanal. Había una Doris loca, deambulando entre todos estos peces payasos y me pareció muy simpático el detalle para asombrar. Podría detallar cada cosa, que vi, pero creo que podría resultar aburrido sin el apoyo visual, pero no puedo dejar de nombrar a mis top five: las primeras, sin duda, son las medusas fluorescentes que más parecen hadas o ángeles que un animal. Qué manera de ser bellas, elegantes, graciosas en sus movimientos, curiosas en sus formas y en su forma de nadar. Se me ocurren que son naves espaciales a propulsión divina que podríamos imitar. Su color sólo se contempla en la penumbra y parecen no necesitar a nadie para disfrutar el agua donde divagan con profunda paz. Mi segundo favorito son las anemonas, donde Nemo solía habitar. Parecen tentáculos pequeñitos, danzando sin parar. Sus colores son muy únicos y varían de una varita a la otra como si tuvieran magia para regalar. Son flores marinas que crecen en silencio y austeridad; sólo anidan a pequeños pececitos y parece que les comparten sus colores con generosidad. Mi tercer animal favorito, fue uno que no sé nombrar. Era horrible; quizás lo más feo que puedan imaginar. No sobrepasaba el tamaño de una mano, parecía de goma naranja y estaba lleno de pinchos, que parecía con acné a todo dar. Ni se movía siquiera y debe haber sido pariente de esos que se logran camuflar. El cuarto lugar creo que se lo llevan las mantarrayas y las anguilas por su apariencia tan temible y variada, además. Es la versión acuática de las cebras, tigres y leones que ostentan el “print” como moda actual. Las alfombras marinas, es decir las mantarrayas siempre me acuerdan a mi Tata Marcos, cuando una vez él por error sacó una del muelle Prat en Valparaíso. El hilo de pescar resistió unos minutos, pero a mi nunca se me pudo olvidar, cómo ese tremendo bicho se pudo agarrar. Son impresionantes en su ferocidad, en su astucia y son ladinas hasta para nadar. Sólo con un toque de su cola te cortan por la mitad. Las anguilas también me llamaron la atención, pero son mucho más chicas y semejantes a serpientes por donde se les pueda mirar. Por último, en mi ranking le doy el empate a los tiburones y a unos peces muy re feos que se llaman Coalcott o algo así, pero que sólo hay acá. Los primeros los conocen todos y son temibles de mirar. Este acuario tiene túneles de agua por donde cruzamos los humanos y los podemos contemplar en su habitat natural. Se ven temibles, aunque las estadísticas dicen que es más la mala fama que nada. Sus corridas de dientes dicen lo contrario y su cara afilada y triangular, da para dudar. No obstante, según las películas que mostraban muere más gente por accidentes con sillas o con volantines que por ser víctimas de su mordida mortal. Sólo los surfistas tienen más riesgo, cosa que no me deja nada de tranquila en verdad, ya que parte de mi tribu ya se aperó con tablas de liquidación para poder dominar las olas del mar. Espero que no los confundan con focas chilensis y los quieran atacar. A puro rezar no más. El otro pez, que seguro escribí su nombre mal, es como un animal a medio terminar. Pesa como 60 kilos y es feo para matar. Gris azulado y como con rocas o escaras en su espalda que le hacen ver muy mal. Sus ojos y labios son gruesos como si no lo hubiesen pulido antes de sacar, pero se impone lento y indiferente a la mala impresión que da. Pobrecito, parece un fósil prehistórico nadando, pero no le hace el quite ni a los tiburones, porque parece no temerle a nada. Para finalizar con la visita al acuario, una reflexión nada más. Lo primero que me impresiona es el ritmo silencioso y candente del mar. Sus movimientos son misteriosos y aunque temería ser un pez, es un mundo aparte difícil de dimensionar. Hay tanta variedad de colores, formas, trompas, aletas, crustáceos y hasta pepinos de mar, que realmente me cuesta pensar que alguien no pueda creer en Dios y en su afán por la belleza y la vida en toda su majestad. Si me adelanto y miro a la gente que veo pasear, la verdad que mi hipótesis cada vez se confirma más. Hay muchos con cara de peces gatos y otros lindos como delfines estilizados y de gracioso andar, sin embargo, la mayoría de los especímenes humanos se parecen más a los jureles o a esos peces que nadie se detiene a mirar por la vitrina de este lugar.
A la salida del acuario y mientras hacía una pequeña fila para que la Trinita se pusiera un tatuaje temporal, vi a una mujer negra lo más preciosa que hay. Nada de jurel; casi sirena con una cara perfecta, muy especial. Su altura era un poco más que la mía y su figura era rellena, pero sin nada de más; llena de curvas por donde la quisiera mirar. Lo más impresionante era su sencillez y naturalidad, ya que andaba con hawaianas, polera y una pollera larga que le marcaba la silueta como una esfinge acabada de tallar. Su rostro era perfecto; ojos grandes y almendrados con un tono raro que no logro identificar. Su boca gruesa y su nariz respingada. Su pelo lo llevaba en un moño a medio armar, pero era para pintarla en realidad. Sus dos hijos chicos no heredaron la gracia de su mamá, a quién aproveché de decirle lo linda que era y sonrió agradecida con hoyuelos en sus mejillas que me parecieron virginales, aunque cansados de tanto cuidar a sus retoños y trabajar. Algún buen mozo equivalente, la verdad no he visto pasar. Los locales blancos son todos muy parecidos y me parecen un poco desabridos en general. Las mujeres y hombres son de narices finitas, la piel un poco rosada, los ojos claros, achinados y chiquititos y con cara de pájaros o canarios muy firulais. Los hombres y mujeres de color son poco agraciados según mi forma de mirar. La mayoría son gordos y de facciones muy toscas para resaltar. Sí sorprende para bien su pelo tan decorado que da para un álbum especial, pero no así sus piernas y traseros que son de tamaño descomunal. Es falso testimonio ponerlos a todos en el mismo saco, ya que también hay muchos flacos, muy flacos y espigados como plumero de avestruz al final. Sólo se hinchan en la cabeza con sus afros abundantes que me hicieron dudar de la calidad del pelo de ambas razas, en la que nunca me había fijado con tanta detención hasta ahora que los puedo mirar de más cerca que lo habitual. Los peinados son pegados al cráneo cómo quien hace motitas, en vez de peinar. No creo que se puedan separar uno de otros los pelos; más parece lana que la individualidad. Las trenzas van de un lado para otro y se arman nidos maravillosos, imposibles de imitar. Yo le hice 14 trenzas esta mañana a la Trinita, pero nada se le puede comparar.
Después de esa descripción tan poco científica de la población local, puedo continuar contando la catarata de cosas lindas que vimos en el paseo peatonal. No sé bien cómo explicarlo, pero quizás una buena forma de hacerlo, sería decir que si hubiese tenido un container a mano, lo hubiese comprado todo porque su belleza y diversidad es lo más lindo que he podido admirar. Tiendas preciosas exhibiendo artículos de madera, género, mostacillas, cerámicas, vidrio, cuero, pieles, cera, fierro, material reciclado, fierro, pinturas, piedras, y toda la materialidad que se puedan imaginar, plasmada en las cosas más lindas y coloridas que se pueda pensar. Todo era precioso; nada siútico. Todo de un gusto y una combinación tan alegre de colores que me produjo una especie de éxtasis sensorial. Collares únicos, cuadros, fotografías, vestidos, muñecas, esculturas, botas, zapatos, jabones, posa vasos, carteras, floreros, cojines, cubrecamas, camisas, pesebres, ángeles, pulseras, monos de peluche, sillas, muebles, anillos, tazas, hadas, animales; todo el abecedario de la creación de artículos innecesarios, pero tentadores a morir para llevar. Los precios eran razonables para tanta belleza, pero opté por renunciar. No habría sabido por dónde partir ni menos por dónde terminar. Jamás había visto tanto despliegue de arte y belleza en un mismo lugar.
Logramos salir casi invictos del paraíso de la creación humana, casi como símil del acuario que antes había podido admirar, ya que sólo le compré una pulsera de madera al Benja y otra a la Trinita para bajar la ansiedad. Si pensaron que había sido salvada de pecar, se equivocan medio a medio, porque a cada vuelta de cuadra aparecía otra sorpresa para celebrar. Lo primero la bahía llena de veleros, barcos boutique y un mar calmo y limpio que los alojaba sin chistar. Músicos como Ed Sheeran en las calles, tocando casi por la misma calidad y sólo por unas monedas en el parlante en el que podían tocar. En un letrero que decía Food Market pensé que ya no podría resistirme más. Miles de restaurantes y locales chiquititos y hacinados competían por mostrar sus exquisiteces de todo el mundo con una gracia única que nos hizo sufrir en demasía en verdad. Cada aroma y presentación parecía de un chef profesional. Sushis, pasteles, jugos, cocina árabe, especies, milkshakes, chocolates, carnes, tés, cafés, brownies, galletas, abrieron el apetito de par en par, sobre todo las de la tribu que sólo tenía un plato de tallarines en la guata para palear la adversidad. Finalmente cedimos a unas empanadas de hoja, chinas creo, que aplacaron un rato el hambre, pero sólo dos nos tocó a cada uno, convirtiéndonos en fieras de atar. Por todos lados había mucha gente caminando y el ambiente era entretenido de respirar. Buena onda, familias, seguridad, arte, creación y mar. El conjunto único y mágico para degustar. A la otra vuelta del camino, un conjunto de músicos a puros instrumentos de percusión tipo xilófonos de madera que no sé cómo nombrar. Qué manera de tener gracia y entusiasmo los chiquillos al tocar, pero sobre todo un negrito de no más de dos años que se movía como Michael Jackson encarnado en este lugar. Hay gente que tiene ritmo en las venas en vez de glóbulos rojos y se nota desde que parten a caminar. Un gordito delicioso que daba besos a la flaca de su hermana que también se empeñaba en seguir el ritmo, pero no le salía igual.
Justo a espaldas de este show tan lindo, estaba lleno de estatuas de tamaño natural hechas con metal y desecho, imitando elefantes, rinocerontes y hasta matapiojos dignos de importarlos para la mansión de allá. Sin embargo, era sólo el preámbulo de un viaje a la artesanía africana más bella y variada que se pueda imaginar. Cuatro pisos de una casona de 1904, hecha en madera y sólo enchulada en su fachada, escondía toda la creatividad y riqueza de este pueblo que se da con generosidad. Cientos de máscaras, bastones, estatuas, tallados, armas, muebles, pinturas, cestos, cuadros, géneros, joyas, animales embalsamados, pieles verdaderas, tapices, utensilios de casa, alfombras, ajedrez, juegos, instrumentos musicales, vestidos, cucharas y no sé que más se apelotonaban en cada rincón de la casa esperando ser adquiridas para llevar. Todo el pantón de colores paseaba de un piso a otro, conjugando con formas y materialidades sin acabar. Cueros, fierros, greda, arcilla, metal, papel, piedra, paja, coirón, cuernos, colmillos eran un acordeón que se abría y cerraba dejándonos sumidos en una belleza que obnubilaba y cegaba al mismo tiempo, sin poderse negar.
Saliendo de esa casa que era además un museo nacional, fuimos al otro extremo de la modernidad. Un mall costero con restaurantes de comida rápida y tiendas gringas para comprar, estaban atestadas de gente que hacían ver el lugar como hormiguero o panal. Una vez más, y como me dolía el cerebro y la guata, me senté en un banco a mirar a la gente y me recordé de nuevo del acuario y su diversidad de especies para contemplar. Había algunos feos, feos como los cangrejos gigantes o los peces roca que se camuflaban sin notar; había unos flacos, flacos como esos peces traslúcidos que sólo su columna podías mirar; había unas mujeres llenas de peinados locos como el pez diablo lleno de tentáculos para atacar; también había niñitas con pestañas falsas como el pez gato o familias enteras que parecían caballitos de mar. Es muy interesante mirar las facciones y cuerpos y ver cómo Dios se esmeró con cada cual. La prole a esas alturas ya arrastraba los dientes por las calles del puerto, por lo que hubo que ceder con una bolsa de pollo frito y unas bebidas para calmarlos antes de que pudiéramos llegar de vuelta a la casa.
Para terminar el paseo de hoy recorrimos un poco más las calles, preñadas de sabores, música, olores, historias, bohemia, arte, colores, sal, ritmo y amor plasmado en miles de obras imposibles de contar. Sólo algunos ejemplos para tentar: había un conjunto de chiquillos en buzo negro y con máscaras que no paraban de bailar; otro conjunto de rinocerontes de fibra de vidrio que habían sido víctimas de artistas locales y lucían diseños y colores dignos de enmarcar; el olor a comida tentaba como si uno hubiese mutado a ratón frente al flautista de Hamelín; la rueda de la fortuna giraba apacible cortando la puesta de sol; un barco de piratas tocaba su sirena para anunciarse al llegar; los algodones de azúcar competían con un gigante en zancos haciendo figuras con globos; un violín sonaba a lo lejos con melancolía del corazón; unos candados cerrados sellaban pactos de amor en las cadenas del puerto; los restaurantes rebalsados con cócteles y conversaciones llenas de chispa y sabor; las palomas y gaviotas cruzando el cielo siguiendo una coreografía sin par; el astillero vaciando sus entrañas para dar a la luz al barco recién pintado; los helados y galletas chorreando de las manos de niños sacados de comercial de Benetton… Podría seguir, pero creo que al igual que a mi este día me dejó ahogada en un mar de estímulos de belleza y creación. Probablemente por eso mi cabeza explotó y mi guata se rebeló. No le cupo más y tengo que hacer reposo de infoxicación.
Día 8: Un día lleno de sorpresas para contar
Nos propusimos madrugar para llegar temprano a Cape Point donde se los dos océanos (el Índico y el Atlántico) se reúnen y hacen las paces después de tantos comerciantes y guerras que han debido presenciar. Sin embargo, la tribu no es muy dada a ser alondra y sólo después de las 12 logramos zarpar al destino, pero sin no antes hacer una parada muy recomendada. El lugar se llamaba Kalk Bay y era un puñado de casas pegadas a una playa preciosa y atestada de turistas que se querían bañar. La arquitectura es característica de la época colonial; edificios de máximo dos pisos, pintados de colores claros con molduras blancas y mucha tradición para contar. Cada tienda se veía como un laberinto para embriagarse en cosas entretenidas y muy buen gusto para decorar, pero sólo la vimos desde el auto para no tentarnos y poder continuar. Había mucha gente caminando por las veredas, sobre todo gente musulmán, y la inmensa mayoría iba relajada como en onda veraniega sin prisa y sin ocupación que atender en realidad. Debajo de los arcos que cruzamos divisé una línea de tren, pero lo más notorio era la masa de gente bañándose en una mar turquesa, que prometía, aunque no lo tocamos en verdad. Luego nos dimos la vuelta para tomar el camino para el fin del continente, pero a poco andar, nos metidos en un taco denso que nos hizo estar más de tres horas avanzando como tortuga en funeral. El camino era precioso y me volé una vez más con las nubes y murallones de piedra que se debatían entre rojos y blancos para ostentar. La tupición de arbustos también es digna de nombrar. Una capa espesa de verde era la antesala impenetrable si a alguien se le ocurría escalar.
Es interesante contar la dinámica que se da en la tribu cuando nos toca viajar. En nuestro auto cabemos justo los ocho y los niños siempre se turnan en los espacios donde se puede estirar un poco más sus “pequeñas” piernecitas que no acaban de crecer jamás. Creo firmemente que cualquier extraño moriría si tuviese que escuchar la conversación que se da ya que es de una velocidad, dispersión, simpatía, ironía, que sólo un miembro de la tribu podría comprender y tolerar. El lenguaje ya es propio y las bromas vuelan como flechas que no dan tregua a nadie, ni siquiera por la edad. Todo es motivo de risa, de leseo, de un nuevo tema que conversar y así más parece una torre de babel que un auto normal. Yo, personalmente, escucho y contemplo la dinámica con admiración y sólo intervengo cuando a alguien se le pasa la mano o se hace bullying que puede dañar. Es increíble cómo se van aprendiendo palabras y modismos de la juventud actual. Hay tantas cosas de tecnología que sé que ya me dejaron atrás; tantos personajes que no sabría reconocer; tantas costumbres que escucho y tanto que no sabría explicar, porque pertenece al mundo de las redes sociales o modos de proceder que no quiero ni entender en realidad. Viajar así es un ejercicio de tolerancia importante y el buen humor y el amor es el primero que se debe sentar para poder pasarlo bien y aceptar los imprevistos que nos puedan pasar.
Uno de estos imprevistos fue que casi llegando a la entrada del Cape Point, nos dicen que está repleto y que ni siquiera hay estacionamientos y que en una micro debemos llegar, dejando el auto estacionado en el camino, donde podamos pillar. La multitud se debe a la fecha y a que están de vacaciones acá, así que, a sólo diez metros de la portería, decidimos echar vuelta atrás y volver otro día en que los sudafricanos tengan que trabajar y podamos tener nuestro espacio para mirar. Se me ocurrió que íbamos a llegar al lugar donde se mira e íbamos a parecer huiro, de un lado a otro, tratando de navegar con libertad. Ni siquiera íbamos a tener comida para comprar, porque todo estaba sobrevendido y no lo íbamos a disfrutar. Por supuesto, a mi primogénito le pareció insólito nuestro actuar y un rato tuvimos que escuchar sus demandas de fiscal, pero ya saliendo del parque nacional, nos salvaron unos vendedores de artesanías que eran una simpatía natural. Unos diez puestos en plena calle nos ofrecían huevos de avestruz, rinocerontes de madera, jirafas, pulseras y muchas cosas dignas de comprar. Es muy interesante mirar sus rostros y ver cómo la belleza en las mujeres se vuelve a dar. Los hombres son más feos y la pobreza se cuela en todos sin diferir, pero en ellas se ve más dignidad, aunque vayan vestidas con ojotas y calcetines al calzar. Para mi parar en estos puestos es una tortura ya que no puedo discernir entre el interés real por algún producto y la sensibilidad que me dan las personas que las venden y su situación de extrema vulnerabilidad. Desconozco si quiero llevar o no un hipopótamo de madera de ébano o si me tienta un pesebre de piedra que me quieren dar, ya que son los ojos de los vendedores los que no puedo olvidar. Se me meten en el alma y me cuesta diferenciarme de ellos y mi privilegio de viajar. Sé que no es mi culpa su pobreza, pero aún debo madurar eso y disfrutar sin culpa como lo hacen muchos turistas que hasta regatean sin pudor por lo que parece ser su único sustento vital.
Para sorpresa de nosotros, el viaje que no resultó sí fue dándose de un modo muy sorpresivo y genial. No habían pasado ni cinco minutos cuando vimos el letrero de una “Farm”. Entramos a la granja y resultó ser un criadero de avestruces muy interesante de visitar. Campos verdes recién cortados, estaban sembrados de casitas como de Metropoli todas iguales, que hacían que este fuese el campo más ordenado y limpio que logre recordar. Unos potreros de palo separaban a cada trío de aves como para que no fueran a pelear. Un macho y dos hembras. Mish. Fresquito el pajarraco, pero nada que decir ya que era muy lindo de mirar. Había una tienda de souvenirs hechos de piel de avestruz maravillosos y mucha más artesanía propia del lugar, sólo que valía el doble que la de la calle y era atendida por una amorosa señora muy british, que explicaba todo con amabilidad. Compramos pellets para alimentar a las aves y ahí las pudimos ver de cerca y admirarnos de estos dinosaurios alados que son muy extraños en su cuerpo y en su actuar. Su cuello más se asemeja a una culebra diestra y rápida de movimientos que es capaz de pegar zarpazos sin avisar. SU pico más parece el de un pato, pero duele si te toma mal. Lo más impresionante son sus plumas y sus patas. Las primeras son suaves, como de seda y varían de negro a grafito como si fuesen plumas de sombrero real. Las segundas son rarísimas y tienen solo tres dedos que hacen recordar al Rex de los dinosaurios. Son muy largas y musculosas y terminan en los tutos del animal, pero a piel pelada. No tienen plumas en esa zona ni tampoco debajo de las alas y se logra visualizar un cuero muy grueso y nervioso; como plástico de color gris que no me imaginaba en verdad.
Saliendo de los avestruces, sin comprar un huevo porque no pudimos encontrar (dicen que sólo uno equivale a 12 huevos de los normales así que podría servir para calmar a la tribu en su voracidad) seguimos camino de regreso a la casa, pero por un camino distinto al que habíamos usado para llegar. En el bosque aparentemente normal, de repente vimos un letrero de cuidado con atropellar los babuinos y nos pusimos a mirar. Sentados con toda calma, efectivamente estaban estos monos como en el living de su casa y nosotros atravesamos por la mitad. Son los monos de poto colorado, que son buenos para morder y para robar, así que no osamos bajarnos del auto para no ser presos de su labor principal. Seguimos por un sendero muy lindo y tranquilo que podría asemejarse en algo a la zona central, con la única diferencia que, en vez de vacas, vimos pastando gacelas y son preciosas por su elegancia y delicadeza natural. Por suerte no nos topamos con leones o cebras porque ya sería mucho para un día, pero ya los iremos a mirar a un safari profesional.
Los dientes los arrastrábamos como tigres de sables porque ya eran las cinco de la tarde y no pillábamos donde comprar. Al fin llegamos a un pueblito y a un restaurant genial. Se llamaba “El último camello” y efectivamente tenía un horno de barro con esa forma de donde salían unas pizzas a la piedra para caer rendidos de sólo mirar. Por primera vez comimos fuera y fue muy rico para saciar nuestra hambre con comida nacional. La verdad de sudafricana no tuvo nada porque comimos hamburguesas, pizzas y calamares, pero nuestra hambre sí era tribal. El restaurant parecía un epicentro de hippies de mayor edad. Mucho gringo con cara de hípster, ojos claros y barbas de viejo pascuero sin cortar desde una eternidad. Se veía carrete trasnochado, pero buena onda y lo gozamos antes de partir de regreso a la cas a descansar. Otro día iremos a Cape Point, pero resultó lindo el día al final. Más que por lo que vimos afuera, por lo que vivimos dentro con tanta simpatía y amor incondicional. Es loco cómo hasta sobre nombres nos hemos ido poniendo que suenan africano, pero que son puras tallas internas a nuestras manías y defectos, que no son dignas de replicar acá.
Ya estamos planificando lo que haremos el año nuevo para poderlo disfrutar al modo de acá. Lo más probable es que vayamos al down town a ver los fuegos artificiales, pero después del día de hoy, me quedó claro que uno propone, pero Dios dispone.
Día 9: Algunas cosas curiosas, pero pocas, para no marear
Por descoordinaciones de agenda y de criterios sobre qué hacer con una comunidad tan grande, terminé partiendo a la playa con cuatro de la tribu a surfear. Fue todo un desafío partir con tablas, trajes, body boards, toallas y demás para un conductor inexperto como yo en el lado opuesto de manejar. Mi debut en sociedad no tuvo ninguna falta, pero es que la verdad no es nada de difícil si hay berma y no hay motos como moscas dando vueltas sin parar. A diferencia de Bali, aquí el orden sí funciona y me acostumbré muy rápido a manejar apretando el señalizador y no el parabrisas como suele pasar. Bueno llegamos a la playa y hasta logré estacionar en un espacio chico a la inversa y me sentí sudafricana total. Mientras nos preparábamos todo me pareció sacado de una película espacial: un centenar de hombres y algunas mujeres se ponían trajes para surfear. Se me antojó raro verlos enfundarse en esas segundas pieles negras que marcan cada aspecto de la silueta sin disimular. Me pareció una película futurista o una visión apocalíptica, ver cómo desaparecían los cuerpos, los trajes de baños y se hacían uniformes como soldados del mar. Hasta los más gorditos se estilizan un poco y se enfundan hasta la cara porque el agua es muy fría y duele al estar. Yo por lo menos, me tiré un puro chapuzón y hasta las ideas se me congelaron ya que carecía de la famosa piel negra de foca como todos ostentan sin dudar.
Es curioso el mundo del surf y no lo entiendo del todo porque creo que el vínculo con el mar es de una sensibilidad que no tengo, ya que lo respeto demasiado y me da susto que me pueda ahogar. Las olas son amigas y/o enemigas, imposibles de descifrar hasta cuando ya te tienen en sus entrañas y estás entregado a su voluntad. Los más diestros parecen peces voladores y son un agrado de mirar. Cuánta flexibilidad y sabiduría, que parece una pincelada de vida ondeando en la inmensidad. No sucede igual con los amateurs ya que los ves caer en forma estrepitosa en el fondo del mar. Vuelan como esquirlas humanas, pero gracias a Dios, vuelven a asomar sus cabezas al poco rato y empecinados lo vuelven a intentar. Los que primero lo intentan no son posibles de apreciar, ya que ni siquiera logran llegar a tomar las olas y/o nadar al fondo sin morirse de un cansancio brutal. Bueno, esta última fue la experiencia de mis dos intrépidos jinetes acuáticos quienes después de 40 minutos de batallar, volvieron a la arena como los rotos chilenos, después de atravesar el desierto de Atacama al querer descubrir oro más allá. Mi Tomás y el Benja, estaban fuera de forma de tanto estudiar (es una forma maternal de decir para que no me vayan a matar), pero quedaron felices y adictos a volver apenas se puedan recuperar. Sus brazos asemejaban anguilas sin electricidad, por lo que apenas se pudieron sacar el traje de goma y acostarse a descansar.
La playa donde fuimos era muy exclusiva para este deporte y para los blancos del lugar. No vi ningún surfista negro ni musulmán; cosa que ya no me sorprende tanto porque la burbuja es real. Sin embargo, ya estamos adelantando algunas visitas y contactos para integrar esta bella visión con las otras que existen acá. Nos advierten que algunas son peligrosas, pero lo haremos con cuidado para no arriesgar, pero me resisto a ver solo una cara, sabiendo que existen miles más.
Es interesante ver cómo nos vamos ajustando todos al cambio de vida al convivir más. Surge el aprendizaje, la paciencia y la democracia como modo de reinar y no es fácil conciliar, pero cuando se logra es una maravilla para celebrar. El jefe y la jefa de la tribu salimos a pasear para coordinar mejor a los demás y fue lindo ver cómo los seres humanos podemos entendernos y complementarnos bien si nos dedicamos profesionalmente a conversar y a entender la forma de mirar del otro sin prejuzgar ni menos descalificar. Así con Andrés fuimos a visitar una viña que está cerca de la casa y era muy linda, aunque un poco plástica en verdad. Todo perfecto y con gente “muy chic” haciendo un pic nic que más parecía un comercial. Todos sentados en tumbonas en un pasto recién cortado, compartiendo cajitas de comida que había que comprar obligatoriamente al restaurant del lugar. Paseamos, nos dimos una vuelta y nos fuimos, para ir a ver la puesta de sol a un lugar muy típico de acá. Es un sendero que salió en una película de Misión Imposible y es imponente de mirar. Rocas amarillas y rojas amenazan todo el rato caerse por el estrecho sendero que da permiso para entrar en las tripas de la montaña sin indigestarla de más. Bueno, eso resulta si no está lloviendo, porque en día de tormenta creo que no es transitable sin arriesgar la vida o el auto por los peñascos que suelta como hipos y/o vómitos que intentan controlar con mallas de acero, fierros y un muro de metal. Llegamos al sitio donde la vista es más espectacular y nos estacionamos al lado de un auto muy llamativo llamado Shelby Cobra que suena como un rinoceronte enojado al andar. Deportivo, lindo, un juguete carísimo para los fanáticos que hasta lo arriendan para sentir el poder y la imagen de vencedor total. Con Andrés nos sacamos unas fotos y nos fuimos al mirador a sacar las imágenes de rigor. Estaba lleno de turistas, sobre todo musulmanes con sus túnicas y barba larga sin cortar. El viento parecía coludido con la protesta del peñón que no quería más extranjeros en sus faldas y si te distraías un momento te podía votar acantilado abajo sin piedad.
Fue un lindo día al final, sobre todo al volver a la casa y ver a la tribu jugando afuera y todo en paz. Comentábamos en la noche que no podemos dar por obvio el estar aquí y el poder estar sin preocupaciones ni pendientes que arreglar. Cada noche intencionadamente me meto en mi cama mullida y divago en cual de los tres almohadones me voy a apoyar, porque eso, como todo, es una bendición demasiado grande y que agradezco cada noche y encomiendo a los que no nos pudieron acompañar.
Día 10: Un año nuevo especial
Debo partir diciendo que me encanta esta ciudad porque no es exagerada en ninguna forma de expresar. Hay onda de celebración, pero tampoco euforia y manipulación comercial. Los supermercados hacen sus ofertas y se ofrecen fiestas en algunos restaurantes, pero como algo normal, sencillo, dentro de lo lindo y alegre que se puede exigir para despedir un 2018 tan intenso y especial.
Hay de todo en todas partes, pero lo justo y lo necesario, sin ostentar marcas y lo esnob que se ha puesto nuestro mercado local. Sólo un ejemplo, para aclarar: acá hay mostazas, pero cuatro o cinco, no más. Hay flores lindas, pero debe haber una veintena diferentes para vender y en ramos sencillos como quien los recogió al pasear. Hay panes y aperitivos, pero en una cantidad y variedad que no raya en la sofisticación que hemos llegado allá en algunos segmentos de la sociedad. Es como si fuesen 10 años atrás en el comercio y el desarrollo global, por lo que aún tienen mucha más riquezas valórica y social que nuestra urbe que se ha vuelto más un conjunto de individuos que viven juntos, pero que apenas se toleran en sus necesidades y formas de ser y actuar.
Bueno, divago en estos temas porque entre la indecisión de qué hacer para celebrar el año nuevo, finalmente partimos al epicentro de la ciudad con un canasto de pic nic y una champaña escondida para descorchar. Partimos aperados con sanguchitos de huevo, frutas, un queque cocinado por la Trinita y unos chocolates para allá ver con qué complementar. Llegamos alrededor de las cinco y nos dedicamos a pasear por las calles alrededor del centro que son todas peatonales y que rodean el mar. La chimuchina era demasiado entretenida, colorida y variada. Una vez más nos topamos con toda la música, los colores, el arte y un cielo observando con un azul clarito, que me dio paz. A poco andar, nos sorprendió un pequeño carnaval. Eran una cincuentena de chiquillos vestidos con oros y brillos sin parar, que llevaban mariposas en alto y un ritmo espectacular. Con auténtica alegría recorrían las calles derrochando energía y libertad. Sus cuerpos de ébano brillaban con su esfuerzo, pero los hacía ver como un oasis de juventud y vitalidad. Cantaban lindo además e iban contagiando a todos los que los querían admirar. También vimos esculturas gigantes y sillas en forma de trompo que te hacían girar peligrosamente, pero no te botaban porque el diseño era perfecto y su inteligencia genial. Todo eso estaba en la entrada del museo contemporáneo de Sudáfrica que ya vamos a visitar. Entramos y contemplamos una especie de catedral gótica, mezclada con fierros a la vista, tubos, vidrios y ascensores traslúcidos que me hicieron transportarme a la casa original de Superman. Qué bellezas puede crear el hombre si hay presupuesto y ganas de crear. Con todo, me pareció un poco apocalíptico el diseño, ya que prefiero la arquitectura tradicional. Esto tan futurista me huele a destrucción y orfandad. Quizás han sido muchas películas de MadMax.
Recorrimos tiendas muy lindas como la de Lindt que nos hizo pegar la nariz en la vitrina con tantos chocolates que exhibían sin poderlos tocar, ya que estaba cerrada. Qué mociones más lindas y agradables me produce el chocolate; me lleva a esos momentos con mi tata Marcos donde se me derretían en los dedos las galletas Morocha o esperábamos que el sol hiciera estragos en los KitKat para poder comer a cucharadas. Ya sé que quedé en evidencia con mi edad, pero el chocolate es para mi una fuente de gozo insondable que tiene mucho más que calorías y grasa para acumular. Me evoca cariño, felicidad, amor incondicional. Quizás por eso soy tan fanática y jamás lo pienso dejar.
Después de pasear por el borde costero y turistear con la tribu, fuimos a buscar nuestro spot oficial para mirar. Ya a las 6 de la tarde la gente parecía un panal, atareado y copuchento, disputando el mejor lugar. Como el Titanic había pisos y lugares para todos los presupuestos que se puedan imaginar. Los más caros me imagino fueron los que optaron por helicópteros para mirar; le seguían todos los que estaban de huéspedes en distintos yates y catamaranes con fiestas artificiales que bailaban sin parar. En presupuesto seguían los comensales de los diferentes restaurantes que cerraban sus puertas y sólo aceptaban reservas previas para comer y tener la vista preferencial. En escala de posiciones seguían los que tenían una mesa y/o sillas del mall o el parque para sentarse o hacer una comida informal con toda la comida rápida que se vendía sin parar. Las cadenas de restaurantes como KFC o McDonald deben haber hecho un dineral, ya que corrían las hamburguesas, pollos y anillos de cebolla por donde mirabas pasar. Luego veníamos los que teníamos una banca o un borde donde sentarnos y teníamos nuestro pic nic personal. Finalmente estaban los que tuvieron que sentarse en los basureros, palos o mantenerse de pie no más. Así que nos salvamos de estar en el último lugar de la escala social y nos sentamos al lado de un escoces gordo y colorín que no debe haber estado tan contento al principio, de ver cómo invadíamos su espacio personal. Finalmente, Woody resulto ser un alemán de pocas palabras y con una sonrisa linda y más solo que Tarzán. En las seis horas que compartimos la banca, jamás se paró ni para pasear ni comer, aunque ambas cosas se las ofrecimos con gratuidad. Qué tristeza estar solo en un país extraño para pasar de un año a otro con abrazos anónimos o que jamás volverás a dar. Por lo menos creo que con las bromas y la simpatía de la tribu, le dimos un poco de alegría a Woody que pasó a convertirse para mi en un miembro de la familia más. Los otros vecinos mutaron durante la noche y los hubo de todas las razas en realidad. Primero una familia de blancos con dos niñitas amorosas, una abuelita y un matrimonio local. Comieron su Mac Donald, dejaron todo limpio, nos desearon feliz año y se fueron temprano para no sufrir el caos final. Luego apareció una familia de negros con un solo hijo muy lindo, pero dependiente de las pantallas para variar. Su mamá, flaca y de facciones muy notorias de su raza, me pareció una muñeca para enmarcar. No así su papá, que era feíto y chico; nada especial. Comieron pizza y algo más y dejaron todo botado en el lugar. Qué mala educación tan evidente y descarada, además. Le siguió una familia de Tanzania que igual que nosotros estaba por primera vez en el lugar. Una vez más, la mujer, aunque gruesa y mayor, tenía facciones lindas y finas, que le daban dignidad. SU hijo también era lindo, pero el papá feúcho y chico. Parece que la genética las favorece a ellas sin dudar. Por el otro costado, tuvimos una familia de hindúes mayores que no nos conversaron nada. También nos rodearon musulmanes de caras muy agresivas y con su túnica beige o celeste como uniforme local. De repente se nos cruzaban unas familias como de Hollywood con esmoquin y vestidos de seda, tacos de aguja y peinados enrollados como para desfilar. Jamás en mi vida había visto tanta gente y tan diferente en todo lo que se puedan imaginar. Mujeres de dos metros con piernas como pilares de altar; mujeres mórbidas que no se podían parar; mujeres culebras vestidas de brillos y extensiones de pelo dignas de alabar; mujeres albas como la nieve, lechosas y con ojos claros, sin vitalidad. Mujeres musulmanas tapadas en gran parte de su cuerpo y mujeres indias con facciones interesantes, pero oscuras en verdad. Las ropas recorrían todo el abanico de posibilidades que se pueda pensar. Shorts, poleras, polleras de seda, vestidos de gasa, trajes, hawaianas, tacos, botas, jardineras y hasta un loco medio pilucho que gritaba sin cesar.
La verdad, debo hacer pública mi aversión a la masa, porque me comienza a alienar. Si a las 6 ya estaba abultado el público, a las 11:30 de la noche, no había espacio para respirar. Me daban envidia las gaviotas, que alborotadas y tensas volaban por el cielo sin parar. Sus pechos brillaban como estrellas y su baile coordinado era un lujo de contemplar. La gente en masa me ahoga porque se pierde obviamente la persona y su libertad. Se desdibujan los contornos de tu historia, de tu personalidad, y pasas a ser un poco más que un punto en la inmensidad. Si la inmensidad además es tan distinta, tan variada, se produce una suerte de infoxicación de estímulos humanos imposibles de registrar ni procesar. Me alejé espiritualmente de cada uno y me dediqué a volar por los aires contemplando la hiperactividad de Dios al crear. Cuerpos iguales en estructura, pero tan disímiles en su envase y todo lo demás. La ropa que llevaban se hizo traslúcida y comencé a ver sus pieles, sus costumbres, sus comidas, sus creencias, su religión y hasta sus dioses y me fui achicando cada vez más. Es difícil conciliar lo que somos cuando tenemos al frente de los ojos la torre de Babel y el Arca de Noé en el mismo lugar. Los idiomas, los olores, los ruidos ni que hablar. La contaminación auditiva era total. Sólo lograba discernir un ritmo sordo como sub-buffer constante que me empezó a aturdir el cerebro sin notar. Cada restaurante tenía una música estridente que trataba de callar a la del lado, formando un caos imposible de descifrar. Si a eso se sumaban las mil conversaciones cruzadas, más las llamadas y luces de los celulares, me pareció un anticipo del purgatorio o de frentón un infierno terrenal. No es que lo estuviera pasando mal, nunca tan aturdida de no aprovechar de aprender y reflexionar sobre la vida y nuestra experiencia que es un privilegio para atesorar, pero que no pertenezco a eso, también es una verdad. En medio de la basura que se comenzaba a acumular en el piso, y la gente que se apretaba más y más, añoraba un lugar silvestre, lleno de flores, de pájaros sin estrés, de olas sin botes llenos de fiestas ni olor a fritura y con un espacio para sentir a Dios sin tanta interferencia de humanidad. Con todo, sentí que Jesús en el templo de Jerusalén se debe haber sentido parecido frente a las tendencias más típicas de todo tiempo y edad. Hablar mucho, comer más, tomar en exceso, comprar lo que haya, estar por sobre el resto y buscar el mejor lugar. A veces siento que es tan imposible sembrar en este mundo algo diferente, pero al mismo tiempo, creo que, a mayor hacinamiento, más abono humano hay para que pueda germinar una nueva sociedad. No se equivoquen al interpretarme, todo lo que vi anoche era lindo desde muchas perspectivas, en cuanto a que era iluminado, ordenado, no vi alcohol ni carrete desenfrenado; al contrario, admiré agradecida mucha familia, mucho coche, mucha guagua, mucha sonrisa genuina, mucha abuela, mucha libertad de ser, mucha amistad, pero me faltó algo más trascendente y ritual para cerrar un año que tuvo tanta intensidad como el espectáculo que Dios me permitió contemplar. Probablemente hay personas que sienten sus años de color pastel, con trazos poco claros, como una nebulosa existencial. Para mi el 2018 fue como Capetown; miles de sensaciones de una intensidad difícil de tolerar. Alegrías maravillosas y agonías que me estuvieron a punto de desarmar; gozos de cielo e infiernos donde no vi esperanza y sí soledad; qué cantidad de vivencias acumuladas en sólo 365 días; siento que me gradué un año antes de la mitad de la vida en humanidad. Nunca había presenciado dentro y fuera de mi tanta miseria y tanta riqueza; nunca antes había sido tanto consciente como en el 2018 que lo bueno y lo malo coexisten y están en lucha espiritual; nunca había hecho tan claras mis esclavitudes ni gozado tanto de la libertad. Agradezco a Dios que haya terminado el 2018 y que haya aprobado medianamente bien las lecciones que traía. Espero de corazón que el 2019 sea más tranquilo, porque ya estoy más viejita y no sé si podría resistir ese ritmo de cañadas y cimas, sin quebrarme o enfermarme por discapacidad. Con todo, las piezas más feas y dolorosas de lo vivido fueron calzando y formando un puzle misterioso y perfecto que jamás podría haber llegado a planear. Cada vez me queda más claro que sólo hay que entregarse con humildad y docilidad a la voluntad del Creador que sabe de dónde vengo, quién soy y para dónde voy. Eso significa estar atenta a las señales y seguirlas con alegría y paz.
Sigo con el relato de los hechos para no alargarme de más. A las 12:00 en punto los fuegos artificiales empezaron a iluminar el cielo, sin mucho orden y en un lugar diferente al que creíamos iban a salir. Las primeras en salir corriendo fueron los miles de gaviotas que hicieron su retirada con elegancia y belleza muy coordinada. Qué misterio tienen los animales que hasta en las salidas, se comportan mucho mejor que los humanos en un atochamiento real. Los fuegos duraron 7 minutos y estuvieron lejos de la vara que tenemos los chilenos con Valparaíso o la Torre Entel nacional, sin embargo, habían llegado y su magia inundó el lugar de unidad. Probablemente un millón de personas de pie, se sintonizaron por segundos en una misma frecuencia sin distinción de nada. Todos celebramos y nos abrazamos con amor e ingenuidad. Hasta Woody nos estiró su brazo que más parecía un roble y en segundos desapareció en la multitud sin verlo más. Compartimos el mismo lugar seis horas y después “puaff” desapareció nada más en el anonimato de la masa que se comenzaba a mover en caos total. Siempre me ha parecido una fiesta extraña la del año nuevo; a mi parecer le falta contenido, rito, conciencia de lo que está pasando en verdad. Los fuegos ayudan a regalar una visión única, pero distraen de lo interno y del abrazo fraternal. Me faltó conversa, trascendencia, en definitiva, Dios en medio de lo humano para complementar. Me van a creer loca, y probablemente lo esté, pero me pareció interesante preguntarme cómo vive el Señor una fecha como esta y cómo las vivió cuando estuvo acá. Sé que le gustaba la fiesta, a mí también, pero con un sentido más comunitario y sentido de gratitud más evidente que lo pude ayer apreciar.
Terminado el humo de los fuegos, que era lindo de ver por sí sólo por las formas que tomaba y el olor a pólvora que impregnaba el aire, comenzó el éxodo de la masa y fue peor que estampida de búfalos apenas terminar. Hicimos un trencito tribal para no perdernos en la inmensidad de razas, colores, alturas y formas que se achoclonaban sin educación ni consideración especial. Llegamos a la calle principal y en el suelo ya se veían los efectos de tanto pasear. Cada cual según su estatus iba saliendo del lugar, algunos en taxi, otros con choferes que esperaban con ansiedad y la inmensa mayoría caminando no más. Llegamos al estacionamiento y la primera impresión fue chocante, aunque esperable en realidad. La cola para pagar era más larga que la de la mantarraya y todos se querían colar. Andrés, astuto y observador, vio que había otra caja más adentro y nos salvamos de estar una hora esperando para abonar. Sin embargo, la ilusión de irnos temprano quedó frustrada apenas doblar ya que se armó un taco adentro del estacionamiento que no se movió por 40 minutos y no estoy exagerando para nada. A los 15 minutos de estar esperando y ya con el auto apagado, un creativo empezó a hacer sonar la bocina y se armó el efecto de masa más horrible que se puedan imaginar. Cientos de autos tocando la bocina sin parar, por lo menos por 10 minutos y con la caja de resonancia de los muros, hicieron del estacionamiento una sala de torturas real. Tuvimos que prender el auto para cerrar las ventanas y salvarnos de miles de decibeles que atacaban sin piedad. Un grupo de seis tipos con pinta de árabes que iban en el auto del frente, se bajaron aguerridos y hasta susto me dio de lo que iban a hacer. Las masas enojadas son peores que las masas por sí mismas y temí por segundos de nuestra integridad. Al cabo de un buen rato de reírnos y hacer bromas, la culebra de fierro empezó a circular y en menos de 45 minutos estuvimos en la casa sin problemas ni contratiempos.
Algunas últimas reflexiones para terminar. Estoy feliz de que haya comenzado este 2019 y estar con la tribu para celebrar. Insisto en que nada es obvio y la vida misma es un regalo tal cual está. Sólo me queda bendecir todo lo que vendrá para poderlo tomar con sabiduría y reconocer que nada estará de más.
Día 11: Un día de paseo espectacular
Tenemos la suerte que dos veces a la semana viene una señora muy amorosa llamada Yolanda a limpiar más profundamente la casa y a ordenar y por lo mismo, preferimos por su sobrevivencia salir a pasear para que pudiera trabajar en paz. Milagrosamente y con una presión fuerte, logramos sacar a la tribu de la cama más temprano de lo habitual y a las 10:30 estábamos listos para salir a pasear a pueblos alejados de la ciudad, famosos por sus viñas y la tradición alemana y holandesa de sus habitantes desde hace casi un siglo o más.
Más que detallar cada lugar, creo que es mejor relatar las sensaciones, poniendo la lupa en algunos detalles fuera de serie para que se puedan re gustar. El viento azotó la casa toda la noche y lo hizo con furia invernal; varios no pudieron dormir por lo mismo, por lo que el sueño se subió al auto también al partir manejando más de 80 kilómetros hacia el este y alejándonos de la ciudad. Las carreteras son muy amplias, los autos son muy buenos y casi todos blancos en verdad. Mucho auto de marca, deportivos y vans para transportar a la gente local. A no mucho andar, empezamos a ver poblaciones muy, muy pobres a lado y lado y se apretaba la guata de mirar. Nuestros campamentos en Chile claramente muestran una pobreza dolorosa, pero aquí se ve miseria y orfandad. Las casas, si es que se les puede llamar así no lo son en verdad. Son sólo cuatro paredes irregulares de lo que pillan (madera, palos, latón o neumáticos) y tratan de formar cuadrados que se afirmen en sus encuentros por azar. Los techos son de latón, plástico y están llenos de piedras, cachureos y cosas que les hagan peso para que no se puedan volar. Difícilmente las separan uno o dos metros entre una y otra y no hay calles, pasillos ni nada parecido para circular. Sólo un conjunto de cartones, maderas amontonadas formando un amasijo humano de desesperanza y deshumanización total. En los bordes se ven cajas rectangulares de plástico desteñidas por el sol y medias tumbadas; son un conjunto de baños químicos que ni me quiero imaginar cómo reciben a los que los deben ocupar. Al centro de cada puño de casitas sale un empalme eléctrico como un pulpo negro abduciendo la vida que ahí se da, pero no deja de sorprender además que muchas de estas construcciones tan precarias y primitivas tengan antenas parabólicas como platos mirando a la eternidad. Esas poblaciones estaban a medio camino entre arenas y humedales que daban paso a totoras y a basurales con la misma frecuencia e intensidad. Las carreteras higiénicas te permitían mirar todo esto, pero no veías ninguna persona cruzarse o mirar.
Estos campamentos surgen de vez en cuando como ciudades post destrucción de la humanidad; verdaderas callampas sin color y que sólo destellan brillos con sus latones cuando el sol se posa en ellos creando un infierno que se mueve con gas al mirar. Dios dirá si podemos ir a ayudar; ya hemos hecho contactos con una fundación de acá y después del 12 de este mes, veremos en qué podríamos aportar. Sin duda, nosotros recibiremos mucho de sólo conocer su realidad y agradecer de rodillas no correr su suerte ni experimentar tanta desigualdad.
Pasado ese trayecto más pobre en todo sentido, llegamos a un vergel o paraíso muy lindo y que detallo con la lupa inicial. Imaginen un valle amplio, delimitado por unas montañas enormes, talladas por un escultor exigente y bipolar. Podría decir que eran parientes lejanas de las torres del Paine, por sus escarpadas siluetas y su belleza sin igual. Sin embargo, a diferencia de las obras geológicas chilenas, éstas a media altura empezaban a vestirse con unos faldones maravillosos de verde oscuro y verde claro, que resultaron ser viñas y bosques de una fecundidad fenomenal. Más abajo, partían como frazadas de pachtwork miles de potreros perfectos en sus límites, llenos de sembrados y animales que cuidar. Nos acercamos a conocer de cerca la primera viña de muchas que íbamos a visitar y lo que más captó mi atención, fueron los muros albos coronados por techos de coirón prensados con un corte espectacular. Dicen que es la típica arquitectura holandesa y es muy linda de contemplar. Se enamoran de sus muros miles de flores maravillosas que se trepan por ellos con mucha facilidad. Las más frecuentes son las buganvilias, la flor de la pluma y las astromelias que combinan perfecto con los agapantos morados y blancos que parecen satélites de la naturaleza para captar nuestra atención. Todo esto rodeado de pastizales verdes perfectos que hacen pensar que fue una mentira la famosa sequía en este lugar. Sin embargo, al llegar al baño, de las llaves no sale agua y te recomiendan alcohol gel para limpiar. Supongo que quedaron espantados y el buen hábito de cuidar el recurso acuático, llegó para quedarse, lo que me parece genial. Una tras otra iban apareciendo las casonas blancas por nuestro camino y cada una era más elegante y señorial que la otra, ofreciendo sus vinos y muchos productos aledaños de la granja como mermeladas, huevos tallados de avestruz y miles de cosas lindísimas y sofisticadas además. Por puro azar paramos en una que más parecía parque cultural que nada. Nos recibió una exposición de esculturas de piedras que sonaban solas cuando acercabas tus manos sin tocar. La rodeaba una laguna lindísima con lotos morados y patos que se dedicaban a pasear. Luego recorrimos la tienda llena de cositas lindas y después nos recibió una feria artesanal. Ni mil containers alcanzarían para saciar la tentación que da todo; tan variado y lleno de colores y de vida que te energiza de sólo mirar. En el mismo lugar había un restaurant increíble escudado en puras obras de arte de diferentes estilos. Como distintas caballerizas, este lugar nos iba ofreciendo cada vez más estímulos para gozar. Salimos a un nuevo parque con esculturas de vidrio y árboles añosos que daban perfecta sombra para descansar. Si a eso se le agregaba la Kitchen Farm con pies, panes llenos de semillas, galletas, muffins, quesos, aceitunas, salsas, jamones y un cuanto hay, estaba el panorama perfecto para quedarse y no despertar en un par de horas más. Compramos un pan rústico maravilloso al que no le cabían más semillas por centímetro cuadrado y seguimos viendo con qué más nos íbamos a encontrar. Esta vez los parques nos sorprendieron con potreros de agapantos eternos y una flora muy ordenada y cuidada. Destacan los aloevera gigantes, las proteas, los olivos, los eucaliptus y las suculentas de todo tamaño y color, aptas para la sequedad. Estaban regando con aspersores y la tribu no se pudo resistir a hacer una maldad. Corrimos todos por los jardines, muertos de la risa y quedamos empapados y hasta sin hawaianas de tanto chacotear. Estuvo perfecto el baño, ya que se había acabado el viento y el sol quemaba sin parar. Un sueño de elegancia, buen gusto y sabor el lugar; qué ganas de replicar en Chile algo así para que muchos puedan gozar de contextos lindos que alimenten el cuerpo y el alma de quien los pueda visitar.
Luego pasamos a la Viña Van Rys que es el holandés que descubrió Ciudad del Cabo e hizo su imperio acá. Tenía gusto por el brandy y así nos regalaron a cada uno una copa para degustar. Nunca supimos si había que pagar, pero la degustación del jugo Watts con este licor fue muy especial. Saliendo de ahí fuimos a otra Viña que se llamaba Asara y tenía un hotel y un spa dentro digno de princesas y reinas, oliendo a lavandas y azahar. Qué cosas más lindas se pueden hacer alrededor del mundo del vino; tienen una magia especial… Lo divertido fue que al salir unas sudafricanas muy expertas en Taste Wine, se nos pusieron a conversar. Estaban chochas y pincharon con toda la tribu, aunque según todos tenían un alcotest dudoso; yo las encontré geniales a las dos locas que no me pararon de conversar. Sí noté que ellas -las dos blancas- tienen una autopercepción de su país que no es muy alta en general. Todos están asustados con el tema de los asaltos y que son pan de cada día con un porcentaje del 25% de desempleo, lo que es una barbaridad. Dios nos libre, en verdad lo digo, porque me dan terror en cualquier lugar, pero peor acá que casi no se les entiende al hablar. Felipe armó un plan de contingencia familiar, pero yo le pedí a todos que mejor rezaran y que el de arriba seguro nos va a cuidar.
Una cosa que comenté antes, pero que vale la pena destacar, es que el viaje mismo es de una simpatía e intensidad difícil de traspasar. Se suponía que el 7 de enero entregábamos el auto actual, para cambiarlo por dos chiquititos que nos dieran más independencia con la juventud que se quiera mover sin nosotros, pero en el consejo de la tribu, fue rechazada la moción y desechamos esa opción, volviendo a arrendar uno igual. La conversa es demasiado entretenida; las tallas una brutalidad, los temas infinitos y el cariño descomunal. Nadie se quiere perder esa vivencia, aunque no veamos nada especial en el camino o haya que transar en comodidad. Las pequeñas creaturas ya son gigantes, pero se van turnando sin alegar.
Llegamos al pueblo de StellenBosh que era el primero para visitar. Todo perfecto, todo ordenado, todo “nice”, con las casitas recién pintadas. Un verdadero pedazo de Alemania pegado acá y con su rigor especial. Luego visitamos una escultura gigante de hormigón que estaba clavada a una cima desde donde se apreciaba todo el valle y era digno de alabar. El valle parecía la misma colcha Pachtwork que antes mencioné, pero mucha más amplia y colorida, además. Todo era lindo, ordenado, como un puzle de esos que uno suele comprar con 5000 piezas o más. El cielo calipso y algunas nubes gordas parecían coludirse perfecto con toda esta vida que brotaba de la tierra con tanta docilidad. Es un milagro la agricultura y cómo emergen de ellas tantas verduras y frutas lindas como calabacines, uvas y berries de toda variedad. La escultura representaba el lenguaje Africans con sus raíces lingüísticas y su complejidad. Más que la obra del hombre llamó mi atención la obra de Dios, ya que estos dedos y resbalines de cemento estaban empotrados en piedras, peñascos en realidad, gigantormes, imponentes y llenos de historia que no pude descifrar. El más grande era igual al de la presentación de Zimba, en la película del Rey León y debe haber medido unos doscientos metros por lo menos, sin errar. Otras rocas más “chicas” habían rodado cerro abajo y me pareció volver por segundos a la época primitiva donde grandes animales recorrían la tierra con libertad.
Pasamos por un par de pueblitos más, esta vez de origen francés y otro holandés y la misma sorpresa frente a su belleza y singularidad. Todo lleno de restaurantes, tiendas lindas, obras de arte, artesanías… un paraíso para los turistas y para los gourmets en general.
Ya de camino de vuelta, las energías comenzaron a mermar. Llegamos todos muertos a la casa, de tanto pasear, conocer y conversar. ¿Qué me habrá faltado contar? Probablemente, se me quedaron fuera los antílopes e impalas que pastaban como si nada; también olvidé las hierbas que recolecté y las comidas ricas que pudimos probar, pero estoy muerta de sueño y parece que a todos nos pegó fuerte la madrugada.
Día 12: Un close up a la vegetación local
El título de este día le hace mérito a un parque maravilloso y famosísimo que existe acá, que se llama Kirnstenbosh Garden y que encierra la mayor variedad de especies que se pueda imaginar. Sin embargo, antes de contarles eso un par de preámbulos que vale la pena contar.
Lo primero: nuestro primer encuentro cercano con una culebra. Resulta que ayer Iñaki, el Benja y la Trinita jugaban en nuestro jardín con una pelotita que se lanzaban de un lugar a otro sin parar. Sin querer cayó en una pileta de piedras con lotos muy chiquitita por la que corre agua y Iñaki se metió en ella para poderla sacar. Como no la encontraban, también se metió el benja en esta mezcla de agua turbia con muchas ramas y algas que ya estaban estresadas. Para empeorar el caos del momento, el perro de la casa también se metió al agua y el desastre fue general. En eso Aki para esforzarse más, empezó a levantar partes de las ramas con una especie de colador hecho con sus manos y de repente, zas, en vez de rama recogió una culebra de más de un metro que estaba aún más asustada que él y ambos se soltaron mutuamente con este encuentro fantasmal. El pobre Aki quedó congelado de miedo y la culebra igual, ya que desapareció entre el agua y las piedras y no la vimos más. Después supimos que en los días de calor bajan de los cerros para tomar agua y ayer fue su día de visita a la ciudad, sin embargo, por la descripción que relatamos no era peligrosa sino una bastante casera y habitual. Dios nos cuide porque aun cuando todo se ve igual que nuestros jardines, en la noche es posible distinguir que África tiene animales, sonidos y bichos que no logramos ni siquiera imaginar. Hay todo tipo de ruidos y algunos asustan un poco en verdad, pero siempre son lejanos, aunque también supimos que a veces bajan puercoespines, linces y uno que otro reptil mortal.
Lo otro que vale la pena contar porque me alegró mucho el corazón, es que ayer de pura casualidad supimos que la señora que nos arrendó la casa y que es nuestra vecina, ya que ella se hizo una casa más chica para ella al lado y compartimos el jardín, estaba de cumpleaños. Un señor nos tocó el timbre con un gran ramo de flores en la mano; al principio pensé, guau qué atento mi maridito jaja, pero la sorpresa fue reemplazada por la frustración ya que venía con una tarjeta para Estelle y así no me llamó yo, así que cuello de jirafa no más. No hemos visto ninguna todavía por estos lares, pero ya las iremos a visitar. Bueno, sigo. A raíz de eso le hice un acróstico dibujado y pintado por mi para que lo pudiera colgar. Después cuando llegó se lo dimos y casi se puso a llorar. Fue muy lindo y nos dimos cuenta que no tenía nadie con quien celebrar, así que la convidamos a comer acá; o sea a su propia casa, pero con nosotros como huéspedes y cocineros además. Pusimos un pescado a la parrilla que queríamos probar y dejó mucho que desear. Tenía más espinas que esqueleto de dinosaurio, pero con una salsa salvó igual. También le hicimos ensaladas ricas, pan casero hecho por el Benja (que está un master chef profesional) y un pie de limón que fue la primicia de la Trinita para poderla regalonear. La conversa fue tan simpática y relajada que lo pasamos muy bien, aprendimos mucho más del país, pero sobre todo nos dimos cuenta de dos cosas: lo primero es que tenemos un tesoro en nuestro caos tribal. Puede que la comida haya que repartirla en más bocas, que el silencio sea un producto en extinción y que el orden sea una palabra escandinava, pero al menos -tal como nos dijo ella- somos una familia que respira amor y unidad. (Dios nos cuide una vez más). Lo segundo es que hay mucha gente sola y que los vínculos son lo esencial. Si bien ella tiene dos hijas, no las hemos visto desde que llegamos acá; está divorciada hace tiempo y murieron sus dos papás. Sólo tiene una hermana a una hora de acá y a un hermano que vive fuera de la ciudad. Qué soledad más abismante resisten muchos y sólo sobrevivir y trabajar…
Me voy al grano ahora para no dispersarme del título inicial. Hoy como a las 12:00 salimos al paseo al Jardín Botánico de la ciudad. Nos desviamos un poco del camino y transitamos por unas calles donde las mansiones se disputaban una a otras el primer lugar en tamaño y calidad. Una vez más, duele la comparación y el contraste con las casitas de palo que apenas se pueden parar. Puedo sonar muy hipócrita si vivo donde vivo, pero no por eso la culpa arrecia y es difícil de integrar la disparidad y desigualdad social. Siempre pienso que no estaría preparada para vivir en condiciones de miseria real; creo que me costaría mucho, pero me las trataría de ingeniar para crear belleza aun en un basural. Me recuerdo que cuando era muy chica, con mis primas construíamos casas en Huechuraba que no distaban mucho de las de acá, pero siempre las barríamos mucho, le echábamos agua de la acequia al suelo y las llenábamos con todas las flores que lográbamos pillar. Incluso le hacíamos cortinas con las ramas de sauce y los pétalos viejos de las rosas los usábamos para pintar las paredes y crear arte con lo natural. Me imagino que es muy diferente vivir a jugar, pero trataría por todos los medios de crear armonía, aunque, fuese en la pobreza extrema y la impotencia total. Qué me he dado vueltas hoy día, pero es fuerte el tema acá. De hecho, la vecina nos contaba que el jardinero y la señora que nos ayuda de vez en cuando acá, viven en poblaciones muy pobres, muy peligrosas y que ella siempre los ha tratado de ayudar. Que hay dos tribus dominantes acá, los zulú y los xsoxha ( a la que pertenecía Mandela) y que entre ellos aún existe mucha rivalidad. Ellos dos pertenecen a tribus diferentes y se nota por la negrura de su piel y su religión principal.
Ya ahora, sí que llego al Parque que es digno de contar. Imagínense a ustedes mismos entrando a una especie de isla flotante donde sabes que todo es diferente a lo normal; casi podría decir que es como adentrarse en un libro del realismo mágico de la Isabel Allende y sentir el aroma de la naturaleza y el rugido de un jaguar. La entrada era para quedar hipnotizado como estatua de sal; un trenzado de árboles que superaban los cien años y los cien metros formaban un arco verde difícil de penetrar. Una rama cogía a la otra y se coludían dando vueltas y torcidas para encajar. Nadie se quedaba sin su espacio y parecía un puzle para armar. El suelo adoquinado en 1925 o antes quizás, era testigo silencioso de cómo toda esa vida se fue desarrollando con infinita paciencia, cuidado, trabajo y un dineral. Deben ser unas 50 hectáreas de verde con todo el pantón imaginable de colores y formas que uno pueda imaginar, enmarcados por unos cerros de piedra de 1000 metros que se encargaban de que nada de esa flora se pudiese escapar. Estos montes de verdad eran bellos; como pintados con motitas de vegetación dignos de Van Gogh o Matisse para pintar. Si bien el cielo hoy estaba calipso, las nubes nunca se alejan demasiado y con esas olas blancas que se echan sobre las cumbres, crean un espectáculo semi misterioso, enigmático y hasta un poco dramático si se está más sensible de lo normal.
El parque mismo es un laberinto de senderos de piedras, ladrillos y adoquines que dan cuenta de las diferentes etapas en que este jardín se empezó a crear. Hay arroyuelos mágicos, escondidos bajo unos troncos torcidos donde cuchichean las hadas sin parar. También hay puentes de madera que atraviesan senderos y que se callan cuando te dignas a pasar, porque de lo contrario dan el paso a las lagartijas, ratones y culebras que abundan en el lugar. Los tipos de suelos variaban según su ubicación y la inversión real que hubiese hecho el hombre al cuidar. Los más esmerados estaban rodeados de pasto verde, enclavados en tierra de hoja de gran calidad y cada planta, arbusto o árbol tenía su letrero clavado para orientar. Ahí es cuando uno se da cuenta que la ignorancia abunda en la cabeza de todos cuando se trata de distinguir la variedad. Fuera de los robles, los encinos, los agapantos, los ficus y una veintena más, uno no conoce los miles de nombres que existen de todo y que Dios se esmeró tanto en crear. Siempre siento que me achicó al tamaño de una mariposa al ver tantas cosas lindas y la calidad de los diseños de cada cual. Si el Creador se esmeró con los peces que logramos admirar en el acuario local, creo que aquí se esforzó aún más. Probablemente será más de sensaciones mi relato que lo científico, porque apenas me muevo en el tema y eso que de la tribu era la que sabía más. Quizás la forma más simpática de narrar todas las maravillas que vi, pueda ser por un orden de recordación y gusto nada más.
Lo que más llamó mi atención fue el sector de plantas medicinales y las aromáticas propiamente tal. Si bien eran las más chicas, me conecta con algo ancestral; debe ser mi amiga Hildegarda o San Francisco de Asís, que con su observación tan meticulosa lograron descubrir en cada especie una ayuda divina para podernos sanar. Había plantas para el dolor de cabeza (con Aki nos robamos un par de hojas por si acaso nos dolía de nuevo) que tenían olor a incienso; había también para las picaduras de bichos, para la guata y para toda dolencia normal. Es obvio que todos los remedios que tomamos, en su mayoría, vienen de la naturaleza, pero es sorprendente y no obvio que alguien tuvo la paciencia de observar y registrar los buenos usos y beneficios que nos podían dar. Entre las hierbas aromáticas, te indicaban que frotaras tus dedos en sus hojas y que las disfrutaras en profundidad. De las 50 que toqué 45 eran deliciosas, aunque algunas eran pegotes y ásperas al tocar. Unas cinco eran repugnantes y me tuve que lavar. De las conocidas reconocí el romero, la malva rosa, la salvia, el cedrón, el oreganillo, la menta y una que otra más. Cuando huelo cada aroma, siento que me transporto a un laboratorio celestial, todo lleno de pócimas, górgoros y ungüentos llenos de misticismo y algo secreto que me atrae una enormidad. Quizás en otra vida fui bruja o doctora medieval, porque todo lo vivo de las hierbas me atrae como un imán. Los árboles eran majestuosos y casi imposibles de abrazar. Su ancho era de varios pasos y sus copas como la película de Avatar albergando reinos que era imposible divisar.
Entramos a un sendero que se llamaba de los sentidos, porque ahí sí podías tocar las ramas, las hojas y hasta el tronco sin alertar. Me sentí en un bosque sureño aunque en estación seca ya que no se respiraba esa típica humedad rica después de una lluvia torrencial. No obstante, lo anterior, sólo sentir esa cama de hojas palpitando en cada paso que daba, fue una sensación muy especial. Cuanta muerte y cuánta vida mezclada sin ton ni son, pero armando el hábitat necesario par continuar. Los helechos turgentes y de color verde intenso se abrazaban con troncos viejos que deben haber muerto hace un siglo o más. Entre medio lagartijas, insectos, arañas y todo un mundo que seguía su paso independiente de las interrupciones que les hacíamos al pasar.
Uno de los aspectos lindos de destacar es cuando exponen las especies propias de los cerros de Capetown. Se llaman Fybos que significa arbusto fino y lo componen una centena de suculentas o parientes de ellas, que compiten en quien hace la flor más linda o la hoja más espectacular. Cada hoja está vestida de un color especial y no hay posibilidad de elegir a cuál es más bella en verdad. Podría dar mi voto a unas que llaman Proteas, como familia, y que en Chile son caras de comprar. Aquí todo se da en los cerros y si no fuera por las culebras, ya me habría bajado a cortar. Hay flores rojas, amarillas, moradas, blancas, lilas y son como siempre vivas que albergan en su interior agua que las recorre desde una eternidad. Combinan perfecto con las rocas ya que parecen hacer buenas migas, sin necesitar tanta tierra para crecer en paz.
En medio de los senderos, hay momentos en que te sientes casi aplastado por una vegetación imponente que no se quiere dejar atravesar, sobre todo en las plantas plataneras y en algunos árboles que no sabría nombrar. Hay muchos que ostentan flores muy aromáticas y azahares para refrescar, pero lo más lindo son sus cortezas y su dignidad. Había ásperas, lisas, jaspeadas, rudas y otras casi de seda natural. Son muy silencioso los árboles, pero me parecen seres generosos y pacientes a todo dar. Había algunos que superaban en altura un edificio, pero eran flexibles y fuertes y no dudaban en saludar con sus ramas cuando el viento las quería abrazar. El calor del día nos empezó a afectar y aunque llevábamos provisión de boca, el hambre y la sed empezó a atacar. Había fuentes de agua cada cierto tramo, pero lo más rico era hacer descansos bajo las sombras de algunos árboles y conversar contemplando la maravilla que se nos desplegaba sin cesar. Cada banco tenía una chapa puesta con el donante oficial y se notaba que todo estaba muy bien mantenido a pesar de la sequía que tuvieron que sufrir hace sólo un año atrás. Contaban que fue motivo de discusión parlamentaria si seguían regando el parque o lo dejaban secar, ya que la inversión es millonaria y su historia digna de alabar. Finalmente, y como no llegaron a acuerdo, por suerte el cielo se apiadó de todos los seres de esta ciudad, incluido este Edén sudafricano que no merecía morir de sequedad. Puede que suene un poco asqueroso, porque no hemos vivido restricción igual, pero en los baños del parque decía en cada puerta algo similar a los siguiente: “Si el agua está amarilla, déjala no más; si el agua está café la debes tirar” haciendo mención a cuándo tirar la cadena o no. Cada gota cuenta y la gente ya se acostumbró a utilizar todo y a ahorrar.
Pasando a otras cosas lindas, recuerdo con especial devoción las mariposas y los pájaros que no paraban de volar alrededor nuestro como haditas coquetas que nos querían contactar. También había flores con formas de pájaros, pero en los sonidos no podían competir; al menos que yo las pudiera escuchar. También el zumbido de los abejorros era muy especial; se podía disfrutar como un murmullo del bosque siempre que no se acercaran demasiado a donde íbamos a pasar. También las chicharras salían a cantar y parecía que tenían “buenos pulmones” porque su canción siempre sobrevivía en extensión a la de los demás. Los grillos desubicados en el horario se oían de vez en cuando nada más, pero lo más lindo era oír las risas de los niños pequeños y sus familias al pasear. Podrá parecer beato para algunos, pero no pasaban ni cinco minutos y la presencia de Dios se me hacía evidente y me ponía a agradecer el privilegio de estar y contemplar tanta maravilla junta y poderla disfrutar. Cada flor, cada hoja, cada rama seca, cada estímulo lindo en cuando a textura, color, aroma y visión, fue una pequeña ofrenda que fui recogiendo en el canasto de mi corazón y al final todo fue una preciosa oración. Entre medio la tribu bromeaba y exponía su mejor humor; pero aún reclamaban de hambre y calor, así que cerca de las 4 el paseo se acabó. Algo que olvidé mencionar fueron las esculturas de piedra que aparecían como duendes ocultos en troncos viejos o en medio de un macizo para realzar su valor. Había un puente colgante que también me sorprendió por su potente estructura y por la vista que nos regalaba del jardín desde el interior. En medio de él, un tremendo pájaro me asustó y parece que el susto fue mutuo porque salió chillando como cuervo desaforado en medio de unos dinosaurios de metal que también formaban parte de la exposición.
En síntesis, hoy de rodillas debemos dar gracias a Dios y a la Virgen por mostrarnos un tráiler del paraíso y permitir que interactuáramos con él con libertad de acción. La Trinita persiguió los sapos en una lagunita y Aki espantó los patos con un palito para ver su reacción. Los demás se tiraban agua con las botellas que llevábamos y fue un agrado desde todo punto de vista aprender de la creatividad de la naturaleza y cómo a Sudáfrica se le premió en belleza y diversidad como compensación a su dolor.
Ya de vuelta a la pensión la tribu se achanchó y no salimos hasta que se escondió el sol. A varios les dolía la cabeza, sobre todo a Aki, que ni la hierba lo sanó. Supongo que tanto sol, el ayuno del almuerzo y la caminata, le hacen mal a mi niño y al cerebro de algunos que heredaron, tristemente, mi condición.
Día 13: Un arito tribal
Quizás no es algo espectacular lo que voy a relatar, pero para la experiencia que estamos viviendo creo que el mayor regalo y lo más esencial: con consolidar vínculos familiares y limpiar cualquier aspereza que pueda quedar. Insisto que vivir en comunidad es lo más maravilloso que nos puede pasar, pero exige conocerse, aceptar, hablar, ponerse de acuerdo, ceder, invertir tiempo en cuidar las relaciones, aclarar malos entendidos, ponerse en los zapatos del otro, respetar, hacer turnos, ayudar, asimilar que hay otros modos de pensar, que las sensibilidades son diversas y las interpretaciones misteriosas y que cada mente integra todo desde su originalidad. Lo precioso de cultivar los vínculos así, es que logras desenredar los nudos, se te llena de gozo el alma, nos complementamos, hacemos todo más afectivo y efectivo, nos enriquecemos verdaderamente con la visión y sensibilidad del otro, aprendemos a ser flexibles, a dialogar, a encontrar mejores soluciones con la suma de todos y el que cada uno pueda ser y complementarse con los demás sin anularse ni anular. Creo que la Mística del Bambú no sólo la estoy escribiendo, sino que también la estoy viviendo con profundo amor y buen humor y eso no es para nada obvio, es una bendición que atesoro en el corazón y que lo medito cada noche con devoción. Para variar, todo este regalo vino envuelto en un conflicto sin importancia que parecía maldición. Un desencuentro, un estrés, una dificultad, una crisis, son siempre -y no lo digo de cliché sino con la certeza de los años y después de haberlo pasado muy mal- un aprendizaje, un avance, un logro, un pulir el ego y fortalecer nuestros músculos del alma, sacándole más brillo a quiénes somos y cómo nos ayudamos unos a otros a crecer de verdad. Después del conflicto familiar, un consejo de tribu y aprovechamos de hacer un tres a uno (compartir tres cosas positivas y una que le haya costado), pues ya llevamos 15 días de desembarco y es bueno decantar. El compartir fue para ponerse a llorar de alegría, no sólo por cómo cada uno es consciente de lo privilegiados que somos y cómo agradecen con profundidad, sino por el hecho -no evidente- de poder abrir el corazón con sencillez, confianza y honestidad total. La comunión de espíritus y la expresión calmada de los sentimientos, desde la propia sensibilidad y no desde el prejuicio o descalificación, es un diamante fino que puede construir obras de arte en los seres humanos o hacer daño por su bisturí natural. En el Consejo de la Tribu todo ha sido con tal respeto, con tanta amorosidad, que lejos de levantar las defensas o atacar, se reconoce con humildad las faltas de delicadeza, se coordinan nuevas formas de relacionar y se experimenta el reino de Dios encarnado en un pequeño grupo con fecundidad. Yo no sé bien porqué o más bien cómo llegamos a esta dinámica y forma de interactuar, lo que sí sé es que nos ha costado años de trabajo, de aprendizaje y que la cosecha que hoy recojo me deja el alma llenita de flores y azahares que no puedo esconder, sino que tengo que meditar, comprender y replicar por si alguien quiere degustar este néctar de felicidad terrenal. Los niños se enseñan unos a otros a cocinar, el Pipe le enseña piano a Aki y Tomás y yo a la Trinita le enseñamos a guitarrear. Todos estamos cantando, aunque desafinemos y lo hagamos mal, pero me ha encantado cantar canciones de misa junto al Pipe y creo que nos salen del alma y eso me reconforta a no poder más. Aki está aprendiendo a hacer panes como el Benja y los chicos siguen de cerca a los grandes aprendiendo cómo ayudar. Cada niño tiene asignado un día para limpiar y de verdad se esmeran en hacerlo cada vez mejor y lucirse con las cubiertas y los platos para almorzar. Lo lindo es que, si bien a nadie le gusta lavar, se siente el amor y la reciprocidad, valorando el trabajo como nunca antes quizás. Las cosas que había que mejorar de nuestra convivencia eran detalles tan menores y lindos, que me dio gracia escuchar y sobre todo reconocer cómo cada cual estaba lleno de gozo por estar juntos y compartir la cotidianeidad. El balance post quince días no puede ser más benigno y maduro, porque a diferencia de los otros viajes, no ha habido ningún contratiempo que solucionar. Todo ha fluido y la energía que sentimos tanto dentro como fuera de la familia, es de una felicidad tranquila sin euforia ni Instagram. Las fotos que estamos sacando en el alma nadie las podrá borrar y creo que son muy auténticas y para la posteridad. Con el jefe de la tribu también nos estamos ajustando cada vez más y las piedritas chicas, pero tan molestas, ya son tan evidentes para ambos que las estamos pudiendo sacar del automático y estamos a tiempo de no hacernos daño sin necesidad. Creo firmemente que los matrimonios no fracasan por grandes dificultades, sino por acumulación de piedras que no se filtran a tiempo y después se hacen una muralla imposible de quebrar. Parar con frecuencia a decirse todo lo que se siente, se piensa y se sueña es primordial para construir cielos y no infiernos en lo esponsal.
Día 14: Viaje más largo a Hermanus y más
Estelle es el nombre de nuestra vecina y dueña de la casa y ha resultado de una amorosidad y generosidad a todo dar. Tanto es así, que nos ofreció gratuitamente el que pudiéramos pasar unos días en su casa de la playa que está en un lugar llamado Hermanus y que ella recomendaba a todo dar.
Partimos temprano, cosa rara para la tribu, al colegio de los dos chicos porque ya pronto van a entrar y era necesario formalizar su ingreso, comprarle los uniformes y quedarnos tranquilos sobre quién los iba a cuidar y qué podrían necesitar. El colegio es como el nuestro hace 20 años atrás; todo es casero, relajado, un poco despelotado, con una infraestructura pobre y las salas bien apretadas y el jardín a medio andar, pero todo lo anterior se compensa con gente linda, sonriente desde adentro, con vocación profunda por educar, tratando de hacer que los niños se sientan en casa, que hagan amigos y que lo pasen muy bien en el lugar. En verano pueden andar sin zapatos por el colegio y pueden irse a hacer educación física a la playa que está cerca o bañarse en la piscina que es espectacular. La comida la hace una mamá y los uniformes se pueden comprar en una salita del lado o usados. Los útiles son muy pocos y nada es para complicarse en verdad. Terminan a las 2:15 y los lunes a las 13:00 se pueden ir sin problemas a descansar. Los deportes pueden ser fútbol o criquet y inscribimos a la Trinita en clases de guitarra y a Aki en piano, así que además van a aprender a tocar. La Trini iba chocha y está entendiendo mucho de lo que me hablan así que me da mucha más tranquilidad; Aki iba enojado por tener que ir al colegio, pero cuando le dijeron que tenía una semana de campamento en la montaña apenas iniciar, se le alegró la cara, aunque lo trató de disimular. Los profes que les tocaron son jóvenes y astutos y son 30 compañeritos para cada uno y están a seis metros una sala de otra así que me quedó en paz total como mamá. Sólo como reflexión, a veces el crecimiento trae más problemas que bendición. En esos años de nuestro colegio me acomplejaba por nuestra desorganización y ambiente familiar; hoy que todo está protocolizado y higiénico para evitar problemas de orden mayor, añoro los tiempos en que uno podía educar como mamá cariñosa, con creatividad, con valores y con disciplina entendida por todos como un bien. Hoy a veces siento que somos más abogados que educadores y hay que prever todo el mal del ser humano, en vez de invertir nuestras energías en potenciar el bien que también tenemos. Seguramente sin crecer, la opción habría sido morir, pero estoy segura que una mejor etapa habrá de venir, donde podremos recuperar el equilibrio entre el idealismo y el realismo y volver a formar Cruceños a todo dar.
Después de eso, fuimos con toda la prole a cambiar el auto por uno nuevo, pero que es igual al anterior. En el trayecto nos reímos mucho una vez más; esta tribu está sacando una faceta cómica, irónica, cariñosa brutal. Me encantan y sólo me dedico a escuchar, aunque a veces también me suben al columpio y me hacen bromas por mi forma de actuar.
Con auto nuevo y armados con un pequeño bolsito para viajar, partimos a Hermanus que queda como a 80 kilómetro de Cape Town. Salimos por la misma carretera de antes donde se ve el contraste macabro entre la riqueza y la pobreza más miserable que se pueda pensar. Quizás aún me falta ver más, pero los campamentos de latón son hervidores de gentes y estremecen de mirar.
Al cruzar el cordón de cerros (al que nos cuesta subir con nuestro nuevo turbo tan cargado de humanidad) la tribu hace bullyng permanente al manejo porque nos pasan los camiones, las motos y faltó una bicicleta no más. Los caminos son de una vía por lado así que a veces armamos un poco de taco, pero al motor no lo podíamos exigir más. Además nadie nos apuraba y la idea era mirar el paisaje que variaba muchísimo de un kilómetro a otro, como si la naturaleza no se decidiera del todo por dónde optar. Al principio las pequeñas montañas verdes, me recordaron a Chiloé con todo su encanto y magia ancestral; a la vuelta del camino, se tornó en un paisaje de bosques de pino que más me trasladaron a Tirúa o a todo el sector de la Araucanía con las forestales y demás. Pensando que ese era el paisaje que iba a perdurar, los cerros se montaron en huelga y se vistieron completamente de amarillo, pues eran sólo los restos de miles de hectáreas de trigo recién segadas y que le daban un aspecto muy seco y pelado a la planicie que empezó a dominar. En una que otra vuelta, volvía a aparecer el verde con parras maravillosas y una viña ostentando su productividad, pero ya doblando para el mar, la montaña y la roca llegó para quedarse y no se fue más.
En el camino nos habían recomendado un lugar llamado Peregrinos donde sí o sí teníamos que parar. Deben haber sido una veintena de containers forrados con madera y muy buen gusto, que albergaban tiendecitas de cosas lindas, un restaurant muy bueno y sobre todo un mercado con productos hechos in sitú que era maravilloso y lindo por donde se le pudiera mirar. El aroma de los panes recién horneados y los pies de carne y pollo nos sedujeron más de lo que pudimos controlar, así que terminamos almorzando ahí y así aplacamos el apetito de la tribu local. Finalmente fue un acierto porque al llegar a la casa prestada, no encontramos nada donde comprar y parece que la madrugada general cobró la cuenta y el tuto reinó en el lugar.
Algunos valientes salieron a visitar la playa y volvieron espantados de la inspección inicial. Según el comentario varonil, era como esas niñas muy bonitas de lejos, que te crean unas expectativas únicas y sueñas con maravillas y fuegos artificiales; sin embargo, al poco andar, ves que tiene bigotes, que es hedionda y que su aliento mata hasta los pelicanos del mar. Bueno, así fue un poco la primera impresión de la playa. Desde un centenar de metros, parecía un sueño de linda y su sonido parecía embriagar, pero al acercarse, sólo había rocas, muchos huiros, unas olas gigantes de color verde oscuro y millones de “cucarachas” o sus primas hermanas, invadiendo donde uno quería pisar. Debe ser una plaga egipcia, pero eran asquerosas de mirar. Miles de patas rápidas que se movían y que no te dejaban espacio para sentarte ni para mirar. Sin embargo, al parecer tienen el biorritmo contrario a los vampiros, porque cuando me tocó a mi ir a pasear, el sol ya se ponía y parece que las cucarachas se fueron a acostar. Sólo quedaban un centenar de ellas presentándose en sociedad, pero lo asqueroso de antes, ya no se podía apreciar. Todo el borde costero estaba serpenteado por un camino de asfalto lleno de placas de recuerdo a antepasados de este lugar. No sé porqué será, pero este paraje silencioso, exhala una paz muy grande, aunque, triste además. Nada parece alterar el ruido de las olas, el viento suave y una temperatura perfecta para pasear, pero le falta vida, color, intensidad. Es como si estuviera mitad vivo y mitad muerto, como la casa misma donde nos alojamos, que respira vida y soledad sin parar. Quizás es sólo mi estado hormonal, pero es la sensación que me da.
Ya un poco más recuperados fuimos a darnos una vuelta más para darle una oportunidad a este balneario que no satisfizo para nada nuestras expectativas ni curiosidad. Quizás con un poco más de misericordia y buen humor, a la niña bonita le podíamos sacar una mejor foto, aunque fuese con un filtro especial. Al parecer muchas personas mayores viven acá por tranquilidad, pero más parecía un pueblo fantasma aun cuando es temporada. Al buscar un supermercado o restaurant, vimos en el horizonte nuevamente campamentos de pobreza y eran peores a los anteriores, ya que no sólo se apiñaban los latones uno al lado de otro, sino que se encaramaban en dos o tres pisos, sostenidos no sé en qué en verdad. Parecían micros tumbadas par albergar familias, amarradas de alambres de electricidad. Lo que más contrasta y duele, aunque no sé si es completamente malo, es la cercanía tan grosera entre el lujo y la amplitud y el apiñamiento y miseria. No hay transiciones que permitan un paso de uno a otro con cierta dignidad. A veces sólo 100 o 150 metros separan unas mansiones preciosas de estos apilamientos de madera y lata que se caen de mirar. Sé que es injusto juzgar sin conocer más y que probablemente en muchas partes de Chile es igual, pero aquí el tema racial le pone un toque más dramático aún a la pobreza y no sabría por dónde comenzar. Qué misterio y problema más difícil, porque a la pobreza hay que agregarle el SIDA que posee un 25% de la población y tuberculosis, además. Cuentan con irónica tristeza que hace unos 20 años ambas cosas se hubiesen podido frenar, pero hubo un presidente (después de Mandela) que era tan ignorante que le dijo a toda la población que con una ducha estaban a salvo y que no se preocuparan más. Hasta hoy le hacen mofas a su lamentable irresponsabilidad.
Hermanus esperamos que nos sorprenda más mañana, pero hoy fuera de un pedacito de la casa que es sencillo, hippie y lleno de historia (al igual que la otra casa, ya que pertenecían ambas al papá de la Estelle, que era un arquitecto y artista muy capaz), no nos ha parecido nada especial. En todo caso, la vivencia de la tribu es más que suficiente para pasarlo muy bien y disfrutar. Cocinamos rico, jugamos juntos y nos fuimos a acostar, sin antes matar una tremenda araña que se metió al baño y que me dio nervios de mirar. Andrés, fue el exterminador oficial; por suerte, porque yo le temo más a esos animales que a las famosas culebras de nuestra pileta, que resultaron ser tres a falta de una, pero son muy chiquititas y negras y al parecer inofensivas total.
De mañana el silencio y la luminosidad es conmovedora y la hacen parecer mejor que la noche anterior, aunque las cucarachas no se divisan desde la ventana donde me poso a mirar. El mar, a diferencia de la bienvenida, es una taza de leche muy hermosa, aunque llena de natas de huiros que le dan un aspecto un poco descuidado. No obstante, lo anterior, hay unas pequeñas embarcaciones que se mecen como gaviotas en un SPA y me gustan de verdad. Los pájaros son asiduos a la ventana de Rapunzel donde estoy y deleitan con sus juegos, sus cantos trasnochados y sus colas largas como plumas de pincel para pintar.
Cuando volvió Andrés de caminar, ya que ha recibido el título oficial de explorador, nos contó que había encontrado un lugar fenomenal. Ordenamos y limpiamos para dejar la casa mejor de lo que la habíamos encontrado y con camas y petacas, nos fuimos a pasear a la playa paraíso que prometía en verdad, ya que el día estaba soleado y sin viento que lo echara a perder para bañarse. A pesar de perdernos un rato, al final llegamos al lugar y en realidad era perfecto y en parte lo puedo explicar diciendo que estaba casi todo lo que uno pudiera desear. Unos cincuenta o cien metros de arena blanca, con turistas en cantidad adecuada y en onda muy familiar. El mar reventaba con finura y sus aguas eran verde claro con espuma blanca que subía por la arena ya que estaba un poco enterrada la playa. Lo más lindo era que pegado a ella, había una laguna inmensa rodeada de totoras y el agua era dulce y tibia para bañarse sin quedar salado. Al principio daba un poco de nervio el color cobrizo de las aguas, pero en la medida que se profundizaba tomaba un color verde muy fresco y natural. El primero era sólo el reflejo de la arena del fondo, así que la gocé en verdad. Sin embargo, lo que más me gustó fue contemplar a los locales y su variedad. Me quedé pegada en un par de niños negros de una preciosura sin par. Sus cuerpos, sus cabezas, sus traseros, sus ojos estaban esculpidos a la perfección, sin un gramo de más. Nada que hacer la genética les favorece a todo dar y son bellísimos hasta cierta edad en que se alargan demasiado o engordan deformando su silueta morena, sus traseros torcidos en 45 grados y sus cinturas de avispas envidiables para cualquiera que las quiera mirar. Lo más curioso ver cómo este trío se bañaba en el mismo lugar con un par de niñitas rubias, casi albinas que contrastaban muchísimo y que auguraban cuerpos bastante fofitos y desabridos para la posteridad. La combinación era linda; sólo me faltaban otros niños mestizos, que me hicieran la transición, como en las casas, todos es de extremos; nada de matices ni ambigüedad. A propósito de los campamentos, es interesante compartir la información que nos dio una española que Andrés se encontró en la playa. Los blancos en Sudáfrica tienen mucho temor a hablar del tema de las razas porque hay una serie de leyes a favor de la inclusión donde todo puede ser tergiversado y juzgado para mal. También supimos que en los campamentos, llamados township, vive casi el 80% de la población del país y sólo un 15 % de la población tiene buena situación por lo que el resentimiento aún es muy grande y la delincuencia y la inseguridad un tema de calibre mayor. Al conversar en la tribu, la mitad se sentía insegura acá; yo por lo menos, me siento igual que en Chile donde uno si está seguro, pero hay que tener cuidado y encomendarse no más. Lo complejo de acá es el idioma y lo racial que es muy evidente y el prejuicio existe aun cuando nos seas de acá.
Nos bañamos un buen rato y aproveché de hacer fotosíntesis y cargar energías para la nueva etapa que vamos a comenzar (Me encanta tomar sol y sobre todo hacerlo siendo muy consciente de cómo sus rayos nos tocan con tanto cariño, aunque sé que no hay que abusar). Mañana parte el colegio de los dos más chicos y seguro la rutina va a ser distinta y una nueva adaptación vendrá. Despertarse más temprano, cocinar almuerzos, hacer peinados y consolar a uno que otro que vendrá con sus historias que contar. A la vuelta quisimos volvernos por el camino costero, pero nos fue imposible porque había un incendio brutal asolando los cerros y su reflejo se veía en el mar como una bomba nuclear. Debe ser macabra la destrucción, sobre todo teniendo en cuenta la diversidad de víboras y animales que deben arrancar; no son sólo conejitos y ratones los que se quedan sin hogar, sino mil serpientes venenosas, suricatos y mil bichos que no quiero ni imaginar. Volvimos a la casa sin novedad y nos estamos preparando para un nuevo desembarco, pero ahora uno escolar.
Día 15: Una rutina más normal
Ciertamente nada puede durar cien años porque la rutina es como un boomerang que tarde o temprano vuelve para decirte que te debes ordenar. Si bien era súper entretenido darnos vueltas como trompo sudafricano donde el viento nos quisiera llevar, parte de los objetivos de esta aventura eran también que los chicos aprendieran inglés, que los grandes aprendieran surf, que Andrés junior aprendiera inglés, que Felipe conociera más, que yo escribiera los proyectos que tengo en el alma y que Andrés se metiera a fondo en esta sociedad. A diferencia de los otros viajes, donde la vida nos sorprendió cambiando todas las expectativas o metas que teníamos. Cabe recordar que en Bali nada de lo que pensamos al inicio sucedió y algunos días incluso pensamos regresar porque no entendíamos para qué estábamos allá. O bien en Michigan se suponía que sería un tiempo sabático y resulta que casi nos dio a todos un burnout porque apenas dormíamos de tanto estudiar, trabajar, aprender, cuidar a la tribu y limpiar sus destrozos, mientras la nieve no paraba de blanquear nuestra paciencia y entumir nuestro entusiasmo de estar allá. Al final todo tuvo final feliz o un aprendizaje, pero el inicio siempre fue doloroso y frustrante. Se equivocan los que creen que estas aventuras son como pan con manjar; claro que son maravillosas, pero creo que en parte por nuestra capacidad de adaptarnos casi a cualquier circunstancia de vida y reconocer en ellas aprendizajes y recuerdos para guardar; ha habido peligros, desencuentros, dolores y soledad, pero no puedo negar que la resultante final es un tesoro real. Recién llevamos 17 días acá y esta vez no tengo nada que reclamar. Ha habido nubes en el cielo, como cualquier otra “ciudad”, pero Ciudad del Cabo siempre se encarga de despejarse a lo largo del día y si tuviste lluvia en la mañana, en la tarde te puedes bañar. Si eso es en lo literal, mucho más aún en la vivencia familiar o la aventura propiamente tal.
Bueno, la rutina la trajo el colegio de Aki y la Trinita que reaccionaron en forma dispar. La Trinita eufórica el primer día y como buena niñita, ordenó hasta los lápices para pintar. Aki se resistía y se resiste a la idea de ir al colegio en el verano y con suerte vio el pantalón con que se tiene que uniformar. Por suerte, el colegio es una maravilla y se me fue todo el estrés de mamá apenas lo fui a buscar. Durante toda la mañana no pude estar tranquila porque tenía la guata apretada; no es menor dejar a tus retoños en un colegio extraño, en un país extraño, donde al menos la Trinita apenas se puede comunicar. El uniforme es lindo y relajado a no poder más; tanto que hasta andan a pata pelada. Son 280 niñitos de todas las razas y diversidad, pero abundan más los rubiecitos con pecas, bien chascones como hijos de sus papás que en su mayoría son surfistas del lugar.
Los niños los forman antes de entrar a las salas y van primero las niñitas y ordenados por altura para luego dar paso a los niñitos que comparten el mismo lugar. Todo se ordena con un pito como el que usamos nosotros para la operación Deyse y para arrancar. Pero a todo se acostumbra uno y Aki y la Trinita lo pasaron genial. Igual debo hacer un matiz ya que la trinita corrió hacia mis brazos y me dijo me encantó; en cambio Iñaki salió caminando lento y dijo salvó. El almuerzo que les había mandado no sirvió porque todos solo se comían una colación porque almorzaban en las casas, así que al segundo día los esperamos con un pollo a la miel y papas fritas para alegrarlos de estar en esta aventura tan especial. Yo realmente los admiro muchísimo cómo se las arreglan y ya ambos tienen algunos amigos que contar. Aki ya no se resistió tanto el segundo día, pero sí la Trinita que amaneció con un “dolor de guata” terrible que no se podía aguantar. Pobre chanchita mía, puro nervio nada más, pero volvió feliz y después fuimos a comprar y a pedir hora a la peluquería para sacarme el liquid paper de la cabeza (que acá abunda más, jaja) y ella se hará trencitas africanas para no tener que peinarse más. Se va a ver preciosa; ya lo está porque ella, al igual que todos hemos ido adquiriendo un tono bronceado que no se nos quiere quitar. Así se disimulan mejor los kilitos de más que algunos tenemos y parecen más encantadores que en el blanco total.
Cuando los chicos Andrés los lleva al colegio, porque yo podría chocar por el sueño que me da, algunos valientes se turnan para acompañar e ir a surfear. La verdad que más parece tortura todavía que deporte, ya que no se logran parar en ninguna ola y salen entumidos y con la guata pelada, pero lo pasan increíbles y perseveran como adictos a nadar. Ayer después del colegio nos fuimos con todos a la playa y como es el Atlántico de verdad el agua es congelada. No voy a repetir los improperios que emiten mis críos al meterse sin el famoso traje de agua, pero el loco de Aki se bañó como 40 minutos así no más y después le vino una hipotermia brutal. No podía dejar de tiritar y Andrés había salido a caminar. Tuve que taparlo con toda la ropa que pillé y abrazarlo, además, durante por lo menos 30 minutos para que parara de temblar. Cosa parecida le pasó a la Trinita con traje y todo en los tobillos, las manos y la carita que parecía más pingüino que princesita de mar.
La vida de playa es ajena a mi paladar; me encanta ver a los niños, pero reconozco que prefiero el lago o la tibieza como habitar natural. Las aguas del Indico son mucho más tibias, pero hay tiburones en mayor cantidad, por lo que prefiero mirar las olas y los hombrecitos de negro que parecen focas danzando en las olas sin cesar.
Lo que me parece lindo de contar, aunque algunos me puedan retar por imprudente, es que cuando salí hoy a ver lo de la peluquería con la Trini y el Pipe que iba a comprar ropa para hacer deporte, tres señoras del ancho del auto nos hicieron dedo a unas cuatro cuadras de la casa e iban cargadas con bolsas casi del tamaño de ellas y con una sonrisa de par en par. A pesar de que siempre me ha dado miedo llevar, negarme me partía el alma y verlas tan cargadas y tan lejos de su casa no lo podía dejar pasar. La Trinita se fue para la tercera corrida del auto para hacerles espacio y sólo entraron dos. De verdad me apenó mucho que la tercera no cupiera, pero fue imposible apretarlas más. Verónica y Burindi se llamaban las dos que lograron subirse y vivían en Masipumelele, el campamento por donde solemos pasar, pero esta vez nos debíamos desviar. Las dos eran un encanto de divertidas y tenían su piel más negra que un carbón de asar. Sus ojos brillaban y nos ofrecieron trabajar. Deben haber tenido 30 años, no más, pero cada pierna de ella medía unos 80 cm de diámetro sin exagerar. Yo que iba acomplejada, me sentí feliz de ver mis tutitos escuálidos al lado de los de ella y con más edad. Fuera de broma, la conversa fue una tremenda oportunidad de aprender un poco más de ellas, cómo se mueven y su rutina de trabajar. Las fui a dejar a una cuadra de su casa porque no me dio el corazón dejarlas en la mitad. Nos metimos al medio de la población y, a pesar de ver tanto latón incrustado en los muros y tanto niñito vagabundeando sin zapatos, no me pareció tan terrible como me había imaginado. Lo que tiene de difícil es que no hay como disimular quién uno es por el color de la piel. Eres blanco y no sudamericano, chileno o cualquier otro distingo especial. Eres evidentemente extranjero y eso lo hueles, lo sientes, te pesa al andar.
En la tarde fueron algunos a pasear por el cerro que está detrás de nuestra casa y lo pasaron increíble por su belleza y por todas las flores Fynbos (proteas naturales que crecen en las rocas) que pudieron contemplar. Yo aproveché de avanzar en la Mística del Bambú y ordenar la casa porque ya no sólo somos los ocho los que vivimos acá, sino que compartimos con Balú y Emma, dos perros labradores de color negro y beige y tres gatos a falta de uno que se mueven como Pedro por su casa y hasta se enojan si los osas despertar. Así esta rutina de ser mamá, dueña de casa, escritora (a ratos), cocinera, exploradora y observadora de la realidad me gusta cada día más. Mañana estamos invitados a comer a la casa de la vecina que se arriesgó a alimentar a toda la tribu así que nos vamos a esmerar en cocinar algo rico chileno para el postre para no desentonar.
Día 16: Un milagro tras otro
Desde el último día que me reporté, la rutina efectivamente ha funcionado y ya cada cosa ha empezado a marchar de acuerdo al plan. Andrés junior está ya en clases de inglés y la profesora es un ángel caído del cielo, un milagro que vale la pena contar. Bueno, resulta que vimos muchos avisos de profesores para él, pero comentando con mi vecina, ella me dijo que tenía una amiga que nos podía ayudar. Apareció a los dos días Tina, una post hippie, de pelo largo, dientes separados, ilustradora, de origen griego, mamá de dos hijos, separada, que busca trabajo donde pilla y le encanta la pedagogía y enseñar. Llegó con sus collares y una mirada dulce como la de una india americana, un tanto destartalada y se nota que debe fumar. La mujer de 56 años es una simpatía y buenísima para hablar e interesada en aprender además de nuestra cultura y ayudar a Andrés a todo dar. Lo primero que me dijo es que ella no funcionaba del modo tradicional, que nada de una hora de clases, porque eso no servía de nada. Que ella estilaba salir a pasear con sus alumnos y llevarlos a la realidad para que así, comprando, vitrineando, conociendo, aprendieran inglés de verdad. Que le iba a reforzar el vocabulario, la pronunciación, pero sobre todo la confianza que era lo más importante, aunque cometiera errores al hablar. Qué me han dicho, qué ganas de tomar también yo clases con ella, ya que, si bien me comunico con efectividad, el afrikan me juega malas pasadas. El inglés que uno oye acá parece alemán, entonces hay que afinar mucho el oído y eso, dada las circunstancias no es mi especialidad. Sólo pongo cara de inteligente cuando no entiendo, pero me estoy atreviendo más. Por ejemplo, en la casa se tapó un baño y sepa Dios cómo se dice sopapo y menos destapar. El tema no es mi fuerte ni muy elegante tampoco de conversar. Bueno resulta que lo busqué en internet y se lo fui a pedir a Happy a ver si me podía ayudar. Él amoroso me miraba consternado y no sabía si le estaba pidiendo una sandía o un aparato para limpiar. Tuve que recurrir a la conocida mímica y a explicar en espanglish lo que acababa de pasar. Ah, “splanch” (me dijo él) después que yo había probado todas las formas de pronunciar. Así que ya sé destapar baños en este país y me las podría arreglar. Así que, con ese segundo milagro, me embalo con los otros que nos han pasado en estos días por acá. Los pequeños milagros que veo y que me llenan el alma en verdad. El Benja y Tomás se han puesto en campaña firme de tonificarse, hacer ejercicio y surfear y resulta que hoy mismo se pararon por primera vez en las olas y ya parecen dignos de retratar. Claro que no alcanzo a sacarles la foto porque se caen antes de que pueda enfocar, pero ya va mejorando el tema y están felices, aunque con la guata pelada. Los trajes raspan con la arena y quedan colorados y con dolor de no aguantar, pero todo sea por la causa y siguen no más. El Hipoglos, de ahora en adelante será su auspiciador oficial. El Benja además cocina como los dioses y la profe griega le consiguió una panadería para ir a visitar. Ya les contaré cómo le va. También está aprendiendo a tocar guitarra, igual que la Trinita, así que estamos mejor que la familia Von Trapp. Pipe estudia en las noches estática y otras cosas horrorosas de pronunciar y en el día anda en bicicleta, camina, hace ejercicio y toca piano sin parar. Yo lo acompaño junto con otros cantantes que se suman como si estuviéramos en el Municipal. El agua no es su fuerte y menos la arena o el mar, así que a la playa lo llevamos casi en andas para que no le de alergia al niño y lo pueda gozar. Tomás está empecinado en adelgazar y lo está logrando con mucha celeridad; salta todo el día con la cuerda y su comida ha bajado en cantidad. Aki y la Trinita ya asumieron su realidad y se levantan cada día para ir al colegio y vuelven cada día más contentos, así que por ese lado, otro milagro más. La Trini es impresionante cómo avanza con su inglés y Aki ya se ha leído tres libros de 1000 páginas en lo que llevamos acá. Andrés papá ya no encuentra más cerros para escalar; es un loco aventurero y sin adrenalina no está en paz, aunque debo confesar que sus lecturas matinales en la playa y los desayunos personalizados con cada hijo son para envidiar. Ha salido con cada uno y ha sido un tesoro demasiado lindo que contar.
Un milagro muy loco fue que la vecina me convidó ayer a su casa a una junta de mujeres de acá, La idea era celebrarle su cumpleaños de la mitad de la vida y que yo no podía faltar. Me lavé el pelo y me vestí para no desentonar y por suerte fue así, por la veintena de mujeres eran de los más pitucas y no paraban de hablar. Si a eso le sumo la champaña, la rapidez y el afrikan con que mezclan el inglés, creo que fue un mérito mío saber dónde estaba parada. La vecina siempre amorosa y preocupada de mi, me presentaba a sus amigos con tanto orgullo que me inhibí. De verdad, estoy queriendo cada vez más a Estelle que es una dulzura y una mujer excepcional. Amorosa, servicial, una tanto insegura, profesional y muy buena mamá, aunque se nota que no le es fácil estando sola y teniendo que tanto trabajar. La sensación en la junta no fue muy dispar a lo que me pasa en Santiago con las pitucas de allá. Me siento un poco fuera y observo nada más. Me gusta aprender de la gente y sólo engancho cuando empiezan a compartir el corazón, porque las otras conversas me aburren un poco o pienso, uf me acuerdo cuando estuve ahí y no quiero sonar vieja o soberbia si me pongo a hablar. Es que nadie tenía tantos hijos ni de tanta edad y ahí fue cuando me di cuenta que, me da mucho pudor hablar de mi y de mi realidad. Lo mismo me pasa allá y sólo puedo estar en un ambiente amoroso para explayarme con seguridad. La conversa del “correr, del ejercicio, de la casa, de los hijos y su estudiar, la verdad sólo la oigo para aprender su forma de mirar. Debe ser la vejez que me vino con el aire estival. Pero peco de mentirosa si digo que todo fue superficialidad, también tuve tres o cuatro conversas lindas, del alma y hasta Dios salió a colación y me pude explicar. Quedaron super interesadas en conocer lo que estoy escribiendo y los fans del bambú aumentan lenta, pero constantemente en esta ciudad. Es que no les conté una conversa muy linda que tuve con Yolanda, la señora que nos viene a ayudar dos veces a la semana y que me ha contado algunas cosas de ella, como que es cristiana y que se murió su tío la semana pasada. Hablamos largo y lindo y le mostré lo que escribía para niños y lo va a usar en su escuela dominical. Poco a poco se van sembrando semillas y en una de esas algo germina y da flores acá.
La junta bien sui generis en otras cosas, como que las mujeres se dan un pequeño beso en la boca al saludarse unas a otras y yo quedé, al principio un poco espantada. Sé que donde fueres haz lo que vieres, pero estiré la mano no más. Ser chilena, pero no tonta, me dije para mi misma porque me daba mucha guácatela, además. El horario bien particular; todo partió a las 18:30 y a las 10:00 todas se fueron a acostar. Había un grupo bien diverso en profesiones, colores (dentro del blanco, porque no había ninguna de color entre las invitadas), historias y escucharlas fue un panorama muy potente de analizar. Cuando uno no tiene tan a mano el recurso del lenguaje, la percepción empieza a hablar. Percibía a las que eran más amorosas de verdad, a las pinta monos, a las sufridas, a las neuróticas, a las mal genio y a las que eran inteligentes, pero densas y las que no tenían gusto a nada. Claramente la energía es algo curioso de captar; los seres humanos nos atraemos unos a otros casi como los perros al olfatear. Sabes casi de inmediato con quien vas a tener más afinidad. Y así fue, aunque mi cerebro estaba a punto de explotar tratando de conectar tanta neurona y no arrugar con la traducción mental. Además de mi vecina, que pasó a ser una potencial amiga para la eternidad, conocí a una mujer super interesante que se dedicaba a viajar comprando ropa, fotografiando casas y le gustaba diseñar. Otra hippie linda, sencilla, pero llena de energía vital. La otra, era como una loquilla inquieta, con unos ojos muy lindos de mirar. Hablaba hasta por los codos, pero era bien intencionada. Ambas dijeron que me querían volver a ver para conversar más. Veremos que dice la vida y si era real su interés y sólo buena educación de la alta sociedad. Yo al final, verdaderamente me quería ir; añoraba a mi tribu y ser yo tal cual. No es que no lo fuera ahí, pero soy consciente de que un pudor o inadecuación muy fuerte se apodera de mi en las cosas de ”este mundo” y sólo logro enganchar y entretenerme cuando veo mayor profundidad y contenido humano para compartir. No se rían de mi por lo densa, pero es la pura verdad. Me fascina conocer los corazones de la gente, pero no lo que hacen o lo que prefieren para vestirse o nadar. Ahí me desconecto y me siento ajena y empiezo a volar, añorando la espiritualidad.
El otro milagro lindo fue hoy cuando nos íbamos de la playa donde llevamos a los niños a surfear. Esta vez probamos con el Indico para no congelarnos una vez más. A mi me pareció igual de congelado y de solo meter una pata, me fui a dibujar, pero lo niños y los demás veraneantes se bañaban sin traje lo que debe ser un buen signo a considerar. Bueno, resulta que a Andrés se le quedó la billetera en la casa y me tocó a mi manejar. En eso estábamos cargando las tablas y los cachureos cuando se me acercó un negro muy flaco a saludar por la puerta del chofer. Yo le pregunté qué había estado haciendo en la playa ya que lo había oído gritarle a las olas y que pensaba que era un salvavidas alertando de tiburones o algún otro mal. Él me dijo que no, que estaba rezándole a Jesús y que ahí le encantaba hacerlo porque sabía que lo podía escuchar. Qué me han dicho, yo le mostré mi cruz y le dije que yo también amaba a Jesús y vi cómo su sonrisa sin dientes se iluminaba con una luz muy especial. Me empezó a bendecir y a decir puras cosas lindas de Dios. Que daba lo mismo el color de nuestra piel, que él nos había venido a salvar; que su presencia estaba en todas partes y que él nos amaba a todo dar. Que rezáramos juntos y que fuéramos testigos en nuestro país de su mensaje y profetas en la humanidad. Yo tomaba sus dos manos flacas, llenas de huesos y vi su alma como un cristal. Que visión más bella, más única y se largó a hablar sin parar. Según los niños ahí ralló la papa y se fue en bandas; a mi me pareció un milagro de amor y todo lo que dijo me quedó resonando en mi interior: Que nos encomendáramos a Dios, que le hablaramos a la juventud de su amor, que leyéramos la Biblia, que escucháramos al Espíritu Santo sin importar la hora en que nos llamara, que escribiéramos todo lo que nos dijera, que amaramos a todos y forjáramos una unidad y un mundo más lindo, sin importar si éramos ricos o pobres, porque el mensaje era para todos por igual. Después me pidió que rezara por él. Anrij me dijo que era su nombre y en inglés no más me largué a encomendarlo con todo mi amor, aunque sabía que más de alguno en el auto me iba a hacer bullying por contagiarme con la locura celestial. Luego él rezó por nosotros y nos bendijo creo que hasta por tres generaciones más. Qué belleza su cara huesuda, sus ojos brillantes y sus manos que estaban empaladas de frío y sus huesos apenas lo sostenían al hablar. Ya mucho antes de todo esto le había dado una plata por ayudarnos a estacionar, pero esta vez cuando ya nos íbamos nos pidió comida porque tenía hambre y se me apretó el corazón casi al punto de llorar. Ya a la ida habíamos regalado las galletas que llevábamos a otro señor que nos pidió en un semáforo y no tenía nada más que darle porque mi cartera brillaba por su ausencia monetaria y Andrés andaba sin nada. Qué dolor me dio no poderle ayudar más. Sólo atiné a darle las monedas que encontré, pero sobre todo tomar sus dos manos para que recibiera mi amor y mi bendición final. Cómo explicarles lo que fue; un pedacito de cielo nada más… Sólo que apenas retrocedí empecé a oír algunas voces del auto que era sólo un interesado y que era para sacar plata no más. Eso sí que me dolió en el alma, porque si así fue, no quita todo lo demás. Si el hombre necesitaba plata y comida, es legítimo pedir con dignidad. Pero lo que ellos no vieron y yo sí pude presenciar; fue su mirada llena de amor y de paz. Nadie más pudo tocar las manos del Señor como lo hice yo y eso sí que es un milagro digno de compartir con los demás.
Los últimos milagritos, más livianos, para no latear. Estoy saltando a la cuerda, pero no al ritmo e Tomás. También estoy nadando y hasta he hecho flexiones en unos aros que hay acá. Me impresiona cómo con un poco de práctica el cuerpo se comienza a acostumbrar y a dar más. Creo que lo mismo pasa con el amar; cuando uno más practica el amor gratuito y genuino a los demás, más amor sale y te parte el esternón sin poderlo frenar. A Anrik yo le hubiese dado todo lo que tenía y lo habría invitado a almorzar. Si hubiese ido con menos tripulantes quizás habría sido una alternativa a evaluar, pero salían las patas, tablas y trajes a reventar. A la vecina le querría dibujar un cuadro lindo, porque en su casa nueva (nosotros ocupamos la antigua de ella) no hay ningún color que le alegre el estar. Todo es blanco, nuevo y creo que ella se merece más. Apenas alcanzo a escribir lo que estoy escribiendo acá, porque pinto apenitas cuando la casa y la tribu se pone a descansar. El tiempo se me hace nada, aunque debo reconocer que tengo cinco enanos (léase bien E Nanos) maravillosos que se turnan para trabajar y lo están haciendo espectacular. Los cinco hombres tienen asignado un día para limpiar y ordenar y para admiración de los jefes de la tribu, lo están haciendo espectacular. Lavan, trapean, barren, así les den las dos de la mañana, pero nadie se queja y hasta parece que les gusta para ver quién lo deja más brillante para el despertar. La Trinita por su parte es la encargada de sacar los platos de todas las comidas y es muy ayudadora en general. Así que nada que alegar, a puros milagros maravillosos, pequeños y grandes, me he ido alimentando el alma por acá.
Yo estoy a full escribiendo la Mística del Bambú, la que espero terminar antes de partir, pero es complejo sintetizar. Hay tantas cosas que quisiera escribir que la máquina de cabritas, como dice alguien jaja, es difícil de parar. Y lo último, lo prometo, por si alguien me quiere imitar es que ya llevo cuatro días haciendo lo que se llaman “las sentadas”. Literalmente me siento en una silla de la terraza y pongo la alarma por 15 minutos para dejarme sorprender de todo lo que me pueda llegar al alma, en silencio y sin hacer nada. Han sido los momentos más reveladores y preciosos que se puedan imaginar. Todo lo recibido han sido luces únicas, que me da pudor contar, pero que me llenan de energía y me disponen para vivir el día de una manera especial. Ya. Se acabó el reporte por hoy porque mañana debemos madrugar. Iremos a Capetown a una reunión con un señor de HighScope que conocí en Estados Unidos y después un ratito a pasear por un mercado de la ciudad. En la tarde tenemos un brahaii en el colegio, es decir un asado tipo kermés y el sábado iremos a CapePoint (Cabo Nueva Esperanza) con la férrea esperanza de que ahora sí logremos entrar. Buenas noches y cuando tenga más milagros, se los vuelvo a mandar.
Día 17: Algunos otros milagros y la esperanza
Después de una semana de rutina entretenida en que no tenía demasiado nuevo que contar, este país nuevamente nos sorprende con cosas extraordinarias y dignas de compartir con minuciosidad. Parto con nuestra visita a CapeTown; estaba citada por un sudafricano que conocí en HighScope Michigan y que está abriendo un jardín infantil acá. Un chiquillo de pinta holandés, de 36 años, casado con una nigeriana, que quiere armar algo diferente para educar a su hija (mestiza) en esta ciudad. Qué increíble es constatar que uno ya no está allá; cuando tenía todo por hacer, todo por soñar, todo por construir sobre la nada y con ignorancia total, anhelante de aprender y que alguien te echara una mano para ayudar. Ahora, llegando casi a la mitad de la vida, tengo mil sueños más, pero la experiencia es un tesoro que bien valió la pena y si bien siempre quiero aprender más, hay cosas que siento que ya superé y que me toca ahora enseñar. Es bonita la sensación, pero hay que cuidarse mucho de no ahogar, tratando de evitarle a otros los errores que tu cometiste al andar. Cada uno tendrá que ir aprendiendo a su ritmo y no los puedes apurar. Me doy cuenta que me llena de entusiasmo apoyar a otros que quieren hacer cosas buenas por la sociedad; se me multiplica el tiempo y por momentos se me olvidó que la distancia no es un tema menor que solucionar; tampoco el tiempo, ya que me quedan dos meses acá y armar un centro educacional demora toda una vida o al menos la mitad. Mientras Andrés y yo aconsejábamos a los chiquillos recorriendo todo el abanico de preguntas con las que nos interceptaban como aspiradora intelectual, Andrés junior, el Benja y Felipe aprovechaban de pasear cada uno de acuerdo a sus gustos por la ciudad. El tema es que en un momento se separaron y Andrés terminó visitando un museo del horror del Apartheid y los otros dos siguieron un poco más allá. En eso estaban caminando, cuando entraron a una cuadra donde no deberían haber entrado y un tipo se les acercó para hablar. A los pocos segundos les pidió plata y después de frentón los quiso asaltar. Empezaron a caminar rápido para poder arrancar y el tipo los amenazaba con violencia de que los iba a dañar. En eso estaban corriendo como maratón olímpica en un barrio donde ya no había de quién fiar, cuando un auto frenó en secó y salieron tres tipos negros a detener la situación o a terminarla quizás. El Benja pensó que no la iban a contar, pero Dios es tan grande y la bendición recibida el día anterior tan grande, que resultaron ser tres policías que de casualidad pasaron y los pudieron salvar. Agarraron al asaltante y ellos no quisieron saber más, sólo que volaron nerviosos y asustados de que algo peor le pudiera pasar a Andrés y lo fueron a buscar. Milagrosamente Dios no sólo mandó a tres policías (uno enano y no es chiste, porque al parecer no le quedaban más) sino que también los hizo encontrarse a los tres de pura casualidad en medio de todo el downtown. Volvieron donde estábamos nosotros con la promesa de nunca traer a los chicos a la ciudad; quedaron asustados y vieron que de verdad el tema de la delincuencia es un gran problema acá. Yo debo estar medio operada de los nervios, pero creo que la experiencia les sirvió como aprendizaje de calle y el cuidado que hay que guardar.
A la vuelta fuimos a buscar a los chicos bajo una lluvia torrencial, pero aquí llueve y sale el sol casi como un estornudo celestial. Se mueven las nubes de blancas a grises y un día precioso se puede estropear o viceversa sin poder preverlo en realidad. Les cuento eso, porque en la tarde teníamos el Brahai o asado escolar. Con la lluvia y el frío que teníamos estuvimos a punto de abortar, pero todo indicaba que igual lo harían así que partimos con un canastito de platos para ver con qué nos íbamos a encontrar. El colegio es chiquitito y parecía desierto al llegar, pero al dar vuelta a la esquina, vimos las parrillas humeando y un grupo lindo de gente que conversaba muy relajada. Lo que nos hemos dado cuenta ya con un mes acá, que al menos bajo nuestra percepción, las personas a las que les va bien, aún guardan la sobriedad y la sencillez que teníamos en Chile hace 15 o 20 años atrás. Unas ensaladas caseras, unas salchichas fomes y un pedazo de pollo era todo lo que se podía optar. Unos manteles blancos, unas buganvilias cortadas del mismo patio y bancas y caballetes para sentar. Nada de empresas externas, ni carritos, ni grandes shows para ostentar. Todo súper austero y centrado en lo importante que era compartir y conversar. Al principio entramos muy tímidos porque no conocíamos a nadie, pero Andrés se había inscrito de parrillero y ahí le dio baza para entrar. De toda la gente que conocimos, dos matrimonios fueron un nuevo milagro para contar. Uno que había viajado seis meses por Argentina y Chile y que hasta en Chicureo habían ido a pasear. El otro, el de un suizo con una sudafricana, que eran de una dulzura muy especial. Ambos nos pidieron el número y nos quedamos de volver a juntar. Al ver la página web de los segundos vimos que eran cristianos y tienen una fundación para ayudar a los pobres de una población acá. Gente buena, luminosa, que ojalá podamos conocer más y ver qué nos quiere Dios mostrar con esos vínculos que aparecen de regalo como si nada.
Las impresiones que me da la gente acá es que son de gran autenticidad, acogedores y capaces de aprender del resto sin prejuicios ni superioridad. Uno pensaría que su autoestima es como la de la mayoría de los gringos que se sienten los reyes de la humanidad; los sudafricanos no; se saben un país nuevo y con una historia muy compleja que no se acaba de solucionar. Ellos reconocen que la pobreza y la desigualdad es un temazo y genuinamente tratan de resolverlo, pero es muy complejo porque los negros tienen siglos de falta de oportunidad y en algunos hay una rabia muy difícil de erradicar. Como el mismo Andrés junior decía, aun quedan personas cuyos familiares fueron esclavos y sometidos a una discriminación brutal. Según el mismo comentario de los residentes, su historia tiene algo de parecido a la nuestra en que tuvimos por años un sistema que nos parecía normal (se referían a Pinochet), pero que sembró semillas de mucha violencia y división social. Es curioso como se siente cierta hermandad, aunque a ojos míos tienen un corazón más bueno y más limpio que el que en Chile ahora se percibe como frecuencia espiritual. Aquí la gente está unida en sus comunidades y organizada para ayudar. Por ejemplo, si hay un incendio, salen todos los vecinos viejitos a hacer de voluntarios para apagarlo, aunque no haya llegado la bomba o nadie más. La gente se organiza también en el tema de la seguridad y la amistad. Me parece que se parece a nuestros ochenta, donde aún existía más confianza y fraternidad, aunque también estaba todo el problema político nacional.
Me cambio de tema para pasar a contar la maravilla que pudimos visitar. El Cabo de Buena Esperanza y todo el parque alrededor de este lugar. Partimos temprano en la mañana y esta vez no nos tocó ningún taco para entrar. El cielo estaba despejado completamente y las nubes sólo se asomaron para decorar la silueta de las montañas como si fuesen bordados de niñas para salir a bailar. En el camino cruzamos por pueblitos llenos de magia que colgaban de los acantilados frente al mar; parecían esos pueblos ingleses un poco nostálgicos donde lo ideal es tener una botella de vino, un buen libro y algo para escribir o pintar. El mar pudoroso se tapaba con huiros para no dejar ver su inmensidad, pero un montón de rocas lo intruseaban y hacían una pareja espectacular. Ya acercándonos al parque aparecen tiendas abiertas de esculturas como si fueran viveros, pero de piedras negras y madera, además. Algunas figuras superan los tres metros o representan a un elefante real. Qué ganas de ser Noé y llevarse a todos estos animales en un arca para ponerlas en nuestro patio o en el colegio para adornar. Hay unas jirafas elegantísimas que sacan pica con su cuello estilizado; hay hipopótamos obesos sonriendo con simpatía como si de verdad te ofrecieran su amistad; hay tortugas gigantes, leones, rinocerontes y tucanes para elegir, pero valen millones y sólo las veo para no olvidarlas jamás.
Ya en el parque lo primero que me conmueve es la flora con su diversidad. Imagínense un paisaje patagónico, con llareta verde y mocha, pero prendida de flores como para compensar. Aparecen flores rosas, unas rojas espigadas como si fuesen fuegos artificiales a punto de explotar; hay amarillas y burdeos, pero sin dudar las más lindas son unas blancas que hacen las veces de ovejas si te nublas al mirar. Miles de rebaños de ovejitas, redondas y perfectas que no se mueven para pastar; son sólo flores del fin del continente que hacen una ofrenda maravillosa para darle dignidad al lugar. Los caminos serpentean y de vez en cuando se nos cruza una avestruz como si nada; también gacelas perfectas de una elegancia francesa digna de imitar. Las rocas también son un espectáculo muy especial; son igual al Mantecol argentino, lleno de capas de color blanco y ocre que dan ganas de probar. Las formas que toman dan para la imaginación y comienzas a sumarle a las “ovejas”, tortugas, ranas gigantes y hasta uno que otro elefante momificado por la edad. Las piedras arman también columnas altas, como moais a medio tallar; se me ocurre que en pilares similares vivían los primeros ermitaños de la cristiandad. Nos estacionamos cerca del faro y ahí empezamos a caminar. Junto a los turistas, se nos sumó un grupo de babuinos como si fuera de lo más natural. Estos animales son de una cara un tanto agresiva y no los puedes alimentar ni tocar. Son muy buenos para robar y saben abrir puertas, carteras y perillas sin ninguna dificultad. Sus orejas perfectas, sus manos tan ágiles, sus patas tan fuertes para saltar, los hacen parecer verdaderos gimnastas de la jungla hasta que no se dan la vuelta y muestran su fea cola de piel rojísima y dura como si fuese un callo de betarraga a punto de explotar. Se sacan piojos unos a otros y los usan para almorzar; sin embargo, también tienen su lado tierno y maternal: por lo menos así me lo demostró una mamá babuina que tenía un monito de días no más y no lo soltaba ni por un segundo y lo abrazaba con amor real.
Subiendo al faro, la cola y la subida empezaron a mermar las fuerzas, por lo que me puse a observar. El cabo efectivamente parece un trasatlántico perfecto, de una dimensión perfecta metiéndose con su proa en el mar. Su altura es de temer y las rocas y acantilados los rodean sin ninguna seguridad. A cada paso te podrías caer, pero parece no ser tema acá. Todos nos vamos dando la pasada educadamente y aprovechamos de tomar el aire suficiente para continuar. En el camino, de piedra ocre, es posible observar en 360 grados y ver cómo la silueta de los cerros azulados del fondo crea un efecto muy singular. Un tanto fantasmagórico en realidad, por lo que no puedo dejar de pensar en las miles de embarcaciones y expediciones que me precedieron en este lugar. Estar al final de un continente es una sensación única; me imaginaba todo el continente encima de mí con su pobreza y riqueza queriendo viajar. También se vislumbran bajo los murallones de piedras playas blancas y aguas de color turquesa de una belleza sin igual. Se divisan peces a lo lejos por lo que imagino su tamaño y las focas igual. Llegando al faro debemos compartir el espacio con chinos, italianos, gringos, pero casi nadie habla español en realidad. Cada uno ha dejado firmada la roca, demostrando su falta de civilidad, pero pasado ese detalle, la vista es fenomenal. El silencio no lo interrumpen los pájaros ni nada; sólo la brisa y el mar te acompañan y un silbido de chicharra que no para jamás de cantar. Tomamos un sendero para llegar aún más allá, probando la suerte y los músculos de esta madre multípara y añosa que no pararon de molestar. Nos encontramos con lagartijas negras y acorazadas como una versión de Darth Vader local. No se asustaban ni para dejarse fotografiar y eran muy temibles en su mirar. También nos encontramos con perritos de la pradera que viven en las cimas para disfrutar del lugar. Son como culles gorditos y tiernos, pero no para tocar. Meditando en silencio, siento que es tan difícil subir como bajar y no lo digo sólo en sentido literal. Subir supone el esfuerzo del cansancio y los músculos que se empiezan a agarrotar. Ves que otros te pasan o se aceleran más de la cuenta, pero debes ser fiel a tu ritmo y capacidad para llegar a la cima sin fracasar. Bajar en cambio no cansa, pero sí duele, sobre todo en la punta de los dedos y en las rodillas porque haces toda la fuerza al frenar. Siento que eso también nos pasa en la vida. Bajar duele, porque sabes que implica un no retorno a la cima, pero para volver “al hogar”; supone un alivio, pero también ves cómo otros te dejan atrás. Una vez más, cada cual hace su camino y lo que tu vas viendo y admirando nadie más lo conoce o lo puede comparar. Lo que nos queda es caminar juntos y acompañarnos haciéndonos notar unos a otros lo que tú no viste y que otro pudo encontrar. Con todo es un alivio llegar al valle, donde te sientes a tus anchas y no te tienes que forzar. Así no más es la vida, subir y bajar para volver a la casa de donde salimos hace años ya, pero se nos olvida con tanta facilidad.
Al bajar ya estábamos hambrientos y sobre todo sedientos así que hicimos un refill de las botellas de agua para continuar. Ahí seguimos andando hacia Cabo Esperanza propiamente tal donde se puede apreciar el mar reventando en las rocas blancas como gritando todas las historias que nos quiere contar. El sol hizo estragos en nuestra piel y el bloqueador se nos quedó para variar, así que a lo largo del día nos fuimos pareciendo cada vez más al trasero de lo babuinos sin poderlo remediar.
El olor del paisaje era muy particular. Dulzón, como el de la flora nativa de Huayanay. En parte me sentía en casa en cada vuelta que pudimos dar; una especie de Curaumilla, mezclado con la Patagonia Austral, sólo que al fin de un continente tan antiguo donde todo hubo de comenzar. Qué ganas de escuchar los chismes de las rocas, de las esculturas de piedra y meterse en las profundidades de este mar. Seguro encontraría sirenas, historias de amor, guerras y todo lo que ha sido la humanidad. Por eso me gustó el nombre que eligieron para este lugar: esperanza es lo que quiero tener a pesar de que haya signos preocupantes en la realidad actual. Por eso, al igual que en el evangelio de hoy quiero pedirle a Dios que transforme las seis tinajas en vino y que haga de cada situación compleja un vino para celebrar.
Comimos un pic nic de pan con huevo en una de las playas lindas que vimos antes y ahí vimos un poco más de lo mismo que hemos visto antes por acá; musulmanes con sus mujeres bañándose 100% tapadas; qué injusticia más grande desde mi forma de mirar. Para no tener problemas, no me quise bañar, pero sí los niños y la Trinuka que disfrutaron del Atlántico o el Indico, no lo sé en verdad.
Ya de vuelta, quemados como pancoras, nos vamos a descansar, porque mañana nos toca de nuevo colegio y funcionar.
Día 18: Un poco más de locuras
Las locuras lindas que quiero contarles esta vez vienen por el ámbito familiar, porque grandes paseos no tenemos programados hasta mañana en que iremos a volar. Sí, volar y espero dar el ancho o el “angosto” jaja para no arrugar. De hecho, lo íbamos a hacer hoy y no hubo el viento adecuado y para mi fue una bendición porque me decidí a saltar. Pero no me voy a adelantar….
Lo que sí ya pasó y que me llenó de felicidad es que la tribu ya se asentó en este lugar como si fuéramos locales, aunque nos pillan enseguida por el acento, pero no importa porque la acogida es muy linda y natural. Lo primero es que la vecina, no la que nos arrienda sino la de frente, ofreció llevar a algunos a Cape Town a pasear. Por pura buena voluntad llevó a Andrés padre e hijo y a Felipe a ver más calles y un museo que no les gustó nada. Parece que nos faltan siglos de cultura artística para valorar el arte moderno y manchas sin sentido y esculturas que más parecen esquirlas de metal. El tema es que gracias a ese traslado surgió un nuevo vínculo de amistad y esta vez fue la Trinita la beneficiada. La vecina tiene una sola hija de 9 años y con ella quería jugar. Llegó la señora a nuestra puerta con una niñita rubia, flaca y con nariz respingada. Se veía habilosa, pero de una timidez garrafal. La Trini, al presentársela, no fue mucho más. Se escondía detrás de mí como si la fuesen a matar. Así que nada que hacer, tuve que socializar yo y cruzar al frente con amiguita y todo para que se soltaran las amigas y vieran cómo se iba a comunicar. Una cama saltarina fue la mejor piedra roseta ya que en 5 minutos ya estaban felices y amigas que no se querían separar. Un conejito también ayudó y luego el panorama de bañarse sin parar. Mi niña una vikinga al lado del pollito albino y flaco que me daba miedo que se fuera a quebrar, pero la verdad de débil y frágil Lía ( así se llamaba) no tenía nada. Una simpatía concentrada en 30 kilos y no más. Después como toda buena madre me tocó entretenerlas un rato más, así que de cocineras y pie de limón me fui y “espekinee” en inglés sin parar. Todas estas amistades nos están sirviendo mucho para practicar; a veces sale el spanglish, pero ha sido una linda experiencia para atesorar. Bueno Lía la va a volver a invitar y tiene dos amigas más en la cuadra de la misma edad. Puede que sea loco de comentar, pero es primera vez que me toca vivir una experiencia así porque nunca en los últimos 26 años tuve vecinas, ni menos gringas con que hablar. Me tuve que tomar un cafecito con ella y conversar de educación porque ella no paraba de hablar, pero resultó ser una diseñadora topísima, de origen alemán, que adoraba el sistema Waldorf y la inclusión como modo de convivencia social. Ha sido un tremendo regalo conocer a personas que piensan igual; se siente que no somos tan pocos los locos que queremos un mundo más equitativo y con oportunidades.
Lo otro lindo que ha pasado a nivel familiar es que Aki hoy partió a un campamento escolar. A las 7:30 Am lo fuimos a dejar con su mochila y estará todo el weekend fuera con su curso y mil actividades de liderazgo y amistad. Se fue feliz y entusiasmado porque se sentía como en scout; además ya tiene amigos y aunque no lo quiera reconocer, algunas fans. Es divertido verlo crecer porque está justo al medio y está descoordinado total. El otro día rabiaba porque todo el desayuno se le cayó y se fue a desahogar; yo, loca, le dije, “pero qué buena noticia Aki; significa que estás creciendo así que a puro celebrar”. Por lo menos le saqué una sonrisa y se fue más tranquilo porque ya se empezó a estirar. Creo que de verdad nos va a costar partir al final de esta estadía, porque a diferencia de otros viajes, aquí la gente sí se da genuinamente y se comparte el corazón de verdad. Mañana por ejemplo, nos invitaron a un Brahai (un asado) la pareja amorosa que antes conocimos y el miércoles iremos a comer con la vecina y una de sus amigas que conocí la semana pasada. Yo que tengo más de ermitaña que de nada, me voy a tener que hacer cachirulos para no desentonar.
Sólo agrego de estos días, que la tribu está deliciosa y digna de comentar. Las bromas y conversaciones en el auto son dignas de llevarlas del Festival de Viña por su humor simple y lindo, además. También las comidas se van sofisticando en cariño y hasta pasta ya cocinó el Benja en una máquina que encontró al intrusear. Todos colaboran en el aseo y si bien me toca un poco más a mí, está siendo muy agradable la convivencia familiar. Lo que sí debo hacer una queja formal por la vejestud ,que ya tiene algunas consecuencias notorias y que debo aceptar: casi todo lo que hablan los niños en el auto no sé ni remotamente qué será. Ni tecnología, ni redes sociales y menos actores o cantantes de la actualidad están en mi dominio intelectual. Están llenos de términos nuevos que oigo y trato de captar, pero me siento absolutamente desfasada.
Ah. Hoy encontramos un santuario de Schoenstatt al pasear. Precioso, súper bien cuidado y lleno de casas para congregar. El santuario estaba abierto y entramos a rezar. Las enredaderas de un verde intenso parecían estar vistiendo a la Virgen en su soledad. Sí, porque no había nadie ni siquiera para preguntar a qué hora hacían misas para poderle darle una nueva oportunidad a esa chance. Divisé a una hermana como en un tercer piso, pero no me vio llamar. Finalmente, una mujer que colgaba la ropa en el patio trasero me dijo que sólo a las 7 de la mañana suelen celebrar. Ay Dios mío, cómo lo hago para evangelizar tan temprano si hasta mi misma me cuesta una enormidad. A los adolescentes no es tarea fácil llevarlos a misa en otro idioma y de madrugada; quizás tendré que ver cómo conquistarlos otro domingo más. Un milagro no más.
Lo último, hoy como no nos resultó el paseo en Tandem volvimos por un sector nuevo que se llama Constantia y es la pituquería más pituca de la ciudad. Las mansiones se aparecen entre medio de los cerros y viñas perfectas como si fuesen cruceros en el mar. Cada portón es digno de una embajada y los cercos eléctricos superan los tres metros o más. Los jardines son perfectos y los autos que andan no bajan de los Mercedes o Audi para no desentonar. De hecho, nos bajamos en una viña para conocerla y éramos el único auto familiar. Los cerritos en ese sector eran para pintarlos como Botero, con arbustos gorditos y uvas moradas a punto de reventar. Una loma se encontraba con la otra en un calce preciso como si Dios mismo se hubiese bajado del cielo a medir hasta dónde podían llegar. Cada surco parecía una escritura itálica con perfecta caligrafía, sin borrones o tachados que mostrar. No había maleza, ni tractores, ni personal; todo como una postal romántica para organizar una fiesta casual. La casa de la Viña era un restaurant y me sentí entrando al Club de Golf de los Leones por la elegancia que se apreciaba hasta en el confort para limpiar. Todo lleno de buen gusto, comida perfecta, tablas de queso afrodisiacas y copas de vino que tintineaban en cada paladar. Lo único que no me gustó es que aquí sí que se respira la tradición y el apartheid que duele a pesar de los años que han podido pasar. En este sector se concentran los más rico de este país y que no se quieren integrar al mundo real. Tienen sus propios colegios, sus clubs, se casan entre ellos y siguen viviendo como si la vida fuera sólo la de ellos y no vieran los rostros de pena que están sólo un poco más allá. De hecho, todos los que sirven y trabajan, obviamente son negros y su sumisión duele de mirar. Es como Chile 20 años atrás en todo sentido esta ciudad. Tiene muchas cosas buenas en sus corazones, pero también los vicios propios del miedo y de la humanidad que cree que no hay suficiente para compartir con los demás. Según hemos ido aprendiendo la separación fue una locura de una época muy particular, movida por los llamados Africans que eran en su mayoría holandeses y no ingleses como se pudiera pensar. Dios nos cuide porque hay mucho trabajo aún para acercar las horrorosas diferencias que tenemos todos y que no me deja de inquietar. Me siento impotente e inconsecuente porque no podría irme a vivir a un campamento acá, pero en cada esquina hay un señor con un letrero donde dice que tiene hambre y eso es fuerte de integrar. Les ves los huesos sobresalir entremedio de pantalones que se afirman por azar. ¿Les conté acaso que hay un 25% de cesantía nacional? En los países vecinos es mucho peor aún… Happy por ejemplo, el señor que hace el jardín acá, tiene cinco niños a su cargo en Malawi y allá la cesantía es de un 50% nacional. Uf qué se podría hacer equiparar un poco más la cancha mundial.
Para no terminar en tono triste, les cuento que entró un león muy lindo en la casa y que no para de aullar. Es la Trinita que se desarmó las trencitas y está afro total. Parece la Tina Turner, pero a ella no la conoce nadie que no sea de mi edad. Mañana veré si sobrevivo a la osadía en que me voy a embarcar, pero no puedo resistirme a la idea de volar por los aires y sobre el mar. Siento que ahí Dios va a estar más cerca y que es muy simbólico el gesto para representar lo que vine a buscar acá.
Día 19: Volar y un poco más
Hoy la tribu se vio obligada a madrugar. El paracaídas ahora sí tenía el viento suficiente para encumbrarse y había que manejar un buen poco para llegar a la cima del cerro desde donde nos íbamos a tirar. Puntuales todos, fuimos al lugar que era una especie de rotonda de cemento donde estacionar y luego una superficie de la pendiente del cerro completamente entelonada en una malla tensa que debe haber tenido unos 200 metros cuadrados de superficie para despegar. Quizás el verbo más genuino sea el de correr cerro abajo más que despegar y en vez de aletear hay que correr a todo dar. Bueno, llegamos y había un montón de bolsos gigantes bajo las escasas sombras del lugar y un grupo similar de turistas nerviosos porque ya pronto se iban a lanzar. El viento como una novia se hizo mucho esperar y por momentos pareció que todo iba a quedar en nada. Dos rampas de lanzamiento tenían repartidas las empresas que se dedican al Tándem, pero se notaba cierta rivalidad por tomar los mejores vientos y lanzar más turistas sobre el mar. Sí pues, el ancho mar era el colchón que nos esperaba al bajar; sólo precedido por un puñado de edificios que interrumpían este raro surfear. Los idiomas nuevamente fueron una torre de babel para deleitar, pero ya no importaba porque nos unía a todos el nervio y la ansiedad. El encargado dijo primero la mamá, seguramente temeroso de perder una cliente por la inseguridad. Me vistieron como para la guerra con casco, arnés y me presentaron quién me iba a pilotear. Era un hombre blanco de unos 60 años, alto y no muy dado a hablar, pero me dio mucha seguridad. Llevaba años haciendo esto y hasta había subidos a sus dos nietas a volar. El resto de los pilotos, me parecieron semejantes a los surfistas del mar; hombres libres en su apariencia, un tanto chascones y prescindiendo de los demás. Por lo poco que escuché más les gusta el vuelo que el nido ya que todos tenían una ex wife. Una vez más se ve la diferenciación racial: el piloto es blanco y de ojos claros, el que negocia todo es un negro inmenso y que tenía más músculos que Tarzán, pero también dos negritos chicos en cada lanzada que te ayudaban a correr hacia la inmensidad. Ya vestida y decidida debo confesar que no tenía nada de miedo de volar; me parecía fascinante la sensación del silencio y la libertad; sólo me preocupaba poder correr con dignidad. Bueno, casi lo logre, porque al final de la corrida, Josh, mi piloto, me pisó un poco mi zapato y casi estuvo a punto de volar separado del mí al infinito y más allá. En ese trance estaba de mirar el paisaje, afirmar una cámara de Go Pro que te dan, rezar, disfrutar, y entre medio volver a calzarme para aterrizar. ¿Qué decir de la experiencia misma? Lo primero es que se vive la presencia o el mindfulness con total intensidad. El tiempo no transcurre; sólo te das cuenta de que llevas varios minutos volando cuando tienes que bajar. Todo es presente y me dio infinita paz. En ningún momento sentí miedo, salvo al final cuando Josh quiso agregar un “poco más de fun” (diversión) y se dedicó a girar con sus brazos por encima de las olas y casi se me dio vuelta la guata por la velocidad. La altura, lejos de asustarte, te da una perspectiva nueva de gran angular y todo parece un sueño tranquilo donde nada malo te puede pasar. A ratos sonaba un pito que era para alertar del viento y decir para dónde va, por lo que cual águilas humanas (o mejor dicho, una sola águila con un bulto en su vientre que era yo) íbamos cortando el aire como un pincel en una tela sin pintar. Lenta y suavemente giraban los hilos y el paraguas plástico que nos hacía volar. Bordeamos el cerro muy de cerca como queriéndolo tocar y luego de frente para adentrarnos entre medio de los edificios y el borde del mar. Dicen que cambian los tándem una vez al año para no arriesgar, pero a primera vista se ve todo un tanto artesanal. Cuando bajas, rápidamente te desvisten de la dignidad aviar y vuelves a ser un mortal común y corriente que debe esforzarse por moverse del lugar. Amarras vienen, amarras van, pero no parece haber mucha más ciencia en esta experiencia que la encontré muy linda de verdad. Los lienzos de múltiples colores pintaban el cielo al igual que las canoas que divisé en el mar. Se mueven lento, majestuosos, como si llevaran en sus entrañas un privilegio del más allá. De hecho, los pilotos eran adictos a volar y los pasajeros en tránsito -o sea nosotros- parecíamos más una excusa para obtener nuevamente su pase a la libertad. Detrás de mi saltó Tomás y después Felipe y me encantó sentir su felicidad. Puede que sea sólo unos minutos, pero ser pájaros es un anhelo de toda la humanidad. Ya listos los tres y aterrizados en tierra firme, nos subimos a un auto para volver a encumbrar el cerro y darle a los demás la oportunidad. Las rodillas me tiritaban al bajarme del auto y la guata estaba revuelta por el “fun”, pero me sentí orgullosa de haber vencido mi miedo y volar con plena libertad. Todo me pareció lleno de simbolismo y hasta el zapato suelto me dio para pensar. Dios fue tremendamente generoso conmigo y sólo con mi gozo se lo agradecí a todo dar.
A la vuelta la cosa se puso más pesada. Por una parte, el viento se negaba a regresar. Se había enojado probablemente por tanto turista queriéndolo tocar. Lo otro es que Andrés Junior se empezó a ofuscar y la verdad que a ratos me pareció que a mi me faltaba también el aire para poder contener toda su rabia e impotencia por no querer/poder saltar. A él nadie le impedía hacerlo, de hecho, vi saltar a una mujer que no podía caminar, pero su miedo legítimo lo hizo hiperventilarse en frustración y fue agotador de manejar. La energía maravillosa que había entrado a mis pulmones con tanta belleza y paz se me truncó en desesperación de no poder encontrar palabras para que su misterio se pudiera solucionar. Me fui por la buena, por la mala y hasta a Dios le pedí que me pudiera ayudar. Yo creo que escuchó mis ruegos de mamá y el milagro se empezó a orquestar, sin que me diera cuenta en realidad. Partió el Benja como un palomo mensajero al cielo calipso, como un ángel celestial; a Andrés papá le falló el viento y su despegue fue muy difícil al principio, pero después logró encumbrarse con su pájaro de plástico sin ninguna dificultad. Mientras grababa sus vuelos, Andrés hijo llegó al clímax de su volcán y justo aparece Michael, el encargado de la empresa con los músculos de Tarzán, y le dice que no tenga miedo y que no se pierda esta oportunidad. El milagro se empezaba a concretar. Justo apareció un piloto que hablaba español y que hasta había estado un año en Chile y le dio la seguridad que necesitaba para vencer esta prueba y liberar toda la angustia por su discapacidad. Rápidamente antes que se arrepintiera lo calzaron con el casco y el arnés y sólo faltaba que el viento se apiadara una vez más. De repente, guau se abre el paraguas de colores y Andrés junior empezó a correr cerro abajo y gritando de terror y de felicidad. Al final, como un pollito se probó a sí mismo que no hay más límites que los que su cabeza se puede fijar. Qué increíble es la mente y cuánto nos puede echar a perder la vida a nosotros mismos y a los demás. La libertad no consiste en volar, sino en aceptar quién es uno y amarse de verdad. No lo digo porque lo haya logrado, pero sé que con este vuelo todos dimos un paso más de vencernos a nosotros mismos y dejarnos llevar por alguien más. Creo que Dios opera igual, sino que se nos olvida que el paraguas que El/Ella nos ha prestado es de una belleza inefable de contar y que por otro lado el lleva los hilos, conoce los vientos y para dónde va cada cual. Sólo correr y después flotar, mirando el horizonte y disfrutando el viento que te mece con suavidad. No comenté antes la brisa, pero era una caricia maravillosa que te envolvía sin enfriar; sólo una capa de roce para reforzar la sensación de cobijo en medio de la nada sostenida por alguien más. Creo que los milagros tenemos que pedirlos para que no nos dejen en tierra nuestras ideas torcidas, nuestros miedos o la falta de amor personal. Andrés volvió todo chascón, feliz, aunque un poco asustado también por no tener dónde pisar, pero cayó en la cuenta de la gran lección que acababa de vivenciar. La Trinita y Aki los llevaremos más adelante a volar; es importante que tengan firmes sus plumas antes de arriesgar su integridad.
¿Con qué me quedo? Primero con una gran felicidad por todos mis pollos que querían hacer esto desde el inicio y ver sus caras radiantes me llenó de amor de mamá. Con Andrés papá chochos de tener esta oportunidad y darnos cuenta también que para volar no hay límites de edad. Con Andrés junior, una subida al Everest en realidad, pero con un final feliz que me atrevo a contar, porque sé que esta experiencia lo marcará. Ahora estamos invitados a un brahai y no sé si tendré más tiempo para escribir más. La vida social en este país va aumentando y tendré que ponerme horarios para redactar si quiero terminar a tiempo todos los “vuelos intelectuales” que quiero lograr.
Continúo después de casi 24 horas sin parar. La verdad me voy a declarar anacoreta, porque hasta ya estoy soñando en inglés y mi cerebro parece a punto de explotar. El brahai fue una linda experiencia porque fue un encuentro de universalidad digna de contar. Los dueños de casa son suizos y viven en CapeTown hace siete años, después de que su iglesia cristiana los mandara a misionar acá. Son una pareja muy linda y sus tres hijos como niños antiguos por su educación y libertad. Su casa muy monona, pero sencilla dentro del buenísimo gusto y lo acogedora para estar. Nada de sofisticaciones ni cosas para epatar. Nada de bebidas cola ni aperitivos para ostentar. Sólo unos nachos y un vino para compartir mientras se hacía el pollo y un pedazo de carne en una parrilla que más parecía un tambor pequeño para pintar. Doris, la mujer, es la que trabaja en la Fundación en una población de acá, no sólo evangelizando sino haciendo una labor educativa y social. Él, Sthephan, trabaja también en la fundación, pero además tiene un trabajo part time en un call center de Amazon, porque los sudafricanos no le dan visa para trabajar. Amazon lo contrata por fuera y así tienen un poco más de plata para financiar a sus tres niños y los pocos gustos que se dan. De hecho, me encantó ver que sus autos eran sencillos y que la comida igual. La otra pareja era una de sudafricanos autóctonos, pero que habían vivido en Inglaterra muchos años y tenían tres hijos como los míos y que ya estaban a punto de terminar sus carreras y volar. El trabajaba en finanzas y ella era artista y ayudaba en la Fundación un día, además. El último matrimonio era de Taiwan; él tenía una fábrica de ventanas y de ella no supe mucho en verdad. Sólo que cocinaba con mucho ajo todo lo que llevó y que compartíamos mucho los valores en la forma de educar. Más allá de lo contingente puedo compartir algunas reflexiones que me quedaron dando vueltas y que quizás a alguien le puedan interesar. Jamás había estado en un país con un recorrido tan similar al de Chile en su historia, sus riquezas, sus carencias y hecho evidente dónde nos llevan años y dónde nosotros los dejamos atrás. Lo primero es que aquí no ha llegado la influencia americana con todo lo que eso trae acarreado en su dominio cultural; los niños que he conocido al menos no tienen celular, la gente se ayuda, se tiene confianza y es muy acogedora e informal (en el buen sentido de la palabra). Sus comidas, sus costumbres, sus casas son “normales” como pueden haber sido las de Chile hace 15 años atrás. Lindas, dignas, pero sin ese ánimo inconsciente de tener la última tecnología del mundo o la perfección al andar. A esta gente no se le ha ido el humo a la cabeza y piensan y sienten con austeridad y conciencia de que al lado de ellos habita la pobreza más extrema y no se pueden aislar. El blanco y el negro son evidentes en sus desigualdades, pero hay muchos blancos que -a diferencia de los anteriores que conté- añoran la diversidad, la inclusión y la fraternidad. Me pareció increíble el testimonio de esta pareja ya que su entrega es total. Sólo lo justo y lo necesario para vivir dignamente y el resto, sólo darse y ayudar sin distinción de credo ni de raza al todo que necesite una mano de amistad. Por otra parte, esta ciudad nos lleva la delantera en civilidad. Todo se cuida, se mantiene, se ahorra, desde el agua hasta la playa para recibir con elegancia y sobriedad. Ambos compartimos el complejo tema de la delincuencia, de las drogas y de la disparidad social, pero aquí los porcentajes son más crudos y difíciles de arreglar. Los valores que se perciben en todas partes son los que uno añora ahora allá: niños a pata pelada para ir a estudiar (por gusto y no por carencia); autos que llevan veinte niños arrumados en la maleta de una camioneta con cojines y nada más, sin ninguna seguridad (puede que sea malo, pero el extremo chileno de tanta silla y cinturón en su sentido más amplio, me quita libertad y, me da para pensar). Lo otro bonito acá es la diversidad cultural y religiosa ya que hay de todas las creencias que uno se pueda imaginar. Cristianos, musulmanes, católicos, luteranos y hasta la Iglesia Rey de Reyes que la quiero ir a visitar. Nadie se cree dueño de la verdad y a mi parecer todos tienen mucho que aportar. Sin embargo, lo católicos no tienen muy buena reputación en lo que llevo acá. Se perciben como rígidos y anticuados y eso es lo que yo percibí al menos en las dos iglesias que fuimos a visitar. Me da mucha pena y sé que algo bueno habrá para más adelante, pero duele escuchar que los “parientes” de la familia a la que pertenezco han dejado el nombre tan mal. Los musulmanes según Stephan son tema aparte de tratar, ya que su visión es que a Dios le deben cumplir un montón de reglas para poderse salvar, pero que apenas pueden hacen cosas escondidos mientras nadie los mire pecar. Mm, no me pareció tan lejana la descripción y me parece que más que pertenecer a una religión específica, eso pertenece al género humano y se debe en parte a nuestra fragilidad, pero sobre todo a una muy mala comprensión de Dios y cómo nos ama en realidad.
Para finalizar toda la vida social, hoy fuimos a buscar a Aki a su campamento y lo pasó fenomenal. El mismo dijo, que son todos educados y buenos en general. Nadie se molesta y el profesor, aunque estricto en la disciplina, es un gran líder y bueno para enseñar. Casi no tienen teléfonos y las redes sociales no son tema en general. Los niños gozan jugando afuera, yendo a la playa e invitándose entre vecinos a jugar. No es que todo tiempo pasado haya sido mejor, pero me vino una nostalgia feroz de esos tiempos que no sé si volverán. La Trini anda igual; apenas le veo el pelo porque no para de estar invitada por las amiguitas de la cuadra que hasta la llevaron a patinar al centro de la ciudad. Se pasan de una casa a otra y la Trini se defiende de lo más bien con su inglés aún artesanal. Es bonita esta vida de barrio que tuve sólo muy de chica y que cuesta ahora encontrar. Parece que estoy muy vieja en mis comentarios así que mejor lo dejo hasta acá.
Día 20: Reportera nada más
Debo confesar que casi todo lo que voy a contar ahora lo han vivido otros miembros de la tribu, porque yo me he dedicado full a estar puertas adentro, no sólo por necesidad -en parte- sino porque tiene que ver con mi personalidad y mi necesidad espiritual más profunda. Me siento como el jardín de esta casa que recién se empieza a recuperar después de una sequía extensa y dolorosa y se debe cuidar con esmero y delicadeza porque estuvo a punto de secarse después de tanta adversidad. No es para entrar en detalles, pero creo que mi alma venía como arrasada y añoraba tiempos de paz. Tiempos de sólo escuchar el agua de la fuente donde habitan las ranas y las culebras y los pájaros no paran de cantar. Añoraba un paisaje abierto, un cielo calipso y nubes gordas y preciosas donde poderme colgar con mis sueños y creaciones nada más. Añoraba ser mamá 100% por ciento y disfrutar mi anonimato como apoderada. Me picaban los dedos por pintar, por cocinar cosas ricas para la tribu y prometo que hasta limpiar y colgar la ropa es un gozo que no puedo explicar. La brisa tibia y suave es lo que más me hace disfrutar; a veces el viento arrecia fuerte, pero nunca en las mañanas donde suelo sentarme por quince minutos a rezar nada más. Ojalá lo pueda seguir haciendo en Chile, porque es beber de una fuente dulce de agua fresca que me permite disponer el día y ordenar las ideas con claridad. Ha sido todo un gran viaje hacia adentro esta aventura y de paso un maravilloso recorrido con la tribu y el jefe del clan. Cada día se van afinando más las piezas y parece que todos estamos brotando nuevamente, cada uno con su diversidad. La rutina de lunes a viernes es sencilla y familiar. Andrés papás se levanta con los dos chicos y los va a dejar. Algunas veces algún otro macho de la tribu lo acompaña y se van a surfear o a desayunar a algún lugar lindo que no hayan recorrido ya. Creo que Andrés papá podría convertirse en crítico gastronómico de la zona por todos los cafés que ha sabido probar en estas mañanas maravillosas de libertad total. El suele esperar a los niños leyendo o paseando por los distintos caminos que siempre quiere aventurar y vuelve lleno de anécdotas y sorpresas para contar. Yo mientras tanto ordeno el boliche y escribo todo lo que alcance, dándome recreos para colgar o descolgar ropa si es que no me ayuda alguien más. Debo felicitar a mis Happys internos ya que cada día hacen mejor el aseo de la casa y no alegan nada. Es más, se esmeran en hacer cosas ricas y ya casi todos saben hacer pan y comidas ricas así que van a quedar bien entrenados para cuando vuelvan a la capital. Espero que nos les venga amnesia no más y vuelvan a la rutina del caos total. Bueno dije que iba a ser reportera nada más, porque todo lo que voy a escribir no lo he vivido, sólo me agarro de las imágenes y de los cuentos de los testigos principales, aunque en algo sí he podido participar.
Lo primero los dos chicos. Cada mañana parten al colegio a pies pelados porque no necesitan más. Aki casi ya no alega al despertar y siempre, siempre vuelve feliz por la oportunidad. De hecho, ya me dice que va a extrañar a sus amigos de acá. La Trini siempre va entusiasta y aprende inglés como si se hubiese tragado una aspiradora intelectual. Hace tareas en inglés, juega, aprende y hasta Africans ayer me supo hablar. Si bien supone un esfuerzo ir al colegio en pleno verano, sé que este regalo jamás lo van a olvidar. Demasiada variedad de todo es una riqueza que atesorarán. Amigos de diferentes razas, tamaños y condición social, ya que el colegio es público y van de todas partes del barrio sin exceptuar. De hecho, la mejor amiga de la Trini es una negrita Saho (se pronuncia) y no se pueden despegar, aunque sé que es mucho más sencilla en su vida que las demás. Aki está leyendo sin parar; parece un ratón africano hambriento de cada página y lo que le puedan dar. Me imagino cuánto vale eso en su porvenir y desarrollo intelectual. Ah, yo ayer también soñé en inglés y creo que es parte de la inversión social que sucede estando acá. Nunca falta el espanglish asqueroso donde uno inventa palabras para salvar, pero en eso me he salvado más que Andrés a quien hacen bullying los niños sin parar. Aki y la Trinita están chochos con su vida de sudafricanos autóctonos y creo que en su naturaleza están muy afiatados a un ritmo un poco wild (salvaje) que se da en la comunidad donde vivimos, porque sé que es diferente en la ciudad. En Noordhouk la gente que vive ha optado por una mirada más inclusiva de la vida, más normal; de hecho, todos los que me he topado son un poco hippies como esta tribu que acaba de desembarcar. Bueno acaba ni tanto, ya llevamos un mes y casi diez días acá. En otros barrios la gente es muy clasista y competitiva, además; no se juntan con nadie que no conozcan y son herederos del apartheid que tanto daño hizo a este pueblo y no hace tanto tiempo en realidad. Me recuerdo cuando era chica, que era normal escuchar noticias de Sudáfrica y la separación racial. Erróneamente yo había pensado que era un resabio histórico, pero no; fue un primer ministro african (es decir descendiente de holandeses) el que en 1948 empezó a separar (eso significa la palabra apratheid en africans) a los negros de los blancos y a trasladarlos a la fuerza fuera de la ciudad a esos campamentos tan pobres que ahora vemos proliferar. ¿Qué mente tan torcida y/o atemorizada puede concebir plan igual? Claro que eran minoría en la población y los negros eran mucho más, pero en vez de integrar y sumar fuerzas, los quisieron someter para controlar. Ya no es obligación en los colegios enseñar este idioma, pero es notable ver cómo muchas tribus autóctonas, como los xhosas y los zulúes ya no lo quieren hablar, ni aprender quizás. El idioma que une al país es el inglés nada más. Me estremece de dolor pensar en ese tiempo, pensar en la resistencia y cómo el hombre puede cometer barbaridades con tal de mantener el poder sin considerar al otro como un igual. Ya he comentado demasiadas veces en este escrito la desigualdad que se respira al caminar, pero en este reporteo tengo nuevos datos para aportar.
Andrés papá ayer fue a trabajar como voluntario a Mashipumelele, el campamento más cercano a nuestra casa y donde viven cerca de 400 mil personas en condiciones que uno no concebiría ni en la pobreza más marginal de Chile. Ni parece tienen algunas casas; sólo latones y cables para captar la televisión local. Bueno, ahí funciona una gran ONG que se llama MaziCorp y Andrés los contactó para ayudar. Así que ayer, el fresquito figuraba de profesor ayudante en matemáticas y en inglés para 45 niñitos de 8 o 9 años de edad. La sala era bonita y bien equipada, pero daba tristeza ver cómo apenas sabían sumar. Se tupían con los números y sólo un tercio parecía captar lo que la profesora intentaba enseñar. Va a ir dos veces a la semana a hacer de voluntario allá. Yo me voy a restar por mientras, aunque no lo descarto para la posteridad. Me quiero focalizar en los libros que escribo y mi Ser antes que hacer más. Ya llevo demasiados años en eso y siento una voz muy fuerte que me dice que me cuide y que no me vaya a tentar con la dispersión espiritual. Los niños lindos, negros de piel brillante, con apenas pelito para peinar; con sus uniformes relucientes en blanco que los hacían ver como monaguillos del sacristán. Sus dientes y sus sonrisas son dignas de pintar; la mayoría estilizados y con cuerpos lindos, como si ahí la vida no los hubiese tratado tan mal. Su entusiasmo por jugar sólo se equipara a su dificultad para procesar. Qué concentración más bella y misteriosa de energía en apenas 45 metros cuadrados que logré divisar. El profe chileno sólo los quiere regalonear; sale su alma de cabro chico y le hace morisquetas para robarles su sonrisa más que enseñarles a multiplicar. Me fascina verlo en esta faceta tan nueva como linda que sé le hará mucho bien a él y a sus alumnos, además. Ninguno sabía que Chile existía y sólo uno que estaba en la biblioteca casi se infartó al conocer un sudamericano como si de un marciano se tratase en realidad. Cierto que está pelado el caballero, pero aún de extraterrestre no tiene nada.
El resto de la tribu está conociendo esta ciudad en bicicleta y hacen paseos por horas en donde sólo me encomiendo como mamá. Ojalá que vuelvan sanos y que nadie los vaya a asaltar. Sólo un casco, una botellita de agua y a encaramarse por los cerros y las calles como si fuesen mantequilla sobre el pan. La verdad debe estar bien congelada la primera, porque llegan hechos trapos de tanto pedalear, en especial las subidas que son dignas de grabar. Me imagino sus traseros que deben estar a estas alturas como los babuinos que solemos mirar. Cuando será el día que inventen un asiento de bicicleta que no te torture tanto digo yo, aunque lo digo sólo de picada, ya que no me llama la atención para nada acompañarlos en verdad. Debo confesar una vez más que mis saltadas y nataciones se han raleado un poco y las debo retomar, pero según mi amiga y vecina, soy muy afortunada y que mi cuerpo parece el de una atleta real. Esa es la mentira más grande que puedo escuchar, pero la verdad, nada que me haga saltar, correr, ponerme roja de fatiga me puede atraer en lo más mínimo en verdad. Así Felipe, Andrés papá y el Benja han llegado a los cerros más lejanos y conocido playas preciosas y barrios que ya iremos a visitar. Son el equipo de avanzada para que después la tribu se suba al tronco móvil y lo vaya a visitar. Tomás por su parte es el deportista local. Está mucho más esbelto y preocupado de adelgazar y se ve muy bien en verdad. Salta como una pirinola, nada y queda como sopa después de una sauna en Dubai. Pero así va quemando calorías y parece un modelo local. Andrés junior está feliz con sus clases de inglés donde Tina, su profesora, es lo más cercano a un ángel que se puedan imaginar. Qué mujer más buena y entregada a la causa ya que no tiene ningún límite ni de tiempo ni de platas para que pueda aprender más. Se queda tres horas a veces y sé que ya lo quiere una enormidad. Una mujer sufrida y tan esforzada como generosa; un regalo de Dios en verdad. Va a planificar salidas con él para que aprenda inglés en la cotidianeidad. Una santa y sólo puedo agradecer de rodillas todas las bendiciones que Dios nos da.
Dentro de las últimas bendiciones que quiero contar, está Estelle, la vecina, en quien quiero insistir un poco más. En esta aventura Dios ha dispuesto pura gente buena de alma y de una sencillez sin igual. Ayer fuimos a comer con ella y su hija mayor, Clara, a un mercado local. Era un Farm village y se trataba de un puñado de puestos artesanales con diferentes comidas para comprar. Unas mesas familiares al centro donde todos se sentaban, aunque no se conocieran de antes a conversar. Todo esto bajo un toldo plástico y mucha familiaridad. Los puestos tenían comida vegana, griega, argentina, árabe y de un cuanto hay. Todo muy sencillo, pero lleno de espíritu y cervezas y vinos para degustar. La trinita fue con la vecina, que ya es parte de nuestro clan, aunque parecen Piti y Poti por la diferencia de tamaño y de personalidad. Lía le llega al ombilgo a la Trini y tiene una mitad del ancho y unas patitas de canario atlético lista para volar. Su pelo es albino y su nariz como la de la Hechizada. La Trini, en cambio, tiene un tamaño donde sólo ropa de mujer le puedo comprar (de hecho, ya estamos compartiendo casi todo) y está como una princesa árabe en belleza sin igual. Su tono bronceado contrasta con sus tremendos ojos de cielo y su boca de uva a punto de madurar. Pucha la chiquilla linda, con razón Dios le puso cinco guardianes a cuidar. La comida fue un encuentro precioso en humanidad. Estelle nos contó más de su vida y cómo su naturaleza es muy libre y añora el silencio y el campo para no tener que trabajar más. No quería ser doctora, pero la obligó su papá. Lleva divorciada 10 años, aunque más bien fue abandonada por su marido- también doctor- y le costó años reconstruirse y volver a confiar. Es una mujer muy dulce, brillante y con un sentido del humor rápido y genial. Agarra al vuelo todas las oportunidades y la siento una amiga de verdad. Quedamos en tomarnos un café para que le pueda enseñar más del Bambú porque le interesa mucho trabajarse más. Dios proveerá cómo lograré explicar en inglés lo que ya en español es difícil en verdad. Los niños grandes después de comer se fueron con Clara a cantar y si bien me dio nervio, que anduvieran solos por la noche de esta ciudad, cantaron en un karaoke y lo pasaron espectacular. Si nos quedamos un tiempo más, echaremos tantas raíces que será un desgarro partir al final. Los vínculos son lindos, sinceros y de gratuidad, así que una vez más, dar gracias a Dios por esta tremenda oportunidad donde no sólo estamos conociendo lugares lindísimos, no sólo nos estamos conociendo más como familia, no sólo estamos pudiendo hacer cada uno lo que vino a hacer acá, sino que también nos llevaremos amigos del alma para cultivar.
Día 21: De Safari
Hoy nuevamente Dios nos regaloneó con una tremenda oportunidad ya que nos fuimos de paseo a un safari llamado Aquila Park que queda como a dos horas y media desde nuestro lugar de residencia habitual. Partimos temprano en la mañana y nos fuimos por un camino nuevo que vale la pena destacar. Primero las consabidas autopistas y uno que otro campamento aquí y allá, pero en general a medida que nos alejábamos del centro todo se empezó a hinchar de vida, de abundancia y de un orden que no había visto hasta ahora. Aparecían caballerizas, gallineros, tranques de agua rebalsados del preciado líquido, ignorantes de la terrible sequía que contaban hace poco y que los estuvo a punto de matar.
A ratos la autopista parecía carretera americana ancha decorada con un collar de laureles rosa y blanco que no se querían secar. Nos vigilaban los cerros por todos los frentes, mezclándose con la bruma matinal, pero de ellos emergían nubes gordas como camanchaca mortal. El cielo, sin embargo, se resistió con dignidad y estuvo todo el día ostentando un color calipso precioso y las nubes sólo salpicaron con pequeñas pompas perfectas como si al mismo Van Gogh le hubiesen encargado el trabajo de decorar. A medida que desaparecían las casas, se iban asomando potreros de frutales maravillosos, invernaderos recién dibujados con arcos perfectos que parecían base espacial, albergando en sus entrañas plantas estrictamente ordenadas como en parada militar. Nuestro vecino, Brendon, al contarle que íbamos a pasear nos recomendó conocer una cuesta y no tomar el túnel que atravesaba la mole de roca de por la mitad. Apenas andar, vimos el acierto de su consejo y nos comenzamos a admirar de una serpiente de asfalto que se encumbraba por los cerros, rodeada de árboles de diferentes colores de verde que parecía un Pantone para pintar. La mayoría eran pinos de larga data, mezclados con eucaliptus y otros más pistachos que parecían aromos, pero sin florear. De pronto, unos murallones de piedras nos empezaron a encerrar. ¡Qué belleza de montañas! Yo creo que hasta el mismo Moisés las debe de envidiar, ya que su roca rojiza y blanca se encumbraba como torta de mil hojas, dando formas monstruosas y temibles al pasar. Las siluetas de los cerros daban para crear cuentos sin parar, cabezas, mujeres, narigones y hasta unicornios se podían formar con sus puntas y picos que parecían querer pinchar al mismo cielo y hacerlo llorar. Yo creo que hasta a George Washington y los otros próceres americanos se podían tallar. Absortos en esos farellones que con misericordia nos dejaron pasar, nos fuimos con el vuelo a un valle amplio y bordado de potreros con pura abundancia y diversidad. Las parras ciertamente dominaban, pero también se veían cultivos de árboles frutales, un poco de trigo y mucho árbol haciendo de límite para separar. Al principio el paisaje tenía un 30% de verde jaspeado con un beige de pastizal, sin embargo, poco a poco fue ganando el verde y todos los potreros se tiñeron de la misma intensidad. Un verde que habla de vida, de vino, de fiesta y de un esfuerzo descomunal. Se ve tecnología en los riegos y también placas de energía solar, pero lo que más me sorprende son las bombas de bencina que son de un lujo que no nos había tocado apreciar. Muy semejante a nuestros Prontos Copec de allá, pero acá todo es más austero como ya les he podido contar.
Como si la tierra se hubiese agotado de tanta vida, los cerros a poco andar se empezaron a enojar. Se ladearon completamente como si un albañil los hubiese lijado para no trabajar más, dejando al desnudo verdaderas hebras de rocas se veían en cada montaña como si estuviesen pintadas. La llareta y la naturaleza silvestre se volvió a apoderar del paisaje y ya no se veía cultivos ni riqueza para apreciar; es más reaparecieron uno que otro campamento y personas que se asomaban a la calle para vender cajas de uvas a los que pasábamos por allá. Un tren azul silencioso nos saludó al pasar y unos babuinos ladrones nos miraron con desconfianza una vez más.
Vale la pena todo este preámbulo geográfico porque hasta ahí ya merecían dos horas de andar. Este país es lindo, parecido a nuestro paisaje nortino y central, sólo que a ratos se hace bipolar pasando del verde intenso a la pampa sin avisar. Ya íbamos en el sector seco cuando nos tocó doblar. Imagínense el paisaje de Ovalle y podrán estar acá sin viajar. Cerros más llanos, llenos de piedras y una tierra que con agua puede ser generosa si la naturaleza se apiadara de ella con más intensidad; el tema es que hace como tres años no llueve fuerte y la tierra lo hace evidente al pasear. En su mayoría se observa polvo, arena y esos arbustos que existen entre Tongoy y Los Vilos que no sirven más que para rellenar. No hay pasto, sólo troncos y ramas yermas que esperan un milagro para rebrotar. Todos nos sentimos nuevamente en nuestro hábitat, esperando sólo un par de burros, cabras y uno que otro caballar. Cuesta pensar que los animales autóctonos de esta zona sean los que uno siempre ha visto en zoológicos nada más y que en vez de rejas para ellos, tú te tengas que guardar. Me parece mucho más justo en realidad, sólo que atípico ya que es mi primera aventura en un safari y no tenía parámetros para comparar. Antes de partir eso sí, debíamos esperar nuestro turno y almorzar. Nos comimos un rico picnic y nos pusimos a jugar ajedrez gigante y un minigolf, pero el sol pegaba fuerte y no teníamos mucha sombra para refrescar. Para compensar la espera, los organizadores nos trajeron cosas ricas para picar. Pobres pollos fritos, desaparecieron bajo las fauces de mis siete leones y casi los tuve que encerrar para que le dejaran algo a los demás. Con la guata llena y como perfectas carnadas, nos dispusimos a emprender la aventura principal.
Unos camiones de carga chicos, como los Izuzu, que solemos ver en nuestra ciudad, habían sido refaccionados para pasear soldándole asientos que permitían a una veintena sentar. Nada de cinturones ni protección especial; es más el tablero del camión parecía un auto a medio asaltar. Sólo el manubrio funcionaba a la perfección y todo lo demás sonaba a ronquidos de león y cables enrollados como si le quedasen pocas horas de vida para transitar. John, un negro grande y con dientes brillantes se presentó como chofer y guía y su fuerza y su simpatía fue el primer buen augurio de lo que nos iba a pasar. Su acento eso sí, era de extrema dificultad, así que, si escribo algo que no es cierto, se debe a su inglés y no a la pobreza del mío que, ciertamente confieso en primer lugar.
Algo me hizo recordar los macabros traslados de las guerras donde sólo te puedes dejar llevar por el conductor y confiar. Quizás de lo que estoy hablando es de la vulnerabilidad y fragilidad humana que se nos olvida con tanta facilidad cuando volvemos a la ciudad. Somos nada en nuestros pies frente a un león, un elefante o un rinoceronte hembra que se sienta amenazada. De una trompada, de un zarpazo, de un cuernazo te hacen jirones sin que te des cuenta para arrancar. Esa es la verdad de nuestra existencia humana, pero que se nos desdibuja con los seguros, con las garantías, con los medios económicos y con armas que nos suelen envalentonar. Frente a la creación somos menos que una gacela porque corremos más lento y no podemos sobrevivir muchos días sin agua como suministro vital. Se me hace evidente en esta ocasión que somos apenas un punto dentro de la inmensidad e ir colgada de este camión a medio destartalar, me confirma esta realidad. Con todo, vamos felices, relajados, dispuestos a vivir esta aventura con intensidad. Nos han dicho que este parque en particular en un poco falso, en el sentido de que “solo” son diez mil hectáreas y que han traído a los animales a vivir acá. Diferente es el Parque Kruger que tiene kilómetros de superficie para pasear, pero para allá deberíamos manejar tres días al menos y no nos animamos a viajar. No somos expertos en safaris y con esto nos sentimos llenos de lo que necesitamos para disfrutar.
Cruzamos la puerta de nuestro Jurasik Park y ahí sólo encomendarnos para volver iguales al punto inicial. El motor rugía peor que las fieras por lo que John cada vez que divisaba algún bicho lo apagaba para que le pudiéramos escuchar. Lo primero que vimos fueron los antílopes de diferentes tamaños y colores que tienen su elegancia y postura tradicional. Todo en ellos es delgado, estilizado y hasta para caminar parecieran pedir permiso al suelo porque de puntillas se trasladan para no molestar. Sus pieles son bellísimas, pasando de beige, blanco y negro como ardillas en tamaño magistral. Lo único malo es que, entre gacelas y otros similares, siempre acaban mal en esta cadena alimenticia y de un mordisco se las comen sin chistar. Un dato curioso que seguro no conocen por allá; algunos de ellos toman agua de las suculentas y pueden sobrevivir sin tomar agua de verdad. Es una gracia de su sistema digestivo que sería digno de investigar y replicar.
No habíamos ni prendido el motor cuando dos colosales elefantes se cruzaron por el camino y nos dedicamos a observarlos a unos cinco metros de distancia, no más. Sus orejas, con la forma del continente, son como abanicos gigantes que les sirven para refrescarse y expresarse con naturalidad. Su piel llama la atención por sus grietas tan profundas que asemejan el mismo desierto al dejarse exprimir de toda humedad. Su trompa es un amasijo de músculos que en segundos te pueden matar, pero aquí la mueven con una destreza y una elegancia que asemeja odaliscas al bailar. Sus colmillos están cortados a la mitad y sus ojos pequeños tiene pestañas como de crin que dan ganas de encrespar. Tiesas como clavos se ven a simple vista como puercoespines adosados por su grosor y negrura sin igual. Estaban quietecitos junto a nosotros, pero cuando John prendió el motor se pusieron a caminar hacia el camión y me dio susto que nos pudieran volcar. Sin embargo, sólo querían jugar por lo que comenzaron a trenzar sus trompas, abrazándose con ella como quien hacen lulos de plasticina para moldear. Sus pies eran gigantes y me imaginé mi cráneo bajo ellos como una nuez al quebrar; su cola era mínima para su tamaño colosal y sus pompas estaban flacas, como si no tuviesen cojines para sentar.
Nos trasladamos unos pocos kilómetros y vimos a una familia de rinocerontes paseando como si nada. Es loco pensar cómo uno se acostumbra tan rápido a la sorpresa y que en vez de burros estás viendo una fiera que en segundos te puede traspasar. La primera sensación que me dieron fue estar en la prehistoria con los herederos naturales de los dinosaurios que lograron sobrevivir a la adversidad. Su cráneo es muy grande y su frente chata y larga como si las hubiesen alargado con un tallado persistente dejándola deformada. Sus crías asemejan chanchos con trompa corta ya que aún no tienen su cuerno para atacar. Se mueven lento, pero sé que es un engaño en verdad. De hecho, una hembra que se sintió atacada se puso en posición de embestida y John prendió el motor para arrancar. Nuestro chofer y guía resultó un intrépido y temerario conductor ya que no guardaba las distancias prudentes y se acercaba demasiado a cada animal. Para darnos un momento de SPA nos mostró un puñado de cebras y su diseño me emocionó una enormidad. Cada línea blanca está tan perfectamente marcada en su fondo negro que me cuesta no creer en la intervención de la divinidad. Sus traseros gorditos me hicieron recordar la película de Madagascar, donde Marti (la cebra) corría por los campos y el león su amigo, no podía dejar de ver en cada uno un filete para tragar.
Después de esta apacible visita a los únicos animales pacíficos del lugar, John nos llevó a las montañas más altas y me fue imposible no pensar en lo inofensiva que se ve la tierra cuando la miras desde un poco de altura, pero que esto cambia radicalmente cuando te tienes que bajar. Sí, así fue, porque en la cima nos esperaba un convoy muy especial. Cuatro personas del safari tenían puesta una mesa con mantel blanco y copas que brillaban con su metal como oro en el mar. Nos ofrecían vino, jugos, agua y frutos secos para picar. Todos desembarcamos de nuestra micro camión y se fueron a probar. Yo en cambio, tenía una emergencia que salvar ya que ya llevábamos como hora y media paseando y la naturaleza se quería manifestar. Obvio que no vi ningún letrero de baño para niñitas en medio de la nada donde estábamos estacionados para descansar y buscar un lugar seguro fue un acto temerario de realizar. Sé que es un poco íntimo mi relato, pero es digno de contar. La tierra tan inofensiva hace unos minutos, me parecía un enemigo furioso de nuestra invasión y en cada paso pensaba que me podía atacar. Serpientes venenosas, arañas, ramas con venenos, insectos gigantes, todo podía aparecer en este trance tan natural. Además, estaba el peligro inminente de ser vista por los demás. Pero así me acordé de una tía vieja y dije, mejor perder unos compañeros de tour que mi vejiga explotar, ya que recién íbamos en la mitad. Dios se apiadó de mi y todo salió a la perfección, pero no me pude salvar del bullying familiar. Me pareció un costo menor al compararlo con todas las alimañas que me habrían podido atacar, incluso leopardos que suelen agazaparse en las sombras de las quebradas donde me fui a ocultar.
Ya 100% repuestos con el preciado picnic que nos suministraron -aunque me pareció un poco fuera de lugar- el camión nuestro cruzó un portón de fierro de mayor altura y gran seguridad. Habíamos llegado a la zona de los leones y había que protegerse más. Apenas un par de vueltas y vimos muerto un caballar. Estaba un tanto hinchado en su panza y con la cabeza y las patas cortadas. Seguro lo habían puesto ahí para regalarnos el espectáculo principal, pero se perdona lo falso por todo lo que íbamos a experimentar. Lo primero que vimos fue a una leona que tomaba el sol con majestuosa dignidad. Luego lo que parecía un arbusto al viento resultó la cabeza de un león gigante con cansino andar. Apenas acercarnos, cuatro bestias, dos machos y dos hembras se empezaron a acercar al pobre animal cuyas tripas parecían una escena de horror que no querías mirar. Sin embargo, una vez más el ojo se acostumbra y da por normal lo que no lo es en realidad. Al menos para seres como nosotros que solemos vivir en la ciudad. En los zoológicos puedes ver cómo se alimentan los leones con trozos de carne que les dan, sin embargo, aquí el desgarro lo hacían con sus fauces y era muy impactante de apreciar. Una vez más, me impresiona lo engañados que estamos con la realidad; es obvio que los animales feroces deben matar a sus presas y saciarse a punta de mordiscos y desgarros como los que nos tocó apreciar. No puedo dejar de pensar en los leones de dos patas que rompen a sus víctimas sin piedad, asesinos, abusadores, violadores, que andan merodeando en nuestras calles y que se asemejan a arbustos imposibles de detectar. John aquí si que fue imprudente porque nos puso a escasos metros del almuerzo principal. Los ojos amarillos y fríos del león líder me entumecieron de sólo pensar que en segundos podía cambiar de opinión y agarrar a cualquiera de nosotros para degustar. Sus movimientos eran lentos y parecían estar contratados para que los pudiéramos mirar, pero jamás se me olvidó que esto era verdad. Estábamos a 50 centímetros de fieras y con eso no se puede jugar. El peor momento fue cuando el chofer se dio vuelta para continuar; se le enredó la dirección y pasamos a centímetros de dos leonas que nos podrían haber tomado con muchísima facilidad. Fue fuerte y me asusté protegiendo a los dos más chicos al menos de que los pudiera agarrar. Alguien me retaba en las sombras por exagerada; qué exagerada ni nada, una foto o un video no te devuelve la vida de quien tanto amas y que no quieres ofrecer como carnada. En segundos me vi con mis tripas semejantes al caballar y me pareció que a este safari le faltó profesionalismo, pero nos regaló toneles de adrenalina y un recuerdo que jamás podremos olvidar.
Ya superado el susto que me dejó helada, cruzamos nuevamente la reja de seguridad y nos fuimos a otra quebrada de desierto donde figuraban tres jirafas en elocuente pasividad. Su color me pareció menos intenso que lo que lograba recordar. Debe haber sido el color de fondo de los cerros que no les regalaba el contraste necesario para destacar. En todo caso, una vez más Dios se esmeró al crear. Sus cuerpos no me parecen muy proporcionados y su columna vertebral parece un tobogán a medio terminar. Miradas de frente parecen unas viejas pitucas muy flacas y que no quieren mirar. Esquivas, en su altura y en su elegancia, no quieren mirar. Sin embargo, una jirafa macho, jovencito y sin modales de la alta sociedad, empezó a hacer sus gracias sobre una jirafa que no tenía interés alguno en procrear. Fue divertido ver cómo dos animales tan grandes en altura se deben coordinar para ser papás. Tan pequeña la “pistola” del macho para atacar a la caprichosa hembra que necesitaban escaleras para calzar en el lugar. Ya no sigo más, porque este relato es para toda edad, jaja, pero seguro que esta es una de las razones porque les cuesta tanto tener más jirafitas en este lugar.
Luego nos tocó ver más cebras, pero ahora acompañadas de un animal muy feo y deforme que le llaman Blue acá. Hay otro que se llama Black y que son como hermanos en fealdad. Tienen cabeza de búfalo, cola de elefante, patas de antílope, guata de jirafa y así una mezcla que no quedó bien armada. Debe haber sido parte de los experimentos divinos y que no resultaron como los tenía pensados, pero igual los dejó pasar. Pobres bichos, no tenían ningún brillo y estaban muy flacos, además; según John aún les faltaba crecer; a mi me pareció que la sequía y la saliva de las cebras en la vegetación los había empezado a debilitar. Dicen que su saliva tiene tantos parásitos que mata al pasar todas las plantas y que por eso se deben trasladar. Me recordé de las cabras de Huayanay que eran una peste también en el sentido de que hasta las raíces se comían y después ya nada más podía crecer en el lugar. Todo el recorrido me pareció de una sequedad enorme y el polvo suelto me confirmaba mi afirmación sin parar. Tanto así, que para conservar a los hipopótamos con agua habían tenido que traer agua e inyectarla a la fuerza en un lago artificial. A estos animales no los pudimos apreciar. Pudorosos sólo se asomaban con sus periscopios a mirar y a echar agua como reclamando de nuestra presencia y curiosidad. No pudimos ver sus cuerpos gordos ni sus mordidas que causan muchas fuertes humanas al atacar. Sólo sus cabezas y sus lomos flotando nos enseñaron apiadándose del tremendo viaje que habíamos hecho para poderlos mirar.
Vuelta a cruzar la puerta de Jurasik Park y volvimos a este hotel spa donde algunos se quedan a alojar. Una piscina perfecta nos acogió con benevolencia y muchas caras sonrientes nos dieron la bienvenida después de pasear. Es cierto que todo era falso, pero me gustó la experiencia porque es lo más cercano que yo al menos quiero estar de esa naturaleza indómita que nos rodea aunque estemos con amnesia generalizada.
El paisaje a la vuelta le hizo colleras al de la ida porque las nubes se empezaron a emancipar. Tapaban al sol y se escondían en las montañas de formas extrañas y se filtraban rayos de luz de diferente intensidad. Una belleza única, que aunque me maten me atrae más que el reino animal. En el cielo y en lo eterno hay mucha historia que apreciar, sólo que la adrenalina nos atrae de primeras con más intensidad. El único problema que tuvimos fue la penumbra final, ya que en dos ocasiones estuvimos a punto de atropellar a chiquillos que se cruzaban por las autopistas en forma peligrosísima como queriéndose matar. Fuerte y terrible darse cuenta una vez más que somos un cuerpo tan frágil como el del caballo que los leones devoraban sin acabar.
Este país y su crudeza es una lección vital que no me deja de estremecer y despertarme, aunque se disfrace con su otra cara de playas y perfección europea que también se da. Sombra y luz, vida y muerte, blancos y negros, opulencia y miseria extrema, todo en el mismo lugar, haciéndome pensar que como es afuera es adentro y esa es nuestra propia realidad.
Día 22: Pequeñas grandes aventuras en Cape Town
Una de las cosas lindas de la cotidianeidad, es que te vas insertando en el corazón de un pueblo y en las entrañas de su ciudad. Ya no sólo atracciones turísticas o paseos para fotografiar, sino pequeñas grandes aventuras que se quedan adheridas al corazón quizás con mayor intensidad que la pura adrenalina o el viajar. Es por eso que quiero compartir diferentes cosas que cada miembro de la tribu ha podido experimentar a ver si se entretienen un rato más.
Andrés papá ha renovado su vocación y ahora no sólo ve dientes en los niños, sino que les enseña a contar y a sumar. Es divertido y lindo ver con el entusiasmo que va cada martes y jueves a Masiphumelele a la escuela local donde hay cientos de niñitos y niñitas de la tribu Xsosa que hay que educar. Un día lo fui a dejar e impresiona la pobreza del entorno y la precariedad de sus tiendas y casas para habitar; todo muy sencillo y lleno de vida que expresar. La gente siempre está afuera, en las calles y no son pocas las chiquilladas que conversan, los niños chiquitios que se atraviesan sin mirar y las mujeres que llevan cosas en su cabeza para cargar. Los colores de su ropa me hacen verlos lindos a pesar de su diversidad. Hay mujeres grandes de todas partes y que apenas se sostienen al caminar entre la delantera y el trasero que sobresalen como trasatlántico en el mar. También hay unas muy flacas y sin nada que ostentar; sus caras son alegres y apenas les das una sonrisa te devuelven 100 y te dejan pasar. Los hombres son más hoscos y dan más temor en su mirar, sobre todo los jóvenes ya que abunda la droga y la violencia casi como los tomates, que es lo que más se vende en los pequeños almacenes que logro divisar. El colegio es lindo, ordenado y los niños tienen un uniforme amarillo con negro que los debe asar de calor al andar. La primera dificultad que tuvo el profesor novato fue reconocer el género de sus alumnos ya que como aún son chicos y los nombres no le dicen nada, todos se veían igual. Ojos grandes y brillantes, piel de chocolate amargo, dientes notorios y blancos y un pelito tipo lanilla que llevan cortado a milímetros de la nuca para no peinar. Algunas niñitas invierten grandes dinerales en pegarse trenzas como extensiones que duran tres meses o más, pero en general, por la misma pobreza eso se ve más en los adultos porque no es barato de pagar. Así el profe está feliz y cuenta que ya tiene reconocidos a los más despiertos y a los que les cuesta más. Toda una aventura enseñar, pero llega feliz y eso me llena de paz.
A los otros miembros de la tribu los debo destacar, ya que faltando menos de veinte días para su retorno, sus metas ya tienen logradas con éxito y eso me alegra mi corazón de mamá. En primer lugar, Andrés junior ya está mucho mejor que Tarzán con su inglés y tiene conquistada a la profe que le regala miles de horas para poderle enseñar más. Tina, es una mujer sudafricana de padres griegos, dispersa, artista, brillante, amorosa y con un corazón que creo que antes nombre ya. Bueno resulta que para ayudarla porque no tiene mucho cómo andar, iremos a construir con ella una casa donde quiere habitar. Su propia casa, que es lindísima, la tiene arrendada, por lo que debajo de una losa de ella se va a construir una pieza, una cocinita y un baño para poder estar con su hija ahí y ahorrar. Así que de maestros de clases a maestros albañiles nos vamos a pasar la tribu en pleno para poderla levantar. De paso, Andrés junior refuerza su inglés en lo más concreto que se puede encontrar. Benja y Tomás ya son dignos de fotografiar arriba de sus tablas de surf, que dejaron de ser potros indómitos a su cabalgar. Cierto que depende muchos de las olas y el viento, pero están felices dibujando pequeñas siluetas en el frío mar. También ambos recuperaron su tonicidad muscular, bajaron kilos y ya ni se notan todas las hamburguesas y chanchadas que pudieron haber comido antes de venir acá. Los dos modelos de pasarela están para matar; aunque ellos mismos me maten cuando lean lo que acabo de redactar. Es que además del surf, al igual que a Felipe, les ha dado por subir cerros altísimos donde demoran horas en llegar. Senderos que serpentean por la costa y que ofrecen vistas únicas de este paraíso terrenal. Lion Head, Elephant Hill, Champman Peak son algunos de los nombres que ya están en su memoria y que sé jamás olvidarán. Yo sólo los conozco por fotos; me debo confesar ya que me fue suficiente subir el cerro de detrás de la casa y me di con un check para la eternidad. Es interesante cómo cada uno es y lo que le gusta en profundidad. Me sorprende cómo muchos necesitan moverse y ejercitarse para estar en paz; así como otros necesitamos la calma y la quietud total para llegar al mismo lugar. A mi me fascina lo que me cuentan de los senderos, del viento que les sopla la cara y de la bellísima vegetación que ven al pasear, pero mi estado físico no piensa igual, ya que éste prefiere viajar hacia dentro, pintar las flores y escribir todo lo que pueda captar. No se puede hacer todo ni ser todo; hay que optar y de ahí el valor de la complementación y el respeto por cómo es cada cual. Felipe además de andar mucho en bicicleta y explorar cerros en la soledad, se ha dedicado a estudiar un ramo difícil que le va a tocar. Digno de imitar, creo yo, porque no me imagino a mi misma en febrero sacando ecuaciones y cosas que ni puedo descifrar. Aki y la Trinita ya están compinches totales con sus compañeros de colegio, quienes han empezado a decirles que no quieren que se vayan de acá. Yo creo que va a ser un desgarro la partida, para todos en verdad; en especial la primera racha de universitarios que está a punto de volar.
Pero no crean que todo ha sido escribir y lavar, uno también tiene sus aventuras y yo no me quedo atrás. Hoy en la mañana y a pesar de haberme acostado a la 1 porque vino una amiga chilena con su familia a comer acá, me desperté a las 5:30 am para ir con la vecina a un evento loco que llaman el “Secret Sunrise”. Partí más dormida que despierta y con la tribu totalmente secuestrada por el sueño por lo que no me oyó hasta regresar. Fuimos con la Estelle y sus dos hijas a un borde de mar cerca de KalBay un pueblito costero lleno de encanto y vida por donde se pudiera mirar. Definitivamente aquí todo es temprano y la gente no paraba de correr, caminar, pasear a los perros, bañarse en el mar o conversar en pequeños cafés que salían a saludar. Parece que será bueno madrugar más, aunque vaya contra mi natura y la natura tribal. Lo primero que nos recibió fue un hippie joven con cara feliz, que parecía un juglar medieval con pantalones de terciopelo rojo y una chaqueta que no combinaban para nada. Los acompañaban dos chiquillas más con rastas y polleras de colores; un Woodstock total. Nos entregaron a la centena que habíamos venido unos audífonos para escuchar una música muy linda y energética, antes de empezar la actividad. El entorno era perfecto para conectarse con Dios y sus manifestaciones concretas que emergieron como espejos que contemplar. Las rocas de color mostaza estaban rotas como laberintos de sal, las olas reventaban sin asustar, pero sí con la fuerza para bañarte con una suave brisa con olor a mar; el cielo nos miraba mientras se vestía para deslumbrar con un nuevo día antes de que el sol nos pudiera encandilar, el pasto que nos recibía me pareció una alfombra natural y la gente que me empezó a rodear sonreía con sinceridad. Había niños, mujeres y hombres de toda edad. Todos unidos por la música, pero sintonizados también en su espacio individual. Empezamos con juegos y bailes aludiendo al amor universal; luego algunos ejercicios de movimiento y dinámicas de grupos e individual. Yo simplemente me dejé llevar; qué importa hacer el ridículo si estás a 10 mil km de tu país natal. Con todo, siempre dudaba entre estar o no estar en las instrucciones que nos daban, y busqué mi propio ritmo y estilo personal. De pronto, nos dijeron por las orejas que fuéramos todos al borde del mar, justo cuando la música se hizo especialmente suave y dulce para escuchar. Como si los hubiese contratado para asombrar, del fondo del mar, comenzaron a bailar aletas de delfines y luego a saltar. No podía creer lo que veía y di gracias junto con los demás; en esa zona jamás de habían visto y fue un privilegio ver cómo estos maravillosos mamíferos se unían a una convocatoria de puro amor y paz. Al finalizar una pequeña meditación y luego el desgarro de tener que volver a la realidad, sin la música que nos hacía uno y dividirnos en miles de pedazos una vez más. Así es la vida, cercanía y distancia, unicidad e individualidad; sólo que hay algunos momentos que se añora más esta dimensión amorosa que tanto anhelo aportar. En definitiva, chiquillos lindos haciendo cosas lindas para regalar belleza y bondad a quien la quisiera sin pedir nada. Pura gratuidad y misticismo para el mundo actual. Lástima que sean sólo eventos y no se pueda profundizar más. Creo que la Mística del Bambú tiene mucho que aportar en responder a esta sed de amor y espiritualidad que no tiene fronteras ni límites y que es el anhelo de Dios sin saber por dónde empezar. La misma Estelle se llenó de lágrimas y eso nos permitió conversar mucho después y poderla acompañar. La tristeza que todos llevamos, es la mejor llave para la hermandad y para la amistad. Ya a esa hora el público comenzó a llegar y a llenar los spots disponibles para poderse bañar. Se metían en unas turísticas casitas de madera, pintadas de colores, para cambiarse sin espantar y como si fuesen casas encantadas, vi cómo salían de ellas, pequeños “duendes” de trencitas negras y más coloridos que las mismas casas, listos para ir al mar. Nada que decir, los niñitos y niñitas de color son de una belleza sin igual. Sus caritas lindas, sus cuerpos perfectos son modelos para esculpir y pintar; sobre todo por esa inocencia y vulnerabilidad que expresan como si la hubiesen heredado de un ángel terrenal.
Después de eso, las cuatro mujeres nos fuimos a tomar desayuno a un café local. Todo tan bonito, tan rústico, tan sencillo y natural. Nada de decoraciones modernas, sólo tinas y máquinas viejas, bancas de madera y mucha madera y cosas de mar. Un sueño para mí; pura vida y honesta a no poder más. Jugos frescos, café recién preparado y un scone fenomenal fueron lo que me terminaron de despertar de una mañana de ensueño que no podré olvidar. Bendito sea el haber podido madrugar. Conocí gente amorosa, lugares preciosos, cafecitos escondidos entre callejones y anticuarios y arte para regalar. Todo lo que me gusta reducido a cuatro calles o un poco más. Lo último que les cuento, es la piscina pública que es digna de contar. Justo antes del café matinal, pero después del amanecer, fuimos a una gran superficie de mar encerrado en paredes de cemento en forma artificial. Me produjo un deja vu de alguna parte del litoral jaja. Pero estaba lleno de personas de toda condición compartiendo un asiento que se formaba con el muro principal. Viejos, niños, blancos, negros, todos como un igual. Realmente en este pedacito de cielo es posible ver que aún existen comunidades que se respetan y se quieren a pesar de su diversidad. Me dio esperanza y nostalgia al mismo tiempo, pero no me quise meter pues estaba muy fría y unas lamas verdes tampoco me tentaron para cruzar. Vuelvo a insistir, aunque probablemente esté equivocada: este país, o esta zona al menos, tiene el valor que tenía un pedazo de Chile hace 30 años atrás. Está el café del barrio que lleva 50 años sin cambiar; está el teatro chiquitito para obras de la comunidad, está el emporio para comprar helados y cafés para conversar sin tiempo y sin edad. Nada de comida rápida, ni pantallas, ni modernidad… sólo vida con historia, comida con sabor y gente de verdad; no de plástico como solemos encontrar. Uf, cuánto me va a costar partir de acá…
Día 23: Un día feliz y sin planificar
Ayer, por segunda vez en este viaje, nos dispusimos con toda la tribu a embarcarnos a Roben Island para conocer este histórico lugar donde Mandela supo estar 24 años sin libertad; sin embargo, el caballero se hace de rogar, ya que una vez más, llegando al embarcadero, nos avisaron que por razones de clima no podíamos viajar. El viento claramente hacía remolinos y piruetas con el mar, así que desde mi modo de ver, la isla aún puede esperar. Sin planes y con todos levantados de madrugar, vino la “difícil” tarea de qué hacer en vez de navegar. Pensamos subir a la Table Mountain, pero una marea de nubes que la cubría nos hizo desistir de ese plan. Es precioso en todo caso, el efecto que hace esa capa gorda de algodón blanco que se apodera de la montaña como edredón invernal. Seguro no íbamos a ver nada estando allá y las gotas de agua nos confirmaron que ese no era el panorama ideal, por lo que, sin rumbo fijo, nos decidimos ir al norte cual brújula normal. Salimos del Waterfront y lo primero que nos llamó la atención unas cuadras un poco alejados del centro de la ciudad, fue ver un montón de autos que se querían estacionar. Sí, había una feria de las pulgas local y cuál imán poderosísimo, no nos pudimos negar. El recuerdo de la feria de Tongoy no se hizo esperar, pero -a decir verdad-, jamás pensamos con las maravillas y sorpresas que nos íbamos a encontrar. En vez de cosas chinas o made in Taiwán, esta chimuchina era un recorrido único por toda la tradición local. Los billetes que llevábamos jamás nos iban a alcanzar para saciar el hambre que nos dio ver tanta cosa linda, antigua y baratísima, además. Sólo para que se imaginen el lugar, les cuento que deben haber sido uno kilómetro de puestos callejeros, sin techo y con mesas improvisadas. Era mucho más espaciosa la circulación de lo que solemos ver en Chile, pero se justificaba para poder apreciar los infinitos cachureos que se podían encontrar. Discos de vinilo, porcelana y cuchillería antigua, máscaras africanas, juguetes antiguos, collares, ropa militar, libros, comidas, ropa, herramientas, sombreros, plantas, armas, escudos, esculturas, utensilios de cocina, tejidos, artesanías autóctonas, cueros, zapatos, especies, músicos, peluches, botellas, máquinas de escribir, teléfonos, escudos, etc… pero nada nuevo, sólo tradición y estilo sesentero o más. Nada chino, nada estridente, nada de música ni gritos, sólo historia introyectada en miles de objetos útiles o inútiles que hablaban al verlos y que me llenaban de curiosidad. Me imaginaba elegantes señoras holandesas tomando el té con sus amigas en un sillón colonial; me imaginé a los nativos pintando cada obra de arte con paciencia eternal; me imaginé exploradores del África Central, me imaginé unas gordas negras alhajadas para su boda real llenas de mostacillas y colores sin final; me imaginé también jovencitos del mismo color bailando con sus máscaras, lanzas y escudos de cuero y madera tallada; la feria era una orgía de vidas cruzadas, pero con aromas a tristeza de un tiempo que no volverá. Quizás sea una impresión nada más, pero me parece que Sudáfrica está transitando de un momento de gloria y lujo de unos pocos a un nuevo estado que es complejo, aunque más equitativo para la población local. Tristemente el progreso económico está muy ligado a los blancos y las nuevas leyes los están haciendo irse de acá y con ellos, viene más pobreza y cesantía y no sé cómo se podría resolver dejando a todos contentos con sus demandas porque todas son legítimas en verdad. Por ejemplo, está por aprobarse una ley donde van a quitar tierras a los blancos para devolvérselas a los que les fueron antiguamente usurpadas. Una reforma agraria, pero que tiene el agravante que los dueños actuales las tienen hace 200 años o más y las tribus originarias ya no son lo que eran antes y probablemente no las podrán cultivar igual. Qué triste es todo esto de la posesión y el usufructo de lo materia, tan propio de nuestra especie que no es capaz de compartir sin abusar; qué ganas de volver a un estado original donde todos, sin distinción compartan y se ayuden sin acaparar. Conociendo a varios sudafricanos de raza blanca ellos se sienten absolutamente enraizados acá, pero poniéndome en su lugar, debe ser durísimo que te quiten todo sin compensar, sólo porque tu tatara abuelo llegó hace 250 años y tomó tierras para colonizar. Sin embargo, también me pongo en los zapatos de las tribus, cuyos tatara abuelos fueron despojados de sus tierras y de sus costumbres y a la fuerza tuvieron que emigrar. Qué triste es la lógica humana de apoderarse de otros, en vez de conciliar. Ni blanco ni negro en el sentido más literal, sino la comunión utópica de todos habiendo tanto para compartir en verdad. Rezo verdaderamente por este pueblo que ya comienzo a sentir mío con todas sus tensiones y diversidad. Sé que la solución es la comunicación y la mediación, pero hay tantas heridas y desconfianzas que sólo un nuevo líder como Mandela los podría salvar sin que nadie tenga que irse y este paraíso se pueda salvar. Es como parte de nuestro conflicto mapuche; cómo conciliar tantas posturas, sobre todo las más extremas que no quieren construir sino sólo destruir y borrar al otro, sin darse cuenta que eso es pan para hoy, pero una hambruna segura para la posteridad.
Después de gastar hasta las monedas en la feria y prometiéndonos volver para aperarnos más, continuamos el viaje sin rumbo fijo, sólo apuntando al norte donde nunca antes habíamos ido en verdad. El paisaje se desdibujó y las montañas se hundieron como si nada. Sólo mesetas bajas y con totorales y humedales para mirar. Muy semejante al paisaje de Miami donde sólo arenales ves que se meten en la ciudad y se ponen de acuerdo con entradas de mar en forma de canales para equilibrar. Las casas se volvieron moldes americanos, como un metrópoli para jugar. Casas lindas y de buena calidad, pero sin historia ni gusto a nada. Podrían haber estado en cualquier lugar del mundo y sólo las hacían especiales algunos flamencos autóctonos con su elegancia y majestad. Esta parte de la ciudad es donde se ha extendido la ciudad para las nuevas familias con mejor pasar, pero da pena que no conservaron ni el estilo ni la gracia de la arquitectura antigua y simplemente clonaron lo que hay.
De pronto en el cielo, vimos miles de cometas volar. Qué cosa más mágica y digna de contemplar. Al acercarnos, nos dimos cuenta que eran miles, no miento aunque quizás exagero y eran cientos de kitesurf, volando contra el viento y rasgando las olas sin piedad. Nuevamente cientos de hombres vestidos de negro, se amarraban a unas alas de plástico de colores y a sus tablas para pintar mil dibujos en el océano a toda velocidad. El viento era tan fuerte que hasta nosotros mismos en la playa nos volábamos, pero ellos literalmente se encumbraban por los cielos unos 20 metros o más. Me sorprende la habilidad humana para inventar artilugios y técnicas para dominar las fuerzas de la naturaleza y disfrutar como pájaros o peces sin temer ni fallar. Me imagino las horas que deben practicar y la musculatura que deben desarrollar; de hecho, todos los “machos” recios que vi tenían una facha de modelos de fotografiar. Hasta los más maduritos se veían fibrosos y rudos, como si fuesen marineros de altamar. Las velas, paracaídas o como se llamen las cosas que los hacen volar se movían como arcoíris regalando un espectáculo digno de pintar o grabar. Lo más parecido que se me viene a la mente era abanicos de geishas en una danza nupcial. Con toda gracia y delicadeza, pero a la vez con rapidez abismal, se entretejían unas con otras y parecía como si el cielo se hubiese contagiado de rubeola y sonrisas de niños al jugar. Me hubiese quedado mil horas viendo esos caleidoscopios girar, pero la arena en los ojos y la hora, nos llevaron a continuar la aventura sin final.
El paisaje se despobló rápidamente y los condominios gringos fueron reemplazados por arbustos ralos en medio de un arenal sin límites que sólo era cruzado por la serpiente de asfalto y uno que otro auto que lo quería atravesar. Sé que es imposible transcribir nuestras conversaciones, pero son dignas de grabar. Las asociaciones brutas, los cuentos inconexos, los relatos serios mezclados con pura chacota van tejiendo un diálogo demasiado simpático que voy a extrañar cuando se vayan los más grandes de vuelta para allá. Es increíble cómo cada uno le pone su toque a la familia y cómo incluso al irse cambiando de puesto, las dinámicas entre hermanos también van cambiando y enriqueciéndose aún más. Los dos chicos siempre van atrás ya que los grandes les toca la cabeza al saltar, pero es lindo ver cómo todos se respetan, se lesean, se hinchan, se quieren y son horas que valen oro en verdad. Que el auto sea apretado, lento y sin música, lo hace un espacio único para vincularnos en una dinámica tribal maravillosa que me hace feliz, aunque no veamos nada lindo ni paremos a descansar. No sé si el desierto que atravesamos me volvió un poco más loca de lo normal, pero la pura tribu y sus cuentos dan para disfrutar a todo dar. Además, se producen cosas divertidas porque es difícil concentrarse o quedarse en algún tema más de un minuto sin que empiece el bullying familiar. Ayer, buscando información de los lugares que íbamos pasando en el celular de Andrés, vi uno espectacular. Decía que había unas cavernas para nadar con aguas cristalinas y derechito las fuimos a buscar. Cuando llegamos al borde del camino, sólo unos acantilados nos miraron con extrañeza porque no había más que unos pájaros volando por el lugar. Craso error de la guía turística que había “contratado” la tribu ya que esas cavernas tenían el mismo nombre del lugar, pero estaban en Jamaica y no acá. Tuve que resignarme a recibir las tallas y apechugar no más, pero alguna vez las iremos a visitar: Cavernas de Grotte Bay. Jamás las podré olvidar.
Después de mi impasse de continentes, seguimos atravesando el desierto que se empezó a parecer al norte chico nacional cuando se pasa La Serena y es una planicie sin cultivar. A mano derecha vimos un cartel de comida y doblamos sin dudar. Subimos a una loma y cuando el portero nos paró, fue el turno de Andrés de errar. En vez de decirle Hello al guardia, le dijo Welcome y el hombre y nosotros no podíamos parar de reírnos por el súper gringo que habíamos “contratado” como guía local. El lugar resultó ser un refugio de una tribu antiquísima que se llama SAN y que proviene de los recolectores más antiguos que la historia pueda recordar. En ese lugar, vimos cosas muy lindas como una langosta del tamaño colosal. Roja anaranjada intensa y alas negras con puntos de colores, digna de imitar como un juego escolar. Qué belleza y rareza al mismo tiempo en una creatura tan particular; nunca deja de sorprenderme Dios con su creatividad. El lugar era un epicentro de paz; habían tours para conocer sus tradiciones, sus arcos, su modo de sustentabilidad ecológica y su comida, pero era demasiado caro y la tribu Goycoolea tenía un hambre descomunal, por lo que rápidamente tuvimos que desertar del restaurant que tenían y continuar. Debo confesar que la cara de la señora que nos atendió me conmovió en extremo ya que leí en su rostro una decepción brutal de que no nos quedáramos a conocerlos más. Sus ojos redondos, su cara sonriente y su pasión por trasmitir su historia se me quedaron pegados en el corazón sin poderlo evitar. Quiero conocer más de su tribu aunque sea en forma virtual. Sólo algunos datos que les pueden interesar: hablan más de 12 idiomas y están a punto de desaparecer de la faz de la tierra y toda su sabiduría ecológica y cultural se está perdiendo en medio de la modernidad. No sé por qué este tipo de pueblos me atraen y me duelen como si fuese un imán natural. Hay algo que no logro descifrar del todo, pero sé que tiene que ver con lo trascendente; con lo invisible de nuestra raza humana y que logro atisbar, pero no profundizar. Todo lo tribal, lo nativo es como si me perteneciera en alguna conexión u órgano vital. Quizás por lo mismo me gusta ir a Tirúa porque logro tomar algunos hilos que algún día añoraría enrollar, para ver dónde me llevan y para dónde van. Estoy más que segura que llevan a Dios y a la tierra, pero supongo que para esas locuras me falta “carrete” y conocimientos que ya llegarán. Cada cosa a su tiempo, pero es como si llevara dentro un Avatar que quiere adentrarse en las entrañas del mundo, en sus orígenes y entender cómo es todo más allá de lo superficial. Sé que las tribus de todo el mundo conocen por intuición algo que yo aún no capto, pero me siento como si hubiese miel en sus ojos, en sus ritos, en sus artesanías, en sus fiestas, en sus interpretaciones artísticas, en sus casas, en sus lenguas, en sus huesos, en su forma tan única de relacionar. Sé que ellos nos llevan la delantera en el mundo espiritual, pero que con la soberbia del hombre moderno nos perdemos de su riqueza y me encantaría poderlo sumar. Perdón por divagar en algo tan personal, pero esa mujer bajita, regordeta y aparentemente nada especial, se me quedó cosida al alma como si hubiese sido una hermana perdida que debía conocer y la dejé pasar.
Tuvimos que calmar el hambre de nuestra propia tribu con unos sanguchitos de tomate nada más, pero nos peleamos un paquete de galletas que habíamos salvado de regalar. En las esquinas donde hay semáforos siempre hay alguien que te pide con un letrero hecho con cartón y plumón apenas legible y que estremecen de mirar, por lo que nos quedaba poco del pic nic que habíamos llevado a la Roben Island para almorzar. Por suerte, apareció un pueblo fantasma unos kilómetros más allá, donde había un KFC (restaurant de pollo frito) abierto y pudimos terminar de dominar a la fiera que todos llevaban dentro sin parar. El pueblo se llamaba Langebaan y nos dio una pena terrible de mirar. Miles, y aquí sí que es cierto, miles de casas increíbles y todas aparentemente abandonadas. Era como la película de Poltergeist (¿se acuerdan de esa película de terror?) donde habían construido un pueblo encima de un cementerio y los muertos comenzaban a emerger desde la tierra sin avisar. Tantos millones invertidos en pueblos en que después no hay nadie y vuelan los buitres para acechar. Hasta la playa parecía teñida de un color óxido, como si la muerte de un sueño inmobiliario sin sentido se hubiese arrimado a las olas y ostentara su fatalidad.
Nos arrancamos de ahí rápidamente para no ver más el ocaso apocalíptico de la humanidad y nos metimos en una carretera bien despoblada que nos llevaría a CapeTown. Cruzamos unos cincuenta kilómetros de lomas amarillas, con pastos secos cortados al rape y enrollados en fajos como los de los cuadros de Vang Gogh, listos para alimentar a las ovejas y vacas que de vez en cuando se divisaban en la inmensidad. La soledad se hizo dueña de ese lugar y sólo muy a lo lejos se veían molinos de aspas antiguas moviéndose con toda su intensidad, diciendo aún estamos vivos, no nos vayan a enterrar. Los molinos daban cuenta de la existencia de una pequeña hacienda de muros blancos y techos verdes, pero como pintadas sin intensidad. Todo seco, un poco antiguo y me llenó el alma de nostalgia y añoranza viendo una vez más los vestigios de un pasado que ya no existe ya. Divisé en mis sueños tractores aparatosos trillando el trigo sin parar, colosos con esclavos dentro y mucha abundancia para atesorar. Divisé haciendas llenas de negocios y prosperidad donde venían europeos a hacerse ricos y cambiar los destinos de sus familias para la posteridad. Sin embargo, de eso sólo quedan vestigios y un olor ahumado que lo sentí aún cuando no existiera en verdad. Pasados complejos para muchos, pero que ya no existirán.
En medio de la nada y con ganas de hacer una parada al menos para estirar las patitas, nos encontramos con una casa de locos digna de contar. Decía que había café y decidimos parar. Cómo describir el cachureo más grande, bruto y genial que se puedan imaginar. Primero decirles que vendían plantas de suculentas, cactus, geranios y todo lo que se puedan pensar en cuanto a rusticidad vegetal. Si yo puedo ser maximalista, esta gente me ganó por mil veces más. Cada centímetro de la casa, del jardín, de la huerta, de los caminos interiores, de los baños, de la terraza, del techo tenía un cachureo puesto como decoro principal. Habían botellas, tarros, géneros, tazas, banderas, ollas, cacharros, cucharones, tinas, escusados, pantalones rellenos con arena, sombreros, hawaianas, zapatos, relojes, tenedores, tapas, muñecas, aros, juguetes, rejas, discos, letreros, corchos, ruedas de neumáticos, huesos, cuernos, flores pintadas, cuadros, esculturas, uff sería una lista de nunca acabar. Todo lo que se había usado alguna vez en ese lugar, estaba reutilizado para ponerle una planta, hacerle la casa a una tortuga o para albergar a las gallinas y conejos que se daban vueltas sin preguntar. A eso se le sumaban patos, monos, chanchos, peces, culles y cuánto bicho habían podido criar. Todo mezclado en el mismo lugar, junto con mermeladas, café y harina para hornear. También había un bar al lado y una pista cincuentera para bailar. Columpios hechos con cordel y tinas hechas asientos con cojines pintados a mano por alguna mano local. Parecían los locos Adams en versión local. Sólo me faltó ver aparecer la mano cortada y el Tío Lucas antes de arrancar. A mi me gusta utilizar lo antiguo para decorar, pero realmente esta familia daba cátedra de universidad.
Después de arrancar de esta película surrealista donde los dueños hablaban sólo africans, nos subimos de nuevo a nuestra máquina del tiempo y en segundos, el paisaje se hizo de nuevo abundante y moderno a todo dar. Las viñas se adueñaron de la tierra roja que dejó atrás el trigal. Aspersores gigantes regaban todo como un preámbulo de la ciudad que pronto se volvía a hacer dueña de nosotros y volvimos a la casa casi sin novedad. El casi es porque estaba cortada la luz y era un poco temerario manejar sin semáforos por el tráfico local. La casa también estaba a oscuras, pero el crepúsculo le dio un romanticismo especial. Fui a saludar a Estelle para entregarle un regalo de la Feria de las Pulgas y fue un agrado una vez más. Justo volvió la luz y todo se volvió a vestir de actualidad. Volvió el wifi, volvió el refrigerador a funcionar, volvió la música y volvió la vida que conocemos todos sin no sentir el desgarro de dejar todas esas sensaciones del pasado atrás. A diferencia de Estados Unidos, Sudáfrica tiene contenido y muy contundente, tiene luces y sombras con intensidad. Todo me parece lleno de raíces, de un contacto con la vida radical. Es una sensación difícil de describir, pero que se siente con brutal fuerza espiritual. La tierra habla, los objetos gritan, los potreros se lamentan, los cerros lloran, las playas se ríen, las montañas contemplan, los ríos cantan, los pueblos palpitan, las tradiciones se palpan. Siento que fue un día único, lleno de vida que salió de un pozo precioso y misterioso a la vez y que quiero seguir gustando sin parar. Aquí hay algo que en Chile no está; al menos no en la ciudad. Aquí hay una especie de corriente subterránea que tamborilea en el alma como queriéndote comunicar su sabiduría y belleza antes que se apague o nadie más la quiera escuchar. Su melodía es linda, pero llena de tristeza y lamentos que no logro descifrar. Es como si pudiese tocar el manto de Dios, pero no lo puedo agarrar. Sólo le pido que sane con su fuerza, poder y amor a este pueblo y a todos los que ama en forma tan incondicional.
Día 24: La tercera es la vencida
Al fin el viento se apiado de la tribu y esta vez al madrugar, sí nos permitió embarcarnos en el centro de la ciudad para ir a Robben Island a conocer lo que es la falta de libertad. El trayecto eso sí nos estuvo a punto de boicotear ya que hubo un accidente en el camino y por los parques nos dimos vuelta para poder seguir al Waze que nos daba una alternativa para poder llegar. Aunque suene extraño, me gusta que aún acá se pueden hacer cosas como esa que equivalen a darse la vuelta en el bandejón de Américo Vespucio sin que sea un horror mayor. Aún no hay miles de barreras ni multas, pero probablemente por lo mismo quizás el taco que el accidente provocó. Debo dar como contexto algunas situaciones que no esperábamos y que me vuelven a conectar con nuestra ciudad unos años atrás. El primero y el más importante es el racionamiento eléctrico que se empezó a implementar. Dos veces al día y por dos horas y media cada vez cortan toda la energía de CapeTown y parece que el mundo de los zombis empezara a ser una realidad. Las calles sin semáforo sin embargo funcionan bastante bien porque la gente se deja pasar por turnos y parece todo muy normal. Los supermercados y tiendas cierran porque no pueden funcionar y las casas se adaptan como pueden y guardan agua si la electricidad también les provee esa necesidad. Nosotros aun huasos de este ahorro a veces nos sorprende sin avisar, pero fuera de quedarnos sin wifi, no mucho más se extraña salvo en la oscuridad donde los celulares no dan abasto para alumbrar ni lavar la ropa o los platos que tienen que esperar. La otra circunstancia especial son los tacos al centro de la ciudad. Las culebras de autos se suceden sin parar y ahí San Waze pasa a ser una bendición muy especial que nos ha permitido conocer calles y barrios para hacer atajos y de paso conocer más.
Dios se apiadó de nuestra tercera cimarra escolar, y llegamos justo a tiempo al embarcadero donde había dos botes para cruzar. Nos tocó el más chico y se sentía el movimiento del mar, pero aún suave, como una mecedora que rápidamente hizo estragos en algunos para dormitar. Fue en esa duermevela cuando sentí por primera vez esa sensación de ahogo que debe haber experimentado Mandela y tantos otros al cruzar esas mismas aguas, pero no precisamente para turistear. 11 kilómetros separan la prisión del continente y el viento hace cabriolas fuertes en la medida que se adentra en altamar. Nunca se deja de ver Capetown y su famosa TableMountain lo que supongo que puede ser un alivio y una tortura, además, ya que estás lo suficientemente cerca para oler la libertad, pero lo suficientemente lejos para saber a ciencia cierta que nunca tuya será por tu propio esfuerzo o voluntad. Solo un reo se escapó de la isla cuando era cárcel penal, pero lo hizo en 1600 estando libre de caminar. No tuvieron igual suerte los presos políticos que aquí estuvieron por casi 40 años ni menos los leprosos que los precedieron como habitantes fijos de esta tierra despojada de toda belleza y vida, como si hubiese presentido su vocación inicial.
Robben Island es una isla de 11 kilómetros cuadrados, sin nada de color ni playa siquiera para compensar. Sólo arena, vegetación rala y descolorida, como solidarizando con todo el sufrimiento que albergó por años al ser elegida como “basurero de la sociedad”. Hay islas paradisíacas donde sólo gozo y paz se respira al llegar; en esta inhalas lamentos, silencio, resignación y desolación sin final. Hasta los huiros de las mareas se mueven flojos como si emularan las caminatas de los reos del lugar; todo está muerto y los esfuerzos por hacer del lugar un museo dejan mucho que desear. Nos bajamos del bote y caminamos el mismo sendero que hacían los presos al llegar. Me pesaban los pies y el alma de sólo pensar que podía ser despojada de mi libertad por sólo alegar contra la injusticia de un sistema que es una locura de pensar. Cada negro sudafricano tenía que portar un carnet para andar por la ciudad; no tenían acceso a muchas partes y cuando se ponía el sol se tenían que marchar a los campamentos donde los trasladaron una vez que el Apartheid empezó a funcionar. Hubo un hombre, que terminó también preso en esta island que llamó a la población a marchar por todo el país sin portar el carnet y diciéndoles a todos que se dejaran arrestar. Ese día murieron más de los que se pueden contar. Sólo imaginar esa violencia por tener una condición de piel desigual, me estremece por dentro y me hace pensar en cómo tantas veces nos dejamos arrastrar por ideas de unos pocos y el cerebro y la conciencia dejan de funcionar. Seguramente viviendo acá como blanca, habría supuesto que era normal, como mi misma vecina me contó de su realidad. Ella nació con el Apartheid y pensaba que era como debía ser porque así había sido desde una generación atrás. Lo mismo me pasó a mi con el gobierno militar; era lo que conocía y desconocía que era la democracia y la libertad. Sólo lamento demasiado que siempre todo se tenga que resolver con tantas muertes, suplicios, torturas y crueldad. No habrá un modo de relacionarnos que nos haga más humanos y no tan abusadores y bestias de matar. Creo que hasta los leones nos podrían dar lecciones de fraternidad aquí y en cualquier lugar donde ideas desquiciadas comienzan a implementarse sin que el resto de la sociedad reaccione o sea capaz de parar la maldad. Así hoy tenemos un Trump, un coreano loco, Maduro o cuántos más que ahora no logro recordar. Siguen adelante con sus muros de división, sus pequeños o grandes imperios, sin notar el daño y la muerte que dejan para la posteridad.
Bueno Mandela y muchos negros de toda condición socio económica vinieron a caer a esta isla como cárcel natural, pero además dentro de ella, tenía una prisión más. Un edificio de cemento frío y de un piso nos recibió junto a un exconvicto que nos haría el tour del lugar. Un hombre de unos 70 años, muy caballero y con una sombra de tristeza dibujada en su rostro que era imposible de borrar. Había estado 5 años preso por participar del partido político opositor que se trataba de organizar. Alrededor de 600 presos cabían en el penal, dividido en 9 secciones, 7 de ellas permanentes y dos temporales para castigos especiales o para los líderes que eran aislados para que no influyeran sobre los demás. En cada pieza metían a cuarenta más menos y dormían en el suelo al principio y después en camarotes de un colchón imposible de divisar. A punta de huelgas de hambre fueron consiguiendo algunos derechos como poder recibir más cartas o visitas en el lugar. Partieron con sola una cada seis meses y con censura total. Daba pena ver los papeles tachados cuando sólo amor y preocupación querían regalar. Qué pérdida de tiempo privar a un preso de lo único que lo podía alimentar. Tenían dentro una corte que los enjuiciaba y condenaba a más penas si se portaban mal. Sin abogados, sin defensa, a pura arbitrariedad del gobernador del lugar. El doctor sólo atendía una mañana a la semana a los enfermos y muchos murieron allá; porque había muchos enfermos de locura por las torturas y otros vejámenes que les hacían padecer para confesar. La comida al principio eran solo dos raciones y de muy mala calidad. Una vez más, sólo la resistencia interna logró conquistar una tercera comida y tener el sábado en la mañana para hacer deportes en una cancha improvisada al lado de las celdas para jugar. Los presos trabajaban en labores forzadas desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde y ahí se tenían que ir a acostar. Parte de los trabajos iniciales era trabajar en una mina de conchuela donde muchos contrajeron cáncer al pulmón por el polvo inhalar u otros quedaron con problemas a la vista por la luminosidad extrema del mineral que quemó sus retinas al no tener cómo descansar. En una cueva de ese yacimiento, a no más de 2 km de distancia de la prisión principal, hacían sus necesidades, descansaban cuando podían y comían, además. Hoy esa cueva aparece en el billete de 200 ram como un signo del mayor maltrato que sufrieron tantos por obtener la libertad. De hecho nuestro guía no podía recibir flashes de fotos por padecer esta enfermedad.
En los diferentes pasillos de la cárcel nos mostraron fotos y datos esperables de la crueldad recibida en ese lugar. Sólo dos veces he estado en una cárcel y ambas son para dolerse profundamente por todo lo que se vive acá. Hace 26 años reporteando me tocó un motín en la cárcel de San Miguel y los presos me gritaban cosas que jamás podré olvidar; temí por mi vida, pero especialmente por la de ellos al ver su hacinamiento y resentimiento social. Si algunos caen presos por delinquir comprendo su responsabilidad, pero estos presos estaban aquí por su pensar. Sé que hay demasiadas historias iguales a estas a lo largo de la humanidad, pero ninguna me deja de estremecer por la tontera del hombre y su crueldad. No basta encerrar, además hay que pegarles, abusar y acumular más odio para cuando se puedan liberar. Es un círculo vicioso de horror que me genera una impotencia enorme, pero tampoco sé cómo solucionarlo con mi pequeño pensamiento crítico y mi realidad. Me recuerdo de Aquinas Ried, mi antepasado escocés que era doctor en la cárcel australiana y que creó un sistema de rehabilitación muy bueno que hasta hoy se estudia por la dignidad que otorgaba a los reos y su certera posibilidad de reinsertarse en el mundo sin pecar más. Les daba puntajes en la medida que se portaban bien y eso les daba derecho a criar una oveja y a aprender música y teatro, además. Nada de eso se dio aquí y los presos pasaban de un patio de tierra a otro después de trabajar haciendo su propia cárcel, lavando o cocinando lo que podían pillar. 17 años estuvo Mandela acá, pero en su celda no se pudo apreciar mucho más. La verdad como vestigio de una historia tan reciente y que tiene tanto que contar, este paseo carecía de todo atractivo más que la sensación y el check de haber estado en la desolación total. Sólo si sirve de estadística local, de los ocho de la tribu, cuatro volvimos con dolor de cabeza fatal. Ni el famoso Migranol nos ha logrado mejorar, así que, si este reporte está menos inspirado, no me pueden condenar. Es lo que he podido estrujar de mi cerebro que está a punto de explotar. Mi reflexión del lugar no es muy original, pero tiene que ver con no dar por obvia la libertad. Ir donde uno quiera, trabajar en lo que uno es bueno y puede aportar, levantarse a la hora que la vida nos permita, comer lo que nos guste, escribir o plasmar nuestras ideas y hasta ir al baño cuando uno quiera, no es algo que se pueda suponer como parte del paquete vital. Es un privilegio y hoy aún persisten demasiados que no tienen esa posibilidad. Niños, mujeres y hombres de todo el mundo están forzados por necesidad a vivir en condiciones de esclavitud que no se pueden disimular. Aun con todo eso, el lugar me dejó una sensación rarísima de culpa, agobio, impotencia y frustración global, no sólo porque le sacaron tan poco partido al lugar, sino porque sentí que aún estaba “calientita” la cárcel llorando sus lágrimas e hirviendo de rabia, aunque no se pudiera observar en los pasillos pelados, en las rejas recién pintadas o en uno que otro letrero describiendo los hechos o mostrando las caras que ahí estuvieron y que ya no están. Sensación similar tuve en la Villa Grimaldi cuando la fui a visitar; me enferma la maldad y la tontera humana y no deja de sorprenderme hasta dónde puede llegar. En la isla jamás vivió ninguna mujer; quizás habría empeorado aún más, pero faltaba algo que no fuese militar. Uf, detesto toda esta energía y me apena muchísimo que toda esta lucha legítima aun sigue pesando en este país y no sé cómo se resolverá.
Nos subieron a un bus después de visitar el penal y ahí recorrimos cinco puntos más. Un cementerio de leprosos (más de 1000 tumbas se han encontrado) porque aquí los tiraban para que no contagiaran a los demás. Esta terrible bacteria era muy infecciosa y daba aspectos horribles a los que la padecían y sólo pensar en Jesús o en San Francisco con su valentía de tocarlos, me hace pensar si yo habría sido capaz de actuar igual. Luego vimos un par de iglesias, un colegio cerrado para los niños que actualmente viven en el poblado local, pero en general era un puñado de casas fantasmas y nada más que redactar. Una isla consumida de dolor, de enfermedad, de pobreza, de violencia, de maldad… Sólo vale la pena visitarla para no olvidar y para ver cómo podemos actuar mejor en la actualidad.
Saliendo del muelle tomamos rumbo a la Universidad de Capetown. Un campus precioso, lleno de vida, de jóvenes de todas las razas, de profes entusiasmados por enseñar. Los edificios eran antiguos y estaban cubiertos de una bellísima enredadera que apenas los dejaba respirar; pero fue el perfecto equilibrio para compensar el ánimo y poner vibras positivas a la visita y no desesperar. El viento nos entumió el alma, pero la chiquillada animosa me alegró el corazón y comencé a resucitar. Facultades tras facultades, llenas de libros, de letreros de actividades y shows para participar. Una vista majestuosa de la ciudad me hizo ver la isla Robber de lejos y me pongo a pensar ahora cuánto se valora la libertad cuando la logras recuperar. Es como haber estado enfermo y tener nuevamente fuerzas para caminar. Salir de una pieza, de un encierro o de un secuestro mental es lo mejor que nos puede pasar y esa oportunidad la tenemos siempre, sólo que se nos olvida por su cotidianeidad. A veces nos encerramos en pensamientos feos, en supuestos errados o en dolores o problemas que no tienen relevancia en realidad; debemos encontrar la llave para liberarnos y liberar a otros, además. Quizás llevamos más años que Mandela encerrados en una forma de pensar que nos hace mal y respirar el aire libre es un éxtasis existencial.
Aprovecho este relato para contar algunas últimas locuras lindas que hicimos los días anteriores y que valen la pena de compartir más allá. Lo primero es que fuimos de visita a una panadería local ya que el Benja quiere perfeccionar su técnica y ahí nos ofrecieron enseñarle y darle los trucos para no fallar. Dos señoras muy gordas y sonrientes nos recibieron con los codos ya que sus manos estaban llenas de harina y pegote para amasar. Cientos de platitos de papel embarazados de hogazas de pan. Unas con semillas, otras con harina integral, qué olor más seductor y qué calor más infernal hacía en los pocos metros cuadrados que tenían para hacer todo y hacerlo con tanta celeridad. De ahí nos juntamos con el resto de la tribu que había ido a pasear y terminamos comiendo fish and chips en el muelle de Kal Bay para no cocinar. El mar se adentró en el acantilado sin avisar y hasta los lobos de mar se quedaron atrapados o seducidos por los botes de pesca y los puestos de venta que ofrecían sus primicias para encantar. Hay muy poco marisco y el pescado local está lleno de espinas, pero se deja tragar. Las salsas locales espantaban un poco, pero nos reímos mucho y me encantó improvisar. Al final los mejores paseos salen así, sin avisar y este -el de la isla Robber- que tanto se hizo rogar dejó mucho que desear.
Lo otro y lo último antes de acostar, es que ahora ya no sólo Andrés está probando su suerte como maestro local, sino que subcontrató a dos profesores más chicos, pero de confianza total. Felipe y Tomás también están yendo a Maziphumelele a enseñar matemáticas e inglés a 40 niños y niñitas de la tribu Xsoxa que vive en este campamento vecino y están fascinados de ayudar. Al final la vocación se hereda ya que no hay nada más lindo en la vida que dar ya que se recibe una enormidad.
Día 25: Adentrándonos hacia el este
Antes que parte de la tribu tenga que abandonar este continente para ir a estudiar, decidimos hacer un paseo más allá de Cape Town y ver un poco más cómo es esta tierra que me trae tanta paz, tantas preguntas como sorpresas para contar. Fue así que hoy partimos casi al salir el sol, que también se quiso subir a nuestro auto que estaba a punto de reventar con sus pasajeros y una pequeña maleta para sobrevivir fuera las tres noches que nos vamos a ausentar. Lo primero que me impresiona de todo es lo fácil que es acostumbrarse a todo y dejarse de admirar de la belleza o la pobreza que nos ha acompañado hace casi dos meses ya. La belleza viene dada por una decena de cerros de piedras altos que dividen los barrios de la ciudad; sus plantas también son para pararse a cortar ramos y decorar; pero no deja de ser mi top one el cielo calipso y sus nubes gordas a punto de reventar. Al parecer las motitas de algodón que enseño se vinieron a instalar acá y todos los días me sonríen al despertar. Lo triste viene dado por los campamentos una vez más; esta vez pasamos por uno que habíamos visto de lejos al llegar, pero al hacer camino por medio de sus entrañas, da escalofríos de pensar cómo habitan 2 millones de personas en ese hacinamiento de latón y cables de electricidad. Miles de casitas amontonadas, de minúsculo tamaño y llenos de cachureos en sus techos para que no se vayan a volar, aprietan el alma y creo que jamás me podré acostumbrar. Sobre todo al ver salir a tantos de madrugada salir a trabajar. También pasamos por barrios un poquito mejores, al parecer de los musulmanes que abundan acá, pero lo que más llama siempre mi atención son los niños que van tan bien presentados a estudiar.
Ya saliendo de la ciudad propiamente tal, la verdad es que el camino se convirtió en un brochure o catálogo para anunciar todos los paisajes y climas que se puedan pensar. Pasamos por arenales donde no crecía más que llareta o algo similar; su color era amarillo blanco y sólo pájaros veíamos pasar. Luego, como detrás de una transición musical aparecían potreros de trigo y pastos amarillos que no parecían terminar, y como venganza del verde, luego las parras hinchadas con uvas negras se parecían lamentar por el peso y la soledad. También se nos asomaron cañones de tierra roja y sólo suricatos que se atrevían a cruzar, pero también bosques de aloe vera que parecían palmeras de Dubai. Los baboes se nos cruzaban como algo natural, sin embargo, cuando el auto se acercaba nos mostraban los dientes y su ferocidad. Las montañas a ratos se hacen góticas y se encumbraban en el cielo como queriéndolo pinchar, sobre todo unas muy filudas que parecían las Torres del Paine de acá. Tanto nos gustaba mirar los caprichos de la geología que sin darnos cuenta dejamos un tremendo taco con el banderillero local. Estaban arreglando el camino y fuimos los últimos en pasar; lo que no sabíamos era el tamaño inmenso de la cola que esperaba al otro lado y que nos pitearon al pasar.
Después de un par de horas o más llegamos a un pueblito precioso llamado Montagu que le da el nombre a unos frutos secos muy famosos acá. Compramos unos ejemplares de rigor, pero lo que más me gustó fue la belleza de esta localidad. Las casas eran en su mayoría blancas en estilo Ducht (holandés), pero se habían esmerado muchísimo en los jardines y cada una competía con los mejores colores y combinaciones que puedan soñar. Hibiscus rojos, crespones rosados, agapantos morados y buganvilias fucsias, parecían teñidas por su intensidad. Sólo las apaciguaban los olivos, los membrillos y los manzanos, pero le hacían colleras las granadas a punto de explotar con su granos de color escarlata que me encantan para pintar. En ese pueblo habíamos pensado almorzar, gracias a un dato de la Estelle, nuestra vecina, y resultó ser genial. Un lugar lleno de cachureos de hace medio siglo o más, lleno de carteles antiguos y música en vivo para escuchar. Vendían unos milkshake para chuparse los bigotes de todos los sabores que uno se pueda imaginar. Lo divertido eran los comensales del lugar. Me explico un poco más. La carretera por donde anduvimos es la famosa R62, que equivale a la ruta 66 de Estados Unidos. Nos topamos con cientos de motoqueros barbudos, panzones y cincuentones dominando sus caballos de metal como si fueran mantequilla para untar. Sus chaquetas de cuero Harley Davidson y sus pañuelos en la melena suelta parecían el uniforme natural, pero lo que más me llamó la atención fue el culto por la amistad y por ser el más machote al manejar. Tanto que nos pasaban rugiendo como león enjaulado y eso si que es decir mucho estando acá. Pero a la hora de comer, perdían su poder natural y verlos tomando milkshake me pareció una buena humorada.
En el camino también paramos en una tienda de Sex, pero no vayan a pensar mal. Nada de jueguetitos de triple sentido, sino que el recuento más masivo que haya visto hasta ahora de turistas internacionales. Entramos en una casucha bien sencilla, que pertenece a Ronnie, el de la idea genial y la verdad es que el tipo tiene colección de todo lo que se puedan imaginar atiborrado en las paredes de su local. Billetes de todo el mundo, tarjetas de visita de cualquier ciudad, sostenes firmados, calzoncillos colgando como tiras de pescado para secar; monedas, sombreros, cervezas y todos los recuerdos que la gente haya podido dejar adherido a sus paredes después de tanta edad. En el fondo un gran recuerdo de visitas y la tribu no se quiso ausentar. Pegamos un billete de 1000 en la colección y firmamos en donde pudimos pillar un espacio en blanco para recordar. La ropa interior preferimos no dejarla porque íbamos con lo puesto nada más y porque caían los patos asados como si los mismos huevos de avestruces se pudieran coser sin cocinar. Una tienda loca en la mitad del desierto, pero valió la pena parar.
Como si hubiese sido poca la diversidad, al rato empezamos a bajar una cuesta y el sur se nos apareció sin avisar. Helechos, cerros verdes y hasta musgos donde antes sólo había piedras para amontonar. Un camino largo de cemento que subía y bajaba como serpiente local. Finalmente, llegamos a Knysna, un pueblo costero casi al atardecer de acá. Estuvimos casi 10 horas chacoteando en el auto y fuera de algunos estragos en los traseros de los de atrás, sobrevivimos felices en este primer día de conocer otra cara de Sudáfrica y disfrutar.
El segundo día en este jardín del Edén como algunos lo suelen llamar, partimos con una humedad y un calor que no conocíamos acá. Debe ser la influencia del Indico ya que todo es mucho más verde y tupido, el mar más cálido y hasta la arquitectura se aplasta un poco para no acalorarse de más. Knysna es un sueño de lindo y tiene mucha gente viviendo acá, lo que también es una novedad, ya que la mayoría de los pueblos lindos son fantasmas, además. Aquí abundan las tiendecitas, los restaurantes, los colegios con niños dentro y la gente paseando con total tranquilidad. Tiene un aire muy fuerte de Miami, pero con la gracia de que todo es 100% real. Las casas son antiguas y lindamente remodeladas, los locales tienen mil cachureos antiguos y todo se luce como si se acabara de comprar, los colores que dominan son los claros y las molduras blancas para terminar. Es como un verdadero paraíso para vivir y descansar. Además, hay muchas ferias, artesanos, festivales de música y tradiciones europeas trasladadas acá. Con decir, que vimos un centenar de chiquillos jóvenes vestidos a la usanza escocesa y tocando gaitas en este calor infernal. Todo sea por no olvidar de dónde vienen y seguir haciendo patria acá.
Después de contemplar admiradas las callecitas y su encanto tan especial, nos metimos por caminos más chicos y llegamos a una formación rocosa espectacular. Millones de años deben haberla formado como un escultor celestial, dejando la roca amarilla y roja desnuda, contrastando con el turquesa juguetón del mar. La mezcla perfecta para desembarcar, así que sin toallas ni preparación previa toda la tribu, menos yo, se metió en altamar. El agua tibia fue una tentación extra y una misteriosa cueva que se adentraba en la vegetación fue más fuerte que la prudencia o el reclamo maternal. De capitán a paje se metieron a revolcarse en las olas que se asomaban por este arco de piedra y de ahí no se veía más, así que encomendarlos no más que volvieran más o menos ilesos a donde los esperaba regresar. Como buenos hombres temerarios se habían tirado piqueros desde la altura así que fue mejor no mirar; sólo tuve que recibir a algunos ensangrentados menores que se rasparon con las rocas al salir y al bailar con las olas sin parar.
De ahí seguimos paseando a una isla maravillosa que sólo tenía un pequeño puente para entrar. Dentro puras casas lindas, como de cuentos, con jardines muy cuidados y pintura colorida para alegrar el alma del lugar. Nada de cercos; sólo pasto de verde intenso y motitas de flores serpenteando por todos los rincones con total libertad. Los veleros se afirmaban a las olas turquesas para no encallar, pero sus velas coloridas e hinchadas parecían mensajes de libertad sacados de botellas de la antigüedad. Las olas los llamaron una vez más porque hacía mucho calor, pero nos resistimos para continuar y conocer la famosa Garden Route que era el motivo principal. Llegamos a esa carretera y de verdad pareció trasplantarse el paisaje por uno de una belleza difícil de replicar. Una tupición total de arbustos, árboles y lianas no se querían dejar ver ni abrir por la ciudad; parecía una trinchera de guerra dispuesta a dar la vida antes que rendirse a dejarse pisotear por el cemento y la urbanidad. Los babuinos se paseaban desafiando a todos los autos dejando claro quienes habían llegado primero a poblar la zona y no se asustaban con nada. Los parques naturales se asomaban con sus sorpresas para que los fuéramos a visitar y la verdad deberíamos haber multiplicado las horas para conocer cada árbol y cada sendero de esta selva maravillosa que aún respira con fuerza y que atrae como un imán. Sin embargo, con el ánimo de cumplir nuestro objetivo seguimos viajando hasta un puente increíble desde donde la gente se tira en Benji y que une dos quebradas de piedra que parecen las puertas del Dorado o una ciudad mítica ancestral. El puente una hazaña del hombre, se estiraba como columna de ballena azul en la inmensidad, pero aún más lindas eran las montañas de verde oscuro que apenas dejaban ver piedras en su intimidad. Abajo viajaba un río pero ni el eco lo permitía develar; sólo los gritos de los intrépidos valientes que se lanzaban al vacío para volar amarrados sólo de un elástico por sentir la adrenalina una vez más. Esta vez, gracias a Dios todos pasamos y no sólo por el precio de saltar, sino que realmente daba susto los 400 metros de altura y caer en la nada si es que el cordelito se podía cortar. Lo que sí hicieron algunos de la tribu fue caminar por debajo del puente en un camino de rejilla y nada más. En el fondo sobrevolar el abismo prendido de hilos y “disfrutar” del vértigo de ser apenas un ratón debajo del asfalto y el metal. El resto esperamos que regresaran de la aventura recorriendo puestos de artesanías típicas de acá; una belleza todas, pero se aprovecharon con los precios y no compramos nada.
Ya de vuelta, pasamos por un lugar único llamado Valle Natural. Casi se ponía en sol y nos metimos por un caminito flaco sin gusto a nada, pero de pronto, a la vuelta del camino, nuevamente este país nos volvió a sorprender con una laguna que se había arrancado del mar y dormía plácida sin agitar. El mar furioso en la espalda la quería retar, pero ella se disfrazaba de espejo para que no la pudiera notar. El tema es que no fue la única en quererse sumar a la paz y soledad única del lugar, ya que a los segundos bajó una niebla muy densa que apenas dejaba ver más allá. Los miembros de la tribu se metieron una vez más en el agua, interrumpiendo a los camarones y a los peces traslúcidos que dormían en la laguna afirmados a palos viejos que habían sido arrastrados por algún temporal. Nuestro destino era idílico y un tanto tenebroso de admirar, pero el silencio y el ruido de las olas hicieron una rapsodia imposible de olvidar. Ya cuando nos volvíamos a la casa, empezaron a llegar pescadores nocturnos armados con chupones para sacar camarones del mar. Todo un arte, pero que no pudimos practicar. Esta zona es famosa por estos animalitos y hacen mucha mención a Forrest Gump con su empresa de camarones una vez que acabó de correr y se quiso asentar. Sé que es gringo, pero calzaría mucho más acá verlo con su amigo Bubba salir a pescar.
Mañana iremos a ver unas cavernas y otros pueblitos cerca de acá, así que ahí les contaré lo que pueda observar sin aburrir ni reiterar.
Día 26: Viaje al centro de la tierra
Para aprovechar al máximo el día, nos levantamos temprano por lo menos para el horario tribal y cerca de las 9:30 pudimos zarpar camino a las cavernas que tanta fama tienen y que merecían el plan. Por el camino volvimos a ver el cielo calipso bordado con nubes gordas y blancas, pero esta vez traían chispitas de colores que se movían sin cesar; eran parapentes que se adentraban en el bosque y traían nubes para bajar la humedad. Sin duda una maravilla para mirar, pero no tanto para realizar, ya que también vimos un parapente enredado en los árboles, imposible de rescatar.
En los valles muy fértiles vimos todo tipo de frutales, pero hubo que no conocíamos y nos bajamos en una tienda a preguntar. Eran kilómetros de espalderas como de uva, pero con unas plantas largas y verdes que se encaramaban en los alambres como si fueran cobras encantadas por alguna música que no lograba escuchar. Resultaron ser lúpulos para darle amargo a las cervezas y me sorprendí de mi ignorancia total. No sabía que el sabor de la cerveza no venía tanto por sus propios méritos sino por esta frutita tan empingorotada, que daba para hacer kuquenes o más. En la tienda pudimos probar una bebida sin alcohol hecha de eso nada más y si bien no era mala, tampoco tenía nada de espectacular.
Un poco más adelante, empezaron a aparecer letreros de granjas de avestruces y que se podían montar. No encontramos monturas para la tribu ya que resultó una broma nada más, pero lo que sí fue increíble fue ver los huevos de esta ave rellenos y poderlos comprar para cocinarlos apenas volvamos a la casa y los podamos perforar sin romper para pintar. Es entretenido poder contar que el ojo a todo se acostumbra y en vez de patos o gallinas, en ese lugar, había estacionada una jirafa que nos miró con toda naturalidad. También en ese lugar pillamos carpas en una laguna que apenas nadaban en cinco centímetros de profundidad y parecían querer ser anfibios y abandonar su hábitat natural. Toda esa abundancia inicial del paisaje se empezó a amurrar a medida que avanzábamos y fuimos llegando a un nuevo horizonte parecido a la cuarta región sin mucho riego y con piedras que se amontonaban en cañones empinados para ver pasar a los curiosos que se aventuraban por el lugar. Los letreros de safaris también aumentaron ofreciendo toda clase de bestias como tigres blancos, leones, elefantes, reptiles y todos los demás, pero a los que sí vimos fue a unos camellos que servían para pasear. Para acompañarlos vimos cientos, probablemente mil avestruces en un peladero de cabras como los que se ven en Vallenar. Pobres bichos, se picoteaban de lo lindo unas a otras para agarrar los pocos granos de un neumático que les habían dejado para alimentar. Lo divertido de ellas es que son muy alaracas y copuchentas además, ya que al menor ruido que hacíamos las mil levantaban sus cuellos de plasticina y miraban hacia el auto para poder comentar con su vecina lo raros que éramos los nuevos pájaros que habían traído a pastar. La maldad más grande de algunos que no voy a nombrar fue gritarles como si fueran vacas y los mil pajarracos con sus patas inmensas salieron corriendo como si llevaran tacones y el suelo les quemara al pisar. Yo pensaba que quizás algún huevo dejaban atrás, ya que son caros de comprar, pero ellas además de señoritas son muy pudorosas y sólo gritaron como condenadas frente a la falsa alarma de arrancar.
Después de la humorada con los avestruces fuimos subiendo y bajando por un callejón que nos arrinconó sin escapatoria al final, ya que al final del camino estaban las famosas cuevas y había que explorar. En la recepción nos dieron a elegir el grado de dificultad que queríamos y optamos por bajar a lo más extremo sin dudar. Me tuve que cambiar mi pollerita blanca por un short de Tomás y ponernos zapatos porque si no nos íbamos a resbalar. Armaron un grupo de 12 personas y nos hicieron entrar. Lo primero que me llamó la atención es lo sagrado del lugar; con razón muchos autóctonos no quieren pasar este cruce ya que lo consideran un portal con el mundo espiritual y creen que los seres invisibles viven en el interior de la cueva y les da susto dialogar. El aire se siente un poco más pesado, pero sobre todo hay una atmósfera muy especial. Se nota que estás respirando la eternidad en un segundo y que tienes el privilegio de conocer lo que la creación ha resguardado a salvo de la humanidad. Un salón inmenso nos recibió en penumbras para acostumbrarnos a la oscuridad, pero aún así me pareció estar entrando a la catedral más bella que el hombre jamás podrá edificar. Había un órgano de sal maravilloso que parecía sonar entre mármoles de color gris y amarillo claro que se traslucía al iluminar. El guía nos hizo probar la oscuridad total y me pareció que me transportaba a otra dimensión espacial: un negro lleno de historias, de exploradores previos, de lamentos, de meditación, de tribus ancestrales y de magia que no se logra palpar. Al encender las luces a todo dar, fuimos testigos de lo más lindo que se puedan imaginar: medusas, estalactitas, estalagmitas, formaciones de mármol, formas inéditas esculpidas por el tiempo y una paciencia que no se puede ni siquiera contar. Por lo mismo, me es imposible no darle otra perspectiva a lo que significa una vida para toda la naturaleza y su despliegue de belleza y plan celestial. Me imagine toda mi vida reducida a un chorrito de dos centímetros de sal cristalizada; atrás quedan los problemas, los sucesos que hoy vemos al ponerlos en esa eternidad. Trump, Maduro y los propios “malos” que nos toca enfrentar, son apenas un recoveco de una piedra y hasta le hacen gracia al mosaico general. Pequeñas hendiduras en la mole y no la veta más bella ni la principal. El aroma de la piedra es como de musgo y muy fría de tocar. La toqué para sentir la voz del lugar y lo único que sentí fue la estructura de la vida y dónde uno se debe afirmar. En Dios nada más que nos permite ser parte de una orquesta tan grande y majestuosa en espacio y temporalidad; un concierto de belleza que se va desplegando lenta y inexorablemente y que nada ni nadie puede detener ni atesorar; sólo agradecerla y contemplarla como quien ve a Leonardo Da Vinci tallar.
Una tras otra las cámaras de esculturas se sucedían y no paraban de asombrarnos sin cansar; verdaderas obras de arte talladas con tanta delicadeza que sólo alguien eterno las pudo pensar. Sin embargo, al empezar a bajar, estas piezas se empezaron a achicar y el grupo a exigir de acuerdo a su capacidad. Primero el guía nos advirtió de que nos tendríamos que doblar y sobre todo que los altos iban a sufrir más que los demás. A ratos andar curcunchos y resbalarse en los mármoles húmedos me ´pareció una linda humorada, pero parecíamos estar metiéndonos en un embudo y no sabíamos dónde iba a terminar. La travesía se puso compleja cuando en vez de trasladarnos en los pies, hubo que mutar con las carpas de la poza anterior y comenzar a gatear o ir de lado para no chocar. Los tubos subterráneos horizontales nos doblegaron finalmente a su voluntad y tuvimos que atravesar de guata dejando atrás nuestra dignidad. Ya íbamos como sopas y los esfuerzos del grupo se empezaban a notar, sobre todo una jovencita de tutos y frente abultado que apenas pudo pasar. Yo me sentía como una mariposa tratando de salir del capullo, pero aún con entera dignidad ya que mi anatomía no se quedó trancada con ninguna saliente ni piedra angular. Sin embargo, cuando llegamos a la cámara de la chimenea del diablo, alumbrados sólo por la linterna del guía no vi ninguna salida y sólo un montón de roca derrumbada. Volver me parecía una tortura sofocante, sobre todo después de tanto esfuerzo por reptar, por lo que cuando dijo que teníamos que subir por apenas un agujero de cincuenta centímetros pensé que bromeaba y que ya iba a iluminar la puerta por donde íbamos a emigrar. Craso error. Sin ningún resguardo de seguridad, ni agarraderas, ni linterna ni nada, había que subir por un cañón delgadísimo que daba claustrofobia de mirar. El Pipe, el más complicado de todos, por su altura e incapacidad de caber por el lugar, quiso ser el primero y desapareció raudamente por el agujero y sólo gritaba de vez en cuando que era del terror pero que lo iba a lograr. Después de él Tomás y la historia se repitió una vez más. La Trini y Aki subieron como hámster sin ninguna dificultad y pensé que era mi turno, porque o si no no iba a pasar. Me aventuré en mi nuevo canal de parto y de verdad pensé en lo que debe haber costado nacer en esa oportunidad; bueno en realidad no lo hice porque nací por cesárea y no parto natural, pero sentí cómo había que ir sometiendo los huesos y todo mi ser a lo que la piedra me cedía con escasa generosidad. En un momento sentí que no tenía cómo impulsarme más. Mis rodillas habían quedado atrapadas en la roca y la luz del otro lado me pareció un túnel sin terminar. Haciendo tripas mi rodilla la enterré en la roca casi rogándole que me afirmara para crucar y ahí sólo machucones y fuerza para que con fórceps Tomás y Felipe me recibieran al otro lado tirándome sin parar. Salir también representó una tremenda dificultad ya que caíamos en rocas filudas que esperaban la carne con ansiedad. No quise ser su plato del día y salvé ilesa de sus cortes y del machucón final, pero para salir tuve que salir invertida para no reventarme la cabeza al final. De verdad creo que ha sido lo más exigente y peligroso que he hecho en mis 49 años de edad. Cualquier resbalón o caída eran varios huesos rotos y un fracaso del viaje que aún nos queda por acá. Dedos, caderas, el pecho y las rodillas se tensaron y esforzaron con tanta intensidad que creo que quedé más agarrotada que si hubiese chocado con una locomotora local. Detrás de mí sin embargo venía Andrés Junior y realmente pensé que sería imposible de lograr; sin embargo su actual delgadez y bravura le permitieron cruzar y salir airoso de una prueba mucho más mortal que volar. Lo que sí el olor a camello que le salió fue para arrancar. Literalmente salió hecho sopa del agujero por todo el esfuerzo realizado, pero al ver su cara sonriendo sentí que era lo mejor que le había podido pasar. El resto de la tribu, con Andrés y el Benja no se quejaron de nada; no porque no les costara sino que por orgullo y para no desentonar, dejando atrás la claustrofobia y cualquier ahogo previo a esta experiencia radical. El tema fue la gordita que también quiso cruzar. Sólo escuchábamos shit shit sin parar, pero creo que el lifting de roca le hizo estupendo y salió como prieta pero orgullosa igual que los demás. El guía fresco se había dado una vuelta secreta y nos esperaba en un resbalín de piedra al otro lado del portal. Según él hace dos semanas que nadie del grupo se quedaba atrás así que nos sentimos chochos aunque no fuera verdad. Es increíble turistear en países como estos donde nadie conoce las demandas por los accidentes que le lleva el riesgo total. Jamás en Estados Unidos, Europa o el mismo Chile habrían arriesgado a tal extremo a los paseantes sin cobrar un seguro o hacernos firmar alguna renuncia por fallar. Todo el suelo resbaladizo no tenía ni siquiera gomas o lijas para afirmar las patitas que bailaban como jabón Popeye en la oscuridad. Nada de linternas, ni baño, ni botiquín por seguridad. Simplemente la aventura como 50 años atrás. De hecho, según el guía sólo se le había muerto una señora por andar por donde no debía y que se había quebrado la clavícula y más huesos al volar como Superman. Me sentí orgullosa de la tribu y su temeridad, pero me sentí mucho más feliz de salir a la superficie y poder respirar. Las sensaciones que da el fondo de la tierra son muy particulares y dignas de reflexionar. En primer lugar el silencio y el misterio que albergan no se puede comparar con nada. Te sientes apenas una lombriz divagando por dónde reptar y sabes que eres vulnerable al tiempo y a que alguien efectivamente te pueda encontrar. Es lo más parecido a la vida de un minero pero sin nada que explotar; sólo rasguñar las entrañas de la tierra como si fuese la ballena de Jonás fosilizada. La claustrofobia no me alcanzó a dar, pero sí la sensación de un aire de millones de años que no te logra refrescar. Las murallas frías y resbalosas tampoco ayudan a la acogida del lugar, pero con todo es un lugar sagrado; como un templo escondido perfecto para sentir a Dios y comprender su plan primordial. Al ver cómo las vetas de colores se van trenzando sin parar, como un helado tricolor derretido con suavidad, ves cómo todo calza y que se trata sólo de tener paciencia para esperar ver la obra al final. El agua que recorre los túneles es digna de escuchar; es un canto suave y melodioso, digno de embriagar, pero yo bruta, no lo supe dimensionar y seguí recorriendo el intestino de la tierra con un zapato empapado pues en una poza lo fui a enterrar.
Terminada la caverna cerraron con nosotros las puertas pues fuimos los últimos en entrar y en salir además, Un golpe sordo de roca y fierro me hizo ser consciente de cuánto misterio tenemos aún por descubrir en la humanidad, no sólo en la naturaleza sino dentro de nosotros mismos y que se despliegan con belleza en medio de la oscuridad de nuestra conciencia y que podríamos contemplar. Al ver tantos millones de años solidificados en un solo lugar, siempre aparece la duda sobre el propio recorrido y el aporte que podremos dejar. Espero de corazón dejar un cristal muy transparente para mirar, quizás como algunos de los que el guía mostró como ámbar natural; cuánto trabajo se ha llevado el creador para plasmar tanta belleza natural y si eso ha hecho con las piedras, cuánto más podría hacer con nuestro corazón si lo dejáramos entrar. Me imagino que el amar es como una caverna sin fin conocido y que si lo recorremos con pasión y valentía probablemente saldremos mucho más machucados que lo que hoy pude experimentar, pero finalmente con unos pocos peregrinos exploradores podremos encontrar la fuente de agua original de donde sale toda la belleza y la verdad que hoy pudimos sentir y gustar. Agradezco este día como uno muy especial; fue un regalo único que la tierra se abriera para conocer su vientre y verla palpitar con tanto señorío y dignidad. Como es adentro es afuera, sólo que nos falta mirar; poner más atención con lo que vivimos, porque quizás detrás de una roca que hoy nos molesta o nos entorpece el camino a nivel espiritual, se esconde la más bella veta que nos llevará a la felicidad. Sólo hay que confiar, seguir caminando y esperar que todo esté en su lugar.
Cansadísimos buscamos dónde bañarnos para expulsar a algunos camellos que se subieron al auto sin preguntar, pero se nos hizo de noche y llegamos a la casa peor que Indiana Jones después de pelear. Calentamos unos pies de pollo que habíamos comprado antes de viajar, ya que aquí todo a las 5 se duerme sin atenuante alguno, aunque sea un hambre mortal. Guardamos los huevos de avestruz para otro día y nos fuimos a dormir con todo adolorido, pero felices a no más dar.
Día 27: Los últimos machucones
Como si el día anterior no hubiese contenido la cantidad de adrenalina de un año para contar, al día siguiente nos levantamos temprano nuevamente para empezar a volver a Capetown. Sin embargo, antes teníamos que hacer un trecking muy recomendado y que “sólo” tenía 10 km para andar. Mis recuerdos de Santiago de Compostela no se hicieron esperar e inmediatamente mi rodilla se empezó a hacer notar. Caminamos con un calor grande por un bosque sureño de Chile con pájaros que cantaban precioso pero que no pude encontrar. EL suelo con hojas secas, tablones y piedras fue un lindo peregrinar que nos conducía no sin esfuerzo a una altura final. Al costado viajaba un río de aguas cobrizas y piedras enemigas del bañar. No se veían peces, pero sí muchas ramas y matapiojos volar. El río se ensanchaba y se dejaba navegar por algunos intrépidos turistas en kayaks o similar. Me dieron una envidia parida al ver que no sufrían de ampollas en sus piecesitos ni tampoco les dolía caminar. Sin embargo, tampoco podía arrugar, así que seguí caminando a mi ritmo todos los escalones con dignidad. El esfuerzo una vez más valió mucho la pena ya que el río en su origen se metía en las rocas en total complicidad y llegamos a una cascada de agua fresca donde uno se podía bañar. Ahí en el “balneario” natural debe haber habido una veintena de turistas que no se acobardaban de sacarse la ropa con lo que tuvieran no más. La vergüenza había quedado en la puerta del parque así que vi más que una que otra presa alemana y extranjera expuesta sin pudor ni nada. Nosotros íbamos aperados con nuestros trajes de baños así que no mostramos ninguna presa a la comunidad; muy por el contrario, fuimos lindos y elegantes, como si estuviéramos en Zapallar. La verdad la elegancia es sólo para rimar, porque los brutos se subieron altiro a la cascada y se comportaron como si estuvieran en un jacuzzi municipal. Chochos se metieron dentro de la roca para refrescar. Andrés junior y ya también nos bañamos, pero no contábamos con la dificultad que implicaba salir de la poza principal. Una vez más las rodillas sufrieron el impacto principal y más encima tuve que ayudar a varias otras turistas a salir porque la fuerza no les daba y la roca era resbalosa como una rana o un pescado al natural. Finalmente, el paseo salió espectacular. Nos bañamos en el río por largo rato y ahí nos dispusimos a cruzar todos los paisajes de la ida para llegar a Cape Town.
Estos cuatro días en el este fueron una hazaña que jamás se nos va a olvidar. Una montonera de paisajes únicos y salpicados en el camino como en menú de restaurant: desiertos, montañas, ríos, playas, lagunas, acantilados, cielos calipsos, bosques y hasta selva valdiviana pudimos ver en sólo 400 km de viajar. La casa donde alojamos era muy particular. Todo estaba mal puesto, pero era amplia, cómoda y de excelente calidad. El tema es que el arquitecto al hacerla debe haber estado en estado de ebriedad, porque dejó baños pasillos y un comedor donde apenas se podía entrar. Todos los paseos fueron naturaleza en primera plana y pudimos respirar libertad y adrenalina como nunca se da en la ciudad. Caminé en suelo africano a pata pelada. Jamás pensé hacerlo antes, pero sentí esos 10 km (o menos quizás, porque las zapatillas las exilié en la mitad) como una percusión del hábitat que algo nos quería contar. Esta tierra es buena, sufrida, pero generosa para darse y mostrar sus secretos un tanto inconsciente de su belleza e ingenuidad. Su variedad y su verdad las puedes respirar en cada segundo viviendo acá, lo único que también se ve su dolor y su crisis que no sé para dónde irá. Los incendios no se dejan de presentar, igual que en Chile con el calor estival, sin embargo hasta de eso se aprovecha Dios para regalarnos un atardecer maravilloso donde sólo nos faltó pintar de negro ese árbol de la vida tan característico de acá.
Creo finalmente que no es redundar, porque también es importante para la posteridad, el destacar la preciosa experiencia que se da al interior de la tribu con su diversidad y simpatía natural. Nunca falta alguna maña o enojo, pero la alegría, la simpatía, la humorada es lo que más se da. También las conversas serias y el balance de que en este verano han pasado cosas muy grandes en cada uno y en la suma total. Dos meses que nos dejaran un sello imborrable, aunque difícil de explicar. No es fácil explicar la radicalidad de la existencia como se siente y vive acá; sus contrastes, sus bellezas, sus fealdades y la desigualdad. Todo es tan evidente como la vida misma, sólo que no tiene disfraz. Aquí todo está a la vista y todo te hace pensar en tu propia vida y mirar tu propia historia como este continente para seguir peregrinando agradecida de todo lo que me da.
Día 28: Los últimos días de la tribu en pleno
Escribo estas líneas cuando ya cuatro de los miembros de la tribu van surcando los aires para regresar a nuestro Chile querido y recomenzar con sus estudios y responsabilidad. No puedo negar la ventosa que se abrió en mi alma al verlos salir por la puerta y bendecir su viaje para reencontrarnos en tres semanas más. No hay peor dolor que el gozo de dejar volar a los que amas en libertad. Sé que suena contradictorio, pero eso siento como mamá. Es necesario que cada pollo se transforme en águila y vuele en libertad, pero nunca dejarán de ser una parte de mi ser y los siento en cada respirar. Parto por el final. Los cuatro mosqueteros de la tribu, es decir Andrés, el Benja, Tomás y Felipe, salieron a medianoche del 27 de febrero cual terremoto emocional, dejando atrás dos meses y un poco más de puras bendiciones y encuentro familiar. Los entregué a su destino con profundo orgullo porque vi en sus ojos la alegría y la felicidad de estar ya armados con recuerdos en su alma y en su mente que jamás se borrarán. Este viaje ha sido uno de los tesoros más lindos que podremos recordar por la posteridad, no sólo por las maravillas de la naturaleza que contemplamos, sino por la sintonía afectiva que nos provocó esta tierra tan hermosa y natural. Como nunca nos sentimos profundamente acogidos, queridos por la gente local; no fuimos turistas; nos hicimos amigos para la vida y que se prendieron a nuestros corazones por la eternidad. Me vino el recuerdo de esa historia china del hilito rojo donde las personas que deben conocerse, tarde o temprano lo harán porque el hilo estaba amarrado desde antes de venir acá. Sólo como una muestra del cariño recibido, les puedo contar que, al salir a las cuatro de la mañana a embarcar, nuestro auto estaba decorado con corazones rojos de papel y un gran corazón que decía, “Vuelvan pronto”. Lo habían dejado los vecinos del frente que antes habían despedido a nuestros jóvenes aventureros con champagne y el ofrecimiento real de utilizar su casa cuando quisieran volver acá. También Estelle y sus niñitas se vinieron a despedir y lo hicieron trayendo regalos para cada uno y caritas tristes por el desapego que la partida iba a significar. Cuánto amor en sus miradas; cuánta emoción en el momento de abrazarse para no verse por largo tiempo quizás. La verdad creo que a nivel personal encontré una hermana al otro lado del océano y los niños hermanas y una tía muy especial. Habíamos preparado unas hamburguesas “chilenas” para despedirlos con una chanchada; finalmente, todos compartimos la “Last Supper” (la última cena) con sentimientos muy lindos para atesorar.
Como últimas actividades con tribu completa quiero ir de atrás para adelante y relatar la cotidianeidad, que es el regalo más lindo para guardar en este baúl de experiencias maravillosas que no aparecen en las fotos ni en los videos, pero que quedan grabadas para la eternidad. Antes de partir fuimos a ver la puesta de sol a Chapmans Peak, que es el risco que nos recibió a la llegada y que su belleza se impone por el colorido y por el acantilado que lleva a un océano imposible de delimitar. Estaba nublado y pensamos que había sido un fiasco el esfuerzo final, sin embargo, a poco andar, de entre medio de las nubes surgió como un cáliz de oro, la esfera dorada con toda su majestad. Parecía que Dios gritaba con sus rayos a la humanidad y las nubes lo trataban de silenciar. A lo lejos se coludió una ballena que salió a la superficie para saludar, logrando mi máxima felicidad. Uno a uno los detalles iban llegando para confirmar que Dios nos quiere mucho y nos quería regalonear. Las bromas y el cariño no se hicieron esperar; abrazos largos, lindos nos unieron con amor profundo y gratitud total. Creo que no hay gozo más grande que sentir esa energía bailando entre medio de los que nos amamos como un big bang real.
Los días anteriores tuvimos una catarata de cariño expresado en mil formas que voy a enumerar: lo primero, un brahai que nos convidó la Estelle con sus amigos del remar. Fuimos a un Club de Yates muy lindo y sencillo, muy cerca de acá. Insisto en comparar con nuestra infraestructura hace 20 años atrás; linda, digna, pero sin ostentación ni lujos de más. Llegamos armados con una ensalada de papas y una carne para compartir, sin haber alcanzado a comprar más, porque los supermercados los cierran a las 5 y después no hay donde comprar. Llegamos a unas parrillas compartidas y el grupo era de una diversidad genial, ya sea en historias como en edad. Mucha gracia me hizo un señor que no me paraba de hablar ya que había estado en 1968 en Chile con la marina sudafricana y había tenido experiencias en nuestro país que no podía olvidar. Por supuesto que se imaginarán que son para mayores de 18 años, pero el tipo no olvidaba Caleu y sus peripecias en el lugar. Lástima que haya conocido sólo esa realidad, pero se reía mucho con sus historias ya que era la primera vez que él salía de su burbuja familiar y lo hizo soltando trenzas, chapes y todo lo que pillo en el lugar. También conocimos una pareja muy amorosa donde él era periodista editor de un diario económico local; ella era psicóloga y literata y trabajaba desde hace un año en una viña muy antigua de acá. Encantadora ella, llena de vitalidad. Es increíble cómo Dios nos va juntando a los que pensamos más o menos igual, ya que no pudo ser más coincidente, que al ir a ver la puesta de sol el último día, con ellos dos nos fuimos a encontrar y ya estamos listos para ir a visitar la viña y pasear ya que ella es la encargada del lugar.
Me encanta la sencillez del compartir, sin grandes cosas y mucha amorosidad. Salchichas, pollo y una que otra carne medio dura, fueron más que suficientes para crear una gran mesa donde la tribu invadía un buen espacio, pero eran el chiche del asado familiar. La brisa fresca y el olor y sonido del mar hicieron de esa despedida un privilegio para contar. La gente que hemos conocido es buena y acogedora y eso no puede ser casualidad; es la presencia del Señor que nos quería regalonear.
También algunos valientes quisieron ir a escalar por última vez los cerros y dejar la bandera chilena flameando en este lugar. No lo hicieron literalmente, pero sí me consta que algunos miembros de la tribu quedaron adictos de la montaña y de toda su sabiduría y majestad. Yo en esa parte paso porque caminaron por casi seis horas sin parar. Los senderos se abrían sin límites y el entusiasmo no flaqueó aún cuando el sol empezó a hacer estragos en la piel de los peregrinos sin piedad. Debo sólo relatar lo que contaron al regresar, ya que ese día al menos, con el Benja y la Trini, nos dedicamos a guatonear. Las vistas son imponentes y sobre todo un recuerdo evidente de que la naturaleza manda a la ciudad. Un cerro como Table Mountain metido en la mitad del centro de Santiago sería un tesoro nacional. Sus fuentes de aguas, sus flores, su fauna, sus rocas milenarias, sus nubes que surgen de la nada, sus senderos, son un paraje de cielo que podríamos emular en nuestro San Cristóbal o en el Manquehue si es que existiese mayor voluntad. La flora local aquí se conserva como patrimonio y nadie la puede sacar. Maravillosas proteas se yerguen como antorchas de arcoíris con majestuosa belleza y diversidad. Parecen hechas de plástico, casi como esas chinas que jamás uno compraría por su siutiquería, pero que aquí son reales y parecen hadas congeladas.
También durante estos días nos despedimos -bueno los que se fueron- de la playa local. El agua no quiso solidarizar con nosotros y permaneció congelada aún cuando le rogamos que nos acogiera con benevolencia nuestra partida del continente Africans. No obstante, la arena fue un lujo para jugar y una vez más nos aprovechamos de abrasar y decir cosas lindas para expresarnos el amor que une a la tribu sin parar. También la chacota fue un rito familiar; más machucones de los que quisiéramos se llevaron algunos, pero fue una experiencia linda de grabar. La playa resintió nuestra partida y al atardecer se puso a llorar, pero solo unos lagrimones y la logramos contener y controlar.
Los profesores de matemáticas e inglés también tuvieron la oportunidad de despedirse de sus alumnos de acá. Fotos vienen y fotos van, grabando esas caritas llenas de luz que no podrán olvidar. No sé si aprendieron mucho, pero al menos ya saben que existe un país llamado Chile donde hay tres locos que los quieren de verdad. Mazi fue siempre de menos a más. Una experiencia de pobreza extrema, pero con la dignidad y alegría de los niños que te tocan el corazón sin preguntar. Sus caritas son dignas de pintar, más que en papel, en el alma, para buscarlas también en el territorio nacional. La capacidad que tienen los niños más desfavorecidos de agradecer lo mínimo que se les da es una bendición que desgarra el alma de quienes creen que en realidad van a dar, cuando lo que reciben de sus ojos llena el universo y aún más. La inocencia y la gratitud son regalos escasos, pero que algunos de la tribu pudieron descubrir como diamantes para su experiencia vital. Estoy segura deque Felipe, Tomás y Andrés papá se llevan a esos niños zurcidos en el corazón como anillo nupcial.
La despedida de Yolanda, la señora que nos ayuda en la casa, también fue de una ternura sin igual. Si bien apenas les llegaba a los hombros en la foto para la inmortalidad, su simpatía e inteligencia los equiparaba en altura y más. Qué mujer más alegre, más positiva, más fuerte, más valiosa y elegante desde su sencillez y sobriedad. Tiene más de cincuenta años y parece de treinta en verdad. Echábamos bromas de que se mantiene mejor por no ser madre ni señora de alguien, pero en realidad se debe a su estado físico ya que corre maratón y hace ejercicios sin parar. Sus piernas son muy fuertes y ágiles, pero tiene un trasero descomunal; casi como una abeja con sus canillitas, llena de dulzura y laboriosidad.
El resto de la rutina ha sido ir al colegio a aprovechar los últimos días y a regalonear. Cierto que algunos días da sueño la madrugada, pero se ha borrado la flojera al regresar. El supermercado, la cocina, el escribir y las sentadas han sido mi panorama primordial. Me quedan pocos días para que se termine esta aventura y los libros los debo terminar. Creo que vamos bien encaminados, pero nunca falta qué hacer, aunque la tribu haya bajado a la mitad.
La casa hoy se vistió de silencio y me quedó más grande de lo habitual. Sólo cuatro piojos volando y sin piano ni música loca para deleitar. Sé que es un tiempo diferente el que nos queda con sólo los regalones que se mantienen acá, así que a aprovecharlo al máximo y dar gracias por esta oportunidad. Los cuatro grandes van volando y nosotros seguimos estando en territorio africano por tres semanas más, así que no faltará algún nuevo reporte o aventura que contar.
Día 29: Tribu reducida
Lo primero que se nota en la casa de acá es un silencio que no para de sonar. Las piezas donde antes habitaban jóvenes llenos de vida y energía para gastar y desordenar ahora lucen impecables pero inertes a no poder más. El piano llora desconsolado frente a la falta de alguien que lo quiera acariciar, por lo que hoy lo intenté tocar, aunque más no fuera una polca para poderlo aliviar. El refrigerador también hace su protesta frente a una abundancia que desconocía ya que todo dura mucho más de un día y eso lo tiene descolocado. La lavadora de platos está en huelga porque dice que le bajaron el trabajo a la mitad y la lavadora de ropa hace escándalos porque ya sólo lava sábanas y toallas y extraña calzoncillos y calcetines llenos de mugre para limpiar. Toda la atmósfera respira a vacío y las risas aún se escuchan resonar; la mesa la achicamos a un tercio y las sillas extras las pusimos en su lugar. El auto se redujo con veneno de jíbaros y ya no hay “shot gun” por ir en la ventana, adelante o atrás. Todo respira a abundancia, a orden, a tiempos de silencio que son muy raros en esta tribu partida por la mitad. Con todo el trabajo que da el staff completo, no hay duda que se prefiere mil veces eso a la pulcritud de este lugar. Prefiero mil veces el caos que la perfección alba y magistral; prefiero mil veces el ruido distónico de músicas que pelean por dominar el lugar a el silencio penetrante y entumecido que a veces se puede dar. Prefiero tener mil hijos y mil nietos antes que tener una mansión en Paris o en cualquier lugar Fancy de la humanidad. No hay nada que haga más feliz a las personas que los vínculos de verdad. Ciertamente no es fácil coordinarse sobre todo cuando se promueve el derecho a voto y la libertad, pero con todo igual es un nido delicioso y acogedor que nada puede comprar.
A pesar de todo lo anterior, estoy muy tranquila y dispuesta a disfrutar al máximo el estar acá, ya que Dios siempre va ofreciendo otras oportunidades y regalos que no se asoman cuando el caos o el ruido es total. Lo primero es tener la paz y la tranquilidad para poder avanzar en los libros que me trajeron acá y valorar las ausencias como parte de un proceso vital, que tarde o temprano me va a llegar como mamá. Soltar a los pollos implica un gozo por la libertad que se gana y también un dolor porque efectivamente no te necesitan tanto como hace unos años atrás. La clave está en irse desplegando en otras áreas y no quedarse pegada. Es por eso que los cuatro fantásticos estamos llenos de energía para aventurarnos por tres semanas más y las sorpresas no paran de llegar. Así también tener más tiempo para los que sí están, es un privilegio que pocos pueden contar. Los dos chicos son una delicia, aunque discuten por leseras, que acompañan una enormidad. Aki con sus historias y cuentos y la Trini con sus creaciones y emprendimientos que ya les voy a contar. En todo caso, la vecinita chica ya se nos acopló como parte del clan. Si no fuera porque es enana y albina para poderla adoptar, su ternura e inteligencia me tienen cautivada.
El primer día que salimos al mar, recorrimos callecitas sin apuro y eso, aunque parezca obvio, jamás lo puedo hacer sin que aleguen los demás. La Trinita de mi mano y aki de la de su papá, nos metimos en mil tiendecitas llenas de cosas lindas y antigüedades para curiosear. El pueblo elegido fue Simon Town, un lugar antiguo, adherido con rocas al mar. Fascinante ver los milkshakes y los “fish and chips” que ofrecen como si hubiésemos vuelto atrás. Vasos de vidrio gigantes, olor a canela en las calles y a una fritura suave que embriagaba el paladar. A las tiendecitas se le sumaban los puestos ambulantes con hombres y mujeres que ofrecen sus mercancías para negociar. Todo parte cien veces más caro que te lo dejan al final, pero como a mi no se me da ese don, prefiero saltármelos porque me apena demasiado regatear.
Entramos a una tienda de cachureos antiguos y la verdad que pensé que hasta Tutankamon podía esconderse en algún lugar. Qué manera de haber objetos preñados de historias que quería exprimir para contar. Muñecas de loza, cascos de guerra, timones de barco, claraboyas, hormas de zapatos, autitos, petacas, monedas, trajes, brújulas, discos y un sinfín de colecciones de un cuanto hay. Veía las caras que me regalaba cada objeto, ya que seguro sus dueños ya no están en nuestra dimensión terrenal. Soldados, esclavas, cocineros, marineros, niños que ya pasaron a la cuarta edad; todo un amasijo de hombres y mujeres apretados en artilugios queriendo sobrevivir para la posteridad. Los niños se pusieron a jugar en un Flipper y fue entretenido recordar cuántas fichas podíamos gastar con tal de ganar. Ahora se reemplaza por el celular; no sé si me gusta en verdad; parece que lo antiguo está más vestido de realidad que esas luces y chips que hipnotizan a los niños y la juventud actual.
Al salir de esa tienda, vi una aleta en alta mar. Se la mostré a Iñaki y ya que él es el sabio reconocido de la casa, se puso a dar su veredicto de que era un temido escualo que salía a vitrinear. Un bicho desconocido de al menos tres metros saltó por los aires y me dio escalofríos Pensar que justo hace unos días, los niños surfistas de la tribu ahí mismo habían intentado capear olas con inocencia total. Seguimos a la playa de los pingüinos ya que el supuesto tiburón no se quiso mostrar más. Quedó en la incógnita su especie o si era otra creatura del mar, pero que vimos un bicho grande y con aleta, eso nadie me lo puede negar. Lo digo explícitamente ya que el chofer se niega a creer esa versión final. Como el cuento de la rana americana que tampoco vio entrar, espero que este tiburón no venga a morderle una pata para hacer evidente mi veracidad. En la playa de los pingüinos, que conocimos al inicio, ya no quedaban los turistas de antaño que atiborraban el lugar y sólo nosotros cuatro y un puñado más, pudimos disfrutar, según mi modo de ver, una de las playas más lindas de la ciudad sobre todo si consideramos que el océano Indico permite subir la temperatura para poderse bañar. Los pequeños caballeritos de blanco y negro se nos acercaban divertidos a conversar; su caminar de pato es una gracia digna de imitar, pero no hay que jugar con su genio porque son enojones y te pueden picar. Contemplando a estos buenos mozos pequeñitos, algo llamó nuestra atención unos metros más allá. También eran animales blancos y negros, pero de dimensiones enormes y de brutal apetito para cazar. Sí, a menos de doscientos metros, había dos orcas asesinas comiéndose una ballena que varó en altamar. Será el ciclo natural de la existencia, pero igual da pena de pensar, sobre todo cuando las ballenas son mis predilectas creaturas del mar.
Al volver a la casa pasamos por el supermercado y también el cambio es digno de destacar. Cosas ricas y chicas ya son posibles de comprar. Total, entre cuatro se pueden disfrutar. Lo mismo la cama para regalonear. Cabe toda la tribu en pleno y vemos películas para entretenernos antes de acostar. Sentir sus abrazos y apretujes es lo más rico que hay, sobre todo que en las noches el frío se está haciendo notar lenta y sutilmente, pero igual que en Chile se viene para quedarse y no lo podemos echar.
Andrés ha seguido su vocación de educador y cada vez se encariña más. Tanto que los niños le tocan las piernas y los brazos cada vez que va. No vayan a pensar mal, pero es que no conocen de cerca la piel blanca ni menos los pelos de las patas porque todos son lampiños acá. Toda una novedad mi machote, aunque su calvita deje mucho que desear y le permita solidarizar. Con su espíritu temerario y aventurero a veces sale caminando por las calles de Mazipumelele así no más. Como una mosca en la leche invertida, se pasea entre medio de chiquillos chicos, mujeres llenas de protuberancias y colores y una multitud que no repara en que es calle y no pasillo por donde transitan con toda libertad. Yo por mi parte lo dejo y sigo manejando en mi Polo blanco que también desentona un poco en el lugar, sobre todo cuando se me olvida pasar los cambios porque es mecánico y no automático como el anterior que arrendamos acá. Es un buen ejercicio mental manejar mecánico al revés sin hacer funcionar el limpiaparabrisas en vez de señalizar. Todo un brain gym que espero me mantenga “joven” unos años más.
Hoy después de que llegaron los niños del colegio, hicimos una omellete de huevos de avestruz y partimos a una viña donde nos invitaron a pasear. Se llamaba Groot Constantia y es la primera que se fundó en Sudáfrica y tiene vinos de calidad sin igual. Llegamos y nos esperaba nuestra vecina con la amiga que trabaja en ese lugar y aunque nos quisimos hacer los locos, finalmente terminamos en una cata de vinos espectacular. Cada uno con su copa fuimos probando vinos blancos, rosé, tintos y hasta un oporto al final. El tema es que se acompañaban con barritas de chocolate para cada cual. Las barritas volaron entre las garras de los secuaces que llevábamos y entre descorche y descorche me empecé a marear. La Estelle que nos acompañaba, se reía de mi discapacidad alcohólica y yo para mis adentros me reía de mi misma, ya que me gustaban mucho más los chocolates que las copas que luego debía vaciar en un tarro que se habrían querido algunos sibaritas por allá.
Medio mareados nos fuimos a caminar por las viñas que eran una preciosidad. Miles de bordados verdes colgados de decorados púrpuras y verdes que las doblaban sin piedad. Ciertamente falta para la vendimia y los racimos aprovechan de captar todo el azúcar que pueden del sol estival. Todo perfecto, ordenado y lleno de aromas que embriagaban con suavidad. Debo decir que las copas sí me gustaron por sus aromas; cada uno era como un viaje a una dimensión especial. Sé que muchas veces son cuentos de marketing nada más, pero estos vinos eran generosos en frutas, canela y mil especies que me trasladaron a siglos atrás. Estos vinos son los que tomaba Napoleón y que se los concedieron en su prisión final en Santa Helena o los que bebía Charles Dickinson para inspirar su creación intelectual. Casi 400 años de tradición encerrados en muros gruesos que exudaban más de lo que querían mostrar. Se oían lamentos de muchos que fueron esclavos en este lugar; se oían las órdenes de unos pocos sometiendo a la inmensidad; se percibían los pies descalzos pisando las frutas sin descanso ni paz; se oían los quejidos de tantos cosechando a pleno sol sin acabar; se oían los cantos en las bodegas para poderse entretener en la faena laboral; se olían los caldos y los pucheros en la cocina principal. Se veían los ropajes innecesarios y abultados de la nobleza local, pero sobre todo se percibía vida y muerte en un ciclo sin acabar. Resulta que ahora la tortilla se invirtió y son los blancos los que trabajando aquí no tienen ninguna opción de ascender en la escala social. Hay una discriminación invertida que no sé a dónde irá a parar. Esta es una viña estatal y por lo mismo se rige por la política actual que da beneficios a unos y castiga a otros para compensar. Qué compleja la salida… los blancos, en su mayoría se quieren ir de acá y si no lo hacen es porque no tienen oportunidad y/o aman demasiado su tierra y la historia que han tejido por 400 años o más. Anoche vimos la película que ganó el Oscar y que se llama Green Book por si la quieren buscar. Un pianista prodigio negro entabla una rara amistad con un blanco americano bruto como el que más. Un simplón y mal educado que se va sensibilizando con toda la discriminación que debe sufrir el primero a pesar de su genialidad. El Green Book era la guía que se utilizaba en los 60 o 70 en Estados Unidos para saber dónde sí podían entrar los negros ya que el resto les estaba vedado por orden social. Es muy lamentable ver cómo al menos en alguna medida, la revancha se está tomando la misma línea acá. Apenas entran en confianza los blancos de acá dan cuenta de las políticas que los tienen entrampados en un camino difícil de zanjar. Cómo encontrar un mecanismo que permita compensar y actuar con justicia, pero que no implique dejar a nadie fuera por su condición étnica, de genero o cualquier otra cosa que no sea su capacidad. Buen tema y de largo aliento, que no voy a repetir más, sino creerán que me vino la mona triste cuando en realidad lo pasamos genial Los dos chicos si bien son menos ruidosos, se adueñaron de todo nuestro espacio afectivo y ya nos organizamos para disfrutarlos a todo dar. Peinados locos, andada en los hombros, algunos lujitos de grandes, son parte de los privilegios que permite andar con la mitad.
Mañana iremos a una kermés de un colegio para acompañar a la vecinita que ya es la socia de la Trinita en un emprendimiento local. Pulseras, aros, dibujos, chocolate caliente, pizzas, letreros calendarios y hasta jalea están preparando para vender en la calle este domingo y ganar rand, que es la moneda local. La producción está a toda máquina y me tienen la casa invadida de lápices, listas de precios y más; sólo espero que el vecindario se apiade de ellas y muchos vengan a comprar, ya que si no tendremos que comer muffins y pizzas por una semana o más.
Es raro ver que allá todo empieza a funcionar. Es un desfase en todas las dimensiones que no se puede expresar con facilidad. Marzo ya está aquí y su energía no es fácil de integrar. Sólo pensar en lo que estaba hace un año atrás y en lo que estamos ahora, me pongo a llorar. Termino este reporte dando gracias a Dios y a la Virgen por el camino misterioso que me regalaron para estar acá. Sólo me da nervio pensar en donde estaré el 1 de marzo del 2020 si seguimos en esta montaña rusa existencial. Sólo confiar en Dios y que voy por el camino correcto y que no debo dudar.
Día 30: Emprendimientos y más
Uno podía suponer que sólo con dos miembros menores de la tribu, nos íbamos a tranquilizar, pero parece que al igual que la comida, la energía alcanza para más. Lo primero que vivimos fue una Kermés escolar; sí, aunque no lo crean; compramos cuatro tickets a 10 rands y partimos al colegio de la vecinita que nos vino a invitar. La Trinita partió de madrugada porque la quería ver bailar y nosotros después, ya que el ánimo no me daba para tanto al ser extraños en el lugar. Llegamos cerca de las 12:30 a un colegio Waldorf que es bien popular acá. Los papás ayudando en todos los puestos de entretenciones, de comida y cachureos para vender, además. Qué delicia ver colegios que aún pueden conservar lo silvestre y lo natural. Los juegos eran como los de allá, pero más hippies, más destartalados y sencillos en general. Lo más sofisticado era una tirolesa que bajaba por una pequeña pendiente, pero lo demás oscilaba entre taca taca humano, confección de velas y/o caritas pintadas.
Es entretenido ver desde el anonimato y la irresponsabilidad total. Se mira la infraestructura, el orden, las salas de clases, los recursos, las señaléticas, los baños, los pasillos, los jardines, los juegos como cualquier papá y sin sentir ese peso de que alguien puede reclamarte o alegar porque algo sobra o falta en el lugar. De todas maneras, una vez más, están a años de la protocolización excesiva que existe allá. Vi mil puntos ciegos y un despelote general, pero todos estaban felices y el espíritu de unión y camaradería se podía tocar con las manos, quizás con mucha más fuerza que la música roquera que cantaba un papá. El 99% del público era relajadísimo, con cara de paz y libertad plasmada en su vestimenta y su forma de relacionar. Si bien se veían muchos chascones, desaseados y con un poco “pinta de surfistas” o “artistas”, me sentí muy cómoda en el lugar. La comida se sintonizaba a la perfección con lo demás; mucho vegano, mucho falafel y uno que otro hot dog para compensar. Los niñitos alumnos estaban todos vestidos de amarillo y negro porque la idea era sensibilizar sobre el cuidado de las abejas y su misión terrenal. Todo amor y paz hermano; una delicia que desconoce Simces, pruebas, notas, Psu y qué decir de universidad. Todo era música, arte, plantas, animales y libertad. De hecho, los alumnos que terminan acá, si quieren “enrolarse” en la educación formal, deben hacer un año más.
En el fondo de mi alma, me parece mucho más humana y sensata esta forma de educar, pero para mi modo de ver, siempre se ha alejado de la formación religiosa como si ser hippie y espiritual no se pudiera conciliar con la fe que le dé aún más sentido a todo lo que acabo de explicar. Waldorf, María Montessori, Reggio Emilia y el mismo HighScope, son cruzadas maravillosas para rescatar a los niños y jóvenes de la “fábrica de entrenamiento social”, pero siempre son elegidos por lo que se salen del sistema y no por la masa en general. Qué daría yo por poder educar con amor y valores a todos los niños de Chile y del mundo para que comprendan que lo que importa en amar(se) y servir a los demás y que el resto, lo material, se daría por añadidura por la ayuda mutua de la comunidad. Sé que suena a distopía porque es cambiar el paradigma actual, pero si pudiésemos sumar a otros tantos, quizás podemos al menos hacer olitas para que el resto pueda reflexionar. Claramente en Chile la influencia del desarrollo es demasiado fuerte y mal entendida lo que es una pena en verdad. Desarrollo es mayor cantidad de bienes y servicios, pero no profundidad en los vínculos ni en el mundo espiritual; así los niños se van comprando el sistema a muy corta edad y dejan de ser los niños buenos y juguetones que se ven acá. Basta escuchar a Aki y a la Trini comentar, cómo acá todos sus compañeros se tratan muy bien, que son amables unos con otros y aceptan la diversidad de razas, religiones y condición social, como si fuer parte de un mosaico muy natural. Coincidió esta reflexión con un reportaje de la Katty Winter, una niñita chilena que se suicidó después de un bullying en las redes sociales de allá. Por qué los jóvenes son capaces de hacer tanto daño en el anonimato y no valorar la amistad y la fraternidad. Será que tanto desarrollo no está matando el alma y la ingenuidad. Uf, puedo seguir mil líneas y no los quiero latear, pero sin lugar a dudas, ver lo que éramos y lo que somos ahora, no puede ser casualidad. Me siento profundamente llamada a luchar por relaciones más amorosas en toda edad así que pega no me va a faltar. Aquí he recibido mucho y sé que se puede rescatar; quizás no al sistema completo, pero sí construir una base de resistencia para luchar y captar nuevos adherentes a una sociedad más feliz y desarrollada en verdad.
Al volver de la kermés, la Trinita se puso a cocinar ya que con la vecinita se propusieron abrir una tienda para la vecindad. Pie de limón, muffins, jaleas, chocolate caliente y limonada, además de cuadritos, pulseras y todo lo que alcanzaran a crear. Qué orgullo verla como una chef profesional; súper empoderada en su papel y dispuesta a trabajar. Los vecinos avisaron a todos por el WhatsApp de la calle y además pintaron dos pizarras dignas de enmarcar. Quitasol en mano, mesita, dos sillas y estaban listas para emprender su negocio acá. Para mi sorpresa de cada casa, a las cinco en punto, empezaron a salir “clientes” que venían a visitar. En menos de una hora había volado todo y eso que yo me esmeré en reponer lo que se podía recuperar. De paso, los vecinos se sentaban a conversar y así pudimos conocer a casi toda la cuadra y ver gente que se dio el tiempo para apoyar a dos niñitas de diez años que querían soñar. Yo hace 26 años que no tengo vecinos y sólo recuerdo los que tuve en el pasaje de Asturias cuando era muy chica y que con todos solíamos jugar. Debo estar poniéndome muy vieja, aunque ya me pinté el liquid paper de mi cabeza que parecía centro de gaviotas local, pero todo esto me trae una nostalgia de un mundo bueno que en Chile cuesta encontrar. Probablemente se da y yo no he tenido la oportunidad de vivirlo como acá, pero me pareció admirable, emocionante, que las personas de toda edad se dieran el tiempo para apoyar. Finalmente, las dos emprendedoras ganaron como 500 rands (unos 25.000 pesos de allá) y al sacarle los costos, se quedaron como con 10.000 pesos cada una y el orgullo de haber tenido éxito y vender hasta las jaleas que parecían huevos poché derritiéndose en el mar.
Durante la mañana nos fuimos a HoutBay para visitar dos mercados que decía internet que eran dignos de visitar: el del Club de Leones y otro de artesanías y comida local. El primero, era un puñado de puestos arrimados en una plaza local. De verdad los productos eran lindísimos y nuevos para nosotros, pero muy caros de comprar. Debe haber sido por lo de leones que sacaban las garras para cobrar. Más allá de los productos, me gustó la variedad de personas que ofrecían porque había de todos los colores y rango social. Me quedé pegada en cada mirada como mostacilla local; qué colores, qué esfuerzo, qué sacrificio el del artesano y la humildad que exige el esperar que alguien valore tu trabajo y lo quiera pagar. Claramente el contacto visual es el arma letal, ya que me meto en su vida, en su alma y percibo mucho más de lo que logro asimilar. Me sucede igual con los que piden en las calles con letreros de cartón pidiendo plata porque sus hijos tienen hambre y no tienen ropa para abrigarlos en la oscuridad. Me llevo cada vida prendida a la mía y me da impotencia no poder ayudar más. Sus cuerpos relatan que no es un negociado ni una mafia local; se ve en sus miradas que el hambre, la miseria y el frío en las noches es real. Debo confesar que este país me tiene el alma en carne viva porque su contraste es brutal. Gozo y sufrimiento, belleza y fealdad, riqueza y pobreza, alegría y sufrimiento no tienen transiciones para poderlas asimilar; te pasan de un lado a otros y te encandilas con la luz y/o te fundes en la oscuridad. Y todo esto siempre viene envuelto en colores, en música, en ingenio, en sonrisas amplias, en cuerpos sinuosos, en montañas imponentes, en cielos límpidos, en océanos danzantes, en brisas tibias, en lluvias intermitentes, en miles de creaturas maravillosas inconscientes de su belleza y fecundidad. Todo Sudáfrica me parece un jardín del Edén a mitad del exilio a la aridez total.
En el segundo mercado que estaba en un galpón metálico muy cerquita del mar nos embriagamos de los más lindos estímulos de la creación nacional. Un maximalismo que me fascina de sólo mirar; letreros, lámparas, banderines de colores, arte en todo su abanico posible nos hicieron de escoltas para entrar. Ahí sucumbí a la creatividad de los artistas que hacían maravillas con todo tipo de materiales para faenar. Escultores, pintores, diseñadores, textiles, aritos, collares, zapatos, Etc. con una sencillez y belleza que tentaba a no poder más. Linos de colores naturales, flores, maderas, me parecieron como un vistazo en acuarelas del alma de este lugar. Al fondo, para caer definitivamente en el pecado, miles de puestos para almorzar. Pizzas, sándwiches, galletitas, sopas, queques, ensaladas, nos miraban y tuvimos que acceder a su presión para no desentonar. Iñaki cayó con una hamburguesa de avestruz que parecía wayuu internacional, la Trinita con un waffle con Nutella y plátano para acompañar, Andrés con una pizza con piña y cerveza local y yo esperé un sándwich de salmón que nunca llegó, pero fue reemplazo por una rico huevo revuelto y verduritas que me encantaron en verdad. Para poder superar tanto sufrimiento, fuimos un par de horas a una de las playas de allá. Nunca el mar me había parecido tan refrescante, aunque helado, y si no hubiese sido salado, me lo habría tomado todo para poderlo retener para siempre como una vivencia celestial. Hacíamos bromas de qué casa nos íbamos a comprar y después al ver tanto taco de autos y surfistas con sus calugas a la intemperie, decidimos que era mejor desistir y continuar. No fuera a ser que nuestras calugas místicas nos hicieran desentonar. En resumen, si bien se echa de menos el resto de la tribu, estos días los hemos gozado sin parar. Tranquilos no, pero sí más silenciosos y aprovechando de estrujar cada día para podernos llevar el máximo de energía para regresar.
Claramente allá hay cosas muy buenas que se deben celebrar; pero acá hay unas que allá perdimos y que las debemos buscar debajo de los malls, de las pantallas y de Instagram. Allá se nos está desdibujando la vida verdadera, la que da paz y gozo real, así que ojalá estas líneas me ayuden, al releerlas más adelante, a ponerme en campaña de recuperar el alma chilena que es tan linda y luchadora, además. No puede ser que nos gane el rendimiento y el aparentar; sé que Dios y la Virgen están de nuestro lado y que nos van a ayudar.
Día 31: Un día de película
Literalmente debo decir, ya que hoy fuimos “contratados” por nuestro vecino Brandon a ser los “turistas pilotos” de una visita por dos partes diferentes de la ciudad. El es cineasta y le pidieron que hiciese un documental de una nueva zona de desarrollo artístico llamado Woodstock (sí igual que el recital famoso) y otro de promoción de una comunidad o campamento llamado Langa, que es el más antiguo del Apartheid en toda Sudáfrica y que ahora quieren promover para que el resto de la gente conozca cómo están. Los actores y actrices tuvimos que dejar nuestros otros “trabajos” en stand by y partimos muy de madrugada, acompañados por la Estelle y su hija Clara que también de extras iban a funcionar. Hacía frío e íbamos muy destapados, pero la neblina se demoró un poco en partir de la ciudad; se nota que se está aproximando el otoño y que con sus fríos y oscuridad ya nos viene a despedir de esta experiencia que jamás podré olvidar. En el día se me olvida que no soy de acá, pero cada mañana y cada noche, el frío me recuerda a nuestro Santiago y que no soy local.
Viajamos por la autopista y llegamos a un barrio de clase media, con casas de un piso a medio reparar donde se veían musulmanes fuera y muchos muros pintados por aparentes grafitis o similar. También uno que otro edificio muy moderno. de no más de diez pisos encumbrado en medio de lo que parecían galpones, bodegas y/o tiendas de otro tiempo a medio arreglar. Lamentablemente siempre los arreglos son con fierros, con vidrios, con alambres como si de esqueletos metálicos se tratara de construir y para peor, unos pobres hombres, colgados de cuerdas los deben limpiar. Eso es muy común de ver acá; jovencitos colgando desde las alturas moviendo sus aletas como si quisieran volar, pero sólo sacan jabón y espuma a costa de arriesgar sus vidas para poder ganar algo de plata para llevar.
Fuera del edificio principal que antes había sido una fábrica de textiles, nos esperaba un grupito de tres señores que nos iban a acompañar. Un guía, un chofer y otro que ayuda a filmar. Un chiquillo de 23 años llamado Zacarías sería el guía que nos mostraría las calles y lo que tenían para mostrar. Su profesionalismo y educación eran dignas de destacar, pero me dio mucha pena que con gran esfuerzo debe haber llegado a pesar 45 kilos y no pude contar ningún diente completo en su dentadura, si es que así se le puede llamar a una sonrisa llena de agujeros y manchas que asustaban de mirar. No obstante, a los pocos minutos, su corazón bueno y orgulloso de ser un local, me fueron llenando el alma y lo quería adoptar. Nos fue mostrando cada dibujo de las calles como si el mismo Leonardo lo hubiese venido a pintar. Ninguno me pareció muy especial, pero sí estaban preñados de dolor, de dramatismo y una rabia matizada por la perfección de la técnica nada más. Chinos, australianos, brasileros, canadienses y por supuesto locales, eran los artistas que habían vivido en esos departamentos abandonados tras quebrar la fábrica de ropa por la irrupción de la ropa china en el mercado local. Sin embargo, sólo unos años habían podido disfrutar de la tranquilidad para crear, ya que unos inversionistas habían comprado todo y ahora viven más lejos y se atomizaron en la inmensidad. Como cualquier muelle reparado, ahora la idea es poner cafecitos, restaurantes y oficinas tipo loft para arrendar. Nada qué decir, así es el desarrollo, pero hoy amanecí especialmente sensible al dolor de tantos que viven en todas partes del mundo con tan pocas oportunidades de tener éxito y vivir en paz. Poco a poco, entre medio de iglesias abandonadas y un canto lejano de un minarete para rezar, las casas de este barrio se van vendiendo para valorizarlas en un nuevo barrio de diseño y arte local, pero de alto estatus para atraer turistas y poder sobrevivir a la evolución social. Entre medio se cuelan vestigios del pasado como garajes de auto o locales para almacenar, pero me entristecen una vez más los ancianos con sus túnicas musulmanas, que se pasean con sus chalupas sabiendo que les quedan pocos días para contar en esa localidad. El progreso es una palabra de doble filo y da mucho para reflexionar, sobre todo cuando se priorizan las inversiones económicas por sobre las humanas y hasta el arte se empieza a desvanecer de los muros con todo su mensaje espiritual. Puedo decir con casi entera certeza que no vi ningún cuadro ni pintura que regalara felicidad. Casi todos los colores, blancos, negros y grises y las expresiones sombrías y cargadas de aflicción y soledad. Hasta las estatuas de una última galería que visitamos parecían llorar. Todo en colores fríos y sin flores o sonrisas para ostentar. De hecho, las únicas abejitas pintadas que vi en un muro de unos 8 metros de altura, estaban insertadas en un basurero local, haciendo una denuncia silenciosa a la polución humana y a su extinción total.
A pesar de que en esta visita recorrimos calles y veredas rotas por la antigüedad y a pesar de que la energía moribunda se podía respirar, nos pareció lindo que sus habitantes lo quisieran resucitar. Me pareció que Zacarías, que también pintaba y que había convivido en su infancia con los artistas que ya no están, era el mejor reflejo de este Woodstock, ya que tenía la educación necesaria, la disposición preciosa del alma, pero le faltaba más enjundia al contenido y arreglar un poco la sonrisa de todo y de todos para que no se notara que le faltaban dientes y un cuidado mucho mayor al actual. Con todo Brandon nos seguía con la camarita amiga y en segundos olvidamos que éramos parte de un video formal. Sólo cuando teníamos que repetir un ingreso o una salida a algún lugar, nos acordábamos que, de verdad, estábamos de turistas y que había que actuar con naturalidad.
AL terminar ese primer paseo, nos fuimos a tomar un café al mismo edificio moderno que nos recibió al llegar, ya que teníamos que hacer un poco de hora para partir al campamento de Langa, que era nuestra próxima parada. Por suerte fue así, porque nunca imaginé las mil experiencias que íbamos a vivir allá que aún me tienen al borde de las lágrimas, aunque no sé bien porqué ni por donde comenzar.
Parto por el principio para no perder nada. Lo primero que tuvimos que hacer fue dejar los dos autos en que íbamos en la ciudad. Nos subimos a una van todo el equipo y empezamos a viajar por calles cada vez más chicas hasta estacionar en un lugar que podría asemejarse a Renca por sus calles con árboles añosos y casas de un piso que nada sabían de modernidad. Nos recibió Alfred, un señor de unos 60 años que medía casi dos metros y tenía una barriga de cerveza del tamaño de un oso polar. Su piel oscura llena de lunares daba nervio de mirar y más aún por la fuerza de su voz, su carácter firme y su mirada que tenía un ojo a medio cerrar. Al igual que el primer enviado, resultó un gordo muy inteligente, hábil, un tanto manipulador de todos, pero perfecto para postularse como alcalde o gobernador de la ciudad. Nos debe haber tenido una hora literal escuchando la historia del campamento y decía orgulloso que era el más antiguo de todo Sudáfrica y que le ganaba a Soweto que están en Johannesburgo y que es el más famoso a nivel mundial. Ya en los años 1923 y 27, empezaron a trasladar negros de diferentes tribus y pueblos a vivir acá. Los separaban de sus mujeres e hijos ya que a los mayores de 18 años los destinaban a trabajos de construcción y mano de obra y sólo los podían visitar por horas el día de Navidad. Vivían en barracas o hostales que ya les voy a contar, pero lo más terrible fue el tema del pasaporte que tenían que tener todos para poder circular por la ciudad. Para dárselo debían pasar por la oficina donde estábamos sentados y consistía en un proceso de desinfección total donde debían recibir desnudos químicos para matar cualquier enfermedad. También eran revisados en sus genitales y hasta los dientes les contaban para saber su estado y sólo después de todo eso, los dejaban acercarse a un blanco para rellenar sus datos y obtener el preciado documento que les permitía trabajar. Les pagaban con créditos que sólo podían cobrar en determinados negocios y la mayoría se lo gastaba en alcohol para borrarse de una existencia prácticamente animal; sin esperanza de nada, como contaban los abuelos de Alfred o su mamá, que fue la primera mujer en salir campeona de box femenina negra de la historia de Sudáfrica que peleó por la libertad.
Un dato que hablan con total naturalidad y que estremece por la diferencia cultural es el tema de la iniciación de los jovencitos y de la mutilación femenina para ser adultos de verdad. Los niños deben pasar cerca de treinta días en una especie de choza, y los primeros ocho días no pueden ni siquiera tomar agua ni comer nada. Luego los circuncidan y solos se deben de recuperar de esta “cirugía” a manos de tres hombres y su papá. Al salir de ese rito, reciben regalos porque ya son hombres de verdad, que puede ser desde una novia o señora hasta un auto para manejar. Las niñas en cambio son mutiladas en su intimidad y Alfred no quiso contar más. Sólo agregó que las mujeres a las que se lo habían hecho sus mamás, querían continuar con la tradición, pero no las demás, sin embargo que así siempre había sido y que tenía que continuar. ME acordé inmediatamente del cuento del mono y los plátanos a los que les pegaban por quererlos sacar. Cuántas brutalidades aún existen en el mundo porque a alguno se le ocurrió la “genial” idea de arrasar con otros seres humanos, despojándolos de su valor y dignidad. El mismo apartheid, aún no lo puedo integrar. Cómo alguien en su sano juicio, se le ocurre empezar -de un día para otro- a tratar al resto como si fuesen de otra especie o que tuviese algún divino derecho a arrasar con la humanidad. Qué decir de Hitler y de tantos más; sé que es una lacra propia del ser humano, pero no me cabe en mi cabeza ni menos en mi alma porque claramente habla de seres que han optado por el mal y de esos prefiero estar muy lejos, aun en mi pensar.
Un par de historias positivas contó en medio de pura atrocidad. Una, la de una mujer que jamás aceptó usar el pasaporte para nada, ya que era su manera de protestar contra un sistema injusto desde el origen y así múltiples veces fue arrestada, torturada y condenada, pero tenía la paradoja de que no existía para la sociedad ya que al negarse a tener pasaporte, no la podían condenar más. Hay mujeres fuertes y valientes en cada pueblo que son dignas de destacar. El otro, es un hombre llamado Naki que jamás fue al colegio ni la universidad, pero siempre trabajó al lado del Dr. Christián Bernard, el sudafricano que hizo el primer trasplante de corazón. Bueno, el cuento es que Bernard sufrió de Parkinson al final y el que hizo varias de sus cirugías fue Naki que jamás estudió medicina pero que aprendió al mirar. Hay plazas que llevan su nombre, aunque según Alfred hay algunos que niegan la veracidad de esta historia y la Estelle, nuestra vecina y doctora, quedó de averiguar.
Antes de salir del museo done Alfred nos atiborró de datos, de anécdotas y de historias truculentas del pasado que pegan como puñetazos en el estómago, duele pensar que todo eso sucedió cuando yo estaba vida, en quinto o sexto básico y yo veía las noticias y lo encontraba tan “normal”. Por ejemplo, el hecho que mataran a un montón de chiquillos porque pedían que les enseñaran en el colegio en inglés y no en africans (recuerden que es la lengua que aquí hablan los blancos descendientes de Holanda) y que era la obligatoriedad nacional. Ellos querían surgir más allá de los límites de su ciudad, pero ni en los puestos de madera se podían sentar, ya que en cada uno había letreros que decía sólo para los blancos y los de color, no se pueden ni siquiera apoyar.
Salimos de las cuatro paredes del museo local y nos fuimos literalmente caminando por el campamento unas dos o tres horas, que son en extremo potentes desde todo punto de vista que se puedan imaginar. Hay muchos tipos diferentes de casas, desde unas especies de mediaguas pareadas, unas con otras, donde viven más de dos familias en menos de 30 metros cuadrados. También hay conteiner divididos en dos que reparten el espacio para habitar. Nada de baños ni agua potable; ya que sólo acceden a uno común que tienen al fondo de un tierral. La ropa lavada sin embargo, cuelga de cada esquina, regalándole al espacio de miseria algo de color y dignidad para poderse presentar.
La energía que se siente en las calles, todas de cemento, aunque llenas de basura de toda índole que más vale no mirar, no es amenazante de ningún modo y diría que hasta acogedora y familiar. Los niños, con sus uniformes de colegio se pasean y te miran y saludan como rock star (seguro influyó la cámara), pero también esta especie de “turismo social” que no me deja de cuestionar. La población es pobrísima y una de sus evidencias son los lugares donde venden comida para almorzar. Una rancha sureña sería mucho decir de lo que vimos acá; un pilado de maderas viejas, esperando ser quemadas para asar las cabezas de unas ovejas que era lo único que las mujeres podían comprar. Les aprovechaban todo: ojos, cerebros y mejor no continuar. Al final lo hacían pequeños trozos todo y lo vendían como carne local. El hollín de las instalaciones y los niños merodeando a la par con las moscas casi me hizo vomitar. Sentí que los ojos de esas ovejas me miraban y que me decían, al menos tenemos más suerte que estos chiquillos de no tener que continuar lidiando con el hambre y la injusticia social. Según Alfred, muchos políticos los han ido a visitar y les prometen sueños de casas a cambio de votos, pero nunca llegan a concretar. Según el mismo Alfred, Mandela fue el Moisés que los sacó de la esclavitud, pero que nadie ha podido entrar en la tierra prometida, porque los líderes se corrompieron y hoy se roban todo lo que le pertenece a otros sin ninguna consideración ni piedad.
En Langa, llamado así por un jefe tribal del siglo pasado que recibía su nombre por el sol, la gente igual se quiere quedar. Están orgullosos de pertenecer a esta comunidad y quieren ascender aquí mismo, mejorando su calidad de vida actual. Ya hay sectores donde les están instalando más luz, porque apenas tenían una ampolleta por hogar, sin embargo, se ven blocks de ladrillos como los de allá (de Chile) pero sin ni una pizca de verde ni plaza en kilómetros a observar. Hay mucho puesto en las calles, encerrado en un conteiner de metal: ahí entre medio de rejas ofrecen comida, peinados de trenzas, salchichas y cosas que no logro descifrar.
Al cabo de un rato, Alfred nos llevó a las barracas originales que aún están habitadas. En su tiempo vivían 16 hombres en una planta que no debe tener más de 50 metros cuadrados, con un baño y una cocinilla para compartir en un “hall” central. Después los hombres fueron autorizados a traer sus familias y llegaron a vivir 40 personas en el mismo lugar. Nunca había visto miseria humana y urbana que me calara más los huesos y el alma por el dolor y la impotencia que crecía en sus muros con más fuerza aún que los hongos, que el hollín y que la suciedad impregnada por años sin lavar. La mesa central era en obra y la cocinilla también la habían convertido en pieza para acomodar a más. En resumen, en cada pieza, de unos 2 por dos metros vivían hasta dos o tres familias y vimos cómo apiñaban sus pocas cosas en las paredes para poder dormir más, no más fuera debajo de la otra cama o en el pequeño pasillo central. Las personas que viven ahí ahora pagan un arriendo igual, como por ejemplo, Mazelina , una mujer de unos 65 años que nos recibió en su cama y el techo nos aplastaba casi tanto como los muros que tenían ganchos colgando con sus pertenencias y las de muchos más. Tenía un refrigerador chico arrinconado para guardar cosas, pero fuera de uso y arriba de él una cocinilla de dos platos donde debían faenar lo poco que tenía. Tomé su mano para hacerle nanai y me la entregó con sinceridad, sin embargo, su mirada estaba ida como quien ya no quiere ver más la realidad. Un televisor muy grande y sin perillas la tenía hipnotizada y sus pies descalzos y torcidos me dieron mucho que pensar sobre lo mucho que habían andado ya. Cuántas miserias e injusticias habrán debido pasar, para terminar relegada a una barraca con hacinamiento y humedad, de oscuridad y desesperanza por donde se pudiese mirar. Sólo un platito de loza viejo donde dejaban unos billetes para ayudar.
Al salir de su “casa” una vez más nos recibió la basura y la suciedad. Los suelos hervían de calor y el cemento se compadecía al vernos pasar. Esas aguas de color desconocido, blanquecino y aceitoso a la vez, nos comenzaron a escoltar junto con su olor característico y sólo un “grifo” para alimentar a una cincuentena de casas que no tenían dónde parar. El grifo no era tal, sino sólo un PVC de color azul que tenía dos llaves para sacar el preciado líquido de las entrañas de este lugar. Puede parecer extraño, pero la ropa colgada pasa a ser el único arte que colorea este lugar y al ver las ropitas de niños pequeños me enternece dándole alegría y esperanza a un lugar que no tiene ni siquiera una flor o árbol para contemplar.
Todo es cemento y basura amalgamada en una perfecta composición que da cuentas de una injusticia arrastrada por décadas y que parece no acabar, pero a la vuelta de la esquina una nueva sorpresa de Langa nos sorprende una vez más. Alfred nos dice que hemos llegado a Beverly Hills y la verdad es que no estamos a más de doscientos metros del lugar anterior, pero aquí las casas son grandes, tienen jardines, portones, dos pisos y antenas parabólicas para captar el nuevo mundo al que acceden gracias a algún emprendimiento que lograron echar a andar. Algunos comercios les han permitido surgir de la miseria, pero no se quieren mudar. Prefieren seguir en su misma tierra y cuidar de su tradición tribal; una de ellas, tiene que ver con tomar cerveza artesanal. No se vayan a creer que fuimos a un bar Fancy o a algún restaurant; una vez más dos cuadras más lejos, literalmente entramos a un montón de palos y paneles de madera negros, hastiados de tanto hollín y alcoholismo de los hombres de acá. Una pieza llena de humo, nos adentró en una cueva de unos tres metros de profundidad con dos sillones enfrente uno del otro para acomodar a los clientes, sin que chocara su cabeza con los palos del techo o que nos tiznáramos al arrodillar. Todo negro, lúgubre, un hoyo negro de la humanidad, donde una mujer muy orgullosa se ganaba la vida hirviendo baldes de pintura con el preciado líquido lleno de espuma y tibio de tragar. Nos recibieron cuatro hombres esqueléticos, que nos saludaron con su lengua local. Sus miradas una vez más estaban perdidas en alguna parte incierta de su juventud y sólo sus cinturones y huesos los sostenían sobre su humanidad. Ver sus miradas ausentes me hizo pensar una vez más en su pasado y su presente con escozor espiritual. Me duele todo lo que veo y me siento impotente como el que más; porqué hemos caído en esto y porqué Dios me lo quiso recordar con tanta fuerza, justo en el día en que comienza el tiempo cuaresmal. Pareciera que la ceniza no sería un símbolo esta vez, sino una realidad y me sentí en un útero de este material sintiendo como siente la inmensa mayoría de la humanidad: tratando de borrar sus sufrimientos con alcohol o lo que puedan pillar, con tal de no ser conscientes de su infortunio vital. Nos sentamos en ese cuchitril para escuchar un poco más. La mujer llamada Manguaña trajo otro balde para degustar y no me resistí a probar lo que toman los pobres para olvidar. Lo primero que debo contar es que la higiene ni nada parecido ha pasado jamás por acá, así que de los bigotones de Alfred pasó el tarro a Andrés, luego a Estelle y así fui la última en probar una mezcla que casi me hizo vomitar. Primero el sabor del metal en mi boca me dio escalofríos y asco brutal, pero luego al sentir el sorbo en mi boca, sólo la educación me contuvo para no ofender a los demás. Quizás, y perdón lo que voy a decir, lo más parecido que se me ocurre es el pipí de caballo con espuma y todo así que se lo podrán imaginar. Según la tradición entran un viernes y salen el domingo porque lo que el san Lunes es muy frecuente igual por acá. Triste tradición sobre todo para los jóvenes que dañan su cerebro para la posteridad. Según Alfred en los tiempos del Apartheid, los jóvenes solían agarrar a los borrachos de sus papás y para que no se gastaran la plata le metían un balde de agua por la garganta y luego jabón para que se pusieran sobrios de una patada. Santo y diabólico remedio para una lacra de la sociedad.
Seguimos recorriendo las calles y un grifo me salvó para poderme recuperar, sin embargo, un grupo de mujeres matando y pelando gallinas a pleno sol me volvió a impactar. Sentadas en el medio de la nada, cinco mujeres los desplumaban como si fuesen caviar; no botaban ni las tripas, ni la cabeza ni los dedos ya que todo se puede utilizar. Eso si que es reconocer de dónde viene la comida y lo que significa en realidad la supervivencia humana que los supermercados nos han hecho olvidar. El pollo sí viene del pollo, con plumas, cuero y cogote aunque creamos que nacen con crispis o salsa barbecue para untar.
Cuando ya el sol quemaba tanto que nos empezó a doler la piel, Alfred nos ofreció conocer a un sanador tribal. Muchos esperaban en asientos viejos fuera de su conteiner o consulta oficial. Nuevamente hombres con miradas lánguidas y cuerpos enjutos que apenas se podían parar. El especie de chamán salió fuera para podernos contar de su oficio y le pudimos preguntar. Su don, según él se lo trasmitían los espíritus a través de visiones y sueños que le enseñaban a curar a los demás. Lo había heredado de su abuelo y solía ocupar ramas, hierbas, animales y cuánto pillara que pudiera aliviar todos los dolores y enfermedades que se puedan imaginar. Lo curioso del hombre es que su voz apenas se podía escuchar y su vestimenta era muy estrafalaria de relatar. Tenía una banda de color rojo tejida con mostacillas como si fuera el presidente de la ciudad. En ella tenía bordado su nombre que era Ndaba que significa noticias en su lengua original. Su cabeza la tenía cubierta con pieles de dos colores como leopardo o similar. En su mano llevaba dos colas de cabras amarradas en un bastón de hueso y su carterita la llevaba cruzada y parecía de hiena o perro sin asear. El hombre con docilidad nos contó que se complementaba con la medicina tradicional, pero que sus hierbas y menjunjes eran de gran efectividad. Solía cobrar por cada consulta y en caso de que él mismo se enfermara iba al hospital. Plop. Nada qué decir y nos invitó a pasar. Entramos de nuevo a un portal imposible de imaginar si no se vive en realidad. Un conteiner muy chico estaba atiborrado de todas las “mugres” que se pueda pensar. Patas de animales secas, cuernos, pieles de quien sabe qué, alas de murciélago, manitos de mono, culebras, sin contar con toda la inmensa variedad de hierbas, cortezas, ramas, orines, flores, velas, y un amasijo de cachureos que apenas nos dejaban sentarnos sobre unos diarios y menos respirar. El aire estaba contaminado con miles de enfermedades, dolencias, padecimientos que espero no me lleguen a afectar, pero sobre todo por una ausencia de misticismo y orden mínimo que diera alguna pizca de seguridad. He conocido otras personas que sanan con hierbas y las respeto mucho en verdad; aquí era tal la suciedad que logre ver con el resto de una velita roja que amenazaba con apagarse, que creo que fue mejor ver sólo en penumbras la verdad. Salí agradecida del sol que antes me lamentaba porque pude volver a la luz y sentir el aire fresco volviéndome a reanimar. Fue como entrar a un closet de Narnia, pero de un brujo cachurero y sucio que no ha ordenado en mil años todo lo que ha acumulado para sanar. Yo creo que el hombre debe saber mucho de enfermedad, pero sólo encontrar lo que necesita en su cuchitril ya me parece un milagro que contar. Al salir de ahí no era bueno decir gracias, solo Tmagú con una especie de bendición ritual.
Deambulamos por las calles viendo mercados callejeros que vendían de todo un poco, como tornillos, pinches, pintura, verduras o frutas que se veían lindas en verdad. Ver algo fresco y vivo, más no fuera arriba de la cabeza de una mujer, era un espectáculo digno de grabar. De hecho nos sacamos una foto con una que llevaba un zapallo inmenso equilibrado con su andar.
Alfred quiere que el video quede completo, así que nos invita a almorzar. Me imagino lo peor y me encomiendo a los ángeles para probar lo que nos vayan a dar. Llegamos a una carnicería que tenía de todas las carnes y su variedad. Insisto en que las partes “feas” que jamás vemos en el supermercado local, aquí son furor, como son el corazón o los dedos de las gallinas que no sé cómo se han de cocinar. Nos ofrecen para almorzar y veo unas coca colas en un refrigerador que me parecen un espejismo celestial. No obstante, igual se insiste en comer, así que -olvidándome de la cuaresma sin querer- pienso que lo único que no nos podemos equivocar es el pollo porque sabemos de dónde viene y para dónde va. No así el cordero, la vaca o el chancho a quienes vi descuartizados en totalidad en la vitrina detracito de las bebidas y me quitaron el apetito apenas entrar. Perdón lo pituca, no es mi intención ofender a nadie, pero ya venía medio acongojada con la cerveza y mi guata de señorita no la podía tentar más. Casi después de una hora aparecieron unas veinte alitas de pollo y unos rollos de salchichas que no me animé a probar. Venía acompañado de un maíz blanco sin gusto a nada y un pan con miga que me pareció un panecito maravilloso junto a la coca cola helada. La conversación estuvo muy productiva mientras contemplaba a las mujeres que nos cocinaban en la parte de atrás. Todas inmensas, de 150 kilos o más. Todas redondas, negras en su rostro juvenil y alegre y blancas en sus delantales que cuidaban como santo de altar. Me parecieron tan parecidas unas con otras que sólo por la diferencia de sus contornos las pude distinguir un poco más.
Ya agotados y atiborrados de tanta experiencia caminamos contemplando varias iglesias de distintas religiones que se mezclan sin ninguna dificultad. Hay cristianos de todo tipo, musulmanes y otras más, pero no encontré ninguna abierta para poder entrar a rezar. También me impactaron los niños llenos de brillo en sus ojos y curiosidad por nosotros al andar. Niñitas deliciosas nos seguían tímidamente y nos saludaban como si fueran angelitos recién bajados a la humanidad. También vi algunos enfermos de SIDA que es un gran problema acá; lo único bueno es que el tratamiento lo pueden recibir con gratuidad. Todo un tema en Sudáfrica, sobre todo después de que un presidente dijo que sólo con una ducha se podía prevenir esta enfermedad.
Después de las despedidas de rigor me fui divagando en mi corazón demasiadas sensaciones que aún no puedo tragar. Sólo sé que llegando a la casa, después de un tremendo taco, volví a ver todo con nuevos ojos y conciencia además. También se que se caen los ojos de cansancio y que todo lo vivido lo debo rezar. Tal como decía mi abuela Tita, gracias Dios mío por haber nacido donde nací y la oportunidad, pero el misterio de la pobreza y de la desigualdad es un temazo que no logro integrar. Como dije antes se me cuelan pensamientos malos contra mi misma, como si tuviese alguna culpa de mi destino y oportunidad, pero también me surge el misterio de que la responsabilidad que tengo también es digna de meditar. A mayor oportunidad, más me llama a darme con todo lo que pueda a los demás; más no sea un granito de humanidad y compasión para regalar. Todo lo puede ocupar Dios para sanar nuestro mundo tan herido por locuras, por egoísmos y un engaño brutal de lo que es la vida de verdad.
Mañana vamos a Kalisha donde viven casi tres millones así que me debo acostar, ya que se me caen los ojos y no sé con qué voy a soñar. Perdonen lo poco, pero si les parece largo lo que aquí conté multiplíquenlo por mil y van a quedar cortos aunque no me crean. Langa fue un regalo muy raro y jamás lo podré olvidar.
Día 32: Cambio de planes
La verdad que Dios es muy grande y sabe mucho más que nosotros lo que dispone para cada cual. Resulta que al día siguiente mis ojos se resistían a despertar y estaban tan tupidos de sueños como la lluvia que no paraba de diluviar. Inmediatamente me acordé de todos los rostros del día anterior y cómo debían estar lidiando en ese momento con el frío y el agua que parecía enfurecida con Capetown. Obedientes nos vestimos y salimos con lo poco que trajimos de abrigo dispuestos a apechugar; nada de paraguas ni parkas, porque a Brandon lo debíamos acompañar. Sin embargo, apenas salir a la calle, la lluvia me mojó hasta las rodillas y me guarecí en la puerta del auto vislumbrando el resfrío, el barro y el dolor mojado que íbamos a contemplar en el campamento mas masivo que se pueda imaginar. Un par de miradas al vecino y vimos que algo andaba mal; no se podía filmar porque la idea era promover la “belleza” del lugar y con un día enojado no se iba a lograr. Así que vuelta a la casa y me pareció que -en mi pequeño y acomodado mundo- Dios había escuchado mi plegaria y que iríamos en otra oportunidad. Debo confesar que el día anterior aún me tenía con una carga de mil toneladas; física y emocionalmente me había superado mi capacidad de sensibilizar y cual Atlas sentía todo ese mundo sobre mis hombros, pero sin poderme movilizar. Así que dormí por primera vez en meses hasta que el ángelus de las 12 me vino a despertar. La lluvia se puso bipolar, pero nunca se quiso ir así que los cuatro, más la Leah (así se escribe su nombre en realidad) estuvimos todo el día en la casa jugando, leyendo, pintando, escribiendo y bailando hasta que en la tarde, Tony, la mamá de nuestra vecinita, los llevó a conocer una exposición de piedras semi preciosas de Simon Town. Volvieron con unos saquitos maravillosos de amatistas, ojos de tigre, turquesas, cuarzo y todos los colores fosilizados formando un mosaico natural. Qué belleza esconden las piedras y cuánto tiempo se han demorado para llegar a nuestras manos tintineando como ojos de gatos o perlas de mar. Así debe pasar con nuestro espíritu y nosotros que nos esmeramos en apurarlo de más; cada cosa a su tiempo y ya brillará.
Al día siguiente de la lluvia, una vez más madrugamos para partir a nuestro rol de película y los niños faltaron una vez más al colegio, aunque les apena y divide el alma porque se encariñaron demasiado con sus compañeros y ya falta poco para irnos de acá. El sol nos auguraba un buen destino y estábamos a punto de salir a la calle cuando nos tocaron el timbre con Brandon que ya no sabía dónde esconder la cara de frustración total. Ahora no teníamos guía para visitar y sin él era imposible filmar. Viernes a las 9:00 de la mañana, ¿Qué hacíamos para aprovechar? Una vez más Dios creativo se coludió con mis deseos del inconsciente y le sopló a Andrés irnos a pasear a unos pueblos costeros del norte que no habíamos podido conocer antes y que prometían belleza y comida de mar. Partimos por el camino conocido que es el clon de Miami Vice; luego las dunas secas y la inmensidad. Llegamos al hotel donde vamos a alojar que está en medio de la nada como entre Tongoy y Los Vilos hace cuarenta años atrás. Nos recibe la tribu San, la misma que yo había querido conocer antes porque son los habitantes más antiguos del planeta y tienen demasiadas tradiciones lindas para enseñar. Nos dieron una casita de muros blancos con ramas semejantes a los coligues como techumbre principal. Literalmente sólo nos acompañan los ruidos de la carretera a lo lejos, las estrellas y unas nubes coquetas que se han vestido de rosa viejo para ostentar. La casa es maravillosa por su autenticidad, las camas gordas y abrigaditas se me ocurren nidos de avestruces que nos van a acurrucar. El baño que está dentro (porque hay otro afuera que con las cebras se puede compartir a la intemperie total) es sencillo, pero lindo porque le cuelgan nidos de pájaros en forma de casitas de iglú que parecen corazones en forma natural. Decidimos dejar todos nuestros cachureos en ese lugar y partimos a recorrer los pueblos aledaños que no distan más de 40 minutos del lugar.
Lo primero que nos topamos fue con una FarmStall que son tiendas y restaurantes donde los locales ofrecen sus gracias para ganar más. En este caso nos sorprendieron con más de 200 aves tropicales dignas de pintar como las del Carnaval. Guacamayos, loritos y muchos más que no sé cómo llamar, se agolpaban a las rejas que los atrapaban como pidiendo un rescate para dejarlos volar. Uno en especial se nos puso a hablar y tenía la habilidad de repetir todo con un destreza sinigual. De ahí seguimos a un pueblo llamado Paternostro que era lo más lindo que hay. Un pedacito de Grecia con sus islas mágicos incrustado en la arena con total naturalidad. Los muros blancos pintados como con cal era el fondo perfecto para los marcos, ventanas y puertas de colores verdes, turquesas y azules con brutal intensidad. Para coronar esa belleza muchas se enjoyaban con buganvilias o hibiscos que competían en colorido y frondosidad, pero lo que más me gustó fueron los botes varados en la puerta de cada casa dando su numeración o el nombre del habitante principal. El pueblo era chico, pero tenía más vida de lo que se podía esperar. Un par de callecitas pinchadas de tiendas preciosas donde hasta los decorativos te los quieres llevar porque huelen a historia, a romanticismo, a cierto drama y sabiduría con olor a sal. El apetito de los copilotos, siendo las tres de la tarde, ya empezaba a rugir por lo que disfrutamos de calamares fritos, un dorado y una ensalada griega que le hizo honor a mi asociación cultural. Estos pequeños pueblitos y caletas son un misterio que prende la inspiración como un cohete existencial. Su neblina, sus playas tranquilas y eternas, sus maderas oxidadas de tanto viento y humedad, sus manos endurecidas, su esfuerzo por superar la adversidad y cierto desprecio del mundo actual, me hace soñar con mil novelas, un vino tinto y un fuego junto a un temporal. Precioso y mágico, aunque me curara con el mismo corcho y me asustara el vendaval.
Ya en camino de vuelta, pasamos a otro pueblito interior llamado Darling, pero no tenía mucho que contar. Sólo un puñado de casas antiguas que conocieron la gloria y la majestad, pero que hoy como bellas durmientes esperan que un príncipe las pueda despertar de un hechizo maldito que tiene que ver con el abandono y el deterioro natural. Sin embargo, en el camino nos pasó algo muy especial; como quien ve vacas pasar, unas preciosas jirafas se asomaban desde un cerco y nos saludaron con sus cachitos como invitándonos a pasar. A sus largas pestañas y su abultado trasero no nos pudimos negar y entramos a una reserva que las tenía junto a otros animales para pasear. Puede parecer una nimiedad, pero primera vez que el portero es un blanco que podría haber sido mi papá. Un gentleman inglés con ojos color de mar, nos recibió con tanta amabilidad que hizo del paseo algo especial. Adentro debe haber atendido su yerno quien parecía ser el explorador inicial ya que aparecía en todas las fotos con cachorros de leones que ahora pastaban en los cerros que nos quería mostrar. Lo único que no tenían era elefantes, pero sí búfalos y todo lo demás, pero lo que sí vimos fue tortugas de tierra que me parecieron esclavas de su propia casa y me dieron cierta pena de mirar. Sus ojos no se veían contentos, pero supongo que había que esperarlas más.
Lo más lindo vino al final, cuando llegamos de vuelta a nuestra casita San, en medio de la nada y nos pusimos a hacer fuego para un brahai. El sol copuchento, se engalanó de naranja y ocre para poder aplicar, pero malamente las nubes los llevaron de una oreja a acostar y sólo quedó pataleando enojado y veíamos sus rabietas traslucidas en arreboles y pinceladas rosas y naranjas como si estuviese escribiendo cartas a la humanidad. Cuando sus gemidos no se oyeron más, la noche más bella que he visto en Sudáfrica se nos vino a ofrendar por haber valorado su antigüedad. Millones de estrellas se prendieron a la bóveda como polillas celestiales en plaga mortal. No había pedazo de azul sin pintar con esos lunares brillantes que nos embriagaron a todos y nos silenciaron pidiendo deseos a la divinidad. No les cuenten todavía, porque seguramente es verdad, pero le dije a cada uno que los San cuando se sienten valorados les regalan a sus visitantes el cumplimiento de tres deseos del alma que necesites concretar. Cada uno pidió los suyos y después nos comimos un brahai de salchichas y carne muy buena que habíamos pasado a comprar. Un par de tomates y una palta fueron la compañía para una noche mágica con la tribu que era posible ver y la invisible, además. Mañana nos quedan más aventuras, pero, así como vamos Dios siempre nos sorprende con más cosas lindas y sólo las puedo agradecer con reverencia y humildad. No soy digna de recibir tantas gracias, pero juro que las valoro una inmensidad.
La noche bajo las estrellas y rodeada de fieras no fue tan calma como hubiese querido para descansar; me asustaban los ruidos del techo, pero eran sólo pájaros que venían a anidar. Los nidos son una maravilla y al fin nos regalaron uno que espero llevar. Las pesadillas no faltaron, pero siempre ayudan a dar información de la selva que llevamos dentro y que tenemos que dominar. Después de ordenar un poco, nos cruzamos la carretera principal ya que nos esperaba un desayuno en la tribu y muchos paseos para conocer esta cultura ancestral.
De verdad los San son una maravilla que habitaba todo el sur de África antes que llegaran los blancos a conquistar. Sus costumbres son preciosas y muy sustentables con la biodiversidad. Sus chozas de paja muy sencillas conviven con cebras y antílopes y avestruces que parecen domesticadas. En sus huevos guardan el agua por meses para poderse nutrir en casi 10 meses que no llueve y también en unas especies de alcayotas que ahuecan para guardar. Los San aprendieron a hacer fuego con palitos y paja y cazan con arco y nada más. Su concepción de Dios es casi igual a la Trinidad, ya que hay un Dios padre, otro que se representa en forma animaloide y un tercero que es el sagrado espíritu danzante que le da vida a todo lo que existe acá. Creen también que en el aire nos recorre Dios y que toda enfermedad se debe a excesos o carencias de viento y que con masajes se pueden remediar. Sus cuerpos son muy flacos y parecen un poco desnutridos al mirar, sin embargo, su mirada es muy inteligente, viva, sabia, orgullosa diría yo sobre todo en los líderes que aparecen en las fotos del museo local. Los blancos, para variar, los trataron muy mal, al punto de que les colgaban letreritos con números para poderlos contar y localizar, como si fueran animales para adueñar. También hubo un doctor alemán que les sacaba moldes de las caras a la fuerza para poderlos estudiar y ver qué similitudes y diferencias tenían con su raza aria. Los San vivían alrededor de sus chozas y tomaban el agua de pozos o fuentes superficiales que lograban pillar. Son muy buenos para las danzas tribales y para hacer artesanías con todo lo que pueden pillar: cueros, mostacillas, huevos de avestruz y hierbas de acá. Toda esa sencillez y humildad me pareció maravillosa y parece que a una suiza le gustó más, ya que ella fue la que gestó esta Fundación que los promueve y lo ha hecho con una calidad y profesionalismo sinigual. Testimonios grabados, películas, pinturas, maquetas, senderos, tribus montadas, son el perfecto método para enseñarle al mundo que la modernidad no siempre está en los nuevo, sino muchas veces en lo ancestral que tuvo mucho más tiempo para aprender de los ritmos de la tierra y de la divinidad. Ahora nadie oye a nadie, en cambio los San escuchaban a los búhos, los pájaros y veían los signos del cielo para interpretar. Debo llevar algún gen de africana, me convenzo cada vez más (bueno todos en realidad, ya que de esta tribu proviene toda la humanidad) porque me produce un imán aprender todo lo tribal, lo del fuego y la sabiduría que esconden los pueblos de la antigüedad. Recorrimos los senderos llenos de arena y llareta como por 45 minutos sin parar. Había muchos hoyos de culebras, pero por suerte no les gusta madrugar. También las cebras se nos unieron como si fueran ovejas pastando con total naturalidad. Me impresiona la perfección de su diseño; es como si Dios o sus ayudantes fuesen artistas chinos con plumas pintando sus siluetas sin errar jamás.
Salimos de la tribu orgullosos y contentos de haber tenido esta tremenda oportunidad y nos encumbramos por el medio del continente atravesando lomas que oscilaban del amarillo trigo al verde intenso de las parras y luego al gris del olivar. Todo sin límites, todo perfectamente cultivado y sólo unos molinos solitarios nos salieron a mirar. Todo el resto, silencio, eternidad pintada de diferentes colores y sólo interrumpida a ratos por fardos de paja apilados haciendo castillos que cualquier lobo podía soplar. El cielo con su calipso intenso fue un espectáculo aparte y las nubes gorditas parecían recién salidas de una fábrica para pintar. Todo un sueño que me hizo dar gracias conscientemente una vez más. Poco a poco la tierra se quedó verde y no se quiso deslavar, así que aparecieron las viñas, los pequeños pueblos y casitas llenas de buganvilias y crespones de color rosado, hasta que finalmente llegamos al pequeño castillo holandés donde nos vamos a alojar. Le digo castillo no porque lo sea en realidad, sino porque así me parece después de comparar las chozas de pajas y la señora del campamento de Langa que aún no la puedo olvidar. Acá hay pasto verde, montañas escarpadas, eucaliptus sedientos de agua y un entorno silencioso y lleno de paz. Sólo nos atemorizan algunos letreros de que los leopardos también habitan acá, pero no creo que los veamos, así que vamos a guatonear los cuatro fantásticos comiendo Nutella con pan. Ese será nuestro menú de la noche para no desentonar. Un último comentario que me llena el corazón de felicidad. Es raro y espero que el resto de la tribu que falta no se vaya a enojar ya que el espacio que dejaron vacío es como un vendaval, pero la rutina con los cuatro ha sido una delicia para comentar. Como perro y gato, la Trini y Aki pasan del odio al amor profundo sólo en segundos y sin avisar. Son muy entretenidos además para conversar y cada uno de ellos nos va enseñando todo lo que sabe de todo que nos supera con creces a los papás. Es como llevar dos ositos comestibles atrás; cada uno con su sabor y simpatía genial. Han sido un regalo para mi alma y me da orgullo ser su mamá. Se mueren cómo agradecen los pequeños lujitos que nos hemos podido dar al ser menos bocas que alimentar y son una compañía perfecta para viajar. Buscan animales por todos lados y siempre cada cual tiene su propia forma de entender la realidad; uno desde la lógica y el conocimiento enciclopédico que me tiene impresionada; la otra desde la chispeza, simpatía y gracia que nadie le puede quitar, así que Andrés y yo más parecemos abuelitos chochos que papás. ¿Será la edad o será que la tribu San me hizo algún hechizo al entrar? Ambas probablemente son la verdad.
Día 33: Franschhoek, un pedacito de cielo acá
A no más de una hora o un poco más, hay un pequeño pueblo donde los primeros Hugonotes se vinieron a instalar. Ellos eran los protestantes calvinistas franceses que llegaron a estas tierras hace como 400 años atrás e instalaron sus viñas y casitas preciosas como si Dios les regalara una nueva oportunidad para partir en el paraíso celestial. Todo el valle está rodeado de gigantescas moles de roca gris, coronada por nubes blancas y espesas que parecen centinelas obesos resguardando la paz. El verde de las praderas se ve como una alfombra persa que vuela calmadamente para no botar a todas las flores y frutas que se prenden de ella para viajar. Al centro de la llanura, sólo el viento es capaz de meterse en las miles de viñas y tiendecitas que bordean este oasis lleno de vitalidad. Un trencito añoso se adentra por los potreros como atracción turística, pero creo que si uno hiciera todos los testings de vinos que ofrecen, nadie lo podría parar. Más que los vinos, lo atractivo es la belleza que se concentra en tan pocos kilómetros como si fuera el jardín del gigante egoísta que no quiere que nadie vea todo lo lindo que alberga de los demás. Las esculturas de fierro de animales, hombres alados, caras de mujeres, figuras abstractas u otras de realismo total, son parte obligada del paisaje porque su calidad es excepcional. Incluso en una viña en que paramos había una estatua de una mujer de tamaño real que escondía su cabeza en un chaleco apoyándose en una pared como si hablara oculta por celular. Sólo al tocarle el trasero con mis manos supe que no era de verdad; increíble el artista que concibió esa obra y muchas otras más que se amarraban de los cerros como anillo nupcial. Las galerías de arte también competían con sus obras de diferentes tamaños y presupuesto para regatear. La mayoría muy coloridas y de rostros preciosos de los nativos de acá. Lo único que llama la atención es que es una belleza triste, como si en los ojos llevaran anclada la indignación de ser dominados por la civilización actual. Para endulzar un poco ese arte, el chocolate no podía faltar y eran muy finos al paladar. El cacao sudafricano es de muy buena calidad y el más popular es el de caramelo con sal de mar. Qué me han dicho, una delicia de chuparse los dedos a la que no nos pudimos negar, además nos sirvió para sacarnos un poco el frío y la lluvia que nos empezó a dejar como hienas mojadas a pedio atrapar. El templo calvinista si bien olía de diferentes maderas traídas de diferentes partes del mundo, no me pudo invitar a rezar. Su órgano milenario era todo el altar y miles de bancas apiñadas no podían hacer espacio ni siquiera a una cruz o a un espacio de recogimiento más especial. El viejito que nos la mostró, eso sí, era un caballero de la antigüedad y su esfuerzo por decir señorita y gracias en español me pareció una delicadeza de Dios que seguro ahí se quiso encarnar.
Las ardillas tenían tanto frío como nosotros que íbamos con carne de pollo deambulando por la única calle de comercio y nos acompañaban a los techos de las tiendas para podernos proteger del diluvio universal. Así fuimos casi como comprando huevos, de una tienda en otra hasta llegar al final. Cada local tenía cosas más lindas y un aroma particular: lavandas, jazmines, gardenias y así todo un universo floral, tanto que hasta una hojita de Canabis real le dieron a Iñaki, pero luego se nos perdió y no la pudimos probar. Los vinagres y los aceites de oliva son una patrimonio de la ciudad; también las aceitunas y los billtong, que es la carne seca típica de acá. Ya empapados y cansados, nos empezamos a salir del pueblecito celestial, pero nos miró una viña preciosa que estaba a un lado y de puro copuchentos nos metimos para conocer un poco más. Ahí nos recibió Efraín, un hombre con la sonrisa grabada en la cara y con la bondad sellado en el pecho, por lo que nos mostró todo el hotel y las instalaciones de la viña como si fuésemos el mismo rey Juan Carlos con la Lady Di reencarnados en la versión local. Los jardines franceses perfectamente cortados en ángulos rectos hacían ver la belleza ornamental, pero también las miles de horas de trabajo que deben implicar. Los colores, las alturas y los cortes de las plantas parecían un mandala recién pintado y en constante despliegue de más. Se le cruzaban estatuas, hortalizas y flores en espacios delimitados con la rigidez alemana, si es que eso se puede graficar. Ninguna planta se salía del espacio asignado y hasta las berenjenas brillosas y preciosas se ponían tímidas para no invadir a los apios o alcachofas que colindaban su vecindad. La vista de esos jardines, rodeados de viñedos, rosales y regados por la lluvia otoñal, realmente eran un cuadro para retratar. Sólo un ejemplo para graficar: habían unas flores naranjas y rojas de tal intensidad que las fuimos a tocar. Eran como pequeños cerebros apretados en un capullo y erguidas en sus tallos con rigidez total. Jamás había visto diseño igual; por eso siempre me sorprende que algunos no crean aun en Dios con tantas evidencias que nos quieren enseñar. Lo único malo es que las maravillosas florcitas nos pasaron las manos a fetidez total; todo se compensa jaja. Tuvimos que lavarnos como tres veces las manos para poder liberarnos de un olor a pipí de camello infernal.
Yéndonos de esa viña que era Fancy total, de pronto vi un “leopardo” saltar. Estaba detrás de una reja, pero era lo más raro que hay. Bueno, resultó que la viña de al lado para sus visitantes tenía cinco cheetas de la corte real. Lenta y elegantemente cada animal se paseaba por su “canil” alegando con su mirada la falta de libertad. Sus ojos eran tan filosos como sus garras, pero su piel y sus pasos parecía una seda para un festival. Estilizados, elegantes, indiferentes, preciosos, eran lentos sólo para engañar, ya que en tres segundos alcanzaban los 120 km por hora y un promedio de 80 km; buen record en verdad. Un sueño de “gatitos” para domesticar, pero por suerte la reja eléctrica nos dio más seguridad.
Después de vinos, chocolates, decoros y nubes desaguadas hasta el final, volvimos a Capetown sin ningún taco y llenitos de felicidad. Fue un fin de semana precioso e inolvidable; gracias Señor una vez más.
Día 34: La opción por la esperanza
Al fin llegó el día en que la famosa visita al “campamento” de Khayelitsha (léase Kalisha) resultó. La tercera es la vencida ya que esta vez sí coincidieron el sol, el chofer, el guía y los actores, o sea nosotros dos con Andrés, más la Trinita que otra vez faltó, ya que manifestó su total interés por conocer esta realidad en cuestión. No así Aki, quién prefirió ir a estar con sus amigos del colegio y aprovechar de estrujar la preciosa amistad que entre ellos se tejió. Hasta convite a la casa de uno sacó, así que cada uno con su opción.
Lo primero que debo decir es que las expectativas e ideas que uno tiene en la cabeza siempre son diferentes a lo que Dios nos preparó. Yo iba dispuesta a recorrer un campamento de casitas de latón como los que se ven desde el exterior, sin embargo, la idea de este video que a Brendan, nuestro vecino y cineasta, se le encargó, era promocionar el desarrollo y evolución de esta población, por lo que nada de eso vimos, sino la esperanza como opción.
Algunos datos para información. Khayelitsha significa Nuevo hogar y fue armado a la fuerza cuando a los “ingenieros” de la época de los 50 y 60 se les ocurrió el famoso Apartheid como un modo de control. Comenzaron a trasladar a toda la población de color (es decir mezclas) y a la negra (que es una distinción fuerte de la región) a diferentes zonas aisladas unas de otras, para que no tuvieran fuerza de organización. Cada una de las familias de diferente origen, fue obligada a salir de su locación y moverse a esta nueva población a casitas de hormigón muy pequeñas para la densidad de gente que se reunió. La pensaron inicialmente para 400 mil personas y hoy suman más de dos millones y medio de habitantes y en contante extensión, ya que la gente del campo sigue emigrando a este lugar como opción mejor. En el campo prácticamente no hay sobrevivencia ya que no hay agua potable ni alimentos ni salud ni educación. Aquí en cambio, hay 64 colegios, un gran hospital (que no da abasto para la cantidad de gente), una piscina, 3 estaciones de policía, cerca de mil iglesias musulmanas y cristianas y miles de laberintos llenos de container de comercio, pequeños restaurantes y una vida que hierbe más que un volcán a punto de explotar.
Wuara es nuestro guía en esta oportunidad. Un chiquillo de unos treinta años, que a Eddy Murphy podría imitar. Hasta el dato más serio y dramático lo vuelve una broma para contar; es simpático y extrovertido, pero resulta un poco agotador al final. Uno se da cuenta que tiene todo aprendido y que hasta las bromas las debe repetir una y otra vez con las mismas personas que se va topando al saludar, por lo que no me extrañó que le hicieran un poco el quite al pasear. Sin embargo, algunos datos freak que cuenta los quiero destacar. Lo primero es que los nombres de los niños los suelen designar los abuelos y no los papás. Lo otro es que en la lengua local se hacen muchos clicks para hablar. Son sonidos con la lengua como cuando uno quiere imitar el galope de un caballo o otra onomatopeya gutural. Clap, clip, clac se anteponen a sonidos de vocales o consonantes como algo muy natural, pero la verdad es muy difícil de imitar. La Tribu San o bosquimanos (otro nombre que se les da) por ejemplo, habla con más clicks que nada.
Wuara, con su entusiasmo aprendido o no, igual es un ejemplo digno de destacar, ya que él -al igual que muchos jóvenes- han optado en los últimos años por cambiar la fama y la cara a esta comunidad. Quieren que sea famosa por su gente, por su creación y originalidad. Sí van a recordar para siempre su pasado, parido en medio de violencia, abuso e impunidad, pero dice que prefieren quedarse con el presente y mirar al futuro para salvar generaciones y ser recordados como la mejor ciudad de todas y lo dice con orgullo real. Así que durante todo el tour, siempre va diciendo que es lo mejor de lo mejor lo que probamos, lo que vemos o lo que vamos a cruzar. Su fe y su pasión por lo propio son infinitos; tan grande como su panza que no para de nombrar y pide que le compren cosas ricas para comer donde nos lleva a pasear. Un rey del marketing diría yo en palabras simples, pero loable en su actitud vital. Bien podría estar en las pandillas o contrabandeando cualquier cosa porque igual abundan por acá, pero él cuida de su mamá y de su abuela y es el sostén de su hogar.
Lo primero a lo que nos lleva es a su propia Table Mountain que es un cerrito chico al medio de la ciudad; en realidad es un mirador hecho de palos y algunos hoyos que hay que evitar, pero efectivamente el alma se convierte en un dron virtual ya que se puede ver en 360 grados lo que es actualmente este “campamento” urbano y su extensión sin final. Podría decirse que lo que veo se divide en tres porciones casi iguales de distinción social: están las casas “buenas” es decir de hormigón con patio y cerco propio donde muchos tienen autos estacionados y que pertenecen a la clase media acomodada, que fue surgiendo con pequeños emprendimientos y subsidio estatal. Luego hay casas más sencillas y blocks de poca altura, ya que no les gusta compartir la propiedad y son los que llaman pobres, pero no en lo marginal. Ellos tienen calles asfaltadas y sus centros comerciales para pasear y finalmente, un último tercio se ve aún más lejos, que son las “casitas” de hojalata que cuelgan de cables de electricidad. Ellas brillan con el sol y están todas amontonadas sin orden ni plan. Esas son las coloridas, las que se ven de la carretera, las que crecen como callampas después de una tormenta estival. Son los más pobres de los pobres, aunque Wuara nos advierte que algunos de ellos son gente con recursos que no se ha querido mover porque la tierra es muy cara de comprar. Sus guiños de latón no me dejan de doler en la inmensidad; parecen ciudades alienígenas y exudan un gas similar al de la basura cuando de lejos la pueden contemplar. A pesar de todo, los últimos años ha bajado la criminalidad, han disminuido en el ranking de peligrosidad y ha mejorado la calidad escolar. Sin embargo, Wuara duda de la veracidad de estos datos y la verdad cuesta creer por lo hacinado que se ve todo y que no haya ningún verde para fotografiar. Todo es humano, apiñado, cableado… no hay ningún punto de flores o silvestre para oxigenar a tanta gente y cuesta creer que, en las canchas de polvo y las plazas de cerámicas rotas, los niños puedan conocer contextos de belleza y bondad. No obstante, mi apreciación pesimista, los chiquillos se han puesto como meta elevar la calidad de vida del lugar sin emigrar. La gente de Khayelitsha ama Khayelitsha y ahí se quiere quedar.
Bajando el “dron” de nuestro espíritu a tierra firme, iniciamos un periplo por las calles de la ciudad que demoraría cerca de tres horas o más. Lo primero que nos presenta es a una mujer joven que emprendió con una especie de farmacia local. Ella es química farmacéutica y alivia las enfermedades de la población que la circunda para que no tengan que ir al hospital. Su tiendecita no mide más de dos metros y está protegida por rejas por donde se pueda mirar, pero se nota que sus ojos son libres y orgullosos de su misión social. Mientras nos explica cómo se ha financiado con fundaciones y demás, llegan los clientes y piden mentholatum o jarabe para la tos y ella se los vende a un precio muy bajo y los atiende con especial dignidad. Su cuerpo grande y grueso me hace recordar a esas mamas antiguas que a todos querían apapachar con ternura y firmeza para cuidar. Dice que tiene un niño de tres años y que quiere un futuro diferente para cuando él alcance su edad. Admirable su fuerza y sus ganas de luchar sin depender del estado, sino de su capacidad.
Las calles son anchas y están llenas de tráfico que no obedece a nadie más que la fuerza del más fuerte para mandar. Wuara nos dice que lo sigamos a él para cruzar y así para micros, furgones y autos muy viejos y destartalados que se mezclan con otros de absoluta modernidad. Así es un poco todo esto, una mezcla muy difícil de integrar, ya que ves casas buenas, muros recién hechos y antenas parabólicas para sintonizar, pero también cerros de basura volando por las veredas, vidrios rotos de botellas y tapas de cerveza botadas. Tal parece que los hombres toman mucho los sábados y domingos y eligen las calles como tabernas locales, sin vergüenza ni maldad. Las calles también van muy habitadas de escolares y mujeres con sus niños amarrados en la espalda que no dejan de transpirar. Se me ocurre que esos pobres niños ya comienzan a quemar sus neuronas de tan poco estímulo y calor maternal. Los niñitos y niñitas nos saludan con sus ojitos llenos de ilusión e inocencia y son bellísimos en verdad, pero cuesta ver adultos tan lindos y dignos cuando llegan a la madurez existencial. Los hombres es su mayoría permanecen delgadísimos y las piernas les cuelgan de los pantalones como si con perritos de ropa las tuvieran amarradas. No así las mujeres que se engruesan por todas partes y parecen cuadros de Botero para pintar. Piernas gordas, traseros inmensos que salen de sus columnas como avestruz real; caras redondas y extensiones de pelos que no paran de adornar. De hecho, fue divertido el comentario del guía cuando la Trinita así se quería peinar, ya que dice que todas las mujeres sueñan con un pelo como el que ella tiene y ella sueña con las extensiones falsas y que es raro de escuchar. Nunca se está del todo feliz con lo que Dios nos da, sobre todo con el pelo y la apariencia corporal.
En eso iba divagando y tratando de aprehender la energía del lugar, cuando Wuara nos metió a un café para comprar. Zigalele era su dueño y su historia me llegó a hacer llorar. Veinte y nueve años el chiquillo y con una inteligencia y brillo en los ojos difícil de igualar. Había estado de empleado en muchas partes y sabía una enormidad sobre el café y la industria local, sin embargo, él no quería ser empleado de nadie y emprender para su comunidad, así que inventó su propia mezcla de café y hoy sueña en grande para salvar a muchos más jóvenes de su ciudad. Más que el café lo que él ofrece es un espacio seguro, sencillo y lindo para construir sueños y conectar a las personas con otras para que lo puedan lograr. Su socio es un flaco con cara de Regaee, pero que tiene más estudios y experiencia de lo que pueda memorizar. Ambos han creado este “garaje café” y lo han hecho lindo y digno a pesar de su precariedad. El baño apenas es un escusado sin luz, pero está limpio y me alegró encontrarlo en medio de la inmensidad. Los muros del café son pallets de madera y detrás se ve la ropa de la casa vecina colgada. El piso es pasto sintético y el mesón una madera pulida y pare de contar, sin embargo, el café es delicioso y la conversación aún más. Ellos optaron por la esperanza, por la vida y por soñar, a pesar de que tienen todo en contra desde la objetividad. Nos sacamos una foto linda con ambos y los bendije al salir de su pequeño oasis de humanidad. Es increíble conocer de tan cerca testimonios de fe y ver cómo se van tejiendo historias maravillosas que darán vida y fecundidad a la aridez habitual.
Con el ánimo muy en alto, Wuara, casi como para compensar nos muestra el “mercado” local. Son un montón de cobertizos de latón y neumáticos negros donde cuesta mirar por el humo y la oscuridad apilada por décadas de miseria y suciedad. Los puestos dan dolor de guata por su insalubridad; mesones desteñidos cobijan como altares los intestinos de no se qué animal. También hay algunos que los están asando para vender como almuerzo, pero los comensales preferidos parecen ser las moscas y nada más, ya que sus dueñas (todas mujeres) las espantan con un paño cada segundo de su respirar. Las frutas y verduras con su colorido equilibran un poco el espectáculo para no vomitar, pero se me estremece nuevamente el alma ante tanta pobreza y desesperanza natural. Me cuenta Wuara que las mujeres son las que suelen trabajar en los puestos y las que sacan adelante a los chiquillos (mansa novedad, me digo para mi misma) ya que como él dijo, son las que piensan más, ya que los hombres se dedican a pelear. No es que esté en el discurso feminista, pero pucha que tiene de cierto esta verdad. Uno siempre va a querer que los hijos de uno sean más y para eso no hay tiempo para tonteras ni menos para pelear. Contemplo este mercado con dolor de mamá y rezo por cada uno de los que veo, aunque crean en otro Dios, el amor es el mismo no más. Wuara insta a comprar el mejor helado de la ciudad, pero yo me abstengo al ver las cajas de plumavit y las moscas volar. Es helado de vainilla y frutilla, pero prefiero no arriesgar mi guata de señorita porque ya estoy pronta a viajar.
Cruzamos la línea del tren, que según el guía es lo peor que hay. De hecho, uno de los grandes desafíos de Khayelitsha es cómo moverse en medio de esta inmensidad. La gente lo hace en los furgones que es lo que mejor parece funcionar, pero les sale caro para su presupuesto y lo están intentando mejorar con una especie de Trans Santiago; espero que les resulte mejor que nuestro sistema de transporte, porque creo que ese es uno de los peores problemas de la marginalidad: tener que perder tanto tiempo en sólo trasladarte a donde tienes que ir a trabajar. En medio de la pasarela atestada de comercio, Wuara nuevamente nos detiene para que conozcamos a los que venden remedios de hierbas sagradas. Dos flacos que apenas se sostienen al caminar, en un inglés muy perdido nos tratan de explicar para qué es cada tubérculo, rama y palo que tienen sobre un pedazo de plástico, listo para arrancar. Supongo que el comercio ambulante aquí no es tema, ya que hay por todos lados y hasta los policías compran al pasar, pero las explicaciones de los “chamanes” me parecen un poco vagas y las raíces un poco deslavadas de su poder sanador, así que, aunque me ofrecen una para el dolor de cabeza, preferí pasar. No vaya a ser que después me llevaran presa por doping cerebral. Lo único reconocible fue la aloe vero, pero el resto no tenía traducción así que no se los puedo contar. Lo que sí les puedo contar, para subirles el ánimo sin aspirar ni tomar ningún ungüento medicinal, es la historia de Lufefe, el rey de la espinaca local. Este chiquillo que conocí solo por fotos también es de acá y tenía disponibles unas tierras de la familia afuera de la ciudad. El decidió plantar las plantas de Popeye porque eran mucho más sanas para alimentar y abrió un pequeño local, pintado de verde, para promocionar todo lo que con espinacas se puedan imaginar. Probamos un smothie verde que nos dejó ásperos los dientes de tanto espinacal, pero era rico y nutritivo y de un color a palta precioso que nos alegró de sólo mirar. El muffin de espinaca también estaba mortal y el pan verde, aunque no lo compramos también se veía tentador y muy fino además. El tema es que desde el 2011 este chiquillo le está dando trabajo a muchos a costa de la nutritiva plantita y ya tiene cinco locales en la comunidad. Le faltaba un poco de fuerza a la venta ya que la niña que nos atendía parecía más Brutus que Olivia con su frescura y femineidad, pero así y todo, me alegró ver una vez más, la fuerza de la juventud que quiere despegar y sacar adelante a los demás.
Con la lengua verde, la Trinita y yo parecíamos Shrek en versión local, pero pronto se nos puso roja de rabia al ver cómo los monumentos antiguos eran destruidos por los autos en la misma puerta de la corte de justicia local. Una paradoja en sí misma que donde se supone se debe cuidar la justicia, la gente rompa su historia y el legado de los demás. Me explico un poco más, porque puede no haber quedado claro. Al cruzar una avenida grande, Wuara nos mostró la única piscina de la ciudad. Grande, linda y bonita. Hay que pagar dos rands (100 pesos) para pasar, pero no me imaginé 2,5 millones de personas compartiendo la misma suerte en una sola piscina sin ahogarse en una marea humana sin respirar. Lo raro es que estaba vacía, plop, me dije y miré el monumento a los caídos en la resistencia que limitaba el lugar. Los nombres de muchos de los que murieron al oponerse al Apartheid estaban escritos en los muros, pero en el suelo había un mosaico con sus sueños y el anhelo de verlos hechos realidad. Fue justamente ahí donde me dio la rabia, porque en vez de cuidar ese mensaje de pedacitos de cerámica, los autos de ellos mismo lo usaban de estacionamiento y los sueños apenas se leían al pasar. Espero que los sueños de Wuara, Zigalele o Lufefe no tengan la misma suerte de los que murieron para testimoniar.
La última parada de este tour tan especial me dejó para adentro y quizás simboliza con demasiada elocuencia una parada existencial. Nuestro pequeño furgón nos llevó a un sitio rodeado de la nada misma, donde decía Museo Ganster 18 y sólo figuraban unos chiquillos chicos jugando a la pelota a pies pelados y un par de hombres echados en unos neumáticos, desganados y sin fuerza para pararse de su “cetro” real. Wuara ya iba apurado y poco nos quiso explicar, pero se trataba de un museo viviente para prevenir a los niños de que participaran de pandillas y que hicieran decisiones correctas para su destino final. Casi a la fuerza, el primer hombre de los neumáticos se dignó a parar y nos invitó como un zombi a conocer la mitad de un container para que él nos contara su verdad. La verdad apenas era entendible su hablar, pero su cuerpo enjuto y herido me traspasó con demasiado dolor todo lo que debía explicar. Él era un exprisionero, que había optado desde pequeño por el camino “fácil” de la delincuencia y las bandas para avanzar. Había matado a muchos, había estado en distintas prisiones y sus ojos casi se apagaban de la luz vital. El infierno que llevaba en su delgada osamenta casi lo podía tocar; tanta tristeza, tanto desamor, tanto castigo infringido y auto infringido me dejaron helada. El hombre trataba de contar que él le explicaba a los niños las importancia de su decisión inicial y que si no querían su misma suerte debían ser fuertes para resistir la tentación inicial. Nos contaba la historia de Thonda, un niño como cualquier otro, como él quizás cuando tenía 8 años o un poco más. Tuvo la opción de hacerle pequeños “encargos” a las pandillas y de ahí nunca más se pudo liberar; ni siquiera dentro de la cárcel donde las peleas y rivalidades seguían igual. Yo al menos nunca había escuchado en primera persona una confesión igual; estar frente a un asesino de muchos y sentir una lástima y compasión sin igual. El hombre estaba tan muerto como sus víctimas y lo poco que hacía era intentar remediar para otros su porvenir, pero qué ganas de abrazarlo y decirle que aún para él también había una oportunidad. La primera mitad del container museo me dejó con el alma estrujada de dolor y de un infierno real. Al segundo, se paró el otro hombre, flaco, flaquísimo, al que hasta el buzo con elástico se le afirmaba de la pelvis con gran dificultad, pero su rostro, sin dientes en el frente, me dio un poco más de paz. El miraba a los ojos, con vergüenza, pero con cierta paz. Su hijo de diez años estaba afuera y lo acompañaba a testimoniar. El también había matado a muchos, pero tuve la sensación de que aún le quedaba un resto de dulzura y amor para dar. El mostraba un símil de su prisión estatal acomodada en la otra mitad del container para enseñarle a los niños a dónde podrían llegar. El escusado era de latón doblado, el catre de fierro con apenas un colchoncito de tres centímetros para acostar y el cielo pegado a los ojos con apenas una ventanilla para respirar. El mensaje estaba clarito y el señor nos dijo que esto era peor que la cárcel grupal donde apiñaban a veinte o más, porque si bien aquí tenía un poco más de espacio (entiéndase que estaba dentro de un cooler sauna) no tenía con quien conversar y que no ser ser humano, relacional, era el peor castigo para la humanidad. Prácticamente una vida de animal, sin posibilidad de ver nada bueno, verdadero ni menos bello, sólo verse a sí mismo y rayar las paredes con su odio personal. La lección estaba aprendida para ambos y su testimonio fue desgarrador en realidad. Sólo rezo por ellos y sobre todo por su hijo, otro flaquito al que le colgaba un traje de baños roto para que pueda soñar y tener una vida diferente a la de su papá.
Terminado ese tour, Wuara, nos llevó a un restaurant horroroso desde mi forma de mirar. Una especie de bar nocturno, pero de día con toda la fealdad que la luz puede mostrar. Yo ya no tenía hambre alguna, pero él nos quería enseñar la comida local. Al poco rato él mismo llegó con dos canastos cuadrados tapados por un papel como de mantequilla y voila. Uno traía un montón de alitas de pollo, costillitas de cordero y salchichas de acá y el otro traía una especie de puré hecho de maíz con chacalaka que es una mezcla de verduras y porotos para untar. Nada de cubiertos y sólo a dedos atacar. El grupo de turistas que íbamos (ya que iba una familia de franceses y de Bélgica junto a nosotros) atacaron como Mac Donald con mucha naturalidad. Los dedos se abalanzaban sobre todo y mi estómago progresivamente se iba achicando frente a este carnaval. No es que sea asquienta, pero comer con los dedos aun no lo puedo integrar. Sólo agarré una costillita antes que la fueran a tocar y la mantuve harto rato en mis manos para que no me fueran a insistir en comer más. Paso a paso y sin prisa los canastos se empezaron a vaciar y finalmente, lavándonos las manos con los hielos de la cubetera nos despedimos de Wuara y de los otros comensales con mucha amabilidad.
Al final de este día me quedé con una gran lección espiritual. Aun en las peores circunstancias siempre hay solo dos formas de actuar: elegir la esperanza o la desesperación; elegir el agobio o en entusiasmo que es el mismo Dios; elegir la violencia, la venganza y la maldad, o elegir el perdón, el arrepentimiento y el testimonio de amor; elegir la puerta ancha y fácil que nos lleva a la perdición o elegir la puerta angosta que aunque con esfuerzo y dolor, nos lleva a la paz y a la salvación; elegir la oscuridad y el infierno o elegir la luz y el cielo. Khayelitsha y muchos de sus jóvenes, al igual que cada uno de nosotros cada día, siempre tiene a la mano los dos caminos, el tema es cómo persistir en la luz y no dejarse caer en la sombra de la humanidad. Si Zigalele, Wuara y Lufefe lo están logrando en esta masiva y pobre ciudad, cuánto más cada uno de nosotros en su pequeña o gran comunidad. A pesar de todos mis errores y caídas, hoy al menos, gracias a lo que viví y aprendí, opto por la esperanza, por la luz, por el gozo, por el amor… en definitiva por Dios.
Día 35: La despedida
Puede que parezca una locura, pero despedirse esta vez es un desgarro fuerte de expresar. Siempre las vacaciones se nos aferran en el alma como si fueran un chicle de mascar, pero éstas, tal vez por la edad, por la belleza de este lugar y sobre todo por el espíritu que se puede tocar, son como garras que me rompen la carne, aunque volver también sea una necesidad. El clima nos viene a avisar cada atardecer que el verano ya se está yendo y que el frío se avecina con celeridad. La piscina de nuestra casa ya está de duelo porque es un acto heroico meterse así no más; lo mismo el cielo que se cubre de nubes gordas y el sol no las puede atravesar. Los cerros majestuosos me parecen más grises que lo normal y hasta las ranas y culebras de nuestra pileta se silencian para que no oigamos su llorar. Las playas abundantes se han ido vaciando y sólo la arena y las olas conversan generando chismes que vuelan como brisa salada. Las flores se están marchitando en las faldas de las montañas y se riegan con mis lágrimas de tristeza y gratitud por toda la belleza que me pudieron regalar. Los perros y gatos de la vecina se apapachan en nuestra casa como si ya presintieran la soledad que se les avecina cuando la tribu se aleje por el mar. No vienen nuevos arrendatarios y la Estelle y su hija Nina apenas se quedan minutos para ir a trabajar y estudiar. La otra hija, Clara, ya se marchó a viajar por la humanidad. Su primera parada es Eslovenia donde irá a trabajar a una granja como voluntaria, así que lentamente se ha ido desgranando el choclo de esta tribu que se amplió en CapeTown. Los propios niños míos ya me empiezan a faltar, pero también da vértigo regresar. Ser anónima es un privilegio imposible de describir sin estremecer la interioridad. Ser libre de responsabilidades es un tesoro digno de guardar; ser simplemente y “vestirse” con lo que se es, es un banquete celestial. Por eso estos últimos dos días antes de partir han sido fuertes e intensos, lo digo de verdad.
La primera despedida fue de Yolanda, la señora linda que nos ayudaba a limpiar. Su sonrisa brillante y su fuerza vital son bendiciones para enmarcar. La foto de rigor y un regalo entregado con amor para que no nos fuera a olvidar fue el inicio de un corte de este cordón umbilical que jamás pensé se iría a tejer con tanta intensidad. El tema es que cuando se ama con tanta fuerza a todos y a todo, duele como si el corazón tuviese ventosas y se te estira con brutalidad. La clave está en no dolerse y sí agradecer la oportunidad que nos regaló el Señor con tanta abundancia de todo y que seguro florecerá en la posteridad.
La segunda despedida personal, fue con la Estelle con quien fuimos a tomar un café a Simon Town. La conversación fue un mosaico precioso y preciso de humanidad donde puedo decir que encontré una nueva hermana para la eternidad. La misma sensibilidad, historia y una resiliencia admirable frente a la adversidad. Una híbrida de dos mundos, igual que Aquaman, el hijo de la reina de Atlántida y un simple farolero del mar. Una hija de Africans que ama a todos con cuidado y los quiere aliviar de sus dolores, a pesar de que los propios son más grandes que los pacientes que suele atender sin parar. Optimista, inteligente, divertida e insegura a no poder más. Me sonó demasiado parecido para no relacionar. Sé que ese no fue el último adiós con ella, pero sí el que más me impactó porque vi su hambre de Dios y no sé si mi inglés dio el ancho para dar testimonio de su amor. Ella cree en Jesús, pero ninguna experiencia previa la alentó; era que no, me dije yo pensando en las iglesias que visité y su horror. Son esos momentos en que dan ganas de clonarse por mil y tener millones para traducir lo que he escrito para personas como ellas, que no han tenido la oportunidad de conocer su mensaje de amor.
La tercera despedida fue la de los niños que terminaron su etapa escolar. Al irlos a buscar, fue una sorpresa verlos cargados como equecos de regalos y sus poleras rayadas. Sus amigos le habían escrito mensajes para expresarles su amistad y la verdad en sus ojos se veía la misma ventosa que yo he tenido que llevar. Carteles, libros, cartitas, comida, de todo juntaron para poderles decir Good bye, pero el tema es que estos niños serán difíciles de reemplazar. Tal como expresó Aki en una conversa final, por primera vez se sintió en su corral. No es que en Chile no tenga amigos, pero la inocencia y bondad de sus compañeros de acá allá es una aguja en un pajar. Supongo que no debe ser casualidad y que ese aprendizaje a algo lo tendrá que mover en la posteridad. Con la Trinita pasó igual; los compañeros hasta el lunes la quieren invitar. Cada segundo es oro cuando se trata del vincular genuino y desde la gratuidad.
La cuarta despedida fue con los vecinos que vinieron a comer acá. Hicimos un brahai para no desentonar, pero ellos trajeron tantas cosas ricas que nos sobró para guardar hasta el viaje final. Al igual que a las vecinas, les hice un cuadro lindo, lleno de energía amorosa tratando de expresar toda la gratitud por la acogida y ayuda que nos dieron sin pedir nada. La conversación no midió límites con la barrera de inglés y todo fue como una familia ampliada con lazos de acá. La alegría de sus caritas al recibir el regalo me fue suficiente para poder partir, pero al recibir uno de ellos la fuerza se me hizo nada y una vez más las lágrimas se me escaparon de felicidad y tristeza, si es que eso puede darse con simultaneidad.
La quinta despedida también se dio con un brahai con una familia de Taiwan. Llegamos a su casa sencilla, antes del apagón de la electricidad. Sí han vuelto a cortar la luz dos veces al día y todos los vecinos hacen bromas que ya falta poco para que limiten el confort. Sólo una anécdota de cómo la vida nos puede cambiar: en nuestro país y probablemente en muchos es de mala educación no tirar la cadena, sin embargo, acá actúas mal si la tiras sin necesidad, por lo que a los niños hay que enseñarles a no tirarla en vez de hacerlo y así todo se va dando vueltas como en el tema de la electricidad, donde todos ya se programan con linternas y sin wifi por horas extensas sin alegar.
Al principio, pensamos que el famoso asado sería del terror al ver el entorno y que a estos “amigos” apenas los conocíamos en verdad. Sólo eran papás de compañeritas de los niños y lo hacían de pura buena voluntad. Todo bien inhóspito, se veía del terror y la casa olía a algo muy especial. El brahai se hacía en el estacionamiento en sillas de plástico y una pequeña parrilla que no parecía tener nada. Al rato llegó otra pareja del curso a la que no conocíamos y era una alemana con un suizo que se habían venido a vivir acá. Y la cosa se empezó a armar. Tres familias, tres continentes, tres razas que podríamos no haber tenido nada para comentar, pero en realidad todos teníamos la misma mirada de la vida, los anhelos de educar con más humanidad y a Dios en el centro, aunque fuésemos cristianos nada más. La comida se empezó a multiplicar, al igual que la conversación y las risas de los niños que sumamos que ya jugaban como si se conocieran desde la eternidad. La alemana sudafricana resultó un encantó de mujer y su marido suizo un hombre de gran corazón. El taiwanés un gran sabio en su pensar y su señora, Peggy, una dulzura sin igual. Entre ojos achinados, redondos y almendrados teníamos para el comercial de Benetton y solo nos faltó un negrito para completar. Al final nadie se quería ir y la promesa de volver a vernos en el futuro pareció real. Todos éramos inmigrantes en un mundo loco del que nos quisimos bajar, al menos nosotros por unos meses y ellos por la posteridad. Sus familias de Taiwán y Suiza los creían hippies y locos por elegir Sudáfrica para educar, sin entender cómo dejaban la perfección y la limpieza atrás por un país lleno de simplicidad y caos social. Supieran lo ricos que son, decía yo al mirar a sus niños jugar y tener una vida con paz. Desde lo objetivo puede que sus padres tuviesen razón ya que en sus países de origen todo funciona y la economía es espectacular, pero les falta lo más importante que es el espíritu y la posibilidad de vivir la vida de verdad. Puede que aquí no tengan carbón y la electricidad haya que comprarla en Madagascar, pero la inocencia de los niños y la ilusión en su mirar es algo casi extinguido en las calles de Taiwán o Swistzerland.
La última despedida que voy a contar fue la de hoy en la playa que fue inolvidable y preciosa para atesorar. Los primeros doscientos metros de playa estaban para arrancarse a la ciudad, ya que la tormenta de los otros días había arrastrado un montón de algas que estaban atestadas de moscas que no te dejaban en paz. Me recordé de las plagas de Egipto y casi nos volvimos, pero avanzamos un poco más. Llegamos a un sector limpiecito que los mismos ángeles habían barrido para que la decepción no nos acompañara en la despedida final y la verdad es que nunca había probado un mar tan delicioso y helado sin alegar. Éramos, junto con Andrés e Iñaki (porque la Trinita estaba invitada a jugar donde una amiga), los únicos habitantes de ese paraíso celestial. Mar turquesa, tranquilo a no poder más, arena suave y blanca y una brisa suave que lograba calentar el cuerpo después de la inmersión bautismal. Cinco veces me metí al agua tratando de grabar la sal en mi cuerpo y podérmela llevar a mi ciudad. Qué delicia más preciosa la paz que ahí recibimos y cómo todo el entorno se coludió para la fiesta final. Si pudiera pintarles la vista que teníamos quizás me entenderían un poco más en mi locura estival, pero es que realmente veíamos todas las bahías y las montañas de piedras como si fueran una postal. Las nubes hacían piruetas sin ningún pudor frente al mar y muchos pájaros y patos se tiraban en picada, como convenciéndonos con su heroísmo que nos quedáramos para siempre en este lugar. Sólo unas pocas moscas molestosas a ratos nos recordaban que estábamos encarnados y no flotando en una dimensión espiritual, pero finalmente sonó la alarma para ir a buscar a la trinita y todo llegó a su final.
Arrastrando las patitas por la arena, me despedí con reverencia de este pedacito del paraíso tan atormentado como lleno de fecundidad. Y es que este viaje podría haber sido un desastre y ha sido sólo bendición desde toda forma de mirar; quizás por eso mismo da susto volver y extrañar el paraíso en tensión que se da acá.
Ciertamente este país es una mujer hermosa, llena de encantos que ni ella misma conoce, pero que son evidentes cuando uno la visita y la comienza a explorar. Su silueta geográfica compite con destreza con el océano multicolor que la desea acariciar. Su vestimenta colorida, sus huesos fuertes y su cadencia al caminar, la hacen ver como una fémina muy segura de su capacidad, sin embargo, está llena de heridas, de dolores, de divisiones internas que no logra integrar. Su riqueza espiritual y natural es solo comparable a la de los diamantes que esconde en sus entrañas, pero a la vez sus lágrimas y sus niños adosados a la espalda, revelan su miseria y abandono de la humanidad. Es una mujer sencilla en extremo, trabajadora a no poder más; una mestiza bellísima, pero que no tiene pertenencia final. La mitad de su sangre es blanca/ europea y eso la hace fina, elegante, culta, distinguida, orgullosa, ordenada y un poco rígida, además. Su sangre negra y de color, la hace espiritual, trascendente, mística, amarrada a la tierra y a la tradición tribal. Ambas mezcladas hacen un fluido difícil de administrar ya que depende del lado en que te muevas, el rostro que te puede mostrar. Sus ropas son rústicas, pero sus colores únicos en combinación y energía vital. Es como si le hubiesen cosido llamas de fuego en cada puntada, ya que, sin importar sus curvas o su pelo, la mujer sudafricana es linda de sólo mirar. Sus hombres la han abusado y ultrajado hasta no poder más. Su carne aún llora el desgarro del ser sacada a la fuerza de su hogar. Sus brazos aún no se recuperan del abandono y de la maldad y sobre todo su sonrisa, aún no puede ser feliz del todo, porque sabe que vive en un edén que en cualquier momento puede acabar. Los hombres insisten en pelear; la mayoría de ellos al menos y sólo piensan en su bienestar. Blancos y negros sólo se quieren vengar y buscan los modos de arrasar con todos los recursos de esta mujer que resiste y lucha con dignidad. Ojalá algún día, esta mujer se pueda gobernar por sí misma y enseñarle a los niños y a los jóvenes un nuevo relacionar. Sudáfrica como ningún otro país quizás, conoce la división absurda y el daño que esto puede causar. Me voy triste porque con mi estadía no la pude ayudar más; al contrario, como una mama antigua y de pecho abundante, sólo me dio nutrición y cobijo maternal. En su regazo me dormí con tanta libertad, que ahora dejarla -si bien me produce un gozo inefable por haberla podido encontrar- también me produce un vacío que sólo Dios puede llenar.
Perdón si los lateo con tanta filosofía existencia, pero esta tierra, este aire, esta vegetación, esta gente no es un paseo nada más. Estar tres meses recorriendo su corazón de madre y mujer, me ha despertado el mío y eso es lo que no quiero perder, llegando allá. Que cada atardecer se vaya grabado en mi retina para cuando el horizonte se me nuble allá; que cada color de todo lo que aquí existe, me permita seguir pintando nuevas obras allá; que cada inspiración de aire me ayude a respirar cuando me sienta agobiada en mi ciudad y que sobre todo cada gesto de amor recibido, me permita multiplicarlo en todos los que voy a encontrar, sin miedo a ser una sudafricana en Chile a pesar de mi origen inicial.
Quedan sólo unas horas y seguro serán una locura de correr y ordenar. Unas últimas despedidas y ver todo por última vez antes de volar. Sin embargo, me quedo con la esperanza cierta de poder regresar, ya que no fui a la TableMountain y seguro eso me servirá de excusa para volver a visitar. Vamos cargados de cachureos que no sé donde vamos a colgar, pero también vamos llenos de vivencias preciosas y únicas que ojalá hayan podido disfrutar. Se va acabando este Desembarco con un gracias a Dios más grande que una catedral. Sé que es un privilegio y lo voy a aprovechar al máximo, para poder recuperar terreno de lo que en Chile está a punto de acabar; me refiero al amor y a la fe en las personas como fundamento principal; ese es el diamante precioso que tenemos y que no lo podemos tapar con desconfianzas, consumo y superficialidad. Sé que Dios proveerá con lo necesario para cultivar nuevamente semillas de esperanza en lo relacional, sólo espero estar a la altura y poder ayudar en esta misión que me enseñó acá con tanta prodigalidad.
Dios los bendiga a cada uno y a todos y nos vemos en la capital.
Fin.
DIALOGANDO CON EL EVANGELIO
Ciclo A
1 de diciembre: San Mateo 24, 37-44
Hoy el evangelio dice: Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.
Y pienso: En qué consiste esta preparación. Lo único que se viene a mi alma es tener el corazón hinchado de amor para dar, las manos llenas de ternura para cuidar, la mente llena de ideas para ayudar y mi psiquis sanada de todo daño y mal. Sólo con eso, si vienes, puedo estar en paz.
Oremos: Despiértanos Señor cada vez que la vida de este mundo nos distraiga del principio y fin por el que fuimos creados en verdad. Que nos despabilemos y sepamos que lo único que podemos atesorar es amor y servicio a los demás. Que sepamos discernir y actuar en coherencia y conformidad a esta misión terrenal.
2 de diciembre: San Mateo 8,5-11
Hoy el evangelio dice: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe.
Y pienso: En hacer la misma petición del centurión: yo no me siento digna de que entres en la casa de mi corazón, pero basta una palabra tuya para que quede sana de tanta herida y contrición. Aumenta mi fe para dar testimonio de tu poder en mi salvación, convirtiéndome en faro de tu amor.
Oremos: Bendice Señor nuestras almas con la fe del centurión. Que seamos disciplinados con los “soldados” que nos has dado para plasmar tu misión, haciendo que nuestra mente, voluntad y acción se ordenen solo para amar y servir con profunda pasión y convicción.
3 de diciembre: San Lucas 10, 21-24
Hoy el evangelio dice: Y, volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: ¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Y pienso: En lo bendita que he sido por tu amor. Siempre me has buscado, me has sostenido y te he podido ver y sentir en mi interior. Soy bendita a pesar de mi fragilidad y dolor y hoy acudo llena de esperanza a tu regazo para que me des nuevamente tu bendición, por favor.
Oremos: Señor reúne a todos tus pequeños en una ronda de amor; que sepamos compartirnos unos a otros tus lecciones de alegría, humildad, generosidad y perdón, compartiendo con alegría tu don y bendición. Nada seríamos sin tu presencia, aunque el mundo crea que es sólo nuestra imaginación.
4 de diciembre: San Mateo 15, 29-37
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó. Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó.
Y pienso: En cómo hoy acudo a ti, mi amado Jesús, para que sanes mi tullición emocional, para que limpies mis ojos para verme como tú me ves, para que sea capaz de caminar con fuerza y libertad y que escuche tu voluntad en mi peregrinar. Me tiendo a tus pies y espero con profunda fe y paz.
Oremos: Sánanos Señor, del cuerpo y del alma para poder ser fieles misioneros del amor y poder sanar a otros que padecen el mismo dolor. Alimenta nuestra sed de empatía y conexión para que siempre nos sintamos comunidad tuya en peregrinación.
5 de diciembre: San Mateo 7, 21. 24-27
Hoy el evangelio dice: El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
Y pienso: En la roca de tu presencia que tanto anhela mi corazón para reconocerme como hija y mujer elegida por tu amor. Que no dude más de mi valor y que no busque limosnas en el exterior cuando tengo la cantera infinita derramándose en mi interior.
Oremos: Regálanos la prudencia de saber discernir en cada momento quiénes somos y elegir acorde a tu plan de amor. Que no nos desviemos del camino dejándonos arrastrar por las corrientes de la vanagloria o la conmiseración, que reniegan de nuestra celestial condición.
6 de diciembre: San Mateo 9, 27-31
Hoy el evangelio dice: Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: “¿Creen que puedo hacerlo?” Ellos le contestaron: “Sí, Señor”. Entonces les tocó los ojos, diciendo: “Que se haga en ustedes conforme a su fe”. Y se les abrieron los ojos.
Y pienso: En mi fe. Tan oscilante y aleatoria como el clima de la primavera: un día, plena luz del sol y entusiasmo y candor; al otro, chubascos y frío de muerte en el corazón. Te ruego amado Señor que hagas roca con la certeza de que soy amada y vista por ti y que nada ni nadie puede turbar mi paz y alegría interior.
Oremos: Ábrenos los ojos frente a la insistencia de nuestra oración. Nos sabemos frágiles y ciegos deambulando errantes en búsqueda de conexión, pero tu sabes que te amamos Dios y que te pedimos la paz entre nosotros con humildad y devoción.
7 de diciembre: San Mateo 9, 35–10, 1. 6-8
Hoy el evangelio dice: Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.
Y pienso: En los tiempos que vivimos hoy… ¿Quiénes son los descarriados y enfermos que necesitan sanación? ¿Seré yo Señor que creo en la misericordia y el perdón; en la persona más que en el rigor de la ley y su aplicación? Sé que soy frágil y estoy herida en el alma, pero me cuesta tolerar a quienes se creen dueños de la verdad y con el poder para juzgar y condenar.
Oremos: Señor, todos y todas somos hoy tus ovejas y necesitamos tu conducción. Nos sentimos enfermos de sentido y padeciendo la lepra de la incertidumbre que hiere nuestro corazón; los demonios acosan nuestra voluntad y la fe comienza a flaquear. Sálvanos por favor.
8 de diciembre: San Mateo 3, 1-12
Hoy el evangelio dice: Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río.
Y pienso: En tu vida querido Juan. Tu sello eran la austeridad y la verdad en total radicalidad. Tu alimento y tu vestidura la total humildad. Pese a eso, a ti acudían todos los que se querían salvar; eras fuente de pureza y canal a la divinidad. Haz que me asemeje un poco a ti y que pueda ayudar a anunciar a Dios con mi singularidad.
Oremos: Bautízanos Señor con el agua que nos limpia de toda mundanidad liberándonos de los engaños del ego y la competitividad. Déjanos sanos para volver a la vida convertidos a la única verdad: amar y servir es la puerta de la plenitud y felicidad.
9 de diciembre: San Lucas 1, 26-38
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Y pienso: En el anhelo de recibir también tus ángeles Señor en mi vida para entender mi porqué, mis cómo y los qué que permitan hacer tu voluntad, sin contaminarla con mi ceguera y indecisión existencial. Diles que hablen fuerte e insistan porque soy dura de cabeza y débil de corazón, por favor.
Oremos: Envíanos Señor mensajes de fuerza, sabiduría, inspiración para poder navegar con más certezas en la incertidumbre de hoy. El terremoto es intenso y necesitamos aferrarnos a algo eterno e inamovible para no caer en la desesperanza ni la división. Necesitamos un blindaje de ángeles, envíalos por favor.
10 de diciembre: San Mateo 18, 12-14
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños”.
Y pienso: En la bendición que tengo de que me hayas ido a buscar Señor en medio del mundo y que me lleves en tus hombros con tanta ternura y atención. Cuídame siempre y no me dejes escapar nuevamente, aunque haya noventa y nueve con mejor currículum que yo.
Oremos: Apaciéntanos Señor, te lo rogamos con súplica y devoción. Necesitamos de tu pastoreo y protección para no perdernos en las cosas del mundo ni ser comidos por los lobos que acechan alrededor. Somos frágiles y necesitados de tu voz.
11 de diciembre: San Mateo 11, 28-30
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo: «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Y pienso: En el cansancio que tengo de la tontera y el dolor que nos hacemos unos a otros por no expresar con honestidad nuestras vergüenzas y desmitificar creencias que son un error. Cada cual se aferra a su verdad y se la clava al otro como un puñal en vez de unirnos a ti Señor, Dios del perdón y la comunión.
Oremos: Anhelamos tu regazo amado Señor para descansar. Todo se vuelve tan pesado a ratos y la desesperanza comienza a arreciar. Ayúdanos a llevar nuestras heridas con alegría y con paz y tener la certeza de que si están con nosotros es para ejercitar la empatía y la fraternidad.
12 de diciembre: san Lucas 1, 26-38
Hoy el evangelio dice: El ángel le contestó: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios». María contestó: «Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho».
Y pienso: En la forma misteriosa y paradójica en que vas realizando tu voluntad mi amado Señor. Nada es imposible para ti y logras sacar bien del mal y perlas de mis heridas, pasándome de esclava a reina de tu corazón. Hazme confiar en esa certeza y que no dañe más mi corazón.
Oremos: Ayúdanos Señor a ser fieles a tu voluntad aun cuando no entendamos tu modo de proceder ni los tiempos que elijes porque escapan a nuestra lógica limitada. Ábrenos al misterio de tus entrañas como si fuésemos niños para que podamos disfrutar este viaje de la vida sin dubitaciones ni tentaciones del mal.
13 de diciembre: san Mateo 11, 16-19
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, dijo Jesús al gentío: «¿A quién compararé esta generación? Se asemeja a unos niños sentados en la plaza, que gritan diciendo: “Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado”. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”. Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras».
Y pienso: En lo difícil que es contentar el corazón humano cuando está lejos de ti Señor. Reclama porque sí y porque no y se pierde la vida misma y su don. No entiende el lenguaje y se enreda en simplificaciones mundanas que nada tienen que ver con tu lección de conexión amorosa con todo y con todos, sin distinción.
Oremos: Ayúdanos Amado Señor a reconocerte en la desolación como ese andamio y catapulta que nos permite crecer en madurez y donación. Acompáñanos en la gloria y la consolación para que seamos agradecidos y libres de la vanagloria o la posesión. Simas y cimas son parte de nuestra peregrinación.
14 de diciembre: san Mateo 17, 10-13
Hoy el evangelio dice: Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos».
Y pienso: En lo mucho que cuesta ser profeta Señor. Tantos que han venido y tan pocos los que los han querido escuchar. Tanto amor revelado por tu propia venida y tan poco asimilado en el modo de relacionar. Tanta sabiduría de vida y tan poca encarnación en la realidad. Qué misterio tan complejo que somos y aun así no nos dejas de amar.
Oremos: Señor, si nos elegiste como enviados tuyos para profetizar, te pedimos que nos protejas de nuestra suerte y que podamos dar la vida con alegría y con paz. Que no nos entrampemos en la cosecha sino en sembrar y que transitemos confiados el surco de este complejo peregrinar.
15 de diciembre: san Mateo 11, 2-11
Hoy el evangelio dice: Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino ante ti”. En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Y pienso: En tú radical entrega amado San Juan, dispuesto a vivir en la pobreza y a perder la vida por anunciar al Salvador de la humanidad. Y aún así mandaste a preguntar… Tan humano y divino; quiero adherirme a tu modo de ser con todas las fuerzas que Dios me pueda dar.
Oremos: Amado San Juan Bautista, irrádianos tu fuerza profética para anunciar el Amor con valentía y verdad. Que sepamos ser sencillos de corazón para no enredarnos con la posición en que vamos a figurar, pero sobre todo enséñanos a reconocer al Hijo para que nos podamos reencontrar.
16 de diciembre: san Mateo 21, 23-27
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?»
Y pienso: En mi propia autoridad. ¿Quién me la ha dado? ¿De dónde me surgen las certezas que no puedo callar? ¿Cómo tengo tanta convicción de que me habitas en realidad? Dios mío santo, que no dude más y que sepa actuar y hablar conforme a tu voluntad.
Oremos: Amado Señor Jesús regálanos la autoridad para hablar de ti y obrar como tu procedes, sin enredarnos en esas voces del mundo que nos quieren debilitar. Somos tus enviados y esa sola certeza nos debe bastar. Aléjanos de los falsos y escépticos que viven encerrados en su comodidad, ajenos a la necesidad de tantos que no tienen paz.
17 de diciembre: San Mateo 1, 1-17
Hoy el evangelio dice: Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.
Y pienso: En la vida que llevamos dentro y su eternidad. Miles de generaciones que nos recorren y marcan nuestro caminar, infundiendo imágenes, valores y modos que son voces ocultas, pero de gran influencia en nuestra construcción relacional. Y el número catorce, sin duda, un número para meditar…
Oremos: De ti Señor venimos, a ti volveremos como personas y humanidad. Nada es ajeno a tu creación ni a tu plan de amor eternal. Sólo te pedimos que nos elijas para ser cuna y familia tuya y que nunca nos vayas a abandonar.
18 de diciembre: san Mateo 1, 18-24
Hoy el evangelio dice: La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
Y pienso: En cómo nunca me había detenido, bendito Espíritu Santo, a contemplar tu inmenso poder y amorosidad. Tú eres capaz de penetrar nuestra humanidad y engendrar en ella todos los planes de la Trinidad. Haz que hoy pueda entender lo que se proponen y adherirme con docilidad.
Oremos: Ven Espíritu Santo y insufla nuestro ser para que lo imposible sea realidad. Que vuelva la paz donde hay solo hostilidad; que haya amor donde hoy domina la división; que prime la capacidad de incluirnos en nuestra diversidad por sobre el ganar y que nada ni nadie corte el flujo amoroso de la Trinidad.
19 de diciembre: san Lucas 1, 5-25
Hoy el evangelio dice: «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
Y pienso: En cuántas veces he dudado Señor de los ángeles que me has enviado para confirmar tu presencia y mi misión. Me he quedado muda de vergüenza y enredada en el dolor. Te pido que me perdones y me des otra oportunidad ya que si dudo es solo por la herida del desamor hacia mi misma pero no hacia ti, mi amado Señor.
Oremos: Envíanos Señor al desierto de la vida a hablar de ti a todo pulmón. Que seamos coherentes como San Juan en el decir y actuar y que nunca dudemos, como Zacarías, de tu voluntad, ya que tú estás detrás y delante de todo y lo que tiene que ser, será.
20 de diciembre: san Lucas 1, 26-38
Hoy el evangelio dice: María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró.
Y pienso: En los mensajes extraños y turbadores que me enviaste con tus ángeles el día de hoy. Parecía agresión y más dolor, pero soy tu esclava y aquí estoy, regocijada al fin de que una vez más, avanzaste en mi sanación y protección.
Oremos: Ayúdanos Dios de la vida a ser esclavos de tu palabra sin dudar ni temer, aunque muchas veces no comprendamos para dónde va. Las piedras se convertirán en perlas si sabemos resistir y esperar confiados de que la salvación ya está.
21 de diciembre: san Lucas 1, 39-45
Hoy el evangelio dice: Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Y pienso: En cuánto extraño tu visita amada Madre de Dios y madre de mi corazón. Cuánto anhelo solo estar entre tus brazos y recibir tu ternura y contención. Quiero llorar en tu regazo y recibir tu amparo y protección para que me des la fuerza para seguir adelante en lo que se me pide hoy.
Oremos: Visítanos madre del cielo, aunque tengas que recorrer grandes distancias para llegar a nuestro interior. Queremos saltar de gozo en tu presencia y recibir al niño Dios. Sabemos que no somos dignos, pero somos huérfanos y soñamos con tu adopción.
22 de diciembre: san Mateo 1, 18-24
Hoy el evangelio dice: José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Y pienso: En no tener miedo a ir contra la cultura del mundo y seguir tu voz mi amado Señor, ya que el “hijo” que me has enviado a las entrañas de mi alma es digno de cuidarlo y llenarlo de amor. Que nadie lo difame ni lo ahogue por su falta de compresión, porque es tuyo mi Dios y yo solo el cobijo con temor y devoción.
Oremos: Bendice Señor cada genio interior, ese don que has puesto en cada alma para que florezca y de frutos alrededor. Ayúdanos a cuidar esa diversidad del jardín para que no perdamos a ninguno que nos pueda aportar su belleza y un pedazo de tu rostro Dios.
23 de diciembre: Lucas 1, 57-66
Hoy el evangelio dice: Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
Y pienso: Con profunda humildad, ¿qué será de mí? Desde mi concepción hubo dolor y salvación; toda mi infancia hubo conflicto y contención; toda mi adolescencia hubo abandono y motivación; toda mi adultez hubo avasallamiento y protección…Siento tu mano tierna y firme en mi Señor, revirtiendo toda procesión oscura en una fiesta de color.
Oremos: Por todos aquellos que han nacido con la misión de anunciar tu Reino Señor. Que la suerte del profeta no los amilane ni silencie nunca su voz. Somos ovejas perdidas y necesitamos esas voces que hagan resonar la voluntad de tu corazón para retornar al redil de la salvación.
24 de diciembre: san Lucas 2, 1-14
Hoy el evangelio dice: El ángel les dijo: «No temáis, os anuncio una buena noticia que será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»
Y pienso: Que no debo temer nada de lo que está ocurriendo porque es buena noticia, aunque esté aún pequeña, en un pesebre, en la máxima expresión de pobreza, porque eres tu mismo Señor el que está envuelto en mi corazón y acostado en mi alma.
Oremos: Bendice Señor con tus ángeles aquellos proyectos que están recién naciendo en nuestros corazones y en la humanidad, para que puedan crecer con fuerza y cambiar el rostro de la realidad. No importa cuán insignificantes parezcan; son tus anhelos que se empiezan a cuajar.
25 de diciembre: san Juan 1, 1-18
Hoy el evangelio dice: El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y pienso: En cómo tu luz me habita y quiere brillar con todo esplendor. No he nacido de carne sino directo de tu intención y eso me debe impregnar de alegría y renovar en mi misión. Solo soy recipiente pequeño de tu verbo y luz, pero anhelo brillar y retirar las sombras del miedo y la inadecuación.
Oremos: En este día tan hermoso haz hogar en nuestros corazones para albergar tu luz y que esta brille de acuerdo con cada envase y condición. Juntos armaremos una fiesta de colores que vaya irradiando al mundo su amor y lo despierte de las sombras de la confusión y del dolor. Que así sea Señor.
26 de diciembre: San Mateo 10, 17-22
Hoy el evangelio dice: Cuando os entreguen, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en aquel momento se os sugerirá lo que tenéis que decir, porque no seréis vosotros los que habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros.
Y pienso: en cuánto necesito que tu Espíritu de Amor inunde mi mente y queme toda duda de mi corazón. Soy tuya y hablo en nombre del amor, del respeto y del perdón. Que cuando quieran callarme, sólo me deje llevar por lo que me dictes y que sea capaz de perseverar hasta el final. Me podrán doblar, pero nunca quebrar porque tú me habitas mi amado Dios.
Oremos: Ahora que ha llegado el tiempo de la división; de la elección entre ser del mundo o pertenecer al Reino de Dios, te pedimos Espíritu Santo que ilumines nuestras conciencias con inteligencia, sabiduría y astucia para sortear los obstáculos sin temor. Tu lo puedes todo. Hazlo por favor.
27 de diciembre: san Juan 20, 2-8
Hoy el evangelio dice: Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Y pienso: En esa sábana santa que absorbió tu dolor; que enfrío tus llagas y que trató de aliviar tu martirio el tiempo en que pudo antes de tu resucitar. Sin embargo, lo que más me sorprende es que ella también te sintió insuflarte de vida y gozo de la resurrección, irradiando en cada punto tejido un pedacito de tu amor.
Oremos: La vida es dolor y resurrección; alegría y desolación… sé siempre tu esa sábana pura y suave que nos envuelves Señor, para decirnos que la vida sigue adelante y que contamos siempre con tu protección. Todo está en orden y lo viejo, al suelo se tiró.
28 de diciembre: san Mateo 2, 13-18
Hoy el evangelio dice: Cuando se retiraron los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo».
Y pienso: En la voz tuya que me habla en sueños que proteja a mi niña interior y que la aleje de aquellos que quieren “matar” su singular genio y misión. El mal muchas veces se funda sólo en el miedo, pero tú me cuidas y sé que vas despejando el camino para florecer en paz y en libertad.
Oremos: Te pedimos Señor por todos aquellos que son víctimas del abuso, del terror, de la violencia sólo por existir y ser. Dales fuerza y astucia para encontrar los refugios que les permitan crecer y que nos puedan regalar su don con plenitud y paz.
29 de diciembre: Mateo 2, 13-15.19-23
Hoy el evangelio dice: Se levantó José, tomó al niño y a su madre y regresó a tierra de Israel. Pero, habiendo oído decir que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre, Herodes, tuvo miedo de ir allá, y advertido en sueños, se retiró a Galilea y se fue a vivir en una población llamada Nazaret. Así se cumplió lo que habían dicho los profetas: Se le llamará nazareno.
Y pienso: En cómo Dios nos va guiando para que se cumpla nuestra propia profecía y que este eterno presente que llamamos vida pueda florecer y dar frutos en abundancia. Ningún desvío o situación está de sobra o la debemos esquivar; son las señales para ir donde debemos estar.
Oremos: Regálanos la sabiduría Señor de poder reconocer los signos que nos vas mostrando en el camino para llegar a ser lo que se nos encomendó. Protégenos del mal y haz que vivamos en Galilea, rodeados de la sencillez y la comunidad. Que se cumpla en cada uno la profecía que soñaste y que nuestra tozudez no nos haga equivocar.
30 de diciembre: San Lucas 2, 36-40
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y pienso: En cómo seguir el ejemplo de Ana y jamás renunciar a ti Señor. A pesar de la austeridad, de la tristeza y la soledad que a veces siento en mi misión de anunciarte y ver mi fracaso en la sociedad actual. Sólo quiero alabarte y hablar de ti a quien me quiera escuchar hasta que me vengas a buscar.
Oremos: Danos Señor la fidelidad de Ana para que en esta vida siempre estemos cerca del templo de tu espíritu, sirviendo y amando a todos los que nos puedan necesitar. Que nos liberemos de los resultados y que nuestra fuerza esté focalizada sólo en la siembra ya que tú cosecharás.
31 de diciembre: San Juan 1, 1-18
Hoy el evangelio dice: El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y pienso: En el salto cuántico de mi creación. No pertenezco a mi familia sanguínea que me causa tanta contradicción y dolor, sino que vengo del seno de Dios y eso me llena el alma de gozo y entusiasmo por manifestar sus maravillas a mi alrededor. Que jamás lo olvide por favor.
Oremos: Recuérdanos amado Dios día tras día que pertenecemos a la casta del amor; que fuimos engendrados en tus entrañas y amamantados por tu bondad providente y por la creación. Que somos familia contigo y enviados a la vida como embajadores de tu don. Todo lo demás es polvo y no puede ser nuestra prisión.
1 de enero San Lucas 2,16-21.
Hoy el evangelio dice: … Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón…
Y pienso: Qué sabiduría la tuya Virgen María que supiste frente a toda situación mantener la salud mental, la bondad en tu corazón y tu fe en Dios. Sin embargo, lo que más me seduce es tu capacidad de atesorar lo bueno y reír con libertad.
Oremos: María enséñanos a adquirir la SABIDURÍA que Dios te dio, siendo sanos, buenos, firmes y, sobre todo, mantener siempre el buen humor que es signo contagioso de su Presencia en nuestro corazón.
- de enero: San Juan 1,19-28
Hoy el evangelio dice: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor”
Y pienso: Qué insensatez aparente es hablar de ti frente a la soledad más profunda y los caminos inexistentes que nadie apetece recorrer. Sin embargo, el eco me trae de vuelta tu amor y confirmo mi vocación sin poder renunciar.
Oremos: Amado Señor bendícenos con todos los medios para ser prismas de tu color, voceros de tu amor, estelas de tu creación; luces de un fuego encantador para que nuestra vida sea sólo amar y servir sin distraernos de esta misión.
3 de enero: San Juan 1,29-34
Hoy en el evangelio dice: “Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios».
Y pienso: Ser consciente de ti Señor en mí y en todo lo que veo es un acto heroico porque implica ser AMOR en toda ocasión. Pensar, hablar, actuar y responder como tú lo harías, con astucia y mansedumbre me desafía el corazón y la mente en el mundo de hoy.
Oremos: Abre nuestros ojos Señor para verte en todo y en todos hoy, pero en especial en nosotros mismos para ser conscientes de que somos hijos, hermanos y corresponsables de la creación y que estamos intrínsecamente unidos en un solo tejido vivo, lo sepamos o no.
4 de enero: San Juan 1,35-42.
Hoy el evangelio dice: “Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?»
Y pienso: Me levanto y me pregunto ¿Qué quieres realmente el día de hoy? ¿Quieres más cosas, poder, fama, dinero, placer, viajes, etc. o quieres amar y servir de corazón, usando todo lo anterior para un bien mayor? Prioriza tu mis deseos y quehaceres Señor.
Oremos: Gracias Dios mío por darte vuelta y detenerte en nuestro pequeño yo. ¿Qué queremos? Vivir con paz y libertad interior siendo un testimonio de tu amor en el mosaico mayor de la creación.
5 de enero: San Juan 1,1-18.
Hoy el evangelio dice: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.
Y pienso: Ser consciente de mis sensaciones, emociones, pensamientos y mociones es mi obligación de hoy si quiero ser carne de tu carne y discípulo del amor.
Oremos: Que la Palabra eterna y creadora haga maravillas en el día de hoy ayudándonos a dejar el mundo mejor que ayer y ser conscientes de lo que podemos mejorar mañana. Que de nuestra boca salga sólo amor, paz, libertad, justicia y bendición.
6 de enero: San Mateo 2,1-12
Hoy el evangelio dice: “Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría… Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra”.
Y pienso: Hoy me cuesta alzar la vista y confiar al ver el mundo revuelto en las sombras y liderado por los que hacen el mal y optan por la división y la destrucción. ¿Dónde está tu estrella mi Dios? Dame alegrías y eleva mi mentón. Sé que estás ahí detrás del nubarrón.
Oremos: Niño Dios, regálanos hoy la esperanza en medio de la desesperanza; la luz en medio de la oscuridad; quítanos el miedo a los malvados y haz de nosotros pequeñas estrellas que se prendan con tu amor e irradien alegría a su alrededor.
7 de enero: San Mateo 4,12-17.23-25.
Hoy el evangelio dice: “El pueblo que se hallaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte, se levantó una luz”
Y pienso: El pueblo soy yo. La oscuridad y la muerte también me acechan hoy. Levántate luz de Dios y permíteme ver el plan mayor, donde todo calza y calzará para un bien superior. La perspectiva es la clave y la entrega a tu mano me consuelan el corazón.
Oremos: Dios amado, haz que tu creación maravillosa nos abrace y nos vista con su luz de esperanza. Aumenta nuestra fe de que tu amor es mucho más grande que el mal que nos habita y/o nos puede rodear. Regálanos tu paz como un bálsamo existencial.
8 de enero: San Marcos 6,34-44.
Hoy el evangelio dice: “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”
Y pienso…Qué lesa soy en no aprender todo lo que me enseñas con tanta paciencia y amor: cada día tiene su afán y es una pérdida de energía preocuparse por el mañana o por lo que no puedo controlar. Además, tu Providencia y misericordia me abrazan en cada respirar.
Oremos: Libéranos, Señor este día de todas las preocupaciones y ansiedades que no nos dejan disfrutar tu generosidad y de la vida en todo su esplendor. Ilumina nuestro entendimiento para aprender la única lección: Tú lo sabes todo y sabes qué es lo mejor.
9 de enero: San Marcos 6,45-52.
Hoy el evangelio dice: “Tranquilícense, soy yo; no teman. Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó”.
Y pienso: Qué difícil es mantener la calma y la paz con nuestra perspectiva tan estrecha de la realidad, sobre todo en la adversidad. No entendemos verdaderamente el poder de tu amor; la obediencia de la creación y en el plan que tienes para nuestro bien y realización.
Oremos: Calma los vientos de guerra, violencia y división que azotan el mundo y nuestro corazón. Aumenta nuestra visión y haznos mirar las cosas como las mira Dios: una tormenta es sólo un punto dentro del infinito y debemos confiar con devoción.
10 de enero: San Lucas 4,14-22a.
Hoy el evangelio dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”.
Y pienso: Qué consolación más bella saber que tu -a veces- te adueñas de mi y me habitas haciéndome decir y actuar conforme a la perfección de tu plan. No quedan más que lágrimas de alegría por saber que tan ínfimo cántaro fue rebalsado por ti Señor. Quédate por favor.
Oremos: Espíritu Santo aduéñate de nuestras vidas con total libertad y haznos dóciles a tus planes de amor para el día de hoy, que no son otra cosa que nuestra felicidad y realización. Perdónanos por la rebeldía y la confusión, queriendo llevar el timón del barco que tú creaste a puertos que no son.
11 de enero: San Lucas 5,12-16.
Hoy el evangelio dice: “Pero él se retiraba a lugares desiertos para orar”
Y pienso: Gracias Dios mío por regalarme la amplitud del desierto para mirar la realidad. Desnudo de lo accesorio, de lo mundano y de lo superficial, es más posible ver la huella de tu mano en el tiempo y en el espacio y ser consciente de lo fundamental.
Oremos: Ayúdanos Señor a generar pequeños desiertos en el día de hoy para elevar nuestra conciencia y entender el equilibrio mayor que ejercen los pequeños y grandes sufrimientos de la humanidad y de nuestro corazón.
12 de enero: San Mateo 3,13-17.
Hoy el evangelio dice: “Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Y pienso: Qué difícil es oír esa voz tuya Señor en medio de todas las voces internas y a veces externas que me dicen lo contrario. Y si la llego a oír, qué complejo es creerte y encarnar que realmente soy especial y tengo valor para ti, a pesar de lo que yo pienso de mí.
Oremos: Calla todas las voces que distorsionan tu amor y predilección por cada uno de nosotros como Padre/Madre que nos creó a la perfección. Haznos ser conscientes que cada uno posee su valor para una misión única que antes soñó tu corazón y que no existe error alguno en el cuerpo y vida que nos tocó.
13 de enero: San Marcos 1,14-20.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».
Y pienso: Qué perseverancia hay que tener para pescar con éxito, sin renunciar ni frustrarse cuando, a pesar del esfuerzo, el anzuelo sale vacío y parece que no hay nadie que se encante con el mensaje de amor que me pides dar. Fe y paciencia, que ya vendrá la pesca milagrosa de la amorosidad.
Oremos: Fortalece Señor nuestros corazones para renunciemos al resultado de la pesca, sobre todo en las turbulencias de altamar. Que cada día sólo nos afane salir con alegría y con paz a amar y servir a la humanidad que tú nos quieras presentar.
14 de enero: San Marcos 1,21b-28.
Hoy el evangelio dice: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre».
Y pienso: Lamentablemente siempre habrá personas cuyos modos de relación nos harán daño y debilitarán nuestra convicción en el amor. Su toxicidad y falta de reciprocidad son virus que nos quitan la paz y la alegría. Por favor siléncialos, Señor.
Oremos: Señor protege nuestros oídos del alma para que la toxicidad de algunos no nos logre debilitar. Muy por el contrario, danos la sabiduría para comprender qué los mueve, sus construcciones relacionales y así poderlos acoger.
15 de enero: San Marcos 1,29-39.
Hoy el evangelio dice: “Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos”
Y pienso: No quepo en gozo y felicidad al ver que te has acercado a mí, has tomado mi mano y me has levantado y sanado milagrosamente de mis sufrimientos de toda una vida. Hoy sólo quiero servirte en lo que me digas Señor.
Oremos: Acércate a nuestros corazones, toma nuestras manos, levántanos y sánanos de todas aquellas heridas que siguen sangrando como en la infancia, a pesar de la madurez. Todos seguiremos siendo niños “afiebrados” si tu amor no llega a tocarnos y aliviar el dolor.
16 de enero: San Marcos 1,40-45.
Hoy el evangelio dice: Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme».
Y pienso: Uf, Señor, no sabría por dónde partir ya que miro cada una de las llagas que arrastro de mi vida y su peso y su dolor me botan de rodillas frente a tu amor. Quiero verme como me miras tú y no con la distorsión que la “lepra” me pegó.
Oremos: Purifícanos Dios con ternura maternal, sacando con delicadeza cada una a una las costras que acarreamos de dolor. Purifícanos de este mal que nos afea el rostro, nos debilita el cuerpo y nos hacen sentir y pensar cosas sobre nosotros que no son.
17 de enero: San Marcos 2,1-12.
Hoy el evangelio dice:” Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres”
Y pienso: Hay días en que mis parálisis no las puedo resolver solo(a). Necesito de otros que me asistan, que me lleven hacia ti Señor y hagan los agujeros en mi mente para poder recibir el milagro de tu sanación.
Oremos: En medio de la multitud de necesidades de la humanidad, mándanos, Señor a las personas fuertes, perseverantes y creativas que nos puedan llevar en andas y acercarnos a ti para que nos levanten y caminemos nuevamente con salud y paz.
18 de enero: San Marcos 2,13-17.
Hoy el evangelio dice: Jesús, que había oído, les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Y pienso: Quién puede declararse sin cegar sus ojos que es completamente justo o completamente pecador; somos luz y sombra; un matiz encarnado de contradicción y don. La clave está en reconocer las dos y pedir ayuda cuando se desequilibre la sana proporción.
Oremos: Bendito seas Señor por venir a sanarnos de nuestras múltiples enfermedades que empañan toda la justicia que creaste en nuestro corazón. Mantén el delicado equilibrio de nuestra fragilidad versus la perfección.
19 de enero: San Juan 1,29-34.
Hoy el evangelio dice: “Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo”
Y pienso: Es verdad Señor, has existido desde siempre; me precedes y me conoces desde mi primer latido. Conoces mi historia con sus dolores y martirios; con sus bendiciones y dones y hoy vienes a mi sólo es para confirmar que nada ha faltado ni ha sobrado. Todo es perfecto así.
Oremos: Danos Dios la sabiduría de conocer, aceptar y agradecer el nudo de relaciones que nos ha dado forma, porque si bien no todo fue obra tuya sino de la libertad humana, tú has sabido sacar el mayor bien de cada una de ellas.
20 de enero: San Marcos 2,18-22.
Hoy el evangelio dice: Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos?
Y pienso: Ayunar diariamente de la alegría y la paz, es una costumbre mía tan arraigada como necia, porque no soy consciente de que tú, Jesús, eres en mí una presencia real. Ningún capítulo de mi vida te ha sido ajeno y has sacado lo mejor de cada cual, porque me amas y perdonas mi fragilidad.
Oremos: Aliméntanos Jesús cada día con la certeza de que estás encarnado en cada una de nuestras pequeñas vidas, sosteniéndolas y alentándolas con amor y ternura fraternal. Haz que sintamos tu presencia y que nos dejemos abrazar para respirar con verdadera paz.
21 de enero: San Marcos 2,23-28.
Hoy el evangelio dice: Y agregó: «El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado».
Y pienso: Probablemente esa misma rebeldía tuya me habita Señor, cuando veo que se antepone cualquier ley, deber, norma, poder, objeto u condición sobre la persona y su bienestar mayor. Somos tan fariseos todos al juzgar(nos) por leyes diferentes al Amor.
Oremos: Ayúdanos Señor a priorizar nuestras vidas de acuerdo al criterio del Amor, para amar la persona que somos y a los demás como primera opción: que reconozcamos también la persona de la creación y que nos cuidemos unos a otros en verdadera comunión.
22 de enero: San Marcos 3,1-6.
Hoy el evangelio dice: Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano». El la extendió y su mano quedó curada.
Y pienso: A veces mi corazón también se indigna y se apena por la dureza de algunos corazones que me hacen daño y hacen daño por querer imponer su ley. Ayúdame a que no me detengan en mi intento de amar y servir como tú me enseñaste.
Oremos: Señor ayúdanos a no rendirnos en hacer el bien a pesar de la adversidad y resistencia de algunos que no quieren y no creen en la bondad. Que nos apañe la paciencia, la mansedumbre, y sobre todo tu contención para sentirnos acompañados en la misión.
23 de enero: San Marcos 3,7-12.
Hoy el evangelio dice: Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Y pienso: Qué complejo es administrar el mal y a los espíritus malignos que sólo anhelan destruir y ganar. Su hedor, rabia y amargura son contagiosas y es difícil mantener la esperanza y la paz al ver su actuar.
Oremos: Fortalece nuestra fe en medio de la incertidumbre y guía nuestros pasos en la oscuridad, para aún en la ceguera seamos capaces de escuchar tu voz para vivir con alegría y con paz.
24 de enero: San Marcos 3,13-19.
Hoy el evangelio dice: Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso.
Y pienso: Entiendo que sea necesario elevarse de lo cotidiano para poder discernir correctamente. Para poder responder a tu llamado, también debo elevarme del mundo y ver todo desde ti.
Oremos: Señor Jesús, elígenos para ser tus discípulos a pesar de nuestros temores, fragilidades e incertidumbres. Súbenos a la montaña de tu corazón que es uno con el Padre y que abrazados por el Espíritu Santo, seamos fieles a la Trinidad que nos creó.
25 de enero: San Marcos 16,15-18.
Hoy el evangelio dice:” El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará”
Y pienso: Qué impotencia y lástima da ver la lenta condena de muchos que no pueden creer que son amor y que han torcido sus vidas en búsquedas que no son. Sordos, enfermos, auto referidos en su dolor, son incapaces de dialogar y conocerte Señor.
Oremos: Roguemos por todos aquellos que cercenaron los caminos a su corazón, sin importar qué los motivó. Ellos son familia y su ausencia causa un infarto en el corazón de Dios. Sálvanos, Señor de esta situación y haznos amar y amarnos con todo a y a todos como vocación.
26 de enero: San Mateo 4,12-23.
Hoy el evangelio dice: A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Y pienso: Si tu Reino es lo que hoy se acerca y de ahí tanto caos e incertidumbre personal, social y mundial, bienvenido sea el precio del dolor que ocasionamos para ordenar todo de acuerdo al amor, a la compasión y la gratuidad
Oremos: Amado Señor, que se haga tu voluntad en el mundo de hoy, aunque no sepamos para dónde va y que tu poder permita sacar provecho de cada mal que hagamos para podernos reencontrar contigo, con los demás y con la madre tierra que ya no da más.
27 de enero: San Marcos 3,22-30.
Hoy el evangelio dice: Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede subsistir.
Y pienso: Cada uno de nosotros es un pequeño reino profundamente dividido entre lo que verdaderamente es y lo que nos decimos como autopercepción, tan destructiva e insegura del amor. Somos una familia dividida que sólo puedes reconciliar tú Señor.
Oremos: Regálanos una tregua Señor para que podamos aquietar nuestras guerras internas y ver cómo tu nos ves y sentir la perfecta creación que tú hiciste en cada corazón.
28 de enero: San Marcos 3,31-35
Hoy el evangelio dice: Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre».
Y pienso: Qué difícil es hacer tu voluntad y ser tu amado(a) hermano(a) si la incertidumbre es total. Necesito tu mano para atravesar la oscuridad; por favor no la vayas a soltar porque de mi otra mano se toman varios que no quiero defraudar.
Oremos: Fortalece este vínculo único que nos une Señor, irrigando tu fuerza y fe como hermanos de sangre anémicos que necesitamos de tu poder. Solos no podemos, pero contigo anhelamos hacer la voluntad del Padre y amar y servir a todo dar.
29 de enero: San Marcos 4,1-20
Hoy el evangelio dice: “¡Escuche! El sembrador salió a sembrar.
Y pienso: Hay días en que francamente me cuesta demasiado imitar tu generosidad Señor. Me debilitan las tierras secas que no son capaces de abrirse a tu amor, sus espinas me hieren mis buenas intenciones o su superficialidad descalifica la calidad de la siembra por su inadecuación.
Oremos: Bendícenos con tu perseverancia Señor Dios para no renunciar a la siembra de amor, obviando la calidad de la tierra o las respuestas que obtengamos, porque tú lo sabes todo y tú sabes que somos campesinos frágiles, pero llenos de ilusión por seguir tu misión.
30 de enero: San Marcos 4,21-25.
Hoy el evangelio dice: Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.
Y pienso: Señor, Tú conoces los tiempos y provees las circunstancias para sanarnos los ojos del alma y hacernos ver lo que hemos mantenido oculto por dolor, incluyendo el propio ser que hiciste con tanta bendición.
Oremos: Que tu poder y tu bondad hagan florecer lo que somos con todo su esplendor y que todos los pliegues ocultos de nuestro ser, inhibidos por nuestras historias y temor, se manifiesten con gozo y libertad a pleno sol.
31 de enero: San Marcos 4,26-34.
Hoy el evangelio dice: Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.
Y pienso: La vida jamás la hemos controlado nosotros; ella se yergue sola y misteriosamente. Ya vendrá el tiempo de la cosecha, pero ahora confiar en esta fuerza tuya Señor y no temer más.
Oremos: Danos Señor la fe para creer en tu obra, porque la vida es energía y jamás se perderá; sólo se transforma y crece con la dificultad. Haz que crezcamos también nosotros gracias a la incertidumbre que nos envuelve como una segunda piel al respirar.
1 de febrero: San Marcos 4,35-41.
Hoy el evangelio dice: Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?».
Y pienso: Sé que temor y amor no conviven, pero siento que oscilo entre uno y otro como un péndulo sin control. Hay tanto que genera miedo dentro y fuera, pero sé también que es mi mera interpretación. Todo está en tus manos; quiero confiar Señor.
Oremos: Señor, calma los vientos y silencia el mar que furioso azota las costas de nuestros corazones. Haz que pronto reine la calma y que como país, persona y planeta veamos cómo reencontrarnos en paz en medio de la diversidad.
2 de febrero: San Lucas 2,22-40.
Hoy el evangelio dice: Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación,
Y pienso: Qué bendición más inefable tuvo Simeón: tenerte como niño en sus brazos y sentir y gustar el Amor. El Amor verdadero es algo tan esquivo y mal entendido por tantos corazones que sólo puedo alabarte y agradecerte que estiraras tu dedo hacia mí el día de hoy.
Oremos: Rezamos para algún día tener la misma suerte de Ana y de Simeón: tenerte en nuestros brazos y gozar eternamente de tu amor y salvación.
3 de febrero: San Marcos 5,1-20
Hoy el evangelio dice: Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas, destrozado los grillos y nadie podía dominarlo.
Y pienso: A veces, el mal me parece indomable, aunque las cadenas de la razón y los grillos de la fe lo quieran mantener a raya. Ordena la legión que anda suelta por el mundo y ahoga la violencia con tu amor Señor.
Oremos: Te pedimos Señor que eduques a los corazones de hoy con mansedumbre y respeto para construir un mundo mejor. Que la impaciencia y la intolerancia desaparezcan bajo las aguas y las personas aprendan a hacer valer sus derechos sin violencia ni agresión.
4 de febrero: San Marcos 5,21-43.
Hoy el evangelio dice: …porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada»…
Y pienso: Qué agradecida me siento de haber tocado tu manto hace unos años atrás y ver cómo la hemorragia de mi corazón ha ido cerrándose y hoy vivo mucho mejor. Tenía fe y la quiero aumentar para sanarme plenamente y sanar a los que me presentes Señor.
Oremos: Bendícenos con una fe que nos sostenga y nos permita vivir con paz en el corazón; una fe que nos sane de nuestras heridas y nos resucite de las pequeñas muertes de cada día. Amén.
5 de febrero: San Marcos 6,1-6.
Hoy el evangelio dice: Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa».
Y pienso: Qué tristeza me da vivir lo que hoy me dices Señor. Uno quisiera hacer tanto bien y entregar tanto amor, pero los más cercanos no son capaces de reconocerte en alguien tan pequeño y conocido para ellos como yo.
Oremos: Señor regálanos el don y la sabiduría de reconocer a los pequeños y grandes profetas que nos anuncian tu amor y nos muestran tu verdad cada día.
6 de febrero: San Marcos 6,7-13.
Hoy el evangelio dice: Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
Y pienso: Enséñame Jesús a sacudirme hasta el polvo de mis pies frente a aquellos que están sordos y hablan cada vez más fuerte para no oír tu voz. Que mis pies sigan firmes tu camino y que no vuelva la vista atrás para escuchar sus murmullos o agresiones.
Oremos: Bendícenos Señor con la fuerza y sabiduría para liberarnos de toda culpa y sufrimiento por la impotencia de los que no quieren escucharnos cuando hablamos de ti. Bendícelos a ellos también con tu amor y misericordia celestial.
7 de febrero: San Marcos 6,14-29.
Hoy el evangelio dice: Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Y pienso: Expresar tu verdad Señor suscita amores y odios difíciles de administrar. Siempre habrá adeptos, indiferentes y a quienes tu mensaje les hiere porque revela su pobreza y discapacidad.
Oremos: Danos la valentía Señor de hablar cuando se nos pida con verdad y sin dañar. Que jamás dudemos de tus criterios y que sepamos ser fieles, firmes y flexibles para no doblegarnos por miedo, por vanagloria o por cómo vayan a reaccionar los demás.
8 de febrero: San Marcos 6,30-34.
Hoy el evangelio dice: Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco».
Y pienso: Cuánto necesito descansar el cuerpo y el alma Señor. Llévame a donde tu quieras a descansar y que en el desierto encuentre tu abrazo y calor.
Oremos: Prodíganos Dios nuestro un desierto bello y tranquilo para descansar en tus brazos y que el silencio y el horizonte nos permitan ordenar nuestras vidas en torno a ti.
9 de febrero: San Mateo 5,13-16.
Hoy el evangelio dice: Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Y pienso: Cuánto quisiera que todas mis ataduras, tierras y encierros desaparecieran para traslucir tu luz como un prisma de amor. A veces siento que traiciono mi vocación y que mis penas y dudas oscurecen la luz que se me prestó.
Oremos: Límpianos Señor de todo aquello que oscurece nuestro fuego interior. Haz que se encienda y crepite con belleza y fulgor, de modo que podamos iluminar tu rostro y animar tu corazón.
10 de febrero: San Marcos 6,53-56.
Hoy el evangelio dice: En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Y pienso: Oh, Señor cuántas historias truncadas y de sufrimiento se podrían salvar si sólo se acercaran a ti y pudiesen tocar los flecos de tu amor. Me da impotencia el dolor de quienes se sumergen y hunden a tantos a su alrededor.
Oremos: Eleva Dios nuestras frecuencias para salir de la separación, la competencia y el temor entre nosotros y la creación. Haznos conscientes de que somos todos hermanos en el dolor y bendice a quienes has elegido para recordar a los demás esta condición.
11 de febrero: San Marcos 7,1-13.
Hoy el evangelio dice: Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!».
Y pienso: Cuántas de las normas que nos rigen no tienen nada que ver contigo Señor. Cómo discernir cuál es tu voz en medio de las traducciones humanas que muchas veces traicionan tu corazón de amor.
Oremos: Dios, haznos construir normas que generen vida y unión; haznos ser fieles a lo importante que es la relación, descartando todo aquello que discrimine o abuse de cualquier condición.
12 de febrero: San Marcos 7,14-23
Hoy el evangelio dice: Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Y pienso: Ay Señor cuántas impurezas arrastro en mi interior al no amarme cómo me amas tú desde mi gestación. He dejado impunemente que las durezas, envidias, maldades, engaños, deshonestidades, desatinos y orgullos mermen mi alegría y no me permitan ser lo que soy.
Oremos: Amado Jesús, tú mejor que nadie conociste la naturaleza humana tan dispuesta a anidar impurezas en su interior, limpia con delicadeza todo ese hedor y haz que nos tratemos con respeto, equidad y amor fraterno, sin rencor ni competición.
13 de febrero: San Marcos 7,24-30.
Hoy el evangelio dice: Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos».
Y pienso: Ciertamente hay momentos en que por nuestros actos y pensamientos destructivos no deberíamos recibir nada de ti Señor, pero aún así y quizás especialmente ahí, es cuando más necesitamos de tu amor sanador.
Oremos: Danos hoy las migajas de amor que nos permitan sacar todos los demonios de nuestro corazón. Que a pesar de ser paganos o indignos ante ti, recibamos tu gracia y salvación para alabarte y dar testimonio de tu misericordia y perdón.
14 de febrero: San Marcos 7,31-37.
Hoy el evangelio dice: Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Y pienso: El poder de la palabra a veces nos juega malas pasadas, ya que sólo oímos una y otra vez las voces de los demonios que nos quieren hacer mal. Abrirse significa reeditar los pensamientos y hablarnos con bondad dejando que tu poder no lleve a la libertad.
Oremos: Señor suelta nuestra lengua interna y externa para poder decir y decirnos sólo palabras buenas, verdaderas y útiles porque las demás no sirven de nada. Tú eres padre y TU palabra crea la realidad.
15 de febrero: San Marcos 8,1-10.
Hoy el evangelio dice: Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos».
Y pienso: Estar en ayunas de tu amor Señor es equivalente a deambular por los infiernos y desiertos con desesperación. Desfallecer parece una opción tentadora cuando sólo vemos oscuridad y desolación y llevamos toda una vida caminando para encontrarnos contigo.
Oremos: Te damos gracias, Señor por compadecerte de nosotros y multiplicar los bienes y bendiciones que nos rescatan del dolor. Gracias por el pan y los peces que nos ofreces para seguir peregrinando y gozar de tu amor.
16 de febrero: San Mateo 5,17-37.
Hoy el evangelio dice: El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.»
Y pienso: Qué privilegio es poder enseñar con humildad y sencillez las lecciones que he aprendido de ti Señor. Qué ilusión me da que valores y valides los intentos que realizo por sembrar tu amor en la humanidad.
Oremos: Ayúdanos Señor a ser fieles al mandamiento del Amor hacia nosotros mismos, los demás y la creación. Que sólo pensemos, hablemos y actuemos conforme a lo que produzca el mayor fruto y bendición.
17 de febrero: San Marcos 8, 11-13
Hoy el evangelio dice: Jesús, suspirando profundamente, dijo: “Por qué esta generación pide un signo?”
Y pienso: Me arrepiento Señor de las infinitas veces en que también te he pedido un signo para creer. Cuántas veces he rogado por una señal para salir de la desolación y la soledad… cuando sólo bastaba respirar y ser consciente de mi necedad.
Oremos: Aumenta nuestra fe Señor, sobre todo en los momentos de oscuridad e incertidumbre en que te buscamos neciamente sin ser conscientes de que estas con nosotros y sufres nuestra ceguera e indiferencia existencial.
18 de febrero: San Marcos 8, 14-21
Hoy el evangelio dice: Jesús les hacía esta recomendación. “Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes”.
Y pienso: Qué fácil es que la levadura del mundo fermente en nuestra alma y se vaya comiendo toda la inocencia y sencillez del alma. Qué rápido crece la levadura del mal haciéndonos perder la esperanza en nosotros mismos y la humanidad.
Oremos: Que la levadura del cielo y de tu amor Señor sea lo que crezca en nuestro modo de vincularnos hoy. Aleja de nosotros la superficialidad, lo vano y libéranos del mal que podamos recibir o provocar.
19 de febrero: San Marcos 8,22-26
Hoy el evangelio dice: Jesús le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista. Así quedó curado y veía todo con claridad.
Y pienso: Qué anhelo más profundo y suplicante siento que me permitas recuperar la visión de mi corazón para ver todo con más claridad y perspectiva histórica y espiritual. Sáname, Señor.
Oremos: Imponnos tus manos amado maestro y doctor para que pronto podamos ver nuestras vidas con la claridad y profundidad y no nos enceguezcamos con las minucias de esta vida, que sólo están para conducirnos de vuelta a ti.
20 de febrero: San Marcos 8, 27-33
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos lo reprendió diciendo: ¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres.
Y pienso: Todos aquellos pensamientos que concibo que me entristecen, debilitan, enojan, enferman, aíslan, torturan, frustran, culpan, oscurecen y ciegan de la realidad, no puede ser otro que Satanás que se ha adueñado de mi y me quiere dañar.
Oremos: Abrázanos fuerte Dios nuestro para concebir y atesorar sólo pensamientos buenos, verdaderos y útiles que nos unan, que nos permitan restaurar confianzas y que nos regale la esperanza de que tu poder ya triunfó sobre el mal.
21 de febrero: San Marcos 8,34-38.9,1.
Hoy el evangelio dice: Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará.
Y pienso: Perder la vida es dejar de pensar en mí, ofreciendo confiada mis dolores y heridas a ti Señor, para poder abrir espacio en mi corazón a todo el que necesite amor. Sólo así podré conmoverme con la necesidad y soledad que hay a mi alrededor e intentar aliviarla.
Oremos: Ayúdanos Señor a ir contra la corriente del mundo que nos quiere erigir dioses llenos de cosas, falsos poderes y superficialidad. Haznos sencillos, desapegados, auténticos, livianos y libres para reconocerte y peregrinar contigo sembrando tu amor.
22 de febrero: San Mateo 16,13-19.
Hoy el evangelio dice: «Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?».
Y pienso: Qué fácil es enredarse en las mil opiniones de la gente sobre quién soy en realidad. Me debilitan con sus críticas o me yergo con sus palabras lindas, pero sé que ni una ni otra son la verdad. Yo sólo quiero ser otro Cristo; ayúdame a avanzar, Señor.
Oremos: Ordena las voces de nuestra cabeza para ser conscientes de que tú vives en nosotros y que nuestra felicidad está en reconocerte así. Todos los demás son ropajes del ego que nos hacen sufrir. Líbranos de ese mal, te lo pedimos Señor.
23 de febrero: San Mateo 5,38-48.
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Y pienso: Qué gran desafío ser sol para todos, aunque nos cuesten o nos hagan sufrir con su modo o sus acciones de mal. Habrá que ir irradiando tu amor, tu luz y tu energía sin distinguir a quien va, porque somos luna, jamás sol, como tú mi Dios.
Oremos: Ayúdanos Señor a ensanchar el corazón y tener comprensión, misericordia y el mayor amor que podamos con aquellos que nos han herido y torturan sin razón. Sus historias los preceden y quizás somos su única opción de salvación.
24 de febrero: San Marcos 9,14-29.
Hoy el evangelio dice: Inmediatamente el padre del niño exclamó: «Creo, ayúdame porque tengo poca fe». Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». Él les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración».
Y pienso: Qué pena darme cuenta de que estas palabras son también mías el día de hoy. Mi oración va debilitada con una sombra de dudas; me atemoriza el poder del mal en el mundo y por lo mismo, los demonios se siguen atrincherando en mí.
Oremos: Aumenta nuestra fe para reconocer y creer que tú eres el Señor de la historia y que todo el mal y sus cómplices arrancan despavoridos de ti. Creer que tú nos habitas y que ahí radica también nuestro poder.
25 de febrero: San Marcos 9,30-37.
Hoy el evangelio dice: Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo «El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
Y Pienso: Qué ganas de haber sido ese niño para sentir tu atención y tu abrazo. Quizás siendo niña todos los días y en toda circunstancia, con la inocencia, pureza y bondad en el corazón, pueda sentir y gustar nuevamente tu mirada, cómo me pones al centro y recibo tu abrazo de amor.
Oremos: Conserva Señor, con la ayuda de tu madre que te cuidó, la inocencia de nuestros corazones de toda perversión. Que sepamos confiar, jugar, dar y recibir sin temor ni discriminación, porque es la esperanza y la única salida al mundo de hoy.
26 de febrero: San Mateo 6,1-6.16-18.
Hoy el evangelio dice: Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y pienso: Entra Dios mío en mi corazón, ausculta sus anhelos, atesora sus alegrías y consuela mis dolores para que podamos conversar largo y tendido sobre tu voluntad para conmigo y la humanidad. Extraño demasiado nuestra intimidad.
Oremos: Señor, regálanos espacios de silencio e intimidad para que te podamos encontrar. Ayúdanos a reconocerlos y a no dejarlos pasar, porque es lo único que nos puede dar un norte para seguir caminando y encontrar la verdadera paz.
27 de febrero: San Lucas 9,22-25.
Hoy el evangelio dice: Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Y pienso: Hay días donde la cruz se hace casi imperceptible de cargar, pero hay otros donde te duelen los huesos del alma con cada gramo de más. Qué fortaleza la tuya Jesús de cargar con la cruz de toda la humanidad.
Oremos: Fortalece nuestro espíritu Señor para cargar con las pequeñas y grandes pruebas que a cada uno nos toca llevar. Son justo las que necesitamos para potenciar al máximo nuestra musculatura y misión terrenal.
28 de febrero: San Mateo 9,14-15.
Hoy el evangelio dice: Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?».
Y pienso: Cuánto te indigestan las preguntas capciosas, los comentarios destructivos y las personas que sólo invierten su tiempo en comparar y compararse. Qué lejos están de tu reino donde todo es alabanza, creación y libertad…
Oremos: Líbranos Señor de las odiosas uniformidades humanas que sólo aplastan la vida y no comprenden la belleza de la realidad. Tu estás con nosotros, en nosotros y para nosotros; por qué separarnos si somos una unidad.
29 de febrero: San Lucas 5,27-32.
Hoy el evangelio dice: Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Y pienso: Aquí estoy mirando todos mis apegos mundanos sobre mi mesa, queriendo levantarme y seguirte como única opción. Quiero partir una vida nueva, libre de todo lo que me ha alejado de ti y nuestra misión.
Oremos: Ayúdanos Señor a despojarnos de todo lo que nos distrae con su brillo, nos enferma el alma o nos da una seudo protección que no es de Dios. Llámanos cada día con insistencia para que nos levantemos prestos a amar y a servir a nuestro alrededor, aunque nos cueste un montón.
1 de marzo: San Mateo 4,1-11.
Hoy el evangelio dice: Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto». Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
Y pienso: Ya hace días que el demonio me acecha y me quiero aferrar a ti Señor para no caer en la tentación de la tristeza, el miedo y la desesperación. Retírate, Satanás porque soy de Dios y vengan ángeles a nutrir mi corazón en hambre y desolación.
Oremos: Envíanos Señor una legión de ángeles para pacificar los demonios de la violencia y la división. Aplaca con tus ejércitos de amor todo atisbo de muerte y destrucción. Y por favor, envíanos a tu madre para que nos de a todos su protección.
2 de marzo: San Mateo 25, 31-46
Hoy el evangelio dice: Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.
Y pienso: Ay, Señor, qué gozo da poder ayudar a otros que necesitan de consuelo, protección o ayuda material porque recibimos tu acogida y gratitud por esa atención. Sin embargo, qué difícil es cuando somos nosotros los que necesitamos ayuda y sufrimos el desvalimiento y/o la agresión.
Oremos: Ayúdanos Señor a ser hermanos solidarios y a ponernos atención. Que la soledad de cada uno no nos sea indiferente y que actuemos con amor y generosidad en toda ocasión.
3 de marzo: San Mateo 6,7-15.
Hoy el evangelio dice: …el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Y pienso: Señor y Dios mío, tú que conoces mi alma concédeme todo lo que necesito para hacer tu voluntad y que me sea indiferente cómo lo pueda valorar, ya que seguro son las piedras que requiero para continuar mi peregrinar.
Oremos: Ausculta con atención Señor, todo lo que te pedimos sin necesidad de la oración. Regálanos la paz para confiar en tus tiempos, tus procesos y tus modos misteriosos para llevarnos de vuelta a tu hogar.
4 de marzo: San Lucas 11, 29-32
Hoy el evangelio dice: Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
Y pienso: Qué será Señor que, a pesar de todo tu amor evidente, somos ciegos y sordos. Como dar el salto de fe y de inteligencia para comprender y sanar mi eterna distorsión.
Oremos: Te pedimos Padre que nos abras el corazón al amor de tu hijo; nuestra mente para comprender nuestra vocación y nuestro cuerpo para darnos enteros, sin condición.
5 de marzo: San Mateo 7, 7-17
Hoy el evangelio dice: Porque todo el que pide, recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abrirá.
Y pienso: Hoy, sin vergüenza, me atrevo a pedir porque añoro recibir. Busco sin cesar porque te quiero encontrar y llamo desesperada a tu puerta porque extraño mi hogar.
Oremos: Concédenos Señor hasta nuestros caprichos el día de hoy. Regalonéanos como niños que somos con ternura y amor. Ábrenos pronto la puerta porque te amamos con todo el corazón a pesar de nuestra inadecuación.
6 de marzo: San Mateo 5,20-26.
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego.
Y pienso: Cuántos condenados veo en el mundo de hoy, ya que por mucho que algunos lleven ofrendas al altar, son demasiados los que se irritan, los que se dividen, los que hacen daño, los que roban, los que matan, los que discriminan y olvidan que a pesar de lo diverso y adverso, somos hermanos igual.
Oremos: Señor líbranos de juzgarnos unos a otros con los ojos del mundo solamente, ya que la competencia y la posesión sólo nos separan y dañan en el tejido social. Regálanos esperanza y optimismo de que podemos salir adelante con amor y con paz, aunque sean otras las generaciones que lo puedan disfrutar.
7 de marzo: San Mateo 5,43-48.
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores.
Y pienso: Qué es el amor finalmente Señor. ¿Es sólo no desearles mal a los que nos han dañado? ¿Basta con la compasión y el cuidado cuando están caídos o necesitan nuestra atención? ¡Qué difícil es equilibrar este amor con el amor y el respeto que nos debemos a nosotros mismos como hijos de Dios!
Oremos: Concédenos la sabiduría de administrar el amor que tú nos prodigas con equilibrio y justicia de Dios. Que amemos tanto a nuestros enemigos como nuestro propio templo, para que nunca sea una farsa ni una necia inmolación.
8 de marzo: San Mateo 17,1-9.
Hoy el evangelio dice: Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo».
Y pienso: Cuánto miedo tengo hoy de todo lo que veo a mi alrededor y lo que eso provoca en mi corazón. Miedo a mi propio cambio y a la incertidumbre de la sociedad y la creación. Tócame y levántame porque sé que es sólo espuma mental y no la roca de tu amor.
Oremos: Señor toma todos nuestros miedos y conviértelos en roca de fundición para solidificar nuestra fe en ti y que tengamos certeza de que, todo lo malo que nos sucede, no es más que nuestra interpretación de una realidad que supera nuestra comprensión.
9 de marzo: San Lucas 6,36-38.
Hoy el evangelio dice: Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes».
Y pienso: Amor con amor se paga es otra forma de entender tu sabiduría Señor y por eso quiero amarte a todo pulmón; porque qué puede haber más bello que recibir tus mimos y atención.
Oremos: Concédenos Dios la gracia de desbordar nuestro corazón en todas las encarnaciones de tu creación. Personas, animales, plantas y hasta la misma tierra, devuelven el cien por cien de lo que se le dio.
10 de marzo: San Mateo 23,1-12.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos…
Y pienso: Que no es evidente el que tu Jesús dedicaras tanto tiempo a hablar; a enseñar, a denunciar, a mostrarnos todas las conductas propias del hombre del mundo que debemos erradicar. Palabras de amor y sabiduría dichas con toda la fuerza y la autoridad para crear otra realidad.
Oremos: Concédenos Señor la gracia de poder hablar como tu anunciando amor, denunciando la maldad y consolando a los afligidos, para que nuestro pequeño eco se sume al de tantos y logremos avanzar en tu reino de paz.
11 de marzo: San Mateo 20,17-28.
Hoy el evangelio dice: «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará».
Y pienso: En mis propias ascensiones a Jerusalén donde siento el juicio injusto, los azotes y la crucifixión, pero me alienta la promesa de la resurrección. Esas pequeñas muertes no están fuera de tu alcance y sé que haces y harás maravillas con el dolor.
Oremos: Ayúdanos Señor a encarnar tus palabras de humildad sin humillación; a servir a todos sin dejarnos abusar; a entregarnos completos sin permitir que nos arrebaten la esencia vital y amar sin medida, pero sin dejarnos de cuidar.
12 de marzo: San Lucas 16,19-31.
Hoy el evangelio dice: ‘Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento.
Y pienso: Qué esperanza me da saber que los sufrimientos que haya experimentado aquí en la tierra serán recompensados en tu cielo Señor. Cada herida, hambre, pobreza, carencia y dolor, será llenado de bendición, cuidados, tu ternura y amor.
Oremos: Te pedimos Padre el don de la compasión para con nuestros hermanos y la creación. Para que aliviemos en vida el dolor de tantos Lázaros y que seamos instrumentos de alivio y alimentos para el amor.
13 de marzo: San Mateo 21,33-43.45-46
Hoy el evangelio dice: Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos?
Y pienso: Cómo muchas veces el amor es rechazado en la incertidumbre actual, siendo que es lo fundamental y en lo que debemos invertir tiempo y toda la energía vital. Ingenuos, tontos y hasta niños nos habrán de llamar… sin embargo, no puedo renunciar.
Oremos: Señor, danos la gracia y la fortaleza de perseverar. De seguir jugando tu juego infinito y que no nos asuste la finitud ni la situación actual. Danos la fe para saber que esto también pasará y que nada que no sea tuyo, nos pasará.
14 de marzo: San Lucas 15,1-3.11-32.
Hoy el evangelio dice: El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies”.
Y pienso: Que como humanidad somos tu hijo pródigo ya que nos hemos farreado todas tus bendiciones y nos hemos engañado con falsas riquezas y seguridad. Ojalá nos puedas vestir y reconocer nuevamente para celebrar en tu casa tu bondad.
Oremos: Padre, arranca de nuestros corazones el miedo y la paranoia general. Bendícenos con la sabiduría y la paz para transitar en medio de esta noche sin errar y que, sobre todo, salga lo mejor de nosotros y lo malo se pueda limitar.
15 de marzo: San Juan 4,5-42.
Hoy el evangelio dice: Ustedes dicen que aún faltan cuatro meses para la cosecha. Pero yo les digo: Levanten los ojos y miren los campos: ya están madurando para la siega.
Y pienso: ¿Qué está pasando que aún no soy capaz de ver? ¿Qué es lo que está madurando en nuestro mundo que no logro contemplar? Sólo soy capaz de sentir el aroma de algo nuevo y bello, pero que implica un parto doloroso e incierto de sobrellevar.
Oremos: Ayúdanos Señor a levantar los ojos al cielo y ver tu mano en la realidad actual. Ayúdanos a ver los campos prendidos de vida que están prontos a cosechar. Ayúdanos a tener fe y a trabajar por los que sufren hambre y soledad.
16 de marzo: San Lucas 4,24-30.
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Y pienso: Qué valentía y coraje tienes Jesús mío de enfrentarte a quienes te rechazan, atravesar por el medio de ellos y seguir tu camino. Eso sólo lo puede hacer quien no puede renunciar a su ser y misión a pesar de cualquier rechazo o agresión real.
Oremos: Que tu valentía y tu coraje Señor nos llenen el corazón para ir contra corriente en el mundo de hoy. Que seamos capaces de atravesar por el medio la tontera, el pánico y el abuso de información para seguir caminando con fe y amor en nuestro corazón.
17 de marzo: San Mateo 18,21-35.
Hoy el evangelio dice: ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’
Y pienso: Cómo la compasión está siendo la clave para salvarnos de la destrucción. Años, siglos, de competencia y comparación no hicieron más que socavar la verdadera vida, depredar la tierra, romper nuestros vínculos y descuidar lo único que nos mantiene vivos: el amor.
Oremos: Amado Señor, ten compasión de nosotros tus siervos necios que nos tratamos con tan poco amor. Ablanda nuestros corazones y haznos generosos con lo que poseemos y lo que somos para formar tu Reino hoy.
18 de marzo: San Mateo 5,17-19.
Hoy el evangelio dice: El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos.
Y pienso: Cómo obedecer más tu mandamiento de amar y servir a la humanidad; cómo cuidar más y proteger la creación; como querer y aceptar más lo que soy y la misión que me encomendaste Señor.
Oremos: Envíanos de vuelta Dios la capacidad de gozar con lo simple, con lo sencillo y compartir lo poco que tengamos con los demás y la creación. Recuérdanos cómo se vive la verdadera felicidad y cómo la generosidad y la alegría son las llaves de la vida y la paz.
19 de marzo: San Mateo 1,16.18-21.24a.
Hoy el evangelio dice: Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo.
Y pienso: En la maravilla de los sueños que hoy nos quieres revelar. Un mundo más silencioso, más natural, más calmo, más bello, más humano y por supuesto más divino. No es una pesadilla lo que vivo, sino el comienzo de un mañana bendito.
Oremos: Danos Señor la capacidad de escuchar tu voluntad en los sueños que nos revelas a cada corazón y al colectivo humano hoy. Danos la capacidad de plasmar una nueva humanidad y una nueva creación siguiendo como José el Santo Espíritu con docilidad y paz interior.
20 de marzo: San Marcos 12,28b-34.
Hoy el evangelio dice: Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». Jesús respondió: «El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos».
Y pienso: Si tan solo comprendiéramos un 1% de este mensaje de amor y viviéramos conforme a él, escuchándote en todos y en todo Señor; amando y cuidando hasta lo más pequeño y a los más pobres a nuestro alrededor, podríamos hacer una pandemia divina y un mundo mejor.
Oremos: Que la adversidad de la vida ablande nuestros corazones y los haga compasivos y atentos a cada susurro de tu voz Señor. Que entreguemos nuestras rutinas, agendas y costumbres a la hoguera del amor y que sepamos rearmarnos conforme a tus mandamientos con alegría y confianza el día de hoy.
21 de marzo: San Lucas 18,9-14.
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado.
Y pienso: Tenemos hace tanto tiempo la llave del gozo del cielo en nuestras manos: entrar en nuestras miserias, reconocer nuestras heridas y mirar nuestros afectos desordenados con verdad, compartiéndolas contigo Señor y los demás, sin embargo, seguimos siendo fariseos apegados al éxito y a la riqueza como fundamento de la felicidad.
Oremos: Danos el coraje Señor de adentrarnos en el camino a la muerte de nuestro ego, aunque implique lágrimas y soledad. Danos el agua eterna que nos sostenga en este desierto y nos permita salir de la cuarentena del alma fortalecidos en amor, sencillez y conciencia de nuestra fragilidad.
22 de marzo: San Juan 9,1-41.
Hoy el evangelio dice: Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa «Enviado». El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Y pienso: Que la única forma de salvarme es acercarme mendigando a ti Señor para que tu Gracia se haga una con el barro de mis miserias y heridas de nacimiento. Sólo así podré liberarme de ellas con el agua fresca de tu amor y al volver a ti, darme cuenta de quién soy, cómo es la vida real y postrarme a tus pies con todo mi corazón para ser enviado al mundo como tu discípula.
Oremos: Regálanos Señor la paciencia y la creatividad para salir de nuestras viejas estructuras, seguridades y creencias para buscar formas diferentes de vivir y relacionarnos. Que no nos rindamos frente al fracaso, la incertidumbre ni el miedo, sino que ellos sean el barro que nos permita aprender a ver y verte con otros ojos y con una luz nunca antes vista.
23 de marzo: San Juan 4,43-54.
Hoy el evangelio dice: «Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino.
Y pienso: Hoy Señor añoro la misma fe del funcionario real. Esa que, sin evidencias, milagros ni estridencias, es capaz de caminar confiada y entregada en el regreso a casa, atravesando la incertidumbre, el miedo y la soledad con paz.
Oremos: Señor haznos creer sin ver, esperar confiados, aunque no llegue lo que pedimos o cuando lo queríamos; entregarnos a tu voluntad aun cuando no sepamos el final y amarte a ti y a los demás sin medida, aunque no recibamos las respuestas que anhelábamos.
24 de marzo: San Juan 5,1-16.
Hoy el evangelio dice: Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla».
Y pienso: Hasta dónde puede llegar la tontera humana que siempre se fija, juzga y condena por un punto negro y deja de ver todo el blanco que lo rodea. A cuántos habrás sanado en lunes, miércoles o domingo…sin embargo, esto te causó la muerte y nos sigue dañando hasta hoy a todos y a todo al punto de la destrucción.
Oremos: Levántanos Señor y sana nuestra mente tullida incapaz de ver todo lo bueno que somos y nos rodea el día de hoy. Libéranos del juicio discriminador, de las creencias esclavizantes y de una historia enferma que nos aleja de tu amor y de la salud que todos podemos recibir de tu corazón.
25 de marzo: San Lucas 1,26-38.
Hoy el evangelio dice: También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
Y pienso: En el embarazo por todos desconocido que se está gestando en la humanidad gracias a tu misericordia y poder Señor. Nada es imposible para ti y tengo fe que un mundo nuevo está creciendo en tus entrañas. Sólo debo ir hacia ti para amar y servir soltando los resultados y el porvenir.
Oremos: Amada madre María, ayúdanos a peregrinar hacia Dios sosteniéndonos en tu mirada. Que ninguna adversidad o ataque del mal espíritu nos logre quebrar y que sea tu propia legión de ángeles la que nos enderece y nos permita continuar firmes y alegres enraizados en tu amor maternal.
26 de marzo: San Juan 5,31-47.
Hoy el evangelio dice: No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
Y pienso: Cuán dependiente soy de los testimonios de los hombres y mujeres de este mundo; en ellos busco mi gloria y validación, en vez de ver las obras buenas que he realizado en tu nombre Señor y saber que solo tuya soy.
Oremos: Corta por piedad los hilos de este mundo que atan nuestro corazón a la vanagloria y no nos dejan sentir y gustar tu abrazo y contención. Eleva nuestra conciencia y deja que el mundo se ocupe de sí mismo y que nuestra ocupación sólo sea amar y servir, dando testimonio de ti. Te lo imploramos de rodillas, Señor.
27 de marzo: San Juan 7,1-2.10.25-30.
Hoy el evangelio dice: Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo…Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.
Y pienso: En cuánto le molesta al Mal el Amor; siempre se encarga de enviarnos enemigos externos e internos que nos matan la fe, nos debiliten el alma y nos alejan de nuestra misión. La culpa, el miedo, la agresión, el prejuicio y la división hacen fiesta hoy, pero tú los puedes detener a todos Señor.
Oremos: Levanta tu mano y recorre nuestra vida echando con tu poder todo lo que nos aleja de tu corazón. Limpia nuestra mente de todos aquellos pensamientos que nos hacen sufrir y latigarnos el alma, sin necesidad. Aleja también a los que nos quieran dañar y protégenos de todo mal.
28 de marzo: San Juan 7,40-53.
Hoy el evangelio dice: Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él. Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y estos les preguntaron: «¿Por qué no lo trajeron?». Ellos respondieron: «Nadie habló jamás como este hombre».
Y pienso: En lo complejo que debe haber sido para ti Jesús toda esa tensión: los criterios del mundo versus tu mensaje de amor incomprendido… ¿Cómo lidiabas con el miedo, con el dolor, con la impotencia, con la tristeza, con la angustia y la desesperación? ¿Cómo llegabas al Padre para recibir su fuerza y el coraje para tu misión?
Oremos: Ayúdanos Señor a discernir qué nos nubla la esperanza y nos quita la fuerza para tu misión de amor. Condúcenos al Padre y envíanos miles de bendiciones para revertir todo lo que nos debilita y seamos fieles discípulos llenos de entusiasmo y paz en el corazón.
29 de marzo: San Juan 11,1-45.
Hoy el evangelio dice: Las hermanas enviaron a decir a Jesús: «Señor, el que tú amas, está enfermo». Al oír esto, Jesús dijo: «Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella».
Y pienso: Inevitablemente en mi propia enfermedad del alma y de cuánto amor me prodigas y que no logro asimilar. Siento que te tardas, pero confío en que esta dolencia es parte de tu voluntad para darte gloria y resucitar. Sólo espero sacar mis vendajes, dejar atrás el hedor y abrazarte sin final.
Oremos: Ven pronto a nuestras casas Señor; este tu hogar que te añora y te extraña por tu amistad, por tu poder y por conocer tu voluntad para poder colaborar. Sácanos las vendas de la incertidumbre y el miedo y ayúdanos a levantarnos y a caminar con paz.
30 de marzo: San Juan 8,1-11.
Hoy el evangelio dice: Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
Y pienso: En tu sabiduría Señor para hacerle ver a los hombres de este mundo su inconsistencia y la facilidad con que condenan y agreden, sin caer tú en el conflicto, en el debate o en la descalificación. Una simple frase los desarmó…
Oremos: Concédenos Señor tu sabiduría para sortear las pruebas humanas, sin caer en su baja vibración. Regálanos la creatividad para desarmar sus condenas y agresiones sin levantar la voz y sólo responderlas desde el núcleo mismo de tu amor.
31 de marzo: San Juan 8,21-30.
Hoy el evangelio dice: Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo”.
Y pienso: Eleva mi alma Señor para ser del cielo y no del suelo; caminar en el mundo, pero sin atarme a él ni enredarme en las cosas pasajeras o en los conflictos inútiles. Que sea picaflor y mariposa para ir de un lugar a otro y llevar tus mensajes de amor a donde los quieran escuchar.
Oremos: Libera nuestras alas Señor para volar alto y mirar lo que vivimos con perspectiva y paz. Que sepamos mostrar el camino a otros y que nuestra estela sea de bendiciones y frutos para la humanidad. Aleja de nosotros el mal y la tentación de quedarnos empantanados en la dimensión terrenal.
1 de abril: San Juan 8,31-42.
Hoy el evangelio dice: El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre. Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
Y pienso: Cuánto añoro permanecer en casa, en tu casa Señor, libre de toda preocupación, temor o limitación; sólo dejarme acunar en tu acogida, envolverme en tu presencia y arroparme con tu ternura en el aquí y el ahora. Una eterna y preciosa habitación.
Oremos: Ayúdanos a permanecer fieles a ti Señor aun en medio de la tormenta y la oscuridad; que oigamos tu susurro en medio de los truenos y sepamos recibir esta lluvia como la mejor bendición que nos ha llegado a salvar de la esclavitud actual.
2 de abril: San Juan 8,51-59.
Hoy el evangelio dice: Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman ‘nuestro Dios’, y al que, sin embargo, no conocen. Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.
Y pienso: Que todos los frutos que he logrado en mi vida no son méritos míos, sino tu gloria que me ha atravesado nada más como un prisma con la luz del sol y si el resto no puede reconocerte, sólo me queda entregar este misterio con paciencia y amor.
Oremos: Protégenos Señor de las piedras de aquellos que no pueden ver tu sol; desconfían de tu luz y en su oscuridad se hacen daño y dañan a su alrededor. Escóndenos en tu corazón y después haznos salir al mundo con entusiasmo y devoción por el “Yo soy” trinitario que nos envió.
3 de abril: San Juan 10,31-42.
Hoy el evangelio dice: Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre». Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero él se les escapó de las manos.
Y pienso: En cómo escaparme de las manos de aquellos que no son capaces de ver tus obras y sólo pueden destruir, criticar y quejarse frente a la realidad. Qué valentía la tuya Señor de continuar a pesar de la ceguera y sordera pandémica de la humanidad.
Oremos: Danos un descanso Señor para podernos rearmar y retomar fuerzas para seguir haciendo tus obras en la humanidad. Silencia un momento a los necios y abrázanos para sanar las heridas que nos han causado en este tiempo de caos e incertidumbre mundial.
4 de abril: San Juan 11,45-56.
Hoy el evangelio dice: Por eso él no se mostraba más en público entre los judíos, sino que fue a una región próxima al desierto, a una ciudad llamada Efraím, y allí permaneció con sus discípulos.
Y pienso: En que, en ciertas ocasiones, cuando la gente está llena de confusión, es recomendable ocultarse de las “grandes ciudades” e irse a Efráim, sólo acompañada de los que me aman y conocen mi corazón.
Oremos: Amada Virgen María, recógenos en tu regazo frente a la tensión y la confusión prodigándonos ternura, confianza y abandono total en el Señor. Todo está en sus manos y sabemos que está tejiendo una historia bella para nosotros, aunque no veamos ni un hilo de color.
5 de abril: San Mateo 26,14-75.27,1-66.
Hoy el evangelio dice: C. Pilato les preguntó: S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» C. Contestaron todos: S. «Que lo crucifiquen.» C. Pilato insistió: S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?» C. Pero ellos gritaban más fuerte: S. «¡Que lo crucifiquen!»
Y pienso: ¡CRUCIFICALO! La palabra más fuerte que he escuchado y de la que también soy parte hoy. Perdón, Señor, por unirme irreflexivamente a la masa desoyendo el bien que puedo hacer y unirme al miedo, a la queja, al individualismo y la tristeza/rabia, en vez del amor y el bien común.
Oremos: Perdónanos Señor por no entender tu mensaje de Amor. Perdónanos por seguir ensimismados en lo material y no verte a ti encarnado en el dolor de tantos en la realidad actual. Perdónanos por nuestra discapacidad amorosa y danos otra oportunidad.
6 de abril: San Juan 12,1-11.
Hoy el evangelio dice: María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
Y pienso: En esos campos llenos de nardos exhalando su perfume maravilloso de cielo que me recuerda a ti. Llévame a ese jardín para que juntos estemos nada más, contemplando la belleza de la vida, gustando el dulzor del aire y viendo los pájaros pasar.
Oremos: Bendícenos Señor con tu paz y regálanos un jardín de primaveras para transitar por el otoño actual. Que florezca nuestra esperanza, que brote la confianza y sobre todo que hagamos ramos maravillosos de unión y fraternidad.
7 de abril: San Juan 13,21-33.36-38.
Hoy el evangelio dice: Jesús, estando en la mesa con sus discípulos, se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería. Uno de ellos -el discípulo al que Jesús amaba- estaba reclinado muy cerca de Jesús.
Y pienso: En la vida misma y cómo aceptas su diversidad con tanta delicadeza y amorosidad: en la misma mesa acoges al que te entrega y al que se reclina ternura y fidelidad. ¿Cómo imitar tu grandeza y aceptar a nuestro Judas y Juan sin dejar de amar, siendo claros y no perder la paz?
Oremos: Acepta Señor con misericordia nuestra diversidad de rostros y ayúdanos a perdonarnos cuando traicionemos nuestra esencia y dignidad, por unas pocas monedas de vanagloria o riqueza social. Déjanos volver a reclinarnos en ti y acógenos con ternura y amorosidad.
8 de abril: San Mateo 26,14-25.
Hoy el evangelio dice: Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará». Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?».
Y pienso: ¿Seré yo Señor? Qué pregunta más dolorosa y que también me hago hoy. Como Pedro no quiero negar el amor que me has dado recibiendo monedas de miedo, autodesprecio, vanagloria o “plata” de este mundo que será mi perdición.
Oremos: Virgen María ven hoy a intervenir a nuestro favor para que tengamos la fuerza para resistir la tentación de sucumbir al mundo y su atracción. Tú conoces el amor que le tenemos a tu hijo y conoces también lo frágil de nuestra convicción. Haz un blindaje de ángeles y arma un escudo de protección.
9 de abril: San Juan 13,1-15.
Hoy el evangelio dice: Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»
Y pienso: En la humildad que representan nuestros pies dentro de todo nuestro cuerpo. Ellos han padecido de todos los obstáculos de nuestra vida, su peso, dolor, miseria, suciedad, cansancio y deformidad. Aun así, estás dispuesto a lavar todo eso de nuestro ser con cariño y ternura maternal. Qué privilegio más inmerecido y bello Señor.
Oremos: Dios nuestro, lava con amor todo lo que cargamos hoy. Libera todo el dolor y el cansancio acumulado y las heridas que padecemos en silencio y resignación. Haz de nuestros pies, alas de bendición y que podamos reiniciar la vida con fe y alegría por ser lo que somos perdonando lo que pasó.
10 de abril: San Juan 18,1-40.19,1-42.
Hoy el evangelio dice: Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: «¿A quién buscan?». Le respondieron: «A Jesús, el Nazareno». Él les dijo: «Soy yo». Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: «Soy yo», ellos retrocedieron y cayeron en tierra.
Y pienso: En el tremendo abismo entre tú y yo. Tú asumiendo lo que eres “Soy yo” aun a cuestas de tu propia vida, con la dignidad y autoridad de Dios. Yo, en cambio como Pedro, oscilo entre “soy y no soy”, amándote y negándote por temor a las represalias de hacer en mí plena tu creación.
Oremos: Concédenos Señor la astucia de las serpientes y la mansedumbre de las palomas para ser quienes vinimos a ser y hacer tu voluntad, reptando entre los obstáculos que se nos presentan en tierra y volando libres entre medio de las nubes para hacer llover de ellas bendiciones en la humanidad.
11 de abril: San Mateo 28,1-10.
Hoy el evangelio dice: De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Angel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.
Y pienso: En la alegría que me produce que baje tu Ángel Señor y haga rodar la piedra de mi sepulcro, liberándome de las mortajas de muerte. Quiero resucitar contigo a una nueva vida y vestirme con la pureza de la nieve y alhajarme con collares y coronas de luz.
Oremos: Mándanos Señor una legión de ángeles a la humanidad, para que se remuevan los sepulcros de muerte y aprendamos de una vez que la inocencia, la pureza y el amor son los únicos pasajes a la vida verdadera, a la belleza y a la libertad que nos enseñaste con tu muerte y resurrección.
12 de abril: San Juan 20,1-9.
Hoy el evangelio dice: Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Y pienso: En tu ternura y delicadeza para resucitarme Señor. Has sacado las vendas de mi muerte de modo que apenas me dolieran y has dejado ordenado mi sudario para poder contemplar lo pasado una y otra vez, con gratitud y esperanza en esta vida nueva que parte hoy.
Oremos: Remueve todas las piedras de nuestros sepulcros y resucítanos de la muerte y el dolor. Que una lluvia de bendiciones sane todas las heridas que el infierno nos dejó e inspiremos el aire fresco de tu cielo con alegría y paz en el corazón.
13 de abril: San Mateo 28,8-15.
Hoy el evangelio dice: De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».
Y pienso: En la ilusión que me hace el encuentro contigo y la petición que me haces de decirle a todos que vayan a Galilea porque allí te veremos Señor. Alegría y no temor; abrazos y no dolor; esa es la verdadera resurrección de estar en la tierra de tu corazón, confiados y entregados a la voluntad del Padre que te envió.
Oremos: Señor amado, te alabamos con profunda alegría por tu resurrección. Has vencido todos los demonios y has vuelto del infierno derramando bendiciones en nuestro corazón. Condúcenos pronto a Galilea, tierra sencilla donde podamos renacer y unirnos a tu corriente de amor.
14 de abril: San Juan 20,11-18.
Hoy el evangelio dice: María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».
Y pienso: En esos dos ángeles y su bella misión de custodiar el lugar donde posó tu cabeza y pusieron tus pies, ya que son los pilares del puente divino que hiciste entre el cielo y el suelo con tu propio cuerpo y tu vida Señor.
Oremos: Ayúdanos Señor a transitar contigo del suelo al cielo en cada vivencia que nos toque vivir hoy. Que seamos ángeles de luz para quien nos encuentre, consolando el llanto de los afligidos y mostrándoles que tú estás en medio de nosotros librándonos de todo mal con tu amor.
15 de abril: San Lucas 24,13-35.
Hoy el evangelio dice: Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén…()Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y pienso: Que era necesario salir de la locura de “Jerusalén” e irme a la pequeñez de mi ser para poder mirar con perspectiva todo lo vivido y lo que está pasando. Sólo así podía escucharte y sentirte en mi corazón. Quédate conmigo y no pases de largo hoy.
Oremos: Ábrenos la mente para comprender lo que vivimos y mantener nuestro espíritu fuerte frente a la incertidumbre y el dolor. Arde en nuestros corazones con ternura para regalarnos paz y consolación. Comparte el pan con nosotros para que sepamos verte y gritar a los cuatro vientos tu resurrección.
16 de abril: San Lucas 24,35-48.
Hoy el evangelio dice: Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Y pienso: Cómo en tu Nombre intento día a día promover la conversión de tantos, pero oscilo como una montaña rusa con mi propia conversión. Hoy que estoy arriba te pido me mantengas en equilibrio antes del bajón. No sabes lo bello que se ve todo cuando elevas mi corazón.
Oremos: Abre nuestro entendimiento para comprender que tu mano conduce todo y que lejos de ser muerte, es nuestra salvación. Danos paz y confianza para atravesar este canal de parto sin temor y ayúdanos a iluminar el camino de otros con nuestro testimonio de conversión.
17 de abril: San Juan 21,1-14.
Hoy el evangelio dice: Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No». () Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
Y pienso: En el gozo profundo que me regalas, Señor al hacerte visible en mi vida y llenar mi red de abundante paz y libertad. Agradezco de rodillas el que me compartas tu calor, tu luz, tu alimento y tu esperanza para continuar peregrinando sin renunciar a lo que soy y a lo que me enviaste a realizar.
Oremos: Invítanos Señor a esta bendita cena con la intimidad de tu corazón, para que volvamos a tener fe en tu plan y agradezcamos lo que vivimos hoy. Que tu fuego nos abrigue el alma; que no nos falte el pan para compartir y que tu ternura y amor rompan todas las redes del miedo y la desolación.
18 de abril: San Marcos 16,9-15.
Hoy el evangelio dice: Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios. Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban. Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.
Y pienso: En María Magdalena como símbolo de tantas mujeres de fe, llenas de tu espíritu, valientes, apasionadas y liberadas por ti de sus demonios, que no ha sido oídas ni creídas por la humanidad y su testimonio se ha perdido en los patriarcados de la historia.
Oremos: Abre Señor nuestras mentes para que mujeres y hombres sepamos complementarnos sin pelear; respetarnos sin competir; amarnos sin dañar; escucharnos sin imponer y sobre todo reconocernos como hermanos y hermanas llamados a construir a partir de nuestra diversidad.
19 de abril: San Juan 20,19-31.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.
Y pienso: En la complejidad de la misión a la que nos has enviado si no contamos con los dones del Espíritu Santo que soplas sobre nosotros. El miedo nos encierra y no nos deja ver ni creer que tú también estás presente y que nos sostienes en medio de la adversidad. Envíame hoy tu Paráclito Señor, por favor.
Oremos: Regálanos la paz del cielo, Señor mío, para poder vivir en el suelo y poderla irradiar a los que no pueden creer en la resurrección ni en el amor como verdad. Ayúdalos a sanar sus heridas y protégenos de su agresividad. Amén.
20 de abril: San Juan 3,1-8.
Hoy el evangelio dice: Nicodemo le preguntó: «¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.
Y pienso: En la necesidad de hacer muy pequeños para entrar en tu seno; en la necesidad de desnudarnos de todas nuestras vestimentas del mundo; en la necesidad de soltar todo lo que tenemos y hemos construido; en la necesidad de llorar y sufrir para poder renacer en ti.
Oremos: Concédenos Dios la valentía de adentrarnos en tu útero con confianza; danos el coraje de hacernos pequeños, de desnudarnos de nuestros ropajes, de desprendernos de todo y de asumir las lágrimas que implica nuestro parto espiritual. Y luego amamantamos con tu amor a libre demanda para descansar.
21 de abril: San Juan 3,7b-15.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a Nicodemo: ‘Ustedes tienen que renacer de lo alto’. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu».
Y pienso: En la maravilla que significa ser una hojita llevada al vaivén de tu Espíritu Señor. Libre, volando llena de asombro y gratitud por donde me quieras llevar y si vienen huracanes o tornados, tener la paz de que tu sabes donde me conducirás.
Oremos: Haz Señor que seamos dóciles al Espíritu y que nos dejemos llevar sin resistencias ni apegos que nos puedan entrampar. Haznos instrumentos atentos y afinados para entonar tu voz y que podamos traducir tus mensajes de cielo con fidelidad y amor.
22 de abril: San Juan 3,16-21.
Hoy el evangelio dice: En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Y pienso: En mi anhelo de ser como una mariposa nocturna y acercarme siempre a ti; beber de tu luz, de tu confianza y sobre todo de tu amor para polinizar a toda la humanidad con el néctar del cielo que nos viniste a regalar. Sin embargo, también reconozco mi temor a volar en medio de la oscuridad y de aquellos que te quieren apagar.
Oremos: Conviértenos Señor en luciérnagas de luz para iluminar la oscuridad actual; no importa nuestra pequeñez ni fragilidad, ya que, si somos muchas, podremos hacer día la noche que nos envuelve y develar el mal que se coló en la humanidad. Ayúdanos a volar unidas y llenas de vitalidad.
23 de abril: San Juan 3,31-36.
Hoy el evangelio dice: El que Dios envió dice las palabras de Dios, porque Dios le da el Espíritu sin medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos.
Y pienso: En la belleza de la unión trinitaria que ilumina mi corazón el día de hoy. Una misteriosa danza de confianza, complementación y complicidad donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo muestran su poder y amor, cubriendo toda fisura de incertidumbre o dolor que haya en la humanidad y la creación.
Oremos: Jesús, tú que eres el puente de la Trinidad, la conexión entre cielo y suelo, danos las pistas para encontrar la sabiduría, la fuerza, la resiliencia, la inteligencia y la paz para reconstruir nuestra barca en altamar. Calma la tormenta, regálanos una pesca abundante y llévanos pronto a la orilla para descansar.
24 de abril: San Juan 6,1-15.
Hoy el evangelio dice: «Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?». Jesús le respondió: «Háganlos sentar». Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Y pienso: Una vez más en la distancia abismante que existe entre la lógica de carencias del mundo y la lógica de abundancias de tu corazón. Cómo acercarnos Señor a esa mayor comprensión de cómo es verdaderamente la realidad y tener la certeza de que nada nos va a faltar.
Oremos: Multiplica Señor nuestra esperanza y no dejes que nuestro corto entendimiento nos haga pensar mal; la incertidumbre es solo la antesala de una nueva humanidad; son los pincelazos gruesos de un dibujo bellísimo que estás realizando para regalarnos paz y felicidad.
25 de abril: San Marcos 16,15-20.
Hoy el evangelio dice: Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».
Y pienso: En cuánto anhelo creer más y arrojar los demonios que acechan alrededor; hablar las lenguas que los demás entiendan y que ningún veneno entre en mi alma, quitándome el amor que me das. Que pueda sanar a los enfermos de desamor y que se puedan curar por tu mediación celestial. Que así sea por favor.
Oremos: Llévanos Señor escondidos en los pliegues de tu corazón para que podamos ascender al cielo contigo, aunque sea el día de hoy. Que los ángeles nos ayuden a elevar nuestros pensamientos y que la Virgen con ternura nos contenga para bajar fortalecidos a la misión.
26 de abril: San Lucas 24,13-35.
Hoy el evangelio dice: Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.
Y pienso: En cuánto te amo Señor y cuánto extraño que te quedes conmigo en mi corazón. A veces siento que vas y vienes y vivo en ese vaivén de desolación y consolación con temor. Sé que es sólo mi inseguridad e imaginación y que hoy, como siempre, te sientas en mi mesa y me das lo que necesito para tu plan de amor.
Oremos: Abre nuestro entendimiento a través de tu palabra y comparte con nosotros el pan de la vida para que creamos en tu resurrección. Bendícenos con tu alegría, tu paz y tu esperanza porque nada ni nadie puede vencer al Hijo de Dios que habita en nuestro interior y que arde de amor en cada inspiración.
27 de abril: San Juan 6,22-29.
Hoy el evangelio dice: Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua.
Y pienso: En la necesidad que tengo de caminar sobre las aguas de mis emociones, del bien y el mal de este tiempo y así no depender más de lo perecedero de este mundo, sino nutrirme, cultivar y compartir los alimentos del cielo que tú a diario me das.
Oremos: Ayúdanos Señor a multiplicar los bienes del cielo y distribuirlos sin límite en la humanidad. Sácianos de fe y amor para caminar sobre las aguas de la incertidumbre con paz y saber que en cada paso que damos, tú estás detrás y adelante y que nada nos pasará.
28 de abril: San Juan 6,30-35.
Hoy el evangelio dice: La gente dijo a Jesús: «¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Y pienso: En lo ciega que soy para ver tus signos y obras Señor. Sin embargo, cuando abres mis ojos y recibo consciente tu gracia, siento y gusto tu don creador, saltando de gozo porque me dedicas atención. Me siento vista, amada y cuidada y no sé cómo agradecer tanto y tan tierno amor.
Oremos: Bendícenos hoy con los ojos del alma que ver tu presencia alrededor; la vida entera es un signo tuyo; la creación tu silueta y nuestra respiración, tu aliento de amor. ¿Qué otras obras podemos pedir si todo es tu manifestación? Sólo la sensibilidad y la gratitud para poner verdadera atención y unirnos a tu corazón…
29 de abril: San Juan 6,35-40.
Hoy el evangelio dice: Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día».
Y pienso: En cómo cultivar más la fe en mi interior; verdaderas flores que quiero multiplicar para llenar de bondad y belleza mi corazón. Sin embargo, para eso debo arrancar las malezas que ocupan espacio en mi mente haciéndome pensar erradamente sobre mí y lo que vivo hoy.
Oremos: Amado maestro, jardinero de nuestras almas, poda y corta las ramas y hojas que ya no nos sirven y desmaleza todos aquellos pensamientos de desolación y pesadumbre que no nos permiten creer en tu amor y protección. Haznos florecer bellos y erguidos como tulipanes multicolores en tu corazón.
30 de abril: San Juan 6,44-51.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Y pienso: En el inmerecido e inefable privilegio de haber sido elegida por el Padre/Madre del cielo para ir a ti. Un imán poderoso que me atrae sin poder resistirme y que me hace amarte cada día más, ocupando ya casi todos los espacios de mi frágil humanidad. Sólo queda que suelte el miedo y la tristeza y ya seré toda tuya por la eternidad.
Oremos: Elígenos Señor nuevamente este día para acercarnos a tu corazón y ser uno con tu pulso de amor. Que tu sangre nos recorra y vitalice profundamente para llenarnos de tu verdad y así ser alimento de vida, alegría y esperanza para los demás en medio de la adversidad.
1 de mayo: San Juan 6,52-59.
El evangelio dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Y pienso: En la preciosa unión que existe entre tu y yo Señor. Tú vives en todo mi ser y yo habito en un pedacito de tu infinitud vinculada con todos y con todo en una bendita comunión. Aliméntame hoy como un pequeño gorrión que gorjea pidiendo tu tierna atención.
Oremos: Haznos conscientes del verdadero alimento de la vida que es el Amor. Que dejemos atrás la comida chatarra del mundo y que nuestra nueva dieta sea expandida a toda la creación. Hay hambre y muerte de desamor y nosotros podemos ser el arroz que acompañe tu presencia y bendición.
2 de mayo: San Juan 6,60-69.
Hoy el evangelio: El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Y pienso: Cuánta energía y vida invertimos en la carne para asegurarnos un lugar, un nombre, un estatus, una seguridad, cuando todo se desvanece apenas dejamos de respirar. Literalmente el aire de tu espíritu abandona la cáscara mortal y sólo nos llevamos cuánto pudimos amar.
Oremos: Dios mío haznos ser espíritus encarnados en esta temporalidad en que vinimos a actuar para el propio crecimiento y el de los demás. Danos la libertad para volar como las aves sin importar qué comeremos o qué nos vestirá. Tú nos amas y eso nos basta y bastará.
3 de mayo: San Juan 10,1-10.
Hoy el evangelio dice: Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento… Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia.»
Y pienso: En la cantidad de puertas que he tocado buscando contención y validación de lo que soy. En todas te buscaba a ti, fuente eterna de protección y bendición, pero iba a tientas con mi morral de tristezas y confusión. Hoy ábrete de par en par para no errar más mi camino de salvación.
Oremos: Concédenos Señor la gracia de ser buenas puertas para los demás, siendo un anticipo de tu portón final. Que nuestro testimonio gratuito de ternura y solidaridad oriente a otros para poder seguir peregrinando hacia la paz verdadera y que sepamos resistirnos a las puertas de la mundanidad.
4 de mayo: San Juan 10,11-18.
Hoy el evangelio dice: El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre».
Y pienso: En cuánto he demorado en recobrar mi verdadera vida. Cuánto me he extraviado de tus brazos y de tu voz que gritaba en mi interior como un niño sin consolación. Ahora que ya conozco mi redil, te pido que me des la fuerza y la sabiduría para mantenerme en él porque sólo aquí soy yo y soy feliz junto a ti.
Oremos: Protégenos Señor de los lobos que acechan desde adentro y fuera para sacarnos de tu rebaño y llevarnos a la desolación. Cierra la puerta al mal y nútrenos con astucia, mansedumbre y confianza para domesticar a las fieras del mundo y a las del ego que nos quiere engañar.
5 de mayo: San Juan 10,22-30.
Hoy el evangelio dice: Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos.
Y pienso: En todos los cuidados, cariños y delicadezas que has tenido para conmigo desde que nací. Qué privilegio estar entre tus ovejas, pero sobre todo qué gratitud siento por las ovejas que has dispuesto me acompañen, encarnando en ellas el amor que he necesitado para vivir.
Oremos: Danos Señor la gracia del entendimiento para comprender la relación de amor que nos vincula a todos y a todo en el tejido amoroso de Dios. Que dejemos de competir por sacar “nuestro pedazo”, ya que sólo matamos el cuerpo que todos formamos y que merece vivir, no por mérito, sino porque te pertenece a ti.
6 de mayo: San Juan 12,44-50.
Hoy el evangelio dice: Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.
Y pienso: En cuánto me cuesta hablar tus palabras al sentir el rechazo de algunos al amor y a la ternura en el modo de relación. No los juzgo; ¡quién soy yo para eso!, pero que tampoco me haga sorda a la verdad que sembraste en mi interior ni me trate a latigazos el corazón.
Oremos: Te pedimos Señor por todos aquellos que rechazan tu bendición, ya sea por sus historias o por la discapacidad en su modo de relación. Ayúdanos a no juzgarlos y a tratarlos con paciencia y misericordia; con amor, pero que en el diálogo no nos restemos porque restaríamos al que nos envió y caeríamos en el mismo pecado de no ser compasivos con nuestro yo.
7 de mayo: San Juan 13,16-20.
Hoy el evangelio dice: «Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
Y pienso: En cuánta energía pierdo en querer ser reconocida como grande. Cuánto sufro cuando quedo invisible en medio de los gigantes y las instituciones de este mundo. Cuánto lloro al sentirme como un pájaro abriendo un pequeño sendero de amor dentro de las autopistas. Qué necia, limosnear amor cuando tengo el tuyo mi Dios.
Oremos: Señor haznos servidores humildes de tu reino para dar la vida por amor, con amor y en tu amor. Que llenemos nuestras heridas y fragilidades con tu gracia y que prescindamos de todo reconocimiento u honor del mundo porque no lo necesitamos si sabemos quién nos envió.
8 de mayo: San Juan 14,1-6.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.
Y pienso: En lo mucho que sueño con la casa de tu Padre y cuánto anhelo gustar ese “lugar” lleno de vida, belleza, vínculos de amor, libertad para ser y seguridad total. Esa ausencia de miedo y enredo mental son un paraíso que a veces vivo, pero se me pierde la llave y me vuelvo a extraviar.
Oremos: Calma Señor nuestras inquietudes que ya se empiezan a acumular. Lo desconocido sólo empeora las cosas y andamos a tientas en la oscuridad. Muéstranos nuestra casa definitiva y condúcenos hasta llegar al umbral. No sea que en el camino, por miedo, perdamos las huellas de tu andar.
9 de mayo: San Juan 14,7-14.
Hoy el evangelio dice: Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.»
Y pienso: En la alegría que me da lo que me dices Señor. Pedir en tu nombre y se me dará. Pido tener paz en el corazón y libertad en mi mente para ser y actuar conforme a tu voluntad y así poder ser instrumento fiel en el servir y amar.
Oremos: Virgen María, tú que fuiste testigo primero de la maravillosa unidad de tu hijo con la Trinidad, te pedimos que intercedas en todo lo que verdaderamente necesitamos y nos liberes de los deseos que nos alejan de los vínculos como lo fundamental.
10 de mayo: San Juan 14,1-12.
Hoy el evangelio dice: Jesús le respondió: El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.
Y pienso: En las muchas veces que he dudado de mí, de mi valor, bondad y misión, sin embargo, al ver a mis hijos y las obras de amor manando de mi corazón, no puedo sino ser consciente de que también soy hija de Dios: una pequeña y bonita habitación de su Espíritu pintada con mil colores y flores de verbena y sol.
Oremos: Haznos reconocer a tu Padre /Madre Señor en cada persona y en nuestro mismo corazón. Somos amor y pertenecemos a Dios, sólo que lo olvidamos buscando espejismos de vanagloria que nos llevan a la desolación. Que este tiempo incierto nos despeje tu rostro y sepamos recalcular el GPS interior.
11 de mayo: San Juan 14,21-26.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».
Y pienso: En la maravilla de ser amada por la Trinidad y cómo sus manifestaciones hoy las logro sentir y gustar como un manjar. Has Señor que esta consolación la pueda atesorar antes de que venga una nueva quebrada en el devenir de mi existencia y el de la humanidad.
Oremos: Ayúdanos Señor a cumplir tu mandamiento de amar y amarte como primera prioridad ya que todo lo demás por añadidura se dará. Dile al Padre que nos mire con misericordia en nuestra fragilidad y que nos proteja de todo mal en la incertidumbre actual.
12 de mayo: San Juan 14,27-31a.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!
Y pienso: En la paz que nos das Señor… ¿cómo es? Nuestra paz es imperfecta; sólo un intermedio en medio de los conflictos internos y externos. Añoro ese lago nítido, calmo y perfecto donde todo tiene su lugar y cada piedra y hierba se puede identificar porque es amor y no cabe nada más.
Oremos: Danos Señor la paz divina que nos permita sortear toda incertidumbre y contrariedad. Danos a beber el agua fresca que sacia nuestra necesidad y rellena cada espacio de fragilidad. Danos tu amor en abundancia para que podamos confiar y tomar cada decisión de hoy con sabiduría y libertad.
13 de mayo: San Juan 15,1-8.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Y pienso: En cómo la naturaleza nos revela lo que somos en relación contigo Señor. Un pequeño capilar de un infinito sistema circulatorio por donde viaja tu amor. Qué necia cuando hago un torniquete y corto el flujo, perdiendo la conexión por mis heridas o cualquier nubarrón.
Oremos: Virgen María, tú que permaneces unida al troncal de Dios, protégenos del mal que nos auto infringimos y el que recibimos por no ser conscientes de esta unión. Haznos producir frutos abundantes para llevar vida a todas partes, con heroísmo y pasión porque a eso hemos venido; es nuestra misión.
14 de mayo: San Juan 15,9-17.
Hoy el evangelio dice: No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»
Y pienso: En la relevancia de la relación que nos une contigo, con los demás y con el entorno. En los vínculos de amor radica el gozo, la abundancia y la vida verdadera. Los que se esmeran en pensar sólo para sí, lentamente se van secando por dentro, sus hojas marchitando y sus frutos amargando.
Oremos: Bendícenos Señor con la inteligencia para reconocer las tres “F” que nos deben ordenar: Fraternidad con los hermanos y el entorno para saberlos cuidar con ternura y suavidad; Fecundidad con lo que somos y poseemos para nutrirnos y nutrir a los demás; y Felicidad como el brote natural de vivir por, para y en Tu Amor. Todo lo demás por añadidura se dará.
15 de mayo: San Juan 15,12-17
Hoy el evangelio dice: No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
Y pienso: En lo mucho que me cuesta creer que me elegiste dentro de tanta gente, pero quiero creerte y afirmarme de esa verdad como una abeja del panal para poder amar más y servir mejor a los que me vayas a regalar para peregrinar.
Oremos: Enséñanos Señor a percibir tu amor en todo y en todos en el modo en que tú dispongas y no de acuerdo con nuestra voluntad. Libéranos de nuestras heridas, apegos, defensas, corsés, creencias, roles, supuestos e historias que nos hacen defendernos y sufrir una enormidad, cuando pudiésemos simplemente nadar en la abundancia de tu corriente vital.
16 de mayo: San Juan 15,18-21.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.
Y pienso: En el privilegio de ser embajadora tuya, aunque implique recibir odio del mundo manifestado en soledad, incomprensión y frustración en el mejor de los casos y agresión violencia y muerte en la radicalidad de la misión. Sólo dame la fuerza para perseverar sin renunciar.
Oremos: Protégenos Señor con una armadura de amor contra el odio del mundo. Danos refugio frente al cansancio de este peregrinar. Nutre nuestra alma para seguir siendo fieles a ti con alegría y paz y sobre todo abrázanos fuerte para sentir tu incondicionalidad.
17 de mayo: San Juan 14,15-21
Hoy el evangelio dice: No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes
Y pienso: En la engañosa orfandad que he sentido tantos años; he tenido vistazos de tu presencia paterno maternal, esponsal, fraternal y creacional, pero mi inseguridad me hizo dudar de esa intuición bellísima y vital. Que como un rastrillo saque esas creencias viejas y me atreva a volar.
Oremos: Ayúdanos Señor a sentirnos hijos e hijas amados/as como primera certeza existencial para que con ese piso podamos construir todo lo demás. Seca y saca las creencias que nos llevan a creer en la soledad y la orfandad y permítenos pasear por el campo florido rodeados de tu belleza y amorosidad.
18 de mayo: San Juan 15,26-27.16,1-4a.
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio.
Y pienso: En cuánto deseo estar llena del Espíritu Santo para lograr ver la verdad de mi ser relacional, de la vida y de la contingencia actual. Muchos se enredan en teorías y creencias llenas de intereses ocultos, pero yo sé que junto con todo eso, tú estás detrás dándonos una oportunidad. Aún no la comprendo, pero sé que el Paráclito me ayudará.
Oremos: Concédenos Dios la inteligencia para comprender el cambio de la humanidad; haznos ver tu mano en medio de la oscuridad y la esperanza en medio de la incertidumbre total. Cuida a los más desfavorecidos y ayúdanos a ayudar en lo que sea más importante para tu voluntad.
19 de mayo: San Juan 16,5-11.
Hoy el evangelio dice: Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.
Y pienso: En que efectivamente me apena mucho que te hayas ido Señor. Añoro la Trinidad completa manifestada en esta dimensión, pero entiendo que no sería capaz de sostener tanto amor sin fundirme en tu corazón. Ven Espíritu Santo y llena el espacio que dejó Jesús para consolar y potenciar su misión.
Oremos: Ayúdanos Dios Trinitario a vivir con tu misterio y ser fieles a tu voz. Que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se manifiesten el día de hoy, haciéndonos crear cosas bonitas y buenas; ser abrazo y ternura para los desolados y ser luz y fuego que ilumine y abrigue el mundo con esperanza y confianza en tu protección.
20 de mayo: San Juan 16,12-15
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Y pienso: En todo lo que aún no entiendo del misterio de lo que soy, de dónde vengo y a dónde voy. Apenas un puñado de hilos conscientes de mi subjetividad cuando visualizo un universo de cuerdas que se me enredan con la vida y con los demás. Sólo entregarme y esperar al Espíritu Santo para que me pueda enseñar.
Oremos: Señor regálanos la paciencia de esperar la comprensión de lo que hoy nos duele, nos incomoda o nos inquieta porque no sabemos entender tu plan. Que ese nudo o hilo feo que nos estorba, lo entreguemos confiados a tu voluntad porque tu sólo tejes bendiciones para nuestro mayor bien y paz.
21 de mayo: San Juan 16,16-20.
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.»
Y pienso: En cómo la lluvia que chispea en mi corazón ya comienza a convertirse en arcoíris y colores de gozo y bendición. Todo pasa y todo resucita mi Dios; gracias por estar conmigo en cada estación porque de ti depende mi floración en una primavera llena de vida y amor.
Oremos: Haznos Señor que confiemos en tu promesa de amor donde cada lágrima derramada se convertirá en un diamante de nuestra corona como hijos e hijas de Dios. Es el crisol de la vida que requiere el frío y el calor para fraguar nuestras almas en el amor puro de tu corazón.
22 de mayo: San Juan 16,20-23a.
Hoy el evangelio dice: La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo. También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.
Y pienso: En este parto personal y de la humanidad en que puedo y podemos dar a luz a un ser y mundo nuevo, lleno de sabiduría y amor para dar. Pero aún no es el tiempo y hay que seguir trabajando y siendo fuerte frente a los dolores y llantos, hasta que los huesos se abran y podamos descansar felices de lo que pudimos gestar.
Oremos: Bendícenos Señor con la fortaleza para tolerar con resiliencia cada contracción, reconociendo en cada ola de dolor un avance para el nacimiento final. Que el cansancio, el temor y la ansiedad se transformen en paz, certeza y abundancia para la humanidad. Y que sepamos agradecer esos molestos movimientos del niño como bendición de que está vivo y nos quiere alegrar.
23 de mayo: San Juan 16,23b-28
Hoy el evangelio dice: Aquel día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre. Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Y pienso: En las infinitas preguntas que tengo para hacerte Señor. Es tanto lo que deseo entender y saber de la vida, de cómo funciona todo, de tu misterio y de tu voluntad, de mi propio recorrido y tu plan personal, que seguramente no te dejaría partir jamás. Dios mío, haz que crea en tu amor aún en la ignorancia total.
Oremos: Enséñanos a pedir al Padre para hacer tu voluntad. Que todo lo que anhelemos sea puro y fecundo para nosotros mismos y los demás. Que no nos confundamos con peticiones del mundo cuando existe un universo infinito de bendiciones y bondad que nos esperan si sabemos pedir con sabiduría fraternal.
24 de mayo: San Mateo 28,16-20.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».
Y pienso: En la simpleza y profundidad de la misión que me encomiendas hoy: ser e irradiar amor a todos y a todo a mi alrededor, sin embargo, para eso necesito estar unida a tu presencia y confiar en tu poder y protección. Que así sea Señor. Haz el milagro que te pido por favor.
Oremos: Permítenos Dios bueno que seamos buenos discípulos y misioneros de lo que tu hijo nos enseñó, contando con nuestra fragilidad y limitada comprensión. Asciende junto a nosotros al cielo y muéstranos a dónde vamos como recompensa y motivación para hoy.
25 de mayo: San Juan 16,29-33
Hoy el evangelio dice: Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo».
Y pienso: En que parece que también se acerca la hora en que el mundo que conocimos quede atrás. Lejos de alejarme, quiero aferrarme a ti Señor y que todo el sufrimiento de la humanidad no sea más que ocasión de servir y amar hasta el final. Sólo pido poder contemplar la nueva realidad que se está gestando y ayudar desde mi pequeñez a la paz de los demás.
Oremos: Alivia Señor los sufrimientos de tantos que hoy padecen enfermedades del cuerpo y del alma; consuela a los que sufren hambre, cesantía o violencia en su hogar; acompaña a los que están solos, angustiados y no saben amar. Convierte a los que optan por el mal y libéranos de la división y la desolación espiritual.
26 de mayo: San Juan 17,1-11ª
Hoy el evangelio dice: Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»
Y pienso: En la alegría y fuerza que me provoca que ruegues por mí. No dejes de hacerlo, te lo suplico Señor, porque este mundo está confuso y cambiante y no sabría a dónde ir sin que me sostengas y muestres quién soy. Abrázame con tu oración y regálame tu ternura el día de hoy.
Oremos: Te alabamos y agradecemos Señor por habernos elegido para ser motivo de tu cuidado y oración. No fue por méritos, sino por tu amor. Elegiste a los más pequeños e inadecuados para mostrar la gloria del Padre y cómo para todos es posible la plenitud y la transformación.
27 de mayo: San Juan 17,11b-19.
Hoy el evangelio dice: No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Y pienso: En el privilegio inmerecido de haber sido invitada esta aventura de vivir en un mundo que no es el mío para consagrarme en la única verdad: somos amor y vivimos en él y para él. El mundo no lo entiende porque se enreda en lo visible y lo material, cuando esta energía que emanas Señor, sólo se puede sentir, recibir y dar. Esa es la magia de ser extranjero en esta ciudad.
Oremos: Protégenos Señor del maligno que nos quiere liar con el mundo y hacernos olvidar el motivo por el que nos encarnamos en este lugar y en este tiempo particular: sentir y gustar tu amor en toda su majestad, para ser catalizadores de tu verdad sembrando una nueva forma de relacionarnos como humanidad.
28 de mayo: San Juan 17,20-26.
Hoy el evangelio dice: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Y pienso: En cuánto me estremece de emoción y alegría tu amor Señor. Qué deseo más bello manifiestas y qué libertad de expresión el amar como amas, sin límites ni corsés, rebalsando de gozo mi corazón. Pensar ser una contigo, mi Dios Trinitario, es un éxtasis que me entusiasma y pido ser digna de tanta bendición.
Oremos: Enséñanos Señor a percibir la unión contigo como sostén de nuestra vida y fuente de energía para transitar por el mundo de hoy. Que tu alegría nos ilumine como el sol, que tu paz aquiete nuestras preocupaciones como el celeste del cielo y que ninguna nube confunda nuestra confianza en tu protección.
29 de mayo: San Juan 21,15-19.
Hoy el evangelio dice: Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer, dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Y pienso: En cómo responder tu pregunta Señor el día de hoy. Claro que te amo con todo mi ser y estoy dispuesta a seguirte a donde me lleves, pero al igual que Pedro el mundo me atemoriza con su división, cuando todo es sumar y multiplicar amor. Dame longanimidad Dios para capear el horror y seguir alegre en la misión.
Oremos: Bendícenos Dios con un alma grande, sembrada de paciencia, generosidad y convicción de que el mundo, a pesar de la maleza, es un jardín de amor. Que nada nos quite la esperanza ni la convicción de que vale la pena amarte y amar con todo el corazón.
30 de mayo: San Juan 21,20-25.
Hoy el evangelio dice: Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Y pienso: Qué curiosidad y entusiasmo me provoca conocer todas las cosas que hiciste Señor Jesús. Qué ganas de “leer” todo aquello que no se escribió para adentrarme en tu ser y hacer en esta encarnación. Revélamelo como una enamorada que quiere atesorar y emular tu modo de relación.
Oremos: Que como Juan seamos tus discípulos predilectos y nos cuides hasta nuestra muerte Señor. Sabemos que estamos viviendo un cambio de era y queremos ser testigos valientes y heroicos de tu mensaje de amor, que antes el mundo no oyó.
31 de mayo: San Juan 20,19-23.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo de nuevo: «¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes». Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: «Reciban el Espíritu Santo.
Y pienso: En ti, Espíritu Santo, y cuánto quiero visibilizar tu ser amoroso en el mundo de hoy. Silencioso la mayoría del tiempo, dedicado, apasionado, creativo y juguetón, proveyendo todo para la vida y la creación. Quiero agradecerte tanto don compartido y tanta bendición recibida con profunda devoción.
Oremos: Ven y quédate Espíritu de Dios con nosotros que te necesitamos más que nunca hoy. Sálvanos del terror y la división, lava nuestras faltas y haz que ardan nuestros corazones en diálogos que construyan algo nuevo a partir del dolor. Abrázanos, consuélanos y danos la fe y la fuerza para contagiar amor.
1 de junio: San Marcos 12,1-12
Hoy el evangelio dice: Jesús se puso a hablarles en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero.
Y pienso: En los muchos años en que plantaste una viña en mi y cuánto tiempo me enviaste mensajeros y servidores a buscar tus frutos y yo los aparté o maté con mi inseguridad o flagelación personal. Hoy veo las uvas, el vino y me emborracho de gozo y paz. Gracias Señor por la paciencia y por la ternura para cuidar.
Oremos: Enséñanos con paciencia Señor que somos duros de cabeza y estamos muy dañados por nuestro modo de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Tus parábolas son lecciones que aún no aprobamos y necesitamos nuevos mensajeros y maestros que nos puedan sanar el cuerpo y el alma para salvar la creación y la humanidad.
2 de junio: San Marcos 12,13-17.
Hoy el evangelio dice: Pero él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario». Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». Respondieron: «Del César». Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
Y pienso: En cuánto me cuesta distinguir lo mundano de lo sagrado ya que me enredo y atemorizo con las trampas del mundo y sus dinámicas de violencia, abuso y división. Libérame, Señor de estos zapatos de plomo y regálame tu sabiduría para recordar siempre de dónde vengo y a dónde voy.
Oremos: Concédenos, Señor la sabiduría de hacer los cambios que necesitamos sin destrucción; de transformar las estructuras sin violencia; de sacar del poder a los que sólo se sirven a sí mismos, sin muerte ni rencor, porque sólo una resistencia pacífica nos ayudará a construir un mundo mejor.
3 de junio: San Marcos 12,18-27.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo: «¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y pienso: En la maravilla del cielo donde estaremos en un estado de comunión total, sin tiempo, límites ni separación. Sólo un gran banquete sin distinciones ni división. Sólo amor dado y recibido en eterna emanación. Un baile, una ronda de éxtasis inimaginable que enamora mi corazón.
Oremos: Regálanos Señor el corazón de los niños para jugar eternamente en la ronda de tu amor; en ella todos cabemos y nadie se fija en raza, estado o condición. Todos somos uno y nos gozamos como manjar y chocolate compartiendo el mutuo don.
4 de junio: San Marcos 12,28-34.
Hoy el evangelio dice: El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».
Y pienso: Cuánto cuesta vivir estos mandamientos sin traicionarte ni traicionarnos en el amor. Estamos llenos de distracciones, heridas, esclavitudes y discapacidades que nos alejan de esta fuente preciosa, llena de bendición. Acércame a ella y lléname de amor para construir tu reino Señor.
Oremos: Elastica nuestros corazones al punto que revienten de amor por nosotros mismos, por los demás, por la creación y especialmente por ti, Señor. Que todo y todos seamos un solo mar, maravilloso, que danza al ritmo embriagante de tu canción que acuna la humanidad en su dolor.
5 de junio: San Marcos 12,35-37
Hoy el evangelio dice: Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿Cómo puede ser hijo suyo?». La multitud escuchaba a Jesús con agrado.
Y pienso: En el gozo que me produce escucharte en el templo de la creación, abriendo mi entendimiento y corazón. Cómo derribas mitos que no son y cómo ocupas todo lo visible y lo invisible para enseñarnos a Dios, el Padre/Madre del Amor. Ahora mismo sigo el canto de las aves con mucha atención.
Oremos: Aprender quién eres Señor es como pretender ordenar las hojas del otoño en un cajón; se nos vuelan las concepciones, se resquebrajan los prejuicios, nos enamoran las formas y colores, y abandonamos la misión, absortos en la belleza de tu manifestación, haciendo cerros de preguntas que no alcanzan nuestra razón.
6 de junio: San Marcos 12,38-44.
Hoy el evangelio dice: Y él les enseñaba: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad»
Y pienso: En cuánto cuidado debo tener de no buscar la validación de mis acciones y amores en esta dimensión terrenal. Ciertamente es humano es deseo, pero no es una necesidad; más bien es una trampa que droga y causa enfermedad. Has Señor que tu amor me colme y me llene de paz.
Oremos: Señor, enséñanos pacientemente la gratuidad ya que es una actitud difícil de aprender y de plasmar: dar y darnos sin ser vistos y sin esperar; amar con todo nuestro ser y no anhelar reciprocidad; contemplar sin ser notado, admirar sin recibir un guiño de ternura, es una montaña muy difícil de escalar.
7 de junio: San Juan 3, 16-18
Hoy el evangelio dice: Dijo Jesús: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.
Y pienso: En la facilidad que tenemos los seres humanos para juzgar y condenarnos a nosotros mismos y a los demás. Eso es nuestra muerte porque nos separa y nos fractura por dentro y en la comunidad. Creer en ti es amarnos y perdonarnos reconociendo el misterio que somos y nuestra hermandad física, bio ecológica y espiritual.
Oremos: Perdónanos Señor por nuestros juicios y prejuicios que nos separan y violentan como humanidad. Apacigua los corazones heridos que sólo logran dañar como respuesta a la herida inicial. Genera encuentros y diálogos que permitan recrear el mundo relacional reinando el respeto y la solidaridad.
8 de junio: San Mateo 5,1-12
Hoy el evangelio dice: Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo.
Y pienso: Que podría malentenderse el cielo como un estado después de esta vida, sin embargo, en la medida que en ella renuncio a todos los gozos y deseos del mundo, me voy liberando de ellos y puedo ser feliz e indiferente a las circunstancias que me toque vivir. Que solo tu amor me baste Señor.
Oremos: Concédenos Señor la gracia de renunciar a todo lo efímero y material porque en ese desprendimiento se encuentra la clave del cielo terrenal y el del más allá. Que las recompensas no sean nuestra motivación primordial y que, si vienen o van, no nos afecten en nuestra paz para amar y amarnos con libertad.
9 de junio: San Mateo 5,13-16.
Hoy el evangelio dice: Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Y pienso: En cómo me alegra cuando tu luz se nota en mi ser y otros quieren escuchar tu palabra a través de lo que soy. Me siento plena, llena, en coherencia y llena de entusiasmo en mi corazón. Sólo te pido ser libre de esta respuesta cuando no me vean o me oculte en la desolación.
Oremos: Señor, que hoy se levanten y sumen todos aquellos que elegiste para darte gloria. Que se enciendan como una gran antorcha de esperanza para cambiar el mundo de hoy. Que se sumen como un cardumen de peces contra corriente, empujando la humanidad hacia otro modo de relación de hermandad y colaboración.
10 de junio: San Mateo 5,17-19
Hoy el evangelio dice: El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Y pienso: Cumplir y enseñar tus mandamientos me hará grande en el cielo Señor, pero qué complejo es cuando apenas soy una pequeña aprendiz del amor. Avanzo tres y retrocedo dos, pero sí sé que quiero acercarme y acercar a otros a la plenitud de la ley de Dios que es la dignidad de cada uno sin hacer diferencias ni comparación.
Oremos: Ayúdanos Señor a aprender unos de otros en el amor, cumpliendo y enseñándonos mutuamente cómo amarnos más y servir mejor, en especial a los que más necesitan nuestro cuidado y atención. Transforma nuestros corazones en seres de luz y compasión.
11 de junio: San Mateo 10,7-13
Hoy el evangelio dice: Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.
Y pienso: En aquellas personas que reciben con tanta gratitud y bendición el que entremos a su casa del alma y cómo hay tantas otras que nos cierran la puerta en la cara cuando queremos ayudar y compartir nuestra pobreza y fragilidad. Dame la sabiduría de distinguir cuál es cuál sin sufrir de más.
Oremos: Bendícenos Señor con el entusiasmo y la energía para peregrinar por cada alma que nos abra su puerta con anhelo de ser visitada, vista y acompañada por nuestra novedad. Que no nos amarguen las almas cerradas y que sepamos distinguir dónde quedarnos para ser apóstoles fieles de tu cruzada de vínculos y amorosidad.
12 de junio: San Mateo 5,27-32
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Y pienso: En lo compleja que es la vida y las relaciones humanas en particular. Miles de hilos, necesidades, mociones, sensaciones que se cruzan y tantas veces entran en conflicto o atracción. La verdad no puedo tomar una posición y te pido que te explayes mi Señor para comprender mejor tu intuición. Quién soy yo para juzgar cada corazón, si el mío también es un caos en precario equilibrio en evolución.
Oremos: Perdónanos Señor si no vivimos con la honestidad y pureza del amor entre los seres humanos como es tu sueño con la creación. Ten misericordia de nuestra fragilidad y no nos juzgues por nuestras faltas sino por nuestras búsquedas y por los deseos de amar con todo el corazón.
13 de junio: San Mateo 5,33-37.
Hoy el evangelio dice: Cuando ustedes digan ‘sí’, que sea sí, y cuando digan ‘no’, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Y pienso: En lo mucho que me cuesta definir mis sí y nos no, oscilando entre los matices de cada situación. Sé que te refieres a la honestidad del corazón y a ser fieles al principio del Amor, pero a veces esta energía se me confunde con otros afectos y debo meditar mucho para su purificación.
Oremos: Ayúdanos Señor a encontrar la verdad de quiénes somos y desmalezar el alma de tanta distorsión; que dejemos de vivir de ilusiones y mentiras a nosotros mismos y a los demás, causando daño y dolor. Y cuando la verdad aparezca, que no nos escandalicemos y seamos valientes para aceptar lo bueno y lo malo del peregrinar anterior.
14 de junio: San Juan 6,51-58.
Hoy el evangelio dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Y pienso: En la maravillosa unida que somos, pero que no podemos aún asimilar a cabalidad. Eres conmigo, estás en mí, actúas conmigo todo el tiempo, sin embargo, tantas veces me olvidó de tu presencia y me abandono en un rincón sin ser consciente de todos los que me sostienen en comunión, de que soy una célula vida de un organismo infinito de amor.
Oremos: Señor haz que la necesidad de comida y bebida de cada uno nos haga consciente de la interdependencia entre todos y la creación. Que dejemos las trincheras que nos matan y la chatarra que nos alimenta de egolatría y división y que empecemos a gustar el gozo de tu cuerpo y sangre, que no es otra cosa que la energía amorosa y la libertad del que te envió.
15 de junio: San Mateo 5,38-42
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra.
Y pienso: En tu profunda enseñanza de nunca cortar los vínculos con los demás porque eso nos daña a nosotros mismos como totalidad, ya que somos sólo un cuerpo en interdependencia y fraternidad. Sin embargo, hay tantos que se esmeran en abusar y maltratar que cuesta perseverar. Dame tu fuerza para no renunciar.
Oremos: Regálanos Señor la compasión del cielo para terminar con la competitividad del suelo. Troca la envidia por la admiración mutua y transfigura la violencia por longanimidad, para que pronto podamos vivir unidos y en paz como un solo cuerpo que somos y renacer como humanidad.
16 de junio: San Mateo 5,43-48.
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Y pienso: En el misterio del mal y los “malos” que cometen injusticias contra los demás. Me cuesta encontrar la línea que separa la legítima defensa del amor propio con amar a los que obran mal. Quizás hay que discernir mejor el “cómo” amarlos, sin dejarlos que nos pasen a llevar.
Oremos: Señor danos la grandeza de alma para amar a los que nos cuestan y/o a los que cometen acciones que dañan intencionadamente a los demás. Probablemente son almas muy dañadas y que no pudieron encontrar otros caminos que la autodestrucción y la destrucción total; ciertamente un misterio para contemplar y orar.
17 de junio: San Mateo 6,1-6.16-18.
Hoy el evangelio dice: tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y pienso: En las múltiples intenciones que me mueven a hacer y cuánto las quiero purificar para que sólo tú puedas gozar la pequeña fecundidad y creatividad de mi ser. Añoro tu recompensa y busco ese espacio secreto donde los dos nos encontramos y nos podemos abrazar en paz y libertad.
Oremos: Haznos Señor llenar tesoros de amor en tu corazón, realizando actos de justicia, ayuno y oración, sin que nadie se entere de nuestra entrega y don; amor con amor se paga y tu paga es la mejor. Sólo danos la resistencia para no pedir anticipos humanos que distorsionan la intención.
18 de junio: San Mateo 6,7-15.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Y pienso: En tu corazón de Padre y Madre Señor atiborrado de ruegos y peticiones de tantos y cómo anhelaría ayudar en su consolación; sin embargo, yo misma sumo más intenciones… Hoy quiero silenciarme para que puedas poner atención a los que más necesitan tu abrazo y contención: sólo te pido un beso al terminar el día porque me declaro adicta a tu bendición.
Oremos: Señor ensénanos a orar como quien habla con un amigo/a, sin vergüenzas ni temor. Que abramos nuestras almas a tu catarata de gracias y bendiciones aún en el silencio de nuestro corazón. Tú nos conoces y sabes qué necesitamos y qué no.
19 de junio: San Mateo 11,25-30
Hoy el evangelio dice: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Y pienso: Una vez en tu espalda cargada actualmente de tanta aflicción y agobio mundial; tanta muerte, tanta enfermedad, tanta división e intolerancia de la diversidad. Sólo tu amor nos salvará y pido que me muestres cómo ayudarte, sin agregar un gramo a la carga actual.
Oremos: Enséñanos Señor a ser pacientes con la adversidad encontrándole su bondad y oportunidad para fortalecernos y crecer más. Enséñanos a ser humildes, reconociendo nuestra miseria y fragilidad y que sepamos llevar entre todos el yugo que creamos y que aplasta a la humanidad.
20 de junio: San Lucas 2,41-51
Hoy el evangelio dice: Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Y pienso: Como mamá, en la maravilla de verte ya todo un niño hermoso, lleno de entusiasmo, inteligencia, capacidades, deseos de volar y cumplir la voluntad del Padre, pero aún con musculatura y experiencia que desarrollar. Qué orgullo contemplarte y qué desgarro tener que reconocer que tu paso es temporal.
Oremos: Querida Virgen María, nos unimos hoy a tu corazón desesperado de angustia, tratando de encontrar a tu hijo en medio de este mundo, cuando está es las cosas de Dios. Ayúdanos a comprender y a contemplar lo que estamos viviendo como parte de un plan mayor y que desarrollemos la musculatura para estar aptos para la misión.
21 de junio: San Mateo 10,26-33
Hoy el evangelio dice: No les teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
Y pienso: En esa fuerza que siento cuando me haces hablar en tu nombre y revelar todo lo que me has mostrado en la intimidad. Que nadie me silencie y que yo no me vaya a callar por no tener pruebas o por ser un cambio en la forma de pensar. Sólo tu amor me debe guiar.
Oremos: Libéranos Señor del miedo y del temor a esa parte de la humanidad que transcurre en las sombras y le teme a la luz porque la va a develar. Haznos sabios para ir matizando sus corazones y que aprendan de tu amor al ritmo que les permita asimilar, porque no han conocido otra cosa y no creen que pueda haber espacio para la bondad y la gratuidad.
22 de junio: San Mateo 7,1-5.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
Y pienso: En los miles de juicios y condenas que hacemos a diario… Nadie está en los zapatos de otros e incluso nosotros mismos, muchas veces, no somos conscientes de nuestra edificación inicial y erramos el camino por dolores y necesidad. Sólo el amor nos puede sanar a todos y a cada uno; que sea yo Señor esa mamá con todos los que me ofrezcas y con mi propia humanidad.
Oremos: Señor te suplicamos que ablandes los corazones de aquellos que enjuician y son intolerantes a la diversidad. Detén sus manos cuando quieran dañar y alienta sus pasos cuando se quieran transformar por el amor fraternal. No más guerras y violencia, por favor. Detén la destrucción actual.
23 de junio: San Mateo 7,6.12-14.
Hoy el evangelio dice: Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.
Y pienso: Que para volver a nacer en el espíritu y oír la voz de que somos tus hijos amados, no podemos llevar nada. Desnudos, despojados de todo poder y bien material, debemos atravesar la puerta angosta del dolor y el llanto, como un desierto eterno, pero que nos promete la vida y la salvación si sabemos perseverar.
Oremos: Regálanos Señor la fortaleza para discernir las puertas que debemos atravesar, sobre todo si hay algunas que nos espantan más que otras por la estrechez natural. Que fluyamos por ellas con paz y libertad y que nada nos impida llegar a nuestro destino final: el Amar.
24 de junio: San Lucas 1,57-66.80.
Hoy el evangelio dice: Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Y pienso: Cómo a veces tu voluntad Señor va en contra de todos y del convencionalismo social imperante, pero en vez de enmudecerme de vergüenza renegándote, debo tomar una pizarra y enseñar, recuperando el habla para poder nombrar todo aquello que muestre tu amor a la humanidad.
Oremos: San Juan, bendícenos con tu fortaleza y valentía para preparar el camino y que te podamos imitar en medio de la oscuridad. Que la sencillez y la humildad sean nuestras vestimentas al hablar y que podamos, como tú, empequeñecernos ante el Señor dejando el ego y el mundo atrás.
25 de junio: San Mateo 7,21-29.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «No son los que me dicen: ‘Señor, Señor’, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Y pienso: En cómo comprender mejor la voluntad de tu Padre Señor, sobre todo cuando se me nubla mi cielo y no puedo ver el sol. Haz que tus rayos lleguen igual a mi corazón y construya mi vida sobre el amor como modo de relación.
Oremos: Repara Señor los cimientos de nuestra vida, nuestras ciudades y los de la humanidad, ya que muchos son de arena y vulnerables en la actualidad. Haznos buscar rocas firmes para ser canteros del amor, siendo fieles instrumentos de la voluntad del padre y no demoledores de tu creación.
26 de junio: San Mateo 8,1-4.
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra.
Y pienso: Si quieres hoy liberarme de los rebrotes de lepra espiritual que quieren afear y enfermar mi alma una vez más. Extiende tu mano y tócame con ternura y firmeza para que al instante se vaya de mi toda sombra de martirio que no merezco y tampoco inferí.
Oremos: Te pedimos Señor por todos aquellos que sufren de enfermedades del alma siendo inconsciente y, por lo tanto, imposibles de sanar. Te pedimos para que no sufran lamiéndose sus heridas y no contagien a otros con su mal, en especial a los que los quisimos acompañar.
27 de junio: San Mateo 8,5-17.
Hoy el evangelio dice: Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe.
Y pienso: En la fe que hay que cultivar en estos tiempos de incertidumbre total donde todo lo conocido se esfumó. No hay leyes, historia, líderes o institución humana a las que aferrarse en el cataclismo externo e interno que siento hoy. Sólo tú Señor eres el timón firme y anhelo ser como el centurión.
Oremos: Extiende tu mano Señor y toca el corazón de la humanidad para que sanemos de la fiebre que nos provocamos por egoísmo y desamor. Ten compasión de nosotros y perdónanos las faltas infinitas que nos han llevado a la destrucción. Ámanos y manda un ejército de ángeles para rehabilitar y reconstruir un mundo que se infartó.
28 de junio: San Mateo 10,37-42
Hoy el evangelio dice: El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.
Y pienso: En que las pérdidas no siempre son radicales, sino también los pequeños gestos de entrega en la comunidad: un silencio para no pelear, ceder para fluir más, ofrecerse para servir, el ordenar sin esperar a alguien más…son pequeñas ganancias de amor disfrazadas de pérdida temporal.
Oremos: Te suplicamos Señor que mengue en nuestro modo de relacionar el siempre competir y querer ganar, ya que nos ha hecho demasiado daño como personas, humanidad y al planeta en especial. Enséñanos a perder con alegría porque en esta paradoja está nuestra salvación y felicidad.
29 de junio: San Mateo 16, 13-19
Hoy el evangelio dice: “Y ustedes, les pregunto: ¿quién dicen que soy?
Y pienso: En cómo responder esa pregunta desde el corazón. Probablemente diría que eres el imán que empuja mi motor; que eres el sol que me abriga, el aire que me sustenta y el amor que me contenta. Eres mi búsqueda y mi encuentro; mi anhelo y mi dolor cuando siento que me alejo y no sé lo que soy ni a dónde voy.
Oremos: Señor, Dios encarnado entre nosotros, danos la fe que necesitamos para transitar la oscuridad y la tribulación, porque tú estás encima de todo eso y no hay motivos para temer; sólo una lluvia de razones para bendecir y alabar todo lo que nos das.
30 de junio: San Mateo 8,23-27.
Hoy el evangelio dice: Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, ¡nos hundimos!». Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.
Y pienso: En la gran tormenta que vive la humanidad y en las pequeñas tormentas que cada uno vive; cómo tú estás en paz y durmiendo, sabiendo que todo está en manos del Padre/Madre y lo que será, será para nuestro bien y el de todos. Sólo despierta un ratito, para abrazarnos a ti y aprender a confiar.
Oremos: Señor, tú nos conoces y sabes de nuestra facilidad para hundirnos en el miedo y el apego a lo material. Libéranos de toda carga y enséñanos a flotar sobre las olas y a disfrutarlas como una cuna celestial. Que seamos como niños para asombrarnos con la vida sin temer ni tener prejuicios que sean anclas de mar.
1 de julio: San Mateo 8,28-34
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?»
Y pienso: En los dos demonios feroces que salen de los rincones más oscuros de mi construcción relacional; espacios de muerte y maldad. No quieren que los liberes y te alejan increpándote Señor; tíralos al mar. Son el autodesprecio y la falsa creencia de que no soy amada por ti ni por los demás.
Oremos: Demonios, tormentas, miedos, muertes y enfermedad, son parte de las adversidades de la vida de las que tú nos quieres liberar. Sólo construcciones falsas de nuestra mente y emoción que no comprenden tu bondad. En ti todo es plenitud, paz y amor en su máxima expresión. Creemos Señor, pero aumenta nuestra fe.
2 de julio: San Mateo 9,1-8.
Hoy el evangelio dice: Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados»
Y pienso: En primer lugar, en cuánto te moviste de un lado a otro mi Señor, tratando de cumplir tu misión de sanar nuestro corazón cerrado a la fe y al amor. Sin embargo, cuando la fe es colectiva, hasta nuestras faltas son pasado pisado y otros nos llevan a la salvación.
Oremos: Toma los pecados de nuestra humanidad y hazlos desaparecer porque nos dividen, nos conflictúan y nos hacen desaprovechar toda la riqueza de nuestro ser global, con mezquindades que nos hacen restar en vez de multiplicar. Que aprendamos a caminar de otro modo, colaborador y fraternal, porque de lo contrario moriremos en una parálisis mundial.
3 de julio: San Juan 20,24-29
Hoy el evangelio dice: Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe». Tomas respondió: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!».
Y pienso: Sobre la duda que se mete en nuestro ser y no nos deja creer lo que somos y lo que hemos vivido, erosionando nuestros cimientos y derrumbando instituciones y ciudades. Meter los dedos en tus llagas Señor, le parece insuficiente al mundo de hoy. Danos paz y tu perdón, por favor.
Oremos: Señor y Dios nuestro, todo se derrumba alrededor. Las seguridades se esfuman y hasta los santos son motivo de escándalo y deserción. Danos fuerza para resistir las adversidades del exterior, pero sobre todo danos fe para contener la duda interna que debilita nuestro corazón.
4 de julio: San Mateo 9,14-17.
Hoy el evangelio dice: Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!».
Y pienso: En la necedad de querer construir una nueva persona, ciudad y humanidad con creencias, modos y vicios de la antigüedad. Reconociendo el valor de lo viejo, debemos pedir confianza y creatividad para generar nueva vida y volver a respirar la novedad del evangelio que nos traerá abundancia y paz.
Oremos: Espíritu Santo derrama como lluvia de dones todas las ideas, fuerza y unidad para recrear una nueva humanidad. Más de lo mismo nos va a matar; pero no sabemos por dónde comenzar; necesitamos materia prima, manos, inteligencia y sobre todo amorosidad para recrearnos y aprender un nuevo modo de relacionar.
5 de julio: San Mateo 11,25-30
Hoy el evangelio dice: Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Y pienso: En las cargas infinitas de dolor que se han multiplicado en el mundo: miedo, división, conflictos, muertes, abusos, discriminación, incertidumbre, duda, confusión, recesión, pobreza, migración, catástrofes naturales, enfermedad, ruptura de vínculos y de instituciones, por solo nombrar las que tengo a la mano hoy… ¿Cómo puedes con tanto mi Señor?
Oremos: Amado Señor, ayúdanos a no ser más carga para tu corazón y que podamos ser instrumentos para aliviar el dolor de tantos que hoy sufren sin contención. Enséñanos a abrazar, sanar, consolar y a estar con el que necesita de tu encarnación.
6 de julio: San Mateo 9,18-26
Hoy el evangelio dice: Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada». Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada.
Y pienso: En la verdadera fe de entregarse a cada capítulo de la vida sin dudar ni temer. Hay algunos muy extraños y dolorosos y otros que no logro recordar, pero sé que la suma te pertenece y que tú sabes más. Sólo déjame tocar tu mando para sentirme curada de mis heridas y las hemorragias del alma que no paran de sangrar con diferente intensidad.
Oremos: Señor acércanos tu mano un poco más. Necesitamos ser sanados de toda mentira, división y mal relacionar. Tanto contraste entre tu obra y nuestro obrar nos estremece el alma de vergüenza e impotencia para andar. Acerca tu manto con sus flecos y sálvanos del mal.
7 de julio: San Mateo 9,32-38
Hoy el evangelio dice: En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel».
Y pienso: en aquellos demonios mudos que llevo dentro y no sé lo que me quieren decir, ni de dónde vienen y qué quieren de mí. Gracias Señor por hacerlos hablar e ir sanando la ceguera y mudez actual para reconocer tu maravillosa presencia en lo que soy, en lo que vivo y en lo que doy.
Oremos: Amado Señor, haznos ascender a un plano sobre lo material, dejando atrás nuestros complejos, heridas e inseguridad. Sólo ahí en lo alto de nosotros mismos, podemos estar contigo y en paz, comprendiendo la realidad amorosa que nos conforma y aprendiéndonos a cuidar.
8 de julio: San Mateo 10,1-7
Hoy el evangelio dice: «Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.
Y pienso: En la tentación constante de ir fuera de nosotros mismos para encontrar respuestas y saciar nuestra sed de seguridad y amor, cuando estás en nosotros y nos provees todo lo que anhelamos. Sólo que somos ovejas perdidas en nuestros egos y heridas y no sabemos reconocer lo cerca que tenemos el cielo.
Oremos: Ayúdanos Señor a confiar en tu voz en nuestro corazón; a sentir el pulso tuyo en el nuestro y a sabernos conducidos y amados desde la creación. Aparta la duda que nos pierde y el miedo que nos debilita. Bendícenos con el encuentro y el diálogo contigo el día de hoy.
9 de julio: San Mateo 10,7-15.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus apóstoles: Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.»
Y pienso: En cuánto me ha costado entender y aún más vivir la verdadera gratuidad. No se trata de pedir dinero ni fama a cambio, pero sí reconocimiento, validación y amor cuando amamos o servimos a los demás. Dar sin esperar es un acto santo que sólo tú me puedes regalar si me alimento de ti y sé que estoy saciada desde la eternidad.
Oremos: Bendice nuestros corazones Señor con cataratas de amor divino que sacien nuestra necesidad de aceptación y validación humana como frágil a la hora de vincularnos con la realidad. Que seamos como el sol, dándonos sin esperar elogios o abrazos de los demás, porque ardemos en tu corazón y no necesitamos nada más.
10 de julio: San Mateo 10,16-23
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus apóstoles: «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.
Y pienso: En la adversidad actual debemos aprender a vivir como tu nos enseñas Señor, pero qué complejo es lidiar con el mundo sin pertenecer a él. Pienso que debo endurecer mi “cuero” para no afectarme tanto con el mal y vestirme de plumas para volar a una dimensión bella y de paz.
Oremos: Siembra en nuestros cerebros ideas y soluciones para transformar la humanidad; cultiva en nuestros corazones esperanza y fortaleza para resistir a los que nos quieran atacar; inspira en nuestra alma mociones bondadosas y de solidaridad y en especial regálanos salud para trabajar y no rendirnos en este peregrinar.
11 de julio: San Mateo 10,24-33
Hoy el evangelio dice: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo a la Gehena.
Y pienso: En cuánto conoces nuestros miedos y cuánto nos apegamos a la vida material que tantas veces se ve amenazada. Sin embargo, lo que más debemos temer no es morir a la vida encarnada sino desviar el camino a la eternidad, enredados en conflictos densos que nada tienen que ver con nuestro origen espiritual.
Oremos: Envuélvenos en tu manto protector Virgen María, madre de Dios. Tú conoces cómo actúan muchos seres humanos pervertidos en su interior. Protege nuestros hogares, familias, trabajos y corazón para que nunca desviemos el camino que tu hijo nos enseñó: el amor y el reino de Dios como única misión.
12 de julio: San Mateo 13,1-23
Hoy el evangelio dice: Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Y pienso: En lo mucho que me cuesta reconocer mi tierra interior. Auscultar su diversidad y ver cómo dar más frutos para ti Señor. Tampoco sé con certeza qué semilla soy y a veces me “chingo” con las espinas y los miedos del corazón. Abrígame y riégame y haz de mi un jardín de amor.
Oremos: Que tu generosidad Dios nuestro nos sostenga en medio de un mundo discapacitado que se mueve aceleradamente a su destrucción. Que podamos ser tierra fértil para la esperanza y su salvación. Que no nos ataquen los pájaros, ni las espinas ni la evasión. Somos tuyos y necesitamos urgentemente tu protección.
13 de julio: San Mateo 10,34-42.11,1
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus apóstoles: «No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí.
Y pienso: en todas esas voces que me hablan y pelean en mi cabeza para imponer su verdad. Algunas manipulan con miedo porque implica el desapego y la libertad de lo material; otras susurran compasión y lo relacional, pero ninguna logra calmarme ni darme paz. Ordena esta Torre de Babel Señor y muéstrame tu voz y verdad.
Oremos: Seguirte Jesús tiene que ver con la relación de amor como premisa total. Ayúdanos a callar las voces que nos dividen por dentro y aún más, a hacer dialogar a las que nos separan a unos de otros y nos tienen en el acantilado de la existencia temiendo y peleando sin parar.
14 de julio: San Mateo 11,20-24.
Hoy el evangelio dice: Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. «¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza.
Y pienso: En los motivos de tu frustración Señor. Sé que yo también te he dado malos ratos al no creer y convertir mi corazón plenamente a ti. Cuánta duda y cuánta angustia padezco por oír otras voces y buscar una posición, cuando la tuya es tan clara y cierta para el anhelo que me quema en el interior.
Oremos: Ayúdanos Señor a convertirnos al Amor como único modo de comprensión de la realidad y sustento relacional, Ayúdanos a dejar atrás lo mundano y lo material como espejismo de felicidad y a darnos la fuerza de manifestar tu voz, sin callar, pero libres del resultado final.
15 de julio: San Mateo 11,25-27
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.»
Y pienso: En lo ingrata que he sido en alabarte y agradecerte todo lo que me has dado mi Dios. Siempre fijándome en los déficits, en las brechas, en las heridas y en el dolor, en vez de poner mi atención en la abundancia de dones y bendiciones que forman un universo a mi alrededor. Perdón de rodillas con todo mi amor.
Oremos: Bendícenos Señor con la gracia de ser agradecidos de todo lo que somos, poseemos y vivimos porque todo en don. Todo nos es dado por tu corazón generoso, partiendo por cada respiración. Que te alabemos con nuestra gratitud y con una eterna canción de creaturas que emerja con inusitada fuerza de nuestro interior.
16 de julio: San Mateo 11,28-30.
Hoy el evangelio dice: Jesús tomó la palabra y dijo: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Y pienso: En cuánto anhelo Señor ese refugio para mi corazón: un lugar seguro, calmo y sin división donde pueda nutrir mi alma de amor y confianza para continuar en la misión. Reconozco mi miedo y mi cansancio frente al mundo de hoy. Concédeme la gracia de este encuentro de amor tan reponedor.
Oremos: Danos la creatividad y la perseverancia para aliviar a tantos que sufren del cuerpo y del alma por favor. Son hermanos y sufren soledad y desesperación. Que nuestras vidas sean sus puentes a la esperanza y consolación.
17 de julio: San Mateo 12,1-8
Hoy el evangelio dice: Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado».
Y pienso: En cuántas formas, creencias, leyes y estructuras de la sociedad esclavizan mi corazón, atemorizándome y creyendo que todo será un caos frente a la transformación. Tú eres dueño del tiempo, del espacio, de la creación… qué puede pasarme si cuento con tu misericordia y amor.
Oremos: Llévanos pronto Señor a pasear por los sembrados de tus campos; tenemos hambre y temor y necesitamos tu alimento y protección. Que la libertad que nos has enseñado se haga carne en nuestro interior y que nada del mundo nos esclavice o nos quite el don del amor y el perdón.
18 de julio: San Mateo 12,14-21
Hoy el evangelio dice: Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas.
Y pienso: En cómo no querer identificarme con esta profecía mi Dios. Que me ames, que sea tu hija predilecta y que derrames sobre mi tu espíritu para anunciar la justicia en mi realidad. Que mi voz no se levante para discutir o pelear, pero que no me deje avasallar por los que gritan más fuerte o se creen dueños de la verdad.
Oremos: Derrama sobre nuestras almas Señor la gracia de manifestar tu justicia en el mundo de hoy; que no es otra cosa que la amorosidad y la compasión para las heridas que cada uno carga en la soledad. Que no nos hagamos daño por la incomunicación y que la torre de Babel desaparezca bajo tu intervención celestial.
19 de julio: San Mateo 13,24-43
Hoy el evangelio dice: Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
Y pienso: En las mil historias y cuentos que brotan de mi corazón. ¿Serán acaso parábolas que tu mismo me inspiras para enseñarme y enseñar a los que escuchen mi voz? A veces así lo siento y me estremezco de gozo por ser un crisol de tu amor. Libérame de la duda de su valor, confirmando que solo soy caja de resonancia de tu voz.
Oremos: Lo simple te pertenece mi Dios; por eso nos enseñas en parábolas de campos y semillas para comprender lo insondable de tu amor. Así como es en lo pequeño, sucede también en nuestro corazón y en el universo completo que manifiesta tu creación. Despeja los oídos del alma y abre nuestra comprensión.
20 de julio: San Mateo 12,38-42
Hoy el evangelio dice: Entonces algunos escribas y fariseos le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas ver un signo». Él les respondió: «Esta generación malvada y adúltera reclama un signo, pero no se le dará otro que el del profeta Jonás. Porque, así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra tres días y tres noches.
Y pienso: En mi propia necesidad de pedir siempre signos para confirmar tu presencia amorosa y tu aceptación. Como si no fuese suficiente con la vida, con la respiración, con la naturaleza que me rodea y todos mis vínculos alrededor. Perdona mi debilidad y mírala con compasión maternal.
Oremos: Los signos de cambio están a la vista y nos estremecen como humanidad. Qué más necesitamos para volvernos hacia tu corazón y majestad. Perdónanos, Señor por nuestra maldad y fragilidad; somos una generación discapacitada en amar, pero que clama tu misericordia y bondad.
21 de julio: San Mateo 12,46-50
Hoy el evangelio dice: Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre»
Y pienso: Cómo amar sin límites a veces es tan resistido por los que no han aprendido de tu modo de relacionar. Celos, rabias, peleas, me debilitan como un tsunami emocional, pero me afirmo a tu corazón para jamás renunciar al fuego que me quema por dentro y que es tuyo nada más.
Oremos: Danos Señor la sabiduría para elevarnos sobre la densidad relacional de la humanidad y navegar por las olas amorosas de tu corazón, haciendo tu voluntad que no es más que servir y amar cada segundo de vida que nos otorgues sin sufrir de más por la incomprensión general.
22 de julio: San Juan 20,1-2.11-18.
Hoy el evangelio dice: María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Al decir esto, se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.
Y pienso: Cuántas veces lloro sintiéndome sola cuando en realidad estoy permanentemente rodeada de ángeles y de ti mismo Señor, sólo que me cuesta reconocer tu presencia encarnada en tantos que me manifiestan tu amor. Aumenta mi fe por favor.
Oremos: Consuela nuestras lágrimas Señor porque nos sentimos desolados y atemorizados con el mundo de hoy. Manda a tus ángeles para nuestra protección y que fortalezcan nuestros corazones para anunciar tu presencia y salvación.
23 de julio: San Mateo 13,10-17.
Hoy el evangelio dice: Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen.
Y pienso: En lo bendecida que soy de que mis ojos te busquen con tanto amor y que mis oídos te extrañen con devoción. Cuánto anhelo tu presencia para poder sentir, tocar, gustar tu presencia en tu aroma, abrazo, voz, enseñanzas, buen humor, lágrimas, y sobre todo tu espíritu lleno de luz y calor.
Oremos: Te agradecemos Señor por la bendición de poder verte en nuestro corazón y a nuestro alrededor. Somos felices porque reconocemos tu voz en medio de las voces del mundo e intentamos seguir tus pasos y misión. Sólo mantén abiertos nuestros sentidos para no caer en tentación.
24 de julio: San Mateo 13,18-23.
Hoy el evangelio dice: Escuchen, entonces, lo que significa la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la Palabra del Reino y no la comprende, viene el Maligno y arrebata lo que había sido sembrado en su corazón: este es el que recibió la semilla al borde del camino.
Y pienso: En la impotencia que me da ver esos corazones incapaces de escuchar, de amar, de amarse con confianza y libertad. Se me aprieta el alma y me dan ganas de llorar. Sólo sé que no puedo parar de esparcir tus semillas Señor ni renunciar a cultivar, porque tu misericordia es mi maestra y tu bondad mi ideal.
Oremos: Bendícenos Señor con la perseverancia de seguir sembrando, liberándonos de los resultados y soltando la tristeza y la impotencia de las semillas que no pueden germinar. Sólo desmaleza nuestra propia tierra para ser fértiles y fecundos al andar.
25 de julio: San Mateo 20,20-28
Hoy el evangelio dice: Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Y pienso: En cuánto me edifica tu misión Señor; me ordena, me da fuerzas en medio de la confusión y desolación en medio de tanto cambio en el mundo e incertidumbre en el corazón. No sé si tengo la valentía para beber tu cáliz, pero sí sé que tengo el amor para no querer alejarme de ti.
Oremos: Vivir en este mundo no es cosa fácil Señor. Si bien contamos con el abrazo diario de tu creación y la belleza y la bondad como compañeras de misión; también debemos lidiar con los del mundo y los que no comprenden la profundidad de tu amor. Danos lo necesario para continuar con esperanza y alegría, te lo pedimos por favor.
26 de julio: San Mateo 13,44-52.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
Y pienso: En cuánto me atrapan las cosas de este mundo, en especial los conflictos humanos y la desesperanza que me dan, cuando ya he encontrado tu tesoro Señor y no es necesario seguir preocupándome de más. Sólo ir a tu jardín a disfrutar.
Oremos: Señor danos la voluntad para apegar nuestro corazón al tuyo y no preocuparnos en exceso por lo que aquí nos puede pasar. Son espumas en tu mar y no las podemos convertir en anclas de hierro que nos hundan y nos quiten la paz. Ayúdanos, Padre amado a navegar con alegría y esperanza en la humanidad.
27 de julio: San Mateo 13,31-35
Hoy el evangelio dice: Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa».
Y pienso: En mi como levadura y en mi como masa. Cuánto quisiera que tu reino creciera más en mi corazón; que contase con la certeza de tu amor y validación para así ser una levadura realmente eficiente en la masa del mundo de hoy. Que sea tal mi convicción y pasión que ardan los espíritus de los que me conocen por tu mediación.
Oremos: Dios nuestro danos la fe para construir con tus tiempos y formas tu reino en medio de nosotros. Que no intentemos apurar el crecimiento ni acelerar la masa; sólo entregarnos confiados a cultivar y a laudar sin descanso y con paz.
28 de julio: San Mateo 13,36-43
Hoy el evangelio dice: Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!»
Y pienso: En el gozo que se produce en mi corazón cuando alguien cerrado logra abrir sus oídos y abrirse al amor. Es como encontrar la oveja perdida y saltar por los campos como un niño sin tiempo ni temor; sólo alegría y alabanza a ti Señor por obrar el milagro de la comprensión.
Oremos: Danos la perseverancia de seguir sembrando sin parar. No vaya a ser que un día se produzca el milagro y pueda germinar el retoño tan amado y anhelado de paz. Gracias Señor por el hoy, sin importar el mañana porque tu sabes más y confiamos en tu amor.
29 de julio: San Juan 11,19-27.
Hoy el evangelio dice: Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día». Jesús le dijo: «Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?». Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».
Y pienso: Creo en la resurrección de aquellos que están muertos en el desamor; encerrados en sus fortalezas por miedo y el daño que se les infringió. Tú tienes el poder para todo eso y mucho más aún mi Dios, así que cobíjame en tu certeza y que todo será lo mejor.
Oremos: Creer en ti Señor es un acto radical de conversión. Estás en medio y dentro de nosotros, abrazándonos con la creación. Por qué temer o llorar desolación si tú nos conoces y cuidas con ternura y dedicación encarnada en cada respiración. Somos tuyos y nos sostienes al padecer sufrimiento y dolor.
30 de julio: San Mateo 13,47-53.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Y pienso: En cuánto de mi propio reino debo separar, echar fuera y tirar porque sólo hace peso en mi red y no me deja disfrutar de la belleza y abundancia que has tejido en mi Señor. Manda tus pescadores a ordenarme y ser testigo feliz de tu presencia en mi originalidad.
Oremos: Enséñanos Señor a lanzar la red sin hacer distinción entre buenos y malos porque no existe tal; sólo historias más o menos complejas que no logran amar ni confiar en tu misericordia y longanimidad. Regálanos paz y descanso en esta faena y que nunca perdamos la paz.
31 de julio: San Mateo 13,54-58.
Hoy el evangelio dice: Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Entonces les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia».
Y pienso: Que, aunque es triste, es esperable que los profetas sean despreciados en su tierra ya que el mundo no es capaz de ver la verdad y la belleza brotar con lentitud de sus propias entrañas. Lo que no puedo aceptar es despreciarme a mi misma y desconocer tu presencia en mi Señor, porque cada uno es profeta de su propio ser y templo de tu amor.
Oremos: Por todos nosotros, profetas y templos de tu presencia, para que seamos capaces de escuchar tu voz en nuestro interior y obrar el milagro de amarnos y agradecer todo lo que has creado en nuestro yo. Que así sea por favor.
1 de agosto: San Mateo 14,1-12
Hoy el evangelio dice: Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla».
Y pienso: En tu vida amado Juan. Cuánto sacrificio, cuánta austeridad, cuántos dolores recibiste por ser fiel a tu misión y anunciar la verdad. Me imagino tu rostro al ver al verdugo y saber que era el final; o quizás sólo el inicio de tu testimonio de coherencia e integridad.
Oremos: Señor ayúdanos a actuar siempre con libertad; a liberarnos de las intrigas y el mal que teje el mal espíritu para hacernos dudar de nuestro valor y misión terrenal. Concédenos la valentía y el espíritu estoico de Juan, para que seamos profetas y podamos anunciar tu verdad.
2 de agosto: San Mateo 14,13-21.
Hoy el evangelio dice: Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre y, compadeciéndose de ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los discípulos se acercaron y le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde; despide a la multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos». Pero Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de comer ustedes mismos». Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados»
Y pienso: En cómo tu corazón compasivo Señor descoloca toda lógica humana de cuentas y números. Me siento tan contigo y las muchas veces que me cuesta mantener esta posición frente a los que se manejan en el mundo con tanta efectividad y erudición. Bendíceme Jesús con tu fe y convicción.
Oremos: Multiplica lo poco que somos Dios nuestro para sacar canastas llenas de fecundidad y bendición que alcancen para todos sin condición. Que pensemos como un todo vivo y dejemos atrás el individualismo y el acaparar como modo de relación. Sálvanos de nosotros mismos, por favor.
3 de agosto: San Mateo 14,22-36.
Hoy el evangelio dice: «Ven», le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame». En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Y pienso: En cuánto deseo seguirte a todas partes mi Señor. Ir contigo a la montaña y cruzar el océano de la humanidad prodigando amor y sanación, pero me falta fe y me hundo en el miedo de las olas que arrecian y en las emociones que me suscitan. Tiéndeme tu mano y perdona mis dudas por favor.
Oremos: Enséñanos a conectarnos con la fuente de tu poder y paz interior Señor Jesús a través del silencio y la oración, de modo que tengamos la fe suficiente para caminar sobre las aguas turbulentas de la vida, sin hundirnos en el miedo y la incertidumbre, tomándonos las manos unos a otros como tu nos enseñaste con tu encarnación.
4 de agosto: San Mateo 15,1-2.10-14.
Hoy el evangelio dice: Jesús llamó a la multitud y le dijo: «Escuchen y comprendan. Lo que mancha al hombre no es lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella».
Y pienso: En lo mucho que me cuesta sacar la tristeza, el miedo y la angustia de mi corazón para que no manchen mi día y le nublen el sol. Quiero que de mi boca salga solo amor y bendición para transformarme y transformar el mundo en uno mejor.
Oremos: Libéranos Señor de todas aquellas normas que no respetan el cuidado de las personas y ponen prioridad en donde no estás tu con tu amor. Haz que seamos voceros de palabras bellas y buenas para la creación y que nada manche nuestro anhelo de resistencia para crear un mundo mejor.
5 de agosto: San Mateo 15,21-28.
Hoy el evangelio dice: Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!». Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros». Ella respondió: «¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!». Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.
Y pienso: En lo mucho que tenemos que insistir las mujeres en todos los tiempos para ser vistas y escuchadas, incluso a ti mismo Señor esta mujer te hubo que despabilar de tus prejuicios. Dame fuerza mi Dios para no callarme e insistir cuando amerite la ocasión.
Oremos: Dios, cuida a tus hijas de la invisibilización. Haz que nuestra fe sea tan grande y nuestro obrar tan poderoso que transforme al mundo a punta de ternura y compasión. No nos dejes caer jamás en la violencia o la autodestrucción, siendo astutas y firmes de convicción para encontrar la oportunidad de intervención.
6 de agosto: San Mateo 17,1-9
Hoy el evangelio dice: Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz.
Y pienso: En el privilegio de ver tu rostro celestial Jesús mío y saber que algún día lo podré contemplar y gozarme con tu luminosidad. Sin embargo, quizás lo más bello de todo sería oír tu voz llamándome como amada para tu corazón. Qué anhelo más bello soñar con eso y sentir tu predilección especial.
Oremos: Llévanos a las alturas de la vida Señor para que podamos contemplar las cosas con perspectiva y ver tu luz en medio de la incertidumbre de hoy. Que se transformen nuestras mentes y se alivianen nuestros corazones para ser fieles instrumentos de conversión.
7 de agosto: San Mateo 16,24-28
Hoy el evangelio dice: ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.
Y pienso: En lo mucho que me esclavizan las cosas de este mundo; que reconozcan mis obras, que validen mi nombre y que vean mis esfuerzos. Sin duda, todas esas necesidades están atadas a la percepción de desamor e invisibilización. Sáname, Dios mío, porque tu amor es infinito y nunca me ha faltado en un respirar.
Oremos todos para que aprendamos a hacernos conscientes de nuestra efímera existencia y las trampas del ego y la mundanidad. Estamos de paso y todo en polvo y ceniza se convertirá; no así nuestras almas preñadas de experiencias de amor y gratuidad.
8 de agosto: San Mateo 17,14-20.
Hoy el evangelio dice: Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar».
Y pienso: En ese demonio interno que a veces también me toma y me lleva al fuego de la desesperación, la rabia y la desesperanza y después me hunde en las aguas de la tristeza y la autodestrucción. Nada humano puede salvarme sino la fe en que soy amada y digna de tu valoración.
Oremos: Aumenta nuestra fe Señor para que podamos mover todas las montañas que hoy no permiten fluir la vida y la paz en la humanidad. Que derribemos los imposibles y creemos nuevas maneras de relacionarnos que generen vida y fecundidad en cada uno y en la globalidad. Que así sea.
9 de agosto: San Mateo 14,22-33
Hoy el evangelio dice: La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. «Es un fantasma», dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman».
Y pienso: En lo sacudida que están las aguas en el día de hoy en todo ámbito de relación. Te pido Señor que camines por sobre toda esta contingencia y nos regales tranquilidad y se vaya el temor de mi corazón.
Oremos: Calma nuestras inquietudes y aleja de nuestros corazones todo temor que nos causan las olas de hoy. Regálanos la fe para leer todo lo que está sucediendo con esperanza y confianza en que son los pasos previos para algo mejor.
10 de agosto: San Juan 12,24-26
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que, si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.
Y pienso: En la soledad que sienten aquellos que no quieren morir a su ego aferrándose a los ropajes de este mundo. No se atreven a abrir su corazón, a dejar de ser lo que fueron, a verse sin poder y sin control, a enfrentarse a la posibilidad de no ser amados por lo que son. Cuánto dolor Señor.
Oremos: Ayúdanos Señor a acercarnos a nuestra muerte sin temor. Que sepamos reconocer en la oscuridad, las lágrimas y el dolor radical, el paso necesario para la liberación. Danos valentía y heroísmo para continuar caminando a pesar de la incertidumbre, pero alza tu mano para nuestro auxilio por favor.
11 de agosto: San Mateo 18,1-5.10.12-14.
Hoy el evangelio dice: Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que, si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo.
Y pienso: En lo temprano que todos dejamos de ser niños cuando perdemos la inocencia y la libertad de ser para hacernos súbditos del miedo al desamor y esclavos de la aceptación. Rescátanos, Señor de esta cárcel que no nos deja recibir tu amor y bendición como los rayos del sol y que pronto podamos florecer y embellecer tu creación.
Oremos: Bendice Señor a tus ovejas perdidas que vagamos por el mundo sin pastor, seducidas por el ego y enredadas en el dolor. Sácanos de las quebradas que nos dividen a unas de otras y haznos regresar pronto a casa para sentir tu protección y paz en el corazón.
12 de agosto: San Mateo 18,15-20
Hoy el evangelio dice: También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.
Y pienso: En el milagro evidente de la relación. Tú estás en nosotros y en nuestros vínculos Señor cada vez que invocamos tu nombre y salimos de la densidad del mundo y su toxicidad. Ciertamente hay cosas bellísimas en la creación que tú nos ofreces para compartir y disfrutar, pero son muchas más veces las que peleamos por ellas y nos hacemos mal.
Oremos: Congréganos Señor en tu nombre para traer la unión y la fraternidad entre nosotros. Que nos perdonemos nuestras faltas unos a otros y que aprendamos a vivir juntos enriqueciéndonos -y no dividiéndonos- con nuestra diversidad. Que seamos familia y sepamos construir una nueva humanidad.
13 de agosto: San Mateo 18,21-35.19,1
Hoy el evangelio dice: Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?. E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».
Y pienso: En qué los verdugos de los que nos hablas Señor son nuestros pensamientos que no nos dejarán en paz mientras no estemos en armonía con nosotros mismos y los demás. No podemos juzgar ni menos condenar a los demás porque nos viene como búmeran psico espiritual.
Oremos: Señor enséñanos a ser compasivos con nosotros mismos y con los demás, sabiendo que somos frágiles y que a veces los errores son los mejores aprendizajes para avanzar. Que seamos cuidadosos al corregir y que la amorosidad sea siempre nuestro modo de relacionar para construir la paz.
14 de agosto: San Mateo 19,3-12
Hoy el evangelio dice: ¡El que pueda entender, que entienda!».
Y pienso: Lo complejo que nos resulta entender y aún más hablar el lenguaje del amor que tu nos enseñas Señor. No tiene que ver con el saber ni con la erudición, sino con soltar la mente dualista que nos conforma y darnos cuenta de la unión de todos y todo como partes de tu corazón.
Oremos: Bendice Señor todas las uniones y vínculos de amor que tu has pensado para nuestra realización y la manifestación del Reino para nuestra salvación. Que no nos entrampemos en el lenguaje limitado del mundo ni nos enfrasquemos en divisiones necias que sólo causan dolor. Haz que pronto todo sea una danza en alabanza a tu don.
15 de agosto: San Lucas 1,39-56.
Hoy el evangelio dice: María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz».
Y pienso: En tu presencia madre mía en mi vida y cuánto te debo mi felicidad y bienestar. Al igual que a Isabel, me viniste a cuidar desde mi concepción para que nada de lo importante me fuese a faltar. Apapáchame en tus brazos y no me dejes jamás, a pesar de mi discapacidad para amarte como quisiera amar.
Oremos: Amada madre del cielo toma tu espacio en nuestros corazones y en la humanidad. Necesitamos de tu cuidado, tu servicio silencioso y tu valentía y libertad sin querer figurar. Que podemos mirar tu rostro femenino y reconocer en él el camino a la salvación y santidad.
16 de agosto: San Mateo 15,21-28
Hoy el evangelio dice: Entonces Jesús le dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!». Y en ese momento su hija quedó curada.
Y pienso: En todos los deseos que se anidan en mi corazón. Deseos de bien, de paz, de amor, de unidad, de creatividad, belleza, justicia y solidaridad. Ten compasión de mi Señor y aunque mi fe sea pequeña, regálame los días para ver cumplidos estos anhelos que tu mismo sembraste en mí.
Oremos: Haz Señor que podamos plasmar los deseos de la madre tierra que claman nuestro favor. Sánala de todos los males que hemos creado por egoísmo, depredación y falta de distribución, pero sobre todo cumple los deseos que muchos tenemos de una mejor relación con todos y con todo para nuestra salvación.
17 de agosto: San Mateo 19,16-22
Hoy el evangelio dice: “Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.
Y pienso: En la tristeza que me da verme y constatar cuán apegada estoy también a mis riquezas de este mundo. Al buen nombre, a la juventud, a la belleza, al reconocimiento, a la comodidad, a la reciprocidad, a la vida y su generosidad. Has Señor que disfrute de cada cosa, pero siempre con libertad.
Oremos: Despierta el amor en nuestro corazón para que siempre prioricemos las relaciones y las personas sobre cualquier posesión o bien de este mundo que nos cause distracción. Ordénanos por dentro Señor para que sólo pongamos tu mirada al centro sin desperdiciar la vida en el error.
18 de agosto: San Mateo 19,23-30
Hoy el evangelio dice: Jesús les respondió: «Les aseguro que, en la regeneración del mundo, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, que me han seguido, también se sentarán en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
Y pienso: Si esa regeneración de la que hablas Señor ya está en marcha hoy. Qué alegría me da pensar que estás sentado en tu trono rodeado de belleza y poder, irradiando como un sol este proceso de transformación profundo del ser humano y su modo de relación. Es sacarnos la piel vieja y renacer en el amor.
Oremos: Haznos fuertes Señor para resistir el dolor que implica un proceso de transformación. Que las pieles viejas no nos aten y seamos valientes para dejar todo atrás y cruzar desnudos el umbral del amor y la salvación. Que el ardor y desvalimiento sean sólo alicientes para sentirnos vivos y en misión.
19 de agosto: San Mateo 20,1-16a.
Hoy el evangelio: El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’.
Y pienso: En la limitada comprensión de tu modo de relación Señor. Tan mezquino y pequeño nuestro corazón, cuando el tuyo es ilimitado y eterno en donación. Ojalá hoy aprenda a amar sin cálculo ni medición, dándome y dando a todos sin condición.
Oremos: Amado Señor Jesús, recíbenos en tu viña a pesar de nuestra fragilidad e incapacidad de amar más. Que aprendamos a peregrinar juntos sin competir ni juzgar cómo repartes tus dones y nos das a cada uno lo que necesita para su felicidad. Que tu misterio sea un imán que abrazar y nunca un obstáculo para renunciar.
20 de agosto: San Mateo 22,1-14
Hoy el evangelio dice: El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’.
Y pienso: En la maravilla de ser invitada a tu banquete Señor. Me imagino vestida con esmero y peinada lo más linda que pudiese para al menos verte pasar como padrino en la boda de tu hijo mi Dios. ¿Y si pudiese ser la novia yo? Perdón mi osadía es que los amo con todo mi corazón.
Oremos: Invítanos Señor a tu fiesta de amor; que sepamos oír a tus enviados diarios y vestirnos para tan magna ocasión. Que nuestras ropas sean la alegría y la paz y nuestros adornos la sencillez y la solidaridad. Que oigamos pronto tu música para bailar como hermanos y familia de tu majestad.
21 de agosto: San Mateo 22,34-40.
Hoy el evangelio dice: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Y pienso: En lo complejo que me ha sido vivir el segundo mandamiento en mi devenir. Siempre poniendo más peso en la balanza del otro y los otros que en mí, cuando sé que con eso también te daño a ti mi amado Dios que me habitas sin fin. Todo es uno y no puedo dividir.
Oremos: Señor te rogamos de rodillas que se puedan hacer carne los dos mandamientos que nos acabas de decir. Un santo y sagrado equilibrio que sólo permite el amor puro y gratuito que nos viniste a enseñar: un nuevo modo de vivir que es de una belleza sin igual y que nos libera de sufrir sin necesidad.
22 de agosto: San Mateo 23,1-12
Hoy el evangelio dice: Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Y pienso: En todo lo que nos afanamos en ser “grandes”, famosos, reconocidos y valorados por los demás, cuando es justamente en el sentido contrario donde debemos caminar. Que mis pasos sean silenciosos y mis actos sólo valorados por ti Señor, porque es lo único que necesito y me da paz.
Oremos: Haznos humildes de corazón Señor porque nuestra tendencia es la vanagloria y la dependencia del honor. Que sepamos entendernos como iguales y no de una posición superior ni inferior; el lugar preciso como hermanos de un mismo Dios.
23 de agosto: San Mateo 16,13-20
Hoy el evangelio dice: Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Y pienso: En todo lo que me vas revelando Señor a mi corazón y que es un tesoro de incalculable valor. Sé que no es mi creación ni mi ingenio sino tu mediación sagrada y me siento honrada por tu predilección. Cuídame y hazme confiar en este don y en tu amor.
Oremos: Te pedimos Señor por nuestra Iglesia para que pueda ser roca firme para tantos corazones afligidos el día de hoy. Hay muchos que necesitan techo, comida y consuelo en sus vidas, tanto espiritual como material; haznos ser tus servidores para contener y amar como tú nos enseñaste por favor.
24 de agosto: San Juan 1,45-51.
Hoy el evangelio dice: Jesús continuó: «Porque te dije: ‘Te vi debajo de la higuera’, crees. Verás cosas más grandes todavía». Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.»
Y pienso: Que me conoces desde hace tanto tiempo Señor; desde que salí de tus entrañas y me encarné en esta vida. A qué podré temer y porqué me tendría que castigar si es que te tengo a ti como aval. Regálame paz y sabiduría para escuchar tu voz dentro de mi y aleja todas aquellas voces que me quieren desviar.
Oremos: Regálanos el privilegio Señor de ser conscientes de tu elección por nosotros para ser mediadores de tu amor. Que sepamos reconocerte en todo y en todos, el día de hoy, en especial en aquello que nos cuesta o nos causa dolor. Tu nos conoces y sabes nuestra necesidad y limitación.
25 de agosto: San Mateo 23,23-26
Hoy el evangelio dice: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno! ¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia por fuera.
Y pienso: En la profunda necesidad que tengo de limpiar el interior de mi alma de todas las tristezas, rabias y resentimientos que están adheridas sin poderlas desprender a voluntad. Sólo tú puedes ayudarme Señor a sanar y ser coherente conmigo y contigo eligiendo mi verdad sin temer más.
Oremos: Hunde nuestros corazones en el agua que logre purificarlos de toda sombra de maldad. La maldad que nos hace herirnos aún en contra de nuestra voluntad, ejerciendo malos hábitos que adquirimos por dolor y soledad. Cuídanos con dedicación y ternura, por favor.
26 de agosto: San Mateo 23,27-32
Hoy el evangelio dice: ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, ¡pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así, también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
Y pienso: En el dolor que me provoca ver caminando osamentas humanas que parecen vivas, pero con los corazones endurecidos de dolor y ensimismamiento que impide la conexión. Toco sus huesos y un escalofrío me recorre el cuerpo por la impotencia de no poder amarlos como quisiera yo.
Oremos: Líbranos Señor de endurecer nuestros corazones, aunque existan mil razones y dolor. Que nuestros huesos estén rodeados de carne y vida para compartirla con los demás y darnos sin límites en el servicio y la bendición.
27 de agosto: San Mateo 24,42-51
Hoy el evangelio dice: ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Y pienso: En cuán feliz me hace distribuir el alimento del amor y la paz a los tuyos en el momento oportuno, pues me llega de vuelta el alimento que tanto necesito para vivir. Una economía circular maravillosa de dar y recibir sin parar.
Oremos: Ayúdanos Dios a ser servidores fieles para la obra de tu amor. Que no nos distraigamos en los afanes de este mundo y nos olvidemos de lo importante, que es transcender amando y sirviendo a todos los que nos quieras presentar y cuidar nuestro hogar.
28 de agosto: San Mateo 25,1-13.
Hoy el evangelio dice: Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: ‘¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?’. Pero estas les respondieron: ‘No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado’.
Y pienso: En cuánto me sorprende Señor, para mi modo de ser, la capacidad valiente y asertiva de las vírgenes prudentes para ponerle límites a las vírgenes necias en su solicitud. Quizás eso es lo que debo aprender; no descuidarme y usar la inteligencia divina, sin hacerme cargo de los que no debo. Ayúdame por favor.
Oremos: Enséñanos con paciencia Señor a relacionarnos con los conflictos sin temor. Cada uno está a cargo de su discernimiento y elección y llevar a otros en nuestras espaldas, nos hace mal a todos, aunque esté vestido de compasión. Gran lección. Ayúdanos, Dios.
29 de agosto: San Marcos 6,17-29
Hoy el evangelio dice: Porque Juan decía a Herodes: «No te es lícito tener a la mujer de tu hermano». Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.
Y pienso: En cómo, muchas veces, decir la verdad me puede costar la vida. Sin embargo, ya no puedo callar más, porque de lo contrario también me muero por dentro de angustia y una presión que necesito liberar. Sólo bendíceme, Señor para acompañar mi verdad siempre con la caridad.
Oremos: Señor, cuídanos la cabeza y regálanos la valentía para reconocer frente a los demás lo que está mal, aunque nos cueste o nos puedan agredir por hablar. Sólo la verdad nos hará libres y saldrá a la luz al final.
30 de agosto: San Mateo 16,21-27
Hoy el evangelio dice: Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?
Y pienso: En lo mucho que me duele el orgullo y apego de algunos a las cosas de este mundo, entorpeciendo el flujo libre y fecundo del amor. Se convierten en piedras del camino que nos duelen, pero espero creer que esto también me fortalecerá y hará un bien al final.
Oremos: Dios ayúdanos a peregrinar con fe y con paz en el corazón superando todos los obstáculos propios y de los demás que nos alejan del amor y la libertad. Que nuestra cruz se nos haga llevable y que transitemos con alegría y fecundidad sin desesperar.
31 de agosto: San Lucas 4,16-30
Hoy el evangelio dice: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.
Y pienso: En la verdad que encierran estas palabras tan antiguas para mi corazón. Siento que al tú vivir en mí Señor, soy partícipe también de este don y misión. Ayúdame a lograr la plenitud de lo que soñaste para mi y liberarme para liberar a otros del dolor. Así sea, por favor.
Oremos: Bendice Dios mío nuestra misión profética y protégenos de todos aquellos que no quieren oír ni escuchar sobre el amor y su lógica de relacionar. Que nos des fuerza para anunciar y valentía para denunciar, pero sobre todo un corazón grande para perdonar y amar.
1 de septiembre: San Lucas 4,31-37
Hoy el evangelio dice: En la sinagoga había un hombre que estaba poseído por el espíritu de un demonio impuro; y comenzó a gritar con fuerza; «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo en medio de todos, sin hacerle ningún daño.
Y pienso: En cómo ejercer tu autoridad en mi alma de modo que salgan los demonios que me quieren debilitar. Sólo amor y servicio quiero cobijar para mis hermanos y para mi misma, sin latigarme más en lo que no puedo cambiar. Cada vida es un misterio y no lo puedo controlar.
Oremos: Habla fuerte este día Señor para liberarnos de todos los malos espíritus que nos quieren alejar de tu misión y tu verdad. Cállalos y que sólo oigamos tu voz maravillosa que nos recuerda nuestra bondad y filialidad al Padre Madre celestial. Somos sus hijos/as; nada nos puede faltar.
2 de septiembre: San Lucas 4,38-44.
Hoy el evangelio dice: Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. Pero él les dijo: «También a las otras ciudades debo anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, porque para eso he sido enviado».
Y pienso: En cómo seguir anunciando tu amor Señor, dejando a los enfermos atrás. Cómo cuidarlos y continuar en la misión. Siento el tirón del alma y del cuerpo azotando mi interior; indícame el camino por favor.
Oremos: Regálanos sabiduría Señor para transitar por las adversidades y enfermedades con paz en el corazón. Quita las fiebres de nuestras vidas y aleja los demonios con vehemencia y poder para que no nos confundan en medio de la incertidumbre y el temor.
3 de septiembre: San Lucas 5,1-11
Hoy el evangelio dice: Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes». Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador».
Y pienso: Justo al revés de Pedro Señor; acércate a mi aún más. Te extraño y necesito a todo dar en este tiempo donde mi falta de fe y el miedo me hacen quedarme en puerto y no querer navegar. Acércate y perdona mis faltas, porque es mucho más grande mi amor y fragilidad.
Oremos: Acércate a nosotros Señor y condúcenos a altamar. Sabemos que los frutos serán abundantes, pero tenemos los brazos y ojos cansados frente a tanta miseria y división fraternal. Aliéntanos y haznos pescadores de hombres y mujeres que aprendan a servir y a amar.
4 de septiembre: San Lucas 5,33-39
Hoy el evangelio dice: Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar».
Y pienso: Que la vida no puede dejarse para más tarde. Es hoy cuando habitas en mi Señor y debo disfrutar al máximo a todos y a todo lo que me regalas como bendición para nutrirme y ser feliz. Libérame del peso de la culpa y el maltrato por causas que no son reales ni justas para mí.
Oremos: Qué alegría Señor tenerte aquí, vivo y exultante en todos los signos que sentimos de ti. Flores, tibieza, aromas y pájaros que cantan sin fin. Toda una sinfonía que nos anuncia que estás y que no nos abandonas en medio de la incertidumbre del vivir.
5 de septiembre: San Lucas 6,1-5
Hoy el evangelio dice: Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Y pienso: En la paz que anhelo en el alma; solo pasear contigo por campos sembrados, protegida de todos los comentarios mezquinos del mundo, sus miradas, sus corazones anestesiados que sólo quieren juzgar y ganar con su soberbia verdad.
Oremos: Llévanos a tus campos Señor para recibir el alimento que tú nos prodigues como bendición. Haznos sentir la tibieza de tu amor y la ternura de tu palabra entrando a nuestros corazones como un atardecer sin tiempo y envueltos en aromas de flor.
6 de septiembre: San Mateo 18,15-20.
Hoy el evangelio dice: También les aseguro que, si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. |
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos. |
Y pienso: En la maravilla de vivir contigo Señor en todo momento y lugar ya que siempre nos reunimos en tu nombre en mi hogar. ¿Qué pedirte? Sólo paz y salud en el alma y la corporal para poder seguir amando y sirviendo a los demás, sin renunciar.
Oremos: Amado Señor, perdona a los que no te reconocen y sólo piensan en sí mismos cuando los vas a visitar. Son almas enfermas que no pudieron aprender a amar. Perdónalos porque no saben lo que hacen y en ti sólo buscan un consuelo más, siendo que eres todo y mucho más.
7 de septiembre: San Lucas 6,6-11
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos». Él se levantó y permaneció de pie. Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?».
Y pienso: En las muchas normas que nos atan y esclavizan impidiéndonos hacer más bien a nuestros hermanos. Libérame, Señor del “deber ser” tan arraigado en mi que no me deja hacer plenamente tu voluntad, quitándome fuerzas y la alegría de volar.
Oremos: Ayúdanos Dios amado a hacer el bien por sobre toda norma y prejuicio que nos divida en vez de amar. Ayúdanos a ser sabios y buenos como máxima vital. Danos la fuerza para hacer tu voluntad sin importar las consecuencias que nos pueda traer con los que no reconocen tu presencia real.
8 de septiembre: San Mateo 1,1-16.18-23.
Hoy el evangelio dice: Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados»
Y pienso: En los misteriosos caminos que recorres Señor junto a mi para manifestar tu voluntad. Muchos no los entiendo; algunos me sorprenden y otros me duelen una enormidad, pero sé que todo proviene de ti y que jamás me abandonas ni me abandonarás.
Oremos: Virgen María, enséñanos a confiar como tú lo hiciste en medio de la adversidad y la incertidumbre total. Que tu valentía y obediencia sean nuestras al igual que tu ternura y tu bondad. Una mujer hecha y derecha, es la madre de la humanidad, qué nos puede faltar.
9 de septiembre: San Lucas 6,20-26.
Hoy el evangelio dice: Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!¡ Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo!
Y pienso: En cómo mi felicidad y la de tantos se juega en renunciar al ego y sus voces de perdición. Saber que mi ser no tiene nada que ver con esta dimensión terrenal y que todo lo que aquí me ocupa y preocupa es sólo estorbo para entrar a tu casa de amor y paz.
Oremos: Ayúdanos Señor a madurar para que no nos apeguemos a los bienes y vanaglorias del mundo sino a lo que permanece y nos da la alegría y la felicidad. Danos el coraje para desnudarnos de lo material y estar dispuestos a las lágrimas, oprobio y soledad, si fuese necesario, para ser hijos/as tuyos/as en la eternidad.
10 de septiembre: San Lucas 6,27-38.
Hoy el evangelio dice: Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes»
Y pienso: En tu misericordia tan bella Señor. Qué lejos estoy de poder amar a los que más me cuestan el día de hoy, sobre todo al ver su egoísmo y desconsideración. Difícil tarea peregrinar con sabiduría cuando es tan hondo el dolor y tan pequeño el amor propio y la misericordia con lo que soy.
Oremos: Amado Señor que caiga sobre la humanidad una lluvia de misericordia para ablandar nuestros corazones y que broten de ellos sólo fraternidad y bendición. Es tan tonto todo y tan adversa nuestra relación cuando nos olvidamos del amor.
11 de septiembre: San Lucas 6,39-42.
Hoy el evangelio dice: ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo’, tú, ¿que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.»
Y pienso: En lo mucho que tengo que sacar de mi propio corazón que constituyen vigas de dolor, sufrimiento, desprecio y desamor para hacer una hoguera de autodestrucción. Sólo desde el amor y reconocimiento de lo que soy, podré perdonar cómo otros también se hacen daño a sí mismos sin compasión.
Oremos: Bendícenos Señor con humildad y no humillación; con misericordia entre nosotros y no división; con creatividad para entendernos y no rigidez de razón; con amorosidad y humanidad y no violencia y anestesia en el corazón.
12 de septiembre: San Lucas 6,43-49
Hoy el evangelio dice: Jesús decía a sus discípulos: «No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
Y pienso: En que a veces hay injertos misteriosos y salen frutos buenos de árboles de compleja condición. Me lo explico sólo por tu divina intercesión que a veces permite que una fresa nazca de un limón o que bellos tulipanes, nazcan de un cactus lleno de espinas y dolor. Tú lo sabes todo; confío en tu plan de amor.
Oremos: Despeja Señor los oídos de nuestras almas para poder escuchar y practicar tu palabra de amor. Sólo eso nos dará la paz y la salvación en medio de las aguas de la vida y la incertidumbre que se develó ahora en plena manifestación.
13 de septiembre: San Mateo 18,21-35
Hoy el evangelio dice: Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?’.
Y pienso: En esa jueza miserable e inconsecuente que vive en mi que me hace castigarme una y otra vez sin perdonar mi fragilidad o las faltas que pueda realizar. Que aprenda de tu misericordia y compasión Dios amado, para tratarme con más justicia y no encarcelarme más.
Oremos: Bendito Señor, enséñanos a ser misericordiosos y compasivos para cuidar la relación antes que cualquier deuda o razón. Que cuidemos el amor que nos une como el tesoro mayor y que todo lo secundario y accidental se ubique en su lugar. Que podamos vivir libres y en paz.
14 de septiembre: San Juan 3,13-17.
Hoy el evangelio dice: Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
Y pienso: En cuánto amor he recibido desde mi concepción hasta aquí. Muchas veces lo olvido y me conecto al desamor como núcleo de lo que soy. Tan sólo un cabello de dolor me convence de una falsedad, cuando puedo gustarme siempre en tu cabellera eterna, mi Dios. Dame sabiduría por favor.
Oremos: Apenas dimensionamos el torrente de amor que nos regalaste Señor con tu vida, muerte y resurrección. No merecíamos nada e igual todo se nos dio. Despiértanos la conciencia y transfórmanos desde las entrañas para poder agradecer y alabar tanto amor, dando frutos abundantes de generosidad y conversión.
15 de septiembre: San Juan 19,25-27.
Hoy el evangelio dice: Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Y pienso: En lo inconsciente que soy diariamente de tu protección tan tierna Madre mía de mi corazón. Siempre atenta, cómplice, incondicional, consolando mis penas y mi soledad con delicadeza, valentía y una inteligencia que no se puede comparar. Permíteme darte las gracias y abrazarte sin parar.
Oremos: Amada madre del cielo, qué consuelo sabernos envueltos en tu sabiduría y protección. Qué bendición tener una mamá tan buena, bella y verdaderamente incondicional que nos abraza y alienta a continuar a pesar de las cruces que podamos pasar.
16 de septiembre: San Lucas 7,31-35
Hoy el evangelio dice: Dijo el Señor: «¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos muchachos que están sentados en la plaza y se dicen entre ellos: ‘¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!
Y pienso: Lastimosamente en el dolor que me causan aquellos que no pueden reconocerte Señor. Sus corazones están tan endurecidos que ni la vida ni la muerte, ni la agonía ni el éxtasis los sacan de su sopor. Los entrego confiados a tus manos mi Dios.
Oremos: Te encomendamos, Oh Señor, a todos aquellos que pasan de largo frente a tu presencia o bien, no son capaces de profundizar en un vínculo de amor contigo. Que sus días no queden del todo anónimos en la eternidad y que tú nos ayudes a aceptar su misterio con paz.
17 de septiembre: San Lucas 7,36-50
Hoy el evangelio dice: Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume.
Y pienso: En lo mucho que me gustaría ser hoy esa mujer y encontrarme contigo Señor, para expresarte con lo que tengo y lo que soy todo mi amor. Qué privilegio tener una relación tan bella y eterna de amistad y devoción. Recíbeme y perdóname mis faltas por favor.
Oremos: Perdónanos Señor por todas las veces en que nos creemos superiores a otros y condenamos sin compasión a nuestro hermanos y hermanas sin conocer su complejidad ni historia de dolor. Tú nos has perdonado todo porque eres perdón. Un flujo eterno y maravilloso de bendición.
18 de septiembre: San Lucas 8,1-3
Hoy el evangelio: Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.
Y pienso: En la suerte de aquellas mujeres que pudieron conocerte tan de cerca, compartir contigo tus enseñanzas, risas, comidas, preocupaciones y llantos. Qué bendición más bella que contemplarte en tu misión y ver cómo se esparce tu presencia amorosa mi Dios.
Oremos: Haz Señor que seamos cada vez las mujeres que podamos liderar tu misión. A la siga tuya, pero con nuestro carisma femenino y nuestra devoción. El mundo necesita ternura, cuidado, bajo perfil y colaboración. Sólo cuídanos para que no callen nuestra voz y nos dejen aportar lo que somos por gracia de Dios.
19 de septiembre: San Lucas 8,4-15
Hoy el evangelio dice: Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia.
Y pienso: En cómo la preocupación por no salir dañada en este mundo ocupa gran parte de mi corazón. Arranca esas espinas por favor, Señor para que sólo crezcan flores y frutos en mi interior y que tenga la certeza absoluta de tu protección.
Oremos: Haznos tus voceros Señor, haciéndonos sembradores de tu palabra amorosa que alivie tantas almas de su dolor. Temen y se angustian porque no se conocen a sí mismos y no se han atrevido a explorar su corazón. Sólo se acorazan y defienden, haciendo más compleja su salvación.
20 de septiembre: San Mateo 20,1-16a.
Hoy el evangelio dice: El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?
Y pienso: En que el amor que poseo es infinito, porque proviene de ti, pero emana en cada relación con diferente intensidad y color. Ese es el misterio del amor donde la reciprocidad es la clave para que crezca, sea puro y nunca se cuele la envidia o la comparación.
Oremos: Transforma Señor, nuestras lógicas humanas tan mezquinas y chatas por tu lógica divina que sólo puede amar, dar y perdonar sin límite alguno porque eso eres tú. Una fuente permanente de bendición y abundancia que nada ni nadie puede frenar o acotar.
21 de septiembre: San Mateo 9,9-13.
Hoy el evangelio dice: Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”.
Y pienso: En cuánto necesito tu trabajo sanador para mi alma que se sume en el dolor. Que tus manos toquen mis heridas, miedos, rabias y tristezas y las muten en flores bellísimas para adornar el mundo y alegrar tu corazón.
Oremos: Bendice Señor a los que se creen “justos” porque no conocen aún el poder del amor. Su temor y vergüenza está oculto bajo una máscara de perfección y soberbia que hiere apenas nos toca el corazón. Sánanos a todos Señor, porque no hay quien se libre de la vergüenza y el dolor del desamor.
22 de septiembre: San Lucas 8,19-21
Hoy el evangelio dice: Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte». Pero él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican»
Y pienso: En los muchos hermanos y familiares bellísimos que me has ido presentando en la vida y que escuchan y practican tu Palabra de amor y justicia. Ayúdame a seguirlos y a aprender de su entrega, generosidad y alegría de corazón.
Oremos: Amado Señor, ayúdanos a ampliar los vínculos de tu familia para que seamos cada vez más los que queremos vivir en el amor y el perdón. Que nuestras faltas y errores no sean tomados en cuenta, si no nuestro anhelo de un mundo mejor. Que así sea por favor.
23 de septiembre: San Lucas 9,1-6.
Hoy el evangelio dice: Y los envió a proclamar el Reino de Dios y a sanar a los enfermos, diciéndoles: «No lleven nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tampoco dos túnicas cada uno. Permanezcan en la casa donde se alojen, hasta el momento de partir. Si no los reciben, al salir de esa ciudad sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos».
Y pienso: En lo difícil que es sacudirse el polvo de los pies cuando tu ser y hacer es juzgado mal. Pucha que duele amar y servir y ser condenado por ese corazón y servicio. Dame fuerza Señor y que no dude de mi intuición, aunque me peguen fuerte y me sulfure el que se crean amos y señores de la creación.
Oremos: Bendícenos Señor con la mansedumbre y el silencio interior para no reaccionar a los ataques de quienes no comprenden el amor, la vida, la muerte y la relación. Que nos doblen sus palabras hirientes ni que prendan el fuego de la división. Mansos y humildes es nuestra carta de presentación.
24 de septiembre: San Lucas 9,7-9.
Hoy el evangelio dice: El tetrarca Herodes se enteró de todo lo que pasaba, y estaba muy desconcertado porque algunos decían: «Es Juan, que ha resucitado». Otros decían: «Es Elías, que se ha aparecido», y otros: «Es uno de los antiguos profetas que ha resucitado». Pero Herodes decía: «A Juan lo hice decapitar. Entonces, ¿quién es este del que oigo decir semejantes cosas?». Y trataba de verlo.
Y pienso: En cómo tu presencia causaba y causa tanta admiración, atención y curiosidad de todos; hasta de los más ciegos y ególatras de corazón. Es que nadie se puede hacer el loco frente al AMOR encarnado en tu creación. Te amo Señor.
Oremos: Bendícenos Dios mío para dar nuestra vida por ti. Que ofrezcamos nuestra cabeza, nuestro corazón y toda nuestra vida dando testimonio del amor, del vínculo y del cuidado de todo y todos en la creación. Siempre habrá quienes quieran decapitarnos, pero tú sabes más Señor.
25 de septiembre: San Lucas 9,18-22
Hoy el evangelio dice: Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?».
Y pienso: En cuánto quiero hacer lo mismo que tu Jesús. Irme a un lugar a solas para sentir el abrazo del Padre y la ternura de la Virgen María y preguntarles quién soy para ellos y escuchar su amor y contención. Ojalá también sus risas y buen humor.
Oremos: Señor tu eres todo lo que anhela nuestro corazón. Eres una fuente infinita de creación, ternura, vínculos, colores y bendición. Tú eres la salvación, la libertad y la paz que necesitamos hoy. Jesús tú eres hermano, amigo, maestro, doctor y catalizador. Fusionarnos contigo es éxtasis de amor.
26 de septiembre: San Lucas 9,43b-45.
Hoy el evangelio dice: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les estaba velado de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.
Y pienso: En la cantidad infinita de sordos que no pueden oír tu voz de sabiduría y amor, haciendo que tantos seres humanos vivan una lenta crucifixión. Pido por ellos, por su alivio y salvación y que no pierdan la fe de que tú los tienes en tu corazón.
Oremos: Bendice Señor a todas las víctimas del mal y del horror que unos cuantos cometen por ignorancia o franca elección. Abrázalos con ternura y hazme cómplice y partícipe de esta resistencia amorosa que necesitan tantos el día de hoy.
27 de septiembre: San Mateo 21,28-32
Hoy el evangelio dice: «¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: ‘Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña’. El respondió: ‘No quiero’. Pero después se arrepintió y fue. Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: ‘Voy, Señor’, pero no fue. ¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?». «El primero», le respondieron. Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
Y pienso: En la lucha espiritual que vive en mi con estos dos hermanos y sus modos de actuar. Ayúdame, Dios mío, a que siempre haya coherencia entre mi corazón y mi actuar; que no me traicione ni me haga mal como solía pasar. Recién comienzo a andar…
Oremos: La coherencia es un bien cada vez más escaso de encontrar. Señor Jesús, que seamos valientes y consecuentes en nuestro amor a ti y nuestra misión en el mundo actual. Que no nos aleje el miedo, el mal, ni la injusticia que nos pueda acarrear. Somos tuyos, qué nos puede pasar.
28 de septiembre: San Lucas 9,46-50.
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: «El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande».
Y pienso: En cómo mi pequeñez, vulnerabilidad y desamor los has convertido en fuerza, pasión y certezas de tu maravillosa protección. Sigue haciendo en mi tu voluntad mi Dios y que cada piedra sea cantera para una nueva obra tuya con mi mediación torpe, pero llena de amor.
Oremos: Haznos ser como niños Dios mío en el mundo de hoy. Que se nos llene el cuerpo de gozo, la mente de admiración y sorpresa, el corazón de entusiasmo y generosidad y el alma de amor y de paz. Que así sea, Señor.
29 de septiembre: San Juan 1,47-51.
Hoy el evangelio dice: Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Y pienso: En el privilegio de que me conozcas desde siempre Señor y que sepas todo lo que he vivido y lo que se atesora de alegrías y tristezas en mi corazón. Cuídalo y hazlo florecer con fuerza y amor para que pueda adornar este mundo con tu irradiación.
Oremos: Santos ángeles del cielo, protejan y bendigan nuestro mundo que necesita más que nunca de su intercesión. Somos pequeños, necios y vulnerables y requerimos su espada, su sabiduría y sus alas para volar hacia el Señor Dios y creador.
30 de septiembre: San Lucas 9,57-62.
Hoy el evangelio dice: Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».
Y pienso: En la libertad que hoy siento al seguirte sin peso y sin culpa en mi alma. Mi corazón salta de gozo y entusiasmo pensando en todo lo que me vas a regalar Señor amado de mi corazón. Gracias por esta primera mitad de vida que hoy se cierra con tanta bendición.
Oremos: Amado Señor, danos la fuerza de voluntad para ni siquiera tentarnos en mirar atrás. Sólo vivir el día y el camino que nos muestras en el horizonte, lleno de flores y color. Que belleza volar amando y sirviendo
1 de octubre: San Lucas 10,1-12.
Hoy el evangelio dice: Y les dijo: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’.
Y pienso: En la inmensa necesidad actual de “amoristas” que vayan de casa en casa repartiendo paz gratuitamente, sin preocuparse del mal que los acecha ni de los corazones incapaces de recibir el mensaje de bendición. Ayúdame, Señor.
Oremos: Amado Dios, que no nos venza la impotencia frente a la inmensidad de la obra a realizar. Que tengamos fe en tus fuerzas y no en las nuestras y que la desesperanza y el cansancio no puedan entrar. Danos paz para misionar con alegría y entusiasmo como si estuviésemos a punto de terminar la cosecha encomendada.
2 de octubre: San Mateo 18,1-5.10
Hoy el evangelio dice: Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.»
Y pienso: En cuánto desprecio y descuido a mi pequeña niña herida que peregrina conmigo. Siempre condenándola por lo que hace, piensa y siente. Ayúdame, Señor a ser compasiva y obediente con tu voz, contando con la certeza que trató de hacer siempre lo mejor.
Oremos: Bendícenos, amado Dios con la paz del corazón, aceptando los periplos que hicieron nuestros niños heridos para llegar hasta hoy. Se fueron a tientas buscando amor y contención; no nos juzgues ni dejes que nos juzguemos sin tu modo amoroso de relación.
3 de octubre: San Lucas 10,17-24
Hoy el evangelio dice: En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Y pienso: En sólo alabarte amado Padre del cielo por tanto amor, bendición y salvación que me has dado desde que se me concibió. Me has protegido de tantos males y peligros; me has regalado mucho amor y siempre me has dado tu protección.
Oremos: Te alabamos amado padre con todo nuestro amor. Te bendecimos con profunda reverencia por tanta abundancia y protección. Te agradecemos todo el gozo de estar vivos y poder ser instrumentos de tu misión.
4 de octubre: San Mateo 21,33-43
Hoy el evangelio dice: Jesús agregó: «¿No han leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: ¿esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos? Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos.»
Y pienso: En la cepa que me has encomendado salvar amado Señor. Cuán aplastada fue; cuánta angustia y sufrimiento hubo de padecer; pero ahora ya está libre para emerger y dar el mejor fruto y vinos para que el pueblo pueda beber de tu amor. Ayúdame, Dios.
Oremos: Te pedimos Señor poder transformar nuestra cultura y rescatar el proyecto original que soñaste para todos nosotros y la creación. Protégenos del mal y de la angustia por lo que vendrá; tú lo sabes todo y no debemos temer más.
5 de octubre: San Lucas 10,25-37.
Hoy el evangelio dice: Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: ‘Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver’.
Y pienso: En cuántas veces mi corazón se estremece de dolor frente a la violencia, la maldad y la división. Las veces que puedo ayudar emana miel de mi interior, pero las muchas veces que no puedo hacer nada, la impotencia me sabe a hiel en el corazón. Ayúdame a ayudar mi Dios, por favor.
Oremos: Aumenta nuestra conciencia de que todos somos prójimos Señor. Todos nos necesitamos y es un espejismo la separación. Une lo que está dividido, pon paz y diálogo donde se ha instalado el odio y la descalificación; unta con amor nuestras relaciones y que podamos construir un país mejor.
6 de octubre: San Lucas 10,38-42
Hoy el evangelio dice: Pero el Señor le respondió: «Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada».
Y pienso: En cómo focalizar toda mi energía, mi ser, mi mente y mi corazón solo en ti mi Señor, sin afanarme tanto en las cosas de este mundo que tienen fin. El vínculo contigo permanece, me sostiene, me entusiasma, me levanta y permite que todas las preocupaciones se vistan con tu protección y luz.
Oremos: Señor ayúdanos a peregrinar con el equilibrio y sabiduría por los acantilados de la existencia de modo que no nos despeñemos a las profundidades del mar, angustiándonos de más, ni que tampoco nos arranquemos a los cielos sin afectar nuestra realidad. Estar en la frontera sin renunciar a la bella misión de zurcir una realidad con otra en cada puntada.
7 de octubre: San Lucas 11,1-4
Hoy el evangelio dice: El les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación».
Y pienso: En la profunda sabiduría de tu enseñanza que abarca todo lo que necesitamos para la plenitud: sabernos creaturas, pedir el alimento para el alma y para el cuerpo, cuidar nuestros vínculos y alejarnos del influjo del mal espíritu. Sólo así seremos libres, felices y hermanos en verdad.
Oremos: Encarna en nuestras almas Señor la sabiduría que nos viniste a enseñar. Que no se nos confundan las urgencias con lo importante y que las hebras del camino las sepamos desenredar para tejer canales de amor y fecundidad. Que los ángeles nos ayuden y que vivamos en paz.
8 de octubre: San Lucas 11,5-13.
Hoy el evangelio dice: También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre.
Y pienso: En todo lo que anhelo pedirte hoy mi amado Señor. Quiero paz en el corazón, certeza de ser amado por ti y por muchos; quiero libertad para ser y volar sembrando tu mensaje maravilloso de liberación y quiero estar sana para crear y multiplicar las bendiciones que me das.
Oremos: Ayúdanos Señor a pedir lo que necesitamos para lograr la plenitud y no enfocarnos en lo que queremos que muchas veces nos aleja de tu sueño original. Haz que no cedamos en la construcción de un mundo más amoroso, justo y pacífico para los niños de hoy y de mañana lo puedan disfrutar y cuidar.
9 de octubre: San Lucas 11,15-26
Hoy el evangelio dice: Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Y pienso: En las luchas internas de mi espíritu, en las contradicciones y batallas que libra mi ego contra mi ser esencial. Lo mismo pienso de las comunidades y familias que se hacen mal unos a otros sin darse cuenta de que son una unidad. Que haya paz en nosotros y entre nosotros te lo ruego Señor.
Oremos: Amado Dios, reunifica nuestros espíritus afinándolos con tu sabiduría y perdón. Si nos polarizamos vamos a la ruina y a la destrucción. Calma a los violentos, activa a los pasivos del amor y intégranos en la maravillosa diversidad de la comunión.
10 de octubre: San Lucas 11,27-28
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican.
Y pienso: En el amor humano y en el divino. El primero es temporal, limitado a una circunstancia y lleno de bondad; sin embargo, cesa y nos deja con hambre de más. El amor divino, permanece para siempre y nos eleva a una comprensión y gozo que no logramos atrapar, pero sí vivenciar.
Oremos: Haz que vivamos tu palabra y que seamos atentos a tu palabra cuando nos hablas en la cotidianeidad. Más que buscar los pequeños placeres de este mundo, que anhelemos siempre el gozo de estar en tu presencia y hacer tu voluntad.
11 de octubre: San Mateo 22,1-14.
Hoy el evangelio dice: Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él. Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’. Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.
Y pienso: En cuánto anhelo ya participar de ese banquete donde esté lleno de invitados que aceptaron tu invitación y bailemos juntos, disfrutando tu hospitalidad y atención. Que no invente excusas para rechazar tu misión mi Dios, aunque tenga miedo de la respuesta del mundo y la condenación.
Oremos: Bendice Señor a buenos y malos para que comprendamos que somos una sola familia, un solo tronco de vida y que no podemos separarnos sin nuestra propia destrucción. Que aprendamos a conocernos, aceptarnos y amarnos como nos pides para tu mayor gloria y honor.
12 de octubre: San Lucas 11,29-32
Hoy el evangelio dice: El día del Juicio, los hombres de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás y aquí hay alguien que es más que Jonás.
Y pienso: En los múltiples intentos que has hecho para salvarme Señor de este mundo con sus códigos tan básicos y binarios de relación. Sucumbo en ellos y luego me elevo a tu corazón, sin límites porque tú eres mucho más que todos y que todo y me das tu amor y protección. ¿Qué puedo temer? Solo callarme por miedo y no decir lo que diría tu voz.
Oremos: Señor amado, habla por nosotros cuando debamos defender tu reino y banquete de bendición que no juzga ni impone la verdad por la razón. El amor es mucho más grande que lo que comprendemos hoy, pero somos aprendices y necesitamos de tu inspiración.
13 de octubre: San Lucas 11,37-41.
Hoy el evangelio dice: Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro?
Y pienso: En las muchas conductas que atentan contra la pureza de mi corazón, en especial todas aquellas que me hacen pensar y sentir mal, amargando tu creación. Que viva bonito es mi anhelo y misión trasmitiendo pureza y bondad en toda relación; incluyendo la mía con mi corazón.
Oremos: Purifica Señor nuestro ego enfermo de tanta inseguridad y dolor. Son verdaderas obscenidades las que nos decimos con vergüenza y auto desprecio, afectándonos unos a otros en trincheras de soledad y putrefacción. Lávanos y sánanos por favor.
14 de octubre: San Lucas 11,42-46.
Hoy el evangelio dice: El le respondió: «¡Ay de ustedes también, porque imponen a los demás cargas insoportables, pero ustedes no las tocan ni siquiera con un dedo!»
Y pienso: En el cuidado que debo tener al tratar de traspasar mis “verdades” a los demás. Cuán delicada y tierna hay que ser par estar en los zapatos del que sufre cualquier frustración, dolor, molestia o falta que haya cometido por su fragilidad. ¿Quién soy yo para juzgar?
Oremos: Amado Dios de la ternura y del perdón, regálanos humildad y aléjanos de la soberbia que se impone como yugo en el corazón afligido de los demás. Que seamos misericordiosos al acompañar cualquier falta o fragilidad porque en cualquier momento nos puede tocar y gritaremos por un poco de piedad.
15 de octubre: San Lucas 11,47-54.
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús salió de allí, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarlo, exigiéndole respuesta sobre muchas cosas y tendiéndole trampas para sorprenderlo en alguna afirmación.
Y pienso: En lo mucho que me duele toda la resistencia que tuviste con los poderes de tu tiempo y la falta de comprensión general a un paradigma amorista, abierto y lleno de fraternidad, que nos dejaste para vivenciar. Enséñame a imitarte sin caer en las trampas ni exigencias de los que me quieran callar.
Oremos: Haznos astutos Señor para hablar con la verdad, pero sin caer en las trampas que nos quieran tender para callarnos o hacernos mal. Danos fuerza y sabiduría para actuar y alegría y entusiasmo para ayudar con creatividad.
16 de octubre: San Lucas 12,1-7
Hoy el evangelio dice: A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. ¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.
Y pienso: En los contrastes que hoy nos muestras Señor: no temerle a quien nos puede arrebatar el cuerpo y a la vez cómo ese cuerpo está absolutamente valorado y protegido en el Padre Dios. Eso debiese ser suficiente para estar en paz y vivir en el amor. Regálame fe por favor.
Oremos: Ayúdanos Señor a identificar el mal mayor; aquel que nos aleja de ti y nos destierra a las tinieblas del dolor. Nuestro escudo es tu protección; nuestra espada tu palabra y nuestra armadura la buena intención. Y si partimos, será por algo mucho mejor. Esa es nuestra fe; séllala a fuego el día de hoy.
17 de octubre: San Lucas 12,8-12.
Hoy el evangelio dice: Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir»
Y pienso: En cuánto te amo, Espíritu Santo y cuán ingrata soy expresándote mi amor. Cada milésima de segundo me sostienes y me permites contemplarte en cada creatura viviente y en el universo en expansión. Todo se va insuflando gracias a tu creatividad, fuerza y al fuego de tu amor. Llévame a la plenitud para ser una llama tuya e instrumento de transformación.
Oremos: Espíritu Santo, sopla cordura, paz y unión en nuestro mundo dominado por el terror. Que todos tus dones sean rayos y truenos de protección y reconciliación que permitan parir algo nuevo, lleno de fraternidad, justicia y perdón.
18 de octubre: San Mateo 22,15-21
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
Y pienso: En que todo es una moneda de dos caras y la sabiduría está en el equilibrio que logremos con el cielo y el suelo; con el ser y el hacer; con dar y recibir, con acercarse y distanciarse, con luchar y amar, con las mil de posibilidades que tejen nuestra existencia y que no podemos absolutizar.
Oremos: Regálanos tu astucia Señor para reconocer a aquellos que sólo quieren más división porque no comprenden o han optado por sembrar el mal. Bendícenos con la sabiduría para caminar en los acantilados de la existencia sin caer en sus trampas y velar siempre por el reino de la unión y el amor.
19 de octubre: San Lucas 12,13-21.
Hoy el evangelio dice: Pero Dios le dijo: ‘Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?’. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios».
Y pienso: En cómo la codicia se puede manifestar en muchos bienes materiales y no sólo el dinero y los bienes. También está la codicia por ser reconocido, ser validado por el mundo, la codicia del hacer como droga del ser y tantos otros vicios con apariencia de bien que me pueden apartar de tu corazón mi Señor.
Oremos: Líbranos Señor de los juegos finitos de este mundo que nos engañan haciéndonos malgastar la vida en obtener más y más, cuando lo único que nos conduce a ti es tener menos y querer menos para que podamos recibir todo tu amor y bondad. Una bella paradoja para rezar.
20 de octubre: San Lucas 12,35-38
Hoy el evangelio dice: ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlo. ¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así!»
Y pienso: En que esta verdad se me olvida con mucha facilidad. En cualquier momento puede ser mi pascua y me gustaría estar con el corazón lleno de amor y paz de haber vivido dándome de todas las formas que he podido a ti Señor y a los demás.
Oremos: Ayúdanos Señor a vivir pendientes de nuestra caducidad. Que siempre recordemos la bendición de respirar, amar y servir como una herencia para disfrutar. Que pongamos nuestro corazón y razón en lo que trasciende (el amor hecho realidad) y no sólo en lo mundano que perecerá.
21 de octubre: San Lucas 12,39-48
Hoy el evangelio dice: El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo!
Y pienso: Justamente Señor en cuál es nuestro trabajo principal. ¿Será sólo hacer, ascender, acaparar? Claramente, no, porque nada de eso podemos llevar al más allá. Nuestro trabajo es amar lo más que podamos todo lo que existe, incluyéndonos nosotros mismos para dar testimonio de ti.
Oremos: Señor, enséñanos a trabajar a diario por lo que realmente importa y que los demás trabajos sean los medios para poderlo plasmar. Que, en cada palada, escrito o negocio en que nos debamos ocupar, dejemos una estela de paz, justicia, amor y unidad. El resto por añadidura será.
22 de octubre: San Lucas 12,49-53.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división.
Y pienso: En lo que estamos viviendo hoy como país y como humanidad. Es tu fuego Señor que trae la división entre los ciudadanos del cielo y los del suelo con tanta polarización. Ayúdame a discernir qué harías tú en mi lugar y fortalece mi ser para hacer siempre tu voluntad.
Oremos: Que arda tu fuego de amor Señor como una red amorosa que inflame con la verdad y la fraternidad nuestro modo de vincular. Aplaca a los violentos y exalta a los amoristas que deseamos el diálogo y la paz. Que no perdamos la fe ni el centro en medio de la turbulencia actual.
23 de octubre: San Lucas 12,54-59
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a la multitud: «Cuando ven que una nube se levanta en occidente, ustedes dicen en seguida que va a llover, y así sucede. Y cuando sopla viento del sur, dicen que hará calor, y así sucede. ¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente? ¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?
Y pienso: En cómo algunos no ven los signos, los niegan o se oponen a ellos como si pudiesen controlar en un grado lo vientos o el mar. Me entristece y me duele ver cómo sus poderes y posesiones los ciegan frente a tanta necesidad. ¿Será que soy yo la ciega y pienso mal?
Oremos: Los signos de los tiempos nos muestran que el mundo está cambiando a toda celeridad. Ayúdanos, Señor a ser resilientes de verdad, sin quedarnos pegados en el pasado ni volarnos en la ingenuidad total. Un sano equilibrio que permita construir un mundo de paz y bienestar para muchos más.
24 de octubre: San Lucas 13,1-9
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.
Y pienso: En la conversión de mi corazón que quiere convertir a tantos más al amor fraterno y al amor a ti Señor. Dame la sabiduría, la inteligencia, la astucia, la fortaleza, la alegría, la paz, el buen humor y el don de la salud para estrujar cada día de mi vida en darte gloria y honor.
Oremos: Haz Señor que nuestro testimonio permita a otros conocer tu rostro y bendición. Que nuestras palabras les permitan reconocer los ecos de tu voz. Que nuestras obras les permitan adentrarse en el fondo de tu corazón. Queremos ser instrumentos tuyos. Bendícenos por favor.
25 de octubre: San Mateo 22,34-40
Hoy el evangelio dice: Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas».
Y pienso: En lo que me mueve hoy. Tratar de obedecer tu voluntad amando, aunque dude de si obro bien o mal, de acuerdo con la lógica y funcionalidad. Pensar en el bien común y no en el beneficio personal; creer en la promesa de algo mejor y no resignarme al mal que hay, por conocido nada más. Dame paz.
Oremos: Te pedimos Señor que nos ayudes a entendernos y a construir una nueva humanidad a partir de nuestra diversidad. Que no nos pongamos estúpidos ni cerrados en una postura porque es la muerte final. Que aprendamos a dialogar y a poner lo mejor cada cual.
26 de octubre: San Lucas 13,10-17.
Hoy el evangelio dice: Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: «Mujer, estás curada de tu enfermedad», y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Y pienso: En cuánto cuesta mantenerse erguida y mirar con otra perspectiva sin tener temor al nuevo mundo que se abre alrededor. La tentación es doblarse nuevamente, por lo que te pido mi Dios que me des fuerza y confianza en lo que soy.
Oremos: Ayúdanos Señor a mantenernos erguidos frente a la culpa y el temor de habernos enderezado del abuso y de la opresión. Fortalece nuestra mente para que piense con claridad y sabiduría. Insufla de amor nuestros corazones sientan y gusten tu bondad y protección. Y dinos cómo seguir por favor.
27 de octubre: San Lucas 13,18-21
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo entonces: «¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas».
Y pienso: En cómo esa pequeña semilla ha ido brotando dentro de mi corazón, haciendo un sencillo jardín que intento cuidar y regar con toda mi dedicación. Ayúdame, mi Dios, a sacar la maleza que me debilita y a extender mis ramas donde tú las lleves; ahí voy.
Oremos: Todo lo bueno nace en lo pequeño y sin ostentación. Ayúdanos, Señor con tus ángeles del cielo, a ser amoristas en acción: pequeñas semillas enraizadas en el mundo dando testimonio de otro modo de relación, irradiando luz, belleza y bondad interior, aun en medio de la incertidumbre y desolación.
28 de octubre: San Lucas 6,12-19.
Hoy el evangelio dice: Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Y pienso: En el privilegio que siento de poder conocerte, seguirte y amarte tanto Señor que hasta veces hasta puedo tocar tu pelo y tus manos con ternura y devoción. Sale de mí una corriente única de amor y recibo un torrente infinito de bendición. ¡Cómo tanto a quien es tan poco mi Dios!
Oremos: Benditos sean todos los que te aman Señor. Reza por todos nosotros y encomiéndanos a tu Padre/Madre para que seamos dignos hijos/as en adopción. Tócanos diaria y permanentemente el alma para ser apóstoles irradiadores de esperanza y resurrección en un mundo sediento de tu amor.
29 de octubre: San Lucas 13,31-35
Hoy el evangelio dice: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne bajo sus alas a los pollitos, y tú no quisiste!
Y pienso: En el contexto que relatas Señor: resistencia, violencia, odio y desamor, tan parecido a lo que veo hoy. Ayúdame a ser profeta cobijando como gallina a todos los pollitos que me pongas en el camino, aunque me cueste el cuello y a veces dolor, ya que es mucho el gozo de compartir tu amor.
Oremos: Cuida Dios a todos los profetas que tratamos de vivir por tu causa y misión. Que seamos valientes para denunciar; inteligentes para contagiar; asertivos al hablar; amoristas al actuar y sobre todo obedientes en seguir tu voluntad. Que así sea.
30 de octubre: San Lucas 14,1-6
Hoy el evangelio dice: Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: «¿Está permitido curar en sábado o no?». Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió.
Y pienso: En cómo ninguna autoridad fuera de tu amor puede impedirme hacer el bien y ayudar a todos los que necesiten ayuda y atención. Ni el qué dirán, ni el deber ser ni menos el miedo a la condena de los demás pueden ser obstáculos para amar.
Oremos: Toma nuestras manos Señor para curarnos de todas las enfermedades del cuerpo y del alma que nos quitan la paz y la libertad. Despídenos luego con la certeza de tu protección para poder seguir evangelizando, dando testimonio de nuestra sanación.
31 de octubre: San Lucas 14,1.7-11.
Hoy el evangelio dice: Cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: ‘Amigo, acércate más’, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Y pienso: En lo complejo que resulta transitar por la delgada línea de la valía personal, de la dignidad, sin caer en los extremos de la humillación ni en la soberbia o vanagloria tan habitual. La resiliencia a la vergüenza de nuestro ser creo que es la clave para no errar en nuestro hacer frente a los demás.
Oremos: Bendícenos Señor con la belleza de la humildad; ese manto maravilloso bordado de flores y mariposas que sólo tú puedes crear. Aquel que lo lleva puesto sabe que nada es mérito ni le pertenece en realidad, sino que sólo es un privilegiado de tu amor y bondad.
1 de noviembre: San Mateo 5,1-12a.
Hoy el evangelio dice: Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: «Felices…”
Y pienso: En cómo tus palabras nos dieron todas las razones para vivir y obtener la plenitud y la felicidad personal y social. La felicidad es comunitaria, relacional y se recibe cuando manifestamos el amor en todas las variantes que podamos imaginar. ¡Cómo tan necios de no comprender la belleza y la sabiduría que nos viniste a mostrar!
Oremos: Te pedimos Señor que no pierdas la fe en nosotros y en nuestra capacidad de aprender tu verdad. Ciertamente que vamos retrasados y que caemos en engaños con extrema facilidad, pero anhelamos ser felices y construir el reino que nos viniste a anticipar. Ayúdanos una vez más.
2 de noviembre: San Mateo 25,31-46.
Hoy el evangelio dice: Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’…Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.
Y pienso: En la rabia e impotencia que siento cuando dañan a los tuyos porque te dañan a ti Señor. No sé bien cómo reaccionar y calmar mi corazón; sólo reconociendo que yo también he pasado de largo algunas veces y que perdonaste la indolencia o timidez de mi donación.
Oremos: Bienaventurados todos aquellos que sienten tu dolor en el de tantos que sufren hoy del cuerpo y el corazón. Ayúdanos, Señor a mantener la alegría y la fidelidad en la misión de amar y servir con todo nuestro ser, sin caer en la tentación.
3 de noviembre: San Lucas 14,15-24.
Hoy el evangelio dice: A su regreso, el sirviente contó todo esto al dueño de casa, y este, irritado, le dijo: ‘Recorre en seguida las plazas y las calles de la ciudad, y trae aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los paralíticos’.
Y pienso: En mi identificación tan automática con los enfermos y los pobres… Ojalá me invites a tu banquete Señor y puedas saciar mi alma con los alimentos que sanan, nutren y elevan mi conciencia para saber que, a pesar de mis heridas, soy tuya y vivo en tu corazón como hija predilecta y mimada de tu amor.
Oremos: Qué alegría Señor preparar tu banquete de amor con tantos detalles y dedicación. Que nos haga ilusión la felicidad que daremos a nuestros hermanos y hermanas y por lo mismo que no escatimemos en dar la vida por esta fiesta de amor en que compartiremos eternamente tu bendición.
4 de noviembre: San Lucas 14,25-33
Hoy el evangelio dice: Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Y pienso: En la bendición que significa ser tu discípula entregando toda mi vida, con sus alegrías y dolores, a tu intercesión. Soy pésima administradora de mi misma, pero una loca de amor por ti y eso me entusiasma hoy para abrir mi corazón a todos y a la creación, sin pudor.
Oremos: Ayúdanos Señor a hacer comunidad para cargar las cruces que a cada uno nos tocó. Si todos nos ayudamos, se harán más livianas y llevaderas y haremos fiesta de amistad en este peregrinar.
5 de noviembre: San Lucas 15,1-10
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse»
Y pienso: En la lógica del mundo con sus números y resultados que tanto esclavizan la misión. Sólo con un corazón que se vuelve a ti Señor ya hay fiesta en el cielo y debiese haber también en mi interior. Libérame de la cultura del rendimiento y que goce cada conversión sintiendo tu abrazo y protección.
Oremos: Bendice Señor cada alma para que reconozcamos nuestro valor; que no somos un número ni un clon de producción sino tu maravillosa e inédita creación. Que comprendamos que tu modo supera toda nuestra comprensión y que sólo podemos atisbar tu gloria amando y amándonos como tu hijo nos amó.
6 de noviembre: San Lucas 16,1-8
Hoy el evangelio dice: Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en su trato con los demás que los hijos de la luz.»
Y pienso: En cómo compartir todas nuestras deudas y faltas nos hace hermanos y nos permite no hundirnos bajo la tierra ni tampoco limosnear amor; simplemente saber que todos hemos pecado y que así nos amas Señor. Qué bendición…
Oremos: Ayúdanos Señor a ver a los demás con la misericordia que tú nos tienes y jamás caer en la condena ni la sanción de nuestros hermanos por sus deudas en el amor. Tampoco autodestruirnos si fallamos porque la misma fragilidad nos llevó al crecimiento del corazón. Todos somos deudores condonados por tu infinito perdón y debemos replicar tu modo de relación.
7 de noviembre: San Lucas 16,9-15.
Hoy el evangelio dice: ´Él les dijo: «Ustedes aparentan rectitud ante los hombres, pero Dios conoce sus corazones. Porque lo que es estimable a los ojos de los hombres, resulta despreciable para Dios.»
Y pienso: En cómo las apariencias han sido una tentación para todos desde todos los tiempos. Ayúdame, Señor a ser resiliente ante mi vergüenza y a tener el coraje de ser siempre yo, asumiendo mis luces y sombras ante los hombres y ante tu corazón.
Oremos: Bendice Señor a los humildes de corazón que viven libres del qué dirán y del deber ser que azota como pandemia al mundo de hoy. Dales la fuerza para sentirse hijos/as orgullosos de tu creación, integrando sus sombras con amor y buen humor.
8 de noviembre: San Mateo 25,1-13
Hoy el evangelio dice: Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’, pero él respondió: ‘Les aseguro que no las conozco’. Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.
Y pienso: En la súplica que te elevo mi Señor de que tengas compasión aun cuando mi lámpara esté por apagarse. Sé que no soy digna de entrar contigo al Reino, pero tú sabes que te amo y que ofrezco mi vergüenza, culpa y miedo como precio de mi salvación.
Oremos: Te rogamos Señor tengas misericordia de nuestra falta de preparación. Somos frágiles, necios y ciegos a la hora de entender la existencia y deambulamos en el mercado, en vez de estar solícitos a tu amor. Perdónanos y sálvanos por favor.
9 de noviembre: San Juan 2,13-22
Hoy el evangelio dice: Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio».
Y pienso: En cómo armar el látigo interior para sacar fuera todas las bestias que me habitan debilitándome en mi autopercepción y alejándome de tu amor. Que caigan todas las monedas de este mundo y sólo haya espacio para ti Señor.
Oremos: Amada Virgen María, apapacha nuestra alma como una leona para que se espanten todos aquellos pensamientos y sentimientos que nos alejan falsamente de ti. Son solo creencias que nos aplastan y que tú supiste vencer y superar. Abrázanos con ternura y sálvanos, por favor.
10 de noviembre: San Lucas 17,7-10.
Hoy el evangelio dice: Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: ‘Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber’
Y pienso: En lo mucho que me cuesta mi principal deber: Ser yo y tener la libertad y el poder para sentir y pensar de acuerdo con mi singularidad, liberándome de la vergüenza, la culpa y el desamor. Ser quien soy fue tu proyecto y no mi disposición; haz que te sea fiel para darte gloria y honor.
Oremos: Ayúdanos Señor con tu inteligencia a revisar lo que pensamos y sentimos para filtrarlo desde tu corazón. Saca de nuestras mentes y leyes los prejuicios y estereotipos que causan tanto dolor y división. Que sepamos vivir de acuerdo con nuestro ser complementándonos como hermanos bajo un mismo sol.
11 de noviembre: San Lucas 17, 11-19
Hoy el evangelio dice: Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios?
Y pienso: En el poder infinito de la fe que es la única contraseña para acceder a la energía amorosa de tu corazón de padre y madre lleno de amor. Benditos los que creen sin ver y sin comprobar tu obrar con la razón, porque son de tu misma sangre y viven en conexión.
Oremos: Perdónanos Señor por nuestra soberbia al creer que podemos acceder a tu misterio con la razón. Es como tratar de atrapar el tiempo en un reloj o el mar en un vasito de greda desconfiando de todo lo que nos supera o no tiene explicación. Creemos Dios, pero aumenta nuestra fe.
12 de noviembre: San Lucas 17,20-25
Hoy el evangelio dice: Los fariseos le preguntaron cuándo llegará el Reino de Dios. El les respondió: «El Reino de Dios no viene ostensiblemente, y no se podrá decir: ‘Está aquí’ o ‘Está allí’. Porque el Reino de Dios está entre ustedes».
Y pienso: En cómo el tejido amoroso que nos une es ese Reino del que nos hablas Señor. No se ve, pero se siente cuando fluye y es una danza de luz y color. Qué bendición sumarse y ser una nota en tu melodía y creación. Sólo te pido no desafinar ni perder la canción.
Oremos: Ayúdanos Señor a construir mejores vínculos con nosotros mismos, con los demás y la creación. Vínculos que reconozcan nuestro valor y se alejen de la competición. Vínculos que creen vida y gozo profundo y no paranoia y miedo a su desaparición. Tu reino es abundante y para todos y eso implica nuestra conversión.
13 de noviembre: San Lucas 17,26-37
Hoy el evangelio dice: Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo, no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará.
Y pienso: En la urgencia y la importancia de vivir el ahora y otear el mañana sin seguir pegada en el pasado con toda su complejidad. La flor en plenitud no se aferra al botón que fue ni a la semilla que quedó en tierra, sino que aspira a seguir el sol y dar gloria a Dios con lo que es hoy.
Oremos: Bendícenos Dios con la sabiduría de cortar lo que ya no nos sirve para amar más y servir mejor. Sólo son pesos que estorban la misión y nos pueden quemar o ahogar en la necedad del mundo que no sabe lo que es la vida en realidad. Salvar la vida es amar y cualquier desamor vivido fue parte del proceso nada más.
14 de noviembre: San Lucas 18,1-8.
Hoy el evangelio dice: Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia.
Y pienso: En la intensidad de mi súplica Señor para que me liberes de las relaciones tóxicas donde mi alma se formó. Plantas enfermas y discapacitadas fueron el hogar donde mi fruto maduró; te ruego con toda mi fuerza que ese pasado no me atrape más y que sea solo presente y futuro para alabarte y ayudar a los demás.
Oremos: Enséñanos Señor a rezar con fe e insistencia para no renunciar jamás a la certeza de tu protección y conducción existencial. Tú conoces todo y sabes a dónde debemos llegar; muéstranos los pasos uno a uno para no agobiarnos y poder continuar con alegría y con paz.
15 de noviembre: San Mateo 25,14-30
Hoy el evangelio dice: Llegó luego el que había recibido un solo talento. ‘Señor, le dijo, sé que eres un hombre exigente: cosechas donde no has sembrado y recoges donde no has esparcido. Por eso tuve miedo y fui a enterrar tu talento: ¡aquí tienes lo tuyo!’. Pero el señor le respondió: ‘Servidor malo y perezoso, si sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido, tendrías que haber colocado el dinero en el banco, y así, a mi regreso, lo hubiera recuperado con intereses. Quítenle el talento para dárselo al que tiene diez, porque a quien tiene, se le dará y tendrá de más, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes’
Y pienso: En la tentación permanente de “guardarme” lo que soy por temor al mundo y a sufrir un daño mayor por manifestar tu creación en mi singularidad y expresión. Señor dame la fuerza y la libertad para florecer con alegría y con paz.
Oremos: Haznos Señor servidores fieles y esforzados, desplegando y multiplicando todos los dones y talentos que nos has encomendado administrar. Que sepamos sacar provecho para el mundo y para ti de lo que pusiste en cada unidad para aportar a la globalidad de tu concierto eterno y universal.
16 de noviembre: San Lucas 18,35-43
Hoy el evangelio dice: El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ¡ten compasión de mí!». Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
Y pienso: En cómo despejar de mi cabeza todas esas voces que me quieren callar mi grito de salvación. El ego con todo su canon de expectativas y mandatos me tiene ciega de vergüenza y sólo atino a gritar. Que mi fe me salve amado Señor porque sé que, al dañarme, daño también tu corazón.
Oremos: Oye nuestros gritos, amado Señor, para que podamos ver tu rostro y bondad. Para que sepamos vernos a nosotros mismos como tu nos miras y que no nos hagamos más daño queriendo ser lo que no somos aun a cuestas de traicionar tu proyecto de amor. Ten compasión, te lo rogamos por favor.
17 de noviembre: San Lucas 19,1-10
Hoy el evangelio dice: Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Y pienso: En lo mucho que necesito elevar mi corazón sobre la multitud de voces que lo quieren achacar y subirme al sicomoro para poder ver tu rostro y recibir tu salvación y libertad. Que no me importe lo que otros puedan murmurar; también soy hija amada del padre y tengo derecho a ser en plenitud.
Oremos: Señor, despeja las multitudes psíquicas que nos distraen y no nos dejan encontrarnos contigo para convertirnos a la verdad. Dispón los sicomoros del alma que nos permitan elevarnos, anticiparnos y ordenar nuestro modo de relacionar de modo que la salvación nos llegue y la podamos compartir con los demás.
18 de noviembre: San Lucas 19,11-28.
Hoy el evangelio dice: El primero se presentó y le dijo: ‘Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más’. ‘Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades’.
Y pienso: En la adicción que producen las grandes hazañas, proyectos y desafíos de la vida versus los pequeños actos cotidianos y pequeños que vivimos. Ser fiel en ellos es quizás el mayor amor a ti Señor, ya que no hay recompensa visible ni tampoco resultados extraordinarios que vanagloriar.
Oremos: Haznos servidores fieles a tu amor Señor. Que nos liberemos verdaderamente de qué hacemos y cómo lo hacemos y que nos ordenemos diaria y amorosamente por el por qué lo hacemos y que éste, no sea más que amar(te) y servir(te) con todo el corazón.
19 de noviembre: San Lucas 19,41-44
Hoy el evangelio dice: Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos. Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes.
Y pienso: En la impotencia de tu llanto y me conmueve tu dolor que también es mío cuando siento la cerrazón de tantos al amor. ¿Será que la destrucción y la muerte son el paso previo a la resurrección? ¿no hay otro camino de redención? Sólo pido tu protección mi Dios.
Oremos: Frente a tanta violencia y destrucción, haznos creativos en el diálogo y en la colaboración. Frente a la miseria y polarización regálanos esperanza y perdón. Frente a la injusticia y el dolor, blíndanos con fuerza y capacidad de contención. Ayúdanos por favor.
20 de noviembre: San Lucas 19,45-48
Hoy el evangelio dice: Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones»
Y pienso: En dónde encontrar el látigo de cuerdas para poder expulsar también a todos los vendedores que han ocupado el templo de mi cabeza, agobiándolas con voces que no son las tuya Señor y que me debilitan de mi misión de amor.
Oremos: Danos la fuerza amado Dios para acallar las voces que nos tironean el alma y venden nuestro valor por céntimas de atención. Que sólo tu música amorosa nos envuelva el corazón dándonos la certeza que buscamos en el mercado y en la conmiseración de otros que nos hacen sentir peor.
21 de noviembre: San Lucas 20,27-40.
Hoy el evangelio dice: “Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
Y pienso: En lo mucho que perdemos energía tratando de comprender la eternidad. Nos supera infinitamente ya que apenas tomamos una pizca de lo que es el Amor y su dinámica relacional. Es una danza maravillosa que ya podremos disfrutar; pero lo único que no podemos hacer es intentarla controlar.
Oremos: Bendícenos Señor con vida abundante, hinchándonos de alegría y plenitud para danzar a tu alrededor. Eleva nuestros entendimientos para comprender mejor cómo funciona la lógica del amor, que rompe todas las leyes y la lógica de la división. Que así sea, al menos hoy.
22 de noviembre: San Mateo 25,31-46
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Y pienso: En esa imagen tan maravillosa de tu trono y la corte celestial mostrando todo tu poder y bendición. Sólo me nace una reverencia y contemplación eterna de todo lo que mana de ti como una cascada sin fin de amor. Haz que hoy me llegué un rayito dorado como anticipo de tu salvación.
Oremos: Acércanos tu reino Señor. Haznos, hermanos empáticos y activos en el servicio y en el amor, reparando toda la injusticia y la violencia que imperan hoy. Que sepamos ser instrumentos de paz y unión, aliviando el dolor y la enfermedad de la polarización. Mándanos tus ángeles para nuestra protección.
23 de noviembre: San Lucas 21,1-4.
Hoy el evangelio dice: Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.
Y pienso: En tus ojos Señor levantando la vista y mirándome directo al corazón observando lo que llevo y lo que doy. Ayúdame a darte todo y a confiar en tu Providencia y protección, en especial soltar aquello que me duele, lo que aferro y lo que me da temor. Creo Señor, pero aumenta mi fe.
Oremos: Despiértanos Señor del engaño de creer que somos dueños de algo como para poder retenerlo a nuestro antojo o cuidar nuestra posesión. Todo es tuyo y por eso sólo cabe la gratitud y el gozo mientras dure tu plan de amor. Pon y saca lo que quieras de nuestro corazón y de nuestras vidas porque tu conoces lo que es mejor.
24 de noviembre: San Lucas 21,5-11
Hoy el evangelio dice: Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin». Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.»
Y pienso: Que pareciera que ya llegó el tiempo de un nuevo reino de amor. Vivo rodeada de signos de destrucción y división y eso sólo puede ser el anticipo maravilloso de tu venida mi Dios. ¿Qué hacer con el sufrimiento y la muerte propia y la de alrededor? Sólo contar con la certeza de la resurrección y que estás conmigo de sol a sol.
Oremos: Guárdanos Señor Santo en una cápsula de protección que nos permita vivir en el mundo y vivir su transformación siendo indiferentes al miedo y al dolor. Sólo así podremos ser embajadores de tu misión, desenredándonos de la incertidumbre y siendo esperanza para nuestros hermanos que sufren aflicción.
25 de noviembre: San Lucas 21,12-19
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Y pienso: En cómo hoy se me atraviesan muchos pensamientos que me detienen, miedos que me persiguen, emociones que me llevan a juicios muy duros contra mi ser y cómo doblego lo que soy frente al poder que a otros yo misma les doy. Todo esto lo entiendo como un modo de templar mi carácter y aprender a desplegar toda mi musculatura espiritual. Dame fuerza y sabiduría mi Dios.
Oremos: Amado Jesús, ayúdanos a dar testimonio de ti amando en todo momento a pesar de las tribulaciones o juicios internos y externos que nos atacan sin parar. Necesitamos de tu inspiración para que prendas el fuego diariamente en nuestro corazón, de modo que nos arrimemos a ti y contemos siempre con tu protección.
26 de noviembre: San Lucas 21,20-28.
Hoy el evangelio dice: Los hombres desfallecerán de miedo por lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.
Y pienso: En cómo ser parte activa y entusiasta de ese tiempo que ya llegó. Es tiempo de transformación profunda y ofrezco todo lo que soy para irradiar tu amor. Pero por lo mismo, te pido amado Señor, no enredarme en los miedos ni perderme en el dolor interno ni el de mi alrededor. Tú lo sabes todo y conoces de dónde vengo y a dónde voy.
Oremos: Te pedimos Dios por los más frágiles para que no sufran en demasía las consecuencias del modo de relación de los que lideran el mundo y su obsesión por el control. Que, frente a la destrucción, al sufrimiento y la transformación que vivimos, ellos sientan tu protección y bendición siendo los primeros y no los últimos en la salvación.
27 de noviembre: San Lucas 21,29-33.
Hoy el evangelio dice: Jesús hizo a sus discípulos esta comparación: «Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol. Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.
Y pienso: En cómo las cosas son al tiempo que tu designas Señor y que ningún fruto se puede madurar por más apuro que tenga yo. Sólo paciencia para no tener que saborear el amargo o acidez de un fruto al que le falta tiempo y dulzor. Muéstrame tú mi amado Dios el mejor tiempo y ocasión.
Oremos: Bendícenos Señor con la sabiduría para reconocer los signos de los tiempos y ponernos a disposición de tu plan de amor con eficacia y pasión. Haznos partícipes de esta revolución amorista para que cambie pronto la faz de la tierra y que seamos hermanos de corazón.
28 de noviembre: San Lucas 21,34-36
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra”.
Y pienso: En lo aturdida que a veces soy sufriendo por lo efímero y preocupándome por el hoy, cuando todo lo que permanece es tu amor y su irradiación. Haz por favor que en cada exceso vuelva a la sensatez y que, en cada vergüenza que sienta te vuelva a ver.
Oremos: En la revoltura de estos tiempos necesitamos una rama a la que aferrarnos Señor. Todo se mueve en un constante temblor; danos firmeza para seguir la intuición y no angustiarnos en el remolino ni evadirnos en la distracción. Sabemos que se viene el tiempo de parto y queremos estar atentos a tan bella parición.
DIALOGANDO CON EL EVANGELIO
Ciclo B
Día 1: San Marcos 13,33-37.
Hoy el evangelio dice: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tengan cuidado y estén prevenidos, porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o por la mañana.
Y pienso: En la vida que me diste al encarnar y me dejaste como portadora de ella hasta que la vuelvas a buscar. No siempre reconozco bien mi tarea y sé que me he perdido en mi peregrinar. Espero que mi paso a la vida eterna demore un poco más de modo que pueda tener mi conciencia más desenredada y que toda mi energía sea para amar(te) y servir(te) nada más.
Oremos: Despiértanos cada día Señor porque somos flojos de corazón. Se nos olvida a qué hemos venido y el origen de nuestro don. Cachetéanos si es necesario y échanos agua en el rostro para despabilarnos de tanta distracción absurda y confusión.
Día 2: San Mateo 4,18-22
Hoy el evangelio dice: Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
Y pienso: En esos paisajes de Galilea contemplando tu caminar lleno de dulzura y autoridad; sé que también me hablaste y me invitaste a seguirte y no me pude negar. ¿Cómo no adherirse como un imán al Amor en plenitud que, lejos de rechazarme, me viene a buscar y confía en mi pequeñez para salir a pescar?
Oremos: Amado Jesús, vuelve a caminar en las orillas de nuestra vida para poderte contemplar. Que escuchemos tu llamado y que sepamos reconocer en ti nuestro porqué fundamental: amar y ser amados. Esta es la única vida de verdad y tú eres el maestro de humanidad que nos la vino a enseñar.
Día 3: San Lucas 10,21-24.
Hoy el evangelio dice: Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: «¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!».
Y pienso: En lo mucho que te quiero ver; poder estar contemplando tu ser, escuchando tus palabras, cooperando en tu servicio y siguiéndote en tu caminar. Sin embargo, lo que más anhelo es mirarte a la cara y poderte abrazar, fundiendo mi ser en tu maravilloso misterio para comprender todo lo que hoy no soy capaz de tomar.
Oremos: Concédenos Señor la gracia de ver y oír todo lo que hoy nos quieras mostrar y hablar. Estamos atentos a tu presencia y no nos queremos desviar. Sólo te pedimos que insistas una y otra vez en manifestarte, porque estamos ciegos y sordos con la mundanidad.
Día 4: San Mateo 15,29-37.
Hoy el evangelio dice: Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque podrían desfallecer en el camino».
Y pienso: En tu corazón conmovido por nuestras necesidades Señor. Siempre atento a alimentarnos el cuerpo y el alma para poder seguirte sin desfallecer. A pesar de la incredulidad del mundo, tú haces lo imposible posible y a eso me aferro hoy con toda la fuerza de mi corazón.
Oremos: Danos el pan Señor para que tengamos la fuerza para seguir peregrinando a pesar de nuestras inseguridades y miserias. Danos también el pescado para que en este caminar sepamos disfrutar unos con otros el milagro de estar vivos y vivir en comunidad, sin distinción de sexo ni edad: sólo círculos de amor dispuestos a amar y servir a la humanidad.
Día 5: San Mateo 7,21.24-27.
Hoy el evangelio dice: Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca.
Y pienso: En las lluvias que he recibido, en los vientos que normalmente arrecian y en los torrentes internos que me desbordan y quiero estar aferrada a ti Señor; vivir anclada a tu corazón para que nada me haga dudar de mi valor y de tu amor y que mi causa “amorista” tiene tu inspiración.
Oremos: Señor tu roca está cubierta de nuestros escombros y basura y nos cuesta asirnos a ella cada vez más. Sabemos que estás, pero no cavamos con profundidad en el día a día, y se nos esfuma rápidamente la paz cuando el clima comienza a empeorar.
Día 6: San Mateo 9,27-31.
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David». Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron y él les preguntó: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?». Ellos le respondieron: «Sí, Señor».
Y pienso: En mi grito de súplica Señor para que puedas sanar la ceguera de los que me causan dolor y ni siquiera son conscientes de su acción. Lleguemos a casa los dos para que obres tú el milagro de abrir su corazón y que vean lo que veo yo.
Oremos: Ten piedad de nosotros Señor, ciegos de nacimiento por tantas heridas y desamor. Creemos en ti y en tu poder de salvación y prometemos guardar silencio de tus milagros si así lo deseas por un bien mayor. Que así sea, por favor.
Día 7: San Mateo 9,35-38.10,1.5a.6-8
Hoy el evangelio dice: «Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.»
Y pienso: En las tareas encomendadas por ti y cómo resuenan en mi corazón, partiendo por ser yo la primera oveja que se descarrió. Al verme alejada de ti, se me enfermó el alma, se me murió la libertad, la lepra de del desamor me empezó a afectar y los demonios a torturar. ¡Cómo después de haber recibido tanto amor de tus manos, no lo querría compartir con los demás!
Oremos: Gracias Señor, amado y cuidadoso pastor, que no escatimas esfuerzos por irnos a buscar, para sanarnos, liberarnos y podernos redimir y proteger del mal. Hemos recibido todo de ti y anhelamos compartir todo eso con la humanidad. Que así sea.
Día 8: San Marcos 1,1-8
Hoy el evangelio dice: Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos, así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre.
Y pienso: En cómo con profunda humildad me siento adherida a tu misión amado Juan. También he vivido en un desierto interior y muchas veces me he alimentado de langostas, pero también de mucha miel silvestre que me hacen hoy poder empatizar con mis hermanos/as y llevarlas suavemente a las manos de Dios.
Oremos: Bendice Señor a todos los que anhelamos anunciarte a pesar de nuestra humilde vestimenta y condición. Queremos anunciarte a todo pulmón y generar una verdadera revolución amorista para que tu reino llegue a todos y todo con su paz y salvación. ¿
Día 9: San Lucas 5,17-26.
Hoy el evangelio dice: Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, desde el techo, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús.
Y pienso: En cómo buscar salidas para la salvación de nuestras enfermedades relacionales cuando todo parece acabado. Habrá que subirse al techo con creatividad y sabiduría para poder bajar a nuestras heridas con otros ojos y poder reencontrarnos delante de tu Señor.
Oremos: Sánanos Señor de todo aquello que no nos deja caminar en paz. Desátanos de esa camilla eterna que no nos deja ser y perdónanos por las faltas que podamos haber cometido contra nosotros mismos o los demás tratando de gatear.
Día 10: San Lucas 1,26-38
Hoy el evangelio dice: También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».
Y pienso: En aquellas entrañas estériles incapaces de concebir y/o cuida la pequeñez y fragilidad de la vida y del amor. Para ti no hay imposibles Señor; te ruego y suplico que concibas un hijo nuevo en ellas para que puedan ver nacer un nuevo modo de relación.
Oremos: Bendice Señor con tus milagros a todos aquellos corazones que se hicieron estériles al cuidado y la protección de otros por su propia historia de desolación. Visítalos con ternura y gesta en ellos un nuevo modo de relación de modo que podamos amar y servir sin tanto conflicto y división.
Día 11: San Mateo 11,28-30
Hoy el evangelio dice: Jesús tomó la palabra y dijo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.»
Y pienso: En lo oportuno que eres con tu ofrecimiento tan bello y lleno de amor. Ciertamente estoy afligida mi Dios, cansada de luchar por ser quien soy, pero cargando todas mis intenciones y anhelos en ti, siento un alivio y una renovación de fuerzas para seguir que rejuvenecen mi interior.
Oremos: Haznos Señor ayudantes tuyos en esta misión tan necesaria para el mundo de hoy: aliviar corazones de su cansancio y aflicción como ovejas sin pastor. Enséñanos a ser pacientes y mansos para buscar los pequeños signos de resurrección en medio de la desolación y anunciarlos a todo pulmón.
Día 12: San Mateo 11,11-15
Hoy el evangelio dice: Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente, y los violentos intentan arrebatarlo.
Y pienso: En el misterio de aquellos que optan por negar el amor en sus vidas; tapan el sol con su mano y optan por el camino de la violencia y la destrucción. ¿Es sólo consecuencias de sus heridas o también hay elección?
Oremos: Te pedimos Señor por todos aquellos que creen que la violencia es la forma de resolver la violencia y acrecientan el daño y la división de la sociedad. Te pedimos templanza y mansedumbre para poder comprender su complejidad y no dejar desanimarnos con su maldad.
Día 13: San Mateo 11,16-19
Hoy el evangelio dice: ¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!’. Porque llegó Juan, que no come ni bebe, y ustedes dicen: ‘¡Ha perdido la cabeza!’. Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras».
Y pienso: Cómo hay quienes que por angas ni por mangas logran abrir su corazón al amor infinito que nos ofrece tu corazón. Escudados en su ceguera no conocen aún el gozo de dar(se) para recibir multiplicado en fecundidad y critican toda postura que lo lleve a confrontar su realidad. Sólo te pido Señor fuerza para continuar.
Oremos: Despierta por favor, Señor los corazones de tantos que están dormidos en el paradigma de la individualidad y la falsa autoridad, para que conozcan el gozo de la vida en toda su diversidad. Que en las lágrimas o la alegría sepan reconocer tu modelo de relación como canal a la felicidad de todos y no sólo su propio mirar.
Día 14: San Lucas 1,39-48
Hoy el evangelio dice: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
Y pienso: En lo mucho que bendigo tu presencia en mi vida amada madre Virgen María. Qué habría sido de mi sin tu intercesión amorosa y oportuna, pero tan silenciosa y prudente que ni siquiera tomé conciencia de tu amor. Hoy que te veo y salto de gozo, te ruego que te quedes por favor.
Oremos: Amada Madre del Cielo, abrázanos con fuerza y contención. Nos sentimos a la deriva y sin calor en el corazón. Todo se derrumba y la crisis nos hace tambalear la fe en la promesa del Señor. Tú que sabes de fe, inyéctanos a la vena tu sabiduría y paciencia para ser dignos hijos tuyos, instrumentos del amor.
Día 15: San Juan 1,6-8.19-28
Hoy el evangelio dice: «¿Quién eres tú?». El confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías». «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Y pienso: En cómo contestar esa pregunta, ¿Quién soy? ¿Soy acaso un atado de sufrimientos y una víctima resiliente que aún necesita reparación? ¿Soy acaso una tremenda mujer, llena de tu espíritu y capaz de aliviar e inspirar a mi alrededor? ¿Soy un fraude capaz de anunciarte, pero no sentirme digna de entrar yo?
Oremos: Ayúdanos Señor con toda tu fuerza a integrar lo que somos para que seamos fieles instrumentos de tu amor. Que las heridas se transformen en perlas y que las obras confirmen nuestra pertenencia a tu corazón, emanando alegría y paz interior.
Día 16: San Mateo 21,23-27
Hoy el evangelio dice: Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo, para decirle: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te ha dado esa autoridad?».
Y pienso: En porqué se empecinan los hombres en desafiar la autoridad. ¿Por qué debe venir de alguien famoso o ser validada por un dato o universidad? Me enfurece la verdad, ya que la autoridad del Amor viene sólo de ti Señor, pero no tengo evidencias que mostrar.
Oremos: Haznos astutos como tú Señor para saber qué contestar cuando nos quieren atrapar algunos por su falta de fe y generosidad. Que sepamos escabullirnos como serpientes sin ser aplastadas, para que cuando estemos seguros, volemos como palomas y sigamos sembrando paz.
Día 17: San Mateo 21,28-32.
Hoy el evangelio dice: Jesús les dijo: «Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios. En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él».
Y pienso: En cuánto me cuesta creer en tu amor y vivir en paz de corazón con mi pasado y lo que soy. Abrázame fuerte para que vuelva el calor a mi corazón y que las esquirlas de hielo que me torturan se derritan frente a tu presencia gracias a la oración compartida con devoción.
Oremos: Regálanos Señor la alegría que necesitamos para creer en ti y arrepentirnos de todo aquello que nos aleja de ti, en especial el individualismo y la violencia que acarrea. Que seamos testimonios de tu salvación ofreciendo nuestras miserias, pecados y fragilidad con humildad.
Día 18: San Lucas 7,19-23.
Hoy el evangelio dice: Entonces respondió a los enviados: «Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo!».
Y pienso: En lo feliz que anhelo ser dejándome que tomes completamente mi vida y mi ser. Que yo no sea motivo de tropiezo para tu actuar en mí, enturbiando tu mirada con mis pesares e inseguridades. Amado Señor sáname para ser libre y poderte seguir a dónde quieras ir.
Oremos: Señor Jesús sana nuestros ojos para mirar y mirarnos siempre con amor a nosotros mismos, a los demás y a la creación. Fortalece nuestras piernas para caminar firmes en la construcción del Reino y purifica nuestras lepras del corazón. Haz que oigamos tu voz en nuestro interior y que podamos resucitar todos a una nueva vida, más humana y respetuosa de la casa que se nos prestó.
Día 19: San Mateo 1,1-17
Hoy el evangelio dice: Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
Y pienso: En la sorpresa de conocer el nombre de tus abuelos Jesús. Tata Jacob y Joaquín, me parecen de una ternura que me sobrecoge el corazón. Le pido a ellos y a mis propios abuelos que me sostengan en la fe y que me libren de la tentación de renunciar a lo que soy.
Oremos: Amados ancestros que nos precedieron. Ustedes vivieron tanto o más que nosotros la complejidad de la vida y su condición. Envuélvanos en su manto de sabiduría y protección, pero sobre todo irradien bendiciones, fuerza y ternura para poder hacer bien la transición que ahora a nosotros nos toca para la futura generación.
Día 20: San Mateo 1,18-24
Hoy el evangelio dice: Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.
Y pienso: En la obediencia maravillosa de San José que fue capaz de seguir todos tus designios Señor aún cuando fueran contra la lógica del mundo, sus propias creencias y su honor. Sólo confianza y docilidad a la promesa del ángel por amor. Que así sea en mi también, por favor.
Oremos: Ayúdanos a seguir las voces del corazón que se manifiestan en sueños y en la vigilia para mostrarnos tu voluntad Señor. Que no nos debiliten las lógicas del mundo y sus resultados y que seamos valientes para seguir adelante aún sin tener evidencias de lo que debemos lograr.
Día 21: San Lucas 1,5-25.
Hoy el evangelio dice: Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: «No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios.
Y pienso: En lo mucho que me desconciertan y atemorizan algunos mensajes angélicos Señor. Sé que debo creer y tener fe que el “hijo” que está por nacer será un motivo de orgullo y gozo para mi corazón, pero hoy parece un imposible y sólo pido fuerza y confianza en “la buena noticia” que llegó.
Oremos: La verdadera fe es puesta a prueba en los momentos de mayor abandono e indefensión. Sólo cuando nuestros recursos se agotan, puedes actuar tu Señor. Confiamos en tu poder y protección para que reviertas el mal por bien y salgamos a flote del naufragio mayor.
Día 22: San Lucas 1,26-38
Hoy el evangelio dice: María dijo al Ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El Ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.
Y pienso: En la importancia de cuestionar lo que se nos dice con paz, sobre todo cuando no le encontramos la lógica y nos desconcierta en modo radical. Preguntarle a Dios su voluntad es parte de nuestra libertad y de su ternura para contestar.
Oremos: Queremos ser tus siervos Señor, pero concédenos el derecho de dialogar contigo con libertad para poder adherirnos mejor a tu voluntad, aunque apenas comprendamos un pedacito de la totalidad. Que eso nos baste para vivir con alegría y con paz.
Día 23: San Lucas 1,39-45.
Hoy el evangelio dice: María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Y pienso: En el vínculo bendito de los primos y primas que nos has puesto en el camino Señor. Qué bendición su llamado, su visita, la ternura que nos podemos prodigar sin los celos ni las competencias de los hermanos; sólo gratuidad, complicidad y amor.
Oremos: Por todos aquellos que son primos y primas (sanguíneos o no), los primeros en el amor y que a lo largo del peregrinar celebran y acompañan nuestros pasos con hermosa y silenciosa fidelidad. Son los amigos que tú nos elegiste para no claudicar y por ello agradecemos su vida y su presencia celestial.
Día 24: San Lucas 1,46-56.
Hoy el evangelio dice: María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.
Y pienso: En que quizás alcanzaste a estar en el nacimiento de San Juan, tu sobrino, aunque nadie te nombró en los evangelios como invitada principal. Qué privilegio tenerte, amada madre de Dios y madre mía, tan cerca y tan silenciosa a lo largo de toda mi vida que apenas noté tu cuidado y protección. Hoy te pido que te manifiestes por favor.
Oremos: Bendita madre del cielo envíanos tu capacidad de servicio y obediencia al Señor. Que no nos desesperemos frente a la incertidumbre y el cambio que se instaló; que salgamos de nuestro ombligo y ayudemos con ternura a quienes necesitan con urgencia la fuerza del amor.
Día 25: San Lucas 1,57-66
Hoy el evangelio dice: Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Y pienso: En la importancia de recuperar el nombre que me designaste al crearme Señor. Al obedecer tu voluntad y escribirlo en la pizarra de la vida para que todos los demás lo vean, recupero también el habla y puedo alabarte con libertad. Que tu mano sobre mí me permita obrar el bien y amar sin límites ni temor a fracasar.
Oremos: Amado San Juan, desde tus inicios en la vida, tu presencia impactó a la sociedad. Ayúdanos también a ir impactando a nuestros hermanos/as con alegría, con esperanza, con consuelo, sabiduría, buen humor y libertad; son los mejores regalos para preparar el alma para el AMOR con toda su majestad.
Día 26: San Lucas 2,1-14
Hoy el evangelio dice: De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre». Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!».
Y pienso: En cómo puedo sumarme hoy a esa multitud para contemplar tus maravillas Señor. Cantar con mi voz a todo pulmón para que crea todo el mundo en la bendición de tu encarnación que rompe todo paradigma de poder y figuración. Sólo los pequeños y sencillos puede unirse al reino del Amor…
Oremos: Permítenos Señor alabarte con nuestras miserias, temores, traiciones y dudas de tu presencia en el mundo de hoy. Sin embargo, nuestra esperanza y amor son más fuertes que cualquier contradicción, pero si desafinamos en el canto, tennos misericordia y tómanos con buen humor, ya que somos aprendices de tu profunda transformación.
Día 27: San Juan 1,1-18.
Hoy el evangelio dice: Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Y pienso: En lo inconsciente que vivimos de esta verdad. La sabemos, la hemos leído y escuchado, pero poco ha logrado encarnarse en nuestro modo de vivir y relacionarnos con los demás: Tú Señor has sido desde siempre y te encarnaste para enseñarnos el poder inefable del amor.
Oremos: Te alabamos amado Señor por venir hacia nosotros y vivenciar la humanidad con su agridulce sabor. Perdónanos por no reconocerte y por muchas veces distorsionar el paradigma que nos viniste a enseñar.
Día 28: San Mateo 10,17-22
Hoy el evangelio dice: A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.
Y pienso: En la infinidad de veces en que siento que soy llevada a los jueces por hablar de ti y tu modo de relación. He dudado, me he doblado de temor, pero poco a poco voy adquiriendo valor. Te pido Espíritu Santo que hagas fuerte mi testimonio y que me regales paz en el corazón.
Oremos: Señor, derrama sobre nuestros corazones la convicción de sabernos protegidos por tu amor; sobre nuestras mentes la inteligencia y la mansedumbre para dar testimonio tuyo sin temor; bálsamo sobre nuestro cuerpo para que las heridas recibidas no se infecten con nuestro dolor. Somos uno; aumenta nuestra fe por favor.
Día 29: San Lucas 2,22-40.
Hoy el evangelio dice: El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Y pienso: En cómo al nacer nuevamente en el Espíritu, debemos recorrer lo que fue tu vida Señor: el desvalimiento profundo y desolador, la contención de los más sencillos y ninguna ostentación para luego ir lenta y pacientemente aprendiendo a reconocerte en nuestro interior, llenándonos de sabiduría y gracia en sencillez y amor.
Oremos: Amado Dios, hoy lloramos como recién nacidos anhelando tu nutrición y protección. Nuestro pesebre es evidente y la oscuridad de la noche nos abraza sin pudor. Danos tu luz para recuperar la esperanza y el pan de cada día para perseverar en este camino y crecer como tú lo hiciste, con sencillez y tu gracia en el corazón.
Día 30: San Mateo 2,13-18.
Hoy el evangelio dice: Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.
Y pienso: En cómo cuidar a mi niña de aquellos que enfurecidos y ciegos de su misión esencial la quieren aplastar y matar para que se rinda a la lógica actual, sobre todo las propias voces que dudan de su valor y veracidad. Fortaléceme, Señor y hazme resistir sin renunciar.
Oremos: Cuida Amado Dios a todos los niños y niñas heridas que nos habitan y que quieren vivir en plenitud y libertad. No dejes que mueran a merced del mundo sin descubrir tu rostro y su verdad. Son bellos, buenos y amados; ayúdalos y protégelos para que crezcan con alegría y paz.
Día 31: San Lucas 2,22-35.
Hoy el evangelio dice: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos».
Y pienso: En qué quisiste decir Señor con esta frase final… ¿Será que podremos ser y hacer en una sola línea sin temer ni dudar? ¿Será que nos haremos transparentes unos a otros a través de tu modo de relacionar? ¿Será que mis propios pensamientos más íntimos empiezan a manifestarse y me rasgan el corazón con su verdad?
Oremos: Amar y servir como tú Señor es un signo contra cultural que nos empuja a ir contra corriente de todo lo aprendido y lo “normal”. Ayúdanos a caminar con fuerza por el sendero que nos mostraste, aunque valga oprobios, soledad y la incomprensión de los demás. Somos tuyos, pero acompáñanos al andar.
Día 32: San Lucas 2,22.36-40
Hoy el evangelio dice: Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Y pienso: En las mujeres, en su existencia, sus luchas, su misión y su profunda vocación al servicio, al amor y a la oración. Cuídanos, Señor a cada una en el complejo y misterioso camino de llegar a ser fieles a lo que somos y no temer miedo a mostrarlo y aportar complementando con nuestra mirada a la creación.
Oremos: Te pedimos Señor por todas las mujeres que a lo largo de la historia y especialmente hoy han sido sometidas por la fuerza y han sido víctimas de la violencia y la indefensión. Protégelas y empodéralas para que sean conscientes de su don y que lo aporten al mundo sin temor.
Día 32: San Juan 1,1-18
Hoy el evangelio dice: La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre.
Y pienso: En el infinito e inefable poder que tiene lo que pensamos, decimos, callamos, creemos para configurar nuestra vida y felicidad. A veces las palabras se tejen torcidas o se cuelan algunas que nos hacen mal quitándonos la alegría y la paz de vivir. Ilumina Señor las palabras que tejo para que sean sólo bendición y luz para irradiar.
Oremos: Tamiza Señor todas las palabras que nos habitan para sacar de nosotros todas aquellas que nos debilitan, que hacen daño y que languidecen a la totalidad. Escribe y recítanos palabras bellas para poder tejer un mundo lindo y que envuelva a todos con amorosidad.
Día 33: San Lucas 2,16-21.
Hoy el evangelio dice: Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón.
Y pienso: En tu silencio contemplativo de la vida, María, mamá de mi corazón. Todos hablaban, celebraban, repetían las historias, alababan a tu hijo y tu en silencio total que estremece mi corazón. Dame tu sabiduría para saber mirar, amar, empatizar y hablar solo cuando sea necesario para poner en el centro a Dios.
Oremos: Amada Virgen María, eres el claro testimonio de que menos, es más; de que a mayor silencio, más podemos aportar; a mayor servicio, más reciprocidad; a mayor sabiduría con lo humano, más nos acercamos a la divinidad; a mayor entrega y confianza, más alegría y paz.
Día 34: San Juan 1,19-28
Hoy el evangelio dice: «¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió. Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Y él les dijo: «Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías».
Y pienso: En la misma pregunta para mi hoy: “Soy el eco de un arroyito de agua fresca que se abrió camino en medio de la aflicción. En sus orillas crecieron flores silvestres y se alimenta un picaflor. Si alguien bebe de mi encontrará ternura, empatía y dulzor”.
Oremos: Ayúdanos Señor a descubrir quiénes somos, nuestro porqué y vivir conforme a esa misión. Que no nos engañemos con las luces del mundo y que seamos capaces de ver la que habita en nuestro interior. Que así sea por favor.
Día 35: San Juan 1,1-18
Hoy el evangelio dice: Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y pienso: En que efectivamente en las palabras se esconde todo el poder de la creación, en especial en aquellas que nos decimos a nosotros mismos, repitiendo lo que alguien nos dijo o lo que formó nuestra percepción. Todo aquello que nos decimos en silencio se transforma en un grito en nuestro ser, dándonos la vida o la misma condenación.
Oremos: Purifica todas aquellas palabras que nos decimos a nosotros mismos Señor, para que sean buenas, bellas y verdaderas, como recién salidas de tu corazón. Que todas aquellas que nos enjuician, condenan y nos hieren, queden fuera del léxico para nuestra salvación.
Fiesta de la Epifanía Mateo 2:1-12
Hoy el evangelio dice: Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.
Y pienso: En el largo viaje que he debido hacer para poder encontrarme contigo. A veces la luz de tu estrella se desvanece y camino perdida, pero vuelve a aparecer en el horizonte y retomo con ánimo y fuerza el peregrinar hacia adentro de mi alma para poderte contemplar y amar.
Oremos: Oremos por todos aquellos que están tan encandilados en las luces del mundo que son incapaces de ver tu estrella brillar. Que cierren sus ojos y que vean la luz verdadera que trae la paz, un modo de relación amorosa y la convivencia armónica en la diversidad.
Día 36: San Juan 1,35-42.
Hoy el evangelio dice: Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Y pienso: En la invitación a seguirte a esta hora de mi vida… Son mis cuatro de la tarde y tengo hasta la medianoche para convertir todo lo que he sido en ti. Dejarme transformar por tu mirada y encontrarme contigo, sin más desvíos, confusión y sufrir. Dame las fuerzas porque sola no sé cómo seguir.
Oremos: Amado Señor Jesús, sabemos donde vives: tu domicilio está en lo simple, en la naturaleza, con los humildes, los pacíficos, los mansos, los con alma de niños, los que aman y juegan sin fin. Vives en la autenticidad, en la gratuidad, en el servicio a los demás. Vives en el Reino donde anhelamos habitar.
Día 37: San Juan 1,43-51.
Hoy el evangelio dice: Natanael le preguntó: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?». «Ven y verás», le dijo Felipe. Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».
«¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».
Y pienso: En el privilegio de conocer personas sin doblez, personas donde puedo hacer hogar y compartir lo que soy con mi vulnerabilidad sin temor a ser dañada. Son pocas, pero cuando las encuentras es como un tesoro para celebrar y aparecen en los lugares y circunstancias que menos podemos esperar.
Oremos: Haznos personas honestas, acogedoras, bondadosas y confiables Señor, para que otros se puedan adherir a nuestras almas sin temor y armar sus hogares en nuestro corazón. Que nuestra fragilidad sea un instrumento para encontrarnos y jamás un escudo para defender o dañarnos.
Día 38: San Mateo 2,1-12
Hoy el evangelio dice: Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra.
Y pienso: En la pequeña luz que veo brillar dentro de mi y que me guía en medio de la oscuridad al encuentro contigo Señor y con nuestra madre que tanto necesito. Que no pierda la fe y que cada día pueda encontrar la fuerza para seguir redescubriendo mi pesebre para rendirte homenaje y ser consciente de que vives aquí.
Oremos: Mantén encendida Señor la estrella de nuestra esperanza y fe en que tú conduces nuestros caminos Señor. Que los Herodes del camino no nos desvíen de nuestra patria y que caminemos alegres y libres al encuentro final.
Día 39: San Mateo 4,12-17.23-25.
Hoy el evangelio dice: Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías.
Y pienso: En cómo cuando todo se pone adverso, bien nos viene estar a la orilla del Mar. Tú me das tu ejemplo Señor y cómo cerca de la inmensidad puedo retomar fuerzas para continuar en la misión sin agonizar. Al contrario, sanarme contigo para sanar a muchos más.
Oremos: Bendito sea el mar que creaste Señor, para abrazarnos sin parar. Bendita sea la brisa salada para consolar nuestras lágrimas sin notar. Benditas sean las aves del cielo y las creaturas del mar que nos muestran que también estamos en viaje hacia las alturas y hacia nuestra profundidad. Bendito seas Señor por regalarnos este lugar donde nos encontramos con tu rostro y lo podemos contemplar.
Día 40: San Marcos 6,34-44
Hoy el evangelio dice: Él les ordenó que hicieran sentar a todos en grupos, sobre la hierba verde,
y la gente se sentó en grupos de cien y de cincuenta. Entonces él tomó los cinco panes y los dos pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. También repartió los dos pescados entre la gente.
Y pienso: En la belleza que me evoca la escena de tu presencia Señor en medio de tantos hambrientos, sentados en la hierba verde del campo, esperando que tu poder abra sus corazones y se multiplique el amor de hermanos y bajé el dolor. Eso mismo espero para mi y para tantos hoy…
Oremos: Haznos sentar en círculos sobre la hierba verde Señor; es le único modo de volver a encontrarnos, unidos a ti y a la creación, para recordar que somos hermanos y que de la colaboración surge la abundancia y la verdadera saciedad del corazón.
Día 41: San Marcos 6,45-52.
Hoy el evangelio dice: Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Y pienso: En cómo tu actitud Señor me ayuda también a mí: retirarme, elevar mis pensamientos, conversar contigo y así, tener la fuerza al “bajar” para caminar sobre el mar de emociones que a todos nos ahogan, sin “enganchar” pasando de largo con alegría y paz.
Oremos: Enséñanos Dios nuestro a confiar. Que el mar de incertidumbre no nos haga hundirnos en el temor y cansarnos sin propósito, resistiendo el viento actual. Tú caminas por sobre todo ello y podemos dejarnos llevar con entrega absoluta a lo que vendrá.
Día 42: San Marcos 1,7-11
Hoy el evangelio dice: Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección.»
Y pienso: En cómo al salir de las profundidades de las aguas que me han mantenido oculta a mi misma, escucharé tu voz Señor diciéndome que me amas y que he sido predilecta tuya desde mi creación. No sabes cuánto me llena de esperanza e ilusión, recibir tu bautismo amoroso mi Dios.
Oremos: Todos vivimos por muchos años sumergidos en palabras, creencias, traumas y vivencias que son anclas para la plenitud de tu don. Señor, por favor, libéranos y conviértenos con tu bautismo poderoso y vitalizador para que todos seamos capaces de escuchar tu voz expresándonos tu amor y predilección.
Día 43: San Marcos 1,14-20.
Hoy el evangelio dice: Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y pienso: En cuánto yo quiero seguirte mi amado Señor. Ayudar en enganchar almas al mensaje del amor, sin embargo, aún estoy enredada en mis redes y necesito tu intervención. El pasado me atrapa y lo anhelo liberar para seguirte a donde quiera que me desees llevar.
Oremos: Desenreda los nudos Señor que nos atrapan en una maraña de creencias y dolores que huelen mal. Queremos seguirte y eso implica dejar todo lo viejo atrás: lo que fuimos, nuestro egos y roles no sirven de nada. Sólo ir livianos y descalzos para poder seguir tu tranco sin vacilar.
Día 44: San Marcos 1,21-28.
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre. Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da órdenes a los espíritus impuros, ¡y estos le obedecen!».
Y pienso: En cómo el silencio exterior y sobre todo el de mi mente es la clave para asumir la autoridad necesaria para echar aquellos demonios que me quitan la paz y la alegría de vivir el hoy. Enséñame tú Jesús por favor y que de un alarido salga todo lo que me dañó.
Oremos: Ayúdanos Señor a hacer silencio para callar todas las voces que nos alejan del amor, la confianza, la esperanza y la capacidad de jugar como niños con el barro y el sol. Que volvamos a hacernos pequeños para dejarnos apapachar por tu gracia y protección.
Día 45: San Marcos 1,29-39
Hoy el evangelio dice: Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él. Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Y pienso: En las claves que hoy me das para mi sanación: primero no dejar hablar a los demonios de mi interior y silenciar todos sus discursos orando nada más. Si dialogo contigo y con tu paso en mi vida, no les presto atención y se aburren de molestar.
Oremos: Sana nuestros espíritus Señor, enfermos de tantos demonios que hablan cosas feas sobre nosotros mismos, que nos debilitan y quitan la paz. Queremos sólo hablar contigo y escuchar todo el amor que nos quieres prodigar. Que así sea, al menos hoy para podernos recuperar.
Día 46: San Marcos 1,40-45
Hoy el evangelio dice: Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Y pienso: En el profundo anhelo que tengo de que puedas conmoverte con la lepra que arrastro en la piel de mi alma y puedas purificarla con tu mano tierna y santa. Me pongo de rodillas ante ti y te ruego que hagas este milagro para vivir sólo en ti, para ti y contigo hoy y siempre.
Oremos: Te suplicamos Señor que te conmuevas ante nuestros corazones afligidos y hambrientos de amor y validación. Todos padecemos esta lepra invisible e intensa que nos separa y nos lleva al dolor. Purifícanos y comparte con nosotros tu alegría y bendición.
Día 47: San Marcos 2,1-12.
Hoy el evangelio dice: Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».
Y pienso: En tu poder Señor… Puedes sanar el cuerpo, el alma y transformar todo lo existente en una mejor realidad que nunca he visto. Calla a los escépticos que me habitan y haz tu milagro para que me pueda levantar y caminar en libertad.
Oremos: Te glorificamos Señor porque de tu poder venimos y a él nos queremos entregar porque eres un padre/madre que sólo buscan nuestra plenitud y felicidad. Apártanos de las voces que no creen y aumenta nuestra fe para poder testimoniar y evangelizar con tu amor a la humanidad.
Día 48: San Marcos 2, 13-17
Hoy el evangelio dice: Jesús, que había oído, les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”
Y pienso: En que justamente tú me has venido liberar de todos aquellos aspectos enfermos que me habitan, sin juzgarlos ni condenarlos sino abrazarlos y poderlos contemplar para sanar. Comer con ellos puede ser la mejor forma de reconocerlos, ver qué me dicen y poderlos integrar.
Oremos: Sana Señor esa costumbre tan nuestra de cortarnos por pedazos interiormente sin poder integrar aquellas sombras y heridas que nos acompañan desde muy temprana edad. Enséñanos a compartir con ellas para recuperarnos de la “gravedad” con que nos hemos diagnosticado y conquistar la paz.
Día 49: San Juan 1,35-42
Hoy el evangelio dice: Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios». Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
Y pienso: Qué privilegio Señor verte pasar… Cómo no seguirte si todo en ti emana amor y santidad. Siento tu aroma y oigo tu risa al hablar y no puedo no seguirte a dónde me quieras llevar. En medio de la incertidumbre, tu eres mi brújula y mi paz.
Oremos: Pasa Señor por nuestras vidas una y otra vez hasta que logramos reconocerte y seguirte sin dudar. Queremos ser tus discípulos y amar como tú amas, pero nos tienes que salvar de nuestra ceguera y miedo estructural. Son tantas los motivos para perdernos, que necesitamos tu norte y tu voz para andar.
Día 50: San Marcos 2,18-22.
Hoy el evangelio dice: Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande.
Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!».
Y pienso: En que cuando nacemos nuevamente en el Espíritu, no podemos volver a los malos hábitos del pasado que nos hacían sufrir y crear infiernos para los demás. Quién permanece contigo Señor, sólo puede amar y servir porque ya no hay espacio para pensar o actuar conscientemente mal.
Oremos: Haz Señor que haya más partos en la humanidad: Hombres y mujeres que nazcan de nuevo y puedan vivir libres del ego y lo temporal. Sólo en el amor y en el servicio se da la verdadera felicidad, que es eterna y abundante, transformando la propia vida y la de los demás. Que así sea.
Día 51: San Marcos 2,23-28.
Hoy el evangelio dice: Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le dijeron: «¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»
Y pienso: En tu maravillosa libertad y sabiduría para lidiar con las cosas del mundo priorizando el amor y la relación como lo fundamental. Señor, enséñame a ser más libre para “tomar” las espigas que me ofrezca la vida sin prejuicios ni mandatos que me quiten la paz.
Oremos: Amado Señor, alimenta nuestros corazones hambrientos de aceptación, afecto y atención; danos esas espigas del camino que alegran el alma para seguir en misión. Que no nos detengan las normas del mundo que han olvidado su razón y que todo vuelva a ordenarse de acuerdo con el Amor.
Día 52: San Marcos 3,1-6
Hoy el evangelio dice: Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano». El la extendió y su mano quedó curada.
Y pienso: En tus miradas Señor. Casi siempre llenas de ternura, sabiduría y amor, pero en esta ocasión no te queda otra que la rabia y la desolación al ver tanta tontera alrededor. Regálame tu libertad para ser y hacer de acuerdo con el Amor y no depender de la opinión del resto para su aprobación.
Oremos: Señor, extendemos nuestras manos hacia ti para que nos sanes de toda tontera y división. Muchos acaparan y se atrincheran en posiciones de poder creyéndose dueños de la verdad, entristeciendo tu mirada y causando tu indignación. Perdónanos a todos y ablanda nuestro corazón.
Día 52: San Marcos 3,7-12.
Hoy el evangelio dice: Entonces mandó a sus discípulos que le prepararan una barca, para que la muchedumbre no lo apretujara.
Porque, como curaba a muchos, todos los que padecían algún mal se arrojaban sobre él para tocarlo. Y los espíritus impuros, apenas lo veían, se tiraban a sus pies, gritando: «¡Tú eres el Hijo de Dios!». Pero Jesús les ordenaba terminantemente que no lo pusieran de manifiesto.
Y pienso: En ese modo de acción tan sencillo, oculto y austero que siempre quisiste mantener Señor. Que nadie conociera tu poder, que eras el Hijo de Dios. Cuando me tienta la vanagloria y el reconocimiento exterior, calmo mi sed sabiendo que el Amor opera en lo íntimo y pequeño de cada corazón.
Oremos: Haz Señor que vivamos siempre en lo pequeño, en lo sencillo, en lo oculto de las luces del éxito y la ostentación. Que nuestro hogar sea cuna de fecundidad y sanación para todos los que se acerquen, pero siempre sabiéndonos instrumentos de tu don. Nada es nuestro; todo es tuyo mi Dios.
Día 53: San Marcos 3,13-19.
Hoy el evangelio dice: Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.
Y pienso: Sé que me has querido junto a ti Señor, pero para eso debo “subir” la montaña de mis pensamientos una y otra vez, elevarlos y purificarlos y así, poder salir a predicar tu amor y tener el poder para expulsar los demonios.
Oremos: Elígenos Señor para estar a tu lado e institúyenos como tus más cercanos por favor. Sólo apegados a tu corazón podremos aprender tu modo de relación e irradiar tu amor para expulsar los demonios que quieran alejarnos de esta gracia de ser hijos y hermanos tuyos Señor.
Día 54: San Marcos 3,20-21
Hoy el evangelio dice: Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado».
Y pienso: En el dolor de tu corazón Señor al ver que tus propios parientes desconocían tu don. La decepción por su tontera y la impotencia de convertirlos al amor, como sí lo hizo la muchedumbre que te siguió, es una espada para ofrecer al Padre Dios y fortalecer aún más la misión.
Oremos: Te ofrecemos Señor todo el sufrimiento que causa la impotencia de la no conversión de los más cercanos a nuestro corazón. Danos paciencia y fe para soltar los resultados y confiar en que tú conoces sus procesos y los nuestros y tienes un maravilloso plan de amor.
Día 55: San Marcos 1,14-20.
Hoy el evangelio dice: Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia».
Y pienso: En cómo me resuenan tus palabras Señor en mi corazón: mi tiempo se ha cumplido y ya debo convertirme sí o sí de que me habitas y sostienes todo lo que vivo y lo que soy. Sólo de esa certeza puedo encontrar la anhelada paz y felicidad que anhelo para mí y los de mi alrededor.
Oremos: Conviértenos Dios nuestros en seres capaces de dialogar en nuestra diversidad; que dejemos las peleas y violencias, transformándolas en herramientas de una nueva humanidad. Que el buen humor nos aliviane la carga y que la gratitud nos acompañe en el andar.
Día 56: San Marcos 16,15-18
Hoy el evangelio dice: Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán».
Y pienso: En cuánto anhelo todos esos dones mi amado Señor. Hablar las lenguas que me permitan hacerme entender en cada corazón de acuerdo con su historia y condición; que no me hagan daño las serpientes con que se puedan resistir a tu amor y que se curen de su enfermedad.
Oremos: Guárdanos Señor en tu regazo mientras nos reponemos del cansancio y el agobio que causa la cerrazón de algunos a tu modo de relación. Haznos nanai en el alma para saber que no actuamos mal y arrúllanos con ternura para apaciguar el dolor que nos causan sus arrebatos por favor.
Día 57: San Lucas 10,1-9
Hoy el evangelio dice: Al entrar en una casa, digan primero: ‘¡Que descienda la paz sobre esta casa!’. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Y pienso: En lo complejo que es vivir tu indicación Señor. Muchas veces voy con todo el amor y la paz a tocar un corazón y este me devuelve gritos con virulencia y dolor todo lo que se le dio. Ayúdame a asumir esa discapacidad ofreciéndote mi sufrimiento ya se suma al que tu viviste en su máxima expresión.
Oremos: Haz Señor que descienda la paz sobre nuestros corazones y que nada nos la quite por favor. Necesitamos una tregua para reponer fuerzas y sanarnos de las heridas que la guerra nos causó. Cuídanos las espaldas mientras dormimos por favor.
Día 58: San Marcos 4,1-20.
Hoy el evangelio dice: «¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mientras sembraba, parte de la semilla cayó al borde del camino, y vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno rocoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemó y, por falta de raíz, se secó. Otra cayó entre las espinas; estas crecieron, la sofocaron, y no dio fruto. Otros granos cayeron en buena tierra y dieron fruto: fueron creciendo y desarrollándose, y rindieron ya el treinta, ya el sesenta, ya el ciento por uno». Y decía: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!».
Y pienso: En lo mucho que yo me desespero por controlar dónde caen las semillas y los resultados que pueda observar. Enséñame, Jesús a liberarme de las respuestas que mis actos y palabras puedan provocar, ya que no son mías en verdad, sino sólo un reflejo de lo que tu me encargaste sembrar con mi singularidad.
Oremos: Danos Señor la sabiduría para seguir sembrando sin mirar atrás. Que cada uno se haga responsable de su tierra y cosecha y nosotros sólo nos dediquemos a servir y amar. Ya mucho nos cuesta hacernos cargo de nuestra propia siembra para juzgar a los demás.
Día 59: San Marcos 4,21-25
Hoy el evangelio dice: Jesús les decía: «¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse.
Y pienso: En cómo muchas veces la luz de la vida, el brillo de mis ojos se apaga, se esconde y se marchita debajo de los pensamientos feos de soledad, desamor y desesperanza. Elévame por favor y que sea nuevamente un faro consciente de tu presencia y mi misión.
Oremos: Despeja Señor nuestras desesperanzas y alivia nuestras incertidumbres para poder ser faros de luz amorosa y tierna que iluminen el camino de salvación. Las aguas están muy revueltas y es fácil naufragar; pero amarrados a ti nada nos puede pasar.
Día 60: San Marcos 4,26-34.
Hoy el evangelio dice: Y decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga.
Y pienso: En cómo tú vas conduciendo todo para bien Señor, aun cuando yo no entienda, no vea o sufra por las piedras del camino. Tú vas construyendo el reino del Amor, de mi plenitud y de la libertad que tanto anhelo en mi corazón.
Oremos: Regálanos confianza amado Señor para saber que todo lo bueno está creciendo en medio de la oscuridad. Como toda vida nueva, aún es pequeño y no se puede observar, pero debemos esperar con paz en el alma y seguir peregrinando con alegría y fraternidad.
Día 61: San Marcos 4,35-41.
Hoy el evangelio dice: Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?». Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!». El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Y pienso: En cómo a veces las olas de la vida me empiezan a llenar de agua el bote de mi aguante y pienso que estás durmiendo y me torturo en la soledad y el miedo temiendo naufragar. Sin embargo, ahí estás y más temprano que tarde manifiestas tu amor y calmas mi tempestad.
Oremos: Las aguas están muy movidas Dios nuestro y necesitamos que “despiertes” en nosotros la fe y la confianza de que todo está en tus manos y que sólo debemos remar mar adentro diciendo sí a todo y a todos los que nos puedas enviar. Que así sea y que la calma nos consuele sin parar.
Día 62: San Marcos 1,21-28.
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús lo increpó, diciendo: «Cállate y sal de este hombre». El espíritu impuro lo sacudió violentamente y, dando un gran alarido, salió de ese hombre.
Y pienso: En cómo insistes Señor en sacar de nuestras mentes todo lo que nos aleja de ti y nos hace daño, envolviéndonos en la violencia, la rabia y la desesperanza. Dame la autoridad para ser dueña de mi misma y que ningún mal espíritu me pueda doblegar.
Oremos: Ay Señor, tan antiguo y vigente lo que nos tratas de enseñar: qué voces seguimos y cuáles debemos callar y expulsar de nuestras vidas para no sufrir más. Es tan evidente y complejo nuestro modo de relacionar que sólo con el poder de tu amor lo podemos mejorar.
Día 63: San Marcos 5,1-20.
Hoy el evangelio dice: Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, ¿el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!». Porque Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu impuro!”. Después le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». El respondió: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos». Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Y pienso: En cuánto identifica este relato todo lo que sucede en mi interior. Hay un espíritu impuro, que viene del punto de mi ser que se murió y me hace daño feroz a pesar de todos los intentos de mantenerlo dominado. Son muchos los malos pensamientos que me torturan por eso me postro ante ti Señor para que me liberes y me permitas una reconciliación.
Oremos: Sálvanos Señor de los infiernos que nuestras historias y mentes han edificado en nuestro interior. Muchas veces no los podemos dominar y nos causan profundo dolor. Lánzalos al acantilado y ayúdanos a disfrutar la vida con alegría y ser fuentes de vida para nuestro alrededor.
Día 64: San Lucas 2,22-40
Hoy el evangelio dice: Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel».
Y pienso: En la anhelada paz que he buscado toda mi vida… Señor sé que me abrazas y que me tomas como a un niño con ternura e incondicionalidad; sólo que dudo y temo de lo que soy y de lo que he vivido hasta acá. Sáname y prodiga paz en mi alma para poderte alabar.
Oremos: Señor tú eres la fuente de la paz; sólo en ti podemos reposar nuestras heridas y dejarnos abrazar. Tú eres el hogar anhelado que todos buscamos y erramos en el peregrinar. Tú eres nuestra alfa y omega, ayúdanos a recordar para ser fieles hijos tuyos e irradiar lo que es urgente en la humanidad.
Día 65: San Marcos 6,1-6
Hoy el evangelio dice: ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?». Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: «Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa». Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos.
Y pienso: En cuán relevante es mi fe como ingrediente para poder sanarme y ser lo que vine a ser en plenitud y felicidad. Tú Señor ya has dispuesto todo, tienes todo el poder y el interés, pero si yo me niego a él, nada puedes hacer. Quiero creer; aumenta mi fe.
Oremos: Creer en el amor como fuerza de transformación es un salto cuántico para la lógica y la razón: ¡Cómo algo tan “simple” y conocido puede ser la fuente de nuestra salvación! Por eso los que te conocían dudaron y rechazaron tu don. Pon tus manos Señor sobre nuestras cabezas y renuévalas por favor.
Día 66: San Marcos 6,7-13.
Hoy el evangelio dice: Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas.
Y pienso: En la austeridad que exige tu misión llevando sólo el bastón del amor; ni pan que alimente nuestro ego, ni alforja para guardar nuestros logros, ni dinero para creernos poderosos… Sólo las sandalias de la humildad y la túnica de la paz. Que así sea Señor mío, aunque me cueste una enormidad.
Oremos: Libéranos Dios nuestro de tanta necesidad de validación, seguridad y medios para peregrinar. Todo aquello nos hace peso y nos quita la paz, pero a la vez dudamos y lo anhelamos desesperados para andar. Somos frágiles y nos falta fe; necesitamos de tus ángeles para poder continuar.
Día 67: San Marcos 6,14-29.
Hoy el evangelio dice: Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le aseguró bajo juramento: «Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella fue a preguntar a su madre: «¿Qué debo pedirle?». «La cabeza de Juan el Bautista», respondió esta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: «Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
Y pienso: En las mil fuerzas oscuras que bailan en nuestras decisiones y acciones tentándonos al mal: el deseo, el orgullo, el miedo, la intriga, la violencia, la seducción, la soberbia, el qué dirán, el poder y cuántas cosas más. Señor, no nos dejes caer porque nos costará la cabeza y mucho más.
Oremos: Protégenos Señor de todas las fuerzas del mal que, aun conociendo el bien, nos hacen tropezar. Que seamos capaces de oír la verdad y cambiar lo que hemos errado y reparar. Sólo así podremos ser profetas como Juan y ser consecuentes hasta la muerte si nos llega a tocar.
Día 68: San Marcos 6,30-34.
Hoy el evangelio dice: Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Y pienso: En cuánto anhelo que te compadezcas de mi Señor, ya que, aun teniéndote en mi interior, a veces me nublo y me siento como una oveja sin pastor. Balo y busco pastos de mayor verdor, pero me pierdo, me canso y me enredo en los arbustos alrededor. Me hago presa fácil de las fieras que recorren mi corazón y necesito tu voz.
Oremos: Manifiesta tu poder Señor con tu llamado y tu bastón. Somos ovejas perdidas, descarriadas y temerosas de los aullidos de lobos alrededor. Cálmanos y arrúllanos con tu ternura de madre para poder ser dignos discípulos tuyos y no más una carga para la misión.
Día 69: San Marcos 1,29-39.
Hoy el evangelio dice: Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba hablar, porque sabían quién era él.
Y pienso: En estar esperando esa fila de gente al atardecer para recibir tu amor y tu sanación. Mi paciencia es infinita y mi ilusión gigante; cómo no esperar como una niña llena de emoción ese momento en que saques mis demonios, cures mis males y me puedas abrazar.
Oremos: Bendice Señor a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que han sido dañados por la vida y esconden males y demonios que sólo tú puedes callar y sacar. Que se haga tu voluntad erradicando el odio y la violencia que destruye lo que ha costado tanto edificar. Que así sea.
Día 70: San Marcos 6,53-56.
Hoy el evangelio dice: En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados.
Y pienso: Cómo en todos los ámbitos de la vida como las enfermedades sociales, las divisiones familiares y en las dolencias personales, si te rogamos que nos toques y nos dejamos empapar por tu modo de relación amorosa, todo se sana y podemos queremos y construir en paz.
Oremos: Te rogamos Señor que vengas a nuestras ciudades, plazas, campos y casas para que podamos al menos tocar el manto de tu amorosidad. Sólo así podremos entendernos y enriquecernos con nuestra diversidad y dejarnos de hacernos daño por pura inseguridad.
Día 71: San Marcos 7,1-13
Hoy el evangelio dice: Él les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
Y pienso: En tu indignación al ver la ceguera y tontera humana en tan burda condición. Siempre nos entrampamos en tradiciones que en su tiempo tuvieron su razón, pero no nos ordenamos de acuerdo con el único principio que es el amor. Ayúdame, Señor a ser libre de las leyes humanas y escuchar sólo tu voz.
Oremos: De tanto echar polvo del mundo en nuestras vidas se nos olvidó su razón; provéenos, Dios nuestro la inteligencia para revisar y transformar todo lo que nos alejó de tu corazón. Somos seres de costumbres y tradición, pero muchas veces estas nos encierran y hacen un daño mayor. Que nuestro único filtro sea el amor en toda su manifestación.
Día 72: San Marcos 7,14-23.
Hoy el evangelio dice: Luego agregó: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».
Y pienso: En la claridad de tus palabras Señor que me hacen ver todo lo que nos habita y ensucia nuestro corazón con pensamientos y dolor. Seguir echándole la culpa al resto, al exterior, es sólo victimización infantil que debemos superar para poder servir y amar en paz. Bien nos vendría un purgante que exorcizara todo lo que nos hace mal.
Oremos: Ayúdanos a madurar nuestra fe Señor para que aprendamos a purificar nuestro espíritu antes de que nos gane la enfermedad. Que la mera tentación nos haga orar con mayor intensidad de modo que limpie y espante todo aquello feo e impuro que podamos gestar por nuestra debilidad.
Día 73: San Marcos 7,24-30.
Hoy el evangelio dice: En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. Él le respondió: «Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros». Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos».
Y pienso: En lo empoderada de esta mujer, que admiro desde el fondo de mi ser. Ella fue capaz de no sólo dialogar contigo Señor, sino hacerte cambiar de opinión por su fe y necesidad. Lo mismo hago yo hoy para pedirte que te apiades de mi y me saques los demonios que aún me molestan quitándome la paz.
Oremos: Insistimos Señor que nos sanes, aunque no seamos dignos de tu amor ni salvación. Sabemos que somos pecadores, mal agradecidos y tendemos siempre al odio y la división, pero por favor cambia de opinión y ten misericordia de estos cachorros que lamemos tus pies con fervor.
Día 74: San Marcos 7,31-37.
Hoy el evangelio dice: Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.
Y pienso: En que abrirnos implica soltar el control; dejar de estar rígidos y fluir libremente con la vida sin temor. Dejar que penetre todo lo tuyo Señor y que bailes en nuestra alma ordenando todo nuestro modo de relación tan dañado por el mal y la tentación.
Oremos: Señor ayúdanos a abrir los oídos para escuchar solo tu voz de amor hacia lo que somos y tu creación; soltar nuestra lengua para que no se entrampe en el dolor y que sólo nos digamos palabras de bendición. Que así sea, es urgente por favor.
Día 75: San Marcos 8,1-10
Hoy el evangelio dice: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos». Los discípulos le preguntaron: «¿Cómo se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?».
Y pienso: En lo lejos que vengo siguiéndote mi Señor. Desde mi más tierna infancia tu presencia me enamoró, pero ciertamente hay días en que no tengo qué comer y mi alma desfallece si tengo que volver al pasado que dejé. Contra toda lógica humana sáciame en medio del desierto que a veces me toca recorrer.
Oremos: Bendice Señor todos los alimentos que realmente nutren nuestro ser. Danos los panes de la amabilidad y generosidad para que todo lo que somos y tenemos lo podamos compartir y multiplicar y que los peces de la alegría y la paz reinen en nuestras mesas y en nuestro hogar a pesar de la diversidad.
Día 76: San Marcos 1,40-45.
Hoy el evangelio dice: Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Y pienso: En cómo pedirte más ayuda mi amado Señor para que me sanes de la lepra que enferma mi alma y lo que soy. Me arrodillo suplicando que purifiques todos los miedos que no me dejan ser, sentir y pensar de acuerdo con tu plan de amor.
Oremos: Ya vendrán oraciones llenas de alegría y bendición, pero hoy nos arrodillamos suplicantes pidiendo tu purificación llenos de aflicción. No somos lo que realmente anhelas, petrificados de temor. Sálvanos para ser instrumentos de tu amor.
Día 77: San Marcos 8,11-13.
Hoy el evangelio dice: Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: «¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo». Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla.
Y pienso: Con vergüenza las muchas veces que te he pedido signos de tu presencia Señor. Tantas oportunidades que he rogado por confirmaciones que validen mi posición. Perdona mi inseguridad y ve en ella sólo el temor de alguien que busca incansablemente tu amor.
Oremos: Amado Señor, permítenos ver la infinita cantidad de bendiciones que tenemos en esta vida y a nuestro alrededor. Estamos rodeados de abrazos, de besos, de gracias abundantes que develan tu poder y amor. Sólo que somos ciegos y necios de razón. Enséñanos tus códigos y tennos paciencia por favor.
Día 78: San Marcos 8,13-21.
Hoy el evangelio dice: Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida.
Y pienso: En la distancia abismal que existe entre lo que a ti te preocupa Señor y lo que ocupa a la inmensa mayoría de la humanidad, ciertamente enceguecida por “obtener su pan”. Siento tu dolor e indignación erupcionando en mi interior como si fuese tu mismo corazón. Ayúdame a enseñar de tu amor sin renunciar.
Oremos: Ayúdanos Señor a tener en nuestras mentes lo que importa de verdad. Que no crezca el mal ni la cizaña de hacernos pensar y obrar mal. Sabemos que en todo el resto tú proveerás, pero danos fuerza y sabiduría para peregrinar en medio de tantos que aún no ven ni oyen nada de tu verdad.
Día 79: San Mateo 6,1-6.16-18
Hoy el evangelio dice: Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Y pienso: En la austeridad que nos propones y cuánto me cuesta en realidad. Mis ayunos, limosnas y oración a veces generan una procesión interna que me cuesta no transparentar. Lavaré mi rostro y perfumaré mi cabeza para que nadie note lo que vivo y pueda recibir tu abrazo al final, pero dame fuerza para continuar.
Oremos: Sálvanos Señor del maldito demonio del qué dirán; esa prisión absurda y seductora que nos hace tanto mal; siempre queriendo obtener la aceptación y superioridad cuando justamente el camino hacia ti va en el sentido opuesto y no lo podemos integrar.
Día 80: San Lucas 9,22-25.
Hoy el evangelio dice: Después dijo a todos: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?
Y pienso: En lo mucho que he querido renunciar a la cruz que me tocó cargar. Sin embargo, hoy me siento orgullosa de perseverar con ella ya que veo cómo de ella surgen brotes de vida y esperanza que me dan alegría y paz.
Oremos: Bendice Señor las cruces que a cada uno nos toca llevar y que las aceptemos con sabiduría y resiliencia para peregrinar reconociendo que es el peso justo para ejercitar nuestro espíritu y desplegar todo nuestro potencial y misión al encarnar.
Día 81: San Mateo 9,14-15.
Hoy el evangelio dice: Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?». Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Y pienso: En la alegría de disfrutar de tu presencia mi amado Jesús manifestada en la creación, en mis vínculos más queridos y también en mi corazón. Quiero nutrirme de todo tu amor y bendición para los días de desolación.
Oremos: Ensénanos Señor a ayunar de todo aquello que nos encierra en la rigidez de una norma que no contemple la persona y el amor. Calla aquellas voces que nos impiden disfrutar de tu presencia y celebrar como corresponde tu vida y salvación. Tu ya estás con nosotros, para siempre, en nuestro corazón.
Día 82: San Lucas 5,27-32
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan».
Y pienso: En la buena noticia que hoy me das. Viniste por mi y por tantos que padecemos enfermedades del cuerpo y sobre todo del alma, aprendiendo a integrarnos y a superar nuestra fragilidad. Somos pecadores y humildemente nos acercamos a ti llenos de esperanza y emoción.
Oremos: Ayúdanos Señor a armar hospitales del alma donde todos los que sufrimos enfermedades nos podamos recuperar con tu paciencia, cuidados y amor. Somos tan frágiles, necios, tontos en nuestro modo de relación, que agradecemos tu venida y tu salvación.
Día 83: San Marcos 1,12-15.
Hoy el evangelio dice: En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo servían.
Y pienso: En ese tiempo de lucha, de tentaciones, demonios y bendiciones y gracias. Es requisito ese desierto si queremos ser lo que realmente estamos destinados a ser y tener el fuego interior para poder vencer el mal y llenarnos de amor irradiándolo a todo y a todos sin podernos limitar.
Oremos: Acompáñanos Señor en la lucha contra los demonios y las tentaciones que nos quieren desviar de nuestra plenitud y felicidad. Las fieras son fuertes, pero salen despavoridas frente al amor puro y la legión de ángeles que siempre nos has enviado para cuidar.
Día 84: San Mateo 16,13-19
Hoy el evangelio dice: Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Y pienso: En la diferencia notable que percibo entre las palabras que tú me revelas con las que crea sólo mi mente e imaginación. Tus mensajes llegan con autoridad; se imponen sin poderlas negar; se saben certeras y llenas de bondad. Qué privilegio ser consciente de que hay una vocería del cielo que a veces me viene a visitar.
Oremos: Te pedimos hoy especialmente por nuestra Iglesia Señor, que se deje guiar por el Padre y no sólo por las cosas del mundo y las disputas que puedan albergar tantos hombres y mujeres en su diversidad. Tu eres la cabeza y sin ti no existiría más. Cuídala, renuévala e ilumínala para que responda a las necesidades urgentes de la humanidad.
Día 85: San Mateo 6,7-15.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Y pienso: En cuánto me conoces amado Señor. Has recorrido mi historia, conoces mis heridas y has implantado en mi corazón todos tus anhelos. Dame todo lo que necesito para cumplir la misión de ser tu hija y crecer al ritmo de tu creación.
Oremos: Haz Señor que nuestra vida sea una oración; ese constante diálogo para conocer tu voluntad y actuar conforme a ella sin dudar. Que tu compañía nos de paz, fuerza y sabiduría para actuar, siendo testigos silentes de que tu reino ya está.
Día 86: San Lucas 11,29-32.
Hoy el evangelio dice: Al ver Jesús que la multitud se apretujaba, comenzó a decir: «Esta es una generación malvada. Pide un signo y no le será dado otro que el de Jonás. Así como Jonás fue un signo para los ninivitas, también el Hijo del hombre lo será para esta generación.
Y pienso: En toda la maldad que hoy veo a mi alrededor, pareciendo que la humanidad es tragada por un monstruo de oscuridad. Sólo aumenta mi fe Señor, porque aún sabiendo que este dolor nos permitirá crecer en humildad y fraternidad, no me quita el temor a ser dañada.
Oremos: Protégenos Señor de todos aquellos que han optado por el reino del mal; que abusan de los más débiles y que no tienen vergüenza en destruir, robar y matar. Refúgianos en tu corazón de Padre para que podamos sobrellevar este tránsito y después salir a sembrar tu reinado de amor y hermandad.
Día 87: San Mateo 7,7-12.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
Y pienso: En la paz que te pido con súplicas y gritos para mi corazón, para mi tierra y para la humanidad. Paz que nos permita dialogar en nuestras diferencias y construir acuerdos nuevos para relacionarnos sin odio y con fraternidad.
Oremos: Te pedimos Señor que nos enseñes a transitar con alegría y con paz por esta transformación total de la humanidad. Que el miedo no nos impida avanzar y que sepamos reconocer tus señales para caminar con esperanza y paz.
Día 88: San Mateo 5,20-26.
Hoy el evangelio dice: Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Y pienso: En cómo siempre me confirmas Señor que lo más importante en la vida es el vínculo que nos une con todos y todo y que de su cuidado y mantención, depende nuestra salvación. Cualquier cosa que se interponga o interfiera en el flujo amoroso de relación, nos entrampa, nos enferma y nos lleva a la perdición.
Oremos: Purifica Señor todo el sistema de redes y vínculos que nos interconectan entre nosotros y la creación. Libera los nudos, destapa los tacos y haz que aumente el flujo amoroso que nos alimenta y mantiene vivos porque estamos al borde del infarto del corazón.
Día 89: San Mateo 5,43-48
Hoy el evangelio dice: Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Y pienso: En cómo insistes Señor en la importancia de ese vínculo que nos une a todos y con todo. Negarlo o no cuidarlo es perjudicar el propio cuerpo. Somos una unidad en diversidad de manifestación. Esa es la perfección del Padre/amor.
Oremos: Ayúdanos a amar Señor a aquellos que más nos cuestan y con los que no podemos calzar. No son obstáculos para nuestras vidas sino oportunidades para aprender y fortalecer el tejido que nos une como humanidad, pero qué complejo es en la cotidianeidad.
Día 90: San Marcos 9,2-10
Hoy el evangelio dice: Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Y pienso: En cuánto anhelo como Pedro quedarme en ese lugar contigo, sin que nada ni nadie de este mundo me aleje de tu luz y amorosidad. Lástima, Señor que siempre hay que volver a la realidad y seguir peregrinando en medio de sombras y en incertidumbre.
Oremos: Sabemos que estamos rodeados de ancestros, santos y ángeles que no podemos ver, pero que interceden a nuestro favor. Les pedimos a todos ellos y a ti, amado Dios, que transformes nuestras vidas, eleves nuestros pensamientos y podamos sentir tu predilección.
Día 91: San Lucas 6,36-38.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a sus discípulos: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.
Y pienso: En cómo lo que nos pides practicar exige elevarnos sobre la dimensión humana y racional. Nos estás revelando el tejido que nos une a todos sin excepción. Podemos afearlo y cargarlo con cuentas pendientes, venganzas y prejuicios o elevarlo y embellecerlo con misericordia, fraternidad y perdón.
Oremos: Aseméjanos a ti Señor para expandir nuestro corazón con misericordia, amorosidad y perdón. Somos dados a entramparnos entre nosotros por las cosas o por tener la razón, cuando lo único que importa es nuestra relación de hermanos que vivimos en un mismo hogar por ser hijos e hijas de Amor.
Día 92: San Mateo 23,1-12.
Hoy el evangelio: En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen ‘padre’, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco ‘doctores’, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado».
Y pienso: En esa bella y austera humildad que nos pides de nuestro servicio por tu reino Señor. Reconozco que me tienta la vanagloria y el que el mundo valide mis esfuerzos porque tengo un agujero de inseguridad en el alma que me daña en profundidad. Ayúdame a andar.
Oremos: Ayúdanos Señor a hacer el bien sin esperar que nos vean los demás. Bendícenos para nutrirnos sólo de tu alegría al sabernos hijos tuyos y discípulos del amor y de dar. Que sólo tu nos bastes para motivar nuestra generosidad y bondad hacia el mundo y los demás. Que así sea.
Día 93: San Mateo 20,17-28.
Hoy el evangelio dice: Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Y pienso: En lo complejo que nos resulta a todos ponernos en el último lugar. Siempre nos tienta el pódium y figurar, pero la felicidad se esconde justo al final, en el servicio y en el dar. Qué paradoja esa lucha que todos debemos librar. Danos la fuerza para vencer al mal.
Oremos: Amado Dios, enséñanos la forma de encarnar este mensaje tan fundamental. Aquí está la clave del nuevo reino que nos espera y debemos construir ahora ya. Ayúdanos también a asumir el dolor que significa esta austeridad, servicio y humildad.
Día 94: San Lucas 16,19-31.
Hoy el evangelio dice: Pero Abraham respondió: ‘Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán'»
Y pienso: En los infinitos mensajes, profetas y evidencias que me has dado para mi conversión, para entregarme definitivamente a la certeza de tu amor y mi valor. Aún así, hay días, como el de hoy, que toda mi fe se debilita y me envuelvo en el dolor. Perdóname, Señor y resucita nuevamente en mi para creer en todo lo que anhelo en mi corazón.
Oremos: Señor ayúdanos a ser ricos espiritualmente amando y sirviendo a todos los que nos presentes con solicitud y detención. Que no nos enredemos en las riquezas de este mundo y que comprendamos hoy el propósito que nos encarnó. Aseméjanos a Lázaro achicando el abismo que nos habita en nuestra lucha interior.
Día 95: San Mateo 21,33-43.45-46
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchen otra parábola: Un hombre poseía una tierra y allí plantó una viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia. Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos.
Y pienso: En que esta también es mi historia Señor y me estoy enredando con los frutos que te podré presentar. Me engañan las obras del mundo, los logros, los éxitos y hasta la red social. Ayúdame hoy a ser consciente que mi único fruto es amar y servir en todo lo que me das.
Oremos: Envíanos Señor a tu hijo una vez más. No ceses en tu misericordia y benevolencia a pesar de nuestra necedad, ceguera y falta de voluntad. No somos nada sin ti y nos creemos dueños y señores de todo; que paradoja existencial. Sólo tú nos puedes salvar.
Día 96: San Lucas 15,1-3.11b-32.
Hoy el evangelio dice: Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó.
Y pienso: En cuál de los roles de esta historia me identifica más hoy. El hijo arrepentido que quiere sentir nuevamente el hogar. El padre que se conmueve ante la miseria y arrepentimiento del que engendró o la vanagloria del hijo mayor. Supongo que soy todos ellos y necesito tu iluminación para zafar de lo pequeño de mi ego y hacer fiesta con tu predilección por una tan insignificante como yo.
Oremos: Señor, tu lo sabes todo y conoces lo que cada uno necesita para volver a casa el día de hoy. Arrepentimiento, humildad, gratitud, confianza, fortaleza o fe en tu voluntad puede que sean los alimentos para nuestro afligido corazón. Tu dispón la mesa, por favor, que vamos prestos a tu celebración.
Día 97: San Juan 2,13-25.
Hoy el evangelio dice: Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Y pienso: En cómo conoces Señor todo mi interior: sabes de mis necesidades y anhelos más profundos; también mis fragilidades y todos los “animales” que me habitan corrompiendo tu templo de amor. Sácalos fuera y renuévame con tu ternura para ser fiel a tu misión.
Oremos: Señor, tú que posees el poder del Amor renuévanos por dentro sacando todo lo que nos corrompe y aleja de tu corazón. Ayúdanos a aceptar que todo se nos venga abajo y que perdamos el control. Es el único camino para entrar en razón e iniciar la Re-Evolución Amorista con fuerza y pasión.
Día 98: San Lucas 4,24-30
Hoy el evangelio dice: Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Y pienso: En tu fortaleza amado Señor. Cómo eres capaz de hablar con la verdad y denunciar lo malo sin que nada te detenga, aún entre los tuyos que te desconocieron y quisieron despeñar. Yo soy tan cobarde y me asusto con cada piedra del camino, porque me falta fe y paz. Dámelas si es tu voluntad.
Oremos: En medio de las revueltas de la actualidad sé tú Señor una costa donde atracar nuestro barco y recuperar la fuerza y la paz. Sabemos que debemos ir mar adentro y navegar para llegar a transformar la humanidad, pero necesitamos un respiro… ¿Nos lo puedes dar?
Día 99: San Mateo 18,21-35
Hoy el evangelio dice: Se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Y pienso: En que el perdón que más me cuesta vivir es el propio, aceptando que he errado, que soy débil, compleja y que muchas veces actúo mal. No sé si es soberbia, inseguridad o una mezcla de ambas en gran toxicidad, pero te pido que me liberes de la tortura y que me ayudes a continuar sin ser más esclava de mi propia maldad.
Oremos: El perdón es el mejor regalo que nos das Señor. Permítenos abrirlo cada vez que necesitemos como niños frente a tu bondad que se derrama como chocolate sobre nuestras almas hambrientas de ternura, misericordia y reconciliación. Es la clave del reino; sin él no hay vida ni salvación.
Día 100: San Mateo 5,17-19.
Hoy el evangelio dice: El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Y pienso: En cómo enseñar mejor tus mandamientos Señor de modo que los demás quieran aprenderlos con motivación y no como una carga o una maldad paternal. Quiero ser una Amorista de verdad y entusiasmar a todos los que alcance a tocar con tus palabras de bondad.
Oremos: Ayúdanos Dios a entender que los mandamientos no fueron escritos para hacernos mal, sino para ayudarnos a convivir y estar en paz. Son los límites mínimos de la relación fraternal y filial que necesitamos para complementarnos y construir una nueva humanidad.
Día 101: San Lucas 11,14-23
Hoy el evangelio dice: Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra.
Y pienso: En mi propio reino, dividido en dos frentes que luchan entre sí. Mi ego herido se defiende de la luz que emana de ti Señor y saca sus peores armas para resistir: la tristeza, la soledad, el rechazo y la tentación de que no soy amada por ti. Ojalá se rinda y puedas vencer hoy. Lo anhelo de todo corazón.
Oremos: Amado Jesús libéranos de los demonios internos que tanto nos dividen, enmudecen y atemorizan para encarnar la verdadera fraternidad. No permitas que sigamos desparramando la vida, la tierra y tu amor por pequeñeces y avaricias sin razón. Tú puedes Señor. Danos paz. Te lo pedimos por favor.
Día 102: San Marcos 12,28b-34
Hoy el evangelio dice: El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios». Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».
Y pienso: En cómo se ordenan todos nuestros problemas si cumplimos tus mandamientos de amor. Todo lo tremendo se hace mínimo al verlo bajo el prisma de tu corazón ya que a lo único que hemos venido es a aprender a amarte, alabarte y ser faros de tu luz en medio del desencuentro y el dolor.
Oremos: Inspíranos Señor en cada encuentro para dar lo mejor al otro que necesita contención. Que olvidemos sus faltas y traición y tengamos misericordia de ese corazón que siente solo y sumido en el dolor. Que hagamos vista gorda a su falta igual como tú lo haces con las nuestras y seamos constructores de tu reino de paz y perdón.
Día 103: San Lucas 18,9-14.
Hoy el evangelio dice: El fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas”. En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’.
Y pienso: En cómo deambulo entre ambas voces en mi cabeza y me tienen agotada. Quién soy en realidad. Tú lo sabes Señor. Conoces mi alma y sus matices desde antes de venir acá. Por favor ordena mis luchas y regálame la paz para poder estar contigo y obrar de acuerdo con tu voluntad.
Oremos: Amado Señor tú conoces todos nuestros pecados y fragilidades; sabes qué los ocasiona y dónde se nos cuela el mal. Ayúdanos a ser humildes y pedir tu gracia para enmendar el camino y jamás caer en la soberbia sobre los demás. Somos un punto que palpita en el universo y tú solamente nos puedes iluminar.
Día 104: San Juan 3,14-21.
Hoy el evangelio dice: En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios.
Y pienso: En lo compleja que es nuestra mente y nuestro modo de discernir y actuar. Es como si viviésemos encandilados por las sombras, aunque sea una contradicción total. Añoramos la verdad, la luz y la bondad, pero nos enredamos en tinieblas y tropezamos sin parar. Ayúdanos, Dios a peregrinar…
Oremos: Señor haz que despejemos tu luz dentro de nuestros corazones oculta por necesidades, deseos y cosas que no nos dejan pensar ni actuar conforme a tu voluntad. Parecen brillar pero apenas al acercarnos desaparecen dejándonos en la completa oscuridad del alma y la desolación total.
Día 105: San Juan 4,43-54.
Hoy el evangelio dice: El funcionario le respondió: «Señor, baja antes que mi hijo se muera». «Vuelve a tu casa, tu hijo vive», le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y le anunciaron que su hijo vivía.
Y pienso: En cómo te pido también hoy que “bajes” a nuestra casa antes de que se muera de enfermedad, división, violencia y destrucción. Me dices que vuelva confiada en que está todo bien. Creo Señor, pero aumenta mi fe.
Oremos: Ayúdanos Señor a poner atención en toda la vida que nos rodea y no sólo en la destrucción; a percibir el aire fresco que viene y no solo la contaminación; a mirar la buena nueva y no sólo las noticias de perdición. Ábrenos los ojos a todos los signos evidentes de tu presencia y amor.
Día 106: San Juan 5,1-3.5-16
Hoy el evangelio dice: Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?». El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina».
Y pienso: En la multitud de enfermos del cuerpo y del alma que vivimos hoy bajo los pórticos de la humanidad. Yo al menos, quiero curarme y a veces siento que mi camilla es muy pesada para moverme a otro lugar, pero sé que tú voluntad es maravillosa y que estoy en proceso de caminar.
Oremos: Queremos sanarnos Señor de nuestro modo tóxico de relacionar. Queremos aprender a ser hermanos que conviven con respeto y amorosidad a pesar de nuestra diversidad. Queremos sanarnos de las reglas necias que nos impiden obrar el bien con libertad y nos limitan en crear tu reino de paz.
Día 107: San Juan 5,17-30.
Hoy el evangelio dice: Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: «Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace. Y le mostrará obras más grandes aún, para que ustedes queden maravillados.
Y pienso: En el tremendo privilegio que nos revelas, Señor de tener un Padre/Madre en diálogo constante, en mutuo apoyo y admiración; en reciprocidad amorosa y en bi unión. Bendícenos con la misma suerte y muéstranos la voluntad de Dios para cada uno en el día de hoy.
Oremos: Todas las creaturas estamos unidas a ti Señor por un cable de alta tensión; un cordón lleno de nutrientes por donde viaja tu amor y se escucha tu voz. Ayúdanos a despejar este canal de tanta basura que distorsiona la comunicación y regálanos la profunda esperanza que tanto necesitamos hoy.
Día 108: San Juan 5,31-47.
Hoy el evangelio dice: Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí.
Y pienso: En que si tú me habitas Señor también yo son testimonio de la Trinidad y las obras que realizo no me pertenecen, sino que son las que me encargaste realizar para darte gloria y poderte alabar. No necesito el testimonio de nadie más, solamente la certeza de que estás.
Oremos: Señor haznos ver la infinidad de bendiciones que cada día nos das. Haznos agradecer la vida y su variedad que nos desafía y nos permite evolucionar. Haznos creer en tu poder y conducción de la historia y que nada es más esperanzador que sabernos en tu corazón de Padre y Madre desde y por la eternidad.
Día 109: San Mateo 1,16.18-21. 24ª
Hoy el evangelio dice: Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados». Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado.
Y pienso: En lo poco que te conozco San José y cuánto añoro tener un vínculo más lindo y profundo contigo. Cuánto podrías enseñarme con tu ternura, silencio, laboriosidad, sabiduría y docilidad a la voluntad de Dios. Pero lo que más sueño es estar junto a ti, tu hijo y María y contemplarlos en su cotidianeidad.
Oremos: Amado San José infunde en nuestras almas tu docilidad ante la voluntad del Padre Dios y haznos atentos a oírlo en nuestros sueños y en la vigilia para poder discernir y elegir siempre el amor y el servicio como única opción. Que así sea gracias a tu mediación.
Día 110: San Juan 7,40-53.
Hoy el evangelio dice: Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: «Este es verdaderamente el Profeta». Otros decían: «Este es el Mesías». Pero otros preguntaban: «¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?». Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Y pienso: Cómo a veces esta misma división surge dentro de mi mente al oír todas las voces internas y externas que cuestionan tu existencia mi amado Señor. Me impresiona lo susceptibles que somos a esta influencia. Yo sé que tú eres el hijo de Dios, que me habitas y que nos une el amor.
Oremos: Amado Dios, descoloca una vez más nuestras creencias y la estrechez mental que nos limita a conocer tu existencia. Ayúdanos a entender que sólo de lo pequeño puede nacer lo mejor y que se requiere fe y confianza para esperar el proceso de la muerte y resurrección.
Día 111: San Juan 12,20-33
Hoy el evangelio dice: Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre.
Y pienso: En el misterioso proceso de morir y vivir que experimentamos a diario y a lo largo de la vida para acercarnos a ti. A mayor pérdida ganamos más paz y felicidad. A mayor desapego, más libertad, a mayor tristeza más aprendizaje… Un trato doloroso e ineludible de este peregrinar. Sólo pido que me acompañes y que me hagas sentir amada.
Oremos: Amado Jesús ayúdanos a morir con paz y alegría a todo aquello que nos causa mal, en especial a nuestro ego enfermo que busca vanagloria y seguridad. Sácanos de encima esa garrapata inmunda que no nos deja evolucionar enredándonos en tristezas inútiles y glorias que no duran nada.
Día 112: San Juan 8,1-11
Hoy el evangelio dice: E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Y pienso: En tantas preguntas que me gustaría hacerte mi Señor: ¿Cuántas veces fuiste al Monte de los olivos previo a tu detención? ¿Qué escribías en el suelo? ¿Qué viste en los ojos de esta mujer al oír tu liberación? ¿Cómo liberarse de la condena de los demás y la propia por la cultura que nos formó?
Oremos: Amado Dios, haz que soltemos las piedras de condena y las podamos ocupar en una linda construcción. Un monumento al perdón, a la misericordia y al amor. Libéranos del terror del juicio de los demás y revélanos tu sabiduría para “escribir” como tú un mundo mejor. Que así sea por favor.
Día 113: San Juan 8,21-30.
Hoy el evangelio dice: Jesús continuó: «Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: ‘Ustedes morirán en sus pecados’. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados».
Y pienso: En qué muchas veces me siento sufriendo el exilio en este mundo; un mutante que no comprende los códigos humanos y que extraña su hogar como un infante a su madre. Señor tú me enviaste, tú me conoces, haz que disfrute este viaje.
Oremos: Ayúdanos Señor a transitar en el filo del camino donde se une el cielo y el suelo para poder zurcirlo con nuestros pasos vacilantes, elevando las cosas de este mundo para hacerlas sagradas y bajando las cosas santas del cielo para embellecerlo y hacerlo más pleno.
Día 113: San Juan 8,31-42.
Hoy el evangelio dice: Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: «Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos: conocerán la verdad y la verdad los hará libres».
Y pienso: Lo difícil que es a veces expresar nuestras verdades y experimentar la libertad. Se suman temores, dudas, heridas y la falta de confianza en tu plan Señor. Unifícame en tu palabra y haz que la viva sin miedo a salir dañada; tú estás a mi lado, qué me puede pasar.
Oremos: Amado Dios, ayúdanos a ser fieles a la verdad de lo que somos, sentimos y pensamos frente a los demás y al mundo. Es tu palabra viva que nos habita y la única que nos da la verdadera libertad. Sin embargo, somos tan frágiles que tememos dañar o salir dañados o faltar a la caridad. Nos unimos a ti en total entrega para que nos puedas guiar.